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14 Auge y retroceso de las editoriales científicas alemanas

La expansión de las editoriales dedicadas a la producción de libros y revistas científicas está estrechamente asociada al desarrollo de las comunidades científicas. El caso más notable inicialmente es el de Alemania. Ya en 1826, en Berlín, August Hirschwald se especializó en textos de Medicina. Desde mediados del siglo XIX, en que se consolidó el avance de la ciencia alemana estrechamente ligada a las universidades, se profundizó en las editoriales un vuelco hacia la producción de libros en Ciencias Naturales y libros técnicos, que se sumaron a los más tradicionales de Teología, Derecho e Historia. Vieweg, en Braunschweig, fue la primera editorial dedicada a las Ciencias Naturales (Química, Matemáticas, Física y Tecnología).

Un caso relevante fue el de Julius Springer, que creó su editorial en 1842 y en 1859 se volcó a la producción en Ciencias Naturales, publicando una revista farmacéutica y luego un manual de Farmacología. A partir de la creación del Imperio Alemán en 1871, una gran expansión de la economía, la tecnología y la ciencia crearon condiciones notables. Los hijos y nietos de Springer expanden rápidamente sus publicaciones en Tecnología, Matemáticas y Medicina. Un punto central en su estrategia era la creación de revistas científicas. En 1889 ya editaban 20, en 1914 llegaban a 41, añadieron publicaciones en Biología, Física y Química y en 1928 llevaron este número de revistas a 106 y en 1933 a 128, entre los que se incluían varias revistas de resúmenes de artículos científicos. También avanzó comprando varias editoriales alemanas de similares orientaciones. Su posición dominante no era solamente en el mercado local. En 1931 (año en que produjo 381 libros y editaba 125 revistas), el 60% de su producción se colocaba en el exterior.

Sin embargo, no era el único grupo editorial. El anticuario Leo Jolowicz fundó en 1906 Akademische Verlagsgesellschaft, dedicado a las Ciencias Naturales, y se convirtió en la segunda editorial científica. Hubo numerosas editoriales dedicadas a la Medicina y otras a las Ciencias Naturales y la Medicina. Se publicaba una gran cantidad de manuales utilizados en todo el mundo.

Todo ello está asociado al gran peso de Alemania en materia científica, lo que se aprecia en la gran cantidad de premios Nobel que recibían sus científicos. Estos premios comenzaron a entregarse en el año 1901 en las áreas de Física, Química, Fisiología o Medicina y Literatura. Desde ese año hasta la Primera Guerra Mundial, un tercio de los premios en Física, Química y Medicina fueron obtenidos por científicos alemanes. El idioma alemán se había convertido en la “lingua franca” de la comunidad científica internacional y los físicos y los químicos de Estados Unidos y Gran Bretaña no podían prescindir de la lectura del alemán si querían mantenerse al tanto de los nuevos desarrollos en estas disciplinas. En 1909, por ejemplo, el 45% de todas las citas publicadas en Chemical Abstracts provenían de las revistas alemanas.

Este proceso se vio seriamente amenazado por las consecuencias de la Primera Guerra Mundial. Algunas disposiciones del Tratado de Versalles estaban destinadas a impedir a la ciencia alemana recuperar la dinámica existente antes del conflicto bélico. Muchos científicos alemanes fueron excluidos de congresos internacionales y hasta 1926 se obstaculizó la exportación de literatura científica alemana. En Holanda y los países escandinavos se prohibió la utilización de la lengua alemana, que era el lenguaje científico dominante. Por doce años Alemania fue excluida de la comunicación científica internacional.

Sin embargo, la potencia de la comunidad científica de este país se expresó nuevamente en los premios Nobel. Entre 1918 y 1933, más de un tercio de los de Física, Química y Medicina les fue adjudicado por las academias suecas que seleccionaban dichos premios. En cuanto a la industria editorial, después de la Primera Guerra las exportaciones de literatura científica retomaron en forma pujante su expansión. La publicación por Springer de resúmenes de las revistas científicas tuvo gran impacto. A mediados de la década de 1920 publicaba unos 175.000 resúmenes sobre la base de la revisión de 3.300 revistas nacionales y extranjeras. Las exportaciones fueron fuertemente afectadas en 1931 por la devaluación de la libra inglesa y en 1933 del dólar en el contexto de la crisis económica internacional de esos años.

Pero el gran golpe a estos procesos lo provoca el ascenso del nacionalsocialismo al poder en Alemania en 1933, que expulsa de las universidades e institutos científicos a los científicos de origen judío y marxista y a quienes se oponían al régimen nazi. Un relevamiento de científicos que debieron abandonar Alemania publicado en Londres en 1936 incluyó en la lista a 1.652 científicos, muchos de ellos los más importantes del mundo en sus disciplinas.[1] Los nazis se privaron de los mejores talentos dedicados a la Física en la Europa continental, destruyendo así, de paso, la supremacía científica germana de principios de siglo. Entre 1900 y 1933, 25 de los 66 premios Nobel de Física y de Química habían correspondido a Alemania, mientras que después de 1933 sólo recibió uno de cada diez. También emigraron editores de ciencia a los Estados Unidos como Walter Jolowics, que en 1941 funda, con su cuñado Kurt Jacoby, Academic Press o Erik Proskauer involucrado en la fundación de Interscience Press.

Las editoriales alemanas y holandesas habían comenzado en la década de los 30 a expandir sus publicaciones en inglés con traducciones y coproducciones. Alcanzados por las leyes raciales del régimen nazi, editoriales de origen judío fueron fuertemente afectadas, a lo que se sumó en mayo de 1933 una masiva quema de libros en toda Alemania de todo tipo de autores y géneros, y el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la posterior ocupación de Holanda por Alemania, cuestiones que provocaron un gran colapso de la industria editorial. Después de la Segunda Guerra Mundial, las universidades alemanas y la investigación científica se recuperaron muy lentamente. No fue ajeno a ello la destrucción de muchas de las grandes bibliotecas y particularmente de miles de tesis doctorales que desaparecieron bajo los terribles bombardeos de los años finales de la guerra.

Leipzig, que había sido la ciudad preferida por los editores científicos, quedó dentro de la República Democrática Alemana y las empresas fueron estatizadas. Los propietarios tuvieron que trasladarse a la República Federal Alemana. Priorizada la publicación de libros de texto para los estudiantes y de textos de tecnología, la exportación de libros científicos fue afectada también porque en este proceso el inglés se convirtió en la nueva “lingua franca”, dado el fuerte impulso a la ciencia producido en Estados Unidos, al que mucho contribuyeron en sus universidades los científicos alemanas emigrados. Además, las empresas estadounidenses, inglesas y holandesas se consolidaron y en la década de 1960 las editoriales científicas alemanas tuvieron que sumarse a las publicaciones en inglés para recuperarse económicamente.

Los editores alemanes, después de la Segunda Guerra, tenían trabas para conectarse con los clientes extranjeros, pero en el verano de 1947 la editorial Springer, que seguía siendo la más importante a través de la JEIA (Joint Export and Import Agency) por una vía indirecta pudo exportar la gran existencia de libros y revistas que habían sobrevivido a la guerra y rearmar su capital operativo. Fue de gran ayuda Robert Maxwell, que se desempeñaba en el área de prensa de la embajada Británica en Berlín. Maxwell percibió rápidamente la potencialidad del negocio y creó la European Publicity and Avertising Company (EPAC) en Londres, y el 1 de septiembre de 1947 también en esta ciudad surgió la firma Lang Maxwell y Springer. A través de la misma Springer pudo exportar una gran cantidad de publicaciones en los próximos años. Asociándose con el editor británico Butterworth, Springer creó una empresa a la que contribuyó con derechos de publicación, derechos que al disolverse la misma fueron adquiridos por Robert Maxwell para su empresa Pergamon Press. Desde 1950, los editores alemanes comenzaron a publicar libros y revistas en idioma inglés, y cuando Springer abrió sus oficinas en Nueva York en 1964, la compañía tuvo acceso a autores americanos.

Aunque los libros de texto continuaron siendo publicados en alemán, la literatura a nivel de investigación (revistas, actas de congresos, monografías) se editaba esencialmente en inglés, idioma en que los investigadores alemanes pasaron crecientemente a publicar. Ello estuvo asociado estrechamente al país donde se concentraron los desarrollos científicos durante y después de la Segunda Guerra Mundial.


  1. Un estudio sobre refugiados europeos en Estados Unidos mostró que en 1947, de los intelectuales que debieron exiliarse había 1900 de primer nivel, entre los cuales había dos docenas de premios Nobel. “El rector de la Universidad de Chicago Robert Hutchins, y el pedagogo Abrahan Flexner montaron una estructura de absorción… Llegaron, año a año, húngaros, polacos, rusos, alemanes, austríacos, italianos. Los alemanes alcanzaron a casi la mitad del total. El enigma del talento húngaro se corporizó en nombres como Bela Bártok, creador musical, y Hohn von Neumann, genio de la Matemática sobre cuyas ideas se dio un salto desde la máquina de calcular a la computadora moderna; los físicos Szilard, Teller y Wigner que estuvieron en el equipo del italiano Fermi que desarrolló la pila atómica y dio cima al Proyecto Manhattan. Austríacos como el filósofo Carnap, el matemático Gödel, el economista Schumpeter. Polacos como Ulam, que hizo los cálculos de la bomba de Hidrógeno. Entre los infinitos alemanes, Hans Bethe, quien perfeccionó el radar en el MIT, el arma fundamental de la victoria aliada por tierra, mar y aire a partir de 1942. Y naturalmente Albert Einstein, en Princeton desde 1932. Además de teólogos como Paul Tilich y escritores como Thomas Mann” (Ciapuscio, 1999: 190).


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