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Fragmentación territorial
y organización sanitaria

Santa Fe en el primer tercio del siglo XX

Viviana Bolcatto

A manera de introducción

La Argentina del primer tercio del siglo xx es un país que se ha transformado significativamente respecto a la centuria anterior. Las ventajas comparativas del clima y el suelo, sumadas a la superación de la conflictividad interna y la consecuente organización de la vida política, así como al avance de las fronteras territoriales, favorecieron su incorporación al mercado internacional como país agroexportador y propiciaron la inversión de capitales y el arribo y la radicación de millones de inmigrantes que terminaron por modificar el paisaje del país en ciernes.

Al interior nacional, la provincia de Santa Fe fue un claro ejemplo de este proceso de transformación estructural de la región litoral argentina. Su ubicación geográfica y las condiciones naturales la posicionaron como un lugar estratégico para el desarrollo de actividades agrícolas y ganaderas y para la instalación de vías de transporte fluvial y ferroviario de relevancia fundamental para la comunicación y el comercio. Sin embargo, el crecimiento del territorio no se dio en un sentido homogéneo.

La configuración y ocupación del espacio, el poblamiento, la actividad económica implementada, la comunicación con otros asentamientos y la organización social terminaron por marcar diferencias significativas al interior provincial. Estas diferencias cristalizaron desde tiempos remotos en el surgimiento de dos ciudades que, a la larga, sellaron diferencias y se legitimaron como hegemónicas. Paralelamente al crecimiento de estos centros urbanos, el territorio santafesino creció fragmentado en tres regiones geográficas –norte, centro y sur– como resultado de la sedimentación de desigualdades económicas, sociales y políticas producidas en el devenir histórico. Si bien esta fragmentación territorial no llegó a institucionalizarse en términos administrativos, terminó por sellar su impronta en la estructura estatal, incluida la organización de las instituciones sanitarias.

El objetivo de este trabajo es reflexionar en torno al devenir de la configuración espacial del territorio provincial y su impacto en la organización del aparato estatal sanitario en el primer tercio del siglo xx. Nos interesa particularmente analizar el surgimiento de Santa Fe y Rosario como ciudades hegemónicas, su vinculación con la fragmentación de las regiones geográficas norte, centro y sur y el definitivo vínculo con el sistema de sanidad estatal que se instauró en la provincia.

Una provincia que crece fragmentada

Desde tiempos remotos, el territorio de lo que luego sería la provincia de Santa Fe ocupó un lugar significativo al interior del país. La ciudad homónima –fundada en el siglo xvi y capital provincial– fue puerto obligado, durante la época colonial, del circuito que unía Potosí con Asunción o Buenos Aires. En el siglo xvii, la Corona la declaró puerto preciso, privilegio que la autorizó a recibir impuestos de las embarcaciones que circulaban por sus ríos. En este sentido, la ciudad se vinculó desde antaño con actividades gubernamentales y administrativas. Más tarde, a mediados del siglo xix, la proximidad geográfica a la ciudad de Paraná, sede de la Confederación Urquicista, convirtió a la ciudad de Santa Fe en una delegación política que, bajo la mirada atenta de Urquiza, participó en las discusiones de la política nacional.

Otra ciudad que creció durante esta época fue Rosario. Los enfrentamientos entre Buenos Aires y la Confederación obligaron a la apertura de los ríos interiores y convirtieron a la ciudad ubicada en el sur provincial en el primer puerto de la Confederación Urquicista. En poco tiempo avanzó el reconocimiento del lugar estratégico del puerto de Rosario, beneficiado por sus condiciones geográficas, como las altas barrancas y el cauce profundo del río, a su vez barreras naturales contra la inundación[1].

Paralelamente al crecimiento de las ciudades de Santa Fe y Rosario, el avance en la comunicación y el comercio, el asentamiento de familias en colonias agrícolas y el desarrollo de productos agropecuarios destinados a la exportación dinamizaron en forma insospechada la economía de la región del litoral, a la vez que poblaron gran parte del territorio provincial. Según datos de los censos nacionales[2], la población santafesina pasó de 89.117 habitantes en 1869, a 397.188 en 1895 y 899.640 en 1914. La mayoría de sus habitantes se concentraron en Santa Fe y Rosario, únicas ciudades que excedieron los 10.000 pobladores durante el período 1869-1895. Sin embargo, el crecimiento demográfico y la urbanización no se desarrollaron en forma equitativa en ambas ciudades.

Respecto al poblado del sur provincial, en poco tiempo dejó de ser un rancherío para convertirse en ciudad. Rosario pasó de 50.914 habitantes en 1887[3] a 91.669 en 1895 y a 222.592 en 1914; es decir, su población aumentó cuatro veces en 27 años. Por su parte, la ciudad de Santa Fe también incrementó su número –aunque con una densidad menor–, pasando de 14.206 habitantes en 1887 a 22.244 en 1895, y llegó a cerca de 60.000 en 1914. Si bien la población capitalina se duplicó entre 1895 y 1914 e incrementó su peso en la intermediación mercantil y en las actividades de producción agropecuaria, sus cifras demográficas nunca igualaron a la ciudad del sur.

Al crecimiento exponencial aunque desparejo de las ciudades de Santa Fe y Rosario, reflejado en la variable demográfica, pronto se le sumaron otras cuestiones que culminaron por sellar más disimilitudes entre ambas.

Como adelantamos previamente, la ciudad capital creció básicamente como una ciudad estatal con un desarrollo significativo de la burocracia. El peso del Estado y las actividades burocráticas avanzaron en el desarrollo del sistema combinado de transportes ferroviario y portuario para la exportación de la producción maderera –proveniente del norte provincial– y cerealera sin abandonar la imagen colonial de sus orígenes.

La organización y el control del poder en el ámbito capitalino estuvieron a cargo de las redes parentales, donde los vínculos personales y una estructura jerárquicamente organizada terminaron por definir a las familias de gobierno. Estas se legitimaron a través de los conocimientos recibidos en las Facultades Mayores del Colegio de la Inmaculada Concepción, donde, según ley provincial de 1868, se impartía el estudio del derecho con el propósito de responder a la demanda de profesionales estatales para una burocracia en expansión (Bonaudo, 2012).

La tradición, la fortuna, el estilo de vida constituyeron los pilares de la élite de la capital provincial que terminó por atrincherarse en vínculos cerrados de sociabilidad con características premodernas. Darío Macor (1995) propuso el concepto de “modernidad aldeana” para referirse al mundo urbano de la ciudad capital, donde los sujetos sociales y políticos de la época construyeron la trama de sus días rehaciéndose en una modernidad que parecía no requerir el abandono abrupto de su imagen colonial, de la aldeanidad.

En oposición a la tradición capitalina, Rosario creció y se modernizó desmesuradamente en pocos años. En sus orígenes, la ciudad surgió como un pequeño poblado que funcionaba para abastecimiento y refugio, una posta o lugar de paso en el camino que unía a Buenos Aires y Santa Fe. Hacia 1902, con las obras de modernización de su puerto, Rosario llegó a ocupar el segundo lugar del país detrás del puerto de Buenos Aires. El avance de las vías ferroportuarias potenció a la ciudad del sur en el eje comercial. Asimismo, vinculó el desarrollo del interior de la provincia con el contexto nacional e internacional como punto de partida de cereales y entrada de manufacturas.

La vida económica, social y política giró en torno al puerto. Este marcaba el pulso de la ciudad (Prieto, 2010). Asimismo, el desarrollo comercial favoreció la consolidación de la burguesía rosarina como un grupo de reconocida heterogeneidad étnico-nacional y de implantación multisectorial. Desde una posición económica y social privilegiada, esta minoría organizada creció conjuntamente con el proceso de modernización urbana. Desde sus orígenes, se vio obligada a constituirse y legitimarse en una sociedad sin jerarquías estables, cuya pertenencia definiría los privilegios y las obligaciones, en un contexto intelectual y cultural de recambio continuo de individuos y de grupos sociales. La pertenencia dependía fundamentalmente de la posesión de algún mérito individual reconocido por los demás miembros de la sociedad, como la acumulación de riquezas, las relaciones sociales, el prestigio y el poder (García, 2005).

El liderazgo económico y la pujante sociedad rosarina terminaron por sellar la impronta de la ciudad portuaria con una identidad política propia. La crítica hacia el régimen de gobierno oligárquico y al sistema electoral, el énfasis en el accionar del municipio, el surgimiento de un partido de condición progresista como la Liga del Sur (1908) –posteriormente transformado en Partido Demócrata Progresista (1914)– y la figura de Lisandro de La Torre, entre otros, posicionaron a la ciudad de Rosario como estandarte del demo-progresismo. La identidad política partidaria sumó otro elemento de diferenciación con la ciudad capitalina donde predominó el radicalismo, a través de sus diferentes facciones, al menos desde 1912 (Carrizo, 2018).

Hasta aquí, podemos aseverar que, en lo que respecta a Santa Fe y Rosario, la configuración y ocupación del espacio, el crecimiento demográfico, el avance en la urbanización, las actividades productivas, la constitución y legitimación de una identidad partidaria entre la élite local sellaron perfiles económicos, sociales, políticos, ideológicos particulares en ambas ciudades destinados a perdurar. Pero la diferenciación no se circunscribió a los límites de cada espacio urbano y a las vinculaciones que cada una de ellas estableció con los poblados más cercanos, sino que avanzó en sus intenciones de predominio hegemónico sobre el resto del territorio provincial. A la larga, Santa Fe y Rosario se convirtieron de hecho en cabeceras de las regiones norte, centro y sur respectivamente, a las cuales nos referiremos más adelante.

Volviendo al territorio provincial, otros centros urbanos también crecieron, aunque no en la misma dimensión que las ciudades de Santa Fe y Rosario. Hacia 1895 existían doce poblados con una concentración demográfica que oscilaba entre 400 y 1.000 habitantes, ubicados en las áreas de las colonias agrícolas, de los departamentos Las Colonias, San Jerónimo, San Javier y San Lorenzo (Bonaudo, 2006: 22).

Más allá de esta incipiente urbanización, hacia mediados del siglo xix, la provincia se organizó administrativamente en departamentos que fueron modificándose a lo largo del siglo xix. En 1869 existían solo cuatro departamentos: La Capital (que comprendía los actuales departamentos Vera, San Justo, Las Colonias, Castellanos, San Cristóbal, 9 de Julio y La Capital propiamente dicho), Rosario (que abarcaba los actuales departamentos de San Lorenzo, Caseros, General López, Constitución y Rosario), San José (que comprendía Garay, San Javier y Reconquista) y San Jerónimo (que comprendía San Martín, Iriondo, Belgrano y San Jerónimo). En 1883 el número de departamentos se elevó a nueve y en 1890 a dieciocho (iv Censo General de la Nación, 1969: 373), cantidad que se mantuvo a lo largo del período que comprende nuestro trabajo. Actualmente, suman diecinueve los departamentos existentes. Estos tienen funciones estadísticas y electorales. Según la Constitución Provincial del año 1900, cada departamento elegía un senador, mientras que el número de diputados dependía de la cantidad de habitantes. La cantidad de diputados y senadores componían una Junta de Electores que designaba al gobernador de la provincia. La importancia política que se le asigna a la unidad departamental da cuenta de la puja entre las regiones norte, centro y sur por contener en su interior la mayor cantidad de departamentos posible a los fines de contar con mayoría en el escenario parlamentario y tener peso en la elección del poder ejecutivo.

Fuera de esta división administrativa departamental, existió al interior provincial, una marcada fragmentación geográfica desde épocas coloniales que se expone también en los años en que se centra este trabajo. La fragmentación a la que aludimos fue parte de investigaciones de la década de los sesenta y, si bien no se institucionalizó en términos administrativos, selló su impronta en la historiografía posterior. Estudios histórico-geográficos pioneros (Gallardo, 1961; Gallo, 1963, 1965, 1983) reconocen una división geográfica regional en norte, centro y sur, diferenciables en su configuración histórica, demográfica, económica y sociopolítica, los cuales identificaremos sintéticamente a continuación.

Inicialmente, podemos identificar los territorios de la región norte, conformada por los actuales departamentos de 9 de Julio, Vera, General Obligado, San Javier y Garay, los que fueron ganados a la dominación indígena en una colonización más tardía que el resto de la provincia y mantuvieron una densidad demográfica más baja que las regiones del centro y el sur. En esta zona, la explotación del quebracho colorado para la extracción de tanino, impulsada por inversiones extranjeras, alentó la radicación y el aumento de la población hacia comienzos del siglo xx. Por ejemplo, en 1914 había en Vera alrededor de 27.716 obrajeros[4], peones de playa y carreros, y 32.964 en General Obligado (Bonaudo, 2006: 44)[5].

La región centro comprende los departamentos de San Jerónimo, San Martín, Castellanos, Las Colonias, La Capital y San Cristóbal y se caracterizó por el desarrollo de actividades agrícolas y ganaderas con marcadas diferencias en relación con Buenos Aires. En un país pecuario, caracterizado por la existencia de grandes haciendas, resultó original el sistema de colonias agrícolas promovido en Santa Fe, que incentivó el asentamiento de la mediana y pequeña propiedad rural, de agricultores formalmente independientes (Gallo, 1965). Con la intención de poblar y poner en producción amplias extensiones de tierras, la colonización constituyó una modalidad de ocupación del territorio que articuló propiedad y trabajo familiar. Si bien el éxito de estos emprendimientos dependió de la coincidencia de intereses entre el Estado provincial, los propietarios, las empresas colonizadoras y los colonos, en sus inicios estos fueron posibles por el rol activo de las autoridades gubernamentales. En números totales, desde 1856 hasta principios del siglo xx, se establecieron y mantuvieron 201 colonias agrícolas en todo el ámbito santafesino. Entre las colonias de mayor importancia, se destacaron Esperanza y San Carlos, en el departamento Las Colonias; ambas se constituyeron en epicentro del proceso colonizador. Fuera del ámbito rural, se distinguió en esta región la ciudad capital de Santa Fe.

Finalmente, la región sur se destacó por su crecimiento demográfico y económico dentro del contexto provincial. Está compuesta por los departamentos General López, Constitución, Caseros, Iriondo, Belgrano y Rosario y es en donde este último se encuentra la ciudad portuaria del mismo nombre. A diferencia de la región del centro, los propietarios pecuarios del sur desistieron de vender y parcelar sus campos y prefirieron arrendarlos. Esa medida tuvo como finalidad mejorar pasturas para refinar ganados en un contexto de alza de los precios de las tierras hacia finales del siglo xix. La expansión productiva, sobre todo en los departamentos de Constitución y General López, tuvo por protagonistas a arrendatarios, también de origen ultramarino, que devolvían las tierras con cultivo de alfalfa a sus dueños al final del ciclo, generalmente trienal, de arriendo. De esta manera, se mejoraba la pastura para el engorde y el refinamiento del ganado y los propietarios retenían sus campos cada vez más valorizados (Gallo, 1983). En la misma región, la ciudad comercial y portuaria de Rosario materializó el crecimiento exponencial de la mano de obra necesaria para el desarrollo agropecuario y comercial de la zona.

Sintetizando hasta aquí, podemos decir que dos ciudades, diecinueve departamentos y tres regiones constituyeron la organización administrativa, estadística y electoral de la provincia de Santa Fe que cristalizó a inicios del siglo xx y se mantiene vigente en los tiempos actuales.

Corresponde ahora indagar en cómo esta estructura y fragmentación geográfica se reflejó en la organización sanitaria desde los orígenes hasta el primer tercio del siglo xx.

La organización sanitaria provincial

En el ámbito de la provincia santafesina[6], la organización sanitaria desde 1868[7] se plasmó en la existencia de dos Consejos de Higiene, con residencia en las ciudades de Santa Fe y Rosario. La supremacía urbana de ambas ciudades, cabeceras de la región norte-centro y sur, cómo señalamos en las páginas previas, las convirtieron en sede de las instituciones creadas por el Poder Ejecutivo provincial. Agustina Prieto (1996: 57) y Federico Cervera (1973: 332) justifican la creación de estos “consejos departamentales” como consecuencia del brote de cólera que afectó a la ciudad de Rosario en 1867.

Cada uno de estos Consejos departamentales estaba integrado por un presidente, dos vocales médicos, un farmacéutico y un suplente a cargo del médico de policía del Departamento. Resultaba novedosa para la época la participación de los profesionales en el sistema de elección de los miembros del Consejo. Estos duraban un año en sus funciones y eran nombrados a pluralidad de votos por el Cuerpo Médico de la ciudad. Los resultados de la decisión del cuerpo eran comunicados al Gobierno provincial para su aprobación. Los Consejos debían asesorar al gobierno en cuestiones de higiene pública y controlar el ejercicio legal de la medicina.

Cuadro 1: organigrama de la estructura sanitaria en la provincia en 1887

Fuente: elaboración propia con base en datos suministrados por presupuestos Ley n.° 1.042, presupuesto general de la provincia para 1901.

Estas instituciones reflejan el avance de las ideas higienistas con el “objetivo de terminar con los cíclicos azotes epidémicos y transformar las ciudades en espacios limpios” (Armus, 2000: 516). En el caso de la ciudad de Rosario, el brote de cólera (1885-1887) fue el motivo que determinó al gobierno municipal a crear instituciones propias para la atención sanitaria de la población, que quedó a cargo de la Oficina de Higiene Municipal, luego convertida en Asistencia Pública.

Según señala Cervera (1973), la bicefalia que caracterizó a estos Consejos departamentales y la desconexión con la autoridad gubernamental llevaron en 1887 a su reemplazo por un Consejo General de Higiene (cgh) de la provincia, bajo la órbita de Ministerio de Gobierno, Justicia y Culto (cuadro 1).

Al igual que en los años previos, el cgh actuó desdoblado en dos espacios. El cgh se organizó con residencia en la ciudad capital, y se creó otro Consejo dependiente de este con residencia en Rosario. Los nuevos organismos fueron organizados en forma idéntica, con la misma cantidad de miembros e igual presupuesto provincial para cada uno de ellos.

Hemos analizado las leyes de presupuestos de distintos años comprendidos en el primer tercio del siglo[8] y es de destacar que siempre se invirtieron los mismos montos para los Consejos de la Primera y la Segunda Circunscripción. Si existieron diferencias entre ambos, estas se justificaron en los valores del alquiler de la casa donde funcionaba la institución o la existencia de algún peón más o menos. Tomamos como ejemplo el presupuesto de 1923 para elaborar el cuadro 2 y dar cuenta de ello.

Cuadro 2: montos destinados al funcionamiento del Consejo General de Higiene de la provincia. 1.° Circunscripción, radicada en la ciudad de Santa Fe, y 2.° Circunscripción, en la ciudad de Rosario. Año 1923
Concepto Consejo de Higiene1.° Circunscripción Consejo de Higiene2.° Circunscripción
Médico vocal presidente 500 500
Dos médicos vocales a 300 c/u 600 600
Inspector de farmacias 400 400
Secretario habilitado 250 250
Auxiliar de segunda 150 150
Ordenanza 110 110
Gastos de oficina 50 50
Gastos viático del personal en comisión 500 500
Alquiler de casa ––– 180

Fuente: elaboración propia a partir de datos obtenidos de la ley provincial n.º 2.037, presupuesto provincial de 1923.

Cada Consejo estaba integrado por cuatro profesionales, tres médicos y un farmacéutico, y contaban con el apoyo de un secretario y un asistente para el área de bacteriología. A diferencia de los miembros de los Consejos de Higiene previos, en este caso todos los profesionales eran elegidos y designados por el Poder Ejecutivo provincial. Los Consejos tenían la misión de autorizar a médicos y farmacéuticos para el ejercicio de la profesión, controlar consultorios y farmacias, evaluar el funcionamiento de las casas de sanidad y sociedades de asistencia médica, y evaluar y definir las enfermedades que serían declaradas de denuncia obligatoria. También estaban a cargo del control del ejercicio de las artes de curar, lo que implicó vigilar las prácticas no autorizadas, como el curanderismo, o consideradas peligrosas, en la época, como el hipnotismo. Según un suelto del diario Nueva Época, entre sus funciones se destacaba la de habilitar a los médicos recibidos en la Universidad de Buenos Aires a ejercer la profesión en la provincia de Santa Fe, y además los médicos recorrían la provincia, enviaban informes, controlaban las patentes de médicos y denunciaban prácticas de curanderismo (Nueva Época, 26 de noviembre de 1910). De este modo, el cuerpo médico del Consejo terminó constituyéndose en un grupo “burocrático–profesional” que delimitó su área de competencia específica y se transformó en el especialista de un mundo urbano signado por urgencias medioambientales (Armus, 2000: 516).

De esta forma, la acción estatal en torno a la cuestión sanitaria quedó organizada como un entramado que articulaba el control del Poder Ejecutivo provincial con el Consejo General de Higiene, ubicado en la ciudad capital, y el Consejo de la ciudad de Rosario. Cada uno tenía atribuciones sobre los restantes poblados pertenecientes a sus jurisdicciones. La Primera Circunscripción comprendía los poblados de las regiones norte-centro, y la Segunda Circunscripción, las poblaciones de la región sur. Es de destacar que los poblados o las Comunas y Comisiones de Fomento también poseían facultades para actuar en la sanidad de sus poblaciones. Esto significó que muchas veces los Consejos de Higiene debieran solicitar autorización a estas entidades, incluso hasta para blanquear o desratizar sus dependencias. Existía una norma municipal desde 1867, que se reiteró hasta 1914, que obligaba a “blanquear [con cal] el frente de las casas una vez al año” (Cervera, 2011: 270).

En cuanto a la inversión destinada a la cuestión sanitaria, desde 1861 ambas municipalidades recibían los fondos de la Lotería de Beneficencia provincial, los que debían repartirse equitativamente con las Sociedades de Beneficencia. Posteriormente, en 1895, el Senado de la Nación aprobó, mediante la Ley Nacional n.º 3.313, la creación de la Lotería de Beneficencia Nacional. Los beneficios obtenidos en ella serían distribuidos en un 60 % para Capital Federal y un 40 % para las provincias. Estas últimas recibirían los fondos a través de una comisión integrada por el intendente municipal, el juez federal y el presidente del Superior Tribunal de Justicia, quienes los administrarían para los fines de construcción y sostenimiento de hospitales y asilos públicos (Cervera, 2011).

La simetría institucional y presupuestaria demuestra la equidad con la que el gobierno provincial consideró las ciudades de Santa Fe y Rosario en el ámbito sanitario. El Poder Ejecutivo, a través del Ministerio de Gobierno, Justicia y Culto, intentó controlar la sanidad y para ello reconoció la supremacía de ambas ciudades estableciendo un Consejo General de Higiene (cgh) en cada una de ellas. No obstante, como hemos manifestado hasta aquí, el accionar de estas instituciones provinciales en atención médica no fue único. Los cgh debieron convivir con instituciones municipales (Asistencia Pública), asociaciones filantrópicas (Sociedad de Beneficencia) y étnicas con atribuciones para crear establecimientos y contar con cuerpos médicos dedicados a la atención sanitaria. Asimismo, además de los cuerpos médicos existentes en cada uno de estos establecimientos, también existió un significativo número de profesionales y no profesionales que atendieron a enfermos en forma privada (Bolcatto, 2015).

Hasta aquí, el sistema sanitario santafesino se organizó desde sus inicios con dos Consejos departamentales de Higiene ubicados en las ciudades de Santa Fe y Rosario, dependientes del Poder Ejecutivo provincial. Hacia fines del siglo xix, se creó un Consejo General de Higiene de la provincia, bajo la órbita de Ministerio de Gobierno, Justica y Culto desdoblado en dos espacios. La Primera Circunscripción ubicada en la ciudad capital y la Segunda Circunscripción en la ciudad de Rosario. El desdoblamiento del sistema sanitario perduró durante todo el período motivo de este trabajo y aún más.

A manera de reflexiones finales

Cerrando este capítulo podemos aseverar que la ocupación y la configuración del espacio, el poblamiento, las actividades económicas, los regímenes de tenencia de la tierra y la composición social dieron lugar a diferentes configuraciones socioeconómicas al interior del territorio santafesino. La provincia creció fragmentada en diferentes rostros que culminaron por definir las regiones geográficas del norte, del centro y del sur. La posterior organización de departamentos con funciones administrativas, estadísticas y electorales otorgó a las diferencias geográficas, económicas y sociales un nuevo fundamento político. En este contexto de fragmentación y de organización departamental, las ciudades de Santa Fe y de Rosario crecieron a un ritmo exponencial, aunque cada una con una densidad e identidad distintivas.

Tres regiones geográficas, diecinueve departamentos administrativos y sólo dos ciudades emergieron como las más significativas. En el devenir histórico llegando al primer tercio del siglo xx, pareciera que las herencias institucionales de los primeros asentamientos urbanos fueron la clave para moldear la estructura estatal de la organización sanitaria que se desarrolló en las etapas sucesivas.

Desde tiempos remotos, las ciudades de Santa Fe y Rosario fueron cabecera de instituciones de sanidad. La inexistencia de un organismo sanitario único que centralizara las decisiones consolidó la fragmentación que se venía dando en los otros ámbitos.

Sin intenciones de caer en un provincialismo descontextualizado (Moreyra, 2009), creemos que el análisis de la fragmentación del territorio santafesino y su manifestación en el desdoblamiento del sistema sanitario con asentamiento en las ciudades de Santa Fe y Rosario puede servir a los fines de aportar a la comprensión de singularidades que componen la heterogeneidad del contexto nacional.

Fuentes

i Censo Nacional de 1869.

iv Censo Nacional de 1947.

i Censo Provincial de Santa Fe de 1887.

Constitución de la Provincia de Santa Fe de 1900.

Instituto Provincial de Estadística y Censo de Santa Fe (2008). Informe elaborado por ipec, Gobierno de Santa Fe.

Ley n.° 1.042 de Presupuestos de la provincia de Santa Fe (1901).

Ley n.° 2.037 de Presupuestos de la provincia de Santa Fe (1923).

Diario Nueva Época. Santa Fe. Hemeroteca Digital Fray Francisco de Paula Castañeda. Consultado el 10 de febrero de 2020.

Bibliografía

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Bolcatto, Viviana (2015). “La centralización de políticas sanitarias en Santa Fe 1932”. Jornadas de Investigación de la ftsuner, Paraná.

Bonaudo, Marta (2006). La organización productiva y política del territorio provincial (18531912). Nueva Historia de Santa Fe. Tomo 6. Rosario: Prohistoria.

Bonaudo, Marta (2012). “Santa Fe Moderna”. En Darío Macor (dir.). Signos santafesinos en el bicentenario. Santa Fe: Gobierno de Santa Fe.

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  1. Para ampliar, véase Barriera, Darío (2012). Santa Fe colonial. En Macor, Darío (dir.). Signos santafesinos en el bicentenario. Santa Fe: Gobierno de Santa Fe; Bonaudo, Marta (2006). La organización productiva y política del territorio provincial (19531912). Nueva Historia de Santa Fe. Tomo 6. Rosario: Prohistoria.
  2. Para los datos de los censos, hemos tomado como referencia el iv Censo General de la Nación (1947). Tomo i Censo de Población, Buenos Aires: Dirección Nacional del Servicio Estadístico; ipec (2008). Informe elaborado por el Instituto de Estadísticas y Censos. Santa Fe: Gobierno de Santa Fe.
  3. El I Censo Nacional de 1869 registró como urbana a toda la población que vivía en un centro poblado sin tener en cuenta la cantidad de habitantes. Por esta razón, hemos optado por incorporar los datos suministrados por el i Censo Provincial de 1887 a los fines de tener más precisión con respecto a los datos de las ciudades de Santa Fe y Rosario.
  4. Nombre genérico utilizado para los trabajadores del obraje. Algunas veces la denominación incluye distintas actividades, por ejemplo, hachero, labrador (Jasinski, 2013).
  5. Alejandro Jasinski (2013) reconstruye el mundo de La Forestal con datos obtenidos de descripciones e informes de actores de la época (delegados de la fora, personal del Departamento Nacional de Trabajo, diputados). El autor afirma que, a la mano de obra proveniente de migraciones de Corrientes, Córdoba, Entre Ríos y Paraguay, se le sumó una parte significativa de población indígena forzada a incorporarse como asalariados en las actividades productivas de la región luego de las actividades militares de 1911 del Chaco y de 1919 en Formosa.
  6. En el ámbito nacional, en 1880 se creó el Departamento Nacional de Higiene (dnh) y desde 1883 funcionó la Asistencia Pública de Buenos Aires.
  7. Para la reconstrucción del sistema sanitario desde la creación del Consejo de Higiene de la ciudad de Santa Fe (1868) hasta la creación de la Dirección General de Higiene (1932), hemos confiado en los datos suministrados por Federico Cervera (1973). Los archivos pertenecientes al Consejo de Higiene de la ciudad y al Consejo General de la Provincia creado en 1887 fue destruido en parte por el fuego, y el resto fue extraviado en la mudanza al crearse el Departamento de Salud Pública.
  8. Ley n.° 1.042 presupuesto para el año 1901, Ley n.° 1.691 para el año 1911, Ley n.° 1.789 para el año 1914, Ley n.° 2.037 para el año 1923.


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