Dra. Lourdes Farías y Dra. Soledad Veiga
No escuchas, ¿Verdad? Simplemente haces las mismas preguntas todas las semanas. “¿Cómo está tu trabajo?” “¿Tienes pensamientos negativos?” Todo lo que tengo son pensamientos negativos.
Arthur Fleck. “Joker” (2019)
Este tercer número de la Revista Horizontes en Intervenciones Sociales vuelve a ser un desafío que enfrenta a los y las profesionales de las ciencias sociales con lo más contradictorio de nuestras profesiones, nuestra formación y nuestras prácticas profesionales: nos encontramos frente al desafío de ver, mirar, escuchar y oír.
La realidad vuelve día a día más complejas nuestras intervenciones: los Estados de la región Latinoamericana presentan estructuras frágiles, las políticas públicas se desmantelan con la reducción del gasto público a la vez que la pobreza aumenta y se reproduce sumiendo en lo más profundo a enormes sectores de las poblaciones trabajadoras, pueblos originarios y habitantes de las periferias. Allí es donde intervenimos, en esos entornos debemos pensar “qué hacer”, “cómo hacerlo” y “con qué”.
Los recursos económicos son pocos, los simbólicos se encuentran deteriorados y fragmentados, los lazos resquebrajados y allí, la miseria y el deterioro ganan terreno a pasos agigantados, mientras todos los días nos enfrentamos con el desafío de pensar cómo abordar tantas dificultades.
Entonces pensamos en tácticas operativas en perspectivas de derechos, en estrategias metodológicas que recuperen las necesidades de los sujetos, incluso peleamos por políticas públicas inclusivas y universales a la vez que intervenimos en el nivel microsocial, en el caso a caso, resolviendo conflictos pequeños y puntuales que no cambian ni más ni menos que el mundo de un sujeto o un grupo de estos a lo sumo, y allí avanzamos de lo micro a lo macro, sin prisa, sin pausa, sin escalas, sin descanso pero también a veces, bajando los brazos, hastiados por el fracaso, cansados de ser vencidos, rotos por el dolor de los que nos rodean que se transforma en el nuestro.
Hay días que bajamos los brazos porque necesitamos respirar, volver a sentir nuestro cuerpo que a veces se vuelve insensible ante el dolor ajeno que se nos hace carne y sangre propia.
Entonces nos damos permiso para rompernos un poco, para dejarnos desparramar por el piso y allí un colectivo nos viene a salvar.
Es el colectivo que conforman los que están en la misma pelea que nos encontramos nosotros, el que nos rearma, el que nos levanta para poder pensar.
Son tiempos duros, penumbrosos, oscuros, de dolor. Pero estamos todos y todas peleándole al desamparo y a la tragedia de la indiferencia. Los que no somos indiferentes, los que todavía podemos mirar con intensión, además de ver y escuchar con dirección además de oír, tenemos los recursos para enfrentar la contienda.
Nuestra batalla está en las trincheras de los barrios relegados, en las cárceles despiadadas y tristes, en las escuelas rotas y desamparadas, en la academia crítica que no se cansa de mostrar y denunciar a gritos las cosas que pasan y el dolor que producen el desamparo y el abandono.
No decimos nada nuevo si afirmamos que vivimos en épocas de invisibilidad. Y la invisibilización genera sufrimiento. El apabullante aumento de lo que Bauman denomina “residuos humanos”, conformado por las “poblaciones superfluas” que aunque cada vez más difíciles de ocultar en la lógica globalizada del desarrollo mundial, resultan cada vez más invisibles asemejándose en su lógica a aquel acertijo infantil que nos plantea el interrogante de ¿Cómo esconder un elefante en una plaza? Y que tiene por respuesta que el único modo es llenando esa plaza de elefantes para lograr su invisibilidad, nos para frente a la urgencia de re-pensar las intervenciones.
El éxito de la invisibilidad del sufrimiento, se encuentra en su misma masificación que a su vez le da el carácter de social y requiere ser desentrañado y conocido para poder intervenir.
La incertidumbre que produce el desconocimiento y la invisibilidad del problema, es inquietante, pero sabemos que al conceptualizarlo, tendremos más chances de abordarlo con acierto.
Entendemos que en el foco de la mirada y la agudeza de la escucha, hay una pista clave y que recuperando los distintos enfoques y miradas sobre las intervenciones de los profesionales de las distintas latitudes, nos acercamos al menos un poco más al objetivo de poder pensar estrategias de intervención acertadas y eficaces en la hazaña de paliar y combatir el sufrimiento social.
Nuestra batalla es pequeña pero también es inmensa justamente porque hemos decidido darla. Porque entendimos que lo que hace grandes los desafíos es precisamente enfrentarlos. Hemos decidido dejar los lugares cómodos para dar las discusiones que tenemos que dar porque el dolor del silencio no nos gusta.
Es preciso también decir que tenemos con qué construir lo nuevo o lo distinto. Desde que comenzamos a editar esta revista Horizontes en Intervenciones Sociales, no han dejado de llegarnos las producciones de los y las compañeras que están andando en el mismo camino. El colectivo que nos acompaña es cada vez más grande y nos vamos acompañando entre todos, porque sabemos que mostrar nuestro trabajo, contar las experiencias, producir conocimiento, difundirlo y darlo a conocer es lo que siembra las semillas de los cambios profundos.
Este tercer número de esta revista, es la prueba de que la única prepotencia a la que daremos lugar es la del trabajo: el trabajo que hacemos en las instituciones de los Estados debilitados que buscan retirarse, la ingeniería que diseñamos para acompañar a las mujeres que sufren, a los niños que padecen, a las familias que buscan a sus hijos, a las que incluso sabiendo donde están, buscan traerlos de regreso.
En esta revista, hay una serie de experiencias de quienes conformamos ese colectivo que nos alberga cada vez que nos rompemos y nos vuelve a armar, experiencias de intervenciones y de investigaciones que muestran que nadie está solo ni sola, que somos muchas y muchos caminando en sentidos parecidos.
En ese camino andamos.