Desde los últimos años del siglo XX, autores de diversas disciplinas, que van desde la biología hasta la economía, han retomado y renovado el interés por la búsqueda y el estudio de mecanismos. Se habla de “retomado” y “renovado” porque a partir del siglo XVII se desarrolló una corriente conocida como mecanicismo o filosofía mecanicista[1], que primó hasta el surgimiento, en el siglo XIX, de la visión organicista propuesta por el romanticismo y el idealismo alemán. El mecanicismo, que surge con figuras como Francis Bacon, Galileo Galilei, René Descartes, Thomas Hobbes y se afianza con la teoría física de Isaac Newton[2], considera la realidad (incluidos los seres vivos con excepción, tal vez, del hombre) como una gran máquina, cuyas piezas se mueven, sin voluntad ni propósito, regidas por leyes deterministas. “El mecanicismo fue la primera cosmovisión científica. Generalizó la ciencia más avanzada de su época y llevó a los investigadores a estudiar las propiedades mecánicas de todas las cosas visibles. Aun el cuerpo animal era visto como una complicada maquinaria movida por una bomba: el corazón. Solo el alma era una excepción y esto no siempre” (Bunge, 2002, p. 48). Ontológicamente el mecanicismo puede ser materialista (como en el caso de Hobbes, que niega toda realidad a los fenómenos mentales) o dualista (como en Descartes, que separa la res cogitans –que no se rige por las leyes físicas– de la res extensa). Epistemológicamente, la filosofía mecanicista se torna un mecanicismo metodológico: concibe lo real como una máquina y trata de explicarlo todo a partir de las leyes de la mecánica. En física, la filosofía mecanicista se asocia con una ontología restrictiva, en la cual todos los fenómenos son explicables en términos de intercambios conservativos en interacciones locales (Craver y Darden, 2005). “Comenzó [el mecanicismo] a declinar con el nacimiento de la física de campos y la termodinámica, así como con el surgimiento de la química y la biología modernas (ver, por ejemplo, D’Abro, 1939). Hacia 1900, el mecanicismo ya casi había muerto” (Bunge, 2002, p. 48). En efecto, a mediados del siglo XIX, la filosofía mecanicista (ya sea como ontología, ya sea como epistemología) se vio seriamente cuestionada con la aparición y/o consolidación de disciplinas como la termodinámica, el electromagnetismo y la biología evolutiva, cuyos fenómenos no son explicables en términos mecánicos, y el mecanicismo ya no es sostenible en la física actual (Bunge, 1997; Craver y Darden, 2005; Hedström y Swedberg, 1998b).
Para diferenciarlo de la Filosofía Mecanicista, a este movimiento reciente que retoma el interés por los mecanismos se le ha dado diferentes nombres. En biología y otras ciencias naturales se lo ha denominado nueva filosofía mecanicista (Skipper y Millstein, 2005; Torres 2009) y programa de investigación mecanicista (Darden, 2008). En ciencias sociales se le ha dado diferentes nombres: nueva perspectiva mecanicista (Reiss, 2007), mechanismic approach y mechanismic turn (Norkus, 2005), mechanism-based theorizing (Hedström y Swedberg, 1996), mechanisms-based approach (Hedström y Swedberg, 1998b), mechanismic approach y mechanismic school (Mahoney 2002, 2003). Se usará aquí el término neomecanicismo para denominar a este incipiente movimiento dentro de la ciencia y de la filosofía de la ciencia, que abarca disciplinas tanto de las ciencias sociales como de las naturales, y que enfatiza la importancia que los mecanismos tienen en la investigación, la teorización y la explicación científicas[3]. Sigue faltando un análisis del neomecanicismo, esto es, un análisis que abarque las distintas disciplinas que están, cada una por su parte, llamando la atención sobre la importancia de los mecanismos; que abarque toda la literatura para poder encontrar los puntos de contacto, los intereses y problemas que todas las áreas tienen en común[4]. Parte del presente trabajo consiste en ese análisis.
Como muestra del interés que los mecanismos han despertado recientemente, pueden mencionarse tres hitos[5]:
(a) el simposio sobre mecanismos sociales en The royal Swedish academy of sciences, en Estocolmo, los días 6 y 7 de Junio de 1.996, que convocó a economistas, sociólogos y filósofos (entre otros: Andrew Abbot, Raymond Boudon, Mario Bunge, Ronald Burt, Tyler Cowen, Jon Elster, Diego Gambetta, Michael Hannan, Michael Hechter, Gudmund Hermes, Daniel Klein, Timur Kuran, Peter Marsden, Robert Merton, Thomas Schelling, Arthur Stinchcombe, Charles Tilly), y el libro que reúne algunos de los trabajos allí presentados (Hedström y Swedberg, 1998a);
(b) el volumen 34, números 2 y 3 (2004), de la revista Philosophy of the social sciences titulado “Systems and mechanism: a symposium on Mario Bunge’s philosophy of social sciences” (con contribuciones de Mario Bunge, Patrick James, Charles Kurzman, Renate Mayntz, Andreas Pickel, R. Keith Sawyer, Charles Tilly, Colin Wight); y
(c) el número 36 (2) (2005) de la revista Studies in history and philosophy of science part C: studies in history and philosophy of biological and biomedical sciences, editado por Carl Craver y Lindley Darden, titulado “Mechanisms in biology” (con contribuciones, además de los editores, de Garlan Allen, Jason M. Baker, William Bechtel y Adele Abrahamsen, Jim Bogen, Dennis Des Chene, Stuart Glennan, Michael Ruse, Robert A. Skipper, Jr. y Roberta L. Millstein).
Estos tres hitos señalados no son el inicio (no son fundacionales) ni la consolidación del neomecanicismo. No son el inicio, ya que pueden señalarse numerosos antecedentes de trabajos en torno a la identificación, búsqueda y utilización de mecanismos; generalmente autores preocupados por temas y conceptos afines, como sistema, función, causa, caja negra, explicación, ley, teoría de rango medio, reduccionismo, etc. En ciencias sociales, Hedström y Swedberg (1998b) señalan que pueden encontrarse antecedentes de referencias a mecanismos en Bower (1975), Bunge (1967), Harré (1970), Schumpeter (1989), Small (1905), Stinchcombe (1991), y principalmente en Elster (1983, 1989) y Merton (1967). Pickel (2004) menciona a Merton (1967). Norkus (2005) señala como impulsor a Elster (1983) y, como una anticipación a él, a Karlsson (1958).
Con respecto a las ciencias naturales, Craver y Darden (2005) señalan antecedentes en Bechtel y Richardson (1993), Glennan (1996), Kauffman (1971), Salmon (1984), Schaffner (1993), Wimsatt (1976). Psillos (2004) menciona tres antecedentes de la nueva filosofía mecanicista y su relación con la causalidad y los contrafácticos: Lewis (1973, 1986), Mackie (1974) y Salmon (1984).
A pesar de todos los antecedentes citados, los mecanismos no han ocupado todavía un rol central en la práctica científica, y este interés por abordarlos sistemáticamente es realmente novedoso. Prueba de ello es la ausencia casi absoluta de la entrada mecanismo en enciclopedias y diccionarios de ciencia, con la excepción de los dedicados específicamente a la química[6].
Tampoco son estos hitos mencionados la consolidación de la nueva concepción mecanicista. Gerring (2010), Norkus (2005) y Reiss (2007) han señalado algunos de los problemas del neomecanicismo, y se han mostrado escépticos: los títulos de los trabajos son, respectivamente, “Causal mechanisms: yes, but…”, “Mechanisms as miracle makers? The rise and inconsistencies of the ‘mechanismic approach’ in social science and history”, y “Do we need mechanisms in the social sciences?” En general, lo primero que suele señalarse es la falta de acuerdo respecto de cómo caracterizar los mecanismos, y la multiplicidad de intentos por hacerlo.
Esta falta de acuerdo respecto del concepto mismo de mecanismo es particularmente notoria en ciencias sociales, en las que pueden encontrarse numerosas concepciones diferentes, pero también está presente en ciencias naturales, en las que parece haber dos grandes corrientes o concepciones en conflicto. Además, parece haber por separado un “mecanicismo en ciencias naturales” y un “mecanicismo en ciencias sociales”, y, consecuentemente, una “filosofía mecanicista de las ciencias sociales” y una “filosofía mecanicista de las ciencias naturales” por separado[7]. Son pocos los autores que explícitamente mencionan un nuevo enfoque mecanicista en ciencia (a secas)[8], y hablan de una filosofía mecanicista (a secas). Aquí se denominará neomecanicista a quien abogue por poner el foco de atención en los mecanismos, sin importar en qué área específica se desempeñe. La idea es confrontar los ejemplos, problemas, propuestas, etc. de todas las disciplinas posibles que puedan poner su atención en los mecanismos[9]. Así, se podrán encontrar los puntos de contacto entre las diferentes disciplinas, y, acaso, el núcleo del neomecanicismo.
Para llegar al neomecanicismo y sus virtudes y dificultades, conviene comenzar por un mecanismo, para ver cómo se presentan algunos problemas incluso con un ejemplo sencillo. El concepto de mecanismo está fuertemente asociado al de máquina o maquinaria (porque las máquinas hechas por el hombre contienen mecanismos). Cuando se trata de dar un ejemplo de mecanismo lo primero que aparece es algo así como “un mecanismo de relojería”. Glennan (1996) toma como ejemplo el mecanismo de flotante que cierra el paso de agua de un tanque. Craver y Bechtel (2006a) dan el ejemplo de una trampa para ratones.
Figura 1
Un ejemplo sencillo es el de un mecanismo de apertura de la tapa de un reloj de bolsillo, como el que ilustra la figura 1 (sistemas parecidos pueden encontrarse, entre otros, en tapas de baúles de automóviles y tapas de lectoras de discos compactos en minicomponentes). La tapa (6) está unida a la caja del reloj (7) por una bisagra (3). La bisagra, además de mantener unidas tapa y reloj, permite un cierto movimiento entre ambos; es una articulación. Junto a la bisagra hay un resorte de torsión (5) que “separa” la caja de la tapa. En el borde “superior” de la tapa (el opuesto a la bisagra) hay un reborde fijo (4) que encastra (cuando se cierra la tapa) con un gancho móvil (1) ubicado en la caja del reloj. El gancho móvil se desplaza hacia abajo cuando se pulsa el botón superior (2). Entonces el reloj, respecto de la tapa, tiene dos posiciones o estados: cerrado (la pieza 4 encastrada con la pieza 1, de manera que la tapa se mantiene cerrada sin dejar ver la hora) y abierto (las piezas 1 y 4 no están encastradas y la parte superior de la tapa está separada del reloj, de manera tal que puede verse la hora). Para que cambie el estado del reloj de cerrado a abierto debe haber un motor externo. Alguien (o algo) externo debe cerrarlo: empujar la tapa hasta que trabe (esto es, que las piezas 1 y 4 encastren). Estando el reloj cerrado, se abrirá si la tapa se destraba: alguien (o algo) externo debe pulsar el botón superior. Y la tapa se abrirá. La tapa del reloj posee, entonces, un mecanismo de apertura, dado que la tapa se abrirá al pulsar el botón. Pero no posee un mecanismo de cierre, dado que la tapa no se cerrará: deberá cerrarla algo externo.
Ahora bien, ¿qué es este mecanismo de apertura? ¿Es la disposición de ciertas piezas? ¿Es la interacción de esas piezas? ¿Es el continuo de etapas que llevan de un estado (el de cerrado) a otro (el de abierto)? ¿Es un conjunto de piezas y actividades? ¿Es un conjunto de piezas y relaciones? ¿Es esta descripción esquemática que se ha hecho? ¿Es la representación, esquema o “plano” de la figura 1? Además: ¿la tapa y la caja del reloj son partes del mecanismo o el mecanismo no incluye estas partes, sino que las conecta de cierta manera? ¿Es el esquema común a relojes de bolsillo, automóviles, equipos de música y otras puertas? ¿El mecanismo es la estructura abstracta que puede aplicarse a otras estructuras similares aunque no tengan resortes, bisagras y trabas, y tengan en su lugar músculos y articulaciones? ¿Entender el mecanismo es entender las etapas sucesivas que llevan de un estado al otro? ¿Entender el mecanismo es entender realmente cómo se abre la tapa del reloj? ¿Entender el mecanismo implica poder diagramarlo o poder diagramar las sucesivas etapas? ¿Para entender el mecanismo es necesario diagramarlo?
Este sencillo ejemplo muestra algunos de los problemas que subyacen a la aparentemente sencilla tarea de definir o caracterizar los mecanismos con sus elementos constituyentes. También muestra que hay algunos conceptos que parecen estar necesariamente unidos al de mecanismo. En primer lugar, un mecanismo es parte de un sistema. En el ejemplo, el mecanismo de apertura de la tapa es parte del reloj. Esto es fuente de otros desacuerdos: ¿qué es un sistema? ¿Un conjunto de partes ligadas? ¿Un conjunto de partes con ciertas propiedades emergentes? ¿Un conjunto de partes que se comporta conforme a leyes? ¿Un conjunto de relaciones? ¿Una estructura que mantiene sus componentes? ¿Una estructura que mantiene, ya no sus componentes, sino sus propiedades? En segundo lugar, un mecanismo hace algo en ese sistema: provoca un cambio de estado. Hay una conducta o actividad asociada al mecanismo; actividad de la cual el mecanismo es responsable. En el ejemplo, el mecanismo descripto abre la tapa (cuando el botón superior es pulsado), y no la cierra (aunque permite que algo externo la cierre): provoca un cambio de estado. Esto hace que muchas veces se asocie la noción de mecanismo a la de función: se dice entonces que el mecanismo cumple una función en un sistema. Sin embargo, hay que notar que los conceptos son distinguibles. Un clavo en la pared tiene la función de sostener un cuadro, pero no hace nada, en el sentido aquí dado: no provoca ningún cambio de estado (algo o alguien externo al sistema pared-clavo debe colgar y descolgar el cuadro). Además, hay algo que detona el mecanismo, es decir, el mecanismo se acciona en ciertas condiciones (en el ejemplo de la tapa del reloj, el mecanismo de apertura se acciona cuando se libera la traba de la tapa, por ejemplo, cuando algo o alguien aprieta el botón superior). Si no se acciona el mecanismo, si no se lo detona, el mecanismo no operará. Otro concepto fuertemente asociado al de mecanismo es el de causa: el mecanismo causa la apertura de la tapa del reloj. Pero, si no se quiere correr el riesgo de que la noción de mecanismo sea asimilada por la de causa, debe admitirse que ciertos fenómenos no son causados por mecanismos: el clavo en la pared es el causante de que el cuadro no se caiga, pero, como se dijo, un clavo en la pared no es un mecanismo de sujeción de cuadros. El mecanismo es, como se lo entenderá aquí, causa de un cambio de estado; pero no todo fenómeno es causado por un mecanismo.
Este ejemplo es simple, y en principio parece que las preguntas que se formularon más arriba tienen algo de ociosas. Esto es en parte porque el mecanismo del ejemplo es un ingenio. Es común asociar mecanismo con máquina, lo cual remite a pensar en mecanismos artificiales, es decir, diseñados y construidos por seres humanos. Estos mecanismos son creados con una finalidad y, por ende, primero está la necesidad de un mecanismo que haga algo (como abrir una tapa), luego se diseña el mecanismo (se lo concibe y, de ser necesario, se lo dibuja o se hace un plano) y finalmente se lo construye. El diseño de los mecanismos artificiales es, por lo general, anterior a su construcción. En esta etapa se planifican o diseñan todos los elementos del mecanismo, su ubicación, sus materiales, también la forma en que se acomodarán, la manera en que las distintas piezas encastarán, y, en general, se tiene una idea exacta (o casi) de cómo operará el mecanismo. Este diseño usualmente se representa gráficamente en planos (o modelos a escala, maquetas, esquemas, animaciones y/o modelos en tres dimensiones con la ayuda de software). La figura 1 es un ejemplo de una representación (bastante burda) de un mecanismo de apertura de la tapa de un reloj de bolsillo. Recién cuando se tiene “conocido” (esto es, ideado perfectamente) el mecanismo, se lo construye (usualmente). El problema con la investigación científica es que trata sobre todo con mecanismos no artificiales[10]. Y aquí el orden necesariamente se invierte porque el punto de partida es un fenómeno (siguiendo con el ejemplo, sería la tapa del reloj, que se abre; en la realidad podría tratarse de casi cualquier cambio o conducta: deserción escolar, incremento de la humedad ambiente, migración de aves o reacciones químicas). Para ese fenómeno, la investigación concebirá el mecanismo que lo causa: con la información disponible (esto es, en el ejemplo, la medida y disposición de las piezas, los materiales de que están hechas y otros datos semejantes), se intentará imaginar el mecanismo, es decir, cuáles son los elementos relevantes para la producción del fenómeno, qué rol juega cada uno de esos elementos, cuál es la condición que detona el mecanismo, etc. Este modelo que se ha imaginado podrá ser representado gráficamente (o con ayuda de modelos a escala, maquetas, gráficos o animaciones) o descripto detalladamente. Pero todavía no se puede decir que se conozca el mecanismo, y no se lo tendrá debidamente identificado hasta no constatar (por todos los medios de que se disponga, y con toda la precisión posible) que el mecanismo es como se lo ha concebido (por ejemplo, abriendo la caja del reloj o quitando alguna pieza para ver si el mecanismo puede operar sin ella). Cuando la investigación haya identificado debidamente el mecanismo, podrá explicar el fenómeno mostrando cómo el mecanismo que opera lo causa. La principal diferencia entre los mecanismos artificiales y los no artificiales es que los artificiales son fácilmente reconocibles, mientras que los no artificiales se presentan muchas veces solo por sus efectos, y deben ser “descubiertos”. Ahora puede verse con mayor claridad la importancia de las preguntas que se formularon antes, porque dependiendo de las respuestas que se den podrá decirse, por ejemplo, si lo que causa un fenómeno determinado es o no un mecanismo, si un mecanismo está debidamente identificado o si un mismo mecanismo opera en distintos sistemas.
En el ejemplo del mecanismo de apertura de la tapa del reloj de bolsillo puede verse la complejidad que surge al tratar de definir las nociones clave. Las preguntas que surgen (como algunas de las que se han hecho aquí) han sido respondidas de distintas maneras por diferentes autores, y no siempre ha habido compatibilidad en las respuestas. Hay, a pesar de las diferencias, algunas coincidencias que van más allá no solo de los autores que trabajan sobre mecanismos, sino también de las disciplinas. Estas coincidencias son las que hacen pensar en el neomecanicismo como una corriente o concepción dentro de la ciencia y la filosofía de la ciencia: un enfoque que parte de una postura metodológica e involucra distintas disciplinas naturales, conductuales y sociales.
Cabe notar, en primer lugar, que el neomecanicismo aparece en disciplinas naturales y sociales donde la existencia de leyes es cuestión de debate[11]. La falta de acuerdo sobre la existencia de leyes en una disciplina científica tiene consecuencias metodológicas considerables: el modelo clásico de explicación científica, llamado “nomológico deductivo”, requiere leyes[12]. Para explicar y/o predecir científicamente un fenómeno utilizando este modelo se requieren leyes. No es que este modelo de explicación sea único o inobjetable. Tiene sus problemas y se le han hecho objeciones de distinto tipo, incluso en disciplinas en la cuales la existencia de un grupo abundante de leyes no es discutible[13]. Pero la explicación nomológico deductiva constituye, sin dudas, la estrategia explicativa que ha predominado, al menos para la filosofía de la ciencia, en la segunda mitad del siglo XX. Por ello la explicación mecanicista, que puede caracterizarse brevemente como aquella que intenta explicar un fenómeno describiendo el mecanismo que lo causó, por no requerir leyes se presenta como una buena alternativa explicativa (incluso a la explicación causal, que emplea leyes causales). Además, independientemente de si se dispone o no de leyes, el modelo de explicación mecanicista brinda una mejor comprensión de los fenómenos que el modelo nomológico deductivo, con lo cual resulta un buen complemento de las teorías en las disciplinas que disponen de leyes.
El modelo nomológico deductivo no es el único modelo de explicación científica: en distintas disciplinas naturales y sociales se han propuesto estrategias y modelos explicativos alternativos, que –al menos en principio– no requieren leyes. En general, además de plantearse como una (buena) opción frente a la explicación nomológico deductiva, la mecanicista es también una buena alternativa a otros modelos. En biología, Craver y Darden (2005, p. 234) mencionan el éxito de las explicaciones que recurren a mecanismos en biología como exitosas frente a diferentes formas de vitalismo y a explicaciones que apelan al diseño inteligente. Bunge (1997, pp. 412–413) contrapone la “explicación mecanismista”[14], no solo a la explicación nomológico deductiva, sino también a la explicación comprensivista o interpretativa propia de la Verstehen, y de la explicación funcional y de la teleológica. Hedström y Swedberg (1998b) y Elster (1998) contraponen la explicación mecanicista a la explicación que contiene “cajas negras” (black boxes), es decir, la explicación que recurre a una correlación entre variables[15] sin explicar por qué están esas variables relacionadas. Hedström (2005, cap. 2) opone las explicaciones basadas en mecanismos a las explicaciones nomológico deductivas y a las explicaciones estadísticas. Tilly (2001b), respecto de la explicación en ciencias políticas, sociales y en historia, sostiene que hay cinco modelos explicativos que compiten: escepticismo, nomológico-deductivo, propensión, sistema y mecanismo. Abbot (2007) discute con Baldassarri (2007), Manzo (2007) y Vitale (2007) la relación entre la explicación mecanicista y la explicación relacionista. Todas estas comparaciones parecen querer mostrar que el modelo de explicación mecanicista es un modelo a la vez alternativo y superior a los demás modelos explicativos. Sin embargo, deben señalarse dos cosas: en primer lugar, dado que no se han contemplado todas las estrategias explicativas, no es lícito postular que la explicación mecanicista sea la mejor estrategia explicativa (apenas puede decirse que es mejor que las mencionadas); y en segundo lugar, no es necesario adoptar una postura tan fuerte: puede sostenerse, simplemente, que la explicación mecanicista es un buen modelo explicativo complementario, con ciertas virtudes (como, por ejemplo, brindar una comprensión causal de los fenómenos).
El extremo opuesto a las leyes es la mera descripción. Para el neomecanicismo, la tarea de la ciencia no puede ser la mera descripción (aunque la importancia de la toma de datos resulta insoslayable). Los mecanismos, entonces, proveen una alternativa, no solo a las explicaciones que utilizan leyes, sino también a la mera descripción que no intenta explicar.
Otra característica que debe mencionarse acerca del neomecanicismo es la importancia otorgada a la causalidad tanto para la comprensión y explicación de los fenómenos como para la intervención o el control. Los mecanismos tal y como los entiende el neomecanicismo son siempre mecanismos causales. Identificar los mecanismos es identificar las causas. Comprender el funcionamiento de los mecanismos es comprender las causas. Si se conocen las causas, se puede controlar, provocar o anular el efecto. Pero este interés no lo es por la búsqueda de leyes causales. Los mecanismos son, hasta cierto punto, siempre locales. Se parte de la investigación sobre casos, se identifican los mecanismos que actúan (para ello se proponen modelos cuya adecuación deberá ser evaluada), y luego se intenta identificar sistemas similares en los que actúen los mismos mecanismos. Que el neomecanicismo esté fuertemente arraigado en la práctica científica implica el interés por la causalidad sin que esto implique necesariamente la búsqueda de leyes causales.
El interés por la búsqueda, entonces, de mecanismos causales que permitan una comprensión profunda y una explicación adecuada de los fenómenos sujetos a estudio es uno de los elementos presentes en prácticamente toda la literatura neomecanicista. De todas maneras, como se dijo, hay desacuerdos. Los desacuerdos no necesariamente deben eliminarse: todas las disciplinas y todas las metodologías (y todos los enfoques metacientíficos) albergan desacuerdos. En el caso de un movimiento incipiente, como el neomecanicismo, algunos desacuerdos podrán permanecer, pero otros deberán resolverse para lograr la unificación de algunos criterios, objetivos, intereses, etc. Recién entonces podrá plasmarse una propuesta definida claramente; solamente así será posible la consolidación del enfoque neomecanicista: cuando se tengan conceptos, problemas, ámbitos y expectativas comunes. En este trabajo se tomarán críticamente las distintas propuestas de las distintas disciplinas, y se buscarán intereses comunes a todas ellas. Y en aquellos puntos donde se presente desacuerdo se mostrará que tales desacuerdos pueden coexistir, o se tomará partido por alguna de las posturas, tomando como criterio la conveniencia para la unificación y clarificación de la propuesta neomecanicista.
Con lo dicho hasta aquí puede caracterizarse, sumariamente, al neomecanicismo como un enfoque o corriente que:
– Desaloja las leyes como elemento central de la investigación, la práctica y el conocimiento científicos, sin desplazar como clave la tarea de explicar, predecir o controlar. La ciencia no puede ser mera descripción, debe comprender, explicar y predecir, y como producto de ello, controlar. Pero las leyes no explican: las leyes dicen que algo pasa sin decir cómo pasa. Decir que algo ocurre porque se comporta conforme a leyes no brinda una comprensión total o final (porque lleva a nuevas preguntas), y en muchos casos no aporta nada a la comprensión del fenómeno. Debe aclararse que, por supuesto, no se trata de negar todo valor a las leyes o renunciar a ellas o a su búsqueda. Tampoco se trata de proponer la renuncia a la construcción de teorías científicas generales, sobre todo en ciencias sociales. De lo que se trata es de señalar la importancia de los mecanismos a la hora de comprender ciertos fenómenos, explicarlos y controlarlos. Si se dispone de leyes y teorías generales, los mecanismos aportarán comprensión (entre otras cosas, como se comentará en el capítulo 5). Si no se dispone de leyes, los mecanismos aportarán comprensión, explicación y podrán servir para la construcción de teorías “de rango medio”.
– Propone un modelo explicativo que no requiere leyes y que se presenta como una alternativa mejor a otros modelos que no requieren leyes. Su ventaja explicativa radica, por una parte, en el conocimiento causal que permite mostrar cómo suceden los fenómenos, y, por otra, en su flexibilidad representacional. En efecto, la explicación mecanicista no solo permite una comprensión del fenómeno explicado, sino que brinda una comprensión total de él. Además, la modelación de los mecanismos y las explicaciones mecanicistas no se ven limitados a la forma lingüística o al soporte proposicional (sí lo están los demás modelos explicativos): pueden recurrir (y a menudo lo hacen) a gráficos, imágenes, dibujos, fotografías o animaciones. En muchos casos, este tipo de representaciones permiten una comprensión mejor, más clara o más rápida de la explicación del fenómeno.
– No se compromete con un determinado lenguaje o soporte: las herramientas para modelar mecanismos son variadas y pueden ser gráficas, lógicas o matemáticas. Esta libertad o flexibilidad permite un mejor diálogo entre disciplinas: por ejemplo, modelar un determinado mecanismo con una herramienta matemática como es la teoría de juegos permite que cualquier otra disciplina que modele utilizando teoría de juegos pueda utilizar (o tal vez adaptar) el modelo, independientemente de si se modelan mecanismos del mercado inmobiliario o del desarrollo de las raíces de ciertos vegetales. Cuanto más abstractas sean las herramientas utilizadas para modelar un mecanismo, mayor rango de aplicabilidad podrá alcanzarse.
– Es claramente multidisciplinario y, en muchos casos, interdisciplinario (involucra, además, tanto a la ciencia como a la filosofía). Por una parte, es multidisciplinario: congrega autores de la neurobiología, la biología, la economía o la sociología y a filósofos de esas áreas; toca tanto a las ciencias naturales como a las sociales. Por otra parte, es (y pretende ser) interdisciplinaria. Esto es consecuencia de todo lo anterior. Detectar, identificar y comprender los mecanismos que operan en determinado ámbito de la realidad son tareas que resultarán útiles para cualquier disciplina que se ocupe de ese ámbito de la realidad. Identificar un mecanismo que opera en la sociedad puede servir a sociólogos, psicólogos sociales, economistas o sociolingüistas independientemente de la teoría que se adopte en cada caso. Y esto es posible, en parte, porque los mecanismos no necesariamente se buscan “desde” una teoría o disciplina o conforme a sus leyes o vocabulario, sino que se busca y se modela con total flexibilidad, buscando la manera más adecuada de capturar el mecanismo. Una de las principales dificultades para la interdisciplinariedad es que cada disciplina posee elementos teóricos que suelen resultar incompatibles con los elementos teóricos de las demás disciplinas. La flexibilidad de la modelación y representación de los mecanismos es una ventaja en ese sentido: si hay mecanismos que pueden modelarse, por ejemplo, con herramientas matemáticas, el modelo no depende de la teoría particular de una disciplina, y podrá ser usado fácilmente por otra disciplina.
En más de una oportunidad se ha señalado en estos párrafos el carácter complementario de algunos de los elementos propuestos por el neomecanicismo. Si bien hay algunas posturas extremas que se refieren a una nueva filosofía de la ciencia[16], aquí se sostendrá explícitamente lo que implícitamente es la postura general: el neomecanicismo no es una metateoría alternativa a las metateorías existentes (no es una nueva filosofía de la ciencia) y no es esa su pretensión. Es, dentro de la ciencia, una propuesta complementaria y, dentro de la filosofía de la ciencia, el análisis desde el punto de vista filosófico de esa propuesta. De todas maneras, en algunas disciplinas habrá neomecanicistas con la pretensión de defender un enfoque alternativo y mejor, pero en cuanto se abandona la disciplina particular para abarcar un grupo de disciplinas (tal es el punto de partida de este trabajo), el enfoque claramente se revela complementario.
Tras la breve caracterización del neomecanicismo, es momento de observar las dificultades que aún enfrenta este movimiento incipiente. Estos problemas –algunos de índole más bien científica, otros de mayor interés filosófico– pueden verse como preguntas que requieren respuesta. Las preguntas clave que esta concepción debe responder para clarificar la propuesta son tres:
(1) ¿Qué es un mecanismo?
El concepto de mecanismo ocupa claramente el rol central de la propuesta y, como se verá, hay muchísimas caracterizaciones o definiciones de mecanismo sin que por ello ninguna resulte satisfactoria (o genere un gran acuerdo). La diversidad de caracterizaciones de este concepto, se ha señalado, podría indicar un desacuerdo insalvable. Pero, tal vez, deba ser considerada como una clara indicación de la necesidad de buscar alternativas a la concepción clásica de la ciencia y a la explicación científica estándar. Que tantos autores se hayan acercado con distintas propuestas al mismo concepto parece, más bien, alentador: un indicador de que habría algo que pudiera ser caracterizado, aunque todavía no se lo haya podido hacer claramente. Lo que se requiere es una mirada abarcadora, una concepción de mecanismo más general que haga de estos distintos tipos de mecanismos casos particulares.
(2) ¿Qué tipos de mecanismo hay?
Tras la respuesta a esta pregunta está la problemática de si ciertos fenómenos de la naturaleza pueden ser o no investigados dentro del enfoque neomecanicista. En otras palabras, si el neomecanicismo pretende ser un movimiento que involucre distintas disciplinas, los límites de su alcance dependerán en parte de qué tipos de mecanismo haya. Por ejemplo, si no hay mecanismos estocásticos, ninguna disciplina que aborde sistemas o procesos estocásticos tendrá cabida en el seno de este enfoque.
(3) ¿Para qué sirven los mecanismos?
Esta pregunta comprende diferentes aspectos que pueden abordarse desde las distintas disciplinas científicas, desde la historia de la ciencia, desde la filosofía de la ciencia y desde la filosofía (a secas). Particularmente interesante resultará indagar qué papel pueden desempeñar los mecanismos en ciencia y en filosofía.
En torno a estas tres preguntas y a los problemas y objeciones que generan las respuestas a estas preguntas, se estructurará el resto del trabajo.
En el capítulo 2 (“Mecanismos”) se mostrarán algunos ejemplos de mecanismo que quienes investigan en diferentes disciplinas científicas han propuesto. Se comentarán ejemplos de ciencias sociales, biología, medicina, neurología y física. Estos ejemplos servirán a los capítulos siguientes, en los cuales se discutirán algunos problemas y se propondrán soluciones. No debe perderse de vista que el punto de partida del neomecanicismo es la práctica científica. Por ello es importante ver qué hacen quienes investigan, es decir, cómo emplean los mecanismos. En el final del capítulo 2 se citan otros ejemplos que no se desarrollan y se muestra que la búsqueda de mecanismos causales no es necesariamente nueva: es algo que en distintas disciplinas se ha estado haciendo de manera no explícita o en términos algo distintos a los que propone el neomecanicismo.
En el capítulo 3 (“¿Qué es un mecanismo?”) se abordará el que filosóficamente es el primero y más importante de los problemas aquí tratados: qué son los mecanismos. Se comentarán allí algunas caracterizaciones dadas por distintos autores (en algunos casos, por el mismo autor en distintas publicaciones). El tema inicial es la disparidad de respuestas que es uno de los motivos de crítica. Se mostrará la forma en que algunos autores han tratado estas discrepancias y se criticará este tratamiento. Se mostrará, además, que la fuente de ciertos desacuerdos no necesariamente es irreconciliable y se discutirán algunas caracterizaciones y definiciones, mostrando los problemas que presentan. Se propondrá una manera de caracterizar los mecanismos, a partir de todos los elementos que deben tenerse en cuenta y conocerse en el momento de identificar un mecanismo. Esta caracterización será utilizada para separar los conceptos de caja negra, estructura, sistema, función, sucesión de etapas y causa. Al tratarse de mecanismos causales, todos estos conceptos son concomitantes y las definiciones y caracterizaciones criticadas no los disciernen correctamente. El riesgo de no identificar correctamente todos los elementos y distinguirlos es doble: el concepto de mecanismo puede resultar trivial al terminar asimilándose con alguno de los demás o puede resultar demasiado general y perder significación. Finalmente, se reformularán algunos de los ejemplos desarrollados en el capítulo 2, es decir, se los analizará para explicitar esos elementos. De la caracterización propuesta surgirá que no todos esos ejemplos se hallaban satisfactoriamente analizados.
En el capítulo 4 (“¿Qué tipos de mecanismo hay?”) se analizará lo que parece ser otra fuente de desacuerdos: la tipología o clasificación de mecanismos. Se mostrará que pueden converger estas tipologías (o, al menos, que no necesariamente son contradictorias) y se propondrá una clasificación sobre la base de la caracterización dada en el capítulo precedente.
En el capítulo 5 (“¿Para qué sirven los mecanismos?”) se analizarán algunas de las ventajas que presenta una investigación científica tal como la propone el neomecanicismo. En primer lugar, las ventajas de la explicación mecanicista. Se expondrán los modelos alternativos de explicación (tanto los que requieren como los que no requieren leyes, ya sean estas deterministas, causales o estadísticas), se los comparará y se expondrán las ventajas de la explicación mecanicista. En segundo lugar, la interdisciplinariedad. Además de lo que señalan otros autores, se añadirá un ejemplo de cómo un mecanismo, modelado empleando la teoría de juegos evolutivos, resultaría útil para distintas disciplinas. En tercer lugar, la posibilidad de una investigación dirigida a la búsqueda de mecanismos. Mientras que la concepción clásica de la ciencia pone las leyes como centro del conocimiento científico y afirma que no hay procedimientos para encontrarlas ni, por ende, para el descubrimiento científico, el neomecanicismo sostiene que la investigación de los mecanismos brinda estrategias para el hallazgo de mecanismos. Es decir, los mecanismos proveen estrategias (no infalibles, por supuesto) para el descubrimiento científico. En cuarto lugar, el tratamiento de la causalidad. Se discutirán algunas posturas respecto del problema de la causalidad y se mostrará cómo se aborda el problema a partir de mecanismos.
En el capítulo 6 (“Objeciones”) se expondrán los argumentos escépticos de Julian Reiss, Zenonas Norkus y John Gerring respecto de la utilidad de la investigación enfocada en mecanismos o de la posibilidad de que el neomecanicismo se afiance como movimiento, y se responderá a esos argumentos. Se mostrará que las críticas son injustificadas y se basan en algunos autores o propuestas puntuales y no pueden, por ende, generalizarse a todo el movimiento.
En el capítulo 7 (“Comentarios finales”) se repasará brevemente lo expuesto y se presentarán las conclusiones, a la luz de lo desarrollado en los capítulos precedentes.
- Con respecto a la filosofía mecanicista (en particular, la del siglo XVII) véase la bibliografía citada en Craver y Darden (2005, p. 237).↵
- Otras figuras del mecanicismo son, por ejemplo, Borelli, Boyle, D’Holbach, Gassendi, Helvétius, Huygens, La Mettrie, Laplace, Perrault, Régis.↵
- A diferencia de la filosofía mecanicista (también llamada mecanicismo clásico), el neomecanicismo no concibe la realidad como una máquina ni pretende describir la realidad como si fuese una máquina. Su propuesta gira en torno a la práctica científica y apunta a la importancia que los mecanismos tienen, dentro de “ciertas” disciplinas, para comprender, explicar e investigar “ciertos” ámbitos de la realidad.↵
- Hedström y Ylikoski (2010) incluyen en la bibliografía citada trabajos de otros ámbitos, pero su análisis se restringe exclusivamente a las ciencias sociales.↵
- Con respecto a la importancia que el tema ha ganado en los últimos años, puede señalarse que en la lista de los 20 artículos más citados de la revista Philosophy of science, (al 07 de Noviembre de 2009), hay 4 dedicados específicamente a la “nueva filosofía mecanicista”: 1º Machamer, Darden y Craver (2000); 5º Glennan (2002); 10º Tabery (2004); 14º Craver (2001). Sobre la importancia en ciencias sociales, puede agregarse que al asumir la presidencia de la American Sociological Association en 2002, la disertación de Barbara Reskin tuvo por título Including mechanisms in our models of ascriptive inequality (Reskin, 2003; reimpreso en Reskin, 2005).↵
- Por ejemplo, los siguientes diccionarios y enciclopedias referidos a la ciencia –en general algunos y a disciplinas particulares otros– no contienen la entrada mecanismo: Boudon y Bourricaud (2003), Craighead y Nemeroff (2004), Darity (2008), Encyclopedia of sociology (2000), Kuper y Kuper (1996), Manstead y Hewstone (1999), McGraw-Hill dictionary of bioscience (2003), McGraw-Hill dictionary of earth Science (2003), Rittner y McCabe (2004), Ritzer (2005), Routledge dictionary of economics (2002), Turner (2006).
Las siguientes obras contienen la entrada mechanism en el específico sentido utilizado en química (el conjunto de etapas que tienen lugar en una reacción química): A dictionary of science (2005), McGraw-Hill dictionary of chemistry (2003), Oxford dictionary of biochemistry and molecular biology (2000).
Una excepción es la enciclopedia de filosofía de la ciencia editada por Sahotra Sarkar y Jessica Pfeifer (Sarkar y Pfeifer, 2006), que dedica varias páginas a la entrada mechanism con la autoría de Carl Craver y William Bechtel (Craver y Bechtel, 2006).↵ - Como muestra de ello, véase que en un trabajo como el de Illary y Williamson (2012), que propone desde el título “atravesar” las ciencias, no hay una sola referencia a los trabajos sobre mecanismos en ciencias sociales.↵
- Entre estos autores puede mencionarse a Mario Bunge, aunque sus trabajos son citados casi exclusivamente por los autores de ciencias sociales.↵
- La postura que se toma aquí es cauta si se la compara, por ejemplo, con quienes directamente hablan de “ciencias mecanicistas” (véase Craver, 2007; Craver y Alexandrova, 2008; Matthewson y Calcott, 2011).↵
- En ciencias sociales es usual estudiar (y diseñar) mecanismos artificiales (por ejemplo, se estudia un mecanismo de recolección de impuestos vigente o se diseña uno nuevo) y también, como se verá en el capítulo 2, investigar mecanismos que no han sido diseñados. Esto no ocurre en ciencias naturales, en las que los mecanismos son no artificiales.↵
- Sobre la discusión en torno a la existencia de leyes en biología, ver, por ejemplo, Beatty (1980; 1981; 1995), Brandon (1978; 1997), Carrier (1995), Elgin (2003; 2006), Ereshefsky (1991), Lorenzano (2007), Munson (1975), Ruse (1970), Smart (1963), Sober (1997). Sobre la discusión respecto de la existencia de leyes en ciencias sociales, ver Kincaid (1990, 2004), Little (1993), Roberts (2004), Thomas (1979), Zuckerman (1991). No se afirma aquí que no existan leyes en biología o en ciencias sociales, lo que se señala es que la existencia de tales leyes es actualmente motivo de controversias.↵
- La caracterización de este y otros modelos de explicación se desarrollarán en el capítulo 5.↵
- Véase capítulo 5, §1.1.↵
- Bunge propone el neologismo mecanismista para señalar que los mecanismos no son, necesariamente, máquinas; el término mecanicista guardaría el sentido del mecanicismo clásico, según el cual todas las cosas, incluidos los seres vivos, son máquinas. Dado que la propuesta no parece haber tenido aceptación, no será empleada aquí.↵
- Se denomina variable a cualquier propiedad o característica susceptible de ser medida o valuada, entre otras: la edad, el estado civil, la temperatura, la longitud. Los valores que puede tomar una variable no necesariamente son numéricos: por ejemplo, la variable “nivel de educación” puede tomar valores como “nivel primario” o “nivel secundario”. Dos variables están correlacionadas cuando ciertos valores de una se corresponden con ciertos valores de la otra (por ejemplo, a mayor densidad, mayor peso); se dice entonces que las variables covarían o son covariantes (dado que al variar el valor de una, varía también el de la otra).↵
- Por ejemplo, el subtítulo del capítulo 1 de Bechtel (2008) es: Outlines of a new philosophy of science.↵