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7 Tensiones y contradicciones entre el discurso y la práctica de los intelectuales de la pedagogía crítica en el ámbito universitario

Florencia Arpone y Aldana Cerdeira

Introducción

“Enseñar no es transferir conocimiento,

sino crear las posibilidades

para su propia producción o construcción”

Paulo Freire.

 

Este articulo es el resultado de indagaciones preliminares en el marco de un proyecto de investigación en el cual nos proponemos analizar las tensiones y contradicciones entre el discurso diverso, original y propio que promete la Universidad y la práctica de los docentes, desde la perspectiva de los estudiantes de la Licenciatura de Trabajo Social, de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata.

Considerando la situación actual que atraviesa Argentina en los ámbitos económicos, políticos, sociales y culturales caracterizada por muchos intelectuales como la grieta y la escasa investigación sobre la temática, creemos pertinente problematizar en el ámbito universitario la libertad de expresión.

Los propósitos de este estudio, basado en la pedagogía crítica, son entender y describir las tensiones y contradicciones entre el discurso y la práctica de los intelectuales en el ámbito universitario y transformar la realidad aportando al conocimiento de las prácticas educativas en la carrera Licenciatura en Trabajo Social (FTS, UNLP).

Decidimos realizar nuestro proyecto de investigación tomando como unidad de análisis nuestra propia formación en la licenciatura en trabajo social de la Facultad de Trabajo Social (FTS), de la Universidad Nacional de La Plata ya que como estudiantes leemos, escuchamos y aprendemos que la Universidad es un espacio que promueve la cientificidad, el pensamiento crítico, el debate en democracia y la aceptación y respeto de diversas ideologías. Debe ser, de acuerdo al Proyecto Institucional de la UNLP (2018-2022), un lugar que se aleje del pensamiento único e impulse el pensamiento diverso, original y propio, tolerando inquietudes, rechazos y esperanzas en el marco de la expresión y el debate democrático, ya que el pensamiento diferente siempre es más que el silencio homogéneo e indiferente.

Los fundamentos de la UNLP se encuentran en la pedagogía crítica surgida a mitad del Siglo XX. La misma nació en oposición a la pedagogía tradicional, la pedagogía liberal y la pedagogía funcionalista. Para Gantiva Silva (2002), la pedagogía crítica, se opone a la producción de un pensamiento único y edifica un paradigma alternativo, situado, atravesado por la lucha política y cultural reafirmando la horizontalidad en el saber y conocimiento en las prácticas pedagógicas, la enseñanza, los currículos y la vida estudiantil.

Los educadores críticos afirman que el conocimiento debe ayudar a crear las condiciones para la autodeterminación del estudiante en sociedad. Siendo los profesores quienes les habiliten a los estudiantes la capacidad de apropiarse críticamente del conocimiento para ampliar la comprensión de sí mismos, del mundo y de las posibilidades para transformar los supuestos dados por válidos.

En este contexto, consideramos a los profesores como intelectuales ya que comparten y producen conocimiento. Siguiendo a Álvarez (2017), el papel que éstos cumplen es fundamental porque las ideas y las creencias distribuidas, en las universidades a través de los discursos, no son simplemente palabras sino un motor para el cambio social e institucional.

Tomando la concepción de Foucault, en Kenway, J. (1994), en relación al discurso, creemos que el mismo consiste en establecer un liderazgo moral e intelectual a través del cual tiene lugar la reproducción social del significado y de la subjetividad, que mantienen las relaciones de poder y que fija significados y representaciones. Por lo tanto, las prácticas discursivas fijan los límites de lo decible y lo posible, constituyendo al discurso como un ejercicio del poder que controla y limita lo que puede decirse, inclusive el derecho a hablar.

De modo que, el discurso señala la relación entre poder y saber, pues el saber no se considera neutro, puro, verdadero o falso en sí mismo, el discurso adquiere y asigna el poder y el control con un marco de referencia ideológica. En otras palabras, las prácticas discursivas median en nuestra manera de pensar y en cómo vivimos como sujetos conscientes; moldean nuestras subjetividades, nuestras formas de comprender al mundo, porque los significados los otorgan el lenguaje y el discurso.

Por lo tanto, el intelectual tiene la capacidad de, a través del discurso, valorar saberes de forma positiva o negativa; decidir imponer al estudiante un pensamiento conforme a su subjetividad, manipulando las mentes al cerrar las puertas del conocimiento o proveer una variedad de información para que este construya un pensamiento diverso, original y propio.

Creemos que en la actualidad en la FTS de la UNLP el posicionamiento ético-político de los distintos intelectuales pone en cuestionamiento, a través de sus prácticas, lo propuesto por el Proyecto Institucional. A partir de esto nos preguntamos: ¿Qué relación existe entre la pedagogía crítica que asume la UNLP y el discurso de los docentes de la FTS, desde la perspectiva de los estudiantes? ¿Cómo perciben los estudiantes la relación con los docentes en términos teóricos? ¿Cuáles son los lineamientos ideológicos que atraviesan los currículos a los que acceden los estudiantes? ¿Cómo se manifiestan en el discurso los posicionamientos políticos de los intelectuales? ¿Cuáles son las dificultades que tienen los estudiantes para expresarse?

Proyecto Institucional UNLP 2018-2022

El Proyecto Institucional de la Universidad Nacional de la Plata, planteado para el periodo 2018-2022, define a la misma como:

“un espacio para tener ideas y discutirlas, alejada del pensamiento único, promotora del pensamiento diverso, original y propio; caracterizada por estar llena de inquietudes, rechazos, audacias, escrúpulos y esperanzas que custodian el comportamiento ético, transparente, republicano y democrático de sus miembros.” (p. 3)

Y añade:

“Este modelo inclusivo comprende brindar los conocimientos específicos para concebir al mejor profesional, pero también generar el ambiente imprescindible para contribuir fuertemente a dotarlo de los valores fundamentales para consolidarlo como el mejor ciudadano, pleno de solidaridad, consciente de su responsabilidad para los que menos tienen, tolerante hasta la exageración, sabiendo que el debate, el pensamiento diferente y las culturas generacionales siempre son más que el silencio homogéneo e indiferente, que la democracia es un bien indispensable para poder alcanzar los objetivos más preciados, que costó mucho alcanzarla y sostenerla y que no es una condición natural inextinguible si no se la protege” (p. 3)

La universidad es pensada, entonces, como el espacio que crea conocimiento, que debate y cuestiona ideas en un ambiente de democracia y respeto, prometiéndole a los estudiantes generar en ellos pensamientos diversos y nuevos.

Entendemos a las universidades, a partir de las características que Giroux (1997) le proporciona a las escuelas, como espacios donde se representan formas de conocimiento, usos lingüísticos, relaciones sociales y valores que implican selecciones y exclusiones particulares a partir de la cultura general, por lo tanto son indisociables de los temas de poder y control. Siendo que las universidades no son neutrales, son esferas que introducen y legitiman formas particulares de entender la vida social, expresan la lucha sobre qué forma de autoridad, tipo de conocimientos, regulación moral e interpretaciones del pasado y del futuro deberían ser legitimadas y transmitidas a los estudiantes; son lugares en los que los profesores toman posiciones políticas a la hora de transmitir los conocimientos.

Por consiguiente, podemos conectar sus principios con los de la pedagogía crítica que, para Gantiva Silva (2002:2), posee “un horizonte abierto y plural (que) dista tajantemente de las pretensiones del pensamiento único; edifica un paradigma alternativo, asentado en la historia, la lucha política y la cultura, y reafirma el discurso del poder en la internalidad de las escuelas en el horizonte de saber y conocimiento (…) en las prácticas pedagógicas, la enseñanza, los currículos y la vida escolar”. Por esto mismo, vinculamos la propuesta institucional de la UNLP a los fundamentos de la pedagogía crítica.

¿Pedagogía Crítica o Educación Bancaria?

Entendemos la pedagogía, desde McLaren (2005), como la integración en la práctica del contenido y el diseño curricular particular, las estrategias y técnicas del salón de clase y la evaluación, los propósitos y métodos. Aspectos que se reúnen en la realidad que transcurre en el salón de clases y que reflejan cómo en su trabajo el maestro especifica una versión particular de qué conocimiento es válido y cómo transmitirlo. Es así que, en el ambiente de salón de clases, el discurso educativo determina los libros y enfoques que se usarán y los valores y creencias que se transmitirán.

Paulo Freire (1972) postula la necesidad de una educación libertadora, problematizadora, en oposición a una educación bancaria, postulando una Pedagogía del Oprimido que libera al oprimido y al opresor: educador – educando de la dominación.

Para comprender su teoría será necesario comenzar caracterizando la educación bancaria, a la cual critica. La misma es descrita en una relación dominante, jerarquizada y lineal entre el educador y el educando. En dicho vínculo, el relato del educador orienta a los educandos a la memorización mecánica del contenido narrado, transformándolos en recipientes que deben ser llenados por quien enseña. Cuanto más se dejen llenar pasivamente, tanto mejor educandos serán. De modo que, la educación se termina transformando en un acto de depositar siendo los educandos los depósitos y el educador quien deposita. Tal es la concepción bancaria:

  1. “el educador es siempre quien educa; el educando el que es educado.
  2. el educador es quien sabe; los educandos quienes no saben.
  3. el educador es quien piensa, el sujeto del proceso; los educandos son los objetos pensados.
  4. el educador es quien habla; los educandos quienes escuchan dócilmente.
  5. el educador es quien disciplina; los educandos los disciplinados.
  6. el educador es quien opta y prescribe su opción; los educandos quienes siguen la prescripción.
  7. el educador es quien actúa; los educandos son aquellos que tienen la ilusión de que actúan, en la actualidad del educador.
  8. el educador es quien escoge el contenido programático; los educandos, a quienes jamás se escucha, se acomodan a él.
  9. el educador identifica la autoridad del saber con su autoridad funcional, la que opone antagónicamente a la libertad de los educandos. Son estos quienes deben adaptarse a las determinaciones de aquel.
  10. finalmente, el educador es el sujeto del proceso; los educandos, meros objetos.” (p. 53)

La perspectiva bancaria de la educación minimiza o anula el poder creador de los educandos, alentando la ingenuidad y no la criticidad. Uno de sus objetivos fundamentales es dificultar el pensamiento auténtico. Su ánimo es el de controlar el pensamiento y la acción de los hombres, lo cual obstruye la actuación de los hombres como pensantes y los frustra en tanto seres de acción.

Para el autor existe otra pedagogía, otro tipo de educación, y es a la que denomina educación libertadora o problematizadora pero aclara que si se pretende la liberación de los hombres no se debe continuar con el proceso alienante en tanto se comprenda a los mismos como depósitos, vasijas.

La educación problematizadora, por el contrario, no busca depositar, transferir o transmitir conocimientos y valores a los educandos, sino que los concibe como seres capaces de conocer. Por ello, afirma la importancia de la dialogicidad ya que “ya nadie educa a nadie, así como tampoco nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión, y el mundo es el mediador” (p. 61). La relación no es más jerárquica y lineal educador-educando sino que es dialéctica y horizontal educador-educando con educando-educador. Para esta pedagogía, la verdadera educación se logra en el diálogo, que implica el pensar crítico.

Comprendiendo el papel que desempeñan en nuestra vida política y cultural las escuelas y las universidades, en la última década, retomando a McLaren (2005), los teóricos de la educación crítica (paralelismo con educación problematizadora) han comenzado a desafiar a las instituciones como una empresa política y cultural, no sólo como un espacio instruccional, también como una arena cultural donde la heterogeneidad de formas sociales e ideológicas suelen enfrentarse en una lucha constante por la dominación. Por eso, sostienen que es fundamental que los maestros reconozcan ese papel que asume la institución al unir el conocimiento con el poder y puedan aprovecharlo para el desarrollo de ciudadanos críticos y activos; los teóricos críticos problematizan la relación escuela – sociedad, desmantelando el supuesto dominante de que ofrece igualdad de oportunidades, acceso a la democracia igualitaria y al pensamiento crítico, rechazan la idea de que la escuela constituye un proceso apolítico y no axiológico.

Desde la pedagogía crítica, dice el autor, se propone utilizar las formas de aprendizaje y acción emprendidas en solidaridad con los grupos subordinados y marginados para hacerle frente a la reproducción de valores y privilegios de las élites, además de cuestionar los presupuestos educativos.

Discurso del intelectual

Giroux (1997) aporta una categoría que nos invita a reflexionar, esto es, los docentes como intelectuales transformadores. Pasaremos a destacar diversos puntos de vista. En primer lugar, nos permite pensar el trabajo de los docentes como una tarea intelectual, en contraste a una definición puramente instrumental o tecnicista en la que este aplica currículos. En segundo lugar, esclarece las condiciones ideológicas y prácticas necesarias para que los docentes actúen como intelectuales. Por último, clarifica el papel de los profesores en la producción y legitimación de diversos intereses políticos, económicos y sociales a través de las pedagogías que ellos mismos utilizan.

Es a través del discurso que se inscriben las relaciones de poder, los cuales están conformados por lo que Foucault, en McLaren (2005), llama prácticas discursivas, es decir las reglas anónimas que, en un espacio y tiempo determinado, gobiernan lo que puede ser dicho y lo que debe permanecer callado, quién puede hablar con autoridad y quién debe escuchar. Estas reglas están incorporadas, entre otras cosas, en las instituciones, en formas de transmisión y difusión y en formas pedagógicas que, al mismo tiempo, las imponen y reproducen. Por eso podemos pensar que los profesores como intelectuales se observan en función de los intereses ideológicos y políticos que estructuran su discurso, la dinámica de las relaciones sociales en el aula y los valores que ellos mismos legitiman en su enseñanza.

A través de su ideología, los profesores producen y representan ideas, valores y creencias y determinan la forma en que se expresan y son vividas; son los marcos de pensamientos utilizados para explicar, imaginar, otorgar sentido o dar significado al mundo social y político y, si bien sin ellos no hay forma de darle sentido al mundo que nos rodea, estructuran inevitablemente nuestras percepciones en una dirección particular. De modo que, “si los profesores han de educar a los estudiantes para ser ciudadanos activos y críticos, deberían convertirse ellos mismos en intelectuales transformativos” (Giroux 1997:65). Es decir, servirse de una pedagogía que represente intereses políticos liberadores, que trate a los estudiantes como sujetos críticos, que problematice el conocimiento e invoque el diálogo crítico. Lo cual sugiere que los docentes concedan a los estudiantes voz en sus experiencias de aprendizaje.

Consideraciones finales

Para concluir este artículo, es necesario considerar la condición de proyecto de investigación que presenta, actualmente, la temática que nos interesa.

A partir de la caracterización del Proyecto Institucional de la Universidad Nacional de La Plata,  la pedagogía crítica en oposición a la educación bancaria y la consideración fundamental del docente o profesor como un intelectual que condiciona con su discurso, es que creemos que en la actualidad en la FTS de la UNLP el posicionamiento ético-político de los distintos intelectuales pone en cuestionamiento, a través de sus prácticas, la promoción de un pensamiento diverso, original y propio para los estudiantes.

Por eso creemos que “si los profesores han de educar a los estudiantes para ser ciudadanos activos y críticos, deberían convertirse ellos mismos en intelectuales transformativos” (Giroux 1997:65). Es decir, deberían servirse de una pedagogía que represente intereses políticos liberadores, que trate a los estudiantes como sujetos críticos, que problematice el conocimiento e invoque el diálogo crítico. Lo cual sugiere que los docentes concedan a los estudiantes voz en sus experiencias de aprendizaje.

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