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5 Métodos prácticos para llevar a cabo posibles desplazamientos linguísticos

Desde una perspectiva feminista de la filosofía del lenguaje

En los capítulos anteriores hemos puesto de manifiesto el poder constitutivo que tiene el lenguaje, es decir, el poder de darle forma y constituir aquello a lo que nombra. Hemos evidenciado el hecho de que es en el discurso mismo en donde el sujeto se constituye y cobra sentido, a la vez que en donde determina aquello que conoce como real, como existente. Por ende, como se sostuvo al final del capítulo anterior, es en el discurso mismo en donde el sujeto debe llevar a cabo agenciamientos que busquen resignificaciones y rearticulaciones de la configuración social, siendo esta una configuración discursiva. Ahora bien, ¿de qué modo puede el sujeto discursivo poner en práctica esta capacidad de agenciamiento?

Los autores Alexis Burgess, Herman Cappelen, y David Plunkett comienzan la introducción de su libro Conceptual Engineering and Conceptual Ethics con la siguiente cita de Nietzsche:

Philosophers… have trusted in concepts as completely as they have mistrusted the senses: they have not stopped to consider that concepts and words are our inheritance from ages in which thinking was very modest and unclear. … What dawns on philosophers last of all: they must no longer accept concepts as a gift, nor merely purify and polish them, but first make and create them, present them and make them convincing. … They are, after all, the inheritance from our most remote, most foolish as well as most intelligent ancestors. … What is needed above all is an absolute skepticism toward all inherited concepts.[1]

Esta cita del libro La voluntad de poder de Nietzsche no sólo refleja un claro posicionamiento escéptico con respecto a la tradición, a las herencias culturales, sino que además propone una manera activa de habitar dicha postura; manera que -básicamente- implica tanto pulir, enderezar y reformar ciertos conceptos acorde a nuestros intereses y necesidades, como crearlos de cero.

Ahora bien, ¿de qué manera realizar esta reestructuración conceptual? ¿Qué dimensiones (como la moral, política o social) deberíamos tener en cuenta a la hora de analizar los conceptos y sus implicancias? ¿Bajo qué criterio consideraríamos como defectuoso un concepto? ¿Qué importancia le deberíamos dar a la historia de nuestro uso conceptual para la evaluación de los mismos? Por otro lado, ¿cómo llevar a cabo una invención conceptual que surge como respuesta a una demanda colectiva? Los problemas que estas preguntas abren se hallan articulados en las nociones de conceptual engineering [ingeniería conceptual] y conceptual ethics [ética conceptual] desarrolladas por los autores mencionados. Dichas nociones intentan resolver de una manera práctica y sencilla las dificultades que tanto la reestructuración como la creación de conceptos traen.

Primero introduzcámonos en la idea de conceptual engineering. Dicho término es trabajado por Herman Cappelen, quien lo define como una práctica que se ocupa de la evaluación y la mejora de conceptos. Su objetivo es revisar los conceptos que actualmente usamos y reformarlos o diseñar nuevos, siempre partiendo de un propósito claro -es decir- teniendo siempre en cuenta el objetivo, el móvil, de dicha transformación. Dicha práctica se ocupa de dispositivos de representación como conceptos y términos léxicos, y, a su vez, de los valores semánticos que dichos términos acarrean. Ahora bien, teniendo en claro el objeto de análisis de dicha práctica, ¿qué defectos de los dispositivos de representación son relevantes y valen la pena intentar transformar? En palabras de Cappelen:

Throughout the history of philosophy, a variety of defects have been proposed: cognitive defects (that undermine our ability to reason properly), moral or political defects (that undermine moral or political values of various sorts), theoretical defects (that undermine progress within some theoretical field), or semantic defects (where the semantic value is incoherent, incomplete, or missing).[2]

De acuerdo con dicha propuesta, el paso siguiente a la detección de una clara deficiencia conceptual es la planificación de una estrategia de “mejoramiento”, lo cual puede significar tanto el abandono del dispositivo de representación en cuestión, como su corrección o sustitución. Por último, según Cappelen, algunas prácticas de conceptual engineering pueden estar enfocadas en la búsqueda y el hallazgo de deficiencias en los conceptos que usamos o en la orquestación de estrategias de “perfeccionamiento” conceptual -es decir- en las etapas de análisis, investigación o diseño; mientras que otras pueden poner el centro de atención en el modo práctico en el que se llevan a cabo dichos proyectos, es decir, en el “conceptual activism”[3] [activismo conceptual] que surge como efecto de la instancia previa de análisis e ideación.

El punto de partida de la noción de conceptual engineering consiste básicamente en considerar a los conceptos como la base de cualquier reflexión y argumentación que no sólo la filosofía, sino también todas las disciplinas que estudian e investigan al hombre y al mundo que lo rodea, llevan a cabo. En otras palabras, dicha práctica surge como una respuesta a considerar como “intellectually irresponsible to throw yourself headlong into an inquiry before questioning the concepts you’re using in that inquiry”[4]. Respecto a esto, es importante aclarar el hecho de que toda práctica de conceptual engineering debe llevarse a cabo partiendo de una perspectiva determinada y teniendo objetivos claros. Dichos elementos sentarán bases sólidas que evidenciarán el motor de su práctica, es decir, desde dónde se parte, por qué se lleva a cabo y qué se busca.

Por ejemplo, si lo que nos interesa en esta tesis es encontrar el modo en que dicha practica nos puede servir como una manera de llevar a cabo un agenciamiento feminista del lenguaje, entonces las respuestas a las cuestiones mencionadas previamente serían las siguientes. En primer lugar, con respecto a desde dónde se parte, se dirá que partimos desde un punto de vista subversivo de la historia y de la construcción de saber, ya que nuestra perspectiva estará basada en una lectura crítica de la realidad desde la mirada de un grupo histórica y epistemológicamente marginado, oprimido y subordinado (una mirada que será consciente de la matriz de pensamiento heterosexual que se halla a la base de nuestra manera de pensar, percibir y hablar; y lo que dicha matriz hegemónica significa para los grupos subalternos). En segundo lugar, con respecto a por qué se lleva a cabo, se dirá que, debido a que el lenguaje es constitutivo, muchas de sus estructuras y categorizaciones le significan a las mujeres situaciones de opresión, silenciamiento o hasta ausencia debido a que muchas veces carecen de una voz (situaciones como las que desarrollamos previamente bajo las nociones de laguna conceptual e insuficiencia conceptual). En tercer lugar, con respecto a qué se busca, se dirá que se anhela introducir en el lenguaje determinadas vivencias de las mujeres, es decir, incluir su perspectiva ante determinadas experiencias y, asimismo, rectificar o eliminar el uso de palabras que acarrean determinadas connotaciones que no hacen más que reforzar situaciones de desigualdad, discriminacion o sexismo (como las nociones de lady doctor o foreplay mencionadas en el capítulo 4).

Ahora bien, por otro lado, ¿a qué refiere la noción de ética conceptual y qué dimensiones de análisis introduce? Al igual que la idea de ingeniería conceptual, la ética conceptual alude a una serie de cuestiones normativas y evaluativas sobre la manera en que pensamos, hablamos y representamos, partiendo de la base de que los conceptos son componentes constitutivos de pensamiento. Dicha práctica analiza cuestiones sobre qué conceptos deberíamos utilizar, la manera en que dichos conceptos pueden resultar defectuosos, lo que deberíamos querer decir con nuestras palabras en contraposición a lo que decimos, por qué deberíamos abstenernos de usar ciertas palabras, y demás. El hecho de que dicha noción introduzca la dimensión ética en el análisis del lenguaje supone una revisión de los usos conceptuales en pos de una concientización de sus efectos, es decir, en pos de un mejoramiento de dichos usos. La ética conceptual evalúa qué conceptos son mejores que otros y por qué, en base a diferentes aspectos, como sus efectos o sus orígenes. Es decir, analiza -por ejemplo- qué términos deberíamos utilizar en diferentes ámbitos de estudio, teniendo en cuenta las cuestiones metodológicas, ontológicas y genealógicas que dichos términos acarrean e implican. Es por eso que cuando se intenta cambiar el significado de una palabra, dichos autores plantean que se debe trabajar en el fundamento metafísico de dicho término, es decir, en lo que hace que dicha palabra tenga el significado que tiene. Y, volviendo al aspecto ético de dicha práctica, los autores proponen que son las consideraciones normativas y valorativas las que deberían guiar nuestras elecciones en relación a qué dispositivos de representación utilizar. En sus palabras:

The use of the term ‘ethics’ here in ‘conceptual ethics’ is meant very broadly, to cover “both the study of what one should or ought to do (dually, what can permissibly be done) as well as the study of which actions and outcomes are good or bad, better or worse”. Thus, this use of ‘ethics’ is not meant to privilege moral/political norms in particular…[5]

Por ende, se puede decir que la ética conceptual puede aportar solidez, profundidad y sentido a cualquier práctica de ingeniería conceptual que anhele una perdurable y significativa transformación en las prácticas lingüísticas. Por ende, así como aquellas personas que están interesadas en, por ejemplo, producir un cambio en determinadas instituciones políticas, deberían estudiar filosofía política normativa; cualquier persona que esté trabajando en pos de un agenciamiento lingüístico, debería aplicar la ética conceptual a sus trabajos de ingeniería conceptual. Respecto a esto, los autores proponen el siguiente ejemplo de Sally Haslanger, filósofa norteamericana que se especializa en dicha área:

Much of Sally Haslanger’s work on race and gender has two components: it criticizes our gender and race concepts, and then suggests ameliorative strategies to improve those concepts. The defects she finds have to do with social and political effects of the meanings, and the ameliorations are also measured along those dimensions (e.g., by how much they can help us in the pursuit of social justice).[6]

En definitiva, aunque resulte paradójico, el objetivo principal de estas prácticas lingüísticas es transformar -a partir de un agenciamiento del lenguaje- aspectos no-lingüísticos del mundo. De esta manera, si la práctica de ingeniería conceptual tiene éxito en un caso particular, entonces cambiará la forma en que las personas piensan, hablan y actúan en relación a dicho caso. Por ende, siguiendo dicha lógica, los efectos de un agenciamiento no estarían vinculados simplemente con un cambio del concepto en sí, sino también de la vida material que lo enmarca. Es decir, al operar la ingeniería conceptual sobre conceptos que son constitutivos de elementos de la realidad y del pensamiento, entonces la transformación de, por ejemplo, un concepto social importante puede cambiar aspectos concretos de la realidad social que son relevantes para dicho concepto (ya que el concepto es -en parte- constitutivo de elementos de la realidad social en sí misma). En definitiva, si el lenguaje que utilizamos pone en evidencia la estructura de pensamiento que tenemos del mundo, entonces su agenciamiento tendrá efectos concretos sobre dicha estructura. Por ende, siguiendo dicho camino de transformaciones en el lenguaje es que podemos llegar a producir nuevas direcciones o estilos de pensamiento.

Sin embargo, en este punto es necesario aclarar que -si bien los miembros de los grupos marginados pueden producir los recursos lingüísticos que les permitan comprender sus propias experiencias sociales- la dificultad se halla en el poder introducir estos significados creados por ellos mismos en el tejido de significados de comprensión colectiva. En otras palabras, “it will be difficult to convince the privileged to employ those new epistemic resources developed by the marginalized”[7]. Podemos distinguir esta dificultad en nuestro país en la actualidad, en el cual transformaciones del lenguaje, como es la incorporación del lenguaje inclusivo, son rechazadas, subestimadas o desestimadas. Por ende, para poder alterar y transformar -a través de este método- acuerdos teóricos de ideologías que nos resultan opresivas, es necesario un contexto social abierto y receptivo en el que una experiencia particular que tiene un interés significativo para un grupo determinado pueda ser discutida de formas hermenéuticamente propicias.

En relación a este tema, al final de su ensayo “No se nace mujer”, Monique Wittig propone lo siguiente:

La conciencia de la opresión no es sólo una reacción (una lucha) contra la opresión: supone también una total reevaluación conceptual del mundo social, su total reorganización con nuevos conceptos, desarrollados desde el punto de vista de la opresión.[8]

Y luego agrega:

Este movimiento de ida y vuelta entre los dos niveles de la realidad (la realidad conceptual y la realidad material de la opresión, que son, ambas, realidades sociales) se logra a través del lenguaje.[9]

Podemos decir que las nociones de conceptual engineering y conceptual ethics pueden funcionar como métodos prácticos para llevar a cabo esta propuesta de agenciamiento lingüístico planteada por Wittig. Para la autora, la transformación del plano simbólico es de una importancia extrema porque dicho plano “participa de la misma realidad que el orden político y económico”[10], por lo cual su agenciamiento tendría efectos en todos los órdenes que conciernen a los individuos. Su propuesta consiste en llevar a cabo una “transformación política de los conceptos clave, es decir, de los conceptos que son estratégicos”[11] para la lucha contra la opresión de las mujeres. Una vez que las mujeres son conscientes de su opresión y de los elementos de la realidad que la causan, perpetúan y refuerzan; no les queda otra que accionar y transformar ese orden simbólico que legitima dicha opresión. Por ende, debido a que el rechazo del orden simbólico es imposible porque haría inviable cualquier “constitución del sentido”[12], sin lo cual “nadie puede mantener una coherencia interna”[13]; a las mujeres no les queda otra que adquirir un rol activo y alterar -a través de agenciamientos lingüísticos constantes- dicho plano simbólico. Este agenciamiento lingüístico no solo es posible porque el lenguaje forma parte de la materialidad, sino también porque, según Wittig, el lenguaje es un contrato social. En sus palabras:

Me parece que el primer contrato social, permanente, definitivo es el lenguaje. Porque el primer acuerdo entre los seres humanos, lo que hace de ellos seres humanos y seres sociales es el lenguaje.[14]

Por lo cual, como todo contrato, el lenguaje es susceptible de ser transformado y retocado. Es un contrato del cual todos somos parte, por lo cual somos nosotrxs mismos quienes lo reafirmamos y quienes le damos vida y lo legitimamos a través de dicha reafirmación. En palabras de Wittig:

Cada firmante del contrato tiene que reafirmarlo en nuevos términos para que siga existiendo. … el propio término contrato les recuerda a los firmantes que deben reexaminar sus condiciones. La sociedad no fue hecha de una vez para siempre. El contrato social se basará en nuestra acción y en nuestras palabras…[15]

Sin embargo, para que dicho agenciamiento lingüístico tenga lugar es esencial que haya un “trabajo paralelo en filosofía y en la política, así como en la economía”[16]. Es por esta misma razón porque Wittig pone tanto énfasis en -como se dijo al final del capítulo 3- la necesidad de moverse siempre entre lo teórico y lo político. El lenguaje, según la autora, es un orden de materialidad como cualquier otro, que está en estrecha conexión con el “campo político en el que todo cuanto atañe al lenguaje, a la ciencia y al pensamiento, remite a la persona en cuanto subjetividad, y a su relación con la sociedad.” En definitiva:

… incluso las categorías filosóficas abstractas actúan sobre lo real en cuanto social. El lenguaje proyecta haces de realidad sobre el cuerpo social, lo marca y le da forma violentamente. Por ejemplo, los cuerpos de los actores sociales son formados tanto por el lenguaje abstracto como por el no abstracto. Hay una plasticidad de lo real hacia el lenguaje, y el lenguaje ejerce una acción plástica sobre lo real.[17]

Podemos decir que el agenciamiento en el plano del lenguaje es un proceso posible y necesario. Tal como plantea Delphy en “Por un feminismo materialista”, unx no se rebela contra lo que es natural y por ende inevitable, sino que cuando hablamos de rebelión, hablamos de un levantamiento hacia una situación que podría ser distinta y que -por ende- es posible transformar. De esta manera, según Delphy, “creer en la posibilidad del cambio implica creer en el origen social de la situación”[18]. Por ende, todo acuerdo teórico o lingüístico necesita de una posterior lucha política, es decir, de un activismo político que resulta indispensable para el establecimiento de lo que se ha transformado. De esta manera, tal como señala Louise Turcotte en la introducción al libro de Wittig:

Cuando el acuerdo teórico se logra, el curso de la historia ya ha sido alterado.[19]


  1. Alexis, B., Herman, C. y David P., Conceptual Engineering and Conceptual Ethics, Nueva York: Oxford University Press, 2020, p. 1. [Los filósofos … han confiado en los conceptos a tal nivel que han desconfiado de los sentidos: no se han detenido a considerar que los conceptos y las palabras son nuestra herencia de épocas en las que el pensamiento era muy modesto y poco claro. … Lo último que piensan los filósofos es que ya no deben aceptar los conceptos como un regalo, ni simplemente purificarlos y pulirlos, sino primero hacerlos y crearlos, presentarlos y hacerlos convincentes. … Los conceptos son, después de todo, la herencia de nuestros ​​más remotos y más tontos antepasados, aunque puede que también los más inteligentes. … Lo que se necesita sobre todo es un escepticismo absoluto hacia todos los conceptos heredados.]
  2. Ibid, p. 3. [A lo largo de la historia de la filosofía se han propuesto una variedad de defectos: defectos cognitivos (que socavan nuestra capacidad de razonar correctamente), defectos morales o políticos (que socavan valores morales o políticos de diversa índole), defectos teóricos (que socavan el progreso dentro de algún campo teórico), o defectos semánticos (donde el valor semántico es incoherente, incompleto o ausente).]
  3. Ibid, p. 4.
  4. Ibid, p. 4. [Intelectualmente irresponsable lanzarse de cabeza a una investigación antes de cuestionar los conceptos que se utilizan en dicha investigación.]
  5. Ibid, p. 4. [El uso del término ‘ética’ aquí en ‘ética conceptual’ se entiende de manera muy amplia, para cubrir “tanto el estudio de lo que uno debería hacer (doblemente, lo que se puede hacer permisiblemente) como el estudio de qué acciones y resultados son buenos o malos, mejores o peores”. Por lo tanto, este uso de ‘ética’ no pretende privilegiar las normas morales / políticas en particular…]
  6. Ibid, p. 6. [Gran parte del trabajo de Sally Haslanger sobre raza y género tiene dos componentes: por un lado critica nuestros conceptos de género y raza, y luego por el otro sugiere estrategias para mejorar esos conceptos. Los defectos que encuentra tienen que ver con los efectos sociales y políticos de los significados, y las mejoras también se miden a lo largo de esas dimensiones (por ejemplo, en cuánto pueden ayudarnos en la búsqueda de la justicia social).]
  7. Saul, J. y Diaz-Leon, E., op. cit., p. 15. [Será difícil convencer a los privilegiados de emplear esos nuevos recursos epistémicos desarrollados por los marginados.]
  8. Wittig, M., op. cit. p. 41.
  9. Ibid, p. 41.
  10. Ibid, p. 84.
  11. Ibid, p. 54.
  12. Ibid, p. 52.
  13. Ibid, p. 52.
  14. Ibid, p. 60.
  15. Ibid, p. 64.
  16. Ibid, p. 109.
  17. Ibid, p. 105.
  18. Delphy, C., op. cit., p. 8.
  19. Ibid, p. 14.


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