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Introducción

El scoutismo: una cotidiana épica infantil

Ya es la viejecita que, trémula, rememora en rueda de vecinas, el momento aquel en que, indecisa, al borde de la acera no se animaba a cruzar la calle, temerosa de carros, coches y automóviles, cuando un niño, tomándola cariñosamente del brazo, la llevó triunfante por entre los vehículos, dejándola en la vereda fronteriza, sana y salva. Rememora conmovida cuando al inquirir su nombre, respondióle simplemente: “Soy un boy scout”.

 

Eva F. Laferriére de Riccardini, “Pasan los boy scouts”,
5 de noviembre de 1944.

En los estertores de la Segunda Guerra Mundial, apenas pocos meses después de que decenas de miles de soldados ofrendaran sus vidas en las playas de Normandía, una escritora paranaense no dudaba en heroizar –en un relato de circulación local– a un imaginado niño scout que ayudaba a una anciana a cruzar la calle y que ante el agradecimiento venerable que le preguntaba por su nombre, se limitaba a responder –casi en remedo del anonimato del “I am the Batman”, ya circulante por esos años en el comic norteamericano– con cuatro palabras que parecían definirlo más que su nombre propio: “Soy un boy scout”.

¿Qué cúmulo sedimentado de experiencias y discursos previos habían hecho posible que un relato como el que reproducimos en el epígrafe resultara verosímil y conmoviera a propios y extraños, tanto como para verse reproducido en la página oficial de la asociación nacional que agrupaba a esos modestos y pequeños héroes anónimos[1], a los que se les aseguraba que podía llegarse a tanto, con tan poco?

Esa es, precisamente, la historia que pretendemos transitar en este libro, al rastrear las peripecias del scoutismo en la Argentina durante sus primeras décadas de construcción y consolidación institucional. Antes de hacerlo, intentaremos justificar las razones y utilidades de tal acercamiento a un objeto de estudio sometido a particulares condiciones en el tratamiento historiográfico.

¿A quién le puede interesar analizar el pasado de un recurrente y sistematizado “juego de niños”?

Hace no mucho más que una década y media, un historiador estadounidense señalaba la existencia, entre sus propios colegas, de una “extendida percepción” acerca de que el scoutismo era “una institución relativamente intrascendente” que no merecía “la seriedad de la investigación académica”[2]. Dicha certidumbre generaba que, al mencionar aquel objeto como el destinado a su indagación, se suscitaran frente a él, “risas irónicas o miradas asombradas”[3].

Una situación similar ha producido que, en Francia, “el scoutismo haya sido considerado durante mucho tiempo un objeto histórico menor, encapsulado en el dominio de la crónica local, del folleto conmemorativo o del relato hagiográfico”[4], y que recién en las últimas décadas se haya constituido en un campo fructífero y “normalizado” de la indagación académica. Tan novedosa es esta incorporación, que uno de los pioneros de los estudios scouts, Gérard Cholvy, titulaba su artículo (¡publicado en el año 2000!) de la siguiente manera: “Las organizaciones de juventud entran en la historia”[5].

En obras oficiosas ya clásicas, producidas por entusiastas del movimiento, se ha antepuesto –incluso– una marcada necesidad de justificación de la tarea historiográfica emprendida, al suponer que la misma definición de “historia scout”, aparecía contradictoria en sus propios términos, ya que “a primera vista, la alianza de esas dos palabras [historia y scout. A. B.] tiene algo de sorprendente. El scoutismo […] es un movimiento de juventud, es decir una cosa muy fluida […] constantemente en devenir […] en todo caso, una cuestión de niños pequeños”[6].

Este prejuicio de puerilidad ha sido acompañado, curiosamente, en una especie de contrabalance, de cierta construcción de una identidad transhistórica que acarreó al específico ámbito institucional, el lema que desde un principio intentó idealizarse sobre la práctica individual misma y que se ha expresado bajo las siguientes palabras: Once a scout, always a scout (una vez scout, siempre scout)[7].

Al amparo de esa definición, la condición scout parece quedar así formateada más allá de las peripecias de su construcción histórica. Desde que se “es” scout, todo supondría guiarse por ciertos preceptos y protocolos a los cuales pareciera resultar simple ceñirse de manera previsible. Al interior de esa conducta ritualizada no habría historia, sino poco más que una mera “fluidez” infantil (paradójicamente, esencializada) que no podría ser tomada en cuenta bajo parámetros diacrónicos.

Bajo esa percepción, no valdría la pena, casi, adentrarse en un estudio histórico de esa práctica, en tanto ella no parecería poder ofrecer a la observación, más que una interminable serie de campamentos, nudos, exámenes de aprendizaje para pasar de clase y buenas acciones cotidianas dirigidas a animales o ancianos, repetidas ritualísticamente en medio de diversiones juzgadas como intrascendentes y que en nada podrían modificar la “esencia” adquirida, en sucesivas etapas, pero de forma crecientemente previsible, a la manera de ritos de pasajes, como el de saltar en el fuego en presencia del totem[8].

Paradójicamente, con ese giro esencialista pareciera exorcizarse así, la condición propiamente “lúdica” y por lo tanto, fuertemente anclada en lo diacrónico, que genera las vicisitudes del juego, las que ocupaban y ocupan en la práctica scout un lugar nada desdeñable, porque ponían y ponen el acento en el interés infantil. Como señalaba Oscar Frank[9] en el local de la asociación, durante una clase de la “Academia de Masterscouts (MMSS), Ayudantes y Guías” –el principal ámbito formativo de la dirigencia en esos años: “la alegría, el placer, se pueden lograr en el scout, con la práctica de juegos, teniendo en cuenta que el scoutismo es el ‘más grande de los juegos’”[10]. De hecho, una de las unidades del programa de la mencionada academia estaba íntegramente dedicada a la cuestión de “cómo interesar a los niños”, incluyendo ítems específicos de juegos, concursos y cuentos[11].

No en vano, ya en los primeros reglamentos de la “Unión de Scouts Católicos Argentinos” (USCA) –la “competencia” desde los años treinta, de la asociación que indagamos– se definía a la práctica como “el gran juego”, ya que ella trataba de “interesar al niño y al joven en su propia formación, atrayéndole con el juego, concebido como forma ordinaria de enseñanza”[12]. Esta faceta del legado badenpowelliano sería tenido especialmente en cuenta por todos los integrantes de los “Boy Scouts Argentinos” (BSA) desde el comienzo mismo de su participación como formadores de la infancia[13]. En la actualidad incluso, esta visión mantiene su fuerza, siendo desarrollada de manera sistemática por pedagogos latinoamericanos de renombre al interior del movimiento[14].

Sin embargo “ritual” y “juego” –como ya lo ha sugerido el filósofo italiano Giorgio Agamben en un notable escrito– forman parte de dos polos constantemente tensionados en toda sociedad y configuran un campo de combate en el cual las acciones que allí se desarrollan, constituyen en sus variaciones, precisamente, ese “sistema de transformaciones” conocido como “historia”[15].

Al pensar al scoutismo como un “ritual” algo vulgar, y al otorgarle a esa condición un carácter preponderantemente estático, sin tener en cuenta la notoria flexibilidad que algunos rituales saben presentar[16], la “historia” podría disolverse, al ocurrirle lo peor que podría pasarle al diluir su interés: repetirse como una letanía de variaciones no significativas. En adición, al definirlo como un indeterminado pasatiempo infantil, el análisis histórico también se extinguiría, al no encontrar puntos de referencia concretos, de cronología específica, en los cuales anclarse.

Afortunadamente, sin embargo, desde sus mismos orígenes, los propios scouts parecen haber advertido –sin haber necesariamente leído para llegar a ello, a Agamben– que el ritual podía entenderse “simultáneamente” como un juego y presentar, entonces, una compleja interactividad que hacía de ese espacio prefigurado, tal lo recuerda Da Matta para otros “pasatiempos”[17], un ámbito de decisión con una dinámica y una historicidad específicas.

Así lo indicaba el español Juan Antonio Dimas (Lobo Gris[18]), Jefe de los Exploradores de España[19], cuando explicando las prácticas totémico-lúdicas (valga la aparente paradoja) para uso infantil, escribía:

el empleo del tótem no es una cuestión doctrinal, sino un medio estimulante más, de los muchos que ofrece el Escultismo, y que será más o menos conveniente en cada localidad, a juicio de los Jefes e Instructores; y como es, sobre todo, materia en que caben muchas iniciativas, nos hemos limitado a esta indicación que cada cual puede desarrollar, si quiere, y mejorar dentro de las normas generales[20].

La referencia a este dirigente scout español no es gratuita al caso argentino, ya que Dimas sería el corresponsal de la página oficial de la asociación nacional (ESA), en cuyas páginas se publicaría el texto “El escultismo en España”[21], desde el que enviaba sus “saludos a los hermanos argentinos, hermanos de doble vínculo, por la sangre y por el ideal”[22].

La riqueza, en fin, de cada una de estas instancias de la práctica scout que exudan historicidad, como la de la evolución de las prácticas relativas al totem, ha permanecido relativamente poco explorada, con la excepción de lo trabajado por la historiografía de algunos países europeos, como Bélgica[23].

A diferencia de la “seriedad” que supone investigar un ritual de pueblos originarios, podría suponerse que el adaptado por los scouts a sus prácticas no valdría ser tenido en cuenta por “banal”, “artificial” e “incoherente” con respecto de los modelos originales en los que se inspiró, a través –además– de reconocidas mediaciones y abiertos préstamos[24].

Esa imagen “peterpanesca” o “silvolibresca” de las danzas y la cultura aborigen no parecería poder ser tenida en cuenta por los estudios académicos, más que para denunciar el etnocentrismo de la cultura occidental, el que por otra parte resulta –desde cierta perspectiva– evidente en dichas intervenciones[25] y que todavía hoy sigue siendo denunciado con fuerza por algunas de las personas y etnias “imitadas”[26], aunque también haya dado lugar –por las mediaciones referidas previamente– a trabajos etnográficos verdaderamente reveladores para la época[27].

Sin tener en cuenta las posibles derivas y recreaciones que resultan tan enriquecedoras al análisis de la práctica, al juzgarse todo “ritual” scout como mera “parodia”, tampoco podría haber “historia” en esas instancias recreativas (en el doble sentido de “re-crear” y de “tomarse un recreo”) de totemismo y “pielrojismo” que se han venido desarrollando desde los tiempos fundacionales del movimiento[28].

Sin embargo… las personas que han pasado por esa experiencia la recuerdan con un grado de seriedad similar al que le otorgan los antropólogos a los ritos de pasaje de las diversas etnias que analizan. El veterano scout estadounidense Jack Welty, por ejemplo, recuerda la experiencia de esta manera: “Cuando era un muchacho –a fines de los cuarenta y principios de los cincuenta– el scoutismo era un rito de pasaje para la mayoría de los jóvenes”[29].

En efecto, la propia dirigencia argentina tuvo conciencia, desde los comienzos institucionales, de la utilidad que tenían las ceremonias y los rituales en relación con el cultivo del fortalecimiento identitario. Como era señalado por el profesor Manuel Cutrin[30] con respecto del totem, la ceremonia especial de admisión de un nuevo scout en la patrulla resultaba vital para franquear el estado “liminar”[31] en términos simbólicos, ya que una vez sucedida, el miembro ingresante “ya no es un muchacho cualquiera, sino que se ha convertido en un oso, un águila, un castor, etc.”[32]. Así, estas prácticas eran consideradas “medios elementales para hacer germinar y arraigar profundamente el espíritu de patrulla”, ya que “en scoutismo los más pequeños detalles tienen importancia extraordinaria porque contribuyen a crear el ambiente”[33].

Los conceptos de Cutrin se ratificaban, en un tono curiosamente más coloquial del que cabría esperarse de un “Curso de instrucción para MMSS y Ayudantes” argentinos, por parte de otro formador, Alberto Lassus, quien sostendría: “Hay oportunidades de la actividad scout que, cumplidas en ceremonias interesantes, cobran en el ánimo del pibe y además de hacerse inolvidables, le atraen”[34]. A esa experiencia ritual, se le sumaba otra más formal, relacionada con la ceremonia institucional de incorporación del aspirante y a su juramento, considerado “un hecho grave y solemne” por el cual “el que jura se compromete ante todo ante sí mismo, ante su conciencia”[35]. No resulta extraño, entonces, que el ritual implique cierto acto de fe, que en principio solicita cierta credulidad condescendiente.

En fin, al ser considerado, por un lado, un fenómeno demasiado banal para ser explicado, por parte de un buen número de historiadores profesionales, tal como hemos visto, mientras es definido, por el otro, como “un sentimiento inexplicable” según la mayoría de quienes lo llevan a cabo y en el que “los de afuera [en el que se incluiría al autor de este libro] son de palo”[36], lo cierto es que el scoutismo no se ha prestado del todo dócilmente a la disección analítica de la que puede ser capaz la práctica historiográfica. Por porfía, intentaremos transitar, entonces, este camino sutilmente vedado por ambas disposiciones de sentido mencionadas precedentemente.

¿Qué lugar para el scoutismo argentino?

Entenderemos que la identidad scout es, entonces, irremisiblemente variable a través del tiempo. Podría decirse, así, que al menos en términos históricos, “una vez scout, muchas veces scout” según las formas que adopten en cada momento, lugar e instancia de validación de esa identidad, las personas, grupos e instituciones que se sienten “conmovidos” cada vez que tienen que lidiar y negociar sus experiencias con el “Ideal” que reciben y recrean de manera perdurable pero intermitente.

En todo caso, la tensión irresuelta entre fortalecimiento de la identidad y perspectiva histórica no debería hacernos dejar de mensurar, de cualquier manera, la relevancia concreta que tuvo el movimiento scout en nuestro país. La atención a dicha característica es el puntapié inicial para advertir las complejidades de la tarea que encaramos en este trabajo, en el que pretendemos dar cuenta de la historia de la “Asociación de Boy Scouts Argentinos” (de ahora en más ABSA), a través de sus variables definiciones oficiales[37]. Cabe destacar, entonces, la relevancia de dicha asociación en tanto depositaria desde 1917 del –muy a menudo cuestionado y finalmente desafiado por otros grupos e individuos– “monopolio” del scoutismo en nuestro país (cuyas peripecias analizaremos más adelante) y en tanto miembro formal, desde 1922, de la Organización Mundial que nuclea la práctica[38].

Es que, en términos cuantitativos, aunque sideralmente por debajo de los increíbles guarismos de los Boy Scouts of America y de sus iguales del Reino Unido que contabilizaban prematuramente más de un millón de miembros oficiales entre ambas organizaciones, los scouts argentinos inscriptos en la asociación argentina superaban con sus 16.547 miembros –para 1924 y al menos en términos de reconocimiento formal por parte del Bureau Internacional– al resto de los países latinoamericanos formalizados (Chile, Brasil, Perú y Ecuador). También poseían más miembros que las secciones italiana y francesa, siendo superados en Iberoamérica sólo por los españoles –a los que desbancarían en 1928. Así, lograba figurar, por esos años, en el top ten de las cuarenta federaciones relevadas oficialmente[39]. Si bien estos números pueden ser sensiblemente cambiantes según los momentos e instancias de contabilización[40], lo cierto es que –de cualquier manera– posicionaban en forma significante a la asociación argentina dentro del scoutismo internacional.

Aunque resulta algo dificultoso, entonces, establecer cifras precisas de afiliación por la variabilidad de números según las fuentes y momentos recabados, hemos podido, a través del seguimiento de diversas referencias, establecer un cuadro “normalizado” de la evolución somera de la participación scout durante el período, con un crecimiento constante, sólo interrumpido por el “bajonazo” de la intervención de 1931.

Evolución de afiliados

cuadro 1

Cuadro 1. Evolución de miembros de la asociación scout (ABSA-ANBSA-BSA), 1912-1944.
Elaboración propia a través de múltiples fuentes directas e indirectas (ESA, Memorias, Periódicos, Asambleas y otras fuentes del MSNA).

Por otro lado, en términos cualitativos, ya desde comienzos del siglo pasado, la práctica local era tenida en cuenta por su dinamismo y visibilidad. Existen dos eventos que demuestran palmariamente la conexión directa y temprana de la dirigencia local con los principales emblemas del scoutismo internacional en ambos continentes. Ellos son la visita a nuestro país, realizada en 1909 por el fundador a nivel internacional de la práctica, Sir Robert Stephenson Smyth Baden Powell (conocido menos “pomposamente”, por su acrónimo B. P.) y la expedición que el ex jefe de Estado, Theodore “Teddy” Roosevelt (presidente –y luego vice– honorario de los Boy Scouts of América) realizara a los lagos del Sur en 1913 bajo la guía del “Perito”[41] Francisco P. Moreno (fundador de la asociación nacional), en el marco de una visita en la que los scouts locales fueron también partícipes destacados.

En ese sentido, para mensurar la temprana visibilidad y difusión de la práctica en el país, basta ver la foto que la revista Caras y Caretas exponía en su edición del 15 de noviembre de 1913, y en la que se podía ver a Roosevelt saludando a un scout argentino y en cuyo comentario podía leerse “En este saludo, el ex presidente exteriorizó su entrañable afecto por esa juventud entusiasta que se educa tan disciplinadamente”[42], y que la extranjera The Outlook publicó junto a otra de los scouts argentinos en desfile (aparecida también inicialmente en Caras y Caretas[43]), con el objeto de ilustrar un jugoso y elogioso artículo que el propio Roosevelt escribiría sobre la ciudad de Buenos Aires[44].

A ambas experiencias de “visita” las detallaremos a lo largo del libro.

Foto 1. “Un Boy Scout dando un mensaje de bienvenida en nombre de sus camaradas”.
Foto 2. “Boy Scouts en la marcha para saludar al señor Roosevelt”.
Fuente: The Outlook, 28 de marzo de 1914.

Con todo, y a pesar de la clara presencia y capacidad de movilización infantil, de la visible sociabilidad “notabiliaria” de los adultos del scoutismo en la sociedad argentina de entreguerras, y del impacto que sus acciones podían despertar, la consideración de la práctica como tema de interés ha sido particularmente reciente, mayormente parcial y relativamente aislada.

Y eso que al seguir los listados de los diversos órganos directivos y consultivos de la asociación, que llegaron a incluir más de un centenar de personas, uno puede advertir un sinnúmero de nombres que no han podido ser obviados, por su destaque, en los diferentes acercamientos enciclopédicos y temáticos biográficos que se han cursado en la Argentina.

Entre muchas de las personalidades que podríamos mencionar, junto con otras que irán apareciendo en este relato, puede advertirse a: Francisco P. Moreno, Pablo M. Riccheri, Tomás Santa Coloma, Alfredo Palacios, Carlos Ibarguren, Carlos Thays, Clemente Onelli, Agustín P. Justo, Luis J. Dellepiane, José Luis Cantilo, Ángel Gallardo, Dionisio Napal, Dardo Rocha, José León Suárez, Pío Collivadino o Estanislao Zeballos. Y lo mismo sucede con algunas de las participantes femeninas de las Comisiones de Damas y de Fomento local[45], pudiendo citarse entre ellas a Guillermina Oliveira Cézar de Wilde[46], Dolores Lavalle de Lavalle[47], Elvira Rawson de Dellepiane[48] o Lucía[49] y Josefina[50] Láinez (la madre “Chía” y la tía “Pepita” de las memorias de “Manucho” Mujica Láinez).

Lo curioso es que sólo en algunos pocos, de todos estos numerosos casos, la participación en el scoutismo aparece siquiera señalada en las referencias enciclopédicas[51], sucediendo algo similar en la propia época[52].

Lejos de querer “denunciar” esta omisión desde una perspectiva enciclopedista o vindicatoria, lo que nos sugiere y nos permite pensar dicha falta de visibilidad relativa, es cierto lugar que el scoutismo ocupaba como práctica más “para sí”, que “para otros”, incluso entre “notables” particularmente interesados en difundir cada una de sus actividades como muestra de distinción social[53] y en expresar sus acciones bajo un paraguas de “para-representatividad” nacional que alcanzaba a imponerse condiciones tales como el mismo uso del reglamento de la Cámara de Diputados como norte normativo de sus propias sesiones[54].

Esto no quiere decir, de ninguna manera, que no se aprovechara la participación en el scoutismo como una forma más de expresar distinción social[55], incluso entre los niños[56], sin embargo dicha “utilidad” parecía no ser la más (o al menos no la única) privilegiada en relación a su otra capacidad: la de establecer y construir ciertos ámbitos de sociabilidad –satisfactorios para sus miembros[57]– que, a la vez, parecieran productivos para el “bien” general.

Así, creemos que más allá de los valores que se expresaban, lo que parece –también– haber movilizado la participación de personas adultas e infantiles en el movimiento, fueron las prácticas concretas y tangibles realizadas en la cotidianeidad, que en el caso de los “notables” podrían ir desde la discusión acerca de los fines últimos de “higiene moral” de la institución[58] hasta discusiones más pedestres como la necesidad que el señor José Antonio Basso[59], dirigente de la institución, devolviera el carrito de acarreo que la inspección le había prestado[60].

Sin embargo, como hemos mencionado precedentemente, fuera en sus discursos o en sus prácticas, las dinámicas específicas de esta institución no han atraído especialmente el interés de los investigadores en nuestro país. Esta falta de dedicación académica a la temática, incluso ha sido constatada a nivel mundial, en contradicción con el interés que la práctica ha despertado en otros ámbitos. Como señala el especialista Alan Warren, a pesar de que “salvo donde están explícitamente prohibidos, el scoutismo y el guidismo pueden encontrarse en cada país del globo”, dichas actividades “han despertado muy poca atención a nivel académico, salvo en contados y muy específicos lugares”[61].

Imaginemos así, que si una percepción generalizada de desinterés común, como la que describíamos al inicio del texto, es la circulante en naciones como Francia y los Estados Unidos, dos territorios desde los que –junto con Inglaterra– se han producido más libros y tesis doctorales sobre la temática, cuál podría ser la reacción en el ámbito académico de la Argentina para intentar esta mirada, donde el scoutismo ha despertado un menguado entusiasmo analítico (con la excepción notable de las intervenciones pioneras de Pablo Scharagrodsky y Laura Méndez), a pesar de haber tenido nuestro país una presencia perceptible desde los albores mismos del movimiento, la que tanto los propios cultores, como incluso encumbrados miembros de los poderes del Estado, se han preocupado y aún hoy se preocupan por resaltar, al señalar su condición pionera en toda América[62].

En efecto, esa valoración de la condición “precoz” del scoutismo argentino tiene bases innegables en donde sustentarse. Ya en agosto de 1908, sólo un año después de la fundación de la práctica a nivel mundial, se habían realizado las primeras reuniones de entusiastas, que derivarían en la posterior creación de las dos primeras patrullas scouts[63] en la Primera Compañía de Lomas de Zamora (luego bautizada “Juan José Galo de Lavalle”), bajo la iniciativa de Arturo Penny[64] y Arturo Pearson[65], quienes con esa decisión intentaban difundir las prácticas expresadas en el libro fundacional (circulante en esa primera época en folletines, y luego “omnipresente” en las bibliotecas y casas particulares), Scouting for Boys de Robert Baden Powell[66], libro especialmente infaltable, luego, en cualquier biblioteca de toda compañía scout que se preciara de tal[67], y de imposible no mención para los “formadores” de aquellos años[68].

Esta casi inmediatez nacional en la adopción del movimiento ha resultado, indudablemente, un mojón considerable en el comienzo de todo posible relato sobre el scoutismo argentino, siendo conmemorada oficialmente en su centenario[69]; y convirtiéndose a la vez, en un signo de “orgullo” banfileño, ámbito urbano privilegiado de esa historia[70].

En efecto, difícilmente podría sobreestimarse la dimensión épica del relato de esos niños y jóvenes de entre 10 y 17 años, connotados como “británicos”, quienes luego de acampar a la intemperie, en frente de la casa del scout leader, permanecerían haciendo guardia hasta la mitad de la noche, para luego de madrugar a las 3 de la mañana, ir desde su “cuartel” en Lomas, caminando y recogiendo a “uno de ellos” en Banfield y llegarse, finalmente, hasta la parada del tranvía que los depositaría en la Dársena Norte del puerto de Buenos Aires, sin ninguna otra finalidad que la de ir a saludar al general Baden Powell[71], en el primero de los muchos gestos de devoción local al “Jefe mundial” que tendrían lugar durante todo el período de entreguerras[72], como espejo de la devoción prodigada a nivel internacional[73].

Sin embargo, esa misma condición de mito fundacional de la comunidad nacional ante el hombre “universal” que fundó y “corporizó” al movimiento[74], ha obturado la aparición de otros múltiples relatos y matices del devenir de la práctica en el país, realzando nuevamente cierta inmutabilidad de la identidad scout y su recurrencia a partir de la leyenda originaria. Como ha señalado alguien sobre el que se va a volver en estas páginas, “buscar un tal origen, es intentar encontrar ‘lo que ya estaba dado’, lo ‘aquello mismo’ de una imagen exactamente adecuada a sí”[75]. Con todo, ese gesto iniciático, puede ser invocado periódicamente, pero su textura en la memoria va moldeándose asimismo por la densa trama de cotidianeidad que fluye a partir de que el movimiento se va desarrollando.

En ese sentido, como se reconoce para el caso chileno, ya rigurosamente analizado, también en el argentino “mucha mitología ronda en torno a la brumosa historia de los boy scouts”[76], y al igual que para el francés, “el conocimiento del pasado […] se sienta más en la transmisión de leyendas y de recuerdos que sobre un verdadero análisis histórico”[77].

En ocasiones, incluso muy recientes, el “mito” ha sido consagrado más allá de la más palmaria evidencia histórica y la misma dirección scout ha “avalado” –a menudo por razones de “comodidad” política institucional que han primado sobre las “menudencias” de la carencia de fuentes y basamentos históricos de la petición– alguna solicitud –algo “floja” de papeles– de agrupaciones locales para extender hacia atrás su fecha de fundación en casi dos décadas. No cree el autor de estas líneas que dicha decisión deba necesariamente sancionarse negativamente en nombre de la “positividad” de la historia o de cosas semejantes, sino que sólo sirve para demostrar la existencia de lógicas diferenciales en el uso del pasado que complejizan y problematizan las condiciones de acceso al mismo por parte de los diferentes “consumidores” historiográficos.

Así, alimentada mayoritariamente por la curiosidad de sus propios miembros, surgen tendencias al relato hagiográfico –en especial bajo la forma del culto al “fundador” local, Francisco Pascasio Moreno[78]– o al acercamiento “billikenizado” recurrente en las páginas web propias o en ediciones institucionales[79] –tal como lo reconocería hace algunos años uno de los dirigentes de la institución[80]. De esta manera, en ocasiones, se reproduce una historia que intenta cerrarse en sí misma, mediante la reproducción de un reducido –y por ello, supuestamente mejor controlado– repertorio de fechas y figuras.

Foto 3. “Contemplando al Héroe”.
Fuente: Revista Billiken del 24 de mayo de 1920 (BNA).

En otras instancias, a esa repetición del relato, entendido como ritual identificatorio, la colorean o “costumbrizan” los múltiples y recurrentes libros locales de conmemoración, centrados preferentemente en su condición de cohesionadores de la identidad grupal, que buscan demostrar “cómo es el escultismo a través de una agrupación, cómo el espíritu scout se mantuvo a lo largo de setenta años”[81]. Es decir, cómo –también en las asociaciones locales– “una vez scout, siempre scout”.

Consideramos que, sin desmerecer en lo más mínimo estas historias, en relación con su capacidad de ser condensadoras identitarias al interior del movimiento y presentarse como cartas de presentación atractivamente halagüeñas hacia el exterior del mismo (los dos ámbitos donde precisamente buscan practicar su eficacia), las mismas resultan algo opacas para la tarea historiográfica que nos hemos impuesto, centrada en relevar las grietas construidas a lo largo de la vida del movimiento y suturadas posteriormente, ante cierta necesidad de mantener una identidad scout granítica y tendiente a los armónicos antes que a la disonancia.

Esa tarea parece esencial, asimismo, para poder situar en su contexto, los desafíos y conflictos actuales del scoutismo, como el (por dar sólo un ejemplo) establecido –mejor dicho, renacido– últimamente entre la actual dirigencia de la Iglesia católica y la agrupación “Scouts de Argentina Asociación Civil” (SAAC). Allí se distingue la resurgente explosión de una tensión latente desde los orígenes del movimiento (que analizaremos con detalle en el tomo II), que sufre recurrentes emergencias a la superficie y que parece girar –como lo ha confesado sin ambages el cardenal primado Poli[82]– sobre la imposibilidad de sobrepasar –por parte de uno de los sectores– la distinción de lo religioso.

Pensamos, en efecto, que al poder reconstruir las tensiones históricas en torno de la identificación scout durante el período de entreguerras, la identidad monolítica se desarma, y se vuelven –por ende– más comprensibles ciertas discusiones, divergencias y rupturas que aparecen circularmente en las múltiples fuentes relativas al movimiento, guiadas a menudo por díadas en contraposición, que se debaten al interior mismo y que nunca dejan de presentar múltiples grises intermedios: el militarismo o el pacifismo, lo laico o lo eclesiástico, la pedagogía o el exhibicionismo, la estatalización o el “apoliticismo”, el centralismo o la regionalización, por tan sólo mencionar las más estridentes.

Díadas que “explotan” en un momento dado, desfasadas o en cadena, disputándose –a través de los grupos que las esgrimen– el sentido por el “verdadero” scoutismo o –como suelen ironizar incluso los propios miembros de la asociación actual– por la posesión privilegiada del “scoutómetro”. Al hacerlo, alborotan de a ratos y de manera inocultable todas las certezas previas en relación con la institución, devolviéndole a la práctica con ello –por decirlo de algún modo lejanamente proustiano– la “historicidad perdida”, y provocando la necesidad de una apuesta renovada por parte de los actores en torno al reforzamiento del vínculo.

Esas díadas no sólo modelaron la mirada entre el scoutismo y el afuera, sino que fueron asimismo decisivas al interior del movimiento y en las negociaciones y conflictos que entre los miembros se labraron, entablando tanto una amplia familia de “disidentes” y “expulsados” (que se producían, incluso a pesar de lo aconsejado “por el manual”[83]) como una pléyade similar de “incorporados” e “incluidos” que en ocasiones previas parecían situados, incluso, fuera de la frontera de lo admisible.

Recortando sobre una de las díadas mencionadas, veremos, a continuación, entonces, la cuestión acerca del “militarismo” scout en la Argentina como suerte de “caso de laboratorio” para resaltar ciertas tensiones recurrentes al interior del movimiento y que se recrearán a lo largo de los dos tomos que conforman esta propuesta de investigación.

Pendulaciones en torno del “militarismo” de la práctica

Si existe un tema –a nivel mundial– tan remanido como polémico (pero no por ello menos significativo) en la historiografía scout, es el de la relación del movimiento con el militarismo y las formas de interpretar y concebir el método scout bajo esa coordenada estricta. La querella historiográfica y la promoción de polémicas de tono tajante ha sido tal que se ha llegado a señalar que “la mayoría de los historiadores que han tratado sobre el método de Baden Powell de Boy Scouts han malentendido su carácter”[84]. Es que, en muchas ocasiones, la urgencia sumaria por responder afirmativa o negativamente a la pregunta de si “¿Es o fue el scoutismo, militarista?” (y en el caso –a menudo presupuesto de inicio– de dar la positiva, continuar por “¿cuán militarista ha sido el scoutismo?) ha obturado la riqueza que permite recolectarse al seguir el trazado de los derroteros de respuesta que los actores históricos mismos le han dado a esa inquietud, desde los inicios mismos de la actividad.

Es que si solo se tratara de indicar el origen militar de la práctica, la respuesta acerca de dicha condición, se volvería casi una perogrullada. Sabemos, en efecto, que el propio Baden Powell –un general de carrera del Imperio Británico– concibió inicialmente la idea scout en el marco de diversas acciones que incluyeron “elementos” infantiles, a los que dirigió como parte de su estrategia, dentro de la guerra anglo-boer en la que había participado[85] y que lo convertiría en una casi unánime “leyenda” imperial[86], como veremos más adelante, cuando analicemos su visita a nuestro país.

De hecho, Baden-Powell había sido criticado –casi inmediatamente después de la creación de la institución de los boy scouts– con razones “antimilitaristas”, por parte de otros grupos (curiosamente, también de extracción castrense) que tempranamente se apartarían de su liderazgo. Ya en 1909 se produjo una importante escisión dentro del scoutismo fomentada por Francis Vane (antiguo asistente de Baden-Powell y comisionado de la sección londinense), quien había tomado la decisión de formar los World Scouts como rama separada de los Boy Scouts, por encontrar que el movimiento originario había sido “capturado por una conspiración militar y degenerado rápidamente en mero militarismo liliputiense”[87]. Vane, por otra parte, era –al igual que a quien criticaba– un militar y aristócrata inglés. Teniendo en cuenta esta disensión, lo que llama la atención, sería más bien cómo un movimiento de tan claro “origen” militar, supo tener –ya tempranamente– una dinámica de modulaciones tan variables en relación con el pacifismo y la ciudadanía civil como las que mencionamos.

Veremos, entonces, en relación con estas escisiones y críticas, que en su temprana visita a nuestro país, el teniente general resultó estar ya atento a disipar esa imagen eminentemente belicista con respecto del movimiento que había inventado. Así, frente a la pregunta acerca de la importancia del scoutismo como escuela de formación militar, Baden Powell aseguraría –aunque es verdad que con cierta falta de contundencia– que:

aparte de consideraciones militares […] el scoutismo es una educación por sí misma. No es de ninguna manera, en sentido preciso, un entrenamiento militar, o, para ser más exacto, es sólo parcialmente útil al hombre militar[88].

La ambigüedad latente en la respuesta podía ser pensada como tendiente en efecto a evitar que pacifistas y militaristas estuvieran “seguros” del lado en que se había definido el Jefe Scout mundial[89], lo que sería una constante en su prédica, creando una situación que no dejaría de tener efectos también en la recepción que de su figura se hiciera en nuestro país y de la percepción que se tendría del movimiento.

En ese sentido, la ambigüedad del estatuto “militar” de la práctica, presente en Baden Powell, permeó la simbología del binomio soldado/scout y la mantuvo vigente de manera especialmente fuerte en los primeros años de la institución argentina, en especial durante el proceso de “reconstrucción” de la misma entre 1914 y 1915, llegándose a la virtual homologación de ambas identidades, al decir que “el scout es, sin la disciplina del cuartel, un soldado completo en la más amplia acepción de la palabra”[90], pero también produciendo –en años posteriores– definiciones casi oximorónicas, como la de los scouts como “soldados de paz”[91]. Esas modulaciones, que supusieron también el cambio –no pocas veces resistido– del uso de la definición militar (por ejemplo la de “Capitán” por la de MasterscoutMS [92]) para establecer los grados y jerarquías dentro del scoutismo, nos dan cuenta de la dinámica con respecto a dichas percepciones.

De cualquier manera cabe señalar que, por fuera de la intención de discursividad “estratégica” del general y las particulares recepciones locales, la ambigüedad también formaba parte de la dificultad conceptual de mostrar escindidas de manera clara ante la opinión pública, lo que en el pensamiento mismo de Baden Powell se había desarrollado de manera paralela, pero a la vez separada, como eran sus reflexiones en relación a la movilización militar –por un lado– y la construcción de un sistema de civismo –por el otro. Como ha señalado Dedman, Baden-Powell había usado formas muy similares de reclutamiento, pero pensadas para dos contextos diferentes, uno con fines de defensa nacional, otro de entrenamiento ciudadano, lo que hacía que aunque pudieran hacerse analíticamente distinguibles, necesariamente ambas perspectivas se “contaminaran” o “retroalimentaran” (según la postura de cada observador) una a otra en la práctica, al proceder de una misma fuente de sentido que las había concebido[93].

Interesantemente, mucho antes de estas precisiones académicas, un dirigente scout argentino, el dirigente ya mencionado, Manuel Cutrin, llegaba –en los años treinta del siglo pasado– a las mismas impresiones en relación a desligar funcionalmente el origen del movimiento, de su desarrollo posterior, con objeto de poner el acento en el salto pedagógico que Baden Powell había logrado a partir de universalizar sus propias experiencias militares. Así, Cutrin utilizaría una muy interesante comparación para explicarlo: “¿Podemos creer que sólo Newton vio caer manzanas? ¡No! La verdad es que se trataba de un cultura de la sabiduría”[94].

Entonces, más allá de decidir por un simple “sí” o “no” ante una pregunta sobre si el scoutismo fue militarista, lo que nos importa más es encontrar cómo, la forma de responder a ese dilema, fue modelando (y modula aún hoy) la complejidad de la identidad scout y los campos de disputa de su sentido, frente a los cuales tampoco eran ajenos los “extraños” a la práctica. Quizás por ello, ciertas paradojas se han producido en ese sentido, ya que como se ha señalado:

resulta irónico que el movimiento Scout tuviera que defenderse continuamente en contra la acusación de militarismo durante la preguerra, sólo para luego ser sujeto a la crítica –en el transcurso de la guerra– de ser insuficientemente militarista[95].

De allí que frente a ciertas críticas (muy tempranas y de amplia circulación en el campo de la “izquierda” y de un sector del liberalismo[96]) que desde temprano asociaron al scoutismo con la marcialidad del militarismo a partir del uso de un uniforme; otros sectores de diversa orientación –como ha señalado Baubérot para el caso francés– consideraban la vestimenta de scouts y éclaireurs como demasiado “poco masculina” y en exceso extravagante[97].

Estas indisposiciones y resquemores sobre ciertos adminículos del uniforme operaban también para el caso argentino, en especial para el caso del pañuelo, frente al que los dirigentes de la asociación deberían recordar que –frente a lo que algunos podían creer– no era “un simple adorno” sino que significaba un insumo muy importante para el scout ya que le resultaba útil para, por ejemplo, “hacer un vendaje compresivo para cohibir una hemorragia, para inmovilizar una fractura, poner el brazo en cabestrillo, hacer una camilla, etc.”[98].

La cuestión práctica, por otra parte, no era la única justificación del uso del uniforme que, como veremos a lo largo de la investigación, cumplía varias funciones. En efecto, como materialización simbólica cumplía un rol que muchos de miembros, como el ya mencionado MS Oscar Frank, juzgaban relevante, siendo su uso “uno de los tantos medios de lograr interesar al niño”[99]. Más de treinta años después de fundada la institución, Frank no dudaba en resaltar la capacidad del uniforme como método inicial de “seducción” para los niños que luego serían integrados a la formación pedagógica integral que suponía el scoutismo. Así, se consideraba que “el uniforme, pintoresco, elegante y cómodo” contribuía a “cautivar” a los miembros infantiles[100].

Sin embargo, incluso en colaboraciones a la revista oficial, que intentaban ser halagüeñas a la práctica, se podía suponer el carácter “florido” (para usar una palabra de la época) que –todavía para fines de la década del treinta– tenía el semblante del guía scout, al que se lo presentaba “con la elegancia de un actor de películas” que daba “toda la importancia a la pompa de su cargo magníficamente bello”[101], y que bajo tan romantizada referencia podía despertar miradas irónicas y paródicas similares a las aludidas por Baubérot para el caso francés.

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Foto 4. Uniforme scout. ESA, octubre de 1928, tapa (selección). MSNA.

Por otro lado, la cuestión del uso de un uniforme “infantil”, rebajaba la mirada no sólo sobre los niños, sino también sobre los adultos que los conducían, a los que se ridiculizaba por estar tan “disfrazados” como los mismos niños. Recordemos, en ese sentido, las hilarantes páginas escritas por Wenceslao Fernández Flores –en su novela ambientada en la neutralidad española de la “Gran Guerra”– en las que se personifica a un supuesto MS español y donde se puntualiza esa mirada burlona:

Don Arístides iba también con su peliculero uniforme de explorador. El primer día que apareció con él en las calles de Iberina, casi hubo un alboroto. Las piernas torcidas, el bigote cano, la absurda delgadez de Sobrido, su reputación de hombre serio, no casaban, en opinión de las gentes, con aquel disfraz. Pero don Arístides soportaba las pullas heroicamente, como un evangelizador lleno de fe y anhelos de triunfo. Antes de salir de su casa, mandaba, sin embargo, a su esposa que se asomase al balcón para ver si había muchas personas en la calle. Luego, en el trayecto hasta la plaza de la Constitución, iba internamente azarado, mirando al suelo, y si se veía reflejado en un escaparate, su turbación aumentaba. Pero ya al frente de los treinta chiquillos se sentía sereno y, fuera de la ciudad, su entusiasmo le hacía latir el corazón presurosamente[102].

Así, ante la posible extrañeza que causaban los “novedosos” trajes de los MS, resultaba comprensible que algunos de los padres de esos niños prefirieran que los instructores de los boy scouts llevaran –más allá del que utilizaban para conducir a los niños– el uniforme militar antes que únicamente el civil. De allí que, todavía para el año 1936, año para el que ya la formación institucional estaba sólidamente establecida, la comisión de fomento provincial del scoutismo de La Rioja aceptara el ofrecimiento que el encargado de instruir a esos niños fuera un militar, el teniente Federico Gentilhuomo, antes que un MS civil[103].

Así, no resultaba nada raro que el instructor de esos niños perteneciera a las fuerzas de seguridad. Incluso, a veces se verían abocados todos los jefes y oficiales de un regimiento militar, como el n° 12 –dirigido nada menos que por Teniente Coronel Luis C. Perlinger, posterior Ministro del Interior– como amplio cuerpo de instructores de la Compañía perteneciente a la localidad de Cañada de Gómez[104]. Con tanta presencia militar, se explica que no pareciera inconveniente el saludo que dictaba el veteranísimo empleado y Oficial Mayor de la Institución, Luis Fontana[105], para el momento en que el MS debía arriar la bandera en el campamento y que se correspondía –directamente– con el usado por los militares: “BOY SCOUTS ARGENTINOS CON SUBORDINACIÓN Y VALOR PARA SERVIR A LA PATRIA”, a lo que los niños debían contestar el menos enardecido –y más prototípicamente scout– “SIEMPRE LISTOS”[106].

Lo curioso es que –más allá de esta alta cantidad de militares en todos los estratos scouts– y en oposición a quienes acusaban de militarista al movimiento, circularía –en cambio– por parte de otros sectores fuertemente politizados, una mirada censora de la “candidez” scout. Este tono crítico sería especialmente reforzado a partir de la creación de otras organizaciones infantiles fuertemente radicalizadas –hasta la apelación directa a la violencia política– que presentaban la necesidad de un “Niño Nuevo”, pensado en la lógica de la estricta movilización partidaria o ideológica.

De esta manera, en el diario platense El Argentino podía leerse la reproducción de un panegírico de la organización italiana fascista Balilla (“niño héroe sacrificado por la patria”[107]), escrita por Ugo Menghini a dos años de la creación de la misma, en el que se decía que dicha organización no tenía “nada de la fantasía amable y juvenil de los boy scouts. Aquí el niño obedece a una disciplina de hierro: la del fascismo”[108].

En efecto, poco tenían que ver ciertos posicionamientos de la dirigencia scout con esa disciplina “de hierro” aludida. Por ejemplo cuando no dudaban en señalar enmiendas a un reglamento en exceso riguroso de una Compañía local, definiendo la disciplina “a base del buen ejemplo, del sano consejo, de la bondadosa corrección, de la paciente y constante enseñanza de la práctica del Código de Honor”[109], cuando aseguraban que “los hechos demuestran [que] el cariño no desmedra la disciplina”[110] o al catalogar al scout como un “pastor de la bondad”[111].

Cabe suponer, frente a la situación presentada por el fascismo, el impacto que podían tener las noticias discordantes y las abiertas críticas contra el movimiento, entre los padres italianos en Argentina, algunos previsiblemente simpatizantes con el proyecto de Mussolini y que tenían sus hijos dentro de la asociación local[112] y que incluso podían haberse sentido especialmente motivados desde la página local a integrarlos al scoutismo bajo la mención que el propio rey Humberto de Savoia (Umberto II) había sido de joven, explorador[113]. La cuestión era cómo “procesar” los comentarios como el de Menghini, dentro de quienes confiaban en una relación armónica entre ambas naciones, como no dudaba en expresar, todavía en 1926, el Jefe Scout Severo Toranzo al señalar –frente a una hazaña aérea combinada de dos argentinos y un italiano– que “una vez más Italia y Argentina han fraternizado en un gesto simpático […] ¡Viva Italia! ¡Viva la Argentina!”[114].

Es que, luego de una inicial tolerancia hacia los cuerpos scouts precedentes, que incluiría –en reciprocidad– gestos claros de congraciarse con el régimen fascista por parte del Corpo Nazionale dei Giovani Esploratori[115], Mussolini decidiría condenarlos con la acusación de “internacionalistas”, al estar integrados dentro de una organización que excedía los límites italianos.

Estas características llevarían a Mussolini a realizar una ofensiva contra dicho cuerpo, en línea con la homogeneización fascista de la niñez y la juventud italiana, que se resumía en el otorgamiento del “monopolio” de la movilización a la Opera Nazionale Balilla (ONB) y la prohibición de la autonomía –a partir de enero 1927– de cualquier asociación infantil considerada en competencia con dicha organización. Esto acarreó, dos meses después, la autodisolución de los scouts “laicos” del Corpo Nazionale y el pasaje de sus bienes a la ONB[116], aunque –claro está– con la aparición de casos de prácticas clandestinas y resistentes a la decisión[117].

A pesar de las críticas de la Organización Mundial scout –compartidas por la dirigencia argentina[118]– al conocerse la disolución del grupo italiano de exploradores y de la petición a su propio Jefe Scout a que interviniese, Baden Powell no reaccionó en torno al tema sino seis años después, y no de la manera esperada por los demandantes. Así, luego de una visita casual a Mussolini –realizada como “rebote” de una entrevista con el Papa– el militar inglés –en vez de apoyar los reclamos de autonomía de “sus” muchachos italianos– legitimó fuertemente, a partir de una colaboración periodística en un diario británico, a la ONB y al proyecto de fascistización. Dicho artículo fue retomado con orgullo, por ejemplo, por el Corriere de la Sera, que no dudó en recoger y publicar sus palabras bajo el título de “Elogios ingleses a la obra del Régimen”. Allí puede verse la encomiástica mirada de Baden Powell a la obra juvenil fascista, publicada originariamente en el Daily Telegraph:

Fue un deleite ver aquellos espléndidos tipos de jóvenes viriles y serios prepararse a prestar el más bello servicio a su país, el de crear una nación más vigorosa, más masculina, más unida […] El hecho que la fuerza moral sea capaz de producir tales efectos en tan breve tiempo es un buen augurio para el futuro de Italia[119].

Pocos días después, el Corriere podía publicar otro suelto titulado “La educación fascista de la juventud exaltada por Lord Baden Powell”[120], en el que se reseñaba otro artículo elogioso sobre la tarea de Mussolini que BP escribió para el Morning Post, titulado “How Mussolini makes man power”, y en el que se sostenía que el Duce se había dedicado “con toda la fuerza a salvar la juventud de la tendencia deplorable que se manifiesta en tantas naciones y que resulta del creciente deseo del hombre por evadirse de toda responsabilidad y esfuerzo”[121].

En efecto, queda claro que la relación del propio Baden Powell con las juventudes del fascismo y del hitlerismo siempre fue en extremo “pragmática”, como puede colegirse de la invitación que pocos meses después de los citados elogios, se cursara tanto a los Avanguardisti italianos como a la HitlerJugend para que participaran –en calidad de “observadores”– a la Jamboree de Gödöllő, Hungría, en el mes de agosto de 1933[122]. Esta nueva demostración de aceptación de la decisión tomada por Hitler y Mussolini sobre las juventudes de sus países, permitiría una nueva oleada propagandística de la prensa italiana, resaltando la recepción que en Budapest se le haría a los jóvenes italianos marchando al ritmo de la Giovinezza, destacando la aprobación tanto del almirante Horthy –jefe de estado de ese país– como de Lord Baden Powell, quien los había observado desde uno de los balcones para ello dispuestos[123].

Sólo siete años después, en 1940, poco antes de morir, y en un clima geopolítico totalmente diferente al de 1933, BP se mostraría –desde Kenia, en una colaboración aparecida en The Scouter ampliamente crítico de las formaciones de este estilo y contrapondría de manera directa “sus” scouts a las formaciones juveniles nazifascistas, en un mensaje de resistencia frente a la adversidad –a través de una metáfora “jardinera”:

En muchos casos los Nazis han cortado los arbustos locales [del scoutismo, A. B.] desde el suelo mismo, y han intentado reemplazarlos con otras plantas, como la Juventud Hitlerista y los Balilla. ¡Pero las raíces siguen allí! Cuando regrese el tiempo primaveral de la paz, Dios así lo quiera, las plantas darán sus nuevos retoños con más fuerza y profusión que nunca, y, vitalizadas por la prueba que habrán pasado, serán ayudadas materialmente para recuperar la gloria de sus respectivos jardines nacionales[124].

Nuevamente, en nuestro acercamiento historiográfico, lo que intentaremos evitar al analizar los intercambios del scoutismo con las ideologías antiliberales de la época de entreguerras, son tanto los tonos de disculpa culposa o de sesgada apología sobre los sucesos, como así la mirada de relativamente ingenua denuncia retrospectiva de dichos actos. Procuraremos, en cambio, analizar cómo el propio scoutismo, a través de su múltiple variedad de actores, se autoreconocía en términos identitarios al tener que lidiar, conjugarse y relacionarse con fenómenos políticos extremadamente novedosos que ponían en tensión los valores epocales con los cuales el movimiento se había inicialmente concebido.

En ese sentido, como lo veremos a lo largo del libro, los desafíos de la coyuntura histórica que provocarían los “vaivenes” de postura en su fundador internacional, no serían ajenos a sus representantes en Argentina. Así, vista la mirada inicial de Baden Powell en ese sentido, no llama la atención que la propia dirigencia scout argentina viera en los Balilla, una institución homologable, como lo demuestra la mención a ellos –en términos inicialmente halagüeños– dentro de la sección de la revista oficial denominada “El scoutismo en el exterior”[125].

Con todo, cabe mencionar, por otro lado, que a diferencia de otras colectividades, los ítalo-argentinos no habían tenido –salvo efímeramente[126]– compañías “étnicas” propias afiliadas a la institución, con lo cual el impacto de la mencionada disolución de los “Jóvenes Exploradores” en Italia no parece haber tenido el efecto que produjo en Italia y que podría haber tenido en nuestro país de haber existido una compañía de ese tipo, en relación con las regulaciones que a nivel mundial había decidido el Bureau Internacional de la práctica, con respecto de las colectividades “mixtas”, las que se suponía debían estar bajo el control de ambos países interesados en las compañías en cuestión[127].

Posteriormente, al calor del recalentamiento de la escena internacional desde la segunda mitad de los años treinta y los profundos problemas que sí se dieron al interior del scoutismo étnico alemán en nuestro país, al cual se intentó implicar en la estrategia de Gleichschaltung nazi[128], se generaría en la dirigencia de BSA la necesidad de revisar posturas y explicitar argumentos para evitar que se produjera la “confusión” del credo nacionalista scout con aquel de ciertos “nacionalismos de derecha” que veían con buenos ojos las experiencias italiana y alemana y cuyos argumentos tendrían una visible circulación en nuestro país en aquellos momentos. Frente a dicha “tentaciones” la Junta Provincial mendocina, en un folleto de conmemoración de la “Semana del Boy Scout”, adoptaba como logo: “Apoye el scoutismo y hará nacionalismo de verdad”[129].

Claro está que efectivizar una desmarcación completa con respecto de los mencionados grupos resultaba una acción compleja, teniendo en cuenta que algunos de los dirigentes (tanto de fuste, como periféricos) de la propia asociación scout, militaban o adherían a sectores que simpatizaban –con diferentes matices y grados– con algunas o con todas las soluciones de tipo totalitario, o que al menos eran “acusados” –contra su propia opinión– de tener esa postura por parte de sus contendientes políticos[130]. Son los casos del miembro fundador de la ABSA, Frank Soler[131] (encargado, por otra parte, de la “sensible” materia de “Historia e Instrucción Pública” de la Academia scout[132]); del consejero nacional de los BSA, Floro Lavalle[133], y del vocal del Directorio Martín Aberg Cobo[134].

Sin embargo, por fuera de los dilemas ubicacionales y programáticos del scoutismo acerca de cómo posicionarse frente a dichos regímenes, queda claro que a vistas de la dirigencia de los propios países “totalitarios”, la pretendida “neutralidad” ideológica de los scouts no podría más que finalmente decantar en una tensión irresoluta con aquellas formaciones infantiles más comprometidas en términos político-partidarios. Esa incompatibilidad manifiesta llevaría a la disolución de los scouts en esos países, tal como sucedió en España, Italia y Alemania.

Por otro lado, evidentemente, el anatema a dicha “neutralidad” no sólo vendría de aquellos regímenes, sino también de aquellas agrupaciones que defendían, en el triángulo ideológico de entreguerras, al otro polo condenatorio de la “democracia burguesa” que parecían representar los scouts, como era la Unión Soviética.

En efecto, una mirada similar a la de los Balilla como grupo “anti-scout”, portarían los manuales sobre los “pioneros” comunistas citados por quien –luego– sería el celebérrimo escritor Ernest Hemingway. Un lustro antes de las palabras del fascista Menghini, Hemingway transcribía, de esta forma, esas ideas:

afirmamos que el niño debe enrolarse como combatiente en la lucha de su clase y compartir el destino de su clase. Los mezquinos pedagogos reformistas burgueses, los utópicos humanitarios y los reformadores sociales se asombran hasta casi desmayarse o se escandalizan ante la idea[135].

En ese sentido, el lugar aparentemente “desideologizado” que sostenía el scoutismo (y que en muchos sentidos se fundaba en una lógica de “armonía de clases”[136] con amplio arraigo discursivo en el interior del país[137]) era duramente cuestionado tanto desde las nuevas formas de la “derecha” como de las de la “izquierda” política, no sólo en su formato más radicalizado, sino incluso en el moderado, tal como veremos más adelante en la relación con el socialismo argentino, ya que por más que en algunas ocasiones parecieran haber compartido mismos anhelos de reformismo social, las formas de expresarlo diferían recurrentemente[138].

Las recriminaciones desde la “izquierda” política se extenderían a la década del treinta, a través de la crítica de Aníbal Ponce a la “neutralidad” escolar[139], en la que se mantenía que se debía considerar al scoutismo, dentro las “organizaciones burguesas extraescolares”, en compañía con expresiones tan variadas –con las que seguramente a algunos scouts les hubiera llamado la atención verse emparentados tan directamente– como la “doctrina evangélica, [los] hogares católicos, [las] juventudes cristianas, etc.”[140].

Sería a causa de esa mirada que, incluso en un debate sobre un subsidio a los scouts en el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, al que trataremos in extenso más adelante, el concejal José Fernando Penelón, fundaría su oposición a otorgarlo, no con los argumentos de los miembros socialistas de los que ya se había distanciado, quienes se fundaban en la protesta contra el “militarismo scout” (tal como lo podremos advertir en los posicionamientos de Ángel Giménez que analizaremos en otro lugar de este libro), sino redoblando la apuesta y señalando:

Mi partido ha de estar naturalmente, en contra de ese militarismo, y yo lo estoy tan profundamente como el señor concejal [Alejandro] Castiñeiras, aun cuando sea ardiente partidario del buen militarismo, o sea de ese antimilitarismo, diré, que tiende a formar soldados rojos para destruir la sociedad injusta en que vivimos. Por esas razones voy a dar mi voto en contra del subsidio a esta sociedad de boy-scouts[141].

Estos posicionamientos de pedagogía bélica estarían presentes durante todo lo que resta del período de entreguerras, e incluso mostrarían un endurecimiento creciente de la idea de militarización infantil en la “izquierda”, como en el caso de España, en el que se llegaría a su efectivización, como mostraba una azorada republicana de la primera época, Clara de Campoamor, al recordar los estribillos cantados por “cortejos de niños” en la Madrid de la guerra civil: “Sí, sí, sí, queremos un fusil. No, no, no, queremos un cañón”; mientras que “como obedeciendo a una consigna, se repartían entre los niños armas de juguetes. Incluso los bebés, en los brazos de sus madres, levantaban un pequeño fusil o una pistola”[142].

Frente a este proceso de “endurecimiento”, debemos recordar, que, en cambio, los scouts británicos habían sufrido más bien un giro desmilitarizador a partir de la Primera Guerra Mundial, al advertir la cantidad de bajas que el movimiento británico experimentaría a lo largo de esos años[143]. El duro impacto que significó la Gran Guerra produjo claros efectos, también, en dirigentes del scoutismo nacional como Eduardo Ladislao Holmberg[144], quien no dudaría en plena conflagración, en escribir –en una figura propia de su condición de naturalista– que “aunque de vieja estirpe militar, odio la guerra porque es la forma de lucha por la vida más brutal y más injusta que ha podido imaginar el mamífero erguido y con cuatro colmillos que se llama Hombre”[145].

Curiosamente, el apoyo dado a los scouts por parte de Holmberg, sería posteriormente criticado por antiguos “compañeros de ruta”, reformistas y normalistas, que verían en esa decisión, su caída en el peor de los nacionalismos[146]. Sin embargo, como veremos más adelante, dirigentes como Holmberg y Gándara mantendrían al interior de la organización un intransigente “antimilitarismo” que no cejaría nunca durante sus años de participación.

De la misma manera, otro de los futuros directivos, el pedagogo y normalista José Jacinto Berrutti –fundador de las Escuelas de Puertas Abiertas y de las Escuelas Nocturnas para la Mujer–, caracterizado en la historiografía de la educación como un “democrático radicalizado”[147] y casi “quintaesencia” del normalismo[148] –quien también sería luego cuestionado por sus algunos colegas racionalistas por abrazar la prédica de la educación nacionalista[149]– no había dudado en escribir, frente al proceso de ultranacionalismo bélico que le ocurría ver, que “el engrandecimiento de la patria es, en resumen, un paso hacia el engrandecimiento de la humanidad”[150].

En efecto, ese era el supuesto final de los considerandos de la reunión organizadora de la asociación scout argentina, es decir, la posible convergencia de dos lealtades: la Patria y la Humanidad[151]. Esta actitud que podríamos definir como una “fe laica doble”, y que tampoco sería ajena para otros actores de la época con fuertes fricciones con los scouts (como los socialistas[152] y los normalistas[153]) se volvería, a partir de la Primera Guerra Mundial, y con el transcurso del período de entreguerras, una exigencia no sólo de creciente dificultad de cumplimiento, sino –incluso– de cada vez más ardua posibilidad de concepción.

Estas derivas las podemos ver, por ejemplo, en el caso del fundador de la asociación, Francisco Pascasio Moreno, quien impresionado, incluso, por la visita a la Argentina del líder socialista Jean Jaurès[154] y su convergente acento en la educación moral, destacaría el concepto de nación que presentaba el socialista, como cercano al de Esteban Echeverría. Bajo la referencia de ambos idearios, Moreno parecía presagiar un futuro de armonía universal, que se expresaría en la nueva asociación infanto-juvenil, tanto como para sostener que los Boy Scouts eran la “institución que ha de imponer la paz en la tierra”[155]. Como sabemos, sólo tres meses después de haber sido publicada la nota –¡ay!– su afirmación sería desmentida sobre el propio cuerpo del mencionado pacifista francés[156], asesinado en el Café du Croissant, en París, tres días después de comenzada una guerra que ni los scouts ni los socialistas habían podido evitar y de la que terminarían participando, ambos, en forma masiva.

En todo caso, si el desarrollo de la Primera Guerra Mundial despertó discrepancias entre los socialistas en cuanto a cómo enfrentarla, también impactó en un sentido ambivalente en el ámbito scout. Esto, porque por un lado pareció convalidar aún más la necesidad del desarrollo del espíritu patriótico del movimiento, teniendo en cuenta, entre otras cosas, el servicio que los mismos niños europeos habían prestado a sus respectivos países en guerra; mientras que por el otro, las “bajas” producidas entre los MMSS, ayudantes y ex miembros producirían un notable impacto en los cuestionamientos por la homologación de la práctica con el militarismo.

Curiosamente, más allá de la situación geopolítica y del alegato pacifista que precedentemente había encomendado al scoutismo en ese ámbito, el mismo Moreno –una vez desatada la “Gran Guerra”– no dudaría en activar sus propios recuerdos históricos y bélicos para construir el culto a la patria en “sus” scouts, con una especial clave de respeto militar. Así, llegó a sostener: “Cuando los boy scouts de Huinca Renancó aprendan qué fue ese lugar […] si un día la patria les reclama sacrificios y su sangre, soñarán en los campamentos con los enérgicos milicos que murieran en las pampas por ella”[157].

Es que, con todo, las durezas de la guerra europea, sin embargo, no parecen haber resentido la recepción del movimiento en Argentina, ni haber menguado su marcialidad. En cambio, la experiencia de ayuda bélica de los scouts trasatlánticos en la Primera Guerra parece haber revalorizado la consideración de una parte de la población local sobre los niños locales, ya que:

cuando [el público] supo que en Bélgica los ‘boy scouts’ habían sido héroes de la defensa; que en Italia el gobierno había apelado a ellos para organizar servicios importantísimos, y que Francia les estimaba tanto como a sus soldados ‘poilus’, ya los espectadores de desfiles observaron con respeto los graduales progresos de estos pequeños soldados sin armas[158].

La misma institución, que en fecha muy temprana del desarrollo de la conflagración mundial difundiría una clara postura antigermánica[159], señalaba en su carta al Presidente de la Nación, Victorino de la Plaza, que precisamente “los servicios de los Boy Scouts durante la terrible guerra actual” demostraban la necesidad del Estado de fomentar dicha práctica[160]. Incluso el Boletín Oficial de la asociación se encargaría de dar a conocer los nombres de los scouts argentinos que habían participado en la guerra bajo las fuerzas expedicionarias británicas, como lo demostraban los casos de H. H. Jacobs de la compañía Belgrano, A. C. Luck de la de Villa Devoto y D. Kempner (“Scout desde 1909”)[161].

Moreno, en especial, remarcaba que ninguna nación estaba libre de agresiones, y en caso que:

la República Argentina se viera un día obligada a repelerlas tomando las armas para defender su honor, su suelo, sus hogares, sus scouts, siempre listos para todo servicio de vanguardia, con la preparación que corresponde a su título han de ser su fuerte sostén[162].

En esos términos, la disposición de entrega y diligencia[163] llegaba a tal extremo que no se dudaba en solicitársele al scout criollo que tuviera una divisa especial de ciclista[164], el “ponerse con ella [la bicicleta] a las órdenes del Gobierno Nacional en cualquier momento que fuera necesario”[165].

A pesar de entender que la remisión a lo militar era un arma de doble filo –valga la metáfora de afinidad temática– los dirigentes parecían estar conscientes de la popularidad de esa referencia. Percibían, más allá de las críticas “autorizadas” de pedagogos y otros especialistas de actividades “infantiles”[166], que la impronta militar sabía generar un fuerte impacto y reconocimiento en un amplio sector de la población, en especial en las compañías del interior, brindando a las “maniobras” realizadas por los niños, efectos literalmente cinematográficos. Uno de ellos, puede rastrearse a partir de la cinta que muestra un compacto número de ochenta niños scouts realizando su “instrucción militar”, filmados por Max Glücksman para uno de sus noticieros[167].

Esta acogida hecha por la población a la solemnidad infantil de aires bélicos, ya experimentada desde fines del siglo XIX con el caso de los “Batallones escolares”[168], y revivida a partir de la Sociedad Sportiva que tenía en el general Riccheri –segundo Jefe Scout– uno de sus mecenas[169], tuvo indudablemente un efecto en la propia dirigencia y en los niños, acentuado incluso en el discurso por las “epopeyas” militares que los adultos habían experimentado o habían recibido por otros testimonios y por la necesidad de recordarlas. Así, el “Perito” expresaba:

¿Cuándo tendremos el libro anecdótico que describa al “milico”[170], desde aquel recordado por el pincel de Blanes, soldado improvisado, que perdida una pierna por una bala de cañón durante la primera invasión inglesa, corta con su cuchillo el guiñapo que aún la adhiere al cuerpo, ata al muñón su raída camisa y se arrastra con el arma para no perder su sitio en la fila diezmada, hasta aquel ‘destinado’ que, en la lucha fratricida del Parque, cae con la boca, la lengua y la nariz destrozadas por la metralla, y que al levantarle y preguntarle lo que siente, garabatea: ‘Nada, póngale una corona de flores por mi cuenta a mi capitán’, el que yacía muerto a su lado”[171].

Estos arrestos “militaristas”, como los que especialmente informaron la discursividad de Moreno al desencadenarse la guerra mundial, no carecerían –sin embargo, como hemos dicho– de sectores que, incluso al interior del Comité Ejecutivo, se oponían férreamente a dicha deriva. En este caso, el que personificaría dicha oposición de manera clara, sería el vocal (y pariente del propio Moreno) Federico W. Gándara[172], quien pediría –y obtendría– en 1915 la condena expresa del militarismo por parte del Comité Nacional del scoutismo. Luego de declarar “haber observado ciertas irregularidades en la última parada realizada en esta Capital, como así mismo cierta tendencia [a] militarizar el movimiento”[173], Gándara se expresaría –al igual que Holmberg– bajo un cariz expresamente “antimilitarista”, posición que había dejado ya bien clara en la aceptación de su ingreso a la directiva scout, comunicándola nada menos que en forma escrita al General Riccheri, mentor del servicio militar obligatorio[174].

Motorizado por esas consideraciones y con el apoyo del docente Modesto Quiroga[175], el Consejo Nacional en pleno suscribiría la siguiente declaración: “No es ideal ni fines de la ABSA el militarismo”[176], triunfo de Gándara que se vería ratificado cuando –también gracias a su moción– se logren cambiar del plan de Estatuto de 1915, las frases que en los objetivos de la asociación, sostenían los de “defender a la patria”, por los de “enaltecer la patria”[177].

Esta pulsión originaria y esta tensión entre militarismo y scoutismo estuvieron siempre presentes en la continuidad de la práctica, y fueron las dinámicas y vaivenes concretos en el tiempo los que modelaron la forma de plantear y de responder a la pregunta. De hecho, los dirigentes volverían una y otra vez a resignificar la cuestión del militarismo, en una necesaria operación de desmentirlo y no condenarlo del todo, a la vez. Así, el Jefe Scout Santa Coloma diría: “De militarismo, también hemos tenido que repetirlo, nuestra institución no tiene más que aquello que conduce a armonizar los movimientos colectivos” y el concepto del honor[178].

A veces incluso se llegaba al oxímoron que los mismos dirigentes de profesión militar eran los más interesados por desmentir el “militarismo” de la práctica scout que dirigían. Así, veremos cómo el general Severo Toranzo, “Jefe” de los Scouts en la década de los veinte, puntualizaba expresamente que “estamos lejos del militarismo del que a veces se oye tachar al scoutismo por personas que no se han tomado el trabajo de estudiar sus principios ni seguir sus prácticas”[179]. Toranzo iría incluso más allá en términos de adscripción democrática: “Scoutismo no es militarismo. El militarismo quiere establecer el predominio de una casta en el gobierno del estado. En nuestro país nunca existió el militarismo”[180]. Esto no evitaba que, en ocasiones, sin embargo, las metáforas castrenses se le “colaran” en el ámbito de la práctica, cuando al agradecer haber sido electo como presidente de la ANBSA, señalara que de no cumplir su deber o de no ser eficaz su esfuerzo, no tendría problema en renunciar a su cargo “alistándose como simple soldado de la institución”[181].

Quizás, para no sucumbir a ese imaginario, las autoridades nacionales repetían como letanía esa condena a la idea de militarismo en sus filas. Para ello se preocupaban de reproducir, publicándolas en la gacetilla oficial, las opiniones del propio Baden Powell, que iban en el mismo sentido.

la instrucción y la disciplina militar son precisamente lo opuesto de lo que nosotros vamos inculcando con el movimiento scout. Su empleo tiende a formar máquinas en vez de individuos […] Ante el empleo de bandas militares y de formaciones tanto los jóvenes como el público reciben la falsa impresión de nuestro ideal […] El empleo de estos métodos que todavía se utilizan en algunos lugares muestra solamente que allí la ética del scoutismo no ha sido comprendida[182].

Como vemos, así como en algunos casos, la mímesis militar podía atraer a ciertos padres, en ciertos momentos y en ciertos lugares, para convencerlos de la ventaja que sus hijos “se hicieran scouts”; en otros momentos, dicha referencia podría ser contraproducente. La capacidad de calibrar esos énfasis por parte de la dirigencia scout nos muestra los beneficios analíticos que comporta romper con una mirada meramente esencialista del pensamiento de los actores involucrados.

La ocasional necesidad de “diluir” la referencia militar la experimentarán los propios dirigentes del scoutismo naval –partícipes en su mayoría de la base de Punta Alta– quienes se ocuparían de desmentir esta relación para clarificar a “algunos padres remisos que no envían sus niños al local de los ‘boy scouts’ [ya que] aducen razones inconsistentes para tomar esa actitud inconsulta; tales, las que se refieren a la inculcación de ideas militaristas”[183]. Intentando dejar en claro la no ligazón con el militarismo, los dirigentes pedían que frente a la exposición de esas ideas, se negaran “rotundamente, tales aseveraciones como capciosas, y aconsejamos desecharlas completamente en bien de los propios niños”[184].

Con todo, las quejas por la eficacia de desgaste que tenían las opiniones “pacifistas”, eran reconocidas por los organizadores locales, como suscribía el secretario de la compañía de la localidad bonaerense de Ameghino. En este caso, no un militar, sino un empleado de correo sería el que se lamentara por “los inconvenientes con que tropieza debido a la oposición que le hacen individuos de ideas contrarias al Scoutismo y a toda obra patriótica”[185]. A dicha “campaña” la sindicaba como el factor principal de la deserción de casi dos tercios de los niños, sobre una plantilla inicial de sesenta miembros.

Más allá del alcance real y de la multicausalidad de un fenómeno como el que el dirigente local relataba, resulta interesante analizar el lugar que los propios organizadores daban a la campaña de “desprestigio” que circulaba contra la práctica, motorizada sobre todo en alegatos antimilitaristas o “antipatrioteros”. Los redactores del periódico de Punta Alta iban más allá, sumando una perspectiva ideológica y acusando a los padres que se oponían al scoutismo, de no tener “más patria que el universo, ni más constitución que la de Moscú, ni más banderas que el pendón rojo, ni más himno patrio que la internacional […] El odio de esos padres es el mejor elogio para nuestra institución”[186]. Los tiempos en que el carácter global del movimiento resultaba ser un elogio de la práctica, parecían haber pasado; y el único internacionalismo detectado –y ampliamente combatido– era el identificado con los movimientos proletarios.

Pero más allá de estos exabruptos esporádicos –aunque en ocasiones recurrentes, resultaba claro que tanto en los años veinte como en los treinta del siglo pasado, la ambigüedad sobre la “esencia” militarista o no del scoutismo siguió estando presente. Todavía, en un clima dominado por los efectos de la Guerra Civil española, podían leerse estas aclaraciones, en las cuales despegándose del militarismo, no se renunciaba sin embargo a la defensa de la idea de disciplina, en una respuesta que no permitía aclarar del todo las dudas que sobre la práctica se posaban:

Se nos dice que hacemos militarismo. ¿Es un reproche? ¿Acaso ha existido nunca militarismo? Aclaremos. Nuestra institución es una escuela civil; no tiene la severa y férrea disciplina del soldado pero tiene disciplina; la disciplina es necesaria e indispensable […] Que nuestras organizaciones se manejan con orden militar lo reconocemos, no podría hacerse de otra manera. Pero no formamos batallones de soldaditos, sino legiones de muchachos sanos de cuerpo y espíritu[187].

En ocasiones, la ya mencionada voz “desmilitarizadora” de Baden Powell era acompañada de especificaciones para el caso nacional, en una tradición “exegética” que ya había sido comenzada –según veremos– por Francisco Moreno en las traducciones que publicaba del Jefe Mundial. Así, luego de reproducir el mencionado discurso de BP, en la revista oficial se puntualizaba que los scouts tenían “un fin primordial con el cual nunca se ha pensado organizar batallones infantiles”[188].

Incluso, pero, en los momentos en que se expresaba con más fuerza y sin ambigüedad, la mirada de reverencia bélica no debería obturar, sino más bien complementarse, al menos a ojos de los actores scouts, con otro ideal, el de ciudadanía, con el que la emparentaban y que se llegaba a propiciar como el más relevante, ya que “la formación de hombres que sean buenos ciudadanos” era la “suprema aspiración que debe guiarnos a todos”[189]. La institución misma era definida por su Inspector nacional, como “la república ideal de los niños”, en la que el scout “ejercita el derecho del voto para resolver los asuntos de su patrulla”[190].

En efecto, el mismo uniforme que podía verse como “militarista” por parte de ciertos grupos o “florido” por otros, era resignificado por aquellos sectores que lo connotaban como expresiva muestra de la igualdad cívica existente en la práctica y lo equiparaban con el guardapolvo. Así, el dirigente Ricardo Staub[191] declararía que el uniforme scout debía ser respetado por todos, en tanto “representa un exponente de aspiraciones sanas y de virtudes cívicas”[192].

De hecho, el uniforme en tanto demostración de ciudadanía, ligaba a la escuela, a la formación scout y al servicio militar como niveles sucesivos de una misma formación en un espacio federal en común[193], al menos como lo pensaba el Jefe Scout Tomás Santa Coloma, quien señalaría “que para formar el ciudadano ideal es necesario intercalar al scoutismo entre la escuela primaria obligatoria y la Conscripción obligatoria, haciendo pasar al niño por estas tres escuelas”[194].

Esta concepción sería replicada pocos años después por la que luego sería la primera Directora de la “Asociación Internacional de Niñas Guía y Niñas Scouts”, la británica Katharine Furse, líder además de la Cruz Roja de su país –de la misma forma que lo había sido de la sección argentina, la primera presidente de la Comisión de Damas scouts, Guillermina Oliveira Cézar de Wilde[195]. Furse, ante sus colegas de la Sociedad de Naciones, diría: “la razón principal por la que se viste el uniforme es porque es un símbolo de unidad e igualdad entre todos los rangos”[196].

Lo mismo había señalado el Jefe Scout Severo Toranzo, un año antes que Furse, al expresar la idea relacionada con que: “Debajo del uniforme del scout se confunde el hijo del obrero con el del capitalista […] Es pues una institución altamente democrática que trata de generar una hermandad entre todos sus miembros”[197]. Sin embargo, también era cierto, que a ojos del general, esta índole democrática de la propia sociedad argentina, podía derivar de manera negativa, “desde el punto de vista moral y étnico” en “un ambiente disolvente respecto de la nacionalidad argentina y un aura de indisciplina social, que si nos descuidamos puede conducirnos al caos demagógico”[198], ya que existían “teorías y tendencias caóticas, aportadas en germen por muchos de los extranjeros que vienen al país a gozar de sus libertades y de su bienestar”[199].

Cabe pensar que la idea de una democracia “disciplinada” o “fuerte” que podía ser expresada a través del símbolo del uniforme u otras formas, aunque tampoco carecía de tensión, circulaba de manera profusa en el imaginario corriente de entreguerras[200]. Uno de sus cultores, quien supo ser miembro del Consejo Nacional scout durante un año, José Félix Uriburu, daría cuenta de las complejidades y contradicciones de esa mirada, en un discurso de banquete en su homenaje por haber sido ascendido a general.

Aunque muy marginal y efímera en el entramado institucional scout como miembro del Consejo Nacional al que renunciaría poco días después de ser designado como tal[201], la participación de Uriburu permite demostrar su –en esos tiempos– anuencia (o al menos, no repulsión) a los valores que creía representados por la institución[202]. Esos valores eran interpretados por él, como los de “patriotismo” y de respeto constitucional, en una línea que no dejaba de asumir las paradojas de la idea de “democracia fuerte” circulante por esos años y que como veremos después “resolvería” (como si se tratara de tonalidades musicales) de forma diferencial en las vidas de Toranzo y Uriburu.

Así, en el año 1920, en el discurso de agradecimiento por el banquete que se le ofreciera por su ascenso, Uriburu creía en que el ejército “no determina rumbos a su política” ya que “su deber de obediencia a los órganos creados por la constitución se lo impiden (sic)”[203] y sus propósitos eran “de orden, de respeto a la ley y de acatamiento al poder civil, de cooperación en la educación de las masas, de prescindencia en las luchas políticas o de carácter económico”[204]. Esta pretensión de “prescindencia” no era así interpretada por todos los actores políticos. Curiosamente, incluso, los socialistas acusarían a Uriburu, un par de meses después de dada dicha alocución, de ser “el brazo derecho del presidente en materia militar. El señor Yrigoyen le ha cubierto de honores, y él está muy dispuesto a retribuirle […] ahogando en sangre cualquier huelga general o un hipotético motín cuartelero conservador”[205].

Con todo, luego de esa profesión de fe institucionalista que una década más tarde olvidaría, también en ese discurso Uriburu alertaba la posibilidad que el país se volviera “el campo de ensayo de todas las doctrinas disolventes” y cayera “en la más espantosa de las anarquías, merced a la incuria, la ignorancia o la cobardía de la clase dirigente”[206], situación alentada por aquellos que criticaban el servicio militar “creyendo así propiciarse los votos de una juventud que deben suponer holgazana y afeminada, cuando creen atraerla por este procedimiento” y que hablaban “al país de liberalismo, de democracia, de ideales no siempre concretos, en sustitución de las expresiones que empleamos los militares cuando decimos ‘subordinación y valor para servir a la patria’”[207].

En ese sentido, el uniforme scout era democrático e igualitario, pero al mismo tiempo distintivo y jerárquico. Por ello, los dirigentes scouts de Punta Alta definían a la vestimenta reglamentaria como la expresión que hacía “desaparecer las distinciones aparentes entre muchachos pertenecientes a diversas clases sociales”[208] y a la vez, como la herramienta para “responder a la idea de toda organización disciplinada”, por lo que se instaba a “llevar con gusto y respetar el uniforme”[209]. En ese sentido, la Junta Ejecutiva conminaría a sus compañías a presentarse en los actos del 25 de mayo “observando la mayor corrección y uniformados de la mejor manera”[210] ya que, recordemos, la idea de “limpieza” era convergentemente espiritual y física[211]. Así, la revista oficial, luego de precisar “cómo debe usarse el uniforme”, resaltaría que “los psicólogos no necesitan más que una ligera observación para conocer el carácter de las personas que muchas veces por su incorrección en la vestimenta demuestra (sic) su espíritu”[212]. De allí que se ligaba la pulcritud del uniforme no sólo con el compromiso con la práctica[213], sino incluso con la salud mental.

La puntillosidad en torno al uniforme delataba los temores circulantes ante la probable banalización de lo que se consideraba una práctica “seria”. Un tipo de “recepción” no deseada por parte de las autoridades asociativas, se vería tempranamente en la utilización lúdica del uniforme scout, según se muestra en la foto del disfraz de la niña Celia Alier Costa, quien se presentaría personificada –según identificaba la revista que la presentaba– no como girl sino como un “boy scout”[214], en consonancia con la contradictoria definición oficial de la que hablaremos más tarde y que permitía que una niña fuera definida como boy scout.

Este tópico de disfraz infantil –como otros que en el mismo sentido hemos podido recabar[215]– no tenía necesariamente, según nuestro análisis, un efecto paródico o burlón, sino incluso podía suponer una estrategia de “reconocimiento”[216]. Sin embargo, quedaría claro que este tipo de “tributo” no era aceptado por la dirigencia, por lo que la Junta Ejecutiva de la ANBSA pediría a la policía que prohibiera tanto el uso del disfraz de “boy scout” para los carnavales, como la utilización del uniforme propiamente dicho durante esas fechas, “en vista de que en años anteriores ha sido este usado por personas que desprestigiaban el concepto del mismo”[217]. Sin embargo, esta nota –al ser generada antes del proceso de “institucionalización” asociativa– recibiría la negativa de la dirección de la Policía capitalina, quien le respondería que –por la mencionada causa– no tenía facultades para realizar esa prohibición[218].

Frente a esta respuesta, ni bien dictada la normativa que le garantizó el derecho al “monopolio” del uso del uniforme scout, la ANBSA –ahora reconocida por el ámbito estatal bajo el nombre de Institución Nacional del Scoutismo Argentino (INSA)– enviaría una nota al Jefe de Policía, Julio Moreno, solicitando “el cumplimiento del decreto del P(oder) E(jecutivo) con respecto al uso individo (sic) del uniforme scout”[219]. El efecto, sin embargo, no sería inmediato.

Así, con respecto de la prohibición del disfraz, esto se lograría de manera permanente, al menos para la jurisdicción de Capital Federal[220], en 1923, con el edicto que a tal fin extendiera el Jefe de Policía, Jacinto Fernández[221] y que a menudo la ANBSA debía solicitar que se reiterara y –sobre todo– se pusiera efectivamente en práctica[222].

El celo de la institución sería, con todo, constante, y se trasladaría a otras partes del país, como sucedería en la localidad correntina de Alvear, a cuyas autoridades se solicitarían informes por la “denuncia” realizada acerca de “un ciudadano [que] se había disfrazado con el uniforme de boy scout” para participar de un corso[223].

Al control sobre el “indebido” uso “hacia afuera”, la dirigencia scout agregaría la conminación a sus propios miembros de ser particularmente celosos de la formalidad de la vestimenta oficial y de la manera de llevarla, ya que en ocasiones, percibían que “sus” niños portaban “uniformes desaliñados y divisas colgadas sin gracia, cual si fuesen distintivos de comparsas carnavalescas o de sociedades de football”[224].

El poderío del simbolismo que suponía el uniforme, entonces, produciría la necesidad de una puntillosidad normativa creciente. De allí que no se admitiera incluir en él, “ninguna prenda ni distintivo que no establezca el reglamento”, ya que no sólo se consideraba prohibido sino incluso “ridículo para quien la ostenta”[225]. Las altas autoridades de la Junta Ejecutiva y Directorio no cejarían en intervenir, hasta en los más mínimos detalles de la vestimenta, según demuestra la legislación específica que en los años treinta podía encontrarse acerca del sombrero de las niñas scouts, a fin de lograr “un conjunto más armónico ya que haría juego con la pollera y saco del uniforme”[226], o en el caso de la reglamentación del pantalón largo –en vez de las polainas– para Ayudantes y MMSS, entre otras cosas, porque “disimula defectos de las piernas y del modo de caminar”[227].

Y lo que sucedía con el “militarismo” y las prácticas de uniformidad “textil”, se replicaba con el lugar atribuido a la relación con la institución policial. En efecto, la idea misma del scoutismo como especie de agrupación parapolicial “de cotillón”[228], ya se encontraba presente en el período de entreguerras, como ejemplifican las palabras escritas por Aníbal Ponce en una publicación de la “izquierda” antifascista: “en tiempos de paz el ‘scout’ no es soldado sino policía”[229].

Esta relación entre scoutismo y policía (aunque despojada del sentido despectivo) fue constante y particularmente simbiótica, siendo además corroborada por las actitudes de algunos miembros de la ANBSA. El secretario de la misma, Ángel Braceras Haedo[230], por caso, no dudaba en destacar su propia actividad “para-policial” al expresar en una reunión de la propia Junta Ejecutiva “que hace tres días h[abía hecho] detener a un individuo que vestía el uniforme de scout […] y que una vez en la comisaría resultó ser un delincuente conocido”[231].

Asimismo, el presidente de la ANBSA-BSA, Severo Toranzo, no dudaría –en la propia Escuela de Policía, donde funcionaba una compañía que llevaba el nombre del anterior presidente de la institución, “Tomás Santa Coloma”– en señalarles a los niños que “un buen scout debe prestar su concurso decidido y valiente a la policía para identificar o aprehender a los malechores (sic)”[232]. Bajo ese paradigma, se enviaría, pocos meses después, una nota de felicitación a dos “cabos” (es decir, guías) y un boy scout de “la Meana” por “la eficaz colaboración prestada en la detención del sujeto Eduardo Larraín [segundo apellido ilegible]”[233].

Por otra parte la colaboración era mutua ya que, en ocasiones, los propios agentes policiales –en este caso, de la provincia de Buenos Aires– serían los encargados de recibir, distribuir y fijar carteles de propaganda de fomento de la institución scout en la vía pública[234]. Como contraparte, la dirigencia asociativa adheriría enfáticamente a la instauración del “Día del Policía” en el año 1926[235], encomendando a su presidente, a que tomara “las medidas necesarias para obtener la concurrencia del mayor número posible de scouts[236].

Aunque –como vemos– la relación “policía-scoutismo” actualmente está difuminada y se encuentra algo parodiada en la opinión pública actual, dicha interrelación puede ser fehacientemente cotejada en las fuentes históricas. Esto sucedía especialmente en la Capital Federal, donde la jurisdicción de las Compañías y Agrupaciones se establecía a través de secciones que se solapaban sobre las secciones policiales. Allí, en la ciudad de Buenos Aires, sobre todo, las comisarías supieron ser para varias compañías de boy scouts los primeros recintos de reunión por excelencia[237] y los comisarios –más allá de su rol específico en la Compañía o Legión[238], siendo en ocasiones sus fundadores[239]– algo así como sus manes rectores. En efecto, en general, aunque con excepciones, como veremos adelante, dicha relación entre scouts y policía era vista como armónica y comprensible incluso por el resto de la sociedad.

De esta manera, un miembro de una comisión de fomento scout definía al lugar que daba la comisaría como “la franca hospitalidad de una Casa del Estado” y al comisario de dicha sección policial, como “dueño de casa, que es como hombre, un verdadero gaucho, y como funcionario, todo corazón para nuestra causa. Señores, el Comisario está con nosotros, él nos quiere, nos ayuda, nos acompaña, nos aconseja y nos alienta[240].

Con todo, por fuera del interés por el patrocinio policial, la cuestión de las comisarías como lugares de reunión se volvería crecientemente urticante. Tanto para la opinión pública[241], como para los propios dirigentes, comandaran o no fuerzas policiales. Así, para 1924, el mencionado pedagogo Berrutti resaltaría que las comisarías no eran locales “adecuados por los malos ejemplos que reciben los niños”, lo que sería apoyado nada menos que por el comisario Nestor Pío Meana, quien se mostraría totalmente de acuerdo con esa opinión y explicaría que por ello desde la Comisión de Fomento Policial de la sección 17ª se había “dispuesto proporcionarle en el nuevo edificio que construirá un local adecuado” para los scouts que funcionaban dentro de su órbita[242].

Por esas razones, la asociación buscaría especialmente que las compañías se reunieran en las escuelas y otros centros dependientes del Consejo Nacional de Educación, aunque –como veremos en partes de este texto y desarrollaremos específicamente en un capítulo del tomo II– estas relaciones distaban de ser tan cordiales como con las policiales y estaban siempre sometidas a complejidades. A pesar de ello, a lo largo del período, muchas escuelas serían finalmente –por las conexiones que asimismo tenía la dirigencia con la burocracia educativa– utilizadas para los mencionados fines[243].

mapa 1

Mapa 1. Compañías Scouts porteñas al año 1929. En el caso de las inactivas al año 1929 se señala fecha de finalización de actividades.
Elaboración personal. Fuentes: ESA e Informe del Interventor Rossi (1931).

De todas las compañías, indudablemente, pocas tan identificada con el carácter policial que aquella que hoy todavía lleva el nombre de “Benito Meana”. En efecto, creada desde el impulso eminentemente policial, la ya centenaria compañía a la que hacemos referencia fue fundada el 25 de agosto de 1918 por una figura de dilatada proyección en el ámbito scout: el comisario Néstor Pío Meana[244], siendo su primer MS, Gerardo Priuli[245]. Dicha compañía contaría –a través de su dependencia con la Asociación de Fomento Policial de la sección 15ª (luego 17ª)[246]– con personería jurídica propia, más allá de la obtenida por la ABSA poco antes del decreto de reconocimiento presidencial de 1917.

La importancia de la actividad “social” de esa sección policial sería, incluso, resaltada por el entonces presidente de la Nación, Marcelo T. de Alvear, al visitar la mencionada Comisión de Fomento. El primer mandatario resaltaría especialmente que la vinculación entre “el vecindario y la Policía, constituye un estímulo fecundo para los sentimientos de solidaridad que, en todos los pueblos cultos, caracterizan las relaciones entre la población y los encargados de velar por la seguridad general y el orden público[247].

Con todo, al igual que con la “cuestión” militar, una cercanía a la policía demasiado simbiótica podía entrar en tensión con otros valores circulantes al interior de la asociación. En un punto de un decálogo –remedo de una frase sarmientina– que el ya mencionado dirigente de la entidad, Berrutti, había pensado como ideal de juventud, se expresaba tajantemente: “[vive] sin pedirle permiso al jefe de policía”[248].

Esas posibles diferencias harían que no todas las autoridades policiales estuvieran de acuerdo en colaborar con el scoutismo, como pudo verse en 1927, cuando durante la restructuración de las compañías de la Capital Federal, se solicitó a los comisarios que funcionaran como delegados organizadores en aquellas secciones en las que no hubiese compañías: si bien 7 de ellos accederían, la asociación debería soportar la negativa de varios de ellos a realizar esa acción (algunos como Florencio Heritier, habiendo sido parte de los BSA, ya había renunciado unos años antes del Consejo Nacional)[249] o sufrir la posterior renuncia a dicho cargo[250].

Años antes, el naturalista Clemente Onelli[251], vocal fundador de la Asociación y mano derecha del “Perito”, también se negaría explícitamente a comparar la institución policial con la scout, al momento de justificar las metáforas legitimadoras de la elección del animal simbólico para la institución. Así, ante la propuesta de un “Capitán” scout de elegir al gallo como emblema ornitológico, el importante dirigente fundacional retrucaría: “Me parecería muy mal […] porque ya es el emblema de las policías y ustedes no son vigilantes”[252]. Así, en este sentido, las opiniones también estaban encontradas.

Es que precisamente, el scoutismo en tanto fenómeno histórico, con dinámicas geográficas específicas y variables– no puede definirse de manera esencialista bajo la fácil transpolación de un paraguas programático estático sobre las siemprecambiantes vidas y pensamientos de sus actores.

Pensamos que esta multiplicidad de interpretaciones resulta útil al investigador para no encerrar con conceptos o miradas valorativas unidireccionales propias, lo que en el período –o incluso aún hoy mismo– podría ser visto de manera múltiple. De allí que, a partir de estos primeros ejemplos desarrollados, pretenderemos reflexionar, a continuación, sobre las limitaciones que una mirada de aliento estrictamente funcionalista podría deparar al análisis del scoutismo y las necesidades, por ello, de tomar el “sendero cronológico” en sucesivos capítulos.

El scoutismo en la Argentina: entre una historia “a lo Billiken” y otra “a lo Foucault”

Entendemos que los desafíos que presenta el análisis de la historia del scoutismo de entreguerras previenen acerca de la adopción de un funcionalismo prefabricado, anterior a los hechos específicos indagados. De esta manera, procuraremos leer con espíritu abierto las fuentes cuyo mayor atractivo es la capacidad que tienen de sorprendernos y plantearnos algo que antes no teníamos en cuenta.

Es precisamente en sus crisis de identidad, en sus alternancias y discusiones, y en la apertura de sentido, donde encontraremos aquello en torno a lo que ronda infatigablemente el scoutismo, más que en la idea –de una holgazanería incluso poco afín al movimiento– que se posa en una identidad estática y cerrada. Con un espíritu intelectualmente deudor del Pfadfinder[253] (literalmente “hallador de caminos”) nombre que los alemanes han dado al scout; o incluso del de sus “parientes” menos encuadrados (los Wandervögel[254]), es que intentaremos realizar el camino… más bien, así, “andando” o “sobrevolando”.

Es cierto que, como hemos visto, cierta mirada “billikenizada”, afecta al panegírico y a la idealización, circula sobre el scoutismo, gozando de cultores no escasos al interior del movimiento. Dicha visión, en su consistencia granítica, procura tozudamente y con cierta eficacia cristalizar valores y discursos sobre la carne de las personas que lo practican. Sin embargo, por sobre la pretensión de asumir esa posición de forma ortodoxa, las tensiones vuelven recurrentemente, expresando la indeterminación de un movimiento que, como cualquier otra convergencia plural, suele estar atenta tanto a las distinciones y jerarquías[255] como a las igualaciones y los desvíos.

Es que, precisamente, la consideración de identidades como la scout, y como tantas otras, resulta de la continua necesidad de operar “re-ajustes de cuentas” con el propio pasado. Si ciertos valores pueden presentarse como imperecederos a los ojos de quienes los sostienen, sin embargo las formas en que ellos se han presentado históricamente pueden estar constantemente sometidas a revisión, de manera tal que aparezcan a los contemporáneos como contrapuestas incluso a los valores que –en aquel entonces– aquellos predecesores decían representar. De allí que, como ha señalado Warren, en organizaciones cuyos miembros son “altamente conscientes de sus propias historias”, pueda resultar “doloroso” el proceso de “adaptarse a las cambiantes condiciones políticas o sociales”[256].

Por ejemplo, el “amor a la patria” ha sido una temática que discursivamente han venido sosteniendo, tanto antes como hoy, los scouts. Ese sentimiento ha podido mantenerse, asimismo, hoy como ayer, incluso en prácticas concretas, como la de saludar la bandera. He podido experimentar personalmente, con motivo de una excursión informal al Cerro Campanario, acompañando en 2019 a un grupo scout, la forma solemnemente espontánea con que cada uno de sus integrantes cumplía con dichos honores al encontrarse con el símbolo nacional.

Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en la actualidad, en los “scouts de ayer” dicha adscripción patriótica suponía –casi por default la decidida exaltación tanto de la “Guerra de la Triple Alianza” (o “del Paraguay”) como de la llamada “Conquista del Desierto” (de las cuales, incluso, muchos dirigentes scouts participaron y de las que otros se sintieron orgullosos herederos[257]).

En efecto, como hemos podido consultar, el directorio mismo de los BSA costearía con motivo del cincuentenario de la campaña del General Roca, la realización de una placa de bronce con una inscripción que decía: “BOY SCOUTS ARGENTINOS. Homenaje a los expedicionarios al Desierto. 1879 –30 de agosto– 1935”[258]. Como resulta previsible en la actualidad, una reivindicación de tal tipo –de particular repercusión además en la Patagonia[259]– se encuentra, sin embargo, para no pocos de los “scouts de hoy” que siguen saludando fervientemente la bandera nacional, claramente en contradicción con la defensa de los Derechos Humanos, otro valor ampliamente consensuado y legitimado en la comunidad actual.

Foto 5. Detalle de folleto de conmemoración del Cincuentenario de la “Conquista del Desierto realizado por la Comisión Popular de Homenaje de Río Colorado”. Gentileza MSNA.

El problema es cómo lidiar históricamente con los valores de una identidad que abreva en pasados que difícilmente puedan ser reivindicados “en bloque” por sus actuales usuarios. Una opción puede ser el “recorte” benevolente de una parte de la historia “digna” actualmente de ser mostrada, junto con el acentuamiento de los hechos del pasado capaces de “homologarse” de manera beneficiosa con el presente; la otra es la demostración altisonante de la incomodidad y el rechazo abierto –incluso– con una parte, o incluso con el todo, de esa historia[260]. En cualquier caso, pareciera imposible eludir la conducta de “juzgamiento” sobre el pasado identitario que conlleva la práctica por parte de cada uno de los actores que se involucran con él, actitud de la que no están “a salvo” per se los propios historiadores[261].

De manera que, frente a esta problemática, como se ha señalado, “los historiadores profesionales necesitan estar alertas de no priorizar exageradamente su propio método de trabajo en relación con el de aquellos que se acercan al pasado a través de maneras más personales”[262], y cuyos dilemas “ético-históricos” exigen posicionamientos más “urgentes” frente al propio pasado institucional.

No otra cosa que esto último, nos ha ocurrido en una visita al –ya mencionado– más que centenario Grupo Scout “Benito Meana” [263], cuando uno de los dirigentes adultos que forman parte de dicha institución y que porta dicha adscripción con orgullo, nos reveló cómo lamentaba que “ellos”, que enseñaban valores vinculados al respeto de los derechos humanos, de la “otredad” y de la igualdad, debieran –sin embargo– llevar como nombre de la agrupación, el de “un genocida de indígenas”[264], e incluso, de quien además, a la luz de la sensibilidad actual, podría ser considerado –según referencias hechas a la pasada, pero explícitas, en la documentación histórica existente– como “apropiador de menores”[265], con lo que ello supone para una organización dedicada a la infancia.

En muchos casos, algunos relacionados con los relatos “oficiales” del scoutismo, la forma de procesar esta incomodidad sería la de “intermediar” la decisión a partir de la concentración en el hijo de Benito Meana, el ya mencionado comisario y fundador de la compañía Néstor Pío Meana, poniendo el acento en que el nombre del grupo actual se dio “en honor a la memoria del padre del Comisario”[266], sin extenderse más sobre la biografía del militar así homenajeado.

¡Qué diferencia con la visión que los propios niños de “la Meana” tenían en la época de entreguerras! Así, el Guía 1° Feliciano Giménez, al hablar en 1937 del “prócer” que daba nombre a la institución, no dudaría en señalar:

Ocho condecoraciones ganadas en los campos de batalla cubren de honor y de gloria el nombre de este preclaro militar que consagró toda su vida al servicio de la patria, héroe de las expediciones al desierto y de todas las campañas al Paraguay, [¡] scout por excelencia! La agrupación lleva con orgullo su nombre y poco será siempre lo que haga para merecerlo[267].

Y tres años después, los niños scouts de la agrupación, “a pesar del mal tiempo”, concurrirían a la tumba de quien consideraban “su patrono”, acompañados por su hijo Néstor, para desfilar ante sus restos y depositarles una palma floral[268]. Este ritual sería repetido todos los años, con especial “devoción” en el año 1944, con objeto del centenario del nacimiento del “Coronel”[269].

Sin embargo, los tiempos cambian, y lo que tampoco era necesario cuestionar en el año 1964, cuando, por ejemplo, ESA le rendía un homenaje a la Compañía –en un suelto escrito por “Cebra Altiva” y “Mulo Práctico”– en la que se presentaba una foto que ocupaba casi toda la página 12 con el epígrafe: “El Coronel del Ejército Argentino D. Benito Meana, héroe de la Campaña al Paraguay y al Desierto”[270]; en épocas del Centenario de la compañía (2018) resultaba, seguramente, un poco más problemático de reivindicar, ante la ruptura evidente del consenso laudatorio sobre esos sucesos.

Imaginemos asimismo, lo difícil que sería para muchos de los actuales scouts verse reflejados en el discurso abiertamente “etnocéntrico” que haría el Presidente–Delegado[271] de Tandil, Zacarías Cabrera, cuando al inaugurar –en 1944– la compañía local bautizada con el nombre del “Coronel Benito Machado” (retratado como un “insigne patriota” que “ha dejado el recuerdo de su valor en defensa del terruño que disputara palmo a palmo al indio y al cuatrero en el sud de la provincia”[272]), no dudaba en señalar que la forma de “guerrear al indio” de Machado había sido especialmente valiente, ya que su contrincante “era artero y desleal y no entendía las leyes guerreras, que humanizan en lo posible las inevitables contiendas”[273].

Indudablemente, la figura de Machado convocaba esos tonos belicosos y nada contemporizadores, ya que la de Tandil no era la única compañía que llevaba el nombre de dicho “guerrero del Desierto”. Así, en la bendición de la bandera de la compañía “Coronel Benito Machado” de la localidad también bonaerense de San Cristóbal, el delegado de la misma, González Ramírez expresaría: “Debéis, niños scouts, hacerle honor al nombre de dicho prócer que se batió valientemente en estos lugares, luchando denodadamente con el indio astuto, agresivo y peligroso, que no daba tregua ni cuartel”[274].

Las palabras precedentes nos obligan a ensayar una reflexión algo más profunda sobre la relación entre historia e identidad. Consideramos que la de poner en cuestión ciertos rasgos del pasado de una comunidad a través de la remisión y adscripción a patrones universales es sin duda una operación razonable y convincente, que posee –por otro lado– una recurrencia creciente en la actualidad. Según dice el historiador y filósofo alemán Jörn Rusen:

un grupo de personas […] tiene que aceptar que en el pasado ellos mismos o sus antepasados han hecho algo que es moralmente condenable. Y el acuerdo en relación con la calidad moral de lo que ha pasado en el pasado confirma el status moral positivo de sus víctimas y sus descendientes. Los perpetradores y sus descendientes, a su vez, son puestos en un lugar oscuro de la historia. La otredad es constituida por una evaluación moral negativa que se debe aceptar en tanto se comparten los estándares morales universales con las víctimas[275].

Sin embargo, este historiador también nos ha prevenido en sus estudios sobre la idea que la construcción de la identidad suponga la necesidad de una recepción unívoca y lineal del pasado.

Concebir de manera “concluyente” ambas decisiones sobre el pasado identitario –la de condena y la de canonización– resulta problemático para entender los grises con los que la memoria y la conciencia histórica lidian, porque tanto la leyenda “rosa” como la “negra” (y no desconocemos el sesgo de la tradición en la elección de esos colores) llevarían a un mismo punto de etnocentrismo en torno a la idea de culpabilidad o victimización absoluta, que produce “una falta de interrelación en la perspectiva histórica de la propia conciencia”, con lo cual “se cortan los lazos históricos que objetivamente constituyen la identidad histórica”[276], por ejemplo –para el caso que nos compete– “olvidando” también que Benito Meana “combatió” apoyado por los “indios amigos de Sarmiento Nuevo”[277].

Al pensar en esos indígenas que optaron por apoyar al Ejército argentino frente a sus “pares” étnicos, no puede dejarse de pensar en lo traumático de una decisión –producto de un itinerario muy complejo– que en algunas interpretaciones –ambas condenatorias de las políticas de exterminio– se ha visto como la culminación de “un período histórico en el que algunas parcialidades de indios amigos pudieron transitar un itinerario que los acercaba a la ciudadanía cívica”[278], y en otras miradas, en cierta contraposición parcial, se ha explicado como el resultado de una situación de sumisión inmovilizadora a un poder violento frente al que los actores históricos no podían operar más que de forma “pasiva” –en especial en sus instancias más extremas– en una forma similar a la sucedida a la de los campos de exterminio nazi[279].

La cuestión se complejiza aún más, cuando nos detenemos en los procesos de memoria posteriores al hecho, al encontrar –en nuestra investigación, durante la época de entreguerras que analizamos– a la sociedad de descendientes directos de los grupos indígenas que resultaron víctimas de la campaña militar, la Asociación Nacional de Aborígenes (ANA)[280], abiertamente “congraciados” con el Centro Militar de Expedicionarios al Desierto (CMED) al punto tal de aceptar aquellos tener su sede en el local que era propiedad de estos.

Para que esto no parezca una mera digresión fuera del tema que nos ocupa, debemos recordar las excelentes relaciones que la CMED tenía desde sus inicios con la asociación scout. En efecto, la ANBSA no sólo se intercambiaba cartas sino que determinaba delegados específicos del Directorio o del Consejo Nacional, como lo demuestra la designación de Federico Santa Coloma[281], hijo del presidente de la Junta Ejecutiva scout y también él miembro de la misma, a la conmemoración del 25 de mayo que en 1922 los Expedicionarios llevaron a cabo[282].

Y precisamente, en ese mismo año de 1922, al tener que abandonar los “Aborígenes”, el local que le prestaban los “Expedicionarios”, a raíz de la reorganización que les había impuesto la muerte de su propio presidente, el director general de la ANA agradecía por carta al presidente del CMED, el espacio “que tan gentilmente le fuera a (sic) cedido” dentro del local del CMED para establecer la secretaria de su asociación[283].

En la mencionada epístola, se expresaba, además, que la ANA se sentía “íntimamente ligada con el resto de los gloriosos soldados de la campaña del Sud”, se definía al coronel Luis Coquet como “inolvidable compatriota y buen amigo” y se hacía constar el “grato recuerdo de esos valerosos pioneros de las llanuras de la Patria, que supieron medirse Cuerpo a Cuerpo en los campos de acción de sus descendientes”[284]. Luego de recordar el conflicto, el final de la carta con intención de reconciliación nacional no puede dejar de ser más interesante, ya que el director general de la sociedad aborigen escribiría: “Hoy bajo la sombra de una misma Bandera y consolidada la Patria grande no debe haber vencedores ni vencidos ¡En síntesis, todo nos une y nada nos separa!”[285].

Obviamente no es del interés de este libro ni analizar a fondo la complejidad de dicho fenómeno histórico ni mucho menos –con lo dicho arriba– expresar una especie de idea de “memoria completa” en el sentido de “disculpar” las acciones de exterminio y expulsión realizadas por los miembros del Ejército argentino durante dichos años. Muy diversamente, la idea es expresar con estas fuentes puntuales, lo complejo que significa establecer lados tajantes de “herederos” de “víctimas” y “victimarios” a través de la sola adscripción “étnica” de los actuales pobladores del territorio argentino, con los “riesgos” historiográficos que dicha operación supondría, al negar el largo proceso político de relaciones entre ambas partes, en las que como señala Quijada, la discusión acerca de la ciudadanía y la argentinidad de los indígenas patagónicos fue constante ámbito de debate político. Así, una amplia visión histórica debería atender:

los cambios en el tiempo, el sentido y variabilidad de las alianzas, la complejidad de los contactos cotidianos y los claroscuros de las relaciones no sólo interétnicas sino intraétnicas; buscando en todo momento la participación consciente de los grupos indígenas en un proceso del que fueron indudables protagonistas, a pesar de su ajenidad al diseño inicial[286].

Es por eso que al entrecruzarse dicha complejidad con otra tan significativa como son los procesos de reconstrucción del pasado identitario, el reconocimiento de esa densa trama con la propia tradición asumida, a veces dista de ser armónico, y surgen variadas disonancias e interferencias a pesar de los no siempre voluntarios o conscientes, pero muy a menudo recurrentes, intentos de “normalizar” dicha situación por parte de los “usuarios” involucrados.

Por esas sinuosidades, es que los más diversos temas pueden vincularse y al hacer “historia del scoutismo” no se pueda establecer una cartografía prefijada, sino que las derivas de la reflexión nos pueden llevar a ámbitos sobre los que no habíamos sospechado que nos trasladarían en el momento de comenzar la investigación, porque precisamente “nunca fuimos modernos” y aquello que en el papel definimos como “objetos de estudio”, en la práctica gozan de los benéficos efectos de la imprecisión y la trashumancia[287]. En especial, porque la misma práctica ha reconocido continuamente su condición de “suma de retazos” provenientes de diversas tradiciones y disciplinas.

Curiosamente, el contraalmirante F. Nelson Page[288], renombrado dirigente de los BSA, ya había dejado entrever en un escrito a los “jóvenes scouts” de 1930, los problemas que derivaban de la situación de lidiar con el insondable espacio del pasado, ya que si por un lado era necesario respetar “celosamente los hechos porque no siempre estamos en condiciones de juzgar los sucesos en forma comparativa”, la tradición solicitaba “inspirarse en nobles recuerdos de los que nos precedieron, pues con tal manera de pensar creemos que se colocarán en una línea que los conducirá a la verdad sin forzar los conceptos”[289].

Teniendo en cuenta lo dicho, para comprender y reflexionar sobre las diversas crisis identitarias, algunos miembros de la propia institución se vienen proponiendo desde el interior de movimiento, restituir la indeterminación histórica del mismo, a partir de una concienzuda tarea archivística –en algunos casos individual y amateur[290], en otros institucional con participación profesional[291]– que permita cierta apertura de reflexión para explicitar que las diversas vivencias y experiencias históricas de esa actividad pueden ser relevantes para el análisis y la indagación en torno a la experiencia del movimiento, sin tener por ello que cristalizar y prefigurar “una imagen del scoutismo” unívoca[292].

Y así como –en contraste a los acercamientos señalados– se puede encontrar cierta historia “billikenizada” en otras producciones scouts, lo cierto es que gran parte de la indagación preponderantemente “externa” al movimiento, sea “estrictamente” académica o de corte más bien “periodístico”, ha optado por una mirada exactamente de severo cuestionamiento “valorativo”, en la que se invierte el polo hacia el “negativo”, pero no se logra –tampoco– desprenderse de una mirada esencialista o funcionalista.

Es que en efecto, en las escasas ocasiones, en las que el estudio del scoutismo y de las instituciones que lo albergan ha logrado investirse de la mencionada “seriedad” requerida para que se concretara su investigación –al menos de manera tangencial–, el interés de la misma ha sido justificado –mayormente, desde otras disciplinas sociales diferentes a la historia– subrayando la condición de subsidiariedad del scoutismo, en tanto símbolo o muestrario de ideas o de sistemas estructurantes del pensamiento considerados más amplios, que incorporarían o instrumentalizarían dicha práctica y que –de alguna manera– se “servirían” de ella como medio para lograr ese fin “superior” (no deja de llamar la atención que así también lo concebían –en tanto “excusa” para la evangelización o “vehículo” para la fe– según veremos posteriormente en ambos tomos de la investigación, las autoridades de la Iglesia católica).

El scoutismo, bajo ese sesgo, entonces, explicaría “otra” cosa más allá de sí mismo, porque él pareciera no merecer ser analizado desde su propia lógica de existencia y sentido[293]. Esta perspectiva ha impedido, en general, la reconstrucción de una historia específicamente política y cultural del scoutismo, que descentrada de la mirada valorativa, guiara sus preguntas desde la propia lógica del movimiento y sus actores históricos y estuviera atenta –sin desconocer el entorno en el que se desarrolló– a las grietas y complejidades que el mismo fue produciendo en su dinámica interna.

De mantenerse aquella visión utilitarista de la práctica exploradora como objeto metafórico de la omnipresencia de las estructuras del poder, los scouts (mayores y menores, encuadrados en su diferencial distribución[294]) no serían otra cosa que meros emisores de discursos o reproductores de valores adoptados de manera vertical y que –en general, además– han “caído en desgracia” en la mirada actual de los cientistas sociales, como son el militarismo, el nacionalismo, el masculinismo o la normativización de los cuerpos. Así, en ciertos análisis, estas grandes marquesinas ideológicas han sobrepasado e inundado de sentido a una práctica, como la scout, que así se resiente de tener uno propio y se justifica sólo en tanto pintoresca superestructura o ayudante subordinada de aquellas[295].

Paradójicamente, esta mirada de tentaciones funcionalistas, que tiene menor receptividad para las sutilezas historiográficas y mayor receptividad para la certeza estructuralista y valorativa, tiende a aceptar –aunque mayormente invirtiendo la carga de positivo a negativo– cierta discursividad de los propios miembros de la institución de la época, que justificaban la importancia y eficacia del scoutismo por su “utilidad”, y su contundencia normativa y funcional, en oposición a la “laxitud” y las “indefiniciones” de la vida moderna.

En esa lógica, y según lo explicitaba Francisco Moreno comentando uno de los textos de Baden Powell que había encargado mandar a traducir para publicar, el scoutismo funcionaba como antídoto de la incertidumbre moderna, a la que señalaba culpable de despojar del sentido de responsabilidad a los jóvenes:

[M]ucho de lo que el general Baden Powell dice en este artículo se puede aplicar a los y a las holgazanes de nuestro país, a los ‘hijos de papá’ ya por demás numerosos, lo que debe preocupar a los que sentimos que el indeferentismo (sic) por el porvenir cunde en la misma proporción que crece el cosmopolitismo.[296]

Esa consideración del scoutismo como antídoto a los “males modernos” sería reflotada en la carta que la ABSA cursara al entonces presidente de la Nación, Victorino de la Plaza, y en la que se sindicaba a dicha actividad como una práctica destinada a “evitar el decaimiento de la raza por el abandono físico”, el que asimismo suponía “un decaimiento de la capacidad mental”[297]. Por eso, en principio, la ANBSA no aceptaría –ni entre sus adultos ni entre los niños[298] (aunque aquí hubo disparidad de criterios en la propia Junta Ejecutiva[299]) ni a “tullidos” ni a “locos”. En la práctica esto quedaba demostrado en el caso del MS Juan Martí (¿?) quien sería dado “de alta” (es decir, expulsado) de la institución al enterarse la Junta que este se encontraba “recluido en el Hospicio de la Merced por tener sus facultades mentales alteradas”[300].

Con todo, esta innegable “marcialidad física” que se defendía tajantemente en lo discursivo desde casi el origen fundacional y que puede analizarse en términos estrictamente estratégicos[301], se volvía terriblemente compleja en la realidad de la práctica cotidiana, produciendo efectos que amenazaban la desafección de algunos de los más entusiastas seguidores, pero que también nos permiten demostrar ciertos límites de la normatividad. Ser “defectuoso” físicamente podía suponer una perfecta caracterización en la discursividad, en tanto categoría conceptual, pero demostraba tener sus límites operativos frente a una concreta corporización sufriente… y resistente a la vez.

En ese sentido, contamos con un caso esclarecedor de los vaivenes a los que un discurso podía ser sometido al intentar operar de manera estricta en la práctica y de la forma en que la sentimentalidad de la pertenencia scout podía sucumbir frente a la marcialidad de unas normas que podían generar sufrimiento, pero que –a la vez– podían ser interpeladas y puestas en cuestión con otros valores que entraban en concurrencia efectiva gracias a su poder afectivo.

En efecto, gracias a la riqueza de los expedientes que conserva el MSNA en su repositorio archivístico, podemos conocer el deslumbrante caso y la experiencia personal del guía 1°[302] de la Compañía “Tambor de Tacuarí” de Villa Crespo, Juan Bersuker, a quien luego de haber realizado y aprobado los cursos correspondientes a la obtención de su cargo de Ayudante en la ya tradicional carrera dictada en la asociación BSA[303], se le negaría a posteriori dicha titulación[304]. Es que, guiados por la intransigencia apolínea mencionada, los reglamentos scout no dudaban en desconocer la posibilidad de alcanzar dicho grado, a aquellos que poseyeran “defectos físicos”. Más específicamente, según citaba el ya mencionado comisario Meana, Director Secretario Técnico de la institución en esos años, el Estatuto scout en su artículo 32º determinaba “como requisito ser sano de mente y cuerpo y no presentar deformaciones o defectos físicos permanentes”[305] y por esa razón, se explicaba el no otorgamiento del rango requerido.

Frente a la decisión de sus superiores que lo privaban del tan ansiado título de Ayudante, el postulante Bersuker, joven empleado de 19 años e hijo de un matrimonio rumano[306], en su perplejidad, y en una nota al Jefe Scout, Laureano Baudizzone, se preguntaría entonces cómo fue que había sido aceptado previamente para comenzar la instrucción, cuando –incluso a él le constaba– su “defecto” era “visible” y, además, esta condición se había hecho constar previamente, además, en el examen médico. Es decir, como fue que “los Señores Directores del curso no me han llamado la atención haciéndome ver las dificultades que dicho defecto podría acarrear para mi nombramiento”[307].

Luego de enumerar todas las noches en que luego de salir de su trabajo había ido directamente al local de la carrera de Ayudante y MS (cenando frugalmente y “en las que –Bersuker agrega– debí privarme de mis deseos de muchacho joven”[308]), el postulante explicaría que –sin embargo– su declaración no llevaba la intención de causar pena ni de lograr que el Jefe Scout –al que saludaría con especial admiración– le tuviera lástima. Bersuker, en cambio, al ver que no se le hacía justicia en este caso, se “limitaría” (no sin un dejo melodramático) a comunicar:

la lastimosa necesidad de abandonar mis trabajos en el scoutismo ya que [según] veo, se prefiere aplicar el reglamento […] fríamente, sin mediar mi actuación en el scoutismo, mi antigüedad, pues hace años que pertenezco a la institución que ya ha adentrado tanto en mi cariño que necesito asistir a la compañía de la misma forma en que un pez necesita del agua[309].

La devota demostración de afecto en el alegato de Bersuker debió enfrentar –sin embargo, como adelantamos– el “frío” y riguroso dictamen, en el que se mencionaban los exhaustivos detalles de la revisación médica[310] llevada a cabo por el Doctor Luis C. Villarroel[311], y se señalaba la imposibilidad de otorgarle al postulante la tan ansiada titulación. Frente a esta demoledora expresión, el Jefe Scout –aunque escribiéndolo con un lo “lamentamos”– confirmaría la discriminación física sobre el postulante y le negaría el ascenso a Ayudante a Bersuker.

Parecía que el disciplinamiento de los cuerpos con que los dirigentes procuraban investir al scoutismo –en especial desde la voz de sus educadores físicos, cuya preceptividad desde la lectura de los manuales y máximas parecía implacable[312]– había demostrado su poder demoledor y definitivo, excluyendo al “diverso” de su espacio y funcionando como una verdadera máquina de homogeneización corporal. El joven pez parecía haber sido sacado del agua con la caña reglamentaria de aquellos a quienes tanto admiraba…

Sin embargo, la resiliencia del joven Bersuker, su tenacidad por volver al río scout, lo llevarían un año después a redactar una nueva nota a “su” Jefe Scout[313] en la que pediría la reconsideración del fallo que lo había despojado del título de Ayudante. En él, Bersuker seguía reconociendo su “defecto” pero aclarando que “en nada” disminuía su “integridad física”, y luego de lamentar que se le hubiera comunicado tan “fríamente” la decisión de no acceder a su pedido, solicitaba al presidente de la institución que dejando los “pasionismos personales”, accediera a atender a sus conceptos, seguro que al hacerlo, se daría cuenta de “la imperiosa necesidad” que tenía de acceder al grado de Ayudante[314], a fin de poder formar así su propia división scout dentro de la compañía.

Frente a este nuevo pedido, no sería el comisario Meana, sino el profesor Manuel Cutrin, el nuevo Director Secretario Técnico, el encargado de expedirse. Es interesante notar que la nueva autoridad, un experimentado ex director normal y quizás por ello menos afecto a la “frialdad” de la regla, razonaría que si bien el postulante no cumplía “en condiciones generales” lo previsto por el Estatuto, su “deficiencia” sólo podía aducirse en el caso “práctico” (por ejemplo, ante la necesidad de salvar a alguien de un posible ahogamiento, aunque Besuker –según señala Cutrin– era un buen nadador, como por otra parte lo certificaba su propio legajo[315], y podía mover perfectamente “las coyunturas del hombro y codo”[316]), y no en lo relativo a su conducta, aplicación y carácter, ya que demostraba ser en ese sentido especialmente apto.

Así, Cutrin, atento a la insistencia del postulante, su importancia al interior de la compañía y su entusiasmo de scout, procuró “reblandecer” la dureza del discurso disciplinador de cuerpos, encontrando los matices para deshacer la condición de “tullido” con la que se caracterizaba al postulante y limitar su “defecto” a la siguiente observación: “Su defecto es más notable en la posición de firme, [en la] que el brazo debe caer perpendicularmente”. En fin, que poca cosa era frente a la consideración de “los méritos del causante y sus condiciones de scout” que lo convertían en “persona útil para ser ayudante”[317]. Cutrin había producido y vivenciado así, lo que ha sido definido por Erving Goffman como un proceso de “normalización”[318]. Luego de recibido el informe, el Presidente Baudizzone podía dictaminar el nombramiento de Juan Bersuker como Ayudante scout[319], luego de que el Directorio lo aprobara en pleno[320]. El pez volvía al agua…

Estas tensiones que advertimos entre práctica y discurso se daban en los más diversos niveles, pero podían desconocerse mientras ambas esferas no interactuaran, lo que permitía la enunciación de posicionamientos normativos más evidentes. Así, antes de tener que “negociar” sentidos en la “vida real”, el scoutismo era reivindicado expresivamente por muchos de sus cultores mayores de edad, en tanto productor de valores superiores, vehículo de ideas civilizatorias[321], y en algunos casos, incluso, de manera explícita, como promotor del control social. Ese último uso concreto quedaba claro en palabras del ya mencionado secretario, Ángel Braceras Haedo, cuando indicaba que el scoutismo era:

la tabla de salvación [indicada] para que no tengamos que lamentar nuevamente el triste espectáculo de la llamada Semana Trágica, donde los niños, los niños escolares eran los móviles de los sentimientos ácratas para por su intermedio, hacer las barricadas de adoquines, o carros que bien los daban vuelta, eran los niños los que ejecutaban estos planes y los que impedían la circulación de los tranvías, carros, coches, etc.[322].

Más allá de la disímil estridencia según los períodos –especialmente notoria, según lo veremos luego– en los años iniciales de convivencia con la “Liga Patriótica”, esta condición de monitoreo sobre la infancia, fluctuante entre la firmeza y la cordialidad, se mantuvo a lo largo del período de entreguerras, y fue aplicada sobre la necesidad irrenunciable, a los ojos de las autoridades institucionales, de administrar el tiempo libre infantil. En términos categóricos, en la revista oficial ESA se mencionaba que el scoutismo:

[S]e apodera de las horas libres del muchacho […] y sin privarle de nada en cuanto se refiere a recreación y juegos, pone al muchacho en contacto con personas de más edad, moralmente intachables, que representa[n] constantemente al padre y al maestro, aumentando su eficacia con la influencia del amigo[323].

Estas apreciaciones utilitaristas, incluso, se volvieron lo suficientemente prototípicas como para ser finalmente afectuosamente parodiadas en productos culturales que no dejaban de serle afines[324]. En efecto, veinticinco años después de las palabras escritas, en nota a pie, por Francisco Moreno contra los “holgazanes”, éstas parecían ser replicadas en el discurso que el personaje cinematográfico del actor Enrique Muiño daba ficcionalmente a unos niños de una escuela cercana a “su estancia”, a los que “apadrinaba”, en el que se sostenía lo siguiente:

Futuros ciudadanos en quienes la patria ha depositado su confianza para el porvenir, debéis estudiar con ahínco mirando hacia el horizonte, con la frente alta, la mirada firme, el cerebro despierto y el corazón alerta. Hombres libres necesita el país, para no detenerse en su marcha gloriosa, y no parásitos inútiles, zánganos, y haraganes que solamente sirven para ridiculizar a la familia[325].

Esta forma ficcional, indudablemente, no difería en mucho de cierta discursividad circulante en la dirigencia política cuando se refería al campo pedagógico. Roberto Noble, entonces ministro de Fresco, alabaría en los “principios de la escuela nacionalista”, su capacidad de crear “seres útiles y no peleles pedantescos de influencia nefasta en la sociedad”[326].

Desde luego, no debería negarse que tales premisas resultaban movilizadoras para ciertos grupos que convergían en los valores que se publicitaban y que convalidaban a la institución, por creerla efectiva en la consecución de ciertos fines que ella aseguraba alcanzar. A ello contribuía en cierto grado la idea que, aunque la institución estaba abierta para todos los niños sin distinción, quienes ingresaban a ella formaban parte de una “aristocracia meritocrática”, ya que –según algunos dirigentes– “su índole la obliga a desenvolverse entre un público más escogido que numeroso”, ya que “el scoutismo es un hermoso movimiento de juventud a cuyas filas solo llega quien es noble, franco y leal”[327].

Resulta interesante advertir, como se ha señalado para los casos anglosajones, que si “la promesa de los boy scouts de promover la armonía de clases, fortalecer el Imperio, y mejorar a las masas, complacía a los social-imperialistas”[328], otras tantas promesas circulantes en nuestro país satisfacían especialmente a “nacionalistas” y conservadores del orden social. La aparición de scouts “relevando a los policías y haciendo diversos servicios del estado”[329], como recalcaba la hoja oficial del scoutismo naval de Punta Alta con respecto de los sucesos acaecidos en relación con la revolución constitucionalista en contra de Gétulio Vargas, no dejan de demostrar ese aspecto.

Sin embargo, esto no completaba el variado repertorio de posibilidades de la utilización de dicho discurso. Incluso en los ejemplos más “prototípicos”, los efectos mismos desde la emisión no resultaban siempre claros, como lo señalaba un comentario al libro que nada menos que el escritor imperial par excellence –Rudyard Kipling– dedicaría a los miembros juveniles de la institución de la que supo ser Comisionado. Así, hablando de Land and Sea Tales for Scouts and Guides, se diría: “Cierta moral se despliega a través de todas estas historias […] y no queda nunca del todo claro si es la obediencia o la desobediencia la que se inculca; quizás las dos sean idénticas”[330].

Con todo, más allá de la posible complacencia con la ideología de diversos grupos, los discursos normativos resultaban de utilidad al apelar a los diversos órganos del estado y de la representatividad popular, quienes sabían tomarlos como propios y usarlos como justificación de los subsidios (y también exoneraciones[331]) que se otorgaban a la ANBSA. Esto se expresa claramente en la determinación de la comisión de Previsión y Asistencia Social del Concejo Deliberante “porteño”, que en 1923 decidió otorgarle un subsidio a la mencionada asociación, amparándose en que cumplía conjuntamente las siguientes tareas “sobre” los niños que la integraban. Según este órgano, el scoutismo brindaba:

una positiva ventaja a la infancia vagabunda, sustrayéndola al mal ambiente para encauzarla por el buen camino, preparando así para el futuro, ciudadanos aptos, fuertes y capaces que han de contribuir con sus espíritus y sus cuerpos disciplinados al engrandecimiento de la raza[332].

Como vemos, resulta innegable la existencia y circulación de esos valores “normalizadores” promovidos, como asimismo parece insoslayable su profunda y reiterada presencia en la discursividad scout. Son perceptibles esos mensajes que en ocasiones nos “agotan”, desde lo local, en su carácter programático[333], y que por otros momentos, nos sorprenden por lo furibundo de su prédica a través de fuentes extranjeras, quedando fuertemente en claro off side con respecto de la sensibilidad actual[334].

Sin embargo, consideramos que la focalización analítica mediante dicha perspectiva atada literalmente al discurso programático y normativo, impide analizar tanto las prácticas concretas de las asociaciones, como así las tensiones que la sociabilidad cotidiana imponía a esas iniciativas idealizadas, las que a su vez eran “interferidas” por una multitud de oralidades y escrituras periféricas, pero no por ello menos atendibles a la explicación del fenómeno en su integralidad.

De esta manera, si nos quedáramos concentrados sobre el ubicuo lugar “estatalizante” o “instituyente” del scoutismo, nos apoltronaríamos cómodos sobre el sofá de una mirada más deudora de cierta interpretación “reverente” de Foucault[335], que de su propio espíritu de interrogación sobre la realidad, lo que nos terminaría conduciendo finalmente a “un sistema cerrado en el que todo termina produciendo mayor control, sin espacio para pensar el estado y sus problemas de funcionamiento”[336].

Suponiendo ese sistema cerrado, es decir, dando por sentada una absorción completa por parte de los niños de los preceptos formativos sobre las almas y los cuerpos que los dirigentes expresaban insistentemente, se harían impensable situaciones como la que “en efecto” ocurrió una noche de 1938 en la Plaza Independencia de Tandil, en la que tres boy scouts serían detenidos por un agente de policía, debido a que aquellos se “divertían molestando a las paseantas con palabras indecorosas y al ser interpelados, lejos de volver a la realidad extremaron sus mofas, culminando con la intervención policial”[337]. Si se piensa a esos niños, en tanto boy scouts, como aleccionados automáticamente por la sola emisión de los discursos de caballerosidad que constantemente salían de la boca de los dirigentes y formadores[338] y de los consejos específicos sobre la cuestión que por esa misma época se publicaban en las revistas oficiales[339], ¿cómo podría haber sucedido semejante “desacato”?

En síntesis, frente a estas evidencias que nos acercan las fuentes, no podemos menos que acompañar las palabras de un estudioso del fenómeno que señalan que “los historiadores necesitan recordar que semejantes órganos gobernantes (governing bodies) tienen un poder relativamente pequeño para requerir a sus respectivos movimientos para actuar en las formas que ellos consideran como las mejores”[340].

Si encontramos interminables mediaciones en las prácticas concretas, deberemos reconocer entonces, que en términos simbólicos, las mismas capacidades de monitoreo tienden a disolverse incluso más, frente a las consideraciones relacionadas con la construcción de sentido, en donde la línea de interpretación se vuelve aún más amplia y flexible para los actores.

Ese impacto de la práctica y de la recirculación de los discursos en el movimiento scout ya había sido perceptiblemente entendido por su fundador, Baden Powell, quien pondría –en la relación con los niños– el acento en las prácticas concretas por sobre la conceptualización abstracta[341], idea que sería reproducida tempranamente tanto por la dirigencia internacional[342] como por sus cultores argentinos, quienes señalaban que “la teoría sin la práctica tenía muy poco valor”[343].

Esta visión era perspicazmente compartida por Olave Soames[344], esposa de BP y leader de las “Guías” (nombre dado, en algunos países y en la colectividad inglesa local, a las niñas dedicadas al scoutismo[345]). En un escrito, ella ya había manifestado que sería inútil enseñarle a ser ciudadanas a las jóvenes, diciéndoles que “la ciudadanía es la dirección de la energía individual en beneficio de la comunidad bajo la guía de la autoridad constituida” [346]; en cambio “el día que la pequeña Guía se suma a su compañía y se pone su uniforme por primera vez, no necesita explicación –se vuelve una realidad deliciosa y conmovedora para ella”[347].

Esa espontaneidad y enseñanza “sin darse cuenta”, era según los propios dirigentes, la chispa inicial con la cual poder, entonces, formar a los scouts. Según señalaba en una alocución radial, el Jefe Scout Laureano Baudizzone:

El chico, con el entusiasmo propio de su edad, espera ansioso el domingo o día de fiesta para correr a su legión, donde cariñosamente le esperan sus camaradas y donde el maestroscout insensiblemente va plasmando en el niño-hombre una nueva modalidad[348].

De la misma manera, la experiencia personal concreta se suponía lo suficientemente movilizadora, como para que los redactores argentinos que configuraron en 1915 un Manual para acceder al 2° grado scout (de los 3 grados a escalar de manera ascendente) no dudaran en incluir una referencia precisa que –al menos a sus ojos– volvía perceptible a los pequeños lectores, lo “iluminador” de la práctica cotidiana, a veces en temas aparentemente menores, tal lo suponía la anécdota del “scout que rindió examen de cocina en Barracas”, y “preparó un bife excelente con papas fritas, en la tapa de una lata de kerosene que encontró tirada”[349].

Una mirada similar tenía el diputado Araya cuando en los fundamentos de su proyecto de fomento al scoutismo, sostenía que la ciudadanía que promovía la práctica estaba directamente relacionada con el “hacer”, ya que

el niño que haya sido scout durante cinco años […] será un ciudadano útil para la patria en todo el sentido de la palabra, por cuanto será un hombre que sabrá nadar, remar, será un hombre fuerte físicamente, sabrá telegrafía, señales por banderas, conocerá elementos de primeros auxilios, sabrá bastarse a sí mismo, conocerá orientación y una importante cantidad de conocimientos útiles que le harán feliz en su vida, y de este modo será un elemento de valor para la patria, que bien lo necesita[350].

En otras ocasiones, la recepción de esta idea valorizadora del “hacer”, podría, tanto en el caso de los scouts de la ABSA como en los “católicos”, tener un dejo bastante más reproductivista. Así, si por un lado en uno de los boletines de la ABSA dirigida por Moreno se exponía que “el carácter no se produce– se reproduce[351]; en los reglamentos de la USCA, veinticinco años después, se señalaba similarmente: “Al niño que desea ser scout no se le explican largas teorías sobre sus deberes. Se lo introduce en una patrulla que marche bien y se le dice: ‘mira e imita””[352].

De todas maneras, resulta interesante rescatar este costado de la práctica y sus múltiples instancias de versatilidad, para entender, cómo miles de niños argentinos desde principios de siglo hasta hoy, han venido concurriendo –en su mayor proporción– gustosos sin obligación, a realizar una práctica que ha llegado a tales extremos de puntillosidad como para “legislar” taxativamente que un scout debe “respirar por la nariz y no por la boca”[353] y que “un botín cómodo no debe andar ni grande ni chico sino justo, sin apretar y sin ser demasiado holgado”[354]. Más interesantemente aún es el hecho que ese mismo sometimiento a las regulaciones se justificaba en razón de ese libre arbitrio, basado en la idea de “autogobierno”[355].

En efecto, más allá de los contenidos efectivos que indudablemente podrían ser ubicados en la categoría de “militaristas” en algunos casos, forzando incluso la deserción de la asociación por parte de adultos opuestos firmemente a ellos[356], la cuestión vuelve a ser la forma en que eran apropiados por los diversos actores. En especial, resulta interesante entender por qué los niños que eran –en apariencia, según una mirada “externa”– los que los “sufrían”, eran los encargados –en ocasiones– de buscarlos activamente. Un scout de “la Meana”, ingresado a fines del período que analizamos, recordaría varias décadas después de su experiencia infantil:

No se puede negar que tenían estos saludos mucho de correspondencia con la vida militar, pero a nosotros eso no nos cambió para nada nuestra manera de ser ni dejamos por eso de ser niños. Cultivábamos la disciplina con alegría. Y estábamos allí porque queríamos[357].

Pero de cualquier manera, más allá de poder estar pulsadas bajo una cuerda romántica y naïve, las diversas citas aquí referidas nos permiten entender que la difusión del scoutismo, a partir de su realización práctica, planteaba formas de recepción no unilaterales e, incluso, más allá de los designios iniciales de Lord y Lady Baden-Powell, hacía posible que –con cierta recurrencia– los propósitos iniciales pudieran desviarse produciendo resultados no esperados y alimentando, incluso, ciertos contrasentidos a la línea “oficial”.

Ya el propio fundador se había percatado de ello, al reconocer –por la misma dificultad de sostener verticalmente la homogeneidad– que el scoutismo era “un movimiento y no […] una organización rígida”[358]. Esto no suponía, como veremos más adelante, la renuncia de Baden Powell a legislar y controlar de cerca las diversas expresiones de dicho movimiento, pero sí cierta conciencia y pragmatismo escéptico en relación con poder hacerlo de manera absoluta.

El dinamismo y la efervescencia del movimiento scout quedaría demostrado tanto para la India, donde los grupos disidentes serían a la postre mayoritarios frente a los oficializados[359], como para el caso africano, sobre el que se ha señalado que, a pesar su discursividad,

el scoutismo colonial, sin embargo, demostró ser un instrumento inefectivo de control social. Los scouts africanos abrazaron el movimiento porque lo consideraban entretenido, progresista, y útil, pero tenían sus propias ideas acerca de lo que significaba ser leal y disciplinado. Parece ser que muy pocos dieron su lealtad incondicional a la Corona Británica[360].

En esa lógica, los grados de autonomía nacional o regional de las asociaciones deben ser tomados en cuenta, y los tendremos en un capítulo posterior del segundo tomo. Pero esa ambigüedad que podía ser –como mencionamos– motivo de resquemor en los diversos organismos de control social, resultaba ser tanto para los promotores como para los destinatarios de la práctica, motivo de flexibilidad y poder de adaptación según los grises posibles existentes entre la pedagogía y la diversión.

Incluso, el pragmatismo scout se demostraba en términos ideológicos, seguros como estaban algunos de sus dirigentes, que en todo caso, las bondades de la práctica eran adaptables para todos los gustos políticos y que el promotor de la obra en cada lugar sólo debería saber qué tipo de perspectiva o palabras escoger, para contentar a cada uno de los grupos.

Este pragmatismo que era, por ejemplo, avalado por figuras relevantes del movimiento como el ingeniero y marino Armando Fischer[361], era descripto en términos críticos (al considerarlas “definiciones al gusto del consumidor”[362]), por el entonces vocal ejecutivo, Laureano Baudizzone, en una charla al interior del movimiento. Paradójicamente, como veremos a lo largo del tomo, en este caso, Fischer –en general más intransigentemente doctrinal y luego desertor de los BSA hacia la USCA– era descripto en este caso en un rol inverso al que usualmente solía jugar, de la misma manera en que se invertía la postura habitual de su cuestionador, Baudizzone, quien en general era reconocido por su gran pragmatismo y por su incansable capacidad de negociación entre posturas.

Sin embargo, más allá de la relativa dureza de sus palabras de condena, al advertir el tono subyacente de Baudizzone al mencionar la postura de Fischer (a quien sin embargo definía personalmente en términos elogiosos como un “scout de mucha conciencia y mucho corazón”[363]), puede reconocerse que esas posturas conciliadoras resultaban innegablemente descriptivas de lo que sucedía a menudo en la realidad de la promoción de la práctica:

Es necesario tener una definición para cada medio en que se actúa. Si se inician los trabajos de organización en un ambiente patriota, debemos decir que hacemos obra nacionalista, que preparamos hombres patriotas y soldados eficientes capaces de jugar sus vidas por nuestras tradiciones, nuestra nacionalidad, nuestros símbolos, si hablamos en un ambiente opuesto, con los otros, con los que todo lo materializan, que todo lo ven bajo el prisma de intereses económicos o fisiológicos estilo Carlos Max (sic), a esos hay que decirles que preparamos a sus niños a defenderse con provecho en la lucha por la vida, dándole conocimientos y aptitudes, para que desenvuelvan mejor sus actividades, a otros hay que decirles que no los militarizamos, que no tienen más disciplina que la indispensable […] a otros que no es una secta religiosa, que en sus filas no se hacen distingos sobre sus creencias , a otros les diremos que es un interesante sport […] y así hasta lo indecible debemos fabricar una contestación para cada uno, a fin de poder atraer a los niños a nuestras filas, convencidos que una vez en ellas, haremos de esa materia prima, el modelo moral, físico y social que nos proponemos[364].

Sin embargo, la crítica al pragmatismo excesivo por parte de Baudizzone y las protestas acerca de lo imperioso de mantener la doctrina[365], no dejaba de conducir a una misma perspectiva de all-catching para el movimiento, ya que él también concordaba en que –en última instancia– no “importaban” los posicionamientos políticos o partidarios, ya que la práctica representaba “un programa de acción tan vasto, con una ideología tan superior” que los “dogmas, las teorías y las doctrinas más diversas, todos absolutamente, todos los que estén dentro o fuera de la verdad en sus concepciones, pueden perfectamente encuadrarse en ella”[366]. Así, finalmente, tanto Fischer como Baudizzone, a pesar de sus diferencias formales, pensaban lo mismo: que el scoutismo no tenía ninguna restricción operativa en cualquiera fuese el campo político, social o religioso en el que le fuera dado desarrollarse. Así, esto que algunos podía definir –negativamente– como pendulación y otros –positivamente– como voluntad ecuménica parecía ser una de las claves de la eficacia y de la ubicuidad de la práctica alrededor del mundo, tal como supo analizarlo tempranamente el célebre medievalista Johan Huizinga en su obra clásica, Homo ludens:

La fama de haber comprendido por primera vez la fuerza social de la organización de los muchachos con su admirable creación de los boy-scouts, corresponde a lord Baden-Powell. No se puede hablar en esta ocasión de puerilidad, porque se trata de un propósito pedagógico llevado con profunda visión, con el objeto de meter en forma de juego las inclinaciones y costumbres de los muchachos a una finalidad educativa, transformándolas en útiles valores vitales[367].

No otra cosa habían dicho –un poco más de una década atrás– los redactores del diario de Punta Alta, El Terutero, cuando señalaron que “el scoutismo no es sólo un juego organizado para los niños, si no que encierra grandes fines educativos”[368]. Es decir, el “hallazgo” habría consistido en trasmitir valores ciudadanos, al mismo momento en que se concebía –como lo hacía el ya mencionado Clemente Onelli– que mientras más conservaran los muchachos, “esa despreocupación de la niñez, más tiempo [serían] felices” y conservarían “en los labios la risa y la sonrisa abierta de los muchachos cuya alma es buena e inocente”[369].

Esta tentadora ambigüedad podía verse replicada en otros dichos, como por ejemplo los del mismo fundador que explicaba que el scoutismo era una escuela de ciudadanía basada en los conocimientos de la naturaleza. Precisamente, el libro pionero, Scouting for boys, llevaba como subtítulo el de “manual de instrucción de buena ciudadanía a través del conocimiento de la vida en el bosque”[370]. El oxímoron latente en esa frase, de niños que aprenderían a ser ciudadanos en medio del bosque, alejados de la urbe a la que solía identificarse con no pocos de los males que aparejaba la modernidad y en cuyas calles deberían circular los niños lo menos posible[371]; no parecía –sin embargo– despertar mayores problemas conceptuales para sus predicadores[372].

En Argentina, la confluencia de estas dos vertientes en apariencia no del todo concordantes entusiasmó a naturalistas como Moreno, Onelli, Holmberg y Thays entre otros, quienes desde sus prácticas científicas previas venían confirmando el poder de “educación moral” que podía engendrar la contemplación de la naturaleza y cómo ella podía utilizarse pedagógicamente a través de las creación de excursiones escolares que surgían luego de la experiencia que las propias maestras podían realizar.

El espíritu “explorador” –que no ha pasado desapercibido para la incipiente historiografía temática en nuestro país[373]– ocupó siempre un lugar destacado en el scoutismo, no sólo por las firmes inquietudes en ese aspecto, por parte de sus dos principales figuras señeras –en el ámbito internacional (Robert Baden Powell) y en el nacional (Francisco Moreno)– sino por el contenido mismo de la práctica que incluía, desde el vamos, cierta disposición exploratoria incluso para los muchachos más pequeños[374] y que formaba parte de la formación misma[375]. Llegarse a los confines del territorio parecía ser la forma más palpitante del patriotismo, como años después reseñaría la revista oficial del movimiento, hablando de esos scouts que “en pleno corazón del Chaco […] vivaban a la patria”[376].

Pero estas vinculaciones prácticas e ideológicas no habían sido una “invención” ni de Powell ni de Moreno y precedían al movimiento scout, inspirándolo en no poca medida. En la Argentina, los primeros pasos se remontaban a la organización de “campamentos” incorporados como práctica infantil y juvenil por la Asociación de Jóvenes Cristianos (AJC) desde 1903, bajo el auspicio de una figura clave para el desarrollo scout en nuestro país: Bertram Schuman[377]. Sabemos que en uno de esos “Campamentos Veraniegos”, precisamente en la localidad uruguaya de Martín Chico, participó “un compañero que casualmente fue uno de los Scouts originales que fueron a recibir al General Baden Powell”[378].

Quizás en 1912, la “novedad” radicó en la confluencia y apropiación de estas prácticas por parte de algunos científicos y naturalistas quienes adecuaron las experiencias inter pares desarrolladas en las expediciones científicas, laboratorios y museos y las transformaron para modelar el gusto de los niños por las excursiones al aire libre[379] y la observación directa de la naturaleza.

Creemos que esta mezcla de flexibilidad y ambigüedad existente en las prácticas y estrategias de movilización y apelación scouts –constatada ya por otros investigadores[380], interactuaba con la promoción de “sólidos” valores que permitían a sus miembros la imbricación del disfrute del tiempo libre con la participación en una organización “trascendente”. En esta línea podía interpretarse una serie de “salidas” tan heteróclita como la de los scouts de la circunscripción Vélez Sarfield en 1914, que conjugarían la visita al Cuartel de Bomberos Central y de Liniers, con otras realizadas al edificio de “La Prensa”, al Museo Histórico y finalmente, una “excursión” a una “fábrica de hielo y manteca”[381].

Sin embargo, no todos los contemporáneos estaban dispuestos a aceptar –sin bromear sobre ellas– la aparente incongruencia de esas actividades “tan” múltiples. Así, el novelista Fernández Florez ironizaría sobre la tela ficcional, una escena en que los niños exploradores prometían a su MS –entre tantas varias cosas: “amar al Jefe de Estado, respetar la bandera […] amparar a los animalitos […] y recoger todas las cáscaras de naranja que encontrasen tiradas por las calles de Iberina, para evitar resbalones”[382]. La elección tan expresivamente variada de esos “deberes” scouts por parte del novelista, tienden a suponer bajo la mirada irónica, la endeblez de un criterio más riguroso en la formación de esos niños.

Otras miradas, necesitadas de unificar y simplificar la definición sobre los scouts frente a tan abrumadora multiplicidad de intereses, prefirieron privilegiar los aspectos más represivos de la actividad, para condenarla. A diferencia de Huizinga, otros intelectuales, de similar prominencia presentarían, así, una visión antagónica al uso del juego “con sentido”, que tendía a resaltar su costado negativo y su intención de imponer disciplina, digamos, “de contrabando”.

Así, Miguel de Unamuno –en una línea que en España podía remontarse a Jovellanos[383]– censuraba la “normalización” del juego en la infancia, llegando a ironizar sobre la denominación del movimiento, definiendo a esos niños –a través de una deformación paródica del inglés al castellano– como “bueyes cautos”[384], en una tradición de juegos de palabras burlones sobre estos niños, que no se limitaba al espacio hispánico[385]:

Lo de los boy-scouts tiene que fracasar como fracasó lo de los batallones infantiles, y es porque no ha habido el valor de imponerlo como una preparación obligatoria para la milicia, y se ha querido hacer de ello un juego. Y un juego medianero, un juego pedagógico, un juego que no es un fin en sí, sino una preparación. Y los chicos que tienen espíritu libre, que se sienten ya hombres, futuros ciudadanos, hombres civiles y libres, se hartan pronto del uniforme y del palo y de la fila y del tambor y de los saludos y de las jerarquías y de las hurras y de todas esas cosas que no son exploración ni cosa que lo valga. Y ello acabará como acabaron aquellos caricaturescos batallones infantiles, que no servían sino para alimentar la vanidad de algunos niños y la mucho mayor de los bobalicones de sus padres. ¡Pues que no iba poco satisfecho, creyéndose algo, el pobre chiquillo que hacía de coronel![386]

Las consecuencias de las palabras de una figura de la talla de Unamuno podían ser especialmente contraproducentes al desarrollo del movimiento, como se daría cuenta su compatriota –el ya mencionado– Juan Antonio Dimas, que no dudaría en desafiarlo –a lo largo de los sucesivos dichos del pensador vasco contra el movimiento– a amplia polémica durante años[387]. Si los scouts no eran tomados en serio, corrían el riesgo de la ridiculización de sus prácticas, tal como ya habían advertido en nuestro continente, muy tempranamente, los norteamericanos[388] y en la misma década, los periódicos argentinos, al decir:

Cuando desfilan por las calles de la ciudad a son de tambor y con aire marcial, los batallones de boy scouts, suelen dibujarse sonrisas despectivas en el rostro de los espectadores, quizás bajo el pensamiento de que esos niños y jóvenes no son sino un adorno de fiestas callejeras, o a lo sumo, entretenidos que distraen su ocio en un juego, el último de moda[389].

La mirada fuertemente censora de la práctica, desplegada por Unamuno, correría paralela en la Argentina, en los mismos términos furibundos, poniendo el acento en la triple condena del scoutismo, en tanto militarizador, frívolo y aplanador del carácter. Así, el diario La Nave lo expresaba:

Las organizaciones de ‘boy-scouts’ en vez de producir hombres fuertes, dignos y viriles, están formando muñecos y lacayos: los niños que ingresan como ‘boy-scouts’ comienza siendo instrumentos de exhibición y de adorno y concluyen por ser pobres entes sin carácter propio, sin iniciativa, sin valor moral. La denigrante parodia de enseñanza militar que reciben, les quita el entusiasmo, les roba la espontaneidad, les mata la alegría[390].

El mismo Jefe Scout, muchos años después en una entrega de diplomas a egresados de la “Academia”, todavía debía reconocer que –incluso entre los propios maestros de la disciplina– existían “muchos [que] por incomprensión se sienten capitanes, se revisten de cierto tono o jerarquía militar que no condice ni con la función ni con el carácter esencialmente civil de nuestra escuela”[391].

De cualquier manera, bajo el supuesto de críticas de ese tenor, Unamuno predecía un pronto fin del scoutismo por “excéntrico” a su patria. De la misma manera, aunque valorando el movimiento de diferente forma, un joven Antonio Gramsci también consideraría inviable dicha práctica para Italia por no avenirse a las costumbres peninsulares. En este caso, el pronóstico supondría finalmente un redoblado sentido de la imprevisión para el turinés, ya que en sus consideraciones no sólo consideraría imposible de “importar” la obra de Baden Powell, sino que otorgaría el mismo sombrío futuro de fracaso en Italia, para… la práctica del fútbol, a la que también consideraría, como al scoutismo, “demasiado” edificante como para ser copiada por sus compatriotas[392].

Sin embargo, como hemos visto, la “tozudez” del scoutismo por intentar imponerse, desde sus comienzos, lo condujo a erigirse como una tradición tan transparentemente inventada, como para permitir no sólo que los pliegues de su armado se dejaran ver abiertamente, sino que incluso se celebraran como prueba de la fuerza de la voluntad misma. Dicha característica sería resaltada por un reconocidísimo historiador, quien incluso tomaría la práctica como ejemplo del proceso de ritualización mismo, al señalar que éste resulta “presumiblemente más claramente ejemplificado cuando una ‘tradición’ es deliberadamente inventada y construida por un solo iniciador, como en el caso de los Boy Scouts por parte de Baden Powell”[393].

Esto llevaba a que en las consideraciones de propios y ajenos, la solidez de su identidad siempre estuviera caminado en los bordes del abismo y en constante amenaza de disolverse, pero que lograra asimismo sostenerse a través de una interminable serie de mutaciones y renacimientos.

La ambigüedad construida en el intercambio –como dice el eterno chiste– de esos niños vestidos como adultos, dirigidos por adultos vestidos de niños[394], sólo puede entenderse en su profundidad a través de su misma historia, ya que ella permite desplegar en la polifonía de sus vicisitudes cotidianas, la multitud de armónicos que han convivido en la realidad, más allá de lo que pudiera hacernos suponer el estridente y monocorde sonido de “tambor” (como el de Tacuarí) proferido desde los manuales y reglamentos.

Comenzaremos, entonces, a partir del próximo capítulo a transitar dicha historia.


  1. En efecto, el relato sería reproducido en las páginas 16 y 17 del número bimensual de noviembre-diciembre del año 1944 de la revista El Scout Argentino (de ahora en más, ESA), bajo el título “Un elogioso comentario de ‘El Diario’ de Parana”.
  2. Parsons, Timothy H., Race, resistance, and the boy scout in British Colonial Africa, Athens, Ohio University Press, 2004, p. ix. A partir de aquí, en todos los casos de textos titulados en otro idioma distinto al castellano, mi traducción (A. B.).
  3. Ídem
  4. Lüc, Jean-Noël, “Preface” a: Baubérot, Arnaud y Nathalie Duval (orgs.), Le scoutisme entre guerre et paix au XXe siècle, Paris, L’ Harmattan, 2006, p. 6.
  5. Cholvy, Gérard, “Les organisations des jeunesses entrent dans l’histoire”, Revue d’histoire de l’Eglise de France, n° 217, 2000, pp. 347-361.
  6. Van Effenterre, Henry, Histoire du scoutisme, París, PUF, 1947, p. 5. La oficiosidad del texto se demuestra en que su autor fue, ese mismo año, comisario general de la Sexta Reunión Mundial scout realizada en Moisson, Francia. El libro, asimismo, está dedicado “a Lady Baden Powell en homenaje de respetuosa fidelidad al recuerdo del ‘jefe’” (p. 4).
  7. Esta divisa era ampliamente difundida, ya en época de entreguerras, por ejemplo, en una revista de una asociación extranjera: “Una vez scout, siempre un scout. Si eres realmente un Boy Scout estadounidense, lo serás por el resto de tu vida”. Boys’ Life, abril de 1923, p. 51. La consigna era ampliada al movimiento Rover (los scouts mayores de 17 años) tal como puede verse en un libro llamado exactamente como el lema señalado (Boy Scouts of America, Once a scout, always a scout, Robert Hale editor, Bolton, 1930). La circulación de este lema ha sido tan poderosa en Gran Bretaña que incluso ha promovido su remisión bajo formas paródicas, como puede verse en la línea de uno de los personajes de la serie Derek, protagonizada por Ricky Gervais: “Once an alcoholic, always an alcoholic”. Episodio 2, temporada 2. Guión consultado el 23 de mayo de 2019, en: https://bit.ly/3lKWISl.
  8. Esos ritos de pasaje modernos pueden advertirse, desde el inicio con la “Promesa Scout”, luego en el avance de grados y escalas, y como pináculo, en las prácticas que incluían diversos ritos de pasaje llamados precisamente de totemización, surgidas en los años veinte y que consisten –luego de cumplir una serie de desafíos– en asignar tanto a los grupos como a los miembros veteranos, el nombre de un animal con alguna característica humana adjetivable. Las prácticas de totemización fueron en ocasiones prohibidas, controladas o fuertemente legalizadas oficialmente por su deriva en ocasiones violenta o autoritaria, por ejemplo en Francia y Bélgica. En nuestro país, fueron los miembros de la “Unión de Scouts Católicos Argentinos” los que más concientemente desde el inicio mismo de la organización optaron por los nombres “totémicos” para designarse. Tanto es así que ya desde los primeros números de su página oficial, Vida Scout (de ahora en más, VS), en los años treinta, los redactores usaban, sistemáticamente, seudónimos como Ciervo Prudente, Águila Azul, Halcón Negro, Hornero Amistoso, Lince Observador o Jaguar Veloz, entre otros. Sin embargo, no debemos olvidar –en el caso de los scouts “laicos”– el antecedente –en remedo del caso del “Impeesa” de Baden Powell– del bautismo de Francisco Moreno como “Tapago” por los propios indígenas del sur argentino (Ygobone, Aquiles D., Francisco P. Moreno. Arquetipo de argentinidad, Buenos Aires, Orientación cultural editores, 1954, pp. 606-608) o la utilización, ya en los primeros años de la asociación, hacia 1914, de redactores con seudónimos como Lobo Gris, según han aparecido en la revista ESA en su primera época, o de Petrel hacia fines de los años veinte. Encontramos también hacia los años veinte otros nombres “totémicos” en la asociación, como el de Toro Rojo, por parte del Masterscout (MS) Tomás Echeverría. Ya desde mediados de los años cuarenta (por ejemplo, con los artículos de Ciervo Blanco) y crecientemente con el paso del tiempo, la misma práctica de firmar con seudónimo “totémico” que se apreciaba en VS se vería también con cierta profusión en ESA. Más recientemente, la práctica se ha masificado y difundido de forma tal que cada grupo ha adoptado sus propias reglas y su particular combinación del sustantivo “animal” con el adjetivo “humano” para elegir la forma del bautismo “totémico”. Podemos enumerar el caso de un grupo en la actualidad: Pantera Seductora, Mariposa Emprendedora, Luciérnaga Perseverante, León Perseverante, Aguará Guazú Leal, Caballo Leal, Lobo Paciente y Coyote Bullicioso; o el de los redactores de una publicación de una compañía tradicional (“la Meana”), precisamente llamada Tótem de Papel (año 1, n° 1, 1996), cuyos redactores llevaban los siguientes nombres: Tero Altanero, Morsa Emprendedora, Águila Tranquila y Berberecho Preguntón. No deja de ser interesante, como nos han comentado los propios dirigentes scouts, las particulares situaciones que se suceden cuando alguno de los miembros de la asociación actual, en sus intercambios oficiales con autoridades estatales de los distintos ámbitos (municipales, provinciales y nacionales) insisten en presentarse bajo su denominación “totémica” –que puede llegar a ribetes tan coloquiales como el de Oso Querendón– antes que con el nombre y apellido con el que figuran en el documento nacional de identidad.
  9. Oscar Frank fue el tesorero fundacional del “Círculo de Maestroscouts y Ayudantes” y alcanzaría, a fines del período, el grado mayor de Inspector Scout, grado más alto al que podía aspirar un MS en esos años.
  10. Frank, Oscar, “Como interesar al niño”. Transcripción de la clase del “Curso para MaestroScouts y Ayudantes”, en: ESA, diciembre 1942-enero 1943, p. 15.
  11. Programa de la “Academia para Maestros Scouts, Ayudantes y Guías”, ESA, agosto de 1926, p. 3.
  12. USCA, Reglamento general, Buenos Aires, Colombo, 1939, p. 16. Cursivas en el original.
  13. Así el flamante Ayudante Jorge F. Mary, egresado del curso de 1942, en respuesta al discurso del Jefe Scout resaltaría que “nuestros profesores nos han enseñado a tomar al scoutismo como un gran juego, definición exacta que le dio su fundador Lord Baden Powell. A los niños entre juego y juego les enseñaremos la Institución”. Discurso de Mary, en: “En un emotivo acto se entregaron los diplomas a los Maestroscouts y Ayudantes egresados del curso de 1942”, ESA, abril-mayo de 1943, p. 4.
  14. Es el caso del dirigente Adolfo Aristiguieta Gramko quien llamará precisamente a su libro de método educativo, El Gran Juego (San José, Editorial Scout Interamericana, 1989), ya que “todo en el Gran Juego se lo presenta hasta donde sea posible bajo la forma estructural de juego. Ello por su valor provisional de ensayo, facilita enormemente los resultados dando una posibilidad de entrar y salir, hasta el punto en que jugando empieza a ser realidad y a fundirse en ella” (pp. 38-39).
  15. Agamben, Giorgio, “El país de los juguetes. Reflexiones sobre la historia y el juego”, Infancia e historia, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editores, 2007, pp. 94-128.
  16. Por ejemplo, para el caso de un ritual maya, según se analiza en: Balam Gómez, Patricia María; Ileana Beatriz Ruiz Alonso e Iván de Jesús Solís Sosa, “Máatan k’ol: la flexibilidad en el ritual”, Estudios de cultura maya, vol. 34, 2009, pp. 145-165. Un dinamismo similar encuentra, en los actuales rituales scouts, Natalia Soledad Fernández en su: “Símbolos, ceremonias de iniciación y ritos de paso en el escultismo católico argentino”, Religião e Sociedade, 39, 3, 2019, pp. 100-123.
  17. “El juego realza el lado imponderable y descontrolado de la vida”. Da Matta, Roberto, A bola corre mais que os homens, Rio de Janeiro, Rocco, 2006, p. 25.
  18. En apenas cinco páginas de desarrollo en este libro, ya hemos mencionado dos personalidades scouts bautizadas como “Lobo Gris”. Vemos como tempranamente los líderes scouts aprehendieron la estrategia de Baden Powell de utilizar el libro de su amigo, Rudyard Kipling, en la que se incorporaban los personajes de El Libro de la Selva, para definir personajes “totémicos”. En este caso, Lobo Gris se refiere a Akela y se relaciona con el Jefe de la Unidad. En efecto, Baden Powell solicitó en especial a Rudyard Kipling la posibilidad de utilizar y reversionar su obra para escribir su libro destinado a los “lobatos”, es decir, los niños de entre 8 y 11 años que aunque muy chicos para ser scouts, querían integrarse al movimiento. El libro en cuestión sería The Wolf Cub’s Handbook, Londres, C. Arthur Pearson Limited, 1916. Sobre la perdurable relación entre Kipling y Baden Powell, ver: Brogan, Hugh, Mowgli’s Sons, Londres, Johnatan Cape, 1987. Dimas, además, recibiría el principal reconocimiento que entregaba Baden Powell en su condición de Jefe Scout mundial: el premio “Silver Wolf”.
  19. Los “Exploradores de España” fueron reconocidos por el rey Alfonso XIII en 1914 y tuvieron un rol activo durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Terminada la Guerra Civil, fueron prohibidos y confiscados sus bienes en 1940 por decisión de Francisco Franco, con el objeto de favorecer el desarrollo de las juventudes falangistas. Sobre la historia de los “Exploradores”, ver: López Lacárcel, José María, Así fuimos, así somos, Madrid, Federaciones de Scouts de España, 2003. Los “Exploradores de España” supieron tener una muy buena relación con los scouts argentinos, rastreable ya en los intercambios epistolares entre Francisco Moreno y Salvador Quevedo del Comité Local de Gijón (“Carta del 14 de agosto de 1915”, Fondo Moreno, folio 52, carpeta III, “Museo de la Patagonia, Dr. Francisco P. Moreno” de San Carlos de Bariloche –de ahora en más, FM-SCB. Otra relación muy fuerte la desarrollaron los exploradores españoles con uno de los secretarios de la institución, Ángel Braceras Haedo, al que le otorgarían la medalla de oro al Mérito Escultista. Asimismo, consideraban sus relaciones con sus pares americanos, particularmente especiales, ya que “por sus condiciones étnicas, de idioma y costumbres son miembro (sic) de la gran familia hispana”. Actas de la Junta Ejecutiva de la Asociación Boy Scouts Argentinos (de ahora en más, AJEABSA), 18 de abril de 1917, p. 134. En devolución, la compañía de Braceras Haedo (la 10ª) solicitaría la entrega de una medalla de oro al secretario general español, Antonio Trucharte Samper, “en atención a sus trabajos por la confraternidad entre scouts argentinos y españoles”. Actas de la Junta Ejecutiva de la Asociación Nacional de Boy Scouts Argentinos (de ahora en más, AJEANBSA), 26 de marzo de 1918, p. 245.
  20. Dimas, Juan Antonio, El Tótem, Murcia, La Verdad, 1926, pp. 18-19.
  21. Dimas, Juan Antonio, “El escultismo en España”, ESA, octubre-noviembre de 1930, pp. 20-22.
  22. Íbidem, p. 20.
  23. Sobre la multiplicidad y dinámica histórica del proceso de totemización en el scoutismo, puede consultarse: Wittemans, Sophie, “Quels sont donc les totems du grand Manitou? Pratiques totemiques et indianistes dans le scoutisme”, Cahiers d’histoire belge du scoutisme, Bruselas, n° 9, marzo 2011. Agradezco a la autora el envío de dicho material.
  24. Como decíamos antes, es el caso de la inspiración casi literal de Baden Powell en Kim y Jungle Book de su amigo, Rudyard Kiplig, para elegir los nombres “totémicos” a fin de organizar los roles de scouts y “lobatos”. En 1916, le escribía Baden Powell a Kipling: “Has sido lo suficientemente amable al dejarme citar (hace unos ocho años) tu historia de Kim para darle a los muchachos una guía para convertirse en Boy Scouts. Ahora estamos proponiendo una rama junior del movimiento […] y quisiera entusiasmarlos a través de tu Mogwli y sus amigos animales del Libro de la Selva ¿Tendrías alguna objeción para hacerme sobre la presentación del mismo que les hago en las líneas que te adjunto?” Brogan, Mogwli’s sons, p. 43.
  25. Como se ha señalado: “mientras mucho del trabajo original de Barrie [creador de Peter Pan, A. B.] sigue siendo tan deleitable hoy como hace 110 años atrás, Tiger Lily y su tribu se han vuelto un problema para las producciones contemporáneas”. En: Laskow, Sara, “The Racist History of Peter Pan’s Indian Tribe”, https://bit.ly/3DNFRob. Consultado el 5 de febrero de 2018. Con todo, deberíamos agregar que –a nuestro entender– tampoco podría darse, ni siquiera en el caso del Peter Pan y Wendy de Barrie (La Pollera, Santago de Chile, 2020 [1911]), una mirada cerrada sobre ese posicionamiento, a raíz de la ironía generalizada –además de la genialidad que lo ha convertido en un clásico infantil– que circula en el libro y que se expande para todos los personajes. Esto puede verse, por ejemplo, cuando los “pieles rojas” llaman a Peter Pan, el “Gran Padre Blanco” (p. 114), en un grotesco en el que la ironía matiza la mirada del propio Barrie sobre eso que se denomina “civilización”. Por otro lado, en otra parte, la “honorabilidad” de los pieles rojas se sustenta en oposición a la “traición” de Garfio (p. 133).
  26. De esta manera, podemos mencionar el caso de las acusaciones elevadas contra The Order of the Arrow, una fraternidad scout norteamericana fundada en 1915 y que congrega actualmente cientos de miles de miembros. Sus ceremonias tienen como centralidad identitaria la realización de ritos de pasaje de intenciones nativistas, en una línea que ha sido definida –desde la tradición académica– como “jugar al indio”. Farley, Michelle, “Wimachtendienk, wingolauchsikm, witanmeui: use of native culture in the order of the arrow”. Senior paper, University of Wisconsin-Eau Claire (2007) Frente a la intención reivindicativa que supone para los miembros de dicha asociación, el uso de vestimenta y símbolos de referencia nativa; los activistas indígenas –como la abogada por los derechos indígenas, Suzan Shown Harjo– acusan a los scouts de, en cambio, deformar y parodiar sus tradiciones, cultura y religiosidad: “¿Por qué teniendo tan bellas tradiciones propias, los Boy Scouts tienen que robar las nuestras […] No saqueen nuestro pasado”. Declaraciones citadas en: Hilleary, Cecily, “Native Americans to Boy Scouts: Stop Plunderng Our Past”, 5 de agosto de 2019, https://bit.ly/3aNxYTm.
  27. Estamos pensando en la recepción polisémica de las obras “etnográficas”, “Peaux Rouges d’hier y d’aujourdhui” (1931) y “Art Peau-Rouge d’aujourd’hui” (1935), promovidas por Paul Coze, un scout católico “indianófilo” y presentadas en el Museo parisino del Trocadéro, dirigido por Paul Rivet. En esta última, se daría cuenta de unas 200 pinturas creadas por los alumnos de la Escuela Indígena de Nuevo México, logrando –más allá de sus tensiones y simplificaciones– presentar una exposición hecha por los propios nativos, llevando con ello una perspectiva juzgada inconformista “frente a los reportes de primitivismo del París de entreguerras” y volviéndose una forma, para los propios artistas nativos, de “reclamar un espacio”. Coze realizaría en 1934 un film centrado en la “cultura indígena” llamado Wakanda, realizado años después del film Corazones Heroicos, al que analizaremos en el tomo II y en el que se daba cuenta del cruce entre las nuevas tecnologías de comunicación y la “cultura scout”. Así, Coze “modeló a los boy scouts franceses […] canalizando los ideales primitivistas de la dura supervivencia al aire libre en los jóvenes que tenía a cargo en París”, pero también intermedió un espacio (más allá de las críticas de los “surrealistas”) para que los “artistas indígenas cambiaran la enérgica crítica anticolonial por un espacio creativo de gran capacidad, dentro del que operaba una modernidad que todavía debía –a partir, es cierto, de forzar sus fronteras– hacer espacio para ambos”. Esta nota está basada en el texto (del cual surgen todas las citas entre comillas) de Jessica L. Horton, titulado “Performing Paint, Claiming Space: The Santa Fe Indian School Posters on Paul Coze’s Stage in Paris, 1935”, Trasatlantica. Revue d’études américaines, 2, 2017. https://bit.ly/2Z5NA2f.
  28. Red Indians” precisamente era el nombre de la asociación de jóvenes creada por Ernest Thompson Seton e impregnada del espíritu indianista y de vida en la naturaleza, de cuyo esquema organizativo Baden-Powell reconoció haber tomado prestadas muchas ideas, más allá de los límites con que posteriormente las juzgó. Ver: Morris, Brian, “Ernst Thompson Seton and the origins of the Woodcraft movement”, Journal of Contemporary History, 5, 2, pp. 183-194.
  29. Welty, Jack, Memories of boy scouting. https://bit.ly/3mXhe1w Consultado el 7 de mayo de 2018.
  30. Manuel Cutrin fue un maestro normalista, discípulo de Juan Wencesalo Gez, siendo designado para dirigir la Escuela Normal puntana de Mercedes (Registro Nacional de la República Argentina, 1905, Segundo cuatrimestre, pp. 992 y 1034, en https://bit.ly/3DMQ8ks) Fue, asimismo, miembro del Directorio de los BSA desde 1932, donde llegó a ser Secretario Técnico de la institución. En el marco del scoutismo porteño, del cual también participó, fue Delegado de la Compañía “General Mitre”. Especialmente reconocido, además, por fundar en 1916 la primera compañía de la ciudad bonaerense de Dolores, en momentos en que dirigía la escuela normal de esa localidad. Reputado como una referencia en el campo pedagógico del scoutismo, recibiría en 1940, junto al presidente de los BSA, Baudizzone, la medalla al “Mérito Scout” por parte de las autoridades londinenses del movimiento. Actas del Directorio de los Boy Scouts Argentinos (de ahora en más, ADBSA), 21 de junio de 1940, p. 348.
  31. De hecho, los límites a la participación para el que “todavía no” era un scout estaban claras. Como decía Cutrin: “ningún muchacho debe ingresar en una patrulla hasta que haya aprobado su examen de aspirante y prestado las tres promesas, porque en una patrulla no entran sino scouts y él no lo es aún”. Cutrin, Manuel, “El espíritu de patrulla”, ESA, septiembre-octubre de 1944, p. 26. Sobre la cuestión de la liminaridad remitimos a: Turner, Victor, “Entre lo uno y lo otro: el período liminar en los ‘rite de passage’” [1964], La selva de los símbolos, México D. F., Siglo XXI, 2007, pp. 103-123.
  32. Cutrin, “El espíritu de patrulla”, ESA, septiembre-octubre de 1944, p. 27.
  33. Ídem.
  34. Lassus, Alberto D., “El Scoutismo: su origen, principios fundamentales, su evolución y forma actual en los distintos países”, Curso para maestroscouts y ayudantes, Boletín n° 1, 1940, p. 15.
  35. S/A, “El aspirante”, ESA, junio-julio de 1945, p. 3.
  36. Una página scout (titulada precisamente bajo la consigna “esencializadora”) sentencia “Ser scout es un sentimiento, algo que no puedes describir porque no es algo que se pueda entender si no lo has sentido jamás, pero es algo que te llena interiormente”. https://bit.ly/2YXKYCY Cursivas nuestras. Consultado el 2 de marzo de 2018. Esta idea supo ser interiorizada por los miembros más jóvenes, como “Edgardo, 12 años” de la Patrulla Cóndor de la Agrupación Lavalle, quien diría “Es un sentimiento. Si no venís no sabés lo que es ser scout”. En: El scoutismo me pegó en el mate, año 1, n° 1, 1999, s/p. Como no podemos dejar de resaltar, los scouts parecieran compartir esta idea de la “inexplicabilidad” de la adhesión sentimental a la causa propia, con grupos con los cuales –al menos, en apariencia– diferirían conceptualmente como los fanáticos de un grupo de rock o los miembros de las “barras bravas” de fútbol, como se deja ver para el caso de la hinchada de Colegiales analizado por José Garriga Zucal y María Verónica Moreira: “Dejo todo por Colegiales, ganes o pierdas te sigo igual, un sentimiento inexplicable, que se lleva adentro, no puedo parar”. Citado en: “‘El Aguante’: hinchadas de fútbol, entre la pasión y la violencia”, en: Míguez, Daniel y Pablo Semán (editores), Entre santos, cumbias y piquetes. Las culturas populares en la Argentina reciente, Buenos Aires, Biblos, 2006, p. 62.
  37. Inicialmente denominada como “Asociación de Boy Scouts Argentinos” (ABSA), la agrupación será institucionalizada y conocida también como “Asociación Nacional de Boy Scouts Argentinos” (ANBSA) en lo referente a su inserción estatal, para llamarse a partir de la reunión del 3 de diciembre de 1926, con el acuerdo presidencial posterior, simplemente –a imagen de la sección norteamericana– “Boy Scouts Argentinos” (BSA), nombre que usaría en reunión directorial desde el 14 de mayo de 1926, sería reconocido por el Poder Ejecutivo (Boletín Oficial de la República Argentina (de ahora en más, BORA), 15 de febrero de 1927, p. 460) y conservaría durante todo el resto del período de entreguerras. Hacia fines del período, en especial desde la década del cuarenta, se tornó muy recurrente referirse a la asociación como “Institución Nacional de Boy Scouts Argentinos” o del “Scoutismo Argentino” (INSA), expresión que tuvo también mucha aceptación y circulación en su denominación por parte de sus integrantes, a lo largo de la historia del movimiento. De esta manera nos referiremos a la misma asociación, con las siglas ABSA (1912-1917), ANBSA (1917-1926) y BSA (1926-1945), de acuerdo a esas modulaciones que aunque con cierta intermitencia y grises, sobre todo en los inicios, resulta funcional para delimitar períodos. De la misma manera dividiremos la menciones a las actas de las reuniones de la asociación, a lo largo del período, entre Actas de Comisión Directiva (para el período de 1912 a 1915 bajo la conducción de Francisco Moreno, que incluye el primer libro de actas –de ahora en más, PLA usado luego por el “Consejo Nacional” y el posteriormente abierto específicamente para el “Comité Ejecutivo” por parte de Moreno– de ahora en más, ACEABSA); y Actas de Junta Ejecutiva, denominadas AJEABSA (desde la reunión 12 de enero de 1916), luego AJEANBSA (desde el 24 de noviembre de 1917) y finalmente AJEBSA (desde el 14 de mayo de 1926). Posteriormente, se denominarán Actas de Directorio de BSA (ADBSA) a partir del 4 de junio de 1927, reunión en la que se reconoce al Directorio como el nombre del organismo llamado anteriormente Junta Ejecutiva. En las reuniones posteriores a la tumultuosa “toma” de Riccheri del mando de la institución (que más adelante describiremos), el Ejecutivo scout usaría con variaciones (y de manera aleatoria) las denominaciones de Comisión Directiva, Junta Directiva y Junta Ejecutiva. Hemos mantenido esta última para siglar todas estas reuniones de la ABSA, en tanto fue la forma que finalmente se consolidó y para evitar una excesiva e innecesaria difuminación de siglas.
  38. En efecto, un diario francés informaba que “la sesión solemne de apertura del Congreso Internacional del Scoutismo que reunía en París los delegados de 29 naciones”, incluía a la Argentina como uno de los tres países latinoamericanos integrantes (junto a Chile y Perú). La Lanterne, 24 de julio de 1922, p. 2.
  39. Boy Scouts of America, Seventeenth annual report of Boy Scout of America (AROBSA, 1926), US Government Office, Washington, 1928, pp. 72-73.
  40. La situación que el Bureau Internacional cobrara por cantidad de scouts puede llevar a una variación sustanciosa entre los scouts “reales” y los “declarados” (como así mismo la diferencia entre los enrolados “directamente” en la ANBSA y los que sumaban las compañías “étnicas” y “religiosas”). De allí que a menudo se daban momentos de “sobreestimación” al intentar ganar reconocimiento y otros de “subestimación” para pagar una cuota inferior a la asociación internacional. Esto queda demostrado en las actas de la ANBSA, en la que figura: “El sr. Presidente propone manifestar que por un error fue declarada la cantidad de 20000 scouts en el país, que hallándose enrolados alrededor de 5000 se le abonará la cuarta parte de lo estipulado por la Oficina Internacional”. AJEANBSA, 5 de agosto de 1924, p. 43. A esa cifra de cinco mil, incluso, Spika –el presidente interino– intentaría rebajarla a 3000 para “regatear” el pago. AJEANBSA, 12 de noviembre de 1924, p. 79. Eso explica cómo el Bureau Internacional Scout que reconocía como cifra oficial para el año 1924 la cantidad de unos dieciséis mil scouts argentinos, luego la rebajaría a poco más de cuatro mil para el año 1926. Incluso, serían 3573 en un número de la publicación Scouting de julio-agosto de 1926 (p. 3), cuando en enero de ese mismo año (p. 2) había dado trece mil miembros y subiéndola luego a unos 15.102 para mayo de 1928, los que se reducirían a 5290 para el año septiembre de 1928 (AROBSA, 1927, p. 73).
  41. Sin desconocer la carga hagiográfica con la que se fue dotando a este “sobrenombre”, lo usaremos en ocasiones, debido a la popularización de dicha definición en torno a la mencionada figura, pero sobre todo porque ya así era conocido desde épocas precedentes a la que analizamos, incluso no siempre en términos halagüeños, como lo muestra un propio recorte hecho por Francisco Moreno del diario chileno La Ley del 11 de febrero de 1898 en el que se señala: “Un perito Moreno, con desfachatez completamente arjentina (sic), nos arroja a la cara un libro”. “Potpurri”, en: Expediente n° 60: “Recortes varios, referentes al libro publicado por el perito Moreno”, Colección Moreno, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Nación –de ahora en más, CM-AMREC.
  42. Caras y Caretas, 15 de noviembre de 1913, p. s/n.
  43. Ídem.
  44. Roosevelt, Theodore, “Buenos Aires. A Fine Modern Capital”, The Outlook, 28 de marzo de 1914, pp. 697-714, https://bit.ly/3AUFne3 Digitalizado por el Theodor Roosevelt Center (TRC).
  45. Las primeras cuatro de las referidas, por ejemplo, figuran en: Sosa de Newton, Lily, Diccionario biográfico de mujeres argentinas, Buenos Aires, Plus Ultra, 1986, pp. 342, 349, 453-454 y 529-530 en orden alfabético. En ninguno de los casos la biógrafa ha referido sus actuaciones en el seno de los Boy Scouts.
  46. Guillermina Oliveira Cézar de Wilde (1870-1936) fue una propulsora de obras de bien social. Fue la promotora de la Mansión de Obreros de Berisso en 1920, la que contó con el apoyo de la Unión Popular Católica. A los 15 años se casó con el doctor Eduardo Wilde, de quien editó sus obras en 1913 luego de su fallecimiento. Presidió la Comisión de Damas de la Cruz Roja argentina, instalando en 1920, en momentos en que participaba del organismo homólogo de la ANBSA, las primeras Escuelas de Enfermería del país. Por su iniciativa surgió la Confederación Nacional de Beneficencia en 1921. Una parte de su herencia la donó a las asociaciones de las que participó, incluidos los BSA.
  47. La uruguaya Dolores Lavalle de Lavalle (1831-1926) era hija del general Juan Lavalle. Llegó al país en 1867 e ingresó a la Sociedad de Beneficencia dos años después. Estableció en 1892 el Comité de la Cruz Roja, al que presidió durante 13 años. Fundó y presidió el Consejo Nacional de Mujeres. Participó de actos de donación de banderas para la compañía “Buenos Aires” durante la jefatura de Riccheri y era especialmente venerada por la dirigencia scout en su rol de “matrona” de los mismos.
  48. Elvira Rawson de Dellepiane (1867-1954) nació en Junín de Cuyo. Luego de recibirse de maestra normal, fue la tercera médica universitaria del país. Ejerció en el Departamento Nacional de Higiene, participó de la Revolución del Parque, fundó la primera colonia para “niños débiles”, integró el Consejo Nacional de Educación (del que renunció por interferencias con el presidente Gondra) y participó desde el principio en el Comité Femenino Juana Manuela Gorriti, la Liga Argentina de Educación y la Asociación Pro Derecho de la Mujer. Fue asesora de la Comisión de Fomento de la compañía “General Arenales” de Villa Devoto, donde supo exponer acerca de la conducta de los maestros en la Escuela Primaria en el año 1928. Años antes había sido la encargada de cerrar como oradora el Primer Congreso del Scoutismo Argentino de 1922, según veremos adelante. Biografía con datos propios y de la Gran Enciclopedia Argentina de Abad de Santillán, tomo R-S, 1961, p. 50.
  49. Lucía Láinez de Mujica Farías (1883-1975) fue una filántropa y escritora nacida en Buenos Aires, que presidió la Conferencia de Señoras de San Vicente de Paul y otras obras sociales. Escribió Recuerdos y la obra teatral Y pudo más la razón. En 1923 la Junta Ejecutiva de la ANBSA, por sus auspicios de organización de la Compañía scout “Mitre”, resolvía enviarle una nota “felicitándola por el desenvolvimiento de la compañía bajo sus auspicios y agradeciéndole el valioso concurso que le presta” (AJEANBSA, 31 de julio de 1923, p. 203).
  50. Josefina Láinez, la tía de Manuel Mujica Láinez, sería la presidenta de la comisión de fomento de una de las compañías porteñas de la sección 23ª, denominada “Fray Justo Santa María de Oro”. En la Fiesta de la Poesía que organizó en pro de la Asociación Santa Filomena, se conocerían Manuel Mujica Láinez y Alfonsina Storni.
  51. Pensemos que de los varios miembros fundadores de la ABSA de 1912 que el biografista Cutolo menciona (Allaria, Biedma, Canter, Fraga, Moreno, Onelli, Santa Coloma) tanto en los tomos de su Nuevo… como en su Novísimo Diccionario Biográfico Argentino (1930-1980) del que sólo logró componer el tomo de la A a la C (por lo que no puede cerciorarse a quienes hubiera incluido entre la D y la Z de aquellos fallecidos después de 1930) sólo se menciona su relación con el scoutismo para el caso de los únicos dos que llegaron a ser los presidentes de la Junta Directiva (Moreno y Santa Coloma).
  52. Una excepción es la entrada de Laureano Baudizzone, en momentos nada menos que de ejercer la presidencia del directorio, en la que refiere esa condición pegada al mismo cargo en el Asilo de Niños “Ramón L. Falcón”, en Quién es quién, Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1941, p. 68 y que Cutolo replica en el mismo sentido en su Novísimo diccionario biográfico argentino (1930-1980), Buenos Aires, Elche, 2004, p. 206.
  53. Un caso paradigmático resulta el del presidente Agustín P. Justo, del que en su biografía se refieren datos tan puntuales como el de ser profesor de Telemetría en la Escuela de Tiro, pero ninguna mención a su participación durante años ni como miembro del directorio scout ni como integrante del Tribunal de honor de la misma institución. Ver: Quién es quién, 1941, p. 345. Convincentemente, en esa línea, tampoco hay mención de su actividad en esos menesteres, en biografías de 490 páginas dedicadas a él, como la de Rosendo Fraga (curiosamente, descendiente homónimo del primer vicepresidente de la institución) Ver: El general Justo, Buenos Aires, Emecé, 1993. Ni actor histórico ni biógrafo, entonces, parecen haber reparado en la necesidad de destacar la actividad scout a pesar de las horas que Justo dedicó durante décadas a la institución y a la importancia que, como veremos a lo largo del libro, tuvo en ella. Lo mismo sucede con la pormenorizada biografía hecha sobre, nada menos, que el vicepresidente fundacional de la institución, el general Rosendo Fraga, realizada por el Coronel Adalberto A. Clifton Goldney con la colaboración del Teniente (luego ascendido –post mortem– a Coronel) Argentino del Valle Larrabure, El Teniente General Fraga. Soldado de la República 1856-1928, Buenos Aires, Círculo Militar Argentino, 1956.
  54. AJEABSA, 8 de mayo de 1916, p. 18.
  55. Quizás el más marcado de estos intentos de “distinción” lo constituya el del Teniente de Fragata Pedro S. Goyena que al asociarse en 1922 a la institución pretendería ser reconocido “con la antigüedad de miembro fundador”, cosa que la Junta Ejecutiva rechazaría, aceptándolo como “simple socio”. AJEANBSA, 12 de septiembre de 1922, p. 78. De allí, las críticas que se expresaban en la propia revista institucional al “quídam cualquiera carente de representación social y que se lambica el cerebro para tenerla, descubre un buen día que valiéndose de los niños como de una escalera podría subir subir y…escalar las cumbres sociales. Feliz por tal descubrimiento se muestra decidido admirador y propagandista de nuestra obra y organiza una compañía de boy scouts”. Petrel (seudónimo), “Hacia la meta”, ESA, mayo de 1928, p. 3.
  56. Por eso mismo, se cuestionaba lo que sucedía, a veces, en que se conferían los cargos de liderazgo infantil, como el de Guía de Patrulla, a los “muchachos ‘distinguidos’, es decir, a los hijos de personas importantes de la localidad, desconocimiento en absoluto y de raíz lo que es el scoutismo y las nociones más elementales de la ciencia educativa”, en un “procedimiento antipedagógico, irracional y desmoralizador” para el resto. S/A, “El Guía Primero”, ESA, abril de 1928, p. 11.
  57. Una elocuente muestra de dicha sociabilidad amistosa puede resultar el almuerzo de despedida ofrecido, en el restaurante Ferrari, al Jefe Scout Severo Toranzo con motivo de su viaje a los Estados Unidos. En su discurso se ponderaron conceptos relativos a la idea de comunidad amistosa (“hermosa manifestación de simpatía”, “cultor convencido de la amistad sincera”, “pretexto fútil como el de mi viaje corto”, “los amigos que me son más caros”, “iniciativa generosa y amistosa de mis compañeros de tareas”). “La despedida a nuestro Presidente General Toranzo”, ESA, mayo de 1926, p. 8.
  58. Este acento en la higiene moral repercutía en las compañías y se reflejaba en las canciones institucionales, como se ve en la obra “En Marcha”, compuesta por el inspector local Armando Fischer (quien fuera miembro del Consejo Directorial y director de la revista oficial) para los scouts navales de Puerto Militar (Puerto Belgrano-Punta Alta), que rezaba en una de sus estrofas, que al “Boy Scout”, el dominio de sí mismo, “le conserva la salud y flexible, sano y fuerte por la higiene corporal va plasmando en su cerebro en la sana idea moral”. El Terutero, marzo de 1926, p. 13, en: Argüello, Norberto, Terutero en los primeros 100 años del Scoutismo Naval, Punta Alta, edición del autor, 2013, p. 19. Seguimos la versión facsimilar de esta revista scout de la Compañía/Agrupación “Almirante Brown” de Puerto Belgrano/Punta Alta (El Terutero, luego Teru-tero en su segunda etapa), realizada por Norberto D. Argüello, a quien agradecemos muy profundamente por su amabilidad en brindarnos una edición de la misma. De ahora en más citaremos directamente dichos periódicos, que se reproducen facsimilarmente en la edición de Argüello, por sus paginados y fechas originales y con la abreviatura ET o TT, según la época. La compañía “Almirante Brown” fue particularmente reiterativa en la necesidad del cuidado higiénico, definiendo que “el scoutismo quiere al niño limpio y amigo del agua, del jabón y del aire puro”. S/A, “Higiene”, ET, agosto de 1927, p. 1.
  59. José Antonio Basso fue asiduamente tesorero de la institución desde el año 1914 y formó parte de la dirigencia durante muchos años, figurando como miembro de la Junta Ejecutiva y los Consejos Nacionales a finales del período que analizamos. En 1926 fue elegido concejal por el radicalismo, y recibiría las felicitaciones por parte del Jefe Scout Toranzo, quien supo definirlo como uno de “sus miembros más antiguos y eficientes”. “Sr. José Antonio Basso”, ESA, diciembre de 1926, p. 5. A pesar del primer golpe militar, Basso seguiría participando en el directorio de los BSA, ocupando ya en 1932 la subcomisión de Hacienda y retornando a la tesorería de la institución scout en el año 1940.
  60. AJEABSA, 8 de noviembre de 1916, pp. 102-103. Aunque parece un dato “menor”, las quejas por la falta de devolución del material eran constantes y llegaban siempre al más alto tribunal institucional, llevando incluso al Inspector General Victorino Díaz, a quejarse que “siempre que se concede la entrega de alguno de los artículos que están en el depósito de la inspección tardan en ser devueltos y en su mayoría de las veces (sic) los entregan deteriorados”. Íbidem, p. 102. Esta falta de rapidez en la devolución, además, solía implicar la demanda de otros organismos estatales, según muestra el pedido de la Dirección de Sanidad de restitución de unas carpas prestadas para realizar uno de los campamentos generales. AJEANBSA, 28 de enero de 1920, pp. 77-78. A fines de los años treinta, el comisario Meana, Director Técnico –cargo que suplantó al de Inspector– de los BSA, señalaba el mismo problema con respecto de las compañías, diciendo que “el préstamo implica la pérdida del material porque no lo saben tratar”. ADBSA, 24 de marzo de 1939, p. 197.
  61. Warren, Alan, “Understanding scouting and guiding after a hundred years”, en: Block, Nelson R. y Tammy E. Proctor (editors), Scouting frontiers. Youth and the Scout Movement’s First Century, Cambridge Scholars Publishing, 2009, p. xi.
  62. Así, se ha señalado: “el año 1908 nace el Escultismo en la República Argentina y en todo el continente americano, en el entonces pueblo –hoy Ciudad– de Banfield, del Partido de Lomas de Zamora de la Provincia de Buenos Aires”. Palabras de los fundamentos del Proyecto de Resolución de diputado Luis Eugenio Basterra, del “Frente Para la Victoria”, con motivo del 80 aniversario del grupo scout Cardenal Ferrari de Gerli, https://bit.ly/3DUDxvL. Consultado el 7 de diciembre de 2016. Asimismo en 2008, ya con motivo del centésimo aniversario de la primera compañía, los diputados nacionales de la Coalición Cívica, Héctor “Toti” Flores y Susana García, redactaban un proyecto de resolución, aprobado el día 18 de noviembre de ese año por la Comisión de asuntos cooperativos, mutuales y organizaciones no gubernamentales, expresando beneplácito por el centenario del “primer grupo scout” Juan José Galo de Lavalle, y en el que se reactivaba gran parte del relato fundacional, ya visiblemente standarizado por parte de la propia agrupación. Proyecto de Resolución. Orden del Día n° 1355. Consultado el 7 de diciembre de 2016 en https://bit.ly/3vk1AkJ.
  63. La Patrulla es la unidad mínima scout. Se considera constituida una Patrulla, al reunir 8 scouts bajo la conducción de un Guía (que podía incluir un Guía 1° y un Guía). De 2 a 8 patrullas conforman una Sección, liderada por un Ayudante. De dos a tres secciones constituyen una Compañía a cargo de un “Maestroscout” o Masterscout (MS). Si existía más de una Compañía en un territorio, ellas debían encuadrarse en una Legión (luego llamada Agrupación), comandada por un Jefe Scout (luego Presidente-Delegado). La patrulla era definida como “la unidad natural formada por los muchachos, sea para jugar, sea para realizar cualquiera de sus ocupaciones. En ella el muchacho que revela más carácter, llega a ser reconocido tácitamente por sus camaradas como Jefe”. S/A, “Sistema de patrullas”, ESA, marzo de 1928, p. 10.
  64. En función de ese rol fundacional, Penny luego sería reconocido y encomendado como comisionado del distrito de la ciudad de Paraná en 1914. Actas del Comité Ejecutivo de la Asociación de Boy Scouts Argentinos (de ahora en más, ACEABSA), 8 de octubre de 1914, p. 5. Unas dos décadas después se lo podía encontrar como delegado de los scouts de Tres Arroyos y dirigiendo la subcomisión de Tiro y Gimnasia de esa entidad. “Carta de Arturo Penny a Luis Fontana”, 31 de marzo de 1932, Carpeta “Tres Arroyos”. MSNA. Su designación efectiva como Delegado se encuentra en ADBSA, 24 y 27 de octubre de 1932, p. 65.
  65. Pearson también tendría una destacada actuación en la asociación, desarrollando su tarea en la Compañía de los Talleres del Ferrocarril Sud en Avellaneda como “Oficial” Scout y luego “Capitán” (las formas iniciales del Ayudante y el MS), participando en los campamentos de la misma en Montevideo y fungiendo como Co-representante de los “Capitanes” de la ABSA en el Consejo Nacional durante la “re-estructuración” de 1915 de la que hablaremos más adelante.
  66. Dicho libro fue el producto final de un artículo homónimo publicado en 1906 en la Boys’ Brigade Gazette, luego ampliamente popularizado. En ese sentido, Scouting for boys. A Handbook for instruction in good citizenship, el libro fundacional del movimiento, es el cuarto libro más vendido durante el siglo XX, sólo detrás de la Biblia, el Corán y el libro Rojo de Mao. Ver: Smith, David, “Scouts uncool? Not in mi book”, The Observer, 22 de abril de 2007, https://bit.ly/3aOzsMU. Consultado el 26 de noviembre de 2016. Usamos, en las citas próximas, la siguiente edición del libro fundacional: Baden Powell, Robert, Scouting for boys. The 1908 original edition, Dover, New York, 2007.
  67. Como daba cuenta el inventario de la biblioteca de la compañía “Tomás Santa Coloma” (inicialmente llamada “Justo José de Urquiza” y que había resultado de la fusión en 1919, de las Compañías de Flores, Caballito y Almagro creadas entre 1914 y 1915), en el que se mencionaban los 110 ejemplares de la colección “Labor”, con el Scouting for Boys en su versión en idioma original, más otros clásicos locales como Juvenilia de Cané o El santo y la espada de Ricardo Rojas, y números de El Scout Argentino, hasta completar las 186 existencias. Compañía Tomás Santa Coloma, “Memoria 1932-1934”. Mimeo. MSNA.
  68. Además del mencionado libro, otras referencias bibliográficas que se harían, serían las obras del Capitán Maximin Léonce Royet (adaptador al francés del Scouting), cuyo “libro del explorador” se consideraba como uno de los que “contiene más nutridas instrucciones para todos los que dirigen compañías”. ESA, febrero de 1930, p. 21, mientras algunos de sus apartados, como “La Lealtad”, se reproducirían en el órgano oficial (ESA, enero-febrero de 1945, p. 4) Otras traducciones interesante serían las que harían el joven Guía 1ª, Roberto Macri, del “Manuel dos escoteiros do Brasil” (ESA, diciembre de 1929, p. 3); la “Prof. Srta.” María M. Cutrin de los “Consejos para los jóvenes guías” de Gauthier (ESA, enero de 1938, p. 7) y la “señorita” Clara Giardelli de “La personalidad del Maestroscout” de Boardman (ESA, febrero de 1938, p. 7) También puede mencionarse la traducción de “El Jefe” de Sevin (ESA, mayo-junio de 1945, p. 1) En relación con el campamento, un libro muy distribuido por la organización fue Camping y turismo de Laurencena Drescher que en momentos del informe de intervención de 1931 (que analizaremos más adelante) contaba con 54 existencias en el inventario de BSA. “Informe del Interventor Nacional Teniente Coronel Santos V. Rossi, presentado a la asamblea del Consejo Nacional de la Institución, realizada el 16 de septiembre de 1931”, p. 9. Mecanografiado. Mesa de entradas n° 51, Letra B. Fecha de ingreso: 21/9/1931. MSNA. (De ahora en más, Informe Rossi) Otros libros, acercados por el cónsul chileno a la biblioteca, serían “Roverismo hacia el éxito” (en la versión chilena de Tomás de la Barra) y “La patrulla de las nutrias” de E. Le Bretón Martín. ESA, febrero de 1939, p. 4.
  69. Por ejemplo a través del Proyecto de resolución de la diputada Maricel Etchecoin Moro que solicitaba declarar de interés legislativo las actividades realizadas “con motivo del cumplimiento de los 100 años de surgimiento del Movimiento Scout Argentino”, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires (CDPBA), Período 136°, 18 de setiembre de 2008, asunto 2234, pp. 5095-5099. Versión digital en: https://intranet.hcdiputados-ba.gov.ar/diarios/diario13614.pdf Consultado 13 de marzo de 2017.
  70. Como puede verse, en: Ferreyra, Nelson, “Los primeros scouts”, El Banfileño, año 2, n° 17, julio 2014, p. 2.
  71. The Standard, 20 de marzo de 1909, p. 9.
  72. En 1926, la revista El Terutero de Puerto Belgrano/Punta Alta se interesaba por el restablecimiento de su salud, “tan cara a los scouts del mundo”. S/A, “Sir Baden Powell”, ET, abril de 1926, p. 2. Ante su muerte, más allá de las honras fúnebres realizadas por el Directorio, la canonización local de B. P. se traduciría en la formación casi inmediata de una compañía con su nombre en la localidad de Las Breñas, en Chaco. Desarrollaremos ese aspecto de la honra fúnebre y los homenajes post-mortem en los scouts, de manera más detallada, en el tomo II.
  73. Y que llegaba incluso al sostén financiero, como demuestra la colecta internacional, auspiciada por los scouts daneses, en la que cada miembro institucional debía contribuir con diez peniques a una suma que le sería entregada a BP en el Jamboree de 1929 y de la que el Jefe Scout podría “disponer de ella libremente”. “Un obsequio internacional”, ESA, Octubre de 1927, p. 7.
  74. La bibliografía sobre Baden Powell es interminable. Para demostrar la centralidad de dicha persona como líder y como símbolo del movimiento, basta mencionar que precisamente sus iniciales son las que formarían el acrónimo del motto de la institución: “Be Prepared”. Sin embargo, quienes estén interesados, especialmente, en la construcción de Baden Powell como “mito viviente”, y luego póstumo, pueden consultar las páginas finales de: Mac Donald, Robert, “Scouting and Myth”, Sons of the empire. The frontier and the Boy Scout Movement, Toronto, University of Toronto Press, 1993, pp. 203-210.
  75. Foucault, Michel, “Nietzsche, la genealogía y la historia”, en: Terán, Oscar, Discurso, poder y subjetividad, Buenos Aires, El cielo por asalto, 1995, p. 73.
  76. Rojas Flores, Jorge, Los boy scouts en Chile, 1909-1953, Santiago de Chile, Centro de Investigaciones Barros Arana, 2006, p. 11.
  77. Baubérot, Arnaud, L’invention d’un scoutisme chrétien, París, Les bergers et les mages, 1997, p. 15.
  78. Una clara expresión de esa mirada hagiográfica sobre el “Perito”, en la que junto a otros méritos, se suma el de la casi exclusividad en la posibilidad de existencia de los scouts, puede encontrarse en el libro de Aquiles Ygobone, Arquetipo de argentinidad, donde se señala: “en nuestro país le pertenece al esclarecido ciudadano, Dr. Francisco P. Moreno, la gloria de haber fundado este nuevo sistema de educación juvenil” (p. 618). La confusión llega a tal punto entre fundador de la asociación y fundador de la práctica, que incluso se ha ubicado erróneamente en 1908 la fundación por parte de Moreno de los Scouts Argentinos según se hace en: Cutolo, Vicente Osvaldo, Nuevo diccionario biográfico argentino, Buenos Aires, Elche, 1975, tomo L-M, p. 656. Esta idea de Moreno como “creador del scoutismo en nuestro país” y “primero que enclavó el primer jalón en esta tierra agreste a todo idealismo, convirtiéndose en un nuevo Quijote de esta gran cruzada” ya existía en la época de entreguerras como muestra el discurso que el Presidente Delegado Miguel Vitelli daba en una reunión de camaradería. ESA, enero de 1940, p. 2. El mismo error cometería el Presidente-Delegado de la Compañía “Coronel Benito Machado” de Tandil al afirmar, en la presentación de la misma, que “Moreno con clara visión del porvenir implantó el scoutismo fundando la primera patrulla en Lomas de Zamora, allá por el año 1908”. ESA, marzo-abril de 1944, p. 3. En realidad, como veremos, si fue un Moreno el encargado de hacer eso, no fue Francisco, sino su hermano Daniel.
  79. Un ejemplo de esto es el texto de Rodolfo R. Cabreira, El legado del Perito Moreno (Buenos Aires, Editorial Scout-Asociacion de Scouts Argentina, 1987), en cuyo prólogo puede leerse: “¡Qué orgullo para nosotros, los Rovers, haber tenido un hermano de tal magnitud [!]. Para que Francisco P. Moreno RS sea nuestro guía y ejemplo, en agradecimiento y con profunda devoción” (p. 2).
  80. Palabras de Emmanuel Porcelli, exvicepresidente de SAAC, en las Jornadas de Métodos Educativos, realizada el 7 de marzo de 2015 en el barrio de Barracas, CABA. Se entiende como “de Billiken a una historia patria anecdótica y épica a la vez, que presenta principalmente a los próceres y acontecimientos relatados de una manera homogéneamente halagüeña, ingenua y reproducida a lo largo del tiempo de manera recurrente y casi sin variaciones, modificaciones ni cuestionamientos. Resulta curioso que se use un adjetivo relacionado con uno de los primeros y más decididos sostenedores de la experiencia scout, como fue el periódico infantil Billiken, para definir una forma necesaria a cambiar por parte de un dirigente de la agrupación. Cabe mencionar por ejemplo el número 28 de la revista, correspondiente al 24 de mayo de 1920, en la que el dibujo de un boy scout dormido se colocaba en la portada y al que en términos encomiástiscos a la vez que “simpáticos”, se lo definía como “héroe”. Agradezco la mención a la doctora Paula Bontempo.
  81. Agrupación Scout “Don Ernesto Pilling”, 70° Aniversario, Ingeniero White, s/e, 1984, p. 7.
  82. En la carta que Poli le escribe al arzobispo Aguer, en diciembre de 2016, se recuerdan incluso los reparos que se habían expresado ya desde el inicio de SAAC, por la solución de fusión entre la “laica” ANSA (“Asociación Nacional de Scouts Argentinos”, heredera de los BSA) y la “católica” USCA. Frente a la idea de homogeneizar al scoutismo como Asociación Civil, varios miembros de la Iglesia hubieran preferido que se construyese el espacio de federación como ocurrió en otros países (siendo Francia el modelo más famoso de esa “solución”). En ese sentido escribía Poli, recordando “que después de evaluar experiencias en otros países, [el cardenal Pironio] aconsejaba seguir con la unidad bajo la figura de una Federación. No sé por qué los obispos, en su momento, desoyendo la respuesta a la consulta, optaron por el formato jurídico de la Asociación civil”, https://bit.ly/3jbD6oP . Consultado el 3 de marzo de 2017.
  83. En efecto, un MS en 1926, señalaba: “si aún hay algún rebelde en vuestra compañía tenéis todavía un recurso, no obréis como muchos creen que debe ser, expulsando al mal Scout, eso de deshacerse de un mal elemento está bien para otras instituciones, pero no para el Scoutismo que tiende a hacer obra”. Perdriat, Luciano, “¿Qué es el scoutismo? Algo sobre su finalidad y su organización”, p. 27. Manuscrito en Carpeta “Anexo a Academias 1926. Apuntes Generales sobre Campamentos”. MSNA. El problema con los disidentes, además de la faceta pedagógica enunciada por Perdriat, era que podían volverse posibles competidores, como sucedería con el MS Eugenio P. Zagaglia, quien a los dos años de ser expulsado de la institución, formaría la agrupación de scouts navales “Sabá H. Sueyro” (en homenaje al vicepresidente de facto fallecido durante el gobierno militar de Pedro P. Ramírez), dedicada con ahínco a vender rifas en las exposiciones de la Liga Naval. ADBSA, 29 de septiembre de 1944, pp. 120-121.
  84. Dedman, Martin, “Baden-Powell, Militarism, and the ‘Invisible Contributors’ to the Boy Scout Scheme, 1904-1920”, Twentieth Century British History, 4, 3, 1993, p. 201.
  85. Como se ha señalado, “fue en parte como resultado de sus observaciones de las acciones responsables de los niños bajo el stress sufrido durante el sitio de Mafeking, y las subsecuentes observaciones alrededor del Imperio Británico, que Baden-Powell decidió formar los movimientos de Boy Scouts y Girl Guides, incluyendo los lobatos y las brownies”. Köhler, Karl, “Some aspects of Lord Baden-Powell and the Scouts at Modderfontein”, The South African Military History Society, vol. 12, n° 1, june 2001, https://bit.ly/3jehsjL. Consultado el 5 de septiembre de 2019.
  86. Sobre la cuestión del “héroe” o la “leyenda” colonial y su impacto en la cultura popular de la época, ver: Sèbe, Berny, “Colonial Celebrities in Popular Culture: Heroes of the British and French Empires, 1850-1914”, en Clarke, Robert (editor), Celebrity colonialism. Fame, Power and Postcolonial Cultures, Cambridge Scholars Publishing, 2009, pp. 37-54. Sèbe incorpora a Baden Powell dentro del concepto de “héroes del nuevo imperialismo” (p. 45).
  87. Nock, Albert Jay, “World Scouts”, World Peace Foundation Pamphlet Series, n° 5, parte IV, abril de 1912, p. 10. Antes aparecido en The American Magazine, january 1912, LXXIII, n° 3, pp. 275-284.
  88. The Buenos Aires Herald, 16 de marzo de 1909, p. 7.
  89. Aunque ya era visto en ese sentido previamente, hay que consignar que la designación formal de Baden Powell como Jefe Scout mundial se daría recién al final del primer y mítico Jamboree de Olympia (Londres, Inglaterra) del año 1920. Jamboree es el nombre, de etimología incierta y discutida, dado a los campamentos o reuniones scouts de masividad. Nadie más sería designado con ese título, luego, en la historia de la práctica. Para el caso argentino, se da –aun hoy– el trato de Jefe o Jefa Scout a quien preside el órgano ejecutivo de la Asociación (en la actualidad, la Jefa Scout es la cordobesa Mariana Rustán) y como sinónimo de ese cargo lo usaremos a lo largo del libro. Esto viene estipulado ya desde los estatutos de 1926 cuando en su artículo 21° señala que “El presidente es el jefe superior de los ‘Boy Scouts argentinos’”. AJEANBSA, 9 de abril de 1926, p. 286.
  90. Utrac (¿seudónimo?), “La defensa nacional y los scouts”, Siempre Listos, abril de 1915, p. 1. Agradecemos especialmente la posibilidad de acceso y digitalización de este número al profesor Alejandro Nápoli. Llama la atención el nombre del autor del suelto (“Utrac”) porque precisamente ese era el del hijo del cacique Inakayal, que se definía asimismo como “hermano” de Moreno y con quien sería tomado como “rehén de negociación” por Shaihueque. Utrac, además, habría recibido de Moreno, la bandera argentina a la que su padre (con el que viviría hasta su muerte en el Museo de La Plata) había prometido fidelidad. Dudamos que el propio Utrac pudiera ser el autor de dicho artículo, siendo lo más probable un seudónimo de Moreno utilizado para reivindicar la “argentinidad” de su compañero de cautiverio de Shaihueque y luego “cautivo” en el Museo de La Plata dirigido por Moreno.
  91. Así, se señalaba: “el ‘boy scout’ es soldado. Soldado que ha de combatir más adelante y en caso necesario, por la reconstrucción y la paz, pero nunca por la destrucción y el odio”. Mota del Campillo, Eduardo, “El Scoutismo y su pedagogía”, ESA, abril de 1938, p. 1. En cierto sentido, y sin exagerar la nota, estas expresiones nos hacen recordar a las célebres reflexiones de Marcuse en su Hombre Unidimensional de 1964, acerca de ciertos universos discursivos en los que los términos opuestos son reconciliados de manera cerrada y algo caricatural de la dialéctica.
  92. La de “Capitán” sería la primera forma de definir a lo que posteriormente se conocería como MS. A pesar de haber sido reformada como mencionamos, la costumbre de mantener esos nombres militares para las graduaciones siguió manteniéndose en algunas compañías, tanto que las autoridades centrales debieron –todavía en 1926– expresar, mediante una circular, su desagrado por el mantenimiento del uso de expresiones como “Capitán”, “Teniente” u “Oficial” en el léxico scout, dejando por sentado que los únicos grados permitidos y la forma de referirse a ellos, eran los de: “Inspector”, “Maestro Scout”, “Ayudante”, “Guía 1°” y “Cabo” (curiosamente, este último sí, con resonancia militar). Circular n° 9 de la Junta Ejecutiva del 3 de julio de 1926, en: ESA, julio de 1926, p. 14. Incluso, todavía en 1930, en respuesta a una carta de lectores, se decía “por error se dice capitán o teniente al maestroscout. Eso da lugar a pensar que formamos batallones militarizados a los que no conocen nuestra obra”. Respuesta “A Un Riojano” en la sección “Buzón Propio”, ESA, febrero de 1930, p. 31. A pesar de ello, la agrupación del “Ejército de Salvación” seguiría utilizando categoría militares (Teniente, Brigadier, Oficial y Cadete) para sus miembros durante todo el período de entreguerras. Para continuar con las complejidades, y no cerrar el veredicto sumariamente, debemos decir que –por otro lado– dicha agrupación protestante sería –por el contrario– la más constante en elegir nombres de “héroes cívicos” antes que militares para denominar a sus compañías. La cuestión de los debates y formas de bautizar las compañías será largamente discutida en uno de los capítulos del tomo II.
  93. Dedman, “Baden-Powell, Militarism, and the ‘Invisible Contributors’…”, p. 207.
  94. Cutrin, Manuel, “Definición del scoutismo”, ET, septiembre-octubre de 1934, p. 11.
  95. Dedman, “Baden-Powell, Militarism, and the ‘Invisible Contributors’…”, p. 218.
  96. Pensemos en el artículo “Why Boys Should Not Join the ‘Boy Scouts’” (The Young Socialists’ Magazine, vol. 4, n° 6, junio 1911), escrito por Celia Rosatstsein quien señalaba a los niños: “No se unan a los scouts. Serán educados para permanecer al lado de su maestro, de obedecerlo, y en caso de huelga, de tirar a matar. Les enseñarán que los obreros son tontos; que no saben de lo que hablan cuando piden por sus derechos” (p. 12).
  97. “Este uniforme, que algunos juzgaban demasiado ‘exótico’ y ‘relajado’, fue un obstáculo para la penetración del escultismo en el entorno de la burguesía francesa. De hecho, hasta la Gran Guerra, un gran número de tropas de exploradores adoptaron un estilo más estricto y militarizado que el que preconizaba Baden-Powell”. Baubérot, Arnaud, “Los movimientos juveniles en la Francia de entreguerras”, Hispania. Revista española de historia, vol. LXVII, n° 225, enero-abril 2007, p. 30.
  98. Delacroix, Diego, “Preguntas a Respuestas”, ESA, octubre de 1939, p. 2.
  99. Frank, “Como interesar al niño”, ESA, diciembre 1942-enero 1943, p. 15.
  100. Ídem.
  101. Vila, José María J., “Boy scout”, ESA, julio de 1939, p. 3.
  102. Fernández Florez, Wenceslao, “Los que no fuimos a la guerra” [1930], Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1949, tomo II, p. 51. Esta novela procede de un texto más breve, producido y publicado durante la guerra misma, y llamado “El calor de hoguera”.
  103. La Nación, 2 de septiembre de 1936 en “Libro 1°. Noticias universales acerca de las organizaciones de niños scout”. Libro de recortes (de ahora en más, Libro 1°). MSNA.
  104. “Santa Fé (Correa)”, TT, septiembre-octubre de 1934, p. 8. Es interesante, ahora para el caso de los scouts de la ciudad de Santa Fe, el aspecto casi “paternal” con que el mayor Horacio Levene (un dirigente estricto) describía –en reunión directorial– los cuidados y “desvelos” del Tte. Cnel. Perlinger por los niños durante el campamento en Mar Del Plata, “para que fueran atendidos en ésta, no habiendo omitido ningún detalle, esperándolos en la Estación, acompañándolos al Hotel, donde se quedó hasta que se acostaran [¡!], etc. Al mismo tiempo que ha estado en contacto permanente con la compañía que se hallaba acampada a objeto de solucionarle cualquier dificultad”. ADBSA, 9 de marzo de 1936, p. 29. Signos de exclamación, míos. Podría resultar curiosa esta descripción llena de adjetivos “cariñosos”, frente a la faceta de abierto “pro-fascista” con que ha caracterizado la historiografía a Perlinger (por ejemplo en: Klich, Ignacio, “La contratación de nazis y colaboracionistas por la Fuerza Aérea Argentina”, Ciclos, año X, Vol. X, n° 19, 1er semestre de 2000, p. 182; o en: Lvovich, Daniel, “El golpe de Estado de 1943, Perón y el problema del antisemitismo”, en García Sebastiani, Marcela, Fascismo y antifascismo. Peronismo y antiperonismo. Conflictos políticos e ideológicos en la Argentina (1930-1955), Buenos Aires, Iberoamericana, 2006, p. 125.). Sin embargo, como sabemos, nada evita que una persona pudiera combinar ambas pasiones, la del esmerado cuidado de los niños (o al menos, de algunos de ellos) y la valoración positiva de los gobiernos de Hitler y Mussolini.
  105. Debe tenerse en cuenta lo importante que era Fontana para la institución, por lo que ya en 1918 era considerado “un empleado que reporta tantos beneficios con su trabajo a la Insititución” como para que ante el solo amago de renuncia por su parte, la Junta Ejecutiva pidiera al Tesorero que le aumentase el sueldo, con objeto de retenerlo. AJEANBSA, 13 de marzo de 1918, p. 239. Como veremos más adelante, Fontana soportaría la cárcel, en su condición de empleado de la asociación, luego del allanamiento policial ocurrido en la “Casa Scout” durante el uriburismo.
  106. Clase sobre campamentismo dictada por Luis Fontana durante el curso para MMSS y Ayudantes, reproducida en: “Hoja Práctica del Scout”, ESA, junio-julio de 1942, p. 10. Mayúsculas en el original.
  107. Como en el caso del “Tambor de Tacuarí”, en Italia también se concentrarían sobre la figura histórica y mítica de un niño concreto, la mayor carga de las apelaciones a la heroicidad infantil. Balilla –apodo de Giovanni Battista Perasso– era el “niño pequeño” (de ahí el origen del sobrenombre) que inició, tirando –en 1746– una piedra contra unos soldados austríacos, la revuelta genovesa contra las fuerzas de ocupación de los Habsburgo durante la Guerra de Sucesión. Esa figura, retomada por el himno italiano de 1848, fue “enfatizada, en clave fuertemente patriótica, durante el ventenio de la era fascista” y su nombre utilizado para crear la fuerza fascista de niños llamada “Opera Nazionale Balilla” (ONB), tal señala Eleonora Cocciolo en su Gli eroi del “Corriere dei Piccoli” e la fascistizzazione dell’infanzia (1933-1941). Laurea II Ciclo, Universitá degli Studi di Lecce, 2011-12.
  108. Menghini, Ugo, “La Institución ‘Balilla’ constituye una base cierta para la Italia fascista del porvenir”, El Argentino, La Plata, 7 de septiembre de 1928, p. 2.
  109. AJEANBSA, 23 de diciembre de 1924, p. 88.
  110. S/A, “Educacion”, ET, septiembre de 1926, p. 36.
  111. Perrier, Julio Oscar, “Importancia del Scoutismo”, ESA, noviembre de 1928, p. 2.
  112. Al poder acceder a un buen número de Legajos Personales de MMSS y Ayudantes de los años treinta, disponibles en el MSNA, podemos encontrar un interesante número de descendientes de padre y/o madre italianos que ingresarían a la asociación ya una vez instaurada la Obra Balilla. En unos puede rastrearse incluso el dominio del idioma, como en Enea Agustín Corna, hijo del italiano Ernesto Corna, perteneciente a la Compañía “Coronel Pringles” (Registro n° 1146) o en Osvaldo Goro, de la Compañía “Coronel Brandsen”, hijo de Bruno Goro y Ángela Pergolesi, ambos italianos (Registro n° 884). En otros, la combinación de nombres hace no dudar de la influencia itálica, como en Virgilio Dante Poiré, hijo de María J. Palumbo (Registro n° 1296). Otros casos son el de Alfredo Arturo, hijo de Alfredo Binetti, quien había ingresado en la Compañía Santa Coloma de Tres Arroyos (Registro n° 1281), al igual que Antonio Vizza (Registro n° 1279), en este caso hijo de ambos padres nacidos en la península. Otros ejemplos: Mario Ángel Fidani (ambos padres italianos, Tres Arroyos, Reg. 1275), Roberto Ammirevole (padre italiano, Remedios de Escalada, Registro n° 1255), Roberto De Buono (padre italiano, Capital Federal, Registro n° 1148) o Alfredo Maddoni (padre italiano, Capital Federal, Registro n° 1147).
  113. S/A, “Humberto de Savoia fue un entusiasta Boy-Scout”, ESA, abril de 1926, p. 3. El príncipe había sido ya en 1924 homenajeado por la institución con una gran concentración de scouts en el Hipódromo Argentino. AJEANBSA, 28 de julio de 1924, p. 34.
  114. “Homenaje a los aviadores Duggan, Olivero y Campanelli”, ESA, septiembre de 1926, p. 7.
  115. Una de las muestras de esos intentos por congraciarse puede verse en la transformación del motto de la revista oficial, Sii preparato –traducción del Be Prepared badenpowelliano– al de reminiscencias más claramente fascistas, Giovinezza d’Italia. Pessina, Mattia, Obbedire. Le scautismo italiano di fronte al fascismo, Tesi di laurea de la Universitá degli Studi di Milano, 2006-2007, p. 30. La revista mencionada sería promocionada en las páginas de la sección “Informaciones” de ESA de diciembre de 1926, p. 19.
  116. Pessina, Obbedire, p. 40.
  117. Ver: Massari, Dario, 1928-1945. La Giungla Silente. Scautismo clandestino nell’Italia fascista. Tesi de laurea, Università degli Studi della Tuscia, 2010-11. Este fenómeno ha sido recientemente recuperado por la cinematografía, como se ve en el film Le Aquile Randagie.
  118. En el número de mayo de 1928 de ESA, se informaba sobre la disolución de los Jóvenes Exploradores como una decisión del “señor Mussolini”, y se la consideraba como injusta “por cuanto siendo el fascismo un régimen y no una doctrina moral, es decir, siendo una entidad política y no una entidad espiritual, no puede ser absolutamente educador. Pero la fuerza se ha impuesto” (p. 9) Recordemos que el Jefe Scout Toranzo había socializado con dicha institución “hermana” en 1924, en torno del Gran Concurso Gimnástico Internacional realizado en Florencia, ciudad donde en ese entonces el general estaba. AJEANBSA, 18 de marzo de 1924, p. 277.
  119. “Elogio inglesi al Piano e alle Opere del Regime”, Corriere della Sera, 29 de marzo de 1933, p. 1.
  120. “L’educazione fascista della gioventù saltata de Lord Baden Powell”, Corriere della Sera, 8 de abril de 1933, p. 3.
  121. Ídem.
  122. A partir de 1920 se formalizaron a nivel mundial los Jamboree en reuniones producidas alrededor de cada cuatro años. El de Gödöllő fue el cuarto evento de este tipo.
  123. “I crocieristi italiani a Gödöllő”, Corriere della Sera, 4 de agosto de 1933, p. 7.
  124. Lo tomamos de la recopilación: Baden Powell, Robert, “A lesson is being prepared” (Oct. 1940), B.-P-‘S Outlook, C. A. Pearson Limited, 1941. https://bit.ly/3BS3OKu. Consultado 10 de octubre de 2019.
  125. “Los Balilla realizan un crucero marítimo”, ESA, agosto 1927, p. 16. Otra mención, en términos similares, se repitió en el número de diciembre del mismo año (“Italia”, p. 20) comentando la “ceremonia brillante” y el “entusiasmo extraordinario” desplegados por los Balilla genoveses en la “Fiesta del Árbol”. Hay que tener en cuenta que también se publicaba en el periódico oficial un “suelto”, transcripto de La Nación, que a su vez lo tomaba de la agencia United, en que se definía a los pioneros rusos como “boy y girls scouts del Soviet”, en una noticia que informaba de una “acción contrarevolucionaria” finalmente trunca pensada para atacar una manifestación llevada a cabo por la mencionada organización de jóvenes. “Cinco campesinos ricos sentenciados a muerte en Nicolaiev”, ESA, enero de 1930, p. 18.
  126. Hemos hallado una única mención a la existencia de un grupo de “Exploratori Italianos” (sic) dentro de la ABSA, sitos en la calle Chile al 1500 de CABA, en los comienzos de restructuración institucional, pero que luego no vuelven a ser mencionados en el resto de los documentos consultados. “Lista de Jefes y Ayudantes de Scouts Argentinos”, en: Carpeta de “Antecedentes de las primeras Asambleas del Consejo Nacional. Años 1915 y 1916” (de ahora en más Carpeta “Antecedentes 1915/16”). MSNA.
  127. Justamente, en el año 1926, la “Resolución n° 15” del Bureau Mundial reunido en el Jamboree de Kandersteg, Suiza, estuvo dedicada al tema de las “minorías” al interior del movimiento, exhortando “seriamente” a que “las asociaciones nacionales de Boy Scouts en los países en lo que hubiera minorías, dieran a aquellas el derecho a formar patrullas scouts, las que mientras permanezcan dentro de la asociación nacional y se sometan a sus estatutos, tendrán el derecho a usar su propio lenguaje en su vida interna, nominar a su propios maestros scouts y líderes, los que, sin embargo, deben ser ciudadanos del país de acogida”. Pero, y aquí va directo al caso del que estamos hablando, se agregaba que en opinion de los directivos de la conferencia de Kandersteg “cualquer dificultad concerniente a los scouts que pertenecieran a una nacionalidad en minoría en un estado, debía ser dirimida directamente entre la asociación de Boy Scouts del estado original y la del estado en donde son ciudadanos. En caso que las dos asociaciones, luego de serias discusiones, no puedan ponerse de acuerdo, la cuestión deberá ser enviada al Comité Internacional a través del Bureau Internacional para una decisión y solución definitivas”. Resolutions of the World Scout Conference 1922-1985, Ginebra, World Scout Bureau, s/f, p. 6. Estas disposiciones, inspiradas por el lugar de autoridad que tendría el Conde Teleki (geógrafo que había participado de varias comisiones sobre fronteras en la Europa de primera posguerra y que a su vez era miembro del Bureau Internacional scout) tendría consecuencias nada menores (y que analizaremos en un capítulo del tomo II) en relación al lugar que ocuparían las diversas compañías “étnicas” en cada uno de los diferentes países que las habían acogido. Sobre el rol desarrollado por el Conde Teleki, ver: Wilson, John, Scouting round the world, Londres, Blanford Press, 1959, p. 31.
  128. Ver el capítulo, precisamente con el título “Gleichschaltung I. La nazificación de la Argentina lemana, 1933-1938”, del libro de: Newton, Roland C., El cuarto lado del triángulo. La ‘amenaza nazi’ en la Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 1995, pp. 94-112.
  129. Junta Provincial Scout de Mendoza, “Semana del Boy Scout”, Mendoza, Impresores Best, 1933. Carpeta “Semana Scout 1933”. MSNA.
  130. Es el caso de Martín Aberg Cobo, cuando en su condición de Secretario de Obras Públicas municipal, luego de expresar ante un pedido de informes por –entre otras cosas– la decisión del Ejecutivo porteño de prohibir la proyección de la película El gran dictador de Chaplin, Aberg Cobo dijo que no había venido “a hacer la defensa ni a discutir ningún régimen vigente en cualquier país”, recibiendo la respuesta escéptica del concejal socialista González Iramain: “Después veremos si del fondo de toda la exposición del señor secretario puede deducirse que ha defendido a un régimen o a otro”. Aberg Cobo, Martín, Contralor municipal de la moralidad pública, Buenos Aires, Talleres Gráficos de Francisco A. Colombo, 1941, p. 184.
  131. El doctor Frank Soler nació en la ciudad de Paraná en 1882. Fue una de las figuras señeras y de mayor visibilidad y continuidad del scoutismo desde su participación inicial como miembro fundador en 1912 hasta su tarea dirigencial, ocupando tanto los cargos directoriales como los del Jurado de Honor, llegando a la vicepresidencia 2° de los BSA durante la gestión de Baudizzone. Renunciaría posteriormente, en la década de 1950. Fue además el encargado de presidir el Primer Campamento Nacional Scout de enero de 1918. En su faz profesional, se recibió de médico en 1906 con la tesis “La histerectomía en el tratamiento del fibroma”. Ocupó la cátedra de Anatomía y Fisiología Comparada y Farmacodinamia. Fue fundador y director del Instituto de Fisiología de Rosario (dependiente de la Universidad Nacional del Litoral) entre 1920 y 1924 y también del de La Plata. En dicha ciudad, fue el primer decano de la Facultad de Medicina en el bienio 1933-34. Fue también decano de la misma facultad en la U. del Litoral. La historiografía se ha interesado principalmente sobre él, a causa de la disputa –y sus múltiples consecuencias– con Bernardo Houssay, quien lo vencería en el concurso por la titularidad en la Cátedra de Fisiología de la UBA en 1919 (así, Alfonso Buch sostendría que “La elección de Houssay en desmedro de Frank Soler, el otro candidato para la cátedra, detonó entre los fisiólogos una lucha que se prolongó durante más de tres décadas”. En: “Bernardo Houssay y la conflictiva inauguración de la dedicación exclusiva en la Universidad”, EIAL, vol. 7, n° 1, 1996, p. 58); y por su militancia en la Alianza Libertadora Nacionalista, por la que compitió sin éxito como candidato a Senador en 1946. Falleció en Buenos Aires en septiembre de 1971. Notablemente, en su entrada del Quien es quién de 1941, como hemos visto para otros casos, no menciona su condición de dirigente scout. Entrada en Abad de Santillán, Diego, Gran Enciclopedia Argentina (de ahora en más GEA), Buenos Aires, EDIAR, tomo R-S, 1961, p. 582.
  132. Currícula y profesores del “Curso para Maestroscouts y Ayudantes”, ESA, abril-mayo de 1942, p. 4.
  133. El doctor Floro Lavalle (1881-1959) tendría cierta marginalidad dentro de la Asociación e incluso resultaría, como veremos más adelante, algo “irritante” para los dirigentes ya instalados por su involucramiento en relación con la intervención uriburista de la institución en 1931. Lavalle se recibió en 1909 con su tesis de “Diagnóstico de la fiebre tifoidea”. Ejerció como médico de tribunales y dirigió el servicio médico del diario La Prensa. Fue uno de los fundadores de la “Liga Patriótica” y el presidente del Consejo Superior de la “Legión Cívica”. En el plano deportivo, fue presidente de la Federación Argentina de Esgrima y vocal de la primera Comisión de la Federación Argentina de Box. p. 361. Entrada en GEA, tomo H-LL, 1958, p. 361.
  134. A diferencia de Lavalle, Martín Aberg Cobo (1908-1982) tendría una actividad más relevante, en especial durante la jefatura de Sartori. Además de vocal de la insitución, Aberg Cobo sería miembro de la Subcomisión de Reglamentación de la Comisión de Enseñanza, junto a Juan García Victorica. Nacido en Mar del Plata en 1908, se recibió de Doctor en Jurisprudencia, en 1935, con su tesis “El aval en el derecho argentino”. Fue docente de la UBA en Derecho Constitucional y sostuvo la necesidad de implantar el “sufragio familiar”. Participó de los directorios de varias empresas de diversas ramas, de la Bolsa de Comercio como asesor letrado y dirigió la Revista de Jurisprudencia Argentina. Su militancia en el nacionalismo se conjugaba con su condición de profesor de Derecho Federal y Provincial del primer curso de especialización de la Policía Federal en 1944 y con una ferviente adhesión a los núcleos de difusión católica como la Corporación de Abogados Católicos o la Asociación de Exalumnos del Colegio del Salvador, cuya presidencia poseyó entre 1939 y 1943. En 1958 fue candidato a vicepresidente por el partido Conservador. Entrada en GEA, tomo A-Byn, 1956, p. 8.
  135. Citado en: Hemingway, Ernest, “Jóvenes comunistas” (23 de diciembre de 1923), en: Publicado en Toronto, Buenos Aires, de Bolsillo, 2008, p. 312.
  136. “Los ‘boy scouts’ no tienen en las filas clases sociales: son los verdaderos representantes de la democracia moderna”. S/A, “Para el pueblo”, ESA, octubre de 1926, p. 1. O, por otro lado, el llamado a “no despreciar el trabajo, ni al trabajador”. Cutrin, Manuel, “El scoutismo y sus reglas morales”, TT, septiembre-octubre de 1934, p. 5.
  137. Por ejemplo bajo la voz del delegado de Paso Río Santa Cruz, quien en su discurso (bajo advocación sarmientina) expresaba que al “pisar el umbral” de la casa scout “seremos todos iguales [y] habrán desaparecido los privilegios de clase, para dejar paso a los méritos que importan: la honradez, la nobleza de sentimientos y la educación”. Discurso de Felix Valenciano en “Construcción del Hogar Scout”, ESA, noviembre de 1928, p. 37.
  138. Como cuando la revista scout de Punta Alta alababa “las conquistas de mejoramiento gradual de la vida del trabajador” impuestas “por vía legislativa y no por la violencia y los recursos ilícitos”, pero condenaba con fuerza ciertos “ideales utópicos de redención social”. S/A, “El sentimiento nacionalista”, TT, febrero-marzo de 1933, p. 11.
  139. En el libro de Ponce, resumen de su curso dado en 1934 en el Colegio Libre de Estudios Superiores, se señala: “La llamada ‘neutralidad escolar’ sólo tiene por objeto substraer al niño de la verdadera realidad social: la realidad de las luchas de clase y de la explotación capitalista; capciosa ‘neutralidad escolar’ que durante mucho tiempo sirvió a la burguesía para disimular mejor sus fundamentos y defender así sus intereses”. Ponce, Aníbal, Educación y lucha de clases [1937], Cártago, Buenos Aires, 1974, p. 116. No otra cosa había expresado Nadeja Krupskaia en 1926, al decir del scoutismo que “su objetivo no es mas que el de educar en la generación naciente, fieles servidores del rey y del régimen capitalista”. Citado en Palluau, Nicolas, “Entre nation et religion. Scoutisme et organisation des jeunes immigrés (1920-1950)”, Cahiers de la Méditerranée, 78, 2009, II. Consultado el 3 de febrero de 2020. https://bit.ly/3FP9ZRQ.
  140. Ponce, Educación y lucha de clases, p. 117.
  141. Versiones Taquigráficas del Honorable Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires (de ahora en más VTHCDCBA), 13 de abril de 1923, p. 359.
  142. Campoamor, Clara, La revolución española vista por una republicana [1937], Salamanca, Espuela de Plata, 2011.
  143. Como se ha señalado, si en un primer momento, Baden Powell alentó el uso de la práctica del rifle, los efectos de la Primera Guerra Mundial, diezmando a los Scoutmasters y a los ex Boy Scouts en el campo de guerra, produjeron el giro desmilitarizador de la organización. Macleod, David I., Building character in the american boy, Madison/London, The University of Wisconsin Press, 1983, p. 139.
  144. Aunque egresó de la Facultad de Medicina, Eduardo Ladislao Holmberg (1852-1937) se destacó como naturalista, fue director del Jardín Zoológico entre 1888 y 1903, participó en las comisiones científicas que auxiliaron a las expediciones militares en el Sur y el Chaco, fue presidente de la Academia de Ciencias Exactas, Fïsicas y Naturales y fundador de la sociedad Physis, de promoción de las ciencias naturales. En su muerte, el periódico oficial scout señaló: “La Institución Scout le contó en su seno como Director (sic) en los primeros momentos, allí también puso su inteligencia al servicio de la educación scout, habiendo algunos de sus miembros que actúan que lo recuerdan y añoran su desaparición, así como sus directivas prácticas para mejorar la educación del scout”. ESA, Noviembre de 1937, p. 4. Ya muerto, la revista scout publicaría su “Formación del Paraná y sus islas” (ESA, febrero y marzo de 1940, pp. 7-8).
  145. Holmberg, Eduardo L., “Apéndice” a Olimpio Pitango de Monalia [1915], Buenos Aires, Solar, 1994, p. 237. Holmberg se refiere a su “vieja estirpe militar” por su condición de nieto de Eduardo de Holmberg, un barón tirolés que comandaría –entre otras participaciones– la artillería del general Belgrano en el Ejército del Norte.
  146. Al citar una frase de él, en el que se señalaba que se debía estar en contra de la patria, la religión y la familia, si ellas estaban en contra de la verdad, se agregaba que ese Holmberg era “el mismo que hoy firma el desgraciado cartel de la Asociación nacional de boy-scouts”. En: Calzetti, Hugo, “Los dos nacionalismos”, Clarín, 23 de noviembre de 1919, p. 6. Digitalizado en Americalee, CeDInCI.
  147. Rodríguez, Lidia, “La educación de adultos en la Argentina”, en: Puigróss, Adriana (dirección), Sociedad civil y estado en los orígenes del sistema educativo, Buenos Aires, Galerna, 1991, p. 186. José Jacinto Berrutti (1871-1951), además de docente y autor de numerosos manuales pedagógicos, era dramaturgo. Desde la “reestructuración” asociativa de 1914 se incorporó al Consejo Nacional (aunque supo no aceptar el cargo en una ocasión, durante la disputa entre Riccheri y Moreno que analizaremos más tarde) para luego formar parte de los órganos directivos centrales de la asociación a lo largo de todo el período, tarea que continuó hasta el fin de su vida. Desde la década del veinte, como vocal ejecutivo, resultó ser la principal espada en la difícil tarea que desarrollaba el scoutismo en su afán de reconocimiento como actividad de prestigio educativo en el ámbito escolar, debido a su experiencia como inspector, director de consejo escolar y promotor de la educación popular y para adultos. El reconocimiento de la revista hacia Berrutti como mentor de la juventud, puede verse en la publicación de un decálogo de normas para esa franja etárea, publicado por ESA en noviembre de 1929 (p. 11) En los años treinta, luego del “cimbronazo” de la intervención, aunque mantuvo su presencia en el Consejo Nacional de la Institución, dejó de tener una participación destacada y de integrar los elencos directoriales. En 1943 recibiría la “Divisa de Honor Scout” y sería homenajeado largamente, al morir casi una década después.
  148. Alejandro Herrero define a Berrutti en relación a la esfera de educación popular del normalismo como “sin duda […] una muy buena entrada para comprender a partir de su curso vital, y sus relaciones en el campo educativo, el nacimiento y constitución de este modelo educacional”. En: “José J. Berrutti y las Sociedades Populares de Educación en Capital Federal y Provincia de Buenos Aires” ponencia presentada al XV Corredor de las ideas del Cono Sur, Bahía Blanca, 28 al 30 de noviembre de 2018, p. 2. En ese sentido, Berrutti no sólo fue uno de los primeros promotores de la educación de adultos y de las sociedades populares educativas sino también de las escuelas para mujeres, de las de “puertas abiertas”, de las de “vacaciones” y del cooperativismo escolar. Asimismo, en la faz educativa, fue director de la Escuela Modelo “Presidente Roca”, director del “Museo Escolar Sarmiento” y presidente del Consejo Escolar VI. Dirigió las revistas La Escuela Nueva y La Educación (1914-1916). Escribió textos escolares. Ver: Cutolo, Novísimo…, p. 246 y GEA, Tomo A-Byn, 1956, p. 486 (en estras entradas no figura ninguna mención a su pasado scout).
  149. Como demostración de las tensiones al interior del grupo racionalista, ya en el año 1913, pueden verse los ataques contra Berrutti expresados en un número de La Escuela Popular, dirigida por Barcos, en el que al comentar una discusión entre los nombrados durante una conferencia de Vergara, la voz anónima que la relataba concluiría (como podría esperarse de una publicación dirigida por uno de los contendientes) por adjudicar una clara victoria retórica de “nuestro amigo Julio R. Barcos con un discurso que sintetizó los argumentos a favor del nacionalismo, rebatiéndolos uno por uno para terminar desplegando la bandera del internacionalismo humanista frente a la religión patriótica”. S/A, “Los debates libres”, La Escuela Popular, 15 de julio de 1913, p. 18.
  150. Berrutti, José J., “Educación y democracia”, El Monitor de la Educación Común (de ahora en más, EMEC), 31 de diciembre de 1916, p. 171.
  151. De allí que los fundamentos de constitución de la asociación, en su primera reunión, expresaran el sostenimiento de los valores de “amor al prójimo, a la familia, a la Patria y a la Humanidad”. Acta Primera, Sesión del día 4 de julio de 1912, en: Primer Libro de Actas, conteniendo el Acta fundacional, el Acta de reorganización y, posteriormente, las sesiones del Consejo Nacional hasta el año 1926 (de ahora en más PLA), p. 1. Este libro fue recuperado sólo muy recientemente por parte del MSNA, al estar previamente en manos privadas. Lamentablemente, el (o los) libros correspondientes a las sesiones del CN posteriores a 1926 se encuentran –al menos hasta ahora– en destino incierto, y no forman parte de las actuales existencias de dicho reservorio. Lo mismo sucede con el libro de actas del Directorio scout correspondiente al trienio 1940-1943, también desaparecido.
  152. En 1906, Juan B. Justo expresaba que “cultivar lo bueno y corregir lo malo del medio en que vivimos, es lo que se llama patriotismo en la mejor acepción de la palabra. Y reaccionando así, es como mejor contribuimos al bien universal”. Justo, Juan B., “El Patriotismo”, Internacionalismo y patria, La Vanguardia, Buenos Aires, 1933, p. 226.
  153. Como en el caso de Pablo Pizzurno quien, años después de haber creado los “Batallones infantiles”, señalaría: “Parecería olvidarse que la solidaridad humana es ineludible y que reposando esencialmente en el supremo bien de la justicia, ha de fundarse en ella el bienestar individual y colectivo. Ello no excluye sino que, por el contrario, supone lógicamente que cada uno ame más y procure ante todo el bienestar de la porción de humanidad a la cual se halla más inmediata y naturalmente vinculado, la propia patria. Patriotismo y humanitarismo, son términos que se complementan”. Pizzurno, Pablo, “La escuela normal, el maestro y la educación popular: Graves deficiencias”, Humanidades, La Plata, 1921, 1, p. 18.
  154. “La visita de Jean Jaurès” (19 de septiembre de 1909). Recorte de diario, en: CM-AMREC. Expediente 35, carpeta 5.
  155. Moreno, Francisco P., “Propósitos de la Comisión Didáctica del C. N. de Educación”, EMEC, 31 de abril de 1914, p. 156.
  156. Sobre esta cuestión, ver nuestro: “Los niños y el ‘Perito Moreno’. ‘Ciudadanía del mañana’, scoutismo y asistencia social”, Historia de la educación, Vol. 16, n° 2, 2015, pp. 56-81.
  157. Moreno, Francisco P., “Siempre listos olvidados por la Patria”, EMEC, 31 de marzo de 1915, pp. 536-537.
  158. S/A, “Los Boy Scouts”, Santa Fé, 29 de agosto de 1916, p. 2.
  159. Como podemos ver en el artículo “Entre cobardes un héroe”, en el que se sostenía cómo “era posible que una nación tan adelantada como Alemania […pudiera] producir tanta gente inculta y hasta salvaje”. Boletín de El Scout Argentino (de ahora en más, BESA), n° 5, diciembre de 1914, p. 2. Agradezco al Profesor Alejandro Nápoli por facilitarme su propia copia personal de esta fuente para su digitalización.
  160. “Carta del presidente de la Asociación Boy Scouts Argentinos, Francisco Moreno, y de su secretario Modesto Quiroga, al presidente de la Nación, Victorino de la Plaza”, 15 de diciembre de 1914. AGN, Fondo “Presidente Victorino de la Plaza”, legajo n° 419, foja 185. De ahora en más, VdlP-AGN. Agradezco muy especialmente a Emiliano Sánchez por la mención y el envío de la copia digital de este y otros documento de este repositorio.
  161. “Otros scouts argentinos a la guerra”, BESA, n° 5, diciembre de 1914, p. 4.
  162. “Carta de Francisco Moreno a Juan W. Gez, del 26 de mayo de 1915”, reproducida en: “Una carta del Dr. Francisco Moreno. Fundador de nuestra institución”, en ESA, mayo de 1930, p. 3. En aquel momento, el puntano Juan W. Gez (1865-1932) estaba organizando los scouts correntinos. Al año posterior de recibir esa carta, Gez ingresaría al Consejo Nacional –que lo cobijó ininterrumpidamente hasta su muerte, siendo homenajeado y reconocido luego, en los años veinte, con la entrega de una insignia institucional por parte del Directorio, a pedido de uno de sus miembros, Federico Santa Coloma (ADBSA, 14 de octubre de 1929, p. 133). Gez fue diputado provincial, director de escuelas normales y autor de numerosas obras históricas, geográficas y paleontológicas, considerándoselo actualmente una de las principales personalidades puntanas. Una de sus tantas biografías, en: Gez de Gómez, María Estela, “Juan Wenceslao Gez en el centenario de su nacimiento”, mimeo, 1965. Agradezco esta última mención al presidente de la Junta de Historia de San Luis, Raúl Alberto Fourcade, quien junto a un nutrido grupo de colegas, descendientes de Gez y entusiastas, está dedicado de lleno a la difusión de la memoria de la personalidad mencionada.
  163. Que también puede verse en el poema para convertirse en canción, que Rudyard Kipling dedicara ya en 1909 a la asociación británica, no tanto bajo la lógica del “Be Prepared”, sino a través de la repetición de la consigna: “Look out” (Está atento), repetida incesantemente a lo largo del texto. Ver: Brogan, Mogwli’s Sons, pp. 32-34.
  164. Además de por sus intereses prácticos, el ciclismo sería seguido –a lo largo de todo este período– también como deporte, tal lo demuestra su aparición en la sección correspondiente de la revista oficial, reportando –por ejemplo– el Campeonato Argentino Ciclista de Velocidad ganado por el marplatense Juan Petris a fines de los años treinta. ESA, septiembre de 1939, p. 7.
  165. “Divisas de mérito”, BESA, n° 5, diciembre de 1914, p. 1.
  166. Uno de los casos más paradigmáticos, recorridos ampliamente por la historiografía educacional, de la crítica a la militarización infantil se dio en forma contemporánea, en nuestro país, en la figura de Enrique Romero Brest, a quien se ha definido como “un fuerte opositor de toda práctica militarizante como la gimnasia militar, los batallones escolares y el Scautismo”. En: Scharagrodsky, Pablo, “El scautismo en la educación física bonaerense o acerca del buen encauzamiento varonil (1914-1916)”, en: Aisenstein, Ángela y Pablo Scharagrodsky, Tras las huellas de la educación física escolar argentina. Cuerpo, género y pedagogía, 1880-1950, Buenos Aires, Prometeo, 2006, p. 146. Un muy interesante trabajo que sigue diversas expresiones antimilitaristas de Romero Brest a partir de su estadía en Europa en 1913, puede verse en Scharagrodsky, Pablo y Jacques Gleyse, “El Dr. Enrique Romero Brest, las visitas a instituciones europeas de formación y el Congreso de Educación Física realizado en 1913 como indicadores de la globalización y la nacionalización de la ‘cultura física’”, Staps, n° 100, Printemps 2013, pp. 89-107. Para matizar levemente, con todo, debemos decir que Romero Brest parece no haber identificado del todo cerradamente, en los primeros años, militarización con scoutismo, al menos al punto de no atender favorablemente a las requisitorias que se le hacían por el desarrollo de la práctica. De hecho, el profesor había aportado, en 1914, según consta en el archivo del MSNA, 10 pesos para la ABSA, con la que mantendría buenos vínculos inicialmente, formando incluso parte del Consejo Nacional de ANBSA en 1918. Tanto es así, que en los comienzos, los directivos scouts procuraron atraer su opinión favorable sobre la práctica mediante la promoción de una reunión del profesor con los miembros ejecutivos Santiago Fitzsimmons (quien fuera su director en el Colegio Nacional de Corrientes) y Victorino Díaz. AJEABSA, 8 de noviembre de 1916, p. 102. Sería recién a posteriori que Romero Brest endurecería su posicionamiento –en un trayecto similar al que analizaremos con el socialista Ángel Giménez– y obstaculizaría la legitimación pedagógica del scoutismo, tal como veremos más adelante. En ese momento, indiscutiblemente, las diferencias entre el “romerismo” (quien comenzaría a ser cuestionado incluso desde su propio organismo) y la perspectiva metodizada de la Escuela de Gimnasia y Esgrima del Ejército, en resurgimiento en la década del veinte y que centralizará la instrucción para los scouts durante toda la entreguerra, se harán palpables. En su tesis doctoral, Eduardo Galak ha trabajado minuciosamente los recurrentes enfrentamientos entre el principal referente de la gimnasia “militar”, Adolfo Arana, vicepresidente de los BSA durante el último lustro de la década del diez, y Romero Brest.Ver: Galak, Eduardo L., Del dicho al hecho (y viceversa). El largo trecho de la construcción del campo de la formación profesional de la Educación Física en Argentina. Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales, Fahce-UNLP, 2012.
    A diferencia de su padre, el también profesor de educación física Enrique Carlos Romero Brest, valoraría positivamente en los años treinta la formación scout, y la incluiría como parte del programa de contenidos del Profesorado en el Instituto de Educación Física (Organización del Instituto de Educación Física, Buenos Aires, Publicacionnes de la Revista de Educación Física, 1936, p. 19). Para ver las distancias de pensamiento, cabe agregar que el hijo del “padre” de la Educación Física nacional, diría, acerca del Instituto, que: “Deberá crear, como en parte lo ha hecho ya, el ambiente necesario para cada escalón del perfeccionamiento y sobre todo deberá ser una institución que, ‘metida en medio de la vida, de sus urgencias, de sus pasiones, ha de imponerse como poder espiritual superior’. Tal es el carácter de estas escuelas en los dos países más adelantados que visité: Alemania e Italia, donde se armonizan el ámbito tranquilo y elevado de los laboratorios y estudios superiores con los campos de juego, donde trabajan el escolar, el deportista y el obrero” (p. 5). Por último, cabe señalar que diferencias entre quienes eran “militaristas” y quienes no, en ese aspecto, no estarían tan marcadas a los ojos de observadores externos. En efecto, incluso otro de los hijos de Romero Brest, el crítico de arte Jorge Aníbal Romero Brest, recordaría como intolerable, la rigurosidad disciplinante de su padre: “Mi casa era casi un cuartel; mi padre era tan severo, tan severo, que nunca se lo voy a perdonar” (según contaba por intermedio de la nota de Aldo Grinberg aparecida en Primera Plana hacia el año 1967).
  167. Archivo audiovisual del Fondo Glücksmann del Archivo General de la Nación (de ahora en más, FG-AGN) Referencia: 897.C16.1. Se pueden documentar los vínculos de Glücksmann con la asociación ya desde el año 1916, a través de la relación personal con el Dr. Daniel Moreno y con Argentino Acerboni, miembros de la Comisión Directiva de esa época (AJEABSA, 16 de febrero de 1916, p. 12). También la compañía cinematográfica de Glücksmann anunciaría en la revista ESA en los años veinte y su casa produciría algunos de los films documentales de los campamentos en Quilmes, como el de 1928. El comerciante e industrial austríaco Max Glücksmann (1890-1946) poseía además vinculaciones con el “mundo infantil” en su condición de filántropo de la colectividad judía de la ciudad de Buenos Aires, en donde fundaría el “Asilo de huérfanas israelitas” en la calle Arévalo al 2026. Datos de GEA, tomo Del-Gw, 1957, p.547.
  168. Sobre ese militarismo de las dos últimas décadas del siglo XIX en nuestro país, ver: Bertoni, Lilia Ana, “Soldados, gimnastas y escolares. La escuela y la formación de la nacionalidad a fines del siglo XIX”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera Serie, n° 13, 1996, pp. 35-57.
  169. Como puede verse en la carta que el barón Demarchi (yerno del presidente Roca y futuro miembro del Consejo Nacional scout en los años veinte y vocal de la Compañía porteña “General Mitre”), presidente de la misma, escribe a Riccheri el 27 de noviembre de 1913, para informarle que ha sido designado miembro de la comisión honoraria de la “Semana Sportiva”. “Fondo Riccheri” en el Archivo del Museo Provincial de Santa Fe “Julio Marc” (de ahora en más, FR-MJM), Ciudad de Rosario, Carpeta “Correspondencia. Junio a Diciembre de 1913”. De Marchi y Riccheri estaban ligados también –junto a Newbery- por la difusión de la actividad aeronáutica.
  170. Ya hemos visto que Moreno enuncia a menudo la denominación de “milico”, que hoy suena despectiva, pero que en su época parece haber tenido el efecto muy contrario, de familiaridad. Onelli, el amigo de Moreno, también utiliza esta palabra con un sentido similar cuando propone construirle un monumento –junto con otros dos, destinados al caballo criollo y “a la pléyade de hombres inteligentes”– al “milico, también olvidado, y que ensanchó y afirmó los límites de la patria”. Onelli, Clemente, “¡Si muriera Firpo!”, Atlántida, 5 de junio de 1924, p. 9, https://bit.ly/3ASP0tA. Consultado el 3 de febrero de 2021.
  171. Moreno, Eduardo V. (recopilador), Reminiscencias del perito Moreno, Buenos Aires, El elefante blanco, 2009, p. 19.
  172. Federico Gándara (1881-1965) era primo por vía materna, los Thwaites, de Francisco Moreno, con quien fundó la Asociación Colonia Escuela Argentina para niños desvalidos. Bioquímico, de orientación masónica, fue colaborador de la revista La Cruz del Sur, tuvo una reconocida acción en la localidad de Chascomús, donde proyectó el vivero de los Libres del Sur, y dictó clases en la Universidad Nacional de La Plata. Datos tomados de: GEA, Tomo Del-Gw, 1957, pp. 456-457.
  173. ACEABSA, 30 de julio de 1915, p. 57.
  174. Gandará le escribiría al creador del Servicio Militar Obligatorio, que al “aceptar dicho cargo, debo dejar constancia que será solamente en el caso que la Asociación Boy Scouts Argentinos tenga por fin la auto educación de los niños […] dejando de lado toda tendencias militarista”. “Carta de Gándara a Riccheri del 5 de abril de 1916”. Carpeta “Antecedentes 1915/16”. MSNA.
  175. Modesto Quiroga (1874-1960) fue un maestro normal puntano. Se graduó de Ingeniero Agrónomo en Estados Unidos. Fue diputado provincial y Nacional, ministro de Agricultura en San Luis y miembro del Museo Social Argentino. Tomado de: Mulhall, María Graciela, San Luis, Hombres y mujeres contructores de su historia, https://bit.ly/3DS4YWO.
  176. ACEABSA, 30 de julio de 1915, p. 57.
  177. PLA, 24 de marzo de 1916, pp. 27-28.
  178. ANBSA, Memoria. Asamblea 3 de julio de 1923, Buenos Aires, p. 3. La cuestión del “honor” tan cara al scoutismo la desarrollaremos en el segundo tomo de esta investigación.
  179. La Nación, 1° de septiembre de 1928, p. 7.
  180. ESABO, diciembre de 1925, p. 35. No deja de ser interesante, como veremos más adelante, hasta que punto Toranzo se involucraría con esos ideales, frente al golpe de estado de Uriburu.
  181. AJEANBSA, 28 de julio de 1924, p. 30.
  182. “Un aviso de Baden Powell”, ESA, diciembre de 1927, p. 3. Este posicionamiento ya circulaba en los panfletos scouts de 1915 casi en los mismos términos, donde se decía que “el ejercicio que destruye la iniciativa y hace del hombre una máquina es una antigüedad en estos días donde la acción cooperativa inteligente es tan esencial. El desarrollo físico no se logra en unos pocos minutos de entrenamiento de puesta a punto, sino con autodesarrollo consistente e inteligente”. Citado en: Brogan, Mogwli’s Sons, p. 40.
  183. S/A, “Los Boy Scouts Argentinos frente al peligro”, TT, Febrero-Marzo de 1933, p. 1.
  184. Ídem.
  185. AJEANBSA, 14 de febrero de 1922, p. 219.
  186. S/A, “¡Esos padres…!”, ET, octubre de 1926, p. 43.
  187. Discurso de Severo Toranzo reproducido en “Semana del Boy Scout”, ESA, noviembre de 1937, p. 6.
  188. “Un aviso de Baden Powell”, ESA, diciembre de 1927, p. 4.
  189. S/A, “Sistema de patrullas”, ESA, marzo de 1928, p. 11. Incluso, una sección denominada “Para los scouts mayores” comentaba los artículos de la constitución junto a nociones de los “derechos de los ciudadanos”. TT, febrero y marzo de 1933, p. 16.
  190. Alcántara, Enrique, “Instrucción Scout. El Scout de 3ª”, ESA, Julio de 1926, p. 5.
  191. Ricardo O. Staub sería un destacadísimo dirigente en los comienzos mismos de la asociación. Contaría de tal manera con la confianza de Moreno, que incluso una vez retirado de la misma, el “Perito” le indicaba a los interesados en el scoutismo que le escribieran a aquél, considerándolo como “mi amigo” (“Carta de Moreno a Anzoutegui, 17 de diciembre de 1918”, Documento 73, Carpeta III, p. 2 de 3. FM-SCB) Luego de su cargo de Inspector General scout, Staub sería designado Secretario de la ANBSA, participando con asiduidad del Directorio. Asimismo, el mencionado dirigiría –luego de Soler– los primeros Campamentos generales de la Institución en Quilmes. Su figura asociativa era tan importante como para que la Biblioteca del Campamento General llevara su nombre (ESA, marzo de 1938, p. 3), a raíz de que él mismo había donado los libros para la misma, seguramente en relación con su otra condición de Oficial Mayor y luego Secretario de la Comisión Nacional de Bibliotecas Públicas.
  192. La Prensa, 25 de mayo de 1922, p. 7.
  193. Ya que como había establecido la asociación, y luego confirmado el decreto del presidente Yrigoyen, en su artículo 4°, “el traje de scouts será igual en todo el país” (BORA, 30 de noviembre de 1917, p. 722). Analizaremos detalladamente dicho decreto de importancia evidente, páginas más adelante.
  194. AJEANBSA, 6 de junio de 1918, p. 158.
  195. La férrea relación del scoutismo con la Cruz Roja proviene, en nuestro país, desde los años fundacionales. Incluso, Severo Toranzo, en su condición de Jefe Scout, sería el delegado de aquella institución al Congreso Panamericano desarrollado en Washington en 1926. AJEANBSA, 30 de abril de 1926, p. 293. Ver asimismo: Di Liscia, María Silvia y Adriana Carlina Álvarez, “La Cruz Roja, el panamericanismo y la salud en el período de entreguerras”, Salud colectiva, vol. 15, 2019, https://bit.ly/3vjM0Fu. Otros referentes de la dirigencia o del patrocinio scout, como Dolores Lavalle de Lavalle o Julio Picarel (en este caso, en la sección de la Juventud) también integrarían la Cruz Roja local. Como contraparte, sería un médico de la Cruz Roja (César Escudero) el encargado de dar las clases de primeros auxilios en la “Academia de MMSS, Ayudantes y Guías”. ADBSA, 18 de julio de 1926, p. 335 y 20 de agosto de 1926, p. 352.
  196. Advisory Commission for the protection and welfare of Children and Young People– Child Welfare Committee (League of Nations), Minutes on the second session held at Geneva from Thursday, March 25th, to Thursday, April 1st, 1926, Ginebra, Publications of the League of Nations, 1926, tomo IV, p. 47. https://bit.ly/3lRXlcI.
  197. “Scoutismo. Su organización y desarrollo en la República Argentina”. Conferencia radiotelefónica dada por el general Toranzo en la estación “Radio Cultura”. ESABO, diciembre de 1925, pp. 35-36.
  198. Íbidem, p. 37.
  199. Íbidem, p. 38.
  200. Idea que tenía que ver con las diversas formas a través de las que diferentes grupos lograban “tramitar” el desafío que les significaba el proceso de democratización de principios de siglo pasado. Pensemos en ese sentido en cómo Franceschi lo concebía, durante la Primera Guerra, a fin de hacérselo más digerible: “La democracia no es el desorden, la libertad no es el capricho”. Franceschi, Gustavo J., La iglesia y la democracia, Buenos Aires, Agencia General de Librería y Publicaciones, 1918, p. 114.
  201. En la sesión directiva del 4 de julio de 1921 (a días de su elección) se anunciaba el pedido de renuncia del general Uriburu a la membresía del Consejo Nacional de la institución. AJEANBSA, p. 98. MSNA.
  202. De hecho, Uriburu fue elegido en el Consejo Nacional en 1921 por doble instancia de sufragio, ya que en la primera elección de miembros, quedó en los últimos lugares de expectación para ingresar en el tercio de renovación, con los mismos votos que otros 4 candidatos (Zuberbühler, Rochaix, Ascurra y Daniel Moreno). En efecto, a diferencia de lo que se había hecho con un empate en 11 votos entre Gez y Marcó del Pont por la protesorería de la asociación en 1920, en que se había resuelto mediante sorteo la cobertura de ese cargo (donde el azar favorecería al último); en este caso, en cambio, se volvería a votar, eligiéndose por unanimidad a Uriburu, Zuberbühler y Ascurra por sobre Rochaix e, incluso, anteponiéndolos a una figura de tanta magnitud en el scoutismo como era Daniel Moreno. PLA, 17 de julio de 1920, p. 83 (la elección de Marco del Pont) y 14 de junio de 1921, pp. 86-87 (la designación de Uriburu). Como vemos, la dinámica electoral podía ser en el caso de la asociación, también bastante “lábil” según las formas que se consideraban más operativas.
  203. “Discurso del general Uriburu. Pronunciado en el ‘Príncipe Jorge’ el 13 de noviembre”, Revista Militar, Diciembre de 1920, p. 1719.
  204. Íbidem, p. 1724.
  205. La Vanguardia, 29 de enero de 1921, p. 1.
  206. “Discurso del general Uriburu…”, p. 1720.
  207. Íbidem, p. 1723.
  208. S/A, “Confidencias”, ET, agosto de 1926, pp. 30-31. Como vimos, esta idea era muy repetida en ese periódico, presentando a los niños scouts como individuos “libres del obstáculo de las barreras sociales, de los ricos y de los pobres”. “Fiesta de despedida del año”, ET, enero de 1927, p. 58.
  209. S/A, “Confidencias”, ET, agosto de 1926, pp. 30-31.
  210. AJEANBSA, 1° de mayo de 1925, p. 115.
  211. Es que, como lo regulaba el segundo punto de la “Ley de la Buena Salud”, publicada en las páginas de la revista oficial, el scout debía plantearse mantener “siempre limpios mis vestidos, mi cuerpo y mi espíritu”. “Códigos de Moralidad” del Berca College de Kentucky, transcriptos en: ESA, mayo de 1926, p. 11. El capitán Conrado Perón, tío del futuro presidente de la nación, diría en su clase frente al alumnado de la Academia scout que “vigorizar y fortalecer el organismo del niño, educarlo físicamente, no comprende tan solo el que los músculos y los órganos interiores adquieran más potencia, sino que también significa el desenvolvimeinto de la voluntad y el desarrollo de aquellos sentimientos que forman el corazón bueno”. Conferencia de Perón en “Segunda reunión de la Academia”, ESA, agosto de 1926, p. 10.
  212. S/A, “Cómo debe usarse el uniforme”, ESA, septiembre de 1937, p. 8.
  213. En una de las máximas sueltas que solían imprimirse en los espacios “sobrantes” de las páginas, se sostenía: “El uso del uniforme implica para el scout el compromiso de llevarlo con dignidad, honor y altura. El que sea incapaz para ello, es mejor que no se lo ponga”. ESA, marzo de 1939, p. 2. Vean la fuerza de esta idea de compromiso, que esta aserción iba acompañada de otra igualmente contundente: “Vale más un niño que dice no gustarle el scoutismo, que el que milita en sus filas sin estar compenetrado del ideal que representa”. Ídem.
  214. Caras y Caretas, 21 de marzo de 1914, p. 105.
  215. Otro disfraz de boy scout, ahora portado por el niño Ítalo Sapia, puede verse en Caras y Caretas, 18 de marzo de 1916, p. 61.
  216. Hemos trabajado las estrategias de “préstamos identitarios” en los disfraces infantiles, en: “¿El de “Gaucho” o el de “Tom Mix”? Reflexiones políticas a partir de los horizontes de identidades prestadas en disfraces y personificaciones lúdicas en la provincia de Buenos Aires durante los carnavales de la época fresquista”, en: Bisso, Andrés; Leandro Sessa y Emmanuel Nicolás Kahan (editores), Formas políticas de conmemorar y celebrar el pasado, 1930-1943, La Plata, Ceraunia, 2014, pp. 104-135.
  217. AJEABSA, 3 de febrero de 1917, p. 121.
  218. AJEABSA, 28 de febrero de 1917, p. 122.
  219. AJEANBSA, 9 de enero de 1918, p. 228.
  220. En otras localidades, el logro de la prohibición de usar el “disfraz” de scout se lograría antes, como podemos verlo para el caso de Junín, con el reglamento de Carnaval de 1919 dictado por el comisionado municipal, Francisco Costa, que imposibilitaba el uso de “trajes emblemáticos, que simbolicen nacionalidades o instituciones como la Cruz Roja, uniformes militares, de boy scout, hábitos sacerdotales”. Citado en Historia de Junin, año 5, n° 51, febrero de 1973 p. s/n. Agradezco la referencia y el envío de la copia digitalizada a la arqueóloga y museóloga Alfonsina Iacullo. Estas prohibiciones se repetirían a lo largo de los años, en diversas ciudades, como lo demuestra la reglamentación del Corso de Carnaval marplatense, la que siguiendo expresamente “lo dispuesto por la Jefatura de Policía en edicto” reglamentaba la prohibición de uso de “vestimentas sacerdotales, uniformes militares de la época y trajes indecorosos”, como asimismo “el uso de uniformes policiales y de la Asociación de Boy Scouts, el uso del brazal de la Cruz Roja y de emblemas e insignias del ejército” . Boletín Municipal, Mar del Plata, 31 de marzo de 1939, p. 10. Consultado el 23 de marzo de 2021, en https://bit.ly/3AKUTsY.
  221. AJEANBSA, 10 de enero de 1923, p. 141.
  222. AJEBSA, 14 de mayo de 1927, p. 8.
  223. AJEANBSA, 1° de mayo de 1925, p. 110.
  224. S/A, “Hemos visto…”, ET, noviembre de 1926, p. 47.
  225. Respuesta a “N. N. de La Plata” en la sección “Buzón propio”, ESA, julio de 1930, p. 40.
  226. “Propuesta del Director Néstor P. Meana al Presidente Laureano Baudizzone”, 18 de noviembre de 1938. Aceptada el 25 de noviembre de 1938. Carpeta “Modificación del sombrero de las ‘niñas scouts’”. n° 1. Letra M. Año 1938. MSNA.
  227. “Nota del Director Técnico Carlos F. Hanssen al Presidente Laureano Baudizzone”, 2 de enero de 1939. n°1 Letra H. Carpeta “Proyecto de la dirección técnica de adopción del pantalón largo para los uniformes de maestroscouts y ayudantes”. MSNA.
  228. Con una idea cercana –para su posterior pesar ante la reacción generada en la actual SAAC– supo referirse en estas épocas el dirigente político Sergio Massa, al realizar una poco meditada referencia de homologación entre las fuerzas policiales comunales y la práctica infantil. Así, en julio de 2014, el entonces candidato presidencial y actual presidente de la Cámara de Diputados, al decir “queríamos una policía para dar soluciones y nos dan un cuerpo de boy scouts”, fue conminado mediante un comunicado de SAAC, a que se rectificara de sus dichos que aunque pretendían atacar a la forma en que se estaba organizando la Policía Comunal, terminaban ofendiendo a quienes eran incluidos como tándem de esa comparación desdeñosa, y para colmo usando el sesgo masculinizante que ya había sido desterrado de la asociación. Curiosamente, en la época que indagamos, la ANBSA también seguramente se hubiera sentido descalificada por esas declaraciones, aunque probablemente lo hubiera hecho por razones y con argumentos muy diversos a los expresados por SAAC. La nota con las declaraciones de Massa y la reacción, en https://bit.ly/3aMvaFX. Consultado 13 de abril de 2019.
  229. Ponce, Aníbal, “La ‘Semana Scout’. Fascistización en las Fuerzas Armadas y Deportivas”, Contrafascismo, año II, n° 3, enero-febrero de 1937, p. 10. CEDINCI-AL. https://bit.ly/3FSvWjb.
  230. Ángel Braceras Haedo (1888-1975) nació en la localidad uruguaya de Mercedes. Fue filántropo y promotor del básquet en nuestro país, en su condición de presidente de la Federación en la década del veinte y miembro de la primera Junta Directiva de la Federación Internacional (FIBA) en 1932. En su juventud se instaló en la Argentina, donde su padre estableció una próspera casa textil de la que él participaría hasta presidirla. Fue designado Subcomisionado Federal Scout en 1915, para luego ser incorporado a la Junta Ejecutiva por renuncia del mayor Barrera, en el cargo de secretario, a partir del 8 de mayo de 1916, cargo que seguirá ocupando en la gestión de Tomás Santa Coloma. Recibió en 1917 la Medalla al Mérito Escultista por parte de la asociación española de Exploradores. En 1922 renunciaría al cargo en la Junta Ejecutiva de la ANBSA por diferencias con el presidente Santa Coloma, reintegrándose al Consejo Nacional de los BSA, más de una década después, durante la gestión de Baudizzone. Murió en Buenos Aires. Reconstrucción biográfica propia.
  231. AJEANBSA, 9 de noviembre de 1920, p. 242.
  232. Discurso de Toranzo, en: “Jura de la bandera por los scout de la compañía ‘Santa Coloma’”, ESABO, diciembre de 1925, p. 41.
  233. AJEBSA, 16 de julio de 1926, p. 372.
  234. AJEANBSA, 13 de noviembre de 1925, p. 240. En los distritos militares y estaciones ferroviarias también se distribuían carteles de este tipo. Ídem.
  235. AJEBSA, 1° de octubre de 1926, p. 369.
  236. AJEBSA, 8 de octubre de 1926, p. 370.
  237. Podemos mencionar, además de “la Tacuarí” de Villa Crespo y de “la Meana” de Belgrano, a la “Perito Moreno” que se reunía en los Cuarteles de la Policía Montada de Palermo y tenía sólidos vínculos con la Asociacion de Fomento Social y Pro Hogar Policial, con la que hacía actos conjuntos. “Jura de la Bandera de la Compañía “’Dr. Francisco P. Moreno’”, ESA, diciembre de 1941-enero de 1942, p. 3.
  238. Cuando la Comisión de Fomento lograba organizar más de una Compañía, éstas pasaban a integrar una misma Legión, que a partir de 1933 con la modificación del artículo 12° del reglamento, pasarían a ser nombradas como “Agrupación”. ADBSA, 20 de diciembre de 1933, p. 159.
  239. Por ejemplo, el comisario Juan José Rivas, encargado de fundar la asociación local del Departamenteo Vera. AJEANBSA, 26 de marzo de 1918, p. 244.
  240. Conferencia de Héctor Moreira Castro, adjunta a la carta del Presidente Delegado de la Agrupación “Tambor de Tacuarí” a Ricardo Staub, Director Secretario del Directorio de los Boy-Scouts Argentinos, 22 de octubre de 1941. Mesa de Entradas n° 561. Letra P. Entrada 13 de Noviembre de 1941, p. 2 del adjunto.
  241. Por ejemplo, el artículo del “Diario del Plata” titulado “Los boy scouts en las comisarías” condenaba dicha práctica y apelaba al Jefe de Policía Bortagaray a que caducara esos permisos. AJEANBSA, 8 de agosto de 1922, p. 55.
  242. AJEANBSA, 5 de septiembre de 1924, p. 57. En 1931, el interventor Rossi, plantearía lo mismo diciendo que esos locales policiales no eran “los adecuados por la índole de la institución”. Informe Rossi.
  243. Así sucedería, por dar sólo dos ejemplos dentro de las decenas de escuelas usadas para esos fines, con la compañía de Scouts Navales, que tendría su primera sede provisoria en la Escuela Normal “Humberto 1°” de Puerto Militar y con la Compañía “Coronel Pringles”, fundada en la década del ’30, y que tenía su asiento en una escuela de la calle Australia de Capital Federal. Sin embargo, como dijimos, en razón de la tensión existente entre los scouts y el espacio educativo formal, dichas compañías debían a menudo “someterse” a las disposiciones más estrictas del Consejo Nacional de Educación, entre las que se contaba, entre otras, la prohibición de jugar al fútbol en los establecimientos. ESA, octubre de 1937, p. 8. Otras instancias, como las sedes del Registro Civil parecen haber sido incluso más reacias a la acogida, según muestra la negativa del Jefe de la Sección 20ª de esa institución en permitirle a los scouts de la “Mitre” utilizar ese lugar como ámbito de reuniones. AJEANBSA, 18 de marzo de 1924, p. 277.
  244. A la vez que fundador de la compañía de scouts, Néstor Meana presidiría muy a menudo la Asociación de Fomento Policial, con tanta centralidad en la misma que, incluso en 1923, durante la presidencia de Justo Sáenz, en una asamblea extraordinaria de la misma, se llegarían a modificar los Estatutos con el solo fin de ungir a Meana como “iniciador y fundador de la Asociación como miembro nato y permanente de la C[omisión] D[irectiva]”. Actas de la Asamblea de la Asociación Fomento Social Sección 15ª (luego 17ª) de Policía (de ahora en más Actas Meana), Archivo del Grupo Scout “Cnel. Benito Meana” (AM). Agradecemos especialmente a los encargados de preservar este reservorio. Meana, cuyo apellido veremos citado largamenta a lo largo de ambos tomos de esta investigación, tuvo un importantísimo rol en la asociación durante todo el período de entreguerras, ocupando durante muchos años cargos en la Junta Ejecutiva y el Directorio y cumpliendo, además, importantes funciones como Director Técnico y de Presidente del Taller de Maestranza “Fray Luis Beltrán”.
  245. Priuli, que venía de la compañía Pilar, renunciaría poco después del año de actividad como MS (AJEANBSA, 10 de septiembre de 1919, p. 1) y sería reemplazado por José Policicchio, inicialmente en carácter provisorio, quien se mantendría a cargo durante toda una década, hasta su licenciamiento por enfermedad (ADBSA, 4 de diciembre de 1929, p. 189).
  246. A partir del 1 de enero de 1921 regiría la nueva división de secciones policiales, que alteró los números de las mismas, existentes desde 1912, al tener que integrar 2 comisarías y 1 sub-comisaría (creadas en agosto de 1920) que llevarían a 46 el número de secciones policiales, transformando también con ello, la definición de las secciones scouts. Sobre el cambio: Rodríguez, Adolfo Enrique, Historia de la policía federal argentina, Buenos Aires, Editorial Policial, 1978, pp. 60-70.
  247. Nota de visita de Marcelo T. de Alvear, octubre de 1926. Libro de Firmas de la Asociación de Fomento Social de la Sección 17 de Policía (AM).
  248. Berrutti, José Jacinto, “Decálogo de la Juventud”, ESA, noviembre de 1929, p. 11.
  249. ADBSA, 13 de agosto de 1927, pp. 38-39.
  250. Como en el caso del Comisario Novaro de la sección 37ª quien renunciaría expresamente a la designación. ADBSA, 24 de septiembre de 1927, p. 51.
  251. Clemente Onelli representa un muy interesante caso para analizar cómo la versatilidad de la práctica podía maridar con las personalidades de heteróclitos intereses como era él. Onelli (1864-1924), italiano egresado de la Facultad de Ciencias Naturales de Roma, llegaría a nuestro país en 1889. Desde su llegada, actuó como asistente de Moreno, y en esa condición exploró la Patagonia. Antes de ser designado Director del Zoológico en 1904, en reemplazo de Holmberg, fue buscador de oro, corresponsal de prensa, secretario de la comisión de límites y agente confidencial. Una recorrida por su fondo de archivo en el AGN, nos demuestra un humorismo constante (que lo hacía fotografiarse con sus animales o “disfrazado” de indígena) y una constante hibridez entre el lenguaje científico y el coloquial. Sus trabajos eran variados (vertidos en forma de texto, discurso o conferencia radiofónica) yendo desde la visionaria mirada sobre las utilidades de la “arveja peluda” (la soja) hasta la revalorización de los tejidos indígenas (para los que creó el “Taller de Telaristas Autóctonas”), pasando por análisis de imaginería y cartillas de cría para la granja. Su vida ha despertado la realización de inumerables biografías y evocaciones, en las que no faltan los trabajos de inspiración ficcional. Onelli, de reconocible presencia en el mundo scout en los primeros años de dirección del “Perito”, se retiraría del movimiento –o al menos dejaría de ser visible en sus actos– poco después de que lo hiciera su amigo y mentor. Entrada en Cutolo, Nuevo diccionario…, tomo N-Q, 1978, pp. 167-169 y GEA, tomo O-Q, 1960, pp. 59-60.
  252. Las otras dos razones eran porque “el gallo es un celoso y peleador y ustedes no son lo uno ni lo otro” y porque “su famoso canto es tan sólo un cacareo a horas determinadas de la noche […] eso no es una vigilancia sino una especie de reloj”. Onelli, Clemente, “El teru-teru, emblema de los boy scouts”, Mundo estudiantil, 21 de agosto de 1915, n° 2, p. 29. Muchos años después los redactores del periódico puntaaltense scout, explicaban el nombre de su periódico (“Teru-Tero”) poniendo el énfasis en las características del “animalito que jamás pierde su instinto scout, porque siempre está acorde con nuestro lema, siendo ‘siempre listo’ de verdad y si alguna duda cabe de ello observémoslo en algún jardín de la ciudad cual vigilante que todo lo ve y todo lo anuncia”. S/A, “El porqué de nuestra denominación”, TT, marzo a julio de 1937, p. 7.
  253. Una foto de la primera compañía de origen alemán, en nuestro país, bajo ese nombre, puede verse en: “Compañía Pfadfinder”, Caras y Caretas, 20 de enero de 1917, p. 72.
  254. De variada ideología según los grupos (en un amplio registro que los hacía interactuar desde el comunismo al nazismo), los Wandervögel (aves andariegas) fueron un símbolo de las tensiones entre mundo adulto y joven en la Alemania del primer tercio del siglo pasado. Por una perspectiva sobre esta cuestión, ver: Gay, Peter, La cultura de Weimar, Madrid, Paidós, 2011, pp. 91-94.
  255. “El scout que se burle de sus superiores, que critique sus actos y sus palabras, no podrá ser un buen elemento y, tarde o temprano, cometerá alguna indisciplina que podrá costarle cara”. S/A. “Cómo debe ser la educación del scout”, ESA, junio de 1929, p. 30.
  256. Warren, “Understanding scouting and guiding”, p. xii. Según explica este autor, la forma de experiencia histórica en estos grupos se centra en muchos aspectos rituales y tradicionales: “Como parte de su propia autoconciencia, los voluntarios de larga experiencia en el servicio poseen un fuerte interés en el material de archivo, coleccionan artefactos, se fascinan por los uniformes, divisas e insignias y son llevados al arte folklórico y las artesanías, a las canciones de campamento y a otras formas de música y de performance […] Se narran y se vuelven a narrar, historias acerca de sus experiencias, y folklore y sabiduría son pasados de generación en generación, tanto a los miembros jóvenes como a los voluntarios adultos”. Íbidem. Como señala Warren, de entender de manera compleja las formas dinámicas que tienen los actores de procesar esa tradición frente a las transformaciones históricas, proviene quizás, el mayor desafío interpretativo para los historiadores académicos que deseen evitar la caricaturización, el reduccionismo o la esencialización de la práctica.
  257. Esto está claro en los casos de dos comisarios, fundadores de compañías, que buscarían destacar en el recuerdo de sus respectivos padres, las mencionadas “gestas”. En un caso, la compañía ya citada, “Benito Meana”, creada por el comisario Néstor Pío Meana, quien logró bautizarla con el nombre de su progenitor, quien fuera un destacado participantes en ambos sucesos; y en el otro caso, el de la compañía rionegrina de Río Colorado, que previsiblemente –como forma de reivindicación de la llamada “Campaña del Desierto” o “contra el Indio”– tomaría el nombre de “Julio Argentino Roca”. Como Delegado de esta última, y en carta al Jefe Scout Sartori, el comisario José María J. Vila haría constar con orgullo: “que el suscripto es hijo del Teniente Coronel de la Nación, Juan Dios de Vila, Expedicionario del Desierto” y que constituía esa sección con el objetivo de “Argentinizar este lejano suelo de la patria, a fin de preparar el espíritu ciudadano, para que de él, salgan hombres consientes (sic), amantes a nuestro suelo y a nuestra bandera”. “Carta del Comisario de Policía Don José María J. Vila, al señor presidente de los Boy Scouts Argentinos, General de División Don Emilio V. Sartori”. Río Colorado, 1° de Julio de 1935. Mesa de entradas 26 de junio de 1935, n° 17 Letra R, 26 de julio de 1935. Carpeta “Río Colorado. Notas Varias. 1935”. MSNA. Vila sería designado MS de 1ª en la reorganización de jerarquías del año 1944.
  258. “Nota del 12 de agosto de 1935”, Antonio M. Carvalho, tesorero. Mesa de entrada Número 5 Letra R, 9 de mayo de 1935. Carpeta “Río Colorado. Notas Varias. 1935”. MSNA. Mayúsculas en el original. 
  259. Así también, la Compañía “Luis Beltrán” de Choele Choel realizaría importantes festejos en relación con los 60 años de la llegada de las tropas expedicionarias del General Roca al lugar, recordándose la memoria de los ya fallecidos con una misa y “culminando esta ceremonia con la entrega de una medalla a uno de los sobrevivientes que asistió a la misma”. ESA, julio de 1939, p. 6.
  260. O incluso una mezcla de ambas disposiciones, como puede verse en la relativamente “tortuosa” (y en cierta medida, envidiable por su tozudez) tarea que presenta Gerardo Martínez Hernández en su obra Escultismo Crítico Popular (Mauricio, EAE, 2018) al querer entroncar armónica y “beneficiosamente” la historia del scoutismo y la ideología de Baden Powell con su propio proyecto de educación “liberadora” y deudora de Paulo Freire. Así se dirá en ese libro: “Finalmente, y regresando al epígrafe, no podríamos juzgar a Marx por lo escrito a sus 18 años, él mismo se autocriticaría eventualmente debido a su idealismo inicial, erradicarlo (sic) de forma definitiva dentro de su filosofía. Así mismo, no podríamos considerar, que en el caso de Baden Powell sea una frase ‘suya’ si ignoramos el contexto sobre la cual fue construida y reconstruida a través de la historia, tal y como le sucedió al escultismo. La pedagogía crítica, tras lograr ver más allá de lo ‘obvio’, toma posiciones políticas con fines de praxis educativa” pp. 79-80. Es interesante, además, este libro porque define –siempre con la intención de privilegiar el propio enfoque– la existencia de 7 tradiciones interpretativas en el scoutismo (pp. 75-78): tradicionalismo scout “anacrónico”, escultismo ortodoxo dogmático, escultismo tradicional badenpowelliano, escultismo tradicional institucionalista, escultismo tradicional gilwelliano, escultismo comercial (“uno no podría encontrar si quiera (sic) a Baden-Powell y sus ideales en dicho proyecto”) y la vertiente defendida por el autor, entendida como un “escultismo profundamente vinculado al deseo de transformación social, de promoción de liderazgos revolucionarios” (íbidem, p. 78).
  261. Y del que, como podría suponerse, no están, en principio al menos, exentos los historiadores profesionales, como con ironía se ha señalado sobre la actitud de éstos hacia un tiempo incluso mucho más lejano: “Una de nuestras grandes satisfacciones consiste en poder juzgar el pasado. Quizá el historiador no destaca más que otras personas, pero ofrece de buen grado el ejemplo; distribuye, sin dudarlo por un mo­mento, censuras y coronas. Describir, analizar y explicar lo dejan con hambre y carecen en definitiva de atractivos; en cambio, lo que hay que hacer es tomar partido, poner a los malos en la picota, cargarlos de in­famia para la posteridad, y exaltar las maravillosas virtudes de los buenos. Ese juego pueril afecta en primer lugar a los grandes perso­najes, a los que ‘han hecho la Historia’; héroes gloriosos o héroes-ca­tástrofe; opone de forma resuelta los buenos a los indignos, los valien­tes un poco estúpidos a los retorcidos que urden sus telarañas; y, sobretodo, los que se han atascado en formas antiguas de ser y de pensar ‘que ya no corresponden a su tiempo’, a los ‘modernos’ que van en buen camino. Nuestros recuerdos se encuentran inevitablemente po­blados de reyes buenos (los que han preparado la llegada de los días gloriosos) opuestos a reyes malos, poco recomendables, crueles, abso­lutistas, y a menudo ciertamente perdedores. Ese patrón se puede apli­car a los demás maestros del destino”. Heers, Jacques, La invención de la Edad Media, Barcelona, Crítica, 1995, p. 10.
  262. Warren, “Understanding scouting and guiding”, p. xv.
  263. Benito Meana (1844-1913) luchó en Pavón del lado del Ejército bonaerense, luego contra Peñaloza y más tarde en la Guerra del Paraguay. Inicio su participación en “la guerra contra el Indio” como jefe de la Brigada “Sarmiento” en la provincia de San Luis bajo las órdenes del general Eduardo Racedo (luego miembro del Primer Consejo Nacional Scout en 1914) en la 3ª División Expedicionaria, durante la ocupación de las tierras del sur.
  264. Comunicación personal con “Hugo” (nombre no real).
  265. Con respecto de las menores “apropiadas”, en la Memoria militar y descriptiva de dicha división se indica: “Por pedido que me hizo el comandante Meana, ordené le fueran entregadas dos chinitas pequeñas de las que tomó prisioneras, pues todas ellas estaban bajo la vigilancia de la guardia del Batallón 10 de Línea”. Racedo, Eduardo, La conquista del Desierto, Buenos Aires, Pampa y Cielo, 1965, p. 42. En todo caso, lo que parece haber hecho Meana sería más bien “puentear” a la Sociedad de Beneficencia, “reservándose” dos niñas indígenas que seguramente hubieran estado destinadas al servicio doméstico para las familias acomodadas de capital, tal solía ser su destino como ha detallado de manera muy minuciosa Cecilia Allemandi en su “‘Servicios extraordinarios: la Sociedad de Beneficencia y la colocación laboral de indígenas en el marco de las campañas militares de Pampa, Norpatagonia y Chaco (Ciudad de Buenos Aires, 1878-1895)”, Revista Electrónica de Fuentes y Archivos, 10, 10, 2019, pp. 135-150.
  266. Proyecto de resolución del legislador de la Ciudad de Buenos Aires, Omar Ahmedd Abboud, para colocar una placa de homenaje de la Legislatura a los 100 años del grupo Benito Meana. Expediente 3416-D-2018 del 14 de noviembre de 2018. https://bit.ly/3jaZlLJ.
  267. “Agrupación ‘Coronel Benito Meana’. Del acto realizado en celebración del décimo noveno aniversario”, ESA, noviembre de 1937, p. 10.
  268. “Agrupación Coronel Benito Meana”, ESA, agosto-septiembre de 1940, p. 6.
  269. “Homenaje al patrono de una agrupación”, ESA, marzo-abril de 1944, p. 4.
  270. Cebra Altiva y Mulo Práctico (seudónimos de totem), “Historia de las Agrupaciones Scouts. ‘Coronel Benito Meana’, de Capital Federal”, ESA, enero-abril de 1964, n° 273-276, pp. 11-13.
  271. El Presidente-delegado era la principal autoridad de la Comisión de Fomento de cada compañía. En la constante disputa entre Directorio y Comisiones de Fomento, algunos miembros ejecutivos solían plantear que debían considerarse simplemente “delegados” (como en los inicios), ya que el título “presidencial”, sobrevaloraba su importancia dentro del esquema institucional y desafiaba la autoridad central.
  272. “Tandil. Con inusitado entusiasmo y éxito fue presentada en público con el nombre de ‘Coronel Benito Machado’ la compañía scout”, ESA, marzo-abril de 1944, p. 3. A ello se sumaba un relato, en la página siguiente, tomado del libro “Resplandor de espadas” de Juan T. Figueredo, en el que el panegírico de los hombres del Coronel Villegas se combinaba con cierto desprecio por las vidas indígenas y por el liderazgo de sus jefes. “Sublime abnegación”, Íbidem, p. 4.
  273. “Tandil…”, ESA, marzo-abril de 1944, p. 4.
  274. “De Cayetano. Juramento de scouts”, ESA, julio-agosto de 1944, p. 7.
  275. Rusen, Jörn, “How to make sense of the past- salient issues of Metahistory”, The Journal for Transdisciplinar Research in Southern Africa, 3, 1, July 2007, p. 217.
  276. Íbidem, p. 219.
  277. Ver: Pastor, Reynaldo, “La guerra con el indio en la jurisdicción de San Luis”, 1942, https://bit.ly/2Xn90qP. Consultado el 11 de octubre de 2019.
  278. Quijada, Mónica, “La lenta configuración de una ‘ciudadanía cívica’ de frontera. Los indios amigos de Buenos Aires, 1820-1879 (con un estudio comparativo Estados Unidos-Argentina”), en: Quijada, Mónica (ed.), De los cacicazgos a la ciudadanía. Sistemas políticos en la frontera, Río de la Plata, siglos XVIII-XX, Berlin, Gebr. Mann Verlag, 2011, p. 287.
  279. Así, se ha señalado que “Es posible encontrar, por ejemplo como en el caso de Martín García, que un escuadrón formado en su mayor parte por indígenas controle prisioneros indígenas. Esto nos permite pensar en la descripción del campo de Auschwitz que realizara Primo Levi quien señalaba lo terrible que fue allí la figura de los colaboradores, que borraba las fronteras entre el ‘nosotros y el ellos’. Apartándose de cualquier juicio moral con respecto a estos, Levi señalaba que sus posibilidades de elección eran nulas. El campo tenía una lógica y esta era la del estado nazi. No sólo en Martín García sino en otros centros de detención y concentración existieron destacamentos de indios amigos, como en el caso de Valcheta. No obstante la pregunta es si las posibilidades de elección y de negociación que existían antes de la Campaña del Desierto eran las mismas que en ese momento para enrolarse en la milicia”. Del Río, Walter, “El sometimiento de los pueblos originarios y los debates historiográficos en torno a la guerra, el genocidio y las políticas de estado”, Aletheia, vol. 5, n° 10, abril 2015, p. 12, https://bit.ly/3m4aEXM.
  280. Sobre la ANA y la dificultad –para la propia investigadora que la toma como objeto de análisis– de enmarcarla en una taxonomía de pautas previsibles en la relación con el Estado, ver: Pérez, Pilar, “La Asociación Nacional de Aborígenes: agencia indígena en la producción del espacio social durante las gobernaciones radicales (1916-1930)”, en: AAVV, V Jornadas de Historia Social de la Patagonia, San Carlos de Bariloche, IIDyPCA, 2014, pp. 567-584.
  281. Federico Santa Coloma Brandsen (1878-1939) fue un activo miembro de la Junta Ejecutiva y de la Comisión de Hacienda de la ANBSA, durante la jefatura de su padre, y llegaría al puesto de vicepresidente de los BSA durante la gestión de Severo Toranzo, renunciando a causa de la intervención de la institución durante el uriburismo. Moriría como Director del Museo Histórico Nacional. Asimismo participaría de las comisiones de repatriación de los restos de Las Heras y Monteagudo. En su sepelio sería despedido por el Jefe Scout Baudizzone y la revista oficial ESA, le dedicaría una necrológica en su número de julio de 1939 (p. 5) Entrada en GEA, tomo R-S, 1961, p. 434.
  282. “Nota de la Asociación Nacional Boy Scouts Argentinos al Presidente del Centro de Expedicionarios al Desierto”, 10 de mayo de 1922. Fondo del Centro Militar de Expedicionarios del Desierto, Archivo General de la Nación. De ahora en más, FCMED-AGN.
  283. “Carta del Director General y del Secretario autorizado de la Asociación Nacional de Aborígenes al Presidente del Centro Militar de Expedicionarios al Desierto”, 4 de mayo de 1922. FCMED-AGN.
  284. Ídem.
  285. Ídem.
  286. Quijada, Mónica, “La lenta configuración de una ‘ciudadanía cívica’ de frontera…”, p. 181.
  287. Como recordamos, lo que le ocurriría a la antropóloga imaginada por Latour al “etnografiar” a los “modernos”: “Ve claramente, por ejemplo, que el dominio llamado de ‘la Ciencia’ está invadido de elementos que más bien parecen formar parte de la Política, mientras que esta está llena de elementos venidos del Derecho, el cual está en gran medida compuesto, a su vez, de visitantes o de tránsfugas venidos de la Economía y así indefinidamente. Pronto se da cuenta de que en la Ciencia no todo es científico, que en el Derecho no todo es jurídico, que en la Economía no todo es económico, etcétera”. Latour, Bruno, Investigación sobre los modos de existencia, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 42.
  288. El contraalmirante Franklin Nelson Page nació en Concordia en 1872, siendo miembro de una familia de tradición marina, tuvo que hacerse cargo de la expedición al río Pilcomayo en 1891, cuando tenía 18 años, al morir su padre, John, quien la dirigía. Fue uno de los principales propulsores, junto a Fischer y Echepare, del scoutismo naval en los orígenes institucionales. Fue comandante del crucero San Martín y del acorazado Rivadavia y Jefe del Arsenal de Artillería de Zárate, ciudad en la que se creó la compañía de scouts navales que todavía hoy lleva el nombre de su hijo, también oficial de marina, fallecido en un accidente aéreo. Durante más de tres lustros, Page participaría como miembro del Consejo Nacional. Murió en Buenos Aires en 1945.
  289. Page, Nelson, “El Teniente Scholl”, ESA, mayo de 1930, p. 9.
  290. Un caso especialmente destacable es el del miembro del grupo de scouts navales “Almirante Brown” de Punta Alta, Norberto Argüello (Tortuga alegre), quien ha combinado de manera más que fructífera el rescate de fuentes invalorables y la elaboración de una cronología local, con reflexiones acerca de su propia experiencia como scout, tal como puede verse, además de en la ya mencionada edición facsimilar Terutero en los primeros 100 años del Scoutismo Naval…, en sus libros Anecdotario. Relatos y vivencias de mi vida scout (Punta Alta, edición del autor, 2013) y Scouts Navales Almirante Guillermo Brown 100 años (Punta Alta, edición del autor, 2015).
  291. Indudablemente aquí, nos referimos a la importante y ya celebrada iniciativa de la creación y puesta en valor del “Museo Scout Nacional de Argentina” (ya mencionado como MSNA) que actualmente cuenta con el auspicio de la Dirección de Patrimonio Histórico de SAAC, bajo la coordinación de Marcelo Di Marco, el empuje de Yolanda Perrone y Cecilia Disanto, el asesoramiento del profesor Alejandro Nápoli y el entusiasta trabajo del equipo de voluntarios, que ha significado indudablemente un paso necesario hacia esa revisión constructiva y enriquecedora de la propia historia, al permitir visibilizar la multiplicidad y riqueza de un archivo muy revelador, aún en catalogación, no sólo para la estricta dinámica del movimiento, sino para la historiografía de la niñez y otras múltiples temáticas.
  292. Argüello, Anecdotario, p. 2. Esta desmitificación de la “pureza” o “perfección” de la imagen scout, se ve a partir de muchas de estas anécdotas, en especial, “Serviciales pero peligrosos”, en la cual, Argüello, dando muestra de gran humor, comenta las peripecias de un grupo de scouts en los años setenta, finalizando con un “en ese momento nos dimos cuenta que ya habíamos hecho muchas macanas ese día, y después de reunirnos, volvimos al campamento caminando mientras nos reíamos de nosotros mismos” (Íbidem, p. 19). El tono coloquial de Argüello se sitúa en continuidad de tradición con los “Recuerdos Scouts” que ya en los años treinta del siglo pasado realizaría Sinesio Silveyra para TT (julio-agosto-septiembre de 1936, p. 5) o en la interesante anécdota de “Boy” de Olavarría, acerca de “una pintoresca y accidentada excursión”, ESA, diciembre de 1940-enero de 1941, p. 9.
  293. Podemos ver esta idea del scoutismo como instrumento “todo terreno” de imposición de múltiples funciones de control, en un estudio sobre el caso brasileño, en donde se resalta: “La militarización de la infancia resurgía de forma más sistematizada y racionalizada sobre los auspicios de los órganos de administración de enseñanza pública y la Asociación Brasileña de Escautismo. Las prácticas cívico-militares en boga en las escuelas primarias atendían, así, a múltiples propósitos: era la perpetuación de la memoria histórica nacional, la exhibición de las virtudes morales y cívicas inscritas en la obra formativa escolar, la acción educadora de la escuela para el conjunto de la sociedad o la expresión del imaginario sociopolítico de la República”. De Souza, Rosa Fátima, “A militarização da infância: Expressões do nacionalismo na cultura brasileira”, Caderno CEDES, año 20, n° 52, noviembre 2000, p. 116.
  294. El sistema de “edades” scout incluye el grupo de niños menores (Wolf cubs o lobatos), los scouts propiamente dichos, y luego los adolescentes (Rovers o caminantes). En esquema ideal, “un joven progresaría a través de las diferentes ramas a medida que fuera creciendo y nunca dejaría el scoutismo hasta llegar a su adultez, cuando se podría convertir en un Scoutmaster”. Parsons, Race, resistance…, p. 53. Cabe destacar que nunca fue la intención inicial de Baden-Powell, establecer otra sección más que la de los scouts, como así tampoco tuvo nunca planes para establecer un movimiento paralelo de niñas, y que más bien fue acomodándose a las dinámicas de diferentes grupos que fueron cubriendo por su cuenta, dichas demandas. Analizaremos esa cuestión en un capítulo del tomo segundo. Ver Warren, “Understanding scouting and guiding”, p. xvii. Como veremos más adelante, la aparición de las secciones de lobatos y rovers se fue dando tardíamente en el desarrollo del movimiento scout argentino, que tuvo en general –con excepción de las compañías “británicas” y otras “étnicas”– dificultades en sus comienzos por generalizarlas y hacerlas aceptables, presentándose hasta bien entrado el período cierta resistencia de algunos encumbrados dirigentes y educadores scouts por formalizarlas.
  295. Para el caso argentino, sin ser representativo de las miradas ricas y complejas que consideramos han desarrollado los autores que mencionaremos (pioneros –como hemos dicho– en la literatura sobre el tema y centrales en que la historiografía argentina del scoutismo no sea considerada tierra yerma), puede mencionarse un párrafo –que a nuestro parecer resalta ya que no hace justicia a la flexibilidad y talento de sus investigaciones– en que se han “colado” términos que privilegian el funcionalismo más “duro”, al interpretar la “invención” del scoutismo como “parte de una estrategia ‘pedagógica’ que contribuyó a configurar un determinado estilo de vida el cual fue funcional, defendió y reafirmó dicho orden social, cultural, moral, económico, ideológico y político imperial y colonial”, en: Méndez, Laura Marcela y Pablo Ariel Scharagrodsky, “El Escautismo en la Argentina: los diferentes sentidos sobre la naturaleza y la vida al aire libre a principios del siglo XX”, en: Soares, Carmen Lucia (org.), Uma educação pela natureza: a vida ao ar libre, o corpo e a ordem urbana, Campinas, Autores Asociados, 2016, p. 115.
  296. Nota a pie de Francisco Moreno, en: Baden Powell, Robert, “Trabajadores o zánganos”, EMEC, 30 de abril de 1913, p. 40.
  297. “Carta del presidente de la Asociación Boy Scouts Argentinos, Francisco Moreno, y de su secretario Modesto Quiroga, al presidente de la Nación, Victorino de la Plaza”, 15 de diciembre de 1914. VdlP-AGN.
  298. En el estatuto de 1926 se señalaba que para ingresar como boy scout se debía “ser sano de cuerpo y mente y no presentar deformaciones o defectos físicos”. Además había que saber leer y escribir. AJEANBSA, 9 de abril de 1926, p. 289.
  299. Así, en un proyecto en el Primer Congreso del Scoutismo (cuyas alternativas desarrollaremos más adelante), Basso indicaba que debía ser obligatorio que las patrullas incorporasen “aun a aquellos físicamente defectuosos, como un medio para mejorarlos”. La Nación, 25 de mayo de 1922, p. 6. Frente a esto, el comisario y miembro de la “Junta Ejecutiva”, Natalio Borga, parecía no estar de acuerdo al quejarse que “algunas compañías aceptan inválidos con muletas”. AJEANBSA, 4 de diciembre de 1925, p. 261.
  300. AJEANBSA, 1° de mayo de 1918, p. 257.
  301. Teniendo en cuenta esa discursividad, se ha concluido que desde la dirigencia “la cultura scáutica se convirtió en una táctica necesaria, dentro de una estrategia más general, para la construcción de un cuerpo masculino apto para el trabajo, para un determinado estilo de vida moral y para la defensa del territorio nacional”. Scharagrodsky, “El scautismo en la educación física bonaerense…”, p. 156.
  302. El cargo de Guía 1°, con capacidad y autoridad para el mando de una patrulla, era segundo y eventual reemplazo del Ayudante, según lo formalizado en la reunión directorial del 18 de diciembre de 1923 (AJEANBSA, p. 269) Para ser elegido debía “haber desempeñado correctamente a juicio del Maestro Scout” el cargo de Guía durante al menos un año, y haber concurrido al menos a 10 excursiones y 1 campamento, tener más de 14 años y tener la más alta categoría (AJEANBSA, 5 de junio de 1924, p. 16).
  303. Pensada y aprobada inicialmente, hacia 1921, durante la ANBSA y la presidencia ejecutiva de Tomás Santa Coloma como una Escuela Normal de Maestros Scouts, y que incluso se pensaba funcionando en la Universidad del Oeste (AJEANBSA, 13 de junio de 1922, p. 16), la Escuela (ya “desnormalizada”) podía verse en funciones en 1923 en la Escuela de Policía (AJEANBSA, 6 de noviembre de 1923, p. 246) bajo la dirección del futuro Jefe Scout Laureano Baudizzone (AJEANBSA, 13 de noviembre de 1922, p. 231), pero quedaría clausurada al año siguiente. Luego fue convertida en la “Academia Oficial para Maestroscouts y Ayudantes”, siendo incorporada formalmente a partir de la reforma reglamentaria motorizada por el Jefe Scout Severo Toranzo, en el marco de sus iniciativas “modernizadoras” y profesionalizadoras. En esta etapa, comenzó sus tareas el 4 de agosto de 1928, con las clases del maestro de gimnasia (y delegado de la Compañía del “Patronato de la Infancia”) Tomás Borghelli (de la Dirección de la Escuela Militar de Gimnasia y Esgrima) y del médico César Escudero, encargado de la clase de primeros auxilios (ADBSA, 23 de julio de 1927, p. 35 y 13 de agosto de 1927, p. 40). En su desarrollo incorporó cursos acelerados de tres meses para MMSS, aprobado por el directorio el 28 de agosto de 1938 e incluso la modalidad de cursos a distancia “por correspondencia”, realizados desde 1940 a partir de boletines instructivos que luego de la lectura suponían la respuesta de una serie de preguntas en el lapso de quince días. “Nota de Alberto D. Lassus a Laureano Baudizzone”, del 25 de noviembre de 1940, con Nota para cursantes, cuestionario y Boletín N° 1 adjuntos. MSNA.
  304. Hemos adelantado el análisis de este caso, de manera más somera, en nuestro “Niños que saben cocinar, llorar, boxear y disparar. El scoutismo de entreguerras, la cultura física y las múltiples formas de la masculinidad”, en: Scharagrodsky, Pablo (comp.), Hombres en movimiento. Deporte, cultura física y masculinidades en la Argentina, 1880-1970, Buenos Aires, Prometeo, 2021, pp. 221-246 (el apartado específico en las páginas 241 a 244).
  305. “Nota de Nestor P. Meana a Laureano Baudizzone, del 28 de abril de 1942”. Carpeta “Sección 27ª. Varios”. MSNA.
  306. Podemos reconstruir sus datos gracias a su lejago scout en: Carpeta “Seción 27ª. Expedientes”. MSNA.
  307. “Nota de Juan Bersuker a Laureano Baudizzone, del 17 de abril de 1942”. Carpeta “Sección 27ª. Varios”. N °23 Letra B. Ingreso 24/4/42. MSNA.
  308. Ídem.
  309. Ídem.
  310. El examen médico decía: “anormalidad del brazo izquierdo, producida por un defecto de nacimiento que le impide la extensión completa y que, en posición de brazos caídos, el pulgar izquierdo permanece en contacto con el muslo sin poder realizar el movimiento de abdución sincrónicamente con el brazo derecho”. En “Nota de Meana a Baudizzone del 28 de abril de 1942”. MSNA.
  311. Luis C. Villarroel alistaba en el scoutismo desde hacía más de dos décadas y había sido presidente de la compañía Buenos Aires. Moriría pocos meses después de realizar el mencionado examen. En su sepelio hablaría el profesor Cutrin, en representación de los BSA. Había sido intendente del Peirano y Médico del Rawson y del Hospital de Niños. Fue miembro asimismo del Ente Autónomo de Industrias Municipales. Su necrológica y el discurso de Cutrin, en: ESA, agosto-septiembre de 1942, p. 2.
  312. Para citar sólo una frase del Manual de Gimnasia Metodizada de Horacio Levene, miembro del Directorio, de la subcomisión de Exámenes y referente de la enseñanza física asociativa: “En la educación del niño, no debe existir la espontaneidad, el orden es imperativo; la tolerancia, que parecería aconsejarse en los movimientos desordenados, pretextando la alegría que ellos infunden, multiplican los vicios de conformación y acrecientan los desvíos psíquicos, si los hay”. Levene, Horacio, Gimnasia metodizada. Método, Buenos Aires, Orientación Integral Humana, 1939, p. 20.
  313. “Nota de Juan Bersuker a Laureano Baudizzone, 23 de septiembre de 1943”. Carpeta Sección 27ª, n° 42, Letra B. 27/9/43. MSNA.
  314. El artículo 22° del Reglamento General de 1941 señalaba que el Ayudante, grado directamente previo al de MS, debía ser mayor de 18 años, tener aprobado el Colegio Nacional, Escuela de Comercio, Escuela Industrial de la Nación o estudios secundarios análogos, 3 años continuados de scout como mínimo, buena conducta, aplicación y haber concurrido por lo menos a un campamento general del Directorio. Luego de 3 años de Asistente cumplidos a satisfacción, podían ascender a Maestro-scout, luego de un informe favorable de la Dirección Técnica. “Modificaciones y ampliaciones al reglamento general”, ESA, Diciembre 1941-Enero 1942, p. 8.
  315. Los legajos scouts incluían un apartado de información de “Deportes que ha practicado”, los que en el caso de Bersuker eran natación, box y basket-ball. Ficha de MaestroScout-Ayudante de: Bersuker, Juan. MSNA.
  316. “Informe de Manuel Cutrin sobre Juan Bersuker, 6 de octubre de 1943”. Carpeta “Tambor de Tacuarí”. MSNA.
  317. Ídem.
  318. “Las personas que tienen un estigma aceptado suministran un modelo de ‘normalización’, mostrando hasta dónde puede llegar los normales cuando tratan a un indiviudo estigmatizado como si no lo fuera”. Goffman, Erving, Estigma. La identidad deteriorada, Buenos Aires, Amorrortu, 2015, p. 47.
  319. “Resolución del presidente Baudizzone del 25 de octubre de 1943”. Carpeta “Sección 27ª”. MSNA.
  320. ADBSA, 22 de octubre de 1943, p. 33.
  321. Como “instrumento de civilización entre nosotros” lo definía el general Pablo Riccheri en su declaración de intervención como presidente del Consejo Nacional. En: PLA, 25 de noviembre de 1915, p. 11. Como “gran guardia eminentemente civilizadora” que “cultiva el orden, la moral, las energías físicas, la honradez [y] el valor” la definía todavía en 1927 el Ingeniero Fischer en su discurso de despedida de su compañía naval. Citado en: Argüello, Scouts Navales…, p. 55.
  322. Braceras Haedo, Ángel, “El scoutismo en la Argentina”, Tribuna libre, año II, n° 54, 10 de septiembre de 1919, p. 160. Copia digital provista por el servicio de digitalización del CeDInCI. El mencionado profesor Cutrin casi dos décadas después volvería, en otro contexto, a reproducir el concepto de scoutismo como “tabla salvadora”. Cutrin, Manuel, “Un scout debe ser digno de toda confianza”, ESA, enero de 1938, p. 5.
  323. S/A, “Día del Boy Scout. ¿Qué es scoutismo?”, ESA, agosto-septiembre de 1930, p. 2. Cursivas mías.
  324. Precisamente la película en la que se lo haría (Cadetes de San Martín) había sido destacada muy favorablemente por el periódico nacionalista Bandera Argentina, como un film con “espíritu de alta y noble argentinidad”. Rubinzal, Mariela, El nacionalismo frente a la cuestión social en Argentina [1930-1943]: Discursos, Representaciones y prácticas de las derechas sobre el mundo del trabajo. Tesis de doctorado en Historia, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, 2012, p. 222.
  325. Cadetes de San Martín. Film dirigido Mario Soffici en 1937 con el auspicio del Colegio Militar. La parte paródica es que justamente el discurso era proferido en momentos en que el orador veía como su propio hermano buscaba aprovechar los actos de afecto hacia los niños para “acercarse” a la maestra de los mismos de manera “impropia”.
  326. El Argentino, La Plata, 25 de agosto de 1938, p. 4.
  327. “Carta de Armando Fischer a Alfredo Leoni”. Citada en: Arguello, 100 años…, p. 83.
  328. Macleod, Building character in the american boy, p. 138.
  329. TT, diciembre de 1932, p. 2.
  330. Comentario de The Times Literary Supplement, citado en Brogan, Mowgli’s sons, p. 53.
  331. Por ejemplo, en 1918, la Asociación sería eximida de pagar impuestos –por decisión del Intendente porteño- por la fijación de afiches de propaganda de su revista Siempre Listos en la Capital Federal. AJEANBSA, 15 de mayo de 1918, p. 258.
  332. VTHCDCBA, 13 de abril de 1923, p. 355.
  333. Como podemos ver, ya desde el inicio mismo scout, se cursaban descripciones acerca del ought to be infantil: “El Boy Scout debe ser un muchacho varonil, sano de pensamiento y de obra, estudioso, amante de sus padres, de su patria y obediente á sus leyes, conocedor de su historia y recursos, respetuoso con sus superiores y leal y atento con todos, constante en sus propósitos y cumplidor de su deber por más difícil que sea”. Boy Scouts Argentinos, Breves indicaciones, Buenos Aires, s/e, s/f, p. 9.
  334. Como en el caso de algunas opiniones del ex presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, y vicepresidente honorario de los Boy Scouts of America, quien en el periódico de dicha agrupación, no dudaba en publicar estas líneas: “De nada sirve un niño afeminado (mollycoddles), tímido, o marica (sissy). Quiero ver a un niño capaz de sostenerse por sí mismo y avergonzarse de haber flaqueado”. Roosevelt, Theodore, “Message to all the American Boys”, Boys’ Life. diciembre de 1913, p. 13. Ideas similares formaban incluso parte del mensaje de propaganda del Campamento de la Dan Beard Outdoor School: “América nunca encontró ningún uso para los maricas (sissy), la vieja Europa está harta de afeminados (mollycoddles) […] Escucha a la naturaleza (the Wild), te está llamando”. Boys’ Life, marzo de 1919, p. 61. En Argentina, aunque es cierto que mucho más esporádicamente, también aparecerían ejemplos tanto de la prescriptividad de “evitar” a los débiles (“Los débiles llenan el aire de quejas y lamentos. Huye de los tímidos, de los turbados, de los alarmistas. Has alianza con los resueltos, templados, animosos y dueños de sí”. Citado de “ET”, en: ESA, julio de 1928, p. 2) como de censurar el “afeminamiento”, de este modo: “Un verdadero scout no es afeminado, ni tampoco planta de invernáculo […] Nunca se le verá prendido de las polleras de la madre o de los pantalones del padre”. S/A, “Lo que debe saber y practicar un scout”, ESA, julio de 1938, p. 4.
  335. Seguimos a Lila Caimari cuando advierte cómo “un autor eminentemente irreverente […] generó una tradición de apropiaciones sorprendentemente reverentes”, en: “Usos de Foucault en la investigación histórica”, Documento de Trabajo n° 18, Universidad de San Andrés, 2005, p. 1.
  336. Íbidem, p. 8.
  337. Broquel, “Inconducta”, TT, noviembre de 1937-julio de 1938, p. 12.
  338. “La caballerosidad” era la unidad 6 del programa de la Academia scout e incluía los tópicos de “cortesía hacia los demás”, “disciplina personal” y de “cómo mejorarse a sí mismo”. “Academia para Maestros Scouts, Ayudantes y Guías”, ESA, agosto de 1926, p. 3.
  339. Precisamente en la página 2 del número de ESA de Noviembre de 1937, se alertaba en la sección “¡Valiente scout!” acerca de las “patotas indecentes” y se interpelaba directamente al “pequeño lector”: “¿Te agradaría a ti, joven, que cualquier Juan de los Palotes ofendiese a tu querida madre o hermanita en pleno calle o paseo? ¿No te sentirías, tú mismo ofendido en lo más íntimo ante tamaña audacia y ante tal acto de incultez? […] Nadie tiene derecho a faltar el respeto a las damas en ningún lugar, sin que con ello, cometa una grave falta y pierda su vergüenza. Tú no lo harás, ¿verdad? Se culto, sé cortés, sin ser empalagoso. ¡Es tan hermoso ser caballero ante una dama!”.
  340. Warren, Allan, “Understanding scouting”, p. xvi.
  341. En una entrevista dada en nuestro país, Baden Powell pondría este acento en la fuerza de la práctica sobre el conocimiento “teórico”, refiriéndose al plano de la Naturaleza: “ningún libro puede enseñar tan bien como unos pocos momentos de estudio de las páginas pintorescas que puede mostrar la misma Naturaleza”. The Buenos Aires Herald, 16 de marzo de 1909, p. 7.
  342. Por ejemplo, el oficial Jacques Guérin Desjardins (“Ciervo Ágil”), comisario nacional de los Éclaireurs franceses y premio Lobo de Plata, señalaría “la mejor forma de mostrar cómo el scoutismo debe ser llevado a cabo como juego, es no tratarlo como si fuera teoría, sino ir derecho al punto”. Citado en: Wilson, Scouting round the world, p. 31.
  343. ESA, noviembre de 1913, p. 130.
  344. Olave Soames visitaría en los años cincuenta nuestro país, y dejaría su firma tanto en el libro de firmas de la Casa Scout nacional, como en el “libro de oro” de la compañía “Benito Meana”, donde escribiría que “ha sido muy placentero para mí, visitar Buenos Aires, y encontrar a las Girl Guides y al movimiento Boy Scout contribuyendo con su especial valor y entrenamiento para las muchachas y muchachos de este gran país”. Autógrafo de Olave Baden Powell, junio de 1959. Libro de Oro de la “Asociación Fomento de la Sección 17ª de Policía” y de la Compañía “Benito Meana”.
  345. A diferencia de lo ocurrido a nivel británico e imperial, en el que las niñas scouts dentro de la misma organización creada por Baden Powell son conocidas mayormente como guías (Guides) en la necesidad expresada por el fundador de diferenciarlas por su nombre de los niños; en el caso de la asociación argentina, el nombre utilizado será el de scout girls, siguiendo una idea que también resultó preferible para las estadounidenses. Mientras las niñas “guías”, específicamente así nombradas, conocerán la fundación de una agrupación central que las reúna en nuestro país recién en un período posterior al de entreguerras, (luego de ciertos fracasos por lograr ese estatuto como Girl Guides en 1926 al interior de la asociación scout) la asociación local scout mantendrá desde su inicio y a lo largo de su existencia, como veremos más adelante, la equiparación del término scout para ambos sexos; más allá de que hubiera establecido relaciones de cercanía con companías guidistas no unificadas organizacionalmente y surgidas bajo el amparo, en especial, de instituciones “británicas”, que tendrán relaciones de intercambio con el scoutismo oficial, como puede documentarse en el intercambio positivo que tendría la Junta Ejecutiva de la ANBSA con las “Girl Guides” de la ciudad cordobesa de Los Cocos (AJEANBSA, 13 de marzo de 1923, p. 149) y el más oficial en la visita que la señora “Diydele” (sic, ¿por Drysdale?), representante de las Guías en la Argentina y de dos directoras de colegios británicos, harían al Directorio muchos años después. “Visita de las Guirls (sic) Guides al directorio de los Boy Scouts Argentinos”, ESA, diciembre de 1938, p. 2. Sin embargo, como vemos, todavía en 1940, la Asociación Femenina de Jóvenes Cristianas –que poseía 600 niñas guidistas– se lamentaba de la “imposibilidad de organizar tropas entre las muchachas argentinas, [que] todavía parece ser un sueño para el futuro”. Hayes, Helen, With the blue triangle south. A History of the Buenos Aires Young Women’s Christian Association, 1890-1940, Buenos Aires, YWCA, 1940, p. 170. La Asociación de Guías en nuestro país recién se oficializaría, desligada de las dos asociaciones scouts entonces existentes (ABSA y USCA), en 1953, por iniciativa de Naïr Fernández Blanco de Gowland, quien desde muchos años antes venía desarrollando prácticas de scoutismo femenino. Resulta más que interesante el perfil que de ella elaboró su sobrina, Alicia Jurado, en sus memorias (Descubrimiento del mundo, Buenos Aires, Emecé, 1989): “era una mujer enérgica […] siempre estaba estudiando alguna cosa y de las más variadas, desde el alemán hasta el clarín; este último, creo, para reforzar las disciplinas militares del numeroso grupo de Guías Católicas Argentinas, del que fue fundadora y presidenta hasta su vejez. Las niñas, versión femenina de los Boy Scouts, se reunían una vez por semana en el jardín que compartíamos en Juncal [n° 931] contribuyendo no poco a su destrucción […] Su hija Naïr y su nuera Angélica la ayudaban a dirigir a las chicas y tuvieron cargos importantes en la organización mundial” (pp. 83-84).
  346. Proctor, Tammy M., “Building an empire of youth: Scout and Guide history in perspective”, en: Block y Proctor (ed.), Scouting frontiers…, p. xxvi.
  347. Íbidem, xxvi-xxvii. Podemos ver esta sensación confirmada en el relato de una guidista neozelandesa, posteriormente autora de una tesis doctoral sobre la temática: “Cuando me sumé a las Brownies [nivel inicial de las Guías] […] en los tardíos setenta, la última cosa que tenía en mente era desarrollar mi naciente ciudadanía. Como otras chicas, me enrolé porqué mis amigas eran miembros; mi hermana mayor había sido Brownie y Guía, y mi madre –en forma breve– líder; y porque pensaba que podía ser divertido. Me gustaba la idea de vestir un uniforme […] Pero, ay, mi destino fue ser una ‘Elfina’, e inmediatamente mi educación en ser un ‘útil’ miembro de la sociedad comenzó”. Dollery, Helen Alison, ‘Making happy, healthy, helpful citizens’: The New Zealand Scouting and Guiding Movements as promulgators of active citizenship, c. 1908-1980. Tesis doctoral en Historia, Massey University, Manawatu, Nueva Zelanda, 2012, p. 1.
  348. “Conferencia Radiotelefónica del señor don Laureano A. Baudizzone trasmitida por la radio Nacional el 1° de septiembre en ocasión del Día del Boy Scout”, ESA, agosto-septiembre de 1930, p. 6.
  349. ABSA, Requisitos para ser Scout de 2ª clase, Buenos Aires, Scoffier, Caracciolo y Cía, 1915, p. 25.
  350. Araya, Rogelio, “Proyecto de fomento al scoutismo”, Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación (de ahora en más, DSCDN), 16 de julio de 1919, p. 756.
  351. S/A, “Para los oficiales”, BESA, diciembre de 1914, n° 5, p. 4. Cursivas en el original.
  352. USCA, Reglamento general, pp. 18-19.
  353. Outón, R. F., Nuestro Libro, Buenos Aires, Kapelusz, 1925, p. 98. Como decía el Inspector nacional Alcántara, “los niños necesitan, en su gran mayoría, saber caminar, saber respirar” (“Instrución (sic) Social Aspirante Scout”, ESA, junio de 1926, p. 11). Ver asimismo “Respiración racional” en: ESA, febrero de 1928, p. 7.
  354. Según se sostenía en: “El Cuidado de los pies”, BESA, diciembre 1914, n° 5, p. 2.
  355. Así: “Una asociación, una reunión particular de individuos […] exigen reglas a las cuales cada miembro debe someterse máxime habiendo venido libremente, como es el caso del Boy Scouts (sic). En rigor un mal soldado puede decir que sirve contra su voluntad. El Boy Scouts (sic) no puede inovcar siquiera esta detestable excusa”. S/A, “La puntualidad”, ET, abril de 1926, p. 16.
  356. De hecho, a partir de la nota adjunta al legajo del MS de la Compañía de la localidad de La Gallareta, Pedro Chaves, podemos ver cómo la cuestión de la “militarización” más que una condición dada o negada, resultaba un campo de disputa, ya que precisamente según se informaba, este docente de la organización renunciaría en 1933 “porque no le agrada se militarice el Cuerpo Scout”, lo que suponía para él un proceso que se había dado en la compañía desde su ingreso en 1928. “Chaves, Pedro”, Ficha de Maestroscout-Ayudante n° 341. MSNA.
  357. Valerga, Ángel Oscar, Recuerdos de un scout de la Meana, San Isidro, Northgraphic, 2015, p. 11.
  358. Baden Powell, Robert, “Scoutismo internacional”, ESABO, noviembre de 1925, p. 19.
  359. Esto se debió, principalmente, al resquemor de las propias autoridades imperiales en relación con el fomento del scoutismo entre los niños del Raj. Como se ha señalado, “el miedo a que las tropas scouts de niños indios degeneraran en centros de sedición y actividad revolucionaria fue un tema recurrente en los comentarios británicos acerca de los boy scouts”. Watt, Carey A., “The promise of ‘character’ and the spectre of sedition: the Boy Scout movement and colonial consternation in India, 1908-1921”, South Asia: Journal of South Asian Studies, vol. 22, n° 2, p. 54. Esta inacción inicial alentó el desarrollo de grupos de scouts no oficiales promovidos tanto por la “Sociedad Teosófica” de Annie Bessant (quien a pesar de ese carácter no oficial, recibiría del propio Baden Powell la distinción como “Loba de Plata”) como por la Seva Samiti Scout Association. En el caso de Bessant resulta muy interesante, además, recordar que en el célebre texto de Roberto Arlt sobre las ciencias ocultas, se explicaba políticamente su iniciativa teosófica como forma de promoción de los intereses de dominio occidental británico sobre Oriente, a través de un “neobudismo adaptado a las circunstancias”. Para demostrar la utilidad “imperial” del teosofismo de Bessant, Arlt citaba al embajador argentino en la India, que definía a la líder scout como “una joven inglesa patriota que, ante y sobre todo, trata de formar en los jóvenes Hindúes sentimientos de adhesión y lealtad hacia el gobierno inglés; esa es su misión”. Arlt, Roberto, “Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires”, en: Nuevas Aguafuertes, Buenos Aires, Losada, 2010, p. 137. Sin embargo, sabemos, como dice Watt, que más allá de las intenciones de Bessant, las formas no oficiales de scoutismo supieron ser una cantera de futuros líderes independentistas.
  360. Parsons, Race, resistance…, p. 6.
  361. Armando Fischer fue un Capitán de Corbeta, nacido en Venecia, Italia en 1873 y muerto en el año 1948. Desde 1899 destinado en Argentina, conoció el scoutismo en un viaje a Birkenhead en 1912, según puede verse por el relato sobre esa experiencia en El Terutero, enero-febrero de 1934, p. 2. Fue el fundador y Jefe de los scouts navales –los primeros de América– desde 1915 hasta 1927, momentos en que se integró al Consejo Nacional y dirigió la revista ESA hasta el año siguiente. Fue dirigente del Centro Naval y, a lo largo de su actuación tuvo múltiples encontronazos y durísimas diferencias con otros dirigentes de la asociación, rastreables muy tempranamente en el intento de radiarlo de la compañía de Puerto Militar, en beneficio de Arturo Cueto (AJEANBSA, 16 de noviembre de 1920, p. 244). Esto en parte explica su fuerte apoyo a la escisión de la USCA en el año de 1937, organización de la que llegó a ser Vicedirector y director de su hoja, Vida Scout. Datos extraídos de: Argüello, Norberto, Scouts Navales…, pp. 347-8 y de recolección propia. VS también hará un recorrido de su vida, en su número de junio-julio de 1948, al igual que ET, la hoja local que supo dirigir, lo haría en la primera edición de su nueva etapa, comenzada en julio-agosto de 1950 (p. 2).
  362. “Tercera reunión de la Academia. Conferencia dada por el Vocal de la Junta Ejecutiva, Sr. Don Laurano A. Baudizzone”, ESA, agosto de 1926, p. 14.
  363. Íbidem, p. 13.
  364. Íbidem, pp. 13-14. Resaltado nuestro.
  365. Que podían verse en la declaración de la revista oficial al cumplir su tercer aniversario, al jactarse de haberse mantenido “en una línea de dignidad y de serenidad inalterable y resistir al tiempo y persistir abroquelado en sus conceptos doctrinarios”. S/A, “Ante un nuevo aniversario”, ESA, enero de 1928, p. 1.
  366. “Tercera reunión…”, ESA, agosto de 1926, p. 14.
  367. Huizinga, Johan, Homo ludens, Alianza, Madrid, 2005 [1938], p. 261.
  368. S/A, “Resumen del año”, ET, diciembre de 1926, p. 52.
  369. Onelli, Clemente, mimeo s/t. Carpeta 2552, folio 260 (refoliado 238), Fondo Onelli, Archivo General de la Nación (de ahora en más FO-AGN).
  370. Baden Powell, Scouting for boys.
  371. “Sacarlos de la calle” podía volverse un dictamen, incluso, literal. En 1927, la revista scout celebraba el edicto policial que, a tono con la ley de Patronato, prohibía “el espectáculo poco edificante, de los menores que abren la portezuela de los autos, lustran botines o sacan la tierra con trapos y cepillos”. S/A, “En favor de la niñez”, ESA, agosto de 1927, p. 13. Con todo, veremos, en especial en el tomo II, las divergencias entre el discurso antiurbanístico scout y la necesidad de reconocer que la mayoría de sus miembros no eran otra cosa que habitantes de esas mismas urbes cuestionadas.
  372. Los próximos párrafos siguen en parte el trabajo que hemos realizado en conjunto con María Élida Blasco, “Exploradores del terreno, preservadores de ruinas, ciudadanos del futuro: cruces de trayectorias entre historia natural, práctica historiográfica y scoutismo”. Ponencia presentada a las IIdas Jornadas de Historiografía, Río Cuarto, 10 y 11 de mayo de 2018.
  373. Podemos recordar el artículo ya citado de Méndez y Scharagrodsky, “El Escautismo en la Argentina…”, pp. 113-139.
  374. Para el Scout de 3ª clase o grado, primer escalón de la carrera luego del ingreso como aspirante, el inspector Alcántara expresaba las cualidades que fomentaba el scoutismo para esos niños: “En su vida diaria observa, despierta su instinto de observación, en cualquier parte, ya sea ante una vidriera o un árbol, o una huella, en un tranvía o tren”. Alcántara, Enrique, “Instrucción Scout. El Scout de 3ª”, ESA, Julio de 1926, pp. 5-6.
  375. En el punto quinto del programa de la “Academia para Maestros Scouts, Ayudantes y Guías” (reproducido en: ESA, agosto de 1926, p. 3) figuraban bajo el, quizás, sorprendente título de “La vida selvática” (teniendo en cuenta que era “el bosque” la alusión preferida del scoutismo fundacional), las diversas aptitudes y conocimiento que los formadores deberían promover en su alumnado: “el acecho”, “los animales”, “las plantas”, “la observación” y “la deducción y el rastreo”.
  376. “En Charata (Chaco) Compañía ‘Coronel Pringles’ de Gral. Pinedo”, ESA, junio de 1929, p. 20.
  377. En el primer campamento realizado en el Río de la Plata por iniciativa de Schuman habrían concurrido cinco jóvenes, mientras “otro pequeño grupo concurría de día y de noche se retiraba a una casa cercana”. En: Laurencena Drescher, Braulio, Camping y turismo: (el retorno a la naturaleza y normas para la vida sencilla al aire libre), Buenos Aires, Mundo Nuevo, 1928, p. 24. Schumann fue el encargado –luego de la charla que Baden Powell diera en los salones de la YMCA en Buenos Aires, y que analizaremos más adelante– de sostener la moción para que “se realizara un encuentro para discutir la formación de los Boy Scouts”. The Standard, 11 de abril de 1909, p. 9.
  378. ABSA, “El Boy Scout Argentino”, ESA, febrero de 1914, p. 190.
  379. “Aire libre” precisamente se llamaría el periódico scout de Las Heras (Mendoza) demostrando lo arraigado de ese valor al interior de algunas compañías. ESA, octubre de 1928, p. 34.
  380. Por ejemplo, Warren ha señalado la múltiple convivencia de ideales en el marco de prácticas variables, y la dificultad de definir un único vector de explicación del fenómeno: “ningún modelo simple de explicación surgirá, los movimientos sociales de este tipo desafían las categorías de explicación unívoca”. Warren, “Understanding scouting ”, p. xv.
  381. BESA, diciembre de 1914, p. 4. Las “excursiones” a las fábricas fueron una constante durante todo el período, como podemos notar al citar las que –23 años después– los scouts chaqueños harían a la fábrica de aceite de algodón de Comero y Cía y a la fundición de plomo “National Lead Company” de Puerto Vilelas. “Resistencia (Chaco)”, ESA, noviembre de 1937, p. 9. En algunas ocasiones, los scouts tuvieron “mejor suerte” al concurrir a fábricas, como la “Bagley” en la que los obsequiarían con golosinas. “Compañía ‘Manuel Augusto Montes de Oca’”, ESA, agosto de 1938, p. 5. En otras, visitaron fábricas de acetato burílico. “Se realizó con todo éxito el campamento de la compañía ‘Domingo F. Sarmiento’ de Santa Fe”, ESA, febrero-marzo de 1941, p. 6.
  382. Fernández Flores, Los que no fuimos al aguerra, p. 106.
  383. Decimos esto, en relación con la oposición que ya mostraba el ilustrado español, al intento del Estado por regular o controlar los juegos populares: “Este pueblo necesita diversiones, pero no espectáculos. No ha menester que el Gobierno le divierta, pero sí que le deje divertirse. En los pocos días, en las breves horas que puede destinar a su solaz y recreo, él buscará, él inventará sus entretenimientos; basta que se le dé libertad y protección para disfrutarlos”. Jovellanos, Gaspar Melchor de, “Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su origen en España” [1796], en: Escritos políticos y filosóficos, Buenos Aires, Hyspamérica, 1982, p. 42.
  384. La definición la daría en su Carta Abierta “A los padres españoles”, escrita durante su exilio en Hendaya, dado por su oposición a la dictadura de Primo de Rivero: “No, la juventud estudiantil y estudiosa española no está formada por leva de reclutas mecanizados ni siquiera de esos ridículos bueyes cautos o como se diga –en inglés boyscouts– ni ha aprendido patriotismo en aquel dechado de tontería y vaciedad que fue cierto catecismo de ciudadano que al principio de la vergüenza se impuso en las escuelas primarias”. Unamuno, Miguel de, “A los padres españoles” (22 de abril de 1929). Este texto ha sido reproducido íntegramente en: Urrutia, Manuel M., “Unamuno y la revista francesa Monde (1928-1934) (Artículos no recogidos en las Obras Completas), Estudios del Deusto, Vol. 44/2, julio-diciembre de 1996, p. 168. En dicho artículo (pp. 153-174), Urrutia también transcribe el fragmento de esa carta que fue reproducida bajo el título “Appel aux pères espagnols”, al mes siguiente, en el diario Monde dirigido por Henri Barbusse, en el cual no se incorporaba el aludido párrafo en contra de los boy scouts (Íbidem, p. 171).
  385. Los franceses, por su parte, utilizarían la palabra “boyaux [tripa o manguera] scout”, para lograr un propósito similarmente jocoso al logrado en español. Ver: Encrevé, André, “Prefacio” a: Baubérot, L’invention d’un scoutisme chrétien, p. 7.
  386. Unamuno, Miguel de, “Juego limpio”, Mundo nuevo, Madrid, 16 de febrero de 1917, p. 7. Fondo Miguel de Unamuno-Repositorio Digital Gredos. Consultado por última vez, el 16 de agosto de 2021. https://bit.ly/3ARMDao.
  387. Hasta llegar a las frases más fuertes, cuando en 1930, más de una década después del primer choque, ante las críticas más fuertes de Unamuno contra los “Exploradores” –en concordancia con su regocijo con la caída de la dictadura primoriverista, de la que señalaba que la asociación scout había sido “cómplice”– Dimas le señalara que “la cobardía de insultar a los niños es la cobardía de un bellaco”. Citado por López Lacárcel, José María, ¡Huellas! 100 años de scouts de España, ASDE, 2012, p. 65.
  388. “En algunas localidades hace falta mucho coraje para hacerse Scout. A menudo debe enfrentar las burlas de sus compañeros, quienes incapaces de entender la ley scout, se mofan de aquellos que le responden”. Boys’ life, 1° de abril de 1911, p. 37.
  389. “Boy scouts”, Santa Fé, 29 de agosto de 1916, p. 2.
  390. Citado en: S/A, “Los scouts”, Mundo Argentino, 17 de octubre de 1917, https://bit.ly/3DHpWYy. Inicialmente, no deja de ser curiosa la inclusión de esta mención contraria en la publicación dirigida por Constancio Vigil, cuando dos años antes, los scouts eran portada de tapa de dicho semanario, con motivo de su Torneo Anual, en su número del 21 de julio de 1915. https://bit.ly/3DPPxOV. Por eso, aunque con demora de algunos números, Mundo Argentino se vería obigado a corregirse por la reproducción de los dichos de La Nave cuyo “suelto puede haber inducido a confusión y deseamos evitarla”, y sentaría una posición de distinción entre tipos de exploradores que resultaba ampliamente positiva para la ABSA, al describirla como una institución “enteramente civil; de educación física y del caracter” cuyos “adherentes no marchan al son de clarines y tambores”, siendo –a ojos del semanario de Vigil– una “asociación laica, seria y digna de simpatía”. El resto, eran asociaciones “que el público suele confundir con la de los scouts […] todas ellas dirigidas por el clero y que se reducen a una caricatura del militarismo”. S/A, “Boy Scouts Argentinos”, Íbidem, 7 de noviembre de 1917, https://bit.ly/3jcecVX. Todas las últimas consultas: 17 de agosto de 2021.
  391. “Acto de confraternidad chileno-argentino”, ESA, abril-mayo de 1942, p. 2.
  392. En sus escritos, Gramsci consideraba que la “atmósfera moral italiana” no era propicia para el scoutismo, ya que él era “producto del temple espiritual de la sociedad británica”. Lo mismo diría del fútbol, ya que ese deporte era “un modelo de la sociedad individualista” y reglada, y los italianos estaban “poco inclinados a la competencia libre y al dinamismo regulado” que suponía ese juego. Rapone, Leonardo, El joven Gramsci. Cinco años que parecen siglos (1914-1919), Rosario, Prohistoria, 2019, p. 174 y 172 respectivamente. Agradezco a Juan José Barbero (co-traductor junto a Riccardo Iorio de la mencionada edición) por la generosidad demostrada al acercarme este libro.
  393. Hobsbawm, Eric, “Introduction: inventing traditions”, en: Hobsbawm, Eric y Terence Ranger, The invention of tradition, Cambridge University Press, 2000, p. 4.
  394. Esta definición sería parafraseada por Arturo Jauretche de manera mucho más burlona y despectiva, describiendo a la compañía de boy scouts como: “Un Pelópidas vestido de chiquilín, rodeado de chiquilines vestidos de Pelópidas” y agregando –por si hiciera falta– “aclaro aquí que en la definición del boy scout se emplea otra expresión más corriente, pero he recurrido al héroe Tebano para ponerme en situación con un grupo político [refiriéndose a Praxis] tan de lengua muerta”. En efecto, la comparación surgía de su polémica con Silvio Frondizi, a quien –para caricaturizar su prédica entre la juventud universitaria– Jauretche lo mostraba como “conduciendo una compañía de boy scouts de la cual es teórico y conductor”. Jauretche, Arturo, “Otra vez: ‘los novios asépticos de la revolución’” [1960], en: Prosa de hacha y tiza, Buenos Aires, Juárez editor, 1969, p. 119.


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