La Escuela Normal de Paraná fue la primera institución normalista de nivel nacional fundada en el país por iniciativa del presidente Domingo F. Sarmiento. En octubre de 1869, el Congreso sancionó una ley de autorización al Poder Ejecutivo para presupuestar la creación de dos Escuelas Normales, una de ellas en Paraná. La propuesta fue aceptada y se programó su inauguración para junio de 1870, pero, a raíz de los problemas políticos que atravesaba la provincia, pudo ser abierta recién el 16 de agosto de 1871. De este modo, en agosto de 2021, se celebraron los 150 años de existencia de una Escuela que, en los primeros años, formó principalmente profesores varones (1871-1919), luego mayoritariamente maestras (1920-1969) y, desde 1970, estudiantes secundarios. En esta oportunidad, analizaremos su desarrollo entre los años 1871 y 1969.
Esta Escuela Normal, en varios aspectos, resultó pionera y tuvo un derrotero diferente a las demás. Nació con una Escuela de Aplicación (nivel primario) y un Curso Normal (nivel medio) y a lo largo de estos casi cien años, sufrió varias modificaciones en su estructura (Cuadro 1). Durante los primeros años el Curso Normal fue solo de varones y se expedía el título de profesor, con la posibilidad de recibirse de maestro. En 1877 se incorporaron las primeras mujeres, transformándose en una Normal mixta. Ese mismo año se sumaron algunas materias al plan de estudios y en 1887 se la nombró oficialmente “Escuela Normal mixta de Profesores”, siendo por varios años una de las tres que existían en el país. En 1884 fue la primera en tener un Jardín de Infantes y en 1886 un Profesorado en Jardín de Infantes, que fue cerrado en 1897. En 1919 se aprobó la creación de la Universidad Nacional del Litoral, en 1920 se eliminó el Curso de Profesorado, la Normal fue anexada a la Facultad de Ciencias Económicas y Educacionales y se abrió la inscripción para las nuevas carreras de profesorado en la Facultad. En el marco del primer golpe de Estado, la Facultad fue suprimida en 1931 y se creó una Escuela Normal Superior, que funcionó hasta 1933. El gobierno nacional decidió entonces trasladar las carreras de profesorado a un nuevo establecimiento: el Instituto Nacional del Profesorado Secundario. Desde 1933, la Escuela Normal estuvo anexa por un tiempo al Instituto y luego se independizó. Finalmente, en 1968, durante un gobierno dictatorial, se decidió por decreto terminar definitivamente con la formación de docentes en el nivel medio y pasarla al nivel terciario. A partir de 1970, la Normal comenzó a inscribir a los primeros bachilleres.
En la actualidad, contamos con investigaciones muy valiosas sobre la Normal de Paraná, que se han concentrado en el estudio de las primeras décadas (de Miguel, 1997; Pérez Campos, 2016; Kummer, 2011); y en la época en que pertenecía a la Facultad (Romero Vera, 1969; de Miguel, 1997; Ugalde, 2006; Kummer, 2006; Ossanna et. al., 2012; Román, 2014 y 2018; Ibarlucía, 2018; Motura y Vartorelli, 2019). Disponemos, además, de un conjunto de estudios elaborados por ex alumnos de Paraná que han abordado distintos aspectos (Figueroa, 1934; Bosch, 1955 y 1992; Montoya, 1957, 1962 y 1963; Mercante, 1961; Reula, 1971; Fernández Doux, 2021).
Sobre la base de estos trabajos, y en permanente diálogo con ellos, en este libro buscamos reconstruir la historia de esta Escuela Normal, haciendo foco en las gestiones de sus diecisiete directores (catorce varones y tres mujeres) en tanto miembros de una burocracia nacional (Cuadro 1). Distintas investigaciones han caracterizado la burocracia en los inicios del sistema educativo (Puiggrós, 1992; Tedesco, 1993; González Leandri, 2001; Lionetti, 2007; Salvatore, 2016); y se han preguntado sobre la definición de modelos y estilos burocráticos (Braslavsky, 1983; Tiramonti, 1989). Entre los altos funcionarios, se han visto a los inspectores nacionales (Dussel, 1995; Legarralde, 2008; Teobaldo, 2011; Lanzillotta, 2014; Billorou, 2016; Iglesias, 2018), pero se ha analizado bastante menos la figura del director de los establecimientos nacionales de nivel medio.
El escritor y ex inspector, Leopoldo Lugones, definió en su libro Didáctica de 1910 que el magisterio no era una profesión liberal, en tanto su rasgo distintivo era el de ser “una carrera esencialmente burocrática” cuya demanda dependía de las necesidades del Estado, “sin otra perspectiva posible”. Siguiendo esta definición de los propios actores, nos preguntamos en qué sentido nos sirve el clásico concepto de burocracia de Max Weber para pensar a los directores de nivel medio. Consideramos que esta noción nos permite identificar una serie de cuestiones acerca de su trabajo cotidiano, configurado por la normativa del Ministerio argentino. La definición típico-ideal weberiana de burocracia refiere a una persona que ha pasado las exigencias de una formación profesional, se inserta en una jerarquía administrativa con competencias minuciosamente fijadas y consigna toda la actividad administrativa en documentos escritos. Además, es retribuido en dinero con sueldos fijos, sabe que su trabajo exige que se consagre enteramente y sin reservas al cargo que ocupa, se atiene a órdenes por escrito, tiene ante sí una carrera, y está sometido a una rigurosa disciplina y vigilancia administrativa (Weber, 1992). Este modelo ideal, tiene, sin dudas, un valor heurístico innegable, al que deben agregarse algunas complejidades específicas de las agencias estatales de los países latinoamericanos. En Argentina, debido a la inestabilidad de los gobiernos y las crisis económicas recurrentes, los funcionarios suelen verse afectados en sus carreras a causa de cambios institucionales bruscos, que redefinen organigramas y funciones de una administración a otra -a veces del mismo signo político-, haciendo que sus puestos, sean relativamente inestables. Asimismo, los estudiosos de la burocracia indican que los funcionarios suelen ser designados por afinidades personales y/o políticas con el gobierno de turno, más que por sus credenciales y capacidades profesionales y, antes que actuar siguiendo normas estrictas, sus comportamientos suelen estar guiados por prejuicios personales, reglas no escritas y sobreentendidos (Soprano, 2007; Di Liscia y Soprano, 2017). En suma, en el transcurrir de sus gestiones, los directores de Paraná se iban formando, tanto en saberes y prácticas burocráticas específicas, como en las otras lógicas y prácticas propias de los contextos donde estaban inscriptos.
¿Y cómo se elegía a un alto funcionario de la burocracia educativa? De acuerdo a los sucesivos Reglamentos, que regían para todos los funcionarios del país, los directores eran designados por un decreto del Poder Ejecutivo Nacional, sin explicitar a propuesta de quién/es, aunque era habitual que tuviera la firma del presidente y el ministro de ese momento. Esta manera de realizar los nombramientos, que resultaba altamente discrecional, comenzó a cambiar lentamente con la sanción del Estatuto del Docente a partir de 1958, cuando se estableció que los directores debían asumir por concurso de títulos, antecedentes y oposición. Según las distintas épocas, se dispuso que debían tener el título de profesor normal y cierta antigüedad, y en otras, no hubo restricciones sobre la titulación. Los Reglamentos aprobados a comienzos del siglo XX, les prohibieron trabajar en otros establecimientos u ocupaciones. En términos salariales, nunca hubo diferencias entre los sueldos de varones y mujeres directores de las Normales y, en general, el Estado les proveía la vivienda, que podía estar dentro del mismo edificio o ser alquilada, por lo que se ahorraban ese importante gasto.
¿Y cuáles eran las tareas de un director? En los Reglamentos -redactados siempre con el género masculino-, se consignaba que el director de la Normal tenía a cargo la dirección de la enseñanza, disciplina y administración económica de la Escuela; debía cumplir con la aplicación de las leyes y decretos emanados del Ministerio; proponer ante la cartera los profesores y demás empleados superiores (vicedirector, secretario, regente y subregente de la primaria y director de Jardín); nombrar y remover a los empleados subalternos (celadores y personal de servicio); mantener al día los distintos formularios para elevar a la superioridad; vigilar asiduamente la asistencia de todos; suspender en caso grave, a cualquier profesor o empleado superior; organizar de manera frecuente reuniones con los profesores; disponer de los horarios, establecer el uso de las aulas y salones de todo el establecimiento; recordar siempre a los alumnos maestros los propósitos con que la Nación fundó las Escuelas Normales; y cultivar en los alumnos maestros el sentimiento de responsabilidad, el espíritu profesional y el amor a la docencia, entre otros.
Es decir, este funcionario se distinguía de los otros directores de nivel medio porque debía atender, además, el nivel primario y el nivel inicial, aunque hasta los años de 1940, solo unas pocas Normales tuvieron Jardines de Infantes (Rodríguez, 2020). La singularidad de la Normal de Paraná fue que, durante las primeras décadas, tuvo una estructura más grande todavía y el director tenía a su cargo el Jardín de Infantes, la Escuela de Aplicación (con seis grados, a veces desdoblados), el curso de magisterio (de tres o cuatro años de duración, según las épocas) y el Curso de Profesorado (que le seguía al magisterio y tuvo un año, dos y hasta tres años de duración). Por consiguiente, todo el personal directivo y los maestros y profesores de estas cuatro dependencias, se encontraba bajo su entera responsabilidad.
En este libro nos ocuparemos también, de la dimensión social del Estado (Soprano, 2007; Di Liscia y Soprano, 2017) en tanto prestaremos especial atención a la relación de los directores con los estudiantes y la comunidad en general. Dentro de esta perspectiva, nos preguntamos acerca de la cuestión de género, que atravesó toda la historia del normalismo. Lugones opinaba, en el mencionado libro Didáctica, que las maestras estaban “naturalmente” preparadas por su condición de “madres”, para darles clases a los niños pequeños y aquello era muy positivo. Sin embargo, creía que el Estado debía prohibirles que se ocuparan de los varones de cuarto grado en adelante, ya que se caía en el peligro de que se “feminizaran”. Consideraba además, que las mujeres eran incapaces de ejercer cargos directivos y de inspección, porque se comportaban de manera “impulsiva”, se encontraban “subordinadas a los dogmas confesionales” e intelectualmente estaban en un estado de “semi-infancia” perpetuo (Lugones, 1910). Como apuntamos en otro trabajo (Rodríguez, 2021), hubo, en los comienzos del normalismo, una idea bastante generalizada que los hombres y las mujeres debían ocupar determinados lugares en los establecimientos y en la burocracia en general. Es sabido que las profesiones no son neutrales respecto del género de quienes las encarnan y que en el proceso de construcción social de la identidad femenina, fue central la condición biológica de madre y esto tuvo implicancias directas para las mujeres que quisieron estudiar y/o insertarse en el mercado laboral (Martín, Queirolo y Ramacciotti, 2019; Domínguez Mon y Lozano, 2019). En alusión al magisterio, distintos analistas han ilustrado en qué sentido ha sido considerada una actividad propia de mujeres (Yannoulas, 1997; Morgade, 1997; Alliaud, 2007; Lionetti, 2007; Fiorucci, 2016; Caldo, 2018; Cammarota, 2020), pero se ha puesto menos atención en el rol que se les asignó a los varones dentro de la profesión.
Teniendo en cuenta todo lo dicho hasta aquí, abordaremos el tema que nos ocupa partiendo de tres grandes supuestos. En primer lugar, que las gestiones de los funcionarios deben comprenderse atendiendo a ciertos rasgos personales y de sus trayectorias, como su condición de género, las instituciones donde estudiaron, la titulación adquirida, la experiencia previa obtenida al momento de ser designados, la cantidad de años que se mantuvieron en sus puestos y la causa de sus alejamientos. En segundo lugar, creemos que es preciso hacer foco en las principales medidas que debieron aplicar; los recursos materiales asignados desde el nivel central para su implementación; las nociones que tenían estos funcionarios acerca de la profesión docente y el contexto más general en el que les tocó actuar. En tercer término, consideramos importante identificar las actitudes y comportamientos asumidos por los directores frente a, por un lado, las políticas diseñadas por los ministros, y por el otro, las demandas de los distintos grupos de profesores, alumnos, padres y de la sociedad en general. En este sentido, los directores estuvieron lejos de ser figuras pasivas que se limitaban a aplicar medidas, y en ocasiones, no dudaron en criticar públicamente las propuestas que se hacían desde el Ministerio, al tiempo que intentaban conciliar y responder a las múltiples situaciones que se generaban dentro y fuera de la Escuela.
A lo largo de este trabajo, plantearemos tres hipótesis generales y otras específicas vinculadas entre sí. En la primera, mostraremos que las gestiones de los directores pueden dividirse en dos grandes etapas, separadas por el propósito que los ministros le asignaron a la Escuela y la denominación que le dieron: de 1871 a 1919, los siete directores gestionaron un establecimiento donde se priorizó la titulación de profesores y llevó por nombre: Escuela Normal mixta de Profesores. Durante la segunda etapa (1920-1969), las autoridades decidieron eliminar el Curso de Profesorado y formar exclusivamente maestros. Resultado de este cambio, los siete directores y tres directoras estuvieron al frente de la rebautizada: Escuela Normal mixta de Maestros.
En segundo término, revelaremos que, en cada una de las etapas, los directores debieron atender a dos tipos diferentes de alumnos maestros. En la primera, predominó un alumno – varón y mujer- oriundo de otra ciudad, que gozaba de una beca y estaba presuroso de recibirse para trabajar y/o volver a su localidad de origen. En la segunda etapa, este alumno maestro -de ambos sexos- ya no tenía beca, era mayoritariamente de Paraná, vivía con sus padres, y comenzó a reconocerse como estudiante e integrante de un movimiento colectivo. Este cambio fue paulatino, respondió a varias causas y se hizo visible durante las primeras huelgas que protagonizaron en 1918 y en las que se organizaron después (1919, 1920, 1949, 1955 y 1958). El problema fue que, tanto los directores como los sucesivos Reglamentos, tardaron en aggiornarse a esta nueva realidad.
En tercer lugar, indicaremos que, dada la importancia que tenía esta Normal en el escenario argentino, buena parte de los acontecimientos más importantes que se sucedieron a nivel nacional, repercutieron directamente en la Escuela y sus directores.
Más específicamente y en relación con la primera etapa (1871-1919), mencionaremos que el objetivo principal de las autoridades fue el de formar a profesores varones para que conformaran una élite destinada a ocupar los más altos cargos de la burocracia educativa nacional, mientras esperaban que ellas se formaran como maestras y/o profesoras de Jardín de Infantes y trabajaran en las escuelas primarias y Jardines. Si bien las mujeres que se titularon de profesoras fueron mucho menos que los varones, algunas lograron ocupar importantes puestos, configurando, a su vez, una novedosa élite profesional femenina. Acerca de las trayectorias de los directores, revelaremos que no hubo mujeres designadas, los dos primeros fueron extranjeros, y los que siguieron, resultaron argentinos egresados de Paraná, casi todos vicedirectores al momento de asumir. En estos años se destacó una gestión, que resultó la más estable de toda la historia de la Normal, mientras que el resto se alejó del cargo por distintos motivos, resultando la dirección de Paraná, un puesto más de sus largas y variadas carreras. Dentro de estos años, veremos que pueden distinguirse, a su vez, dos ciclos (1871-1890 y 1891-1919). En el primero, observaremos que, gracias a una amplia cobertura de becas dirigidas a los varones, ellos fueron más que las mujeres (que casi no recibieron becas) y eran, en su mayoría, oriundos de otras provincias. En 1891 se abrió un nuevo ciclo cuando el ministro de ese momento decidió eliminar las becas para varones y esto modificó la composición de la matrícula del curso de magisterio en dos sentidos: a partir de 1892 comenzó un lento pero sostenido proceso de feminización de los inscriptos y egresados, y se inició el descenso paulatino del número de inscriptos de otros distritos.
En referencia a los acontecimientos nacionales que impactaron en la Escuela, uno de ellos fue el debate que se originó en Capital Federal en 1915, alrededor de una novela sobre el normalismo y que derivó en un enfrentamiento entre el director de la Normal de Paraná y el obispo local; y el otro, fue el proceso conocido como la Reforma Universitaria de 1918, originado en Córdoba, que produjo las primeras grandes manifestaciones estudiantiles en la capital entrerriana.
En la segunda etapa (1920-1969) se formaron solo maestros, aunque egresó una amplia mayoría de maestras, en un período caracterizado por modificaciones institucionales, innovaciones pedagógicas, problemas presupuestarios, escasez de aulas y una matrícula que se hacía año a año más masiva. En relación con las trayectorias de los diez directores, mostraremos que los ministros del peronismo nombraron a las primeras mujeres del período; los otros directores eran egresados de Paraná –a excepción de dos- y profesores o vicedirectores cuando fueron designados. El director Cejas fue el primero que concursó su cargo en el marco del recientemente creado Estatuto del Docente. Acerca de su estabilidad, indicaremos que tres de ellos fueron sancionados y apartados de sus cargos por decisión ministerial, dos gozaron de los mandatos más estables, y los demás permanecieron por un breve tiempo.
Por otra parte, veremos que las gestiones de los directores de Paraná, se vieron afectadas por las repercusiones locales que tuvieron las disputas alrededor de los radicales personalistas y antipersonalistas en los años de 1920, el avance del nacionalismo antisemita en la década de 1930, los enfrentamientos entre peronistas y antiperonistas de los años de 1940 y 1950, y las luchas conocidas como “laica o libre” de fines de la década de 1950.
Cuadro 1. Directores, vicedirectores y principales políticas aplicadas en la Escuela Normal de Paraná (1871-1969)
Período | Director | Vicedirector | Principales políticas aplicadas |
1871-1876 | George Stearns | George L. Roberts | 1871 abre sus puertas. Se le dice, informalmente, “Facultad Normal” o “Escuela Superior” Nace con un Curso Normal para varones de cuatro años de duración, que otorgaba el título de profesor, y eventualmente, de maestro |
1876-1885 | José María Torres | Tomás Milicua (1878-1883) Gustavo Ferrary (1883-1885) | 1877 se hace mixta. Se incorporan algunas materias al plan de estudios original |
1885-1889 | Gustavo Ferrary | Alejandro Carbó | 1884 se crea el primer Jardín de Infantes normalista del país 1886 se funda el primer Profesorado de Jardín de Infantes 1887 se la nombra Escuela Normal mixta de Profesores |
1889-1892 | Alejandro Carbó | s/d | |
1892-1894 | José María Torres | Leopoldo Herrera | |
1894-1901 | Leopoldo Herrera | Víctor Dupuy | 1897 se cierra el Profesorado de Jardín de Infantes |
1901-1904 | Víctor Dupuy | s/d | |
1904-1907 | Leopoldo Herrera | Víctor Dupuy | |
1907-1924 | Maximio Victoria | Juan B. Perini (1907-1921) Demetrio Méndez (1921-1924) | 1919 se crea la Universidad Nacional del Litoral 1920 se organiza la Facultad de Ciencias Económicas y Educacionales y se cierra el Curso de Profesorado de la Normal 1920 pasa a ser Escuela Normal mixta de Maestros y desde 1922, se anexa a la Facultad |
1924-1929 | Filiberto Reula | Roberto Escobar | |
1929-1930 | Hugo Calzetti | Roberto Escobar | |
1930-1931 | Roberto Escobar | s/d | |
1931 | Maximio Victoria | Roberto Escobar | 1931 se cierra la Facultad y se crea la Escuela Normal Superior |
1931-1932 | Roberto Escobar | Gabriel F. Echenique | |
1932-1946 | Gabriel F. Echenique | Sin vicedirector | 1933 se cierra la Normal Superior y se abre el Instituto Nacional del Profesorado Secundario con la Normal anexa |
1946-1949 | Domingo Funes Guesalaga | s/d | |
1949-1955 | Laura R. Santa María | Lilia E. Morales | 1949 se separa la Normal del Instituto del Profesorado |
1955-1955 | Lilia E. Morales | s/d | |
1956-1957 | Armando Brasesco | Damiana Beade | |
1957-1968 | Carlos Salomón Cejas | Josefina Madrid de Arroyo | 1968 se decreta la eliminación del ciclo de magisterio |
1969 | Josefina Madrid de Arroyo |
Fuente: elaboración propia en base a Memorias (1870-1969). La expresión “s/d” significa sin datos, es decir, desconocemos si los vicedirectores fueron o no designados. La mayoría de estos directores fueron titulares, solo una minoría resultó interino. Además de las personas incluidas en el cuadro, en determinados momentos se hicieron cargo de la dirección de manera provisoria y solo por unos días o pocos meses, otros funcionarios. Por ejemplo, antes de que asumiera Funes Guesalaga estuvo el secretario Ezequiel Yaconcik; previamente a Lilia Morales ocuparon la dirección los inspectores Aníbal Chizzini Melo y José Luis Martín Posse; y luego de Morales, se hizo cargo el jefe de preceptores Pedro José Mario Beades.
Fuentes, estructura del libro y agradecimientos
Para elaborar este libro, hemos accedido a una serie de documentos oficiales que fueron confeccionados por los directores y sus colaboradores, como parte de su trabajo burocrático. Hemos consultado las Memorias, los “Informes de Regencia”, los Libros Copiadores (correspondencia remitida, recibida y común), Libros de Profesores Graduados, y otro tipo de materiales, ubicados en el Archivo Histórico de la Escuela Normal de Paraná (AHEN), el Archivo General de Entre Ríos (AGER), el Museo Histórico de Entre Ríos “Martiniano Leguizamón” (MHER) y la Biblioteca Provincial de Entre Ríos (BIPER). A este conjunto, le sumamos la revisión de dos diarios locales, fundados en la década de 1910, El Diario y La Acción, que publicaban numerosas noticias sobre la Escuela Normal, lo que daba cuenta de la importancia que tenía el establecimiento en la vida de la ciudad. Sus dueños y periodistas eran referentes de los partidos políticos nacionales o representantes del Obispado y opinaban activamente sobre todo lo que ocurría con los directores de la Escuela.
Respecto a la redacción, optamos por utilizar el género masculino para evitar sobrecargar la escritura -especialmente en este caso, que se trata de una Escuela mixta- en el entendido que comprende siempre a hombres y mujeres, salvo que se indique lo contrario. Este libro contiene siete capítulos y las reflexiones finales. Los tres primeros corresponden a la primera etapa, cuando se denominaba Escuela Normal mixta de Profesores, y los cuatro capítulos siguientes, se refieren a la época en que pasó a ser una Escuela Normal mixta de Maestros. En el primer capítulo, analizamos los comienzos de la Escuela Normal, siguiendo las gestiones de los primeros directores (Stearns, Torres y Gustavo Ferrary); resumimos el contenido de la normativa que se fue aprobando; hablamos de las primeras alumnas mujeres, las maestras norteamericanas y la creación del Jardín de Infantes; y acerca de la fundación del Profesorado de Jardín y la introducción de las materias “femeninas” al currículum. En el segundo capítulo estudiamos, dentro de las gestiones de los directores Carbó, Torres, Herrera y Dupuy (1889 a 1907), las consecuencias que trajo la eliminación de las becas para varones en 1891, el cierre que se produjo del Profesorado de Jardín y los destinos que tuvieron los primeros egresados. El tercer capítulo transcurre durante la gestión de un solo director, Victoria, (1907-1919), donde reseñamos el balance general que hizo en el marco del Centenario; y qué actitud asumió ante tres situaciones: cuando se hicieron los primeros planteos de anexar la Normal a una Universidad; ante las graves acusaciones que hizo el obispo local en 1915; y frente a los estudiantes que participaron de las huelgas que se produjeron en el marco de la Reforma Universitaria de Córdoba, entre 1918 y 1919. En el cuarto capítulo (1920-1933), presentamos cómo se posicionaron los directores (Victoria, Reula, Calzetti, Victoria y Escobar) y demás actores, ante la fundación y clausura de la Facultad, las movilizaciones estudiantiles, el nuevo Reglamento, la creación y el cierre de la Normal Superior y la apertura del Instituto del Profesorado. El capítulo quinto plantea, por un lado, lo sucedido durante el año 1931, cuando se desarrolló una importante experiencia de Escuela Nueva en la primaria siendo Escobar el director, y por el otro, observa a su sucesor Echenique (1932-1946), que continuó con estos ensayos, y en simultáneo, debió lidiar con una serie de problemas en el curso de magisterio originados por la presencia en Paraná, de cierto referente del nacionalismo antisemita. En el sexto capítulo hablamos de lo ocurrido en los años del gobierno peronista (1946-1955), bajo la dirección de Funes Guesalaga y las disputas que se iniciaron entre “rosistas” y “sarmientistas”; y de las gestiones de las primeras mujeres designadas (Santa María y Morales), caracterizadas por la cuestión religiosa. En el séptimo (1955-1969), mencionamos cómo fue el proceso de “desperonización” en la Escuela bajo la dirección de Brasesco, de qué manera se involucraron los estudiantes normalistas en las manifestaciones de la “laica o libre” y relatamos lo sucedido durante la gestión del director Cejas y su sucesora Arroyo.
Por último, no quisiéramos dejar de reconocer que esta investigación ha sido posible gracias a las condiciones y el financiamiento que obtuvimos en el marco del Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) denominado “Profesionales de Estado. Un análisis comparado de burocracias estatales en el siglo XX”. Queremos agradecer además, a quienes, antes y durante la pandemia del COVID-19, nos facilitaron distintos materiales: a Liliana González y Verónica Piedrabuena de la Escuela Normal de Paraná, a Nancy Schorder del Museo Histórico “Martiniano Leguizamón”, a Ángel Puebla de la Biblioteca General de Entre Ríos y al personal del Archivo General de Entre Ríos: Gilda Panoso, Milagros Rodríguez, Josefina Lescano y especialmente a Dana Hereñú y al director Damián Capdevila por permitirnos consultar los archivos y ayudarnos con la digitalización del material. Asimismo, agradecemos a los integrantes del PICT y colegas que han leído y comentado partes de este libro: Alejo Levoratti, Antonela Centanni, Asunción Iglesias, Bernardo Carrizo, Darío Velázquez, Germán Soprano, José Bustamante Vismara, Juan Cruz Giménez, Luciana Garatte, Maximiliano Camarda, Nerina Visacovsky y Pamela Reisin.
Finalmente, este libro está dedicado a nuestras hijas Carla y Paula, egresadas del nivel primario de la Escuela Normal Nº 1 de La Plata y Amélie, alumna de la Escuela Normal de Paraná.
Reseña del libro Historia de la Escuela Normal de Paraná (1871-1969) publicada en la revista Indicios (UBA):
http://revistas.filo.uba.ar/index.php/indicios/article/view/3963/2654