Nogoyá, Entre Ríos, 1919-1944
Clarisa Segura (ISHIR-CONICET)[1]
Grave error sería condenar todo lo moderno, porque moderno y nuevo, y gravísimo es empeñarse en hacer revivir usos, costumbres, leyes e instituciones que han pasado ya para no volver. Lo pasado pisado, los ríos no vuelven atrás […] es sabiduría ponerse al frente de este movimiento no para asistirlo o precipitarlo, sino para encausarlo. Tenemos por ejemplo la prensa, el derecho de asociación, de agremiación y sindicalismo, de representación en las cámaras, el acceso libre a los comicios y tantos otros medios de ejercer influencia en la vida pública. ¿Por qué no se aprovechan? ¿Por qué dejar todo en manos de los que, egoístas o utópicos o utilitaristas, van detrás del medro personal o del triunfo de ideas revolucionarias?
Obispo A. Bazán y Bustos, Carta Pastoral, marzo de 1921.
Entre fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, en el marco de un país que construía sus instituciones políticas en clave moderna y transitaba por un proceso de inserción en la economía mundial, a la vez que experimentaba cambios en su estructura demográfica, la prensa se constituyó en un importante actor social, cultural y político. Ante este proceso de modernización, desde la Iglesia y en un esfuerzo por ponerse a la “altura de los tiempos”, la prensa -al igual que otras expresiones de la cultura de masas- fue tema de reflexión y debate para luego ser incorporada como una herramienta más de catolización de la cultura. Frente a la “corrupción” de la moral y costumbres católicas y de un universo letrado hasta el momento en manos de la prensa liberal, propagar la buena prensa fue considerado un tema prioritario.
Miranda Lida se refiere a tres planos de circulación de la prensa católica. En primer lugar, el que buscaba imitar el estilo periodístico de los grandes diarios liberales de la época. Éstos se publicaban en la ciudad de Buenos Aires y desde allí llegaban a varios puntos del país, como La América del Sud (1876-1880), La Unión (1881-1889), La Voz de la Iglesia (1882-1911) y El Pueblo (fundado en 1900). En un segundo lugar, menciona los periódicos católicos de publicación local que en general comenzaron a editarse luego de 1890 en diferentes ciudades a medida que éstas prosperaban. Y, por último, en un tercer nivel, se encontraban “las publicaciones de índole parroquial, destinadas a una feligresía acotada. A veces estas publicaciones eran minúsculas y se conformaban con ser solo unas pocas hojas sueltas que se entregaban el domingo a la salida de la misa” (Lida, 2006: 61-62).
En los últimos años, nuevas perspectivas han renovado los estudios sobre la prensa católica. Así, alejándose de una mirada restringida a un análisis político-ideológico que interpretaba la prensa como arma de lucha frente a los avances de la secularización o como un simple mecanismo de adoctrinamiento por parte de la autoridad eclesiástica (Colman, 1930; Segura, 1961; Reula, 1971; Auza, 1981), nuevos trabajos se proponen ahondar en “¿cómo se hacía un periódico católico, dónde y cómo se distribuía, quiénes eran sus lectores, por qué lo compraban y qué usos le daban?” (Lida, 2006: 60). Perspectiva que permite ahondar en la riqueza del mundo asociativo católico, en la función de los periódicos católicos como vehículo de comunicación -bilateral- entre las autoridades eclesiásticas y los fieles para construir o mejorar un templo, solicitar atención pastoral, organizar una misión, recaudar dinero para las fiestas patronales, etc. (Lida y Fabris, 2016: 11-16).
En relación con esto, Miranda Lida menciona que el progreso de la prensa católica fue más intenso en las regiones más estrechamente vinculadas al desarrollo socioeconómico agropecuario, que prosperaron gracias a la inserción de la Argentina en el mercado internacional. Así, podemos mencionar los trabajos de la misma autora para Buenos Aires con el diario El Pueblo y junto a Mariano Fabris en su abordaje de la revista Criterio, ambas publicaciones referentes de la prensa católica a nivel nacional (Lida, 2012; Lida y Fabris, 2019). También, Diego Mauro ha trabajado las transformaciones de la “buena prensa”, particularmente el diario La Mañana para Santa Fe y otras publicaciones centradas en la ciudad de Rosario frente a los desafíos de la cultura de masas y los cambios al interior de la Iglesia durante los años treinta y cuarenta (Mauro, 2016). Para el caso de Córdoba, contamos con el trabajo de María Clara Iribarne que reconstruye la historia del diario Los Principios durante el peronismo, prensa de origen confesional y conservadora fundada en 1894 (Iribarne, 2017).[2]
En cuanto a la provincia de Entre Ríos, si bien también estuvo vinculada al desarrollo agropecuario y fue receptora de una parte importante de inmigrantes que arribaron a Argentina, son escazas las investigaciones al respecto. En este sentido cabe mencionar el estudio de Martín Céparo sobre las relaciones entre la Iglesia católica y los gobiernos radicales en el marco de la reforma constitucional de 1933 a través de sus respectivos discursos en la prensa (Céparo, 2017). Por otra parte, para enmarcar nuestro trabajo, contamos con los estudios de Aníbal Vásquez y Miguel A. Andreetto, quienes reconstruyen detalladamente la historia de la prensa y de diferentes periodistas en la provincia (Andreetto, 2009; Vásquez, 1970). De reciente publicación, se encuentra el trabajo de Jorge Riani sobre el origen de El Diario como órgano oficial del partido radical entrerriano y de su protagonismo en la vida política provincial y nacional (Riani, 2020). Además, si bien no se centra en un análisis de la prensa católica en sí misma, podemos mencionar el artículo de Nicolás Motura y Osvaldo Vartorelli donde analizan El Diario y La Acción, ambos de circulación provincial (2018).
En este capítulo, nos proponemos realizar un primer acercamiento a la prensa católica desde una perspectiva regional y local. En primer lugar, abordamos los orígenes del diario La Acción, prensa de origen católico y de alcance provincial, sus características y sus primeros rasgos de profesionalización. Luego, nos enfocamos en la escala local. Desde un análisis centrado en el boletín semanal parroquial de la ciudad de Nogoyá, Flor del Carmelo, nos proponemos acceder a algunos rasgos propios de la sociedad de la época, como así también a cambios al interior del mismo catolicismo, que -desde su propia gramática y a escala local- buscó acercarse al consumo de masas y a la industria cultural de las primeras décadas del siglo XX. Analizamos los orígenes del boletín en 1919, nos detenemos en los años de 1920 donde es posible rastrear las huellas del llamado “renacimiento católico” tras un catolicismo que se perfila más unificado, integrado y militante y en años de 1930 y principios de la década de 1940 donde sucesos de escala nacional y global, como los congresos eucarísticos, las manifestaciones católicas y la fundación de la Acción Católica, encontraron sus expresiones a escala parroquial. Su venta en el espacio público como su llegada al interior del hogar hizo de este recurso un actor clave para la Iglesia en la construcción del catolicismo, como también un canal de circulación de noticias y novedades propias de la época de entreguerras y de expansión de la “cultura de masas”.
Las fuentes utilizadas son el boletín parroquial ubicado en el Archivo Parroquial de Nogoyá, el boletín diocesano consultado en el Archivo Arquidiocesano de Paraná y prensa del siglo XX, particularmente el diario La Acción, consultado en el Archivo General de la Provincia de Entre Ríos y en la Biblioteca Provincial de Entre Ríos, en la ciudad de Paraná.
De El Litoral a La Acción: la prensa católica en la diócesis a inicios del siglo XX
La diócesis Paranaense o también llamada del Litoral -debido a que en su origen abarcó las provincias de Entre Ríos, Corrientes (incluido el territorio de Misiones) y Santa Fe- fue creada por el papa Pío IX mediante la bula Vel a primis el 13 de junio de 1859. En 1897 la provincia de Santa Fe constituyó su propia diócesis y en 1910 lo hizo Corrientes, delimitándose así la antigua diócesis a la provincia de Entre Ríos.[3]
En el mes de enero de 1902, durante el obispado de Rosendo de la Lastra y Gordillo (1898-1909), inició su publicación el diario El Litoral, bajo la dirección del presbítero Tomas Dutari Rodríguez[4], periódico con orientación católica, de carácter quincenal y de ventas por suscripción (Quevedo, 1999). Rápidamente, desde las páginas del boletín diocesano -órgano de comunicación al interior de la Iglesia- se anuncia su aparición:
El Litoral- Apareció este semanario católico, científico, literario y social bajo la dirección del Sr. Pbro. Tomas Dutari Rodríguez, en esta capital. Vencidas las dificultades del primer momento, no dudamos que sabrá abrirse camino y colmar los deseos de sus lectores. Era una campaña necesaria en estos tiempos de mortal indiferentismo religioso, en que la turba multa de liberales vocifera contra la religión. Felicitamos a su director y deseamos que esta revista se convierta en legión para luchar valientemente contra sus enemigos (Boletín eclesiástico, noviembre de 1901).
Así, en tiempos de “indiferentismo religioso” la prensa se convierte en un nuevo medio de evangelización. Producto propio de la modernidad y hasta el momento, -en palabras del redactor- en manos de la “turba multa de liberales”, fue la propia jerarquía católica quien impulsó esta empresa e incentivó su propagación. Con noticias que iban más allá de la temática católica, El Litoral buscó no solo luchar contra sus “enemigos”, sino también influir en la opinión pública e industria cultural de la época.
En 1905 el diario adquirió su propia imprenta. Cuatro años después, el boletín diocesano expresaba sus felicitaciones debido a los siete años de “continuo combate por la causa católica” y por haber adquirido una casa propia “lo que es augurio de nuevos triunfos” (Boletín eclesiástico, enero de 1909).
Sin embargo, con los meses, los augurios de triunfo parecieron desvanecerse y un hecho inesperado aceleró la desaparición de El Litoral. En el mes de julio de 1909, falleció uno de sus principales promotores, el obispo de la Lastra y Gordillo.
En mayo de 1910 asumió Mons. Abel Bazán y Bustos como nuevo obispo de la diócesis. De origen riojano, cursó sus estudios en el seminario Conciliar de Córdoba, continuando luego su formación en el Colegio Pio Latinoamericano y en la Universidad Gregoriana de Roma. Ordenado sacerdote, regresó a Córdoba y fue designado profesor en el Seminario Nuestra Señora de Loreto. Allí, interesado en la prensa, ingresó en el periódico El Porvenir de Córdoba y fue cofundador del diario Los Principios (Pérez Campos, 2021).
El 8 de diciembre de 1910, el presbítero Dutari le acercó un informe al nuevo obispo donde le expresó la crítica situación que vivía El Litoral:
desde que Mons. de La Lastra se enfermara y no pudiera prestarle ya su constante y eficaz ayuda quedó librado a sus propias fuerzas comenzando para este un periodo de estancamiento hasta llegar a la de su ruina que desgraciadamente ya ha comenzado. Es por eso que me veo en la dura necesidad de suspender indefinidamente su aparición, a contar desde el primero del año que va a comenzar fecha, en que aquel ingresaría en el décimo año de vida periodística (Rodríguez, diciembre de 1910).
Así, para Dutari la crisis de El Litoral se precipitó a causa de la enfermedad del obispo que le impidió continuar con su colaboración. Agregaba que para lograr el resurgir de la empresa, era necesario “añadir a las suscripciones que cuenta El Litoral un número de suscriptos en cada curato que los párrocos tomarían a su cargo” lo cual no representaba ninguna erogación. Pues, expresaba, “la casa ofrece comodidad para la redacción, y el taller, el material tipográfico y de máquina son suficientes para dar el diario con ocho páginas” (Rodríguez, agosto de 1910).
Sin embargo, para Bazán y Bustos y parte de la jerarquía eclesiástica, para salir de la crisis el diario requería una necesaria modernización en el sistema de ventas y una ampliación de su circulación. En este sentido, la nueva propuesta consistió en la fundación de una sociedad anónima constituida por accionistas, lo que, para Dutari, en cambio, era “irrealizable en Paraná” (Rodríguez, agosto de 1910).
En este sentido, podríamos pensar que la experiencia previa de Bazán y Bustos como codirector del diario Los Principios de Córdoba, lo impulsó a dar este paso en la diócesis con el objetivo de profesionalizar la empresa.
El hecho de que la publicación se vendiera por suscripción, era en parte -en palabras de Miranda Lida- una limitación, dado que si bien esto garantizaba un número de lectores fijos, al mismo tiempo “sustraía al periódico de la necesidad de salir a la caza de nuevos lectores, competir en el mercado y atraer nuevo público; lejos de ello, se mantenía gracias a un estrecho círculo de fieles lectores que renovaban año a año su suscripción” (Lida, 2006).
Finalmente, a fines del mes de diciembre de 1910 El Litoral desapareció. Poco después, el obispado envió una “circular reservada” para incentivar la cooperación de los curas párrocos residentes en la diócesis, tanto en la ciudad como en la campaña, con el fin de organizar un nuevo diario católico. Dicha nota enunciaba:
Los pueblos, las sociedades, los hogares, los individuos son los diarios que leen: hablan y sienten, piensan y quieren lo que la hoja diaria que leen les hace hablar y sentir, pensar y querer. Mostrarse pues indiferente a la gran obra del periodismo católico es renunciar y repudiar el principal medio de propaganda católica, el más poderoso y eficaz, el único que tiene a raya los avances de los enemigos de la religión y capaz de poder llevar la idea sana, el concepto exacto, la doctrina santa allí donde le sería imposible al sacerdote hacer llegar su palabra, su consejo y su acción. […] Creo pues que ha llegado el momento de que todo el clero pero en especial los Sres. párrocos y capellanes con cura de almas, le presten toda la cooperación de que son capaces (Bazán y Bustos, diciembre de 1910).
Y en cuanto al modo de gestionar los recursos económicos, para evitar posibles inconvenientes con accionistas desconocidos que pudieran “intervenir en la Obra y perjudicar su marcha […] un grupo de distinguidos caballeros católicos” fundan la sociedad “Tradición y Patria”. Estos harían
un préstamo en acciones de cien pesos m.n. ($100.00) cada una […] a pagar en cuotas de un 20%. Con esto a su vez que se obtiene el desiderátum de conseguir el dinero no se perjudica a las personas que quieran ayudar a esta gran obra, puesto que se les asegura la devolución de su dinero más un módico interés del 4% que ganaría el mismo si fuera depositado en Caja de Ahorro del Banco Nación (Bazán y Bustos, diciembre de 1910).
Finalmente, el 1 de mayo de 1912 el diario La Acción S.A.[5] con un capital social de 250 acciones a 200 pesos, comenzó a recorrer las calles de la ciudad de Paraná y desde allí a toda la diócesis y a las diferentes parroquias.
Flor del Carmelo: un semanario a escala parroquial
Junto a estas iniciativas de la jerarquía eclesiástica por propagar la llamada “buena prensa” en la diócesis a escala parroquial, diferentes boletines o semanarios experimentaron sus avances y retrocesos tras el reto de gestar su propia prensa católica y local frente a los desafíos de la cultura de masas en el interior provincial.
La parroquia de Nogoyá, ubicada en el centro-oeste de la provincia de Entre Ríos, resultó ser una de las primeras en dar el paso. Para marzo de 1919, los suscriptos al boletín diocesano ya eran 250 y las columnas que disponían en este resultaban insuficientes, por lo que el cura párroco Dionisio Tibiletti aprovechando la proximidad de los festejos patronales decidió impulsar la empresa (Segura, 1991).
Flor del Carmelo inició siendo una revista de tirada semanal que aparece todos los viernes. Su primer número salió en circulación un viernes 4 de julio de 1919, figurando como dirección y administración la casa parroquial y como estación gráfica La Acción situada en el centro de la ciudad de Paraná. La misma imprenta desde donde se editaban tanto el boletín diocesano como el periódico La Acción antes mencionados.
A fines de 1919 Tibiletti informaba al obispo que “Existe la revista Flor del Carmelo. Se procura que entre la revista a todos los hogares cristianos. Son cerca de 450 los suscriptos” (Caja parroquial, agosto de 1919). La suscripción por un mes era de 0.20 pesos, por seis meses adelantado 1 peso y por un año 2 pesos. En gran parte, eran sus mismos lectores quienes la sostenían.
Desde el primer número el boletín buscó sentar las bases de lo que dice ser un programa de “carácter exclusivamente religioso y local” a través de su título, una pequeña imagen de la Virgen del Carmen en la parte superior izquierda y un artículo de la redacción titulado “A ti”, en alusión a la Virgen. En este sentido, conviene traer a colación un fragmento del 4 de julio de 1919:
la presente publicación será en adelante el órgano de publicidad e información de esta tu amada parroquia de Nogoyá. A ti la consagramos […] Tú serás la única dueña de sus columnas […] dentro de esta tu vasta feligresía. Ella, tu revista, será la que les recuerde sus deberes católicos, la que les anuncie las noticias de tu templo, y sus solemnes ceremonias religiosas; ella, en fin, la que nutra sus conciencias con la sana lectura del periódico cristiano (Flor del Carmelo, julio de 1919).
Para 1920, con motivo de su primer aniversario, se editó un número extraordinario el cual exponía que su tiraje de 250 ejemplares iniciales se había aumentado a 620, logrando penetrar en “todos los hogares católicos en los rincones apartados de Montiel y en los distritos más remotos”. El boletín informaba que el mayor número se distribuía en la ciudad “llegando a 300, de los cuales unos 50 se reparten por el correo de la sucursal (barrio de La Estación)”. El resto se entregaban en la zona rural siendo “40 suscriptos en XX de Septiembre, 30 en Hernández, más de 20 en Chiqueros, 43 en Crucecitas 7º, 15 en Crucecitas 8º, casi igual número en El Pueblito, 20 en Lucas González, 10 en Betbeder, 10 en Febre y 20 en Crucecitas 3º”. (Flor del Carmelo, julio de 1920). En cada uno de estos distritos el boletín llegaba a casas de particulares o a comercios de la zona y desde allí se redistribuía por medio de diferentes intermediarios o “agentes”, a quienes se les agradece por “su ardua labor”,
en Crucecitas 7.º Sección se agradece a el Sr. Alejandro Brasseur, el Sr. Patricio Zapata, a la Srta. Zulema Vega y al joven Nicolás García. En XX una especial mención a la Sra. Florentina Berruehet la cual ha duplicado el número de los suscriptores que tenía al principio. En Estación Hernández el Sr. Wendeler y su hija Catalina y el Sr. Beltramino agente en el distrito Chiquero. Agradece a la casa Roque Lobbosco en la III Sección y la casa Frutos en El Pueblito por la distribución que se hace desde sus importantes negocios (Flor del Carmelo, julio de 1920).
Si evaluamos el crecimiento de socios solo en el sector urbano, los números adquieren otros valores. Según datos poblacionales del Censo Nacional de 1914, cifras más cercanas con las que contamos, el departamento de Nogoyá tenía un total de 27.160 habitantes, y su cabecera 3.637. Si para 1920 aumentamos este último número y tenemos que de estos 300 son los suscriptos en la ciudad, calculando 4 o 5 personas por hogar, podemos observar, por un lado, la amplia llegada de esta empresa y, por el otro, los esfuerzos que la parroquia de Nogoyá realizaba para sostener el boletín en un contexto de duras dificultades económicas. El boletín no dudaba en sacar partida y exponía que, “cinco periódicos desaparecieron en Nogoyá en este tiempo: La Idea, Tribuna y Humanidad (revista semanal), La Verdad y Nuevo Tiempo (diario), tres de los cuales aparecieron después de Flor del Carmelo y no alcanzaron a editarse durante un año” (Flor del Carmelo, julio de 1920).
Como veremos, si bien Flor del Carmelo pretendió ser una revista de “carácter exclusivamente religiosa y local”, con el tiempo esta propuesta se fue trasformando cada vez más en una consigna que en una realidad. Introduciendo nuevas secciones, interviniendo en temas de actualidad, creando opinión, el boletín no quedó al margen de las problemáticas locales, nacionales e internacionales de la época.
Flor del Carmelo en los años de 1920
Eran dos hermanas: la riqueza y la pobreza. La primera llevaba una vida sibarita y regalada. La segunda apenas podía llevarse a la boca un pedazo de pan seco. La pobreza sirvió a su hermana durante muchos siglos y […] una hermosa mañana la pobreza mató a su hermana.
[Esto es un] aviso para los ricos sino se desprenden de sus riquezas por caridad lo perderán todo por la violencia. Una buena mañana la sociedad será socialista o maximalista y entonces a los ricos no les quedará otro oficio que el de lamentarse por su egoísmo.
Flor del Carmelo, octubre de 1919.
Si bien los años de 1920 se han estudiado muchas veces como una antesala del llamado “renacimiento católico” experimentado a partir de 1930 con la consolidación de la Acción Católica Argentina y la celebración del XXXII Congreso Eucarístico Internacional en Buenos Aires, nos interesa poder abordar y comprender esta década en sí misma y según sus especificidades a nivel local.
Finalizada la Gran Guerra, se inició un período caracterizado por el auge del consumo, la movilización y el desarrollo tecnológico. A su vez, con la sanción del sufragio universal masculino y los nuevos partidos políticos, emergió un “nuevo” actor, “el pueblo”, considerado un cuerpo orgánico en el que se superponen y friccionan diferentes identidades: la del ciudadano-votante, la del potencial público-consumidor y, claro está, la de la comunidad de fieles católicos.
Así, durante los años previos a 1920 y consiguientes, el catolicismo experimentó un proceso de construcción de templos y parroquias, de multiplicación de asociaciones religiosas, de formación de los Círculos Católicos de Obreros y de despliegue de diferentes instituciones dependientes de la Iglesia en áreas de salud, educación y asistencia social (Lepera y Folquer, 2018; Mauro, 2018; Lida, 2015; Lida y Mauro, 2009).
Si bien para el caso de la parroquia de Nogoyá es difícil hablar de un “catolicismo de masas” y de una modernidad a escala similar a la sucedida en las grandes ciudades y capitales del país, los recursos puestos en juego y las redes de sociabilidad parroquial que activan e impulsan diferentes iniciativas -como engranajes de una maquinaria mayor- que van logrando ensamblarse, son exponentes de otras modernidades[6] que transforman progresivamente los modos y medios de vivir lo cotidiano -e incluso lo religioso- al interior provincial.[7]
Así, para 1920, a escala local, también es posible ver durante estos años la conformación de un catolicismo más unificado, integrado y militante. En Nogoyá, hechos como la conformación de la Unión Popular Católica Argentina y de su rama femenina la Liga Argentina de Damas Católicas en 1920, la organización de la “Gran Colecta” a nivel nacional en 1919, y la fundación de la revista parroquial que, como veremos, funcionó como un medio de información general pero también como una herramienta de formación cultural y religiosa, son diversos fenómenos que responden tanto a directrices romanas como a necesidades parroquiales.
Para julio de 1920, al cumplirse un año de edición, se publicó un número extraordinario. Allí se informaba sobre “el rápido incremento que ha adquirido el boletín parroquial Flor del Carmelo llevando la instrucción religiosa a los lugares más apartados de la parroquia sobre todo a la campaña contando al presente con cerca de 600 suscriptores pagos y siendo el único periódico católico en la parroquia” (Flor del Carmelo, julio de 1920). Durante sus primeros años de publicación, la revista contó con aproximadamente unas ocho hojas y ocho secciones.
Por un lado, presenta una temática estrictamente doctrinal y formativa en la que se comprenden secciones como “Apologética”, donde a partir de una pregunta o problemática se desarrollan respuestas con base en la doctrina cristiana, una “Sección Piadosa” que expone un pequeño comentario a partir de alguna cita del evangelio y otra titulada “Catecismo” en la que se explican cuestiones en relación con el “Catecismo Mayor” del papa Pío X publicado en 1905. También cuenta con “Lectura amena” en la que a través de ensayos y cuentos se transmite formación doctrinal y “Notas semanales” y “Crónica parroquial”, ambas con noticias referentes a las misiones realizadas en la región, visitas pastorales, actividades de las diferentes asociaciones religiosas y cofradías, misas de la campaña, novenas y funerales.
Por otro lado, el boletín exhibía una temática más general desarrollada a su vez, en dos grandes apartados. En el primero titulado “Actualidad” se publica y comentan diferentes problemáticas locales, nacionales e incluso internacionales. Algunos títulos dan una idea del perfil de las notas. Por ejemplo en una titulada “Párroco absuelto” se informó sobre una denuncia realizada al sacerdote de Villaguay debido a que procedió a “bendecir un matrimonio antes de la celebración del contrato civil” y concluyó señalando que se esperaba: “que esto calme los nervios de un sectarismo de aldea empecinado”. A nivel nacional, figuraban títulos como: “Lo que ignoran algunos argentinos” en donde se hacía referencia a la participación del clero en la Independencia en Tucumán o “Neutralidad escolar” donde se trató la cuestión de la educación liberal-católica. También se publicaban noticias de alcance internacional como “La persecución en México” en relación con la situación religiosa en la llamada “guerra cristera” o sobre el “Catolicismo en Rusia”. Todas noticias que, si bien tienen un contenido religioso, concernían a cuestiones políticas y controversiales de la época. El segundo apartado titulado “Sociología”, incluía temáticas que giraban en torno a la problemática del trabajo y la llamada “cuestión social”, propias de un contexto donde los ecos de la Revolución Rusa, el final de la Gran Guerra, la crisis económica y la injusticia social eran motivos de un malestar creciente que iba tomando dimensiones a escala global.
A su vez, en nuestro país sucesos como la Semana Trágica en Buenos Aires, la Patagonia Rebelde en el entonces territorio nacional de Santa Cruz y la masacre de La Forestal en el norte de Santa Fe, impactaron también a escala local. La desocupación, caída de salarios, estancamiento del proceso de mecanización, huelgas y el proceso de sindicalización atravesaron el territorio de la provincia llegando pronto a la ciudad de Nogoyá. Flor del Carmelo, desde su primera edición, se hizo eco de esta situación:
‘Conflicto en perspectiva’. La Federación Obrera Regional Argentina el núcleo más importante de las organizaciones obreras laicas acaba de reunirse en congreso en Buenos Aires con el único y exclusivo fin de protestar y tomar medidas contra los proyectos de leyes sociales presentados últimamente a la cámara. La FORA se singulariza en su protesta, principalmente, contra el proyecto de ley sobre sindicatos. […] ahora lo que se saca en limpio es lo siguiente: que los obreros no se contentan con cualquier cosa, que quieren que se tengan en cuenta todas sus aspiraciones. Veremos si será posible complacerlos (Flor del Carmelo, julio de 1919).
En general, el contenido de los títulos apuntaba a cuestionar tanto al socialismo como al “capitalismo egoísta”, en consonancia con la llamada “tercera posición” adoptaba por la Iglesia europea de entreguerras. Sin embargo, a escala local diferentes sucesos fueron modificando la postura inicial adoptada por el boletín.
Si bien, el boletín publicó notas tanto sobre el “salario justo” y “el papel de los sindicatos” como sobre “los derechos del patrón y del trabajador” y el “valor de la propiedad privada que estimula el trabajo y la sobriedad”, durante sus primeros meses de edición se puede entrever una tendencia en favor de la clase industrial y empresarial de la ciudad concibiendo al obrero como un “bebedor” que “despilfarra el dinero en bebidas” y entendiendo la “cuestión social” como un peligro y amenaza para un sector de la sociedad, ante la posibilidad de que los obreros “se unan y acepten las teorías socialistas”. Sin embargo, a medida que la problemática obrera tanto a nivel nacional como provincial se intensifica, sumado a determinados sucesos locales como la llegada de la Federación Obrera Regional Argentina, la realización de diferentes actividades sindicales en Nogoyá dirigidas a los trabajadores y el despido por parte de la gerencia del molino San Juan de obreros asociados al Círculo Obrero el boletín fue mostrando una mirada distinta de los hechos (Segura, 2020a).[8] Progresivamente, se construyó otra visión del obrero “que no sueña con una revolución que todo lo aniquile, pero quiere una retribución más satisfactoria del trabajo” y esto no es “caridad, previsión, interés, sino un deber” (Flor del Carmelo, octubre de 1920). De este modo, fue adoptando una postura menos conciliadora con el empresariado local concibiendo ahora al “capitalismo egoísta” como parte responsable de la alarmante división de clase y de un mayor empobrecimiento del sector obrero. En una nota titulada “¿El socialismo debe su experiencia nada más que a los agitadores socialistas?” exponía:
el socialismo es ante todo un movimiento económico que disputa con el capitalismo usurero los hombres hundidos en la degradación proletaria, es la rebelión justificada contra el capitalismo sin entrañas. La reacción contra el capital es inevitable y hubiera surgido fatalmente en una forma cualquiera sin la necesidad del socialismo. Es más, vendría igual si los trabajadores fueran cristianos intachables. El capital desenfrenado es antimoral y anticristiano. El verdadero culpable del socialismo es el capitalismo egoísta, y por eso si se quiere combatir aquel con eficacia hay que empezar por este que es la raíz de donde nace, los abusos del capitalismo han producido el socialismo (Flor del Carmelo, octubre de 1919).
Más adelante, otro titular expresaba “Mientras los ricos se divierten, Nogoyá progresa”. Asimismo, mencionaba que ya no era en la provincia de Santa Fe donde se sucedía la agitación agraria, sino en Entre Ríos. Y advertía que, “tal vez mañana cuando despertéis cansados de tanta diversión, os encontrareis con la revolución social golpeando furiosamente a vuestras puertas” (Flor del Carmelo, septiembre de 1920). En otra nota se pregunta:
¿Cuándo se convencerán los dirigentes que la cuestión obrera es la principal cuestión? ¿Qué se ha hecho para el mejoramiento de la clase proletaria? Nada, o casi nada. Por eso aún en los pequeños centros de población se siente vibrar el espíritu de rebelión. Y si en Nogoyá no se nota el malestar revolucionario, es debido, después de Dios, a la sana propaganda desarrollada por el Círculo Obrero el cual se ha preocupado seriamente en el mejoramiento social (Flor del Carmelo, octubre de 1920).
Hacia 1922 la situación parece ser otra y las noticias sobre la “cuestión social” y las “injusticias” tanto del socialismo como del capitalismo publicadas en el boletín aminoran. Citando palabras de Miranda Lida podríamos decir que la “cuestión cultural” desplazó del primer puesto de la agenda católica a la “cuestión social” tan fuerte en la inmediata posguerra. Es decir, que las amenazas que se cernían sobre el catolicismo comenzaron a pensarse ya no solo como productos de ideologías liberales o de izquierda, sino como derivadas de las dificultades del catolicismo para entrar en sintonía con una sociedad y una cultura más complejas, febriles, difíciles de ordenar (Lida, 2015).
Junto con una fuerte apuesta por parte de la jerarquía a la instrucción y formación de los fieles, como a la unificación y organización de sus iniciativas, la época de entreguerras alimentó un fuerte nacionalismo que no solo tuvo sus gestores a nivel nacional como Mons. de Andrea, Mons. Gustavo Franceschi o el obispo de la diócesis de Paraná Abel Bazán y Bustos, sino también en las pequeñas localidades.
Así durante la década de 1920 el boletín parroquial fue soporte de diferentes notas que profundizaron sobre la cuestión del nacionalismo y la identificación entre catolicismo y nación. En un número de 1923 expresaba que la “religión y la patria son dos entidades que se complementan, no se puede ser buen católico sino se es buen patriota” y, por tanto, “la crisis del patriotismo no es otra cosa que resultado de la crisis religiosa” (Flor del Carmelo, enero de 1923). Más adelante agregaba: “La patria, la patria sana, organizada y fuerte la hacemos nosotros los católicos con nuestras propagandas y todo aquel que no edifique sobre nuestros principios […] se lo lleva el viento” (Flor del Carmelo, enero de 1923).
También aparecieron diferentes notas favorables a la figura de Benito Mussolini, entonces presidente del Consejo de Ministros de Italia, en relación con los obreros italianos llamados por él “nervios de la nación”. Por ejemplo, una nota titulada “Fascismo y masonería son incompatibles” resaltaba el nacionalismo de uno frente al internacionalismo y sectarismo de la otra; y elogiaba la incorporación de la religión en las escuelas “porque solo así se hace fuerte el pueblo […] es un error querer ignorar la potencia moral de la Iglesia” (Flor del Carmelo, noviembre de 1923). De este modo podemos ver de qué manera el “renacimiento católico” de los años de 1930 en Nogoyá, del que nos ocuparemos en el apartado siguiente, hunde sus raíces, como se puede apreciar, en la década anterior.
Flor del Carmelo en los años de 1930 y 1940
Seamos consecuentes y leales. Así como los socialistas leen y propagan sus órganos, leamos y propaguemos los católicos todos los órganos que sustenten nuestros ideales como El Pueblo de Buenos Aires y La Acción de Paraná, en nuestra parroquia existe Flor del Carmelo. […]
La buena prensa ha de ser el alma poderosa con la que habremos de destruir el imperio del mal. Aprenda a esgrimirla. Comience por propagar esta hoja parroquial.
Flor del Carmelo, boletín parroquial, febrero de 1936.
Para 1930 el boletín continúo siendo de edición semanal y la imagen de la Virgen permaneció en la primera hoja. La suscripción se duplicó a 2 pesos por seis meses y a 4 pesos por año, hubo cambios en la tipografía y en lugar de figurar “Dirección y Administración casa parroquial” como en números anteriores, se pasó a leer “Correo argentino. Tarifa reducida”.
En cuestiones de formato, no hubo grandes cambios en la edición, pero sí se incorporaron otras secciones que ampliaron el contenido y que buscaron interpelar a los fieles lectores. Se agregaron nuevos títulos tales como “Miscelánea” que incluyó notas, adivinanzas y chistes y “Apuntes varios” donde se recordaban los “deberes de los feligreses”, dando cuenta a su vez de la falta de compromiso diario a las diferentes prácticas religiosas: la participación en la misa los domingos, el recurrir al sacramento de la confesión, la colaboración con el boletín parroquial, oraciones por el clero, etc. En otra sección similar, titulada “Flor del Carmelo sabe…” se publicaron pequeñas frases a modo de invitaciones o desafíos para los fieles, por ejemplo: “Flor del Carmelo sabe… que Nogoyá debe hacer valer su nombre de católica, también en la numerosa lista de suscriptores del diario católico de la provincia: La Acción”, u otra “Flor del Carmelo sabe… que hay muchos bolsillos dispuestos a abrirse, para pagar las suscripciones atrasadas o hacer otras nuevas para este diario” (Flor del Carmelo, febrero de 1936). Por último, se incorporó la sección de avisos publicitarios y una variada oferta de servicios locales, como Gran casa la Mosca blanca, Cochería y cajonería fúnebre Marañon, Estación de servicio Nogoyá, Ghirardi Ramos Generales, Banco de Italia y Banco Río de la Plata.
Y es que transitando la década del 30, Flor del Carmelo no quedó afuera de las novedades de la época. En ese contexto, la Iglesia aprendió rápidamente a hacer uso de una nueva retórica centrada en “lo popular”, adaptando y contribuyendo a expandir y desarrollar los códigos, los lenguajes y las liturgias propias de las sociedades de masas de la época. Los congresos eucarísticos, las manifestaciones católicas, la fundación de la Acción Católica fueron las expresiones más elocuentes de lo que se ha dado en llamar “renacimiento católico”. En este marco, el Congreso Eucarístico Internacional de 1934 celebrado en Buenos Aires fue el evento más importante. Si bien es necesario relativizar dicho renacimiento, como vimos en el anterior apartado, debemos subrayar que seguramente tanto a ojos de la jerarquía católica como de cualquier congresista que hubiese observado in situ dicha celebración, la gran participación del público y el despliegue de diferentes recursos -escenarios, altoparlantes, adornos, avionetas, merchandising religioso-, fueron percibidos como parte de un cambio significativo.
Dicho cambio, claro está, no fue solo producto de las innovaciones de la propia Iglesia sino también resultado de los cambios culturales y políticos que atravesaba el país. Entre ellos sobresale el proceso de democratización iniciado en 1912 con la promulgación de la ley Sáenz Peña, el nacimiento de una cultura de masas, el crecimiento de las redes de transporte, el proceso de urbanización, el desarrollo de la prensa, la radio y la difusión del gramófono así como el incipiente surgimiento de una industria del turismo.[9]
Flor del Carmelo, como otros diarios católicos, no fue ajeno a estos sucesos. En consonancia con la época dejó de dirigirse exclusivamente a un público ideal de preferencia masculina, católico e intelectual y de clase alta. Por el contrario, sus ediciones apelaron un público más amplio y diverso.
Así, el contenido de la década de 1930 giró desde la “cuestión social” y la problemática obrera hacia la importancia de la formación, participación y compromiso civil de los católicos en la política, principalmente en relación con algunos temas que estaban en el debate público como la cuestión de la separación Iglesia y Estado, el laicismo escolar y el divorcio civil.
Entre estos, la problemática de la enseñanza religiosa fue un tema central de los boletines. Títulos como “La enseñanza religiosa en las escuelas públicas” desarrollado en ocho ediciones consecutivas, “Lo que pedimos los católicos en materia de enseñanza”, entre otros, discurren sobre el restablecimiento de la enseñanza religiosa en todos los niveles y el principio de repartición proporcional escolar, es decir, la obligación del Estado de subvencionar a las escuelas llamadas “libres” según el número de alumnos para hacer efectiva, de este modo, la libertad de enseñanza.
En 1935 la revista introdujo el suplemento Pro Familia del diario nacional El Pueblo con una amplia gama de entretenimientos y notas de interés cultural. Contaba a su vez, con una calificación propia de cine y teatro según el contenido moral de las mismas. Estas podían ser “buenas”, es decir, para toda clase de público; “aceptables (inobjetables para persona de edad)”; “con reparos” puesto que incluía alguna objeción sin gravedad; “escabrosas” o netamente desaconsejables siendo prudente abstenerse y “malas” que significaba estar absolutamente vedadas al público católico. Otras secciones versaban sobre cultura general como el análisis de frases célebres, recuerdos de fechas patrias, sobre tradición argentina, historietas de “Don Policarpo el rey de la historieta”, “Consultorio sobre temas religiosos”, “Recuerdo de onomásticos santos”, y notas de intelectuales de la época como Mons. Franceschi, director de la revista Criterio en ese entonces (Flor del Carmelo, febrero de 1936).
Finalmente, en 1944 se conmemoró el 25º aniversario de Flor del Carmelo con un número extraordinario y algunos detalles a color en sus hojas. Para dicho acontecimiento se organizó un “Concurso de difusión de la revista” en el cual, por cada suscripción conseguida según año, semestre o trimestre adelantado, correspondía una cierta cantidad de puntos. Podían participar tanto personas particulares (una o varias asociadas en un lema) como cofradías, asociaciones y centros catequísticos con el objetivo de hacer “crecer la revista y reforzar su propia caja social”.
Por último, en cuanto al contenido de este número extraordinario, se publicaron varias notas reflexivas sobre la prensa católica. Titulares como “La prensa periódica en la vida parroquial”, “La opinión periodística ¿causa o efecto de la opinión pública?” o “La prensa católica”, profundizaron en la influencia del llamado “cuarto poder” en la cultura de los pueblos y en su capacidad de generar opinión:
Recapitulando: el artículo periodístico no repite la opinión de la calle, sino que esta es la que repite a aquel. El artículo es la causa, la opinión es el efecto. Si los católicos argentinos quieren una opinión nacional católica tienen un único medio: difundir la prensa escrita por católicos, que habla en católico y con fines únicamente católicos. Y esta última observación no debe quedar en abstracto. Tiene que concretarse en obras. Y esas obras deben tener por mira a los órganos publicitarios católicos de Entre Ríos y de Nogoyá: LA ACCION y FLOR DEL CARMELO (El resaltado corresponde al original) (Flor del Carmelo, julio de 1944).
Consideraciones finales
Una primera aproximación a la prensa católica de la diócesis de Paraná nos acerca a un modo de comprender la construcción y expansión del catolicismo a escala local, así como también las vinculaciones -no sin tensiones- entre catolicismo y modernidad en los albores del siglo XX. Lejos de su desplazamiento al ámbito privado o su exclusión cultural en clave moderna, un análisis de la prensa católica nos permite comprender su protagonismo en la sociedad de la época, así como también la conformación de un laicado católico que gestiona, milita y también cuestiona estas iniciativas.
Tanto, el diario La Acción a escala diocesana, como Flor del Carmelo a nivel parroquial, se gestaron como órganos publicitarios de la Iglesia. Sin embargo, como vimos, sus intereses fueron más allá de lo religioso. Noticias de carácter sociopolítico, económico, de moda y diversión, de alcance regional, nacional como internacional inundaron sus páginas, lo cual complejiza su reducción a mero portavoz de la jerarquía católica.
A su vez, indagar en la prensa católica como parte de la industria cultural y como generadora de opinión pública nos permite poder acceder a un universo de actores: obispado, clero parroquial, accionistas, suscriptores, editores, lectores, entre otros, y de diversas opiniones e intereses en torno al uso de la prensa, sus cambios en el estilo y discursos, opiniones respecto a la política, la cultura, la educación, la inclusión de medios publicitarios, el cine y la moda.
Finalmente, la prensa católica como fuente histórica nos aproxima, a la existencia de una gran sociabilidad parroquial que se dinamiza en torno a diversos hechos como la construcción del templo, realización de rifas, colectas, festejos patronales, conflictos sociales, etc. Así como también, nos muestra el modo ambiguo de transitar la modernidad por parte del catolicismo. Por ejemplo, en el caso de Nogoyá, es el mismo boletín parroquial el que acerca en clave católica a los pequeños pueblos el estilo de vida moderno, de consumo y ocio propio de las grandes ciudades.
Bibliografía
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Fuentes
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- Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Rosario. Becaria doctoral del CONICET con lugar de trabajo en el Instituto de Investigaciones Socio-Históricas Regionales (ISHIR).↵
- También Néstor Auza (2000), desde otro abordaje, realiza un itinerario interesante por la prensa católica de cultura general y de dimensión nacional publicada durante el siglo XX.↵
- En 1934 la diócesis se nombra arquidiócesis con dos diócesis sufragáneas: la diócesis de Concordia y la diócesis de Gualeguaychú. El conjunto conforma la Provincia Eclesiástica de Paraná.↵
- Tomas Dutari Rodríguez nació en la provincia de Córdoba. Estudió en el seminario del Litoral, radicado en el colegio de La Inmaculada Concepción de los jesuitas en Santa Fe. Se hizo cargo del Santuario de Guadalupe de la misma ciudad y fue designado director del Boletín eclesiástico de dicha diócesis tras su aparición en julio de 1900. Al año siguiente solicitó su excardinación al obispado de Paraná, donde en 1915 figuraba como cura rector de la Iglesia Catedral (Stoffel, 2008). ↵
- “En 1912 hizo su aparición en Paraná el diario La Acción dirigido por el doctor Juan Ramón Álvarez Prado, teniendo como secretario de redacción a don Amiano Villaluenga y como redactores principales al doctor Santiago Moritán, canónigo Claudio Poyet, al doctor Ángel Gómez del Río, don Sebastián Marcó, canónigo doctor José Dobler, entre otros” (Arzobispado de Paraná, 2015). Juan Ramón Álvarez Prado fue un laico comprometido con diferentes iniciativas sociales. Entre otras, en 1914 integró el primer centro de Estudios Sociales de Paraná, estableció relaciones con el Círculo Católico Obrero de la misma ciudad, fue profesor en el seminario diocesano y en 1920 integró como vocal la Cooperativa La Clerical, fundada por iniciativa del clero entrerriano. Finalmente fue designado interventor de la Universidad Nacional del Litoral en la ciudad de Santa Fe durante el periodo 1944-1945.↵
- La categoría de “modernidades múltiples” creemos que es útil para complejizar y particularizar el concepto de modernidad. Esta sostiene que hay algunos elementos o rasgos comunes compartidos por todas las sociedades “modernas” –la industrialización, la secularización, la burocracia y la ciudad, entre otros– que ayudan a distinguirlas de sus formas premodernas o “tradicionales”. Pero estos rasgos o principios modernos consiguen formas múltiples e institucionalizaciones variadas (Luis Muller, 2011: 16).↵
- Un ejemplo de esta dinámica a escala parroquial son las celebraciones con motivo del XXXII Congreso Eucarístico Internacional en Buenos Aires en 1934. Si bien la gran ciudad fue el centro de dicho acontecimiento, desde el año anterior en diferentes puntos céntricos de las provincias se realizaron actividades de preparación. En Entre Ríos se efectuaron concentraciones de fieles en diferentes parroquias y la ciudad de Nogoyá fue uno de los puntos elegidos de encuentro. Se solicitaron tres trenes expresos que llegaron juntos a Nogoyá procedentes de Lucas González, Victoria y Ramírez, ciudades aledañas. Así, los cambios sociales como las transformaciones urbanas de la provincia y, particularmente, de la ciudad de Nogoyá entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX son parte de esta maquinaria (Segura, 2020).↵
- El primer Círculo Obrero se fundó en Capital Federal en 1892 con el nombre de Círculo Central de Obreros, replicándose luego en otras provincias. Principalmente, fueron asociaciones mutualistas y de asistencia médica, que complementaron este servicio con instancias de formación cultural y doctrinal, resultando ser también un espacio de sociabilidad expresamente masculino. Su principio de conformación fue policlasista o mixto –patrones, dependientes y obreros– como un modo de armonizar las relaciones entre capital y trabajo. En Entre Ríos, su primera fundación fue en la ciudad de Paraná en 1895 (Segura, 2020).↵
- Dichos cambios según Miranda Lida (2009) pueden medirse en tres dimensiones: la presencia del catolicismo en los medios de comunicación; las movilizaciones católicas de masas en las calles y los progresos verificados en la organización del laicado gracias al nacimiento de la Acción Católica Argentina.↵