Javier Gómez y Adrián Carbonetti
Introducción
La historia de la medicina a lo largo de su existencia y por su mismo basamento ha tomado como objeto de estudio a los médicos. Las primeras revisiones históricas, por lo menos en Argentina, ponían el acento en el accionar de la medicina y en la lucha de los galenos contra las enfermedades. En este último caso, eran los mismos médicos quienes llevaban a cabo estas historias, pues ostentaban el monopolio de la historia de sus prácticas (Carbonetti, Aizemberg y Rodríguez, 2013: 146). Esta apreciación es confirmada por Armus, quien observa:
Tradicionalmente el tema de la enfermedad ha sido una suerte de coto controlado por los historiadores de la medicina. Fueron ellos los que escribieron no sólo una historia de cambios en los tratamientos sino también las biografías de médicos famosos (Armus, 2002: 43).
Estas perspectivas historiográficas tuvieron una fuerte presencia en la historiografía argentina hasta mediados de la década de 1980, en la que comenzaron a desarrollarse nuevos estudios que Armus (2002: 43) denomina la nueva “historia de la medicina”, que tiende a destacar los inciertos desarrollos del conocimiento médico, dialoga con la historia de la ciencia, y discute el contexto social, cultural y político, dentro del cual se fue generando también un proceso de profesionalización creciente, en especial entre mediados y fines del siglo xix.
Son muchos los trabajos que se han realizado acerca de la problemática de la profesionalización y la medicalización creciente en Argentina entre mediados y fines del siglo xix (González Leandri, 1999: 26), pero incluso también antes de esa época, cuando aún este proceso estaba en ciernes, tal es el caso de los estudios que lleva a cabo Mariano Di Pasquale (2018). Ya entrada la segunda mitad del siglo xix, son altamente significativas las investigaciones de Pablo Souza (2008) que ponen el acento en el asociacionismo médico de Buenos Aires, en especial en el Círculo Médico Argentino. Por otra parte, se han elaborado trabajos referidos a la inserción médica como una burocracia estatal y el proceso de profesionalización y medicalización que se desplegó en la Argentina, especialmente en la Ciudad de Buenos Aires (González Leandri, 2006). Estos análisis, tal vez con una perspectiva distinta, fueron elaborados para el caso de la provincia de Tucumán por María Estela Fernández y María Paula Parolo (2008). En tanto, los trabajos pioneros de Susana Belmartino (2007) ponían el acento en las instituciones médicas durante el siglo xx en Argentina. Por otra parte, las investigaciones acerca de las prácticas y los saberes de médicos prominentes y no tanto de la Argentina de fines del siglo xix y mediados del xx, llevado a cabo por Adrián Carbonetti y Adriána Álvarez (2008), buscan realizar biografías acerca de los médicos que actuaron en contextos particulares.
Todos estos trabajos –que no son ni pretenden ser exhaustivos– en relación con la historia de la medicina fueron elaborados con base en metodologías cualitativas que ponían el acento en el avance de una profesión como la medicina en un contexto de profesionalización y medicalización que en muchos casos era acicateado por el mismo Estado argentino.
Quizá un tratamiento distinto fue el que recibieron los farmacéuticos y boticarios. En la historiografía argentina, son muchos menos los trabajos que ponen el acento en estas profesiones u ocupaciones. Desde el ya clásico trabajo de Cignoli (1953) sobre la historia de la farmacia en Argentina, han sido realmente pocos los estudios que han puesto el acento en los boticarios y los farmacéuticos en Argentina; solo algunos han observado la relación entre médicos y farmacéuticos (González Leandri, 1998).
Últimamente, y desde una perspectiva cualicuantitativa, surgió un estudio sobre la evolución de médicos, farmacéuticos, dentistas, parteras y enfermeros en la Argentina entre fines del siglo xix y principios del siglo xx realizado por María Laura Rodríguez, Adrián Carbonetti, María Dolores Rivero y Alejandra Fantín (2018). Este trabajo utilizó datos publicados por los censos de población de 1869, 1895 y 1914, por lo cual había algunas restricciones en relación con la edad, el sexo, la ubicación geográfica y el origen étnico, pero permitió entender la problemática de la acumulación de médicos en algunas ciudades como la de Buenos Aires a lo largo de la historia hasta 1914.
En este trabajo pretendemos realizar un análisis de las profesiones en salud que tienen una base académica combinando dos accesos sobre la misma fuente: el Censo Nacional de 1869: por una parte, la sección del propio censo dedicado a la provincia de Santa Fe y, por otro, las planillas del censo de 1869 que se encuentran en línea en el sitio web Family Search.[1] En este sentido, la combinación de ambas fuentes da la posibilidad de realizar un análisis que tiene como objetivo efectuar una caracterización sociodemográfica y geográfica tratando de reconocer y ubicar a estos profesionales a fin de pensar algunas hipótesis que nos permitan entender la perspectiva histórica con que se desarrollaron estas dos profesiones.
Caracteres sociodemográficos de la provincia de Santa Fe durante el primer censo nacional
El primer censo nacional argentino encontró a Santa Fe como una provincia en plena expansión territorial y transformación social en un contexto de un vigoroso proceso de poblamiento. Si bien en ese momento era un territorio escasamente poblado, su volumen poblacional venía incrementándose. Según el censo de 1869, Santa Fe se constituía por aquel entonces como el séptimo distrito entre los más poblados, con 89.117 habitantes y una densidad demográfica en relación con el territorio de aproximadamente 1,05 habitantes por km2. El territorio santafesino, al momento de realizarse el Censo Nacional de 1869, se encontraba integrado por cuatro departamentos: Capital, Rosario, San José y San Gerónimo (figura 1). Si bien en la mencionada figura el territorio provincial aparece hasta 1883 con la superficie y delimitación interprovincial que tiene en la actualidad, es necesario aclarar que, a lo largo de la segunda mitad del siglo xix, su territorio experimentó un proceso de expansión producto del corrimiento de las fronteras, en la medida que el Estado santafesino diezmaba los últimos baluartes de las comunidades originarias.
Figura 1: delimitación político-administrativa de la provincia de Santa Fe en distintos períodos
Fuente: bit.ly/3ds0Xhn.
En cuanto a las localidades existentes hacia 1869, la ciudad de Santa Fe, fundada en 1573 por Juan de Garay, fue el único centro urbano colonial que logró permanecer dentro del territorio santafesino a través del tiempo, aunque con una mudanza de su sitio original, la cual sucedió hacia mediados del siglo xvii. El carácter eminentemente político y portuario de esta ciudad hizo que se constituyera como centro de desarrollo del comercio, particularmente el relacionado con el cruce de dos rutas: la que unía Buenos Aires y Asunción del Paraguay, y la que se derivaba hacia Córdoba y el Alto Perú. Hacia 1869, la ciudad capital de la provincia albergaba tan solo 10.670 habitantes, por lo cual era una pequeña ciudad del interior del país. No obstante, en el contexto provincial, desde hacía dos décadas había comenzado a cobrar notorio desarrollo Rosario de Santa Fe, situada en el Pago de los Arroyos –hacia el sur de la provincia–, a partir de dos factores fundamentales: el puerto sobre el río Paraná y la reciente y revolucionaria instalación del ferrocarril. Hacia 1869, Rosario cobijaba a 23.169 habitantes y comenzaba a emerger como un dinámico centro urbano argentino, siendo uno de los epicentros de llegada de la primera oleada de la inmigración transoceánica. En efecto, la provincia de Santa Fe tenía, de acuerdo al Censo Nacional de 1869, 156 extranjeros por cada 1.000 habitantes, por lo cual se ubicaba en el segundo lugar a nivel nacional. El desarrollo de las colonias agrícolas protagonizadas por inmigrantes llegados del centro y norte de Europa dinamizó el entorno rural de la zona central de la provincia, a partir de la fundación de Esperanza (1856), San Carlos (1857) y San Gerónimo (1858).
En ese contexto, la urbanización en la provincia cobraba desarrollo en simultáneo con el proceso dinamizador del campo. Además de Rosario y Santa Fe, se identificaban otros cuatro centros urbanos, que, en orden poblacional, eran los siguientes: San Lorenzo (1.367 habitantes), Coronda (1.245 hab.), Constitución (610) y Esperanza (344). En suma, los habitantes urbanos representaban prácticamente el 42 % del total de la población santafesina.
Como señalamos previamente, Santa Fe, al momento de realizarse el censo de 1869, era una provincia que ya denotaba el impacto de la inmigración transoceánica que, fundamentalmente, se encontraba afincándose en colonias agrícolas que se fundaban en la zona central del territorio. La radicación de los contingentes extranjeros estaba movilizando la economía primaria a partir de la puesta en producción de las tierras yermas que, a partir de mediados del siglo xix, pasaron a conformar el epicentro del modelo agroexportador argentino. Si bien de acuerdo al Censo Nacional de 1869 el principal aporte demográfico extranjero lo constituían los inmigrantes de origen italiano –4.223 personas–, los cuales mayormente estaban afincados en el departamento Rosario –por lo cual queda claro el carácter eminentemente urbano del aporte de esta nacionalidad, al menos hasta el momento de la realización de este censo–, es para destacar el aporte de los suizos (2.272 personas), los franceses (1.728) y los alemanes (1.196), quienes estaban radicados primordialmente en las colonias del río Salado, en el centro de la provincia, departamento Capital. A su vez, la presencia de inmigrantes de estos últimos países mencionados le otorgaba a la provincia un perfil migratorio excepcional en el contexto nacional.
La dinamización de la economía de base agrícola había impactado asimismo en la redistribución poblacional: el afincamiento de los inmigrantes en el interior provincial hacía que los centros urbanos tradicionales –Santa Fe, Coronda o el Rosario– vieran surgir nuevos centros urbanos que, aunque eran escasos en magnitud, se iban tornando gravitantes desde el punto de vista económico. Pero, al mismo tiempo, se iba consolidando la ocupación del territorio santafesino y la expansión de las fronteras a partir del dominio definitivo de los asentamientos de los pueblos originarios que aún perduraban. De esta manera, el centro-sur santafesino adquiría un perfil social que expresaba un tipo de producción de carácter agrícola, mientras que las zonas marginales y de fronteras continuaban con un perfil más pastoril y artesanal, fundamentalmente en el norte, noreste y el suroeste de la provincia.
El censo de 1869 contabilizó en la provincia 15.067 viviendas, de las cuales el 75 % quedó dentro de la categoría casas con techos de paja, mientras que el 19,6 % eran casas de azotea, aunque en su mayoría se trataba de unidades de un cuerpo. De estos datos de la edificación, puede conjeturarse que la mayor parte de la población santafesina de aquel momento residía mayormente en un contexto de precariedad edilicio, y que era en las ciudades donde podían encontrarse las viviendas de mayor confort: era en Rosario donde las “casas de azotea” tenían una mayor proporción sobre el total de viviendas: el 44,3 %.
Sumado a lo anterior, el Censo Nacional de 1869 señala que apenas el 23 % de la población dominaba la lectura y el 20,7 %, la escritura, y las ocupaciones de la población, de acuerdo al censo, permiten exponer la existencia de una sociedad laboralmente heterogénea, pero, si se observan las predominantes, se aprecia el carácter eminentemente primarizado, donde la agricultura y la ganadería ocupaban el lugar más destacado; a pesar de esto, se aprecia que, al mismo tiempo, cobraban importancia actividades ligadas al sector servicios y el comercio. En este sentido, los labradores y agricultores eran 7.789, mientras que los hacendados eran 3.120. Los peones totalizaban 10.250, un número muy significativo que no puede atribuirse completamente al sector rural, dada la importancia que adquiría paralelamente el desarrollo urbano. En el sector servicios, las ocupaciones de cocineros, planchadoras, lavanderas y sirvientes alcanzaba la cifra de 4.644 personas, lo cual da cuenta de la importancia de la contratación de servicios auxiliares por parte de las familias de mayor poder adquisitivo. En tanto, a partir de la dinamización portuaria y la expansión de las colonias, indudablemente se generaban repercusiones en el desarrollo comercial: 2.253 fueron los comerciantes registrados. Y finalmente, el control de las fronteras del territorio hacía que la presencia militar no fuera despreciable: 1.068 miembros de esa fuerza fueron contabilizados. Estas ocupaciones expresan una estructura económica en transformación, que abandonaba la tradición colonial y se abrazaba a la economía agroexportadora, con fuerte inserción internacional, lo cual estaba produciendo un profundo cambio demográfico, una notoria urbanización y, en suma, una transformación social que aspiraba a una profesionalización de las ocupaciones.
En este contexto de transformación, donde los incipientes pero dinámicos centros urbanos santafesinos recibían contingentes de inmigrantes desde el otro lado del océano y la economía se internacionalizaba, nos interesa analizar las características sociodemográficas de quienes desarrollaban ocupaciones profesionales de la salud en la provincia de Santa Fe de aquel momento, particularmente haciendo hincapié en caracteres demográficos relevantes tales como edad, sexo, estado civil y nacionalidad y, al mismo tiempo, en otras características sociales, tales como el hábitat en el cual residían, con la expectativa de poder dar lugar a algunas hipótesis que permitan explicar ese momento clave de la historia de la salud.
Profesionales: farmacéuticos, boticarios y médicos: un esbozo sociodemográfico
El primer censo nacional de población llevado a cabo en 1869 estuvo caracterizado por una serie de defectos, lo cual sería lógico por tratarse de un primer censo en el ámbito de la construcción del Estado nacional y que se realizó fuera de un sistema estadístico desarrollado. Esta implementación generó errores de cobertura y de enumeración que fueron detectados por el mismo director del censo, Diego de la Fuente:
Bien que pueda resentirse de algunas deficiencias, es la verdad, Sr. Ministro, queda hoy facilitado el camino y fijada conveniente organización en nuestro país para esta clase de trabajo. […]. Los que, conociendo antecedentes políticos y sociales argentinos, y las dificultades a vencer en operación tan laboriosa como lo es la de un empadronamiento general, examinen desapasionadamente el resultado obtenido, han de ser con él indulgentes (Censo Nacional, 1869: 1).
Ahora bien, a pesar de las dificultades que expresaba el mismo De la Fuente, en el censo de población de 1869 se pueden rastrear y encontrar ciertas riquezas, como el caso del empadronamiento de aquellas prácticas enmarcadas en la medicina académica, fenómeno nuevo en ese momento de la Argentina y que lentamente comenzaba a adquirir desarrollo en el marco de la modernización del país. Sin embargo, era un proceso muy rezagado en vastas regiones de la Argentina, tal el caso del proceso de medicalización entendido como la patologización de actitudes de vida, pero que también traía como consecuencia una burocratización creciente en el Estado por parte de la medicina, lo que le otorgaba a esta un fuerte control sobre aquellos que podrían competir contra ella. Es en este contexto en que nos interesa indagar en el comienzo del proceso de medicalización que se fue desarrollando en el contexto de una sociedad curanderizada (Carbonetti y Gómez, 2019), particularmente a partir de examinar la presencia y caracterización de dos ocupaciones de salud profesionales como es el caso de los médicos y los boticarios en el contexto santafesino del primer censo nacional. Desde esta perspectiva, el comienzo de la conformación de un mercado terapéutico desde una mirada sociodemográfica y territorial que da la posibilidad de entender los contrastes sanitarios de la Santa Fe de la época.
Las dos ocupaciones profesionales más frecuentes posibles de ser captadas en los archivos del censo a nivel de la provincia de Santa Fe y de la regionalización que contaba en aquel momento dan la posibilidad de advertir un mayor desarrollo de la ocupación de médicos en relación con la de boticarios y farmacéuticos. En efecto, según la tabla n.° 5 del Censo Nacional (1869), que agrupa un detalle de las profesiones relevadas, se desprende que en el territorio santafesino se contabilizaron 36 médicos, tres dentistas y 28 boticarios o farmacéuticos. Del total de estas ocupaciones profesionales vinculadas a la salud –67 personas–, los médicos representaban el 53,7 %, los dentistas, el 4,5 %, y los boticarios y farmacéuticos, el 41,8 %. En tanto, a fin de establecer una comparación con ocupaciones vinculadas a la salud empírica, tal el caso de curanderos/as y parteras, y que se encuentran contabilizadas en la mencionada tabla del censo, puede mencionarse que en total alcanzaban un total de 49 miembros y, deglosados, se cifraban en 23 curanderos/as y 26 parteras. Puede apreciarse que, de acuerdo a estas cifras, las ocupaciones de la salud profesionales habían adquirido preponderancia, aunque es posible señalar que, probablemente, en un contexto de desarrollo de la profesionalización, las actividades de salud no profesionales podrían ocultarse.
Gráfico 1: curanderos, parteras, médicos, dentistas y boticarios en la provincia de Santa Fe (1869). Valores absolutos
Fuente: Censo Nacional (1869).
El gráfico 1 expresa de modo claro el panorama de las ocupaciones sanitarias en la provincia de Santa Fe, particularmente sobre el ejercicio de la medicina. Aquellos profesionales que desarrollaban su labor a partir de titulaciones que habrían obtenido en centros de formación académica alcanzaban la mayoría, al menos en número de miembros en relación con los quehaceres que tradicionalmente se habían ocupado de problemáticas de salud, tal el caso de parteras y curanderos/as. Es decir, se trataría de una mayoría reciente, ante un contexto histórico que habría estado dominado por las ocupaciones sanitarias empíricas que desplegaba su labor en los diversos rincones de la provincia y que atendía, por tanto, al conjunto de la población, es decir, los distintos grupos sociales. De este modo, podemos señalar que el cambio social recrea una modificación en los servicios que se demandan, y, en ese sentido, la medicina es central en el proceso de transformación y modernización de los estilos de vida.
Ahora bien, este proceso de modernización, en lo que respecta a la modificación del ejercicio de las prácticas asociadas a la salud, ¿por quiénes era protagonizado? Al mismo tiempo, también cabe preguntarnos acerca de las características sociodemográficas que tenían esos protagonistas: ¿de dónde provenían?, ¿qué edades tenían?, ¿cómo estaban distribuidos en la geografía santafesina? Las planillas (libretos) del censo de población de 1869 que pudimos revisar desde la organización Family Search brindan la posibilidad de aproximarnos a estas indagaciones. Cabe consignar que hemos detectado algunas diferencias entre los totales de profesionales –médicos, dentistas y boticarios– al comparar las dos fuentes utilizadas, es decir, el tomo del propio Censo Nacional de 1869 correspondiente a Santa Fe y los libretos escaneados del mencionado censo, donde constan los individuos censados de nuestro interés, o sea, los profesionales asociados a la administración de salud. Entendemos que estas diferencias podrían ser atribuidas a distintos factores, entre ellos el hecho de ser este el primer censo de población de la Argentina, con los consabidos errores de cobertura y, en muchos casos, de subnumeración, y al mismo tiempo quizás también la falta de disponibilidad o extravío de algunos libretos del censo. Entendemos que estas brechas no obstaculizan el desarrollo de este análisis ya que, si bien se trata de un análisis sociodemográfico, no pone el acento en la cantidad, sino en las características demográficas de los profesionales.
Realizadas esas aclaraciones, para aproximarnos al esbozo sociodemográfico, podemos comenzar señalando que, en referencia al sexo, tanto la profesión de boticarios como de médicos, de acuerdo a los datos relevados y en consonancia con los cánones del momento, estaban totalmente masculinizadas. Esta realidad de la práctica profesional de la medicina estaba en relación con el rol que ocupaba la mujer en una sociedad eminentemente patriarcal. El rol de la mujer estaba asociado al cuidado de la familia y del hogar. Por otra parte, consideramos que, al estar vedada para la mujer la salida académica por su género y posición social, se esperaba que el camino que debía seguir era, como decíamos, el del cuidado de la casa, el marido o la familia o el de ocupaciones feminizadas como el curanderismo o el parterismo.
Al analizar la distribución etaria de los boticarios y de los médicos de los que pudo conocerse su perfil sociodemográfico por medio de los libretos obrantes escaneados, es posible apreciar en el gráfico 2 que quienes comenzaban a desarrollar estas profesiones lo hacían desde muy jóvenes, aproximadamente en la veintena, pero lo distintivo entre boticarios y médicos es que, entre los primeros, la mayoría tenía entre 25 y 34 años, mientras que, entre los médicos, se generalizaría entre los 45 y 49 años. En todos los casos, se ha utilizado la edad declarada o bien la que estimó el censista sobre las personas captadas. El promedio de edad de los farmacéuticos era de 31,6 años, mientras que la de los médicos, de 44,3. El gráfico expone la distribución etaria de ambas profesiones según grupos quinquenales de edad.
Gráfico 2: distribución por edad de boticarios y médicos según grupos quinquenales
Fuente: planillas del censo de población (1869) obtenidas desde Family Search.
Es posible, como señaláramos, que los profesionales arribaran a la provincia desde muy jóvenes con poco tiempo de titulación, probablemente a fin de desplegar su desarrollo profesional. El hecho de que se encontrara mayor proporción de boticarios jóvenes en comparación con médicos jóvenes nos permite suponer que el desarrollo de farmacéuticos ha sido probablemente más tardío que el de la medicina. Ambos servicios relacionados directamente a la salud iban de la mano en el camino de la imposición de preceptos morales y estilos de vida propios de la modernización decimonónica.
En relación con un mayor número de médicos en las edades más avanzadas, como habíamos dicho, entre la década de los 40 y los 60, en esos grupos etarios se encontrarían el 59,2 % del total de médicos. En el caso de los dentistas, solo pudimos obtener el registro de uno, radicado en la ciudad de Rosario, con 22 años de edad. Este análisis demográfico nos lleva a otra pregunta: ¿por qué la edad de los médicos que ejercitaban su tarea en Santa Fe era en general más avanzada, ubicada mayoritariamente desde los 40 hasta los 60? Este análisis etario sobre la población de médicos nos llevaría a pensar que dicha cuestión estaría en relación con que la labor y asentamiento de los médicos podría ser previa a la de los farmacéuticos, por lo cual, desde nuestro punto de vista, el arribo de los galenos tendría un lapso mayor. Al mismo tiempo, estimamos que el tiempo de formación académica y profesional del médico suele ser más extenso, por tratarse de una tarea que requiere de una etapa de práctica, lo cual también podría alargar el período de formación y comienzo de desarrollo de su labor.
Cuadro 1: origen de farmacéuticos, dentistas y médicos
Santa Fe | Otra provincia | Otro país | Total | |
Farmacéuticos | ||||
Varón | 1 | 2 Buenos Aires | 6 Italia3 España2 Suiza1 Oriente12 (Total) | 15 |
Mujer | 0 | 0 | 0 | 0 |
Médicos | ||||
Varón | 3 | 3 Buenos Aires | 8 Italia2 Francia3 Alemania3 Suiza1 Inglaterra1 Austria1 España19 (Total) | 25 |
Mujer | 0 | 0 | 0 | 0 |
Dentistas | ||||
Varón | 1 Alemania1 (Total) | 1 | ||
Mujer | 0 | 0 | 0 | 0 |
Fuente: planillas del censo de población (1869) obtenidas desde Family Search.
Otro de los aspectos relevantes para analizar dentro de este esbozo sociodemográfico de los profesionales de la salud de la provincia de Santa Fe es el origen. En el cuadro de referencia, se puede observar que la mayoría de los boticarios que se encontraban dentro de la provincia habían nacido fuera de ella. De los quince boticarios de los cuales fue posible establecer el origen, solo uno era oriundo de la provincia. Otros dos procedían de Buenos Aires. El resto, cifrado en doce, procedía del exterior, del cual Italia era el principal país de origen. Estos datos brindan la pauta de una movilidad de estos profesionales y, paralelamente, de un desarrollo de esta profesión a partir de la radicación de expertos ya formados procedentes de ámbitos donde estas profesiones ya venían adquiriendo mayor notoriedad, como es el caso de los países europeos.
En el caso de los médicos, fueron 25 de los que se pudo rastrear la procedencia. Solo tres eran oriundos de la provincia, otros tres habían llegado procedentes de Buenos Aires. Los 19 restantes eran extranjeros, llegados todos desde países europeos, de los cuales Italia, Alemania y Suiza eran los principales países aportantes. El aporte italiano se observa radicado principalmente en la ciudad de Rosario, mientras que los alemanes y suizos se hallaban más en las colonias agrícolas del centro de la provincia de Santa Fe. En la Capital, en tanto, los extranjeros no superaban el 50 %. Finalmente, el único dentista del cual pudo conocerse el origen era de procedencia alemana y se encontraba radicado en Rosario, con 22 años de edad. En suma, este rastreo de los profesionales que se dedicaban a la salud permite sostener que la modernización médica fue un proceso protagonizado primordialmente por una población mayormente inmigrante que llegaba muy probablemente con el propósito de realizarse y desarrollar su profesión a una provincia que se encontraba en pleno proceso de poblamiento y expansión urbana, lo cual coadyuvaba a la conformación de un mercado sanitario.
Profesionalización de las ocupaciones de salud: el caso de médicos, boticarios y farmacéuticos en la provincia de Santa Fe hacia 1869
En la provincia de Santa Fe de aquel entonces, comenzaba a cobrar importancia, lentamente pero sin pausa, la presencia de ocupaciones vinculadas a la salud emanadas de la formación académica y el ejercicio profesional. A diferencia de lo que se pudo identificar en otras provincias argentinas para la misma época (Carbonetti y Gómez, 2019), en algunas zonas de Santa Fe, se observa una diferenciación geográfica entre curanderas/os y las demás ocupaciones en salud. Es decir que, si bien en los cuatro departamentos con que la provincia contaba en aquel momento se encontraban residiendo personas que desarrollaban ocupaciones de salud tanto profesionales (médicos, boticarios o farmacéticos) como no profesionales (parteras, curanderos/as), había zonas dentro de los departamentos donde la presencia parecía más segregada, es decir que los médicos o boticarios eran menos frecuentes.
El cuadro n.° 2 brinda la posibilidad de establecer un análisis comparativo dentro de la provincia. Teniendo en cuenta la exigua cantidad de Departamentos existentes en aquel momento (Rosario, Capital, San Gerónimo y San José), el discernimiento de los datos es escaso, a lo que se agrega el incipiente número de profesionales. Sin embargo, hemos considerado tener en cuenta las agrupaciones, es decir, porciones dentro de los departamentos, a fin de poder avanzar en un mayor detalle geográfico de los datos, fundamentalmente a partir de los contrastes urbano-rurales. Es por eso por lo que hemos decidido adoptar el fraccionamiento espacial que brindó el censo original: “Rosario”, “Santa Fe”, “resto del Departamento Rosario y resto del Departamento Capital junto a Departamento San José y Departamento San Gerónimo”. Se aprecia que no existía una distribución uniforme de las ocupaciones de salud profesionales de acuerdo a las agrupaciones consideradas (Censo Nacional, 1869).
Cuadro 2: profesionales de la salud según “agrupaciones” censales (1869)
Agrupaciones | Boticarios, Farmaceuticos | Médicos | Dentistas |
Ciudad de Rosario | 22 | 17 | 3 |
Resto Departamento Rosario | 2 | 3 | – |
Ciudad de Santa Fe | 2 | 6 | – |
Resto Departamento Capital+ Departamento San Gerónimo+ Departamento San José | 2 | 10 | – |
Total | 28 | 36 | 3 |
Fuente: Censo Nacional (1869).
El cuadro precedente permite apreciar que la presencia de las ocupaciones profesionales era más marcada en la ciudad de Rosario. Luego, la cantidad de farmaceuticos era constante en el resto de las agrupaciones, en tanto que la de médicos era más heterogénea.
Sin embargo, el número de las ocupaciones profesionales de salud por cada mil habitantes permite dar cuenta de un modo más concreto de la incidencia de profesionales en el territorio santafesino. En ese sentido, las tasas confirman la existencia de una marcada heterogeneidad entre las distintas zonas de la provincia. Por ejemplo, en el caso de los médicos, las tasas de las ciudades de Rosario –0,91 por mil– y de Santa Fe –0,75 por mil– contrastan notoriamente con las agrupaciones más rurales, donde las tasas calculadas se ubicaron en 0,12 para el resto del departamento Rosario y en 0,46 para la agrupación de los departamentos San José y San Gerónimo. Pero más notoria aún es la asimetría cuando se considera la presencia de farmacéuticos: la tasa de 0,95 por mil de la ciudad de Rosario es seguida por la de 0,19 por mil en la ciudad de Santa Fe, y valores muy exiguos en el resto del territorio provincial.
Las asimetrías observadas entre las diversas agrupaciones territoriales de alguna manera confirmarían que el proceso de profesionalización en los diferentes y departamentos seguiría las pautas de un mercado terapéutico que se instala en enclaves de mayor densidad demográfica y de mayor poder adquisitivo –debemos recordar que no existía el concepto de “salud pública”–. Los departamentos San José y San Gerónimo se encontraban en un lugar más rezagado por la presencia de profesionales de la salud. En efecto, solo se contabilizaron dos médicos en esos extensos territorios.
El comienzo de la superioridad numérica de los profesionales, primordialmente en los dos principales centros urbanos –Rosario y Santa Fe–, permite conjeturar que la sociedad santafesina comenzaba a priorizar y a demandar, en cuanto a la salud, la atención profesional. De este modo, se resquebrajaba la tradición sanitaria que asociaba las prácticas empíricas con las creencias religiosas. Al mismo tiempo, indudablemente, la existencia de un numeroso grupo de boticarios en la ciudad de Rosario da cuenta de la existencia de un mercado, de una demanda. El cambio social recrea una modificación en los servicios que se demandan, y, en ese sentido, la medicina es central en el proceso de transformación y modernización de los estilos de vida.
Esto tal vez se deba a una cuestión de mercado, es decir, había más boticarios, farmaceuticos y médicos donde se acumulaba una mayor cantidad de población, como observábamos en el caso de las ciudades de Santa Fe y de Rosario. Al mismo tiempo, también acumulaban, para esa época, una población similar el interior del departamento Rosario y el interior del departamento Capital y, sin embargo, no contaban con una presencia equiparable de médicos y de boticarios. Es más, los boticarios solo estaban en las dos ciudades mencionadas. Es por ello por lo que podemos argumentar que la profesionalizaicón sanitaria se trataba de un proceso temporal y territorial que había comenzado por aquellas zonas de la provincia que estaban en mayor contacto con las zonas de procedencia de los profesionales –los puertos–, y que estos núcleos urbanos, por su densidad poblacional, e incluso por la coexistencia de servicios conexos a la medicina, podían retroalimentar la expansión del mercado medicinal. A su vez, es probable que en estos núcleos urbanos estuviera radicada la población que demandaba estos modernos servicios, lo cual aseguraba el crecimiento profesional.
Debido a esto, podemos señalar que el desarrollo es atribuible no solo a una mayor acumulación de población, sino también a unas condiciones favorables para su desarrollo, como las conexiones con los mercados europeos, que eran los proveedores de los insumos empleados, todo lo cual convertía a los grandes centros urbanos protagonistas en centros de referencia y prestigio en el desarrollo de la medicina. Simultáneamente, en los grandes centros urbanos, es probable también que pudieran existir algunos organismos que pretendían regular la práctica de la medicina, como es el caso del protometicato, el cual también actuaba como un legitimador de la medicina legal. De esta forma, es posible argumentar que la actuación de este organismo fuera más efectiva en los centros urbanos, donde, además, residía el poder político.
Conclusiones
El análisis de datos sobre la base de las planillas del censo de población de 1869 permite obtener datos que hasta el momento no se habían podido elaborar y a partir de los cuales se pueden realizar algunas hipótesis que permitan generar nuevas líneas de investigación sobre esta temática.
El análisis de las profesiones académicas nos permitió insertarnos en tres cuestiones que creemos de fundamental importancia: la edad de farmacéuticos y médicos, el origen, y la ubicación geográfica. Se pudo apreciar que había fuertes diferencias entre las edades promedio de médicos y boticarios, lo cual estaría asociado al posible mayor tiempo de formación de los primeros en comparación con el de los segundos. También es posible que, dadas las características poblacionales, un crecimiento importante de la provincia atrajera a farmacéuticos y boticarios jóvenes a dicho territorio y, por otra parte, que los médicos tuvieran un mayor tiempo de asentamiento. Con relación al origen, se puede afirmar que ambas profesiones estaban completamente extranjerizadas, en especial los médicos y boticarios, que venían de Europa principalmente, donde se otorgaban los títulos esenciales para poder practicar estas profesiones. En mucha menor medida, había médicos y boticarios de nacionalidad argentina, lo que tenía cierta lógica, ya que había un solo centro de formación de profesionales de la medicina en la Ciudad de Buenos Aires.
En relación con la distribución geográfica de estas profesiones, observamos que tanto médicos como farmacéuticos seguían las características que se daban a nivel nacional de una mayor acumulación de estas profesiones en las ciudades principales, más densamente pobladas, en las cuales el mercado terapéutico les permitía más fácilmente vivir de su profesión. Así, tanto la ciudad de Rosario como la de Santa Fe reunían la mayor cantidad de médicos por habitante, con una fuerte superioridad sobre los departamentos rurales.
En suma, el análisis de ambas profesiones en el censo de población de 1869 permite entender el proceso de profesionalización y asentamiento desigual que marcó a la Argentina hasta bien entrado el siglo xx y que le dio una impronta de desigualdad al mercado terapéutico que se estaba conformando.
Bibliografía
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