Decir el pasado reciente entre modos predominantes y variantes
En esta investigación no nos limitamos al abordaje aislado de las estrategias discursivas empleadas por Martín Kohan en sus obras sobre el pasado reciente porque, como percibió Teresa Mozejko en La manipulación en el relato indigenista (1994), las estrategias particulares son producidas sobre la base de las ya circulantes en la cultura. En este sentido, interesa considerar algunas estrategias del espacio de posibles discursivos del agente que constituyeron modos de decir la temática del pasado reciente predominantes[1] en el sistema literario y cultural argentino de la posdictadura, rasgos subrayados por la crítica, ante los cuales Martín Kohan tomó posición desde su lugar social.
Al menos son dos los rasgos discursivos que resultaron frecuentemente empleados por diversos escritores y otros agentes culturales y verdaderos polos de interés crítico y cultural durante las últimas décadas del siglo veinte:
- el empleo del discurso histórico en ficciones —en particular, su uso a partir del género novela histórica, la opción por ciertos temas, héroes, lugares y tiempos de valores referenciales-históricos— y su relectura en clave crítica desde el presente y
- el uso de una fuerte “retórica testimonial” (Sarlo: 2012: 59)
Por lo dicho, y porque “todo acto de producción depende en parte del estado del espacio de las producciones posibles” (Bourdieu: 1995: 349), nos interesó revisar tales estrategias discursivas del ámbito de posibles discursivos dentro del cual Martín Kohan produjo sus novelas ponderando sus recursos o competencia social específica.
Nicolás Avellaneda (1997), Florencia Garramuño (1997), María Cristina Pons (2000) y el mismo Martín Kohan (2000) son algunos de los críticos que indicaron una persistente reescritura del discurso histórico en las narraciones en circulación en el sistema literario y cultural argentino durante el tiempo de la posdictadura de fines del siglo veinte. Ciertamente:
- César Aira, Martín Caparrós, Abelardo Castillo, Nicolás Casullo, Marcelo Cohen, Humberto Costantini, Raul Damonte (Copi), José Pablo Feinmann, Juan Forn, Rodolfo Fogwill, Angélica Gorodischer, Luis Gusman, Liliana Heker, Matilde Herrera, Alberto Laiseca, Carlos Dámaso Martínez, Tununa Mercado, Daniel Moyano, Ricardo Piglia, Andrés Rivera, Reina Roffé, Guillermo Saccomano, Juan José Saer, Ana María Shúa, Héctor Tizón, Hebe Uhart, Luisa Valenzuela, son algunos de los muchos destacados escritores estudiados por Andrés Avellaneda en “Lecturas de la historia y lecturas de la literatura en la narrativa argentina de la década del ochenta” (1997);
- En el libro Genealogías culturales. Argentina, Brasil y Uruguay en la novela contemporánea (1981-1991) (1997), Florencia Garramuño advirtió una “muy peculiar reescritura del pasado” (Garramuño: 1997: 12) en textos de César Aira, Juan José Saer, Eduardo Belgrano Rawson, Silviano Santiago, Haroldo de Maranhao, Napoleón Baccino Ponce de León y Tomás de Mattos;
- María Cristina Pons, en “El secreto de la historia y el regreso de la novela histórica” (2000), armó y leyó críticamente un gran corpus de novelas escritas en el género novela histórica entre los años ochenta y los noventa por estos escritores: Eduardo Belgrano Rawson, Antonio Elio Brailovsky, Martín Caparrós, María Ester de Miguel, Libertad Demitrópulos, María Rosa Lojo, Felix Luna, Marta Mercader, Abel Posse, Andrés Rivera, Marcos Aguinis y Martín Kohan y
- Martín Kohan produjo él mismo el texto crítico “Historia y literatura: la verdad de la narración” (2000) sobre la novelística de quienes, entre los años ochenta y noventa, abordaron temas de la historia, entre ellos: Ricardo Piglia, Andrés Rivera, Martín Caparrós, Libertad Demitrópulos y Juan José Saer.
Según Avellaneda, “recordar y dar sentido vuelve a ser, otra vez, un mandato de la narrativa” y subrayó que “ahora es la historia misma la que se convierte en pre-texto” (Avellaneda: 1997: 172). Como lo demuestra la gran cantidad de escritores que estudió la crítica literaria, no fueron pocos los que usaron el discurso histórico (sus temas, héroes, hazañas) en el afán de decir cifradamente o en clave metafórica[2] “un presente [de posdictadura] signado por el fracaso de los proyectos de cambio” (Vega: 2011: 54) los cuales habían sido sostenidos y promovidos por quienes militaron en las agrupaciones políticas de izquierda en el pasado reciente.[3]
Así, no pocos agentes reescribieron el pasado reciente en el género novela histórica (Pons: 2000), lo revisaron en sus mitos patrios (Garramuño: 1997) y lo contaron “desde una perspectiva diferente” (Pons: 2000: 97) en el sistema literario y cultural argentino de fines de siglo veinte.
Es interesante señalar que, a menudo, quienes escribieron en el género novela histórica o eligieron narrar ficticiamente tópicos nodales del discurso histórico (sus batallas, héroes, gestas), al mismo tiempo tomaron posición en el sistema sobre el grado de referencialidad de dicho discurso reescrito literariamente.
En este espacio de posibles discursivos, Martín Kohan, en su rol social de crítico literario, acentuó el rango discursivo de los relatos históricos. Según Mabel Moraña, en “(Im)pertinencia de la memoria histórica en América Latina” (1997), por entonces, en el sistema, se empezó a ponderar que la narración de la historia implica operaciones de “selección fáctica, lingüística, escrituraria” (Moraña: 1997: 33). En esta línea, Kohan presentó el discurso histórico como un tipo de discurso orientado a la producción de efectos de verdad. En efecto, apoyado en la propuesta epistemológica de Hayden White, Kohan intervino en un debate del dominio historiográfico mediante la gestión de sus saberes discursivos: sobre este punto, Kohan señaló que “los tropos literarios” (Kohan: 2000: 257) lograron hacer ver “que la narración de la historia es, ante todo, eso: narración” (Kohan: 2000: 257). Y agregó que, frecuentemente, algunas novelas históricas se detuvieron más en el orden del discurso que en el orden de los hechos, entonces, “en vez de actuar como un vidrio transparente a través del cual pudiera verse lo real, vino a sostener una variante más complicada y más distanciada de esa articulación” (Kohan. 2000: 245).
Esta ponderación de la dimensión discursiva operada por Martín Kohan en los textos que reescriben el pasado reciente es legible en vínculo con el lugar social que ocupó en el sistema literario y cultural argentino de posdictadura a finales del siglo veinte: Kohan miró el discurso histórico y los textos ficcionales que lo incorporaron interdiscursivamente desde su posición de escritor, es decir, como alguien con competencia y trayectoria en el decir ficcional (él mismo compuso dos novelas de temáticas históricas a fines del siglo veinte[4]), y desde posición de crítico especialista en saberes teóricos y de análisis del discurso (Kohan investigó los modos en que fue narrado San Martín en su tesis doctoral terminada en el año 2001), esto es, alguien con pericia para leer los procedimientos discursivos empleados por los escritores en tales reescrituras de la historia y provisto de las orientaciones requeridas para apreciarlas.
A su vez, otra estrategia discursiva presente en numerosos textos de diversos escritores y agentes culturales argentinos en la posdictadura y, por lo mismo, una frecuente zona de indagación de la crítica literaria y cultural fue el uso del testimonio.
En el Documento final de la junta militar sobre la guerra contra la subversión y el terrorismo del 28 de abril del año 1983, las Fuerzas Armadas presentaron cinco secciones que pretendieron legitimantes de sus actos en el pasado reciente (“Introducción”, “Los hechos”, “Los principios y los procedimientos”, “Las secuelas del conflicto” y “Consideraciones finales”)[5]. Luego de estas palabras finales a los “conciudadanos” (Fuerzas Armadas: 1983: 14), este agente colectivo convocó a elecciones presidenciales para el mes de octubre. En estos comicios, triunfó la fórmula radical que llevó a Raúl Alfonsín a la primera magistratura, hecho que significó el fin de la última dictadura en la Argentina (Pascucci: 2010).
Ante estas estrategias discursivas de los agentes militares en retirada, emergió una alternativa discursiva: “desde hace un par de décadas se abrió un largo camino hacia la recuperación de testimonios de los años setenta” (Terán: 2006: 190), escribió Oscar Terán en De utopías, catástrofes y esperanzas. Un camino intelectual (2006). En este sentido, también Beatriz Sarlo señaló una fuerte “retórica testimonial […] a la salida de las dictaduras del sur de América Latina” (Sarlo: 2012: 59) en Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión (2012).
recordar fue una actividad de restauración de lazos sociales y comunitarios perdidos en el exilio o destruidos por la violencia de Estado. Tomaron la palabra las víctimas y sus representantes (es decir, sus narradores: desde el comienzo, en los años sesenta, los antropólogos e ideólogos que representaron historias como las de Rigoberta Menchú o de Domitila; más tarde los periodistas) (Sarlo: 2012: 59)
En dicha cita, Sarlo refirió dos relatos testimoniales latinoamericanos cuyas lecturas suscitaron sendos debates sobre el valor de verdad del testimonio como género discursivo[6]. En este contexto de discusión, la docente y crítica efectuó una indagación sobre el testimonio en Latinoamérica y Argentina, género discursivo frecuente entre los relatos de las víctimas del holocausto europeo, lo cual condujo al historiador François Hartog a llamar “El tiempo de las víctimas” a este periodo del siglo veinte (Hartog: 2012).[7]
Después de leer “demasiadas autobiografías y testimonios” (Sarlo: 2012: 167), con el apoyo de la comunidad intelectual de Berlín que la hospedó “para escribir una biografía intelectual de los años sesenta y setenta” (Sarlo: 2012: 167), Sarlo se interesó por examinar críticamente las condiciones “teóricas, discursivas, históricas” (Sarlo: 2012: 167) de la creencia en los testimonios “como íconos de verdad” (Sarlo: 2012: 15).
Horacio Tarcus, por su parte, observó la emergencia de “una importante masa de literatura testimonial” (Tarcus: 2007: 16)[8]. Con un relevante apoyo documental[9], en los albores de la reinstalación democrática, indicó una fuerte presencia de los relatos de las víctimas de la dictadura, de modo tal que, en estos discursos, el “sujeto privilegiado […] no era tanto el militante como la víctima de la represión ilegal” (Tarcus: 2007: 16).[10]
En efecto, si miramos las estrategias discursivas en circulación en el sistema literario y cultural argentino de la posdictadura, como lo notaron la crítica y docente Beatriz Sarlo (2012) y el historiador Horacio Tarcus (2007), el testimonio del sujeto víctima (su persecución, secuestro, padecimiento, tortura) fue uno de los modos de decir la temática del pasado reciente predominantes de fines del siglo veinte, aun en los textos ficcionales.
Por ejemplo, en la novela La astucia de la razón (1990) de José Pablo Feinmann (1943), Pablo Epstein, un filósofo marxista, narra su pesar en una terapia, entre 1979 y 1981, desde un ámbito íntimo, personal, a su psicólogo Norman Backhauss quien lee a Freud desde Lacan; en estos encuentros, revisa su pasado de estudios y militancia de mediados del siglo veinte junto a sus compañeros Hugo Hernández, Ismael Navarro y Pedro Bernstein (Vega: 2011)[11].
Otro ejemplo de una novela en la que una víctima narra desde las heridas del presente (Avellaneda: 1997) es La revolución es un sueño eterno (1987) de Andrés Rivera (1928-2016): aquí, Juan José Castelli, enjuiciado, pobre y muy enfermo, recuerda su pasado como orador de “la compadrada de Mayo” (Rivera: 1999: 19). Se trata de una novela histórica que alude de modo metafórico a un siglo veinte de derrota de la revolución de las izquierdas como opción política (Vega: 2011[12], Vega: 2012[13], Vega: 2022).
De este modo, a pesar de ser privilegiado el testimonio de las víctimas de la última dictadura argentina, su rol militante quedó frecuentemente opacado: “Si bien está presupuesto que la víctima era un activista político” (Tarcus: 2007: 16), su actividad militante quedó “de un modo sublimado y elíptico” (Tarcus: 2007: 16). Pero, desde 1996, “año en que se recordó masivamente el 20º aniversario del golpe militar” (Tarcus: 2007: 16), emergieron testimonios, menos abocados a las heridas, cicatrices y secuelas de la represión, y más atentos a la actividad política de estos sujetos.
En los noventa, merece indicarse la emergencia de la palabra política de H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio), un agente colectivo que subrayó la militancia de los desaparecidos, cuyos enunciados se opusieron a la “retórica del perdón” (Antonellli: 2012: 12)[14] en circulación. En este sentido, Martín Kohan advirtió un desplazamiento desde la palabra de “la víctima a la evocación del militante” (Kohan: 2014: 303).[15]
Por otra parte, otro acontecimiento histórico-político favoreció la proliferación de los relatos testimoniales desde junio del año 1982 en la Argentina: la derrota del país en la guerra de Malvinas[16]. Con el fin de la batalla en las islas, relataron sus infortunios y dolores muchos excombatientes, mientras que otros se suicidaron. Sobre esto, escribió Martín Kohan que “Malvinas tiene más bajas por excombatientes que se suicidaron que por los muertos en el frente de combate” (Kohan: 2013: 27), aportando un dato certero: muchos soldados se quitaron la vida luego del combate, no la perdieron en éste.
En efecto, los relatos testimoniales fueron una opción discursiva recurrente en el sistema después de la guerra de Malvinas: algunos de ellos presentó el periodista Daniel Kon en Los chicos de la guerra (1982), narró el film homónimo de Bebe Karmin (1984)[17] (una adaptación del libro de Kon) y entramaron Graciela Speranza y Fernando Cittadini en el libro Partes de guerra: Malvinas 1982 (1997), entre 1994 y 1996.
El testimonio de los que pusieron en juego sus vidas en la guerra de Malvinas y son, por ello, sobrevivientes —condición subrayada desde el título del libro Balsa 44. Relato de un sobreviviente del crucero A.R.A. General Belgrano (1994) redactado por el exconscripto de la marina Carlos Waispek (1962)—, produce sentidos en vínculo a las usinas simbólicas del discurso militar: la Patria, los valores nacionales, Dios. Sobre ello, en una entrevista, dijo Kohan que desde “la experiencia el sinsentido no se soporta, de allí los suicidios” (Kohan: 2014: 26).
Balsa 44 es un relato testimonial que participa del género autobiográfico. En este relato, un conscripto de diecinueve años oscila entre las opciones discursivas que los militares usaron para legitimar la guerra (la apelación a Dios y la Patria)[18], y la angustia, el desamparo y el sinsentido ante el fragor del cruento combate.[19] Este texto nos resulta ejemplar respecto de los muchos producidos por diversos agentes en distintos géneros y soportes discursivos: autobiografías, entrevistas, documentos, cuentos, novelas, letras de las canciones, films.
Pero no todos fueron relatos autobiográficos en la línea épica. En efecto, como lo advirtieron los críticos Beatriz Sarlo (1994) y Martín Kohan (2013: 2014), Rodolfo Fogwill introdujo una variante cuando decidió no narrar desde el punto de vista de quienes participaron en un combate épico y, en cambio, optó por construir un mundo narrativo en el cual un grupo de soldados se sustrajeron al cruento enfrentamiento para sobrevivir, desmontando los relatos heroicos en circulación que instalan como deber ser un sujeto que todo lo da en la consecución de los valores colectivos, como Dios y la Patria.
En Los Pichiciegos. Visiones de una batalla subterránea (1982), Fogwill decidió no usar el registro épico, escribió Beatriz Sarlo[20] e indicó, luego, Martín Kohan: narró con un “déficit épico” (Kohan: 2014: 272). Según Kohan, Fogwill “no cuenta la guerra sino por sustracción […] descartando los fragores de la épica” (Kohan: 2014: 272). Años más tarde, esta estrategia discursiva fue retomada por Carlos Gamerro (1962) en la novela Las islas (1998) la cual “muestra (creo por primera vez) lo disparatado” (Sarlo: 2007: 471-472), opinó Beatriz Sarlo en Tiempo pasado.
Otra variante respecto del modo del decir testimonial predominante en el sistema literario y cultural argentino de la posdictadura la presentó el escritor Luis Gusmán con su novela Villa (1995). Aquí, Gusmán decidió no narrar desde la perspectiva de la víctima de la dictadura y, en cambio, eligió contar a partir de la mirada de un victimario de poca monta, un médico militar subalterno, desinteresado en los asuntos políticos, el ‘mosca’ de un superior, Firpo, a quien iba “siguiéndole los pasos” (Gusmán: 1995: 47).[21]
Toma de posición de Martín Kohan: entre modos de decir predominantes y variantes. Hacia la producción de una diferencia
la obra producida […] exige una percepción diferencial, distintiva, atenta a las desviaciones respecto a las demás […] la “aportación”, digamos, que representa, y que sólo puede captarse por comparación histórica.
(Bourdieu: 1997: 70)
Ante dichos modos de decir predominantes y algunas variaciones sobre la temática del pasado reciente, nos preguntamos qué posición asumió Martín Kohan, legible en vínculo con su lugar social de producción.
A fines del siglo veinte, Martín Kohan se posicionó cerca de uno de los modos de decir predominantes del sistema literario y cultural argentino de la posdictadura (Avellaneda: 1997, Garramuño: 1997, Pons: 2000, Kohan: 2000, Moraña: 1997, Vega: 2011), aunque no lo hizo para abordar veladamente el pasado reciente como sí lo hicieron muchos de sus pares escritores. En efecto, Kohan trabajó con el discurso histórico en textos literarios y leyó críticamente dicho discurso. Estrategias discursivas del joven agente coherentes con su lugar social en dicho periodo:
- como estudiante del prestigioso CNBS, tempranamente, Kohan accedió “al mundo de la mitología patria” (Kohan: 2007), con sus héroes y hazañas;
- luego, como docente del área teórica de la carrera de la carrera de Letras de la UBA, durante el proceso de escritura de su tesis doctoral y las novelas que compuso en los años noventa, reunió los recursos requeridos para reescribir el discurso histórico críticamente;[22]
- este modo de proceder fue valorado y alentado por Josefina Ludmer, su directora de tesis, quien lo destacó por relatar el pasado desviada y o paródicamente.
Años más tarde, ya durante la primera década del siglo veintiuno, el agente se distanció del modo de decir predominantemente testimonial de la víctima y tomó posición en filiación con algunas de las variaciones que ya circulaban en el sistema literario y cultural argentino de la posdictadura argentina: en efecto, se autoconstruyó en cercanía con la lectura crítica de los discursos, sentidos, reglas y valores heroico-militares y la no elección de la mirada de la víctima como perspectiva que orienta la narración novelística.
Si bien Kohan conoció los relatos testimoniales que circularon en su espacio de posibles discursivos, a los cuales incluso incorporó en la construcción de sus mundos narrativos —por ejemplo, inició Dos veces junio (2002) con una frase que escuchó proferir en el Juicio a las Juntas: “¿A partir de qué edad se puede empesar a torturar un niño?” (Kohan: 2002: 11, el error es del original)—, optó por cambiar el foco narrativo de la víctima predominante relatando desde la perspectiva de un victimario subalterno: un conscripto.
En relación con los testimonios proferidos con ponderación de los rasgos militantes de las víctimas de la dictadura (Tarcus: 2007), en notas y artículos críticos, Martín Kohan acentuó la importancia de la “acción política, consciente, premeditada” (Kohan: 2014: 304); por ejemplo, en el ensayo “La guerra en camisón” del libro El país de la guerra (2014), analizó cómo Rodolfo Walsh relató el “carácter heroico” (Kohan: 2014: 244) de su hija quien murió en combate y, en la novela Museo de la Revolución (2006), compuso un héroe militante del trotskismo, coherentemente con su posición política “de izquierda” (Kohan: 2015).
Por último, construyó dos personajes novelescos que fueron enviados a combatir en las islas —el hijo del doctor Mesiano murió en la guerra de Malvinas en Dos veces junio (2002) y el hermano de la preceptora María Teresa fue trasladado al Sur en Ciencias Morales (2007)—, pero decidió no narrar desde sus perspectivas, eligiendo excluir de sus ficciones los testimonios de los excombatientes en las islas Malvinas.
En cambio, Martín Kohan se ubicó en cercanía con las variaciones introducidas por Fogwill y Gusmán: la crítica a los discursos, reglas, sentidos y valores heroicos-militares y la rotación de la perspectiva, respectivamente.
Sobre Los pichiciegos (1982) de Fogwill, Kohan escribió:
Lo que tiene de corrosiva esta novela hasta hoy es que los valores están ahí, pero están para ser desvencijados, desarmados, desarticulados, reformulados. Me parece que el gesto poderosísimo reside en poner al lector frente a la necesidad de revisar sus propios criterios de valor […] Toda épica nacional funda un orden de valores ligados al heroísmo. Nos es que Fogwill no los pone en juego. Los desactiva. Los descompone (Kohan: 2013: 23)
Y refirió que en Villa (1995) de Luis Gusmán halló “un enfoque absolutamente iluminador” (Kohan: 2019) para escribir sus novelas sobre el pasado reciente:
Además, hay allí un registro literario para contar esa medianía que es un registro muy distinto al que podría ser la intensidad de un relato de una víctima o incluso la intensidad de la impugnación de lo que podría ser un relato sobre el victimario pleno, me refiero al sujeto ideológicamente orgánico, ejecutor directo, alguien con niveles de responsabilidad más altos (Kohan: 2019)[23]
En el corpus que analizamos, por un lado, Kohan se autoconfiguró implícitamente en una posición cercana a dichas variaciones sobre los modos de decir el pasado reciente predominantes y, por otro lado, gestionó, puso en juego y destacó, capitales de su competencia específica en la ponderación de la dimensión discursiva de los textos literarios —él ha sostenido que “la literatura tiene como cualidad diferencial un tipo de relación más intensa con el lenguaje, con la palabra, la idea de que la palabra importa como palabra” (Kohan: 2013)[24]— y la incorporación de textos del canon o la tradición literaria, teórica, crítica, etc., y el desvío crítico de los mismos.
Según Teresa Mozejko, la producción de figuras textuales diferenciadas respecto de otras (presentes en textos contemporáneos o de la tradición) suelen estar asociadas a una acentuación de la competencia específica del enunciador (Mozejko: 1994). Esta acentuación de la competencia de la figura textual, como opción discursiva elegida por el agente social, guarda relación con su lugar de producción destacado en los años dos mil en el sistema. En dicho periodo, según señalamos, Martín Kohan:
- fue situado por Beatriz Sarlo, docente y crítica literaria con amplio poder instituyente, en su selecto canon literario y destacado por su labor crítica;
- aumentó su capital simbólico, creció su acceso al discurso, su probabilidad de ser leído, escuchado, tenido en cuenta.
Recapitulando, en el capítulo 2 y 3, construimos al agente social productor de las novelas del corpus. Para ello, estudiamos su trayectoria, competencia y lugar social en el sistema literario y cultural argentino de la posdictadura. En este capítulo, revisamos estrategias discursivas centrales relativas al pasado reciente, en circulación en el espacio de posibles, ante las cuales, según vimos, Martín Kohan tomó posición. En el próximo capítulo nos abocamos a las opciones discursivas puestas en juego por Martín Kohan en sus novelas sobre el pasado reciente, en la construcción de su figura textual diferenciada, dada su competencia y lugar social de producción.
- El predominio de tales estrategias discursivas se advierte por dos factores: uno, la recurrencia con que fueron empleadas por diversos agentes y, otro, el interés crítico que las mismas generaron.↵
- Según sus propias palabras, por ejemplo, en La revolución es un sueño eterno (1987), Andrés Rivera aspiró a “convertir a Juan José Castelli, el orador de la revolución [de Mayo], en nuestro contemporáneo” (Rivera: 1996).↵
- María Cristina Pons identificó como condición objetiva favorecedora para la reutilización del género novela histórica del siglo diecinueve a fines del siglo veinte “la desazón que produjo el fracaso de los intentos revolucionarios de los años cincuenta, sesenta y setenta” (Pons: 2000: 100) lo cual condujo a una revisión de los grandes discursos que habían legitimado las prácticas políticas y discursivas de los militantes de las izquierdas en un pasado reciente. ↵
- El informe. San Martín o el otro cruce de los Andes (1997) y Los cautivos. El exilio de Echeverría (2000) son las dos novelas que escribió Martín Kohan a fines del siglo veinte que no integran nuestro corpus porque no refieren el pasado reciente como sí lo hicieron interdiscursivamente los escritores aquí revisitados por la crítica literaria y cultural.↵
- Dado que el Ejército estaba entregando el poder es comprensible su inscripción en el colectivo de los ciudadanos a quienes designan como conciudadanos: “Las Fuerzas Armadas entregan a sus conciudadanos esta información” (Fuerzas Armadas: 1983: 14).
Documento disponible en este enlace: http://www.ruinasdigitales.com/revistas/dictadura/Dictadura%20-%20Documento%20Final.pdf[consultado el 31 de octubre de 2018].↵ - La antropóloga Elisabeth Burgos Debray redactó Me llamo Rigoberta Menchú y así nació mi conciencia (1983), un relato testimonial sobre los sufrimientos padecidos durante el llamado genocidio guatemalteco por la activista indígena Rigoberta Menchú Tum quien se exilió en México tras huir de la cruenta represión vivida por su país que afectó duramente a su comunidad y a sus familiares directos. Asimismo, una destaca líder del feminismo boliviano, Domitila Barrios de Chungaro, junto a la entrevistadora Moema Viezzer, publicó Si me permiten hablar… Testimonio de Domitila. Una mujer de las minas de Bolivia (1977). Dada la gran demanda del texto, el libro se reeditó sucesivas veces (en 1978, 1980 y 2005 en edición digital).
Una edición digital del libro se encuentra en esta página web:
http://www.psicosocial.net/grupo-accion-comunitaria/centro-de-documentacion-gac/aprender-de-la-voz-de-los-supervivientes/[consultado el 2 de noviembre de 2018].↵ - Disponible en este enlace de la Revista de Estudios Sociales: file:///C:/Users/BGH/Downloads/Dialnet-ElTiempoDeLasVictimas-5750228%20(3).pdf [consultado el 2 de noviembre de 2018]. ↵
- El término literatura equivale aquí a bibliografía. Datos en este enlace: http://www.revistaanfibia.com/autor/horacio-tarcus/ [consultado el 22 de octubre de2018].↵
- Horacio Tarcus es uno de los cofundadores del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI) en la Argentina. Parte del reservorio documental puede consultarse en esta página web creada a tal fin: http://www.cedinci.org [consultado el 26 de octubre de 2018].↵
- Merecen señalarse los relatos de las víctimas televisados durante el Juicio a las Juntas del año 1985, más tarde, digitalizados por el agente colectivo Memoria Abierta en el archivo digital del Juicio. En estos enlaces se accede a dos de ellos: a) una mujer relató cómo los militares secuestraron a su marido: https://www.youtube.com/watch?v=vJvi6pTrb9I y b) una sobreviviente de la ESMA (ex Escuela de Mecánica de la Armada) narró cómo escuchó rumores sobre los llamados vuelos de muerte: https://youtu.be/V_3UYXuaTSQ [consultados el 26 de enero de 2019].↵
- Trabajo titulado “Posiciones enunciativas respecto del objeto discursivo revolución en un campo discursivo socio-histórico” disponible en este enlace: http://ansenuza.unc.edu.ar/comunidades/handle/11086.1/217 [consultado el 21 de enero de 2019]. ↵
- Texto disponible en este enlace: http://ansenuza.unc.edu.ar/comunidades/handle/11086.1/217 [consultado el 21 de enero de 2019].↵
- Trabajo titulado “Revisitaciones del objeto discursivo revolución: entre filiaciones y oposiciones en y por novelas” disponible en la revista Aletheia (Revista de la Maestría en Historia y Memoria de la FaHCE) en este enlace: www.aletheia.fahce.unlp.edu.ar/numeros/numero-5/articulos [consultado el 21 de enero de 2019].↵
- Artículo “Escraches, juicios populares y cartografías. Réplicas a una neo-grafía privatizada de la indemnidad. Notas en torno a la “historia del presente” disponible en el este enlace: http://onteaiken.com.ar/ver/boletin13/1-2.pdf [Consultado el 6 de diciembre de 2018].↵
- Entrevista disponible en el siguiente enlace: https://www.redalyc.org/html/4398/439843032019/ [Consultado el 6 de diciembre de 2018].↵
- Por las islas de la plataforma continental de América del Sur se enfrentó la Argentina al mando del General Leopoldo Galtieri y el Reino Unido presidido por Margaret Thatcher.↵
- El director contó tres historias de vida de jóvenes personajes afectados por la guerra: narró como un joven pianista de una familia de clase media alta enloqueció al regresar constituyéndose en una verdadera amenaza para sí mismo y para los próximos; en cambio, como otro joven logró vivificarse con sus afectos y el arte tras la guerra y, finalmente, como un joven humilde que trabajaba duramente en un almacén se quedó sin trabajo y, con este, perdió su integración social siendo encarcelado por reaccionar violentamente en una discoteca ante tales sucesos de segregación social. En el territorio bélico, este tercer personaje se enfrentó a los oficiales argentinos cuando estos maltrataban a un conscripto, enunciando una crítica hacia los oficiales que circularía profusamente: los soldados argentinos estaban mal alimentados, escasamente abrigados y débilmente preparados para las cruentas operaciones militares que les ordenaban.
El film está aquí: https://www.youtube.com/watch?v=y95uQDBcOyU [consultado el 11 de enero de 2019]. ↵ - “miraba el rostro desencajado de los muchachos, algunos debían estar rezando como yo” (Waispek: 1994: 101), “los ideales de Patria, de justicia, de libertad no podían separarse” (Waispek: 1994: 103).↵
- “decenas de hombres […] tal vez, en sus últimos momentos, se deben haber preguntado: ¿Por qué?” (Waispek: 1994: 95), “los rezos, los gemidos, los huesos entumecidos, todo se confundía […] ¿Dios nos estaba mirando?” (Waispek: 1994: 102).
Ya en tierra firme, como sobreviviente del hundimiento, el narrador se autopercibe en un contexto de relaciones de poder que lo exceden y comprenden: las del Ejército. Inserto en ese sistema de relaciones, indicó que a él le destinaron una acción que realizó pero comprendió luego, como lo denota el adverbio “verdaderamente”: el yo anotó que, tiempo después, logró “vislumbrar cuál había sido, verdaderamente, el papel que me había tocado desempeñar” (Waispek: 1994: 148).
Desde el presente de la enunciación, tras más de 10 años de la guerra, a mediados de la década del noventa, cuando las Fuerzas Armadas ya habían sido cuestionadas ampliamente por agentes sociales como los organismos de derechos humanos, el yo se percibió con un saber parcial, es decir, sin todas las piezas del “rompecabezas” (Waispek: 1994: 148), y señaló los “intereses personales y mezquinos” (Waispek: 1994: 148) del mando militar.↵ - Artículo de Beatriz Sarlo publicado en la revista Punto de vista (1994). Disponible en este enlace: http://www.ahira.com.ar/rh/revistas/pdv/41/pdv49.pdf [Consultado el 16 de enero de 2019].↵
- En clave metadiscursiva, Gusmán compusoal personaje Villa, cuya perspectiva guía el relato, diciendo que: “Ahí me di cuenta de que Villa era solo un punto de vista” (Gusmán: 1995: 103).↵
- A fines del siglo veinte, el agente reestructuró su competencia o identidad social con el incremento de sus bienes culturales: los relativos a los de un joven escritor y los de un crítico literario y docente universitario cada vez más reconocido.↵
- En una entrevista, Martín Kohan señaló su interés por el protagonista de esta novela al componer Dos veces junio en estos términos:
“_ […] Uno de los tantos factores que estuvieron dando vueltas en mi cabeza, pero uno privilegiado, diría casi determinante, fue justamente Villa, novela cuya historia transcurre antes del Golpe (durante la Triple A) por esa indagación del personaje mediocre, del personaje gris.
– La idea del mosca….
– Sí, el que está alrededor del importante, pero no lo es, pero que a la vez tiene la importancia de la mosquitud, digamos, porque a la vez el figurón necesita de ese que lo ronda […]
Es decir, un tipo de registro prometedor y significativo socialmente para entender cómo es que ciertas cosas pasan. El mediocre, el sumiso, el que obedece” (Kohan: 2019)
Entrevista disponible en el siguiente enlace: http://www.tesis11.org.ar/entrevista-a-martin-kohan-narrar-los-tiempos-del-horror-2/ (Consultado el 3 de mayo de 2019).↵ - Conversación de Martín Kohan en la Feria del Libro de Bogotá en el año 2013. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?=vVAjWB2uWqk [consultado el 23 de enero de 2019].↵