En la misma colección

12-3048t

12-2842t

En la misma colección

9789871867691_frontcover

remesas

Observaciones finales

En la introducción se mencionó que el objetivo de este trabajo de investigación es explorar el estilo de vida light, indagando en las representaciones sociales y prácticas de consumo de las nuevas clases medias –posiciones renovadas–. Se explicitó cómo este sector se evidencia precursor en el cuidado de su cuerpo, congruente con los procesos de estilización de la vida cotidiana. Para llevar adelante la tarea de exploración en campo, se consideró que estudiar los estilos de vida involucra dos ejes desde donde abordárselos. Un eje implica considerar las creencias y los valores que el sujeto que porta un estilo de vida light mantiene presentes en su mente como una suerte de guía de acción que prescriben su conducta. Se propuso entonces abordar las representaciones sociales respecto del gusto legítimo como sistema de disposiciones en contextos de fragmentación, reposicionamiento e individualización social [Capítulo 4]. Un segundo eje plantea que dichos imaginarios se manifiestan en experiencias concretas: en hábitos y patrones de consumo que cristalizan los ideales estéticos de las posiciones sociales renovadas. En este sentido, se hizo un recorrido por el mercado de consumo light evidenciando bienes y servicios, y en las estrategias publicitarias y mediáticas que actúan como vehículo de asociaciones y evocaciones respecto del estilo de vida light [Capítulo 5].

Durante la época en que tuvo lugar la consolidación de la sociedad industrial en la primera mitad del siglo XX, la idea de calidad de vida estuvo asociada a valores materiales que podían identificarse estadísticamente, por ejemplo: la vivienda, el hacinamiento y la red de servicios. Sin embargo, la sociedad posindustrial le agrega un plus simbólico al concepto, a partir de valores posmateriales que denotan una sensibilidad tal que capacita a los sujetos para una hermenéutica de la nueva buena vida. Esta idea de vida saludable ancla su significado en ideales centrados en la revaloración estética.

En la transmisión de estos valores están involucrados los intermediarios culturales, facilitadores por excelencia, quienes educan y legitiman el discurso de la vida saludable, introduciendo conceptos y divulgando saberes prácticos. Se evidencia entonces, cómo esta imaginería light forma concretas estructuras sociales incorporadas (Bourdieu 1991) logrando un efecto de naturalización a partir del proceso que oculta la construcción social de la realidad y las tensiones en su interior. Justamente, el rol que desempeñan los nuevos intermediarios, en tanto productores y difusores de bienes y servicios simbólicos, radica en comunicar y propagar arquetipos estéticos legitimando el buen gusto anclado en la exaltación del cuerpo y el bienestar del organismo. A través del discurso publicitario, las redes sociales y los medios en general hacen hincapié en que estar sano y lucir saludable es un valor al alcance de todos, de modo que las nociones de cuidado de la salud y calidad de vida toman una dimensión democratizadora. En rigor, la creciente propagación de información se da en un contexto global, en el cual el mundo atraviesa una transición desde una sociedad que giraba en torno al trabajo como fuerza y valor hacia una sociedad del conocimiento, cuyo núcleo es la información y la capacidad para producirla y manejarla. Esta transformación es impulsada fundamentalmente por los cambios ocurridos en el plano de la tecno-economía –las transnacionales, los científicos y los profesionales de la información–. Sin embargo, no se trata sólo de bienes informacionales sino de una economía de signos la que está en juego y que abre paso a una reflexividad ya no meramente cognitiva sino estética, creadora de un nuevo ethos y de un individualismo expresivo sin precedentes (Lash 1997).

Por otra parte, las complejas divisiones en la sociedad de consumidores (Bauman 2003) instauran estilos de vida, que si bien siempre estuvieron relacionados con las modas y tendencias, en la actualidad se convierten en un factor decisivo respecto de las representaciones sociales, al hacer-mundo y pertenencia social de los sujetos. Cabe señalar que el estilo de vida posee dos aristas: por un lado, se entrelaza con las aspiraciones y ansiedades, y por otro, el estilo es un elemento significativo del poder porque está inextricablemente enlazado con la estructura de la vida social, política y económica, “es el producto de una vasta red de industrias sin fisuras” (Ewen 1993:39-40). En este sentido, este trabajo evidenció el modo en que la industria de lo light fomenta y explota la preocupación del sujeto por su organismo. Se expande notablemente cierta oferta y demanda de dimensiones simbólicas fundadas en valores posmateriales que el mercado light materializa a partir de la noción de calidad de vida y vida saludable. Sin duda, se trata de una economía de signos que recrea este clima de época motivando la reflexión estética de los individuos aglutinados en centros comunes de interés. Los sujetos agrupados por su capacidad de consumo quedan necesariamente encerrados en espacios de significación reflexivos que retroalimentan con sus prácticas y representaciones.

En otro orden de cosas, el compromiso que el sujeto asume en la elección del estilo de vida light muestra cómo opera el proceso de individualización y de qué modo la combinatoria de beneficios y renunciamientos al dejar “los viejos malos hábitos” operan como una apuesta personal. Si bien la creciente individualización ubica al sujeto “a la deriva” ante el debilitamiento institucional (Sennett 2000), al mismo tiempo lo impulsa a tomar iniciativas propias y a hacerse responsable por su salud y estética corporal configurando un proyecto de vida personal en donde la reflexión estética se impone. El sujeto light asume la responsabilidad sobre su salud y estado físico: está convencido que mejorar su alimentación, realizar ejercicio y consultar a profesionales optimizarán su calidad de vida y le permitirá perpetuarse en un deseado estado de juventud. De hecho, ser joven hoy es un estilo, un conjunto de elecciones, una trayectoria, una postura ante la vida. En rigor, se trata de percibir al destino como fracaso o éxito personal, de modo que personalizar los riesgos evidencia cómo lo propio del sistema se desplaza ahora al individuo.

Uno de los enfoques teóricos que adquirió centralidad en el debate sociológico es aquel que asume como premisa de análisis la creciente autonomía. Actualmente, el individuo debe interpretar su propio pasado, fundamentar sus opciones, elegir cómo ser y cómo actuar, para de esa manera ir construyendo reflexivamente su propia identidad. A partir de lo dicho y de lo investigado en este trabajo, cabe preguntarse si el sujeto contemporáneo es realmente autónomo o si está condicionado a inclinarse ante hábitos determinados que conformarían una “vida no contaminada”. ¿La actual es una sociedad realmente flexible en contraposición de la sociedad disciplinaria de Foucault? Si bien es cierto que los medios de encauzamiento de la sociedad industrial cambiaron, ¿podría sugerirse la existencia de nuevos modos de normalización centrados en valores estéticos cuya intención es encauzar la conducta individual hacia prácticas colectivas consideradas saludables? En síntesis, el incremento de la soberanía en los sujetos, quienes con un aumento en las opciones disponibles eligen al mismo tiempo que son responsabilizados por sus decisiones, es indudable. No obstante, resulta clave profundizar si la cultura light es un ejemplo paradigmático de la tensión entre la idea de autoconstrucción –en función de la elección de modos de vivir propios– y la exigencia respecto de modelos culturales vigentes.



Deja un comentario