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3 El vínculo social

Samanta Denia Wankiewicz

En 1930 Freud escribe la idea de que la cultura es un proceso al servicio de Eros que busca reunir a los individuos aislados, logrando su cometido a través del establecimiento de una ligadura libidinal entre ellos. Pero también escribe que a este programa de la cultura se opone la pulsión agresiva natural de los seres humanos, la hostilidad de uno contra todos y de todos contra uno.

Toda relación social, plantea, tiene como base una rivalidad, que se transforma en lo contrario, es decir, los sentimientos sociales surgen de la coerción que se ejerce para vencer la rivalidad permanente entre los miembros de la generación joven; o como dice Freud, la de los herederos del asesinato del padre. Así vemos cómo el “amor social”, lejos de ser originario, es el resultado de una inversión de la relación de “odio”, al que le proporciona una salida. Por tanto, el “vínculo social” sirve para erotizar la agresividad, aunque se nutre de ella subterráneamente.

La presencia de esta inclinación agresiva en el ser humano actúa como un factor perturbador en la conformación de nuestros vínculos con el prójimo; a raíz de esto, la sociedad se encuentra bajo una permanente amenaza de disolución, por lo que la cultura debe movilizarlo todo para limitar esas pulsiones y lo hace a través de formaciones psíquicas reactivas, destina métodos que nos impulsan hacia identificaciones y vínculos amorosos de meta inhibida, que ponen límites a la vida sexual y que instauran, entre otros, el mandato ideal de amar al prójimo como a sí mismo, que se enarbola por no haber nada que contraríe más a la naturaleza humana (Freud, 1930).

Para Freud, la masa puede mantenerse cohesionada bajo la existencia de un Ideal del yo común para todos los miembros del grupo, que opera bajo la figura de un líder al que todos aman y con el cual se identifican. Se da una doble ligadura libidinal, por un lado la de todos los miembros con éste, y por otro, de los miembros entre sí, lo cual es posible gracias a este aspecto que todos comparten: el amor y la identificación con el líder.

La existencia de un grupo con el que se estrechan lazos al producirse identificaciones permite que la inclinación agresiva se mantenga fuera del mismo, “siempre es posible ligar en el amor a una multitud mayor de seres humanos, con tal que otros queden fuera para manifestarles la agresión” (Freud, 1930: 111). De este modo observamos que una lógica estructurante, constituyente del grupo, es la presencia de un elemento extraño al mismo. A esta hostilidad, dirigida a aquellos ajenos al propio grupo le llamó “narcisismo de las pequeñas diferencias” (Idem). Freud ve aquí una salida cómoda e inofensiva de la inclinación agresiva.

Resulta interesante, en relación a este planteo, analizar e identificar en cada contexto con qué significantes, con qué rasgos del discurso social se constituye eso “extraño” que queda por fuera.

Ahora bien, en relación a la cohesión grupal, cuando el líder se ausenta las cosas cambian al interior del grupo, la ligazón entre los miembros se rompe, quedando sólo una enorme angustia sin sentido. Es este aspecto el que podemos vislumbrar en la época actual teniendo en cuenta la transición y momento crítico por el que está atravesando la antigua noción de autoridad.

Se observa hoy un debilitamiento de las instituciones que deviene en un debilitamiento de los lazos sociales y de los ideales. Por lo tanto, la institución escolar se ve también atravesada por estos cambios sociales pudiendo pensar a la irrupción actual de la violencia en este ámbito como una consecuencia de esta crisis, “no hay nadie que ocupe, según la interpretación freudiana, el lugar del Ideal del yo y cohesione entre sí a los sujetos involucrados” (Baldini y Bonfante, 2011: 104).

Nos encontramos frente a un momento histórico con las características de la hipermodernidad, donde el consumo ocupa el lugar de ideal, dejando al sujeto solo con el objeto de consumo, los individuos no se colectivizan como lo podrían hacer frente a un determinado Ideal, se fragmenta el vínculo, se fractura el lazo social, por lo tanto la relación entre Eros y Thánatos también cambia.

Goldenberg (2008) escribe “la relación de identificación con un líder o un significante del ideal o un ideal en común eso hace masa” (58).

Bauman (2005) considera que una característica de la época, es la construcción de vínculos frágiles entre seres humanos. Observa que existe una reticencia al establecimiento de relaciones largas por el compromiso que las mismas implican. Los vínculos duraderos oprimen, se presentan como productores de una dependencia paralizante. A pesar de esto, observa la paradoja de la presencia de una gran avidez por estrechar lazos, aunque éstos no puedan permanecer en el tiempo.

Hoy, con las nuevas tecnologías, las relaciones cara a cara, dadas en un encuentro físico con el semejante se ven reemplazadas por las relaciones virtuales, aparece el término “conexión”, sustituyendo al de “relación”. De una conexión virtual se puede entrar y salir fácilmente; puede ser disuelta sin mayores consecuencias por su condición de virtual, por lo que Bauman (2005) considera que un rasgo que puede presentarse en algunas de las relaciones humanas de hoy es la capacidad de construir y disolver vínculos, sin quedar, en ciertos casos, con heridas profundas. Lo cual puede conducir a que la desunión en las relaciones supere a la composición de las mismas.

En todo vínculo humano se presentan rasgos de dependencia: primariamente el ser humano depende de Otro para constituirse como sujeto; al mismo tiempo, como plantea Ons (2006), también se precisa de un Otro en falta que sostenga un deseo que permita al sujeto alojarse en él.

Hoy en día, el capitalismo, como plantea Sennett (2000), trata a la dependencia como un aspecto vergonzoso de la condición humana, lo cual da como resultado que no se promuevan vínculos fuertes. La pregunta “¿quién me necesita?” se transforma con el capitalismo moderno. El sistema irradia indiferencia en tanto no hay razón para ser necesitado. Lo hace a través de la reestructuración de instituciones en las que la gente es tratada como prescindible. Esto acarrea que una persona experimente sensaciones de ser poco importante o necesario para los demás.

Es interesante pensar estas cuestiones en el mundo de las relaciones que acontecen entre docentes en una escuela y con los adultos que comparten junto a los docentes el cuidado de los niños.

Por otra parte, sabemos que la existencia de una comunidad, el establecimiento de lazos entre sus miembros, precisa de la construcción y respeto de un contrato social que establezca una regulación de esa convivencia. Kiel (2006) manifiesta que existen períodos de estabilidad en los que este contrato es reconocido y respetado por la gran mayoría, transmitiéndose de generación en generación sin mayores dificultades, pero existen otros momentos, como los actuales, en los que este pacto deja de ser reconocido y respetado, cuestionándose sus contenidos. En relación a esto, podríamos preguntarnos si existe alguna conexión entre esta nueva modalidad de establecimiento de lazos, caracterizados por su fragilidad y fácil ruptura, con las dificultades de la actualidad para reconocer, respetar e incluso construir un contrato social.

La conmoción del contrato social, explica Zelmanovich (2003), se ve reflejada en la sociedad cuando se transgreden normas elementales, se producen manifestaciones de abuso y se cometen actos corruptos. Esta situación impacta fuertemente en los más jóvenes que se hallan desprotegidos de propósitos y expuestos a una violencia sin sentido de la cual terminan por apropiarse.

Todos estos elementos de la época deben ser considerados al momento de ubicar los emergentes sintomáticos de un determinado momento histórico, ya que todo sujeto es el resultado tanto de una historia individual como social.

Bibliografía

Baldini, G.; Bonfante, M. (2011). “Una travesía por la noción de autoridad”. En Goldemberg, M. (comp.), Violencia en las escuelas. Buenos Aires, Argentina. Grama Ediciones.

Bauman, Z. (2005). Amor líquido. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. (Trad.: Mirta Rosenberg y Javier Arambide).

Castro, M. P.; Lamota, V. y Carraro, I. (2011). “Adolescencia en la hipermodernidad”. En Goldemberg, M. (comp.), Violencia en las escuelas. Buenos Aires, Argentina. Grama Ediciones.

Freud, S. (1930 -[1929]). “El malestar en la cultura”. Obras completas, Vol. XXI (2001). Buenos Aires. Amorrortu.

Goldenberg, M. (2008). “Lazo social y violencia”. En Observatorio Argentino de violencia en las escuelas. Cátedra abierta: Aportes para pensar la violencia en las escuelas. Buenos Aires. Ministerio de Educación de la Nación.

Lacan, J. (1948). La agresividad en psicoanálisis. Escritos I. (2003). Buenos Aires. Siglo Veintiuno.

Lacan, J. (1949). El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. Escritos I. (2003). Buenos Aires. Siglo Veintiuno.

Núñez, V. (2005). “El vínculo educativo”. En Tizio, H. (coord.). Reinventar el vínculo educativo: aportaciones de la Pedagogía Social y del Psicoanálisis. Barcelona, España. Editorial Gedisa.

Ons, S. (2009). Violencia/s. Buenos Aires. Paidós.

Zelmanovich, P. (2003). “Contra el desamparo”. En Dussel, I. y Finocchio, S. (comp.). Enseñar Hoy. Una introducción a la Educación en tiempos de crisis. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.



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