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Las cosas circundantes
desde el ser-corporal del Dasein[1]

El problema del tiempo como constitutivo del ente intramundano

Felipe Johnson[2]

I. El Dasein como manifestación: el cuidado y el sentido temporal del existir

El § 83 de Ser y tiempo, el último parágrafo de esta obra inconclusa, destaca como resultado central a la temporalidad como la estructura fundamental del Dasein según la cual debieran comprenderse unitariamente cada uno de los momentos constitutivos del existir. “La interpretación existencial-ontológica de la totalidad del Dasein –dice Heidegger– se funda en la temporalidad” (2001: 437). Y, junto a ello, se delimita por última vez en dicha obra el que será el marco temático que preparará el planteamiento de la pregunta por el sentido del ser en general:

Algo como “ser” es abierto en la comprensión de ser, la que en tanto comprender pertenece al Dasein que existe. La previa, aunque a-conceptual, aperturidad del ser posibilita que el Dasein pueda relacionarse, en cuanto ser-en-el-mundo que existe, con el ente, aquel que comparece intramundanamente como con él mismo en tanto que existente (Heidegger, 2001: 437).

Esta es, en efecto, una formulación central de la problemática del existir en Ser y tiempo, pues señala hacia aquello que los análisis entienden por Dasein. Digámoslo así: el fenómeno del Dasein que estas consideraciones tienen en vista no es un sujeto trascendental que abriría un mundo para instalarse finalmente en él. Los análisis no enfatizan estructuras de un “polo subjetivo” que luego articularía un “polo objetivo”, es decir, un “mundo”: el “punto de partida de un yo inmediatamente dado y de un sujeto no acierta en sus fundamentos con el contenido fenoménico del Dasein” (2001: 46), advierte Heidegger, punto en el que insistirá aun en el año 1964: “Dasein no es ‘sujeto’. Ya no hay más pregunta por la subjetividad. ¡Trascendencia no es ‘estructura de la subjetividad’, sino su supresión!” (1994: 240). He ahí, entonces, el interés de Heidegger, a saber, protegerse de la posibilidad de no acertar con el contenido fenoménico del Dasein, justamente porque los análisis ontológicos del ente a indagar, esto es, el existir, deben acreditarse sobre un suelo fenoménico adecuado que garantice sus propio desarrollo.

Ahora bien, es cierto que al Dasein parecen pertenecer determinados rasgos que la tradición filosófica ha comprendido como propios de “lo en sí” de lo humano. “Comprensión”, un “encontrarse anímico”, el “hablar”, un “ser para la muerte”, un “llamado de la conciencia”, pueden ser entendidos como componentes de una subjetividad humana. No obstante, tales instancias parecen adquirir en la analítica existencial una función temática distinta. Y es que ahora se trataría de aclarar cómo es que lo ente, en tanto lo que está siendo, se despliega “gobernado” por el ser de lo humano, siendo, pues, el fenómeno de la apertura misma, y no una estructura subjetiva, lo que debe explicitarse. Una tesis que el mismo Heidegger puede expresar diciendo: “Si no existe el Dasein, tampoco hay un mundo ‘ahí”’ (2001: 365). Por ello, más allá de estar guiada por el interés antropológico de realzar rasgos de lo humano en sí, entender la pregunta por lo humano como horizonte de la aparición de lo que es sitúa a estos análisis en las pretensiones propias de una ontología fundamental. Aquella que prepare, siempre a la base de un suelo fenoménico adecuado, la elucidación del sentido del ser de lo ente. Una idea, como veíamos, destacada en el último parágrafo de Ser y tiempo, pero que, sin embargo, se había venido mostrando como la tesis central desde el § 41, en el cual se delimita al propio ser del Dasein como cuidado (Sorge). Es precisamente ahí donde se hace énfasis en que Dasein es un “anticiparse-a-sí-estando-ya-en-(el-mundo) en-medio-de (el ente que comparece dentro del mundo)” (2001: 192). Por ende, la totalidad del fenómeno del Dasein se presentaría como un movimiento de anticipación a la propia posibilidad (existencialidad) que, co-originariamente, implicaría una apertura de mundo, en tanto que un todo remitivo, i.e., como despliegue de un mundo en cuanto significatividad (facticidad), en el interior del cual el Dasein se hallaría en medio de los entes intramundanos, vale decir, sería junto a las cosas circundantes y los otros (caída). Existencialidad, facticidad y caída caracterizarían, en definitiva, en su totalidad aquel fenómeno del Dasein en cuanto aperturidad. Y dicha determinación es precisamente la que deberá ser entendida en su sentido unitario como un movimiento que, desplegándose anticipativamente a su poder-ser (Seinkönnen), implica ya el descubrimiento del ente intramundano. Con ello, el resultado principal de estos análisis será establecer al propio futuro como horizonte primario de la manifestación, la misma que siempre es manifestación de lo ente.

Y justamente, siendo esta determinación temporal del ser del Dasein la que debiera preparar la pregunta por el sentido del ser, es ella, a nuestro juicio, la que requiere ser nuevamente confrontada con el fenómeno que pretende caracterizar. No siendo el Dasein un sujeto, sino la apertura futura de lo ente, cabría preguntar: ¿en qué medida, pues, su anticiparse puede ser pensado como sentido de despliegue del ente intramundano, de modo que se pueda entender cabalmente el fenómeno de la manifestación que se pretende delimitar? Tal pregunta ya implica la exigencia de confrontar los análisis efectuados con el fenómeno respecto del cual ellos mismos pretenden rendir cuenta: el Dasein como apertura. Y es que, aunque provisorios, a ellos sí se les puede exigir tal confrontación, en el interés de decidir si acaso aquello que fenoménicamente se ha entendido como Dasein no requiere de determinadas precisiones que preparen en mejor medida aquella pregunta por el sentido del ser, en cuyo horizonte estos mismos emergen. Así, entonces, tal exigencia se justifica en cuanto atiende a un principio metódico que el mismo Heidegger toma como central en las consideraciones ontológicas, esto es: “Puesto que fenómeno, en sentido fenomenológico, mienta siempre y solamente el ser, y ser es siempre ser del ente, para la puesta al descubrimiento del ser se requerirá primero una adecuada presentación del ente mismo” (2001: 37). Por ende, nuestra pregunta en lo que sigue ha de ser si acaso aquel suelo fenoménico que ha sido tomado como base de posteriores consideraciones ontológicas del existir se ha delimitado de manera acabada, de modo que los análisis posteriores no terminen por carecer de la base fenoménica que requieren para su desarrollo. He aquí donde el interés de garantizar un acierto en el contenido fenoménico del existir se hace evidente, y es sobre esta problemática que quisiéramos desarrollar algunas reflexiones.

II. El problema de la “materialidad” del “mundo exterior”: útil y posibilidad

Una exigencia de confrontar los análisis existenciales con el propio fenómeno del Dasein conduce por una vía de discusiones que busca hacer énfasis en problemáticas que para las mismas pretensiones de Ser y tiempo no son decisivas. Puede resultar, en efecto, inadecuado dar importancia al problema del aparecimiento del ente intramundano, cuando en cada momento Ser y tiempo dirige la atención a los momentos fundantes del existir y que no son otros sino los existenciales que se realzarán en vistas a la existencialidad del Dasein, es decir, a destacar el futuro (Zu-kunft) como horizonte último de la manifestación. Y, sin embargo, es la misma formulación del cuidado la que vincula el movimiento anticipativo del existir con el descubrimiento del ente intramundano. Una problemática que no parece sino implicar, de acuerdo a la expresión filosófica clásica, el problema del “mundo exterior” o lo que el mismo Heidegger entenderá como el concepto óntico de mundo destacado en Ser y tiempo entre comillas para distinguirlo de mundo como existencial del Dasein (2001: 65). Es, pues, el § 43 de Ser y tiempo –dedicado al “mundo exterior”– el que parece otorgar índices al respecto: “Pero el mundo está esencialmente abierto con el ser del Dasein; y el ‘mundo’ ya está siempre descubierto con la aperturidad del mundo” (2001: 202-203). Sin embargo, el problema habría sido entender el ser de la realidad de una manera inapropiada que finalmente impediría develar el carácter de mundo propio del Dasein: “Pero si se le deja a esta palabra [Realidad (Realität)] su significado tradicional, luego mienta ella el ser en el sentido de la pura mera presencia espacial cósica (Dingvorhandenheit)” (Heidegger, 2001: 211). Por tanto, los análisis deberán esforzarse en desvincular la idea de mundo exterior de una comprensión objetualizada para que el propio Dasein no sea entendido desde ella, desorientando a la mirada de su auténtica fenomenicidad. Y es en este punto donde se anuncia una eventual salida:

Ahora bien, la intramundaneidad se funda en el fenómeno del mundo, el cual, a su vez, como momento esencial de la estructura del ser-en-el-mundo, pertenece a la constitución fundamental del Dasein. El ser-en-el-mundo, por su parte, está ontológicamente articulado en la totalidad estructural del ser del Dasein, caracterizada ya como cuidado (Heidegger, 2001: 209).

Como se observa, sería el cuidado y, por ende, el carácter temporal del Dasein, en cuanto proyecto a la posibilidad, el horizonte de una comprensión de la “realidad” en su sentido primario e inmediato, ya no objetualizado. Mas, si esto es así, ¿cómo entender la aparición del ente intramundano en el horizonte del Dasein en tanto que cuidado? ¿De qué manera sería posible pensar su descubrimiento a la luz de un movimiento anticipativo del existir? Los índices heideggerianos parecen ser claros. Siendo, por cierto, el ente intramundano el ente circundante y el otro, nuestro interés será esbozar en lo que sigue algunas consideraciones de la aparición del primero, el mismo que será caracterizado en su ser como “lo a la mano” (zuhanden). El caso ejemplar, como se sabe, es el del martillo en tanto que útil.[3] Este, en un contexto de uso, no sería descubierto primariamente como un objeto, sino que adquiriría su sentido en cuanto martillar. Por tanto, desde la ocupación circunspectiva del Dasein dirigida hacia un para-qué (Wozu) de la tarea en la que este se encuentra inmerso parece articularse su propia empleabilidad, esto es, su para-esto (Dazu) (2001: 74 y 86). Y, ciertamente, es en dicho para-qué donde se acusaría un momento fundamental del propio Dasein como es el cuidado. En efecto, siendo el Dasein una relación consigo en tanto que poder-ser, el “martillo” en cuanto “martillar para” sería tal sólo en tanto integrado a dicha auto-relación. Así, por tanto, este puede ser comprendido en su empleo en lo que es según un martillar para, ya dado en aquel dejarse devenir en cuanto posibilidad propia del existir. Y es por esta vía que la comprensión heideggeriana de futuro, más allá de ser entendido como un tender hacia algo que “aún no llega”, ha de indicar los límites del propio presente, y, por lo mismo, en nuestro caso, de lo que el martillo sea en tanto que “martillar para”. Por ello, el futuro del existir ha de mostrarse como el horizonte constitutivo del útil “martillo”, puesto que su utilidad es permitida en el interior del entramado remitivo ya abierto en su para-qué a la luz de un poder-ser. Al respecto se lee en Ser y tiempo:

[…] este ente a la mano, que por eso llamamos martillo, está en respectividad con el martillar, el martillar lo está con el clavar y fijar, este lo está con la protección contra el mal tiempo; y esta última es por mor del Dasein que necesita protección, es decir, por mor de una posibilidad de su ser (2001: 84).

Es aquí donde se expresa nuevamente, aunque en términos fenoménicos, la estructura total del Dasein en tanto que cuidado. Y desde ella se haría posible entender que algo como “martillo” se articula en su “estar a la mano”, es decir, en su ser, desde un poder-ser. Hasta acá, una comprensión de la manifestación del útil parece aclararse, en efecto, desde la propia temporalidad del Dasein. Sin duda, afirmar que el útil es un para-esto en el horizonte constitutivo de la tarea es ya una primera determinación de su modo de aparecer. Sin embargo, es aquí donde se le puede exigir a los análisis más concreción. Y es que la pregunta pendiente es si el hecho de pensar al útil en vistas a la tarea rinde cuenta acabada de su aparición fenoménica concreta.

Por lo pronto, los análisis heideggerianos parecen señalar otra dimensión perteneciente a la aparición del mismo útil y que es aquella en la que quisiéramos detenernos: “En el uso circunspectivo de un útil –dice Heidegger– puede ocurrir que digamos, por ejemplo: ‘el martillo es demasiado pesado o liviano’” (2001: 360). Una expresión que, sin determinar aún al martillo como objeto, se mantiene en el trato inmediato con él. En dicho nivel no se trataría de la “pesantez” como atributo del ya palidecido objeto “martillo”, sino de aquel “martillar” que en el movimiento del propio Dasein de dejarse acaecer para la protección del “mal tiempo” se constituye también como demasiado pesado o liviano para la labor que se emprende. En otras palabras, determinadas propiedades “materiales” del útil, como peso o liviandad, parecen ser destacadas también en su aparecimiento concreto. Podríamos decirlo así: aquello que es útil como martillo –siempre aprehendido en el martillar– implica, en su aparición, ser adecuadamente pesado o liviano para la tarea emprendida. Se puede advertir, así, que algo como “martillar” parece no acabar de pensarse en concreto y en su completud sin que el análisis se detenga ahora en aclarar cómo en él parece anunciarse un ámbito “material” que podríamos llamar “inmediato”: aquel, justamente, de ser suficientemente pesado o liviano en la ocupación plena con la tarea. Y es que el martillar cotidiano parece incluir, como componente fenoménico de su aparición, aquello que luego podemos llamar “peso”. Y, si esto es así, la pregunta en lo que sigue es cómo pensar tal materialidad del ente intramundano circundante desde el Dasein en cuanto cuidado.

Desde lo anterior, sería posible sostener que esa eventual materialidad del útil que ahora destacamos adquiriría sentido desde el paraqué de su ocupación y, por ende, desde la condición futura del propio Dasein. Debiera asumirse, de esta manera, que su peso puede ser pensado desde el sentido remisional de la tarea, y por tanto se podría afirmar que tales propiedades son descubiertas en el interior del movimiento del Dasein a su poder-ser (Heidegger, 2001: 361). Y, no obstante, siendo una consecuencia fundamental poder pensar la presencia material del ente circundante desde la temporalidad del Dasein, es este mismo acceso temporal el que muestra sus restricciones en el momento de rendir cuenta acabada del contenido fenoménico mismo de la expresión “el martillo es demasiado pesado o liviano para lo que pretendo hacer”. Ciertamente, algo como peso del martillo puede ser pensado como inscrito en el para-qué de la tarea, pero lo que queda pendiente aún es delimitar la articulación del peso en su propio contenido fenoménico inmediato en tanto que demasiado pesado o liviano. ¿De dónde viene, pues, el dato de la pesantez o de la liviandad mismo en términos cotidianos, de modo que tal propiedad pueda luego ser abstraída y puesta ante la mirada como un atributo añadido de la mera “cosa” martillo? ¿No es aquí donde la tesis temporal del Dasein no parece aclarar del todo el descubrimiento del útil en tanto que pesado? Y, si este es el caso, cabría preguntar si no hay, entonces, una posibilidad existencial que haga aparecer al peso en tanto que peso, la misma que luego pueda ser la fuente de modificación teórica que se detenga en él para abstraerlo como “propiedad de un objeto martillo”.

Nos atrevemos a afirmar que los análisis heideggerianos no excluyen una cierta materialidad inmediata que pueda acusarse en la experiencia cotidiana. La misma que parece apreciarse también acá: “Una herramienta puede estar averiada, el material puede ser inadecuado” (2001: 73). Los análisis señalan que algo como un “material inapropiado” del útil puede hacerse temático si se interrumpe la respectividad en la cual este adquiere su sentido de utilidad específico. En este caso, se acusaría en él una llamatividad que no le pertenecería mientras está siendo en la ocupación plena. Mas, la pregunta es si acaso esto implica que el “material” del útil sea una instancia que sólo aparezca como perteneciente a él en tal interrupción. ¿Han decidido estos análisis que en la ocupación plena lo que llamamos temáticamente “material” no constituya al útil en su no llamatividad? Mas, afirmando esto, podemos advertir, a la vez, que tal dimensión “material” queda delimitada sólo en su formalidad si sólo es pensada como inscrita en el para-qué del entramado remitivo abierto desde el poder-ser del Dasein. Y, por esta vía, es tal comprensión la que exige ser nuevamente indagada, pues la aparición del útil, como veíamos, acusa peso, pero también otro tipo de aspectos vinculados con lo que tradicionalmente ha sido llamado “propiedades sensibles”. En definitiva, la problemática de la aparición material del útil parece mostrar una tarea pendiente como es emprender un replanteamiento de posibilidades del existir que, a fin de cuentas, recuperen en concreto ese estar junto a los entes intramundanos en el interior de una relación cotidiana y al margen de una actitud teoretizante. Y si ello es así, su estudio no puede sino ser concebido programáticamente como una propedéutica para una delimitación del Dasein en cuanto modo de ser:

Ontológicamente el “mundo” no es una determinación de aquel ente que por esencia no es el Dasein, sino un carácter del Dasein mismo. Lo cual no excluye que el camino de la investigación del fenómeno “mundo” deba pasar por el ente intramundano y por su ser (Heidegger, 2001: 64).

Y más adelante se concluye: “Mientras más avancemos, pues, en la comprensión del ser del ente intramundano, tanto más amplia y segura será la base fenoménica para poner al descubierto el fenómeno del mundo” (Heidegger, 2001: 76-77). En efecto, esta es la relevancia metódica de partir de las consideraciones en Ser y tiempo desde el útil, a saber, al alero de una “base fenoménica” adecuada, hacer “resplandecer”, dice Heidegger (2001: 72), en su aparecimiento, la propia mundaneidad del Dasein. Y si un problema como la materialidad del ente circundante parece no resolverse satisfactoriamente aceptando sólo el poder-ser como horizonte de su aparecimiento, una detención sobre aquello que la posibilita sí puede ser una contribución a determinar en mejor medida el carácter de mundo, y conlleva, ciertamente, una aclaración más acertada del fenómeno del Dasein. Esto es justamente lo que quisiéramos discutir a continuación.

III. De la materialidad del ente circundante hacia la posibilidad de ser-cuerpo

Pues bien, la tendencia de Ser y tiempo es la de atender a los momentos originarios de la constitución del ahí, como Verstehen, Befindlichkeit y Rede, en cuanto articuladores de la significatividad del mundo, es decir, de la constitución del mismo en su para-qué en vistas al realce del por mor de sí del Dasein. Por esta vía, todo momento existencial que pueda estar fundado en ellos deberá quedar al margen de la consideración por no corresponder a la originareidad de la misma pregunta por el sentido del ser. Sin embargo, es la detección de una materialidad inmediata en el útil la que muestra que aún no está decidido si posibilidades existenciales fundadas deban ser por tal razón descartadas del propio análisis existencial. A nuestro juicio, es el problema de la materialidad del ente circundante el que permite explorar esta vía. En efecto, el camino de indagación que proponemos radica en poder vislumbrar, desde la presentación concreta del ente intramundano, una determinada posibilidad del Dasein que, aunque fundada, acusa, sin embargo, caracteres propios del mismo que no se dejan deducir desde existenciales originarios: el ser-cuerpo. ¿Es posible efectuar este camino desde las consideraciones heideggerianas? Quizás sea la siguiente advertencia de Heidegger la que nos permita avanzar por esta vía:

Lo a la mano tiene en todo caso adecuaciones (Geeignetheiten) e inadecuaciones (Ungeeignetheiten), y sus “propiedades” están en cierto modo en estas aun vinculadas, así como la mera presencia (Vorhandenheit) en tanto que posible modo der ser de un lo a la mano (Zuhandenes) en la condición de estar a la mano (Zuhandenheit). La servicialidad (remisión), como constitución del útil, no es tampoco un carácter de adecuado de un ente, sino la condición de posibilidad, conforme al ser, para que este pueda estar determinado en adecuaciones (2001: 87).

El fragmento sitúa las discusiones en un modo muy particular de comprender qué es aquello que comparece al existir en su más concreta praxis. El punto de arranque existencial impide, empero, comprender lo que aparece –este útil del que me sirvo– al modo de un objeto presente. No hay en una experiencia inmediata una proyección de alguna significatividad que yo “adhiera” a entidades neutras en sí. Tal interpretación implica ya instalarse en una categoría fundada en el carácter primario de lo “a la mano” como es la mera presencia cósica (Vorhandenheit). Mas, lo relevante aquí es que el traslado sugerido en la cita de una comprensión del ente intramundano circundante desde la Vorhandenheit a la Zuhandenheit no parece implicar la exclusión de la problemática de un en-sí de lo que comparece. Lo que desde una interpretación substancial del mundo sea entendido como “propiedades” conduce más bien a un replanteamiento de la problemática del en-sí del mundo exterior a la luz del modo de ser de lo a la mano. Es decir, el en-sí de lo que comparece como a la mano debe ser entendido ahora en tanto que descubierto en el horizonte del cuidado, y es en él donde lo que se pueda denominar “propiedades” se ve exigido de una caracterización distinta como la de “adecuaciones” o “inadecuaciones”. No obstante, es en este punto donde las consideraciones heideggerianas no se detienen, y es lo que hace difícil pensar qué modo particular de presencia es el que exhibe este en-sí de los entes circundantes entendidos ahora en la relación práctica desde la cual son descubiertos.

No obstante, el intento de pensar en la materialidad sensible del ente circundante en los términos heideggerianos acá discutidos no es una tarea inédita en la fenomenología. Es una obra como In Geschichten verstrickt de Wilhelm Schapp la que emprende una comprensión inmediata del carácter de descubierto (Entdeckheit) material del ente intramundano, y es a la cual quisiéramos atender a continuación en busca de una posible vía para pensar nuestro problema. En efecto, la discusión de Schapp se sitúa en lo que él llamará la cosa-para-algo (Wozuding), y es justamente ese “para algo” destacado en tal expresión aquella estructura de sentido según la cual comparecerían las “propiedades” del mismo. Así, eso que entendemos como peso o resistencia, esto es, la materia del útil, adquiere su posibilidad primaria de descubrimiento en aquel para-algo que le constituye. O, lo que es lo mismo, sería el sentido del para-algo aquel horizonte primario de su aparición material: “Si es correcto –dice Schapp– que con la cosa-para-algo comparece el de algo, la materia (Stoff) de las cosas-para-algo, entonces la materia no puede aparecer por sí misma” (1985: 31). Por ello, dicho para-algo, fundando la aparición de las propiedades materiales, él mismo no puede ser considerado una propiedad, sino, como lo veíamos con Heidegger, se trata de una “condición de posibilidad, conforme al ser, para que este pueda estar determinado en adecuaciones” (2001: 87).

Las cualidades del útil, entonces, serían estas o aquellas en el horizonte del para-algo que ha articulado al útil. El “peso” del martillo, como la “densidad” del clavo y la “resistencia” de la madera son instancias que pertenecen a la situación concreta del martillar, sin que esto signifique que tratamos con una materia ya preexistente. Al contrario, parece ser el propio sentido de la labor el que ha prescrito qué cualidades son aquellas que serán descubiertas como centrales en y para ella. Y es acá donde se puede vislumbrar de mejor manera el carácter de esa materialidad en su aparición inmediata.

Cuando estoy con el martillo, podríamos decir desde Schapp, ciertamente me encuentro en relación con la tarea en la cual se ha configurado la remisión de los útiles en su para-esto. Mas, por otra parte, compareciendo el útil en su materialidad, se observa también que mi relación fáctica permanece dirigida a lo que en la misma tarea es entendido como aquella “propiedad” del útil adecuada a la tarea: en el caso del martillar, el peso-para. Por tanto, si con Heidegger ya sabemos que el peso es atemático en la labor, no significando esto una disolución del mismo, podemos decir ahora que corresponde al fenómeno del martillar cotidiano una efectiva relación con algo como peso. Mas, siendo este el caso, debemos advertir que nunca estamos inmersos en una situación en relación con “sectores” de un “mundo objetivo”. No estamos, en efecto, en relación con el peso del martillo, como si ese “martillo” poseyera también otros atributos en su objetividad. Es el peso mismo el que constituye –siempre inmersos en la tarea determinada– la aparición absoluta de la herramienta justo cuando me encuentro en la labor. Dicho de otra manera: no es con el “peso del martillo” sino con el martillo enfatizado situacionalmente en su peso, es decir, con “el martillo pesado”, con eso que la relación de trato se ocupa. Así, el peso ya puede ser entendido ante todo como un énfasis material que el martillo mismo presenta en tanto que es articulado en su sentido para-esto y, por lo mismo, como modo concreto de presencia, y nunca como un atributo adherido. Es por ello que podemos sostener que la situación de la labor constituyente del ente circundante es la que permite su concreción fáctica en determinados énfasis materiales. Cuando toco la superficie de una mesa y siento su lisura, no estoy en relación con aquel mero sector tocado, sino que la lisura es aquella que toco de la “mesa” en su completud. Lo primero e inmediatamente tocado, podríamos decir, no es la “lisura”, sino la mesa íntegra lisa. Asimismo, Schapp advierte: “Cuando intento orientarme en la habitación a oscuras, palpo de la silla a la mesa, de la mesa a la cama, etc. Ahí figura siempre el ámbito en el cual silla, mesa, cama aparecen individualmente en cuanto unidades” (1985: 25). En efecto, si en el orientarse en la oscuridad la relación primaria no fuera ante todo con la silla, mesa, cama, sino sólo con la dureza o la lisura de un mero sector de un mundo objetivo, una tal orientación sería imposible. Esta es la razón por la cual algo como la “materialidad” del útil ya no puede ser entendida como “composición”, vale decir, como un mero agregado de la cosa, sino como el modo cómo esta ha sido descubierta íntegramente en un énfasis material adecuado o inadecuado en el horizonte del para-qué situacional.

Lo central, por ende, es comprender que el útil es material, es decir, es descubierto en énfasis materiales en esta o aquella tarea. Con ello ya podemos distinguir la materia teorizada como “estar compuesto de” (Bestehen-aus) de su sentido cotidiano en tanto que “ser-de-algo” (Aus-etwas-sein). Una distinción que el mismo Schapp (1985: 17) introduce para indicar que es en la tarea en la cual hay algo como una materialidad inmediata de las cosas circundantes.[4] En suma, desde Schapp se obtiene una caracterización de la materia en el sentido de “adecuada (geeignet) para la elaboración de cosas-para-algo” (1985: 31). Un concepto de materia, por lo pronto, que coincide con la lectura de la hylé aristotélica que realizara el mismo Heidegger. Respecto del ser madera de una cosa este dice: “Esta madera tiene precisamente esta o aquella idoneidad (Eignung), en razón de la cual viene a consideración ante todo como hylé para la utilización ahí y para esto” (2002: 227). Por tanto, la madera, es decir, el material no puede aparecer y ser comprendido sino en el sentido referencial dado en el para-esto constitutivo de la misma cosa circundante, pues es así como acaece el comparecer material, siempre situacional, de lo a la mano en cuanto “ser a disposición para” (Heidegger, 2002: 173).

Tales consideraciones sobre la materia ya pueden brindar una delimitación de aquel en-sí del mundo exterior que nos hemos propuesto discutir. Siguiendo el ejemplo del martillar, podemos decir ahora que en la medida en que estoy inmerso en la construcción de una casa para la protección del mal tiempo, es decir, en un movimiento fáctico en tanto que cuidado, aspectos como peso del “martillo”, grosor de aquello que elijo como “tejas”, la resistencia de lo que selecciono como “clavos”, comparecen en tanto que énfasis presenciales de las cosas-para-algo, configurando un en-sí junto al cual me encuentro fácticamente en la labor: la cosa en su materialidad. Y es que inmerso en la tarea, trato con esos atributos. Trato, en efecto, con la densidad, la dureza, el peso, pues ellos son el modo como el ente circundante comparece primariamente como centro de la atención práctica, en vistas a la tarea específica. Y, si esto es así, es posible distinguir dos vías de consideración del ente intramundano circundante. Por una parte, se le puede entender haciendo énfasis en el para-qué propio de la situación desde donde se ha articulado, y por esta vía será posible llegar a una consideración de la constitución de la situación misma y desde ella se llegará al cuidado como horizonte temporal de la articulación de sentido del útil en un todo remitivo abierto desde el poder-ser del Dasein. Mas, por otro, y en una permanencia junto al ente circundante, es tambien posible hacer énfasis en una relación con su propia materialidad, esto es, con las adecuaciones o disposiciones según las cuales este comparece materialmente. Y, siendo esta segunda vía la que los análisis heideggerianos pasan por alto en vistas a la primera, las presentes discusiones, sin embargo, no parecen llegar a un callejón sin salida, sino que, en efecto, son ellas las que anuncian una posibilidad del mismo existir que la primera vía impide ver.

Una aclaración de Schapp es sugerente en este punto: “El tocar tampoco consiste en colocar la mano sobre la cosa, sino que contiene en sí un presionar, cuando aun de manera cuidadosa, un deslizar, agarrar, afirmar” (1985: 24). Y en cada acto práctico aquí descrito es la cosa misma manipulada en su materialidad lo que comparece. Es en el sujetar la madera, en efecto, donde su firmeza y densidad tienen la posibilidad de comparecer, mas no como cualidades percibidas de un objeto autónomo, sino que el tocar mismo en cuanto deslizar o agarrar, se muestra como aquello desde donde comparece la cosa-para-algo en su determinado énfasis material para tratar con ella. Así, eso que es metal o madera en la construcción jamás aparece como metal o madera abstracto, sino como rasgo del aparecer de un determinado en-sí material siempre en cuanto “forjable”, “martillable”, “taladrable” o “pulible”. Y en cada momento en que las cosas inmediatas comparecen así, es, a su vez, un forjar, martillar, pulir o taladrar aquello que se anuncia como posibilidad en la que el material inmediato es descubierto como tal. Por ello, no es “tocar” en el caso del martillar, sino sujetar o golpear, lo que permite el descubrimiento de la cualidad primaria con la que se está en el trato. Schapp indica: “no tocamos la superficie de una cosa, sino que palpamos la cosa con una materia” (1985: 24). Por tanto, un “tocar” abstracto no es el fenómeno que debemos considerar para comprender el aparecer material, sino que lo que denominamos “tocar”, es ante todo –inmersos en la situación– un acariciar o pulir, esto es, modos de trato que posibilitan la presencia del ente circundante en su énfasis material en tanto adecuado o inadecuado. He ahí, entonces, que Schapp pueda decir que es el cuerpo, más no el cuerpo visual, i. e., el cuerpo orgánico, sino este cuerpo realizado en tanto que palpar, pulir, observar atentamente, etc., el que deja comparecer un mundo en su materia. En palabras de Schapp: “ante todo es el cuerpo el que deja aparecer la materia” (1985: 22).

Como se advierte, el problema de la materia de las cosas inmediatas abre una problemática del todo distinta a una consideración sobre su fundación en existenciales co-originarios como Verstehen, Befindlichkeit y Rede en tanto que constitutivos de la apertura del ahí. Ciertamente, dichos existenciales co-constituyen la aparición del útil en cuanto comprenden la articulación significativa del mundo en vistas al poder-ser del Dasein. No obstante, la conducción de las consideraciones desde el útil al poder-ser deja como resto pendiente el aparecimiento de la materialidad y, más decisivo aún, deja oculto aquello que permite justamente la permanencia del existir en propiedades tales como peso, lisura, resistencia, es decir, en la misma materialidad de las cosas. Poner atención, entonces, en la problemática del en-sí material del ente circundante inmediato parece hacer visible una posibilidad del Dasein que presenta al fenómeno del trato cotidiano en su concretud. Y justamente esa posibilidad es la que se muestra como el ser-cuerpo del existir. Este ser-cuerpo, en efecto, es el que abre y brinda la posibilidad de la constitución de un mundo material, y es su consideración la que puede hacer ver aspectos fundamentales de aquel existir fácticamente arrojado en el mundo. En lo que sigue quisiéramos detenernos en dicho ser-cuerpo ahora desde las consideraciones heideggerianas, de modo que se pueda advertir cuál puede ser la contribución de su detección para una analítica del existir.

IV. Ser-cuerpo y materialidad del mundo exterior: la temporalidad del Dasein

Entonces bien, se discutía que la consideración de las cosas inmediatas desde el para-qué constitutivo de la situación parecía relegarlas a una formalidad que no rendía cuenta de caracteres propios de su manifestación material. Y, a la vez, era la problemática de la materialidad misma del mundo, esto es, de ese en-sí cotidiano según el que este comparece, el que permitía vislumbrar una posibilidad como nuestro ser-cuerpo. Por esta vía se destacaba que dicho ser-cuerpo posibilitaría el descubrimiento de caracteres materiales de la realidad como peso, elasticidad, mas todos ellos entendidos como disposiciones para, es decir, adecuaciones e inadecuaciones propias del ente circundante que se concreta según un para-esto. La siguiente tarea será, por tanto, comprender qué resultados puede tener el realce de esta íntima relación entre ser-cuerpo y materialidad del mundo para la analítica del Dasein.

Sin embargo, lo dicho acerca del ser-cuerpo no podría ser entendido cabalmente si no se aclara la comprensión en la que se mueven estas reflexiones. Es sabido que Heidegger distinguirá el cuerpo cósico (Körper) del cuerpo existencial (Leib). Toda consideración que entienda al cuerpo como extenso ha desatendido ciertamente al hecho de que Dasein no es un modo de ser fundado en la mera presencia cósica y, por ende, insistir en comprenderlo como algo material, sea esto, por ejemplo, al modo del cuerpo anatómico que luego realizaría acciones, se vuelve inconciliable con el sentido mismo de una analítica del Dasein: “Luego –dice Heidegger– no puedo determinar el fenómeno del cuerpo existencial (Leibphänomen) en su relación con el cuerpo cósico (Körper)” (1994: 112). Y, sin embargo, siendo tal distinción un punto central, pues señala a un problema eminentemente categorial, es decir, referente a la pregunta cómo se ha de indagar el fenómeno mismo del cuerpo,[5] también es posible advertir que la tendencia de confundir a ambos y afirmar, por ejemplo, que antes de que pueda establecer un trato concreto con el mundo el Dasein ha de estar desplegándose en un espacio gracias a su cuerpo, supone ya una concepción del mismo como un sujeto.[6] Comprender al Dasein, en efecto, desde el punto de partida del sujeto es aquella vía que permite afirmar que este es condición de posibilidad primaria del existir. Y, por otra parte, es por dicha vía que también se justifican determinados modos de acceso al mismo en vistas a su estudio como pueden ser la percepción externa o interna. Heidegger: “Cuerpo existencial (Leib) –ni lo dado en la recepción de la intuición de la percepción exterior ni en la recepción de la intuición de la [percepción] interna” (2018: 448).

Por ello, comprender el ser-cuerpo desde Heidegger se torna una empresa difícil puesto que su desvinculación con la idea de sujeto es la gran lucha que implica su efectiva comprensión como posibilidad del propio Dasein: “Donde mi cuerpo se despliega como cuerpo (leibt) –se reúne– en una zona […] –allí– ahí no soy yo –como ‘ego’-sujeto/polo yo– sino [soy] a mí mismo dejándome junto… y con…” (2018: 412). Siendo el Dasein, entonces, el fenómeno de la apertura de mundo, lo que acá debe ser pensado es el ser-cuerpo como constitutivo de esa posibilidad destacada en la misma cita: ese dejarse junto y con. Un problema que pertenece ya a una consideración de la apertura que es el Dasein. Es dicho “dejarse junto y con” –al margen de ser una actividad de un sujeto– el que se entiende como un momento de apertura en la medida en que es una relación que descubre al ente intramundano circundante e inmediato. Así, visto el ser-cuerpo ahora en relación con un estar junto a y con los entes intramundanos, implica que este también ha de ser pensado como momento constitutivo de su descubrimiento, y, por ende, de acuerdo al propio ék-stasis (1994: 118) que el Dasein es. Mas, siendo dicho ék-stasis en tanto que cuidado, el ser-cuerpo exige, a la vez, ser considerado como descubrimiento del ente circundante en el horizonte del acaecimiento del poder-ser. Y es precisamente desde esta perspectiva que sujeto y Vorhandenheit sean caminos errados para su consideración. Ellos no aprehenden el fenómeno del ék-stasis mismo como fenómeno de la aperturidad y arrebatan, así, a la problemática del cuerpo de tal planteamiento. Por tanto, siendo el Dasein ek-stático aquel que es en tanto es junto al ente, tratando con él en su descubrimiento, el ser-cuerpo ha de mostrarse desde este particular modo de ser en vistas a su “estar siempre fuera de sí” (2001: 329). Es, en suma, dicho fenómeno, a saber, el de la apertura descubriente del ente en su materialidad en el horizonte de un poder-ser, aquel que ha de ser entendido como “das leibende Dasein” (2018: 385).

Desde lo anterior, ya podemos comprender una afirmación del mismo Heidegger: “Funesto: el punto de arranque del sujeto, conciencia y sujeto corporal” (2018: 425).[7] Y es en este contexto que, por nuestra parte, podíamos afirmar que el Dasein, siendo cuerpo, es el que constituye la materialidad del ente circundante y es que ese es el modo como este puede ser pensado en tanto que ék-stasis. Y, sin embargo, si esto es así, se hace necesario entender ahora qué carácter del ente es el que el ser-cuerpo permite en tanto componente de su apertura y cómo lo abierto por el ser-cuerpo aparece para el propio Dasein. Sugerente resulta la siguiente advertencia de Heidegger:

Si ustedes fuesen un espíritu puro y sin cuerpo no podrían ver la vela en cuanto una luz amarilla incandescente. También en la percepción del contenido significativo de una lámpara, en caso de que sólo me representara una tal y no la viera en cuerpo presente ante mí, está el ser-cuerpo siendo participado, en la medida en que a la lámpara en cuanto lámpara pertenece su brillo (1994: 141).

Una afirmación como esta es la que plantea la íntima relación entre ser-cuerpo, percepción y materialidad del mundo.[8] Mas, quizás las caracterizaciones heideggerianas no son del todo precisas en este punto. Si bien, con ellas se intenta mostrar la concretud del mundo exterior desde la posibilidad de ser-cuerpo, desarraiga, empero, el “amarillo” del contexto en el que la luz es siendo-amarilla, esto es, en cuanto brilla para iluminar. Y es que el amarillo de la luz es el que es, no por sí mismo, sino en tanto permite ver el camino por el que puedo avanzar. No obstante, es acá donde debemos distinguir algunos aspectos pertenecientes al fragmento citado. Digámoslo así: aquella “percepción del contenido significativo” destacada en la cita ya señala hacia el horizonte de sentido en el que aparece la luz siendo amarilla para iluminar en tanto que saturada materialmente en su para-esto. Mas, por otro lado, este aparecer saturado como siendo-amarillo ya es una posibilidad que, al vincularse con el ser-cuerpo, indica que la relación de trato no permanece sólo centrada en el para-qué de la situación, sino que también se realiza permaneciendo junto a la misma incandescencia amarilla de la luz para poder ver, como su concreción material. En efecto, la relación corporal es una relación que asume el para-qué situacional como su horizonte de despliegue, pero este es sólo una dimensión que posibilita el fenómeno del ser-cuerpo. Mas, ahí donde este se realiza es ante todo dejando aparecer y permaneciendo en la materialidad del ente circundante. Por tanto, si es el ser-cuerpo aquella posibilidad del Dasein que deja al ente circundante saturado, podríamos decir, materialmente, debemos precisar qué sentido ha de tener existencialmente tal saturación material.

Heidegger dice: “La presencia de esta mesa es algo que a mi me interpela (anspricht) […], sin cuya interpelación sin embargo la mesa nunca podría mostrarse como presente” (1994: 272-273). Una afirmación, como se advierte, que ya destaca un carácter propio del comparecimiento mismo de un ente circundante como una mesa. Y lo que de tal presencia se destaca es un rasgo tan particular como ser lo que interpela. Ahora bien, desde acá es posible afirmar que es siendo cuerpo, en cuanto aquella posibilidad según la cual el Dasein puede donarse un mundo saturado, el que permite tener un mundo material para relacionarse con él. En palabras de Heidegger: “El ser-cuerpo (das Leiben) siempre pertenece al ser-en-el-mundo. Codetermina el ser-en-el-mundo, el ser abierto (das Offensein), el tener del mundo” (2018: 126). Y es en este sentido que, teniendo al mundo, el Dasein, siendo cuerpo, lo hace dejándose interpelar por él. En su dejarse interpelar, es el ser-cuerpo el que aparece en estas discusiones como la posibilidad fáctica que da la ocasión al existir de contar con un mundo concreto. Y es, por ende, dicho ser-cuerpo el que posibilita al Dasein concretar definitivamente un ser junto a y con los entes intramundanos. Así Heidegger: “el hombre se mantiene junto a aquello que le concierne” (1994: 273) y en dicho concernimiento, el “Dasein humano se mantiene en el claro y se ‘ocupa’ con las cosas” (1994: 188).

Desde estas aclaraciones el ser-cuerpo se muestra como una posibilidad existencial fundamental como es la de estar y quedar abierto a la interpelación de la cosa circundante, lo cual implica, a la vez, que un mundo material inmediato pueda comparecer en su materialidad, en tanto que interpela. Es por ello que podemos afirmar que algo como peso o resistencia sean modos de saturación en cuanto adecuaciones. El término “adecuación” implica, ante todo, que las propiedades materiales del ente circundante tienen un sentido y se saturan con sentido, es decir, son “sensibles”, interpelando en la situación fáctica en la cual el Dasein se halla ocupado mediante su ser-cuerpo, en el movimiento ek-stático de brindarse mundo, dejándose interpelar por él. Este es, pues, el carácter primario existencial del ser-cuerpo, aquel que posibilita al Dasein concretar de facto su permanencia efectiva junto a y con el ente circundante material. He ahí que el ser-cuerpo, desde la problemática del ék-stasis, no pueda ser considerado como un fenómeno originario, como ocurre desde la perspectiva del sujeto. Desde la problemática del Dasein este confirma su carácter fundado en momentos originarios del existir. Y, si lo anterior es correcto, entonces, es lo discutido hasta acá lo que puede llevar a detectar una posibilidad fundada en momentos co-originarios de la apertura del ahí, como son Verstehen, Befindlichkeit y Rede, y que, sin embargo, ya es un índice para comprender caracteres del propio Dasein que desde ellos no pueden ser deducidos, y que sólo pueden presentarse mediante una detención atenta en el fenómeno de la presencia del mundo material.

Y, sin embargo, detectando una posibilidad como es la de ser-cuerpo en su relación con la presencia material del ente circundante, es posible ahora destacar algunas consideraciones que parecen decir algo de la propia tesis temporal heideggeriana. Se trata, pues, de una consecuencia que dice relación con la misma constitución del “mundo exterior”, entendido ahora en su aparecimiento inmediato en tanto que interpela en el horizonte del cuidado. Ya sabemos que la tesis temporal sostiene que: “El ser-en-el-mundo ekstático tiene siempre el carácter del poder-ser” (1994: 209). Lo cual querría decir que es en el horizonte de una posibilidad, es decir, en el proyecto al futuro (Zu-kunft), que el mundo ha sido articulado como entramado remitivo en tanto que significatividad. Mas, ya se ha dicho que es la posibilidad de ser-cuerpo la que, fundada en el proyecto al poder-ser, tiene, a la vez, un mundo material, vale decir, permite que un mundo sea descubierto en su en-sí en tanto que interpela. Y, siendo esto así, ¿no es la misma tesis temporal del Dasein, esa que afirma que mundo es tal desde el cuidado que el mismo Dasein es, la que parece poder extenderse ahora en lo que respecta a la fundación del ente circundante inmediato, hasta concluir que aquello que sea su “materialidad” puede ser también concebible como un fenómeno temporal? En términos amplios, el fenómeno total del Dasein, como ámbito de descubrimiento del ente, parece hacer ver, en efecto, que la constitución material de lo a la mano puede ser pensada como un fenómeno que ha de acaecer en su presencia en el horizonte del poder-ser y son las discusiones presentes las que, destacando la función primaria del ser-cuerpo en tanto tener al ente en su materialidad interpelante, la que permite plantear la pregunta anterior. A nuestro juicio, pareciera ser una consecuencia implícita de las consideraciones temporales heideggerianas pensar en un tipo de materialidad inmediata del ente circundante dominada por el tiempo y, por tanto, es una consideración sobre el propio tiempo existencial la que acá se hace evidente. El tiempo existencial, podemos afirmar, es aquello que se temporiza presentificando, mas dicha presentificación temporal, atendiendo ahora al ser-cuerpo del Dasein, es una tal que siempre implica co-originariamente saturación de lo presentificado en su materialidad. Así, es el ser de lo humano como ék-stasis, aquella tesis que permite comprender que peso, elasticidad, lisura, brillo, esto es, propiedades materiales de lo a la mano, son lo que son en tanto que articulados temporalmente, pues tales propiedades son las que se muestran como carácter de la manifestación concreta del mundo en el que el Dasein habita siendo cuerpo y con la cual este cuenta para dejarse vivir en el horizonte de la posibilidad a la que es proyectado. Desde esta perspectiva, llama la atención cómo es que la tesis temporal que configura la concepción del Dasein conduce a afirmar que la específica materialidad del mundo exterior no sería posible sino para el ser humano. La materialidad del mundo circundante, podría decirse, esto es, ese particular en-sí del mundo exterior es, pues, una materia fundada en la propia naturaleza humana, en el modo como ella se despliega en tanto que Dasein, y que fundada en dicho modo de ser, comparte su propio sentido y es aquella con la que podemos tratar y atenernos en la facticidad de nuestra existencia. Una tesis, por cierto, que no pretende sino atenerse a la mismas advertencias de Heidegger, en tanto es él quien sostiene que: “no puede haber ser del ente sin el ser humano” (Heidegger, 1994: 221).

He ahí, a nuestro juicio, la importancia de una consideración del ser-cuerpo en el pensar de Heidegger. Ella no atiende a las pretensiones de una antropología filosófica, esto es, a la pregunta del hombre por el hombre, y mucho menos a una elucidación del mismo entendido como un sujeto. El realce de esta posibilidad es lo que permite ante todo una consideración del propio mundo exterior y ofrece la oportunidad de una comprensión de su presencia concreta en términos temporales. Así, entonces, un estudio de la materialidad y el ser-cuerpo no podría ser considerado como una transgresión a los planteamientos heideggerianos, pues resulta ser una contribución a lo que el propio fenómeno del Dasein mienta, es decir, a la manifestación misma. Es, pues, una consideración del ser-cuerpo como constitutivo de la materialidad del ente circundante una vía de indagación para una comprensión del problema del en-sí del mundo exterior, sin que este quede relegado a ser un resto pendiente en vistas a su consideración sólo desde el poder-ser, y que delata, a la vez, un carácter particular de la relación fáctica del Dasein con las cosas inmediatas en el sentido de mantenerse junto a su interpelación. Así, desde las discusiones anteriores se destaca una posibilidad como ser-cuerpo en vistas a una comprensión concreta del propio habitar del Dasein, aquel que Heidegger anuncia con una formulación como esta: “permanencia (Aufenthalt) junto a (bei)… y al mismo tiempo el permitir la presencia del ente” (1994: 205). Y es su estudio, por ende, el que contribuye a obtener un suelo fenoménico acabado para una comprensión de lo que el Dasein es en su propio carácter de mundo. Qué rasgos, en suma, arroja ese mundo inmediato con el cual el Dasein permanece hasta su concretud fáctica, es una vía de investigación que requiere atender a su ser-cuerpo, como momento innegable del ék-tasis descubriente que el Dasein es. Y es tal posibilidad, fundada en la temporalidad del Dasein, esto es, asumiendo el para-qué constitutivo de la situación en el proyecto al futuro, la que rinde cuenta de su propio rol en una analítica existencial. En efecto, ella es la que hace comprensible aquel vínculo fundacional entre el ser anticipado del Dasein y el descubrimiento del ente intramundano concreto. Dos instancias inherentes al cuidado, mas que sin una consideración del ser-cuerpo no terminan por develar su íntima relación y, en consecuencia, no logran la concretud temática que requieren y que las mismas consideraciones de Heidegger intentan conseguir.

Bibliografía

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  1. Trabajo preparado en el marco del proyecto Fondecyt Regular nº 1150034.
  2. Universidad de la Frontera – Temuco, Chile.
  3. Para una exposición detallada de los parágrafos de Ser y tiempo que se tendrán en cuenta, véanse los aportes de Rubio, García Norro y Di Silvestre publicados en Ser y tiempo de Martin Heidegger. Un comentario Fenomenológico (2015).
  4. Raimondi (2010) atiende la problemática de las Wozudinge para contraponer el estudio teoretizado del mundo desde las ciencias naturales con un estudio del mundo de la vida (Lebenswelt) en el que se sitúan los planteamientos de Schapp.
  5. Para una reflexión sobre Körper y Leib entendidos como modos de acceso al fenómeno del cuerpo, véase Johnson (2017: 317-322).
  6. Tras esta vinculación del problema del cuerpo con el sujeto se hallan las críticas de Heidegger al énfasis en la conciencia propio de la posición fenomenológica de Husserl. Véase Bernet (2013), quien discute las pocas consideraciones sobre el cuerpo en Ser y tiempo como una respuesta de Heidegger a Ideas II.
  7. Heidegger tendrá en vistas Philosophische Untersuchungen zum Raum (1965) de Elizabeth Ströker, quien estudia el cuerpo como constitutivo del espacio vivido a partir de Husserl. En la nueva edición de Zollikoner Seminare (2018) figuran los fragmentos que Heidegger habría considerado de dicha obra para subrayar el punto de arranque de la subjetividad. Un fragmento no citado en Zollikoner Seminare, pero representativo de la posición de Ströker es el siguiente: “El cuerpo (Leib) en situación es yo-cuerpo, cuerpo de un sí mismo (Selbst), su espacio, entonces, no es sólo espacio de sus funciones corporales, sino también espacio de sus actividades de conciencia (Bewusstseinsleistungen)” (1977: 168).
  8. Para el desarrollo de una fenomenología de la percepción en Heidegger, ver Kontos (1996). Para el realce de la dimensión comprensiva, i. e., hermenéutica de la percepción, véase Rodríguez Suárez (2004) y Rodríguez García (2014).