A lo largo de los seis capítulos anteriores expuse una lectura del concepto de espacio de juego que hibrida diversos vocabularios. Como resultado de esta estrategia surgió una interpretación que amalgama la fenomenología hermenéutica con la teoría de la enunciación, la semiótica narrativa greimasiana, la teoría del acto icónico de Bredekamp y la semiótica de la cultura de Lotman. El espacio de juego de la verdad fue caracterizado como el espacio semiótico que está siempre presupuesto en nuestro vínculo con los entes. Se lo caracterizó de esta manera para indicar, por un lado, que se trata de una instancia de sentido que posibilita la mediación entre los hombres y las cosas y, por otro, para destacar su significación dinámica. El espacio semiótico describe las condiciones irrebasables de producción del sentido.
La introducción del concepto de enunciación, de acto icónico y de explosión permitió definir de mejor manera este dinamismo. El vocabulario de la semiótica narrativa posibilitó determinar el sentido exacto que tiene la dimensión histórico-temporal del espacio de juego. Las fuerzas que hacen estallar (y, de esta manera, ponen en marcha temporalmente el espacio de sentido) trazan una trayectoria que se articula de acuerdo con una lógica narrativa discreta. Los términos espacio-temporales que organizan la narrativa son el inicio, el final y otro comienzo. De este modo se puede inferir que la interpretación híbrida del espacio de juego articula dos tipos de lógicas diferentes: la lógica de la explosión expresada por las fuerzas del discurso, la imagen y las pasiones, y la lógica narrativa articulada a partir de los términos a quo y ad quem de la transformación histórica. Mientras que el plano de las fuerzas implica siempre una tensión gradiente, el plano narrativo se despliega siempre en las direcciones que les confieren las unidades discretas del inicio, final y otro comienzo.
Así, entonces, la imagen del espacio de juego que surge al final de la exposición no solo se presenta como una zona de mediación entre los hombres y las cosas, sino que también posee una segunda hibridación, es decir, aquella que amalgama lo continuo con lo discreto.
En este último capítulo del libro voy a intentar presentar esta última hibridación a partir de un modelo de análisis discursivo. La finalidad que persigo es mostrar el modo en que se fusionan las dos lógicas del espacio de juego. Para lograr este cometido voy a tomar como punto de partida el análisis que Heidegger hace de la proposición “la tiza es demasiado arenosa” en el curso del semestre de invierno de 1925-1926 Logik. Frage nach der Wahrheit. En un segundo momento, voy a complementar el modelo de la proposición con un análisis que incorpora el punto de vista ontohistórico del espacio de juego tal como fue descripto en los capítulos anteriores. La tesis central que intentaré justificar es que la estructura significativa de un enunciado presupone cuatro niveles de sentido. Los tres primeros los trato en el primer apartado; en el segundo introduzco el cuarto nivel del sentido, y en el tercero analizo el concepto metodológico del salto como noción que permite pasar de los tres primeros niveles al cuarto.
1. Narración y explosión en los tres primeros niveles del sentido[1]
En el curso Logik. Die Frage nach der Wahrheit Heidegger analiza el origen del significado de la proposición “la tiza es demasiado arenosa”. Del mismo modo que en los capítulos anteriores voy a reconstruir el análisis mediante una hibridación conceptual de teoría de la enunciación, semiótica narrativa y teoría del acto icónico. Desde esta perspectiva híbrida se pueden distinguir en la interpretación tres niveles de sentido: el lógico-teorético, el lingüístico-discursivo[2] y el pragmático-existencial. Cada uno de ellos guarda con el otro una relación genética. Con ello quiero decir que se trata de distintos grados y transformaciones que el significado recorre cuando pasa de su lugar originario a su forma teórica más derivada. La orientación argumentativa de Heidegger sigue el camino que va de lo originario a lo derivado. De acuerdo con esta metodología, el sentido del enunciado adquiere su certificado de nacimiento en el nivel pragmático-existencial. Después ese sentido se transforma en discurso en el segundo nivel. Y, por último, sufre una tercera transformación cuando adopta la mirada objetivante de la teoría.
La relación que hay entre los tres grados es de presuposición: el nivel lógico-teorético presupone el lingüístico-discursivo, y ambos, el existencial. Lo que tienen en común es que en todos ellos se trata del significado que se va transformando desde el plano existencial, pasando por el discursivo y culminando por el lógico-teorético. Esta transformación consiste en que, a medida que se sube de nivel, se produce un desembrague enunciativo. Dicho con otras palabras: se suprime paulatinamente la referencia del enunciado al Dasein histórico o, lo que es lo mismo, se produce una desmundanización.
Como el nivel lingüístico-discursivo cumple la función de mediación entre el lógico y el pragmático-existencial, se puede decir que se trata de un espacio fronterizo. Si se cruza esa frontera hacia el nivel lógico-teorético el enunciado se transforma mediante la supresión del adverbio de cantidad[3] “demasiado”. La reformulación “la tiza es arenosa” expresa la correlación entre un hecho objetivo y una mirada objetivante que percibe desde ningún lugar. De ese lado de la frontera, en el espacio lógico-teorético, el sujeto de la enunciación queda completamente elidido.
Si regresamos al espacio del discurso, el significado del adverbio “demasiado” lleva consigo un descentramiento que remite el enunciado a su lugar de nacimiento, es decir, lo conduce al plano pragmático-existencial. La expresión “demasiado” solo tiene sentido para un Dasein que escribe en el contexto de una clase. Heidegger propone una interpretación del adverbio en la que enfatiza su significación práctica. “Demasiado” está referido a la dificultad que un agente tiene cuando quiere escribir bien. Significa un obstáculo práctico (GA 21: 157).
Si cruzamos ahora la frontera del espacio del discurso hacia el nivel pragmático-existencial, se hace visible el lugar de nacimiento de la significación discursiva y lógico-teorética. Este es el nivel de lo que Heidegger llama interpretación. Se trata de un significado que surge de las relaciones prácticas que el Dasein establece con los entes. Justamente porque se trata de un significado eminentemente pragmático tiene un carácter prelingüístico.
Heidegger caracteriza detalladamente las condiciones de producción de este significado práctico. Surge a partir de un dinamismo, de un movimiento constitutivo del ser del Dasein; del movimiento por medio del cual el Dasein anticipa su ser y desde esta anticipación retorna hacia el ente que comparece en su mundo[4]. Este movimiento de anticipación y retorno es lo que Heidegger llama comprensión.
La descripción de la estructura de la comprensión como un movimiento de anticipación y retorno es lo que me lleva a inferir que el sentido inherente a este nivel pragmático puede ser considerado, sin lugar a duda, como un significado narrativo. La razón de esta interpretación se funda en el presupuesto de que lo que define a una estructura narrativa es la transformación o movimiento. Un enunciado narrativo es aquel que expresa un cambio de un estado a otro. Por ello, la concepción de la comprensión del Dasein como un movimiento de anticipación y retorno tiene un sentido eminentemente narrativo. Si se mira todo el recorrido del significado y de la comprensión desde su nivel inferior pragmático hasta el nivel superior lógico-teorético se puede hacer otra inferencia: el programa narrativo que describe la transformación, modificación o movimiento de la comprensión no recae principalmente sobre el eje pragmático del Dasein, es decir, no describe una acción o conducta, sino que se centra en la competencia epistémica, es decir, se trata del movimiento de modificación de la mirada, del punto de vista o la perspectiva. Esta trayectoria narrativa de la mirada puede ser caracterizada de acuerdo con la terminología de Sein und Zeit como el movimiento que va del Umsicht (circunspección) al Hinsicht (dirigir la vista).
Si volvemos a la explicación semántica que Heidegger da del adverbio “demasiado”, se puede hacer una tercera inferencia. La lectura se centra exclusivamente en el significado pragmático. El adverbio aparece en el contexto del escribir. Solo tiene en cuenta la acción que está llevando a cabo el Dasein en ese momento. Sin embargo, deja de lado otro aspecto de su significado: su referencia a la dimensión pasional. El adverbio “demasiado” tiene un doble significado: el pragmático analizado por Heidegger y otro pasional. Aunque de manera atemperada y rudimentaria “demasiado arenosa” significa también una carga, algo que, al impedir la realización de la finalidad de la acción de escribir, lleva consigo el sentimiento de molestia, incluso de queja y fastidio.
Con la explicitación del matiz significativo pasional del adverbio “demasiado” se introduce, en el interior mismo de la estructura significativa del enunciado, una instancia semántica, que no surge de la trayectoria narrativa de la comprensión. Mientras que los significados lógico y discursivo se organizan de acuerdo con las unidades discretas de la referencia y la predicación, el sentido pasional tiene otra estructuración que no es discreta, sino continua, y que, por lo tanto, no surge de la comprensión. La significación pasional del adverbio “demasiado” da cuenta de una intensidad gradual, de una tensión que puede asumir distintos valores de acuerdo con la situación de enunciación. El adverbio de cantidad en su sentido pasional es un indicador discursivo de la instancia de la fuerza y no del orden del significado. O para decirlo de una manera más exacta: en el enunciado “la tiza es demasiado arenosa” se articulan dos significados que nacen de fuentes distintas: uno que tiene un carácter discreto que surge de la comprensión y otro que tiene una estructura continua y tensional. El primero responde claramente a una concepción narrativa de la conducta del Dasein. El segundo da cuenta de su condición pasional. El origen de esta fuerza procede de la disposición afectiva.
Así, entonces, el enunciado “la tiza es demasiado arenosa” se presenta como un conjunto de índices que apuntan a un lugar donde nacen el significado y la fuerza. Ese lugar es la comprensión y la disposición afectiva del Dasein. En Sein und Zeit Heidegger designa a ese movimiento de anticipación y retorno de la comprensión como el espacio de juego del fáctico poder ser (GA 2: 131). Con esta expresión designa la apertura como un lugar en el que se desenvuelve y se llevan a cabo todas las posibilidades efectivas en las que el Dasein se proyecta fácticamente.
El tercer nivel de sentido, al que denominé como pragmático-existencial, se presenta al final del análisis como el espacio de juego de la apertura. Se trata de la instancia irrebasable del sentido. En Sein und Zeit la apertura recibe el nombre de Lichtung. Como expuse en el capítulo 4[5], el claro tiene en 1927 un sentido eminentemente lumínico. La Lichtung es ese espacio luminoso que está supuesto y es el origen del sentido del enunciado “la tiza es demasiado arenosa” en su doble aspecto de fuerza pasional y significado narrativo. En el curso de 1925-1926 y en Sein und Zeit la apertura y la luz constitutiva del espacio de juego nacen de la comprensión y la disposición afectiva del Dasein. El sistema deíctico del enunciado no va más allá del nivel pragmático-existencial del sentido. Las señas se detienen en la comprensión y los temples del ánimo del Dasein. Solo resta añadir a esta interpretación que la concepción del claro como la fuente de donde brota la luz le confiere a la visión inherente a la comprensión la condición de la iconicidad tal como la desarrollé a lo largo de los capítulos 3 y 4.
2. Narración y explosión en el cuarto nivel del sentido
En el apartado anterior quedó claro que los significados narrativo y pasional del enunciado surgen y se derivan de la apertura de la comprensión y la disposición afectiva. La lógica gradiente de las pasiones y la lógica discreta de la comprensión narrativa se amalgaman en el nivel lingüístico-discursivo por medio de la estructura significativa de la referencia y la predicación y por medio del significado tensivo del adverbio “demasiado”. La introducción de un cuarto nivel del sentido resulta problemática en virtud de que pareciera que no hay un más allá de la triple articulación de la apertura del Dasein en la comprensión, disposición afectiva y discurso. ¿Los significados narrativos y explosivos que se hibridan en el enunciado son portadores de una indicación que remita a un espacio más radical que el de la apertura del Dasein? Si nos limitamos al ejemplo del enunciado sobre la tiza, ¿se puede acceder a una instancia anterior a la comprensión y la disposición afectiva? En el curso de 1937-1938 Die Grundfragen der Philosophie Heidegger responde afirmativamente a estos interrogantes.
De acuerdo con el análisis que vengo realizando, el enunciado “la tiza es demasiado arenosa” se presenta como un conjunto de índices que sacan al enunciado de su propio territorio, el nivel discursivo, y lo desplaza hacia otros. El índice lingüístico privilegiado de este descentramiento es el adverbio “demasiado”. Cuando se lo suprime, el enunciado se desplaza al territorio lógico-teórico. Cuando se lo enuncia en su doble significación práctica y pasional, se traslada a su lugar de nacimiento en la comprensión y la disposición afectiva.
Desde una perspectiva metodológica la pregunta que surge es la siguiente: ¿qué aspecto del enunciado “la tiza es demasiado arenosa” habilita una perspectiva ontohistórica? O dicho de otra manera: ¿qué índices del enunciado permiten la introducción de un cuarto nivel del sentido? Ciertamente que para responder a este interrogante no alcanza con detenerse en el adverbio de cantidad ni en la estructura de la referencia y la predicación. Es necesario introducir una nueva dimensión del enunciado, gracias a la cual es posible reconducirlo al plano ontohistórico.
En el curso del semestre de invierno de 1937-1938 titulado Grundfragen der Philosophie. Ausgewählte “Probleme” der “Logik”, Heidegger vuelve nuevamente a reflexionar sobre un ejemplo pregnante: “La piedra es dura” (GA 45: 19). Este nuevo ejemplo puede servir como modelo para reinterpretar el enunciado “la tiza es demasiado arenosa”. Si se analiza retrospectivamente este ejemplo, el índice que remite al nivel ontohistórico no es otra cosa que su verdad. Es el contenido proposicional del enunciado el que puede ser verdadero o falso. La reflexión sobre la verdad del enunciado permite introducir un nuevo nivel del sentido presupuesto en los tres anteriores.
El tercer nivel remite al espacio de juego de la comprensión y de la disposición afectiva. Se trata, aunque Heidegger lo niegue enfáticamente, de una concepción del sujeto de la enunciación que responde a una figura antropológica tradicional. A pesar de que afirme que el Dasein es un neutro (GA 26: 171 y ss.), el espacio semiótico relativo a esta instancia lleva siempre la referencia a una primera y segunda persona (GA 2: 57). La reformulación del espacio de juego en el curso de 1937-1938 introduce una perspectiva que coloca la mirada de primera persona en una lógica de la explosión que, como tal, tiene un sentido impersonal. Para alcanzar ese punto de vista es necesario detenerse en la dimensión verdadera del enunciado.
La expresión “la tiza es demasiado arenosa” dicha en el contexto de uso de la clase universitaria se muestra como una proposición verdadera. Su verdad no radica en la adecuación entre un enunciado concebido como un sistema de representaciones mentales y una realidad heterogénea. La verdad de este, por el contrario, responde a un modelo indexical. Que el enunciado sea verdadero quiere decir que su sistema de índices señala un espacio donde “la tiza”, “su condición arenosa”, “el agente que la manipula” y “las relaciones de dificultad práctica y pasional que se dan entre la tiza y el agente” se muestran previamente. Hay una correlación entre el sistema indexical del enunciado y el espacio previo de donde el enunciado se nutre y adopta su competencia mostrativa.
Tal como expuse a lo largo de todo el capítulo 1, Heidegger reflexiona sobre este espacio de juego como un ámbito histórico de proyección en el que se encuentran el hombre y las cosas. Se trata de una zona de mediación, de una encrucijada, de un “entre” en el que se amalgaman ambas instancias. La pregunta que surge, entonces, es la siguiente: ¿qué vínculo hay entre el espacio de juego y el enunciado? En primer lugar, la competencia mostrativa del enunciado, su función reveladora, se nutre de la luminosidad del espacio semiótico. El enunciado es verdadero porque tiene su sede en un espacio que es la fuente de donde toma su capacidad indexical. Ahora bien, esta relación de localización no es una mera presencia estática, sino que tiene, en un segundo lugar, un sentido tensivo, dinámico, al que Heidegger designa mediante el verbo “imperar” (walten). El espacio de juego impera en la verdad del enunciado. Hay un vínculo de dominio entre el espacio semiótico y la verdad del enunciado cuyo sentido es el siguiente: el espacio de juego es la fuerza que está implicada y domina en cada proposición verdadera. Ello no quiere decir que la verdad del enunciado crea el espacio de juego, sino, por el contrario, en que la verdad de la proposición asume la apertura como lo que ya impera.
El cuarto nivel presupuesto en el enunciado es, por lo tanto, una instancia tensiva. En ella se ponen en juego la fuerza de la interrogación, el acto icónico y la fuerza de las pasiones. La reflexión heideggeriana sobre el inicio de la filosofía occidental como un comienzo donde el espacio de juego estalla se inscribe dentro de la lógica de la explosión. La apertura de la verdad es una irrupción violenta de la semiosis como tal, cuya onda expansiva llega hasta las obras de Hölderlin y Nietzsche. La transición hacia el otro comienzo de la filosofía también se inscribe dentro de la lógica de la explosión.
Que el espacio de juego estalle o, lo que es lo mismo, que el inicio de la filosofía occidental tenga el sentido de un comienzo violento quiere decir que es un acontecimiento que no responde a un modelo causal. El espacio semiótico no se le puede imputar a la comprensión y disposición afectiva del Dasein. Surge sin ningún tipo de finalidad. No hay una instancia anterior objetiva que produzca el estallido del sentido. La imprevisibilidad de la explosión no remite a ningún sujeto histórico individual o colectivo que interviene en su creación. Más bien, tiene el dinamismo de una fuerza que se enciende, explota, gesta y fuerza el acontecimiento sin remitirse a algún tipo de entidad objetiva que cumpla la función de una causa. La puesta en marcha y la explosión del sentido son las metáforas que Heidegger utiliza para dar cuenta de la fuerza performativa que domina todo el espacio de juego. El cuarto nivel enunciativo traslada la verdad del enunciado “la tiza es demasiado arenosa” al nacimiento explosivo de la manifestación como tal en el primer comienzo de la filosofía, y, simultáneamente, al tránsito hacia el otro inicio del pensar. Es decir, lo inscribe en una narrativa histórica.
Este cuarto nivel consiste fundamentalmente en la inscripción del enunciado en un conjunto de fuerzas y en una trayectoria narrativa cuya perspectiva no tiene su sede en el Dasein, sino en un acontecer histórico impersonal. La verdad del enunciado es la que posibilita la explicitación de este nuevo y último estrato de sentido. En el primer proyecto del curso de 1937-1938 hay un breve pasaje donde se puede determinar la relación entre los tres primeros niveles del sentido que remiten al Dasein y el cuarto, que conduce al Ereignis. Heidegger describe al Dasein desde el punto de vista del Ereignis. De este modo se vuelve explícito que los tres primeros niveles del sentido tienen que ser llevados a la radicalización ontohistórica del espacio de juego. Cuando se pregunta por qué el Dasein está elidido en la exposición del espacio de juego de la verdad, Heidegger afirma que “en él [se refiere al Dasein] en tanto lo acontecido por el Seyn [als dem vom Seyn Ereigneten] se funda el fundamento de la verdad” (GA 45: 193; destacado en el original). Unas líneas más adelante añade que “el Dasein es mentado como el fundamento del claro para el ocultarse” (GA 45: 194). La construcción pasiva de la primera cita, según la cual el Dasein aparece como lo que el Seyn hace acontecer, muestra la relación de fundamentación que existe entre los tres primeros niveles de sentido y el cuarto. En la segunda cita se explicita en qué consiste esta fundamentación: el espacio de juego de la apertura del Dasein, la Lichtung, remite a una instancia negativa cuyo sentido es el ocultamiento. Lo que se oculta en el claro del Dasein es justamente el acontecer del Seyn. La peculiaridad de esta relación de fundamentación entre el espacio luminoso del Dasein y el ocultamiento del ser como Ereignis es lo que conduce al problema metodológico del salto.
3. El problema del acceso metodológico al nivel ontohistórico del sentido: el salto, la latencia y el punctum
El análisis del enunciado llevado a cabo en el primer apartado de este capítulo se desenvuelve dentro de una teoría de la enunciación clásica. Se toma como punto de partida un enunciado determinado y, mediante el análisis de las marcas lingüísticas, se accede al plano de la enunciación. Esta instancia fue descripta como la apertura del Dasein[6]. Ahora bien, el cuarto nivel del sentido (la enunciación ontohistórica) está más allá de cualquier análisis lingüístico. Incluso, si se admite que el componente proposicional del enunciado es el punto de partida para determinar su verdad, no hay proporción entre la verdad de un enunciado como “la tiza es demasiado arenosa” y la caracterización ontohistórica del espacio de juego como una amalgama de fuerzas interrogativas, icónicas y pasionales que despliegan una trayectoria narrativa desde el inicio de la filosofía occidental hasta el presente. La justificación fenomenológica de la dimensión ontohistórica de “la tiza es demasiado arenosa” escapa a un mero análisis discursivo porque entre su verdad y la narrativa histórica heideggeriana hay un hiato muy difícil de superar.
En el curso Die Grundfragen der Philosophie Heidegger es consciente de esta dificultad metodológica. Su tematización aparece cuando en el primer proyecto del curso da algunas indicaciones sobre la noción de salto. Este concepto intenta determinar el modo de acceso a la esenciación de la verdad, es decir, a la experiencia histórica del desocultamiento del ente que hicieron los griegos y a la tarea de fundamentación de esa experiencia en el espacio de juego.
El acceso a la esencia tiene siempre algo inmediato [etwas Unwermitteltes] y la resonancia a lo creativo, que surge libremente. Hablamos, por lo tanto, de un salto [Sprung], incluso de un salto-hacia-adelante [Vor-sprung] en la esenciación de la verdad. Esta denominación no dice mucho, desde luego, para la dilucidación o, incluso, para la justificación del modo de proceder [Vorgehen]. Sin embargo, ella indica que este proceder debe ser realizado en cada caso propiamente por cada uno. Quien no salta este salto, nunca experimenta aquello que se abre por medio de él. Hablar de un salto debe indicar al mismo tiempo que aquí es necesario y posible una preparación: el aseguramiento del impulso [Anlauf] para el salto y la trayectoria previa [Vorzeichnung] de la dirección del salto (GA 45: 203).
Este texto tiene claramente un sentido metodológico. Heidegger intenta precisar el procedimiento por medio del cual se accede al cuarto nivel del sentido de la esencia de la verdad. Este acceso no puede ser protocolarizado mediante un conjunto de reglas que pudieran justificar el ingreso al espacio de juego. El acceso al cuarto nivel del sentido solo es posible por medio de un acto creativo, de un acto que deja que ese espacio surja, se ponga en marcha o se inicie. Con esta caracterización Heidegger inscribe el problema metodológico del acceso dentro de lo que en el capítulo 1 llamé la lógica de la explosión. El procedimiento metodológico que garantiza el ingreso al espacio semiótico es una fuerza performativa que lo pone en acto y lo enciende. A esta fuerza la llama el salto. La idea de un salto encierra, por un lado, el concepto de fuerza o impulso que posibilita justamente el ingreso en la esfera del espacio de sentido y, por otro, la trayectoria espacial narrativa que direcciona el salto. Se trata de un concepto metodológico que amalgama la lógica de la explosión y la lógica narrativa.
Asimismo, le confiere al análisis del enunciado “la tiza es demasiado arenosa” una cierta arbitrariedad. Mientras que los tres primeros grados del sentido admiten un análisis basado en las marcas lingüísticas del enunciado, el cuarto nivel solo puede ser “justificado” cuando se da un salto desde la verdad de su contenido proposicional a la narrativa histórica del espacio de juego de la verdad. En el texto recién citado hay una apelación explícita a que este salto metodológico solo puede ser llevado a cabo por alguien que se coloque en el plano de la enunciación y se apropie expresamente de la fuerza performativa del enunciado. De este modo, cuando salta hacia el espacio de juego de la verdad, es decir, cuando se ejecuta la fuerza que localiza el enunciado en el espacio de una narrativa histórica, al mismo tiempo actualiza las fuerzas de la interrogación, del acto icónico y de las pasiones constitutivas del inicio de la verdad. El salto que narrativiza el enunciado abre el espacio de juego, libera sus fuerzas, traza su trayectoria narrativa y le confiere al que salta la competencia filosófica para plantear la pregunta por la esencia de la verdad. La concepción del salto como una fuerza performativa que pone en acto el espacio de juego aparece explícitamente dicha en el siguiente pasaje:
Realizamos el salto hacia adelante ante todo como proyecto indicador [anzeigender Entwurf] de la “esencia” de la verdad a partir del ser necesario del abandono del ser. Aunque aún no lo [se refiere al abandono del ser] experimentemos realmente y permanezcamos indiferentes frente a él, podemos conseguir, por medio de indicaciones, el desarrollo [Ausbilden] de un primer saber de aquello que ocurre en ella (GA 45: 208).
Este nuevo texto termina de perfilar los rasgos metodológicos del salto. En efecto, lo que en la cita anterior aparecía vagamente como un inicio que tiene el sentido de lo creativo y de lo que nace libremente ahora adopta un rasgo conceptual más definido. Saltar hacia el espacio de juego quiere decir proyectar la esencia de la verdad. Esta proyección indica, señala o apunta deícticamente al espacio. Considero que la proyección tiene un doble sentido. Por un lado, es una apertura comprensora llevada a cabo por la figura del enunciador. Pero, por otro, el salto del enunciador solo es posible si las distintas fuerzas que se liberan en el espacio de juego se apoderan de él. El salto hacia la esencia de la verdad se le imputa simultáneamente al enunciador que se apropia del enunciado y a las fuerzas del espacio de juego que se liberan por ese salto y terminan por apropiarse de la figura del enunciador.
La caracterización del proyecto como una indicación refuerza aún más su sentido metodológico. Se trata de la reformulación ontohistórica del recurso metodológico fundamental de la indicación formal que Heidegger había elaborado en los años 20 (Bertorello, 2005). En las Frühe Freiburger Vorlesungen la indicación formal aparece como una regla metodológica defensiva por medio de la cual el filósofo analiza los conceptos ontológicos para distinguir aquellos significados objetivantes (y por lo tanto derivados) de aquellos otros que proceden de un contexto originario. Para poder llevar a cabo esta tarea de destrucción es necesario establecer un criterio de selección. En los años 20 Heidegger introdujo el concepto de diiudication (decisión) (GA 59: 74-75) para resolver este problema. Se trata de aquella decisión por medio de la cual se lleva a cabo el sentido realizativo (Vollzugssinn) de un concepto filosófico para, de este modo, liberar sus significados originarios. Esta decisión tiene claramente un sentido constructivo. Si se mira la diiudication desde el vocabulario metodológico del curso de verano de 1927 Grundprobleme der Phänomenologie, corresponde exactamente a aquel momento del método fenomenológico que Heidegger llama construcción. La construcción fenomenológica es una proyección libre que libera y gana el contexto enunciativo originario de donde proceden los conceptos fundamentales de la filosofía. Es una decisión libre por medio de la cual el Dasein instaura, crea una nueva perspectiva que posibilita la reconversión de la mirada del ente hacia el ser (GA 24: 28-32).
El salto hacia la apertura como una proyección indicadora tiene exactamente el mismo sentido que la dimensión constructiva de la indicación formal. En el contexto de la narrativa ontohistórica, la proyección no es solo un acto performativo llevado a cabo por un Dasein que se apropia del contenido proposicional del enunciado, sino también y fundamentalmente es una fuerza que se apodera de él porque, al realizar el salto, libera las fuerzas constitutivas del inicio del pensamiento occidental.
El último aspecto metodológico del salto que aparece en el texto citado tiene también su paralelismo con la indicación formal. La decisión que permite distinguir entre los significados originarios y los derivados de un concepto se toma desde una situación histórica en la que prevalece una concepción impropia de la filosofía. La indicación formal es una regla defensiva contra la impropiedad de la enunciación filosófica contemporánea dominada por una actitud objetivante. En el presente de la enunciación del tránsito hacia el otro comienzo de la filosofía sucede exactamente lo mismo. Ahora Heidegger describe este presente como una situación en la que estamos forzados a experimentar el abandono del ser. Es justamente este abandono el punto de partida del salto y, como tal, es el lugar de donde se puede adquirir la primera competencia (saber) para acceder al espacio de juego de la verdad.
La competencia para dar el salto hacia el espacio de juego se halla en una doble condición que posee el ente. A lo largo de este último capítulo tomé como punto de partida un enunciado particular para mostrar el modo en que se amalgaman la lógica narrativa y la lógica explosiva. En el curso de 1937-1938 Heidegger no parte del mismo lugar. Se sitúa en lo que llamé en el primer apartado de este capítulo el nivel pragmático-existencial. En la medida en que este nivel está supuesto en el enunciado “la tiza es demasiado arenosa”, no hay ningún impedimento metodológico para seguir las propias indicaciones de Heidegger que expresan esta doble condición del ente.
Si nos mantenemos en el mismo ejemplo, el punto de partida supuesto en el enunciado es la conducta práctica (escribir) que lleva a cabo un Dasein (el profesor) respecto de un ente (la tiza y el pizarrón) en el contexto enunciativo de un determinado mundo circundante (la clase). El enunciado lleva al plano del discurso esta experiencia. La caracterización de esta situación pragmática supone que los diversos entes que comparecen en el mundo circundante ya estén abiertos en un espacio de juego al que Heidegger llama el claro:
El ente está en una claridad [Helle], en la luz [Licht], y da libre [freigeben] acceso y pasaje, está iluminado [gelichtet]. Hablamos de un claro del bosque, de un lugar libre, claro. La apertura del ente es tal claro (GA 45: 209; destacado en el original).
Ahora bien, al mismo tiempo que el ente recibe su luminosidad y espacialidad del claro, está redireccionado hacia otro lugar que por principio se sustrae, razón por la cual tiene el sentido de una opacidad. Este otro lugar es el Seyn. Así, entonces, en el ente hay una doble referencia espacial y lumínica. Por un lado, está situado en el claro. De esta referencia adquiere su lugar y su visibilidad. Pero, por otro, posee una referencia al Seyn concebido como una instancia que se oculta y sustrae.
Pero al mismo tiempo el ente está puesto en otro sitio, y no solo por medio de aquel ente que aún no nos es accesible y quizá nunca [lo sea], sino por medio de algo oculto que justamente se oculta, si nosotros, manteniéndonos en el claro, nos hemos entregado totalmente al ente abierto o, incluso, caído. Entonces precisamente menos prestamos atención a aquello, y raramente somos tocados por el hecho de que en cada caso este ente “es” en lo abierto, o como decimos, “tiene” un Seyn. Aquello que caracteriza al ente frente al no ente, que es y [que] es de tal o cual manera, no está en el claro, sino en el ocultamiento. Cuando nosotros, dirigidos hacia eso [se refiere al ocultamiento], hacemos el intento de aprehender este Seyn –del mismo modo que un ente–, entonces, empuñamos el vacío. El Seyn no está simplemente oculto, sino [que] se retrae y se oculta. A partir de esto extraemos una comprensión esencial: el claro, en el que el ente está, no se limita [begrenzen] ni delimita [umgrenzen] por algo que está oculto, sino por algo que se oculta (GA 45: 210; destacado en el original).
La comprensión esencial de la que habla la cita describe la competencia o saber necesario para la realización del salto. Esta comprensión no recae, por decirlo así, sobre la dimensión lumínica del claro, sino por la referencia del ente a aquella instancia cuyo rasgo fundamental radica en que se oculta. El ocultamiento del Seyn, su denegación y retraimiento, es lo que proporciona una comprensión esencial. Del mismo modo que el Seyn nunca es un ente, sino, por el contrario, es la referencia de todo ente a un fondo que se sustrae y no se muestra, así también sucede si pasamos del nivel pragmático-existencial de análisis y nos situamos en el nivel lingüístico-discursivo. No hay marcas lingüísticas que permitan validar una interpretación ontohistórica de un enunciado verdadero. En todo caso, al igual que en el concepto de enunciación hay un abismo (Bertorello, 2008) entre el discurso y el ocultamiento del Seyn. Heidegger introduce el concepto de salto como una proyección que traza una dirección justamente para tematizar esta dificultad metodológica.
La función metodológica del salto para justificar el acceso al cuarto nivel del sentido apareció veladamente en el capítulo 3 cuando traté la noción de acto icónico. Bredekamp incorpora a su pensamiento el concepto de latencia de Gumbrecht. Sostiene que las imágenes poseen una reserva de sentido, un trasfondo que se actualiza cuando se pone en contacto con el cuerpo del receptor. El pasaje de la latencia de la imagen a su actualización en la recepción no es un cambio continuo y previsible. No puede ser anticipado por ninguna regla interpretativa. La transformación que produce el acto icónico tiene el sentido de un salto, de un acto creativo que se lleva a cabo cada vez que las miradas de la imagen y del espectador se entrelazan para formar un quiasmo.
La explosión, el salto y la creación son conceptos que atraviesan todos los capítulos del libro. Se inscriben en una triple finalidad. En primer lugar, pretenden mostrar que el cuarto nivel del sentido, la referencia del enunciado al Seyn, puede ser caracterizado como el nivel más radical de la latencia. En segundo lugar, que uno de los sentidos fundamentales de esta referencia es la iconicidad. El acto da cuenta de una de las fuerzas que producen el salto del enunciado “la tiza es demasiado arenosa” a la latencia del Seyn. Y, por último, que la “arbitrariedad” que posee indiscutiblemente el concepto de salto puede ser relativizado hasta cierto punto cuando se lo categoriza por medio del punctum de Barthes.
Esta noción guarda un aire de familia con la indicación formal. El salto al nivel del Seyn se lleva a cabo cuando el enunciador de la proposición “la tiza es demasiado arenosa”, por un lado, se deja atrapar por la fuerza que late en la verdad de su contenido proposicional, y, por otro, escucha las indicaciones y señas que esa fuerza le provee. El salto concebido de acuerdo con la función metodológica del punctum es un cambio repentino y explosivo de la dirección espacial del análisis del enunciado. Un ejemplo pregnante del modo en que se lleva a cabo el valor heurístico del punctum aparece en la conferencia de 1957 Der Satz der Identität cuando Heidegger cambia la interpretación del sentido del enunciado “A es A” a partir de una modificación de la entonación de la cópula. De este modo se accede al supuesto que está implicado en el principio de identidad. La introducción de un “tono fundamental” cumple la función metodológica del punctum.
¿El principio de identidad dice algo sobre la identidad? No, por lo menos no inmediatamente. Más bien el principio presupone ya lo que significa la identidad y a dónde ella pertenece. ¿Cómo obtenemos información sobre este presupuesto? El principio de identidad nos la ofrece cuando escuchamos cuidadosamente su tono fundamental [Grundton], lo meditamos en vez de solo repetir superficialmente la fórmula “A es A”. Propiamente el principio dice A es A. ¿Qué escuchamos? (GA 11: 35).
Esta cita no solo es un ejemplo del modo en que el tono fundamental desempeña la función metodológica de un punctum que cambia repentinamente la dirección del análisis, sino que también saca a la luz un aspecto discursivo muy importante. En efecto, el tono fundamental revela justamente que la cópula es la marca discursiva del Seyn como Ereignis[7]. De esta manera se comporta como una signatura, como una inscripción material sensible[8] que desplaza el sentido de la cópula de su interpretación usual de mera palabra de enlace al plano de una enunciación ontohistórica donde el ser es el índice lingüístico de la explosión histórica del espacio de juego. El enunciado “la tiza es demasiado arenosa” lleva también en la cópula la misma signatura del Ereignis.
- Una primera elaboración de las ideas que vierto en este apartado la expuse en un trabajo inédito titulado Fuerza y significado: la articulación entre disposición afectiva y comprensión en Heidegger, leído en el coloquio Comprender el comprender: coloquio sobre la comprensión en la filosofía de Martin Heidegger, en Santiago de Chile, en 2019. En un segundo trabajo titulado Espacio de juego, explosión del sentido e iconicidad: una lectura híbrida de la filosofía de M. Heidegger, leído en 2021 en el seminario permanente del Centro de Estudios de Hermenéutica de la Universidad Nacional de San Martín, retomé el trabajo anterior y le añadí la perspectiva ontohistórica. Este segundo trabajo salió publicado con el título El espacio de juego de la verdad como cuarto nivel del sentido: una lectura híbrida de la filosofía de M. Heidegger (Bertorello, 2021).↵
- Utilizo esta designación para diferenciar entre el enunciado como una producción lingüística –que remite siempre a sus condiciones de enunciación, razón por la cual no lo llamo a secas “lingüístico”, sino “lingüístico-discursivo”– y el discurso (Rede) constitutivo de la apertura. La diferencia radica en que la estructura discursiva de la apertura está constituida por significaciones pragmáticas prelingüísticas. Por lo tanto, es genéticamente anterior a cualquier producto lingüístico, como el enunciado “la tiza es demasiado arenosa” (Bertorello, 2011b).↵
- En las versiones anteriores de este texto el adverbio “demasiado” aparece clasificado erróneamente como un adverbio de modo. Le agradezco a Mónica Urrestarazu el haberme mostrado su significado cuantitativo.↵
- “Y este anticiparse [Sich-vorweg-sein], si puedo decirlo así, es un auténtico movimiento [eigentliche Bewegung] que el Dasein mismo hace constantemente” (GA 21: 147).↵
- Cf. el apartado 1.1.↵
- En mi libro El límite del lenguaje: la filosofía de Heidegger como una teoría de la enunciación (Bertorello, 2008) analicé detalladamente este problema.↵
- A lo largo de la conferencia Heidegger hace varias transformaciones del principio A = A; A es A; A es A. La meditación sobre la última modificación, donde introduce el tono fundamental, lo conduce al ser como Ereignis (GA 11: 45).↵
- En la grabación en vivo de la conferencia se puede apreciar mejor la materialidad sensible del tono fundamental. La voz de Heidegger cambia la entonación cuando lee la cópula (Heidegger, 1997). La acentúa enfáticamente. En la versión escrita esta marca material aparece de manera debilitada con la itálica.↵