En la misma colección

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Resumen

Esta investigación explora la relación que los jóvenes mantienen con la cultura escrita –prácticas y representaciones vinculadas con el libro y la lectura– mediante la cual otorgan sentido a su existencia a partir de necesidades sociales, reconociendo la correspondencia entre la materialidad del texto y el modo de apropiación. En el marco de la Revolución cibernética, la convergencia entre las industrias culturales y las redes digitales impacta en la relación que los sujetos tienen con la palabra escrita resignificando las prácticas culturales. En los últimos tiempos, aparecen nuevas formas de acceder al conocimiento y entretenimiento y surgen diversas maneras de administrar el ocio. Precisamente, dado que el tiempo libre es un recurso limitado, su utilización es un indicador clave de intereses, valoraciones y expectativas. Por otro lado, considerando que la lectura es básicamente una práctica escolar y reconociendo su estrecha relación con el rendimiento académico, y porque los jóvenes lideran este proceso de transformación profunda del acto de leer, se toma al universitario como unidad de observación. El hecho de que continúe estudios superiores después de la escuela media presupone un sujeto ilustrado con aspiraciones profesionales, con competencias intelectuales para analizar situaciones y comprender los textos que lee, aunque las pruebas internacionales de rendimiento y la experiencia docente indiquen lo contrario. En este contexto y con este perfil en mente, preguntarse si la lectura tiene lugar durante sus momentos de ocio, qué disfruta leer y de qué modo lo hace, cuáles son sus percepciones respecto de su condición de lector y sobre los modos digitales de leer, adquiere relevancia.

Esta tesis ofrece la descripción y análisis de un problema empírico mediante a) la aplicación de una encuesta diseñada ad hoc, cuyo cuestionario fue administrado a una muestra no probabilística conformada por trescientos sesenta universitarios; b) la recopilación y sistematización de material estadístico y de fuentes secundarias que permiten triangular datos; y c) entrevistas a informantes calificados que posibilitaron indagar temas pertinentes y descubrir aspectos significativos. Así pues, la estrategia metodológica supuso constatar, comparar y marcar tendencias dentro de los límites estadísticos de una muestra intencional. Como puntapié inicial se tomó como supuestos teóricos que a) la lectura es una producción de sentido socialmente determinada y una práctica históricamente variable determinada por los mismos aspectos socioeconómicos que el resto de los consumos culturales; b) la apropiación que hacen los lectores de los textos varía en función del sexo, la edad y los capitales escolar y cultural; y c) el rendimiento escolar está asociado con la intensidad de lectura.

Alguno de los resultados de esta investigación sugiere que la imagen y el sonido prevalecen por encima de lo escrito: dentro de los consumos culturales, Internet, música y televisión se imponen. Si bien los jóvenes invierten parte de su tiempo en intercambios virtuales entre pares, para los momentos libres prefieren las actividades de recreación y esparcimiento tradicionales. Entonces, después de para comunicarse, se apropian de Internet para informarse, evidenciado en la importante incidencia de lectura de diarios y consultas específicas en sitios de interés. No obstante, los jóvenes manifiestan una resistencia generalizada hacia la lectura en soportes digitales, mediante temores y presunciones que darían cuenta de cierto desconocimiento o carencia del dominio del lenguaje digital. En rigor, para los universitarios la función predominante de la lectura es posibilitar el acopio de saberes, por ello perciben al libro como un objeto que vehiculiza el conocimiento, desvinculándolo del placer. Sin embargo, se evidencia la necesidad generalizada de ficción que una minoría cubre con una cuota ocasional de literatura. A propósito, sus preferencias literarias son gobernadas por un gusto de época compartido con otros jóvenes en el mundo, fenómeno que se enmarca en la internacionalización del mercado del entretenimiento. Además se pudo constatar que, contrariando el sentido común, no hay una correlación negativa entre la lectura y otras prácticas culturales; y que el ejercicio de leer conlleva a otros consumos asociados, como concurrir a la Feria del Libro y comprar libros para obsequiarlos.

Esta investigación se encuadra en un proceso complejo de modernidad tardía y reconoce las profundas transformaciones en las formas de procesar los contenidos textuales, de imagen y sonido. No obstante, hay tres ideas que sobrevuelan esta tesis. Primero. Si bien el cambio de paradigma cognositivo que supone la irrupción de lo digital no tiene precedentes, el modo en que los usuarios se apropian de Internet y las representaciones que despiertan ciertas novedades virtuales tienen raigambres profundas en el pasado; y en este sentido, revisar la Historia del Libro y la Lectura contribuye a atemperar algunas prenociones. Segundo. Resulta insuficiente analizar los roles escritor-editor-lector con las anacrónicas categorías conceptuales, en virtud de que las injerencias de cada cual en una obra están trastocadas: por ejemplo, los usuarios son receptores y, al mismo tiempo, productores de contenidos. Tercero. Se percibe en los jóvenes una continuidad con respecto a los intereses, gustos y hábitos de los adolescentes, aunque la legitimidad y los ideales y temores vinculados con la lectura los emparenten con las generaciones precedentes.

Finalmente, esta tesis deja un espacio para profundizar en el análisis de la apropiación de la palabra escrita y sus efectos sobre la transmisión educativa, y en este sentido, reflexionar no sólo en las condiciones sociales en las que los universitarios leen, sino en las condiciones sociales de producción de esos lectores, y con ello, la responsabilidad y desempeño que compete en dicha tarea al Estado y el resto de las instituciones que acompañan su desarrollo y formación.



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