Sergio E. Visacovsky
¿Cómo pueden contribuir las ciencias sociales para entregarnos una imagen de nuestro país menos estereotipada, más rica y compleja que la visión unidimensional que suelen proporcionar los medios de comunicación y los diferentes discursos que configuran la arena política? ¿Cómo hacerlo del modo riguroso que las disciplinas exigen, respetando las reglas del trabajo científico y, a la vez, adoptar una posición crítica y comprometida frente a la realidad, ante los padecimientos de las grandes mayorías? ¿Cómo hacer que los casos no sean tratados como islas en el medio del océano y, por el contrario, nos permitan formular conclusiones de mayores alcances, tanto empíricos como teóricos? ¿Cómo problematizar, interrogar, desafiar, cuestionar los estereotipos y, a la par, mostrar sus condiciones de producción y circulación, su eficacia, su papel esencial en delinear lo que es cierto, pensable, imaginable, para los conjuntos sociales, tal como hace casi treinta años lo planteaba Michael Herzfeld?
En A la sombra de los bárbaros. Transformaciones sociales y procesos de delimitación moral en una ciudad de la costa atlántica bonaerense (Villa Gesell 2007–2014), Gabriel Noel nos ofrece poderosas repuestas a estos interrogantes, articulando al trabajo de campo intensivo de carácter etnográfico una ambiciosa apuesta analítica. Un trabajo de campo que proporciona bases empíricas y, además, perspectivas locales, contextuales, que hacen posible, justamente, discutir los estereotipos y las categorías generalizadoras; pero, como el agudo etnógrafo que es, pone de manifiesto a otros saberes que sin esos puntos de vista locales sería imposible desarrollar conceptos más comprensivos.
Tenemos aquí un estudio sobre la ciudad de Villa Gesell, esa ciudad turística de la costa atlántica que, como Noel lo plantea, ha sido preferida por gran parte de lo que se ha llamado la ‘clase media argentina’, quizás por no contar con las posibilidades económicas para acceder a las más exclusivas Pinamar o Cariló; opción que, también, suponía una diferenciación respecto a las más ‘plebeyas’ Santa Teresita o Mar de Ajó, e incluso las playas céntricas de Mar del Plata, muy asociadas con el acceso turístico masivo de los trabajadores a partir del primer peronismo de mediados de los años 1940 y mediados de los 1950. Una ciudad, además, asociada con el movimiento hippie y el rock nacional en los años 1960 y 1970, con la numerosa presencia de jóvenes que la fueron eligiendo por su oferta nocturna (“lleno de pibes”, solía ser el comentario de los mayores), con sus casas de té, ferias artesanales y bosques de pinos de la zona norte.
Efectivamente, el turismo ha sido y es la actividad principal de Villa Gesell, y entender cómo la comercialización de bienes y servicios vinculados a él condiciona la situación desigual de la población (31.730 habitantes según datos del Censo 2010) ha sido uno de los focos de la obra. Noel inició su trabajo de campo a comienzos de 2008. Habían pasado siete años de la crisis de inicios del presente siglo, y el país gobernado hasta diciembre de 2007 por Néstor Kirchner evidenciaba una recuperación económica importante. Transcurrían los primeros meses del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y se desencadenaba el paro agropecuario patronal, como reacción a la política de retenciones impositivas, que tendría en vilo al país por más de cuatro meses. Ahora bien, a poco de su arribo, Noel nos dice que el trabajo de campo empezó a desmentir la imagen de Villa Gesell como una ciudad floreciente en virtud del éxito turístico. Él nos cuenta que más de la mitad de la población (localizada principalmente en la sección occidental) vivía en la pobreza, sufriendo el desempleo y carencias habitacionales y de servicios fundamentales. La caracteriza como una ciudad social, económica, política y morfológicamente fracturada, que llevaba a sus habitantes a hablar de “las dos ciudades”.
Pero junto a este panorama socioeconómico, Noel nos revela con peculiar elegancia los debates identitarios y morales suscitados durante el transcurso de su investigación, centrados en la “auténtica naturaleza de la ciudad” y en quiénes eran los “verdaderos” habitantes: los autodefinidos como ‘notables’, los geselinos ‘por excelencia’, los “pioneros”, que conservaban su supremacía respecto a la representación de Villa Gesell desde sus orígenes, apelando una y otra vez a lo que Noel define como autoctonía radical. Esta consistía en una identificación de la ciudad y de sus habitantes como ‘clase media’ (aunque rara vez se apelase a ella de manera explícita); en verdad, esta identificación estaba vinculada a criterios estéticos, formas de sociabilidad o atributos morales. Atento a las alternativas políticas de diversa escala (más enfáticamente desde 2011), Noel pudo ver cómo ciertos procesos que parecían replicar conflictos que se desplegaban más globalmente, eran elaborados mediante un lenguaje y una historicidad inequívocamente locales. A la luz de una retórica semejante a la desarrollada en el discurso político más ligado al peronismo para cuestionar a la clase media, los “pioneros” se transformaron en una “banda de fenicios” egoístas, culpables de condenar a la pobreza a la mayoría de la población de la ciudad. Como se advierte, el estudio muestra el papel que juegan los repertorios morales a la hora de comprender las construcciones identitarias y sus usos políticos, y de modo distintivo en circunstancias de crisis. De tal modo, Gesell participaba de las querellas morales que involucraban a amplios sectores de la política nacional en los albores de la primera década del corriente siglo, pero lo hacía movilizando los recursos morales locales para definir y constituir el escenario político de una ciudad que, por entonces, se debatía entre la imagen estereotipada que ofrecía vía los ‘notables’ y su impugnación por parte de la realidad de una pobreza persistente y creciente.
Si algo ha caracterizado el discurso público y la vida cotidiana en la Argentina de los últimos diez años es la omnipresencia de un escenario en el que constantemente circulan acusaciones, imputaciones y evaluaciones morales. Este gran estudio de Noel pone especial atención en esta situación porque, por sobre todo, quiere entender estos procesos a través del modo en que se constituyen localmente; no como ecos debilitados de un estruendo que sucede en otro lado, sino en una relación que solo puede entenderse si se conoce qué es Villa Gesell en particular. Y ese es el valor de la etnografía en tanto presencia activa de Noel y de su relación vigorosa con las discusiones teóricas propiamente antropológicas y sociológicas, una y la otra advirtiendo de modo implícito de la inconveniencia de cualquier escisión entre ambas. Este bello libro enriquecerá la ya significativa cantidad de producción etnográfica sobre estudios urbanos, y lo hará desplazando la usual tiranía que ejerce Buenos Aires y el conurbano bonaerense, como casos privilegiados para comprender el país como un todo. También, el libro ayudará a expandir el horizonte de los incipientes estudios etnográficos sobre clases medias en nuestro país, tanto por las razones ya apuntadas como por enfatizar una línea analítica que pone especial esmero en entender la índole propiamente moral de la delimitación de fronteras sociales. Por esta vía, pues, Noel nos invita a extrañarnos de los mundos fuertemente conflictivos que habitamos y de las disputas morales de las que cotidianamente participamos, tratando de entender su génesis, su índole histórica, viajando intelectualmente a esa ciudad que, para más de un lector o lectora, hasta aquí era solo la promesa de un descanso veraniego.