“Cualquier lugar, a cualquier hora, a la vera del río […] Nos protege a todos y hace que circulen divisas, personas, amores, cartas a otra época”.
Fito Páez, entrevista para el Ente Turístico Rosario (2019).
Este libro ensaya una entrada algo oblicua a una postal icónica de la ciudad de Rosario, la de su frente ribereño. La imagen proviene del motivo histórico que sostiene buena parte de las coordenadas identitarias de la urbe: el esquivo vínculo con el que asume como su río, el Paraná. Un capítulo de esa relación alude a la transformación de la costa en una interfaz más amable para sus vecinos humanos que para los frutos del agro. Protagonista del último tránsito del siglo, el fenómeno se montó sobre el ocaso de las actividades ferroportuarias y el alba de las economías (re)creativas. Bien recibida por los operadores de opinión locales, la mutación suele presentarse en la virtuosa concurrencia de unas políticas culturales y un planeamiento ahijados por la recuperación democrática de 1983. Una mirada cenital, convenientemente sustraída del dominio de la contingencia y traductora de toda textura en una grilla planimétrica, devuelve el retrato de una armoniosa sutura territorial y fluvial. Por su parte, la fotografía del presente y su justificación retrospectiva describen la evolución de la añorada “vista al río”.
Las siguientes páginas, elaboradas a partir de nuestra tesis doctoral, procuran aproximarse a la configuración de la costa rosarina desde un ángulo diferente. Sus líneas quieren llegar a las huellas de las prácticas que atravesaron intersticialmente tal renovación. En el confuso interregno entre el dominio ferroportuario y el imperio del ocio, la ribera central de Rosario fue habitada por una dinámica constelación de artes performáticas e imaginaciones estéticas. El vago espectro –de individuos, grupos, técnicas, usos y ocupaciones– funciona como conjunto cultural gracias a un efecto de escritura. A primera vista, una lista que enumera “teatro”, “murga”, “circo”, “punk”, “fuego” y “okupas”, se asemeja más al emporio celestial de conocimientos benévolos ficcionado por Borges (1984) que a un objeto de estudio. Sin embargo, los elementos en apariencia aleatorios comparten la coordenada espacial que encuadra esta investigación y abre su interrogante. La ribera central de Rosario «¿por qué?, ¿cómo?». La concurrencia en el espacio auspició la formación, volatilizó la hibridación y catapultó la dispersión de las artes a escrutar.
De la condensación a la proyección, el devenir de esas prácticas artísticas se superpone con las historias del cauce hídrico y de la urbe. De allí que este escrito aspire a contribuir en el marco de una genealogía posible de la(s) cultura(s) que urdieron la Rosario contemporánea. La empresa se sirve de dos horizontes conceptuales que asume como agendas y gestos. Por un lado, el descenso, planteado por Michel de Certeau (2000), desde una vista cenital que ordena la ciudad hacia las singularidades que proliferan al ras del suelo: las “Artes de hacer”. Por otro, la aproximación, sostenida por Henri Lefebvre (2013), a la espacialidad desde las relaciones que habilitan la coexistencia e interpenetración de prácticas, percepciones y representaciones. Deseando la inmersión, el artefacto textual aquí ofrecido asume la exploración del carácter intersticial de las artes en el espacio fluvial.
Nichos de oportuna acontecimentalidad, las prácticas artísticas estudiadas habitaron los resquicios insinuados entre los hitos de la historia de la sutura costera. Nuestra periodización se sirve de determinados mojones. El Parque España (1992), el Centro de Expresiones Contemporáneas (1995) y el Centro de la Juventud (1998) abren el discurrir de las artes de habitar. La Escuela Municipal de Artes Urbanas (2001), la Casa del Tango (2004) y el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (2004) organizan la clausura y la reabsorción de sus derroteros. Atalayas de la gestión local sobre la costanera del Paraná, esas estructuras también sirven como delimitadores espaciales de lo que denominamos ribera central. Con porosidad fronteriza, las columnas del futuro skyline cosen latitudinalmente el territorio.
El presente trabajo proviene del mapeo de prácticas artísticas que mantuvieron algún tipo de relación con el segmento costanero delimitado por los pilares-hitos mencionados. El seguimiento cartográfico remite a la formación de las artes performáticas contemporáneas en Rosario como un emergente de su espacio fluvial. La pregunta por el agenciamiento de esos desarrollos artísticos nos llevó a pensar en la problemática cultural urbana en su complejidad. Indagando, imaginamos una ciudad tramada en las prácticas y las representaciones de quienes la habitan, recorren, practican, experimentan e imaginan. Paralelamente, situamos a los moradores-merodeadores de la urbe en el movimiento pendular y yuxtapuesto entre la gobernanza, la integración, la resistencia y la apropiación. Productores y producidos, los espacios y sus usuarios sugieren líneas de interacción y fuga para incorporar mutaciones y continuidades al análisis social. Las proyecciones y las prácticas que protagonizan las carillas sucedáneas portan una fuerte vocación espacializadora. Esta carta de navegación va a la zaga de itinerarios, recorridos y traducciones de escala que quizás requieran una lectura detenida y piadosa. Los contornos gruesos y los recovecos capilares del relato se dirimen entre una plétora de actantes urdidos reticularmente (Latour, 2008). Se ponen a jugar personas (artistas, transeúntes, funcionarios, activistas), espacios (parques, instituciones, galpones, calles) e instancias (fiestas, encuentros, espectáculos, ensayos).
El objetivo de la investigación es rastrear la formación de las artes performáticas contemporáneas en la ciudad de Rosario a través de sus particulares relaciones con la espacialidad ribereña. Componiendo esos vínculos, acudimos a la categoría de habitar. Adoptamos el término de lectura que Henri Lefebvre hiciera de Martin Heidegger (1994) y Gaston Bachelard (2000), para referirse a una apropiación espacial que pone en juego dimensiones artísticas y estéticas de la experiencia vivida. Avanzando en esa línea, podemos aventurar que un espacio es apropiado cuando sus habitantes le imprimen algo de lo propio y operan un proceso de identificación a partir de prácticas significantes. Asimismo, los habitares de la ribera conforman experiencias de espacialización alternativa –a la privada, institucional o estatal– sobre los restos ferroportuarios que se convertirían en un waterfront post-industrial. Mediada por la aparición de las artes de habitar, la recualificación urbana se modula en una gubernamentalidad cultural que es preciso desentrañar.
Unos objetivos subsidiarios añaden especificidad. Primero, la identificación de las dinámicas socioculturales que subtienden a la formación de las artes performáticas contemporáneas en la costa central de Rosario. Segundo, el rastreo de los itinerarios de los habitantes de ese territorio hidrosocial, en sus relaciones horizontales (con otros artistas), transversales (con colectivos e instituciones) y verticales (con esferas de gestión). Tercero, el escrutinio de las diferentes lógicas de intervención espacial de las prácticas artísticas estudiadas. Cuarto, el análisis de la configuración de los lenguajes estéticos de las que se llamarían, a comienzos del siglo XXI, Artes Urbanas. Quinto, la reflexión alrededor de los alcances y los límites de la codificación gubernamental, profesional y de mercado de los elencos y repertorios analizados.
Una hipótesis sitúa a la ribera central y sus multiplicidades como actantes y condiciones espaciales de posibilidad para la formación de las artes performáticas contemporáneas –“Urbanas”– en Rosario. Otra ubica a la producción cultural del frente ribereño en dicha ciudad como la resultante del (des)encuentro entre prácticas autónomas de apropiación/habitación y tecnologías de gobierno en proceso de mutación. Un tercer postulado hipotético retoma nuestra agenda-gesto: la costa como espacialidad cultural –fotografía de la actualidad rosarina– es un efecto de superficie de tramas de colindancia, hibridación, negociación y conflicto entre conjuntos de singularidades.
Nuestra pesquisa se sirve de dos tipos de triangulación. Una de datos, contrasta corpus diversos. Las fuentes escritas se desagregan en prensa periódica, revistas, normativas urbanísticas, documentos oficiales y sitios web.[1] Su alcance geográfico varía de lo local a lo internacional y sus fechas de publicación asumen y traspasan la periodización escogida. Los recursos audiovisuales empleados comprenden fotografías, ilustraciones, documentales, filmaciones provenientes de los archivos de entrevistados y entidades públicas. Los testimonios orales fueron recabados entre 2014 y 2021 de más de una veintena informantes. Se trata de participantes de las prácticas artísticas y las experiencias de ocupación/habitación que hacen al estudio de caso.
La triangulación de los métodos se muestra isósceles. Dos de sus vértices, las aproximaciones a la oralidad, son más vecinos entre sí que respecto al tercero, el procesamiento del material escrito. En el ángulo del trabajo textual, procuramos una lectura que se inserta en la genealogía de la crítica documental y la perspectiva histórica en sus distintas modulaciones. Reconocemos una heurística en la recopilación, la selección y el montaje de nuestro universo de fuentes y una hermenéutica en nuestro acercamiento comprensivo-reflexivo a los textos. Asumimos esas tareas en su encadenamiento especular, espiralado y –de no mediar corte– perpetuo. Seguimos las advertencias de Michel Foucault sobre los maestros de la sospecha (1996): ante la inexistencia de signos puros, interpretamos sobre lo interpretado.
Las semblanzas orales son analizadas desde los vértices metodológicos de mayor proximidad procedimental relativa: la historia oral y la antropología. Nos servimos de la primera en tanto que las entrevistas refieren a un pasado. La memoria, materia prima de ese enfoque, opera como construcción activa, dialógica e interactiva de sentidos sobre el tiempo pretérito. Varias de sus características abonan la propuesta de este libro. La identificación de la actividad mnemónica con espacialidades y prácticas diferenciales es afín a nuestra apuesta por una cartografía trazada por sujetos que la recorren, enuncian e imaginan. Antes que desear hallar “lo que realmente ocurrió”, nos interesan la oralidad y los recuerdos porque “esos hablan” de las significaciones investidas a los hechos pasados por los narradores. En cierto sentido, las comillas de la oración anterior nos acercan más a las sugerencias del psicoanálisis que a las máximas rankeanas. Sosteniendo esa intención, sumamos el enfoque antropológico. Valiéndonos del recurso a la entrevista cualitativa y en profundidad, pretendemos ingresar en la cotidianidad y los marcos interpretativos de los interlocutores. Esas instancias se toman reflexivamente y sin directividad, apelando a la atención flotante, la asociación libre y la categorización diferida (Guber, 2011). El campo de esa etnografía es asumido como una práctica espacial corporizada que da pie a la interpretación y perturba la teoría (Clifford, 1999). Los dos años que separan al trabajo original de esta edición expandieron ese compendio testimonial y dialógico. Creímos pertinente actualizar el argumento y permitirle textura, integrando voces nuevas, revisitando grabaciones e importunando a “viejos conocidos”.
En líneas generales, asumimos un posicionamiento transdisciplinario, que intenta transitar y transformar –disolviendo– las identidades disciplinares. Empero, en última instancia, creemos que este es un libro de historia por tres razones. En primer lugar, por nuestra “coordenada historiadora”: grado, posgrado y docencia en la Facultad de Humanidades y Artes (FHyA) de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). En segundo lugar, por la estrategia narrativa elegida para anudar los desarrollos de las artes de habitar, que sostiene una perspectiva procesual. En tercer lugar, porque nos aventuramos en la articulación de una ausencia –el pasado– y una producción –la escritura– mediante operaciones de rodeo y deslinde (de Certeau, 2006).
A la manera de una matrioshka, este trabajo consta de múltiples capas y umbrales, procurando sostener una transducción aproximativa (Simondon, 2009). El primer capítulo del volumen presenta a Rosario, sobrevuela su historia cenital y enmarca la coyuntura a trabajar. El segundo se desplaza hacia la ribera central y sus primeras reinvenciones post-ferroportuarias. El tercero analiza la gobernanza de las prácticas culturales y la valorización de la creatividad. El cuarto emprende una transición de escala, introduciendo las prácticas artísticas en los espacios públicos rosarinos entre las décadas de 1980 y 1990. El quinto va al encuentro de las apropiaciones culturales de la ribera central en el último lustro del siglo XX, atendiendo a sus iteraciones rituales y sus hibridaciones. El sexto se pregunta sobre las imbricaciones del gobierno de la(s) cultura(s) sobre el río, entre la clausura, la inauguración y la integración. Los capítulos que vertebran el estudio proceden polirrítmica (Lefebvre, 1992) y multiescalarmente (Smith, 2020), oscilando duraciones, intensidades y espacios.
Por último, es menester enlazar este artefacto textual con las condiciones que envolvieron su producción. La investigación y sus ramificaciones le deben su existencia a un concierto de animadores humanos e institucionales. Cinco de los años que llevó el trabajo fueron sostenidos gracias a una beca otorgada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). La tesis que da lugar al libro contó con el acompañamiento y la atenta lectura de sus directores, Diego Roldán y Ana Sabrina Mora. La exposición pública de la labor, celebrada en las etéreas instancias impuestas por el COVID-19, le debe su consecución al Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (IECH). Lo que parecía una aventura improbable logró tomar cuerpo en el poderoso abrazo de nuestros seres queridos. Le agradecemos especialmente a Antonella Metzler, por su amor y paciencia en la corrección de erratas.
Proveniente de la escritura escarpada y escupida por los severos plazos de la academia, este pequeño artefacto se pone a disposición de quien guste leerlo. Esperamos que suscite alguna charla distraída, quizás sobre los lugares que se nos hacen comunes a fuerza de un envejecimiento silencioso. Los invitamos a ingresar por un hiato a la historia de la insignia fluvial de la ciudad de Rosario. Un relato polifónico de murmullos yuxtapuestos y hormigueos errantes. Artes de habitar lo existente y tramar lo posible. Un afuera y sus encuentros que, al momento de mecanografiar esto, se colocan en entredicho. Espacios que esperan nuestro retorno. Y nosotros, la salida.
- Consultados en 2018 y 2019.↵