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3 Las representaciones de los planificadores e implementadores de la política social

1. Planificadores e implementadores vinculados a tres experiencias programáticas

Dada la importancia, a la que hicimos referencia, que cobraron los programas sociales en las últimas décadas, para abordar las representaciones de los planificadores e implementadores de la Política Social en Argentina, seleccionamos tres experiencias programáticas, posteriores a 2003, del ámbito nacional, provincial (Prov. de Buenos Aires) y local (ciudad de Chascomús) y emergentes de las líneas o ejes asumidos como centrales y prioritarios por el gobierno nacional: familia, trabajo y alimentación. Los programas analizados y tomados como marcos referenciales e institucionales de planificadores e implementadores, fueron entonces un programa del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, el “Programa Familias por la Inclusión Social”, del año 2005; un programa del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia de Buenos Aires, “El Trabajo Dignifica”, del 2006, y un programa de la Secretaría de Desarrollo Social de la ciudad de Chascomús, “Entre Todos”, del 2004.

La Política Social, y en forma particular los programas sociales, se construyen y reconstruyen en las interacciones de múltiples actores. A fines del análisis nos centramos en dos tipos de agentes de la Política Social, planificadores e implementadores, en el caso de los primeros, hacemos referencia a personas que en forma diversa han participado en el diseño formal de un programa, en cambio al hablar de implementadores, lo hacemos de personas que si bien con sus prácticas rediseñan un programa no han participado en este diseño formal, pero sí implementan los programas territorialmente, interviniendo también en su definición.

En primer lugar llevamos a cabo un exhaustivo análisis de la documentación existente sobre los programas y de la información complementaria de los mismos (cartillas, orientaciones, etc.) Un abordaje que nos permitió no solo el conocimiento minucioso de fundamentaciones, objetivos y metodología, sino también, a través de la folletería complementaria, apreciar supuestos, planteos y expectativas. En segundo lugar, realizamos veintidós entrevistas en profundidad[1] (Taylor y Bogdan, 1986 y Olabuenaga, 1996), quince a planificadores y siete a implementadores. De las entrevistas a planificadores seis fueron a planificadores a nivel nacional, siete a nivel provincial (prov. de Buenos Aires) y dos a nivel municipal (Chascomús). De las personas entrevistadas que intervienen en el diseño de programas la mayoría son mujeres (setenta y un por ciento), y también es alto el porcentaje de las que tienen título universitario (ochenta y seis por ciento), teniendo, las restantes, títulos terciarios. Prevalecen los Trabajadores Sociales, otras profesiones son Psicólogos, Psicólogos Sociales, Lic. Ciencias de la Educación, Sociólogos, Economistas y Abogados. De las entrevistas a implementadores, dos se efectuaron en el municipio de Quilmes, dos en el de Trenque Lauquen y tres en el de Chascomús, todas las entrevistadas fueron mujeres (esto no fue intencional sino que podría mostrar que al menos a nivel local los agentes que intervienen en la implementación de programas sociales mostrarían una preponderancia de mujeres[2]), de edades promedios menores que las de los planificadores, seis de ellas Trabajadoras Sociales (universitarias y terciarias). Otra característica observada y surgida de las entrevistas, a tener en cuenta y problematizar, es que de las quince personas relacionadas a la planificación de programas solo el cuarenta por ciento reconocen haber tenido o tener participación en política partidaria o participación religiosa, algunos de ellos en forma conjunta y otros solo participación política, y en los implementadores solo una de las entrevistadas manifiesta haber tenido participación política y religiosa[3]. También resaltamos que un alto porcentaje de los agentes se han formado en la universidad y/o en instituciones públicas y que al menos el cincuenta por ciento han continuado su formación posteriormente.

1.1. Experiencias programáticas

Consideramos necesario en primer lugar la caracterización general de los programas en cuestión, para pasar luego a considerar el abordaje de los agentes en particular. Esta aproximación nos permite plantearnos algunas diferencias y algunas similitudes de las experiencias programáticas en cuestión, y comenzar a analizar supuestos y concepciones presentes en las mismas.

1.1.1. Caracterización del Programa Familias por la Inclusión Social

El Programa Familias por la Inclusión Social (PFIS) (creado por la resolución Nº 825/05), financiado con fondos provenientes del Tesoro Nacional y mediante el aporte de recursos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), fue lanzado por el gobierno nacional en 2004, apuntó a transferir el programa “Jefas y Jefes de Hogar Desocupados” (JJHD) a las madres solas “que así lo deseen”, en algunos documentos y materiales se manifiesta de esta manera como “deseo” u “opción” y en otros se habla de la “elegibilidad de los destinarios”. El JJHD[4], a cargo del Ministerio de Trabajo, fue uno de los tres mega programas que se crearon para dar respuesta a la situación socio económica que venía deteriorándose durante la década del 90 y que eclosionó en 2001. Los otros dos Planes fueron el “Programa de Emergencia Alimentaria” y el “Programa Remediar”, a cargo de los Ministerios Nacionales de Desarrollo Social y de Salud, respectivamente. El “Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados”, nace no sólo como herramienta de la Política Social, sino principalmente como instrumento para apaciguar un conflicto social de características inéditas que ponía en juego la continuidad del sistema político institucional, desde aquí se puede comprender porque inicialmente se implementa en algunos municipios que son “elegidos”, y que si bien no se explicita los criterios para esta selección, sí se sostiene que “el criterio de focalización geográfica fue determinado en 2002, de acuerdo al estado de emergencia social de las provincias, aglomerados urbanos y municipios seleccionados”[5].

Como dijimos y tal como se expresa en la resolución de creación del PFIS y en la folletería, las beneficiarias serían madres solas que recibían el Plan Jefes y Jefas y que optaron por este traspaso, las mimas cobrarían mensualmente y mediante tarjeta un monto variable de acuerdo a la cantidad de niños a cargo (en el caso de niños discapacitados no importará la edad). En el caso del PFIS no hay autofocalización sino traspaso “optativo” de un plan anterior que sí autofocalizó por única vez, salvo los casos de “emergencia” que requieren también de la validación. Por medio de criterios estadísticos y cruce de información se dio de baja en ese momento a destinatarios del plan JJHD, por otra parte, las familias que ya no tenían hijos menores de 18 años quedaron fuera de ambos “programas de traspaso” (Álvarez Leguizamón, 2009). Así el objetivo fundamental sería promover la protección e integración social de las familias en situación de riesgo social, desde la salud, la educación y el desarrollo de capacidades, posibilitando el ejercicio de sus derechos básicos. Se propone también mejorar la calidad de vida de la familia a través del fortalecimiento de su rol y el cumplimiento de todas sus funciones, promover el desarrollo integral de los derechos de los niños y los jóvenes y la integración de todas las personas del grupo familiar.

El PFIS apuntó a incluir a 750.000 madres solas que al optar por el nuevo Programa, “en lugar de una contraprestación laboral (como exigía el JJHD), tendrían como obligación preocuparse por la escolaridad y la salud de sus hijos, además de tener la posibilidad de capacitarse laboralmente”[6]. Suponiendo que el ingreso otorgado a las mujeres repercute directamente en el “bienestar” de los hijos e hijas. El programa refuerza dicha presunción, a través de “compromisos” que la mujer debe asumir para ser beneficiaria del subsidio. Resulta interesante el análisis del CELS (2007) que sostiene que el condicionar las transferencias a otras exigencias, relacionadas con la educación o la salud de los hijos, parte del supuesto no explicitado que resulta necesario “generar” un compromiso por parte de los y las pobres con la superación de su pobreza, además de suponer que las personas pobres no necesariamente saben lo que es mejor para ellas y sus familias. Así, muchos programas incorporan inicialmente a las mujeres como “recursos” más que como beneficiarias, suponiendo, a través de este mecanismo, que se genera en ellas el compromiso de la “participación social”.

Desde el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación (MDS) [7] se sostiene que el PFIS, tiene su mirada puesta en la equidad, hace referencia directa a las necesidades sociales detectadas en cada territorio y debe promover la participación activa de todos los actores locales para dar respuesta a las mismas, “alentando a la participación laboral”. Paralelamente se afirma[8] que el PFIS tiende a promover los valores que cohesionan, articulan y hacen posible una vida armoniosa en familia y sociedad, impulsando la integración de la familia y estimulando valores y sentimientos que pongan en alto la dignidad de la persona humana. Arroyo (viceministro de Desarrollo Social al momento de implementar el Plan) observa “La mejor política social es el trabajo y la producción. Este no es un subsidio por contraprestación sino una manera de fomentar la salud y la educación. Con este plan aseguramos que los chicos vayan a la escuela y rompemos el concepto de que de familias pobres crecen chicos pobres”[9]. Como objetivo no explícito en la resolución de creación del Programa, pero sí en la página del Ministerio y en la folletería, aparece también como objetivo el estimular una Política Social familiar inclusiva que promueva el respeto a los derechos humanos, la igualdad de trato y de oportunidades entre género de los miembros de la familia y que a la vez garantice que la educación familiar incluyendo una comprensión adecuada de la maternidad como función social.

Para el MDS el desarrollo de este Programa comprende acciones de protección, prevención, asistencia, acompañamiento y promoción, un plan de ingreso, pensiones asistenciales, líneas de trabajo con adolescentes y el proyecto “Incluir” dirigido a los jóvenes. La ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, señaló que “los dos objetivos centrales de estos cambios son promover la cultura del trabajo en los que tienen mayores condiciones de empleabilidad y fortalecer la calidad de vida de los niños, sobre todo en lo que se refiere a su educación y su salud” [10], así mismo explicó que “un objetivo es que luego de un año comiencen a generar sus propios ingresos, con el apoyo en la búsqueda de empleo o con el otorgamiento de créditos del plan Manos a la Obra para microemprendimientos productivos”[11]. Por su parte, Arroyo explicó que “el traspaso está dirigido a prestar más atención a los sectores indigentes, y a los pobres estructurales, sobre todo a quienes están lejos de la reinserción laboral, a los que se dará acompañamiento con un tutor”[12].

Sin embargo, es interesante al respecto lo señalado por el CELS (2007) que manifiesta su preocupación por el énfasis que el diseño del Programa Familias ha tenido en la caracterización de las personas como “empleables” o “inempleables”. Sosteniendo también que dicha distinción resulta, en principio, discriminatoria y que la definición de ser o no “empleable”, no sólo presenta serios problemas en su definición teórica, sino que además se asocia, en este caso, con el acceso a distintos planes sociales que conllevan diferentes exigencias de contraprestaciones. Este informe del CELS resalta también que según el decreto 1506/04 atañe a los Ministerios de Trabajo y Empleo y de Desarrollo Social “clasificar” a los receptores según su potencial para ingresar o no al mercado de trabajo remunerado y que el tipo de intervención postulado en este programa se vincula con las políticas de superación de la pobreza financiadas por los organismos de crédito internacional, y aún aplicadas en buena parte de los países latinoamericanos.

Si bien el PFIS tuvo una extensión nacional, llegó a la mayoría de las provincias, pero no a todos los municipios. Algunos avances que introdujo el Programa fue la elevación de monto otorgado con respecto al JJHD, la consideración del tamaño del grupo familiar para la determinación de ese monto, la compatibilidad de la percepción de la recepción del subsidio con otros ingresos en tanto y en cuanto no superen, en conjunto, el salario mínimo vital y móvil. Sin embargo puede considerarse que el monto establecido resultó insuficiente para satisfacer las necesidades alimentarias básicas del grupo familiar, en un hogar que recibía la transferencia del Programa Familias y que tenía ingresos adicionales que alcanzaban al salario mínimo, aun se mantenía en situación de pobreza, en la medida que no logra acceder a la Canasta Básica Total (CBT). Otra falencia a tener en cuenta está relacionada con el límite de seis hijos/as para el cobro de la prestación, planteándose una situación al menos confusa. Si bien a lo largo de la implementación del Programa esto pareció explicarse por la posibilidad de que las titulares (en este caso las madres) puedan recurrir a una pensión no contributiva (“Madres de siete hijos” – ley 23.746), la formulación podría comprenderse como una imposibilidad de los receptores que tuvieran más de seis hijos/as para cobrar la prestación. Es importante señalar la inexistencia de mecanismos de actualización que protegieran el contenido real de la prestación del Programa Familias, como tampoco se encuentran en otros programas.

Después de seis años de vigencia del PFIS, en noviembre de 2009, mediante el Decreto N° 1602/2009, se crea la Asignación Universal por Hijo (AUH), las personas que recibían el Programa Familias “migran”, comienzan a recibir la Asignación Universal y el programa inicia un tiempo de redefinición, asignando a las personas que trabajan en él diferentes tareas vinculadas al apoyo de otros programas, no habiéndose acordado a diciembre de 2010 el futuro del Familias.

1.1.2. Caracterización del Programa “El Trabajo Dignifica”

El Programa “El Trabajo Dignifica” correspondiente al Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia de Buenos Aires, fue creado mediante la Resolución 11118 N° 728/06, en el año 2006. Está dirigido fundamentalmente a personas que desarrollen o busquen desarrollar proyectos socio productivos que signifiquen alternativas laborales de autogeneración de ingresos. Entre los objetivos planteados están:

-Promover la participación, organización y protagonismo de los grupos y las comunidades en la formulación y ejecución de iniciativas de desarrollo socio productivo, dirigidas a satisfacer sus necesidades de vida, basándose en las capacidades de las personas para generarse sus propios ingresos a partir del desarrollo de sus oficios, habilidades y todo su “saber hacer”.

-Fortalecer a los sectores de trabajadores de la Economía Social, darles visibilidad, apoyar sus mecanismos de articulación y asociación, aportarles capacitación, asistencia técnica y tecnología, impulsar las normativas que los incluyan en los procesos económicos formales.

-Movilizar los recursos que ya existen en el territorio, aportándoles nuevos recursos de forma estratégica, de manera que logren un mayor impacto, dinamizando las cadenas de valor, tanto las productivas como las que sostienen el tejido social de la Provincia.

-Recuperar la participación activa de los jóvenes en las estrategias de generación de ingresos, de forma tal de que aumenten sus posibilidades reales de ejercer una ciudadanía plena, recuperando un rol activo en el diseño de sus propios destinos.

Las acciones del Programa se centran en el financiamiento, seguimiento y asistencia técnica a las Unidades Familiares de Auto producción de Alimentos bajo programa; la promoción de ferias de intercambio y comercialización de abastecimiento local y de exposición regional, que puedan motorizar, mostrar y comercializar los esfuerzos de los pequeños productores de bienes y servicios de la economía social; el apoyo a proyectos asociativos de inversión en infraestructura productiva básica y de redes de consumo asociado; la realización de experiencias de comercializadoras especializadas, que vinculen los perfiles productivos locales y las cadenas de valor con el mercado de consumo y capacitación para promotores del desarrollo local y actores de la economía social en herramientas de gestión de emprendimientos y desarrollo de proyectos asociativos.

Se remarca en los documentos del Programa que es “un plan integral, que reconoce y recupera los saberes populares, los recursos existentes en el territorio y las capacidades de las organizaciones sociales y productivas, creando oportunidades de trabajo e ingreso en los sectores de mayor vulnerabilidad…poniendo los recursos en manos de la Gente para recuperar el trabajo…”.

Vale retomar, pese a su extensión, un pasaje de las palabras de Felipe Solá, gobernador de la provincia en ese período, en el lanzamiento del Programa: “propender a que la gente llegue al trabajo, y al trabajo productivo con la mayor independencia posible, que signifique también el mayor grado de realización y de autoestima posible y en quien es ayudado se despierte la capacidad más interesantes de todas, que es la de ayuda […] capaz de ser en el futuro quien enseñe y ayude a sus vecinos que están o han estado mal y le brinde toda su experiencia […] Nosotros no inventamos la pólvora, simplemente tratamos de tener la suficiente pólvora combatir al principal enemigo que es la pobreza […] Todos también sabemos, en mayor o menor medida, en la medida que somos militantes que como diría un joven “lo más” es ayudar, políticamente hablando el verdadero poder es poder ayudar […] Gracias por ayudarnos a poder ayudar” [13]. En la misma línea el Ministro de Desarrollo Social de la Provincia, Jorge Varela, al lanzarse el programa en la Matanza, expresó: “La Matanza tiene muchos bolsones de pobreza y por eso vinimos, para ayudarlos. La Provincia tiene que estar presente en los lugares donde se necesita ayuda, donde hay inequidad. La culpa de la pobreza no es de los pobres sino de un Estado que no los ha protegido. Por eso intentamos darles posibilidades, a partir de programas como El Trabajo Dignifica[14] […] Vamos a dar una mano a aquellos que quieran trabajar, ya sea en cooperativas, en empresas recuperadas, en talleres. Vamos a destinar recursos para que los administre el municipio y para que pueda ayudar a toda la gente y, de ese modo, lograr que los planes Jefes y Jefas y los planes Barrios se conviertan en trabajo genuino.”[15]

Tanto en lo analizado en base a los documentos del Programa, como en estas citas de autoridades provinciales es posible identificar una multiplicidad de supuestos. Entre otros hace se hace visible que en el programa parece que está en manos de las personas poder generarse su fuente de trabajo e ingresos, y que esto mejorará su realización y su autoestima, también que a través de ir atravesando un proceso por el acompañamiento del Programa se volverán más fuertes, sólidos e independientes. Y también observamos como la ayuda es uno de los conceptos centrales, estas personas que no tienen empleo, necesitan una ayuda, ayudarlos sería la función del Estado, persona que han perdido el empleo en años anteriores, asociándose, identificando oportunidades locales, capacitándose, se convertirán en emprendedores, se generaran su propio trabajo y así sus propios empleos y de alguna manera servirán de modelo para otros. El trabajo de los Municipios y de las organizaciones sociales locales también adquieren otro lugar, y se les da otra responsabilidad en relación con este plan también se han suscitado críticas, considerando que a pesar de que tiende supuestamente a dignificar el trabajo de hecho no lo ha generado.

1.1.3. Caracterización del Programa “Entre Todos”

El programa “Entre Todos”, surgió en 2004, desde la Dirección de Promoción y la Dirección de Familia, dependientes ambas de la Secretaria de Desarrollo Social de la Municipalidad de Chascomús. Los recursos para su implementación provienen del Fondo de Fortalecimiento de la Provincia de Buenos Aires. El programa no es creado por resolución, solo cuenta con un decreto que habilita a la utilización de los fondos provenientes de la provincia. Programa de mucha menor envergadura que los anteriores y de escaso desarrollo documental, no es un dato menor que en el municipio no se cuenta con ninguna copia del mismo, solo con algunos documentos de seguimiento de acciones que hacen referencia a sus fundamentación y objetivos.

El programa tuvo inicialmente como objetivo general “erradicar la mendicidad infantil” en la ciudad. Por el trabajo territorial de los Trabajadores Sociales del municipio y también por la “preocupación” que mostraban los “vecinos” ante la “mendicidad infantil” en el centro de la ciudad, se elabora el proyecto y se tramita el apoyo provincial. Inicialmente el programa abordó temas de alimentación y nutrición, y realizó actividades para la “permanencia de los niños en el hogar”. En la actualidad conserva el mismo nombre y continúa recibiendo recursos provinciales, pero los mismos son utilizados para otorgar alimentos a familias con niños con desnutrición, considerando los agentes que su objetivo inicial fue cumplido y que no existe ya en la ciudad “mendicidad infantil”. En uno de los documentos de seguimiento a los que hicimos alusión, se sostienen que las familias al comienzo del programa se encontraban “practicando mendicidad”, y que al finalizar el año muy pocas no habían “modificado el hábito”, se sostiene también que se ha hecho el “seguimiento” de estas familias y que a algunas fue necesario “monitorearlas”. Las familias beneficiarias recibían entonces alimentos y tenían que participar en talleres de salud y alimentación, buscando alejarlas de este “hábito de mendicidad”.

1.1.4. Representaciones de las tres experiencias programáticas

Cuando nos referimos a la Política Social y las representaciones, sostuvimos la presencia de representaciones en los programas sociales y afirmamos que en los mismos de manera más implícita o explícita se manifiestan representaciones de la “generalidad del orden”. También dijimos que algunos autores prestan particular importancia a la temática, entre los que nombramos a Tenti Fanfani (1992), quien afirma que en todo programa se expresan concepciones de quiénes son los “otros”, de su vida cotidiana, de sus necesidades y expectativas y por lo general también que estos presuponen una serie de necesidades, prioridades y preferencias de las poblaciones. Si bien el objetivo del trabajo se centra en analizar las representaciones de los agentes, a partir de la caracterización y el análisis de los programas abordados, consideramos que algunos conceptos, palabras y frases, expresadas en los mismos vehiculizan estas representaciones y que dejándolas planteadas no solo aportamos a la comprensión de su presencia en los programas sino también a nuestro posterior análisis de las representaciones de los agentes, y a la relación de las representaciones de los agentes con los programas y las acciones. Como hemos visto, Moscovici (1986) al definir las representaciones sociales observa que las mismas se presentan bajo formas variadas, más o menos complejas, como imágenes que condensan un conjunto de significados; sistemas de referencia que nos permiten interpretar lo que nos sucede, e incluso dar un sentido a lo inesperado; categorías que sirven para clasificar circunstancias, fenómenos e individuos con quienes tenemos algo que ver; teorías que permiten establecer hechos sobre ellos. Así podemos señalar una diversidad de nociones y apreciaciones que permiten la identificación de supuestos y manifiestan a su manera representaciones vigentes del fenómeno. Algunos de las imágenes, expresiones, que identificamos están relacionadas con consideraciones sobre las situaciones de pobreza que hacen referencia a valores sociales y familiares y a acciones cercanas a la asistencia, “riesgo social”, “permanencia de los niños en el hogar”, “preocuparse por el rol familiar”, “función social de la maternidad”, “valores que cohesionan”, “protección”; “prevención”, “asistencia”, “acompañamiento”, “promoción”; “promover la participación, organización y protagonismo”, “alejar de la práctica y el hábito de la mendicidad” y “que los chicos vayan a la escuela” (“con lo que rompemos el concepto de que de familias pobres crecen chicos pobres”); y otras ligadas a la capacitación para lograr la integración social, capacitación a la que subyace la participación de la responsabilidad personal en el desempleo, “alentar a la participación laboral”, “desarrollo de capacidades”, “alternativas laborales de autogeneración de ingresos”, “poner los recursos en manos de la gente para recuperar el trabajo”, “dar una mano a aquellos que quieran trabajar”, “se convertirán en emprendedores”, “elegibilidad” y “empleabilidad”.

Observamos que, en el PFIS, en cuanto a los “otros” y sus “necesidades” parece prevalecer la noción de “riesgo social”, cierta idea de desintegración, de “falta de valores que cohesionen” y un desdibujamiento del rol familiar. Frente a este diagnóstico emerge la necesidad de “integrar” e “incluir”[16], a través de “alentar la participación laboral”, de que los chicos vayan a la escuela, de acompañar, promover, proteger, prevenir y asistir, basándose en las capacidades de las personas y desarrollándolas. Parece estar presente entonces la imagen de una población con ciertas debilidades, tanto en capacidades y “ganas” de trabajar, como en educación, etc., debilidades que el programa tiene fortalecer y desarrollar, por lo que se lograría la inclusión/integración. Esta población que es caracterizada por su debilidad y desintegración, en algunos casos llega a tal extremo que es “inempleable”, podríamos decir que de alguna manera ya ni siquiera por las intervenciones y esfuerzos del programa y del Estado, podría revertir esa debilidad. Un tipo de apreciación que descubre un trasfondo de lo que algunos autores denominan como una “cultura del déficit” (Duschtzky, 1996) o como “cultura de la pobreza” (Lewis, 1961) tal como hemos desarrollado en el capítulo anterior. Una mirada que más allá de la falta de elementos básicos para una adecuada calidad de vida implica considerar la inexistencia de aquello imprescindible para asumir las propuestas de crecimiento personal. Se trata de un tipo de supuestos que da lugar a una representación particular de la carencia, que gravitará de una u otra manera en los marcos interpretativos de los sistemas abordados.

En el “Trabajo Dignifica” también es posible observar la imagen de “vulnerabilidad”, mostrando una visión compartida con el programa “Familias” en cuanto a esta “debilidad” de algunos sectores, siendo también importante el rol del trabajo, bajo una forma determinada, el emprendedorismo, y el supuesto de que algunas personas con recursos en sus manos pueden recuperar el trabajo, transformándose en microemprendedores, autogenerándose sus ingresos, y mejorando su autoestima. La participación y el asociarse con otros parecen convertirse también en una forma de revertir la “vulnerabilidad”. Si bien en este programa no se presentan los conceptos de “empleables” e “inempleables”, reparamos en el comentario de un funcionario[17] cuando hace referencia que el programa está destinado “para los que quieren trabajar”, un tipo de expresión en la que se subraya una representación, referida a sujetos que quieren trabajar y sujetos que no quieren hacerlo. Un supuesto que se ha estereotipado en muchos sectores, consolidando una representación fuertemente compartida en relación a los sectores populares consistente en el “no quiere trabajar”. Estamos ante un planteo vertebrador de miradas y representaciones sobre los otros, un planteo sustentado, en última instancia, en la “responsabilidad” del otro. No aparecen allí apreciaciones de carácter histórico ni estructural, solo la apelación al “deseo”, las “ganas”, la “disposición”, que demuestran para trabajar o no hacerlo. Algo que tradicionalmente ha generado juicios sobre “los negros vagos” frente a los “blancos trabajadores”. Veremos, cuando analicemos las representaciones de los agentes vinculados al programa, como bajo otros términos surge también esta representación de “inempleabilidad”. Si bien en el programa “Familias” el elemento principal es el de la transferencia de ingresos, la condicionalidad de este ingreso, y el componente “remoción de barreras”, subrayan la necesidad de capacitación y de participación o “protagonismo”, vinculados al trabajo. La transferencia de ingresos y el apoyo del programa y sus agentes, permitirían la participación y capacitación para que los “empleables” lograran la inclusión. Para otros esta transferencia significaría solo la subsistencia. En el programa el “Trabajo Dignifica” se apoyaría, con la mediación de organizaciones y municipios, la capacitación para el desarrollo de emprendimientos y proyectos autogestivos. En el programa “Entre todos”, al hacer referencia a la mendicidad como práctica, desligada del análisis de las variables intervinientes, e identificando como solución la entrega de alimentos y la participación en talleres, como así mismo, el analizar que algunas familias pese al “seguimiento” y “monitoreo” no revirtieron el “hábito”, parece también estar ligado a esta visión de una “cultura de la pobreza”, difícil de erradicar, los esfuerzos se centrarían en erradicar esa cultura y no las causas de la pobreza.

Tanto el programa nacional como el provincial con los que trabajamos han sido acreedores de algunas críticas como de apreciaciones favorables, vinculadas en general a la posibilidad, aún en el marco de sus limitaciones, de que el Estado está presente y despliegue respuestas ante situaciones de fuerte de vulnerabilidad. Al respecto no podemos dejar de ponderar, como ya lo hemos hecho también anteriormente, el intento de cambio de óptica que involucra el establecimiento de la AUH, como la asignación por maternidad, que tienden a despejarse de enfoques parciales y fuertemente focalizados. Sin embargo, pese a las transformaciones importantes en la Política Social, hay también continuidades y representaciones que tenderían a permanecer, y a ser predominantes, las que influirían de manera particular en el retraso y obstaculización de los cambios y las que podrían tener relación con el fuerte rol de los diversos agentes y sus representaciones, agentes que suelen presentar una prolongada trayectoria laboral en el Estado. Por esto prestamos particular atención a estas representaciones e imágenes presentes en los programas.

1.2. El encuentro con los agentes

Como desarrollamos en el anexo metodológico no es fácil identificar a las personas que participan en el diseño de los Programas Sociales, tanto en el caso de estos planificadores como en el de los implementadores los encuentros logramos concertarlos en general luego de trabajosos intentos para obtener los mismos. En muchos casos esta situación no fue solo el resultado de los obstáculos normales con los informantes para la obtención de las entrevistas, sino que gravitó especialmente una argumentación reiterada, explicitada por dichos informantes que manifestaban no entender el sentido de las entrevistas ya que consideraban que no tenían nada en particular que aportar al respecto. Nos vino a la memoria una afirmación de Merklen (2010) “después de todo, “todo el mundo sabe lo que es un pobre””, pareciera entonces que no puede haber reflexión sobre algo obvio y ontológico. Se extiende así en una apreciación “hecha” respecto a que los programas están allí y ellos solo los despliegan y ejecutan ya que todo está a la vista, no hay nada personal en juego sino solo una reproducción, claramente externa a los agentes. Una argumentación que en sí misma permitía considerar una mirada de los agentes respecto a nuestros objetivos de estudio y que de hecho conformó un primer punto de partida en nuestras conversaciones informales. Las características de estas primeras aproximaciones lejos de constituir el producto de una negativa o de un cuestionamiento al abordaje a realizar pasaron a posibilitar la explicitación de algunas miradas que luego en un contexto claro de entrevistas nos permitieron profundizar adecuadamente en la cuestión en estudio. Se trata de tener una visión que no solo percibe aspectos negativos sino también positivos y sobre todo que plantea que si bien se explicitan representaciones coincidentes con planteos más “promocionales” de dignificación de los sujetos persisten, en muchos casos, representaciones que muestran apreciaciones e imágenes fuertemente asistencialistas, estereotipadas en el sentido común y consolidadas en el imaginario colectivo.

1.2.1. Representaciones de los agentes involucrados en el “Programa Familias”

Entrevistamos a seis planificadores que intervinieron en la formulación del programa y a tres implementadores, una del Municipio de Trenque Lauquen y dos del Municipio de Quilmes. Todos ellos excepto Ana, una de las implementadoras de Quilmes, profesionales de las Ciencias Sociales, de universidades públicas.

1.2.1.1. Representaciones de los “otros”

Cuando nos acercamos y analizamos las entrevistas de los agentes relacionados a este programa, nos encontramos con una diversidad de apreciaciones a partir de las cuales se puede comenzar a realizar algunas reflexiones. Nos referimos en particular a dos tipos de apreciaciones predominantes en relación a las personas pobres y la pobreza, que se manifiestan en términos diferentes. Un primer tipo que se expresa en expresiones como “no como gente que no hace nada por mejorar, todo este imaginario que también circula, sino todo lo contrario” y un segundo tipo que lo hace en frases tales como “como que quedaron ahí y ahí están”. Palabras, frases, apreciaciones y argumentaciones que permiten identificar dos grandes líneas, una en la que se hace referencia a estos “otros” como personas iguales a los agentes, viviendo situaciones diferentes, y cuya diferencia mayor está dada por las situaciones a que diversos procesos socio históricos los han conducido, a situaciones de privación de derechos. Desde esta forma de comprender a “los otros”, se resalta permanentemente la igualdad de las personas, convertida en desigualdad por los procesos mencionados, el pobre no está en una situación inferior en la que solo necesita recibir de otro que está en una situación superior y puede darle eso que necesita, desde esta visión de igualdad todos tienen necesidades y también todos tienen algo que dar.

Yo los miro hoy de otra manera, los veo como un par, porque antes había esa mirada del disminuido, él el pobre, está en una situación inferior que la mía, yo puedo ayudarlo a él, y ahora la mirada es otra. (N6)

El término “mirada” parece hacer referencia al concepto de representaciones, a lo largo del trabajo, y cuando nos hemos acercado a este concepto desde distintos autores, hemos recurrido también a las “imágenes”, así la entrevistada al manifestar que “mira”, de otra manera, está haciendo alusión directa a sus representaciones, a sus imágenes de las diferencias sociales, las posiciones y la pobreza en particular. Jodelet (1984) observa que las representaciones sociales también se caracterizan de manera más genérica como entidades operativas para el entendimiento, la comunicación y actuación cotidiana. Esto es, como conjuntos más o menos estructurados o imprecisos de nociones, creencias, imágenes, metáforas y actitudes con los que los actores definen la situación y llevan a cabo sus planes de acción. Paralelamente esta entrevistada reconoce modificaciones y transformaciones en sus representaciones personales de la pobreza. Como vimos, Moscovici (1984) sostiene que las representaciones no son de carácter estático, la entrevistada se refiere entonces al tránsito de representarse al pobre como disminuido y a un “otro” en una situación superior que ayuda, a una mirada desde la igualdad, e identifica también estas “miradas” más vinculadas a la igualdad en otros agentes de la Política Social.

En la otra línea, los “otros” son tales en relación a unas características y a un programa, donde unos, los agentes, son los que tienen capacidades, conocimientos, técnicas, etc. y los “otros”, no tienen o tienen menos capacidades, no tienen posibilidades de participar del mundo del empleo, son “inempleables”, han visto deteriorarse sus lazos sociales, no se mueven ni participan, no funcionan en “sus lugares”, y revertir estas situaciones parece ser la tarea de los agentes. Al hacer referencia a la importancia que se le da, dentro de los agentes del programa, a que el mismo no consista solo en un ingreso económico para la familia, y que intervengan y tengan peso también estos aspectos de capacitación, vinculación, etc. se menciona que para todos es importante “la inclusión de la cuestión humana”, lo que nos lleva a preguntarnos, si el ingreso para cubrir parte de las necesidades básicas no es una cuestión humana, y si de alguna manera esta afirmación tiene alguna implicancia o alguna relación con considerar que estas personas tienen que desarrollar o completar su humanidad. Si subyacentemente estuviera presente este postulado, nos encontraríamos con que sería fuerte la visión de desigualdad esencial en estos agentes.

En un gran porcentaje la gente lo que quiere es que la gente esté bien y que se mueva y que participe y que vuelva a funcionar en los lugares […], hay gente que sigue creyendo que se puede cambiar […] sobre todo la inclusión de la cuestión humana, para todos es importante eso… (N2)

El testimonio remarca precisamente la identificación de diversas representaciones en los agentes, un gran porcentaje quiere que la gente esté bien, se mueva, participe, etc., esta gente cree que se puede cambiar, un porcentaje menor tendría otras comprensiones. Tanto el reconocimiento de estas representaciones diversas, como la problemática del cambio, no son menores en la temática que estamos analizando. Sin embargo, un elemento importante a resaltar es la afirmación de que este estar bien, moverse, participar, etc. sería un volver a funcionar en sus lugares, haciendo referencia también a una imagen, a una representación de las posiciones sociales, donde el cambio parecería implicar solo un estar mejor dentro de la misma situación de pobreza, o de clase. Con “en sus lugares” parece evocarse de alguna manera, imágenes vinculadas a la territorialización de la pobreza y a la demarcación de territorios.

Como mencionamos, abordar el tema de las representaciones en los agentes no fue sencillo, tuvimos que recurrir a distintos instrumentos metodológicos para acercarnos a la comprensión que ellos mismos tienen de los otros en un proceso que agudizó la necesidad de controlar nuestras propias interpretaciones. Recurrimos frecuentemente a preguntar sobre qué representaciones tienen los “otros” (los compañeros de trabajo, etc.) sobre los pobres. Podemos ver que suele ser más fácil reconocer prejuicios y estereotipos en los otros y no en uno mismo, así se afirma que los que no están involucrados en “estas cuestiones”, en la Política Social, el taxista, el almacenero, etc. atribuyen características como la vagancia, al negro y al indio, si bien se nombran a estos dos tipos, no se nombra a las personas pobres en estas caracterizaciones. Se hace alusión también a que, en las representaciones enumeradas, se asocia a estas personas con el estar acostumbradas a recibir “planes”, a no querer salir de “eso” y a que “con eso se conforman”. Paralelamente observamos que se identifica una participación de las personas que “tienen poder” en el marcar y signar situaciones de pobreza, no visualizando tampoco la propia situación y participación en ese entramado de relaciones de poder.

Sí el taximetrero, el almacenero, la gente que por ahí te encontrás en algún lugar, o gente que no está involucrada en estas cuestiones: el negro es vago, el indio es vago, este…, están acostumbrados al plan Jefas y Jefes y no quieren salir de eso y con eso se conforman. Sí, hay una mirada como que sí es responsable el pobre de la situación marcada y signada por…, no por ellos sino por la gente que tuvo poder. (N6)

Vemos claramente como tanto la atribución de características, como los prejuicios y estereotipos, no son solo eso (algo que igualmente no es menor), sino que cobran otra relevancia y tienen otras implicancias. Volvemos a Baczko (1991) cuando sostiene que los modelos no funcionan como simples tipologías descriptivas, sino que marcan territorios, fronteras y definen relaciones con los “otros”, formando imágenes de “amigos” y “enemigos”, de rivales y aliados y naturalizando identidades y relaciones sociales (Bourdieu, 1985). Situaciones donde la descalificación se resguarda en prácticas de encubrimiento y genera un vaciamiento del otro como sujeto en condición de pobreza para operar con una supuesta objetividad, pero en donde surgen elementos relacionados con la igualdad y la desigualdad.

En las representaciones de los agentes vinculados al programa Familias surgen claramente la igualdad y la desigualdad, como concepciones o valores, explícitos o implícitos, que contraponen diferentes representaciones y acciones. No hay una comprensión de los “otros” sin una compresión de uno mismo, y del rol que se desempeña, de la situación en la que se está, por lo que tanto los que se posicionan resaltando la igualdad como los que lo hacen resaltando la desigualdad, tienen determinadas representaciones de ellos mismos, de la función que cumplen, del modelo social por el que abogan, siendo estos opuestos en muchos aspectos.

1.2.2.2. Los agentes, el programa y las relaciones con los “otros”

Dadas las características del PFIS, ligadas principalmente al marco contextual e institucional que le da el recibir apoyo y a su vez condicionamientos del BID. Surgen como elementos importantes el control cuantitativo de beneficiarios, los cruces de datos para no superponer beneficios, etc., y los enfrentamientos con otros organismos como una instancia para redefinir algunas de las condiciones y parámetros establecidos. Los agentes consideran que ellos oponen resistencia y ganan márgenes de libertad para las propias definiciones y para mantener un componente entendido como importante, la “promoción familiar y comunitaria”. Asimismo, uno de los entrevistados considera que no utilizar recursos internacionales daría una mayor libertad, y que habría que tender a eso, a que estos recursos financien infraestructura y no lo que implica trabajo con la gente. Si bien dijimos que es compartida la visión de los agentes de este programa en lo que se refiere a la importancia del elemento de “promoción familiar y comunitaria”, y lo que significó la lucha con los organismos internacionales para incorporarlo, sin embargo una implementadora del municipio de Quilmes, valorando también la relevancia de ese componente y los “frutos” que dio, afirma no se implementó en el partido por “un tema político”. Pudiendo preguntarnos por las relaciones de fuerzas vigentes e imperantes que mientras se toma como un logro ante los organismos internacionales, sin embargo, en un municipio de las dimensiones de Quilmes (como puede haber sucedido en muchos otros) este no pudo desarrollarse por “un tema político”.

Sí los organismos internacionales, a mi gusto inciden bastante, de todas maneras hay un proceso de gestión importante, el programa familias tiene el componente principal que es el componente del subsidio pero tiene otro componente que es el de promoción familiar y comunitaria que genera la participación mucho más activa del sujeto en el desarrollo social, nosotros peleamos mucho para mantener ese componente […] mi opinión personal es que paulatinamente habría que desligarse de los organismos internacionales y utilizar recursos nacionales, creo que hay una libertad mayor, y creo que los fondos de los organismos internacionales, se pueden utilizar para cuestiones más duras, por ejemplo equipamiento, obras de infraestructura social, viviendas, escuelas, cosas en las que la intervención social, no está tan sujeta, digamos al trabajo con la gente. (N1)

 

No, no, no, tenía dos componentes, acá el componente número dos nunca se realizó por un tema político, pero en algunos lugares que se hicieron yo he participado y tuvieron muchos frutos, porque se hicieron muchos cursos, después se los fue a inscribir a algún trabajo, pero acá en Quilmes no. (I6)

En el reconocimiento de esta “pelea” con los organismos internacionales y en la consideración de que habría que utilizar sus fondos para “cuestiones más duras” y no para lo que tiene que ver con “el trabajo con la gente”, podemos observar tanto el reconocimiento de representaciones diferentes como cierta percepción de que en el “trabajo con la gente” se ponen más en juego cuestiones representacionales e ideológicas. Retomamos desde aquí lo ya citado de Mato (2001: 129), en cuanto a que, si bien los organismos internacionales tienen mucho poder para imponer sus representaciones, no obstante, los actores locales no necesariamente adoptan esas representaciones, sino que las elaboran, recomponen y articulan con las propias. Así las representaciones de los actores locales se relacionan de manera significativa, pero de formas diversas, con las de los actores globales. En algunos casos supone adopción de ciertas representaciones y de las orientaciones de acción asociadas a ellas, en otros implica rechazo o resistencia, negociación o apropiación crítica o creativa. Y la “pelea” muestra precisamente esto, el conflicto, el rechazo, la negociación y la creatividad.

Por otra parte, la participación es uno de los ejes al que los agentes hacen referencia, pero desde comprensiones diferentes. En algunos esta se comprende como capacitación a través de talleres, cursos, etc. en los que a la gente le gusta participar, y que afirman reclaman cada vez más, ya que juntarse, capacitarse, aprender les cambia la vida, siendo estas oportunidades de inclusión. Se considera entonces que la participación/capacitación les mejora la calidad de vida, y los hace “sentirse mejor”. Para esta vertiente al interior de los agentes del programa hay obstáculos y barreras que marcarían la exclusión, entre ellos la falta de educación y la cantidad de hijos, que no permiten emplearse a estas personas y especialmente a las mujeres, por lo que el programa, suma a los talleres una capacitación más formal a través de la educación básica o de cursos de oficios con certificaciones oficiales.

La verdad que los resultados siempre han sido satisfactorios, la gente pide cuándo hacemos de vuelta talleres, cuándo nos juntamos y hacemos cosas, en ese sentido han sido siempre exitosos, por parte de comentarios de las personas de cómo les cambia la vida eso, participar, juntarse, aprender, este… y no es así, bueno que reciban este ingreso, y que reciban estas oportunidades de inclusión, vamos a llamarlo así, que tengan un buen servicio […] con otro elemento que también es importante para nosotros que se llama Remoción de Barreras, y que es un incentivo económico para que tanto las personas beneficiarias como los miembros de la familia, puedan terminar la escuela o capacitarse en oficios, en organismos, en por supuesto las escuelas públicas y en el caso de los oficios en lugares que tengan títulos habilitantes, no en cualquier taller…, sino que al cabo de ese curso tengan una certificación válida, no?. (N2)

Al abordar las representaciones de estos agentes comenzamos a identificar apreciaciones diferentes, encontrando la igualdad y la desigualdad como conceptos en pugna y centrales en esta diferenciación. Al referirnos al segundo tipo de apreciaciones, sostuvimos que la participación, el movimiento y el cambio parecía tenían que ver no con una posibilidad de cambio, sino con un conservar la misma posición, en este testimonio tenemos más elementos para profundizar en lo que sería esta segunda línea, participar sería juntarse con otros, asistir a talleres y capacitarse. Nuevamente nos parece importante insistir en que nos interesa especialmente dar visibilidad a las representaciones de los agentes, más allá de las propias consideraciones que estos hacen de las mismas, de esta manera ya sea en forma subyacente o explícita se explicitan representaciones que acompañan tanto apreciaciones vinculadas con la igualdad de los ciudadanos, desde una perspectiva amplia y crítica, como representaciones que producen apreciaciones más asistenciales y tradicionales que manifiestan en última instancia ciertos prejuicios descalificatorios de los pobres. Para otros esta participación no está asociada a la capacitación sino al involucramiento con las personas en situación de pobreza, para una transformación mutua y conjunta, siendo el Estado el primer responsable de cambios estructurales y junto a las personas en situación de pobreza, la comunidad, las organizaciones, y de su compromiso como agentes de este Estado, se hace necesaria una transformación que reconozca la igualdad de estas personas y sus derechos vulnerados.

Estoy absolutamente convencida de que el origen quizá sea estructural pero la salida es compartida, el Estado, las instituciones y las personas, sin instituciones no es posible tampoco. (N5)

El “convencimiento” lo podríamos vincular estrechamente a la “creencia” y retomar a Raiter (2000), para quien los sujetos son activos en la construcción de imágenes y estas imágenes constituyen sus creencias sobre el mundo, así el sujeto tiene creencias acerca de “los otros”, de las “identidades” y de las “diferencias”. Resaltamos una vez más, como en afirmaciones que parecen simples apreciaciones están presentes representaciones que implican fijación de identidades, supuestos, posturas, posiciones y que estas orientan las acciones.

Cuando caracterizamos el PFIS explicitamos la clasificación que en el mismo está presente de personas “empleables” y personas “inempleables”. En las entrevistas a los agentes observamos que para algunos de ellos la función del Estado es, a través de incentivos económicos fomentar la capacitación para hacer que personas “inempleables” se conviertan en “empleables”, y se “sientan mejor”; otros distinguen entre población “empleable” y “vulnerable”, para los “empleables” se trabajaría en cuestiones de empleo para los “vulnerables” o “inempleables” en un programa de ingresos y la “inempleabilidad” estaría definida por un criterio “teórico” u objetivo: mujeres con secundaria incompleta y con dos hijos o más. A estas dos lecturas se suma otro grupo de agentes que no repara en efectuar estas distinciones, ni emplea esta terminología. Podemos analizar la relación de los criterios para definir a los diferentes tipos de “beneficiarios”, al indicador “teórico” se lo conjuga con un concepto que podríamos calificar de subjetivo y descalificante, la “inempleabilidad”, sin embargo el indicador serviría como sostén al concepto, o a esta calificación subjetiva. Así reconocemos diferentes lecturas de los conceptos de personas “inempleables” y “empleables” del programa, pese a esta diversidad, en los agentes que utilizan estos términos, no dejan de poseer ambos, y de manera particular el primero, una densidad simbólica enormemente fuerte y estigmatizante. También es esta una clasificación, una atribución de características, una fijación de esencias sociales, un determinado tipo de representaciones, sin fundamentos teóricos ni empíricos.

Como señalamos es importante resaltar que las personas que reciben el subsidio son mujeres, en tanto madres, recalcándose que en realidad estas son simples receptoras, siendo los niños los beneficiarios del programa. Respondiendo este encuadre a los objetivos del programa que mencionamos, de promover la protección e integración social de las familias en situación de riesgo social y la comprensión adecuada de la maternidad como función social. Estando presente no solo el supuesto que observa el CELS (2007) en cuanto a que el ingreso otorgado a las mujeres repercute directamente en el “bienestar” de los hijos e hijas, sino también remarcando el valor social de la maternidad y de la niñez.

Dividirlos en un programa de ingreso fuerte, que atienda más la cuestión del empleo, la población empleable, entre comillas, y otro programa de ingresos que atienda básicamente la población vulnerable, entonces hay un decreto presidencial, que es el 1506, que establece esta concepción de empleabilidad y vulnerabilidad y en función de eso se definió que de manera optativa, la gente, los beneficiarios del Plan Jefes y Jefas de Hogar pasaran al programa Familias […] Claro, y el indicador que se tomó, digamos teóricamente, para definir esta no empleabilidad es: mujeres con secundaria incompleta y con dos hijos o más […] De hecho los beneficiarios son los niños, la que percibe, es la receptora del subsidio, porque no es la beneficiaria en el sentido estricto de la palabra, si hay una mujer que no tiene hijos no puede recibir el subsidio, no puede ser beneficiaria, y la escala del subsidio crece con la cantidad de hijos. (N1)

Hablamos de la intervención en la clasificación y vinculación a determinados programas o beneficios de elementos subjetivos en las mismas definiciones del programa, lo que podemos observar también en el nivel local a la hora de asignar o desafectar de un programa, así se afirma que se realizó el seguimiento de muchas personas que se “consideraba” no lo necesitaban, “prefiriendo” darles de baja e incluir a otros.

Sí, pero la mayoría sí, por eso también se hizo un seguimiento de muchas personas que considerábamos que no lo necesitaban y preferíamos darle la baja a esa gente e incluir a otros que estaban en lista de espera. (I6)

Los implementadores del PFIS abordados a nivel local, se ven más cuestionados y consternados por la reconfiguración que vive el mismo desde el 2009 y por su situación laboral que los planificadores. Mientras el programa funcionó algunos enuncian cierta preocupación ante la necesidad visible y demandante de las personas tanto al “ir a terreno” como en las mismas oficinas locales para ingresar al programa, y sus dificultades para incluirlos en el mismo, o buscarles programas alternativos ante las condicionalidades del Familias. Efectúan también una diferenciación en los “beneficiarios”, las personas “menos vulnerables” que con el apoyo para completar su formación lograban revertir situaciones, y los “más vulnerables”, que seguían en sus mismas situaciones a pesar de recibir el subsidio. En algunos de estos implementadores la diferencia de poder cambiar de situación tiene que ver con la propia lógica del programa y para otros, son las personas pobres la que no tienen otra posibilidad, las que nacieron en un lugar, en unas condiciones que no les permiten “mirar para otro lado”.

En realidad había de todo, tanto clase media, como baja, muy baja, había…, también tuvimos muchas personas que cobraban el programa y venían y te decían “mirá yo me recibí de enfermera, ahora tengo un trabajo en blanco, les re agradezco lo que estos años me ayudaron para estudiar…, hubo de todo, muchas enfermeras, maestras, que se fueron recibiendo, la verdad que eso… […] Los que estaban mejor, por ahí el marido hacía changas, o tenía trabajo en blanco pero no superaba el salario mínimo, vital y móvil, y podían seguir cobrando, pero sí la mayoría tenía estudios y querían llegar a otro nivel […]Y los más pobres siempre… y no tenían primario completo, chicas…, madres muy pequeñas… […] Y sí… para el día a día…, en muchas casas tampoco les alcanzaban […] ya nacen ahí y mirar para otro lado. (I6)

Apareciendo nuevamente la idea de cambio, de si es posible o no cambiar de situación o de esencia, aunque parezca casi contradictorio o hasta inaudito hablar de un cambio de esencia, usamos esta expresión en tanto la imposibilidad de cambio, la imposibilidad de revertir la pobreza, parece ligada a una esencia, a algunos elementos “naturales”, que tienen que ver con los pobres y la pobreza y que impiden cualquier cambio, lo que nos lleva a preguntarnos también, qué rol cumplirían los programas cuando se llevan adelante suponiendo la imposibilidad de cambio. En la sociedad representada espacialmente (Vasilachis, 2003b) y por medio de la delimitación de niveles, algunos, los que no tienen esa esencia, quieren y pueden lograr el acceso a esos otros niveles superiores, en cambio otros, “nacen ahí” y no “pueden mirar para otro lado”, no pueden ni siquiera aspiran a ese cambio, también en estas representaciones podemos advertir la clasificación, la fijación de identidades y la supuesta atribución de “esencias”, la delimitación de fronteras y líneas divisorias, elementos que esbozan desigualdad y aportan a producir y reforzar esa desigualdad. Como ya dijimos, Tilly (2000) analiza que las categorías dependen de la organización, la creencia y la imposición social y que la desigualdad persistente entre categorías surge porque las personas que controlan el acceso a recursos productores de valor resuelven problemas organizacionales por medio de distinciones categoriales. En este caso, numerosos pueden ser los factores que intervienen en estas representaciones y uno a subrayar es el del poder de los agentes para asignar y designar “beneficiarios”, siguiendo o acatando criterios supuestamente “objetivos” y delimitados por los programas, y al mismo tiempo siendo escasos los recursos ante la demanda, no solo ante la demanda cuantitativa sino ante las múltiples privaciones de la pobreza. Surge también este agradecimiento de los “beneficiarios” por la “ayuda recibida”, ayuda que tendría relación con esta “mirada” que una de las entrevistadas manifestó está cambiando, la de algunos que están en una posición social diferente y tal vez “superior” y que desde ahí “ayudan”, también a través de un programa social, a los que están en una posición o “nivel inferior”.

Cuando analizamos la información relevada y los testimonios de nuestros entrevistados observamos visiones y representaciones diferentes al interior del programa. Una situación dada mayoritariamente en el componente de “desarrollo familiar y comunitario”, es el que gravita más, tanto en las divergencias internas como en las líneas de acción y sus comprensiones. Si bien recibir los beneficios del programa no exige contraprestación, sin embargo sí parece haber un requerimiento de participación y capacitación como contraprestación o condicionalidad, además de la escolaridad, vacunación, etc. La “participación” se vuelve uno de los nudos donde podemos indagar sobre las representaciones de pobres y pobreza y el papel de los actores y agentes del Estado en esta temática. Podemos así distinguir dos instancias. Una en la cual los agentes analizan las causas de la pobreza, nominándola como estructural y responsabilizando principalmente al Estado en el logro de transformaciones sociales superadoras de la desigualdad, otra en la que no se habla de causas y sí hacen hincapié en la capacitación como herramienta para mejorar la calidad de vida y para “remover barreras”. En los primeros no se efectúa una clasificación de la pobreza, en los segundos sí, surgiendo también las consideraciones a las que hicimos referencia de “empleables” e “inempleables”. El pago del subsidio no es central en ninguno de los agentes del programa, sí la participación y capacitación, podríamos plantearnos entonces una serie de interrogantes al respecto, posibilita el ingreso económico que se pueda modificar una situación de pobreza es solo por la participación y capacitación que se fortalece el desarrollo de las familias, participando y capacitándose viven mejor aunque no dejen de ser pobres; y también nos preguntamos si es tenida como esencial esta capacitación porque es la que permite la intervención del agente, justificando de otra manera su posición.

Esta primera aproximación nos permite comenzar a identificar aspectos interesantes a tener en cuenta y que analizaremos con más detenimiento al concluir el análisis de los restantes agentes en relación a los respectivos programas.

1.2.2. Representaciones de los agentes involucrados en el programa “El Trabajo Dignifica”

Entrevistamos a siete personas vinculadas al diseño de este programa, en el ámbito del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia de Buenos Aires, y a dos personas relacionadas a su implementación, una en el Municipio de Trenque Lauquen y una en el Municipio de Chascomús. Todas ellas con varios años de pertenencia a los espacios institucionales referidos, y todas con formación en diversas Ciencias Sociales, mayormente en el Trabajo Social, y procedentes de universidades públicas, excepto una con formación también en la educación pública, pero de nivel terciario.

1.2.2.1. Representaciones de los “otros”

El “Trabajo Dignifica”, tal como lo expresa la documentación y la folletería, está dirigido a “población vulnerable”, observamos al entrevistar a los agentes que han trabajado en el diseño del programa y que trabajan en su desarrollo, diferentes comprensiones del concepto de vulnerabilidad y también que este les permite realizar clasificaciones no explícitas que posibilitan intervenir en la “selección” de las personas que podrán acceder al programa. La clasificación de pobreza que subyace implícitamente en la definición es que los “pobres estructurales” ya no pueden cambiar su situación y no tienen capacidades instaladas para acceder a programas vinculados al trabajo, considerando que corresponde destinar a estas personas solo programas alimentarios y a “los nuevos pobres”, que sí tienen capacidades instaladas y experiencia en el trabajo, están destinados los programas de trabajo o de desarrollo productivo. La diversidad de comprensiones del concepto, hace emerger también diferentes modos de pensar y concebir la selección de “destinatarios” y las acciones a realizar. Las capacidades previas instaladas en los “nuevos pobres” tendrían que ver con una experiencia previa y unos saberes previos en oficios que les da la posibilidad de desarrollar una “mentalidad emprendedora”. Observamos también acá, en las mismas personas que participaron del diseño, una relectura o una distancia con el enunciado de los objetivos del programa que dice basarse en las capacidades de las personas para generarse sus propios ingresos sin realizar una diferenciación de las mismas, distinguiendo personas con capacidades y personas sin estas capacidades, pero esta relectura es una relectura de la ambigüedad del o desde el concepto de “vulnerables”, por lo que el definir de esta manera a la población beneficiaria en los textos del programa, podría ser punto de llegada y de partida de las representaciones diversas de los mismos planificadores, no decimos entonces que no haya relación entre lo planteado por el programa y las representaciones de los agentes, sino que estas mismas divergencias pueden haber instalado este concepto posibilitador.

Le cuesta más porque el tema de la mentalidad emprendedora, no es una mentalidad que surge de la nada, digamos, está basada en una experiencia previa, en saberes previos, en oficios, entonces generalmente la población digamos, más…, que está en situaciones más vulnerables es objeto de políticas más asistenciales y la población que está en condiciones de desarrollar una mentalidad emprendedora esta. (P3)

 

Y en realidad en los hechos concretos no sé, lo que sí te decía estas cuestiones de las tensiones, hay también hasta una cuestión ideológica en lo que es socio productivo que muchos piensan, inclusive, sobre todo en los municipios, que tienen mayores posibilidades de sustentabilidad los proyectos orientados a personas que tienen por lo menos alguna tradición de emprendedorismo, por decirlo de algún modo, que no se visualiza en los pobres más estructurales, entonces hay como una tendencia más natural a apoyar a estos con tradición, en pos de lograr cierta sustentabilidad del proyecto, de todo modos, para aquellos que están en una situación más de pobreza estructural hay algunas líneas más de emergencia, dentro del programa, que tienen que ver con huertas, con…, con otras subsecretarías que apoyan esta problemática, más urgente digamos. (P5)

Las divergencias en cuanto identificar personas que no tienen “mentalidad emprendedora” y personas que sí la tienen, parecen convertirse en una tensión y en posicionamientos contrapuestos al interior de un mismo programa, observándose esto tanto en planificadores como en implementadores, tanto a nivel provincial como municipal. Es importante subrayar como uno de los entrevistados habla de “una tendencia más natural a apoyar” a los que tienen esa mentalidad y tradición en post de la sustentabilidad del proyecto. Quedando claramente expresada no solo la clasificación efectuada por los agentes, y definición de identidades y delimitación de fronteras y movimientos, que venimos reiterando, sino también como las representaciones gravitan en las acciones, y que juegan aquí los agentes un rol fundamental. Subyace aquí también la idea de posibilidad o imposibilidad de cambio, como analizamos en una de las líneas de los agentes del programa “Familias”, dentro de las personas denominadas pobres, se establecen diferentes categorías, algunas de estas categorías pueden revertir la pobreza y otras no pueden.

A lo que se suma el relacionar a las personas “más vulnerables”, a esto que no podrían revertir su pobreza, con el no querer trabajar y “aprovecharse” de los programas sociales. Así, este es otro punto que marca diferencias dentro de los agentes, unos visualizan el acceso a diferentes programas y “beneficios” como “picardía” de las personas en situación de pobreza, como una cultura asentada de recibir y de no “tener límites para demandar”, sosteniendo que “a esa gente” no se puede o es muy difícil cambiar, y otros ven esto como estrategia que parte de una necesidad que no puede ser satisfecha de otra manera.

Desarrollan múltiples estrategias, el tema es que sea considerado trabajo o no esté considerado trabajo desde tu perspectiva, pero no son sujetos pasivos para nada, porque por algo sobreviven en contextos muy adversos en que nosotros moriríamos al tercer día, entonces, yo no creo que haya una pérdida de cultura del trabajo, por ahí una pérdida de cultura del trabajo en el sentido del trabajo como está concebido, en relación de dependencia, bajo patrón, disciplinamiento, pero me parece que hay una mayor pérdida de cultura del trabajo en el ámbito del Estado. (P1)

 

No tiene ganas de trabajar, de verdad no tienen ganas de capacitarse, esto yo lo he visto en personas con adicciones, que vos le armabas varias propuestas y no se enganchan, y no se enganchan porque no tienen interés, porque vienen de que les den, culturalmente están acostumbrados a que han recibido toda la vida y la gente que ha recibido sin devolver, no va a devolver ni va a trabajar, la verdad no la vamos a cambiar a esa gente, es muy difícil de cambiar. (I1)

Resaltamos nuevamente, que al igual que en el programa Familias, se sostienen elementos subjetivos en elementos objetivos o “técnicos”, en esta pugna por definir y clasificar a las personas, se alude a la Línea de Pobreza como criterio, pero también a que no sistemáticamente se tienen en cuenta otras variables, así hay personas que pese a estar bajo la Línea de Pobreza, son consideradas como todavía poseedoras de posibilidades para dar un “salto cualitativo” en proyectos socio productivos, y otros que no pueden dar ese salto.

Básicamente aquellas personas que están por debajo de la línea de pobreza, pero no sistematizadamente se tienen en cuenta otras variables, a veces también entramos en contradicción con lo que es la nueva pobreza o personas que estructuralmente todavía tienen posibilidades de dar un salto cualitativo en proyectos socio productivos pero que están por debajo…, a veces no está del todo definida la población. (P5)

Así, como se define la vulnerabilidad, a quiénes se considera como vulnerables, el trabajo y la relación de las personas con el mismo, qué es la “mentalidad emprendedora”, quiénes la tienen y quiénes no, quiénes la pueden desarrollar y quiénes no, y cómo se determina el acceso al programa, son cuestiones de peso en estos agentes, donde ponen en juego sus representaciones y sus posiciones de poder.

1.2.2.2. Los agentes, el programa y las relaciones con los “otros”

Algunas personas que intervienen en el programa reconocen prejuicios en relación a la pobreza, los mismos tendrían que ver con la imagen de que es elegida por las personas que viven dicha situación; la presencia de prejuicios se identifica en el “sentido común”, pero también en los ámbitos ministeriales y se pone el acento en que más presentes están aún en los municipios. En párrafos anteriores analizamos lo manifestado por una implementadora en cuanto a la imposibilidad de cambiar a “esa gente”. La planificadora que reconoce estos prejuicios también en los que trabajan en políticas sociales, coincidentemente toma como indicador de los mismos que algunos agentes se refieren a las personas pobres como “esa gente”. Afirmando que esta visión llevaría a la tutela, al paternalismo y hasta el “desprecio” de las personas en situación de pobreza. También se señalan como elementos presentes en la formulación de los programas, el elemento técnico, el elemento político y el “sentido común”, sosteniendo que los técnicos operan mucho con el “sentido común”, si bien no se especifica ni describe el “sentido común”, sin embargo, como dijimos, parece ser comprendido como portador de prejuicios, o ser al menos esta una de sus características.

Se toma al pobre como tutelado, es como fue con el analfabeto, porque quiere es analfabeto, es bruto porque quiere, no accedió a la escuela porque son unos vagos, la madre no le da de comer a los hijos y duerme hasta las dos de la tarde porque es una vaga, no porque al dormir se pasa de largo desayuno y almuerzo y no tiene que sufrir el hecho de no tener ni para ponerle un plato de arroz arriba de la mesa. Lamentablemente esto tan incorporado en el sentido común, lamentablemente también en los que trabajamos en esto, hay mucho…hay mucho paternalismo en la idiosincrasia de los sociales, porque en realidad en general se piensa en laburar para la gente y en primer lugar se habla de “la gente”, cuando no se habla de “esa gente”, no acá por ahí, pero me ha tocado escucharlo mucho en los municipios, “esa gente” que no es como la gente, terminarían diciendo, pero no lo dicen, lo callan, no es gente como uno de última, hay muchos de paternalismo y en muchos casos hasta desprecio. (P7)

 

Cuál es el componente técnico, cuál es el componente político y cuál es el componente del sentido común que opera en el diseño, yo creo que los técnicos operamos mucho con el sentido común. (P1)

Es interesante lo enunciado por este entrevistado en cuanto a lo que no se dice, a lo que se calla, importante en cuanto a que eso que se calla parece hacer alusión a diferencias “esenciales”, a la desigualdad, y también de acuerdo a esta afirmación lo que no se dice se actúa, la representación está e interviene en un tipo de acción, el paternalismo, el desprecio, la tutela y la ayuda. En este punto encontramos algunos indicios que nos sirven para analizar las resistencia iniciales que, dijimos encontramos cuando abordamos la investigación, tanto por lo que mencionamos respecto a que las personas que contactamos expresaban no tener nada que aportar a la temática y también por las dificultades que mencionamos en el transcurso de las mismas entrevistas para interrogar sobre las representaciones.

En la mayoría de los entrevistados se presenta la crítica al modelo neoliberal y a sus influencias en la Política Social; como respuesta a lo que ese modelo produjo, emergerían los “nuevos” lineamientos de los programas sociales y del “Trabajo Dignifica” en particular. En estos lineamientos podemos analizar los objetivos y los ejes de acción del programa para sus agentes. Algunos agentes vinculan la pobreza a temas culturales, apareciendo el concepto de “pérdida de cultura del trabajo”; dentro de estos, varios relacionan la “pérdida de cultura del trabajo” con algo más cercano a las elecciones o características personales y otros como consecuencias del neoliberalismo y también de los programas de emergencia. El programa buscaría entonces “tender puentes”, “recuperar saberes”, “trabajar en cuestiones que tiene que ver con lo cultural”, y como ya mencionamos, solo ligado a las personas que tienen instaladas ciertas “capacidades” en relación al trabajo.

Nosotros tenemos experiencias de un gran quiebre de la cultura del trabajo, o sea… muchos de los programas asistenciales que en el momento sirvieron para la emergencia también sirvieron para romper este…, para romper la cultura del trabajo, por supuesto la culpa no la tienen los programas, la culpa la tiene…el proceso económico que vivió nuestro país, todo el proceso neoliberal que vivió nuestro país, todo lo que han sido los gobiernos neoliberales que han roto la cadena productiva, no cierto? […] el programa intenta rescatar esos saberes que existen en la población. (P3)

Se afirma que el neoliberalismo rompió la cadena productiva y así la cultura del trabajo, en ese “tender puentes” que para estos agentes es uno de los objetivos del programa, el trabajo aparece asociado a formación de emprendedores, estos perdieron sus empleos y tienen saberes y capacidades, pueden crear sus propios emprendimientos, con la colaboración o intermediación del programa y sus agentes, parece entonces que no han perdido “la cultura del trabajo”. Los “otros”, los que no tienen esa “mentalidad emprendedora”, también han vivido la ruptura de la cadena productiva, pero no se les reconocen saberes ni capacidades, y ellos sí han perdido la “cultura del trabajo”. Varios serían los interrogantes a partir de esta aparente contradicción, como hipótesis podemos decir que la “pérdida de la cultura del trabajo” está fuertemente relacionada a la llamada “cultura de la pobreza”, y que aunque se mencione la “pérdida” podría ser otra de las características que se atribuye a los pobres el no tener una cultura del trabajo, lo que no solo justificaría su pobreza sino también su no integración social o su “exclusión”, en tanto no cumplen con ese valor social. Si bien ingresaríamos en una temática que necesitaría más profundización, apartándonos de los objetivos del trabajo, cabe aquí preguntarnos respecto al nombre del programa “El Trabajo Dignifica”, de qué trabajo o tipo de trabajo se habla, si es el trabajo y cualquier tipo de trabajo dador de dignidad, cómo se ha vinculado históricamente el trabajo a la dignidad, etc.

Venimos identificando y describiendo representaciones de los agentes del “Trabajo Dignifica”, observamos ahora cómo se representan estos actores su injerencia en los programas. Los planificadores del programa sostienen que es un mito que el nivel técnico tiene poca incidencia en relación al nivel político, que los técnicos “meten cantidad de carne”, y a su vez son “la carne”, que los directores tienen que negociar con ellos, que son los que pueden viabilizar u obstaculizar un proyecto, y con esto tiene que ver que pongan o no “energía” y “ganas”. Observamos aquí lo que planteamos en el capítulo anterior, en cuanto a la participación de actores de jerarquías y posiciones diferentes, en la definición de políticas y el cuestionamiento de Tamayo Sáez (1997) a la separación de las esferas políticas y administrativas. Así lo agentes del programa sostienen que los técnicos son los que “palanquean” y “movilizan” y que, si bien en toda la cadena de implementación el programa va siendo definido y redefinido, algunas prácticas se reconocen en el diseño, afirmándose entonces la incidencia del nivel técnico en el político, en lo inmediato, en las decisiones, en el diseño y la libertad para ese diseño.

Yo creo que en la práctica hay unos cuantos mitos, un mito es que el nivel técnico tiene muy poca incidencia en relación al nivel político, a la dimensión política, creo que no es así, la experiencia indica que la posibilidad de incidencia que tiene el nivel técnico es altísima…en realidad creo que en la cadena de implementación de la política se define […] Es mentira!!!, varios mitos, primer mito, que el nivel técnico de los ministerios no incide para nada, mentira!!!, nosotros metemos una cantidad de carne y cuando viene el director tiene que negociar con nosotros a ver qué va a hacer, porque nos necesita, el director que viene tiene que negociar conmigo, con…, me entendés lo que…, somos la carne, somos los que vamos a viabilizar o obstaculizar, le vamos a poner energía, le vamos a poner ganas, no le vamos a poner ganas, me entendés? […]Yo creo que mucha letra de lo que se está haciendo ha sido palanquedo, motorizado, por nosotros, por el equipo técnico, en lo más inmediato, a nivel de decisión, por otra parte, vos después no reconocés en la práctica lo que está en la letra del diseño, pero también reconocés que algunas cosas sí. (P1)

 

Pero la verdad es que tenemos mucha libertad para el diseño. (P2)

Cuando se habla de mito, podemos asociarlo también a las creencias, a las imágenes, a las representaciones. Como ya mencionamos, Moscovici (1981), al definir el concepto de representaciones, argumenta que estas equivalen, en nuestra sociedad, a los mitos y sistemas de creencias de las sociedades tradicionales. Entonces estos agentes reconocen unas representaciones específicas respecto a ellos mismos, si bien este entrevistado dice “en la práctica hay mitos”, pero a quiénes se refieren, quiénes tienen esas representaciones con respecto a ellos, podríamos decir que difícilmente estas representaciones no partan de ámbitos específicos, relacionados de alguna manera, a los campos de las Ciencias Sociales, de la política y de la Política Social.

Algo que también observamos es que los planificadores no tienen contacto directo con personas en situación de pobreza, con los “beneficiarios”, sí con organizaciones “estratégicas” del nivel local, esto además de ser algo institucional parece ser también una postura, en tanto se afirma que es una percepción que el contacto directo con los beneficiarios se tiene que tener a nivel local, y que desde los ámbitos ministeriales los intermediarios de la transferencia de recursos son y deben ser organizaciones con capacidad de evaluar y monitorear, no haciendo referencia a los municipios, y paralelamente asignándole a las organizaciones estos elementos que los mismos agentes reconocen no tener peso en los ministerios. Dijimos que la definición de los beneficiarios del programa como “vulnerables” parece posibilitar a los agentes su intervención en la clasificación y selección de estos beneficiarios, cuando revalorizan el papel de las organizaciones a nivel local, podría intervenir un proceso similar, así Merklen (2010: ) sostiene que el Estado (analizando los programas anteriores a 2003), prefiere dejar la definición de los “beneficiarios” a las asociaciones, organizaciones sociales, a las escuelas, a los municipios y a las iglesias.

La percepción nuestra es que el contacto directo con los beneficiarios se tiene que tener a nivel local, nosotros deberíamos transferir recursos a nivel local con algunas organizaciones estratégicas y con capacidad de evaluar y monitorear el uso de los mismos. (P1)

Al hacer referencia entonces a esta postura que considera que se debe tener contacto directo con los beneficiarios pero que este debe ser a nivel local, surge, como mencionamos, el término de “percepción”, concepto que también está enlazado al de representaciones. Algunos autores, como Fisher (1990), al definir las representaciones sociales, hablan de procesos de elaboración perceptiva y mental de la realidad que transforma los objetos sociales (personas, contextos, situaciones) en categorías simbólicas (valores, creencias, ideologías) y les confiere un estatuto cognitivo que permite captar los aspectos de la vida ordinaria mediante un re enmarque de las propias conductas en el interior de las interacciones sociales. Así, también aquí, y de manera indirecta el entrevistado se refiere a una representación que guía un tipo de posicionamiento, elección y acción.

Es interesante también analizar cómo comprenden estos agentes el impacto de los programas contra la pobreza. Los mismos señalan que el Ministerio de Desarrollo Social de Nación como el de la Provincia de Buenos Aires, tienen la misión de revertir la pobreza pero que sin embargo si se observa la proporción del presupuesto que se destina a esto, es “nada”, poniendo en duda entonces que puedan cumplir de alguna manera esos objetivos.

No, yo creo que no, bueno, no tengo números acá, pero si vos pudieras leer algunos números en cuanto a lo que implican las políticas sociales, me refiero a las políticas contra la pobreza, específicas, lo que se maneja en este ministerio, lo que se maneja en relación al presupuesto total de las políticas, es nada, no hay nada… Estos ministerios, tanto Desarrollo Social de provincia, como Desarrollo Social de nación, cuya misión es revertir situaciones de pobreza, me parece que no…, nunca se miden impactos, pero por el volumen del presupuesto… (P1)

Resaltando también que nunca se miden impactos, lo que afectaría la posibilidad de poder comprobar efectos, resultados, etc. en esta “misión” de revertir la pobreza. Si bien aparentemente en “El Trabajo Dignifica” la definición de la pobreza y de sus causas parecen no ser una cuestión, sin embargo las tensiones y discusiones que surgen en la compresión de quiénes son estas personas “vulnerables”, los debates sobre a quiénes se tienen que dirigir los programas y respecto a si los mismos deben ser iguales para los diferentes tipos de pobreza que se identifican, muestran luchas y tomas de posición de los actores implicados, principalmente de los planificadores o diseñadores.

1.2.3. Representaciones de los agentes involucrados en el programa “Entre Todos”

Dado que el programa, comparándolo con los anteriores, cuenta con muy pocos agentes involucrados, entrevistamos a dos personas vinculadas al diseño del mismo y a dos implementadoras, todas Trabajadoras Sociales. Las dos diseñadoras, parte de la planta permanente del municipio de Chascomús, con más de veinte años de trabajo, y las dos implementadoras, jóvenes contratadas y con dos años de experiencia laboral y siendo este su primer y único empleo. Las planificadoras una con educación terciaria y post título y la otra finalizando una maestría y las implementadoras, una con formación en la Universidad de La Plata y la otra con formación en una institución privada.

1.2.3.1. Representaciones de los “otros”

En los agentes de este programa encontramos matices menores en cuanto a sus representaciones y líneas de acción/intervención en relación a pobres y pobreza, aunque también se ponen de manifiesto luchas internas por las definiciones. Mencionamos al describir el programa, el cambio de objetivos dado que los agentes consideran que la mendicidad infantil fue erradicada, parece entonces haber sido un tema muy acotado, que afectaba a pocas familias, y estático, en tanto con algunas acciones, se logra “erradicar” completamente la “mendicidad”. Los agentes aluden que si en la actualidad algunos chicos “piden”, o sea se trasladan “fuera de sus barrios” y solicitan alimentos en la vía pública o en domicilios particulares, es “porque quieren” o “porque quieren comer o tener cosas que no tienen”. Observamos como algunas problemáticas, no menores, parecen no ser graves, parecen trivializarse, lo observamos también claramente cuando una de las diseñadoras afirma que ya no hay problemas de desnutrición en Chascomús y si hay un desnutrido en un familia “bue…”, o la afirmación a la que recién nos referimos de que si piden es solo porque quieren comer algo que no tienen.

Sí, sí, sí, tuvo buen impacto, es más, después nosotros hicimos una evaluación, fue a través del SAF, que lo pedía, se hizo peso y talla, para evaluar el impacto del SAF, estaban incluidas estas familias también, ya no hubo problemas de desnutrición, para nada, por ahí uno en la familia estaba desnutrido, pero, bue. (M2)

En la afirmación a la que nos referimos “fuera de sus barrios”, podemos reconocer, como en agentes de otros de los programas, elementos vinculados a la territorialización de la pobreza, y a la demarcación de fronteras, estos chicos parecen tener un lugar asignado, y que franqueen esas barreras simbólicas, y aunque sea solo para “mendigar”, parece darles visibilidad y hacer necesaria la intervención.

Asimismo, resaltamos la postura de otra de las diseñadoras del programa “Entre Todos”, esta trabaja actualmente en un área diferente a la que trabajaba en el momento del diseño del proyecto, área perteneciente a la misma Secretaría de Desarrollo Social, inicialmente hace alusión en la entrevista a que no conoce y no puede describir o referirse a las situaciones de pobreza en la ciudad dado al cambio de área que la aleja de la temática. Luego, al explicar su trabajo, se pone rápidamente en evidencia que está relacionada a estas situaciones y al describir a las personas “beneficiarias” de sus acciones y de las intervenciones del área que tiene a su cargo, sí habla de situaciones de pobreza, comprendidas como el no tener acceso a la educación, a la vivienda, y también menciona cuestiones vinculares, que sin ser especificadas ni desarrolladas, afirma están relacionadas a la pobreza, así mismo incluye el alcohol en esta caracterización.

Y en este momento no estoy trabajando esto, estoy con el tema de vivienda, estoy mirando eso […] Y en realidad tiene que ver con esto que te digo, son familias que no han tenido acceso a la educación, que tienen grandes déficits de vivienda, a todo eso se suman cuestiones vinculares también y cuestiones asociadas a la pobreza, alcohol. (M1)

Como dijimos también en los agentes de este programa y en este ámbito institucional está en juego la definición de la pobreza, y las clasificaciones que distinguen diversos modos o grados de la misma, se identifican entonces algunos “con más posibilidades de salida y otros no”, “el que va subiendo”, “el que está muy abajo” y las consecuentes estrategias diferentes de intervención, siendo necesario “apuntalar mucho más a los de abajo”. Así si bien se efectúan clasificaciones, contrariamente a los agentes del “Trabajo Dignifica”, estos planificadores e implementadores, dirigen a todos los tipos de pobreza su trabajo, incluso parecen hacer hincapié en el trabajo con “los de más abajo”, tal vez por ser este básicamente un programa alimentario. En la mayor parte de los agentes del programa habría una “culpabilización” de la pobreza, sin embargo en otros, se hace explícita la crítica a esta visión, sosteniendo que la pobreza no es una elección y que el pobre no es tal por propia voluntad. Aparece así la instancia que podemos señalar como de tensión latente, en algunos casos se hace explícita y en otros permanece encubierta, están quienes aún con un discurso manifiesto de cambio y transformación sostienen representaciones fuertemente estereotipadas de pobres y pobreza.

Y ves que hay gente con mayores posibilidades de salida y otras que no, entonces ves donde tenés que apuntalar, apuntalás al que va subiendo, entonces es otra estrategia que tenés con el que está muy abajo para después empezar a levantarlo y generalmente […] Con los que están más abajo los tenés que apuntalar mucho más, mucho más, mucho más porque también desde lo psicológico. (M2)

 

No, esto de lo del origen, que ser pobre, de que uno no elige, las personas no eligen ser pobres, por ahí eso, es lo más significativo me parece, cuando vos vas a trabajar con poblaciones, por ahí los otros sepan, la población no pobre, por llamarlo de alguna manera, que sepa que el que vive en situación de pobreza no vive porque quiere. (I4)

Surge también la imagen de pobreza vinculada a falta de cultura del trabajo, pérdida de valores y principios, a la cantidad de hijos, y la pobreza como mentalidad, esta descripción se enlaza a que las personas en situación de pobreza creen que el Estado les tiene que dar y garantizar. En esta visión los que son considerados como “inocentes” y con alguna posibilidad de “salida” de la pobreza son los niños, dado como se expresa, pareciera que los adultos sí tienen responsabilidades y poca o ninguna posibilidad de cambiar su situación. También se menciona como característica la falta de participación o de concurrencia a reuniones, tratando de identificar las causas se cuestiona si será porque “la gente está reacia” o qué características y factores intervendrán.

Se ha perdido todo, los valores, los principios, ¿viste?, eh… yo sostengo el tema de la cultura del trabajo, tengo un hombre que son once, el hombre no trabaja, vienen acá, reciben la bolsa, el “entre todos”, el “SAF”, once chicos tiene, recién ahora le ligaron las trompas a la mujer, y esto los chicos lo ven… y esas son las cosas que te indignan, que están las criaturas de por medio en la calle, esas cosas te indignan […] Ahora presentamos un proyecto con las chicas para que como una contraprestación que hagan, que no sea todo recibir, recibir, recibir… (I2)

 

No, no sé si la gente está más reacia…, algo pasa con la gente… es muy difícil convocar, convocar para una reunión… (M2)

En gran parte de los agentes del programa las representaciones sobre pobres y pobreza muestran un fuerte vínculo con el concepto de “cultura de la pobreza”, esta cultura caracterizada por una forma particular de vida y unas elecciones específicas, que marcarían un “círculo” difícil de romper, poder hacerlo, a través de modificar pautas culturales, sería un rasgo central de la función de los agentes. Como bien vimos algunas consideraciones vinculadas a este concepto de “cultura de la pobreza” tienen presencia también, tal vez de menor peso, en los agentes de los otros programas analizados.

Cuando inicialmente describimos visiones sobre la pobreza, tanto de las ciencias sociales, de la filosofía y de las visiones religiosas, nombramos la visión esencialista o idealista, en la que en líneas generales se considera que la “cultura de la pobreza” es una subcultura de la sociedad occidental con estructura y fundamentación propias, un modo de vida trasmitido de una a otra generación. Algunas de sus características son: desintegración de grupos, desorganización personal, resignación, fatalismo, falta de acción dotada de objetivos, falta de participación y vinculación institucional (Lewis, 1961). Poniendo énfasis no en la eliminación de la pobreza sino de la “cultura de la pobreza”, la que considera más difícil de eliminar.

1.3.2.2. Los agentes, el programa y las relaciones con los “otros”

Si bien todas las entrevistadas hacen alguna alusión a la necesidad de políticas macro para revertir situaciones de pobreza, sin embargo, esto pasa como una simple y lejana afirmación, pero el peso se pone en las acciones y en los obstáculos cotidianos y locales, y más que locales personales. Podemos observar que la pobreza es “casos”, si bien se reconoce a las personas con las que se trabaja por nombre y apellido, sin embargo, son “casos” entroncados con situaciones problemáticas, y que necesitan acompañamiento, seguimiento, talleres que influyan en su cultura. Se resalta el necesario componente educativo, educación formal, pero tal vez más, una educación en formas de vida, que no permita que “se críen en esa cultura”, por lo mismo que decíamos, de que los niños sí tienen alguna posibilidad de cambio, para lo que es importante este tipo de educación.

Si no hacés talleres de esto y aquello no sé si los vas a poder cambiar. Tenés que hacer programas y proyectos así sino se van a criar en esa cultura. (I2)

Tanto en las visiones que hacen más hincapié en la necesidad de cambios estructurales como en las que si bien hacen alguna referencia, parece no ser central, la acción o las formas de intervenir tienen que ver con esto que mencionamos del acompañamiento y el seguimiento, así por ejemplo María, al preguntarle por las causas de la pobreza, identifica las mismas con el sistema de producción capitalista, la apropiación de unos pocos de los medios de producción, etc. y visualiza a las políticas sociales como parte funcional de ese sistema, al hablar de la práctica hace referencia a la satisfacción que traen ciertos logros de la orientación y el acompañamiento, la sugerencia de tratamientos psicológicos, de consultas con especialistas, etc.

Para mi las causas de la pobreza tienen que ver con el sistema de producción capitalista, me parece estar rindiendo sociología (risas), que tiene que ver con esto de que unos pocos se apropian de los medios de producción, el resto de las personas tienen que vender su fuerza de trabajo para poder subsistir y que haya personas que ni siquiera tengan la posibilidad de vender su fuerza de trabajo, es decir que ni siquiera tengan esta posibilidad de ser explotados, y ni de poder reproducir sus mínimas condiciones de supervivencia […] del capitalismo monopolista que necesitaba en su momento, de gente que piense políticas sociales, que acallen las manifestaciones obreras, por llamarlo de alguna manera, y también de gente que aplique esas políticas sociales, para eso nosotros […] cuando vos orientas a alguien que haga un seguimiento, son pavadas, que inicie por ejemplo un tratamiento con un psicólogo, o que haga una consulta con tal especialista, y por ahí ves que lo hace y que comienza a mejorar su situación, bueno eso te satisface, por ahí esas cosas, pero son pequeñas cosas. (I4)

Planificadores e implementadores del municipio, consideran tener libertad en sus decisiones y acciones pero paralelamente creen no ser reconocidos, y estar acotado y restringido su trabajo por decisiones políticas y por falta de recursos; tanto Alicia, con más de veinte años en el municipio y habiendo ocupado cargos de dirección, como María, implementadora, con dos años de trabajo, expresan cierta frustración por esta situación, asegurando que estando los recursos humanos para trabajar en “políticas en serio”, solo se habla de derechos pero no se ejercen, o no se busca que se puedan respetar los derechos de las personas.

Me parece que uno tendría que ir trabajando con proyectos y con políticas en serio y dejar de llenarnos la boca hablando de derechos cuando en realidad no los ejercemos […] Qué se yo… En realidad yo creía que sí… están todos los elementos, está la estructura, están los profesionales idóneos para esto, tanto para pensar las políticas como para ejecutarlas, me parece que no se escuchan. (M2)

Varios elementos hemos destacado y analizado de las representaciones de estos agentes, pese a diferencias internas, vemos, como dijimos, más claramente representaciones que también identificamos en los otros programas, vinculadas a la compresión de la pobreza como una “cultura”, y la correlativa atribución de características que a esa cultura y a las personas que viven o encarnan esa cultura. Nos surgen preguntas en torno a la incidencia de las dimensiones de los programas, de la población de la ciudad, del contacto cotidiano con las personas en situación de pobreza, de los recursos disponibles y de las características propias y particulares del ámbito institucional. Nos preguntamos también respecto a cómo juega la distancia de agentes y “beneficiarios”, en la construcción de representaciones, a nivel local donde la relación es mucho más directa, la menor distancia y la mayor relación pareciera incidir en un incremento de prejuicios.

Después de describir algunas representaciones, líneas, etc. podemos observar en los agentes de las tres experiencias programáticas una fuerte lucha por la clasificación y definición de la pobreza y también como entran en juego en la misma los conceptos presentes en los programas, fundamentalmente los de “empleables/inempleables” y el de “vulnerables”. Como mencionamos también, se relacionan con algunos indicadores que se utilizan como criterios objetivos de estos conceptos en los que prima lo subjetivo. Otro elemento a destacar es como en dos de los programas los niños cobran un determinado valor, en el Familias, las mujeres reciben el subsidio en tanto madres, resaltándose que son los niños los beneficiarios, y en el “Entre todos”, los niños son los que sufren la pobreza, pareciendo que no sucede lo mismo con los adultos, viendo en los niños una brecha para romper el “círculo de la pobreza”. Paralelamente es interesante remarcar como diferencia que los planificadores del programa nacional y del provincial reconocen la libertad que tienen en el diseño y reivindican, de alguna manera, la importancia que tienen en ese diseño, no sucediendo lo mismo con los del programa municipal.

Desde lo planteado en este capítulo contamos con más elementos empíricos para sostener la presencia de determinadas representaciones de los pobres y la pobreza en los agentes de la Política Social, hemos comenzado a identificar no solo la existencia de representaciones, sino diversidad de representaciones, avanzaremos entonces en la construcción de una tipología que de cuenta de esta diversidad.


  1. En el Anexo Metodológico especificamos más sobre las entrevistas y el proceso de investigación.
  2. Podemos considerar la hipótesis de Bañez Tello (1997) de que en las sociedades occidentales la profesión del Trabajo Social es considerada como una profesión femenina, para cuyo ejercicio se requieren cualidades y capacidades típicamente femeninas, determinadas en el marco del proceso de la división sexual del trabajo y de los sistemas de género y de que la profesión de trabajo social, como profesión femenina, asume en la división social del trabajo el mismo papel del control de la vida cotidiana de los pobres, que las mujeres asumen en el control social de la vida cotidiana, a través de su papel en la producción y reproducción social.
  3. Si bien la manifestación en relación a la participación política se comprendió fundamentalmente en relación a la participación partidaria, sin embargo cabe cuestionarnos sobre la misma desde lo apuntado por Rozas Pagaza (2001) en cuanto que para la intervención profesional la cuestión social debe ser analizada también en clave política, dado que las demandas y necesidades tienen un carácter contradictorio justamente porque lo social convertido en parte de la racionalidad instrumental de la sociedad, expresa nada menos ni nada mas, el carácter hegemónico de las decisiones y reglas de juego con las que se definen las prioridades para la atención de dicha cuestión social.
  4. Este plan implicó un esfuerzo importante del Gobierno Nacional por extender prestaciones asistenciales a un número significativo de personas, característica que, probablemente, sea uno de las pocas que lo diferencian de los programas que configuraron la política social de la década del 90. Pero lejos de la pretensión de consagrar un derecho, el plan se limitó a distribuir beneficios asistenciales precarios, que no alcanzaban a cubrir las necesidades mínimas de la población en situación de indigencia (CELS, 2003). Así mismo el beneficiario debía realizar una contraprestación, cuando, como sostiene un informe del CELS (2003) los derechos sociales no se encuentran sujetos al cumplimiento de condición alguna por parte del titular, así puede considerarse que el Programa de “Jefes y Jefas de Hogar Desocupados” poseyó características que lo tornaron similar a los programas sociales implementados durante la década del 90.
  5. Ídem
  6. Ídem
  7. www.desarrollosocial.gov.ar
  8. Ídem
  9. Sitio oficial municipio de Ituzaingó 18/2/005
  10. Álvarez Leguizamón (2009) observa que cuando se implementó el PFIS la prensa y sectores de derecha contrarios a estos planes, manifestaron que fomentaba la vagancia y que había muchos destinatarios que trabajaban. Por ello la idea era disminuir el número de beneficiarios y en la enunciación del programa “lograr la empleabilidad y la “cultura del trabajo” de los que se encontraban en el programa JJHD y, al mismo tiempo, “disminuir la vulnerabilidad” de las personas en una situación “estructural más desventajosa”
  11. Ídem
  12. www.desarrollosocial.gov.ar
  13. http://www.spd.gba.gov.ar, 17/5/2006.
  14. www.mdhyt.gba.gov.ar, 26/4/2006.
  15. Ídem
  16. Grassi (2008) discute la igualación de estos conceptos, resaltando sus diferencias, y la no densidad teórica de “inclusión”, sostiene que la noción de “inclusión” parece ser acorde con la del “fin de la historia” y “fin del trabajo”. Las estrategias vinculadas a la inclusión buscan asegurar la supervivencia y la contención social, pero no la integración en el sentido de participación y mutuo reconocimiento.
  17. Ídem


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