René Paul
I
Un manto de estrellas cubría sus sueños,
una alfombra etérea sembraba sus pisadas,
la luna adivinaba su trayecto
y le susurraba al oído
el secreto de los dioses para permanecer
tanto tiempo posados en el firmamento.
Las largas noches perecieron
como el nácar de lo nocturno,
las viejas historias murieron
y dieron paso
a viejos náufragos venidos del abismo,
batallones armados con serpientes,
estelas que acuchillan el cielo
y hacen brotar sangre de la tierra,
cálculos de ahorro y beneficio
y brújulas que solo se orientaban
por la rigidez del norte.
Por los campos
mueren soldados
y siguen convencidos su travesía
a ninguna parte.
II
¿Quién llorará por los muertos?
¿Quién llorará por los vivos?
¿Quién terminará de contar un cuento
a medianoche?
¿Quién volverá de vigilia
para tapar los agujeros de los muros?
Nadie velará el mortuorio pesado
de diamante brocado
y esfinge apagada.
Su sueño fue callado a tiempo
mientras los dioses
dividían las aguas
por las que tenues palomas blancas
cruzaban.
Por los campos llora el futuro
atrapado en una barcaza
de brújula flexible
y marineros cotidianos.
Ahora los girasoles miran hacia la luna,
contando la historia al amanecer
y por los campos siguen muriendo
los soldados de la palabra.