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El fútbol es una fiesta: nacionalismo cotidiano, juventud y dictadura en torno a la ceremonia inaugural del Mundial 78

Maylén Bolchinsky Pinsón[1]

Banderas en los balcones, caravanas y desfiles, canciones e himnos, camisetas de fútbol, papelitos blancos y celestes, encuentros tumultuosos en plazas y canchas, expresiones de emoción y euforia desde páginas de diarios hasta las calles de miles de barrios argentinos. Escenas repetidas que describen el clima reinante durante el mes en que se celebró la xi Copa Mundial de Fútbol Argentina de 1978, imágenes que evidencian los múltiples modos en que la competencia puso en juego a la nación.

Por un lado, anclado en el nacionalismo deportivo, el prestigio que significaba ser sede de la copa y obtener el título mundial por primera vez fue motivo de orgullo y de sentida celebración al interior del país. Por otro, el nacionalismo político operó mediatizado por canales diversos en búsqueda de direccionar los triunfos futbolísticos en beneficio del gobierno militar (1976-1983). Así, mientras ciertos referentes del mundo deportivo convertían la victoria argentina en un hito que hacía justicia al fútbol criollo, la propaganda oficial patrocinaba con tenacidad una idea: el evento permitiría “mostrar al mundo” la imagen de una nación pacífica, próspera, moderna y en movimiento.

Esta superposición o mixtura de nacionalismo político y cultural-deportivo será analizada en el presente capítulo a partir de la revisión de la ceremonia inaugural del Mundial. Realizado el 1.° de junio de aquel año en el estadio de River Plate de la Ciudad de Buenos Aires y replicado en las distintas subsedes oficiales del torneo,[2] el acto consistió en una performance de gimnasia artística interpretada por cientos de jóvenes estudiantes. En cuanto espectáculo, concentró símbolos, discursos, imágenes y corporalidades que en conjunto escenificaron, a través de la juventud, la representación de la nación que el régimen militar buscó imponer. A su vez, el proceso de preparación, entrenamiento y ejecución de la coreografía institucionalizado a través de establecimientos escolares es pensado como una experiencia de nacionalización entre los actores juveniles involucrados. En cuanto se buscó mostrar y educar a una juventud patriótica, la iniciativa se ubica entre las políticas del gobierno de facto que buscaron redefinir a la juventud, identificándola con ciertos valores y comportamientos acordes. No obstante, en el universo subjetivo y emocional de los jóvenes que protagonizaron el episodio, se pusieron en juego diversos mecanismos de identificación y sentimientos de pertenencia que facilitaron la resignificación de sus experiencias más allá de la impronta política.

Desde los distintos niveles en que este suceso es mirado, la nación[3] adquiere diferentes sentidos, en el lugar que ocupa en los discursos y prácticas políticos, como en las diversas formas en que los actores concretos significan sus actitudes y experiencias. Esta imbricación entre política, deporte y nacionalismo nos permite examinar con densidad el entramado entre juventud y dictadura gestado en ocasión del Mundial 78. Con ese objetivo, se revisa la apertura del evento, atendiendo al marco político institucional que propició la iniciativa, a las autoridades implicadas en el proceso de organización, a la selección y entrenamiento de profesores y estudiantes, a la puesta en escena de las performances, su contenido político y simbólico-estético, y a las repercusiones de los actos en la esfera pública. Asimismo, se incorporan testimonios de jóvenes estudiantes y organizadores. De este modo, se examinan fuentes periodísticas, audiovisuales, documentación oficial de instituciones gubernamentales, discursos de funcionarios y entrevistas.[4] A fin de no limitar el estudio al espacio capitalino, tantas veces mal asumido como representativo de “lo nacional”, se incorpora la revisión del acto de apertura en un ámbito local, la subsede de Mar del Plata. En ese sentido, la escala local funciona como una dimensión más de análisis que proporciona un contrapunto para la comparación con lo acontecido en la Ciudad de Buenos Aires.

Sobre esta base, la presente investigación se plantea como un aporte a los estudios que han problematizado a la(s) juventud(es) y los jóvenes en contextos autoritarios. Al mismo tiempo, busca contribuir a aquellos trabajos que han propuesto al deporte como una vía de acceso eficaz para analizar los modos en que los sujetos viabilizan sentidos de pertenencia y adhieren a un concepto de “nación”, en el cruce de las representaciones, discursos, prácticas y experiencias.

Deporte, nación y juventud

El estudio de fenómenos deportivos en perspectiva histórica y sociológica ha demostrado ser una entrada potente para el abordaje de prácticas, actitudes y emociones de individuos y grupos sociales tensionados por un entorno político y cultural (Elias y Dunning, 1995; Bourdieu, 1993; Huizinga, [1972] 2007; Archetti, 2003; Alabarces, 2008; Frydenberg, 2011). Su carácter poliédrico, vinculado a su impronta civilizadora, su utilidad política, ideológica e identitaria, ofrece múltiples perspectivas para su abordaje.

La relación entre deportes, naciones y nacionalismos es intrínseca a los procesos de conformación de los Estados-nación. Tal como lo conocemos hoy, el deporte es un invento de la modernidad, es una construcción social sincrónica a la constitución de la sociedad de masas (Alabarces, 2008). Desde fines del siglo xix y sobre todo en el siglo xx, el deporte ha sido tal vez uno de los instrumentos más utilizados en la consecución de los lazos sociales, en la invención de las comunidades imaginadas (Anderson, 1983). Debido a su potencialidad integradora, capacidad para viabilizar procesos identitarios y para generar emociones, y dada su creciente importancia en las relaciones entre naciones y grupos sociales, el deporte fue una manera de defender los esquemas sobre los cuales se había construido el entramado social (Caspistegui, 2012).

No obstante, más allá de la vinculación con los procesos de nacionalización estatales mayormente abordados por la historiografía que han considerado la formación de la nación o al nacionalismo “desde arriba”, se rescata aquí la potencialidad del deporte en cuanto se integra también a la esfera social y cultural como un mecanismo que en sí mismo pone al individuo en contacto con la nación (Quiroga y Archiles, 2013; Billig, 1998). Así, junto al ocio, el asociacionismo y la cultura popular, el deporte forma parte de aquellos procesos que se han mostrado fundamentales a la hora de entender cómo los individuos tramitan las identidades nacionales desde su realidad cotidiana, es decir, en una perspectiva “desde abajo” (Quiroga, 2014; Giori, 2017). En ese sentido, es en la interacción de esas dinámicas políticas, las tradiciones culturales, las prácticas instituidas en un momento histórico concreto donde la nación se torna real. Y, desde allí, el ritual deportivo –y en particular el futbolístico para la Argentina–, en cuanto es práctica y competición, espectáculo y fenómeno estético, posibilita canalizar con cierta naturalidad el sentimiento de patria o de nación.

Si nos detenemos en la función disciplinaria del deporte, su uso fue extendido en los diversos regímenes políticos autoritarios del siglo xx (Holmes, 1971; Fabricio, 1976; Hart Davis, 1986; González, 2002; Dogliani, 2017). En el caso del fascismo italiano, el deporte, en especial el fútbol, fue un instrumento vigoroso para fortalecer un sentimiento de comunidad e identidad nacional en torno a símbolos, mitos, rituales y lugares. Las políticas deportivas del fascismo se dirigieron con especial interés hacia las nuevas generaciones de italianos a fin de construir entre los jóvenes el “hombre nuevo” de una nación “renovada” (Dogliani, 2017). En ese sentido, la mirada atenta a la juventud[5] y la reeducación de los jóvenes fueron una constante entre los regímenes autoritarios que erigieron sus gobiernos sobre la base de promesas “refundacionales”. El autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” (PRN) no fue la excepción.

Se ha propuesto que el PRN pretendió forjar una transformación profunda en la sociedad argentina, refundar el ethos social (Novaro y Palermo, 2003) para reconstruir la nación (Vezzetti, 2003). Definida en términos esencialistas, como aquella entidad que debía ser defendida y recuperada frente a la amenaza externa y, fundamentalmente, al enemigo interno, la nación ocupará un lugar central en el discurso legitimador del gobierno de facto (Franco, 2012; Micieli y Pelazas, 2017). En sí la fundación de un “nuevo” orden social implicaba fijar nuevas pautas, comportamientos y sujetos sociales. En ese proyecto la redefinición del lugar asignado a la juventud y el “deber ser” joven constituía un elemento clave (Luciani, 2017). Los jóvenes que durante los años sesenta y setenta habían protagonizado un proceso de modernización cultural y radicalización política debían ser reeducados desde el ideario militar. Así, con el objetivo de “restaurar la autoridad” (Manzano, 2017), el régimen instrumentó entre los jóvenes políticas y estrategias de domesticación que comprendieron desde la vigilancia y el exterminio, hasta la glorificación y el homenaje festivo (González, 2012). Entre las iniciativas tendientes a generar la adhesión de ciertos grupos juveniles, se ubican diferentes políticas culturales, educativas y de “acción cívica” de las Fuerzas Armadas (Manzano, 2017; Luciani, 2017; González, 2014; Lvovich, 2009; Lvovich y Rodríguez, 2011; Luciani, 2009; Pujol, 2007).

En ese marco, la celebración del Mundial de Fútbol interpeló a la juventud por diferentes medios. Los jugadores se convirtieron en jóvenes heroicos ejemplares, al igual que aquellos jóvenes que colaboraron en la gestión del evento –como trabajadores en centros de prensa, atención al turista o en los estadios–, o que aparecieron como protagonistas en las campañas de propaganda oficial (Bolchinsky, 2018). En el ámbito escolar, se dispuso que el certamen constituía oportunidad para propiciar experiencias de aprendizaje en un sentido patriótico. Sin duda, la participación de cientos de estudiantes en la ceremonia de apertura del Mundial 78 fue la iniciativa más significativa en ese sentido.

Argentina 78: la fiesta mundialista

La organización del campeonato mundial de fútbol celebrado en la Argentina en 1978 fue controversial desde la hora cero. El compromiso por ser sede había sido asumido por la Argentina muy previamente.[6] No obstante, al ratificar esa decisión, la Junta Militar debió sortear los cuestionamientos por parte de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) debido a la falta de avances en las obras de infraestructura y la inestabilidad política y económica del país. A esto, posteriormente, se sumaron las denuncias internacionales frente a la represión ilegal del régimen que devinieron en tentativas de boicot al evento.[7] En respuesta, el gobierno de facto sostuvo que era parte de una estrategia de exiliados “subversivos” con el propósito de desprestigiar a la nación, que se trataba de una supuesta “campaña antiargentina”.[8]

Sobre este escenario, las jerarquías militares montaron una puesta en escena espectacular que exaltaba la eficiencia del régimen y vinculaba el éxtio en la organizacion del evento con los resultados efectivos de las políticas de “pacificación nacional” iniciadas los años previos. Así, culminada la etapa de mayor represión, en vista de construir consenso interno y robustecer el posicionamiento en el exterior se mostraría la imagen de un país ordenado, unido y en paz. En ese sentido, medios oficiales con eco en medios privados articularon eslóganes como “Ganar la paz”, “Si la Argentina quiere, puede” o “Mostremos al mundo cómo somos los argentinos”. Si bien estos trascendieron al evento deportivo, se articularon con este atribuyendo al mismo carácter de hito inaugural: se estaba dando paso a una “nueva” Argentina.

Entre 1.° y el 25 de junio de 1978, el certamen se desarrolló en medio de un clima de exacerbación nacionalista que fue in crescendo. La competencia despertó un gran entusiasmo popular al interior del país y adquirió un altísimo nivel de permeación en diferentes ámbitos de la vida civil, desde donde se ponderó el suceso como una verdadera fiesta nacional. El discurso oficial auspiciado por el régimen tuvo un tono totalizador (Turner, 1998; Ferrero y Sazbón, 2007) y estableció un continuum entre las categorías futbolísticas, la nación, el gobierno y la población, aplanando las diferencias y disolviendo los conflictos en una identidad nacional “renacida” y homogénea (Schindel, 2012). La referencia a una refundación simbólica de la nacionalidad puede ser pensada desde la noción de “fiesta”, vinculada al carnaval. Con una función expiatoria, el carnaval en la Antigüedad producía un borrado de las diferencias y un paréntesis de la rutina donde la vida experimentaba su propio renacimiento y renovación sobre la base de mejores principios. Así, la fiesta mundialista, aunque despojada de la carga transgresora del carnaval, daba cierre a una etapa oscura; habiendo sido eliminados los elementos “subversivos”, permitiría iniciar una nueva era para la nación (Schindel, 2012). Ese fue el sentido adjudicado por las jerarquías militares al Mundial 78, al considerarlo ocasión adecuada para generar entre el pueblo argentino “un sano orgullo nacional y […] poner en evidencia el sentimiento patriótico de la población”.[9]

En este marco, el evento se inauguró oficialmente el 1.° de junio. La ceremonia de apertura ofreció una escenificación metafórica del proyecto político que el Ente Autárquico Mundial 78 (EAM), entidad encargada de la organización del torneo, definió para el Mundial (Roldán, 2019). En este, la representación de la nación y la participación de la juventud resultaron centrales. Tal es así que el evento fue definido por las autoridades del EAM y del Ministerio de Educación como una “transcendental jornada deportiva” en la que debían “mostrar al mundo por medio de nuestra juventud cómo somos los argentinos”.[10] La apuesta escénica que combinó imagen, música, corporalidad, movimiento, símbolos y discursos replicó elementos propios de la ritualidad patriótica tradicional argentina. En ese sentido, no resulta llamativo que la preparación y la exposición del acto convocaran instituciones y actores que ocuparon un rol central en la construcción de la nacionalidad: las Fuerzas Armadas, la Iglesia y la escuela.

Los preparativos de una coreografía mundial

El acto de apertura comenzó a prepararse con un año de anticipación. En continuidad con una tradición instalada tiempo atrás, desde el Ministerio de Cultura y Educación de la Nación se propuso al EAM la realización de un espectáculo de gimnasia artística. Así, se encaró la tarea como un trabajo colaborativo junto a la Dirección Nacional de Educación Física, Deportes y Recreación, a cargo de Héctor José Barovero, y se designó a la inspectora Beatriz Marty de Zamparolo[11] como coordinadora general. Marty se encargó de idear la planificación secundada por los profesores Beatriz Monópoli de Buich, Marta Frías y José María Bravo.[12] La elaboración del plan comenzó el 15 de agosto de 1977 y se concretó en cuarenta días. Se convocó a docentes y estudiantes de 36 instituciones educativas de la Ciudad y el Gran Buenos Aires. Los 58 profesores de educación física que colaboraron con el evento –preparados mediante cursos de formación específicos– coordinaron el trabajo de 1500 estudiantes, 750 chicos y 750 chicas, divididos en 50 grupos.[13]

Los ensayos comenzaron en la segunda mitad del año 1977, en cada uno de los establecimientos. Todas las escuelas tenían a cargo una parte del espectáculo que luego se ensambló.[14] Las prácticas se realizaban en horario escolar y, en ocasiones, se extendían en largas jornadas. Hasta el día de los ensayos generales, los alumnos no sabían si participarían o no, debido a que cada escuela tuvo diez suplentes.[15] En noviembre de 1977, cada establecimiento debió realizar una exhibición en el gimnasio de la escuela Hipólito Vieytes y allí hubo un proceso de selección. En marzo de 1978, comenzaron los ensayos en ensamble entre todos los grupos, fueron cinco en total y se realizaron en la sede de Almirante Brown de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA).

En la ciudad de Mar del Plata,[16] la organización del acto estuvo a cargo del jefe del estadio designado por el EAM, el coronel Raúl Héctor Berisso. Este, a través del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires, encargó a las profesoras María Cristina Villar de Bonifacio y Margarita Martín de Borgeat la coordinación de una demostración gimnástica.[17] María Cristina Villar, profesora de educación física del Instituto Santa Cecilia –un colegio tradicional de la ciudad, exclusivo de mujeres y dirigido por una congregación de religiosas–, fue designada debido a su reconocida trayectoria en la organización de este tipo de eventos. A esto se sumó el hecho de que aquel colegio resultaba un ámbito cercano para ciertos miembros de las Fuerzas Armadas locales, cuyas hijas asistían a la institución. En una entrevista Villar contó: “Todos los docentes del Santa habíamos pasado ‘el filtro’, estábamos todos estudiados; de hecho si la policía me paraba en la calle, decía que era profesora del Santa Cecilia y nos dejaban ir enseguida”.[18] A través de Villar, se incluyó a la profesora Margarita Martín, una colega docente de otro colegio confesional de la ciudad, el instituto San Antonio María Gianelli.[19] Los estudiantes de ambos secundarios que participaron en la coreografía fueron en total 180, correspondientes a los años 4.°, 5.° y 6.°. Los ensayos comenzaron con unos meses de anticipación y se organizaban en horario extraescolar, incluyendo prácticas en diversas locaciones: la avenida Constitución, el estadio General San Martín e incluso el estadio Mar del Plata Mundial 78, en donde se realizaron dos ensayos generales junto a la banda militar que musicalizaría el evento.[20] Todos los preparativos se realizaron bajo la vigilancia de los agentes designados por el EAM.

La ceremonia de inauguración: una fiesta patria

El acto de apertura del Mundial 78 puso en escena diferentes formas de representar a la nación y a la juventud que adquirieron una impronta política direccionada. En una interpretación simbólica, la ceremonia referenció al ideario nacional que la junta militar pretendió imponer, “encarnado” en los cuerpos juveniles. A tal fin, el acto cuenta una narrativa en la que historia, tradición y modernidad operan en forma alternada y simultánea. En ese sentido, se expone toda una simbología nacionalista propia de las fiestas patrias, a través de un medio sumamente moderno, devenido del salto tecnológico que implicó la inauguración de la televisión en color.[21] Así, la transmisión televisada de la ceremonia, desde la consecución de planos, secuencias y la superposición de imágenes y discursos, comunicó mensajes concretos.

La jornada estuvo programada con precisión cronométrica. Las autoridades militares y religiosas observaron la performance ubicadas en los palcos. Su presencia desde lo alto y su intervención inicial marcaban un posicionamiento jerárquico. La inauguración comenzó con la oración del cardenal primado de la Argentina, monseñor Juan Carlos Aramburu, quien, rodeado por los capellanes de las colectividades extranjeras, leyó un mensaje del papa Pablo VI: “Que la competición sirva de estímulo para consolidar los valores inalienables de la pacífica convivencia y la cooperación efectiva de la familia humana”.[22] Tras el discurso, que evocaba la paz, la fraternidad, el encuentro y la alegría, cientos de jóvenes ingresaron al estadio. Entre sonidos de campanas y estruendos que resonaron como el inicio al fuego de una batalla, los jóvenes recibieron la señal de inicio. Así se dio apertura a una secuencia coreográfica que combinó ejercicios aeróbicos, marchas y formaciones de figuras alegóricas que podían apreciarse desde la altura de los estadios y fueron captadas por las cámaras con planos abiertos y cenitales. Musicalizada por las bandas del Colegio Militar de la Nación, la Escuela de Mecánica de la Armada y del Comando en Jefe de la Fuerza Aérea, la presentación conservó un estilo castrense, con movimientos estrictamente calculados y una coordinación milimétrica. Los estudiantes desplazaron sus cuerpos en forma prolija para dibujar en el campo la leyenda “Argentina ´78” y luego “Mundial” y “FIFA”. Mientras tanto, el locutor oficial del evento, Juan Mentesana,[23] declaraba:

Esta explosión de alegría que inunda el espacio es la verdadera manifestación de un país que recibe al mundo. Rápidamente con el orden y disciplina de la conciencia y accionar […] miles de palomas cobran vida en magnífico vuelo, parten como mensajeras, llevan nuestro saludo en un símbolo, LA PAZ. […]. Argentina 78, cuerpo sólido, jóvenes que están dando forma a esta manifestación creativa, simpática, profundamente sentida.[24]

Ilustración 1. Performance juvenil en la apertura del Mundial 78. Estadio de River Plate.[25]

De este modo, la locución reafirmaba y significaba lo que estaba ocurriendo en el estadio, las referencias a la fiesta como explosión de alegría vivida en forma controlada, en orden, armonía y paz fueron múltiples. En la expresión “Argentina 78 cuerpo sólido”, se lee una figuración de la nación o de la sociedad argentina. Si tenemos en cuenta que los discursos oficiales, durante los años más álgidos de la represión, habían aludido insistentemente a la figura de un cuerpo social enfermo (Novaro y Palermo, 2003), la representación de la nación en términos de fortaleza y salud daba cuenta del éxito obtenido por la empresa militar. En ese sentido, el protagonismo de la juventud y de esos cuerpos jóvenes disciplinados resulta elocuente:

Si la retórica militar consideraba a los “subversivos” como cuerpos extraños y contagiosos que contaminaban las entrañas del cuerpo social del país, en el Mundial el elemento enfermizo da paso a otra juventud gimnasta y saludable que se exhibe en las estructuradas rutinas de la ceremonia de inauguración y logra su mayor mérito en la obtención del campeonato por la selección (Schindel, 2012: 241).

El homenaje a la bandera argentina, los desfiles militarizados, la entonación del himno nacional junto a otras canciones clásicas se extendieron a lo largo de la ceremonia. Mientras sonaba la “Marcha a mi bandera”, desfilaban en la pista de atletismo 22 jovencitas, estudiantes del Instituto Nacional de Educación Física, escoltando una bandera argentina, seguidas de 146 abanderados en representación de los países afiliados a la FIFA. Los desfiles continuaron, se recibió a los abanderados de los 16 países en competencia, seguidos por dos escoltas vestidos con trajes típicos:

[…] jóvenes argentinos en cuyo pecho muestran la bandera argentina. Unen en ellos los colores de ambos pueblos y significan con su presencia los más altos valores identificatorios […] una gran ilusión y, por sobre todo, comprensión, pujanza, caballerosidad y fraternidad.[26]

Cada país fue representado con base en sus raíces culturales. En el caso argentino, dos jóvenes, un varón y una mujer, hicieron homenaje a la tradición rural vestidos de paisanos, mientras de fondo las bandas militares tocaban “El Carnavalito”. La imagen se reforzaba con la presencia de un niño que representaba la mascota oficial del torneo, un gauchito denominado “Pampita”.

Ilustración 2. “Pampita”, mascota oficial del Mundial 78.[27]

Con estos gestos la ceremonia inaugural incluyó símbolos y prácticas típicos de los festejos patrios y los actos escolares, en donde tradición y el folclore son evocados como elementos fundantes de la nacionalidad. Este conjunto de simbología, estereotipos, actitudes y prácticas deportivas constituyen mecanismos a través de los cuales se mantiene “vivo” un nacionalismo que se moviliza en circunstancias especiales (Billig, 1998).

A continuación, mientras la locución resaltaba la alegría, el color, la armonía y el movimiento del acto, celebrando la “feliz oportunidad para que el mundo [viera] a un país que no se [detenía]”, las cámaras enfocaron inmediatamente al presidente de facto Jorge Videla y luego al resto de los miembros de la Junta Militar. La intención de establecer un paralelismo entre lo que sucedía en la cancha y la política dictatorial es clara (Roldán, 2019). En otra secuencia, se dio paso a un esquema gimnástico que fue guiado por la voz de un profesor que, con tono marcial, marcaba el paso. Los estudiantes manifestaron destreza, agilidad y precisión. Las cámaras realizaron primeros planos a los rostros de los escolares, que se mostraban serios, concentrados. Respondían a las órdenes con gritos, aunque esta actitud de rudeza solo se mostró entre los varones. Videla fue enfocado mientras efectuaba un gesto de aprobación y asentía con la cabeza, mientras en la mímica se entreleía un comentario: “Muy bueno”.

Hacia el final, los jóvenes compusieron el emblema del Mundial 78, el público ovacionó y Mentesana declaró: “Nuestros jóvenes que dan vida a esta imagen forman con sus cuerpos las armoniosas líneas que completan la figura. Así, con el símbolo del Mundial 78, ponemos al mundo como testigo de nuestra fe, trabajo y espíritu de confraternidad”.[28] Nuevamente, la presencia de los cuerpos jóvenes y la alusión a ellos detentaban una potencialidad simbólica trascendente. Los cuerpos juveniles que se mostraban disciplinados, obedientes, saludables se contraponían en forma provocadora a aquella juventud “rebelde”, “desorientada” que años atrás había caído “engañada” en manos de la “subversión”. De modo que la juventud que se hacía presente aquel día “ante el mundo” contrastaba con la ausencia de miles de cuerpos, en su mayoría también jóvenes, que permanecían “desaparecidos”.

En cuanto a su estructura y estética, la ceremonia en la subsede de Mar del Plata replicó lo acontecido en Buenos Aires. En la localidad, se llevaron a cabo dos actos: uno en ocasión de la preinauguración del estadio construido para el Mundial, el día 21 de mayo,[29] y una segunda al iniciarse la competencia en la ciudad, el 2 de junio. Tal como en la apertura central, asistieron altas autoridades del ámbito político, clerical y deportivo.[30] En ambas celebraciones se ofreció un desfile y una secuencia coreográfica que incluyeron símbolos patrios y referencias a la tradición nacional. La música conservó el tono marcial y estuvo a cargo de la banda del Grupo de Artillería Antiaéreo (GADA) 601. La performance, sin embargo, fue menos compleja y más sintética. Los estudiantes ingresaron al campo de juego vestidos con equipos de gimnasia, formaron con sus cuerpos las palabras “Mundial ´78”, “Bienvenidos”, “Mar del Plata” y luego plasmaron el contorno de un corazón en movimiento. En el centro se ubicaron ocho abanderados representantes de las delegaciones que competirían en la sede. Fueron acompañados por otros jóvenes que exhibieron trajes típicos. Asimismo, la intervención de la Guardia del Mar –un grupo tradicional de la localidad conformado por jóvenes marplatenses, varones y mujeres– despertó los aplausos del público. La presencia juvenil en la preinauguración del estadio se completó con la participación de las “chicas” del Comittato Azurro, quienes, en representación de la colectividad italiana, ingresaron en la cancha minutos antes de que comenzase el encuentro para premiar a jueces y jugadores con un beso y una flor.[31] Finalmente, una particularidad que destacó a la jornada del 2 de junio fue el descenso sobre la cancha de cuatro paracaidistas del grupo anfibio de la Escuela de Infantería de Marina.[32] Según los periódicos locales, en aquella ocasión se hicieron presentes más de 40 000 espectadores y se vivió en un verdadero clima de fiesta.[33] Al igual que en Buenos Aires, la participación juvenil fue elogiada y la inauguración del mundial fue valorada como un hito que dejaría huella en la historia del país y particularmente de la ciudad.[34] Al finalizar el torneo, se pidió a las docentes que prepararan un acto de cierre. Así fue que los estudiantes despidieron el Mundial formando con sus cuerpos el lema “Al Mundo Amor y Paz”[35].

Tanto en Buenos Aires como en la localidad, la paz fue referenciada tanto como la guerra. El espíritu militarista que ganaba presencia en el espacio público a través del acto inaugural se imprimió en los desfiles militarizados de los estudiantes, el tono castrense que se dio a la coreografía, la presencia de las Fuerzas Armadas y el discurso del presidente de facto al cerrar la jornada. En ese sentido, deporte y guerra se asociaron tradicionalmente al implicar ambos tipos de conflicto que se entrelazaban sutilmente con formas de cooperación y formación de grupos nosotros-ellos (Elias y Dunning, 1995). De modo que, si este evento buscaba celebrar la paz conseguida tras la clausura victoriosa de la “guerra contra la subversión”, la presencia de esta juventud “militarizada” confirmaba el inicio de una nueva etapa para la Argentina. En esa línea, el discurso ofrecido por Rafael Videla hacia el cierre del espectáculo en River incluyó en forma insistente las palabras “paz”, “fraternidad”, “unión de los pueblos” y enfatizó: “En el signo renovador de los tiempos que rodean a la competencia se vivencia el renacimiento del país”.[36]

Mostremos al mundo una nación joven

Tanto en Capital Federal como en la subsede de Mar del Plata, en torno a la ceremonia inaugural del campeonato se erigieron narrativas sobre la nación que tomaron por centro a la juventud. Con posterioridad al acto, la actuación de los jóvenes fue vinculada con un quehacer compartido por todo el cuerpo nacional. La Fiesta de todos, una película de Sergio Renán estrenada en 1979,[37] recupera imágenes de aquel día mientras una voz en off expresa:

Esto que estamos viendo y nos emociona hasta las lágrimas, es un símbolo que representa nuestras ganas de ser, de hacer, de demostrar que podemos. Porque detrás de estos chicos […] estuvieron muchos argentinos anónimos […] que tendieron comunicaciones desde la Argentina al resto del mundo.[38]

De este modo, vemos cómo el eslogan “Si Argentina quiere, puede” resonaba en este film y de esta forma la exitosa celebración de la apertura fue presentada como muestra de potencialidad nacional.

Desde allí, este espectáculo deportivo puede ser pensado como un factor de nacionalización, es decir, un suceso a través del cual se articula la relación entre el Estado, los grupos y actores y los nacionalismos (Luengo Teixidor y Molina Aparicio, 2016). En términos discursivos, deporte y política se implicaron de forma tal que determinados valores asociados al ejercicio de la actividad deportiva –comunión, cooperación, entrega, unión– fueron atribuidos al orden de “lo nacional”. Asimismo, la conexión gestada a través de la performance, entre las nociones de “juventud” y “nación”, quedó plasmada en la canción que compuso Hilda Bevacqua en homenaje al acto, denominada “Los chicos del Mundial”:

Fue la gran sorpresa de nuestro mundial, alegrando el campo del Monumental, juventud argentina […] parecían flores, pájaros tal vez que mostrando al mundo lo que pueden ser, cuando se es tan joven y se quiere bien […] si con cielo y tierra con el corazón no solo abrieron la fiesta del gol, contaron a todos en porteña voz: tenemos la pasta de un pueblo campeón.[39]

De este modo, Argentina aparecía como una nación joven en donde la “nueva” juventud aunada por el patriotismo era enaltecida con brío heroico. La imagen de los “chicos del Mundial” inundó las páginas de los medios de prensa. Las repercusiones adquirieron un dejo épico: “El día que el Mundo se llenó de Argentina […]. Una fiesta inolvidable”.[40] “Una jornada de brillantes matices, tono de fiesta sin par, la organización no tuvo fallas”.[41] El episodio también es referenciado como gesta nacional desde los testimonios de organizadores y estudiantes. Beatriz Marty declaró:

Quise aportar mi granito de arena para que mi país se luciera. Creo que lo conseguimos […] Pero no imaginé esta repercusión”. “Salimos del Luna Park de ver el partido inaugural […] En una esquina estaban terminando de cruzar la avenida dos chicos y dos chicas que habían participado en la ceremonia […] La gente los felicitaba, los iba aplaudiendo y vivando a su paso como si fuesen héroes (Bauso, 2018: 392-393).

En Mar del Plata los jóvenes también fueron elogiados por los medios. Las autoridades del EAM felicitaron a las docentes y las instituciones educativas por el éxito conseguido; se trababa de un aporte entendido en términos de deber patriótico.[42] Los aires festivos y la impronta por evidenciar un espíritu compartido por la comunidad se reflejaron en las crónicas de la prensa:

Tenía que ser una fiesta y fue. El nuevo estadio marplatense […] alcanzó el brillo que tienen las cosas perdurables. La ciudad, toda, participó […]. Sobre el final las voces fueron apagándose con un nudo de emoción que hizo temblar gargantas. El grito de Argentina, Argentina […] la canción patria y los colores celeste y blanco levantados a modo de saludo, cobijó deseos, esperanzas, alegrías y ganas de un mejor futuro no sólo en materia deportiva.[43]

La fiesta mundialista permitió elucubrar discursos con una fuerte carga emotiva que refirieron a un “todos” inclusivo unificado en un sentimiento patriótico. En este caso, el acontecimiento deportivo no solo facilitaba la identificación con el espacio y la comunidad nacional, sino también con la local. Asimismo, la conexión entre el deseo y la esperanza de un destino próspero y la acepción clásica de la juventud como promesa del futuro es significativa. En efecto, en los niños y jóvenes en edad escolar radica una particular eficacia para articular el entramado social entre Estado, familias y nación. Desde tiempos de consolidación del Estado nación, la convocatoria a escolares a formar parte de actos públicos y desfiles oficiales con motivo de las fechas patrias se instituyó como una tradición en la Argentina. Originalmente, esto se realizó sobre la convicción de que, a través de los niños y jóvenes, era posible atraer el entusiasmo popular y despertar el sentimiento de nacionalidad desde el entretenimiento, los juegos y la diversión del público, en primera instancia a partir de las familias (Bertoni, 1992). Como hemos visto, despertar el patriotismo de la población fue una de las metas fijadas por el EAM para el Mundial. El intento de mediatizar este objetivo a través de la juventud lejos estaba de ser una práctica política innovadora.

La juventud patriota: de la escuela a la cancha

En los días subsiguientes a la inauguración del Mundial, el diario La Nación publicó una viñeta de humor gráfico que mostraba dos señoras dialogando en un mercado: “—¿Vio señora las maravillas que hicieron esos chicos en la inauguración del Mundial? Y yo no puedo conseguir que los míos tomen la sopa, siquiera”.[44] La connotación ejemplar que este chiste atribuye a los “chicos del mundial” nos invita a pensar en el suceso en cuanto política destinada a educar “jóvenes patriotas”: cómo fue el proceso de selección y preparación del acto, qué implicancias tuvo para los jóvenes involucrados y cómo recuperan hoy los propios actores esa experiencia.

En el ámbito escolar, durante los meses previos a la celebración del encuentro, el Ministerio de Educación hizo pública la directiva de poner en marcha propuestas educativas con el fin de fomentar actitudes patrióticas entre los estudiantes:

Es este un momento de euforia que la escuela no puede desaprovechar. Por el contrario, la oportunidad exige, la implementación de valiosas experiencias de aprendizaje […]. En este campeonato […] está en juego […] el prestigio de un país y de un pueblo […]. Todo docente ha de procurar que cada uno de sus alumnos tome conciencia de ello […] porque contribuirá a consolidar actitudes que superarán en el devenir del tiempo.[45]

En ese marco, la preparación de la ceremonia se llevó a cabo en instituciones educativas a lo largo de un año. Según testimonios de la época, el criterio para la selección de los estudiantes respondió a la aptitud física y a cuestiones de comportamiento como de cierta estética corporal:

En la escuela […] se corrió el rumor de que las chicas que practicaban gimnasia irían a hacer la fiesta inaugural del mundial […]. Después nos midieron ya que debíamos tener más de 1,60. Después vinieron tres o cuatro ejercicios de elasticidad, como un plegado, y ese era el segundo filtro […] todos querían participar […] pero solo quedamos las que pasamos las pruebas.[46]

En efecto, la coreografía exhibió varones y mujeres esbeltos y de tez blanca, separados en células diferenciadas, de modo que la estética de los cuerpos escogidos ostentaba armonía y belleza. Así lo destacaba el periodista José María Muñoz al relatar el acto: “Aquí están los niños haciendo los ejercicios. Faltan palabras para describir el espectáculo […]. Esta es la Argentina que le muestra al mundo cómo es su juventud, su belleza […]. Orden, corrección, disciplina y amor para todos” (Bauso, 2018: 387).

Ilustración 3. Jóvenes mujeres en la exhibición inaugural. Estadio de River Plate.[47]

La exhibición de cuerpos estilizados, atléticos y “saludables” fue también el resultado de un proceso de preparación física y entrenamiento. Los estudiantes fueron instruidos a través de numerosas jornadas de ensayo en las que disciplina, dedicación y exigencia aparecían como condiciones necesarias en el aprendizaje de coreografías sumamente complejas y extensas.

Nos la pasábamos horas ensayando, a veces en horario extraescolar, porque la coreografía era dificilísima.[48] Se quiso hacer algo económico que tuviera ritmo y que pudiera mostrar una juventud deportiva […]. Nos entrenaban fuerte para que pudiésemos estar bien físicamente.[49] Éramos un país inexperto en torneos internacionales de esta categoría, pero entrenamos durante 2 años, 4 h por día […]. Nos sentíamos re importantes ya que era algo de Argentina para el mundo y era un evento especial. Era una constante, las prácticas como cualquier esquema de gimnasia incontables veces se repetía una y otra vez.[50]

La apreciación “era algo de Argentina para el mundo es recurrente en los testimonios de los jóvenes. Aquí la conciencia de saberse parte de un acontecimiento singular en donde la representación de “algo nacional” estaba en juego otorga sentido al trabajo y las horas invertidas en larguísimas jornadas de ensayo. La noción de intervenir en un evento significativo y el sentimiento de responsabilidad frente a ello no aparecen como algo dado, sino más bien inculcado durante las prácticas y traducido en la corporalidad de los jóvenes. De hecho, un estudiante nos cuenta sobre la transformación de su experiencia en aquellos meses:

Para nosotros al principio era una joda, un programa muy divertido con un evidente punto de atracción: íbamos a buscar chicas […]. Pero después pasó a ser una responsabilidad, algo serio. Porque nos empezamos a dar cuenta a dónde se apuntaba y qué era lo que se quería. Y cada vez empezaron a ser más específicos, y cada vez teníamos que coordinar más.[51]

Así, la participación en la performance se fue constituyendo como una cuestión de deber cívico, a la vez que un privilegio. Los estudiantes elegidos no solo cumplían con aptitudes físicas, sino que también asumían el compromiso de preparar su cuerpo y ensayar la coreografía, a lo que se sumaron requerimientos de rendimiento escolar:

El descarte empezó a venir cerca de fin del año 77; eliminaron a los que tenían muchas amonestaciones y faltas.[52] Asimismo, los docentes consideraron cuestiones actitudinales. Además siempre elegías algún líder, que guiaba a los demás, no necesariamente era al que mejor le salía la coreografía, sino el que tenía carácter de líder.[53]

En la ciudad de Mar del Plata, a pesar de que el proceso de preparación no fue tan extenso, ni la selección de estudiantes tan minuciosa, la valoración de la disciplina, el orden y el respeto a la jerarquía ocupó también un lugar primordial en la enseñanza impartida por las profesoras:

Siempre había grupos suplentes y a la ceremonia iban los mejores, a los que mejor les salía; vos veías en los recreos cómo algunos ensayaban y otros no, les daba lo mismo. Por supuesto que el que más ensayaba era el que terminaba yendo. En los ensayos generales yo les marcaba los errores con el megáfono, mis alumnas lo odiaban. [Con tono risueño] El director de la banda militar al verme les dijo a sus hombres: “Y ustedes se quejan de mi”.[54]

En esa línea, el fenómeno también fue vivido como un hecho extraordinario en el espacio local, y la idea de mostrar una imagen nacional a través del acto se replicó en los discursos docentes:

Por supuesto que todas mis alumnas querían participar, porque era algo importante, se iba a ver en todo el mundo, y era tan importante que mis alumnas supieran eso, supieran la relevancia de lo que estaban haciendo como que la coreografía saliera a la perfección.[55]

La idea de convertirse en “abanderados de la nación”, que, como se ha visto, estuvo atravesada por los discursos públicos y fue trasmitida desde el ámbito escolar, tuvo diversas implicancias para los jóvenes. En ciertos casos, la demanda de exigencia, disciplina y perfección generó una presión social que se tradujo en frustración:

[Al finalizar la presentación] al principio estábamos bastante desilusionados […]. Porque todos los grupos individualmente sabían de sus errores. Nos preguntábamos por qué tanto entrenamiento si habíamos hecho todo mal. Hay que tener en cuenta que nos venían haciendo la cabeza: “Chicos, es la inauguración del Mundial, se va a ver en todo el mundo, ustedes son la cara de Argentina”.[56]

En la preocupación extrema de los jóvenes por que el esquema fuera expuesto correctamente o la frustración frente a la posibilidad de que saliera mal, puede rastrearse la injerencia que adquiere la formación rigurosa previa. En otros casos, se resalta el componente emocional en donde prima la satisfacción:

Entré y el momento había llegado, un año y medio practicando. Se me cortó la respiración al ver todo el estadio lleno y que era el momento, el frio atroz, los ecos por todos lados.[57] Nosotros lo que percibimos en la cancha […] fue mucha emoción. En el público y en nosotros. Mientras íbamos haciendo las cosas, escuchabas a los pibes llorar de la emoción. [58]

La forma en que los actores recuperan su experiencia sensitiva y emocional al recordar el frío, los ecos, el nerviosismo, la dificultad para respirar, el llanto y el orgullo da cuenta de que el suceso se enraizó a nivel de la memoria corporal de los jóvenes. Si tenemos en cuenta el encuadre político y social revisado, como también la valoración de los sujetos que se saben “representantes” de la Argentina, esta experiencia puede ser pensada desde la categoría de nacionalismo encarnado. Ann McClintock propone que a nivel personal la nación es interiorizada tanto en cuerpo como en mente, de modo que el nacionalismo se presenta también en las prácticas corporales. En ese sentido, ponderar el rol que juegan las emociones en la forma en que los sujetos se apropian del nacionalismo resulta primordial (Stynen, Van Ginderachter y Núñez Seixas, 2020).

Además del privilegio que implicó ser seleccionados, “pasar los filtros”, la participación en el acto otorgó cierto prestigio a los jóvenes involucrados:

Llovían las felicitaciones, nos llamaron de Siete Días para hacer una nota con fotos.[59] Después de pasada la fiesta inaugural, éramos diosas para esos profesores… Éramos unas genias, y nos decían que ni esperaban semejante trabajo […]. La familia y conocidos estaban re felices […]. Por la calle me decían cosas, la gente del barrio y el diariero hasta hoy me ve y recuerda el viejito […]. Las profes de mi escuela nos regalaron un dije y una cadenita con una pelota que decía 78. Y la cooperadora de la escuela, una Parker a cada una. Nos hicieron mención en un acto escolar.[60]

Siguiendo a Passerini (2009), los réditos personales materiales o simbólicos, incluyendo la satisfacción de un deseo de identidad pública que se expresa especialmente entre los más jóvenes, resulta de especial relevancia para explicar las actitudes sociales y los modos de interacción del individuo con un grupo social. En ese sentido, el reconocimiento público que los estudiantes obtuvieron en distintos ámbitos, que van desde lo nacional hasta lo familiar, tuvo un rol significativo como elemento articulador de sentimientos de pertenencia. En el caso de Mar del Plata, se pusieron en juego mecanismos de identificación con la institución educativa. La organización de la ceremonia repercutió en las dinámicas de rivalidad entre distintos colegios (Santa Cecilia, San Vicente y Peralta Ramos) que tradicionalmente habían competido en las demostraciones y torneos locales. La designación de uno de los colegios por sobre los demás imprimió prestigio a la institución:

Teníamos muy claro que esto se iba a ver en todo el mundo, era realmente algo importante para la ciudad, se lo decía a mis alumnas, ellas lo sabían. A mí nunca me importó el reconocimiento personal, en los diarios creo que no salió ni nombre, pero sí el de la escuela, nos eligieron en forma exclusiva.[61]

No obstante, la relevancia que adquirió el evento desde la identificación con la nación es notable, al punto tal que para algunos resulta una huella imborrable:

Para mí fue una de las cosas más importantes que hice en mi vida y el deporte, recuerdo imborrable por haberle demostrado al mundo lo hermoso que fue representar al país. Es el día de hoy que me sigo emocionando al verlo en YouTube, y recuerdo los tiempos que nos marcaban para hacer el esquema. Una de las cosas más importantes de mi vida, inolvidable para mí haber representado a mi país ante el mundo […]. Sobre la política no teníamos ni idea, eso estuvo en otro plano.[62]

La toma de distancia respecto a la lectura política del evento que se realizó con posterioridad es una constante en los testimonios. En forma lógica, eso se debe a que, con el advenimiento de la democracia, el Mundial de Fútbol se convirtió en símbolo del horror y el engaño colectivo.[63] En estos términos, las significaciones atribuidas por los jóvenes al suceso mediatizadas por la identificación con la nación, la asociación con lo deportivo y con el ámbito escolar se imponen a la política dictatorial.

Yo participé en la fiesta, estaba en 4.° año, fue un hermoso momento, lo disfrutamos, por supuesto no tenía ni idea que estaba pasando en lo político.[64] Yo participé del ensayo en GEBA y de la fiesta en el Monumental y guardo los mejores recuerdos. Éramos jóvenes y no sabíamos nada de lo que estaba pasando.[65] A pesar de todo, estoy orgullosa de haber participado.[66] También estuve en la ceremonia. Éramos un grupo del Joaquín V González de Barracas. Formamos parte de la A de Mundial, aunque no recuerdo qué bandera. Hasta hace poco mantuve el equipo blanco que nos dieron. Lástima que con los años todo nuestro inocente esfuerzo sirviera también para ocultar tantas atrocidades. De todas formas, lo que hicimos valió la pena.[67] Para mí fue algo importante. A pesar de la dictadura, a mí me gustó participar de la apertura. Es más, me siento orgullosa.[68]

Las expresiones de orgullo, los recuerdos felices, el sentir que “valió la pena” o los gestos como conservar el equipo de ropa durante décadas dejan en claro que para los propios actores la experiencia estuvo ligada a una cotidianeidad que –aunque estuvo atravesada por él– no puede comprenderse solamente desde el marco político autoritario. En esa misma clave, la idea de representar a la Argentina adquirió diversos sentidos en los testimonios:

Mi mamá y mi papá habían conseguido entradas en dos lugares diferentes para ver la inauguración en pantalla gigante y en color. Uno fue el Gran Sarmiento, el otro, un cine de barrio. Mi papá era un tipo muy divertido, pero no muy expresivo. Más adelante, se sinceró sobre la emoción que sintió. Porque mis viejos siempre pensaron que esas cosas no nos podían pasar a nosotros. Porque las figuras, las estrellas, a los que les pasaban esas cosas estaban a otro nivel, no en el nuestro… La mayor aspiración que podía tener mi papá era que yo estudiara… pero nunca que alcanzara notoriedad. Y estar ahí era tener notoriedad. Uno de esos que estaba dentro de la cancha de juego […] haciéndolo llorar a él y a los demás era su hijo.[69]

En las palabras de Enrique, el formar parte de una ceremonia de repercusión mundial movilizó identificaciones profundamente arraigadas en su universo emocional. El representar a la Argentina significó alcanzar notoriedad, emocionar a un país y en particular vivir una experiencia de conexión con su familia y sus padres. El orgullo que generó en este joven su participación en la performance implicó una acción reivindicatoria, en el honrar a sus padres, llevar prestigio a su familia, a su barrio. En ese sentido, el carácter patriótico que asume el pasaje de Enrique por River conecta la representación de la nación con el concepto primigenio de “patria” (del latín patrĭa, ‘familia’ o ‘clan’) ligado a los sentidos de pertenencia con la familia y el vínculo con los padres.

De esta manera, indagar en los testimonios de los jóvenes protagonistas nos permite ponderar diversos factores que atravesaron la experiencia de los sujetos frente a un suceso deportivo en un escenario de excepción. En este sentido, la fiesta inaugural del Mundial formó parte del aparato político de la dictadura y de las iniciativas oficiales en pos de despertar el patriotismo entre la población en general y “reeducar” o redefinir a la juventud en particular. No obstante, lejos de la interpretación de Billig (1998) que concibe a las masas como consumidores pasivos de propaganda nacionalista, los actores sociales son productores de su propio sentido de pertenencia nacional. Desde allí, el lugar fundamental que ocupa el fútbol para los argentinos, la vinculación con la educación física y con una actividad escolar compartida por pares, las similitudes con los festejos en las fechas patrias y la convocatoria que el espectáculo deportivo y la exposición internacional generaron en un público amplio que incluyó a las familias de los jóvenes funcionaron como lugares de anclaje de aquellos sentidos de pertenencia. Desde esta perspectiva, la ceremonia constituyó una experiencia de interiorización de la nación que, a nivel personal o afectivo, nos habla de los modos en que el nacionalismo aprovecha, produce y se alimenta de las emociones para atraer al individuo a su órbita (Stynen, Van Ginderachter y Núñez Seixas, 2020).

Palabras finales

El trabajo analiza un conjunto de políticas, discursos y representaciones públicas, prácticas corporales y experiencias juveniles nucleadas en torno a la ceremonia de apertura del Mundial 78. Se plantea que el fenómeno mundialista articuló nacionalismo político y deportivo en un contexto excepcional. Desde allí, el campeonato es entendido como un factor de nacionalización, es decir, un suceso que devela la relación entre el Estado, los sujetos y los nacionalismos en un momento histórico determinado. En particular, al ser protagonizada por jóvenes estudiantes, la performance nos permite focalizar en el entramado juventud y dictadura en tiempos del Mundial. De esta manera, la fiesta inaugural es abordada desde distintos niveles con especial atención a la centralidad que ocupa la nación, en cuanto constituye un concepto polisémico que adquiere sentidos diversos en los discursos oficiales y representaciones políticas como en las prácticas y los procesos de resignificación que los actores realizan respecto de sus experiencias.

Con base en lo revisado, se afirma que el despliegue del acto de apertura del Mundial puso en escena diferentes formas de representar a la nación y a la juventud, que adquirieron una impronta política direccionada. En una interpretación simbólica, la ceremonia referenció al ideario nacional que la Junta Militar pretendió imponer, “encarnado” en los cuerpos juveniles. De modo que se mostraba “al mundo” una juventud disciplinada, atlética, saludable, bella, patriótica. Al ser despojada de aquellas connotaciones que la habían asociado en etapas previas con la “subversión”, esta juventud redefinida según valores y comportamientos que se suponían acordes con el “ser nacional” daba cuenta del éxito político de la Junta Militar en la “guerra interna”. Los cuerpos juveniles militarizados que se exhibieron mundialmente fueron así la contraposición a la ausencia de miles de cuerpos, en su mayoría también jóvenes, que permanecían “desaparecidos”. Si bien es cierto que la participación juvenil en este tipo de acontecimientos deportivos era una práctica instituida en el ámbito nacional e internacional tiempo atrás, también es innegable que, como estrategia de propaganda, la ceremonia resultó funcional a las “políticas de juventud” que el régimen implementó.

Como expresaron sus organizadores, a través de la juventud la fiesta mundialista expuso la imagen de una nación pacífica, próspera, moderna, eficiente y en movimiento. Así, con una celebración que en muchos aspectos se asemejó a una fiesta patria, se otorgó al acontecimiento carácter de hito refundacional, desde el discurso oficial la nación se mostraba “joven” debido a que se estaba dando paso al “renacimiento” del país.

Por otro lado, el suceso es abordado a nivel de la experiencia de sus protagonistas. Docentes y estudiantes se embarcaron en un proceso educativo centrado en la corporalidad de los jóvenes y que involucró un sentir patriótico. Los docentes se encargaron de seleccionar jóvenes “aptos” en su destreza física, comportamiento y rendimiento escolar y, en algunos casos, en su estética corporal. Asimismo, buscaron fomentar un sentido de responsabilidad o deber cívico en la consideración del acto como “una carta de presentación de la nación”, y de los jóvenes “como la cara visible de la Argentina”. En la práctica esto implicó un proceso de preparación y entrenamiento físico en el que disciplina, dedicación y exigencia resultaron valores primordiales que enseñar.

Por su parte, los jóvenes recuperan memorias sensitivas, físicas y emocionales en las que pueden rastrearse ciertas marcas de la formación rigurosa que les fue impartida, como también la noción de saberse parte de un hecho singular que dejaría huella en la historia nacional. Si bien esta creencia coincidía con la intencionalidad política que el EAM 78 pretendió dar al evento, se ha visto que entre los jóvenes las identificaciones con la nación fueron mediatizadas de formas diversas. Aunque no se busque negar la eficacia de la propaganda y las políticas nacionalistas del régimen, se entiende que los jóvenes no fueron meros receptores pasivos de estas, sino que produjeron sus propios sentidos de pertenencia nacional.

El armado y la exposición del espectáculo deportivo –enmarcado en el mundo futbolístico, propuesto como una actividad escolar que referenció a una ritualidad patriótica y convocó a millones de espectadores, incluyendo a las familias de los participantes– implicaron un conjunto de instituciones, tradiciones, simbologías y prácticas que funcionaron como lugares de anclaje de aquellos sentidos de pertenencia. Desde allí, la participación juvenil en la ceremonia constituyó una experiencia de interiorización de la nación, que muestra cómo a nivel personal el nacionalismo se presenta también en las prácticas corporales y se encuentra estrechamente vinculado al universo emocional de los sujetos.

En esa clave, si bien el campeonato constituyó un fenómeno sumamente excepcional, también se insertó en un entramado social y cultural denso emplazado en la vida cotidiana de los argentinos. Este abordaje entre lo extraordinario y lo cotidiano, las políticas, discursos oficiales y las apropiaciones individuales, entre lo moderno y la tradición, lo nacional y lo local delineó un escenario complejo a través del cual pensar la relación entre dictadura, juventud y nacionalismo gestada a través de un acontecimiento deportivo de relevancia mundial.

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Testimonios

María Cristina Villar, docente a cargo de la ceremonia inaugural en Mar del Plata. Entrevista realizada el día 8/08/2019 en la ciudad de Mar del Plata (Argentina). Entrevistadora: Maylén Bolchinsky.

Hilda Coene, docente de Educación Física. Entrevista realizada el día 25/07/2019 en la ciudad de Mar del Plata (Argentina). Entrevistadora: Maylén Bolchinsky.

Adriana, estudiante del Instituto Gianelli. Entrevista realizada el día 18/07/2019 en la ciudad de Mar del Plata (Argentina). Entrevistadora: Maylén Bolchinsky.

Entrevista a Esther, estudiante de Colegio Santa Cecilia. Entrevista realizada el día 25/07/2019 en la ciudad de Mar del Plata (Argentina). Entrevistadora: Maylén Bolchinsky.

Claudia, estudiante de la Escuela Nacional de Comercio n.º 7 Manuel Belgrano. Entrevista realizada el día 15/07/2019 en Capital Federal (Argentina). Entrevistadora: Maylén Bolchinsky.

Entrevista a Beatriz Marty de Zamparolo, coordinadora de la ceremonia. Citada en Bullentini, Ailín. “La ceremonia inaugural del Mundial 78. La fiesta del Chivo”. En línea: bit.ly/368atS4. Fecha de consulta: 14/03/2019.

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  1. Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS CONICET). Centro de Estudios Históricos (CEHis – CIC), Facultad de Humanidades, UNMdP. Correo electrónico: bpmaylen@gmail.com.
  2. La xi Copa Mundial de Fútbol se desarrolló en la Argentina entre el 1.° y el 25 de junio de 1978. Las subsedes oficiales fueron las ciudades de Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza y Mar del Plata.
  3. Se define “nación” como un concepto de sentido inherentemente ambiguo, operador de un sistema de clasificación social, que confiere posiciones al sujeto en el Estado moderno y en el orden internacional y, por lo tanto, garante de bases de autoridad y legitimidad, de apariencia natural y socialmente real (Guber, 2012). El nacionalismo, entonces, refiere a los usos del concepto “nación” “por el discurso y la actividad política” (ibid.: 20) que en la realidad cotidiana se mixtura con un conjunto de prácticas culturales y sociales, a través de las cuales los sujetos personalizan la “nación” de modo natural (ver la introducción del presente libro).
  4. El corpus de fuentes testimoniales se conforma a partir de cinco entrevistas realizadas por la autora a docentes a cargo de la ceremonia en Mar del Plata junto a estudiantes convocadas tanto en el ámbito local como en Capital Federal. Asimismo, se recopilan testimonios de organizadores y jóvenes participantes de la ceremonia en River Plate, publicados en línea y en la obra de Bauso (2018).
  5. Se entiende por “juventud” un constructo sociohistórico y cultural siempre múltiple y situado. Lejos de ser una categoría universal, asociada a un ciclo de vida con rasgos específicos, existe una representación cambiante acerca de qué es ser joven, es decir, existen diversas “juventudes” o grupos juveniles (Bourdieu, 1990; Levi y Schmitt, 1996; Souto, 2007).
  6. Las negociaciones por conseguir la sede se remontan al año 1954 y la designación definitiva fue otorgada diez años después en el Congreso de la FIFA en 1964 (Llonto, 2005).
  7. Distintos organismos de derechos humanos, grupos de militantes y, en menor medida, exiliados en Francia, Holanda, Alemania y Bélgica llevaron a cabo iniciativas en pos de boicotear el certamen. En algunos países se conformaron “Comités pro boicot de la Copa del Mundo” que lograron un gran nivel de difusión de las acusaciones por violaciones a los derechos humanos (Franco, 2002 y 2005).
  8. El argumento que atribuía las denuncias internacionales a una “campaña antiargentina” de desprestigio del gobierno fue esgrimido al poco tiempo de iniciado el gobierno militar. No obstante, fue durante el Mundial cuando alcanzó su punto más álgido de difusión (Gutman, 2015).
  9. Ministerio del Interior (1978). Plan de comunicación social. Conflicto con Chile.
  10. Ministerio de Educación, Provincia de Buenos Aires: Raúl Héctor Berisso —jefe de Estadio Mar del Plata, EAM 78— y Prof. Carlos A. Luis Puig Baya —inspector Zona VII. Ministerio de Educación—. Nota a la rectora del Instituto “Santa Cecilia”, Hna. Dolores Segura. Mar del Plata, 10 de abril de 1978.
  11. Beatriz Marty, profesora nacional de Educación Física. Durante años se desempeñó como docente en la carrera de Educación Física, en la cátedra de Gimnasia del I.N.E.F. “Dr. Enrique Romero Brest”. Continuó su formación en el exterior, asistiendo a cursos en Estocolmo (Suecia), Colonia y en la República Federal Alemana y dictando seminarios internacionales (Ministerio de Educación Física. Dirección Nacional de Educación Física. Deportes y recreación. VI Curso internacional de formación y perfeccionamiento en Educación Física. 11 al 29 de enero de 1965, p. 7.
  12. El Gráfico, 6 de junio de 1978, p. 61.
  13. Beatriz Marty de Zamparolo, en Bauso (2018), p. 380. Entre los establecimientos participantes, encontramos colegios de gestión pública y privada como la escuela industrial Casal Calviño de Flores, la escuela nacional de comercio n.° 7 Manuel Belgrano, el colegio Hipólito Vieytes, la escuela media n.° 18 Dr. Alberto Larroque, la escuela de comercio n.º 1 Dr. Joaquín V. González de Barracas, el Instituto San Román e incluso el Instituto Nacional de Educación Física.
  14. Beatriz Marty, en Bauso, op. cit., pp. 381.
  15. Ídem.
  16. Mar del Plata fue designada subsede del Mundial de la mano del ministro de Bienestar Social José López Rega y el secretario de Deportes y Turismo Pedro Eladio Vázquez, durante el tercer gobierno de J. D. Perón. Fue elegida con especial interés por su infraestructura turística y capacidad hotelera como ciudad balnearia. El estadio Mar del Plata fue construido para el evento (Bolchinky, 2018).
  17. Ministerio de Educación. Provincia de Buenos Aires. Raúl Héctor Berisso. Jefe de Estadio Mar del Plata. EAM´ 78 y Prof. Carlos A. Luis Puig Baya. Inspector Zona VII. Ministerio de Educación Nota a la rectora del Instituto “Santa Cecilia”, Hermana Dolores Segura. Mar del Plata, 10 de abril de 1978.
  18. María Cristina Villar, docente a cargo de la ceremonia inaugural en Mar del Plata. Entrevista realizada el día 8/08/2019 en la ciudad de Mar del Plata (Argentina). Entrevistadora: Maylén Bolchinky.
  19. Ambas docentes se habían formado en el Instituto Nacional de Educación Física en Capital Federal, e incluso habían sido alumnas de la Prof. Beatriz Marty de Zamparolo.
  20. María Cristina Villar, op. cit.
  21. La celebración del xi Campeonato Mundial de Fútbol en Argentina dio impulso a un conjunto de obras de infraestructura edilicia y de telecomunicaciones. El salto tecnológico, notable y exponencial, imprimió al período un cariz modernizador. Entre otros requerimientos que impuso la FIFA, se modificó el sistema de emisión satelital que exigía la trasmisión del mundial en colores (Bolchinky, 2020).
  22. AA. VV. (1978), Libro de Oro del Mundial, Buenos Aires: Bonafide Saic, p. 86.
  23. Juan Mentesana fue conocido como el locutor oficial del Proceso. Fue el encargado de leer los comunicados que anunciaron el golpe y los que seguían las alternativas a la guerra de Malvinas. Ya había ocupado ese cargo durante los gobiernos de Lanusse y Onganía. Sus intervenciones durante la ceremonia eran escuchadas tanto por la televisión como por los altavoces del estadio (Bauso, 2018: 385).
  24. Trasmisión ceremonia inaugural del Mundial 78. Recuperado de YouTube: bit.ly/3l62mfd.
  25. AA. VV. (1978), op. cit., p. 87.
  26. Ídem.
  27. AA. VV. (1978), op. cit., p. 36.
  28. Ídem.
  29. La Capital (1978), p. 2.
  30. En el palco oficial, se ubicaron el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Gral. Ibérico Saint Jean; el intendente municipal; el capitán de navío Carlos Emilio Menozzi; el obispo diocesano monseñor Dr. Rómulo García; y funcionarios del EAM, COMAR, Comisión Mar del Plata Mundial 78 y de otros organismos. Asistieron también las autoridades de la Liga Marplatense de Fútbol, Ing. Mauro Spina y Mario del Rosso, y el exintendente Luis Fabrizio, enlace con la FIFA. El Atlántico, 3 de junio de 1978, p. 6.
  31. La Capital, (1978), p. 3.
  32. Ídem, La Nación (1978), p. 7. En la ceremonia inaugural en River Plate, se había considerado la posibilidad de incluir paracaidistas en la coreografía, pero la idea fue finalmente descartada por temor a las inclemencias climáticas (Bauso, 2018).
  33. El Atlántico, (1978), p. 8.
  34. Ídem.
  35. María Cristina Villar, op. cit.
  36. AA. VV. (1978), op. cit., p. 38.
  37. La Fiesta de todos fue un film con tinte propagandista que elogió al certamen en sintonía con el discurso dictatorial. Para un análisis de la película, ver Alabarces (2008).
  38. Sergio Renan (1979). La Fiesta de todos.
  39. Bevacqua, Hilda (1978). “Los chicos del Mundial”. Recuperado de YouTube: bit.ly/2U3X1ZG.
  40. La Nación (1978), p. 4.
  41. Ídem.
  42. Ministerio Educación. Provincia de Buenos Aires: Raúl Héctor Berisso, op. cit.
  43. El Atlántico (1978), p. 5.
  44. La Nación (1978), p. 9.
  45. Ministerio de Educación. Comunicado N°53. Buenos Aires, 6/6/1978.
  46. Claudia, estudiante de la escuela nacional de comercio n.° 7 Manuel Belgrano. Entrevista realizada el día 15/07/2019 en Capital Federal (Argentina). Entrevistadora: Maylén Bolchinky.
  47. AA. VV. (1978), op. cit., p. 87.
  48. Silvana Iuliana, estudiante participante de la ceremonia en Buenos Aires, citada en Bauso (2018), p, 381.
  49. Enrique Cano, estudiante participante de la ceremonia en Buenos Aires, citado en Bauso (2018), pp. 380-381.
  50. Claudia, estudiante participante de la ceremonia en Buenos Aires, citado en Bauso (2018).
  51. Enrique Cano, op. cit., p. 394.
  52. Ídem.
  53. María Cristina Villar, op. cit.
  54. María Cristina Villar, op. cit.
  55. María Cristina Villar, op. cit.
  56. Enrique Cano, op. cit., pp. 392-393.
  57. Claudia, estudiante, op. cit.
  58. Eduardo Cano, op. cit., p. 394.
  59. Ídem.
  60. Claudia, estudiante, op cit.
  61. María Cristina Villar, op. cit.
  62. Claudia, estudiante, op. cit.
  63. Sobre memoria social y el Mundial 78: Ferrero (2008); Bolchinsky (2019).
  64. Karli Ríos, (2015) comentario frente al video: Ensayo general del Mundial Argentina 78 en el Club GEBA. Publicado en YouTube por Juan Carlos Gallo el 12 de noviembre de 2006: bit.ly/3k2rr9y.
  65. Pablo Narvay (2015), comentario frente al video Ensayo…, op. cit.
  66. Gonza Lida (2012), comentario frente al video Ensayo…, op. cit.
  67. Anibal Andrade (2007), comentario frente al video Ensayo…, op. cit.
  68. Silvana Iuliano, op. cit., p. 381.
  69. Enrique Cano, op. cit., p. 382.


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