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­Introducción

La conformación de espacios de interculturalidad en la Ciudad de Buenos Aires

Fernando Fischman

Este libro reúne una serie de artículos procedentes de una tarea grupal de investigación y reflexión en torno al concepto de “interculturalidad” a partir de la vinculación entre colectivos configurados principalmente por migraciones y movilidades acaecidas en distintos momentos históricos en la Ciudad de Buenos Aires. Surge de un proyecto cuyo interés original era determinar las formas que adquieren las relaciones interculturales entre dos colectivos, el judío y el coreano, el primero conformado a partir de la inmigración masiva de fines de siglo XIX y principios de siglo XX, y el segundo, entre las décadas de 1960 y 1990.

En una primera fase del trabajo, focalizamos en las particularidades de la ligazón que ambos fueron desarrollando desde sus primeros encuentros en la esfera laboral[1]. Específicamente nos centramos en tres espacios de interrelación:

  1. un ámbito territorial –el barrio de Flores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, más concretamente un sector diferenciado de este, la zona conocida como “Avellaneda”– en el que ambos colectivos confluyeron desde la década de 1980 en torno a una actividad económica –la producción de indumentaria–;
  2. instituciones educativas comunitarias ubicadas en la zona de influencia; y
  3. el espacio público urbano en diferentes partes de la ciudad[2].

En este último, ambos grupos comenzaron a exhibir expresiones adjudicadas a su “cultura” ante una audiencia amplia a partir de la década de 1990 (Fischman, 2011; Fischman y Bialogorski, 2011). De ese modo, aunaron tradiciones de manifestación colectiva en la ciudad ancladas en la historia nacional con prácticas tendientes a su recuperación como ámbito de manifestación política –a partir de la reinstauración de la democracia en 1983– que, sumadas a las iniciativas orientadas hacia la exaltación de la diversidad cultural tributarias del multiculturalismo neoliberal global (Grimson, 2011; Segato, 2007)[3], generaron ámbitos de presencia y notoriedad[4].

La realización de la investigación tuvo particularidades que no resulta menor destacar. Se trató de un proyecto formulado en el año 2014, aprobado y financiado a partir de 2015, y que comenzó a llevarse a cabo en 2016. Es decir, se planteó y luego se realizó en un momento de grandes transformaciones en distintos planos que impactaron en el mismo período de su desarrollo.

A nivel global, el aumento de los flujos migratorios tanto hacia el norte como Sur-Sur y el crecimiento de movimientos xenófobos en Europa, junto con una presencia y resonancia mediática creciente del tema (Holanda et al., 2019), la caracterización de los fenómenos de desplazamiento poblacional en diferentes regiones en términos de “crisis” con las consecuencias aparejadas (Geddes y Vera Espinoza, 2018), y el desarrollo de un discurso gubernamental inusitadamente hostil hacia los migrantes en Estados Unidos, son algunos de los marcos que nos llevaron permanentemente a conectar los hechos cuyas manifestaciones registrábamos en algunos casos en ámbitos locales –a una escala barrial– con acontecimientos de dimensiones considerablemente más amplias.

A nivel nacional, el arraigo del discurso de la valoración del pluralismo cultural constitutivo de la Argentina que permitió a ciertos grupos y en determinadas instancias lograr que sus identificaciones étnicas no fueran interpretadas como cuestionadoras de su adscripción a un colectivo nacional homogéneo tenía lugar mientras simultáneamente se reforzaban prácticas xenófobas tanto a nivel discursivo, como a través de retrocesos en políticas que afectaban singularmente a otros grupos. También, la llegada creciente de flujos poblacionales no solo como migrantes, sino también como sojourners[5], beneficiarios de regulaciones favorables y beneficios que se iban cercenando a los primeros, fue ampliando la brecha entre unos y otros. Además, la expansión global de creaciones estéticas –musicales, mediáticas, gastronómicas, entre otras– asociadas a culturas particulares con distinto grado de exoticidad para la mirada occidental tuvo su correlato local poniendo en un primer plano estos productos para el consumo de sectores diferenciados de la sociedad: telenovelas para algunos, comidas gourmet para otros. Asimismo, el desarrollo de redes sociales virtuales, que permiten múltiples formas simultáneas de agregación, comenzó a plantear cuestionamientos a la noción misma de lugar. Todos estos fenómenos, entre muchas otras transformaciones socialmente relevantes, convergieron y se potenciaron de forma que hicieron necesario profundizar la reflexión sobre las relaciones interculturales en un espacio determinado, por cuanto crearon un escenario de complejidad creciente en el que las categorías usadas para explicarlo requerían una redefinición. Estas cuestiones –anticipadas ya en los planteos de Doreen Massey cuando afirmaba que “lo que confiere a un lugar su especificidad no es ninguna larga historia internalizada sino el hecho que se ha construido a partir de una constelación determinada de relaciones sociales, encontrándose y entretejiéndose en un sitio particular” (Massey, 2012 [1991]: 126)– requerían una mirada atenta a las singularidades de ese entrelazado de relaciones sociales.

La indagación tuvo como marco conceptual general determinadas premisas. En principio, que, en un contexto nacional que fue desde temprano articulando relaciones desiguales entre distintos sectores de su población, a través del establecimiento de jerarquías y la incorporación de grupos en condiciones inequitativas, el discurso de aprecio por la diversidad cultural ocluía las situaciones concretas de colectivos cuya historia presentaba variantes que debían ser contempladas. Estas variantes estaban construidas a partir de un espectro que, en distintos planos, abarcaba desde la concepción ideológica de la Argentina como una nación principalmente blanca y europea, hasta los marcos regulatorios que fueron pautando la admisión y la pertenencia a ella desde el siglo XIX en adelante (Novick, 2008; Pacceca, 2000). Luego, otra de las premisas fue que esas variantes se relacionaban no solo con el contexto nacional y sus formas de gestión de la diversidad en el pasado y en el presente, sino también con las historias anteriores de los integrantes de los colectivos conformados a partir de las movilidades contemporáneas –su ubicación en la estructura social, sus adscripciones étnicas y religiosas en sus países de origen– y con contextos globales actuales como los mencionados, en una dinámica intrincada en el que todos estos niveles se entrecruzaban de manera insoslayable.

Algunas de estas cuestiones las descubríamos conforme avanzábamos. En ese sentido, fueron varios los fenómenos advertidos. Con relación a la habitación en el espacio barrial Avellaneda con eje en las actividades económicas preponderantes en la zona, principalmente la producción y comercialización de indumentaria, comenzó a hacerse notable –y relevante– la presencia y coexistencia de otros colectivos migrantes. Todos ellos en su interacción presentaban un nuevo espacio de relaciones intricadas y cambiantes. Ampliamos, por lo tanto, la investigación para incluir la vinculación entre los colectivos judío y coreano con otros de origen migrante con una presencia cada vez más ostensible en la zona –entre ellos bolivianos, peruanos, senegaleses–, que planteaba nuevas problemáticas.

El cambio de signo político del Gobierno nacional a partir de diciembre de 2015 conllevó un vuelco con respecto a la apertura que venía produciéndose en la gestión de las migraciones desde el año 2004 con la sanción de la Ley 25.871/04, que tenía también un correlato regional (Cantor et al., 2015). Este cambio se evidenció en los discursos oficiales respecto a los migrantes, algunos de ellos abiertamente hostiles, y en los mismos marcos regulatorios, como manifiestan las restricciones impuestas por el Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2017[6]. Ello en simultáneo con la aparición de nuevos contingentes migrantes masivos, como los procedentes de Venezuela, numerosos en términos cuantitativos y también notorios para la percepción general de los habitantes de las grandes ciudades en relación con la habitación de determinados espacios físicos y la ocupación de determinados nichos laborales, también en “Avellaneda”.

En ese marco, un eje importante que examinamos es el de las categorizaciones migrantes y étnicas inmersas en narrativas acerca de la configuración de la zona “Avellaneda” que demostraron tener vigencia como criterios ordenadores de la vinculación entre colectivos en la organización del espacio barrial. Los relatos acerca de la conformación de este sector urbano con las características actuales reconocían actores variados en versiones no siempre coincidentes. ¿Quiénes llegaron primero? ¿Cómo incidió cada uno en la constitución de este lugar? Así notamos que ciertos colectivos existentes o con presencia anterior (y quizás también actual, aunque no pronunciada) en este espacio eran invisibilizados en las narrativas dominantes en la actualidad acerca del barrio cuya característica más destacada es la ligada a la actividad económica que desarrollan solo algunos colectivos en particular, y no la totalidad de los que residen en la zona. ¿Qué implicaba este simultáneo realce y borradura en términos socioculturales? Algunos colectivos eran destacados como prevalentes sobre la base de su presencia física anclada en el lugar y asociada a la constitución de este espacio como un enclave de producción y comercialización de indumentaria, como el judío y el coreano. Pero también algunos actores mencionaban a “otros” establecidos antes en el lugar y de los que poco se decía: migrantes españoles e italianos que se asentaron en la zona a principios de siglo XX, o colectivos que establecieron instituciones religiosas y educativas con presencia en el barrio aún hoy, pero que no están integrados a la actividad económica predominante, por lo menos de manera significativa, como armenios y árabes musulmanes[7]. Y luego, ciertas narrativas construían a “otros” –ni judíos ni coreanos– como constituyentes de la identidad barrial, pero asociados a prácticas ilegales (ver Bialogorski, Fischman y Kleidermacher 2018) y, por lo tanto, con un arraigo menos legítimo en el lugar.

Además, notamos la vigencia de peculiares formas de identificación intragrupal, que no necesariamente encontraban expresión externa a ellas. En el caso de los judíos, la adscripción al colectivo “sefaradí” de la mayoría, con algunas variaciones en cuanto al lugar de origen de los antepasados migrantes y la agregación en distintas instituciones de índole religiosa, educativa y recreativa, todas en un radio relativamente estrecho. Y sumado a este, la residencia en la zona de un grupo jasídico notorio a la mirada exogrupal por diacríticos asociados a una construcción estereotipada del “judío” y con algunos lazos con la actividad económica de la zona inaccesibles a la indagación. En el caso de los coreanos, la presencia de personas identificadas como “chosunjok”, integradas diferencialmente a dicho grupo, pero no reconocibles por el exogrupo[8]. Asimismo, la incidencia de la cuestión migratoria manifestaba distinta relevancia en uno y otro. En el caso de los primeros, se consideraba una cuestión de poca relevancia por tratarse de una comunidad constituida con base en una migración ya centenaria, aunque seguía siendo referenciada. Mientras tanto, los segundos, que agrupaban integrantes con experiencias diferenciales con respecto a la migración, manifestaban narrativas en las que se adjudicaba distinta significación al hecho de haber nacido en Corea o en Argentina, de pertenecer a la generación 1.5 (nacidos en Corea y llegados a la Argentina a una edad temprana) o de ser coreano-argentino (hijos y nietos de migrantes ya nacidos en el país), y asignaban rasgos y comportamientos variados a los miembros de las distintas generaciones. Estos podían referirse a la competencia lingüística o al respeto por tradiciones ancestrales o a prácticas laborales.

Las múltiples identificaciones relevadas, ajenas a la mirada que evidenciaban las políticas públicas para esta zona de la ciudad –tanto las que proponían desdibujar las especificidades en favor de una estética global, como las que propiciaban la asociación entre este lugar y un colectivo entre todos los presentes en la zona–, resultaban reveladoras y regían la conformación de este espacio intercultural. Es así como sectores o calles del mismo barrio eran referidos en contextos conversacionales como asociados a alguno de los colectivos citados o el éxito económico era explicado en términos de matrices culturales y desgajado de las singulares variables contextuales estructurales que lo habían facilitado.

La vinculación entre los diversos colectivos mencionados en el ámbito barrial se planteaba en un contexto de valoración de la diversidad en políticas estatales nacionales y municipales que ponían el acento en la “cultura” como un conjunto de prácticas asociadas a “colectividades” y apreciadas principalmente en términos de expresión de la diferencia. Este contexto presentaba dos escenarios específicos y contrastantes en el mismo sector del espacio urbano estudiado. Uno de ellos, el de la celebración de la diversidad, ponía en escena manifestaciones culturales de distinta índole asociadas a uno de los colectivos asentados en el barrio. En el período en que desarrollamos nuestra investigación en ese mismo territorio de la ciudad, se implementó una de las políticas culturales de exaltación de la diferencia, Buenos Aires Celebra, en su versión ligada a uno de ellos, el coreano (Buenos Aires Celebra Corea), destacando todo lo de “diferente”, en esta contextualización como “positivo”, de las creaciones adjudicadas a él y reforzando la asociación entre este grupo y ese espacio[9]. Al mismo tiempo, en estas calles, comenzó a desarrollarse con sistematicidad la persecución a otros colectivos con presencia en el lugar: los migrantes del África subsahariana, senegaleses y nigerianos, en su mayoría. Presentada como una acción dirigida no específicamente a ellos, sino a todos quienes ejercen la venta ambulante y como una disputa entre los comerciantes radicados en locales autorizados y los que ejercen la venta de manera informal, lo cierto es que la contienda afectó particularmente a los grupos más vulnerables y sin posibilidad de buscar alternativas laborales. La diferencia intercultural, lejos de manifestarse como un valor, dio lugar a la expresión de visiones discriminatorias entre los contendientes, asociadas a prácticas y rasgos adjudicados a los colectivos en disputa y al reforzamiento de la desigualdad, en cuanto los comerciantes ya asentados pudieron consolidar sus negocios y los migrantes, muchos de ellos en situación irregular, vieron seriamente afectado su sustento[10].

Entre ambos extremos de vinculación entre colectivos mediados por políticas públicas –la exhibición de “cultura” como un valor y el hostigamiento–, notamos la confluencia de formas de relacionamiento en las que integrantes de los distintos grupos interactuaban de forma más o menos amigable. En esas interacciones se tejían alianzas, se armaban complicidades, se procuraba también litigar o resolver esos litigios. Los artículos de Mirta Bialogorski y Gisele Kleidermacher dan cuenta de estas cuestiones. En “Sociabilidades e interculturalidad en el centro comercial Avellaneda de la Ciudad de Buenos Aires”, Bialogorski se centra en la configuración particular de esta zona. La autora analiza este espacio como punto de encuentro y articulación de trayectorias migrantes culturalmente diferenciadas producto de distintos flujos (históricos y recientes) en el que recaen normativas, se generan imágenes simbólicas de la otredad y modalidades de interrelación que van desde la coexistencia y la hostilidad, hasta una convivencia no exenta de tensiones en las que participan, en distinto grado, factores culturales y contextuales. Bialogorski nota que este espacio intercultural, resultante de su diversidad, de la vigencia de categorizaciones étnicas como criterio ordenador de las interacciones y la presencia de prácticas culturales y hábitos propios de los actores, surca distintos aspectos de su vida cotidiana, especialmente la actividad económica, en la cual sitúa su eje de análisis. En este espacio, discursos y otras prácticas estatales se contraponen o coinciden, según el caso, con las de los variados colectivos sociales. En el mismo sitio geográfico se ubica Kleidermacher para realizar su análisis centrado en las relaciones signadas por las disputas por el espacio y lo que él representa entre los distintos colectivos que habitan el lugar, particularmente para los migrantes senegaleses. La autora focaliza en las importantes transformaciones a nivel político y económico y del discurso público acerca de los migrantes en el país en el período 2017-2019, como también en determinados cambios en las reglamentaciones que dificultan tanto la regularización migratoria como las actividades laborales que llevan a cabo mayormente los migrantes de origen senegalés. En particular, la sanción del Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2017 ya mencionado, sumada a las regulaciones del espacio público urbano. Es por ello por lo que su artículo “Compartiendo y disputando veredas en Avellaneda. El caso del colectivo senegalés y la (de)construcción de relaciones interculturales en el espacio público” centra su atención en la forma de situarse en la zona de estos migrantes –mediante la venta ambulante– y, a partir de ella, en su interacción con otros que desarrollan la misma actividad, así como también con transeúntes y con las fuerzas de seguridad.

En el artículo de Bialogorski, se destaca la relevancia de la posesión de los locales comerciales en el ámbito de la propiedad privada como una fuente de controversia, y en el de Kleidermacher, el conflicto por la ocupación del espacio público.

En nuestra investigación focalizamos no solo en los espacios de interculturalidad entendidos como la localización de interacciones cotidianas en ese lugar de la ciudad, sino también en otros en los que participan los colectivos judío, coreano y senegalés en vinculación con terceros. En el caso de este último grupo, abordamos los espacios que ligan a los migrantes actuales del África subsahariana con las migraciones provenientes de Cabo Verde desde el período de la inmigración masiva, con migrantes afrodescendientes de distintos países de América Latina a partir de las últimas décadas del mismo siglo, y con los afroargentinos invisibilizados desde fines del siglo XIX, cuando se consolidó el Estado-nación argentino moderno[11]. Todos ellos, en sus distintas formas de vinculación, empezaron una movilización cultural y política de reivindicación de las raíces africanas, haciendo perceptible un componente negado de la sociedad argentina y poniendo también de relieve los niveles de racismo que se manifiestan hasta el día de hoy. En esa línea se ubica el artículo “Trabajo, actividades culturales y movilización política: tres espacios para pensar el multiculturalismo y la interculturalidad a partir de la migración senegalesa en Buenos Aires” de Eva Lamborghini y Gisele Kleidermacher. Este artículo indaga la incidencia de la migración senegalesa que arribó al país desde la década de 1990 en dichos procesos y la intervención de esta migración, y sus respuestas frente a las situaciones y desafíos que se le presentan en el desarrollo de un campo político y cultural de reivindicación y reclamo “afro” (afrodescendiente y africano) en la Ciudad de Buenos Aires, que cuestiona el orden racial-espacial “blanco”. Para ello, examina tres ámbitos de actuación de los migrantes senegaleses, definidos analíticamente según el tipo de relaciones desplegadas en la sociedad receptora como “espacios de interculturalidad”: en primer lugar, en línea con el desarrollo de Kleidermacher del artículo anterior, la ocupación de las calles mediante el trabajo de la venta ambulante, sobre todo en Avellaneda, pero también en otros sectores de la ciudad; en segundo lugar, la “exhibición de cultura”, su participación en eventos “afro” organizados en el marco de políticas estatales de celebración de la “diversidad cultural”; y, en tercer lugar, su convergencia con agrupaciones políticas afrodescendientes en manifestaciones antirracistas. De manera general, el trabajo articula estos tres espacios simultáneos pero distintos de actividad laboral, despliegue de actividades culturales y movilización –todos ellos constituidos en la vía pública– con las discusiones teóricas críticas del multiculturalismo, así como con los alcances de la interculturalidad como concepto y proyecto social superador.

Con respecto a otro de los ejes de nuestra indagación, el del espacio de interrelación en el marco de instituciones educativas comunitarias, habíamos notado el desarrollo de proyectos en ámbitos educativos de los colectivos judío y coreano que implicaban encuentros entre estudiantes de ambas instituciones para el despliegue de formas artísticas tradicionales, compartir comidas, y la enseñanza mutua de lenguas. El discurso de valoración del pluralismo cultural plasmado en numerosas políticas celebratorias ya analizadas e interrogadas en su alcance (Bialogorski y Fischman, 2012; Fischman, 2011; Fischman y Bialogorski, 2013) parecía tener efectos en las propias instituciones comunitarias a partir de la planificación de reuniones en contextos educativos, que detectamos y nos propusimos examinar. Sin embargo, cuando nos acercamos a hacer trabajo de campo en estas instituciones, ubicadas en una zona de confluencia de ambos colectivos, fuimos viendo que esos lazos eran menos firmes de lo que suponíamos. Estos encuentros dentro de marcos educacionales privados duraron un breve período y se discontinuaron por varios años apenas cambiaron los equipos directivos de ambas instituciones. La interrelación que habíamos comprobado se realizaba en términos instrumentales en el ámbito de la actividad económica y, a partir de ella, en la articulación política con estamentos gubernamentales, por ejemplo, para resolver desde su perspectiva la situación planteada en la vía pública por la presencia de vendedores ambulantes, no se trasladaba a otras facetas que implicaban la socialización intercultural, aunque solo fuera en el marco de la replicación en contextos interinstitucionales de índole comunitaria de las políticas de tinte multiculturalista vigentes.

Algunas de las cuestiones tratadas en este volumen pueden ponerse en contexto a través de las formulaciones de Rita Segato (2007). En su planteo crítico a la imposición de las “políticas de la identidad” por las agendas globales relacionadas con el neoliberalismo en las que se reivindican determinadas identidades, pero sin tomar en cuenta las historias locales, proporciona pautas para reflexionar acerca de la interculturalidad en los casos que trabajamos. Así, es posible comenzar a explicar por qué la diversidad preconizada como valor a través de políticas públicas que la celebran no se traduce en vinculaciones duraderas cuando esta sale de la esfera de la representación estética y de la instrumentalidad de las relaciones de índole únicamente económica.

A medida que avanzábamos en la tarea, encontrábamos que el concepto mismo de “interculturalidad”, por un lado, proporcionaba un encuadre para pensar la vinculación entre colectivos sociales de origen migrante –de migraciones remotas, recientes y activas[12]– en contexto, pero, por otro, nos mostraba que la polisemia del término obstruía la visión de las especificidades de esa vinculación[13]. Por esa razón, luego ampliamos la indagación hacia un fenómeno que ligaba un tipo creciente de movilidad global actual con la explícita tematización de la interculturalidad que permitía ahondar en la formulación de Segato. Si las identidades globalizadas no daban cuenta de las historias locales, ¿qué tipo de aprendizaje intercultural propugnaban los crecientes programas de intercambio enmarcados en la internacionalización de la educación superior que tenían dicho aprendizaje realizado en un lugar del Sur Global como objetivo primordial? A partir de un enfoque en el uso retórico de la interculturalidad que forma parte de dicho campo educativo, y mediante la remisión a un caso situado también en Buenos Aires (el de estudiantes estadounidenses que realizan en ella sus programas de intercambio), el artículo “Las movilidades estudiantiles internacionales y el concepto de ‘interculturalidad’ pensado desde Buenos Aires. Hacia nuevas narrativas al sur del ‘Sur’” de Fernando Fischman se orienta hacia el análisis de las dimensiones ideológicas que subyacen y se ponen en disputa en los procesos formativos que involucran la circulación trasnacional de jóvenes estudiantes, en particular los que se desplazan desde los países del Norte Global hacia los del Sur. En ese sentido, propone una reflexión con la finalidad de promover debates que incidan en los diseños curriculares y en la implementación de dichos programas que apelan explícitamente a la formación de sujetos con “competencia intercultural”. El artículo realiza ese planteo con vistas a que las sociedades de recepción no sean consideradas únicamente como escenario de programas pedagógicos trazados fuera de ellos y, en el mejor de los casos, proveedoras de servicios educativos, sino como espacios complejos en los que la dinámica del encuentro entre alteridades forjadas en distintos contextos históricos sea estimada en sí misma como relevante para los procesos formativos. También este planteo se realiza con el propósito de que los conocimientos locales adquieran un lugar más destacado en los currículos de los programas que se llevan a cabo en estas sociedades que el que tienen en la actualidad. En línea con la propuesta de elaborar reflexiones para efectuar intervenciones concretas, el artículo de Laura Gottero “El concepto de ‘interculturalidad’ en diseños de investigación social: diálogos desde la interdisciplina y la metodología en derechos humanos” propone reconstruir vínculos significativos –desde lo conceptual y lo metodológico– entre las propuestas de análisis de procesos interculturales y el marco de los derechos humanos. Su objetivo es presentar elementos propicios para estudiar fenómenos, prácticas y discusiones del campo de la interculturalidad incorporando elementos y guías del enfoque de derechos. Gottero toma como punto de partida la sistematización de algunos de los resultados del proyecto, y luego dialoga con los artículos que preceden al suyo en este volumen. De ese modo, esboza un planteo metodológico para convertir a “lo intercultural” en una estrategia de investigación sobre derechos humanos. Es así como su trabajo se inscribe en dirección a formular propuestas que permitan superar problemáticas que se presentan particularmente a colectivos migrantes actuales desde un enfoque de derechos, atendiendo a sus particularidades y a la dimensión intercultural en la que se desenvuelven.

Como evidencia lo desarrollado hasta aquí, el par opuesto visibilidad/invisibilidad proporciona un hilo unificador para los artículos presentados, ya que constituye uno de los núcleos problemáticos que hemos tratado como resultado de prácticas históricas nacionales que permiten interpretar fenómenos contemporáneos, y también como consecuencias actuales de fenómenos globales. En las distintas líneas de investigación abordadas, hemos dado cuenta de situaciones que se arraigan en la historia de invisibilización de determinados grupos de la sociedad argentina –particularmente de los afrodescendientes (tal es el caso del capítulo de Lamborghini y Kleidermacher ya mencionado) y, puntualmente en la Ciudad de Buenos Aires, el caso de la selección de un colectivo de origen migrante por sobre otros para ligarlo a un espacio barrial en el marco de una política pública afín a la ideología multiculturalista (como relata Bialogorski en su artículo con referencia al colectivo coreano)–. Asimismo, mostramos el modo en que se invisibiliza a la sociedad de recepción y a sus realizaciones culturales como promotoras de reflexiones interculturales en los programas educativos que responden a políticas del Norte Global. A partir de ejemplos situados, corremos el eje y ponemos el foco en el diálogo efectivo que tiene lugar entre viajeros del Norte y ciudadanos del Sur. Entonces, pensar la interculturalidad y los distintos modos de concebir la relación entre colectivos sociales como una dinámica en la que lo que se pone en juego es la visibilidad del “otro” como un actor significativo abre el camino para continuar reflexionando tanto sobre procesos de subalternización internos, como de (neo)colonialidad.

La propuesta de este libro es pensar la cuestión de la interculturalidad a partir del modo en que los distintos grupos se articulan en un contexto nacional, y también tomando en consideración la manera en que operan, en contextos de globalización, las dimensiones trasnacionales. Ya no se trata de grupos que interactúan a nivel local, sino de grupos que se conforman en redes trasnacionales por las que circula gente, pero también bienes simbólicos. Como ejemplos de algunos de los temas que examinamos en nuestro proyecto, podemos mencionar el auge de la “cultura coreana” –que tiene un anclaje en activas políticas económicas y culturales de Corea del Sur y en las industrias del espectáculo, y también incidencia en la vida de los coreano-argentinos, como bien lo desarrolla Sila Kim (2018a, 2018b) en su análisis del K-pop y sus seguidores en determinados segmentos de la población local[14]–; los modos en que la mercantilización recorta determinadas manifestaciones culturales y las sitúa en un circuito de circulación independiente de la valoración que tiene un colectivo asociado, como es el caso de la gastronomía coreana, que encuentra consumidores en otros sectores sociales; o, muy particularmente, el tema de la cultura objetivada en los diseños de los programas de intercambio estudiantil como aquello que se consume para después convertirse en intercultural. Todo lo antedicho da cuenta de variados modos de producir interculturalidad que demandan también miradas singulares para cada uno de ellos.

El volumen, en suma, reúne artículos que conceptualizan a la interculturalidad como una gama de fenómenos sociales relativos a la vinculación entre colectivos con distintas configuraciones culturales. Esta gama abarca desde situaciones en las que la “cultura” no se explicita (o se explicita en parte), sino que se manifiesta principalmente en distintas formas de “hacer” (con la palabra, con prácticas cotidianas o esporádicas, pero que manifiestan “diferencia”), hasta escenarios en que la “cultura” se convierte en objeto, se erige en emblema, se exhibe como “representativa de” o provee estrategias para la interacción con los otros. Trabajamos las características de este despliegue cultural en diferentes contextos: en situaciones cotidianas de interacción, en producciones estéticas elaboradas, en el marco de contextos celebratorios, de manifestación de demandas en el espacio público, y educativos en los que la “cultura” se encapsula y convierte en objeto para el consumo (pedagógico, en este último caso) para destacar la “alteridad”. Hallamos que las alteridades, fijadas y cristalizadas en las propuestas institucionales, ya sea en calles o en aulas, a través de diálogos más o menos formalizados devienen espacios de lucha y redefinición. Constatamos que el espacio inter presenta aperturas a partir de las que los actores formulan nuevas formas de identificación mediante la creación de modos de decirse y pensarse surgidos del hacer. Asimismo, en cuanto investigadores y promotores de actividades de gestión, encontramos que este espacio que propicia encuentros y desencuentros en diferentes gradaciones se constituye en un punto ventajoso para formular propuestas superadoras de las desigualdades que las relaciones interculturales entrañan. En esa clave proponemos la lectura de las páginas que siguen.

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Lobato, Mirta Zaida (ed.) (2018). Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX. Buenos Aires: Biblos.

Maffia, Marta (2011). “La migración subsahariana hacia Argentina: desde los caboverdianos hasta los nuevos migrantes del siglo XXI”. En Mercado, R. y Catterberg, G. (coords.). Aportes para el desarrollo humano en Argentina/2011: afrodescendientes y africanos en Argentina. Buenos Aires: PNUD, pp. 53-89.

Monkevicius, Paola y Maffia, Marta (2014). “Memory and ethnic leadership among Afro-descendants and Africans in Argentina”. En African and Black Diaspora: An International Journal, vol. 7, 2, pp. 188-198.

Massey, Doreen (2012). “Un sentido global de lugar”. En Albet, A., Benach, N. y Massey, D. Un sentido global del lugar. Barcelona: Ed. Icaria, pp. 112-130.

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  1. Algunas de estas cuestiones ya habían comenzado a analizarse desde una perspectiva antropológica hace más de dos décadas (Bialogorski y Bargman, 1996), y luego las desarrollamos en el proyecto PIP-CONICET 112 201001 00006 “Análisis del proceso de reconfiguración de identidades de grupos de origen inmigratorio por medio del estudio de sus performances públicas. Judíos y coreanos en la sociedad argentina actual”, que tenía una orientación comparativa. Posteriormente nos centrarnos en la interrelación entre ambos colectivos en el proyecto PICT 2014-1289 (FONCyT) “Nuevos espacios de interculturalidad. Judíos y coreanos en la Ciudad de Buenos Aires”.
  2. Consideramos al espacio público en su acepción más genérica, como lugar de circulación e interacción abierto, no perteneciente a ningún particular, con regulaciones propias para ese ámbito. No desconocemos la pluralidad de sentidos del término ni las complejidades que plantea su definición, algunas de las cuales fuimos abordando en la investigación y se ven reflejadas en los artículos que componen el libro. Con respecto a las formas de conceptualizar el “espacio público, ver Gorelik, 2007.
  3. La utilización del espacio público para la realización de manifestaciones, fiestas y rituales ha sido una constante en Buenos Aires en el siglo XX. Estas demostraciones han servido particularmente para canalizar demandas de diferentes actores sociales y diversas posturas ideológicas: trabajadores, organizaciones políticas, organismos de derechos humanos, grupos nacionalistas católicos, chacareros, agrupaciones católicas (Lobato, 2011). Fernando Devoto (2003) da cuenta de las celebraciones públicas de inmigrantes italianos y franceses en ocasión de sus fiestas nacionales en las calles de Buenos Aires ya hacia fines de siglo XIX, en un contexto no precisamente amigable a dichas representaciones, a diferencia de lo que ocurrirá un siglo después. Deja planteada así la existencia de precedentes históricos para las celebraciones que, en otro contexto, se reeditarán ulteriormente.
  4. Una expresión anterior de demanda en el espacio público relacionada con el colectivo judío que reunía también los componentes mencionados ya había sido tratada en particular en un artículo que analizaba un fenómeno de la década de 1990 con ramificaciones de la década siguiente e incluso hasta la actualidad, aunque la forma de manifestación fue variando con el paso de los años. Se trata del movimiento Memoria Activa, conformado a partir del atentado a la sede de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) en 1994 (ver Fischman y Pelacoff, 2015). Asimismo, en relación con el mismo colectivo, ya habíamos constatado expresiones en el espacio público, aunque no contextualizadas como demostraciones de “cultura”, sino de observancia ritual en la década anterior, también relacionadas con procesos globales (ver Fischman, 2013).
  5. La categoría de sojourner se suele usar para viajeros que se desplazan por períodos de 6 meses a 5 años e incluye a estudiantes internacionales tanto como personas de negocios, técnicos expertos, cuerpos de paz y personal diplomático.
  6. Este decreto que el Poder Ejecutivo nacional sancionó en enero de 2017 modificaba aspectos de la Ley 25.871 limitando derechos de los migrantes.
  7. Hago esta mención a árabes musulmanes porque un número significativo de los judíos caracterizados como “sefaradíes” en la zona también son descendientes de migrantes de países árabes y se denominan también “judíos árabes”.
  8. Acerca de la migración de los chosunjok, colectivo procedente de China de adscripción étnica coreana, ver Bialogorski (2010).
  9. La realización de este evento en este espacio parece haberse consolidado, luego de su inicio en el barrio histórico coreano y su realización en el Parque Chacabuco, adyacente a él, en el año 2015, para festejar el cincuentenario de lo que se considera como el inicio de la inmigración coreana a la Argentina.
  10. Algunas de estas cuestiones fueron tratadas en Bialogorski, Kleidermacher y Fischman (2018).
  11. Estas cuestiones que fueron tratadas ampliamente por Frigerio y Lamborghini (2009; 2011a y b), Maffia (2011), Maffia y Monkevicius (2014), han sido recuperadas para una nueva lectura a partir de la investigación realizada.
  12. Por migraciones “remotas” me refiero a las del período de la migración masiva de fines de siglo XIX y principios de siglo XX (Devoto, 2003); por “recientes”, a las que tuvieron lugar entre mediados y fines de este último siglo; y por “activas”, a las que siguen ocurriendo en el presente. Esta clasificación admite muchos matices, como las categorizaciones étnicas derivadas, que constituyen uno de los ejes de nuestra investigación.
  13. Las dificultades que presenta la polisemia del término ya han sido reflejadas en la literatura temática (ver Hecht et al., 2015; Rodríguez Cruz, 2018), y en los casos aquí tratados, dichas dificultades mostraron aún más matices.
  14. Un análisis detallado de esta cuestión está siendo desarrollado por Kim en su tesis de licenciatura en Ciencias Antropológicas.


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