Experiencias de investigación en torno al pueblo del ingenio Bella Vista (Tucumán, 1934‑1958)
Leandro Lichtmajer (ISES‑UNT/CONICET)
Las investigaciones históricas basadas en espacios locales tienden a enfrentar, tarde o temprano, múltiples dilemas teórico‑metodológicos. A modo de ejemplo pueden mencionarse los siguientes: ¿Es factible interrelacionar los procesos reconstruidos localmente con los desarrollados en espacios más amplios (regional, nacional, global)? ¿Qué categorías (escala, dimensión, nivel) definen nuestro horizonte interpretativo? ¿Qué significados adquiría lo local para los actores cuyo derrotero buscamos examinar? Formulados en otros términos, estos interrogantes sintetizan preocupaciones inherentes a nuestro métier –la dialéctica entre lo particular y lo universal, la relación entre nuestras premisas y las categorías de análisis que las sustentan, la tensión entre la visión del historiador y la de los actores– independientemente del recorte espacial adoptado. Podría afirmarse, sin embargo, que la necesidad de reflexionar sobre ellos interpela de manera singular a quienes construyen interpretaciones desde espacios locales. Los debates sobre las posibilidades y límites de dicha estrategia metodológica, así como las diferentes formas de llevarlas a la práctica, siguen suscitándose en el campo historiográfico a nivel global (Amato, 2002; Serrano Álvarez, 2009; Bohoslavsky, 2018; Torre, 2018).
Tomando en cuenta dichas consideraciones, el presente texto reflexiona sobre los desafíos a la hora de emprender investigaciones basadas en espacios locales. Con ese fin reconstruye las experiencias de investigación –individuales y colectivas– sobre la sociabilidad partidaria, el sindicalismo y la política en el pueblo del ingenio Bella Vista (Tucumán) entre las décadas de 1930 y 1950. Desde un registro que recupera la “cocina de la investigación”, su objetivo es narrar las alternativas que guiaron la formulación de los interrogantes e hipótesis, el acopio del material heurístico y las redefiniciones del marco temporal y espacial. El examen de dicho itinerario procura, asimismo, reconocer algunos puntos ciegos, fortalezas y debilidades de la propuesta, así como proponer agendas a futuro.
La reflexión sobre los avatares de la línea de trabajo en torno al pueblo del ingenio Bella Vista buscará, también, revisar críticamente algunos supuestos teórico‑metodológicos sobre los que se asentó la pesquisa. En particular, me interrogaré sobre dos preocupaciones largamente transitadas en los debates sobre lo local. Por un lado, la validez de contrastar, a nivel micro, conclusiones extraídas de niveles macro. En la apuesta metodológica por lo local, la posibilidad de poner en entredicho interpretaciones sobre espacios más amplios (regionales, nacionales, globales) es una opción recurrente, aunque no siempre explicitada. Como argumentaré a lo largo del texto, esta posibilidad no debería desconocer los cuestionamientos que, si bien no la invalidan, nos alertan acerca de sus límites. En segunda instancia, reflexionaré sobre la porosidad de las fronteras entre los abordajes micro y los locales, tomando en cuenta los cruces y solapamientos entre ambas categorías a la hora de analizar un espacio determinado.
De lo macro a lo micro. El asociacionismo radical durante la Revolución Libertadora
Las experiencias de investigación aquí reconstruidas se iniciaron con el análisis de un organismo radical de base, el Centro Social y Político de Bella Vista (CSyP), desde su fundación en 1954 hasta la llegada al poder de la UCR Intransigente (UCRI) cuatro años más tarde (Lichtmajer, 2014). La pregunta por la sociabilidad partidaria era tributaria de una línea de trabajo esbozada en mi tesis doctoral, defendida en 2012, que examinó el proceso de crisis y reconfiguración de la UCR de Tucumán durante el primer peronismo (1943‑1955). Entre otras aristas, se observaban allí los ciclos de expansión y retracción de los organismos de base partidarios, su relación con las instancias superiores y sus formas de interpelación proselitista. Al explorar el comité radical del barrio Ciudadela, en el espacio urbano de San Miguel de Tucumán, pude delinear algunas consideraciones sobre la construcción de liderazgos locales y la articulación del partido con los ámbitos de sociabilidad barrial en un contexto de crisis de la UCR (Lichtmajer, 2016).
Tomando en cuenta esos antecedentes, el análisis del CSyP procuraba avanzar sobre un tema marginal en la historiografía sobre el radicalismo: las características de la sociabilidad partidaria en la década de 1950. El recorte espacio‑temporal iba a contrapelo de las investigaciones previas, circunscriptas al período 1912‑1930 y focalizadas en centros urbanos de la región pampeana, especialmente en la Capital Federal y Córdoba (Rock, 1972; Vidal, 1995; Horowitz, 1999). A la vez, el texto ahondaba sobre una faceta poco conocida del radicalismo durante la etapa final del peronismo y la Revolución Libertadora, en la que predominaron las miradas a nivel de las cúpulas, soslayándose las instancias inferiores de la estructura partidaria (Rouquié, 1975; Tcach, 1994). La apuesta por una interpretación localizada de las tramas radicales en Bella Vista se beneficiaba de la posibilidad de reunir un bagaje documental que abarcaba el Libro de Actas del CSyP (1954‑1965), entrevistas orales y registros periodísticos.[2]
Al analizar las formas de interacción entre el Centro y la sociedad, el trabajo abonaba a un interrogante caro a la historiografía sobre el tema: ¿qué dispositivos ensayaron los organismos radicales de base para concitar adhesiones mayoritarias en el electorado? De acuerdo a David Rock, la clave del éxito radical residió en la construcción de un sólido sistema de patronazgo apuntalado por el reparto de incentivos selectivos (empleos en el Estado, bienes, etc.) y la capacidad de encauzar las demandas del electorado hacia el Estado, lo cual dio forma a una “maquinaria política” imbatible en las urnas (Rock, 1972). Al poner el eje en el carácter instrumental de la relación entre el radicalismo y sus seguidores, la interpretación de Rock soslayó los componentes afectivos que atraviesan los procesos de construcción hegemónica. Esta variable fue recuperada por Joel Horowitz (1999), tributario de la renovación en los abordajes sobre el clientelismo de la década de 1990 (Vommaro y Combes, 2016: 70). El estudio de Horowitz enfatizó los componentes simbólicos y afectivos a la hora de explicar el apoyo popular a la UCR (1999: 618).
En el caso bellavisteño, el interrogante sobre la búsqueda radical de extenderse capilarmente por el electorado se proyectaba sobre una comunidad cuyas características recién comenzaban a precisarse en la investigación. El ingenio Bella Vista podía reconocerse genéricamente como una nítida expresión del auge azucarero tucumano del último tercio del siglo xix. El volumen de su producción, el peso cuantitativo de su comunidad laboral y su influencia en el imaginario en torno al azúcar lo posicionaban en un lugar dominante entre los establecimientos fabriles de la provincia. La vasta producción sobre la agroindustria azucarera tucumana, concentrada principalmente en la etapa 1870‑1930, ofrecía antecedentes fundamentales para definir los procesos generales que modelaron la trayectoria bellavisteña. Las alusiones directas o tangenciales a los espacios locales eran, sin embargo, escasas (Paterlini de Koch, 1987; Campi, 2009; Centurión, 2000), priorizándose el carácter colectivo de los actores azucareros (empresarios, productores cañeros, trabajadores). Las investigaciones específicas sobre Bella Vista se resumían en miradas testimoniales e históricas emanadas desde la propia comunidad (Valeros y Salazar, 2012).[3]
Desde el enfoque político‑partidario en el que se inscribía la investigación, la trayectoria bellavisteña podía insertarse dentro del amplio proceso de transformaciones que acarreó la irrupción peronista en el espacio azucarero, fenómeno que había definido, en sus trazos gruesos, en la tesis doctoral. Al igual que otras comunidades azucareras, Bella Vista tuvo una presencia radical dominante hasta la llegada del peronismo al poder, rasgo inescindible del liderazgo de Manuel R. García Fernández, propietario del establecimiento y figura protagónica de la política provincial entre las décadas de 1920 y 1940. La trayectoria de García Fernández se inscribía, a su vez, en un fenómeno más amplio: el repliegue del plantel de empresarios azucareros que, tras ocupar lugares protagónicos en la escena política provincial, abandonaron las filas radicales y conservadoras luego de la irrupción peronista. Las implicancias de este proceso en los circuitos azucareros, donde los industriales construyeron históricamente sus carreras políticas, fueron extraordinarias. Las lealtades políticas mutaron sensiblemente: mientras que hasta 1943 los circuitos azucareros fueron bastiones electorales radicales o conservadores, a partir de 1946 devinieron zonas de profundo arraigo electoral peronista, estatus que mantuvieron durante décadas. Sobre ese escenario, la reflexión sobre el CSyP durante la Revolución Libertadora remitía a la necesidad del radicalismo de recuperar apoyos en un electorado interpelado exitosamente por el peronismo.
Esa búsqueda modeló la trayectoria del CSyP. Durante sus primeros años (1954‑1956), la entidad ensayó un agresivo programa de actividades culturales y recreativas, que combinaron un perfil obrerista con la apelación a tópicos tradicionales de la identidad radical. Por ejemplo, en febrero de 1956 el CSyP inauguró una biblioteca especializada en “el problema obrero” y, con ocasión del primero de mayo, ofreció una charla sobre “salarios, precios y democratización industrial”. En plena etapa de proscripción y persecución al peronismo, dichas formas de propaganda procuraban cosechar apoyos en el electorado obrero. Esta impronta no excluyó las apelaciones a un público más amplio, como lo reveló la “velada cultural” por las fiestas patrias de 1956, en la que participaron mujeres y niños (Lichtmajer, 2013: 174).
Excluido de los resortes estatales, el CSYP carecía de canales sólidos para encauzar las demandas locales y consolidar formas de patronazgo. A contramano del esquema de Rock, esto no impedía la penetración capilar de la entidad en el espacio bellavisteño y su expansión hacia zonas aledañas. En ese marco, su principal fortaleza electoral residió en el temprano acercamiento a la dirigencia peronista desplazada por el golpe, aprestos que culminaron en la incorporación de renombrados dirigentes de ese sector. Los traspasos abarcaron actores diversos, combinándose la dirigencia sindical, figuras de primera línea del funcionariado provincial y militantes universitarios, entre otros (Lichtmajer, 2013: 180).
La inclusión de la dirigencia peronista al CSyP se sustanció en el marco de la política de integración que ensayó la UCRI a lo largo del país y que reconoció un terreno singularmente propicio en Tucumán. Dicho proceso culminó en la cesión, a un exdirigente peronista, del primer lugar en las listas de candidatos a diputados provinciales por el departamento Famaillá en los comicios de 1958.[4] En ese marco, el CSyP construyó una posición electoral dominante, ratificada con el abrumador triunfo de la UCRI en Bella Vista. Esto abrió renovadas posibilidades para la distribución de recursos y el afianzamiento de las clientelas locales, refrendadas por el acceso a la banca legislativa de su presidente y la conquista de cargos clave en la burocracia local. Paradójicamente, el acceso al poder dio paso a una fuerte crisis en el CSyP, e importantes disputas entre experonistas y radicales florecieron. Entre 1958 y 1965 la entidad no desarrolló actividades y preservó un estatus meramente formal, careciendo de influencia en la dinámica política local.
El derrotero del CSyP recupera algunos tópicos del debate sobre los ámbitos de sociabilidad radicales antes de 1930. A tono con Horowitz, y a diferencia de Rock, la entidad visibilizó el carácter multifacético de la interpelación radical, revelando una mixtura de actividades culturales‑recreativas, que trascendieron la identidad radical para abarcar a múltiples destinatarios. Estas actividades dominaron la escena durante los primeros años, mientras que las formas de construcción de clientelas basadas en el patronazgo estatal se observaron tardíamente. Por otra parte, aunque el acceso a los resortes estatales empoderó a su dirigencia, dicho proceso marcó, paralelamente, el ocaso del organismo. Esto remitía al interrogante sobre la retroalimentación entre formas de patronazgo y expansión del partido, que subyace en el análisis de Rock. A contramano de su interpretación, el crecimiento de los líderes locales del partido fue en desmedro de las entidades que les dieron cobijo, desdibujándose su influencia en la vida asociativa local. Esto dejaba abierto un interrogante complementario, que el artículo no profundizaba: ¿en qué medida los organismos locales eran plataformas de despegue para la construcción de carreras más amplias? ¿Lo local es un recorte válido para pensar las tramas políticas o se agota, necesariamente, en algún momento?
Dicho abordaje reflejó, por otra parte, cómo las formas de sociabilidad partidarias pueden explorarse en estrecha vinculación con su entorno social, los perfiles etarios y socio‑profesionales de sus planteles dirigentes y la ubicación de su sede en el espacio local, entre otras variables. El protagonismo juvenil, en el marco de la movilización opositora durante la etapa final del gobierno peronista, azuzó las disputas generacionales dentro del CSyP. Las tensiones y conflictos entre los cuadros jóvenes y los llamados “radicales del ingenio”, mote que aludía a la cercanía con la patronal durante los años treinta, fueron visibles en ese contexto. Contra lo que podría suponerse, estas denominaciones no remitían a un clivaje de clase, en tanto las sucesivas comisiones directivas revelaban un carácter heterogéneo, conviviendo en sus filas estudiantes universitarios, comerciantes y profesionales con empleados y obreros del ingenio. Las divisiones obedecían, principalmente, a trayectorias previas, disputas generacionales y lecturas divergentes del fenómeno peronista. En efecto, la integración de la dirigencia peronista fue motorizada, principalmente, por los cuadros jóvenes de la UCRI.
La ubicación geográfica de la sede, su fisonomía y características, entre otras variables, impactaron en sus formas de interpelación y construcción de entramados locales. Por ejemplo, la primera sede del CSyP, establecida en la casa del enfermero del ingenio, era asiduamente visitada por la población de las colonias obreras, sector más bajo de la estructura laboral azucarera. La sede contaba con un jardín con asador y sitios para la práctica del juego de la taba y las bochas, entretenimientos populares de gran difusión en el ámbito rural tucumano. Estos rasgos favorecieron la erección del CSyP en un engranaje relevante de la sociabilidad local. La posibilidad de escudriñar estos aspectos, anecdóticos a primera vista, perfilaba una conjetura: que cada organismo radical de base constituía un universo en sí mismo, argumento que cuestionaba la extrapolación de conclusiones entre los niveles micro y macro.
Precisamente, uno de los supuestos que estructuró la investigación sobre el CSyP fue la búsqueda de poner a prueba, en un nivel micro, las conclusiones extraídas de niveles macro. Parafraseando a Ángelo Torre, el texto procuraba “mirar de cerca” interrogantes que, en general, habían sido “mirados desde lejos” por la historiografía (Torre, 2018: 39). Esto no suponía adscribir, en términos de Jacques Revel, a una reconstrucción en clave monográfica, sino que inscribía el estudio en el intento de modificar “la forma y la trama” de los objetos a partir de un cambio en el foco, recuperando su célebre metáfora fotográfica (Revel, 1995: 129). La reflexión sobre la sociabilidad radical, atendiendo a la construcción de clientelas mediante el patronazgo y la fragua de un sentido de pertenencia partidario, ponía a prueba hipótesis referidas a grandes centros urbanos de la región pampeana. La trayectoria de un Centro radical fundado en la década de 1950 en el cordón agroindustrial azucarero buscaba contrastar consideraciones relativas a un conjunto de organismos de base durante un período anterior (1912‑1930). Este ejemplo puntual también buscaba revisar el proceso de activación opositora a finales del gobierno peronista y sus efectos durante la Revolución Libertadora, así como la política de integración emprendida por el frondizismo.
Dicha estrategia metodológica, no explicitada en el texto, lo filiaba en el debate sobre la relación entre las escalas, aspecto central en las reflexiones teórico‑conceptuales sobre el tema (Levi, 2003; Pons y Serna, 2007; Revel, 2015; Torre, 2018). Bernard Lepetit sintetizó los dilemas que rodean la referida estrategia. Dado el singular estatus de nuestro objeto de estudio –el pasado, cuya restitución se realiza conjuntamente a la formulación de problemas de investigación y se reinicia en cada ejercicio interpretativo–, la mutación en la escala supone un cambio de objeto y problemática. Por lo tanto, las conclusiones que resultan de una mirada sobre una escala particular no pueden oponerse a las obtenidas en otra, afirmación que contenía una crítica a la microhistoria italiana (Lepetit, 2015).
Así, para Lepetit los historiadores no deberíamos propender a un ánimo generalizador. El principal desafío es reconocer en qué campo de validez pueden ubicarse nuestras explicaciones. Podemos definir, en todo caso, si una escala es más pertinente que otra para desarrollar algunos problemas de investigación y verificar una hipótesis determinada. En otras palabras, las conclusiones entre diferentes escalas no son acumulables, salvo que se tengan en cuenta los distintos niveles establecidos. Como se desprende de ello, Lepetit cuestiona, aunque no descarta, el ejercicio de validación de hipótesis macro en escalas micro, o viceversa. Ahora bien, ¿cómo llevar estas premisas a la práctica? Su estudio sugiere la necesidad de establecer lo más sistemáticamente posible las consecuencias provocadas por las variaciones de escala del campo elegido (Lepetit, 2015).
Aunque muchas veces no se explicite, este dilema suele atravesar a las interpretaciones históricas sobre espacios locales. El análisis del CSyP procuraba seleccionar una determinada cantidad de información (libro de actas, entrevistas orales, prensa), vinculada a un problema más general (las formas de la sociabilidad radical, el proceso de activación opositora a finales del gobierno peronista, la política de integración de la UCRI) que aspiraba a representar. Alejándose, en parte, de la propuesta de Lepetit, el estudio reconocía que sus conclusiones podían leerse como modulaciones particulares de relatos proyectados en niveles macro. Se inscribía, así, en el planteo de Anaclet Pons y Justo Serna sobre los estudios en espacios locales:
… si estudiamos tal o cual objeto en lo local no es porque sea una muestra más de lo que ya se conoce, sino porque tiene algo que lo hace particular, que lo hace específico y que incluso puede poner en entredicho ciertas afirmaciones de la historia general. (2007: 23).
Rudimentariamente definida, la investigación adoptaba, entonces, un punto de vista de conocimiento que procuraba la verificación, a nivel micro, de hipótesis generales, contribuyendo a “abordar las singularidades para demostrar como esas especificidades pueden, en todo caso, contradecir o de‑construir los casos globales, más que representarlos fielmente” (Man, 2013: 169).
En línea con la interpelación micro de procesos más amplios, a partir de una recuperación de lo que a primera vista parece marginal, la propuesta se hacía eco de uno de los principios constitutivos de la microhistoria: la ruptura entre lo central y lo periférico, lo fundamental y lo anecdótico (Revel, 1995). ¿Cómo repensar desde una trayectoria particular –y a partir de un espacio marginal, según los cánones historiográficos dominantes– las interpretaciones sobre la sociabilidad radical? ¿Qué interrelaciones había entre las acciones desplegadas por las dirigencias locales y los acuerdos a nivel de las cúpulas? ¿Las modulaciones locales de la integración eran relevantes a la hora de reconstruir la referida estrategia política? El texto buscaba priorizar un modo de aproximación diferente a tales interrogantes, dando carnadura micro a procesos que habían sido construidos desde registros macroanalíticos (grandes centros urbanos, esferas nacionales del partido).
La adscripción a un enfoque microanalítico planteaba, sin embargo, un dilema complementario: ¿qué implicancias tenía la reflexión sobre la localidad en la construcción de la interpretación? ¿Se trataba de un estudio micro, uno localizado o una combinación entre ambos? La labilidad de las fronteras entre lo micro y lo local fue recuperada en diferentes abordajes (Ramírez Bacca, 2005; Fernández, 2007; Torre, 2018). De acuerdo a Torre, la superposición entre el nivel de análisis (micro‑macro) con la extensión espacial de la búsqueda (global‑local) es recurrente en las interpretaciones que adoptan este punto de vista:
Es habitual, de hecho, que se vea en la polaridad global‑local algo análogo de lo micro y lo macro, con una ecuación implícita según la cual lo local sería lo micro y lo global sería lo macro. En esta configuración resultan inapropiadas tanto la ecuación (micro=local) como la contraposición (pequeño vs. grande). Ambas olvidan que no se trata de objetos, sino de escala: lo local y lo micro no son “pequeños”, “se ven de cerca”, así como lo global y lo macro “se ven de lejos”. Por supuesto, no tienen un espacio intrínseco, sino el que se define según la perspectiva de observación. (Torre, 2018: 39).
Este diagnóstico ilustra una faceta de la pesquisa: aunque el título del texto sobre el asociacionismo radical aludía a una “escala local”, lo cierto es el ejercicio de localización se concretaba de manera limitada. Lo que “veía de cerca” era el Centro, sus planteles, su trayectoria, etc. En menor medida, su inserción en la comunidad a través de sus actividades proselitistas, los perfiles de su dirigencia, la ubicación de su sede. Pero el eje se ubicaba en el CSyP, sus relaciones con las esferas superiores del partido, los conflictos en su seno. La pregunta por la localidad ocupaba un lugar secundario en la pesquisa.
Esto tenía implicancias en la definición del marco de referencia territorial ensayado en el texto. Tomar el “circuito”, unidad administrativa definida bajo un criterio político‑electoral, parecía ser la estrategia adecuada.[5] En efecto, dicha noción podía instrumentarse con cierta precisión: el circuito englobaba la fábrica, los barrios circundantes y las colonias de trabajadores, asentamientos ubicados a distancias variables de la fábrica. Por otra parte, el circuito impactaba en la organización partidaria, ya que los organismos de base definían sus zonas de influencia a partir de las delimitaciones electorales. Sustentar mi análisis en el circuito permitía, asimismo, sopesar con cierta precisión la influencia del radicalismo en el electorado, contrastando con los demás partidos e incorporando criterios comparativos entre padrón electoral‑afiliados al CSyP, entre otras variables.
Sin embargo, esta noción presentaba algunos obstáculos. Adoptar un marco de referencia territorial emanado de fronteras político‑electorales podía filiarse en lo que Sandra Fernández denominó el “dejo territorialista” de los estudios localizados, el cual consiste en adaptar mecánicamente una realidad social y económica determinada a una división administrativa (2007: 32). En esa línea, Pons y Serna advierten que las localizaciones basadas en criterios administrativos pueden abonar a una “forma artificial de dar sentido al espacio, aun cuando pueda estar asentada sobre tradiciones o costumbres previas”. Esta estrategia metodológica puede generar lo que definen como “efecto de realidad”, al recuperar “una organización que implica reordenar y jerarquizar el mundo que la rodea, lo empadrona, lo registra, lo fiscaliza, dándole una unidad y una consistencia propias, separada de otras” (Pons y Serna, 2007: 21).
Este diagnóstico ilustraba, en parte, mi abordaje sobre el circuito bellavisteño. En efecto, si bien tomaba una circunscripción administrativa como recorte, la interpretación de la trayectoria del CSyP no era indiferente a otras variables, que definían el espacio bajo criterios menos rígidos. Se incorporaban, en ese sentido, los rasgos de la población bellavisteña (perfil socio‑profesional del electorado y de los miembros del organismo, volumen y distribución geográfica de los votantes, representación de las diferentes áreas que componían el circuito –colonias del ingenio, casco urbano–) y territoriales (las implicancias del cambio de sede del CSyP). El análisis rehuía el “dejo territorialista”. No obstante, avanzaba solo parcialmente en una reflexión sobre la localidad. Esta arista cobró relieve en el segundo momento del itinerario aquí reconstruido.
De lo micro a lo local. Sindicalismo y política en el tránsito del radicalismo al peronismo
Concebida inicialmente en forma individual, la pesquisa adoptó luego un carácter colectivo al incorporar las miradas de Florencia Gutiérrez y Lucía Santos Lepera, en el marco de un proyecto de investigación dirigido por María Celia Bravo.[6] La exploración del espacio azucarero tucumano, que habíamos ensayado individualmente en nuestras investigaciones, nos llevó a reconocer en Bella Vista un ámbito propicio para entrecruzar preocupaciones en torno a los partidos, la historia social de los trabajadores azucareros y la Iglesia católica (Gutiérrez, 2014; Santos Lepera, 2015). Mientras que los renovados diálogos historiográficos abrieron el espectro de problemas, la obtención de un subsidio de investigación sobre el pueblo del ingenio Bella Vista potenció nuestra línea de trabajo y nos permitió emprender una tarea sistemática de acopio de información, punto de partida para dar una mayor densidad al ejercicio de contextualización.[7]
El cambio en la dinámica de trabajo implicó una redefinición de los límites temporales. El eje se trasladó de la Revolución Libertadora hacia la etapa 1935‑1946, que comprendía el pasaje de los gobiernos de la UCR Concurrencista al peronismo. Como señalamos, confluían allí fenómenos de fuerte impacto en la localidad estudiada, tales como la transformación en las lealtades partidarias y los liderazgos políticos, el proceso de sindicalización impulsado por el Estado y la organización partidaria del novel movimiento peronista.
En primera instancia buscamos comprender cómo las vivencias cotidianas y la dinámica de la comunidad laboral bellavisteña fueron resignificadas por el avance de la organización sindical de los trabajadores azucareros. Un hito clave de este proceso fue la creación del sindicato local en 1944 y su incorporación a la novel Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA) (Gutiérrez, Lichtmajer y Santos Lepera, 2016). Aunque el proceso de sindicalización peronista era un tema largamente transitado por la historiografía, la posibilidad de recuperar las particulares modulaciones que adoptó en una comunidad laboral azucarera del noroeste argentino nos otorgaba un punto de mira relevante para abordar aspectos nodales de la experiencia obrera, a tono con una corriente que renovó los estudios sobre el mundo del trabajo en la historiografía latinoamericana (Klubock, 1998; Batalha et al., 2009). Recuperar las experiencias de clase, en un sentido thompsoniano, nos permitía desandar interpretaciones que vislumbraron a los trabajadores de una rama productiva o una organización gremial determinada como un sujeto homogéneo. En ese sentido, revisitar el universo laboral haciendo foco en una comunidad azucarera recuperaba experiencias muchas veces invisibilizadas en los estudios que abordaron a los obreros en base a su rama productiva y sus organizaciones gremiales.
La formación del sindicato local fue examinada a partir del Libro de Actas de la Comisión Directiva (1944‑1947), las entrevistas orales y algunas fuentes impresas (publicaciones periódicas, guías comerciales y sociales, documentación oficial –ordenanzas, partidas de nacimiento, casamiento y defunción, presupuestos comunales–, nóminas de empleados del ingenio, correspondencia, entre otras). En ese marco analizamos los planteles dirigentes, sus posicionamientos frente a la patronal y las representaciones sobre el proceso de empoderamiento obrero. Las tramas locales emergieron como una variable central para comprender estas dinámicas, lo cual nos llevó a profundizar el ejercicio de contextualización y a poner lo social en el centro de las preocupaciones.
Esto implicaba precisar diferentes facetas de los dirigentes y afiliados del sindicato, en estrecha relación con su rol en la comunidad: su lugar en la estructura laboral –obreros de surco o fábrica, permanentes o transitorios–, sus trayectorias previas –por ejemplo, si contaban o no con experiencias anteriores de organización sindical–, los entramados de relaciones con los demás actores locales –empleados, patronal, vecinos– los roles que ocuparon en el universo asociativo local a través de formas de sociabilidad recreativa y mutual –Club Social de Empleados y Obreros, Club Sportivo, Centro Mutual de Ayuda Recíproca–. El rol de la patronal, las dinámicas del movimiento asociacionista y los niveles de participación en las elecciones y asambleas revelaban, asimismo, algunas aristas de la organización sindical en Bella Vista. Reconocer el proceso formativo del sindicato nos llevó a precisar las lógicas territoriales alrededor de su puesta en marcha: el peso de las colonias y los barrios aledaños a la fábrica, así como sus grados de representación dentro del sindicato.
Así, pudimos reconocer de qué manera el aliento a la sindicalización “desde arriba” fue resignificado por una comunidad que se reconocía en rutinas de explotación, percepciones de lo injusto y formas de solidaridad y reciprocidad inescindibles de las relaciones sociales locales. Prácticas de control forjadas históricamente por la patronal fueron cuestionadas en el contexto de sindicalización y empoderamiento obrero de mediados de los años cuarenta. El avance sindical, respaldado por el Estado y modelado por las trayectorias de los trabajadores, habilitó formas desconocidas del poder obrero, que analizamos a través de prácticas que visibilizaron una transferencia de la autoridad en la fábrica, en detrimento de las prerrogativas empresariales. En ese marco, los consensos tácitos que delimitaban lo que “los de abajo” podían expresar, demandar o discutir con los industriales se resquebrajaron y promovieron nuevas formas de interlocución (Gutiérrez, Lichtmajer y Santos Lepera, 2016).
Un segundo núcleo problemático, estrechamente relacionado con el primero, fue la reconfiguración de las redes partidarias locales y la transformación de los liderazgos políticos en el tránsito del radicalismo al peronismo (Lichtmajer y Gutiérrez, 2017). Este fenómeno, cuya expresión más nítida fueron los resultados electorales, condensaba múltiples interrogantes en torno a la política local. Recuperarlos suponía desandar, con nuevas herramientas y preocupaciones, el problema que había guiado inicialmente la pesquisa: el impacto de la llegada del peronismo en el espacio azucarero provincial. Retomar esta pregunta permitía, también, volver sobre la experiencia del CSyP luego de 1955. Así, reconocer las trayectorias de los primeros peronistas de la localidad, en algunos casos mediadas por la pertenencia a las redes partidarias lideradas por García Fernández, trazaba nuevos puentes entre ambas experiencias.
Reflexionar sobre las prácticas políticas y las formas de interpelación radicales en una localidad azucarera del noroeste abonaba, una vez más, al estudio del radicalismo en ámbitos agroindustriales, a contrapelo de una tendencia general a analizarlo en clave urbana y pampeana.[8] Por otro lado, la reflexión localizada sobre la transición al peronismo revelaba la fuerte impronta sindical de dicho movimiento, en contraste con la gravitación que el radicalismo y el conservadurismo tuvieron en otras latitudes, a la vez que posibilitaba escudriñar las tensiones asociadas a la construcción de nuevos liderazgos, las aspiraciones de “exclusivismo político” impulsadas por el naciente gremialismo y las disputas por el control partidario (Rubinstein, 2006: 33).
La posibilidad de ensanchar el caudal de información sobre la localidad aportó nuevos elementos sobre la etapa de gobiernos radicales (1935‑1943) y las implicancias del liderazgo político de García Fernández. Así, reconocer sus anclajes locales suponía recuperar las redes partidarias que involucraron a la comunidad bellavisteña en diferentes formas e instancias de la política: en tareas proselitistas, al mando de organismos de base, liderando candidaturas u ocupando puestos dentro del partido, múltiples actores locales formaron parte de las redes partidarias lideradas por el industrial. Desde los empleados jerárquicos hasta los trabajadores de fábrica y surco, la política movilizó e involucró a la comunidad local desde diversos ángulos. De esta manera, sopesar la capacidad de la patronal por volcar a su favor el electorado del circuito, así como el grado de competencia con las organizaciones rivales, tales como el conservadurismo y el socialismo, iluminaron facetas clave del devenir político local.
En estos abordajes señalamos de qué manera el impacto de la transición al peronismo irradió sobre diversas esferas de la vida política local. En retroalimentación con el proceso de activación sindical, estas transformaciones supusieron formas de hacer política que ganaron en autonomía frente a la patronal, en tanto el aliento gubernamental a la sindicalización obrera, el recambio del funcionariado estatal y el reconocimiento de derechos que horadaron las prerrogativas empresariales modelaron la etapa abierta en 1944. El impacto de este proceso en la urdimbre previa tejida por la patronal fue notable, desarticulándose el predominio radical. Esto no impidió, por cierto, los traspasos de dirigentes y las interlocuciones entre radicalismo y peronismo, que permitieron a algunas figuras locales reciclarse a las nuevas coordenadas políticas.
A la luz de la experiencia del CSyP, los trasvases y la porosidad de las fronteras entre los partidos se revelaba como una marca local que atravesaba sucesivas coyunturas, zona gris en la que confluyeron dirigentes radicales y peronistas. Esta faceta abría, a su vez, nuevos interrogantes sobre etapas posteriores de la trayectoria bellavisteña. Ciertamente, la posibilidad de articular solidaridades entre los partidos, entidades del ámbito asociativo y un amplio abanico de actores sociales se visibilizó en la coyuntura de mediados de la década de 1960, cuando el agravamiento de la crisis de sobreproducción azucarera y la venta del ingenio Bella Vista amenazaron la supervivencia de la comunidad y reforzaron los lazos locales. La resistencia frente a la amenaza del cierre de la fábrica, a través de la Comisión Pro Defensa del ingenio Bella Vista, rubricó estas solidaridades en la etapa de efervescencia social abierta con el cierre de ingenios, tema que estructuró abordajes recientes sobre la localidad (Bravo y Lichtmajer, 2019).
Del recorrido señalado se desprende que si bien el intento primigenio por validar a nivel micro hipótesis sobre niveles macro no fue abandonado, el ejercicio de contextualización y reconstrucción localizada reordenó nuestros interrogantes. Dicho ejercicio nos llevó a recuperar un conjunto de problemas emanados “del terreno”, que no reconocían filiación en las agendas “macro”: un bagaje más amplio de información sobre la localidad nos planteó nuevos interrogantes, originalmente ajenos a la pesquisa, y cobraron centralidad los cruces entre lo social y lo político que definieron la trayectoria de las redes partidarias y el proceso de organización sindical.
Los cuestionarios sobre niveles macro, tales como las formas de interpelación del radicalismo, los perfiles del catolicismo social del empresariado, el impacto del proceso de organización sindical impulsado por la Secretaría de Trabajo y Previsión, la disputa por los liderazgos en el contexto de formación del Partido Laborista, entre otros, se entrecruzaron, con cada vez mayor énfasis, con procesos emanados “del terreno” y los interrogantes y preocupaciones se reformularon en función de diferentes variables. Identificarlas, precisando las derivas que culminaron en la “territorialización” de nuestro objeto de estudio, supone reconocer diversas motivaciones: las debilidades que atribuimos al cuestionario originalmente delineado; los intercambios con los colegas en sucesivas reuniones científicas y discusiones internas del proyecto de investigación, así como la incorporación de nuevas evidencias, fruto de los “fatigantes recorridos analíticos” entre las fuentes de archivo sobre espacios locales (Torre, 2018: 54).
En ese marco, la observación de los entramados locales nos sumergió en otras formas de la política. En términos del politólogo Frédéric Sawicki, cuyo estudio sobre el Partido Socialista Francés fue recuperado, “aproximándose lo más posible al terreno, vale decir a nivel local, se constata fácilmente la porosidad entre los partidos y su entorno social” (2011: 43). Esta formulación describía el ejercicio ensayado: el partido se desdibujaba como marco de referencia para dar centralidad a un conjunto de redes relacionales, basadas en intereses y valores compartidos, que se proyectaban sobre diversos ámbitos de sociabilidad. En el caso de Bella Vista, permeaban estas redes las jerarquías sociales y laborales propias del modelo productivo azucarero y las formas de interacción alentadas por la patronal, entre otras variables. Al ubicarse en el centro de estos entramados, el industrial azucarero emergía como un punto de referencia insoslayable para nuestra interpretación. Esto nos plantea la necesidad de volver atrás en el tiempo, explorando la génesis del liderazgo de García Fernández, su desembarco en las filas radicales a comienzos de la década de 1920 y sus proyecciones territoriales más allá de Bella Vista.
El interés por robustecer nuestro análisis sobre la localidad nos llevó, por otra parte, a revisar las fronteras territoriales de la pesquisa. Al desdibujarse la dimensión político‑electoral, incorporándose con mayor fuerza entramados sociolaborales, priorizamos el concepto de “pueblo azucarero” por sobre el de circuito. Acuñado ad hoc por las investigaciones sobre la expansión azucarera en Tucumán, el concepto de “pueblo azucarero” otorgaba un mayor grado de especificidad, al referirse a las localidades provinciales que se desarrollaron conjuntamente a las fábricas desde finales del siglo xix (Paterlini de Koch, 1987). Esta caracterización se amoldaba adecuadamente a Bella Vista, cuyo derrotero era inescindible al de la fábrica fundada en 1882. El concepto de “pueblo azucarero” parecía ajustarse, por otra parte, a la mirada “territorializada” que pretendíamos construir, sensible al universo de jerarquías y desigualdades que modeló las relaciones sociales locales y definió la distribución territorial, aspecto que también era recuperado en los estudios.
Como contrapartida, el estatus ad hoc del concepto de “pueblo azucarero”, esgrimido por las investigaciones pero desconocido por los habitantes de Bella Vista así como de otras localidades aledañas a los ingenios, implicaba un distanciamiento respecto a las prácticas y categorías de los actores locales. Esta estrategia metodológica fue cuestionada por los abordajes que atribuyeron a lo local una dimensión “émica”, que reconoce en las localidades una “estructura de sentimientos”, emanada de la experiencia de los nativos, que no puede soslayarse a la hora de estudiar aquellas (Torre, 2018: 55). Su imprecisión, por otra parte, acarreaba algunos problemas metodológicos complementarios: mientras que el circuito tenía un perímetro y una población definidos con cierta exactitud, la noción de pueblo azucarero era menos precisa. Tendía a focalizarse en los barrios circundantes al ingenio, dejando fuera a las colonias y otras zonas que ocupaban un lugar de relevancia en nuestros estudios.
¿Los sucesivos rumbos en la definición del recorte territorial implicaban un punto débil de la investigación? Recuperando la conocida reflexión de Eric Van Young, la región –y, agreguemos, la localidad– son hipótesis por demostrar (1987). Los recortes se obtienen a partir de los resultados de la investigación y no antes, mirada que suscribe a una matriz epistemológica constructivista, donde lo local es percibido como una categoría flexible y el objeto se construye artificialmente durante el proceso de investigación (Man, 2013: 172). Es común, en ese sentido, que nuestros marcos de referencia vayan mutando a medida que la investigación se redefine y problematiza (Bandieri, 2018: 8‑11). De allí que esta cuestión se encuentre abierta para el caso bellavisteño, habilitando nuevas reflexiones a futuro.[9]
Consideraciones finales
La reconstrucción de las experiencias de investigación sobre el pueblo del ingenio Bella Vista habilita algunas reflexiones sobre las incertidumbres, desafíos y posibilidades que se presentan a la hora de desarrollar una línea de trabajo sobre espacios locales.
En un primer momento, el análisis de un organismo radical de base en el tránsito del peronismo al frondizismo se inscribió en un intento por poner a prueba, en un nivel micro, interpretaciones proyectadas a nivel macro. En ese sentido, la trayectoria del CSyP repensaba hipótesis sobre la sociabilidad radical de base durante la etapa de expansión radical (1912‑1930) y la estrategia de integración del peronismo desplegada por la conducción de la Unión Cívica Radical Intransigente para conquistar el poder en 1958. A tono con una opción recurrente –aunque no siempre explicitada– en los estudios sobre espacios locales, la mirada sobre la entidad radical bellavisteña consideraba que dicha trayectoria podía poner en tensión algunas afirmaciones sobre un mismo objeto –las dirigencias partidarias, los organismos de base– en dos niveles diferentes de análisis. Una de las implicancias de dicha estrategia metodológica era que, al ponerse el eje en el partido, la reflexión sobre lo local no era un objetivo central y las tramas políticas y sociales de la comunidad bellavisteña tenían un lugar marginal. Las lábiles fronteras entre lo micro y lo local, unidas por la búsqueda de “mirar de cerca” interrogantes que habían sido “mirados desde lejos” por la historiografía, ubicaban al enfoque en el cruce entre ambos abordajes.
La incorporación de perspectivas sobre los trabajadores y el catolicismo perfiló una reflexión más sistemática sobre la localidad. Junto a las colegas que se incorporaron en esa instancia dejamos de lado las preguntas por los organismos de base para dar centralidad a otros problemas: las tradiciones de organización de los trabajadores bellavisteños, así como las formas de hacer política en el tránsito de los gobiernos radicales al peronismo. Al involucrar a la comunidad en general, a partir de la intersección entre lo social y lo político, estos interrogantes nos llevaron a ensayar un ejercicio de contextualización más sólido.
En ese marco recuperamos, entre otras aristas, las trayectorias y perfiles de los dirigentes sindicales y políticos, los entramados de relaciones y ámbitos de sociabilidad, las marcas territoriales que modelaron la disputa por el liderazgo de las filas peronistas y el peso de las tradiciones laborales y organizativas previas en la creación del sindicato en 1944. La investigación sobre el CSyP viró, paulatinamente, a la pregunta por las tramas locales, opción metodológica que tuvo implicancias en las coordenadas temporales y espaciales. Salieron a la superficie interrogantes soslayados en el cuestionario inicial, lo que nos llevó a repensar las categorías que definían los perímetros espaciales del pueblo, transitando de la noción de circuito a la de pueblo azucarero, así como a recuperar procesos de largo aliento, al ensayar una genealogía del liderazgo político del propietario del ingenio en la década de 1920. Estas opciones metodológicas pivotearon entre la apertura de nuevos rumbos y la revisión de los ya recorridos, ida y vuelta que sigue modelando nuestras interpretaciones sobre las formas de la política en Bella Vista.
Recapitulando, considero que el itinerario de investigaciones aquí reconstruido revela algunas debilidades y potencialidades de los abordajes sobre espacios locales. Entre las segundas destaco su plasticidad para poner en diálogo aristas no siempre vinculadas en los estudios sobre otros espacios. En efecto, la fragua de interpretaciones atentas a la construcción social del poder, el peso de las tradiciones y entramados locales, entre otras, encuentra en estos abordajes un terreno fértil. Cabe recordar, sin embargo, que, como afirmó Bernard Lepetit, ninguna escala goza de un privilegio particular a la hora de analizar el pasado: “los macrofenómenos no son menos reales, los microfenómenos no son más reales –o a la inversa–”. En efecto, no debemos perder de vista la complejidad de lo real –los principios de la dinámica social son plurales y se leen según configuraciones causales diferentes– y su inaccesibilidad –la palabra final nunca está dada y la modelización siempre debe recomenzarse– (2015: 112). Estas advertencias nos siguen interpelando a la hora de diseñar cuestionarios sobre espacios locales.
- Agradezco los comentarios de Anaclet Pons a la versión preliminar de este texto. ↵
- En esta tarea conté con la colaboración de un miembro fundador del CSyP, Manuel Valeros, abogado y docente de filiación radical. Valeros fue protagonista de la vida asociativa y política bellavisteña desde la década de 1950 (presidió numerosas entidades locales y ejerció los cargos de intendente y diputado provincial, entre otros). Actualmente preside la Fundación Bella Vista, promotora de la reconstrucción de la historia de la localidad. ↵
- Este bagaje se amplió en 2017 con la publicación de una historia del municipio de Bella Vista, en el marco del Bicentenario de la Independencia (Vidal Sanz, 2017a).↵
- La provincia de Tucumán se dividía en once departamentos. Famaillá, sede del ingenio Bella Vista, era el tercer departamento más poblado.↵
- Los circuitos eran las unidades electorales más pequeñas de la provincia. En el período analizado sumaban un total de 145 y abarcaban un amplio rango de votantes (de acuerdo a la densidad poblacional de la zona).↵
- Proyecto de Investigación Plurianual (PIP‑CONICET) “La construcción social de lo político: cañeros y trabajadores en los pueblos azucareros, Tucumán, 1896‑1966”.↵
- Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica (PICT‑ANPCyT) “Las formas locales de la política. Actores, redes partidarias y dinámicas asociativas en el pueblo azucarero de Bella Vista (Tucumán, 1934‑1966)”.↵
- Como excepción pueden mencionarse las investigaciones sobre el radicalismo jujeño (Kindgard, 2001; Fleitas, 2015).↵
- Al respecto véase la contribución de Florencia Gutiérrez y Lucía Santos Lepera en la presente obra.↵