A los estudiantes-futuros-docentes que compartieron sus reflexiones y experiencias en la iniciación a la profesión.

A la generosidad de la Dra. Adela Coria, quien aceptó sumarse a un andar ya iniciado y me acompañó con calidez y dedicación en la producción de este resultado.

A las universidades públicas, que en diferentes etapas del proceso me brindaron tiempos, espacios, recursos para pensar, escribir e intercambiar saberes con los colegas que transitan por ellas: la Universidad Nacional de la Patagonia Austral – Unidad Académica San Julián, CIT Santa Cruz; la Universidad Nacional de Río Negro – Sede Andina y la Universidad Nacional de Córdoba – Doctorado en Ciencias de la Educación.

A quienes soñaron algunos de mis sueños y de mis logros, mucho antes que yo: mis padres Marta y Eduardo.

A los incondicionales, principios del placer y de realidad, quienes me contagian esa inagotable curiosidad que mueve a querer saber siempre más: mis hijos, Celina y Raymundo.

Y especialmente a quien más insistió y no permitió (ni perdonó) que me distraiga: mi compañero en esta y todas las rutas, Larry Andrade.