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Introducción

Para establecer la hipótesis que guiará el siguiente trabajo es fundamental referirnos, de manera preliminar, a las lecturas tradicionales que se han realizado sobre el texto del Banquete. Por lo general, se ha leído al Banquete otorgando prioridad al discurso de Sócrates-Diotima por considerarse que es este el que manifiesta el pensamiento de Platón, tachando al resto como meras piezas retóricas. Esta interpretación sugiere que hay buenas razones para suponer que la de Sócrates-Diotima es la intervención eminentemente filosófica del diálogo, mientras que los restantes discursos pueden, en el mejor de los casos, leerse como movimientos argumentativos necesarios que describen etapas en la conversión hacia la filosofía.[1]

No obstante, en el último tiempo han aparecido trabajos que destacaron la relevancia filosófica de otros discursos del diálogo. Particularmente Nussbaum (1995) y Brisson (1998) han indicado la importancia del encomio de Alcibíades, lo cual implica dejar de interpretar el diálogo con el ascenso erótico hacia la Idea como clave de lectura principal. Más recientemente, la propuesta perspectivista de Soares (2009) brinda un nuevo enfoque para leer el Banquete. Frente a las lecturas más tradicionales del diálogo, plantea que el fenómeno erótico es delineado en un marco de acuerdo y confrontación de posturas, de modo tal que los primeros cinco encomios, y luego el de Alcibíades, contribuyen a la conformación de la teoría platónica del amor. Para Soares el enfoque tradicional omite un hecho fundamental a la hora de interpretar el simposio platónico: es la dimensión polifónica del diálogo la que condiciona el concepto platónico de filosofía. La reflexión platónica sobre el amor no puede sustraerse a las distintas representaciones intelectuales que se reflejan en los diferentes géneros discursivos más reputados de su época. Al hacerlos interactuar en una mixtura genérica, la erótica platónica se construye a partir de escorzos de verdad presentes en cada encomio.[2] De modo que el diálogo se desarrolla sobre la base de una polifonía dramático-filosófica en la cual la problemática erótica no puede aprehenderse de modo unidireccional (privilegiando el discurso socrático como eje de lectura) sino integrando las siete intervenciones en un modo perspectivista de acceso a la naturaleza del amor.[3]

Por nuestra parte entendemos que adoptar una mirada perspectivista permite abrir una cantidad de acercamientos que dentro del enfoque tradicional no son posibles. Dentro de esa nueva hermenéutica, encaramos este trabajo desde la óptica de la retórica. Esto no significa que reducimos nuestra lectura a lo que la retórica pueda decirnos, más bien creemos que el Banquete es legible bajo la luz de cada uno de estos géneros discursivos, para obtener así una mayor riqueza de interpretación, sin limitar o sesgar a los otros. Ahora bien, no debe perderse de vista que en el Banquete platónico asistimos a un banquete de discursos (tôn lógon hestíasis),[4] puesto que los oradores renuncian al vino para deleitarse con lógoi encomiásticos sobre Éros[5] y que puntualmente en Pausanias y Agatón se encuentran desarrollados tópicos de esta disciplina. La sutileza del texto consiste en la introducción de variaciones estilísticas para cada comensal dentro de un juego retórico que refleja la personalidad de sus participantes y las particularidades de cada enfoque disciplinar acerca del amor. Y, al mismo tiempo, cada una de las participaciones reivindica la manera adecuada de encomiar. Por tanto, intentaremos demostrar que en el Banquete se encuentran problemáticamente entrelazadas las cuestiones concernientes no solamente a la filosofía y a la erótica sino también a la retórica: es Éros quien conduce a la filosofía y quien está en la base de la retórica platónica. Intentaremos conservar el juego proléptico y retroactivo de rectificación, apropiación y complementación que opera entre los discursos y, a partir de una focalización en los encomios de Pausanias, Agatón y Sócrates, proyectaremos la posibilidad de una retórica filosófica ligada al deseo y al amor, al servicio de la sabiduría. Paralelamente, esperamos detectar las zonas de entrecruzamiento de diversas prácticas discursivas vigentes al momento de la escritura del Banquete, definiendo sus espacios de legitimidad y esclareciendo sus aportes a la filosofía platónica. En función de este objetivo principal estudiaremos particularmente la noción de éros desarrollada en el Banquete en los tres discursos ya señalados.

En cuanto a la estructura del trabajo, en el primer capítulo analizaremos el encomio de Pausanias, destacando los rasgos de una erótica de la persuasión, ligada a una lógica del cálculo de inversión-beneficio en la relación erastéserómenos. Con este objetivo en mente, entonces, en la primera sección ofreceremos una serie de referencias acerca de la vida del Pausanias histórico, que efectivamente vivió en la época en que Platón escribe su diálogo. En la segunda sección nos ocuparemos de la rectificación que Pausanias lleva a cabo sobre el discurso de Fedro, el orador que habló inmediatamente antes que él, sobre todo en lo que atañe a la introducción de la duplicidad de Afrodita y de Éros. Veremos también cómo el personaje de Pausanias enmascara las posturas de Pródico de Ceos y Protágoras de Abdera e intentaremos señalar el modo en que operan subterráneamente. En la tercera sección de este capítulo nos ocuparemos de la sugerente similitud que existe entre los planteos del orador de Cerámico y los del anónimo Dissoì Lógoi. En la cuarta sección, en consonancia con lo desarrollado en lo que denominaremos “pasaje relativista”, nos detendremos en el modelo de educación pederástica propuesta por Pausanias, que pretende hacer confluir en una sola ley el amor por los jovencitos y el amor por la filosofía. Finalmente, tras puntualizar los paralelos que es posible trazar entre los discursos de Lisias en el Fedro y de Pausanias en el Banquete, esbozaremos los alcances de una erótica sofística que se alza como una erótica del amante. Veremos, entonces, cómo la postura de Pausanias justifica la pederastía enmarcándola en un tipo de competencia que garantizaría un beneficio para la pólis al propiciar una competencia de amantes y amados cuyo fin sea obtener sabiduría y virtud.

El segundo capítulo funcionará a la manera de un interludio. En estrecha conexión con los desarrollos del capítulo precedente, examinaremos algunas de las interpretaciones que se han dado del episodio del hipo que aqueja a Aristófanes y ofreceremos, tal como hicimos con Pausanias, una sucinta caracterización del Aristófanes histórico para bosquejar su perfil, antes de entrar de lleno en el análisis que el episodio requiere. Además, profundizaremos en la crítica a oradores y políticos y la vindicación de la vieja educación por parte del poeta cómico, sobre todo a partir de versos seleccionados de Comensales, la primera comedia aristofánica y Nubes, la más intelectual de ellas. Por último, explicitaremos nuestra interpretación del episodio del hipo como una respuesta al exceso sofístico.

El tercer capítulo se dedicará al estudio del encomio de Agatón, señalando las presencias sofísticas que lo habitan y delimitando los alcances del éros narcisista expuesto en el lógos cosmético-poético del joven trágico. Entendemos que a partir de una lectura perspectivista es posible encontrar núcleos parciales de verdad que también forman parte de la caracterización platónica del éros, incluso en este encomio calificado tradicionalmente como un pastiche de la obra de Gorgias. Dedicaremos las dos primeras secciones de este capítulo a exponer lo que tiene que ver con aquellos testimonios que permitan esbozar el perfil del Agatón histórico, sobre todo a partir del personaje de las Tesmoforiantes de Aristófanes. En esta obra no sólo se describen las características físicas de Agatón, sino que se explicita su temperamento y, lo que es aún más importante, se expone su teoría de la mímesis poética. Como veremos, el encomio que Platón pone en boca de Agatón en el Banquete puede ser considerado un buen ejemplo de aplicación de la teoría que en la obra aristofánica se atribuye al poeta trágico. Por este motivo, en la tercera sección analizaremos su encomio a Éros teniendo en cuenta la teoría de la mímesis agatoniana y el autorretrato que el poeta ofrece para hablar de sí mismo, pretendiendo hablar del dios. Finalmente, en la última sección de este capítulo evidenciaremos algunos puntos de contacto entre la obra del sofista Gorgias de Leontinos y el poeta ganador del certamen de las Leneas.

El cuarto capítulo, dedicado al discurso de Sócrates-Diotima, se limitará a indagar acerca de aquellos elementos que, desde una lectura perspectivista, privilegien el eje de la retórica como clave hermenéutica. En primer lugar, examinaremos el encomio a partir del desdoblamiento (retórico, según nuestra interpretación) que motiva a Sócrates a introducir la ficción de una sabia sacerdotisa de Mantinea para hablar sobre las verdades acerca de éros. Por este motivo, en la primera sección consideraremos la dimensión retórica del fenómeno erótico, la introducción de Diotima como máscara en el discurso socrático y la calificación de “auténtica sofista” que hace de ella Sócrates. Luego ofreceremos algunas notas para leer la caracterización de Éros como filósofo, su rebajamiento de dios a daímon y, tras detenernos en su carácter metaxý, brindaremos algunas reflexiones acerca del verdadero amante de la sabiduría. En las últimas dos secciones nos ocuparemos de delinear algunos rasgos de la erótica socrática, sobre todo sobre la base del rechazo de Sócrates a la educación pederástica (defendida en los discursos de Fedro y Pausanias) y propondremos algunas consideraciones en torno a las habilidades retóricas de Sócrates, a partir del testimonio de Alcibíades. Por tanto, no pretenderemos desarrollar el discurso socrático en su totalidad, sino que circunscribiremos nuestro análisis simplemente a ciertos elementos de nuestro interés.

Por último, a modo de conclusión delimitaremos los alcances de una posible retórica filosófica, ligada al amor y al deseo de sabiduría, compatible con la erótica de la carencia y contrapuesta a la retórica sofística presente en los encomios de Pausanias, el amante ouraníos, y Agatón, el amado narcisista. Atendiendo a estas consideraciones intentaremos justificar nuestra lectura de Sócrates como el portador del genuino saber erótico, aquel que, en tanto amante de la sabiduría, será capaz de hacer uso del lógos, incluso en su potencia erótica.


  1. Suscribe esta interpretación, por ejemplo, Boeri (2013: 11). De acuerdo con Bury (1932) los cinco primeros discursos son meramente “parodias” de autores vivos. Brochard (1940) interpreta que Sócrates impugna y combate los puntos de vista de sus camaradas para reducir a Éros al amor a la idea. Para Rosen (1968) el resto de los encomios constituyen piezas sin densidad filosófica, ejercicios lúdicos que únicamente ponen de manifiesto la versatilidad de Platón para integrar en su obra textos de diferentes géneros discursivos. En esta misma línea cabe destacar los trabajos de Cornford (1974), Grube (1983), White (1989), Osborne (1994) y Kahn (1996).
  2. Por su parte, también Krinks (2013) ha señalado la importancia del resto de los discursos a partir de las contribuciones metodológicas que cada uno de ellos aporta para el progreso del diálogo.
  3. Deleuze y Guattari (2002: 72-73) conciben a Sócrates como personaje conceptual del platonismo, lo cual nos ofrece un válido antecedente para leer los diferentes encomios. En este sentido es posible interpretar el diálogo como un agón entre lógoi donde cada orador aparece representado en función de las tesis que defiende.
  4. La expresión aparece en Timeo 27b7-8. Una locución similar es utilizada por Sócrates en el Fedro: “¿No está claro que Lisias debe de haber estado agasajándolos con un banquete de discursos (tôn lógon heistía)?” (Fedro 227b7)
  5. En todo el trabajo utilizaremos Éros para referirnos al dios/daímon del amor y éros para el deseo erótico.


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