Norma Alicia Sierra
Introducción
Comenzaremos por situar las manifestaciones sintomáticas que se observan en la actualidad en los niños y adolescentes, como son los problemas relacionados con el aburrimiento, las compulsiones, las adicciones, las violencias, entre otros. El punto de referencia del que partimos es el concepto de síntoma, y a partir de allí, la articulación que propone el Psicoanálisis entre pulsión y síntoma, como así también entre el síntoma y el malestar en la cultura de cada época. Esto implica inscribir el síntoma en el lazo social en el cual se manifiesta ubicando así su envoltura formal.
Partimos de la definición que Freud (1917) nos ofrece sobre el síntoma en sus “Lecciones Introductorias al Psicoanálisis”:
El síntoma se forma como sustitución de algo que no ha conseguido manifestarse al exterior. Ciertos procesos psíquicos que hubieran debido desarrollarse normalmente hasta llegar a la conciencia, han visto interrumpido o perturbado su curso por una causa cualquiera, y obligados a permanecer inconscientes, han dado, en cambio, origen al síntoma (1917: 2297).
De esta definición podemos extraer una idea general sobre la formación del síntoma como sustitución simbólica, donde algo que concierne a la pulsión es transformado en otra cosa, que para el sujeto tiene una significación alejada de lo que le dio origen, a través de la cual alcanza la conciencia de manera deformada.
Más adelante, en la Conferencia 23 “Vías de formación de síntomas” (1917) aclara este mecanismo:
De los síntomas neuróticos sabemos ya que son efecto de un conflicto surgido en derredor de un nuevo modo de satisfacción de la libido. Las dos fuerzas opuestas se reúnen de nuevo en el síntoma, reconciliándose, por decirlo así, mediante la transacción constituida por la formación de síntomas, siendo esta doble sustentación de los mismos lo que nos explica su capacidad de resistencia. Sabemos también que una de las dos fuerzas en conflicto es la libido insatisfecha, alejada de la realidad y obligada a buscar nuevos modos de satisfacción. Cuando ni aun sacrificando su primer objeto y mostrándose dispuesta a sustituirlo por otro logra la libido vencer la oposición de la realidad, recurrirá, en último término, a la regresión y buscará su satisfacción en organizaciones anteriores y en objetos abandonados en el curso de su desarrollo. Lo que la atrae por el camino de la regresión son las fijaciones que fue dejando en sus diversos estadios evolutivos (1917: 2346).
Quedan definidas de este modo dos vertientes del síntoma, una que tiene que ver con la satisfacción pulsional por medio de la transacción que implica desviar los caminos para su logro, y otra que implica el simbolismo propio del síntoma.
Esta doble vertiente conducirá a Lacan a precisar la concepción psicoanalítica sobre el síntoma, ubicando su envoltura formal y su núcleo real de goce, es decir el síntoma como mensaje a descifrar, y el síntoma como un modo de goce en sí mismo. También sitúa en esta doble vertiente lo que cambia según la época, es decir su envoltura formal y lo que no cambia, lo que se mantiene constante, que es lo pulsional encerrado en dicha envoltura formal.
Para su formación, el síntoma toma elementos de su contexto, constituyéndose en un medio del que dispone el sujeto para particularizarse en su lazo al Otro. Esta articulación entre el síntoma y lo social ha sido ampliamente desarrollada por Miller (2005) al explicar la perspectiva lacaniana según la cual la pulsión encuentra en el Otro un camino para su satisfacción:
la pulsión misma empuja al campo del Otro, donde encuentra los semblantes necesarios para mantener su autoerotismo. El campo del Otro se extiende hasta el campo de la cultura, como espacio donde se inventan los semblantes, los modos de gozar, que son formas de satisfacer la pulsión. Como estos son por supuesto móviles, se establece cierto relativismo. En el nivel de un sujeto están marcados por cierta inercia, y por eso aceptamos inscribir el síntoma de un sujeto en el registro de lo real (2005: 386).
Esta forma de entender la relación del sujeto con lo social nos permite leer los distintos modos de presentación de los síntomas en relación al malestar en la cultura de cada época, a partir de la interrogación de los significantes amo que prevalecen en la actualidad, de los ideales imperantes, de los mandatos sociales, en síntesis, todo aquello que conforma el discurso del Otro social respecto del cual los sujetos toman los elementos formales con los cuales constituyen sus síntomas.
Es a partir de estas consideraciones que podemos situar los síntomas que se despliegan en el interior de la escuela, desde la perspectiva de los síntomas sociales, como efecto de las tramas vinculares que se dan en su seno, configuradas por las subjetividades de la época.
A su vez, las nuevas configuraciones subjetivas producen efectos en el ámbito educativo, generando diferentes formas de malestar. Con respecto al contexto educativo en el cual se manifiestan, tomamos como punto de partida el concepto de vínculo educativo, entendido como una interrelación entre el docente, el alumno y el conocimiento, atravesado por múltiples determinaciones.
Violeta Nuñez (2005) da cuenta de la complejidad del vínculo educativo, partiendo de la idea herbartiana sobre el trabajo educativo, diferenciando entre el sujeto de la educación, el agente educativo y los contenidos de la educación. De acuerdo a la autora, el vínculo educativo debe ser analizado desde sus tres componentes y las relaciones que se establecen entre sí.
El primer elemento es el sujeto de la educación, el cual:
debe disponerse al arduo trabajo civilizatorio. Esto es, debe consentir o admitir una cierta violencia o coacción pedagógica: ha de separarse de lo instintual; limitar las apetencias; constreñir el capricho; para canalizarlos en la dirección y maneras que cada cultura establece (2005: 28).
El segundo elemento es el agente de la educación, cuya función es transmitir el patrimonio cultural existente a las nuevas generaciones, para lo cual debe ejercer una violencia simbólica que arranque al sujeto de la apetencia conocida y lanzarlo al mundo amplio, a través del acceso a las claves de la cultura. Teniendo en cuenta los desarrollos freudianos sobre el acceso del sujeto a la cultura, la función civilizadora de la educación es coextensiva a la función instructiva, es decir a la enseñanza de contenidos, de los conocimientos escolarizados. Por lo tanto, no se trata de que el docente intervenga directamente sobre el niño y su subjetividad, sino que sepa establecer un vínculo educativo en el cual se ponga en juego su deseo de enseñar, que ofrezca recursos culturales para que el alumno realice la ardua tarea anteriormente planteada.
El tercer elemento lo constituyen los bienes culturales que son seleccionados para su transmisión de acuerdo a la época, y “cuya transmisión garantiza el acceso de los recién llegados a la cultura en un sentido plural, a la circulación social en un sentido amplio” (Nuñez, 2005: 29). En efecto, los contenidos son los que median y articulan al sujeto de la educación con el agente de la educación. No hay una relación directa entre alumno y docente, sino que ésta es mediada por el conocimiento. Cuando esta mediación desaparece se produce un desplazamiento y declive de la función educativa.
La pregunta que se introduce es acerca de cómo inciden las nuevas formas del síntoma en el vínculo educativo en la escuela actual.
Repensar el vínculo educativo desde los aportes del Psicoanálisis
El vínculo educativo, de acuerdo a las conceptualizaciones aportadas hasta aquí, implica la relación que se establece entre el docente, el alumno y el conocimiento, el cual está atravesado por distintas variables; desde cuestiones sociales en sentido amplio hasta las cuestiones más singulares, que remiten a la subjetividad de cada uno, tanto de los alumnos como de los docentes.
Ubicamos como eje de análisis dos conceptos psicoanalíticos, el síntoma y la pulsión, para indagar el modo en que éstos se articulan en la actualidad en aquellas manifestaciones sintomáticas que producen un malestar muy característico de la época en que vivimos, inherente a lo que podríamos llamar cierta desregulación del cuerpo y por lo tanto del sujeto respecto al lazo social, a su manera de vincularse a lo social.
Podríamos decir que en la escuela del siglo XX, el niño aceptaba ciertas reglas sociales que marcaban su cuerpo y su modo de relación con el Otro y con los objetos, cediendo una parte de sí para consentir al vínculo educativo. Esto se producía a través de la imposición de ciertas reglas por medio de la autoridad sostenida por el docente. Un ejemplo de esto es la demanda al niño de permanecer sentado detrás de un pupitre por cierta cantidad de tiempo, como condición para la tarea escolar. Esta lógica educativa actualmente va dejando de tener operatividad en las escuelas. Con esto no queremos decir que estemos de acuerdo con los métodos utilizados tradicionalmente, no pretendemos hacer juicios de valor que nos alejarían del eje que queremos analizar. Lo que nos interesa resaltar ahora es que en su contexto cumplían con cierta operatividad, pero que debido a los cambios sociales, a las subjetividades de nuestra época, tales métodos ya no logran alcanzar el consentimiento del alumno para el aprendizaje. La escuela sin embargo no deja de pretender hacerlos funcionar, confrontándose a su propio fracaso.
Esos métodos se enmarcaban en un modo de normativizar la entrada del niño en el espacio escolar. Seguramente la mayoría reconocemos que fue la modalidad con que aprendimos cierto marco de conducta, de aquello que se esperaba que hiciéramos para entrar en la sociedad, más allá de los límites del hogar. ¿Qué es lo primero que solemos percibir en la actualidad al entrar a las aulas? Niños correteando, deambulando, cuerpos inquietos, escasez de juego, adultos impotentes para encauzar dicha energía infantil hacia el aprendizaje.
Proponemos leer esta situación como síntoma, en tanto es algo que para el propio sujeto produce un malestar, que concierne a su cuerpo, a una energía no controlable que desde el Psicoanálisis se llama pulsión.
En sentido general, los síntomas son todo aquello que “no anda”, que muestra que lo establecido para un sujeto, para una institución, o incluso para un orden social se encuentra en cierto modo perturbado, enloquecido, sin respuesta conocida para resolverlo.
A su vez, es necesario tener en cuenta que el síntoma se inscribe en el lazo social en el cual se manifiesta, toma la “forma” del marco cultural, del Otro[2]. Si bien la estructura general de toda formación sintomática puede ser igual en todas las épocas, es decir que hay ciertas coordenadas que nos permiten entender cómo es que se constituye un síntoma ―remitimos al lector a las definiciones freudianas expuestas―, éste va a formarse tomando elementos de la cultura. Ciertos significantes, modelos, ideales, a través de los cuales se manifiesta.
Freud planteaba que un síntoma es una formación sustitutiva de un conflicto inconsciente. Para el sujeto hay satisfacciones que están marcadas por lo imposible, lo prohibido, y por lo tanto reprimidas, pero que de todos modos buscarán exteriorizarse a través de mecanismos inconscientes de sustitución. Para manifestarse, deberán poder sustituirse en alguna forma de satisfacción relativamente permitida, y entonces el impulso reprimido tiene que valerse de un simbolismo, encontrado por cada sujeto en el Otro.
Los impulsos reprimidos encuentran una exteriorización a través de la utilización de “otros ropajes”, conformando lo que se denomina “envoltura formal del síntoma”. Es decir que bajo ciertas circunstancias, el sujeto no puede admitir algún tipo de satisfacción “pulsional” de manera directa. Se produce entonces una sustitución de ese camino de satisfacción por otro, un poco más complejo, más indirecto, constituyendo un síntoma, o podríamos decir un arreglo sintomático del sujeto con lo reprimido.
El síntoma tiene una parte que no se modifica en su relación a lo social, a la época; y otra que sí es variable. Retomemos entonces ambas vertientes del síntoma para luego pensar sobre la manera de presentación de aquellos que se manifiestan en el escenario escolar actual.
Una vertiente del síntoma tiene que ver con una moción pulsional, algo del orden de lo reprimido, que no puede ser admitido por el sujeto. Este aspecto estructural del síntoma no cambia con la época; eso funciona de ese modo, siempre así. Estamos haciendo referencia a la relación entre síntoma y pulsión. La pulsión, concepto psicoanalítico que Freud forja para diferenciar la vida anímica del ser humano como diferente del animal. Este último está guiado por instintos que siguen un único y mismo camino, con objetos de satisfacción ya predeterminados e inamovibles. La pulsión, por el contrario, puede ligarse a diferentes objetos y es una fuerza constante que busca siempre su satisfacción, no renuncia, a lo sumo podrá encontrar modos sustitutivos de satisfacerse.
Otra vertiente del síntoma, su envoltura formal, el simbolismo que adquiere cada síntoma en particular, la forma que toma el modo sustitutivo en que eso reprimido se va a tratar de satisfacer, sí cambia según la época, porque el material significante que toma para expresarse es el que cada sujeto encuentra en el Otro social.
Por lo tanto, si bien la estructura del síntoma no cambia, éstos van adquiriendo formas distintas según la época; es su parte variable.
Nuestra época se caracteriza por la debilidad respecto de ese Otro que ofrece el marco simbólico para colaborar con la elaboración psíquica, subjetiva que cada uno debe hacer para forjar su lazo social. Es decir, para poder renunciar a la satisfacción inmediata de lo pulsional, acceder a cierta regulación, a cierto régimen que permita elaborar alguna manera singular de obtener por medio de ese camino, una posibilidad de vínculo social al mismo tiempo que alguna forma de satisfacción.
Lo que se acaba de plantear estaría en relación con las pulsiones, con la búsqueda de modos de satisfacción, de la formación de síntomas que concierne a lo más singular que hay en cada uno, al modo en que cada sujeto transitó el proceso de constitución subjetiva. Pero hay que pensar que, a su vez, los síntomas de cada uno también se ponen en juego en los vínculos sociales. En las relaciones de amistad, de pareja, en las instituciones, en cualquier circunstancia de encuentro con otros.
Entonces, si pasamos de ese nivel de singularidad a algo más general, que sería cómo se manifiesta en el encuentro con los otros eso que tiene que ver con el síntoma de cada uno, nos encontramos con problemas que son inherentes al vínculo social. Es allí donde proponemos interrogar los problemas a partir de estas nociones, con estas herramientas teóricas y clínicas. Por lo tanto, se podría decir que se trata de ubicar los problemas que se presentan en el vínculo educativo a partir del encuentro, de la interface, entre el discurso analítico y el discurso educativo.
Nos interesa la indagación acerca de los modos en que los síntomas se presentan y toman forma en las instituciones educativas y el modo en que las mismas leen e intervienen respecto a dichos síntomas. Para esto es necesario, por un lado, tener en cuenta esta vertiente más simbólica, más social del síntoma, pero no sería posible sin abordarlo desde una perspectiva singular, del caso por caso.
Esto implica precisar los efectos subjetivos de la interacción entre las prácticas institucionales por un lado, y el discurso psicoanalítico por el otro. No se trata de una psicología social ni de una sociología, sino de centrarnos en el mismo discurso psicoanalítico para establecer un diálogo con los modos de funcionamiento de otros discursos.
Con respecto a las prácticas en la institución educativa, trabajamos sobre algunas consideraciones conceptuales como puede ser la transferencia, la relación del sujeto con el saber, como también algunas experiencias prácticas, para pensar de qué manera es que las mismas pueden orientarse a partir del psicoanálisis.
Algunos puntos para explorar los lugares de encuentro y desencuentro entre el discurso psicoanalítico y el educativo son:
1- Lo irreductible del síntoma al lazo social.
2- ¿Cómo hacer escuchar el síntoma en la institución?
3- Los efectos de angustia ante la pretensión universalizante de los protocolos y clasificaciones.
4- Las salidas singulares al malestar frente a las identificaciones segregativas.
Lo que proponemos es:
-Explorar la fecundidad de los impasses del discurso del amo frente a lo intratable del síntoma.
-Examinar el lugar que las instituciones pueden dejar a la singularidad, al trabajo con el “uno por uno” tanto del caso como del practicante.
-Producir un efecto de amor a la singularidad en un momento de la civilización en el que esa singularidad está ocupada por el individualismo.
-Capacidad del Psicoanálisis de producir efectos de discurso haciendo escuchar la resonancia de los efectos de resistencia del síntoma a su tratamiento institucional.
Bibliografía
Freud, S. (1917). Lecciones introductorias al Psicoanálisis, en Obras Completas, Tomo II. (1973) Madrid, España. Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1932). ¿Por qué la guerra?, en Obras Completas. Vol. XX. (1992). Buenos Aires. Amorrortu.
Freud, S. (1908). Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad, en Obras Completas. Vol. IX. (1992). Buenos Aires. Amorrortu.
Freud, S. (1925-1926). Inhibición, síntoma y angustia, en Obras Completas Vol. XX. (1992). Buenos Aires. Amorrortu.
Freud, S. (1915). Pulsiones y sus destinos, en Obras Completas. Vol. XIV. (1992). Buenos Aires. Amorrortu.
Freud, S. (1905). Tres ensayos de Teoría Sexual, en Obras Completas. Vol. VII (1992). Buenos Aires. Amorrortu.
Ramírez Ortiz, M. (2008). Siempre hemos sido agresivos, pero han variado las formas de expresión. Santa Fe, Argentina.
Tizio, H.; Núñez, V. y otros (2005). Reinventar el vínculo educativo: aportaciones de la pedagogía Social y del Psicoanálisis. Barcelona, España. Ediciones Gedisa.
Zelmanovich, P. (2003). “Contra el desamparo”, en Enseñar hoy. Una introducción a la educación en tiempos de crisis. Dussel, I. y Finocchio, S. (comps.). Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.
- El texto contiene la propuesta y la primera clase del Seminario de Extensión Universitaria: “Las formas del síntoma en la escuela actual: aportes desde el psicoanálisis para repensar el vínculo educativo”, organizado desde el Proyecto de Investigación “Educación y Psicoanálisis: Consecuencias en el vínculo educativo de las formas del síntoma que se presentan en los niños en la época actual”, PROIPRO 4-2212, COD 22 H/ 250. Dictado en 2013 en la Universidad Nacional de San Luis.↵
- Otro: término tomado de la teoría de Jacques Lacan, que hace referencia al orden simbólico que antecede al sujeto y en el cual éste se constituye. El Otro se refiere a una otredad que existe más allá del sujeto, como portador de la ley y del lenguaje, y hace referencia a lo simbólico. Es el tesoro de los significantes, esa entidad de la que cada sujeto particularmente recibe o atrapa los significantes. Un sujeto tan solo puede encarnar ese lugar para otro sujeto, y es en ese lugar que la palabra se constituye. En tanto que el gran Otro hace aparecer por un lado al sujeto dividido por el significante, y por el otro, a su ser descartado, o sea objeto.
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