Componer conforme a la propia naturaleza es inevitable. […] Absolutamente inevitable. Yo conozco bien estas cosas, por eso cuido de mí mismo.
Aristófanes [1]
Como favorito innato que es, asigna al éros rasgos esenciales que le corresponden más a la persona digna de ser amada que a la que se halla inflamada por el amor. En su relato de Éros nos pinta, con enamoramiento narcisista, su propia imagen reflejada en el espejo.
Jaeger [2]
Dedicaremos el siguiente capítulo al encomio de Agatón, el poeta trágico en cuyo honor se celebra el banquete que reúne a los oradores que se deleitan con discursos en alabanza a Éros. Aunque intérpretes consagrados como Robin afirmen que se trata de un discurso que se reduce a un pastiche del estilo y de la obra de Gorgias, y cuyo análisis no merece el mínimo interés,[3] creemos que a partir de una lectura perspectivista es posible encontrar núcleos parciales de verdad que también forman parte de la caracterización platónica del erós.
En primer lugar, creemos importante ofrecer una breve caracterización del perfil del poeta trágico, apoyando nuestro análisis en diversas fuentes con el objetivo de esbozar el carácter del Agatón histórico, aquel joven poeta cuya obra fue premiada en el certamen de las Leneas y que compartía con su amante Pausanias el gusto por las nuevas tendencias sofísticas. Será de gran importancia la lectura de la obra de Aristófanes, puesto que en sus Tesmoforiantes el poeta trágico es uno de los personajes principales. Allí no sólo se describen las características físicas de Agatón sino que se dice mucho de su temperamento y, lo que es aún más importante, se expone su teoría de la mímesis poética. Como veremos, el encomio que Platón pone en boca de Agatón en el Banquete puede ser considerado un buen ejemplo de aplicación de la teoría que en la obra aristofánica se atribuye al poeta trágico. Finalmente, en los últimos dos apartados de este capítulo analizaremos la musicalidad del discurso de Agatón y los elementos que aproximan su intervención a la retórica de Gorgias de Leontinos.
3.1 Algunas consideraciones sobre el Agatón histórico
Como sabemos a partir de lo ya mencionado a propósito de Pausanias, Agatón formó pareja con él durante aproximadamente treinta años.[4] En aquel pasaje del Protágoras que ya citamos se lo menciona como un chico bastante joven, bien educado y de buen aspecto, que presuntamente era el amado (paidiká) de Pausanias (Protágoras 315d6-e3). Allí se dice que Agatón es un meirákion, palabra que designa a los jóvenes de entre catorce y veintiún años. Teniendo en cuenta este dato Brisson supone que contaba con dieciséis años en el 432 a.C., fecha dramática en la que se suele situar al Protágoras.[5] A partir de estas referencias se presume que Agatón tendría menos de treinta años cuando en el 416 a.C. obtuvo su primera victoria en el certamen trágico que se festeja en el Banquete platónico. En este diálogo somos advertidos, además, de que era “terrible en cuestiones amorosas, al igual que Sócrates”, pues en esos términos se refiere a él Erixímaco (Banquete 193e4-194a1).
Por otra parte, considerando el testimonio de Filóstrato podemos obtener algunos datos acerca del estilo poético que cultivaba. En Vida de los sofistas, esta obra que reúne noticias e informes biográficos de personajes notables de la sofística, menciona, en el apartado dedicado a Gorgias de Leontinos, al poeta trágico como uno de los que se vieron atraídos por el estilo gorgiano: “Y Agatón, el poeta trágico al que la comedia consideraba ingenioso y de elegante verbo, a menudo es gorgiano (gorgiázei) en sus yambos” (Vida de los sofistas I 493). Filóstrato no brinda mayores precisiones acerca del carácter gorgiano de la poesía de Agatón. No obstante, como veremos en la cuarta sección de este capítulo, del análisis del discurso atribuido al joven poeta en el Banquete podemos obtener algunas indicaciones al respecto.
A su vez, para Brisson la referencia que hace Aristóteles acerca de que Agatón felicitó a Antifonte en su defensa indica que el dramaturgo no tenía preferencias por la democracia, puesto que el orador Antifonte formó parte de la conspiración de los Cuatrocientos y pronunció dicho discurso durante el juicio en el que fue condenado a muerte (Ética Eudemia III, 5, 1232b8-9).[6] Este intérprete explica la caracterización llevada a cabo por Aristófanes en Tesmoforiantes, cinco años después de la victoria de Agatón en el certamen trágico, como un gesto de desaprobación por sus elecciones políticas.[7]
Por último, debemos de mencionar que, como se puede inferir a partir de lo que se afirma en la comedia aristofánica Ranas y en el Banquete platónico, entre el 411 y el 410 a.C. Agatón fue a la corte de Arquelao, rey de Macedonia, acompañado por Pausanias (Ranas vv. 83-85 y Banquete 172b8-c5). Se cree que murió antes de cumplir los cincuenta años, a finales del siglo V (Eliano, Varia Historia II, 21). Por el momento basten estas referencias para delinear el perfil del Agatón histórico. A continuación completaremos la caracterización del poeta trágico a partir del testimonio aristofánico de Tesmoforiantes.
3.2 Agatón como personaje en las Tesmoforiantes
Tesmoforiantes es la octava de las cuarenta y cuatro comedias que se atribuyen a Aristófanes. Representada en el año 411 a.C. en el festival de las Dionisias, se desconoce el puesto obtenido en el certamen. El nombre de la obra refiere al coro de mujeres que celebra el rito propiciatorio de la fertilidad, las Tesmoforias, en honor de Deméter y Perséfone. Estas divinidades eran las portadoras de las thesmoí, las leyes no escritas insertas en el orden natural, que regulan las relaciones entre los hombres. Sólo está permitido celebrar el rito a las mujeres casadas, que se reunían por tres días una vez al año para honrar a las dos diosas: Deméter o Gran Madre, quien enseñó la agricultura a los hombres y Perséfone, a quien se atribuye la renovación anual de la vegetación.[8] Durante esos tres días dedicados a la celebración del rito la sexualidad y la obscenidad tenían un lugar preponderante: el primer día, denominado ánodos (“subida”) se desenterraban objetos sagrados (estatuillas de barro de órganos sexuales, cerdos, serpientes, ramas y otros objetos con simbolismo sexual); el segundo día, llamado nesteía (“ayuno”), se llevaba a cabo una rigurosa abstinencia; finalmente, el tercer día, denominado kalligéneia (“feliz alumbramiento”) en referencia a la fecundidad de los campos y de las mujeres, era el día dedicado a las ofrendas a ambas diosas.
La acción de la comedia aristofánica se desarrolla durante el segundo día de la celebración. Las mujeres componen el coro de la comedia y proponen una moción contra Eurípides, enemigo literario de Aristófanes, a quien acusan de mancillar al género femenino en sus tragedias y cometer impiedad al sustituir a los dioses de la ciudad por deidades personales.[9] Agatón, que ya había sido satirizado en Gerítades,[10] es mencionado por primera vez al comienzo de esta obra como “famoso poeta de tragedias” (Tesmoforiantes v. 29). A él acude el personaje de Eurípides para pedirle que, disfrazado de mujer, se introduzca en la asamblea que conformaron las mujeres y argumente en su defensa. Agatón, que es representado como afeminado, al igual que el tipo de poesía que compone, no acepta y sólo concede prestarle sus atuendos femeninos a Mnesíloco, pariente de Eurípides, para que lleve a cabo el encargo.
Cuando Mnesíloco afirma desconocer a Agatón e interroga a Eurípides por las cualidades físicas del poeta trágico, Eurípides niega que este posea rasgos de fortaleza, bronceado e incluso una tupida barba, pruebas inequívocas de virilidad, resistencia física y desarrollo de actividades al aire libre. A esto se añade que insinúa que Agatón tenía la piel blanca, algo que es propio de las mujeres (Tesmoforiantes vv. 30-34). Cuando Mnesíloco insiste en que nunca ha visto al joven poeta, Eurípides le responde: “En una de ésas te lo gozaste (bebínekas) y no lo sabes” (Tesmoforiantes v. 35).[11] Por su parte, Dover interpreta que en estos versos Aristófanes estaría insinuando que Agatón se prostituiría a oscuras, por lo que Mnesíloco podría haber mantenido relaciones sexuales con él y aun así no conocerlo.[12]
Pero el poeta cómico no sólo se burla del afeminamiento físico de Agatón sino que, simultáneamente, Aristófanes lleva a cabo un procedimiento de caricatura del refinado lenguaje del joven trágico. En este sentido puede leerse el parlamento del esclavo de Agatón, que comienza pidiendo un religioso silencio, como si se estuviera por presenciar la epifanía de un dios. Allí Aristófanes se refiere a Agatón como melopoión, señalando la preeminencia del mélos sobre el lógos en la obra del trágico.[13]
Luego de una pomposa introducción, el esclavo presenta a Agatón y se refiere a él con las siguientes palabras: “…porque Agatón el de refinado (kalliepès) lenguaje está a punto, el jefe (prómos) de los nuestros” (Tesmoforiantes vv. 49-50). Dos cuestiones se destacan en relación con estos versos. En primer lugar, la caracterización del lenguaje utilizado por Agatón como refinado, punto que interesa retener para contrastar con las características que el Agatón del Banquete atribuye a Éros en su encomio. En segundo lugar, la broma de Aristófanes, que juega con la asonancia entre prómos (“jefe”) y pornós (“prostituto”), un término que se aplica a hombres o muchachos que otorgan sus favores sexuales a cambio de dinero.[14] No es menor que cuando el esclavo enumera las destrezas poéticas del joven trágico, Mnesíloco interrumpa aludiendo al sexo oral, práctica propia de prostitutas y homosexuales pasivos, como una habilidad de Agatón (Tesmoforiantes v. 57). Posteriormente, en el momento en que por fin aparece en escena Agatón vestido con ropa femenina, nuevamente se insinúa su corrupción cuando el pariente afirma no ver a un hombre sino a Cirene, una famosa prostituta (Tesmoforiantes v. 95).[15] Basándonos en lo que hemos analizado hasta ahora creemos que es evidente que Aristófanes no sólo se burla del joven poeta acusándolo de ejercer la prostitución, sino también de su obra, a la que juzga como refinada pero corrupta.
Antes de continuar insistiremos en la importancia del afeminamiento que se atribuye a Agatón en esta obra. En el momento en que Agatón se presenta frente a Eurípides y Mnesíloco, este último invoca a las Genetílides, deidades asociadas a Afrodita y a Hécate y, por tanto, a la sensualidad y lo femenino, e interpela al poeta con las siguientes palabras:
Y a ti, joven, de qué manera eres mujer […] ¿De dónde viene el afeminado? […] La vestimenta, ¿de qué es? ¿Qué es este desbarajuste en la manera de vivir? […] ¿qué le dice un vestidito azafranado? ¿qué una lira a una redecilla? ¿Qué el aceite del atleta y el corpiño? ¡qué discordancia! […]Y tú, hijo, ¿naciste hombre? ¿Y dónde está el miembro? ¿Dónde la túnica de hombre? ¿Dónde el calzado espartano? ¿O más bien mujer? Entonces, ¿dónde están las tetitas? ¿Qué dices? ¿Por qué callas? ¿Acaso de tu canto deberé entender quién eres, ya que no quieres explicarlo tú mismo? (Tesmoforiantes vv. 134-145)
Es innegable que la mención de las Genetílides, deidades a quienes se adjudicaba influencia en la fecundidad, tiene por objeto señalar el afeminamiento de Agatón. Debe advertirse que el pariente describe a Agatón de manera irónica: su fisonomía es la de una mujer y, por tanto, le atribuye rasgos lascivos y relajados, e incluso vestimenta femenina, como el vestido azafranado que las mujeres utilizaban en determinadas festividades. Con todo, identifica esta conducta como “desbarajuste” y “discordancia” puesto que Agatón es un hombre.
Empero, el joven trágico responde a esta crítica presentando su propia teoría de la mímesis.[16] Creemos que la mímesis agatoniana puede considerarse desde dos sentidos complementarios. Su teoría establece que el poeta debe, en primer lugar, caracterizarse conforme a las obras que componga y, en segundo lugar, reflejar su personalidad directamente en sus obras. Para el primer sentido en que Agatón utiliza el término mímesis debe considerarse con algo de detenimiento la respuesta a las burlas que sufre por parte de Mnesíloco:
Anciano, anciano, el denuesto de la envidia escuché, pero no albergo dolor. Yo me visto conforme a mi pensamiento. Pues es preciso que el poeta, conforme a los dramas que componga, se adapte a los modos que correspondan. Por ende, si compone un drama femenino, su cuerpo debe participar de los modos que corresponden al cuerpo femenino. […] Cuando se compone un drama masculino, en el cuerpo ya están los recursos. Por el contrario, aquello que no poseemos, la imitación (mímesis) lo capta. (Tesmoforiantes vv. 149-156)
En estos versos Agatón explícitamente afirma que todo poeta debe adaptarse a sus composiciones por medio de la imitación. Esta teoría explica el porqué de los usos femeninos de Agatón que impactaron negativamente en Mnesíloco. De manera que, si le creemos a Agatón, en ese momento estaría escribiendo un drama femenino y, por tanto, sería meramente por amor al arte que aparece caracterizado con vestimenta femenina. El segundo sentido en que sostenemos que Agatón utiliza el término mímesis es desarrollado de la siguiente manera:
Por otra parte, resulta grosero ver a un poeta rústico y peludo. Fíjate que […] los que dieron sabor a la música, llevaban tocados femeninos y […] cultivaban muelles refinamientos. Y Frínico […] era hermoso y vestía con belleza: a causa de esto eran también bellos sus dramas. Componer conforme a la propia naturaleza es inevitable. […] Absolutamente inevitable. Yo conozco bien estas cosas, por eso cuido de mí mismo. (Tesmoforiantes vv. 159-171)
A diferencia del primer sentido de mímesis que establece que el poeta debe imitar aquello que componga, lo que caracteriza a este segundo sentido es que ahora la obra debe reflejar la naturaleza del poeta. Debe repararse en que el término “refinamiento” vuelve a aparecer, pero ahora atribuido a aquellos poetas que “dieron sabor a la música” (Íbico y Anacreonte de Teos, Alceo y Frínico), quienes se vestían con ropas femeninas y presentaban modales afeminados y, por causa de esto, producían bellas composiciones. Entonces, para concentrar lo dicho hasta aquí, dos cuestiones se destacan. A partir de los versos que hemos traído a colación creemos factible sostener que, por un lado, la mímesis funciona en dos direcciones que son complementarias: el poeta debe imitar al objeto acerca del cual va a componer y, a su vez, su obra debe reflejar la naturaleza del poeta. Por otro lado, en esta mención de otros famosos poetas que también eran bellos y refinados tanto como sus obras, Agatón justifica su teoría, pero, además, le atribuye una cierta generalidad.
Debemos advertir que un corolario de la teoría de la mímesis agatoniana es que el afeminamiento del poeta es explicado por razones estrictamente poéticas. Después de todo, si el poeta debe componer dramas femeninos es necesario que su aspecto se adecue lo más perfectamente posible a la apariencia de una mujer. Conviene reconocer, sin embargo, que Eurípides y Mnesíloco no se muestran convencidos por los argumentos esgrimidos por Agatón y atribuyen su afeminamiento a otro tipo de necesidades. Esto se ve claramente, cuando, inmediatamente después de que Agatón presente sus consideraciones sobre la mímesis poética, Eurípides describe a Agatón del siguiente modo: “Tú, en cambio, eres bien parecido (euprósopos), blanco (leukós), lampiño (exurempénos), tu voz es suave como de mujer (gynaikóphonos), eres delicado (hapalós), de fina apariencia (euprepès ideîn)” (Tesmoforiantes vv. 191-193). Como señalamos al principio de este apartado, tales características son las que le permitirían a Agatón infiltrarse entre las mujeres que festejan las Tesmoforias para hablar a favor de Eurípides, y evitar así que lo condenen a muerte. Pero Agatón rechaza el pedido de Eurípides afirmando que las desgracias deben ser sobrellevadas con benévola pasividad (toîs pathémasin), refiriéndose al padecimiento sobrellevado con entereza por el héroe trágico. Nuevamente, aquí también Mnesíloco toma esta expresión de Agatón, pero en un sentido completamente distinto, indicando sumisión homosexual: “Precisamente, maricón (katapýgon), un culo ancho (eurýproktos) eres, no por palabras, sino por benévola pasividad (toîs pathémasin)” (Tesmoforiantes vv. 200-201). Como hemos establecido anteriormente, katapýgon es uno de los términos predilectos de Aristófanes para denostar a oradores y políticos. Este insulto podría significar que el cómico considera a Agatón como un poeta cuya obra se ve contaminada por la influencia sofística.
Creemos que los versos que hemos mencionado son suficientes para introducir una presentación del perfil afeminado trazado por Aristófanes en Tesmoforiantes, aunque no agotan las atribuciones hechas durante toda la obra. Resta considerar una última cuestión interesante de Tesmoforiantes, que guarda una estrecha relación, ya lo veremos, con el encomio del trágico en Banquete. Hemos visto que en el comienzo de la obra, cuando aparece por primera vez el joven poeta, se reemplaza el nombre del dios por el de Agatón. Inversamente, veremos en el apartado siguiente que muchas de las características atribuidas al poeta como rasgos de su personalidad serán las que Agatón utilice en su encomio a Éros para caracterizar al, según su discurso, más joven de los dioses.
3.3 El discurso de Agatón: música de palabras
En el Banquete Sócrates caracteriza a Agatón de modo contrastante con el perfil afeminado de Tesmoforiantes. Luego del discurso de Aristófanes, sucede un intercambio dialógico entre los restantes participantes de la reunión. Con su habitual ironía, Sócrates manifiesta sus temores acerca de no tener ya nada que decir luego de que Agatón dedique su encomio a Éros. Ante la réplica de Agatón, que acusa a Sócrates de querer intoxicarlo (pharmáttein) con sus palabras, este responde:
Realmente sería un despistado, Agatón –contestó Sócrates–, si, después de ver tu valentía (tèn sèn andreían) y solvencia (megalophrosúnen) cuando estabas sobre el escenario con los actores y mirabas de frente a tamaño auditorio (theátroi) que iba a recibir tus palabras sin perturbarte en lo más mínimo, ahora creyera que te vas a perturbar por nosotros, unos pocos hombres (olígon anthrópon). (Banquete 194b16)
A pesar de que Sócrates se refiere al joven poeta como alguien que posee andreía, es decir, hombría y valor, en seguida este llevará a cabo un encomio que puede ser considerado, tal como el personaje de Tesmoforiantes, afectado, blando y amanerado. Así lo piensa también Robin, quien sostiene que la poesía del discurso agatoniano es un retrato fiel de su carácter:
En cuanto a su poesía ella es, tal como debe ser, imagen fiel de su personalidad; él ha querido, por otra parte, adaptar su personalidad a los temas que ella trata. Ella es, junto con esta, amanerada y sin vigor. […] El discurso de Agatón en Banquete responde completamente a la definición o descripción que nos han dado las Tesmoforiantes de su manera de componer y escribir. Es difícil imaginar una composición más artificial, más sofisticada y más vacía.[17]
Consecuentemente, el discurso es considerado por Robin de una frivolidad tal que su análisis no merece el más mínimo interés. Sin embargo, otros autores rechazan esta posición y ven en el discurso del poeta elementos de importancia.[18] Entre ellos se encuentra Regali, quién afirma que el encomio de Agatón se encuentra a la altura del lugar central que ocupa dentro de la estructura general del Banquete. En primer lugar, este autor señala que no son pocos los elementos del discurso de Agatón que anticipan los conceptos expresados posteriormente por Diotima. En segundo lugar, resalta que en lo que toca a la acción dramática, Agatón es uno de los personajes del Banquete a quien Sócrates dedica la mayor atención. Finalmente, Regali analiza el concepto de mímesis en el discurso del trágico. Según su interpretación, a la que suscribimos, en el encomio de Agatón este concepto ocupa un papel central. En particular su análisis se centra en la “mímesis de sí”, entendida como una proyección del personaje de Agatón sobre las características que se atribuyen a Éros. Acordamos con el estudio de Regali, y coincidimos en encontrar una articulación clave del Banquete a partir del concepto de mímesis.[19] Si, como creemos, esto se cumple, una lectura atenta de este encomio puede aportar valiosos elementos para interpretar la intervención socrática. Considerado así el asunto es plausible pensar que esta “mímesis de sí” no se agota en el encomio del trágico sino que se trata de un proceso que Platón parece desarrollar incluso en el discurso de Sócrates. Detrás de la máscara de Diotima, Sócrates representa a Éros como filósofo, así como Agatón representa a Éros como poeta.
Debemos avanzar un poco más para establecer nuestro punto. Como hemos señalado en el apartado anterior, el personaje construido por Aristófanes en Tesmoforiantes defendía su vestimenta y maneras femeninas en razón de una teoría de la mímesis, de acuerdo con la cual el poeta debe caracterizarse conforme a las obras que componga. Un corolario de esta teoría es que la personalidad del poeta indefectiblemente se ve reflejada en los versos que produzca, tal como se aprecia en sus intervenciones (Tesmoforiantes vv. 149-160). Así como el personaje de la comedia aristofánica se vestía de mujer para componer personajes femeninos, aquí la personalidad amanerada y delicada de Agatón se refleja en el encomio que a su turno este dedica a Éros. Veremos, conforme avancemos en el análisis del encomio, que las características que el poeta trágico le atribuye a Éros concuerdan con las que se suelen adscribir a Agatón, tanto en la comedia mencionada como en el mismo Banquete.
Pasemos, entonces, al encomio. Este comienza con la introducción de una pauta metodológica, tal como también inició su discurso Pausanias (Banquete 180d1-180d3): “Ahora bien, yo primero quiero plantear cómo debo hablar y recién después hacerlo (egò dè dè boúlomai prôton mèn eipeîn hos khré me eipeîn, épeita eipeîn)” (Banquete 194e5-194e7). Para algunos intérpretes, entre ellos Robin, esto devela la influencia de la retórica en los discursos de Agatón y su amante. Ambos aprendieron de la retórica a comenzar exponiendo el objeto sobre el cual versarán sus discursos y un plan metodológico a seguir. En el caso de Agatón se definirá la especificidad de un género particular: el encomio.[20] Como antes lo había hecho Pausanias, de la misma manera Agatón se referirá a los oradores que hablaron antes que él, rectificando sus posiciones y señalando cuál fue el error en que incurrieron:
En rigor, me parece que todos los que acaban de hablar anteriormente no encomiaron a este dios, sino que felicitaron a los hombres por los bienes de los que el dios es responsable (aítios), mientras que por el hecho de ser de qué manera (opoîos) les dio estas cosas, nadie lo dijo. Hay una única manera adecuada (orthòs) de hacer cualquier elogio (epaínou) sobre cualquier tema: explicar con un argumento (lógoi) de qué tipo resulta ser para ser responsable (aitíos) de determinadas cosas sobre lo que trate el discurso. Así, por cierto, es justo que también nosotros elogiemos al Amor, primero exponiendo cómo es (hoîós estin) y después aquello que da (tàs dóseis). (Banquete 194e5-195a7)
Posteriormente Agatón expone las características de Éros. Creemos relevante hacer una breve exposición del recorrido trazado por Agatón a fin de ilustrar mejor la idea que vertebra este apartado. En primer lugar, Éros es el más feliz (eudaimonestaton) de los dioses por ser el más hermoso (kálliston) y el mejor (áriston) (Banquete 195a5b1).
En segundo lugar, Éros es el más joven de los dioses (neótatos theôn). Como prueba, Agatón sostiene que la deidad siempre huye de la vejez (pheýgon phygêi tò gêras), por lo cual se puede considerar que la odia por naturaleza. El segundo argumento que ofrece es que Éros está siempre en compañía de los jóvenes (metà dè néon aeì súnestí te kaì éstin), puesto que “lo semejante se acerca siempre a lo semejante” (hómoion omoíoi aeì) (Banquete 195b3-c2).[21] Se trata de un principio que puede encontrarse ya en Homero (Odisea, XVII, v. 218) y que en el Banquete es enunciado por primera vez en el discurso de Erixímaco aunque referido a lo “desigual”: “Lo disímil desea lo disímil y lo ama” (Banquete 186b7-9). Además, aparece implícitamente en el discurso de Aristófanes, ya que puede considerarse que rige la búsqueda de aquellos fragmentos o mitades de un mismo ser que anhelan su antigua unidad. Añádase a esto que también esta idea se encontraría de modo subyacente en el discurso de Pausanias, porque, de cierto modo, al afirmar que sólo los varones son aquellos que pueden experimentar el más excelso amor propiciado por el Éros Celeste, se estaría vindicando la búsqueda de lo semejante por lo semejante.
Pues bien, debe advertirse que este principio es aplicado por Agatón del siguiente modo: puesto que Éros busca la compañía de los jóvenes, él mismo debe ser joven, dado que lo semejante se acerca siempre a lo semejante. Es entonces que Agatón ofrece como apoyo episodios de la mitología. El poeta explica que aquellos antiguos acontecimientos en relación con los dioses de los que hablan Hesíodo y Parménides se han originado bajo el imperio de la Necesidad. Para probar que Éros es una deidad joven y no antigua como supone Fedro, Agatón argumenta que de haber existido Éros no habrían tenido lugar los hechos violentos narrados por los poetas sino que hubiera imperado la paz y la amistad (Banquete 195b7-c6).[22]
Un tercer rasgo de Éros es el de ser delicado (hapalós). Para explicarlo el trágico introduce el paralelo entre las deidades Éros y Ate. En el verso citado por Agatón, Homero describe la delicadeza de Ate: sus pies son delicados (hapalós) y no los posa en el suelo sino sobre las cabezas de los hombres (Ilíada, XIX, 92-93). De la misma manera Éros es delicado, no anda en el suelo ni sobre cráneos, sino que habita entre las cosas más blandas (maláka) que existen: caracteres y almas de dioses y hombres (en éthesi kaì psykhaîs theôn kaì anthrópon), de temperamento suave. Si los pies de Ate son delicados y por este motivo sólo pisa las cabezas de los hombres, Éros, cuyo ser entero es delicado, al estar en contacto no sólo sus pies sino todo su ser con las más blandas (malakotátois) entre las cosas blandas, ha de ser necesariamente el más delicado (Banquete 195d4-196a5).
En cuarto lugar, Agatón afirma que Éros es fluido o flexible y bien proporcionado de forma (hygròs tò eîdos).[23] Los argumentos son los siguientes: en primer término, si fuera rígido no sería capaz de envolver por todos lados ni pasar inadvertido en su primera entrada y salida de cada alma. En segundo lugar, una prueba de su buena proporción y flexibilidad es su elegancia (euskhemosúne), cualidad que posee “según el testimonio de todos” (ek pánton homologouménos) (Banquete 196a7b1). Por último, presenta un antagonismo entre Éros y la deformidad.
Una quinta característica de Éros es la belleza de su tez y la estancia entre flores (ánthe) del dios. En lo que está sin flores o marchito (tanto del cuerpo como del alma) no se asienta Éros; al contrario, se asienta en lo que está bien florido (euanthés) y perfumado (euódes) (Banquete 196b5). Como ya habíamos mencionado a propósito del encomio de Pausanias, dado que la palabra flor (ánthos) tiene con frecuencia el sentido de belleza, la atribución que hace Agatón es redundante.
Luego de brindar estas cinco características referentes a la forma externa de la deidad, el trágico procede a enumerar las virtudes que Éros posee: justicia, templanza, valentía y sabiduría. La primera virtud considerada es la justicia. Éros no comete injusticia contra hombres o dioses ni es injuriado por dioses u hombres, no padece violencia ni es violento. Es por este motivo que el dios es justo y todo el mundo sirve de buena gana a Éros (ekòn Éroti pân hypereteî) (Banquete 196c3-196c5).
La segunda virtud que Agatón atribuye a Éros es la templanza (sophrosýne). Las premisas de su argumentación son las siguientes: en primer lugar, la templanza es el dominio de los placeres y deseos; en segundo lugar, ningún placer es superior a Éros; finalmente, si éstos son inferiores serán vencidos por Éros. Por tanto, al dominar Éros a todos los placeres será extraordinariamente templado (Banquete 196c3-d6).
En tercer lugar, se considera a Éros poseedor de la virtud de la valentía (andreía). La idea que subyace aquí, como en el anterior argumento, es que quien domina es superior al dominado: si domina al más valiente, entonces será el más valiente de todos necesariamente. Puesto que Ares es el más valiente de los dioses, pero este dios es dominado por el amor que siente por Afrodita, en consecuencia, Éros domina a Ares y es el más valiente de todos los dioses.
Por último, Agatón atribuye a Éros la virtud de la sabiduría (sophía). El dios es el más hábil poeta y hace poetas a los otros. Agatón llega incluso a afirmar que todo aquel a quien toque Éros se convierte en poeta. También es por la habilidad de Éros que nacen y crecen todos los seres. En lo que respecta a las artes, a quien Éros enseñe resulta famoso e ilustre, puesto que Éros es buen poeta en toda clase de creación artística. La clave del argumento es enunciada por Agatón en los siguientes términos: “Pues lo que uno no tiene o no conoce, ni puede dárselo ni enseñárselo a otro” (hà gár tis è mè ékhei è mè oîden, oút’ àn hetéroi doie oút’ àn állon didáxeien) (Banquete 197a2-197a4). Dado que aquí simplemente estamos ofreciendo una presentación esquemática de los planteos que Agatón desarrolla en su encomio, no es el momento de profundizar en los alcances de esta idea en particular. Debe advertirse que se trata de un punto de importancia y por ese motivo nos ocuparemos de esta sentencia en el siguiente apartado.
Hasta aquí Agatón cumple con lo que se propone en su plan metodológico. Todo este largo pasaje que hemos traído a colación se corresponde con la descripción de cómo es Éros. Inmediatamente se desarrolla lo que tiene que ver con la determinación de los efectos que causa, cuando el poeta afirma que Éros es responsable de transmitir los rasgos que posee: “Así me parece, Fedro, que el Amor, en primer lugar, por ser él mismo el más bello (kállistos) y el mejor (áristos), por eso es responsable (aítios) de otras cosas por el estilo en los demás” (Banquete 197c4-197c6). Por tanto, si Éros es el más bello, el mejor, justo, sensato, valiente y sabio, será el responsable de transmitir en los otros estas virtudes. Finalmente, la descripción de Éros se asemeja notablemente a los rasgos atribuidos a Agatón: “Padre del lujo, del esplendor, de la opulencia, las gracias, la pasión, el deseo (truphês, habrotetos, khlidês, kharíton, himérou, póthou patér)” (Banquete 197e2-197e3). En efecto, Éros propicia la vida regalada, la molicie, el afeminamiento, características que posee el joven poeta, al menos en la caricatura que Aristófanes ofrece.
Llegados a este punto, advirtamos que los atributos de Éros que hemos destacado en esta sucinta esquematización del discurso del poeta trágico concuerdan con los que Aristófanes atribuye a Agatón en su comedia. Basta pensar en la presentación de Agatón como si se tratara de un dios (Tesmoforiantes v. 35-45), en la descripción de Agatón como un hombre refinado y de refinado lenguaje (Temoforiantes v. 39-62) o, incluso, en aquellos versos en donde aparece como joven, bien parecido (euprósopos), delicado (hapalós) y de fina apariencia (euprepès ideîn) (Tesmoforiantes vv. 191-193). Las similitudes son lo suficientemente evidentes como para negarlas. Por su parte, en el Banquete Platón caracteriza a Agatón como joven, valiente, refinado y sabio. Es probable que Platón compartiera gran parte de las opiniones de Aristófanes acerca de Agatón, al poner en boca del trágico un discurso que adjudica a Éros varias de las características que el cómico atribuye a Agatón. Más allá de la parodia que opera en el retrato aristofánico y en el encomio, lo más destacable es la presentación de la teoría de la mímesis poética agatoniana, en el primero enunciada sarcásticamente, y en el segundo aplicada y criticada. Debido a que Agatón describe a Éros con el conjunto de características que nosotros conocemos de su personalidad a partir de variados testimonios, podemos concluir que opera una mímesis entre sí mismo y la imagen que defiende de Éros. En consecuencia, creemos que dicha imitación opera en el segundo sentido de mímesis que hemos distinguido a partir de lo postulado por el personaje de Tesmoforiantes: el poeta no intenta imitar el contenido de su obra (Agatón vistiéndose de mujer para componer dramas femeninos), sino que el objeto del encomio imita al poeta. Ciertamente, el poeta construye a Éros sobre la base de su propio retrato: Éros es poeta y Agatón es Éros.
3.4 Agatón, la Gorgona
Al finalizar el discurso del joven trágico, Sócrates critica, al igual que como hace con el discurso de Lisias en el Fedro, la superficialidad del discurso de Agatón por considerarlo expuesto de un modo bello y variado, pero completamente alejado de la verdad. Afirma que el discurso le recordó a Gorgias y resalta los efectos seductores y petrificantes del discurso de Agatón, comparando al célebre rhétor con la Gorgona (Banquete 198c1-6). Es necesario, entonces, indagar qué fue lo que hizo que Sócrates recordara al sofista de Leontinos. A pesar de que podría esperarse que Agatón que se expresase con la profundidad de un poeta trágico, al contrario, este se despacha con un discurso retórico de marcada impronta gorgiana. Empero, el hecho de que ya en la Antigüedad se declaraba la existencia de un cierto estilo característico de la prosa de Gorgias y su influencia en Agatón, tal como lo declara Filóstrato en el fragmento ya citado de Vida de los sofistas, podría ofrecer una clave para interpretar la afirmación de Sócrates. De modo que cabe preguntarse si el discurso puesto en boca de Agatón estaría evidenciando la contaminación entre la poesía y la retórica.
Si consideramos algunas líneas que aparecen antes del fragmento citado, Filóstrato compara a Gorgias con Esquilo, poeta que contribuyó en gran medida a su arte al dotarlo de sus ropajes, del tipo de estrado, del tipo de héroes y las normas sobre lo que debe realizarse en escena y detrás de ella:
Algo así sería Gorgias para los de su profesión. Fue para la sofística modelo inicial de vehemencia, de empleo insólito del lenguaje (paradoxologías), de noble inspiración, de interpretación grandiosa de los grandes temas, de construcciones en frases vivas y cortas, de giros inesperados, procedimientos con los que el discurso se hace más deleitoso y vivaz, además de que lo revestía de palabras poéticas (poietikà onómata) por mor del ornato (hypèr kósmou) y la gravedad. (Filóstrato, Vida de los sofistas, I 493 (= 82 DK A 1)
Conviene advertir que, según este testimonio, así como la poesía agatoniana presentaba fuertes influencias de la retórica gorgiana, también el sofista se servía de recursos propios de la poesía en sus discursos. Reale indica, en esta misma dirección, que el estilo de Agatón es el de la tragedia que se inspira en la sofística y, más especialmente, en la “poética gorgiana”, lo cual significa que se trata de una auténtica tendencia cultural de la época y no un caso aislado.[24]
En esta misma línea, a propósito de la presencia del sofista de Leontinos en el discurso de Agatón, Bieda considera que los elementos que utiliza Gorgias para encomiar al lógos en el Encomio de Helena pueden rastrearse en el encomio a Éros del trágico.[25] Distingue, entonces, tres planos diferentes y complementarios: a) en lo que hace a la forma; b) en lo que hace al estilo de escritura (isofonía o “decir cosas iguales”); y, finalmente, c) en lo que hace al contenido de ambos discursos. A los fines de este trabajo relevaremos sólo algunos de estos puntos y luego añadiremos algunas notas que creemos identifican ambas producciones escritas.
En primer lugar, en cuanto a lo formal resulta apreciable que ambos discursos sean considerados tipos de enkómion: el de Gorgias, dedicado a Helena; el de Agatón, a Éros. El discurso de Agatón comienza afirmando cómo se debe hablar (Banquete 194e4-195a5). Esto ya indica una apuesta formal; luego se introducirá un programa metodológico que supone una especificación de la naturaleza del amor y sus efectos (Banquete 195a5). También Gorgias comienza detallando las pautas metodológicas que seguirá en su encomio (Encomio de Helena, § 1). Paralelamente, tanto Gorgias (Encomio de Helena, §§ 2-5) como Agatón (Banquete 195a2) darán cuenta del error en que han caído sus predecesores y declararán traer la verdad sobre la cuestión a tratar. En el comienzo del encomio que Gorgias dedica a Helena, el rhétor explicita un criterio de verdad y una pauta metodológica que regirá todo su discurso, pauta que será retomada en el último parágrafo de la obra. Este movimiento también es llevado a cabo por Agatón al comienzo de su encomio al dios (Banquete 194e4-195a5). Posteriormente Gorgias apela al mito para referirse al origen de la naturaleza y estirpe de Helena (Encomio de Helena, § 3). Significativamente, Agatón hace lo propio con Éros al introducir una genealogía diferente de la que propone Fedro, como ya hemos analizado (Banquete 195d2). De manera que, así como Gorgias fue acusado por Isócrates de no componer un encomio a Helena sino más bien una apología o defensa, podemos pensar en una acusación similar para Agatón, que estaría llevando a cabo una apología, puesto que parece querer desligar al dios de una serie de hechos funestos, y de allí el porqué de su argumentación. Más adelante nos ocuparemos de este punto con algo más de detalle.
También dentro de las similitudes que pueden encontrarse en el plano de lo formal, debe repararse en que ambos encomios se asemejan en el modo en que terminan, recuperando la pauta metodológica planteada al comienzo de cada una de estas obras. Al finalizar su discurso, Agatón dice: “Este –dijo– es mi discurso (emoû lógos), Fedro, que participa (metékhón) por un lado del juego (paidiâs) y por otro de una medida seriedad (spoudês metrías), en cuanto me es posible. Que quede dedicado al dios” (Banquete 198a1-198a4).[26] Este remate hace referencia al final de la obra de Gorgias donde el rhétor presenta su obra como un “juego” de su arte conforme a las pautas que había establecido al comienzo (Encomio de Helena, § 21),[27] es decir, las relativas a la coherencia de enunciados como criterio de un lógos armónico, y, por ende, “verdadero”.[28]
En segundo lugar, en cuanto al estilo en ambos se destaca la presencia de términos isofónicos, esto es, términos que guardan relaciones de asonancia y simetría a la vez. Como destaca Bieda en su selección de pasajes tanto del Encomio de Helena como del discurso de Agatón, ambos son piezas refinadas del ísa légein.[29] También Brisson se refiere a la isofonía presente en este encomio y advierte que debe observarse que el discurso de Agatón, vacío pero bellamente construido, manifiesta, especialmente en el prefacio (Banquete 194e5-195a2) y en la segunda parte (197c2-e8),[30] una notable influencia de la escuela de Gorgias. Esto se evidencia en la marcada búsqueda de ritmo y aliteración, en el uso de frases cortas y paralelas, donde abundan las asonancias y la similitud entre las terminaciones.[31] Estos giros retóricos son particularmente numerosos en la conclusión, que conducen, como veremos, a la irónica respuesta de Sócrates.
En tercer lugar, en cuanto al contenido de los discursos es considerable la similitud entre las capacidades y potencias del dios Éros de Agatón y las del lógos de Gorgias. Ciertamente, el dios de Agatón es armónico, eficaz para realizar grandes obras, flexible y oculto en cuanto a su forma para rodear las almas (Banquete 196a4) y capaz de hechizar y seducir (Banquete 197e4). Como veremos inmediatamente, esta caracterización resulta comparable a la que lleva a cabo Gorgias cuando se refiere al lógos: “El lógos es un poderoso soberano, que con un pequeñísimo y muy invisible cuerpo realiza empresas absolutamente divinísimas” (Encomio de Helena, § 8).[32] Para Gorgias el poder de la palabra modela el alma siempre que el discurso se componga con habilidad e independientemente de su correspondencia con la realidad. Al final del encomio Gorgias refiere que la persuasión del lógos es tan intensa que es capaz de impresionar el alma “como quiere” e incluso es efectiva para convencer a grandes multitudes. Tal es su poder:
Y que la persuasión, cuando se agrega a la palabra, impresiona al alma como quiere, es necesario aprenderlo primero en relación a los discursos de los meteorólogos, quienes quitando una opinión e introduciendo otra, hicieron que las cosas increíbles y oscuras aparezcan a los ojos de la opinión. En segundo lugar, hay que comprender los perentorios combates verbales en los que un solo discurso escrito con arte deleita y persuade a una gran multitud, aunque no sea dicho con verdad. (Encomio de Helena, § 13)
En cierto sentido, también para Agatón se trataría de una capacidad que puede adscribirse al lógos poético. Es por este motivo que resulta significativo que, por un lado, Sócrates y Agatón discutan acerca del valor de la persuasión para una multitud o para pocos hombres sensatos (Banquete 194a8-b8), y que, por otro, posteriormente Sócrates señale que en el encomio del poeta trágico se utilizaron bellas y variadas expresiones que causaron gran agrado entre los presentes, aunque no se describió la verdadera naturaleza de Éros.
Habiendo dado cuenta de los tres planos mentados anteriormente, es momento de proseguir con otro punto de contacto entre la obra de Gorgias y el encomio de Agatón. Es pertinente advertir la esclarecedora comparación que realiza Agatón para demostrar la delicadeza común de Éros y del lógos, citando versos homéricos: “Sus pies son realmente delicados, pues sobre el suelo no se posa, sino que sobre las cabezas de los hombres camina” (Banquete 195d5). En los versos que Agatón recita Homero está describiendo los pies de Ate, que son delicados por posarse sólo en las cabezas; por tanto, Éros al habitar en los corazones también debe ser delicado. Lo interesante es completar el verso citado, tomando en cuenta que Ate es la hija de Zeus que trae locura y venganza:
La hija mayor de Zeus es la Ofuscación y a todos confunde la maldita. Sus pies son realmente delicados (hapaloì), pues sobre el suelo no se posan, sino que sobre las cabezas de los hombres camina dañando a las gentes y a uno tras otro apresa en sus grilletes. (Homero, Ilíada, XIX, vv. 91-94)
Entendemos que el poder manipulador, engañoso y funesto de Ate es presentado tácitamente como perteneciente a la naturaleza de Éros: cualquier griego culto conocería los versos que rodean la cita de Agatón. Implícitamente la descripción de Éros se acerca a la del lógos, en su acepción de phármakon, no como cura sino como veneno. Gorgias aclara que la fuerza de persuasión del lógos “tiene el poder mismo de la necesidad” (Encomio de Helena, § 12), y advierte sus peligrosos efectos con la analogía de los fármacos:
La misma relación tiene el poder del discurso con respecto a la disposición del alma que la disposición de fármacos con relación a la naturaleza de los cuerpos. Algunos de ellos ponen fin a la enfermedad y otros, en cambio, a la vida. Así también las palabras producen unas, aflicción; otras, placer; otras, miedo; otras predisponen a la audacia a aquellos que las oyen, en tanto otras envenenan y embrujan sus almas por medio de una persuasión maligna (Encomio de Helena, § 14)
Aquí el verbo utilizado es epharmákeusan, el mismo verbo que, veremos, también utiliza Agatón en relación con las habilidades oratorias de Sócrates. Es notable que antes de comenzar su encomio Agatón también ligue al lógos con la ambigüedad del phármakon. En el breve interludio en el que Agatón le reprocha a Sócrates “pharmáttein boúlei me” (Banquete 194a5) el uso del verbo no es inocente. En esta expresión –traducida por Hernández como “quieres hechizarme”, por Mársico como “me querés intoxicar”, por Robin como “c’est un sort que tu veux me jeter” o por Rowe como “cast a spell on me”– Platón nos estaría indicando que Agatón, antes de comenzar su discurso, ya está presuponiendo con Gorgias que el lógos tiene el poder de hechizar o de intoxicar mediante la persuasión.
Otro tópico a tener en cuenta relativo a las similitudes entre ambos encomios es el uso de un vocabulario extravagante y excesivo. Gorgias describe al lógos como dynástes mégas, que con un cuerpo pequeñísimo (smikrotátoi somati) es capaz de llevar a término obras divinísimas (theiótata érga); Agatón caracteriza a Éros como el dios más bello y mejor (kállistos kaí áristos), el más joven (neótatos), el más suave (malakotatois), el más delicado (hapalótatos) y el más feliz (eudaimonestaton). Es notable que el rhétor y el poeta se sirvan del uso de exuberantes superlativos para caracterizar, en un caso, al lógos y, en el otro, a Éros. En Agatón este vocabulario se repite en varios pasajes de su encomio: contabilizamos al menos diecinueve apariciones de los adjetivos en grado superlativo. Lo interesante es que también en la obra de Gorgias encontramos este vocabulario del exceso. Al respecto, anotan Marcos y Davolio en su traducción del Encomio de Helena:
Este lenguaje del exceso expresa una desproporción que recorre buena parte de la argumentación, por ejemplo a la hora de expresar la potencia persuasiva del discurso en contraste con su corporeidad mínima (§ 8), o el contraste que se establece entre un discurso persuasivo y la multitud de sus destinatarios (§§ 11, 13).[33]
Acordamos con esta lectura, pero debemos insistir en que Gorgias utiliza este vocabulario del exceso no sólo para caracterizar al lógos sino también al elogiar la belleza de Helena: este único cuerpo de mujer es capaz de despertar una plétora (pleístas) de individuos que se dejan cautivar por él, despertando en ellos una multitud (pleístois) de deseos de amor, los muchos cuerpos de hombre (pollá sómata andron) que ese cuerpo congrega y la grandiosidad (megálois, méga) de actos que tales deseos inspiran. Como vemos, el uso de términos extravagantes y excesivos en un discurso plagado de superlativos puede adscribirse tanto al poeta trágico como el célebre rhétor de Leontinos.
Ahora bien, hemos de referirnos a otro punto que acerca el encomio de Agatón a la retórica gorgiana. Recordemos, a propósito de la relación lógos–éros, que Gorgias continúa su argumentación mostrando que no es posible la imputabilidad de Helena: “Si Éros es un dios, ¿cómo podría ser capaz de apartar y repeler la potencia divina de los dioses quien es inferior a ellos?” (Encomio de Helena, § 19). En consecuencia, se atribuye el mismo poder al lógos y al amor. Tanto si Helena fue persuadida por la palabra o presa de amor, no es culpable de su situación. De la misma manera, a partir de los elementos que hemos presentado se puede inferir que, aunque “cosméticamente” Agatón afirme que es el dios más feliz, bello y bueno, la oscura naturaleza de la concepción agatoniana del Éros –como también la del lógos– se sugiere a través de las referencias textuales y formales. Basta pensar simplemente en el carácter manipulador, engañoso y funesto que se presenta tácitamente como perteneciente a la esencia de Éros en la comparación con Ate con que comenzamos a exponer nuestro argumento. Pero, como veremos inmediatamente, estos no son los únicos elementos que vinculan ambos encomios.
Otro aspecto importante a tener en cuenta que acerca más aún el poeta trágico a una retórica gorgiana es el que podemos inferir a partir de la pauta metodológica agatoniana. En efecto, el joven poeta prescribe que para llevar a cabo un encomio es necesario decir cómo es la cuestión a encomiar, y posteriormente sus dones. Estrictamente Agatón no dice que para realizar un encomio es necesario referir la naturaleza de la cosa, sino más bien las cualidades de la cosa, el cómo es (hoíos éstin). Consiguientemente, comienza una caracterización del dios en los términos que ya indicamos. Lo relevante es que en dos oportunidades el trágico caracteriza a Éros mediante la comparación con otros dos dioses: Ate y Ares. Éros es refinado (y funesto, nos indicaría sutilmente) como Ate (Banquete 195d5), y para referir su valentía la comparación es con Ares; Éros domina a Ares y es más valiente y poderoso que él (Banquete 196c8-e1). Esta es una relación que sólo mencionaremos pero que por sí sola es motivo de un trabajo mayor. Tanto Agatón como de forma semejante Antístenes, quien según fuentes tardías se creía que fue discípulo de Gorgias, rechazarían definir la naturaleza, el qué es, y se contentarían con referir el cómo es (hoíos éstin). Este rechazo a delimitar la naturaleza de Éros explicaría por qué Platón le hace decir a Agatón que expondrá cómo es Éros. En el sistema antisténico esto tiene una serie de corolarios con respecto a la posibilidad del conocimiento de la naturaleza de las cosas y el rechazo a la definición mediante una fórmula del tipo qué es x, atribuida a Sócrates por Platón en sus diálogos de juventud. Antístenes, otro socrático, pero con influencia gorgiana, nos permite así iluminar la cuestión desde otro marco teórico. Tal procedimiento de caracterización antisténico mediante comparaciones es relevado por Aristóteles en la Metafísica:
De modo que tuvo cierta razón de ser la dificultad que dejó perplejos a los epígonos de Antístenes y a otros tan incultos como ellos. Pues pensaban que no es posible definir el qué es, pues la definición es un enunciado largo, aunque es posible enseñar a otros cómo es una cosa, por ejemplo, la plata, no es posible decir qué es sino que es como el estaño. (Metafísica VIII 3, 1043b23-28)
En la misma línea, cabe destacar además el testimonio de Diógenes Laercio: “Antístenes definió por primera vez el lógos diciendo: lógos es lo que muestra lo que era o es” (Vida de los filósofos más ilustres VI, 2). Esto es lo que encontraríamos en el encomio de nuestro trágico: Agatón no nos dice qué es Éros, sino cómo es, y nos enseña sus cualidades mediante la comparación con otras deidades. Es interesante preguntarse entonces si el motivo de la refutación socrática estaría obedeciendo no sólo al rechazo de una retórica seductora pero alejada de la verdad, atribuida a Gorgias y a nuestro trágico, o, como creemos, remitiría veladamente a una impugnación de la posición antisténica.
Complejizando las referencias a principios sofísticos, nos gustaría destacar la aparición de un principio epistémico en el encomio del poeta trágico, que aparece enunciado en los siguientes términos: “Pues lo que uno no tiene o no conoce, ni puede dárselo ni enseñárselo a otro” (Banquete 196e5). Si Éros convierte en poetas a sus poseídos, debe serlo él primeramente; todos los dones que obsequia el dios son atributos propios. Es prudente advertir que, puesto que este criterio se opone a la naturaleza carente de Éros que describirá Sócrates, debemos ponernos en alerta. Cuando se enuncia este criterio cognitivo se está repitiendo un giro sofístico profundamente anti-dialéctico: nos referimos a la “paradoja de Menón”. En efecto, en el diálogo homónimo, Sócrates dialoga con un joven discípulo de Gorgias, que en la mitad del desarrollo postula un principio que intenta detener el progreso o la posibilidad del conocimiento, escapando al pensamiento requerido para alcanzar la verdad:
¿Y de qué manera buscarás, Sócrates, aquello que ignoras totalmente qué es? ¿Cuál de las cosas que ignoras vas a proponerte como objeto de tu búsqueda? Porque si dieras efectiva y ciertamente con ella, ¿cómo advertirías, en efecto, que es ésa que buscas, desde el momento que no la conocías? (Menón 80d5)
La paradoja planteada por Menón, que consiste en que uno no puede buscar lo que no conoce y no necesita buscar lo que ya conoce, es descubierta en el diálogo homónimo como una trampa gorgiana, de las que el joven es un conocedor.[34] Cabe pensar que en el Banquete la ignorancia del Éros socrático es justamente lo que provoca la búsqueda, de allí que el filósofo, al carecer de la sabiduría, la desee y la persiga. Entonces, así como en el diálogo de juventud la paradoja desencadena la compleja teoría de la reminiscencia y la labor de la mayéutica como alumbradora de eso que se encuentra oculto-ausente; en el de madurez, motiva la refutación dialéctica por parte de Sócrates (Banquete 199c3-201c9) y el descubrimiento de la esencia carente de Éros.
Debe hacerse, además, una última observación al respecto. Creemos que en las palabras de Agatón subyace una concepción tradicional de la enseñanza como la transmisión de un contenido (conocimiento) de un contenedor (el maestro) a otro contenedor (el alumno), a través del contacto físico. Esta posición, que es presentada previamente en la imagen de los vasos (mencionada por Sócrates en un intercambio con Agatón al comienzo de la reunión) (Banquete 175d5-e5), conduce directamente a la paradoja de Menón.[35] Este es un punto que sólo deseamos mencionar, puesto que nos referiremos a este tema con algo de detalle en el siguiente capítulo. De todos modos, lo cierto es que Sócrates, bajo la máscara de la sabia sacerdotisa Diotima de Mantinea, responde a lo dicho por Agatón al postular a la recta opinión como algo intermedio entre la sabiduría y la ignorancia (Banquete 202a2-9).
***
Antes de pasar al siguiente núcleo temático ofreceremos una breve recapitulación de los elementos que hemos desarrollado. Un recorrido rápido por el Encomio de Helena nos ha permitido relevar algunos puntos que se encuentran también en el discurso de Agatón. Mencionamos cómo el rhétor (Encomio de Helena, § 10) y el trágico identifican encantamiento y seducción como potencias del lógos-éros y cómo ambos refieren a la multitud como destinataria de la persuasión (Encomio de Helena § 13 y Banquete 194a6-b7). En su encomio Gorgias refiere al poder del discurso como un phármakon (Encomio de Helena, § 14), poder que, hemos visto, también le atribuye Agatón. Asimismo, el análisis llevado a cabo por Gorgias sobre las causas que podrían haber conducido a Helena hacia Troya devela al amor como la cuarta causa por la que no es posible imputar a Helena (Encomio de Helena, §§ 14-19). La potencia de éros, irresistible, funesta y violenta, había sido insinuada también por Agatón al comparar al dios con Ate, como ya hemos señalado. Por último, al finalizar su encomio Gorgias retoma la pauta mentada en su inicio y define toda la composición en términos de juego (paígnion) y norma (nómoi) (Encomio de Helena, § 21), así como Agatón hacía lo propio al final de su bello canto a Éros cuando señala que su discurso participa del juego y de una medida seriedad (tá mén paidias, tá dé spoudes metrías).
Para finalizar este capítulo resta señalar que, así como al término del discurso de Pausanias aparece el sugerente sintagma Pausaníou pausaménou (Banquete 185c5), del cual nos hemos ocupado oportunamente, aquí también podemos encontrar una expresión similar, que estaría evidenciando una crítica análoga. Inmediatamente después de que Agatón terminara su discurso, un parlamento revela la influencia de la retórica sofística en su estilo. Sócrates interviene, dirigiéndose a Erixímaco:
Hijo de Acúmeno, ¿te parece, acaso, que el temor que temí hace un momento era indigno de ser temido? ¿Acaso hablaba yo proféticamente cuando decía que Agatón hablaría en forma maravillosa?, ¿cuando decía que yo estaría en apuros? (Banquete 198a5-9)
La expresión en griego adeès déos dediénai es una muestra de isofonía, como vimos, uno de los recursos predilectos del orador de Leontinos. La ampulosidad con la que se expresa Sócrates, recogida en la traducción de Ludueña que citamos, tiene como objetivo señalar, como antes la advertencia de Apolodoro y el hipo de Aristófanes respecto de Pausanias, la contaminación sofística del discurso precedente. Pero, como veremos, Sócrates no se ve afectado por el hipo, ni se burla de Agatón en su discurso, sino que responde con una estrategia distinta. Conviene considerar lo afirmado inmediatamente por el filósofo para advertir cuál será el camino que tomará a su turno:
¿Y cómo no voy a estar en apuros yo o cualquiera que estuviera en mi lugar, bienaventurado amigo, si voy a hablar luego de un discurso tan bello y variado? Es cierto que las otras partes no sonaron tan maravillosas… Pero, ¿quién al escucharla, podría no quedar estremecido por la parte final? Por mi parte, al darme cuenta de que no seré capaz de decir nada ni siquiera aproximado a la belleza de aquellas expresiones, si tuviera por dónde. Y en efecto, el discurso me recordó a Gorgias. (Banquete 198b2-c5)
Sostendremos que, así como el discurso de Pausanias le recordó a Aristófanes lo afectado y vicioso de los discursos de los oradores y políticos a los que dirigía habitualmente sus ataques en las comedias de su autoría, Sócrates, por su parte, hará lo propio con Agatón, pero la acusación tendrá un nombre concreto: el estilo de Agatón remeda al de Gorgias. Por este motivo y en base a los elementos que hemos señalado a lo largo de este capítulo, no es osado asumir que la producción de Gorgias y el encomio de Agatón nos revelan el efecto placentero del discurso provocado por la palabra poética y por la palabra retórica, respectivamente. Placer que en ambos casos se asemeja demasiado a un goce erótico, dado que el lógos seduce, hechiza y envenena.
- Aristófanes, Tesmoforiantes, vv. 166-172.↵
- Jaeger (2010: 577).↵
- Robin (1951: lxviii).↵
- Remitimos a la sección 1.1 de nuestro trabajo, donde nos referimos con algo de detalle a estas ocurrencias.↵
- Brisson (2007: 236).↵
- Véase Tucídides, Guerra del Peloponeso, VIII, 68, 2.↵
- Brisson (2007: 237).↵
- Para mayores precisiones acerca del carácter del rito, véase Burkert (1985: 242-246) y Macía Aparicio (2007: 109).↵
- En sus tragedias, Eurípides presenta por lo general a las mujeres como locas, asesinas, con tendencias al crimen y al incesto, que se dejan dominar por sus más bajas pasiones o capaces de los más crueles actos, incluso el filicidio, si son heridas en su orgullo. Citemos, por caso, la protagonista de Medea; Fedra en Hipólito; o Cánace y Macareo en el Eolo. ↵
- Pieza aristofánica perdida, de la que sólo se conservan fragmentos.↵
- En todos los casos seguimos la traducción de Balzaretti (2010). Macía Aparicio traduce: “Seguro que te has acostado con él, pero probablemente no te has enterado”. ↵
- Dover (2008: 212).↵
- Melopoiós equivale a aoidós y a poietés. Para mayores precisiones, véase la entrada del término en Liddell–Scott–Jones (1996: 2462).↵
- Véanse Jenofonte, Recuerdos de Sócrates I 6, 13, y Aristófanes, Riqueza vv. 153-159.↵
- Cirene, apodada dodekamékhanos “de las doce posiciones eróticas”, es mencionada por Aristófanes en Ranas vv. 1327-8. Allí el personaje de Esquilo acusa a Eurípides de basar su arte sólo en las doce artes de Cirene, es decir, en los asuntos eróticos. ↵
- Es interesante destacar que en estos versos Aristófanes no sólo atribuye a Agatón una teoría de la mímesis poética, sino que, además, este constituye el primer testimonio del término. Para un análisis de la mímesis en el encomio del trágico véase Regali (2013: 258-262).↵
- Robin (1951: lxvi-lxvii).↵
- Véanse, por mencionar sólo algunos nombres, los trabajos Nails (2006: 179-207), Lefka (2013: 268-275) o el de Sedley (2006: 47-69), quien, en virtud de los elementos que el discurso de Agatón anticipa de la intervención de Sócrates, llega a considerarlo como “subsocrático”. ↵
- Regali (2013: 258).↵
- Robin (1958: 39).↵
- La idea aparece también en Homero, Odisea, XVII, v. 218. Platón vuelve a aludir a ella en Lisis 214a6, Fedro 240c1-5 y República I 329a1. ↵
- Se atribuye a Fedro la afirmación de que Éros es el más antiguo de los dioses en al menos dos oportunidades. Véanse Banquete 177a5-177b3 y 178a6-178c3.↵
- El término hýgros puede tomar connotaciones eróticas que lo asimilan a “afeminado”. Véase la entrada del término en Liddell-Scott-Jones (1996: 1891). ↵
- Reale (2004: 135).↵
- Bieda (2010: 213-241). Sobre las influencias del estilo gorgiano en el encomio de Agatón, véanse también Patterson (2013: 276) y Dover (1980: 123).↵
- A propósito del par juego-seriedad aplicado a los discursos, véase también Fedro 277e5-278a7 y el comentario de Guthrie (1962: 62) a dicho pasaje.↵
- Encomio de Helena, § 21: “Quité con el discurso la mala fama de una mujer, permanecí dentro de la norma que establecí al comienzo del discurso, intenté poner fin a la injusticia de un vituperio y a la ignorancia de una opinión, quise escribir este discurso como encomio de Helena y, por otro lado, para mi propio juego.”↵
- Acerca de este criterio, afirma Bieda (2009: 6): “El sofista propone, en el Enc. de Helena, un nuevo criterio de verdad, criterio que posteriormente sería denominado verdad como coherencia de enunciados: un lógos verdadero ya no es aquel que dé cuenta de las cosas sino aquel que exhiba un cierto orden (kósmos) interno capaz de persuadir al oyente. El gran supuesto del maestro de retórica es que el orden garantiza la persuasión: no importa como son realmente las cosas.” Véase también, en la misma línea, Mársico (2005: 104). ↵
- En particular, véanse los siguientes pasajes de Banquete 194e4-5, 194e7, 195a2-3, 195a8b2, 197d1-e2 y el § 11 del Encomio de Helena. ↵
- Al hablar de “prefacio” y “segunda parte”, remitimos a la estructura del Banquete que Brisson (2007: 72-78) incluye en su traducción. ↵
- Brisson (2007: 61). Véase también Bury (1932: 81), quien señala el efecto aliterativo del juego entre las letras rho y nu y entre gamma y lambda presente en la última parte del encomio de Agatón como otra clara muestra de la influencia de Gorgias.↵
- Para todas las citas de esta obra seguimos la traducción de Davolio y Marcos (2011).↵
- Davolio-Marcos (2011: 49-50). ↵
- Acerca de la relación entre la paradoja puesta en boca de Menón y el tratado Sobre el no ser gorgiano, véase Divenosa (2007: 164-165).↵
- Véase especialmente el comentario de Brisson (2007: 205). Debe prestarse especial atención al uso de los verbos como apsetai y ephápsetai relacionados con el tacto en todo este pasaje.↵