Las páginas que siguen son fruto del amor. Según mi lectura de la genealogía platónica, el Amor es hijo de la carencia y de un camino abierto que se extiende en todas las cosas. Mi gratitud, por tanto, está dedicada a aquellas personas que me ayudaron a abrir y transitar este camino.

Tengo un vínculo amoroso con la filosofía desde que mi propia Diotima, Esperanza Abadjieff, me develó los misterios menores y me enseñó que como con cualquier amor, había que dedicarle el alma y el cuerpo.

Agradezco profundamente al Dr. Lucas Soares el haberme iniciado en los misterios mayores, porque fue en su seminario acerca del Banquete donde surgió mi inquietud filosófica más enmascarada y más profunda. Debo a él mi formación y su acompañamiento con sabiduría y afecto durante todos estos años de investigación. Fue un honor aprender de él, como también fue un honor defender mi humilde tesis sobre el amor frente a él y a un jurado de lujo, integrado por personas que quiero y admiro con el alma.

Agradezco también la generosidad del Dr. Esteban Bieda, quien además de haberme enseñado griego clásico, ha compartido conmigo sus investigaciones inéditas para allanar el camino de mi trabajo.

A mi familia, que lo es todo: Jano, mi compañero, y Dante y Carmina, mis crianzas, por acompañar y festejar cada uno de mis avances y de quienes aprendí verdaderamente lo que es amar.

Debo este libro a aquellos y aquellas amantes de sophía que me que han ayudado a parir estas páginas. A la UBA, a la Facultad de Filosofía y Letras y a los amantes de la sabiduría que me han formado y acompañado, gracias.