Discurso del no método, método del no discurso, y así vamos.
Lo mejor: no empezar, arrimarse por donde se pueda. Ninguna cronología, baraja tan mezclada que no vale la pena. Cuando haya fechas al pie, las pondré. O no. Lugares, nombres. O no. De todas maneras vos también decidirás lo que te dé la gana. La vida: hacer dedo, auto-stop, hitchhiking: se da o no se da, igual los libros que las carreteras.
Ahí viene uno. ¿Nos lleva, nos deja plantados?
(Salvo el crepúsculo, “Discurso del no método”, Julio Cortázar)
En este capítulo inicial, desplegamos un ejercicio de reflexión en torno al proceso de investigación que desarrollamos en el marco de nuestra tesis doctoral. Buscamos hacer explícitos los vínculos primarios con el universo de estudio, (re)definir los presupuestos teóricos y estrategias metodológicas iniciales, evaluar y reflexionar en torno a las decisiones y caminos tomados. Presentamos una cronología de nuestras primeras aproximaciones a la problemática, desde una reflexión sobre la formulación de los primeros interrogantes y los acercamientos preliminares al trabajo de campo. A partir de ello, reconstruimos los cambios de rumbo y replanteos –teóricos, metodológicos, epistemológicos, personales– surgidos de tales experiencias. Exponemos también las estrategias y herramientas metodológicas utilizadas en la recolección y construcción de los datos, así como también los principales antecedentes empíricos. Por último, precisamos los lineamientos generales de la organización y estructura del libro.
De la investigación que sustenta este libro
Si pienso en algo para decir,
si pienso en alguien por quien vivir,
si casi nada se tiene en pie
y este segundo ya se nos fue;
si en la mirada dura un fulgor
atravesando tanto dolor
yo canto versos de mi sentir
y los condeno a sobrevivir […].Canto, canto;
tan débil soy que cantar es mi mano alzada.
Y fuerte canto, canto;
no sé más qué hacer en esta tierra incendiada
sino cantar(“Canto versos”, Jorge Fandermole)
El presente libro trata acerca de los diversos modos de “ordenar un territorio”, los modelos de desarrollo y las formas diferenciales de apropiación y valorización de la naturaleza que se ponen en tensión durante el proceso de demanda, diseño, formulación e implementación de políticas de Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos (OTBN) en contextos de expansión de la frontera agropecuaria en las últimas décadas del siglo XX y comienzos del XXI.
Las transformaciones productivas y territoriales ocurridas en el agro latinoamericano y argentino desde finales del siglo XX han dado lugar a crecientes disputas en torno al acceso, disponibilidad, apropiación, distribución y gestión de los bienes de la naturaleza.Específicamente, indagamos en un territorio particular que no es ajeno a estos procesos: el este de la provincia de Salta, zona históricamente habitada por pueblos indígenas y pequeños productores criollos, y que en las últimas décadas se ha tornado un espacio atractivo para la inserción directa de proyectos de infraestructura regional e inversión agropecuaria e hidrocarburífera.
En el año 2007 fue sancionada la Ley Nacional N° 26.331 “De Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos”, estableciendo que en el plazo máximo de un año, cada provincia debería realizar su OTBN. Los debates en torno a la “ley de bosques” tuvieron al caso salteño como “paradigmático”: en los años previos, el avance de la deforestación sobre territorios históricamente habitados por poblaciones originarias y criollas había llegado a niveles inéditos.
El gobierno provincial lanzó a comienzos del año 2008 el plan de OTBN, y en diciembre de ese año fue sancionada la Ley Nº 7.543 “De Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos de la Provincia de Salta”. Así, se convirtió en una de las primeras provincias en avanzar en el cumplimiento de la ley nacional, lo cual traía la promesa del fin de la moratoria de los desmontes y de la llegada de fondos nacionales que compensarían por los territorios conservados. Días después, organizaciones indígenas y criollas presentaron un pedido de amparo ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN), que derivó en la suspensión de toda actividad de desmontes y aprovechamientos forestales en cuatro departamentos provinciales. Este hecho volvió a poner a Salta en el foco de los debates, quedando en evidencia las disputas territoriales asociadas al este salteño.
En este contexto, nos propusimos contribuir a la problematización y jerarquización de la dimensión espacial en el análisis sociológico, aportando a la indagación de los sentidos que son esgrimidos en torno del territorio y la población en cuestión. Asimismo, la investigación se nutrió de los principales debates en torno al desarrollo como sinónimo de un progreso y modernización unívocos y a las implicancias de sus sucesivas adjetivaciones, a la vez que recuperamos las contribuciones de la ecología política y de las perspectivas epistemológicas y teóricas que proponen pensar los procesos de mercantilización y colonialización de la naturaleza. También nos sustentamos en los aportes provenientes de la antropología económica, la sociología rural y ambiental, entre los principales.
Algunas de las preguntas que orientaron la investigación: ¿Qué actores intervienen en la demanda, diseño, formulación e implementación de las políticas de OTBN? ¿Cuáles son los proyectos territoriales propuestos por los diversos actores para el este salteño y su población en el contexto del OTBN? ¿Qué implica “ordenar” el territorio en el este salteño? Los diversos modos de entender al territorio, ¿derivan en distintas propuestas para su ordenamiento? ¿Por qué, para qué, cómo y para quiénes ordenarlo? ¿Cuáles son los imaginarios que circulan actualmente en torno a los territorios indígenas y criollos, en virtud del avance de la frontera agropecuaria sobre sus tierras “improductivas”? Siendo el este salteño el escenario por excelencia en donde transcurre la vida de los pueblos indígenas y criollos en la provincia (asociada a imágenes de marginación, atraso y subsistencia), ¿qué sentidos entraron en disputa al tiempo que este territorio históricamente marginal comenzó a ser foco de intereses económicos? ¿Qué modelos de desarrollo son impulsados (explícita o implícitamente) para el este salteño por los diversos actores involucrados? ¿Qué potencialidades, límites y desafíos presenta la implementación de la política de OTBN en el contexto salteño?
En suma, el OTBN salteño es una política cuyo diseño e implementación ha sido muy reciente y, dadas sus características y la complejidad de actores implicados en su definición, ha suscitado una gran variedad y cantidad de documentos, informes y otros materiales de difusión, por lo que ha sido posible tener acceso directo a una multiplicidad de fuentes e informantes. A partir de los mismos, es factible adentrarse en la complejidad de los múltiples actores involucrados en la definición de las tierras susceptibles de ser incorporadas a la producción agropecuaria en el este de la provincia de Salta, indagando los diversos sentidos que son asociados a un mismo territorio y los modelos de desarrollo y las formas diferenciales de apropiación y valorización de la naturaleza que (explícita o implícitamente) se ponen en juego en este contexto.
En adelante y a modo introductorio, realizamos un ejercicio de historización y reflexión en torno a la investigación doctoral. A riesgo de caer en una suerte de “catarsis experiencial”, trataré de dar cuenta de la “cocina” de la propia práctica investigativa (Trinchero, 2007, 2000). En otras palabras, se trata de un ejercicio de objetivación de la relación del investigador con su objeto que, siguiendo a Bourdieu y Wacquant, es
el más difícil de los ejercicios, porque exige romper con las adherencias y adhesiones más profundas y más inconscientes; a menudo, con aquellas que fundamentan el “interés” mismo del objeto estudiado para quien lo estudia, es decir, lo que él menos desea saber acerca de su relación son el objeto que intenta conocer. Es el ejercicio más difícil pero también el más necesario (1995: 191).
En la redacción de este capítulo hago uso preferente (aunque no exclusivo) de la primera persona del singular. En el resto de los apartados, haré uso indistinto del impersonal y de la primera persona del plural, intentando en este último caso incluir a quienes acompañaron la búsqueda y a quienes se sientan incluidos en ella a partir de sus propias experiencias de investigación (Rockwell, 2009), más allá de que asumo la responsabilidad por lo expuesto.
Acerca de cómo llegué al este salteño
Lapacho, solito en el monte
donde el día esconde
lumbre de la tierra, ceniza de sol.
Lapacho, también en mi alma
la vida sembró su color.
Un árbol borracho de sueños
con ramas de viento
crecido en el monte
de mi corazón(“Lapacho”, Ramón Ayala)
Durante la cursada de la Licenciatura en Sociología, mis principales preocupaciones e inquietudes se relacionaron con las problemáticas de investigación vinculadas a la sociología rural y de la educación. De modo progresivo fui sintiendo interés por la “cuestión indígena”[1], pero difícilmente pude encontrar su abordaje en el plan de estudios: se trataba de sujetos que no eran “objeto de estudio sociológico” –tal vez, por ser una población “no moderna” y por tanto relegada en su estudio a las ciencias antropológicas, disciplina encargada en sus orígenes al abordaje de las sociedades “premodernas”–. Así las cosas y poco a poco, fui acercándome a ciertos abordajes que se estaban llevando a cabo desde la antropología en torno a la población indígena en Argentina.[2]
Mi interés por “lo educativo” me llevó a un Foro a comienzos de 2006, en donde participé de las mesas vinculadas a la educación indígena y rural. Allí escuché a una antropóloga exponiendo su trabajo de investigación y extensión universitaria con pueblos indígenas del norte argentino. Terminadas las exposiciones, me acerqué a presentarme y decirle (según me recordaría luego) que quería “hacer lo que ella hacía”. Al martes siguiente, estaba golpeando la puerta de la oficina a la cual no dejaría de asistir durante años, dando comienzo a mi lugar como “socióloga entre antropólogos” (con todo el “extrañamiento”, “distanciamiento”, aprendizaje y enriquecimiento que esto implicó).
En agosto de 2006, llegó el ansiado “viaje de iniciación”, y junto con mis compañeros viajamos hacia Tartagal para participar en la realización de un taller en una comunidad indígena en las cercanías de esa ciudad. Son múltiples los recuerdos que, de modo verborrágico y desprolijo, e intentando respetar la cronología de los eventos, bosquejo a continuación:
El micro, a la ida, cruzando el río Seco por su lecho, ya que el puente se había destruido debido a las intensas precipitaciones; los lapachos en flor a la vera de la ruta; el aumento significativo en el régimen de lluvias entre fines de 2005 y principios de 2006 vinculado a los cambios en el uso del suelo de los últimos años que había ocasionado daños en la infraestructura de Tartagal por la crecida del río homónimo; una comunidad indígena situada a escasos metros de las lagunas de depuración de la planta de tratamiento de líquidos cloacales urbanos, acusando problemas de contaminación en el agua y los consecuentes riesgos sanitarios; la problemática de la educación intercultural en Salta y del rol de los maestros indígenas, denunciando en el taller las características de su trabajo en las escuelas (y las discusiones más profundas, llevadas adelante en lenguas indígenas); un grupo de niños indígenas llamándome al grito de “¡rubiaaa!” (marcando mi distancia, situándome en el lugar de extraña); un alambrado dividiendo las tierras de esa comunidad y una plantación de soja que se perdía en el horizonte; la visita a los emprendimientos de la Unión de Trabajadores Desocupados en General Mosconi (sede de la emergencia del movimiento piquetero a mediados de la década de 1990) y de allí a Campamento Vespucio, en donde yacían las “ruinas” de la petrolera estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales, donde tuvimos un nuevo acercamiento a las consecuencias de las picadas y prospecciones petroleras al recorrer la zona con una mujer que nos mostró los vestigios de aludes y deslizamientos de cerros; el bloqueo del paso fronterizo con Bolivia (puente internacional Salvador Mazza-Yacuiba) por comerciantes, bagayeros y taxistas de ambos países en protesta por la reciente puesta en vigencia de una tasa migratoria; la espera en la terminal de Tartagal del ómnibus de regreso a Buenos Aires junto con un indígena de la zona, constantemente asediada por jejenes, mientras que a él no se le acercaban, y a mi lado, se reía.
Dos observaciones finales: por un lado, este primer “viaje hacia lo exótico”, no fue sin embargo un viaje hacia un mundo completamente desconocido. Por otro, y visto en retrospectiva, en las experiencias y vivencias enumeradas ya estaban conjugadas muchas de las dimensiones con las que tiempo después iba a entretejer mi propuesta de investigación, sumando nuevas experiencias e intereses.
Construcción del problema –del (des)ordenamiento al ordenamiento territorial– y coordenadas espacio-temporales de interés
El planteamiento de una investigación es todo lo contrario a un show, a una exhibición donde uno trata de lucirse y demostrar su valía. Es un discurso en el cual uno se expone, asume riesgos […]. Mientras más se expone uno, mayores probabilidades tendrá de sacar provecho de la discusión, y más amistosas serán, de ello estoy seguro, las críticas o las sugerencias
(Bourdieu y Wacquant, 1995: 162, Destacados en el original[3])
Las diversas instancias de participación en prácticas de investigación y extensión universitarias fueron permitiendo una aproximación a la estructuración política, económica, social y cultural de la región chaqueña, a los conflictos territoriales y al seguimiento de la situación de las poblaciones indígenas.
El rumbo de la investigación quedó finalmente orientado hacia el análisis del proceso de OTBN en la provincia de Salta. La dinámica de los acontecimientos a nivel nacional y provincial me fueron re-conduciendo hacia este camino: el escenario desplegado en torno al plan de OTBN –los talleres participativos, los debates legislativos, la elaboración y difusión de múltiples documentos por parte de sus “actores” y “detractores”, la presencia cotidiana en los medios de comunicación provincial, entre otros– fue considerado un punto de partida propicio desde donde poder profundizar en los intereses planteados.
Dicho esto, cabe mencionar una serie de observaciones en torno al recorte temporal y espacial de la investigación y de las posibles (múltiples) escalas de análisis. Tomando en cuenta criterios políticos de delimitación, de mayor a menor escala, la investigación posa su mirada en Argentina, y de allí se traslada a la provincia de Salta, específicamente en los departamentos del este provincial (San Martín, Rivadavia, Orán y Anta). En otro nivel, partiendo de una escala de análisis regional, nos interesa enfocar en el “Gran Chaco” americano (Argentina, Paraguay, Bolivia y Brasil), tomando especial interés el “Chaco argentino” y de allí, la porción ubicada al noreste de la provincia de Salta (el Chaco salteño), y su transición hacia la región de Yungas, el “umbral al Chaco”.
Si bien no hacemos un recorte estricto por departamentos, así como tampoco un análisis extensivo e intensivo en cada una de las unidades departamentales enumeradas, recurrimos a las mismas para una primera circunscripción del espacio geográfico de interés. Esta decisión remite a una serie de criterios, a saber: se trata de la zona provincial que arroja las mayores tasas de deforestación, siendo el área más dinámica de avance de la frontera agropecuaria en los últimos tiempos. A su vez, es la región que acusa mayor número de población indígena, y gran cantidad de conflictos territoriales (que involucran también a la población criolla).
Ahora bien, la delimitación de las mencionadas escalas espaciales está acompañada por una correlativa definición de las escalas temporales, en virtud de dar cuenta del problema tanto en su extensión geográfica como histórica. Partimos de la constatación de que un territorio no es una formación ahistórica, fruto de un proceso espontáneo e instantáneo, sino que más bien se trata de un “archivo” de sucesos ocurridos a lo largo del tiempo, que van dejando rastros que se superponen en una especie de “palimpsesto” (Corboz, 2001). Para dar cuenta de los intereses de investigación planteados, hay una serie de focos temporales a tener en consideración de manera simultánea. Si bien el OTBN tuvo su inicio en la provincia de Salta en el año 2008, es imprescindible enmarcar esta política en el contexto de las reconfiguraciones (territoriales, productivas, económicas, políticas, culturales, etc.) acaecidas en la región en la década de 1990, y más atrás, desde los años 1970, a nivel internacional y nacional. Esto, en el contexto de la emergencia de discursos y normativas ambientalistas en defensa de las externalidades negativas del crecimiento económico “a secas”, a la vez que en el marco de la apertura legislativa y política hacia la “aceptación de la diversidad”, en cuyo seno los Estados latinoamericanos reconocieron su carácter intercultural y dieron paso a la implementación de políticas de cuño indigenista.
No obstante este recorte temporal, recurrimos asimismo a referencias históricas de más larga data: para entender el (des)ordenamiento actual del territorio considerado, hay que rastrear los sucesivos (des)ordenamientos previos. Las características y modos de diseño e implementación de las políticas ligadas al territorio y población chaquense en la actualidad no pueden ser desvinculadas de los modos históricos de relación entre el Estado (nacional y/o provincial) y los pobladores originarios. Se hace necesario, entonces, prolongar la mirada hasta fines de siglo XIX y principios del XX, rastreando las particularidades del despliegue de la territorialidad estatal en estos “territorios indígenas”, y más allá, en los siglos anteriores, escudriñando las incursiones al Chaco desde tiempos coloniales por parte de los más variados actores.
Otra manera de pensar en las escalas de análisis nos remite a los actores sociales e institucionales, en tanto en el mismo espacio geográfico entran en juego sujetos (individuales y/o colectivos) que difieren en su procedencia, intereses y capacidad de acción (material y simbólica) respecto del territorio considerado. Asimismo, debe tenerse especial recaudo en discernir las diversas formas de circunscribir las coordenadas espaciales y temporales que tendrán los disímiles actores en juego. Podríamos sugerir que distintos son los tiempos estatales y su circunscripción político-jurisdiccional del espacio; de los tiempos y escalas espaciales de acción considerados por la lógica económica de las empresas (agropecuarias, forestales, hidrocarburíferas) que invierten en la región; así como otras serán las temporalidades y territorialidades vividas por los pueblos indígenas y familias criollas: históricamente invisibilizadas y sometidas, a la vez que evaluadas en términos de atraso y supervivencia en relación al tiempo-espacio evolutivo y lineal de la modernidad occidental. Consideramos que estas diferentes concepciones y formas-otras de atravesar los tiempos y espacios no pueden desconocerse y deben ser analizadas en su interrelación e interdependencia.
En definitiva, el problema de investigación propuesto invita al análisis simultáneo de escalas espaciales y temporales diversas e imbricadas, y a una vigilancia constante de las relaciones entre niveles diferenciados. El desafío, entonces, está en poder articular estos niveles en su mutua influencia, sin perder de vista sus especificidades.
Sobre las decisiones metodológicas, el trabajo de campo y el análisis conceptual
¿Por qué la tierra es mi casa?
¿Por qué la noche es oscura?
¿Por qué la luna es blancura
que engorda como adelgaza?
¿Por qué una estrella se enlaza
con otra, como un dibujo?
Y ¿por qué el escaramujo
es de la rosa y el mar?
Yo vivo de preguntar:
saber no puede ser lujo(“Escaramujo”, Silvio Rodríguez)
Hasta aquí, un racconto de mis sucesivos acercamientos al tema y espacio(s)-tiempo(s) de la investigación. En adelante, propongo un abordaje del proceso de investigación en movimiento, y una reflexión en torno a sus marchas y contramarchas.[4]
La investigación es un proceso sujeto a reformulaciones, retoques y rectificaciones permanentes. Por tanto, buscamos que las estrategias metodológicas mantuvieran una relación dialéctica con los referentes conceptuales: no reducir “lo metodológico” a meras “técnicas” de recolección de datos, sino mantener una profunda imbricación entre las consideraciones epistemológicas, teóricas y empíricas que se iban concretizando a lo largo del proceso investigativo (Achilli, 2005).
El “campo” no hace referencia necesariamente a un “lugar” o a un grupo de sujetos en particular, sino más bien a una escala de relaciones sociales y de poder en las que interesa profundizar. Antes de dar cuenta de las características que asumió la planificación y puesta en marcha del “trabajo de campo”, cabe enfatizar nuevamente en su relación dialéctica con el trabajo analítico y conceptual (Achilli, 2005; Rockwell, 2009). No obstante, en el intento de hacerlos inteligibles, ambos momentos pueden quedar aquí disociados, a riesgo de caer en una concepción dicotomizadora y de perder la riqueza del constante “ida y vuelta” investigativo.
Las condiciones en que el trabajo de campo es realizado, la forma en que se construyen y/o recogen los datos, el tipo de vínculo establecido con los actores, son muy importantes en el modo en que se realizará el análisis, y no sólo ofician de mera ilustración. La investigación depende entonces de la biografía del investigador, de las opciones teóricas existentes, del contexto histórico, del financiamiento y las características del lugar de investigación, entre tantas otras variables. Así también, el contexto académico e institucional en el cual se realiza la investigación siempre enmarca las reflexiones sobre el proceso (Bourdieu y Wacquant, 1995; Rockwell, 2009). En esta línea argumentativa es que intento poner de manifiesto la manera y las condiciones en las cuales fui acercándome progresivamente al objeto de investigación, entendiendo que tal puesta en escena es un insumo desde el cual reflexionar acerca de las decisiones tomadas.
La información relevada y los datos construidos a partir de los sucesivos viajes a la provincia de Salta fueron paralelamente complementados con trabajo de archivo y entrevistas realizadas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Cada una de las aproximaciones conllevó un replanteo de los objetivos y perspectivas de la investigación, permitiendo refutar o revisar ideas previas, reflexionar acerca de las lecturas hechas, hacerme nuevas preguntas y, de vez en cuando, encontrar algunas “respuestas”.
Para la consecución de los objetivos planteados, se planificó una utilización combinada y simultánea de diversas estrategias de recolección y producción de información (y también de procesamiento y análisis de la misma).
En primer lugar, realizamos entrevistas con actores vinculados directa o indirectamente a la demanda, diseño e implementación de la política de OTBN. Esto interesa en virtud de indagar las diversas formas de entender al territorio a ser ordenado por parte de los múltiples actores. Así, poder trazar un panorama de los distintos sentidos e intereses que se encuentran en disputa en torno al Chaco salteño en ocasión del OTBN y de los diversos modelos de desarrollo que están en debate para este particular territorio y su población.[5]
A nivel documental, relevamos y sistematizamos diversas fuentes: legislación internacional, nacional y provincial vinculada a temáticas ambientales y de OTBN; versiones taquigráficas de los debates parlamentarios y proyectos de ley alternativos a la Ley nacional N° 26.331 y la Ley provincial N° 7.543. Así también, trabajamos en la recopilación y análisis de material estadístico y cartográfico, con el fin de lograr una descripción del proceso de reconfiguración territorial y productiva en el Chaco salteño durante las últimas décadas del siglo XX y comienzos del XXI.
También se incorporaron la observación y registro en reuniones, talleres o lugares de interés para la investigación. El material empírico de análisis estuvo asimismo constituido por la prensa escrita: el análisis hemerográfico supuso el relevamiento exhaustivo de los principales diarios nacionales y provinciales(años 2008 a 2012), los cuales no sólo funcionaron como difusores de información sino también se constituyeron en actores centrales de la disputa por el OTBN en Salta. Los informes técnicos y documentación oficial, junto con otros documentos, solicitadas y declaraciones producidos por los actores no estatales en el contexto del OTBN también constituyeron material de campo.
Por último, avanzamos en el estudio de documentos y fuentes históricas del período colonial y el proceso de formación del Estado nacional elaborados por los diversos actores que tuvieron injerencia en la región chaqueña, además del análisis de material estadístico y legal de fines de siglo XIX y comienzos del XX, de acuerdo al interés de realizar un abordaje de más largo alcance que permitiera rastrear la particular conformación del territorio chaquense a lo largo de la historia.
Todo este material empírico se tornó insoslayable a la hora de reconstruir la complejidad de los múltiples actores involucrados en la definición de las tierras susceptibles de ser incorporadas a la producción agropecuaria en el este de la provincia de Salta. La perspectiva etnográfica es un terreno fértil desde el cual abordar el acervo documental de segunda mano, articulando “campo” y “archivo”. Es decir, la información no recolectada o generada por el propio investigador, ni relevada etnográficamente, pero cuyo contenido puede ser analizado en clave etnográfica: fuentes históricas, legislaciones, estadísticas, etc. La apuesta es leer los documentos no a partir de una lectura literal sino intentando deconstruir y desarmar lo allí plasmado: reconstruir las relaciones, conflictos, silencios por detrás, entendiéndolos no como fuentes de datos que se extraen de contexto sino como evidencia material de procesos y conflictos sociales. Esta propuesta de análisis nos invita a escudriñar los contextos en los que tales documentos fueron producidos, a descifrar los múltiples intereses en juego por detrás de fuentes cristalizadas, a inferir prácticas y conflictos detrás de normas objetivas. En síntesis, a “imaginar lo no-documentado” (Rockwell, 2009: 180).
Como apunta Rockwell, la experiencia de campo y el trabajo analítico deben cambiar profundamente los marcos de percepción, de interpretación y comprensión del propio investigador, quien “no va al campo para confirmar lo que ya creía saber, sino para construir nuevas miradas sobre realidades ajenas o familiares” (2009: 185). El análisis debe conducir a la construcción de nuevas relaciones conceptuales (no previstas), este trabajo se ha logrado
Sólo cuando se modifica sustancialmente la concepción inicial del proceso que se estudia; cuando, a consecuencia de la construcción de nuevas relaciones, se puede dar mejor cuenta del orden particular, local y complejo del proceso estudiado; cuando la descripción final es más rica y más coherente que la descripción inicial; cuando se abren nuevos caminos de investigación, siempre en proceso de construcción, siempre inconclusos (2009: 67).
Es así como busco problematizar la instancia del procesamiento y análisis del acervo documental recolectado y construido en las distintas “incursiones al campo”, apuntando hacia la redefinición de objetivos, perspectivas de análisis y preguntas de investigación. La cronología aquí expuesta no es un proceso lineal sino que alberga un proceso dialéctico de formulaciones y reformulaciones sucesivas: el trabajo teórico y analítico modifica, confirma, resignifica las concepciones previas al campo, así como éste último repercute en la reformulación y ajuste del trabajo conceptual, precisando categorías y estableciendo nuevas relaciones entre los procesos estudiados (Achilli, 2005; Rockwell, 2009).
De manera sucinta, puedo señalar algunos de los cambios que se fueron sucediendo conforme avanzaban el trabajo de campo y el trabajo analítico, tanto en la perspectiva e intereses del proyecto, como en la forma de entender “lo indígena”, “lo estatal” y “lo territorial”, por citar algunos de los ejes problemáticos de la investigación.
Más allá de que no partía de pensar al Estado desde su homogeneidad, comencé a tomar precaución en no reificar al Estado como un actor monolítico, para dar lugar al reconocimiento de la multitud y multiplicidad de “Estados” (tanto entre organismos o dependencias, como entre sus diferentes niveles). Asimismo, no deben desconocerse las múltiples voces no estatales involucradas en el diseño e implementación de políticas públicas. Esto se torna de vital importancia para tomar distancia de la topografía vertical del poder y de las visiones estatales unívocas y universalistas, y para reconocer la multiplicidad de sujetos e instituciones en sus diversas prácticas gubernamentales: se trata de una diversidad de actores, intereses y discursos divergentes, por tanto el abordaje y análisis debía trascender el par Estado-pueblos indígenas, para dar lugar al abanico más amplio de actores en juego.
En la misma línea, fui relativizando el modo por momentos dicotómico con el cual había abordado la visión del territorio, postulando polos opuestos entre sí y homogéneos a su interior (territorialidad indígena versus una única territorialidad estatal, o “territorio indígena” en oposición binaria al “territorio de la agroindustria”, por ejemplo). Por un lado, esta perspectiva silenciaba la multiplicidad de territorios y territorialidades existentes al interior de cada uno de estos términos, a la vez que desconocía el abordaje de los otros proyectos territoriales involucrados. Por el otro, pecaba (aun sin quererlo) de una concepción “esencialista” en torno a los pueblos indígenas como “salvajes ecológicos”, guardianes por excelencia de la naturaleza en oposición a los impactos producidos por el modelo agropecuario (más allá de la evidencia de que las dinámicas productivas de los primeros son comparativamente menos degradantes del ambiente). A su vez, escondía la heterogeneidad de historias, trayectorias y condiciones de vida de los diferentes grupos indígenas (y de las complejidades a su interior), al interpretarlos como un bloque homogéneo de intereses.
Lo que interesa, pues, es pensar en los múltiples actores, poderes y territorios en disputa, dar cuenta de territorialidades múltiples y superpuestas en un mismo espacio geográfico: los actores locales, regionales, nacionales y supranacionales, aquellos que tienen mayores expectativas para imponer su visión del territorio (y materializarla); los sujetos antes silenciados; percibir y analizar conflictos y divergencias por la dominación y apropiación de los “recursos naturales”.
Hasta aquí, intenté dar lugar a una reflexión en torno al proceso de reformulación del proyecto inicial de investigación doctoral, dando cuenta de la readecuación de los objetivos y abordajes metodológicos, epistemológicos y conceptuales de acuerdo a los nuevos intereses y perspectivas de análisis surgidos a lo largo de los años de trabajo.
La explicitación de los vínculos con el problema, el lugar y los sujetos de investigación, la exposición de los supuestos iniciales, de las primeras formulaciones teórico-metodológicas y las características de los sucesivos “acercamientos al campo”, son una forma de reflexionar en torno a y hacer explícita la práctica investigativa. El ánimo principal estuvo puesto no en una mera exhibición experiencial y subjetiva de los acontecimientos y etapas investigativas, sino principalmente en que tal exposición fuera terreno fértil desde donde reflexionar acerca del por qué, cómo, con quiénes y para qué hacerlo. En este sentido, debe vigilarse no sólo la perspectiva teórica y metodológica desde la cual se “hace investigación”, sino también prestar atención al destino social del conocimiento producido (Bourdieu y Wacquant, 1995; Rockwell, 2009).
La permanente reflexividad debe pesar tanto sobre el rol ocupado por el investigador –reflexivo acerca de su lugar al interior del campo académico y de los límites y ventajas de su posición de poder/ saber– y sobre sus implicaciones con el problema de investigación, como en la constante vigilancia epistemológica en torno a los modos de acceso y vínculos tejidos con los lugares y sujetos involucrados en la investigación (Bourdieu y Wacquant, 1995). La práctica investigativa no es un proceso meramente académico, sino también debe priorizarse el compromiso que encierra con los sujetos con quienes y los lugares en donde se trabaja.
Principales antecedentes empíricos en torno al problema de investigación
Crece desde el pie, musiquita,
crece desde el pie
uno dos y tres, derechita,
crece desde el pie(“Crece desde el pie”, Alfredo Zitarrosa)
La investigación se “nutre de” e “inserta en” la intersección entre investigaciones provenientes de la sociología rural y ambiental, la antropología económica, la ecología política y la geografía crítica. En el próximo capítulo haremos foco en los aportes conceptuales y las categorías que serán priorizadas para el análisis. En este apartado, nos centramos en la presentación de los principales antecedentes empíricos relativos a la problemática en estudio.
Para comenzar, señalemos que en el ámbito de estudio de la problemática rural, numerosas investigaciones llevadas adelante por equipos de trabajo provenientes de distintas disciplinas (sociología, historia, agronomía, economía, antropología, geografía, etc.) han recorrido desde diversos enfoques la serie de transformaciones ocurridas en el medio rural latinoamericano y argentino en tiempos de globalización y neoliberalismo (Barbosa Cavalcanti y Neiman, 2005; Domínguez y Sabatino, 2006; Giarraca, 2001; Giarraca y Teubal, 2010b, 2009, 2008, 2005; Gras y Hernández, 2009; Manzanal y Neiman, 2010; Morello, 1992; Neiman y Craviotti, 2006; Paruelo, 2004; Reboratti, 2010, 2007; Rodríguez, 2005; Svampa y Viale, 2014; Teubal, 2006, 2001).
En este marco, una serie de provincias –entre ellas, Chaco, Formosa, Santiago del Estero y Salta– se han constituido en casos de estudio privilegiados, en virtud del ritmo expansivo del modelo agropecuario y por la resistencia llevada adelante por sus poblaciones a través de distintas organizaciones y/o movimientos sociales.
Entre estas contribuciones, hemos profundizado en la literatura abocada a la caracterización del proceso –que afecta a toda la región y que ha sido señalado como la “pampeanización” y “ganaderización” del Chaco–en la provincia de Salta. En particular, esto nos remite al espectacular avance de la frontera agropecuaria –a partir del desmonte y la tala de BN– sobre ecorregiones frágiles y degradadas; a los impactos ambientales y sociales (sobre población indígena y campesina); la progresiva erosión, degradación y salinización de suelos; la pérdida de biodiversidad; los procesos de fragmentación de los ecosistemas naturales y de reducción de hábitats de las especies; los crecientes problemas en la salud de la población por uso de agroquímicos; la concentración de tierras y expulsión de población hacia la periferia urbana; los desalojos y episodios de violencia rural; los efectos que en forma simultánea provienen del avance de la frontera hidrocarburífera, entre otros (Adámoli, Torrela y Ginzburg, 2008; Cafferata, 1998; León, 1997; León, Prudkin y Reboratti, 1986; Morello y Rodríguez, 2009; Morello y Pengue, 2007; Paruelo et al, 2009; Prudkin, 1997; Reboratti, 1996ayb; Slutzky, 2005; Trinchero y Belli, 2009; Trinchero, Belli y Slavutsky, 2004; Van Dam, 2003).
En primer lugar, desde las ciencias ambientales, agronómicas y biológicas se vienen abordando las características y consecuencias de las transformaciones productivas ocurridas en la región chaqueña a partir del avance del frente agropecuario, el monocultivo sojero y la deforestación de BN.[6]Se ha analizado la expansión sojera en Argentina con especial atención en el estudio del caso del este salteño en ocasión del avance de la deforestación y sus consecuencias ambientales (Paruelo 2011; Paruelo et al 2009, 2004), se han indagado las características de la intensificación de los procesos productivos agrícolas y sus efectos negativos en la llanura Chaco-Pampeana, señalando que la expansión de la frontera agropecuaria reciente ha sido el proceso de conversión ecológica, socioeconómica, técnica y cultural más dinámico del país (Morello y Rodríguez, 2009; Pengue, 2009), y se ha hecho énfasis en el análisis de los procesos de expansión de las fronteras agrícolas en la región chaqueña, en el dimensionamiento de la extensión de las áreas transformadas, la identificación de los riesgos para la sustentabilidad agrícola y la conservación de la diversidad biológica (Adámoli, Torrela y Ginzburg, 2008; Adámoli, Ginzburg y Torrela, 2011, 2008).
Las indagaciones antedichas nos informan acerca de los impactos ambientales de los cambios en el uso del suelo, las consecuencias en la flora, fauna, suelos, aire y agua de las nuevas formas productivas incorporadas en regiones frágiles, a partir de un riguroso trabajo de sistematización estadística y de relevamiento y análisis satelital y cartográfico. Si bien no profundizan acerca de las relaciones de poder involucradas en las disputas por los modos de construir territorio y en los modelos de desarrollo en tensión, se trata de estudios que se tornan insoslayables a la hora de reconstruir el marco general de las transformaciones productivas y territoriales (el “desorden”) ocurridas en las últimas décadas en la región del Chaco y Yungas, y de sus impactos y consecuencias sociales y ambientales.
Por su parte, desde las ciencias sociales y humanísticas el campo de los estudios agrarios tiene también una vasta trayectoria, de la cual hacemos un recorte temático en función de nuestros intereses investigativos.
Para comenzar, se vienen abordando las transformaciones de la agricultura argentina y los cambios en los mundos rurales, explorando los cambios productivos así como las modificaciones en la estructura agraria argentina y sus consecuencias sociales. Estos estudios también se han abocado al análisis de las acciones colectivas, protestas y formación de “movimientos socioterritoriales” –de acuerdo con la definición de Mançano Fernandes (2005)–, registrando las disputas por la apropiación y/o mantenimiento de los recursos naturales (tierra, agua y minerales) que comunidades campesinas, indígenas y/o asambleas de autoconvocados llevan adelante contra el despliegue del agronegocio, la minería a cielo abierto o la explotación petrolera, puntas de lanza del modelo extractivo vigente (Giarraca, 2009, 2006, 2001; Giarraca y Teubal, 2010ayb, 2009, 2008, 2005; Teubal, 2006, 2001).
En lo relativo a la región y temática de interés de esta investigación, hay quienes han avanzado en la problematización del avance agropecuario en región chaqueña en general y en la provincia de Salta en particular, proceso caracterizado como de “reorganización territorial” que ha producido cambios en el control y en los modos de uso de los espacios geográficos y sociales (Domínguez, 2009; Domínguez, Lapegna y Sabatino, 2004) y que encuentra como respuesta una explosión de los conflictos y disputas en la definición de los usos y sentidos del territorio entre empresarios y campesinos y/o indígenas. Se ha avanzado así en el estudio de los conflictos territoriales, en la revitalización de las luchas campesinas e indígenas y en la emergencia de nuevos movimientos sociales y modalidades de acción colectiva al calor del proceso privatizador de los años 1990, simbolizadas en los cortes de ruta impulsados por el movimiento piquetero y las puebladas en el norte salteño (Barbetta, 2009; Barbetta y Lapegna, 2001; Domínguez, 2009, 2001; Giarraca y Wahren, 2005; Wahren, 2011).
De modo concomitante, se ha avanzado en el análisis de las disputas territoriales en el agro en términos de “territorialidades excluyentes” (manifestada en la desaparición de productores, el desplazamiento y corrimiento de producciones tradicionales, la incompatibilidad agroecológica de las producciones que subsisten alrededor de la soja). Se han suscitado asimismo aportes en torno a la violencia rural y para la crítica con respecto al desarrollo rural entendido en términos lineales y progresivos (GEPCyD, 2010).
También en el área de estudios rurales podemos encontrar una serie de investigaciones que tienen por objeto el trabajo agrícola, poniendo énfasis en el análisis de los mercados de trabajo rurales regionales; la emergencia o predominio de nuevos cultivos con alta capitalización en detrimento de otros cultivos regionales y familiares; la incorporación de nuevas tecnologías que han afectado el mercado de trabajo tradicional; el mayor tamaño de las explotaciones y las crecientes formas de integración vertical de la producción; el aumento de los trabajadores rurales temporarios en relación con los permanentes y familiares; entre otros (Aparicio y Benencia, 2001). En este marco, se han dado lugar indagaciones sobre las características del empleo rural y de los complejos agroindustriales del noroeste argentino, en especial la producción tabacalera y azucarera (Giarraca, Aparicio, Gras y Bertoni, 1995; Panaia, Aparicio y Zurita, 2000), y sobre las modalidades que asume en la actualidad la organización social de la agricultura y los espacios rurales mediante el estudio de las estrategias empresariales y la organización de los procesos laborales, el trabajo asalariado, la agricultura familiar, los hogares de los productores y de los trabajadores, las organizaciones, y la relación sociedad-naturaleza (Barbosa Calvacanti y Neiman, 2005; Neiman y Craviotti, 2005).
Con respecto a la tradición de investigaciones en sociología ambiental, en los últimos años se ha evidenciado una proliferación de estudios en este sentido. Se han hecho importantes aportes en ocasión del análisis y seguimiento de la formación del campo de las políticas y demandas ambientales como asunto socialmente problematizado en Argentina. En esta línea, se ha abordado la construcción de “lo ambiental” como problema público; la productividad social de los conflictos ambientales; los procesos de actualización local del derecho; la construcción de lenguajes de valoración sobre el territorio y el ambiente; el análisis de las controversias socio-técnicas planteadas en el transcurso de los conflictos; la inscripción territorial de la acción colectiva ambiental (la constitución de nuevos actores y la reconfiguración de otros que existían con anterioridad); la “juridificación” del ambiente y los cambios de significado que se producen cuando los conflictos son llevados al campo del derecho; los “bucles de retroalimentación” entre diferentes arenas públicas ambientales; entre otros (Merlinsky, 2016, 2013 ab).
Se ha avanzado asimismo en líneas de investigación que apuntan a la expansión vertiginosa del modelo extractivo –caracterizado como el “consenso de los commodities”– y de los grandes proyectos de infraestructura regional, relegando a un segundo plano la discusión acerca de los modelos de desarrollo posibles. Como resultado, se afirma que asistimos a un “giro eco-territorial” de las luchas, en el cual convergen de modo novedoso la matriz indígena comunitaria, la defensa del territorio y el discurso ambientalista. En Argentina, se corporiza en la multiplicación de los movimientos campesino-indígenas y en la explosión de los conflictos socioambientales –una nueva “cartografía de las resistencias”–, ante lo cual han cobrado mayor visibilidad e importancia antiguas y nuevas formas de lucha por la tierra y el territorio. Más aún, se señala que el discurso (no siempre explícito) de las empresas transnacionales y de los gobiernos, suele desplegar una concepción binaria del territorio, sobre la base de la división viable/inviable, la cual lleva a la descalificación de otras lógicas de valoración: el “territorio eficiente” (mirada productivista y eficientista) se opone así al “territorio vaciable” o “sacrificable” (en suma, improductivo). En este marco, la territorialidad del modelo sojero y minero –encarnados en el discurso eco-eficientista y la visión desarrollista– se constituyen como excluyentes y en tensión con las otras territorialidades existentes (Svampa, 2012, 2011; Svampa y Viale, 2014).
Desde un marco conceptual que recupera las categorías de territorio y desarrollo, ciertas investigaciones se han orientado al estudio de las problemáticas de desarrollo territorial. Se han centrado en las dinámicas de las economías regionales y del desarrollo rural-local, focalizando en el rol y la dinámica de las instituciones, los modos de participación y formas de organización de los actores, la gestión, consecución y evaluación de políticas públicas relacionadas al desarrollo local y territorial. Han concentrado su atención en el análisis de las propuestas de desarrollo territorial y en los modos en que se expresa la “construcción de territorios” –en tanto territorios de la globalización, la descentralización y la modernidad– en ámbitos rurales, proponiendo una mirada crítica acerca de los modelos vigentes y una apertura hacia la consideración de los múltiples actores y sujetos en sus potencialidades y capacidades para la acción y ejercicio del poder, a través del cual producen y transforman su territorio y las instituciones respectivas, con especial énfasis en el fortalecimiento de las organizaciones territoriales y de la participación de la población organizada, en oposición a las propuestas de desarrollo que priorizan la competitividad y el crecimiento productivo de los territorios (Manzanal y Villarreal, 2010; Manzanal y Arzeno, 2010; Manzanal, Arzeno y Nussbaumer, 2007, Manzanal, Neiman y Lattuada, 2006).
Entre los aportes provenientes de la antropología económica, destacamos las herramientas conceptuales para el análisis de los impactos sociales, económicos y territoriales sobre las dinámicas de las economías domésticas indígenas y campesinas en contextos de reciente valorización y expansión de fronteras agropecuarias y/o ante la construcción de grandes obras de infraestructura o la implementación de programas de desarrollo, especialmente en la región chaqueña y en la Patagonia. En particular, estos análisis nos señalan cómo son alteradas las dinámicas de producción y reproducción doméstica, las formas de usufructo del territorio, los modos de organización social y las condiciones ambientales en contextos de valorización territorial. La propuesta es no analizar estas poblaciones en su aislamiento, exterioridad y/o residualidad con respecto a los procesos de valorización capitalista sino ver su situación actual en términos de articulación, resignificación, preservación, recreación (no sólo destrucción) y transferencia de valor entre las economías domésticas y el sector capitalista (Belli, Slavutsky y Trinchero, 2004; Bratisevic, 2011; Carenzo, 2008; Iñigo Carrera, 2008; Morey, 2007; Petz, 2010; Trinchero, 2007, 2000, 1992; Trinchero, Balazote y Valverde, 2007; Trinchero, Piccinini y Gordillo, 1992; Trinchero y Belli, 2009; Valverde, 2006).
En este camino, tampoco debemos dejar de mencionar a los equipos de investigación desde donde se ha abordado de manera crítica la situación de los pueblos indígenas y familias criollas del este salteño así como también las características del modelo agropecuario provincial (Buliubasich, 2011; Buliubasich y Rodríguez, 1999; Camardelli, 2005; Colina, 2011; Colina, Barbera, Pais y Yudi, 2010; Colina, et al, 2008; Pais, 2009, 2008;Rodríguez y Buliubasich, 1994; Van Dam, 2003; Yudi, 2008). En particular, en Naharro, Álvarez y Flores Klarik (2010) encontramos una reflexión sobre la resignificación del territorio por parte de distintos actores en el Chaco salteño –definido como “territorio en disputa”– en el contexto de las luchas por la titulación de la propiedad de la tierra en ocasión de la revitalización del mercado de tierras para la producción agropecuaria. De modo adicional, Pais (2009, 2008) revisa algunos de los rasgos principales del desarrollo agrario capitalista y sus consecuencias sobre el campesinado y los pueblos indígenas en Salta, a la vez que propone un acercamiento a la polémica en torno a las distintas visiones de desarrollo y concepciones sobre el ambiente que se han desatado en el marco del avance del frente agropecuario salteño.
En suma, los espacios de investigación hasta aquí mencionados recuperan –en mayor o menor medida, según el caso– perspectivas teóricas y epistemológicas que también son insumo de esta propuesta, como aquellas provenientes de la ecología política, la modernidad/colonialidad, los análisis críticos sobre el desarrollo y el territorio, entre las más destacadas.
Si bien las investigaciones aludidas recurren a la categoría de territorio desde perspectivas de análisis críticas, en algunos casos su utilización es problematizada más que otros, y en ocasiones queda asociada de modo directo a las poblaciones indígenas y/o campesinas, en línea con perspectivas que relacionan estrechamente al territorio, la identidad y la cultura. Aun reconociendo la existencia de múltiples territorialidades en disputa (Estado, empresas, indígenas, campesinos, ONGs, por ejemplo), ciertos análisis se centran en gran medida en los procesos de territorialización de los movimientos indígenas y campesinos, quedando de lado un estudio más pormenorizado acerca de los proyectos territoriales propuestos por actores estatales y empresariales, a la vez que perdiendo de vista los matices al interior de las territorialidades indígenas y/o campesinas. No obstante el territorio –en tanto espacio apropiado cultural y simbólicamente, más allá de lo meramente económico– es una de las reivindicaciones principales por parte de pueblos originarios y campesinos en la defensa de sus derechos históricamente negados, no debemos soslayar que todos los actores construyen y deconstruyen territorios. Nos interesa entonces, intentar ir más allá de un análisis de tipo dualista, para pensar los múltiples actores involucrados en la construcción contradictoria y múltiple de territorios.
En esta línea, creemos oportuno sostener la precaución con respecto de una excesiva valoración “per se” de lo indígena-campesino que nos pueda conducir a una construcción por demás romántica de sus vínculos con la naturaleza y su relación con el ambiente y que no nos permitan ver las tensiones y disputas al interior de estas territorialidades. Esto supone asimismo, evitar una esencialización de estas identidades que, a riesgo de quedar situadas en una relación de ahistoricidad y externalidad con respecto a las relaciones de producción y reproducción capitalistas en las que están insertas, nos impida vislumbrar su capacidad de agencia en los procesos históricos y económicos, o nos lleve a un desmedido optimismo respecto a las capacidades organizativas y/o autonómicas de los grupos en resistencia.
Asimismo, encontramos que en muchos casos las investigaciones han incorporado a los pueblos indígenas como sujetos de estudio en tanto se han constituido en un actor organizado y/o movilizado. De este modo, las contribuciones referenciadas se centran en el análisis de conflictos y de movimientos (definidos como socioambientales o socioterritoriales, de acuerdo a las distintas perspectivas conceptuales), haciendo foco en las acciones de protesta a través de las cuales las poblaciones estudiadas luchan por el territorio, el cuidado del ambiente y la preservación de la naturaleza, en oposición a los modelos hegemónicos de desarrollo signados por una lógica predominantemente productivista y extractiva. Aquí no partimos del análisis de un movimiento y/u organización en particular, sino que apostamos a la reconstrucción del mapa de actores en general. No es ésta una investigación sobre la territorialidad indígena ni nos adentramos en profundidad en las formas de experimentar, construir y usar el territorio y la naturaleza por parte de los pueblos originarios (o de los otros actores). Es más bien un análisis macro que busca problematizar los diversos y contradictorios modos de valorización del territorio, los proyectos de desarrollo y la relación con la naturaleza al fragor de la puesta en marcha de una política de OTBN.
En lo específicamente atinente a las políticas de Ordenamiento Territorial (OT), a través de la bibliografía especializada y de los debates académicos, políticos y técnicos podemos encontrar una profusa caracterización de las tensiones y contradicciones que le son inherentes a las mismas (Massiris Cabeza, 2008, 2002; Wong-González, 2010; Walsh, 2009; Zoido Naranjo, 1998).[7] Massiris Cabeza (2008, 2002) propone un diagnóstico de estas políticas en América Latina a partir de un relevamiento realizado en quince países (incluida la Argentina), en el cual concluye que se trata de avances incipientes. Señala una serie de tensiones a ser resueltas, entre las cuales caben destacarse algunas, en tanto son las que encuentran resonancia en el caso particular de estudio: la articulación entre los objetivos y estrategias de las políticas de desarrollo económico que buscan el crecimiento productivo y aquellas políticas de OT que buscan la conservación, protección y/o regulación del medio; la falta de cohesión territorial de la gestión (ligadas a la inexperiencia de trabajo interinstitucional e interdisciplinario, a los recelos históricos de la injerencia nacional en asuntos domésticos de las provincias, etc.); los alcances y límites de la sostenibilidad ambiental del desarrollo territorial; y el camino que falta recorrer en el logro de una gestión territorial democrática (en relación a la participación efectiva y sostenida de los actores locales y regionales en su diseño, ejecución y seguimiento).
La definición –conceptual, política, técnica– de un OT entraña múltiples significados y, por lo tanto, son múltiples las formas en que puede implementarse. Las diversas contribuciones informan acerca de los variados ámbitos susceptibles de ser objeto de políticas de ordenamiento y previenen acerca del carácter necesariamente interdisciplinario, interinstitucional y participativo que debe adoptar su diseño, gestión, implementación y seguimiento. No obstante, son minoritarios los trabajos que hagan explícita, en la caracterización y definición de las políticas de OT, su aspecto conflictivo. En palabras de Massiris Cabeza (2008), prevalece la concepción del territorio como un espacio contenedor, pasivo y neutro, en el que se localizan los hechos.
Así las cosas, y yendo a la temática específica, hemos recuperado las producciones que de manera simultánea han abordado el análisis de: la “ley de bosques” (Quispe Merovich y Lottici, 2011; REDAF, 2012a, 2009ayb, 2008; Romero, 2012); la implementación del OTBN en Salta (Ferrante, 2010; Seghezzo et al, 2011; Somma et al, 2011) y los OTBN en otros contextos provinciales (Adámoli, Ginzburg y Torrela, 2011; Silvetti et al, 2013). En algunos casos, se trata de informes elaborados con claro objetivo de denuncia –de las dilaciones en la implementación de la política, de los escasos impactos, controles y/o recursos afectados desde el Estado nacional y las jurisdicciones provinciales–, en tanto que en otros casos, se focalizan en su análisis legal, técnico y/o institucional. Si bien algunas de las contribuciones mencionadas se acercan a la propuesta investigativa que aquí desarrollaremos (en términos conceptuales, analíticos y/o metodológicos), se trata en su mayoría de artículos que se detienen en aspectos puntuales del OTBN en Salta (en gran medida las reflexiones provienen de profesionales que de uno u otro modo participaron en el proceso de su diseño y/o implementación) pero que no integran una investigación de más vasto alcance, como la que aquí presentamos.[8]
Para finalizar, señalemos que el campo de investigación propuesto se constituyó como el espacio etnográfico más importante para la antropología argentina del siglo XX, siendo foco de disputas ideológicas y políticas (Gordillo, 2006, Trinchero, 2007). Hace poco más de una década, Teruel y Jerez calificaban al Chaco como “mundo postergado”, no sólo como espacio geográfico sino también como ámbito de conocimiento más allá de la antropología,
Quizás porque aún subsiste la idea de que internarse intelectualmente en esas tierras es entrar en terreno del “otro”, reservado tradicionalmente para etnógrafos y antropólogos. Entre los historiadores la barrera epistemológica (…) es aquella que existe entre los pueblos con escritura y los ágrafos y el terreno de transición entre uno y otro campo es la “frontera”, espacio y concepto que prácticamente monopoliza las preocupaciones de los historiadores. Entre los arqueólogos el Chaco es un espacio muy poco convocante, suerte que comparte, aunque en menor medida, la vecina región pedemontana (1998: 7-8).
Nos preguntamos hasta qué punto esta postergación académica también puede entreverse en el incipiente abordaje sociológico acerca de este mundo chaquense. Si bien existen investigaciones en curso que desde la sociología avanzan en abordajes afines, esto aún nos habla de la vacancia y relevancia temática, del paulatino interés en estos temas en los últimos años y de la importancia de seguir avanzando en este camino investigativo.
Dada la actual revitalización de las demandas por parte de los pueblos originarios y comunidades campesinas, la relevancia adquirida por las luchas territoriales y ambientales, y siendo este espacio geográfico un ámbito que ha dado lugar a producciones académicas e intervenciones estatales y privadas diversas y contradictorias, la investigación aquí propuesta busca constituirse como un aporte específico en el campo disciplinar de las ciencias sociales.
Organización y estructura del libro
No puedo ver
el equilibrio de esa mesa,
cuatro patas,
tengo ganas romper una,
porque yo amo el equilibrio
desajustado,
tensión viva, lo que falta,
abierta angustia de lo impar,
por eso vivo
a puntapiés con las cifras divisibles
fácilmente(“La mano impar”, Daniel Viglietti)
La estructura del libro (exceptuando los capítulos 1 y 2, metodológico y teórico respectivamente) está organizada siguiendo un criterio tanto de profundización temática y conceptual como de aproximación territorial y temporal. Conforme avanzan los apartados, nos aproximamos en el tiempo y hacemos progresivamente foco en la problemática de estudio a través de una cada vez mayor inmersión en el caso particular.
En el ya avanzado acápite inicial, nos ocupamos en desplegar un ejercicio de reflexión en torno al proceso de investigación. Buscamos hacer explícitos los vínculos primarios con el universo de estudio, (re)definir los presupuestos teóricos y estrategias metodológicas iniciales, evaluar y reflexionar acerca de las decisiones y caminos tomados, los cuales derivaron en el interés en la política de OTBN implementada en la provincia de Salta. También presentamos una cronología de nuestras primeras aproximaciones a la problemática de investigación, desde una reflexión sobre la formulación de los interrogantes y los acercamientos preliminares al trabajo de campo. A partir de ello, reconstruimos los cambios de rumbo y replanteos –teóricos, metodológicos, epistemológicos, personales– surgidos de tales experiencias. Finalmente, expusimos las estrategias y herramientas metodológicas a las que recurrimos para la recolección y construcción de los datos, así como también los principales antecedentes empíricos.
En el segundo capítulo, nos adentramos en las principales categorías y debates conceptuales. Primero, proponemos problematizar el lugar de lo espacial en el análisis social, bajo la premisa de que en las ciencias sociales en general, y en la sociología en particular, éste ha ido en desmedro del privilegio otorgado a la dimensión temporal de análisis. Partimos de recuperar los aportes de la geografía y otras disciplinas, avanzando en la conceptualización del territorio como espacio definido por y a través de relaciones de poder. El abordaje en clave territorial nos permitirá hacer visible la dimensión conflictiva de las relaciones de poder puestas en juego en los usos del espacio geográfico, aportando a la indagación de las disputas y sentidos que son esgrimidos en torno del territorio en cuestión por parte de los diversos actores en juego.
Luego, caracterizamos el contexto de emergencia de las políticas y estrategias de desarrollo, para dar lugar a su problematización en tanto modelo lineal y unívoco “hacia occidente”. Examinamos a la idea de desarrollo como deudora de las políticas y estrategias que históricamente fueron dirigidas hacia quienes –si bien calificados y clasificados bajo otras nominaciones: bárbaros, salvajes, infieles– fueron objeto de intervenciones en pos de su integración y/o asimilación a la “senda de la civilización”. Particularmente, hacemos hincapié en que la “invención del desarrollo” supone también la invención de los pueblos y los territorios que serán objeto de las intervenciones desarrollistas. Se rastrean las adjetivaciones sucesivas que han acompañado al concepto, haciendo especial foco en las políticas de desarrollo sustentable que emergieron hacia la década de 1970 tras la tentativa de conciliar crecimiento económico y cuidado del ambiente, y se propone un acercamiento crítico a las políticas de desarrollo territorial.
Por último, recuperamos los debates y contribuciones de la ecología política y de las perspectivas epistemológicas y teóricas provenientes del proyecto modernidad/colonialidad para pensar los procesos de colonización, mercantilización y ambientalización de la naturaleza. Exponemos los avances investigativos que se han dado en torno a esta noción, rescatando los análisis que apuntan a su mercantilización bajo la forma de “recurso natural”. También hacemos referencia a la colonialidad de la naturaleza, y se sitúan en este contexto las crecientes y actuales disputas por el uso y la apropiación de los bienes naturales, que nos permiten señalar la continuidad del despojo originario operado por el modo de producción capitalista. Para finalizar, presentamos una síntesis del abordaje conceptual y delineamos una serie de hipótesis de trabajo que guiarán los capítulos venideros.
En el capítulo tres, sostenemos que para entender el (des)ordenamiento actual del territorio bajo análisis, hay que indagar los sucesivos (des)ordenamientos previos. Se hace necesario, entonces, prolongar la mirada hasta fines de siglo XIX y principios del XX, rastreando las particularidades del despliegue de la territorialidad estatal en estos “territorios indígenas”, y más allá, en los siglos anteriores, escudriñando las incursiones al Chaco desde tiempos coloniales.
Con ese fin, damos paso en primer término a la caracterización del período colonial, cuando el “Gran Chaco” emergió como un territorio inexplorado e inconmensurable, y cuyas narrativas dominantes ensalzaban el salvajismo de sus moradores. Luego, proponemos una descripción del período de formación del Estado nacional argentino, la homogenización ciudadana y la inscripción de la nacionalidad en una continuidad temporal y territorial. También incorporamos una caracterización de los discursos hegemónicos de fines del siglo XIX, que enfatizaban en el carácter “desértico” de los territorios bajo dominio indígena, con miras a “llenar” esos espacios “vacantes de progreso y modernidad”. Nos interesa también profundizar en la imaginación propia del Estado salteño, por lo que abordamos el imaginario provincial hegemónico y la particular “invención” del territorio y la población salteños. En simultáneo, nos hacemos eco de la desposesión, acorralamiento territorial y exterminio indígena con motivo de la expansión de la “frontera civilizatoria” impulsada con las campañas militares por sobre el “desierto imaginado”.
Por último, enumeramos los principales emprendimientos productivos que fueron asentándose en la región al calor de la colonización criolla y el tendido ferroviario. Profundizamos así en las estrategias de apropiación y valorización del territorio y la población chaquense, en particular a través del reclutamiento estacional de mano de obra indígena para la agroindustria azucarera salto-jujeña (a la par de su misionalización, disciplinamiento y sedentarización); puntualizando asimismo en las características de la producción maderera e hidrocarburífera. También referimos a las consecuencias de la desincorporación indígena a partir de la mecanización de la zafra en los ingenios y los nuevos emprendimientos agrícolas que comenzaron a llegar desde mediados de 1960. Siendo el este salteño el escenario provincial por excelencia en donde ha transcurrido la vida de los pueblos indígenas y de los pequeños productores criollos (asociada a imágenes de marginación, atraso y subsistencia), queda abierto el interrogante acerca de los sentidos que entraron en disputa al tiempo que este territorio históricamente “marginal” comenzó a ser foco de intereses económicos.
En el cuarto capítulo nos concentramos en las características productivas y territoriales del este de la provincia de Salta en los años previos al comienzo del tratamiento de la Ley Nacional Nº 26.331 “De Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos” y de la puesta en marcha del OTBN en Salta: el (des)ordenamiento territorial inmediato que precedió al OTBN salteño. En primer lugar, nos adentramos en la caracterización del agro argentino a partir del modelo neoliberal iniciado hacia fines del siglo XX, signado por la apertura externa, la eliminación de organismos públicos de regulación de la actividad agraria, la introducción de cambios tecnológicos, el cambio en el uso de la tierra tendiente hacia la agriculturización y la sojización, entre otros. En especial, apuntamos hacia la valorización de las tierras extra-pampeanas y el aumento de la superficie sembrada, de los volúmenes de producción y de rentabilidad, que tuvieron su contrapartida en el avance de la deforestación de BN.
Luego, hacemos foco en las transformaciones ocurridas en la región chaqueña, lideradas por el proceso de expansión de la frontera agropecuaria pampeana que ha sido designado como “pampeanización del Chaco”. En especial, señalamos las particularidades relativas al este de la provincia de Salta, en donde en las últimas décadas se ha dado un rápido avance de la frontera agropecuaria por sobre territorios antes “marginales” para la producción agrícola y ganadera empresarial. Reconstruimos el proceso de agriculturización de la tierra y sojización de los cultivos, así como también delineamos las principales actividades productivas que tienen asiento en el este salteño y referimos los principales proyectos de inversión en infraestructura regional. No dejamos de reparar en el avance de la deforestación y la degradación de los BN que este modelo agropecuario supone y en los impactos ambientales y sociales derivados. También nos detenemos en las características de la estructura agraria en Argentina y en Salta, indagando en los cambios en el uso, tenencia y propiedad de la tierra. Específicamente, describimos una serie de casos paradigmáticos de conflictos territoriales que tienen lugar en Salta y que han involucrado a pueblos indígenas y a pequeños productores criollos, los cuales serán de particular interés para el entendimiento del OTBN provincial.
En el quintocapítulo, exponemos un abordaje pormenorizado del Plan de OTBN implementado en Salta desde el año 2008, cuyo instrumento legislativo es la Ley Nº 7.543 “De Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos de la Provincia de Salta”. En primer lugar, nos remontarnos hasta las discusiones sucedidas a nivel nacional entre los años 2006 y 2007 en ocasión de la sanción de la Ley Nacional Nº 26.331 “De Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos”. Tales debates tuvieron a Salta como “caso paradigmático”, al tomar estado público el avance indiscriminado de la deforestación en la provincia a partir de la aprobación acelerada de permisos de desmonte.
En adelante, relatamos las características del diseño inicial del plan y la puesta en marcha del proceso participativo para el OTBN, para desembocar en los debates parlamentarios y la sanción definitiva de la ley en la Legislatura provincial. Este acto legislativo no significó el punto de llegada del proceso sino que, por el contrario, se trató del inicio de una serie más amplia de debates en torno a los proyectos de OTBN en disputa. En este sentido, los sucesos posteriores que serán narrados (en particular, la reglamentación de la ley de OTBN) no deben dejar de ser enmarcados en el escenario perfilado días después, cuando la CSJN hizo lugar a una acción de amparo contra la provincia de Salta y el Estado nacional solicitada por organizaciones y comunidades indígenas y criollas de los departamentos más afectados por el avance de los desmontes. La propuesta, entonces, es escudriñar al OTBN provincial como un proceso en el cual se han puesto en juego múltiples y complejos proyectos, tomando especial interés los diferentes sentidos asignados al OTBN por parte de los actores involucrados –directa o indirectamente– en su demanda, diseño, formulación e implementación.
En el sexto apartado, nos proponemos reconstruir el mapa de los principales actores del OTBN, con la intención de revisar sus trayectorias y dar cuenta de sus alineamientos y re-alineamientos sucesivos a lo largo del proceso, resaltando los conflictos por la valoración y apropiación diferencial de los “recursos naturales” allí existentes, así como poner de manifiesto las diferentes territorialidades en tensión. Más adelante, señalamos que la figura de los pueblos indígenas ocupó el centro de la disputa, tanto por su reclamo y movilización directa como por el hecho de que todos los actores implicados se vieron obligados a pronunciarse acerca de la “cuestión indígena”. Así las cosas, el OTBN salteño puede ser visto como una política que condensa una serie de tensiones –históricas, irresueltas, silenciadas– y a partir de las cuales resurgieron, se resignificaron y entraron en contradicción nuevos y viejos imaginarios del desarrollo en el este salteño. No obstante, si bien en un primer momento fueron fundantes los debates en torno a la “cuestión indígena” y a la necesidad de conservación y manejo sustentable de los BN, con el correr del tiempo estos tópicos fueron perdiendo centralidad en detrimento de los reclamos por la asignación de recursos al Estado nacional. De este modo, proponemos pensar cómo la protección de los “recursos naturales” se volvió una disputa por los “recursos federales”.
En el último acápite, volvemos sobre los núcleos principales delineados a lo largo del libro. En primer lugar, sugerimos las perspectivas a futuro en vistas de los posibles re-(des)ordenamientos territoriales. Para finalizar, recuperamos las hipótesis de trabajo e interrogantes que orientaron la organización de la investigación y volvemos sobre los distintos capítulos de manera de integrar sintéticamente el proceso analizado y proponer un a serie de reflexiones finales.
- A lo largo del libro, haremos uso de modo indistinto de los términos pueblo indígena, aborigen y originario.↵
- La institucionalización de las ciencias sociales tuvo lugar a lo largo del siglo XIX, a la par de la profesionalización y la disciplinarización del conocimiento, por lo que a cada esfera de la realidad le fue correspondiendo una especialidad o disciplina científica (Wallerstein, 2006). Así, mientras que la sociología se encargó del estudio de las sociedades “modernas” y “occidentales”, la antropología se constituyó en la disciplina encargada de estudiar las sociedades “sin Estado”: pueblos primitivos, ágrafos, aislados, en vías de extinción, “sin historia” (Wolf, 1993). Esta división disciplinar derivó en la “invisibilidad sociológica” de los pueblos indígenas (Quijano, 2007), que fueron en gran medida consignados bajo otras denominaciones y/o identificaciones: campesinos, paisanos, etc. Las implicancias de este patrón de conocimiento moderno-occidental hegemónico (Lander, 2005) se sienten hasta hoy en día en ciertos abordajes, si bien en los últimos tiempos se han fortalecido las perspectivas interdisciplinarias de análisis y las apuestas por revisar críticamente este andamiaje colonial.↵
- En adelante, d/o.↵
- Si bien el período de estudio comprendido en la tesis se extendió hasta inicios del año 2013, a los fines de su publicación en formato libro y atento a las características de una política como la estudiada cuyo proceso no ha finalizado sino que se encuentra en constante reelaboración y discusión, se ha actualizado bibliografía, documentación e información en aquellos pasajes donde se consideró pertinente.↵
- Respecto del tratamiento y utilización de las entrevistas, optamos por establecer una categorización por “tipo de actor” de acuerdo al rol y/o cargo de los entrevistados (durante el transcurso del OTBN): Legisladores nacionales por Salta (LN), Funcionarios de ministerios y organismos nacionales (FN), Equipos técnicos de ministerios y organismos nacionales (TN), Legisladores provinciales (LP), Funcionarios de ministerios y organismos provinciales (FP), Equipos técnicos de ministerios y organismos provinciales (TP), Miembros de ONGs, fundaciones y/o asociaciones ambientalistas (AMB), Miembros de ONGs, fundaciones y/o asociaciones de apoyo a pueblos indígenas y familias criollas (APIFC), Miembros de ONGs, fundaciones y/o asociaciones empresariales (AEMP), Miembros de organizaciones de grandes productores agropecuarios (OPA), Miembros de organizaciones de productores forestales (OPF), Miembros de movimientos y/o organizaciones de pueblos indígenas (PI), Miembros de movimientos y/o organizaciones de familias criollas (FC) e Investigadores (INV).↵
- Esta división entre las ciencias biológicas-ambientales y las sociales tiene un fin práctico para la exposición y es meramente descriptivo. No desconocemos el trabajo interdisciplinario y, más aun, lo reivindicamos.↵
- Parte de la bibliografía especializada hace referencia al término ordenación en lugar de ordenamiento.↵
- Luego de la elaboración de la tesis ha habido abundante investigación que ha indagado, entre otros puntos, en los resultados de las zonificaciones provinciales (García Collazo, Panizza y Paruelo, 2013) o en la movilización de información en el marco de los OTBN (Gautreau, Langbehn y Ruoso, 2014). Destacamos los trabajos de Langbehn (2016, 2014, 2013), quien parte de los aportes de la sociología ambiental para desentrañar la construcción del tema bosques como un problema ambiental y escudriñar así su productividad en el caso del OTBN en Salta.↵