De los tipos de representaciones a la diversidad de lógicas
1. Tipos de representaciones
Después de describir las representaciones de los agentes en el marco de las experiencias programáticas a las que están relacionados, podemos señalar dos aspectos, por un lado la diversidad de perspectivas a observar, y por otro la existencia de similitudes y diferencias. Apreciaciones que nos permiten avanzar en la construcción de una tipología que contribuya a conocer más sobre sus representaciones. Los ejes centrales de esta tipología son la caracterización y/o comprensión sobre las personas pobres y la pobreza, sobre las causas y las posibles formas de “superación” y las acciones o intervenciones realizadas, pensadas o deseadas por estos agentes. En base a los ejes presentamos tres tipos de representaciones, institucionales transformadoras, institucionales tradicionales y esencialistas, distinguiendo y analizando matices al interior de estos tipos.
1.1. Representaciones institucionales transformadoras: el valor de la experiencia y la interacción
Varios elementos son centrales y comunes en las representaciones que llamamos “institucionales transformadoras”: el valor de la experiencia, la apelación a la igualdad, la comprensión estructural de las causas de la pobreza, y la necesidad de políticas que combinen como actores al Estado, a las organizaciones y a las personas en situación de pobreza. Al interior de este tipo podemos observar acentos en algunos aspectos de la experiencia de esta comprensión de la pobreza y de las acciones necesarias en relación a la misma.
Los agentes con estas representaciones, como dijimos, dan fundamental importancia y valor a la “experiencia”, resaltan lo vivencial, el contacto directo con las personas con las que trabajan a través de los programas. Las vivencias son elaboradas, recortadas, reinterpretadas y visualizadas como elementos que modifican la vida personal e influyen en la trayectoria laboral. Si bien varios de ellos trabajan en el diseño de programas, esto no los mantiene alejados del “trabajo en terreno”, tienen también intervenciones directas con las personas en situación de pobreza. Para algunos de los agentes institucional transformadores el trabajo con las personas relacionadas al programa es una experiencia totalmente impregnada de los propios sentimientos y afectividad, siendo relevante el contacto personal y el “poner el cuerpo”. El cuerpo aparece comprometido en las prácticas, afectado, conmocionado por los otros, por él pasan emociones, tensiones y dolores, hasta enfermarse después de “intervenciones fuertes”. Se habla también de “encontrarse” con el “otro” y del placer que implica este encuentro y el percibir que “sirve” lo que se hace, relacionándose con el sentirse vivo. Cobra paralelamente centralidad el “ponerse en el lugar del otro” y desde ahí interpretar y comprender sus acciones, una de las características de ese lugar “del otro” es el dolor, que parece no ser ajeno, sino ser vivido como propio.
El tema de pensar lo que pasa y encontrarse con las personas, y poder ponerse en el lugar del otro, en algún momento hay que hacerlo, en su dolor, yo en este lugar, lo que le pasa a esta persona o a esta comunidad, me pasaría lo mismo, haría lo mismo, buscaría lo mismo, de la misma manera, ponerse un poco en la camiseta del dolor del otro […] en un momento dado cuando pasó eso le dije a mi compañera: no puedo mover los brazos, dura quedé, me dolían los brazos y las piernas de la fuerte emoción […] a mi particularmente me gusta y siento mucho placer de participar en estas cuestiones, es como que me siento como viva, aunque quede, en algunos casos también enferma, no? De agarrarme gripe, o algún otro malestar y tener que estar dos o tres días en cama después de alguna intervención fuerte, afecta la salud, afecta la salud, pero cuando uno cree que por lo menos esa es la idea que tengo, de que en algo sirvió, pero no porque sirvió porque yo hice, yo vi o yo pude, porque en realidad en ese barco que uno va no va solo, va con ellos. (N6)
Podemos observar un proceso de reflexión sobre las vivencias, sobre las repercusiones en el cuerpo y sobre los impactos a nivel personal. Soldano (2002) distingue entre vivencias y experiencias, las vivencias no tendrían mayor significado, sí cuando se puede aplicar sobre ellas un acto de reflexión, reconocimiento e identificación[1]. Si bien esto es discutible, en tanto una vivencia puede tener en sí misma un significado, y un impacto sobre la persona, no mediado por un proceso reflexivo, sin embargo, seguramente, el acto de reflexión sobre la misma suma algunos elementos y le da otra envergadura, marcando cursos de acción diferentes. Estos agentes muestran un proceso constante de reflexión y, como dijimos, dicho proceso tiene implicancias en la vida personal y en las prácticas profesionales. Siguiendo a Schutz (1993) podemos argumentar que “explicando” la experiencia, “interpretándola”, la vivencia es dotada de significado, y que los agentes institucional transformadores a través de la reflexión sobre su relación con personas en situación de pobreza, dotan de significado estas vivencias y dan centralidad a sus experiencias.
Uno de los elementos que definen a las representaciones “institucionales transformadoras” es la apelación al valor de la igualdad, los agentes consideran que todos somos esencialmente iguales, viviendo situaciones diferentes, anteponen la palabra persona a la palabra pobres, asignación que aunque parezca un dato menor, en este contexto convalida la visión de la igualdad esencial de las personas, al resaltar primeramente el elemento que define esa igualdad y posteriormente el que muestra la desigualdad. Remarcan así que el trabajo que realizan es con “personas en situación de pobreza” y no con “pobres”, no hablando entonces de beneficiarios. Afirman que todos tenemos necesidades, posibilidades y potencialidades y desde este elemento común nace la necesidad y la posibilidad de encuentro y de mutua transformación. Podríamos retomar acá, varias consideraciones de Vasilachis (2003a) a las que nos referimos en los primeros capítulos del trabajo, en cuanto a que frecuentemente y en diversos espacios la pobreza se define por la desigualdad y la carencia, ocultando los procesos que la producen, y desligando responsabilidades en los mismos, sucediendo lo contrario aquí. Paralelamente, podemos pensar también que se cuestiona el concepto de “cultura de la pobreza”, punto que desarrollaremos posteriormente, al poner el acento en la persona, en la heterogeneidad y en que todos tenemos algo para dar, desde donde podríamos llegar a leer la producción en relación a una posición.
Yo fui con una actitud a trabajar con personas, no con pobres, eso lo tuve siempre, nunca trabajé con pobres, trabajé con personas este…que podían desarrollar todo su potencial, en lo que sí cambié es en la estrategia de intervención y de trabajo comunitario y de organización con la gente, en eso sí hice saltos cualitativos, no en mi posición con respecto de la pobreza, nunca consideré que la pobreza… que yo viera como algo externo, creo que…siempre trabajé con la persona que en su situación es pobre, pero mi trabajo era con la persona, en comunidad. (N5)
En estos agentes la persona en situación de pobreza no es definida desde la carencia sino desde lo que tiene, primeramente, su condición de persona, y después todo lo que tiene para dar, incluso para enseñar y hacer más persona a los que se relacionan con ellos, es visto como un par, del que se necesita para poder escribir el propio proyecto de vida. Todos, pobres y no pobres, tienen necesidades, aunque estas sean diferentes, lo que no relativiza la pobreza en sí, sino que al contrario, poniendo el acento en la igualdad hace más graves las situaciones de pobreza. Las personas no eligen ser pobres, el sistema produce y reproduce la pobreza, se hace hincapié en el “estar pobre” y no en el “ser pobre”, esta visión posibilita también cierta descristalización de la pobreza y la visualización de procesos. Pennacchi (1989) sostiene que la igualdad se reafirma como aspiración propia de la modernidad. Pero que se ha complicado de manera extraordinaria la definición social de la igualdad y la desigualdad, la definición de “lo que transforma una diferencia en desigualdad”. Para Sen (2000) bajo la potente retórica de la “igualdad del hombre” es preciso explicitar las diferencias, no solo de características externas como riqueza heredada, ambiente natural y social, sino también características personales, como sexo, edad y etnia, porque “ignorarlas puede ser profundamente desigual”, ya que esconde el hecho de que un empeño por todos exige un trato muy desigual a favor de los más desfavorecidos. Sin embargo consideramos que en la comprensión de la igualdad con la que relacionamos la “apelación a la igualdad” de los agentes institucional transformadores, no se ignoran este tipo de diferencias, ni se recurre a lo retórico, sino que cuando estas generan o implican desigualdad han intervenido procesos sociales, económicos y políticos, pero no tienen que ver con desigualdades esenciales, propias de las personas en situación de pobreza sino con los factores y procesos macro y estructurales, y así con los procesos relacionales.
Los agentes institucional transformadores hacen referencia a cambios de miradas a lo largo de la vida, enunciado que también muestra el proceso reflexivo del que hablamos, y un recorrido o trayectoria personal. Se insiste en relaciones de paridad, y en la necesidad de generar proyectos conjuntos, no solo en el sentido de “programas sociales”, sino de construcciones conjuntas nacidas del mutuo reconocimiento, del diálogo y de una mirada conjunta. La mirada parece entonces no ser externa, ajena o distante, sino desde la experiencia es una mirada compartida que modifica o transforma miradas previas, un conocimiento si se quiere comprendido como construcción conjunta (Vasilachis 2003a, Ameigeiras, 2002). Se considera necesario el involucramiento porque las potencialidades que todos tenemos pueden mutilarse al vivir situaciones de pobreza. Es interesante también en esta visión de la igualdad, el análisis de que no es que la persona en situación de pobreza, considerada comúnmente como excluido, tenga que llegar a situaciones vividas y pensadas por los agentes, a una “inclusión” desde la visión hegemónica, sino desde el encuentro pensar también proyectos distintos, situaciones diferentes.
En realidad yo también necesito ser ayudada por ese pobre, yo también tengo…, no tengo ese tipo de necesidades, ni económicas, y demás pero sí tengo otras falencias, yo necesito de ese otro, que está en esa situación, para poder escribir mi propio proyecto de vida, para poder ser persona, entonces ya es como una relación de mayor paridad, ha quitado un poco esta mirada de soberbia, y creo que surge la mirada de respeto y de entender al otro que está frente a mi y que tiene muchas cosas, muchísimas como para dar… como para enseñar, y en realidad el camino que se debe, que se debería seguir juntos es el de la construcción mutua, el diálogo, mirar juntos, poder mirar un proyecto conjunto, no el proyecto del pobre, para que llegue a mi situación, sino el proyecto de los dos para poder llegar a una situación deseada, que sea superadora de los que estamos en estas dos situaciones, incluidos, o aparentemente incluidos y los excluidos, los totalmente excluidos, es otra la mirada, ha cambiado muchísimo, obviamente. (N6)
En estos agentes se discute el concepto de “empoderamiento”, uno de los entrevistados vincula el término con una multiplicidad de títulos o estigmas que se imponen a la persona pobre, y manifiesta que esta estigmatización lo “supera”, observamos nuevamente, el involucramiento, las repercusiones en lo personal, y en lo físico, y por como está expresado podemos suponer que provoca también determinadas reacciones. El concepto de “empoderamiento” suele referirse, desde diversas posturas, a la toma de conciencia de personas “vulnerables” y “marginadas” sobre su subordinación, a la construcción de capacidades, al aumento de la confianza en sí mismas, a la organización autónoma para decidir sobre sus vidas y sobre el desarrollo que desean y a la movilización para identificar sus intereses y transformar las relaciones, estructuras e instituciones que les limitan y que perpetúan su subordinación[2]. Estos agentes consideran que al referirse a la “construcción de capacidades” se lo hace solo como una necesidad de las personas en situación de pobreza, suponiendo que no tienen estas capacidades, siendo contrariamente todos los sectores sociales los que tienen que trabajar en dicha construcción de capacidades. Volvemos a subrayar que en esta visión si bien no prevalece la imagen del pobre como indolente, está presente en tanto el pobre tiene capacidades que se han visto debilitadas por “el círculo vicioso de la pobreza”, pero el tema es qué capacidad determina la adquisición de la otra (Álvarez Leguizamón, 2001).
No estamos hablando de empoderar a las personas, empoderar a los pobres, de todos esos títulos que realmente a mi me superan, no estoy de acuerdo con esos títulos o con esos estigmas que se generan, me parece sí que hay que trabajar en un esquema de construcción de capacidades que abarcan a todos los sectores sociales. (N3)
Es interesante observar que los agentes institucional transformadores acentúan lo afectivo, el cuerpo, la experiencia, el diálogo y la igualdad, hacen referencia a su relación con el cristianismo, y específicamente con la Iglesia Católica, al menos en sus primeros acercamientos a las situaciones de pobreza. Así la explicitación de que “todos somos esencialmente humanos”, el concepto de “promoción humana”, clave en el Magisterio de la Iglesia en Latinoamérica, tal como hemos visto, y la insistencia en que esas potencialidades reconocidas también en las personas pobres pueden ser “mutiladas”, conducen o sirven de puertas para intervenir y participar en esa “promoción humana”. Se muestra cierta crítica a lo que se considera específicamente religioso, la catequesis, la evangelización, etc., y en paralelo estas otras comprensiones y/o reivindicaciones de la Iglesia Católica, son tomadas o vividas como las puertas a las que nos referimos, “yo me inserto por ahí”, inserción e intervención no en algo meramente eclesial pero sí desde algunas visiones compartidas. Cuando se habla de esta “mutilación” nos podemos preguntar si tiene o no esta visión algún punto de contacto con la falta de capacidades, sin embargo, parece ser diferente en tanto se parte de la igualdad y en el término mutilación intervendrían otros procesos, personas y situaciones, sobre las personas pobres.
Cuando yo entro en esto, entro a partir de una inclinación más de tipo religioso, el único espacio que teníamos los jóvenes para participar eran los grupos juveniles católicos y que eran muy de corte religioso, que sí había una contención de los jóvenes pero todas las actividades eran en torno a la catequesis, a la evangelización, y por ese lado, por el tema de la evangelización, por el tema de… la Iglesia también empezó a hablar de la promoción, lo venía hablando desde el año 60, pero a hablarlo más explícitamente, ya después del 84 el tema de la promoción humana, yo me inserto por ahí, por el tema de promover al hombre, con esta idea de que todos esencialmente somos humanos, todos esencialmente tenemos posibilidades, tenemos potencialidades, y que había que intervenir lo antes posible para evitar que esas potencialidades se mutilen. (N6)
Una de las varias diferencias con otros tipos de agentes es el reconocimiento y la valoración de los elementos subjetivos de los considerados como “técnicos”, el valor de lo político y de lo afectivo, atravesando y siendo parte de las relaciones vinculares y de las prácticas y las acciones. Se afirma que resaltar intervenciones “académicas” desligadas de lo político y lo afectivo es también una toma de posición, que la objetividad, o la supuesta objetividad, es un elemento de control social. Se pone así en cuestión el concepto de “técnicos” de los que participan en la Política Social, instaurado o fortalecido por el neoliberalismo, y que como ya sostuvimos Grassi (2003b) vincula con la escisión entre la economía y lo socio político, propios del sistema, en el que los técnicos son investidos de la objetividad del saber y distanciados de los “intereses políticos”, lo que permitiría tomar medidas más ajustadas y no motivadas por intereses de poder. Contrariamente entonces a estos postulados neoliberales, para los agentes institucional transformadores los atravesamientos de lo político, lo afectivo, etc. y el compromiso, son factores importantes que optimizan la posibilidad de cambiar situaciones y de cambiar al Estado.
Sí, sí, hay personas que se abstienen no solo de lo político sino de lo afectivo y yo creo que la actividad política tiene que tener no solo una consolidada plataforma política sino que tiene que generar espacios de vinculación, esto es fundamental, en cuanto más el técnico comprometido afectivamente con sus compañeros, con la gente, con los proyectos, no que los haga personales, no se trata de hacerlos personales, sino de hacerlos vinculares y de que esos vínculos sean afectivos porque optimizan la posibilidad de cambiar el Estado, de que el Estado no sea solamente, digamos, una intervención académica, sino que sea una intervención integral, porque lo académico no está reñido con lo popular, me parece que estamos todos atravesados por lo subjetivo, aunque vos quieras abstenerte en lo político y en lo afectivo, ya en la abstención hay una posición subjetiva, y yo creo que no hay que abstenerse políticamente, afectivamente y espiritualmente, creo que abstenerse en las intervenciones y ser tan inocuo o tan neutro no optimiza tu intervención en colaborar con la organización. (N5)
No se puede hacer una división entre lo técnico y lo político, esto, la institución, el ministerio, está atravesado por las políticas de este gobierno, los perfiles, son perfiles técnico políticos. Yo no lo veo como una cuestión tecnocrática, de un tipo que sabe y se sienta en una máquina y te pueda definir o te pueda diseñar el mejor plan. La objetividad también es un elemento de control social, porque depende quién te defina qué es objetivo y que no es objetivo, la persona que está ejerciendo el poder en ese esquema para poder diseñar la política e implementarla, porque todo tiene objetivos y fines. (N3)
Tanto en el “ponerse en el lugar del otro”, “encontrarse”, “vincularse”, “poner el cuerpo”, no abstenerse de lo político y lo afectivo, y en este poner en cuestión la posición de intervenir solo desde lo académico, desde lo “técnico”, podemos observar que en los agentes institucional transformadores no está escindido lo económico de lo socio político. Paralelamente es débil o no existe la frontera “vida personal” / “vida profesional”, no se reconocen ni se presentan como técnicos ni como objetivos, sino que, desde sus representaciones, creencias, ideología, y posición se involucran con otros para buscar transformaciones. Ellos resaltan el aprendizaje con la gente en el trabajo de campo, este aprendizaje es puesto al mismo nivel o por encima de la formación académica y es a través del contacto que perciben e identifican transformaciones personales, y transformación de las propias representaciones. Resaltamos también como elemento que los diferencia marcadamente de otro tipo de agentes, el comprender el conocimiento como construcción conjunta con las personas en situación de pobreza, restando protagonismo a la posición de “profesional” y “agente de la Política Social”, elemento que refuerza esta visión de igualdad a la que apelan.
Yo te cuento mi experiencia, la formación teórica, me la dio la gente, yo no hice posgrado en esto, yo fui aprendiendo con la gente […]yo creo que en el 100% de nosotros, cada uno en forma distinta, porque somos personas diferentes, con formaciones diferente y con trayectorias y la forma personal de uno y la historia personal de uno y la ideología y la formación que cada uno tiene influye, pero yo te diría que en la Dirección cuando van a territorio vuelven cambiados, porque van con la ideología de un diseño, de un papel y después se encuentran con la gente y pueden hacer asistencia técnica del diseño pero vuelven cambiados, porque justamente hay una intencionalidad de que la gente sea protagonista de su proyecto, se haga cargo de su proyecto y sea autosustentable su proyecto y que sepa gestionar, en los distintos niveles de gestión que se pueda tener. (N5)
Tener un contacto directo con las realidades sociales te hace pensar, uno aprende no solo como profesional sino primero como hombre, como ser humano aprende esa esencia de cuál es o de cómo captar esa realidad social para poder transformar, me parece que es una condición para poder implementar políticas sociales, esto desde mi punto de vista, esto ya es personal. (N3)
Desde estas representaciones la pobreza tiene causas estructurales y políticas y debe ser superada estructural y políticamente, el Estado debe cumplir con su responsabilidad, y también es el protagonismo de las personas y de las organizaciones, el que puede lograr transformaciones. Las causas de la pobreza son identificadas en las características del capitalismo, considerado como modelo excluyente.
Creo que la imagen de pobreza que yo internamente tengo es que debe ser superada estructuralmente y políticamente, pero bueno, esa es la utopía, la manera de trabajar en lo técnico político, porque siempre es técnico político, para mi modo de ver, no sé si partidario, pero sí es técnico político en políticas de Estado, yo creo que las políticas de Estado hacen posible que las personas se sientan protegidas, contenidas, por el Estado y a su vez ellas sientan que pueden ser protagonistas de un cambio, y colaborar con el Estado […] yo creo que la pobreza es estructural y que es histórica, y que había habido injusticia social y que no depende de las personas que padecen la pobreza, no? Este…yo creo que es una responsabilidad del Estado Nacional. (N5)
El modelo, un modelo totalmente excluyente, que ahora creo que se está recuperando, y el Estado está recuperando en parte su rol. Mayor intervención del Estado. Aparte me parece que es un modelo que está probado que no sirve. (I5)
Aunque los planificadores institucionales transformadores no ponen el acento en los “programas” en sí, sino en el contacto directo con la gente y en lo que ahí va aconteciendo, reconocen una activa participación en el diseño de los mismos, en su reformulación constante, en relación a lo que va surgiendo y aconteciendo en las actividades desarrolladas “en terreno”. Para estos agentes, por la importancia que otorgan a lo contextual, y también por el reconocimiento que hacen de las características diversas de las situaciones de pobreza, los programas deben ser diseñados teniendo en cuenta diferencias culturales, sociales y geográficas. Es la experiencia la que permite las reformulaciones y las adaptaciones a la diversidad. Se sostiene que los programas sociales neoliberales suelen ser paliativos focalizados, y fragmentados, que no tienen en cuenta la integralidad y que victimizan a la persona para que pueda acceder a los mismos, desde este marco se intenta “tapar agujeros” pero no erradicar la pobreza. Así, notamos la presencia de más elementos divergentes con el neoliberalismo en planificadores como en implementadores institucional transformadores cuando hacen una fuerte crítica a los programas neoliberales, considerados como paliativos, focalizados, asistenciales, fragmentados, victimizadores de las personas en situación de pobreza.
Lo que nosotros hacemos es estar en contacto con la gente, conocer su necesidad saber cuáles son sus niveles de diagnóstico, sobre todo de diagnóstico participativo, cuáles son sus estrategias, que es lo que desean lograr, cuál es el compromiso social, qué grado de organización tiene esa institución y colaborar con la asistencia técnica y humana para que el diseño sea lo más ambicioso posible para que el impacto produzca verdaderos cambios que sean autosustentables, pero la territorialidad, la articulación con otras instituciones del territorio, este…, abordar la temática de manera también integrada, ese salto cualitativo…y también hay una cuestión ideológica acá, que nosotros consideramos que la capacitación es inclusiva, que la capacitación es integral, que la capacitación tiene que articularse en territorio, no desde la oficina, que no se pueden diseñar proyectos para todos igual. (N5)
Los programas sociales son paliativos y ahora recontra focalizados, y el más pobre del pobre es el que se puede incluir. Justamente la otra vez hablábamos de eso, esto de recontra victimizar a la persona para que pueda acceder a un programa, conseguirle algún recursito o incluirlo en algún programita, tiene que ver también con este nuevo patrón de focalización de las políticas sociales. (I4)
Con el neoliberalismo los programas suelen ser fragmentados, con el objetivo de asistir a la pobreza, cuando se inicia la gestión Kirchner, teniendo presente que hay cuestiones que son de urgencia, de emergencia, se busca garantizando eso, generar desarrollo, obviamente el tema alimentario es un tema en Argentina, si vos tenés en cuenta que se ha reducido la pobreza, digamos a niveles macro, igual hay todavía mucha pobreza, en ese esquema bajar esto es mucho más difícil que la primer etapa, porque estamos hablando de una pobreza mucho más estructural ahí, lo que requiere políticas más complejas. (N3)
Dentro de estos agentes, los que no participan en el diseño de programas, los que hemos dado a llamar implementadores, muestran una diferencia con respecto a los planificadores institucional transformadores, si bien identifican la superación de la pobreza en lo político y ven necesaria la mayor presencia del Estado, sin embargo cuando se refieren a sus propias prácticas hacen alusión a orientar, acompañar, hacer seguimientos, aconsejar tratamientos psicológicos, realizar actividades que permitan a las personas relacionarse y transferir habilidades. Si bien seguramente estas prácticas son resignificadas parecen tener mucho en común con otros tipos de agentes, especialmente con los esencialistas.
O sea son pequeñas cosas que por ahí en el día a día que no sé […], cuando vos orientas a alguien que haga un seguimiento, son pavadas, que inicie por ejemplo un tratamiento con un psicólogo, o que haga una consulta con tal especialista. (I4)
Es también interesante subrayar que estos implementadores reconocen en sus espacios de trabajo prejuicios en relación a la pobreza, y en relación a los “beneficiarios” de los programas, vinculados fundamentalmente a que las personas en situación de pobreza prefieren programas seguros a trabajar, que les pagan por llevar los chicos a la escuela, etc. Paralelamente se hace mención a que es necesario trabajar esos prejuicios y después promover una legislación que genere mayor igualdad, donde el Estado debe entonces jugar un rol diferente.
Y esto también saca lo peor de nosotros y aparece “ah, a ella le pagan porque lleve los chicos a la escuela”, o por ocuparse de la salud y lo tendría que hacer igual, y a vos también te lo están pagando en algún lugar…Te digo, yo he estado en reuniones donde han participado, ya te digo, no es que esté en contra, me parece que también operan mucho estos prejuicios que… onda que “bueno que la gente prefiere un programa que es seguro a trabajar…” me parece que operan prejuicios o que no vas a cumplir, y pasa como en todos lados…, me parece que nos falta trabajar prejuicios a ese nivel y después promover legislación que genere mayo igualdad, sino como que trabajas sobre una pata, hay me parece que nos falta un montón…, yo creo que se pueden promover normas que planteen esto, no sé, yo soy municipio el Estado debe de tener un rol diferente más allá de acompañar con determinados programas. (I5)
La experiencia y la participación cumplen un importante rol en la transformación personal y en la transformación de la situación de otros. En los agentes que resaltan la experiencia, el “trabajo en terreno”, su relación y contacto con las personas pobres, como elemento importante de su vida y de sus prácticas, podemos observar que las vivencias son constantemente elaboradas y reelaboradas, transformándose en experiencias construidas a partir de la relación afectiva y directa con personas iguales pero viviendo situaciones diferentes. Así el proceso de construcción de experiencias, y la no escisión vida personal/ vida profesional, parecen actuar en la transformación de las propias representaciones y acciones, y en un mayor registro, reflexivo y crítico, de esta transformación de las propias representaciones. El protagonismo, la participación, el implicarse con otros, actúa como transformador también para las personas que se vinculan a los programas. Al ser la pobreza una problemática con causas estructurales y políticas, el Estado tiene que responsabilizarse, asumiendo este rol transformador, rol compartido con líderes comunitarios, organizaciones, etc. Así, el protagonismo de actores, en diversas situaciones y con diversas posibilidades etc., se vuelve transformador.
1.2. Representaciones institucionales tradicionales: la importancia de la técnica y la capacitación
Estos agentes comprenden la pobreza marcando diferencias y estableciendo clasificaciones, las que, se afirma, implican discusiones referidas a quiénes deben ir dirigidos los programas. Así algunas de las personas en situación de pobreza son “permeables”, “salvables”, “potables” o “reciclables” y otras ya no lo son. Clasificaciones en donde aparece claramente una representación que coloca en el “pobre” la responsabilidad de la pobreza. Como la capacidad o no de salir de ella. Hay una naturalización implícita de las relaciones sociales. Está presente la diferenciación de “nuevos pobres”, “pobres estructurales”, “indigentes” y “excluidos”. Los que pertenecen a estas últimas categorías tienen menos posibilidades de cambiar de situación, y aunque no se explicite en los materiales impresos de los programas, sí aparece, de manera explícita, en el discurso. Se habla de “beneficiarios”, y a su interior se establecen estas categorías, clasificación que implica también diferentes “beneficios” o acciones/intervenciones. Los “nuevos pobres” tienen más cerca la vivencia del trabajo, tiene otra formación, otra capacidad, han incorporado saberes que les dan otras oportunidades y pueden “reconvertirse”, pueden acceder a programas productivos; y los “pobres estructurales” o de “familias históricamente pobres” no tienen esta vivencia, por lo que se considera tienen pocas actitudes y aptitudes hacia el trabajo. El tener o no la vivencia del trabajo tendría alguna relación con una cultura, “culturalmente tiene más cerca”, e implícitamente se estaría invocando el concepto de “cultura de la pobreza”, así inmediatamente se sostiene que el que viene de familias históricamente pobres, pocas veces trabajó y pocas aptitudes y actitudes tiene para hacerlo. Los primeros son “salvables” y/o “reciclables” y los segundos no, a estos entonces no corresponderían las políticas de promoción sino la asistencia.
Hay una red, hay una red al interior de los barrios que hace que los chicos que sean más permeables, más potables, no sé… cómo llamarlo, puedan tirarse a esa red, sean como salvables, hay otros que bueno que se dedican a la delincuencia, a la droga, bueno, no es mágico todo esto, no?. (P6)
La diferencia es que el nuevo pobre tiene más cerca la vivencia del trabajo, culturalmente tiene más cerca, el que viene de una familia históricamente pobre, pocas veces trabajo, pocas veces tuvo inserción en el mundo laboral y pocas actitudes y aptitudes hacia el trabajo tiene, el nuevo pobre tiene otra formación, otra capacidad, ha incorporado saberes que le dan otras oportunidades, puede reconvertirse de alguna manera […] los excluidos también tienen distintos grados, entonces a algunos, por más políticas de promoción que tengas los vas a tener que asistir. (P7)
En esta misma línea y reafirmando las discusiones que provocan las clasificaciones y las correspondientes líneas de acción, surgen más nominaciones para la clasificación, “los que están en el fondo del pozo” y los “que todavía no están en el fondo del pozo”, para algunos de estos agentes es necesario tener políticas discriminadas, para algunos deben estar enfocadas solo en “los que están en el fondo del pozo”, para otros “en los que todavía no cayeron”, porque con menos recursos, y a través de la promoción se pueden dar respuestas más rápidas, entonces a unos sostenerlos y a otros ofrecerles políticas de promoción. Las políticas universales se entienden como asociadas solo al empleo, los programas sociales no tendrían relación con lo universal. Los que tienen empleo realizan libres elecciones, qué comer, cómo vestirse, cómo moverse, los que no tienen empleo no tendrían el derecho a estas elecciones, no siendo clara la evaluación de dicha diferencia. Cuando Duhau (2001) analiza programas sociales neoliberales afirma que si bien la diferenciación de pobreza extrema y moderada se basa en el progreso de los métodos de medición como la LP, la lógica de los programas se apoya en la hipótesis acerca de la diferencia de ambos grados que no se refiere a ingresos y satisfacción de necesidades, sino a capacidades implícitas en ambas condiciones. Así se asume el caso de los pobres extremos, incapacidad de desplegar a plenitud sus capacidades productivas, de asumir riesgos, de hacer frente a externalidades negativas y aprovechar las posibilidades que ofrecen los positivos. Los pobres “moderados” o “relativos”, aunque experimenten diversas carencias pueden emerger de su condición por sí mismos en la medida que el entorno macrosocial proporciona las posibilidades para aprovechar su potencial. Por ello los primeros requieren de apoyos específicos y los segundos no, en este tipo de agentes parece ser otra la visión, contrariamente serían los que ellos consideran tienen más “capacidades” y “más posibilidades”, los que pueden acceder a los programas, acceder a estos apoyos específicos.
Una discusión de muchos años entre nosotros los integrantes de los equipos, a dónde iba la política, para este que todavía no estaba en el fondo del pozo o para este que estaba en el fondo del pozo, no encontramos, los pocos que creíamos que había que tener políticas para todos, discriminadas. Algunos pensaban que como estamos en acción social la política era para los que estaban en el fondo del pozo, entonces se te sigue cayendo gente al fondo del pozo porque no llegaba…, cuando con menos recursos, más promoción se podría haber dado respuesta más rápido, y los otros ir sosteniéndolos, no es uno u otro. Yo no creo en las políticas universales, porque lo universal, porque lo universal es que, si la persona tiene trabajo, tiene su propio ingreso no te necesita a vos para que le digas qué come, qué se pone de ropa, dónde va, si va en micro o en taxi, o va caminando o en bicicleta, las elecciones tiene derecho a hacerlas por sí mismo, ese es el derecho. (P7)
Los “indigentes” desarrollan estrategias de sobrevivencia, “laburan” buscando acceder a los recursos que les posibilita el Estado u organizaciones sociales para la satisfacción de sus necesidades básicas, los más astutos logran complementar ingresos de la mejor manera. Dado el tiempo y los esfuerzos que tienen que invertir en esto se considera como difícil y contradictorio que puedan ser incluidos en emprendimientos productivos, habría que ver fuentes de trabajo para ellos, pero seguidamente a esta afirmación, se enuncia que hay muchos que ya no son “reciclables” y lo que primeramente sugería una visión positiva del esfuerzo de los “indigentes” para satisfacer sus necesidades se vuelve negativo, no solo por la apreciación de que no son “reciclables” sino también por la afirmación de que la población objetivo son “los vulnerables” y que “a un indigente no lo bancaría”, podemos suponer entonces que los “indigentes” quedan fuera tanto del empleo, como de los programas socio productivos, como de cualquier otra intervención.
El indigente de qué vive, de las changas, del salir a pedir a la calle o de la búsqueda de recursos, sea por lo que hablábamos antes, el bolsón de alimentos del municipio, el medicamento, todo el día está laburando, no es que el tipo está en la casa y viene el service express “acá viene su bolsa de comida, acá tiene el remedio […] Y está toda la familia afectada a ese trabajo, qué va a tener tiempo de ponerse a producir caramelos…, no digo que no pueda pero es muy difícil que tenga esa disponibilidad, o está con la bicicleta todo el tiempo saliendo a juntar cosas, o sale a hacer changas, y está todo el tiempo resolviendo eso. Entonces pensar “vamos a promover los emprendimientos productivos con la indigencia”, a mi me parece una contradicción absoluta […]Obviamente yo no tengo una visión ingenua de la pobreza, hay pícaros como en todos lados, […] quien es astuto logra complementar ingresos de mejor manera […] Y para esa gente hay que ver fuentes de trabajo o… porque no todos se pueden insertar en el laburo, porque es la verdad, hay muchos que ya no los podés reciclar, que podés hacer trabajos muy primarios […]La población objetivo son vulnerables, pero muchos compañeros confunden vulnerabilidad con indigencia, es más, yo muchas veces digo, yo a un indigente no lo bancaría. (P4)
Para analizar las comprensiones y afirmaciones de estos agentes, en cuanto a las estrategias para acceder a los recursos que posibilita el Estado, es interesante retomar una consideración de Mercklen (2010), quien observa que los “proyectos” sociales que se comenzaron a implementar con el modelo neoliberal, implican cursos de acción limitados en tiempo y espacio, no permitiendo que algo sea “conquistado” para siempre, Mercklen (2010: 43) sostiene también que estas políticas públicas consolidan un sistema de acción en el cual los individuos distan mucho de poder prever su futuro como “agricultores” que pueden organizar sus esfuerzos a partir de la previsión de ciclos más o menos regulares, los pobres se encuentran empujados a desarrollar estrategias de tipo “cazador”, es decir de un refinado conocimiento de los sistemas políticos locales y los recursos que cada temporada ponen a disposición. Sin embargo este rasgo de los programas neoliberales, parece tener algunas continuidades, los programas sociales, posteriores a 2003 también han mostrado algún grado de transitoriedad, Álvarez Leguizamón (2009) al analizar los traspasos y modificaciones del Programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, el Programa Familias y la Asignación Universal, afirma que la transitoriedad de la vigencia de estos programas que se fueron implementando, junto a la modificación de los requisitos o condicionalidades para ser destinatario y las pautas para la transición o traspaso de uno a otro, son otra evidencia de la falta de garantías basadas en derechos de los programas, visto desde el punto de vista normativo, lo que evidencia su carácter asistencial. Las transferencias o pasos de uno a otro dependieron de las distintas condicionalidades y a veces de la arbitrariedad de los intermediarios o técnicos. Cada uno de los “traspasos de plan” o la suspensión pasajera de los programas han generado miedo, desconfianza e inseguridad por parte de los beneficiarios, situaciones vividas como arbitrarias o inexplicables por la gente alejadas del sentimiento y vivencia de tener la garantía de un derecho. La transitoriedad de los programas entre sus variadas implicancias, también influye en que los beneficiarios tengan que desarrollar estas estrategias y convertirse en cazadores, sin embargo, al hacer alusión a las mismas, los agentes institucionales tradicionales no cuestionan la lógica de los programas.
En estas múltiples clasificaciones de la pobreza que venimos desarrollando, expresar que alguien es “salvable” o “reciclable”, implica una contraparte, alguien que está en condiciones de “salvar”, que posee características, conocimientos, saberes que lo hacen estar o tener una posición desigual, desde la que tienen posibilidades de “salvar” a otros. Posición desde la que también pueden nominar, pueden demarcar quiénes son “unos”, quiénes son “otros”, atribuirles características y decidir sobre estos “otros”, sobre qué les corresponde o no les corresponde. Como señala Vasilachis (2003b) al aludir a las acciones de privación de identidad podríamos hablar de “privación de capacidad”. Como en los institucional transformadores se habla de la heterogeneidad de la pobreza pero entendida no como diversidad de iguales, sino como estratificación de desiguales, también se menciona el área geográfica como otro de los factores de referencia para esta heterogeneidad, lo que no implica diversidad de programas y acciones sino que se señala, por ejemplo, que los pobres en áreas rurales viven en mejores condiciones que los pobres en áreas urbanas, donde la pobreza presenta características más complejas.
Depende de que pobreza, porque la pobreza no es homogénea, yo he viajado al interior de la provincia y es una pobreza que no tiene absolutamente nada que ver con la pobreza que veo acá, te digo que económica y culturalmente están 10 veces más arriba que nosotros, digamos, que la pobreza que vos estás viendo en el conurbano, porque tenés acceso a otros recursos y los pequeños distritos están muy socializados con el entorno no y la pobreza de acá sí me parece que es más compleja. (P4)
Estos técnicos no hacen demasiadas referencias ni análisis sobre las causas de la pobreza, aunque sostienen que como consecuencia de las transformaciones neoliberales creció cuanti y culitativamente, y se perdió capital cultural y capital social, lo que dificulta la construcción de redes y de alianzas entre vecinos, se sostiene también que antes de los 90, existía otra idea de solidaridad. Paralelamente creen que no es necesario “diagnosticar” la pobreza, ya que es siempre igual y siempre “urgente”. Muchas cosas cambian, pero la pobreza no, solo las personas que vivían en otro “lugar”, en otra posición, y son unos “recién llegados” a este “lugar” de pobreza, tienen esa posibilidad de revertir la situación, en unos es una situación, en otros, una característica. Unos no tienen capacidades, los otros sí y por eso movilidad. Son sus capacidades y/o incapacidades las que pueden sumarlos, o dejarlos fuera del mercado. Como dijimos el tiempo de permanencia en la pobreza es un factor que influye en las desigualdades al interior de la misma, este tiempo de permanencia interviene en la pérdida de capitales, de capital social y de capital cultural, siendo necesario trabajar en la recuperación de los mismos.
Yo creo que con la crisis de 2001 hay un punto de inflexión pero me parece que la pobreza ha crecido en términos cuantitativos y en términos cualitativos también hay… tiene características diferentes, hay familias con dos o tres generaciones de personas que no han trabajado nunca, por ahí yo te decía, en el noventa y pico todavía no se veían estas cuestiones tan estructurales[…] En esto de que se ha perdido mucho capital social y mucho capital cultural también para trabajar, pensá, que hace 15 años atrás había cuestiones…desde el capital social que hacían más fácil la construcción de redes, la construcción de alianzas con vecinos, había otra idea de solidaridad, que es más difícil…, hay como que reconstruirla, antes de empezar los microemprendimientos y me parece también que es como una percepción mía de que nosotros deberíamos en los programas de desarrollo social que no apuntan a resolver la urgencia trabajar más en estas cuestiones que tienen que ver con lo cultural. (P5)
Se convierten en centrales las capacidades y posibilidades de cada una de las clasificaciones, siendo las actividades que se visualizan como objeto de intervención, el apoyo al desarrollo de las mismas, y la reconstrucción de los capitales sociales y culturales. En el tercer tipo de representaciones, las esencialistas, observamos algunas coincidencias con este punto que profundizaremos posteriormente. Si bien no surge ni es utilizada la palabra “méritos”, parece estar implícita y ser los méritos de cada persona centrales en una sociedad basada en la división social y en la distribución desigual del empleo, de la riqueza y de la posibilidad de acceso a las instituciones que definen el bienestar de las personas. Los pobres, pero no todos, sino los “nuevos pobres” son nombrados como los perdedores o como los no beneficiados de un modelo económico, la pobreza de los “estructurales” tendría más que ver con características propias o adquiridas. Estos conformando redes, juntándose con otros, capacitándose, etc. hacen algo por salir de su situación y por medio de estas actividades se “sienten mejor”. Insistimos en que no se hace demasiada referencia a las causas de la pobreza y tampoco a su superación, pero el trabajar por “mejorar su calidad de vida” y porque se “sientan mejor”, sería la vía de acción que se cree necesaria y posible. Así podemos preguntarnos si desde estas representaciones se busca que por la capacitación y la participación los pobres logren una mejor calidad de vida, pero permaneciendo en los mismos lugares, no esperando ni propiciando cambios estructurales. Analizando las representaciones de agentes relacionados a programas posteriores a 2003, podemos resaltar el paralelo con el estudio de Cardarelli y Rosenfeld (2000) de los programas sociales en la Argentina de los 90, estas autoras apuntan a que los mismos evitaban alusiones directas a las causas más estructurales de la pobreza, focalizando sus premisas en la idea de “incremento del capital social”, pasando progresivamente a asimilar los problemas a la falta de “competencias social” y circunscribiéndose los objetivos de los programas a la esfera psico social del desarrollo de “capacidades individuales y grupales”, pensándose la función del Estado en el contribuir a reafirmar la organización a través de propuestas educativas informales que se orienten a cualificar a las personas.
La verdad que el objetivo general es mejorar la calidad de vida en las condiciones en que están ahora, eh… y hacer todo lo posible para que eso se mejore con algunas otras condiciones […] y esperamos poder insistir más en la terminalidad educativa y en los oficios, en eso esperamos poder ampliar esa cobertura, porque sino nos chocamos con otros programas […] mejorar, todo este imaginario que también circula, sino todo lo contrario… […] la verdad que los resultados siempre han sido satisfactorios, la gente pide cuándo hacemos de vuelta talleres, cuándo nos juntamos y hacemos cosas, en ese sentido han sido siempre exitosos, por parte de comentarios de las personas de cómo les cambia la vida eso, participar, juntarse, aprender. (N2)
Esta capacitación necesaria está vinculada también a otras características que se asocian como factores intervinientes o causantes de pobreza, la menor educación formal y el gran número de hijos, ambos obstáculos para el acceso al trabajo, especialmente a las mujeres. Surgen así múltiples preguntas que sin embargo no son visibilizadas: ¿se es pobre porque no se tiene educación y se tienen muchos hijos, o no se tiene educación y se tienen muchos hijos porque se es pobre?; ¿los altos índices de desempleo responden solo a estas situaciones de “inempleabilidad” de las personas?, y por último, ¿el cambio de orden en la forma de nombrar, puede gravitar en la naturalización de la pobreza?
Eso también es cierto, el Ministerio de Trabajo la opción que ofrece al Jefes es el Seguro de desempleo y capacitación, que es un seguro a dos años, supuestamente para personas que tengan más posibilidades de emplearse, esa es una opción, esta es otra para quien quedó todavía más abajo, en la escala, pero también hay programas provinciales y municipales que uno no puede estar tampoco superponiendo y desperdigando esfuerzos y presupuesto para […] Por ejemplo, exactamente. La otra cosa, como te dije antes, es focalizado, las beneficiarias son mujeres con secundaria incompleta, y más de dos hijos, que es el sector que se detecta, en base a las encuestas de hogares, a los censos ya todos estudios demográficos, que presenta las mayores condiciones de vulnerabilidad porque es difícil conseguir empleos, a las mujeres, con muchos hijos, y poca, poca educación sistemática o pocos recursos de tipo de oficios, lo que fuere, es difícil conseguir trabajo. (N2)
Venimos haciendo referencia entonces a que de acuerdo a la clasificación las acciones y las intervenciones son diferentes, para algunos lo asistencial, para otros programas vinculados al trabajo y a los emprendimientos, esta discriminación no tendría relación con el reconocimiento de la heterogeneidad sino con una más eficiente focalización. Estos agentes hablan de acortar brechas, la imagen de la brecha parece ser la de una hendidura que separa, una distancia, sobre la que es necesario construir puentes y generar dispositivos que la acorten, estos puentes parecen ser para algunos, para los que todavía pueden atravesarlos, para los que tienen capacidades y no perdieron la “cultura del trabajo”, a los “insalvables” los separarían brechas mayores y como dijimos a ellos les corresponderían planes alimentarios. La clasificación y el “tender puentes” a los que pueden transitarlos, es tarea de los agentes, para hacerlo se presentan obstáculos que tienen que ser identificados y solucionados, obstáculos que parece tienen relación con lo que falta, y lo que falta desde su perspectiva es capacitación, redes y sostén organizacional. Podemos decir que en las representaciones institucional tradicionales el concepto de igualdad está casi ausente, si bien es difícil que alguien explícitamente apele a la desigualdad, no solo al efectuar esta clasificación de la pobreza, sino como venimos mostrando en esta contraposición “ellos” – “nosotros”, y desde esta posición de poder “salvar” o “reciclar”, podríamos suponer la presencia de esta apelación.
Nosotros decimos, ¡cuáles son los puentes que podemos tender hacia este sector, cuáles son los puentes, no cierto?, el puente del trabajo, ¡cuáles son los obstáculos para que se arme ese puente, el obstáculo es la capacitación, el obstáculo es la formación de una red, el obstáculo es un sostén organizacional institucional, el obstáculo es…? bueno…, entonces tratamos de construir los dispositivos que achiquen la brecha entre unos y otros. (P3)
Los agentes con representaciones de las que hemos dado a llamar institucionales tradicionales resaltan su condición de técnicos, el poseer títulos profesionales y habilitantes para trabajar en estas temáticas, la trayectoria dentro de la institución estatal también es factor de conocimiento importante para el diseño y la implementación de programas. Frecuentemente sostienen que es poca o nula su relación con los “beneficiarios” de los programas, su trabajo es con las organizaciones sociales, muestran también de esta manera su no involucramiento personal y una distancia que posibilitaría la aplicación de estos saberes técnicos. Las organizaciones aparecen como otro actor a distinguir, son las intermediarias, las mediadoras de los programas, y sus integrantes tienen una situación diferente y “mejor” que los “beneficiarios”, no alcanzan el saber técnico de los planificadores, pero superan el de las personas en situación de pobreza. Como ya dijimos, la mayor parte de los agentes con este tipo de representaciones enuncian que no se realizan análisis ni diagnósticos, y tampoco evaluaciones, se sostiene que se trabaja sobre hipótesis, de acciones que provocarán determinados efectos, pero nunca se evalúa su logro, suponiendo que intervienen en esto el clientelismo y las acciones a corto plazo, afirmándose que las políticas sociales tienen reglas de juego muy laxas.
A los atributos asignados y auto asignados que marcan posiciones diferentes se suma, remarcando la posición de técnicos, que ellos poseen otros saberes que el pobre, reforzando la desigualdad entre unos y otros. Lo que nos hace preguntar sobre el acento que se pone en los conocimientos y títulos profesionales que se poseen y habilitan a trabajar en este campo, y por otro lado el reconocimiento de que no se realizan análisis, diagnósticos, evaluaciones, etc., elementos más vinculados a lo técnico. Se necesitan títulos habilitantes para trabajar en la problemática de la pobreza, pero no se especifica qué posibilitan concretamente dichos títulos, o qué herramientas concretas permiten poner en juego, sin embargo se afirma que no hay “foráneos” en el ministerio, nos preguntamos a quiénes se considerará foráneos, y si será a personas sin los títulos considerados habilitantes, a los que no son “técnicos”. En las representaciones institucionales tradicionales si bien las personas “beneficiarias” de los programas deben participar y asociarse, debe ser en sus lugares y en base a las propuestas que se les hacen desde los programas, pero esta participación no implica ser parte de la discusión de los mismos, no implica entrar en relación con los “técnicos”, se teme que de ser así surja el reclamo, y los cuestionamientos a la posición y situación del agente. La no participación de las personas pobres en los programas es otro elemento más de refuerzo de posiciones y distancias.
No, en el caso de nuestro ministerio, el ministerio nuestro eh…, no tiene muchos foráneos…, tiene mucha gente queeee…, queeee, que tiene, digamos, tiene títulos habilitantes idóneos que tienen que ver con la problemática de la pobreza, digamos, que están cerca de la problemática de la pobreza y de los pobres, digamos […] el impacto de la realidad está golpeando todo el tiempo la puerta, entonces no perdemos mucho tiempo en armar descripciones de… “este sector…, no puede salir de su círculo porque. (P3)
Yo creo que hay una gran falencia en eso, yo creo que planificamos muchas veces sin establecer buenas líneas de base…, no hay una cultura de la evaluación, por lo tanto no se establecen líneas de base al empezar un programa, este… hay muy poca cultura evaluativa en las políticas sociales, se trabaja sobre hipótesis, si hacemos esto vamos a lograr este efecto, pero nunca se llega a comprobar si ese efecto se logró, ese es un problema de la institucionalidad de las políticas sociales, no sé de las políticas en su conjunto, pero yo creo que en las políticas sociales está más acentuado, por ser un área muy presa del clientelismo, de acciones de corto plazo, tienen unas reglas de juego muy laxas las políticas sociales. (P1)
Yo no soy de las personas que pienso demagógicamente que el pobre tiene igual de saberes que yo, obvio que no los tiene…claro, todo eso hace que sientas que estás en una situación diferente, obviamente no somos iguales, pero bueno […] a mi lo que me parece es que se tiene miedo a abrir la participación porque con la participación aparece la demanda y aparece el reclamo y aparece el cuestionamiento, entonces mi lugar no está cuestionado si yo no discuto lo que estoy implementando con la persona que va a recibir los recursos, no cuestiona mi lugar, mi situación. (P4)
Si bien venimos insistiendo en que no resultan importantes en estas representaciones, el diagnóstico y la evaluación, en los agentes que trabajan en la experiencia programática analizada con más peso del financiamiento internacional sí cobra importancia la cuantificación de la pobreza, el dar cuenta de dónde están localizadas las personas pobres, identificar si no reciben beneficios de más de un programa social, etc. Uno de los componentes de este programa, el Familias, se llama “Remoción de Barreras”, consistente en un “incentivo” económico para la educación y la capacitación, y es en el que ponen el acento los agentes institucional tradicionales. Hablamos anteriormente del “tender puentes” que proponen estos agentes emergiendo ahora esta otra metáfora de “remover barreras”, si bien acá la imagen no sería la brecha, la hendidura, sí elementos que marcan límites, fronteras, y el supuesto de que por los “incentivos” o subsidios, estas personas acceden a una educación que los hace traspasar estas fronteras, nuevamente su capacitación y su educación les permitiría franquear o romper estas distancias y fronteras, pero las mismas ¿están delimitadas solo por esta falta de capacitación y educación o se trazan y remarcan de múltiples y variadas formas, y desde múltiples y variados agentes?.
Lo que permite conocer las necesidades todo un procedimiento, desde el componente este de Fortalecimiento familiar y comunitario, que es lo que se llama, el relevamiento de necesidades y recursos, en ese relevamiento, en el territorio, junto con los equipos locales, las autoridades del municipio o de la provincia, de salud, de educación, de desarrollo social, de organizaciones de base, desde organizaciones intermedias, clubes de barrio, sociedades de fomento, entre todos hacen un diagnóstico de cuáles son las necesidades y dónde están localizadas las personas según el padrón de beneficiarios y ahí se detecta y se diagnostica qué quiere la gente, que necesita en ese lugar, para no caer en que nosotros sabemos lo que la gente necesita y que después entonces no van porque no les interesa o porque no saben lo que es, entonces todo ese proceso de diagnóstico se hizo este año, ya el año que viene comienzan con las actividades de apoyo escolar y los talleres y con otro elemento que también es importante para nosotros que se llama Remoción de Barreras, y que es un incentivo económico para que tanto las personas beneficiarias como los miembros de la familia, puedan terminar la escuela o capacitarse en oficios, en organismos, en por supuesto las escuelas públicas y en el caso de los oficios en lugares que tengan títulos habilitantes, no en cualquier taller…, sino que al cabo de ese curso tengan una certificación válida, no?. (N2)
Los planificadores institucional tradicionales se adjudican alta incidencia en el diseño e implementación de políticas, si bien dan importancia al rol que juega el nivel político y/ o los organismos internacionales, eso no hace menor su incidencia en el diseño. Por un lado, se resalta el protagonismo en el diseño o en la hechura de programas y la libertad para el diseño, pero paralelamente se plantea la similitud de los programas de los diversos ministerios y se afirma que muchos programas mantienen líneas en el tiempo, solo modificando su nombre cuando cambian las autoridades políticas. Como hipótesis a esta similitud de programas de distintos ministerios, se plantea que la formación académica homogénea podría ser la que da líneas comunes en el diseño de programas, pero también se afirma que esta homogeneidad puede estar atravesada por otras cuestiones implícitas, aunque estas no son enunciadas.
Bajo ese mito se escuda lo técnico, como decimos, “bueno, todo lo definen los políticos, nosotros no tenemos nada que ver” y en realidad creo que en la cadena de implementación de la política se define, o sea la verdadera política se termina definiendo, lo que realmente impacta en la gente, en la población destinataria es producto de la interacción de una cantidad de eslabones, donde los técnicos tienen mucho que ver y el nivel técnico del Ministerio tienen la posibilidad de hacer fracasar o de darle contenido… (P1)
La verdad que tenemos mucha libertad para el diseño de los programas, yo entiendo que seguramente el paradigma que se…, seguramente tenemos incorporada la ideología, la filosofía, porque quienes participan vienen de la universidad o de postgrados en Políticas Sociales y tal vez desde ahí tengan una línea común, por la moda, entre comillas, que académicamente se está imponiendo. Pero en términos políticos tenemos muchísima libertad para el diseño, lo que sí no es casual que todos los diseños son iguales en todos los ministerios, entonces evidentemente hay una cuestión implícita que los está atravesando […] No, en realidad no, es un cambio de nombre, inclusive no tienen…, muchos de los programas del Ministerio no tienen decreto de creación, salvo los de la Banca Social y el Plan Volver, pero que se van refuncionalizando en algunas otras formas de trabajo. (P5)
Los decisores y planificadores con estas representaciones, pero vinculados a programas con importante financiamiento de organismos internacionales no perciben tanta libertad en el diseño, sino al contrario, lo viven como una pulseada con los organismos internacionales. Sosteniendo que si bien existen diversidad de visiones al interior de las personas que trabajan en el programa, se aúnan fuerzas para esta pulseada.
Yo te puedo asegurar que nos ha costado sangre, sudor y lágrimas, pero que eh…, la verdad es que la pulseada la emparejamos bastante y ganamos bastante, ganamos bastante…, no es sencillo, porque los Bancos, como organismos financiadores, lo que quieren es poner la plata y recibir después las cuentas, y cuanto más simples sean las cuentas y menos complicaciones les hagas mejor y sobre todo, volvemos otra vez al Jefes, tienen mucho cuidado con el tema de la transparencia y de la utilización política, asistencialista, de los programas sociales, esto está todo el tiempo entremedio, entonces lo que hacen es: propongan, entonces vos les propones, si o no, así…, “y eso cómo se cuantifica?”, entonces otra vez, de tal o cual manera, no, no me gusta, no me alcanza, propone otra cosa, así estuvimos todo el año. (N2)
Consideramos que la inmovilización se convierte en una de las acciones características de los agentes institucionales tradicionales. Cuando hablamos de “inmovilizar” decimos que la pobreza y las personas pobres suelen tener en el imaginario de algunos decidores y planificadores un “lugar”, una posición estable, no relacionada al cambio o las posibilidades de cambio, sino a la estabilidad y a la permanencia. Esta posición o lugar que se les asigna en la estructura social, muestra también la concepción de una sociedad jerárquica, se reconoce la heterogeneidad, pero como heterogeneidad jerárquica, donde hay distancias entre las posiciones, y tanto las posiciones como la inmovilidad, refuerzan a unos, a los que tienen saberes, y son funcionarios del Estado, en posiciones de poder. Así, inmovilizar a las personas pobres tendría que ver con asignar algunas características personales, con esencializar una situación, relacionando estrechamente pobreza con falta de capacidades. Sostiene Auyero (1993) que en algunas concepciones y significaciones el pobre es quien está y continuará estando en su lugar, siempre en su mismo y eterno lugar, en lo bajo. El concepto de inmovilidad suele ser utilizado en la geografía, en relación a zonas o barrios donde viven personas pobres, a la segregación, a las dificultades en relación al movimiento y a la reclusión en el espacio social.
Es interesante entonces la observación de Vasilachis (2003) cuando afirma que para comprender el fenómeno de la pobreza se recurre, generalmente, a representaciones espaciales de la sociedad, ubicando a los pobres “afuera” y no “adentro” (teoría de la exclusión), “abajo” y no “arriba” (teoría de la subclase) o en la “periferia” y no en el “centro” (teoría de la marginalidad). Esa representación oculta, para esta autora, los procesos y las relaciones sociales en virtud de los cuales se termina por reservar sólo a algunos un lugar de privilegio en el llamado “espacio social”. Estas metáforas, muestran a la sociedad como consolidada en sus relaciones y jerarquizaciones, de manera estática, más como una pintura o como un mapa que, por ejemplo, como un río o como un volcán en actividad. Ponen a las personas pobres, a sus relaciones, a sus situaciones de pobreza, lejos, fuera, del “corazón” de la sociedad, de su núcleo vital, del “lugar” en el que se toman las decisiones, consagrándose, así, su imposibilidad y/o su incapacidad de participar de ellas, la pobreza se define estáticamente, en esta jerarquización algunos tienen saberes y otros no, algunos tienen posibilidades y otros no, algunos tienen poder y otros no. Las clasificaciones de las personas pobres sirven para marcar las relaciones de los propios “técnicos” con ellas, y de unas personas o grupos con otros. En cuanto acto de institución se fija una esencia social (Bourdieu, 1996), se fijan límites, se legitiman y justifican posiciones. Diferencias existenciales, se presentan, mediante diversos tipos de construcciones, como diferencias de la identidad esencial. Un elemento importante en esta construcción es comprender la pobreza como aislada de los vínculos sociales.
La capacitación suele funcionar fuertemente como práctica contenedora. Si bien para algunos de estos agentes a los “pobres estructurales” solo les corresponderían programas asistenciales y no capacitación, para los que la capacitación va dirigida a todos los “vulnerables”, visualizando la posibilidad cierto movimiento, es un movimiento dentro del “lugar”, es un movimiento para seguir manteniendo una misma posición, para seguir “abajo”. Se capacita para una mayor participación barrial (madres cuidadoras, sociedades de fomento, etc.), o para el “fortalecimiento” familiar, ambas capacitaciones mejorarían la calidad de vida, la autoestima, la satisfacción personal; contienen a las personas pobres, al hacer que “se sientan mejor” se evitan conflictos, pero también se evita el cambio o la superación de las situaciones de pobreza. Vemos así, como continúan vigentes ideas de fortalecer lazos, etc. Álvarez Legizamón (1998) sostiene que lo que antes era considerado “regazo” o “traba” para el desarrollo, hoy es la solución para la superación de la pobreza, así la solidaridad, los lazos de vecindad, etc. son fomentados desde los programas sociales, ya que ni el mercado ni las políticas de Estado pueden contener el riesgo. En el “contener” al igual que en el “inmovilizar”, al visualizar la pobreza como algo estático se la desliga, de alguna manera, de los procesos que la provocan. Los contextos políticos, ideológicos, económicos, sociales, cambian pero la pobreza no. Volvemos a resaltar entonces que el discurso se centra en las que son consideradas esencias y no en los vínculos. Los programas y proyectos sociales se han subsumido mayoritariamente en los aspectos psicosociales de la pobreza, construyendo una perspectiva valorativa centrada en la solidaridad entre pares y en la elevación de la autoestima (Cardarelli y Rosenfeld, 2000). Duhau (2001) también observa en los programas más ligados al neoliberalismo que la pobreza no es un problema de distribución de ingresos sino de asignación adecuada de recursos productivos, la pobreza no se “combate” a través de mecanismos que busquen redistribuir el ingreso, sino otros orientados a habilitar a los pobres para que puedan ser productivos.
1.3. Representaciones esencialistas: una cultura de la pobreza
En este tipo de representaciones, muchas son las características que se les atribuyen a las personas en situación de pobreza, algunas de ellas presentadas en relación a “estructuras psíquicas” particulares y otras a “características culturales”. Se sostiene que son personas acostumbradas a pedir y que se les da sin reclamarles ningún tipo de retribución, que no tienen límites, que el pedir y no recibir les provoca enojo. Una de las entrevistadas hace alusión también a que estas personas “demandan” y creen tener algún privilegio por conocerla a ella, por haber sido empleados de su familia, o porque ella ha trabajado como estimuladora temprana de sus hijos, o docente de los mismos en escuelas especiales. Así, no solo le son atribuidas explícitamente ciertas características, sino que también implícitamente se relaciona a estas personas con la necesidad de estimulación o de educación especial. El trabajo asume centralidad en estas representaciones como pauta cultural básica, como base de la movilidad y la integración social y marca el límite entre grupos sociales. Las personas pobres “no tienen ganas de trabajar, ni de capacitarse”, no tienen la “cultura del trabajo”, esto parece provocar una suerte de autoexclusión, y convertirlos en portadores de pautas y comportamientos a ser sancionados, paralelamente son caracterizados por la imposibilidad de cambiar, mostrando y a su vez poniendo en juego, fuertes estereotipos que están vigentes socialmente o en el “sentido común”, y que circulan a través de diferentes agentes y medios. Podríamos aquí encontrar un punto de contacto con las que llamamos representaciones institucional tradicionales, y con la clasificación que hacía referencia a personas “insalvables”, fijadas en lugar y en una posición social inmodificable, siendo en estas representaciones mucho más importante y frecuente la esencialización de la pobreza, las referencias a una “cultura de la pobreza” a una “mentalidad” y a una “estructura psíquica”. La afirmación de una entrevistada, en cuanto a que ella no usa la palabra “pobres”, y que solo la usa cuando está “enojada”, nos hace recordar y traer a cuestión, la observación en ámbitos diferentes y por personas con posiciones diferentes, de una elección de no utilizar la palabra “pobres” ni tampoco “pobreza”, y no nos referimos aquí a lo que hemos analizado sobre las perspectivas en las que se remarca la palabra “pobres”, o se habla de “personas pobres”, o de “personas en situación de pobreza”, sino directamente al intento de eliminar esta palabra o concepto. Al respecto en uno de los ámbitos mencionados, una persona en situación de pobreza, manifestó “yo, no soy pobre, a mi en Acción Social, me dijeron que no soy pobre, que soy vulnerable”. Nos preguntamos si estamos ante un mecanismo más de invisibilización de la pobreza, que gravita en las mismas personas que la viven o si se trata solo de una actitud de algunas personas.
No todos los que no tienen trabajo tienen ganas de trabajar, ahí ves la cultura del trabajo, hay gente que no la tiene, y de hecho ha sido la gente que ha salido de las cooperativas, expresado por ellos mismos […] Hay varios factores, a mi me parece que hay una fuerte cuestión que tiene que ver con lo cultural, y de verdad hay mucha gente que no trabaja porque no quiere trabajar, esto lo vengo comprobando […] Totalmente, y a tal punto, que el otro día recibo a un chico con mucha problemática social, muy grave, que además es un chico que tiene que trabajar mucho para poder lograr un trabajo y él me amenaza, porque en realidad fue una amenaza para ver mi reacción, y me dice, está bien, no me das trabajo en la cooperativa, y le dije bueno es tu opción, en realidad él pensó que mi respuesta iba a ser, no, a ver, vení, no, listo, límites, me parece que esta población no tiene límites, porque están acostumbrados a pedir y que les den, y cuando no les das aparece el enojo […]ni a los micro ni a los cooperativistas, en los cooperativistas juega mucho que en esta ciudad te conocen, o fue empleada, estuvo trabajando en mi casa, o estuvo trabajando con mi familia, o yo les atendí los chicos en estimulación temprana, en las escuelas especiales, y creen que por esa cuestión ellos tienen un privilegio con mi persona y siempre les explico que son dos cosas diferentes […] Con carencia de recursos, a mi la palabra pobres…, yo a veces la uso cuando me enojo y digo, por qué pensar siempre para pobres, por qué no pensamos para otra población que es vulnerable y no es pobre, en realidad me parece que el carente de recurso económicos si quiere trabajar arma una huerta en su casa […] Yo creo que tiene mucho que ver lo cultural pero tiene mucho que ver también la estructura psíquica de cada uno, yo creo que el crece es porque tiene ganas de crecer. (I1)
La pobreza se transmite de generación en generación, es cultural, en esto no cabría el cuestionamiento al Estado ni al funcionamiento de la Política Social, sino habría una responsabilización en los pobres de su propia pobreza. Se asocia la pobreza a sufrimiento, pero no serían los adultos pobres los que sufren sino los niños, lo que tendría que ver no solo con determinada concepción de la niñez sino también con la responsabilidad y/o culpa de los adultos pobres. La reproducción de la pobreza, esta cadena de transmisión podría cortarse educando a los niños, a los adultos “dan ganas de matarlos”, frase que nos recuerda a las oídas con frecuencia en la vida cotidiana “hay que matarlos a todos” o “a los negros hay que matarlos a todos”. Insistiéndose en esto de que las personas pobres creen que el Estado les tiene que garantizar la cobertura de necesidades, que varias generaciones de familias pobres han recibido sin dar nada a cambio, sin “canjear”, y esto es visto como negativo y como algo que interpela a los programas, para que exijan algo a cambio de lo que dan, una contraparte que reeduque a esta población, que les enseñe a pescar. Se trata de miradas y apreciaciones que explicitan representaciones que a su vez se articulan con otras representaciones que, lejos de incorporar una perspectiva de derechos lo hacen de una perspectiva individualista y cerrada. Ya citamos a Grassi (2003a) cuando analiza que el tantas veces repetido “dar el pez, pero enseñar a pescarlo” reactualiza cada vez que se lo enuncia, el lugar donde radica la carencia, es decir en el careciente. El pobre, por su cultura y por sus características es el responsable de su propia pobreza, por eso hay que promoverlo, capacitarlo, volverlo participativo etc.
Te dan ganas de matarlas te digo, pero bueno tenés que hablarles con paciencia, es una mentalidad…, yo no pretendo cambiarle la mentalidad a nadie, pero en estas cosas tenés que hacer un quiebre, con ciertas cosas, porque los que sufren los chicos […] Yo creo que viene con una idea de que el Estado tiene que garantizar, a veces me lo han dicho, no, a mi el municipio me tiene que dar la comida para los chicos, es una mentalidad que viste no sé…, en estas generaciones no sé si lo vamos a poder cambiar […] Porque en realidad yo los conozco, esta es una ciudad chica y viene de generaciones, es cultural, vine de los antecesores, los abuelos, los padres y ellos, viven de todo lo que les dan, y no se genera nada, es decir cuando uno les da algo hay que canjear. (I2)
No, no, de la familia y también de la que le dan en la escuela, pero más de la que le dan en la familia, si es una familia que vive en unas condiciones…, lamentablemente va a tener las mismas condiciones en que se crio la familia también. (I6)
Educación de la vida, de cómo resolver cada situación, es como dice un librito, que a las personas hay que enseñarles a pescar y no darles el pescado. (M2)
Otra de estas características, personales, psíquicas y culturales que les son atribuidas está relacionada a la cantidad de hijos que tienen las personas pobres, el no uso de métodos anticonceptivos y la utilización de esto para obtener subsidios. Así la cantidad de hijos parece señalar un patrón cultural, un no saber y una estrategia utilizada para acceder al “beneficio” de los programas sociales o a la Asignación Universal, y así no solo al tener más hijos se reclaman más subsidios, sino que, como está muy instalado en el sentido común, aquí también se afirma, que decidida y voluntariamente se tienen más hijos para recibir más subsidios. Estas personas pobres, viven en determinadas zonas y pueden ser también peligrosas, así el acercamiento a un espacio geográfico territorial donde viven personas que reciben los “beneficios” de los programas es visto como amenazante. Un punto interesante que nos permite ver la relación de los pobres y el espacio territorial y su vínculo con la segregación espacial y la desigualdad social. Podemos advertir claramente como cobra importancia aquí la definición territorial de la sociedad más que la definición social del territorio, distinción que introduce Sack (1984), al analizar las concepciones sociales del espacio. Este autor distingue entre lo que llama sociedades primitivas y civilizadas, sosteniendo que en la civilización el domicilio de una persona determina frecuentemente su membrecía en organizaciones sociales. Asimismo, Forni (2002) observa que en los distintos modelos de ciudades, ya sea en las que se estructuran con un centro simbólico como en las que no, existe una jerarquización del espacio, y áreas segregadas donde se concentra la población más pobre, lo que no significa que pueda hablarse de under class, sino que las personas pobres que viven en estos barrios recrean capital cultural y social, este autor resalta así la heterogeneidad y variabilidad del “mundo de los pobres”. Notamos también en estos agentes, y como ya mencionamos, que además de identificar un espacio determinado donde viven las personas pobres, se asocia a estas y de alguna manera a su concentración en ese espacio, la peligrosidad, la amenaza, la homogeneidad y la distinción con los que no viven en el mismo. Una situación que se articula, según apunta Forni (2002) con la consideración de los vínculos entre la segregación espacial y la desigualdad social[3].
Frente a las características y forma de vida que presentan las personas pobres el agente educa, acompaña, cambia pautas culturales, ejerce cierta tutela sobre los pobres. Las conductas de tutelaje, hacen referencia al menos a dos elementos contrapuestos, el pobre, que carece de, que no sabe, que no quiere, y a un “otro” diferente, el agente, que sí tiene, sabe, y que puede llevar a cabo esa tutela y orientación. La tutela puede reconocerse también en el discurso cuando una de las entrevistadas sostiene “tengo una señora…”, y a esa señora la aconseja, le recomienda determinadas prácticas como el ligamiento de trompas.
Y después tengo una señora también que ella es discapacitada mental, el marido le maneja todo, el más chiquito tiene nueve meses, en vez de hacer que le liguen las trompas, no le dice nada, él que es normal y adulto mayor, cuando le agarra el ataque tiene hijos, un día estábamos hablando y le digo, pero por qué no te ligás las trompas o…, porque a ella le fastidia ir al hospital, entonces le digo, bueno yo te consigo las pastillas, no, no, dice, entonces cobro un salarito más, por el salario universal (risas) […] Sabes que no…, en 44 y 149 al fondo, me enviaron ahí a hacer una práctica, no, terrible, terrible, a parte ya para llegar a ese barrio tenías que tener un cuidado bárbaro, el remís ni me llevaba hasta ahí, yo nunca había tenido contacto con la pobreza. (I2)
Se identifica una multiplicidad de causas de la pobreza, políticas, personales, educativas, de falta de trabajo, institucionales, si bien entonces aparecen causas macro, sin embargo el acento se pone en lo personal, se afirma que para hablar de causas hay que analizar el caso de cada familia en particular, y por ejemplo las causas educativas que a primera vista podíamos leer como macro o estructurales, se vuelven totalmente personales, ya que a estas personas “nunca les interesó leer ni escribir”, “nunca les interesó el trabajo”, no tienen motivación, la “pobreza viene desde la familia”, y si la familia tiene estas características la generación siguiente las tendrá también. Desde estas representaciones se actualizaría la comprensión de Lewis (1961), en cuanto a que la “cultura de la pobreza” es una sub cultura, con una estructura y una fundamentación propia, un modo de vida trasmitido de una a otra generación, con determinadas características. Como mencionamos al comienzo del trabajo, cuando presentamos las diferentes visiones de pobreza, este autor enumera como características de la “cultura de la pobreza” la desintegración de grupos, la desorganización personal, la resignación, el fatalismo, la falta de acción dotada de objetivos y la falta de participación y vinculación institucional. Los actuales agentes de la Política Social con representaciones esencialistas hablan entonces de cantidad de hijos, pérdida de valores y principios, falta de “cultura del trabajo”, falta de límites, espera de que el Estado cubra sus necesidades, alcoholismo y falta de motivación. Podríamos pensar también que los agentes esencialistas continúan poniendo más el acento en las dificultades para eliminar esta cultura que en la misma eliminación de la pobreza. Retomamos lo argumentado por Ameigeiras (1998), cuando afirma que para algunos la existencia de esta “cultura” es un producto, un resultado deficiente y residual propio de las condiciones de vida marginales, mientras que para otros, no conforma más que una peculiaridad, que en última instancia actúa como un obstáculo para el desarrollo de planteos nuevos o transformadores. Para los planificadores e implementadores esencialistas la “cultura de la pobreza” parecería tener que ver con esta segunda posición, siendo motivo de la marginación o exclusión y obstáculo para el cambio de situación. Ameigeiras (2000) señala también que el llamado “círculo vicioso de la pobreza”, o la denominada “cultura de la pobreza” no hacen más, generalmente, que hacer alusión precisamente a la existencia de un tejido socio cultural en el que están insertos los pobres y que muchas veces es considerada como una causa, o directamente un facilitador de la situación de pobreza, más que como una trama significativa clave en la lucha diaria por sobrevivir. Sin embargo es en el contexto de esa trama socio cultural en el que se construyen las identidades y se producen y reproducen significados. Este autor hace referencia a matrices culturales, resultado de procesos históricos, sociales, económicos, políticos y culturales, a través de los que se han conformado señales de identidad y configuraciones de sentido que gravitan en la forma y el modo de percibir el mundo y encarar las relaciones sociales, no convirtiéndose dichas matrices en moldes rígidos ni tampoco recipientes de tradiciones arcaicas. Desde esta visión no se hablaría entonces de una “cultura de la pobreza” sino de matrices culturales en relación a la cultura de los pobres, y esta “cultura” como “respuesta” peculiar, distinta, pero adecuada al desafío de resolver necesidades básicas que tiene toda sociedad, una actitud más que un acervo.
Cuando manifestamos nuestra comprensión de las representaciones sociales sostuvimos que el sujeto produce y reproduce desde determinada posición en el espacio social y que la “experiencia” está estrechamente ligada a la “posición”. Así, no solo los agentes de la Política Social, producen y reproducen desde una posición sino también las personas en situación de pobreza producen y reproducen desde una posición y desde una experiencia. Ameigeiras (2002) al continuar desarrollando el concepto de matrices culturales, en otro de sus trabajos, observa que el pensamiento popular surge desde matrices culturales singularizadas en su conformación histórica por matrices de aprendizaje desplegadas desde la experiencia individual y colectiva. Un pensar situado, en cuanto tiene que ver con un posicionamiento determinado, un pensamiento que emerge “desde” un lugar en particular en donde se explicita la gravitación de dicha situación. Desde nuestro análisis negar está producción cultural sería negar la igualdad esencial de las personas y negar la posibilidad de racionalidades, lógicas, visiones del mundo, universos simbólicos, diferentes a las hegemónicas, que parten de posicionamientos y condiciones existenciales también diferentes, y heterogéneas. Como sostienen Miguez y Seman (2006) si bien la antropología cuestionó el legado evolucionista que ella misma había generado, y que identificaba culturas más y menos “evolucionadas”, sin embargo la impugnación de jerarquías no abolió las diferencias: la distinción entre los significados, los portadores y los espacios (sociales y físicos) de constitución de las diversas culturas mantuvo una vigencia relativa, pese a la pretensión de legitimar su ordenamiento jerárquico fue puesta en tela de juicio. La relativización de supuestos etnocéntricos rehabilitó la alteridad cultural, pero ese mismo movimiento contenía la propensión a ignorar la asimetría de poder. Observando también que se hace necesario entonces encontrar categorías alternativas a las que utilizan los dominantes para construir su prevalencia. Siguiendo las preguntas que se plantean estos autores nos preguntamos con ellos por qué pensar que solo las clases dominadas enfrentan imperativos y que entre los dominantes todo es libertad y ¿qué sucede con la producción cultural de los sectores populares que no surge de su estado de carencia o limitación y que es, más vale, el resultado de su capacidad creativa? Tal vez la cultura de los sectores populares surja en algún grado de “elecciones” y tal vez estas tengan relevancia y funcionalidad que no son solo resistenciales: tienen valor político porque no se acomodan al deber de ser, pero no surgen de un proyecto contestario. Y desde aquí nos preguntamos también si en los atributos que estos agentes asignan a la “cultura de la pobreza”, no habrá “elecciones”, creatividad y simbolizaciones diferentes. Mencionamos que la cantidad de hijos que tienen las personas en situación de pobreza, aparece relacionada a un no saber y sí a una elección, pero elección negativa y precaria, estrechamente vinculada a ese no saber, en esta ecuación simple de tener hijos para tener subsidios, ecuación que sin embargo numerosos estudios e investigaciones[4], cuestionan, complejizan y sostienen es atravesada por múltiples variables.
Ahí me mataste, porque tenés de todo tipo de causas, para mi es político, es personal, es institucional, viene desde épocas anteriores, es como que es una mezcla… Es como que… para hablar de pobreza yo agarraría a cada familia y te hablaría de esa familia, con respecto a lo que yo veo, por ejemplo para mi esta familia viene de la pobreza porque no sabe ni leer ni escribir, ni nunca le interesó ni leer ni escribir, nunca le interesó un trabajo, si le cae todo de arriba mejor, como tenés el otro que no sabe leer ni escribir pero se la rebusca para salir adelante pero tampoco está en una situación económica…, media digamos pero tampoco es que se queda, entendés, para hablar de lo que es la pobreza te hablaría de cada familia…[…] que sé yo… y definírtela… es como que yo a la pobreza como te decía la tengo como que viene de falta de educación, de motivación, es medio como yo te lo digo…, no sé si es la definición justa, lo tengo como para mi, para mi la pobreza viene desde la familia, desde el núcleo familiar…, no sé cómo te la puedo definir, en este momento me agarraste. (I3)
Cuando se relaciona la pobreza a falta de trabajo, no hay tampoco un análisis de procesos económicos y políticos, sino que el factor preponderante parece ser la falta o pérdida de la “cultura del trabajo”, la “falta de capacitación” y también la pérdida de valores y principios, el trabajo, como ya dijimos es un valor social, y desde estos agentes pareciera que algunos eligen permanecer al margen y es necesario disciplinarlos. No se cuestiona ni se analiza cómo repercute y qué implica para estas personas el no poder acceder a un empleo y el tener múltiples impedimentos y dificultades para lograr por medio del trabajo satisfacer sus necesidades y las de su grupo familiar.
Obviamente falta de trabajo, justamente estamos viendo eso, ahora estamos haciendo un bosquejo para el zonal, que nos están pidiendo las chicas, falta de trabajo, falta de capacitación en la gente, eh…, se ha perdido todo, los valores, los principios, ¿viste?, eh… yo sostengo el tema de la cultura del trabajo. (I1)
Así podemos ver en estas representaciones el fuerte vínculo y encadenamiento entre pobreza y características personales y familiares, la “superación” de la pobreza está relacionada también a acciones personales y familiares, a la voluntad que pongan las personas para cambiar de situación. Surge una clasificación los “que tiran a progresar”, “los que salen a flote”, “los que quieren llegar a otro nivel” y los que “no les interesa nada”, los que “se quedaron ahí y ahí están”, “los que quedan estancados”, y a esta diferenciación corresponderían diferentes acciones por parte de los agentes
Tenés gente que es muy humilde pero siempre tira a progresar, a ampliar la vivienda, que no se queda estancada, porque la mayoría de la gente que yo le hice el censo vive en barrios, que tuvieron la suerte de acceder a la casa, que pagaron 4 o 5 cuotas y no pagaron más y están ahí todavía, pero es gente muy vulnerable, que no tiene, me ha pasado casos que, hay una chica que ella va al basural y en el basural tiraban los retazos de lo que llevan arriba la mesadas, que nunca me sale, de mármol, de retazos de mármol todos los pisos de mármol…, como tenés la otra que no le interesa nada, le decías si querían terminar sus estudios y te decían que no, si les gustaría capacitarse, te decían que no, como que quedaron ahí y ahí están. (I3)
Las acciones e intervenciones que se realizan y que se consideran pertinentes son perseguir para que se capaciten, controlar, hacer acompañamiento y seguimiento, estimular, apuntalar a los que reciben los programas, uno de los objetivos de esta estrategia es la recuperación de la “cultura del trabajo”, el acompañamiento es necesario porque la gente no sabe, o no puede sola.
Sabés que hay que perseguirlos para que se capaciten, porque el cobro por seis meses es con capacitación, yo después desde la oficina de empleo tengo que controlar o hacer un acompañamiento, que es lo que después les va a quedar para seguir trabajando, y bueno hay que perseguirlos, ahora nos están ofreciendo los pec, pero sabés por qué se desvirtúa todo esto, como a veces el Trabajo Dignifica no nos paga, porque no hay acompañamiento tampoco , se da y después se deja medio solo y la gente necesita acompañamiento, porque no sabe, porque no puede solo, porque como todos, como el cooperativista necesita el equipo de acompañamiento, y el acompañamiento es fundamental para recuperar la cultura del trabajo. (I1)
Con el seguimiento, con el estar permanentemente estimulando, o después de que uno llega a un acuerdo consensuado de lo que hay que hacer, que algunos autores le llaman la comunicación inteligente que se establece con la otra persona, y cuando han fallando algunas pautas de las que se han acordado retomar, y ahí está el tema. Las cosas se logran apuntalando permanentemente cuando ya se estableció una forma de trabajo, y ahí vas evaluando y cambiando si la estrategia sirvió, si a la familia no le sirvió, si fracasó algo, de qué manera hay que intentarlo nuevamente. (M2)
Censar y hacer relevamientos sirve como forma de identificar y seleccionar beneficiarios, de marcar una presencia y realizar el acompañamiento, una de las entrevistadas comenta sobre el censo que se realiza con el objetivo de reformular el programa Familias, luego de implementada la Asignación Universal, el cuestionario consta de trescientas preguntas, y entre las pocas que enumera está la de si tienen conocimientos sobre educación sexual. Paralelamente manifiesta que más allá que los beneficiarios “se queden ahí en lo que están”, ella tiene la percepción, que solo el dirigirse a su casa para hacerles el censo, los hace sentir que al menos alguien se preocupa por ellos. Si bien los agentes esencialistas expresan críticas al asistencialismo, lo ven también como posibilidad para realizar el control o el acompañamiento que se cree necesario, el momento en que las personas acceden a un bien ofrecido por un programa, por ejemplo “la bolsa de comida”, se puede “aprovechar” para otra cosa, para preguntar y aconsejar. El no conocer la lógica de la asignación de programas por parte de los “beneficiarios” es sumado a sus “no saberes” y utilizado como brecha para la reasignación de recursos.
Pero lo que le dije que se habían entrecruzado en la computadora, total no saben, los datos de los programas, tardó mucho, pero se entrecruzó, y yo prefería darte de baja al “Entre todos”, y lo tomo bien, y me preguntó: y el recorte va a ser para todos y para todos los que tengan exceso le dije. Y es muy amplio no lo podes acotar, son muchos temas, tengo compañeras que no quieren entregar la bolsa de alimentos porque hacés asistencialismo, pero hacés asistencialismo en todo momento, y por ahí podés aprovechar ese asistencialismo para otra cosa, en ese momento prácticamente el único momento que ves a la persona, y por ahí la gente va y te cuenta me pasa esto y esto, sí, es asistencialismo pero vele el lado provechoso. Y no es que le vas a dar esto por esto, pero tengo una señora que va por la bolsa y le digo: hiciste esto, hiciste aquello, bueno, pero fijate, lo utilizás pero no en el mal sentido. (I2)
En este momento el Programa Familia al no poder cumplir su función lo que hizo largar un censo, por ejemplo para las treinta y ocho familias que tengo acá y las 40 que tengo en Tres Lomas, yo lo que hago es un censo, que son trescientos seis preguntas, que pregunto por ejemplo, si terminaron sus estudios, si les gustaría capacitarse, si los chicos van a la escuela, si repitieron, en qué estado se encuentra la vivienda, si tienen conocimientos respecto a la educación sexual. Y ese censo se hace ya que el Programa Familia no pudo cumplir en principio su función a ver de qué manera se puede trabajar en este momento. En este momento, por lo menos yo en Trenque Lauquen estoy haciendo eso, pero nos dejaron para lo último a nosotros […] Más allá que ellos se queden ahí en lo que están, ellos con que vos te dirijas a la casa y les quieras hacer el censo, sentían, a mi me daba la sensación, que sentía que por lo menos alguien se preocupa por ellos. (I3)
Se identifica como problemática la multiplicidad de programas sociales, identificando también, la ya mencionada necesidad de capacitar, reconociendo en la capacitación la posibilidad o la herramienta para cambiar “cultura de la pobreza”, romper el “círculo de la pobreza”, y la falta o pérdida de la “cultura del trabajo”, afirmando que “tenés que hacer programas y proyectos sino se van a criar en esa cultura”. Dijimos que en la “superación” o no de la pobreza aparece en estos implementadores el comportamiento y la voluntad personal, de cada persona pobre depende “salir” de la pobreza. En los programas vinculados al trabajo, se realiza una diferenciación o clasificación más, los “beneficiarios” que recién se inician y los que ya con un tiempo de trabajo es necesario fortalecer, pero esto más que dos momentos diferentes de un mismo proceso parece mostrar personas con características diferentes.
En realidad para mi ahí nosotros nos equivocamos, viste que el estado tiene un montón de programas y todos para lo mismo y en realidad yo creo que hay que unificar, porque me parece que en esa unificación vos tenés un programa para el que inicia un micro y para el que le vas a fortalecer, porque es diferente el objetivo, al que le fortaleces ya lo evalúas de una mirada y al que inicia lo tenés que formar para que empiece y me parece que aparece mucho el desocupado que se desespera y quiere empezar a ganar plata con algo, y el primer error que al principio no ganás plata, y vos no podés pensar que te vas a salvar con un microemprendimiento de entrada. (I1)
Después otra cosa que tenemos son los talleres, yo hice el taller de peluquería que fue por autogestión. Lo que yo quiero lograr en el barrio son talleres con salida laboral, del municipio no pudieron pagar la profesora y pagan $15 y es por autogestión y va la profesora, cuando van a comprar los materiales el municipio obviamente trabaja con proveedores, y obviamente nadie se quería hacer proveedor del municipio, entonces sacamos tarjeta de crédito, agregamos 4 o 5 personas más y con eso pagamos la cuenta de la tarjeta de crédito; empezó también el curso de bijouteri, como salida laboral, te lo piden muchísimo, te piden cursos de panadería, cocina […]Yo creo que ya viene de una cadena, de que los padres ya venían pidiendo, ellos se criaron en eso y es un círculo vicioso, si no hacés talleres de esto y aquello no sé si los vas a poder cambiar. Tenés que hacer programas y proyectos así sino se van a criar en esa cultura. (I2)
Insistimos entonces en que este concepto de “cultura de la pobreza” y numerosas comprensiones que parten del mismo o que están en relación con este, poseen una presencia importante, principalmente en los agentes esencialistas, pero identificándose algunos elementos también en los institucional tradicionales, considerando que es fuerte también en el sentido común.
2. Lógicas diversas: desigualdad e igualdad
En estos tres tipos de representaciones, institucional transformadora, institucional tradicional y esencialistas, podemos identificar también perfiles de agentes de la actual Política Social, puntos de convergencia y de divergencias, cuestiones y definiciones en pugna, propuestas de acción diferentes, distintas pertenencias y relaciones con los espacios institucionales. Podemos paralelamente identificar algunos tópicos, entendidos estos como lugares comunes o de confluencia en la nominación de “los otros”, de “los beneficiarios”, de “los pobres”. Si bien estos pueden ser resignificados y mostrar entonces algunas variaciones, comprendemos constituyen soportes en la construcción, permanencia, consolidación y reproducción de una lógica de desigualdad, paralelamente reconocemos la presencia de una lógica alternativa, la lógica de la igualdad, menos instalada, pero en la que también podemos distinguir algunos tópicos, que funcionarían como soportes, en este caso de representaciones menos predominantes y transformadoras, que explicitadas pueden cobrar más fuerza, en la pugna con las más predominantes y tradicionales.
2.1. La lógica de la desigualdad y sus soportes
Cuando hablamos de lógica de desigualdad hacemos referencia a mecanismos, modos, formas, que articulados operan en la producción y reproducción de la desigualdad, permitiéndonos este concepto abordar y comprender también la desigualdad como proceso relacional. La lógica de la desigualdad tiene entonces relación directa con el concepto de “privación de identidad” de Vasilachis (2003), con el que esta autora muestra que cuando se niega, por diversas acciones o estrategias discursivas, la identidad esencial de las personas, se está privando de identidad, creando diferencias y consolidando la desigualdad y que paralelamente se legitima el poder de unos sobre otros y se crean distancias. Vasilachis (2003) hace referencia también a que quienes definen, explican e interpretan la pobreza pueden ser vistos como sujetos activos en posibles relaciones de privación. Podemos decir entonces que estas estrategias y/o soportes de la lógica de desigualdad son mecanismos que refuerzan las distancias sociales y niegan la igualdad esencial. Asimismo, podemos evocar el concepto de Tilly (2000) de “desigualdad persistente”, para este autor existen mecanismos sociales, secuencias causales recurrentes de alcance general, que realmente fijan en su lugar la desigualdad categorial. Así las grandes y significativas desigualdades en las ventajas que gozan los seres humanos corresponden principalmente a diferencias categoriales, más que a diferencias individuales en atributos, inclinaciones o desempeños. Y la desigualdad persistente entre categorías surge porque las personas que controlan el acceso a los recursos productores de valor resuelven problemas organizacionales acuciantes por medio de distinciones categoriales e inadvertidamente o no, establecen sistemas de cierre, exclusión y control social. En la lógica de desigualdad se opera sobre la persistencia de la desigualdad, la desigualdad no tiene que ver con una desigualdad esencial de las personas sino con lógicas que generan y hacen persistente esa desigualdad.
2.1.1. Categorizar y clasificar: legitimización de la desigualdad social
Ya hemos hecho referencia a la relación de las representaciones sociales con el categorizar y clasificar y la función de esta clasificación en la legitimación de la desigualdad. También en las características y la nueva relevancia que adquirió en la Política Social neoliberal o focopolítica, esta función clasificatoria. Tanto en los agentes ligados a las representaciones institucionales tradicionales como a las esencialistas, y no así en los ligados a las institucionales transformadoras, observamos que está presente esta función clasificatoria, y en ellos las tipologías descriptivas sirven para marcar relaciones con otros (Baczko, 1991: 3). Aparecen bajo palabras diferentes básicamente dos categorías de personas pobres, por un lado los que parecen no tener posibilidades de cambiar su situación: “los estructurales”, “los que no les interesa nada”, “los que se quedaron ahí y ahí están”, “los insalvables”, “los no reciclables”; y por otro lado los que sí tendrían estas posibilidades: “los nuevos pobres”, “los que tiran a progresar”, “los que salen a flote”, “los salvables”, “los reciclables”.
Analizando la política social neoliberal Lautier (1998) observa que para realizar la selección de aquellos que son dignos de ser ayudados se mezclan inevitablemente los datos con apariencia objetiva (conocimiento, etc.) y los datos más subjetivos (“espíritu empresarial”, “voluntad de salir a flote”). Este autor realiza así otro aporte para comprender la presencia de aspectos subjetivos de los agentes del Estado en el diseño e implementación de programas, y cuando decimos subjetivos estamos también considerando con Bourdieu (1996a) las condiciones objetivas que sirven de soportes y desencadenantes de esta dimensión subjetiva. Cuando Svampa (2001), analiza a “los que ganaron” en el modelo neoliberal, muestra como en las representaciones de estas personas, el pobre es antes que nada una clasificación, hace hincapié también en la prevalencia de algunos “tópicos clásicos” acerca de la pobreza, y entre esos tópicos la visión meritocrática y la tarea pedagógica y hasta civilizatoria que deben ejercer las clases superiores con relación a los pobres. Podemos identificar, de acuerdo a lo que venimos sosteniendo, la presencia y la fuerza de esta visión meritocrática y de esta tarea pedagógica en los agentes de la Política Social. Siguiendo a Martínez (2007) podemos advertir, en esta función clasificatoria la dimensión simbólica vinculada inmediatamente a posiciones en el espacio, posiciones que implican diferencias de poder y desigualdad estructural. Este es el punto de partida en que se inscribe cualquier interacción simbólica, incluso convertida ella misma en relación de fuerza simbólica.Las palabras que se usan para establecer estas diferencias no son neutras, poseen un fuerte peso de nominación y de demarcación de posibilidades. A la primera categoría se le atribuyen características vinculadas a una elección y a una actitud personal, parecen por esto estar condenados a permanecer en esa condición. La segunda categoría viviendo en la pobreza, parece tener otras características y actitudes que sí le permitirían cambiar su situación “tiran”, “salen”, para estos la pobreza ya no sería una condición sino una situación. Los “pobres estructurales” parecen “ser pobres” y “los nuevos pobres”, “estar pobres”, unos parecen atrapados y condenados a la pobreza y otros, los que no son portadores de características personales, presentar ciertas posibilidades que potenciadas por agentes en otra posición los lleven a cambiar de situación[5]. En esta clasificación evidenciamos claramente la consideración de Murillo (2008) en cuanto a que las estrategias discursivas dominantes tienden a normalizar el pensamiento, naturalizando la desigualdad como parte de la estructura ontológica del ser humano, concepto que se articula con la idea de que la pobreza es una evidencia incuestionable. Las dos categorías de personas pobres necesitan de otro sujeto, que con una posición diferente tiene la posibilidad de decidir si son “salvables” y “reciclables”, este otro sujeto, realizará prácticas diferenciadas, e invertirá esfuerzos también diferenciados.
También nos es útil ahondar en esta función clasificadora y en las consecuencias y lógicas inscriptas en ella para comprender la no neutralidad de las representaciones y así la afirmación de Raiter (2002) en cuanto a que los contenidos de las representaciones no son neutros y cuando afirmamos que no son neutros estamos afirmando que tomamos decisiones, planificamos nuestra vida, elegimos objetivos, etcétera, a partir de, teniendo en cuenta o condicionados por las imágenes que tenemos de los acontecimientos y hechos del mundo, las representaciones construidas. Paucovich (2008) observa que legitimar distancias sociales hace que la producción y reproducción de “oposiciones” aparezca como “real” y “natural”. Gutiérrez (2008) advierte, siguiendo a Bourdieu, que la estructura de dominación existe objetivamente, independientemente de los agentes y también existe en forma incorporada en esos mismos agentes. La clasificación de las diferenciaciones sociales efectuada por los agentes de la Política Social, contribuye a convertir y establecer estas diferencias como desigualdades, haciéndolas aparecer como “objetivas”, “reales” y “naturales”, como desigualdades ontológicas y paralelamente el poder simbólico del que son portadores establece posibilidades de acción para los que son clasificados y para ellos como clasificadores, reforzando la relación de poder y su posición en la estructura socio – económica.
2.1.2. Diferenciación social y demarcación de posiciones: el lugar del saber y los conocimientos
Si bien cuando planteamos la problemática y los interrogantes de investigación el “conocimiento” no fue tenido en cuenta como temática a abordar, se convirtió en un tema emergente importante durante las entrevistas, principalmente en los planificadores. En los planificadores institucional tradicionales el concepto de “conocimiento” suele estar asociado a un saber académico y en los implementadores tanto institucional tradicionales como esencialistas, es un saber hacer, vinculado no tan directamente a un saber o a un conocimiento académico, sino al ser ellos portadores del saber de una cultura dominante, en el discurso tanto de unos como de otros, a las distintas clasificaciones de personas pobres, se le atribuyen diferentes saberes o no saberes.
En las representaciones institucionales tradicionales observamos como el hacedor de los programas se posiciona como actor principal y primordial, manteniendo distancia y suponiendo una desigualdad con el “beneficiario” del programa, diferencia que lo preserva de él. Esta diferencia hace que el “beneficiario” no participe en la elaboración de los programas, el foco está puesto en los que diseñan los programas, en el proceso técnico/administrativo, etc. Al negar o no reconocer al “beneficiario” como sujeto parece haber un distanciamiento de la preocupación o el interés de los “beneficios”, resultados, etc. ni siquiera en términos de la proclamada “eficiencia” instalada por el neoliberalismo. La forma en la que el planificador define su posición en la sociedad se vincula, con la actitud que asume en el proceso de conocimiento. Podemos entonces analizar la relación de las acciones y las concepciones sobre la adquisición, construcción del conocimiento en los diferentes tipos de planificadores.
Para los planificadores institucionales transformadores el conocimiento se adquiere en la práctica, se construye con otros, y sirve para transformar “con” las personas que se relacionan al programa; para los institucionales tradicionales el conocimiento se adquiere en la Universidad, es diferente y superior al del pobre. Observamos entonces que los perfiles en que el conocimiento que se valora es el conocimiento científico, las acciones tienden a inmovilizar y contener “a” las personas que están vinculadas al programa, resaltando la preposición “a” y considerando que muestra la imposición de unos sobre otros. En el perfil en que todos los que son parte de los programas, tienen conocimiento, sean técnicos o no, este conocimiento se acrecienta y se va construyendo en el intercambio; la acción resaltada es la transformación, reforzándose la preposición “con” y designando con ella la igualdad entre los actores. Podemos observar más allá de los programas y las representaciones una diferencia que parece estar influida por la posición de implementador o de planificador. En los implementadores el conocimiento no adquiere la misma relevancia que en los planificadores, y se visualiza como ya mencionamos en un saber hacer o un saber vivir, y con el ser ellos portadores de una cultura y/o de una clase que sabe hacer y sabe vivir. Así en los implementadores esencialistas el no saber de las personas pobres se relaciona con el no saber leer y escribir, el no saber utilizar métodos anticonceptivos, en no saber alimentarse adecuadamente, en no saber gastar en lo que es necesario gastar, en no saber administrarse, etc. y los saberes con las estrategias de uso y “abuso” de los programas sociales.
Hablamos entonces de un capital en particular, y en cómo la acumulación de este capital es producto y produce posiciones diferentes en el espacio social, observando la intervención de los agentes en esta producción. El conocimiento que se valora es paralelamente el que se adquiere en una institución legítima y legitimadora, y el que vehiculiza el habitus de determinado grupo social.
2.1.3. Invisibilización – Privación de identidad: cristalización de lógicas y procesos sociales
Tanto en las representaciones institucionales tradicionales como en las esencialistas, se resaltan las desigualdades, de no pobres y pobres, se resalta entonces el componente existencial, convirtiendo las diferencias en diferencias esenciales[6], se tiende a naturalizar la pobreza relacionándola con atributos de las personas pobres y no analizando causas estructurales. De las personas que viven en la pobreza, no se ve la totalidad de la persona, y los derechos que les son violentados sino, como dijimos, solo algunos aspectos o atributos que se les asigna y a los que se convierte en esenciales, son esos atributos los que los hacen desiguales a los no pobres. Como dijimos al hablar de las representaciones sociales, toda construcción de representaciones viene de seleccionar y excluir elementos. Invisibilizar es entonces por un lado realizar diversas construcciones para desligar causas y efectos, y por otro lado, realizar construcciones para que la persona no sea vista como tal, y como poseedora de derechos sino como responsable de su situación.
Compartimos con Álvarez Leguizamón (2005) que las causas de la pobreza se colocan en los factores subjetivos y culturales de las personas, poniendo así el acento en las causas que la potencian y no en las causas que la producen. Esto invisibiliza las condiciones materiales que generan y agudizan la pobreza y facilita el proceso de naturalización discursiva. Se nombra al “otro”, al “pobre”, como el diferente, el desigual y tal como sostiene Eroles (2005) todo lo diferente puede y debe ser invisibilizado, a los distintos o diversos se los considera inexistentes (invisibles), la visibilidad implica interpelación (Carballeda, 2008) y la interpelación cuestiona posiciones y relaciones de clases que deben permanecer inalterables.
Los agentes de la Política Social como agentes del Estado y por la lógica de intervención y funcionamiento de los programas, tienen el poder para legitimar posiciones de clases, comportamientos y posibilidades, de estos “otros”. Si la invisibilidad de las personas pobres y de las causantes de las situaciones de pobreza se imponen, será consecuente la no necesidad de acciones para revertir la pobreza o para trabajar para la igualdad, serán legítimas las no acciones y las acciones o intervenciones que solo buscan modificar los atributos asignados a las personas pobres, “capacitar”, “acompañar”, “aconsejar”, etc. Los programas sociales pueden entonces reforzar los procesos de “exclusión”, mediante acciones difusas que legitiman la desigualdad social, no parece necesario identificar e intervenir en las causas de la pobreza y en el cumplimiento de derechos (proceso de ocultamiento) sino lidiar con los pobres y la pobreza; así los programas sociales analizados tienden a ocultar procesos y sujetos[7]. De modos diversos en muchos de los hacedores e implementadores de programas sociales están presentes la inmovilización, la invisibilización y la privación de identidad, estos elementos puestos en juego e interrelacionados aportan a la cristalización de lógicas y procesos sociales de construcción y refuerzo de la desigualdad social. Más de una vez, y siguiendo a Danani (1996), hicimos referencia a que la Política Social condensa, manifiesta, y vehiculiza representaciones sobre la “generalidad del orden”, “los modelos socialmente deseables” y sobre quiénes son “los otros”. Los soportes de la lógica de la desigualdad ponen de manifiesto, claramente, esta afirmación y nos muestran cuáles son esos “modelos socialmente deseables”, privilegiados por muchos de los agentes de la Política Social
2.2. La lógica de la igualdad y sus soportes
No podríamos comprender la lógica de la igualdad solo por oposición a la de la desigualdad, si bien muchas de sus características, resultan oponerse a esta, también presenta elementos diferentes, que no se explican por simple contraposición. Los soportes de esta lógica muestran entonces representaciones y mecanismos que tenderían a plantear la igualdad como principio y reconocimiento y la desigualdad existencial, la pobreza, como violación de los mismos. Recurrimos nuevamente al concepto de “privación de identidad” de Vasilachis (2003), dijimos al explicitar la lógica de la desigualdad que este se refiere, a la negación de la igualdad esencial de las personas, en esta lógica es definitorio entonces el reconocimiento de esta igualdad, y por lo tanto del reconocimiento de la identidad de todas las personas. Si quienes definen e interpretan la pobreza pueden ser vistos como sujetos activos en las posibles lógicas de privación (Vasilachis, 2003), también pueden ser sujetos activos y productores de esta lógica de igualdad.
2.2.1. Reconocimiento de igualdad esencial y desigualdad existencial
Los agentes que vinculamos a esta lógica, con representaciones institucionales transformadoras, parten de este reconocimiento de la igualdad esencial de las personas, esto parece no ser algo retórico, sino que funciona como base para pensar las desigualdades y las acciones para influir en la transformación de esa configuración social. Son causas estructurales y políticas, y no diferencias esenciales las que determinan la desigualdad, así la pobreza no depende de características atribuibles a las personas que la viven. La desigualdad social sería entonces una producción socio política y como dijimos relacional.
Si bien coexiste una pluralidad de nociones de igualdad, y así, desde diferentes posiciones e intereses se hace referencia a la igualdad de las personas, esta referencia suele también mostrar o ocultar concepciones y políticas en relación a las mismas. Dubet (2011) vincula la igualdad a la justicia social y afirma que en la actualidad existen dos grandes concepciones de la justicia social, la igualdad de posiciones o lugares y la de oportunidades. La igualdad de posiciones busca que las distintas posiciones estén, en la estructura social, más próximas las unas de las otras, a costa de que entonces la movilidad social de los individuos no sea ya una prioridad. No se trata tanto de prometerle al hijo del obrero la oportunidad de ser patrón el día de mañana como de reducir la brecha que distancia al obrero del patrón. La igualdad de oportunidades, en cambio, consiste en ofrecer a todos la posibilidad de ocupar las mejores posiciones en función de un principio meritocrático. Podemos poner en duda e insistir en que es solo retórico el reconocimiento de la igualdad de todos en la postura de la igualdad de oportunidades, en esta se diferenciaría a los que sí “aprovechan” las mismas y los que no lo hacen, algunos serían meritorios y otros ineptos por no lograr hacerlo, sin un reconocimiento de la desigualdad estructural que fija las desigualdades de posiciones, y cualquier posibilidad de igualdad de oportunidades. En la postura de igualdad de oportunidades estarían asociados supuestos subyacentes (Gouldner, 1979) que mediante el recurso de postular y hacer central que algunos individuos no aprovechan las oportunidades, son ineptos, etc. avalarían la desigualdad social, presentándola como justa.
En el soporte del reconocimiento de igualdad esencial y desigualdad existencial, no hay lugar para efectuar distinciones categoriales, como ya dijimos, Tilly (2000) sostiene que el trabajo categorial siempre implica atribuir cualidades distintivas a los actores, a uno y otro lado de los límites, no apareciendo esto en la lógica de la igualdad. Los problemas organizacionales podrían entonces buscar otras vías resolutivas que las distinciones categoriales, y estas vías tendrían que ver con la apelación a la igualdad esencial, la privación de identidad que significa no reconocerla y desde ahí la violación que implica la desigualdad, abogando por la disolución de la desigualdad persistente. Al no realizarse estas clasificaciones, también sería diferente la forma de comprenderse a sí mismos de los agentes de la Política Social y de definir su posición y función social.
2.2.2. Interacción y mutua transformación
Si obviamente los agentes de la Política Social tienen otra posición que los “beneficiarios” de esa política, no intervienen en esa diferencia una desigualdad esencial sino una desigualdad existencial, y las lógicas que producen y refuerzan las desigualdades. Los agentes con las representaciones que vinculamos a esta lógica, reconociendo entonces la desigualdad existencial, consideran esencialmente iguales a todas las personas, con los mismos derechos, etc. y hablan de la necesidad de encontrarse, de ponerse en el lugar del otro, poner el cuerpo, interactuar y dialogar. No buscando consolidar posiciones, contener y controlar a las personas en situación de pobreza sino trabajar conjuntamente, y desde el reconocimiento de los diagnósticos, percepciones, etc. de las personas que viven la pobreza, lograr transformaciones micro y macro sociales, con la intervención de las políticas públicas, del Estado no como único actor pero sí como actor fundamental de esa transformación que implicaría, como dijimos, intervenir en las estructuras que generan pobreza y desigualdad.
El diálogo y la interacción son fundamentales tanto en el proceso de descubrimiento del otro como igual, como para que, desde el reconocimiento de la igualdad esencial, buscar soluciones a la pobreza. Vasilachis (2003) sostiene que el respeto al principio de igualdad esencial determina que las soluciones a los problemas sociales, económicos, políticos, no pueden ser creadas por unos e impuestas sobre otros. Todos, como idénticamente iguales y libres, cuentan con las capacidades necesarias para participar y cooperar en la búsqueda de soluciones que no beneficien a unos sino a todos por igual, constituyéndose en los hacedores de un mundo nuevo e impidiendo toda forma de injusticia, de privación y de violencia. Así mismo, Vasilachis (2003) observa, al referirse a la epistemología del sujeto conocido, que al no esencializar el componente existencial, al aproximarse a los otros es que se reconoce lo que tenernos de igual y la necesidad de hacer de la igualdad una nueva forma de ser de la sociedad.
2.2.3. Visibilización y problematización de las relaciones sociales
Desde la lógica de la igualdad se desnaturaliza la pobreza, al no esencializar los componentes existenciales y reconocer las causas estructurales y las definiciones relacionales y función de los agentes en reforzar la desigualdad, se desnaturaliza, como dijimos, la pobreza y se naturaliza la igualdad. Si desde múltiples perspectivas incluso desde las anti igualitarias se suele reclamar igualdad en algunas esferas, si nos preguntamos igualdad en qué esferas, o igualdad de qué, de oportunidades, de posiciones, etc., estamos diciendo igualdad en el componente esencial de la identidad. Y desde esta concepción de la igualdad se problematizan las relaciones sociales de privación, de entramados de privación, y se visibiliza la pobreza. Visibilidad que se efectúa también ligando causas y efectos, derechos y privaciones.
Cuando hablamos de la invisibilización como soporte de la lógica de la desigualdad, citamos a Eroles (2005) quien manifiesta que todo lo diferente puede y debe ser invisibilizado, a los distintos o diversos se los considera inexistentes (invisibles), y a Carballeda (2008), quien observa que la visibilidad implica interpelación y la interpelación cuestiona posiciones y relaciones de clases que deben permanecer inalterables. Dos aportes importantes también para comprender este soporte de visibilización y problematización de las relaciones sociales, en la lógica de la igualdad. Diríamos, parafraseando a estos autores, que en esta lógica, que reconoce la igualdad esencial de las personas, juega un papel importante la visibilización, tanto de esa igualdad como de las relaciones de privación y los procesos y mecanismos de esencialización de las diferencias existenciales; visibilizar, insistimos, es reconocer la existencia, y dar lugar a la interpelación que cuestiona posiciones y relaciones de clase.
- En el mismo sentido Larrosa (2006) observa que si las experiencias no se elaboran, si no adquieren un sentido, sea el que sea, con relación a la vida propia, no pueden llamarse, estrictamente, experiencias. ↵
- Pueden verse autores como Rowlands (1997) y Friedman (1992).↵
- Para profundizar la relación entre segregación territorial con otras variables y aspectos puede verse Groisman y Suárez (2006).↵
- Puede verse al respecto Climent (2003), entre las variables o factores intervinientes que identifica, las pocas posibilidades educativas y laborales (importantes en la construcción de la identidad) que poseen las mujeres en situación de pobreza, la sacralización social de la maternidad y su función en la construcción de la identidad de estas mujeres. También, de acuerdo a los contextos, puede verse el ya clásico texto de Forni y Benencia (1985) que plantea diversas hipótesis respecto a la elevada fecundidad de la población rural de Santiago del Estero, en relación a haberse constituido como proveedora de mano de obra no calificada para las regiones más desarrolladas del país. ↵
- Zullo (2002) observa que el considerar a la pobreza como una condición “ser pobres” las personas aparecen atrapadas en esa condición y que sólo les permite padecer esa situación o exhibir la falta y la impotencia para las acciones materiales. ↵
- Vasilachis (2003a) al analizar las representaciones de pobres y pobreza en los medios gráficos de la ciudad de Buenos Aires, observa que la identidad tiene un componente esencial y uno existencial, el primero haría a todos los seres humanos iguales, el segundo correspondería a la situación de existencia, remarcando que estos medios para nombrar a las personas en situación de pobreza, lo hacen tomando solo el componente existencial, lo que también quitaría responsabilidad en cuanto a las causas de la pobreza y la violación de derechos. ↵
- Winocur (1996) investigando los primeros programas culturales una vez recuperada la democracia en Argentina, sostiene que en el caso de los promotores culturales se advierten imágenes predominantes en la definición de los sujetos destinatarios de sus acciones. Los que manejan una representación cultural sobre la “pobreza” que se expresa en el discurso como una situación estructurada de carencia, incapacidades y desventajas que solo pueden superarse mediante un esfuerzo planificado y compensatorio de la sociedad. Esta representación conlleva una “asistencialización” de la relación entre los agentes encargados de llevar a cabo el programa y “los pobres”, beneficiarios de sus acciones que inhibe la comprensión del complejo entretejido de diferencias culturales y desigualdades sociales que mediatizan la relación entre la política pública y sus destinatarios y los que tienen una visión “romántica” de los sectores populares, que los conciben como depositarios de reservas democráticas de una sociedad y con la capacidad de transformar el orden social vigente, dada su condición social. En ambos casos, el diagnóstico de los sectores populares queda atrapado en la visión “enclasada” y “enclasante” que no permite advertir las diferencias y estratificaciones internas. ↵