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Prólogo

El libro de Silvia Zanelli apuesta por una valiosa interrogación ética y clínica acerca de la subjetivación y la función del Uno en sujetos que han padecido infartos cardiovasculares. En su tiempo, Lacan exhortaba a los psicoanalistas para que renunciaran todos aquellos que no pudiesen unir su horizonte a la subjetividad de su época. Reto subversivo e impertinente, si tomamos en cuenta que, cada época, con sus particularidades, ha tratado de silenciar aquello que se manifiesta como imposible de soportar. La propuesta de Lacan nos convoca a hacer hablar eso insoportable y a estar dispuestos a asumir la responsabilidad de ello hasta sus últimas consecuencias. En esa vía, este libro puede leerse como una respuesta a ese reto, una apuesta por unir nuestro horizonte a la subjetividad de la época, toda vez que da lugar a la palabra, para hacer resonar, a través suyo, lo que del cuerpo, en ocasiones, no encuentra otra vía que el estallido que detiene el curso de la vida, incluso de un modo literal.

Mientras los discursos dominantes nos empujan cada vez más hacia una alineación en pro de la productividad, la acumulación y el exceso, a condición del silencio, el sometimiento del cuerpo al deber impuesto por el amo capitalista, tanto como la presión para ser eficientes hasta el punto de hacer de la disposición a vivir y trabajar “bajo presión” una virtud, Silvia Zanelli apuesta por la escucha del malestar, desde la singularidad del goce que atañe a cada uno, dando cuenta de la manera en que el sujeto del inconsciente resiste a la adaptación. Se trata, pues, de una investigación que resiste, así, a los embates de las ciencias, los mercados y los discursos, que buscan reducir al ser hablante a un organismo despojado de su subjetividad, consumidor de pastillas que intentan acallar lo más propio del deseo, sosteniendo una posición ética que enaltece el lugar de la palabra para restituir el filo cortante de la verdad con la cual cada uno se ve interrogado, toda vez que el tropiezo llega como un acontecimiento, es decir, sorprendiendo la posición de desconocimiento con la cual el yo, en ocasiones, puede habituarse a vivir casi como si ya estuviera muerto.

Son múltiples los malestares de la cultura que se viven como efecto del narcisismo exacerbado y cínico que se promueve desde los ideales del discurso capitalista. Y, entre ellos, los infartos cardiovasculares son un ejemplo de las manifestaciones más estridentes y sorpresivas con las cuales un sujeto es interrogado por aquello que lo deslinda de su lugar en el mundo, es decir, del sentido que lo sostiene en ese tránsito inexorable entre la vida y la muerte.

La indagación por los indicios encontrados en los discursos de las personas entrevistadas en la investigación de Zanelli develan, poco a poco, el punto en que la subjetivación y la función del Uno ponen de manifiesto el surgimiento de lo real, justo en el momento en que un corazón se vuelve delator, al no encontrar en el significante un soporte necesario para sostener el peso de silenciar el saber inconsciente acerca del goce.

No deja de sorprender cómo, incluso ante la inminencia del acontecimiento, el yo no reconoce la presencia de lo mortífero, mucho menos la señal de angustia, mostrando, como bien supo indicarlo Lacan, que “hay que hacer un esfuerzo para no creer que uno es inmortal”[1]. La imposibilidad se manifiesta allí como ausencia de implicancia. Mientras la subjetivación de un cuerpo y la función del Uno podrían poner un límite al exceso, vía el significante por el cual la pulsión de muerte encuentre un acotamiento y un reconocimiento por parte del yo, los sujetos entrevistados a lo largo de la rigurosa investigación de la cual el libro es testimonio, hablan de un cuerpo deshabitado, ajeno, que debería marchar como una máquina inmortal.

En este orden de ideas, las elaboraciones de Silvia Zanelli cuentan con un valor clínico inconmensurable y, al mismo tiempo, permiten reconocer cómo los imperativos de goce y la fragilidad en los modos de la constitución subjetiva con los que nuestra época denuncia su propia decadencia empujan a cada uno hacia la entrega irreflexiva en un desamparo que, si bien es constituyente por el hecho mismo de ser sujetos de lenguaje, se juega en la elección de pagar con la vida en lugar de entregar la bolsa, mientas estamos embebidos por el horror que parece producirnos no ser dignos del amor de un amo que exige la sumisión, el sacrificio y la abnegación a cambio de no caer en el anonimato o en el ostracismo.

Así las cosas, la lectura de este libro constituye, además de una aventura intelectual, la posibilidad de interrogar el lugar con el que cada uno se ubica ante el Otro en una época en la que el mercado hace del sujeto un objeto que debe someterse a las leyes del intercambio con fines de una acumulación que tiende al exceso irrefrenable. En un panorama con esas características, pensar, interrogarse, analizarse constituyen actos subversivos y, en esa medida, peligrosos para los intereses globales, por lo cual las generalizaciones y la homogenización buscan silenciar lo particular y lo singular que habla del saber que cada uno porta en tanto sujeto del inconsciente. Por tanto, el libro de Silvia Zanelli nos convoca a no ceder en nuestra posición ética y a sostener el deseo que aviva la llama del lazo humano, más allá de la deshumanización que reina en un mundo en el que se nos promete una felicidad insulsa, en forma de pastillas y artículos de TV novedades.

 

John J. Gómez G.

Abril de 2018


  1. Lacan, J. Apertura de la sesión clínica. 5 de enero de 1977. En: Versiones bilingües. Biblioteca Lacan. École lacanienne de psychanalyse, p. 6. Disponible en https://goo.gl/3BzWNo.


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