La producción intelectual e innovaciones teóricas durante la última dictadura militar
Claudio Suasnábar[2]
Resumen
Este capítulo reseña los principales resultados de una investigación sobre la producción intelectual en educación durante los años de la dictadura desde la clave analítica de los cambios de problemática y desplazamientos conceptuales operados en el pensamiento socio-educativo en términos de innovaciones teóricas. En esta dirección, el trabajo articula dos grandes líneas de análisis: la primera se dirige a reconstruir los debates teórico-políticos y educativos, a partir de las intervenciones de los distintos individuos y/o grupos, que están en la base de los procesos de revisión crítica de la experiencia político-educativa anterior y de reformulación teórica del pensamiento socio-educativo. La segunda línea de análisis se organiza, por un lado, al análisis de las continuidades y rupturas en el pensamiento socio-educativo de las décadas del sesenta y setenta con respecto al producido durante el período de la dictadura militar, y por otro lado, profundiza en el derrotero y trayectoria intelectual de los intelectuales y expertos en educación de activa participación en las década precedentes como también de aquellos jóvenes investigadores y las nuevas formaciones que durante este período se incorporaran a los debates y que tendrán un papel relevante durante los años de la transición democrática.
Palabras clave: exilio, intelectuales, campo educativo, Argentina
Abstract
This chapter presents the main results of research on intellectual production in education during the years of the dictatorship from the analytical key changes operated problems and conceptual shifts in the socio-educational thinking in terms of theoretical innovations. In this direction, the work articulates two lines of analysis: the first is aimed at rebuilding the theoretical and political and educational debates, from the interventions of different individuals and / or groups that are the basis of the review process criticism of the previous political-educational experience and theoretical reformulation of socio-educational thinking. The second line of analysis is organized on the one hand, the analysis of the continuities and ruptures in the socio-educational thought of the sixties and seventies with respect to that produced during the period of the military dictatorship, and on the other hand, deepens in the course and intellectual trajectory of intellectuals and experts in education from active participation in the decade preceding as well as those young researchers and new formations during this period they were incorporated into the discussions and that will have an important role during the years of the democratic transition.
Keywords: exile, intellectuals, educational field, Argentina
El trabajo que aquí comparto es una apretada síntesis de los resultados de mi tesis doctoral (Suasnábar, 2009). Como señalé en una intervención anterior respecto de la distinción entre memoria e historia[3], esta cuestión fue un problema a resolver a la hora de pensar mi tema de investigación, que era ¿qué es lo quería hacer? En ese sentido mi decisión fue la de hacer historia intelectual, o sea, no reconstruir las subjetividades de estos intelectuales de la educación sino intentar analizar y explicar el campo de las ideas y sus transformaciones vinculado al contexto de su producción. Esta investigación fue la continuación de mi tesis de maestría que se llamó “Universidad e Intelectuales. Educación y política, 1955- 1976”, donde analicé las dinámicas y disputas de ciertas franjas de los intelectuales de la educación (en términos de campo de Bourdieu) y los procesos de radicalización política que atravesaron el campo educativo en la Argentina (Suasnábar, 2004). La investigación doctoral continúa esta indagación avanzando en el período siguiente de la dictadura militar.
La tesis parte de la siguiente hipótesis: si bien la dictadura militar marca un corte en lo político, económico, social –que ciertamente ya está bastante estudiado y consensuado–, desde el punto de vista del mundo de las ideas, este período puede ser caracterizado por una alta producción intelectual y de innovaciones teóricas. Con esto no estoy diciendo que las dictaduras son buenas, sino que los momentos de ruptura, de crisis, generan y en este caso marcado por el exilio pueden constituir coyunturas donde se producen procesos de innovación teórica. En ese sentido, mi intención de estudiar la producción intelectual en educación apuntó más bien a ver cómo cambiaron las problemáticas, los tópicos o cómo se desplazaron y/o resignificaron ciertos términos conceptuales. Asimismo, explorar los puntos de contacto entre lo que se discutía en el período anterior, en los años sesenta y lo que se va a discutir en los años ochenta o de post-dictadura.
Un primer aspecto a señalar es que estos cambios en la producción intelectual están estrechamente ligados a la conformación de redes intelectuales que generaron circuitos de circulación y difusión de ideas a nivel regional y nacional[4]. En buena medida esta indagación por el exilio intelectual argentino es parte de una historia más amplia que tiene que ver con cómo se fue conformando el pensamiento latinoamericano, y por ende hay otras historias que se tienen que contar o que se están contando a nivel de otros países. En este caso el recorte es el campo educativo, y en particular la Argentina.
Un segundo aspecto es que este período, en el que se van a generar estas innovaciones teóricas, es un período que puede ser caracterizado como de una profunda revisión crítica de las experiencias políticas y educativas precedentes, y a la vez, de ajuste de cuentas con los paradigmas teóricos que sustentaron aquellas experiencias políticas. Dicho de otra manera, el exilio para una parte de la intelectualidad fue un momento en el cual mirar hacia atrás, de ver qué se hizo, y por otro lado, de revisar con qué instrumentos teóricos se plantearon esas alternativas.
Planteada de esta manera, la investigación siguió dos grandes líneas de análisis; por un lado, se orientó a reconstruir ese movimiento de las ideas, los debates teóricos-políticos y educativos en los distintos espacios por donde se diseminó la diáspora intelectual geográficos (dentro del país y en distintos países de la región y el mundo). Por eso decimos que no hubo un exilio sino, por el contrario, hubo muchos.
Asimismo, esos debates se dieron en distintos ámbitos institucionales, algunos de los cuales se van a reinsertar en las universidades de los países de residencia, otros en los organismos internacionales, otros dentro mismo del país en las condiciones de dictadura. Pero también esos debates se dieron en diferentes temporalidades, esto es, este movimiento de renovación del pensamiento no supuso una discusión en simultáneo, sino que se dieron varias localizadas y en distintos momentos, aunque convergerían progresivamente hacia el final del período.
La segunda línea de análisis es la que analiza las distintas líneas de continuidad y ruptura entre los debates de los sesenta/setenta y los debates que se dan en el período de la dictadura y post-dictadura. ¿Cuánto es lo que había de continuidad? ¿Cuánto de ruptura? Y, por otro lado, analizar la cuestión generacional al interior del campo. El exilio supuso distintas generaciones: los que se fueron cuando tenían entre veinte y treinta años, los que se fueron a los treinta o más años, los que ya tenían un nombre propio en el período anterior, y los que vuelven ya consagrados con un nombre propio.
De todos los exilios, el de México constituyó un verdadero laboratorio de ideas, y por ello, me pareció importante reconstruir los debates políticos y cómo esos debates influyeron en la producción intelectual no solo de las ciencias sociales sino también en la educación. Para que se entienda mejor, la reflexión de los intelectuales argentinos estuvo marcada por el exilio ya que procuraron, desde esa distancia, entender el proceso político vivido en la Argentina en los años precedentes en el mismo momento en el que también estaban intentando comprender la dictadura militar en la Argentina.
¿Cuáles fueron mis fuentes? Desde ya, las revistas político-culturales; en el caso de México fue la revista Cuadernos Políticos, la cual nucleó a gran parte del exilio latinoamericano, pero que a su vez era una revista teórica que va a procesar los distintos debates al interior del marxismo muy pegada a la propia discusión de la izquierda mexicana ya que son los años en que se forma el PSUM, antecedente del PRD.
En el marco de estas discusiones señalo tres tipos de análisis político que a su vez representan a tres grupos de intelectuales. Una primera lectura es la que va a hacer la guerrilla, particularmente montoneros. Una segunda lectura que yo caracterizo como del estructuralismo marxista. Y una tercera lectura que realizará el grupo que se nucleará alrededor de la revista Controversias, conformado por aquellos intelectuales que provenía de la izquierda socialista o que se reivindicaba socialista y otra parte de la izquierda peronista.
En este sentido, la lectura que va a hacer montoneros en el año 1977 sostenía que la dictadura estaba a punto de caerse. Mi referente en este caso fue la entrevista aparecida en Cuadernos Políticos realizada al último comandante montonero Iván Roque, que era pedagogo montonero y que sería muerto en combate en Argentina. Él sale del país, da una entrevista exclusiva con la revista y en una lectura muy interesante de cómo la dirección de montoneros veía el proceso en el país como un momento de reflujo de las masas, análisis que justificaría la llamada “contraofensiva” de la organización que enviará militantes al país que serán desaparecidos y muertos.
Por su parte, la lectura del estructuralismo marxista era sostenida por el grupo que podría ser referenciado en Tomás Vasconi, Ruy Mauro Marini y Pedro Vuskovic, entre otros, que básicamente analizan las dictaduras señalando que son de nuevo tipo no sólo por el carácter represivo sino también por el cambio en la forma de Estado como Estado Militarizado. Para este grupo intelectual las categorías del marxismo permiten entender estos procesos y por ello van a discutir el porqué del fracasó de la Unidad Popular Chilena. Dicho de manera sencilla, este grupo parte de la idea de que el marxismo sigue siendo la herramienta para analizar, y que lo que hubo fueron errores en la acción política, o sea, la teoría está bien, pero en la práctica fue errada.
El tercer grupo intelectual es el de la revista Controversia, quienes hacen una reflexión de las razones de la caída de la dictadura en un doble juego, en el sentido de pensar que no solamente hubo un problema de táctica, sino que también hay problema en las categorías con las cuales se pensaba políticamente. El punto de partida de esta reflexión es asumir que hubo una derrota no solo militar sino política e ideológica, lo cual conlleva a revisar esos paradigmas teórico-conceptuales.
De este grupo van a derivar dos discusiones que marcarán la característica de los años ochenta. Una es la discusión sobre el Estado. El Estado no es solamente el aparato de dominación, sino un espacio de conflictos y contradicciones. La otra discusión es respecto de la política, o más precisamente, de las formas de hacer política. En ambas discusiones sobresalen Juan Carlos Portantiero con su recuperación de la perspectiva política de Gramsci y José María Arico con la discusión sobre Marx y América Latina donde explora el derrotero del marxismo en la región. Ambas discusiones derivarán a su vez en la problemática de la democracia y los procesos de transición entre un orden autoritario a otro democrático.
Hay que señalar que en buena medida ese contexto de ideas, que acontece en México, se da en el marco de una profesionalización académica. De tal manera, estos mismos intelectuales realizan esta reflexión en condiciones materiales que no tenían en la Argentina, como profesores full time, con lo cual ese proceso de reflexión se da en un contexto de generación de nuevas prácticas intelectuales.
Ciertamente, la CEPAL fue el gran faro intelectual del pensamiento latinoamericano en los sesenta y también lo será en los ochenta, ya que nucleó a los más lúcidos de los intelectuales latinoamericanos que empiezan a discutir la cuestión del desarrollo. Si revisamos la revista de la CEPAL de esos años, los grandes debates de la ingobernabilidad apuntados por Klaus Offe ya están tematizados y analizados, así como también la revisión conceptual sobre el desarrollo y el planificación económico-social que por supuesto tiene una expresión en el ámbito educativo.
En este sentido, podemos decir sin temor a equivocarnos que el Proyecto Desarrollo y Educación para América Latina y el Caribe (DEALC) impulsado por UNESCO/CEPAL/PNUD entre 1975 y 1981 fue el último gran proyecto educativo de investigación regional, que dio alrededor de 180 documentos de trabajo, más de diez libros, cerca de seis seminarios en todo el período, delineando un diagnóstico de América Latina. Hasta el día hoy no se volvió a realizar un proyecto de tal envergadura
Al igual que el exilio mexicano, el proyecto DEALC se convertiría en otro “laboratorio de ideas” desde donde se generaron nuevas problemáticas sobre los sistemas educativos latinoamericanos, así como conceptos y categorías para su análisis que, en conjunto, expresan otra de las líneas por donde transitó la renovación del pensamiento socio-educativo. Así, la revisión crítica de las limitaciones y contradicciones de las relaciones entre desarrollo y educación y, particularmente, del fracaso de las experiencias de planeamiento educativo constituyen los puntos principales en que se apoyará la nueva noción de “estilos de desarrollo educativo” cuyo núcleo principal será precisamente la función central de la educación en la distribución del poder y la legitimación social en las sociedades latinoamericanas[5]. Desde esta perspectiva, la labor intelectual que emprendería este grupo de investigadores y especialistas se concentraría en un primer momento en una serie de investigaciones que, si bien desde el punto de vista conceptual se mantendrían fieles al modelo abstracto de los “estilos de desarrollo”, sus interrogantes se orientarían básicamente al estudio de las “anomalías” y los “desajustes” que ese mismo instrumental conceptual ya no podía explicar, a la luz del contradictorio y paradojal desarrollo de los sistemas educativos.
La recuperación de la “dimensión política” como clave analítica marcará un punto de pasaje hacia otro tipo de explicaciones cuyo centro estará puesto en la cuestión de la relación entre democracia y educación, movimiento que, a su vez, desplazaría la mirada estructural hacia el estudio de las dinámicas internas del sistema educativo que no sería otra cosa que el problema de la función de la escuela en la transmisión y distribución de conocimiento. Nuevamente será Germán Rama quien introduzca esta problemática a través de un documento que se publicará en 1978 como ficha del proyecto bajo el título de Educación y democracia. Para este autor, la conformación de la mayoría de las sociedades latinoamericanas se asentó en la discriminación cultural impuesta por las clases dominantes que se manifestó en la opción “por mantener a las masas excluidas de la alfabetización, especialmente en las zonas rurales”, privilegiando las relaciones de dependencia personalizadas como mecanismo coactivo de interiorización de las conductas de sumisión y acatamiento. En ese marco, la expansión de los niveles medio y superior funcionó de acuerdo a un mecanismo caracterizado como de “fuga hacia adelante” donde el sistema se legitima “por la ampliación de la oferta educativa, pero cuando un grupo inferior accede a la educación primaria, el superior se desplaza a la educación media, y el siguiente a la educación superior” (Rama, 1978: 115), fenómeno que reproduce la estratificación social a través del mantenimiento de la distancia entre los grupos sociales.
Esta nueva clave de análisis reorientará aquel primer programa de investigación impulsando una serie de nuevos estudios cuya acumulación de conocimientos se dará en paralelo a la recuperación de una mirada global de la problemática educativa que, integrando de manera orgánica las evidencias empíricas, las revisiones conceptuales y reflexiones político-educativas, tomará forma en una nueva perspectiva que denominamos “paradigma educación y sociedad” que, fiel a la tradición cepaliana marcará también el retorno de la CEPAL al lugar de Consejeros del Príncipe, esto es, su vocación de intervención política[6].
En paralelo a la producción intelectual del exilio y de los organismos internacionales, la recuperación de las experiencias de “disidencia intelectual” durante la dictadura nos permitió aproximarnos a las derivas de ciertos fragmentos del campo académico que, diezmado por las cesantías, la represión y el exilio, intentaron mantener su identidad intelectual generando espacios de discusión extra muros universitarios en los límites impuestos por la cultura del miedo. Una de estas manifestaciones fueron los llamados “centros académicos independientes” que en este período se constituyeron en verdaderos reductos de supervivencia de las ciencias sociales como el Instituto Di Tella que cobijaría varios centros de investigación, el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) que mantendría durante estos años la publicación de su revista Desarrollo Económico, el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), el Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración (CISEA). Al igual que los centros de investigación, los “grupos de estudio” fueron otra de las manifestaciones que adoptó la disidencia intelectual que fuera denominada por Gregorio Klimovsky como “universidad de las catacumbas” (Sábato, 1996; Vessuri, 1992).
Pero la expresión más acabada de esta fragmentación del espacio intectual tal vez hayan sido las numerosas revistas que surgieron en este período, las cuales pese al carácter irregular de su aparición y de su circulación semi-clandestina, constituyeron uno de los pocos circuitos de difusión de la disidencia intelectual[7]. En este sentido, quizás la revista Punto de Vista sea la más emblemática que, iniciada en 1978 por Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano y Ricardo Piglia, expresó un intento de rearticulación de esos fragmentos del campo cultural y de la izquierda. En la misma línea de intervención intelectual y renovación teórica hay que ubicar la importante labor desarrollada por la revista Crítica & Utopía dirigida por Francisco Delich que iniciaría su publicación en 1979. La revista sería la expresión de otro segmento de la intelectualidad latinoamericana de izquierda que, como su mismo nombre lo indica, buscaría restablecer los vínculos entre el análisis social y los proyectos políticos desde una mirada crítica y reflexiva del pasado reciente.
En este contexto se inscribe la experiencia y producción intelectual del grupo de docentes e investigadores universitarios nucleados en torno al I-IECSE (Instituto de Información y Estudios en Ciencias Sociales y Educación) que editaría la Revista Perspectiva Universitaria. Así, la aparición de la Revista en noviembre de 1976 de alguna manera da cuenta de un primer acto de disidencia, ya que es una publicación que toma como eje los problemas de la universidad hecha por “ex docentes universitarios”[8]. Entre los numerosos colaboradores que participaron a lo largo de los dieciocho números que tuvo la publicación, se puede mencionar por su relevancia a Héctor Felix Bravo, Gregorio Weinberg, Emilio F. Mignone y José Luis Romero.
En este sentido, no es casual que la reflexión y debates sobre los modelos de universidad se dieran al calor de los cambios en la coyuntura política nacional, la cual impulsó modificaciones en las formas de expresar las disidencias y las modalidades de intervención intelectual. Así, las distintas formas de entender la relación entre universidad y sociedad tomaron forma en ciertas ideas-fuerza como la universidad centrada en la investigación, la universidad para el desarrollo, la universidad vinculada a la comunidad o la universidad al servicio del pueblo, que ciertamente dan cuenta de un vínculo que oscila entre el necesario distanciamiento-diferenciación de esta institución y las posiciones que postulan la también necesaria subordinación a otras instancias o fines. En buena medida, estas concepciones sobre la universidad fueron también la expresión de la heterogeneidad política e ideológica que caracterizó ciertos fragmentos intelectuales que, pese a las diferentes lecturas políticas del pasado reciente universitario, no impidieron las tomas de posición política frente al régimen militar. Más profundamente, estas posiciones que muy genéricamente se estructuran alrededor del problema de la autonomía universitaria, conllevaban, a su vez, una definición implícita o explícita de un tipo de intelectual.
La apertura política de comienzos de los ochenta y la transición democrática que se abre con la derrota de Malvinas marcará el inicio de la recomposición del campo intelectual de la educación y la reapertura del debate político-educativo. Esta nueva coyuntura permitirá no sólo una mayor visibilidad social del conjunto de experiencias de disidencia intelectual, sino también posibilitará que las nuevas y viejas formaciones intelectuales comiencen a cruzarse y articularse, hecho que se manifestará en la realización de eventos y seminarios regionales donde se encontrarán investigadores y especialistas que poco o ningún contacto habían tenido en los años precedentes.
Así, entre las viejas formaciones puede mencionarse el Centro de Investigaciones en Ciencias de la Educación (CICE), adherido al Instituto Torcuato Di Tella que, creado en 1966 por una fracción de profesores “renunciantes” de la carrera de Ciencias de la Educación de la UBA, nuclearía un grupo de pedagogos e intelectuales formado por Gilda Lamarque de Romero Brest, quien sería su directora, y por Gregorio Weinberg, Ana María Barrenechea, Héctor Félix Bravo, entre otros. El Centro de Investigaciones Educativas (CIE) ligado a la Compañía de Jesús que, gestado en los años sesenta, expresará otro núcleo intelectual que acompañaría el proceso de radicalización política de ciertos segmentos de la izquierda peronista en los años setenta y que bajo condiciones difíciles durante la dictadura militar cumpliría una silenciosa labor de refugio de intelectuales exilados y ámbito de formación de nuevos investigadores. La complejidad de espacio religioso dentro del campo intelectual de la educación se revela en la presencia de los sectores católico-conservadores que se nuclearán alrededor de la figura Jorge Luis Zanotti y el Instituto de Investigaciones Educativas (IIE) creado a fines de 1974 que editaría la Revista del IIE.
En este panorama, la creación del Área de Educación y Sociedad de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en 1982 ciertamente resulta no sólo la expresión más representativa de las nuevas formaciones intelectuales sino también marca un punto de inflexión en el proceso de reconfiguración del campo intelectual de la educación. Así, el grupo originario estaría conformado por Juan Carlos Tedesco y Cecilia Braslavsky; el primero se incorporaría a la institución finalizada su participación en el proyecto DEALC, mientras que la segunda retornaría al país a fines de los ochenta recientemente doctorada en la Universidad de Leipzig de la ex República Democrática Alemana.
Dentro de las nuevas formaciones también hay que ubicar a la Asociación de Graduados en Ciencias de la Educación (AGCE) que, si bien fue creada a comienzos de la década del setenta, expresa en buena medida las nuevas generaciones formadas en el período de refundación de las carreras de Ciencias de la Educación que marcó el inicio de la diferenciación entre un campo profesional y el campo tradicional de la docencia. En este sentido, la silenciosa labor desarrollada por la AGCE durante los años de la dictadura bien puede incluirse dentro de los ámbitos que intentaron mantener cierta identidad intelectual que a partir de lo académico-profesional busco referenciar la “diáspora” del exilio interno. Como parte de ese proceso, en 1982 iniciará la publicación de la Revista Argentina de Educación que también se convertirá en un punto de encuentro en las viejas y las nuevas formaciones del campo.
La reapertura del debate político-educativo en el marco de un cada vez más cercano retorno a la democracia desplazará aceleradamente las preocupaciones teórico-académicas hacia una discusión de política práctica que se centrará en las orientaciones y posibilidades de cambio educativo. Estos debates tomarán cuerpo alrededor de la problemática de los “sectores populares” y su relación con la educación, cuestión que progresivamente se desplegará en una serie de tópicos específicos que directa o indirectamente buscaron dar respuesta a los interrogantes sobre cuáles son las alternativas de política educativa, y cuáles son las posibilidades de un cambio educativo en democracia.
En este sentido, las respuestas enunciadas pondrán en el centro de la discusión la función social de la distribución y apropiación del conocimiento de los sistemas educativos desplazando hacia un segundo plano la crítica ideológica tan difundida por las corrientes reproductivistas. Representativo de estas posiciones son las intervenciones de la brasileña Guiomar Namo de Mello y los argentinos Juan Carlos Tudesco y Cecilia Braslavsky, quienes ubicarán como nuevo foco de las acciones estatales el problema de los “conocimientos socialmente significativos” o “conocimientos básicos” que, como se sabe, en los años posteriores será tematizado alrededor del problema de la calidad de la educación. Este giro conceptual posibilitará pensar un tipo de intervención político-estatal en la misma línea de la revalorización de la democracia que alimentará las expectativas de un cambio educativo en la nueva coyuntura política.
No es casual, entonces, que esta coyuntura particular signada por la transición democrática encontremos las primeras formulaciones de carácter sistemático de lo que constituirá la nueva agenda de políticas educativas del período post-dictatorial, el cual estará asociado a la creciente influencia que comenzará a ejercer en toda la región, el paradigma socio-educativo elaborado por el proyecto DEALC. En buena medida, este retorno de la CEPAL hunde sus raíces en los debates y reflexiones anteriores que al decretar el agotamiento del reproductivismo dejó un espacio vacante en términos explicativos que será ocupado por la nueva agenda de investigación y de política educativa desarrollada por el proyecto que sintonizaba perfectamente con el clima de expectativa y optimismo que alimentaba el cercano retorno a la democracia.
Por último, la llegada al gobierno de Alfonsín no sólo marcará el cierre de una de las etapas más oscuras de la vida nacional sino también la apertura de un período signado por una mezcla de sentimientos de expectativas y desafíos que representaba el orden democrático, que se expresará en los posicionamientos frente al gobierno radical y en el papel que se auto-asignaban los intelectuales en la nueva etapa. Es indudable que el retorno a la democracia significó para la sociedad argentina un momento de profunda esperanza en el nuevo orden que sobrepasó las posibilidades efectivas de resolución de los problemas y demandas contenidas. En esta tensión entre expectativas y condicionantes heredados, quizás lo paradójico de la situación estuvo en que las fuerzas de esas expectativas fueron también aquello que empujó la acción estatal más allá de los límites de lo posible en cuestiones que, si no hubiera estado esa voluntad social, tal vez no se habrían producido.
El campo educativo no fue ajeno a este clima cultural que se manifestó en un profundo optimismo y confianza en la capacidad transformadora de la educación que, a su vez, se tradujo en el lugar relevante que se auto-asignaron los intelectuales de la educación. En cierta forma, esta renovación del pensamiento socio-educativo supuso no sólo un nuevo diagnóstico y caracterización de los problemas educativos sino también replanteó en otros términos las formas de intervención intelectual de los agentes del campo educativo que visualizaran como posible y necesaria la participación en el Estado, lo cual se manifestará, por un lado, en el acceso de pedagogos y especialistas en la gestión estatal. En este contexto también se producirá la reincorporación o ingreso a la actividad académica en la universidad de la diáspora de pedagogos y especialistas en educación que completará el proceso de recomposición del campo intelectual de la educación y, a la vez, dará inicio al proceso de difusión y circulación masiva de un renovado pensamiento pedagógico que, como intentamos dar cuenta a lo largo de toda esta investigación, fue construido y elaborado durante los largos años de la dictadura en la diáspora intelectual de los exilios internos y externos.
Bibliografía citada
Altamirano, Carlos 1996 “Régimen autoritario y disidencia intelectual” en Quiroga, Hugo y Tcach, César (Comps.) A veinte años del golpe (Rosario: Homo Sapiens).
Charle, Christophe et al. (Comps.) 2006 Redes intelectuales trasnacionales. Formas de conocimiento académico y búsqueda de identidades nacionales (México: Pomares-Corredor).
Devés-Valdés, Eduardo 2007 Redes intelectuales en América Latina. Hacia la constitución de una comunidad intelectual (Santiago de Chile: Instituto de Estudios Avanzados, Universidad Santiago de Chile).
UNESCO/CEPAL/PNUD 1980 Educación y sociedad en América Latina y el Caribe (Santiago de Chile.: UNICEF).
Pita González, Alexandra 2013 “Las revistas culturales como fuente de estudio de redes intelectuales” en <http://www.cialc.unam.mx/Revistas_literarias_y_culturales/Pages/menu/Articulos_resenas_y_comentarios.html>
Rama, Germán 1976 Educación, imágenes y estilos de desarrollo (Buenos Aires: Documento DEALC).
1978 Educación y democracia. Proyecto Desarrollo y Educación para América Latina y el Caribe. UNESCO-CEPAL-PNUD, Ficha 3, Buenos Aires.
Sarlo, Beatriz 2005 Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo (Buenos Aries: Siglo XXI).
Suasnábar, Claudio 2009 “Intelectuales, Exilios y Educación: producción intelectual e innovación conceptual durante la última dictadura militar (1976-1983)”, Tesis presentada y defendida en el Programa de Doctorado en Ciencias Sociales de FLACSO-Argentina.
- Como citar este artículo: Suasnábar, C (2016) Intelectuales, exilio y educación. La producción intelectual e innovaciones teóricas durante la última dictadura militar. (Buenos Aires: TeseoPress), 51-68.↵
- Doctor en Ciencias Sociales (FLACSO-Argentina). Post-doctorado en Educación en el Instituto de Educación de la Universidad de Lisboa. Profesor Ordinario de Historia y Política del Sistema Educativo en la Universidad Nacional de La Plata y de Sistemas Educativos e Instituciones escolares en la Universidad Nacional de las Artes. Investigador Categoría 1-Programa de Incentivos a la investigación, SPU. Profesor-Investigador en Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades (IDIHCS) CONICET y FLACSO-Argentina. Correo electrónico: csuasnabar@gmail.com.↵
- Sobre la relación entre historia y memoria, véase Sarlo (2005).↵
- Sobre las redes y circuitos de difusión intelectual véase Charle et al. (2006), Devés-Valdés (2007) y Pita González ().↵
- Rama (1976) es un texto de 1974 revisado y publicado como material de discusión↵
- El libro Educación y sociedad en América Latina publicado en Santiago de Chile en 1980 resume los principales resultados del proyecto y a la vez, una primera formulación del paradigma conceptual. Véase UNESCO/CEPAL/PNUD (1980). ↵
- “Acaso lo primero a mencionar sean los diversos tipos de ghetos que se construyeron por entonces, en la forma de grupos de estudio y seminarios, y donde se refugiaron el desconcierto y la reflexión sobre lo que había ocurrido y lo que estaba ocurriendo, así como el esfuerzo por preservar la propia identidad y la preocupación por las cuestiones políticas, en un momento en que la vida pública había desaparecido o se reducía a actos que la dictadura ponía en escena. Paralelamente a estas formas sin visibilidad social de los ghetos, se manifestó otra: la de las revistas.” Altamirano (1996).↵
- Este segmento intelectual surge primeramente a instancias de un grupo de docentes de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora cesanteados en 1975, que rápidamente se amplía con la incorporación de investigadores y académicos provenientes de otras universidades nacionales también expulsados por la intervención. El Consejo de Redacción original estuvo integrado por Rosa María Russovich (Directora), María Luisa Lacroix, Ramón Alcalde, Ana María Barrenechea, Donatella Castellani, Norberto Griffa, Gregorio Klimovsky, Zenón Lugones, Luis Munist, Juan Luis Nodel, Alejandro Russovich y Fernando Storni S.J. Todos a excepción de este último eran hasta la intervención docentes de universidades nacionales.↵