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La constitución ontológica de la praxis y el concepto de espacio en Sein und Zeit

Catalina Barrio[1]

I. La herencia de la praxis en la estructura fundamental del Dasein

El carácter temporal del Dasein, por el hecho de estar en el mundo y de comprenderse en él, nos conduce en este trabajo a vislumbrar algunas cuestiones en torno a su relación con la praxis. Para ello nos remitiremos al § 69 de Sein und Zeit con la intención de desarrollar una forma de abordar su comportamiento en el marco de la estructura ontológica que allí Heidegger expone. La apertura y claridad del estar iluminado (gelichtet) introducen en el Dasein un interrogatorio, un preguntarse acerca de esas posibilidades de ser. Sin embargo, en la estructura fundamental de este ente ocurre que la pregunta por el ser queda en cada caso matizada por el ocuparse de los entes intramundanos. Es así que la estructura ontológica contempla los modos prácticos que subyacen a todo comportamiento respecto a ellos.

Ahora bien, la estructura ontológica que Heidegger reconstruye permite discernir las distintas maneras como el Dasein accede a las cosas en referencia a una comprensión y decisión ya significadas previamente. Por ende, “cuando se dice que algo está en condición respectiva a otra cosa” (Heidegger, 2005: 369), entendemos que hay una determinación previa a la comprensión de esa cosa. En el caso puntual del § 69 Heidegger desarrolla que la “espera” de comprender el hacia-qué de la cosa retorna a la condición respectiva y autorreferencial de cómo es posible. La analítica del Dasein viene a mostrar la anticipación del sentido que está contenido en las mismas posibilidades según sus modos de estar en el mundo. De allí que Heidegger mencione que “cuando buscamos un útil que ‘no está en un sitio’, ese buscar no apunta tan sólo ni primariamente a lo buscado en un ‘acto’ aislado (…) tiene que haberse descubierto el ámbito del todo pragmático” (2005: 369). El “todo pragmático” previamente constituido opera con lo familiar, con lo que se “mueve circunspectivamente” (Heidegger, 2005: 370). Por lo tanto, lo ya significado por el Dasein se dispone a partir de lo que ofrece la cosa en su materialidad y, primordialmente, en función de su estructura ontológica fundamental. ¿Qué significa esto? Que la estructura ontológica remite no sólo a la significación previa de una conducta práctica respecto a las cosas, sino a su estructura tempórea que “descubre” su modo de ser respecto a eso que se le presenta. En este sentido, Heidegger menciona lo siguiente: “El descubrimiento circunspectivo del ente intramundano, lo mismo que el descubrimiento teorético, están fundados en el estar-en-el-mundo” (2005: 372).

Con todo, cuando Heidegger dice que “Lo decisivo en la ‘génesis’ del comportamiento teorético radica entonces en la desaparición de la praxis” (2005: 373) señala un modo de ser predominante que se desvía de la comprensión práctica originaria. Esta idea que subyace a lo largo del parágrafo muestra dos niveles de comprensión ante la conducta práctica: en primer lugar, encontramos que el sentido autorreferencial de todo aquello que se presenta en el mundo circundante “ofrece” al significado originario de la estructura que determina esos modos de ser y, en segundo lugar, observamos que el ser del hombre o existencia (Existenz) no puede separarse de aquello que ofrece la cosa.

De esta manera, el comportamiento práctico de un modo de ser determinado ontológicamente se estructura a partir de ese exceso que ofrece lo que se presenta en la ocasión y que aporta a la determinación de lo que es. Este exceso que logra captar el Dasein está vinculado con la posición teorética porque requiere avistar algo que no concuerda del todo con las formas ontológicas de la ocupación. Por ende, cumple la función de algo nuevo para el sentido de la experiencia del Dasein y requiere de esa actitud reflexiva que se activa con la acción –en adelante nos ocuparemos de este asunto–. Es en este sentido que la teoría se activa en la práctica. De lo contrario, “la teoría debería su posibilidad ontológica a la falta de una praxis, es decir, a una privación” (Heidegger, 2005: 373).

Siguiendo este hilo conductor, si el trato “práctico” tiene su forma de permanencia –cuestión que retomaremos más adelante– es porque la determinación ontológica del Dasein es en sí misma temporal. La praxis, tal como la rescatamos en el primer nivel, no sólo tiene la capacidad de orientar toda interpretación sino también de reducirla a un ámbito de la significación. Hay algo de lo “presentado” que contiene, por decirlo de alguna manera, una determinación ontológica previamente interpretada que es condición de posibilidad de un “mundo pragmático y su correspondiente mundo circundante público” (Heidegger, 2005: 374). Esta formalización que “tiende a pensarse hacia un fin” implica retrotraerse a ese estado originario de significación. La ocupación práctica remite: 1) a evitar la praxis tradicional referida a una sustancia o “cosa que actúa” para comprenderla en la acción misma del estar siendo y 2) a entender que los comportamientos tienen que estar ofrecidos para la autorreflexión que prescinda de todo contenido concreto (Rodríguez, 2015: 176).

No obstante, atendiendo al segundo nivel de la praxis encontramos que la caracterización de lo “ya sabido” como parte estructural y formal es relativa a lo presentado. Cuando Heidegger menciona el ejemplo del martillo, en referencia no a su predicación sino a su caracterización,[2] explica que el uso circunspectivo no define la cosa sino el modo de reflexión que me ofrece esa cosa. “El martillo es pesado o liviano” no explica lo que es el martillo sino lo que aporta para el Dasein mismo. Lo cierto es que la estructura ontológica formal se vincula con la aprehensión de algo que está-ahí.

Por consiguiente, en el primer nivel de lo práctico se ponen de manifiesto los conceptos existenciales que en referencia al útil se articulan siempre con los modos de ser (Weise zu sein). Como objeto de esta investigación, sostenemos que el nivel ontológico de la praxis no está exento de lo que se presenta en referencia a los útiles en el segundo nivel. Si entendemos por práctico aquello “datado de valor” que aparece en relación a los útiles, podemos decir, siguiendo a Heidegger, que es aquello que determina “el modo de ser de los útiles, y esto habrá de hacerse tomando como hilo conductor la previa delimitación de lo que hace al útil un útil, la pragmaticidad [Zeughaftigkeit]” (2005: 96).

Hablar de una referencia ontológico-práctica contrapuesta a la teoría se entiende como lo que puede reducirse a un esquema explicativo de los modos de ser o que, al menos, puedan ser comprendidos. En este sentido, la tematización de los comportamientos prácticos podrán ser interpretados en tanto y en cuanto refieran al sentido existencial del Dasein.[3]

La estructura existencial es práctica en el sentido de que lo que aparezca o se “presente” tiene el carácter de la autorreferencialidad, al modo heideggeriano del “por mor de” (Worumwillen). Por este motivo, los útiles responden a su propia forma de permanencia en referencia no a la cosa misma sino a la existencia. Heidegger lo desarrolla claramente cuando menciona que: “Abstenerse del uso de útiles no es de suyo una ‘teoría’, tanto menos, cuanto que la circunspección que entonces queda detenida y que ‘considera’, está totalmente aprisionada en el útil a la mano del ocuparse (2005: 374). Este ocuparse está totalmente comprendido en su forma de permanencia correspondiente a la visión teorética: “El trato ‘práctico’ tiene sus propias formas de permanencia. Y así como a la praxis le corresponde su específica visión (‘teoría’), así también a la investigación teorética, su propia praxis” (Heidegger, 2005: 374). La ocupación “práctica” ocupa aquello que Heidegger recupera de Aristóteles, en particular de la Ética a Nicómaco, puesto que toda noción de praxis recae sobre el propio agente actuante.[4]

El carácter tempóreo da origen a poder comprender la articulación entre el modo de ser y las cosas. Por un lado, los comportamientos conducen a “modificar la tematización teórica” (Heidegger, 2005: 379) a partir de la articulación con la comprensión del ser. Y, por otro lado, nos llevan a entender que esa articulación abre una posibilidad de “fundación” o creación de un nuevo sentido respecto al mundo. El agente que se comporta no actúa sino que comprende su existencia desde el lugar necesario para “abrir mundo” (Heidegger, 2005: 379). La temporeidad de la analítica del Dasein modifica el sentido inicial de una praxis entendida como un “derivado” de la actitud teorética. Así, la era de la técnica, por ejemplo, es una teorización de la praxis que exige un acceso a la pregunta fundamental por el ser del Dasein. Ahora bien, la praxis en este sentido presupone una ontología en donde a partir de los modos de ser se expliquen o expliciten posibilidades de acción y fundación de sentido. Sólo a partir de aquí, se “descubren” esquemas horizontales posibles para modificar la estructura del Dasein. ¿Qué es lo que hace que la temporeidad no se mantenga extáticamente? La cosa o el hecho de estar en camino al descubrimiento del ser y la apertura en la dirección, amplitud y modo de ese descubrimiento (Heidegger, 2005: 381).

En el próximo apartado, desarrollaremos cómo la estructura ontológica de la praxis condiciona la acción en referencia a la espacialidad, esto es; a la “posibilidad de la espacialidad que es propia del Dasein” (Heidegger, 2005: 383). Así la praxis se diferencia de la acción, entendiendo por esta una derivación de un modo de comportarse del Dasein que remite a la autorreferencialidad práctica (Rodríguez, 2015: 179).

II. La actitud práctica y la noción de espacialidad en la temporalidad

En el recorrido de este trabajo hay tres ideas centrales que completan el paneo general del asunto en cuestión: la noción de praxis y su determinación ontológica que pone en “obra un proyecto” pro-puesto (Rodríguez, 2015: 179); la actitud que obliga al Dasein a modificarse en vistas a esa pro-posición. En este sentido, el Dasein no es “egoísta” sino que se pone al servicio de sus propias actitudes; y el punto de que, al igual que en la ética aristotélica, la actitud práctica deviene de lo más propio, a saber, se encuentra contenida en la condición del agente actuante porque indica una estructura del obrar desde donde se emprenden o realizan todas las acciones.

Cabe aclarar que la condición ontológica como posibilidad define una actitud y un querer o deber comportarse respecto a sí mismo. Por ende, cuando Heidegger menciona que: “Es necesario preguntar de un modo analítico-existencial por las condiciones tempóreas de posibilidad de la espacialidad que es propia del Dasein (2005: 383) explica que lo que aparece en el espacio determina el modo de “posesión de él” (Heidegger, 2005: 383). Así, la importancia de un análisis ontológico para su estructura existencial radica en la mismidad (Selbstheit) pero también implica fenomenológicamente poseer el sentido de lo que me es dado en la espacialidad. Para ilustrar esta idea se puede pensar a la “ley” como ejemplo. Es decir que, para interpretar aquello que debe representar la ley debo presuponerla. Este presupuesto es efecto de la facticidad significada del Dasein. Sin embargo puede ser discutida, modificada, interpelada a pesar de ese sentido “objetivo” o realidad objetiva (Vorhandenheit) que representa la condición de posibilidad de fundar un nuevo sentido o, en este caso, un nuevo derecho.

En la estructura analítico-existencial del Dasein, la espacialidad que transcurre en el tiempo se ajusta a su interpretación ontológica. La noción de ley, siguiendo el ejemplo anterior, tiene que presuponerse para que “el Dasein [ocupe] espacio en el sentido de que toma posesión de él” (Heidegger, 2005: 383). El lugar o la espacialidad se explica a partir de una estructura temporal que determina un modo de ser. El fundamento de esta explicación ontológica de la espacialidad no sólo resulta reductible a la temporalidad sino que se determina por esta. Como consecuencia y siguiendo la interpretación de Ramón Rodríguez, como la espacialidad se deriva de una estructura temporal se determina como norma. En este sentido, pensar la consecuencia esencial de la estructura tempórea que refiera a la espacialidad supone una “normatividad práctica (Rodríguez, 2015: 180). En efecto, lo que aparece mencionado por Heidegger respecto al alejamiento o distanciamiento en relación a la “instalación del Dasein en el espacio” (2005: 383) desplaza la idea de que la cosa sea comprendida como una res extensa. No hay un conocimiento del espacio que remita a una cosa en sí, ni tampoco una tematización teórica. Más bien, hay una interpretación de la posición del Dasein que se encuentra determinado “por la direccionalidad y la des-alejación” (Heidegger, 2005: 383). La “actitud” de asumir esta posición es, en primer lugar, una posibilidad respecto a lo que el Dasein “puede llegar a ser y una meta-posibilidad o posibilidad de segundo orden (el poder asumir la posibilidad primera de una u otra forma)” (Rodríguez, 2015: 182). La actitud es localización y orientación dentro de un mundo circundante que depende de la espacialidad para la “autointerpretación del Dasein” (Heidegger, 2005: 384). Por este motivo, esta autointerpretación determina los modos de ser porque hay objetos de ocupación que son “los hilos conductores para la articulación de lo comprendido e interpretable en el comprender en general” (Heidegger, 2005: 385).

La actitud comprende el sentido y hace disponible la elección resolviendo o ejecutando la existencia. En palabras de A. Vigo: “… con la lectura de Heidegger el énfasis cae, de un modo indudablemente mucho más decidido que en el caso de Aristóteles, sobre el requerimiento de re-ejecución expresa de la resolución, en cada contexto concreto de decisión y acción” (2008: 222). La praxis en este sentido, está referida a la situación de la acción en su concreción determinando la “esencial ‘historicidad’ (Geschichtlichkeit)” (2008: 223).

Para concluir, la estructura existencial que amerita un análisis del Dasein explica las formas prácticas que a partir del concepto de temporeidad y espacialidad determinan ontológicamente los modos de ser. Este argumento explica no sólo una autodeterminación práctica sino también una forma de ampliar los horizontes de comprensión.

III. Crisis de la praxis como individuación

La primacía ontológica de la práctica que Heidegger expone en Sein und Zeit para explicar los comportamientos del Dasein ha dado lugar a repensar el carácter de individuación bajo los términos de una autodeterminación. Al respecto. J. Tamineaux postula que “las ambigüedades, procesos y productos que determinan individualmente al ser” (1991: 230) proceden necesariamente de la condición práctica del Dasein. De esta manera, el proceso de una construcción individual es activo puesto que implica una toma de posición, decisión y responsabilidad del Dasein en su estado resolutivo (Wrathall, 2017: 69). Siguiendo esta concepción que sostienen algunos herederos de la fenomenología de Heidegger en su sentido práctico,[5] el momento de trascendencia envuelve una perspectiva sobre la visión ordinaria, social y natural que identifica quiénes somos (Wrathall, 2017: 84).

Esta interpretación se apoya en las afirmaciones del filósofo alemán que aparecen en los §§ 69 y 70 de Sein und Zeit. Allí Heidegger sostiene que las decisiones o actitudes que determinan los modos de ser del Dasein se legitiman desde un proceso trascendente que justifica su filosofía práctica: “… si la tematización del ente que está-ahí dentro del mundo no es sino un vuelco del ocuparse circunspectivamente descubridor, entonces ya a la base del estar ‘práctico’ entre los entes a la mano debería darse una trascendencia del Dasein” (2005: 379). Por esto, una reconstrucción de la noción de espacialidad a partir de su constitución tempórea y trascendental implica relocalizar las posibilidades de ser en el mundo de acuerdo a la toma de decisiones. Si la espacialidad es abarcada por la temporalidad y tiene como fin “la deducción del espacio a partir del tiempo” (Heidegger, 2005:382) entonces hay posibilidades limitadas de acción. La pretensión de ontologizar la praxis trae como consecuencia la necesidad de una explicación totalizante del Dasein, que determine “prácticamente” un modo de ser en el mundo. La idea principal es que el obrar o la acción determina un modo de ser práctico que, en rigor, no lo es sino que se reduce a su explicación ontológica existenciaria en donde se revela un modo de ser determinado. Aquí, el momento de trascendencia está en la dimensión práctica de asumir los límites del mundo significado a partir de la familiaridad con las cosas en una cercanía o des-alejamiento. Cuando Heidegger menciona que “el mundo [y las cosas] no están-ahí en el espacio; pero este sólo puede ser descubierto dentro de un mundo” (2005:384), explica el modo de “dependencia” del Dasein en el espacio y respecto a él. El des-alejamiento o cercanía es la presentación de esas cosas que “se fundan en la unidad de la temporeidad” (Heidegger, 2005: 384). Por tanto, si el Dasein resulta de esta dependencia ontológica, el ente es siempre descubridor, generador y fundador de nuevas formas de comprenderse trascendiendo esos límites de lo posible. Así pues,

… es necesario que el Dasein trascienda el ente tematizado. La trascendencia no consiste en la objetivación, sino que esta presupone a aquella. Ahora bien, si la tematización del ente que está-ahí dentro del mundo no es sino un vuelco del ocuparse circunspectivamente descubridor, entonces ya a la base del estar “práctico” entre los entes a la mano deberá darse una trascendencia del Dasein (Heidegger, 2005: 379).

Rehabilitar la filosofía práctica desde esta posición contribuye a ampliar el horizonte de comprensión no desde las posibilidades del Dasein sino desde lo orientado por el significado contenido en la determinación trascedente del Dasein que permite repensar sus modos de ser respecto al mundo. Esta investigación de J. Tamineaux prepara la posibilidad de entender otro modo o punto de partida desde donde tematizar el mundo práctico o la acción práctica. Por el hecho de que no hay para el filósofo francés filosofía práctica en Heidegger si no es por la destrucción de esos límites a partir de aquello que se muestra en el mundo compartido.

En las Lectures de lontologie fundamentale. Essais sur Heidegger de J. Tamineaux (1989) aparece la idea de una reapropiación de la praxis en torno a la lectura que Heidegger hace en referencia a la tradición. Por un lado, la ontología fundamental del Dasein debe conocer la originariedad de un tiempo finito y, por otro, asumir la preocupación cotidiana y productiva respecto a los útiles (Zuhandenheit) (1989: 10-11). Sin embargo, lo que Heidegger ha sabido ocultar según Tamineaux es que la apertura del Dasein se “cierra en un círculo en sí mismo” (1989:12) puesto que todo estado resolutivo en un comprenderse auténticamente es un querer-se. La tematización de la temporeidad en la espacialidad acota las posibilidades de ser en el mundo y, con ello, el Dasein se comprende en tanto “ser-para-la-muerte sin habitar cerca de las cosas” (Tamineaux, 1989: 145). La anticipación a los rasgos temporales del Dasein habitan en el esclarecimiento de su función práctica, en el sentido de que las posibilidades o el poder-ser más propio radica en la apertura hacia el futuro.

La tesis de Tamineaux sostiene que la individuación o “autentificación” de los individuos queda encerrada en un pensamiento de la finitud advirtiendo que toda posibilidad de acción “remite a un origen y a un destino” (1989: 15). El origen y el destino explican en el autor procesos que conducen a la acción y que aparecen contenidos en la actitud práctica del trato con la cosa. Estos explican: 1) cómo los diferentes “sentidos del ser” hallan la fuente de su inteligibilidad en el tiempo y 2) cómo la analítica existenciaria que asume la existencia finita es lo más propio de toda individuación y autodeterminación práctica (Rizo-Patrón, 1993: 173). El “Dasein existe”, apunta a una apertura pero también a una clausura puesto que la praxis individualizada “es la de los mortales” (Tamineaux, 1989: 17).

Siguiendo la lectura de Tamineaux, en relación a la noción de praxis que implica pensar en términos de apertura y clausura, la inautenticidad (Uneigentlichkeit) sobre la que el Dasein aparece en el mundo explica los distintos modos de ser impropios en relación a la posibilidad auténtica (Eigentlichkeit) mediante la cual, apartados del mundo que nos nubla la vista y nos impide la legítima significación de las cosas que nos rodean, reflexionamos. El modo de impropiedad que deviene de esta actitud práctica reducida a una ontologización del Dasein,[6] se vincula con la noción de espacialidad ya que entre el hombre y el espacio “se representa un emplazamiento, el cual siempre puede estar ocupado por algo distinto o reemplazado por una marca” (Heidegger 1994: 136).

En estos términos y tal como lo desarrolla Heidegger en el § 70 de Ser y tiempo, si el espacio no estuviera sujeto al Dasein sería una res extensa o una cosa en sí a la que no se puede acceder para buscar su fundamento. Heidegger dice al respecto: “El Dasein ocupa espacio en el sentido de que toma posesión de él. De ningún modo está solamente presente en el trozo de espacio que ocupa su cuerpo” (2005: 383). Posteriormente, el autor advierte que el hecho de comprender al espacio por fuera del Dasein como res extensa (tal como lo habría planteado Descartes) no significa presuponer un conocimiento respecto a lo que se me presenta ni tampoco implica la representación de lo espacial puesto que “esta última presupone a aquella” (Heidegger 2005: 383). Si el espacio queda reducido a la circunstancia o al modo temporal de percibirlo en el habitar y en el trato con las cosas, entonces podemos comprender según Heidegger los emplazamientos o modos de darse del Dasein en el mundo como su finitud.

En este sentido, el acceso a lo originario bajo la modalidad auténtica de la existencia del Dasein explica un modo determinado de un “deber ser” puesto que se ajusta a posibilidades históricas ya significadas y en este sentido, se deben comprender con vistas a tener una vida auténtica. La pregunta es: ¿cómo se explica el origen de lo inauténtico (Uneigentlichkeit)? O mejor dicho ¿cuál es la génesis de la inautenticidad?

IV. La autorreferencialidad y el sentido práctico del Dasein

Siguiendo la interpretación de Tamineaux (1988), el sentido de la praxis es la vida entendida como el modo de ser humano. La poiesis “designa una actividad que envuelve una forma de pensamiento” (1988: 111). La praxis es el ejercicio mediante el cual se muestra el lenguaje, la lexis. En este sentido, las bases mediante las cuales se analiza al Dasein revelan su temporalidad respecto a lo que es y sus modos de ser. El proyecto de una ontología fundamental, según el autor, elucida una tensión entre Eigentlichkeit y Uneigentlichkeit. La praxis denota dos significados: 1) el carácter auténtico de un “solipsismo existencial” y 2) la cancelación del compartir pluralista o con otros (Mit-sein) en un mundo público del Dasein. Lo contrario a la concepción poiética es una retirada del mundo, un sentido de la praxis que denota un solipsismo mediante el cual el pensamiento es la actividad genuina.

En referencia a los escritos de Heidegger previos a Sein und Zeit durante su período en Marburgo,[7] Tamineaux explica que la la historia de la ontología otorga un privilegio injustificado al concepto de ser en relación a la Vorhandenheit (1988: 118). La Vorhandenheit asociada a la actividad productiva, teniendo en cuenta la analítica del Dasein y su temporalidad, registra los modos comprendidos históricamente que el autor pretende desarmar. A modo de ejemplo, Tamineaux propone repensar la herencia medieval en relación al concepto de Ser que iguala la esencia con la existencia como constitución ontológica fundamental. La escolástica le otorga a la existencia el sentido de la actualitas que, en la tradición latina, “se traslada al sentido aristotélico de energeia. Actualitas y energeia se encuentran en relación con el Dasein, con la acción del Dasein y, más precisamente con la productividad del Dasein” (Tamineaux, 1988:119). Siguiendo este argumento genealógico del concepto de ser como existencia, la productividad no sólo se entiende como producto o finalidad de una acción sino como “el modo de ser del pensamiento” (Tamineaux, 1988: 121) que determina un modo de ser práctico. Es por este motivo que posteriormente en Sein und Zeit Heidegger remite a que “la ontología tendrá precisamente la tarea de mostrar que cuando escogemos para el ser de este ente la designación de existencia [Existenz], este término no tiene ni puede tener la significación ontológica del término tradicional existentia; existentia quiere decir, según la tradición ontológica, ontológicamente lo mismo que estar-ahí [Vorhandensein]” (2005:67).

Ahora bien, la tesis de J. Tamineaux es que la praxis como constitutiva de la estructura originaria del Dasein se muestra en los modos de ser plurales de un mundo compartido. Entendiendo por plural “el espacio donde se determinan los comportamientos humanos” (Tamineaux, 1988:136), el autor afirma que es desde el espacio en común que se comprende la originariedad de los modos de ser. Pluralidad, así como comunidad, definen la comprensión de un origen práctico (1988: 135) y, en este sentido, la locación historicista desde donde actúa el Dasein.

En términos de Heidegger, el estado fácticamente posible que es el de impropiedad existe en tanto acceso a lo propio. De allí que la configuración del Dasein presuponga valorativamente una “retirada de la acción” o del mundo de las apariencias [8] desde donde se entiende la noción pluralista de la acción. Esto se debe a que, en primer lugar, la praxis como determinación originaria del Dasein y articulada a la comprensión del ser deviene de una actitud teorética puesto que es el pensamiento lo que regula la función productiva que lleva a a un estado de propiedad o impropiedad. En segundo lugar, la producción es el “efecto” de aquello que fue pensado para determinado uso.

Según J. Tamineaux Heidegger ajusta el modo de entender el ahí del ser en referencia a la “producción” del pensamiento que se encuentra familiarizado (Zuhandenheit) con las cosas. Así, la vida humana y práctica se comporta bajo este registro impropio como uno de los modos de ser del Dasein que desplaza y supone la alteración de una estructura ontológica que pretende acceder a la explicación (consciente) de aquello que produce.[9]

Con ello, las dos formas fundamentales para comprender al Dasein (Zuhandenheit y Vorhandenheit) se reducen a su función práctica en tanto que se explican dentro de una estructura fundamental y ontológica del Dasein como ser en el mundo. Este argumento conduce a repensar la relación entre la actitud teorética y práctica y si, en efecto, pueden postularse como modos contemplativos o productivos al momento de reflexionar sobre una acción. F. Volpi expresa esta cuestión de la siguiente manera: “Zuhandenheit y Vorhandenheit indican modos de ser en los cuales el ente se encuentra respectivamente dependiendo de que el ser-ahí se disponga en relación con él de manera observadora y contemplativa o de manera productiva o manipuladora” (1994: 347). Esta cita resume lo que entiende Heidegger por determinación práctica del ser como así el saber reflexivo sobre nosotros mismos en el “asumir autoreferencial” (Volpi, 1944: 355). El actuar en este sentido, es poder decidir qué actitud teorética queremos tener para acceder a ese estado originario. Según F. Volpi ese estado se vincula ontológicamente como vida en la determinación del hombre como animal rational, tal como lo hereda Heidegger de Aristóteles.[10]

Por esta razón, si la praxis deviene de pensar temporalmente los modos de comportamiento en el trato con las cosas es porque resulta ser la única forma de significar y orientar la acción. Orientarse es el fundamento ontológico de la espacialidad como así el hacer presente esa pre-ocupación (Franck, 1986: 91). La explicación ontológica de lo que siempre se está por construir y que deviene de un habitar se explica en Heidegger a partir del entre,[11] “lugar donde se asume la retirada frente a lo que está por venir. El hombre habita desde el intermedio de su condición ontológica, en un espacio que se define siempre por construir” (Bejarano Canterla, 2010: 139). El habitar viene a cubrir la indigencia ontológica del Dasein que habilita pensarnos de otro modo en relación a la praxis. La construcción del entre habita como existente y soporta el tránsito y la aceptación de aquello que no debe ser. Así, dice Heidegger:

… el construir no configura nunca “el espacio”. Ni de un modo inmediato ni de un modo mediato. Sin embargo, el construir, al pro-ducir las cosas como lugares, está más cerca de la esencia de los espacios y del provenir esencial “del” espacio que toda la Geometría y las Matemáticas (1994:139).

En función de esta comprensión heideggeriana del espacio entendido como habitualidad, en donde “El respecto del hombre con los lugares y, a través de los lugares, con espacios descansa el habitar. El modo de habérselas de hombre y espacio no es otra cosa que el habitar pensado de un modo esencial” (Heidegger, 1994: 139), es que podemos comprender la correspondencia de la praxis como momento pre-comprensivo de aquello que se va a producir.

Por lo tanto, el trato del Dasein con las cosas restringe el modo de comprender la acción como el espacio plural compartido. En este sentido, Heidegger sostiene que el habitar no puede ser entendido como un espacio de conflictividad o de ideas contrapuestas sino que debe ser comprendido como un “aguantar espacios sobre el fundamento de su residencia de cosas y lugares” (1994:138). “Aguantar” entendiendo por ello “aceptar” el destino atraviesa aquello que puede ser comprendido porque se ajusta a una historicidad u horizonte propio del ser.

La noción de praxis no puede encontrarse por fuera del horizonte que implica pensar su límite. La historicidad que determina la forma de comportarse con las cosas implica resignificar el trato con los entes y el mundo. La referencia al modo de acceso a lo comprendido como producido tiene su límite: las posibilidades de acción en un mundo compartido. En este sentido, la estructura ontológica y existencial del Dasein habilita no sólo a detenerse en lo ya significado sino en mostrar una proyección a otras nuevas formas de comprensión.

El aporte fenomenológico es también hermenéutico en tanto que Heidegger se pregunta por el ser del ente y por su significado en torno al trato con las cosas. Por un lado, es la comprensión de la estructura ontológica que determina los modos de ser y, por el otro, la historicidad que hace posible esa comprensión. Hemos visualizado que el acceso a esa comprensión de la praxis implica una fundamentación ontológica del Dasein. A su vez, esta estructura co-originaria, como lo expusimos a partir de los análisis de Tamineaux, no puede partir de principios ontológicos que implican acceder a la pregunta por lo que se es. De hecho, y lo hemos expresado con las lecturas de R. Rodríguez y Vigo, si la praxis deviene de su interpretación ontológica no habría acceso a lo originario de lo que “de hecho” es. Así, la estructura ontológica del Dasein en el mundo exige una hermenéutica del concepto de praxis (como señala Tamineaux) que se inicie con su indagación en relación a la poiesis (1988: 112). La espacialidad aporta a esta comprensión hermenéutica puesto que significa un mundo compartido con sus complejidades políticas y éticas. Es en este “espacio” que aparece el conflicto, la discusión y el discurrir como modos “propios” del ser en co-pertenencia con otros. Es por eso que el modo de explicación de una espacialidad no puede escapar de un mundo compartido y conflictivo que depende de las condiciones de posibilidad que lo hacen posible. La retirada del mundo de la acción o el estado de solitud no puede tener una constitución independiente de la situación concreta del Dasein, de una historicidad que acoge la participación pública.

En este sentido la interpretación de H. Arendt como la de J. Tamineaux resultan valiosas. En primer lugar porque resignifican el significado originario del bios politikos como vida pública y plural. Pues es condición de posibilidad de toda comprensión de la acción y producción que no se reduzca al esquema temporal de lo ya significado. En segundo lugar, porque lo eminentemente práctico significa un modo de comprender la facticidad humana no sólo respecto al trato con las cosas sino en relación a la comprensión del mundo. La constitución del “entre” radicado en el espacio público permite comprender la imprevisibilidad del objeto producido que toma su curso por fuera de toda intencionalidad, voluntad e incluso pensar humano.

La estructura originaria entendida como ethos, hace referencia a un asumir el destino de ser-para-la-muerte anticipando conductas y comportamientos que deben desligarse de la pasividad heredada. A favor de Heidegger, el cómodo lugar del habitar “participa de la noción de estabilidad […] De hecho, el tiempo presente para el individuo se caracteriza por la continua reconfiguración” (Bejarano Canterla 2010: 144). La indeterminación de la ontología heideggeriana que supone asumir lo imprevisible, se ajusta a un modo de significación, de reconfiguración de un nuevo sentido del Dasein en el mundo.

En esta línea, el habitar refuerza el sentido espacial de la temporalidad puesto que es el rasgo fundamental del ser para la muerte. El habitar es la temporalización del espacio que es un “emplazamiento” (Heidegger, 1994:136) susceptible de ser modificado, resignificado o fundado. La temporalización espacial en el habitar consiste en comprender que: “Construir (bauen) significa originariamente habitar. Allí donde la palabra construir habla todavía de un modo originario dice al mismo tiempo hasta dónde llega la esencia del habitar” (Heidegger, 1994: 129). De esta manera, el espacio es el encargado de abrir una nueva significación que reconfigure un nuevo sentido de la acción como así inaugure nuevas relaciones con el entorno. En este sentido, Heidegger dice: “El espacio no está en el sujeto, ni el mundo está en el espacio. El espacio está, más bien, ‘en’ el mundo, en la medida en que estar-en-el-mundo constitutivo del Dasein, es espacial en un sentido originario” (2005:136-137). De este modo, el sentido originario es eso que hace entender al espacio como tal y, por ende, aquello que posibilita la acción mundana en relación con las cosas.

Consideraciones finales

Como conclusión, nos interesa retomar y reinterpretar la idea de que la autodeterminación del Dasein como ser práctico se define por su capacidad y posibilidad de actuar en el mundo. En este sentido, hemos visto que esas posibilidades establecen comportamientos que justifican la determinación ontológica y existencial. Esta determinación que se anticipa a un hacer espacio-temporal es una construcción de un hacerse en relación al habitar. En tal caso, no toda comprensión originaria se ajusta a un estado de propiedad sino que es la misma impropiedad la que conduce en su estado proyectivo (Entwurf) a la resolución (Entschlossenheit) del Dasein. En este análisis se ha visto que la noción de praxis como comprensión de la estructura ontológica del Dasein, admite asumir la existencia desde la cual pueden fundarse nuevos modos de ser en el mundo.

La herencia de Aristóteles en el trabajo sobre el Sofista de Heidegger indica una crítica en referencia a la primacía de la sabiduría y de la actitud teorética por sobre la acción entendida como praxis.[12] Además, siguiendo a F. Volpi, la rehabilitación de la filosofía práctica entendida en este contexto supone distinguir dos momentos principales. En primer lugar, la herencia de Heidegger en algunos filósofos políticos y alemanes que emigran a Estados Unidos (como Voegelin y Arendt). Y en segundo lugar, quienes han considerado la cuestión de la praxis desde un punto de vista “teorético-sistémico” (como Adorno, Habermas, entre otros) (Volpi, 1999: 316). En ambos casos, por medio del debate en torno a la función eminentemente práctica de la filosofía heideggeriana se ha comprendido que toda discusión sobre la trascendencia desembocan en modelos o acontecimientos que fundan una nueva comprensión del Dasein y el mundo. Esta trascendencia aparece tematizada en el Informe Natorp como la radicalización ontológica de la idea de movimiento que conduce a repensar la relación del ente con lo producido.

En definitiva, y tal como lo señala Tamineaux, la praxis “se transforma en predicado ontológico del Dasein” (1988: 129) puesto que es en los modos de ser fácticos desde donde comprendemos el sentido de la apropiación. Entender la praxis como ontología del Dasein conlleva a negar lo propio de un mundo conflictivo, discurrido y plural. En este sentido, la praxis entendida como predicación revela, a mi criterio, la posibilidad de acceder a lo originario de esa pluralidad que parece no estar determinada ontológicamente en referencia a la pregunta por lo que se es. Así, al igual Tamineaux, acuerdo con la posibilidad de postular y visibilizar los problemas y consecuencias que implican pensar desde y a partir de una facticidad “impropia”. En consecuencia, repensar la noción de praxis y poiesis exige un trabajo hermenéutico que aporte una lectura alternativa y complementaria del pensamiento heideggeriano. En este sentido, la cancelación del compartir pluralista en la constitución pública del Dasein habilita a repensar las formas mediante las cuales se entienden los modos de ser. Como consecuencia, la determinación existencial del Dasein y de su ser limita las posibilidades proyectivas de la praxis a la historicidad desde donde se comprende la acción.

Bibliografía

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___ (1991) “From one idea of phenomenology to the other”, en Heidegger and the Proyect of Fundamental Ontology. Albany: SUNY Press.


  1. Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.
  2. La frase “El martillo es pesado” o “El martillo es demasiado pesado o demasiado liviano” es uno de los ejemplos que Heidegger propone para pensar la “reflexión del ocupante” en el trato con la cosa (Cf. Heidegger, 2005: 376).
  3. Rodríguez lo explica desde el punto de vista ontológico-práctico en el cual la autorreferencialidad propia de la praxis es un momento que se contrapone a la teoría. La teoría, en este sentido, es una “forma de la autorreferencia ontológico-práctica” en la cual no cabe duda de que toda explicación práctica refiere a su estructura existencial (2015: 176).
  4. Sobre el concepto de praxis mencionado en relación a la lectura aristotélica Cf. Rodríguez (2015) y Volpi, (1999).
  5. Entre ellos, se encuentran los estudios de Tamineaux (1991); Arendt (1958; 1960) y Wrathall (2017).
  6. Según Tamineaux, Heidegger recupera la noción de praxis para explicar los principios metafísicos del ser en el mundo. La praxis no es, pues, una ontología heredada de la metafísica aristotélica sino una ética sin principios. Cfr. Tamineaux, J. (1988: 116-118).
  7. En este sentido hago referencia a determinados textos de Heidegger en donde hay un intento de acceso a la comprensión de lo inauténtico como indeterminación que no explica, o al menos no explícitamente, su modo de acceso. Cf. el curso que da Heidegger sobre Platón en 1924: Platon: Sophistes. (1992). También me remito a su posterior texto de 1925, dictado en Marburgo en el semestre de verano, titulado: Prolegomena zur Geschichte des Zeitbegriffs.
  8. Cf. Arendt, Hannah (1999). Allí la autora le dedica el último capítulo a la comprensión de la distinción entre aislamiento (isolation), soledad (loneliness) y solitud (solitude). Allí sostiene la autora que la retirada del mundo implica un aislamiento en tanto que no se tiene registro fáctico de la auténtica acción (política). En este sentido, la condición del “estar ocupado con algo” no supone estar con uno mismo (en soledad) sino con los demás (Mitsein). Hay momentos en los que el individuo se encuentra en soledad a pesar de estar en compañía y hay otros que se encuentran en solitud “yo soy por ‘mí mismo’”.
  9. Volpi señala que a partir del concepto de Befindlichkeit en Heidegger puede explicarse la unidad ontológica que determina al sujeto de la acción y que tradicionalmente se ha asociado a la doctrina de las pasiones como así al momento de pasividad y receptividad. En contraposición a ello se encuentra el momento activo de la proyectividad en donde el logos que Aristóteles pensaba como una capacidad pasa a ser una virtud asumiendo como propias las opacidades de la existencia. Cf. Volpi (1994).
  10. El tratamiento de la dimensión ética sobre la que me baso es el de Lerner, Rosemary con su trabajo titulado “The Ethical Dimension of Transcendental Reduction”, quien hace una interpretación ética de la reducción trascendental del Dasein en Heidegger. Cf. Véronique Foti y Pavlos Kontos (2017: 43-64).
  11. Esta referencia de Heidegger que aparece en “La época de la imagen del mundo”, en Caminos del bosque, explica la relación entre el aparecer y el ser desde donde se configura la existencia y, por ende, se debe construir un lugar donde habitar. Cf. (1977: 103-105).
  12. Cfr. Heidegger, M. (1992: 185-200).


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