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Agradecimientos

Este libro se basa en la investigación realizada en el marco de mi tesis de Doctorado, y es resultado (seguro incompleto) de una construcción a veces paciente y por momentos desesperada, llevada a cabo a lo largo de cinco años (2008-2013) en diversos espacios geográficos, institucionales y personales, compartida con y acompañada por todos aquellos a quienes estoy profundamente agradecida y que a continuación nombro, a riesgo de olvidos y desmemorias.

A la Universidad de Buenos Aires (UBA), institución donde me formé como socióloga y que me otorgó la primera beca de posgrado que permitió dar inicio a esta investigación en el marco del Doctorado en Ciencias Sociales. A la Facultad de Ciencias Sociales (FCS), a través de su Secretaría de Estudios Avanzados, desde donde se posibilitó la publicación de este libro por medio del Convenio firmado con la Editorial Teseo.

Al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), organismo en donde desarrollé la segunda etapa de la investigación doctoral y donde me desempeño actualmente como becaria postdoctoral. Tras más de siete años como trabajadora de la institución y profundamente agradecida de haber podido ser parte de una generación que vio la apertura y crecimiento del Sistema de Ciencia y Técnica nacional en la última década, este libro termina de tomar forma definitiva a poco más de un año del inicio de una política de ajuste presupuestario, achicamiento y desprestigio hacia la investigación en ciencias sociales y humanidades desplegada por el actual gobierno de Mauricio Macri –conflicto que ha tenido como epicentro las dos tomas del Ministerio de Ciencia y Técnica (MINCyT) en diciembre de 2016 y septiembre de 2017–, y mientras cientos de compañeros nos encontramos a la espera de una respuesta ante la negativa del organismo a nuestro ingreso como investigadores luego de haber sido evaluados positivamente, por estrictas razones políticas.

A Hugo Trinchero, mi director de beca y de tesis, por apostar y confiar en la propuesta de investigación desde sus inicios, y por sus certeros consejos a la hora de la escritura. A Juan Carlos Radovich, mi consejero de estudios, por su calidez y predisposición para el encuentro a lo largo de todos estos años. A Ivanna Petz, co-directora de tesis, por iniciarme en el mundo de las becas doctorales y acompañarme en el proceso de escritura. Infinitas gracias por las agudas e indispensables lecturas para el moldeado final de cada uno de los capítulos. A Ana Carolina Hecht, co-directora “de hecho”, por los consejos e incentivos constantes para proseguir en este camino, por ser una amiga siempre dispuesta a una lectura, una consulta y una orientación en este desorientado recorrido. A través de ellos, a la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UBA, que me albergó como becaria durante cinco años en el marco de distintos proyectos de investigación y extensión en los cuales tuve la posibilidad de participar y formarme con sede en el Instituto de Ciencias Antropológicas (ICA). Y a otros dos antropólogos que siempre han estado atentos y dispuestos al trabajo conjunto: Eugenia Morey y Sebastián Valverde.

A quienes oficiaron de jurados de la tesis: Catalina Buliubasich, Jorge Roze y Diego Domínguez (por su intermedio, a los compañeros del Grupo de Ecología Política, Comunidades y Derechos, terreno fértil donde fueron creciendo muchas de las inquietudes que luego dieron forma a esta tesis). Por hacer de la (temida) situación de defensa un momento agradable y recordable a pesar del calor de fines de 2013, por los aportes y comentarios siempre constructivos.

A los amigos de la Comisión de Educación del Centro de Documentación, Capacitación y Asesoramiento de Pueblos Indígenas de la República Argentina (CEDCAPI), Programa Permanente de Investigación, Extensión y Desarrollo en Comunidades Indígenas de la Argentina (FFyL-UBA)–“los antiguos” y “los nuevos”–, por las reuniones anárquicas y ruidosas de los martes en “la 468”, por los viajes, anécdotas y talleres compartidos. Muchos devenidos hoy en compañeros del Centro de Innovación y Desarrollo para la Acción Comunitaria (CIDAC).

A las amigas “sociolocas”: las que compartieron el tránsito por este sinuoso y por momentos angustiante camino becarial y las que siguieron otros rumbos sociológicos. En especial: a Lucila Salleras, compañera y amiga irremplazable desde la cursada de la carrera, por los consejos mutuos, las lecturas críticas, los viajes, escrituras y problemáticas de investigación compartidos; a Cecilia Allemandi, porque parimos juntas nuestra condición de sociólogas, becarias, tesistas y madres; y a Mariana Moricz, porque el interés por la geografía salteña y sus bosques nos reencontró y nos permitió un trabajo de campo en conjunto. También a Lucrecia Petit, por una amistad cimentada a base de cuecas, chacareras y marotes chaqueños, y que se fue consolidando a partir de intereses de investigación afines.

A Lorenzo Langbehn, ese “chico que está haciendo algo parecido a vos”, tal como me lo presentaron en Salta. Por el caso de investigación (y las vacaciones en los bosques patagónicos) en común y por la posibilidad de tener alguien con quien pensar acerca de los pormenores del “quién es quién” salteño en el marco del OTBN. Y de su mano, al nuevo mundo laboral y de amistades que se abrió a partir de mi ingreso como becaria postdoctoral en el Grupo de Estudios Ambientales (GEA) perteneciente al Área de Estudios Urbanos (AEU) del Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG). A Gabriela Merlinsky, su directora, por confiar en esta socióloga devenida antropóloga con todo su bagaje y vicios a cuestas (tesis doctoral, lecturas e intereses de investigación, hijos, etc.) en su regreso a la disciplina luego de años de transitar otros espacios institucionales, por todo lo mucho que aprendí en estos pocos años. Y al lindo, trabajador y enriquecedor equipo conformado por Melina Tobías, Soledad Fernández Bouzo, Carolina Montera, Andrés Scharager, Virginia Toledo López, Pablo Pereira, Ezequiel Grinberg y Tomas Capalbo, que son otra fuente inagotable de aprendizajes y trabajos compartidos.

También al equipo del PICTO Manejo Sustentable de Bosques Nativos, un espacio donde estas reflexiones siguen andando camino a pesar de las distancias geográficas, temporales y disciplinares: Matías Mastrangelo, María Vallejos, Sebastián Aguiar, Gonzalo Camba, Agustina García Collazo y Clara Mosso.

A todas y cada una de las personas a quienes entrevisté y con quienes me reuní de manera formal e informal en Salta y Buenos Aires, quienes escucharon mis intereses de investigación y compartieron sus vivencias, perspectivas y documentación a su alcance. Entre ellos, rescato a quienes siempre estuvieron dispuestas al encuentro (y felizmente lo siguen estando): Catalina Buliubasich, María Gil y Ana Álvarez.

A los maestros auxiliares bilingües y otros agentes educativos de las escuelas de modalidad intercultural en el Chaco salteño, porque fueron mi puerta de entrada a la realidad provincial. Por los talleres y momentos compartidos, y porque me quedará la deuda de escribir una Tesis sobre la educación intercultural en Salta.

A la familia Ramallo-Criado, por una amistad familiar iniciada hace décadas y por generaciones anteriores y que no perdió su fuerza a pesar del tiempo y la distancia. Gracias por recibirme en la ciudad de Salta en cada uno de mis viajes, por hacerme sentir como en casa.

A las indiscutibles amigas de ayer, de hoy y de siempre. Por la indefinible alegría de que nuestra amistad se continúe en nuestros pequeños retoños (los que ya vinieron y los por venir).

A la familia (la “sanguínea” y la “política”): a todos y cada uno, gracias, porque en su mayoría sin entender o conocer qué hace un sociólogo, de qué se trata, para qué o cómo se hace una tesis de doctorado, nunca dejaron de preguntar por mis viajes a Salta y por los avances en mi investigación. En especial, va un agradecimiento eterno a abuelos, padres, hermanos, suegros y cuñados, que han hecho (y lo siguen haciendo) malabares espacio-temporales para oficiar de niñeros.

A Gastón, porque en esta mitad de la vida que ya llevamos compartida, aprendimos a pintar nuestro mundo color Violeta, y a llenarlo de alegría con el pequeño Vicente.



2 comentarios

  1. Henry Granada 29/11/2017 12:54 am

    Espontánea, cálida y fuerte esta parte del documento. Se siente el recorrido de territorialidades en la parte que he podido leer. Me sentiría orgulloso de ser amigo de Mariana.

  2. librolab 20/02/2020 8:02 pm

    En lo que va del año, las muertes de niños indígenas y criollos por desnutrición en Salta no han dejado de ser noticia. Si bien los casos despertaron alarma sobre la situación social y sanitaria de la provincia, el problema de la pobreza, la desigualdad y la propiedad en el Chaco salteño tienen un origen histórico que es necesario tomar en consideración frente a los discursos y justificaciones que apelan a causas culturales, autorresponsabilizan a las comunidades y silencian décadas (siglos) de injusticias y subalternizaciones de estos territorios y poblaciones.

    El historiador y periodista Sergio Wischñevsky hace un repaso en su columna radial en Siempre es Hoy por la historia de un modelo productivo y una concepción ideológica que negó sistemáticamente los derechos de los pueblos originarios en pos del beneficio terrateniente y extractivista. Para ello, se basa en el libro de la socióloga e investigadora del CONICET Mariana Schmidt, que es fruto de su tesis doctoral en ciencias sociales en la Universidad de Buenos Aires y que fuera publicado por Teseo en el año 2017.

    Escuchar programa:
    http://www.citricaradio.com/web/historia-del-chaco-salteno-la-columna-del-profe-wischnevsky/

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