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3 Entidades y sistemas eidéticos: definiciones y formas de clasificar

3.1. En el capítulo anterior ha quedado claro que el objeto de estudio de los estudios eidéticos son las entidades eidéticas. Esta última noción es clave en tu propuesta. Se impone, por lo tanto, preguntarte qué entiendes por entidad eidética, con el propósito de ir perfilando, en la medida de lo posible, una definición.

En principio, entiendo por entidad eidética a un conjunto de nociones articulables como frases, con posibilidad a su vez de articularse entre sí, que apuntan a describir y/o explicar y/o analizar y/o programar. La noción entidad eidética comprende una gran variedad de formas, por ejemplo: mitos, doctrinas, filosofías, cosmovisiones e ideologías, como también las partes que las componen y los modos como se articulan. La forma privilegiada de formularse de las entidades eidéticas es “en”, “a través” de las lenguas, pero no es su forma exclusiva. El lenguaje de los gestos, los sonidos no vocalizados, la plástica y la cultura material también permiten o contribuyen a expresar entidades eidéticas, aunque de manera menos apropiada.

Se advierten entidades eidéticas en Vida de Juan Facundo Quiroga y en el Corán. Casi cualquier producción inteligente puede “concebirse como entidad eidética”, así como la ciencia química puede estudiar toda la realidad en su dimensión química. Esto se mencionó en la segunda definición de estudios eidéticos, cuando los visualizamos como aproximación o mirada específica [2.2].

Con estas nociones busco desmarcarme de la noción “idea” tal como la comprenden la psicología, la neurología, el platonismo y el habla cotidiana, sin negar los amplios traslapes. Que casi cualquier producción inteligente pueda “concebirse como entidad eidética” quiere decir que los estudios eidéticos pueden estudiar la agronomía en tanto construcción teórica, las ideas presentes en las pinturas rupestres de las cavernas, los manuscritos del Mar Muerto y los ensayos de Octavio Paz, las narraciones de los mitos originarios y los discursos de los diputados. Más allá, los estudios eidéticos pueden interrogarse sobre las ideas que sustentan las prácticas y no sólo estudiar la agronomía como disciplina o el discurso de las personas que la ejercen, sino la propia práctica agrícola como expresión de una determinada cosmovisión.

Pero cuidado, esto no significa que los estudios eidéticos pretendan imperializar y ser algo así como una disciplina omni-comprensiva, que rija o excluya a las demás. En un sentido, “todo es idea”, como en otro sentido “todo es economía” o “todo es política”. Más que una cuestión de territorios se trata de una cuestión de perspectivas. La realidad puede mirarse desde diversas ópticas. Debe recordarse que incluso algunas gentes han pretendido estudiar las ideas de los dioses en sus designios para crear el universo. Se trata, en definitiva, de estudiar las entidades eidéticas dondequiera se encuentren, y de hacerlo considerando las ideas en tanto que ideas.

3.2. Mencionaste al Corán y a la Vida de Juan Facundo Quiroga. ¿Cualquier discurso o cualquier libro sería un sistema eidético?

En sentido estricto, no. Aunque los discursos y libros expresan entidades eidéticas y casi siempre son tributarios de sistemas eidéticos. Un diccionario no expresa un sistema eidético, un libro de historia del imperio romano no necesariamente lo es, un libro de recetas de cocina no lo es, aunque todos ellos dejan traslucir conceptos constitutivos de entidades eidéticas.

Entiendo por entidad eidética un conjunto de palabras, articuladas en juicios a su vez articulados sistemáticamente. Son frases o proposiciones del tipo “x es y”, en la medida que componen un conjunto donde no se trata únicamente de frases de tipo descriptivo, sino que apuntan simultáneamente hacia la explicación y/o la normatividad y/o la prospectiva. Estas apuntan a distinguir lo correcto de lo incorrecto, lo que debe y no hacerse en cierto ámbito de la existencia, distinguiendo para ello dos polos básicos, el sí/no, en sentido normativo amplio, dando explicación acerca de “por qué sí” y “por qué no”.

Entiendo por “sentido normativo amplio” tanto la dimensión ética, de lo bueno, como la dimensión pragmática, es decir, lo que debe hacerse si se quiere alcanzar un objetivo, pudiendo incluirse aquí también el criterio de la calidad y/o de la belleza. Es decir, existen otras normatividades que pueden articularse a la dimensión estrictamente ética, como la normatividad de lo estético, la del trabajo bien hecho y la de lo saludable. Este conjunto suele ser suficientemente “complejo” para ser sistemáticamente acrecentado y reinterpretado, dando lugar a respuestas para situaciones no previstas.

“Me gusta tomar el sol” o “voy a la playa de Oriente” son frases que no tienen valor eidético, pero si junto a ellas viene otra del estilo “el sol es la fuente de la vida” adquieren una dimensión que por sí solas no alcanzaban, asumiendo así un carácter eidético. En tal sentido, lo que interesa a los estudios eidéticos es el conjunto organizado de proposiciones, donde las partes interesan en la medida que integran un conjunto y no son meras frases sueltas y, desde este punto de vista, “vacías de pensamiento”.

Dicho esto, podrá asumirse que no existen casi frases o proposiciones absolutamente “vacías” pues en esas incluso pueden aparecer partículas de substancia eidética y más nos interesará ese tipo de fragmentos cuando menos información tenemos, por ejemplo, en el caso de un pueblo desaparecido. El código de Hamurabi gana toda su importancia por ser el primero. Una porción igual de frases de una constitución o código entre los miles del siglo XX no tendría en absoluto su mismo valor.

Por sistema eidético entiendo una entidad eidética compuesta por suficiente cantidad de eidas y de combinaciones para dar cuenta en sentido holístico de aquello necesario para la existencia de una sociedad. Está compuesto por nociones (conceptos, “eidas”) que se articulan, intentando entender una parte de la existencia-realidad (y la propia noción “realidad” o la definición de realidad depende del propio sistema eidético) y ofrecer criterios para actuar en relación a dicha realidad. Ello puede ser explícito o no.

Pero insisto, en sentido estricto, no todo conjunto de palabras es un sistema eidético y ni siquiera todo conjunto de palabras con sentido es un sistema eidético. La distinción entre sistema eidético y entidad eidética busca llamar la atención sobre el hecho que hay entidades eidéticas que no “hacen sistema”, aunque todas las entidades pueden formar parte de sistemas y más aún su condición es ramificarse y articularse con otras formando entidades más complejas.

Para que un conjunto de palabras pueda ser concebido como entidad eidética debe, además de tener sentido, ser suficientemente extensa para ofrecer criterios respecto de algo. Un sistema debe ofrecer una explicación acerca de algo y ofrecer criterios para actuar en consecuencia, distinguiendo el “sí” (hágase) del “no” (no se haga) en sentido ético, operativo u otro: bien/ mal, correcto/ incorrecto, adecuado/ inadecuado, pertinente/no pertinente, conducente/no conducente. Pero existen unidades simples de conjuntos de palabras con sentido (entidades) que asumen, traslucen o comparten, como se quiera, algunos conceptos de sistemas eidéticos, sin alcanzar tales conjuntos a constituirse como sistemas.

Propongo distinguir entre “sistema eidético”, definido como sistema de pensamiento con sentido holístico, y “artefacto eidético”, caracterizado como entidad que no comprende un conjunto de conceptos que tienden a interpretar la realidad o una parte de ella. Por ejemplo, un manual para arreglar computadores o cortadoras de pasto no es su sistema eidético, porque no tiene pretensión de entender el sentido de una parte del mundo sino que se orienta apenas dar a entender cómo opera una cosa, también son artefactos eidéticos un formulario para pasar una encuesta y un recetario para curar enfermedades, y ello aunque detrás de la encuesta haya toda una interpretación de la sociedad. En cambio, un catecismo sí expresa un sistema eidético, ya que, siendo igualmente un manual, es una versión simplificada y resumida para entender un sistema eidético.

Me doy cuenta que quedo corto en estas formulaciones y que no soy capaz de ofrecer una propuesta enteramente satisfactoria. Quizá no todas estas distinciones sean plenamente válidas o pertinentes…

3.3. De tu planteamiento parece desprenderse que el objeto de los estudios eidéticos sería la idea en sí, no importa cuál. ¿Se puede estudiar la idea como una “cosa en sí”, ajena a las relaciones sociales en las que se inscribe y vive?

Se pueden estudiar en sí mismas, autónomamente, y en sus relaciones, es decir, simultáneamente. La existencia de interrelaciones no impide estudiar las ideas en su entidad. De lo que se trata es de ocuparse de las ideas en tanto que tales, buscando leyes que den cuenta de su evolución, sus mutaciones, sus tipos, sin centrarse de modo exclusivo en los casos particulares. Pero, como cualquier disciplina, los estudios eidéticos no debieran quedar reducidos a la casuística. Para su constitución resulta clave que se den un objeto.

En todo caso, “idea” es una noción problemática, por eso he preferido “entidades eidéticas”. La psicología estudia las ideas y también lo hace la neurología y la lógica. En los estudios eidéticos, la noción idea se refiere a las entidades eidéticas y no, por ejemplo, a cómo aparecen las nociones “madre”, “mesa” o “yo” en el niño. La psicología y la neurología se ocupan más bien de la génesis de las ideas en el cerebro o en relación con la personalidad, o se ocupan de las ideas (ilusiones) como producto de enfermedades. No en tanto que procesos cerebrales, biológicos o químicos, no en tanto que productos del cerebro, asociados a determinadas regiones de éste y con un papel en la formación de la personalidad del individuo como tampoco como se formulan o encadenan los juicios de manera válida. La lógica se ocupa del encadenamiento válido de las ideas en tanto juicios o proposiciones.

En consecuencia, creo que es razonable hablar de entidades eidéticas para definir grosso modo el objeto de nuestros estudios. Con base en las distinciones que venimos trazando, pueden pensarse investigaciones sobre entidades, sistemas, artefactos o especímenes eidéticos. En todos los casos, los estudios eidéticos encontrarán terrenos fronterizos con otras disciplinas que, en algún sentido, se ocupan de las ideas.

Intento explicarme mejor. Cuando hablo de estudios eidéticos y de entidades eidéticas no estoy pensando la función fisiológica cerebral que permite la elaboración de “ideas”, no me refiero a las relaciones neuronales, o a cómo éstas se producen. Más bien, estoy pensando en una necesidad específicamente antropológica: la de construir “ideas”, en el mismo sentido imperativo de la necesidad fisiológica de “respirar” aire para poder vivir como organismos biológicos, al decir de Althusser (1967). Althusser desarrolla este tema de la “necesidad antropológica” en su intento de construir una teoría general de la ideología. Con igual sentido al de Aristóteles cuando definió al hombre como un animal político, Althusser señala que el hombre es un “animal ideológico” por definición. Formula este planteamiento precisamente al revisar críticamente los planteamientos de Marx, señalando que la ideología no es solamente falsa conciencia o enajenación del sujeto social, sino que es inherente al sujeto. El sujeto humano, cualquiera que sea, no puede desarrollar una práctica concreta sin una ideología. La definición althusseriana de ideología es que ésta es “una ‘representación’ de la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia”. Luego, si la “idea” finalmente es la expresión de esa necesidad inherente del ser humano de “relación imaginaria” con sus “condiciones reales de existencia”, lo imaginario, o lo abstracto, o la “idea”, es el medio obligado por el cual ser humano intenta comprender las “condiciones reales de la existencia”, o, más aún, la realidad que existe más allá de su subjetividad. Incluso, a su propia subjetividad también necesita transformarla en “idea” para poder comprenderla. Si aceptamos lo anterior como premisa válida, ¿podemos hablar de una ciencia de la “idea” a secas, sin definir las condiciones que provocan a una determinada idea? Vale decir, ¿cuáles son esas condiciones de la realidad que provocan la necesidad de tener que representarla imaginariamente porque necesitamos generar una acción frente a ella? Por otra parte, Althusser queda preso de la incapacidad para establecer una diferencia entre los ámbitos “eidético” e “ideológico”, los cuales no son equivalentes.

No me refiero al cerebro fisiológico sino al “cerebro eidético”, a la mente como capacidad de quehacer “intelectual”, en un sentido más estricto que “intelectivo”. Pero no quiero deslizarme por la cascada de las palabras, que tanto mutan sus sentidos, y donde aquello que es esclarecedor para uno, puede no serlo para otras personas [10.3-10.4].

3.4. De acuerdo. Pero tomo nota de la expresión “cerebro eidético”: me gustaría que explicaras mejor en qué estás pensando. Ahora quisiera preguntarte qué implicaciones específicas tiene el postulado según el cual las ideas no son substancias, pero de alguna manera conviene tratarlas como si lo fueran.

Al trabajar sobre estos asuntos se me ha ido haciendo cada vez más patente la recurrencia frecuente a metáforas y modelos para pensar y para explicarme. Trabajar sobre objetos como las ideas es sumamente abstracto y cuesta mucho asirlas. Esto apunta a dar consistencia a las ideas, indicando que podemos pensarlas como “sustancias”, como bacterias, moléculas o tantas otras cosas, y no como “accidentes” o “características”, que estarían adheridos a las cosas, como el color. En realidad prefiero hablar de modelos más que de metáforas. Aunque cercanos, modelo y metáfora no son sinónimos. En todo caso, prefiero suspender el juicio respecto al carácter “óntico” de estos asuntos.

Las lecturas de Lakoff y Johnson (2001) me han entusiasmado en un doble sentido: para reflexionar sobre las maneras como piensa el cerebro y para expresarme yo mismo en este ámbito abstracto, que le cuesta tanto asir a la gente que no tiene formación en filosofía. Me parece que quienes nos hemos formado en filosofía podemos tratar más fácilmente con las ideas en tanto que ideas. Quizás, como contraparte, tengamos mayor dificultad en asumirlas como operantes, pues luego de haber estudiado a Aristóteles, Plotino y Averroes es tan difícil imaginarlos como operantes en el mundo real.

3.5. En los capítulos que siguen vamos a volver sobre tus críticas al instrumentalismo en el terreno eidético, pero no quisiera continuar sin preguntarte cómo plantearías la respuesta a la difícil pregunta de si podemos hablar de una “ciencia de la idea” a secas. ¿Los estudios eidéticos quisieran ser eso –la ciencia de las entidades eidéticas a secas–, o no se trata exactamente de eso?

Sí. Pero el concepto “ciencia” prefiero cambiarlo, según vimos, por el de ámbito o área disciplinar. Sí. Pero ¿por qué “a secas” habiendo tantas relaciones, traslapes y fronteras por cruzar? Pero sí. Eso es lo que quiero afirmar, y determinar en qué sentidos, porque las ideas pueden estudiarse también “no eidéticamente”; por ejemplo, desde la psicología o las ciencias cognitivas.

3.6. Vienes haciendo referencia a la necesidad de que los estudios eidéticos dispongan de una serie de conceptos básicos, de un lenguaje común para trabajar… Hace un momento mencionaste el concepto “eidas” [3.2]. ¿Qué lugar ocupan las “eidas” en tu propuesta, en el delineamiento de dicho lenguaje común?

¿Cuáles son los “elementos” básicos que componen una entidad eidética? La “eida” es esa unidad básica. Se la ha nombrado de maneras diversas y casi siempre en plural: “conceptos fundamentales”, “nociones básicas”, “componentes”, “ideas matrices”; es decir aquellas nociones sin las cuales tal entidad no sería tal.

Cada entidad está compuesta por un conjunto de nociones o conceptos fundamentales –eidas– articuladas entre sí y también con otros conceptos presentes en los ecosistemas donde se han desarrollado, aun sin ser específicos de aquéllos, sino parte de lenguajes compartidos. Entiendo por conceptos fundamentales aquellas nociones sin las cuales el sistema eidético no puede caracterizarse como específico. Si estas nociones “entran” o “salen”, más elegante, se acoplan o desacoplan, se producen mutaciones. Digamos que son como los átomos de una molécula.

Por ejemplo, en el cepalismo, las eidas son: centro/periferia, desarrollo, deterioro en los términos del intercambio, distribución heterogénea de la ciencia y la tecnología, industrialización sustitutiva de importaciones… Son conceptos presentes en el ecosistema: América Latina, materias primas, productos elaborados. Por ejemplo, en el marxismo, las eidas son: socialismo, comunismo, capitalismo, relaciones de producción, fuerzas productivas, modo de producción, capital, dialéctica… Son conceptos presentes en el ecosistema: Edad media, economía esclavista, economía mercantil, liberalismo.

Las eidas para adherirse entre sí requieren de ciertas afinidades. Un sistema eidético no es simplemente un saco con muchas eidas. Las eidas tienen características que les permiten componerse como conjuntos con sentido.

Para responder mejor a esta pregunta puede recurrirse al modelo lingüístico. Tal como los idiomas, las entidades eidéticas complejas están compuestas por conceptos básicos que se combinan, a través de una gramática, formando frases u oraciones.

En todo caso, esto de las eidas me parece lo menos elaborado dentro de lo que vamos conversando. No me siento plenamente satisfecho con lo que te respondo, porque no tengo claridad ni suficiente coherencia para darte mejores formulaciones.

3.7. Cabe preguntarse si hay una única gramática de las ideas o si cada entidad eidética posee una gramática específica…

La gramática consiste en el sistema de afinidades que permite a las eidas cohesionarse y formar conjuntos con sentido y no solo amontonamientos. Es aquello que les “busca ajustes”, para hacerlas coherentes como conjunto (si se pensaran como piedras que componen una pared); aquello que explicita las cargas, permitiéndoles atraerse (si se pensaran como átomos de una molécula); aquello que las “potencia” como cierta coherencia haciendo que el conjunto sea más que la suma de las partes (si se pensaran como un equipo), aquello que las excita como hormona permitiéndoles acoplarse (si se pensaran como una orgía).

Pero esa unión no es completamente cerrada, pues los sistemas mutan, reciben nuevas eidas y desechan también. Por otra parte, las eidas en sí mismas mutan y no sólo de manera individual (o aislada) sino que van mutando al interior de los sistemas, interactivamente. En el pensamiento marxista la eida “dictadura del proletariado” ha ido disminuyendo su importancia casi hasta desaparecer, por ejemplo. Pero, para que esto ocurra, y el sistema eidético se mantenga, las otras eidas deben mutar haciendo coherencia y eventualmente deben ajustarse o reforzarse eidas, o bien incorporarse nuevas.

Si existen sistemas eidéticos con gramáticas suficientemente diversas, entonces se hacen inconmensurables, aunque creo que ello prácticamente no ocurre porque los cerebros traen instalada la capacidad traductora de hacerlos conmensurables. Por eso es posible el cruzamiento de las entidades eidéticas, aunque pertenezcan a familias muy lejanas, cosa que no ocurre con los seres vivos biológicos. Dicho de otro modo: los cerebros sapiens vienen formateados de modo que producen entidades coherentes con dicho formato y son todas conmensurables, en algún nivel.

3.8. Has mencionado varias veces la palabra “sentido”. ¿No hay riesgo de que se vuelva un término “comodín”, que por su plurivocidad permite al interesado, en este caso tú mismo, “sacar las castañas con la mano del gato”, para usar una expresión que te oí en alguna ocasión? A esto hay que sumarle que antes has respondido evasivamente a mi sobre si te consideras un ex escéptico del sentido que se reencontró con éste al abrazar la causa del desarrollo eidético nuestramericano…

Me doy cuenta que sumas a tu perspicacia cierto desenfado. Esperemos que ello no le quite credibilidad intelectual a nuestras conversaciones.

Avanzar en una definición y, más allá, en una reflexión sobre el tema del sentido, nos llevaría muy lejos de lo que interesa a estas conversaciones. Baste para este caso definirlo como aquello presente en un signo, palabra o grupo signos y/o palabras que hacen comprensible ese conjunto para otra persona y que lo diferencia de otro conjunto que no es comprendido.

Asumamos que para mí la palabra “sentido”, como orientación, motivación y dirección ha sido clave… Pero nunca he sido un escéptico. He escrito sobre el escepticismo para describir formas recientes y para refutarlas filosóficamente, afirmándome en un criterio clave y radical: el “cogito del sentido”.

3.9. Resumiendo, podríamos decir que el objeto de los estudios eidéticos son las entidades eidéticas tal como las has definido y, más privilegiadamente, los sistemas eidéticos, que son un tipo específico, aunque extendido, de entidad eidética. Nociones como espécimen y artefacto eidético son de menor alcance, y pueden pensarse como variantes o modulaciones, de cuya delimitación no depende en absoluto la orientación general de la propuesta. Está, por otro lado, el tema de la composición de los sistemas, donde juegan un papel las eidas, la gramática y, de alguna manera, el sentido. En general, de tu argumentación parece desprenderse que no hay un único tipo de entidad/sistema eidético. Comprendido esto, se vuelve inevitable preguntarte cómo podrían clasificarse las entidades/sistemas eidéticos…

Clasificar entidades tan abstractas es un trabajo muy arduo. Para intentarlo disponemos del uso de quienes se ocupan de este campo disciplinar y de todas las otras ciencias y disciplinas, e incluso de una trayectoria cultural que ya ha fijado numerosos criterios de clasificación. De hecho, existen múltiples maneras de clasificar los sistemas eidéticos. Intento ofrecer algunos avances que adolecen en primer lugar de la falta de conocimiento detallado de las entidades a través de las cuales se ha expresado el pensamiento en tantos lugares del mundo. Vengo trabajando en cuatro, o quizá cinco, criterios posibles para clasificar las entidades eidéticas. Estos criterios no son, por supuesto, los únicos posibles.

En primer lugar, podemos clasificar las entidades eidéticas según lo que cabría llamar el “grado de agencia”, es decir, según el grado de conciencia (digo “conciencia” como designio o decisión explícita) con que las personas elaboran ideas, de manera individual o social. Desde este criterio señalo tres grados de agencia: cuasi nulo, bajo, alto.

En segundo lugar, podemos subdividir las entidades eidéticas como si se tratase de “géneros literarios”. De hecho, en su evolución, las entidades eidéticas se han ido diversificando de forma similar a los géneros literarios. No es lo mismo una cosmovisión que un sistema filosófico, o una ideología; no es lo mismo un paradigma científico o disciplinario que un manifiesto o proclama…, y aquí estoy mencionando apenas algunos géneros, los más fáciles de conceptualizar y más consensuales.

En tercer lugar, las entidades eidéticas pueden clasificarse por su “código gen-eidético” o sus conceptos fundamentales. Clasificamos a los sistemas de pensamiento por especies o familias; así, distinguimos el positivismo del marxismo y del islamismo. Cada uno de ellos posee conceptos fundamentales que los distinguen, como si se tratara de un código geneidético.

En cuarto lugar, las entidades eidéticas pueden clasificarse según su “función”, es decir, considerando la función que cumplen en sus relaciones con las sociedades.

Todavía podría agregar, en quinto lugar, una clasificación según el “grado de complejidad” de las entidades, o, en otros términos, según la cantidad de eidas de que estén compuestas las entidades. Así, existen unidades eidéticas básicas que son conceptos o disyuntivas. Éstas se articulan unas con otras, formando entidades mayores, o adhiriéndose a entidades preexistentes más complejas (compuestas por múltiples eidas). Luego, podría hablarse de uni-eidas y pluri-eidas. Ejemplos de uni-eidas pueden ser: la noción “bien hecho”, que es primaria, o la noción “identidad”, que no es tan primaria, sino que contiene cierta sofisticación, la disyuntiva “bien-hecho/mal-hecho”, que es una noción básica [véase Anexo 1].

3.10. Vayamos por partes, siguiendo el ordenamiento que acabas de introducir. Le toca el primer turno al “grado de agencia”. Mencionaste tres de esos grados: cuasi nulo, bajo y alto.

El primero consiste en aquellas nociones más elementales: hay mejor y peor (previo a bueno y malo), denotando un cierto grado de preferencia. Éste es un nivel de base pre-sapiens, manifiesto en la condición móvil-animada de los “animales” que les permite acercarse al alimento y al sexo y huir del peligro, y que va siendo asociado progresivamente en algunos mamíferos a estructuras zoo-culturales donde establecen formas de zoo-organización, como las zoo-jerarquías. Esto se ha constituido en parte de nuestra genética. Aquí interesa no confundir genética ni naturaleza con “esencia”, pues los seres vivos somos naturales y tenemos genética, y en ella evolucionamos, pero no tenemos esencia. Los sapiens en sus lenguas tematizan y amplían las nociones de mejor/peor hacia ámbitos culturales, ramificando el mejor/peor por una gran cantidad de cuasi-sinónimos: bueno/malo, correcto/incorrecto, bien hecho/mal hecho, pertinente/no pertinente, bello/feo y que se expresa en la estructura elemental de las lenguas: sí/no, aunque todo ello asentado sobre esta base pre-humana de especies notoriamente más antiguas en la vida, como también y especialmente en la herencia genética de humanos pre-sapiens. Sea como fuere, este nivel es la base sobre la cual se asientan otros niveles de mayor complejidad, que no pueden sino tenerlo en cuenta, aunque en formas no lineales, sino alambicadas, tanto que, en muchas oportunidades, creencias y razonamientos pueden, al perder el sentido de la inmediatez primaria en sociedades numerosas y en vistas a fines lejanos, elaborar opciones muy opuestas sobre lo que definen como mejor/peor, y ni qué decir acerca de los medios para discriminarlos, pudiendo llegar incluso a la negación del propio principio.

Un segundo nivel de mayor agencia, aunque nada consciente, en el sentido de elaboración programada de ideas, lo constituyen las lenguas originarias (o con cierto nivel de aislamiento a lo largo de generaciones, dando lugar a una cuasi fusión entre lengua y cosmovisión), las creencias y las mentalidades. Se trata de entidades eidéticas asumidas en la socialización de cada nuevo integrante de una cultura y en ese sentido, para el individuo son “a priori”, recibidas, dadas por sentadas, vividas “espontaneas” e incluso inconscientes. Este segundo nivel no podría existir sin el primero. En rigor, se trata de la ramificación-reelaboración normalmente no programada de aquél, realizada a lo largo de los siglos, por múltiples personas anónimas, por la existencia social, en relación con los medioambientes, en sus formas de trabajo y convivencia en los que se van desenvolviendo y sobreviviendo y con las otras sociedades (de animales, de pre-sapiens y de sapiens, según los casos). Debe tenerse en cuenta aquí el aprendizaje de los sapiens cazadores-recolectores de las astucias de los animales y de su zoo-cultura, cosa que incluso continúa durante las sociedades de agricultura y ganadería de aldeas, con muy bajo nivel urbano, incluso con grados de trashumancia o traslado por agotamiento de suelos.

Para definir este nivel retomo la distinción de Ortega y Gasset entre creencias e “ideas” propiamente tales. No podría decirlo mejor que como lo dice Ortega en Creer y pensar, de 1940. Él define así estas creencias:

Estas ‘ideas’ básicas que llamo ‘creencias’ no surgen en tal día y hora dentro de nuestra vida, no arribamos a ellas por un acto particular de pensar. Todo lo contrario: esas ideas que son, de verdad, ‘creencias’ constituyen el continente de nuestra vida y, por ello, no tienen el carácter de contenidos particulares dentro de ésta. Cabe decir que no son ideas que tenemos, sino ideas que somos. Más aún: precisamente porque son creencias radicalísimas, se confunden para nosotros con la realidad misma.

Son “ideas en que nos encontramos, que parecen estar ahí ya antes de que nos ocupemos en pensar”. E insiste:

Las creencias constituyen la base de nuestra vida, el terreno sobre que acontece. Porque ellas nos ponen delante lo que para nosotros es la realidad misma. Toda nuestra conducta, incluso la intelectual, depende de cuál sea el sistema de nuestras creencias auténticas. En ellas ‘vivimos, nos movemos y somos’. Por lo mismo, no solemos tener conciencia expresa de ellas, no las pensamos, sino que actúan latentes, como implicaciones de cuanto expresamente hacemos o pensamos. Cuando creemos de verdad en una cosa, no tenemos la ‘idea’ de esa cosa, sino que simplemente ‘contamos con ella’.

Estas son las entidades eidéticas que establecen simbiosis con las sociedades, las modulan largamente, se van adaptando a los sucesos y a los cambios, van interactuando con ellas a lo largo de la historia y, a menudo, las conducen a su ruina, pues quedan demasiado fijadas en fórmulas obsoletas, de las cuales las sociedades no son capaces de desprenderse o sacudirse a tiempo. Este último punto viene a poner en cuestión cualquier funcionalismo vulgar, según el cual las ideas cumplen siempre alguna función social útil. Las sociedades van dando forma a entidades eidéticas que les parecen beneficiosas, pero que no necesariamente lo son, sino que en ocasiones pueden volverse “camisas de fuerza” eidéticas.

Ahora, contra Ortega, quien postula que este nivel es el “estrato más profundo de nuestra vida, el que sostiene y porta todos los demás” y que estas creencias “son, pues, la tierra firme sobre que nos afanamos”, mi propuesta es que estas entidades no son el estrato más profundo, sino el segundo, y que éste es menos básico, menos extendido, menos inmutable que ese otro proto-eidético, que es tanto idea, creencia, instinto, genética, aunque tampoco tan inmutable que no pueda ser traicionado o realizado de manera inversa por las y los sapiens: lo mejor es lo peor, la muerte por suicidio.

El tercer nivel lo constituyen los razonamientos programados y, en este sentido, conscientes. Estos se desarrollan eminentemente en sociedades sedentarias, a partir de la invención de la escritura, con diferenciación de roles, entre una intelectualidad profesional-letrada y casi siempre masculina y una población analfabeta y ya segmentada, de campesinos, artesanos y militares. Ello no obsta que se encuentren afincados en los dos anteriores y, más importante aún, que logren penetrar los anteriores. Señalo, en relación al primero, el caso del suicidio por honor. En relación al segundo, el ingreso del cientificismo en las creencias de algunas sociedades: la ciencia y la tecnología son buenas y mejoran la vida, cosa que pasa a ser asumida como creencia, ello especialmente en relación a la medicina que llega a actuar hasta por sugestión.

3.11. Siguiendo esta línea de razonamiento, ¿no te parece que correspondería introducir otro nivel o subnivel, caracterizado por un todavía mayor grado de agencia, o de elaboración consciente o programada, que tendría que ver con el trabajo “científico” sobre las ideas, en un sentido próximo a lo que tú has denominado “ingeniería eidética”, y que bien puede remitir a derivas de signo negativo, manipuladoras y hasta perversas?

Me parece que es importante tu sugerencia. Probablemente nos podría llevar a sub-clasificaciones más finas. Entiendo que dentro del trabajo intelectual consciente-programado puede haber diversos niveles de agencia.

Este podría ser un cuarto nivel, y podría corresponder a lo que vagamente he denominado la ingeniería eidética, sin imaginar para nada que, al introducir esta noción, pretenda estar descubriendo la realidad a la que alude. En todo caso, se trata de un nombre que trata de patentizar algo que hacemos permanentemente.

3.12. Siguiendo el orden que tú mismo propusiste, correspondería abordar ahora la clasificación de las entidades eidéticas según “géneros”. Me consta que le has dado numerosas vueltas a este asunto, al cual percibes como importante y fascinante, a la vez que como sumamente complejo.

Es cierto lo que dices sobre la complejidad o diré mejor en este caso la dificultad. Las respuestas que le vengo dando a este punto han sido elaboradas muy recientemente, incluso, en este mismo proceso, durante el cual las he escrito y reescrito, dicho y desdicho, en compañía de tus preguntas, observaciones y objeciones que tanto me han ayudado. El nivel de los géneros eidéticos remite a las ciencias literarias, estableciendo un paralelismo con los géneros literarios: novela, cuento, poesía, entre otros, entendiendo que estoy forzando la noción de género literario, puesto que lo que ofrezco no es estrictamente equiparable. Insisto en que es difícil ser exhaustivo en este terreno.

Concretamente, en relación con este nivel de los géneros he trabajado en una propuesta de clasificación que distingue, por ahora, cinco clases de entidades: proto-sistemas eidéticos, sistemas eidéticos propiamente tales, paradigmas y trabajos científicos, artefactos, dispositivos.

Un proto-sistema eidético, es un compuesto de nociones con las que estamos formateados genéticamente. Es el caso de nociones en torno al ser (ser/no-ser, presencia/ausencia), espaciales (arriba/abajo, cerca/lejos) y temporales (pasado/futuro), tanto como valorativas: positivo y negativo, deseable e indeseable, amigo y enemigo, placer y dolor. Varias de estas las poseen algunos mamíferos y se encuentran estudiadas en primates. En este punto, me interesa especialmente enfatizar la ruptura con un “esencialismo de homininos”, que acentúa las diferencias con los animales, asumiéndolos como un paquete indiferenciado, negándoles a todos las formas de zoo-cultura, como también, por esa vía, negando la cuestión ética y de los derechos de los animales, que no es tema de este libro, aunque no carece de relevancia.

En lo relacionado con nuestro interés, destaco que chimpancés y bonobos pueden individualizar claramente a los miembros del clan, así como imaginar estrategias elaboradas de asociación en vistas a objetivos distantes, que comprenden amistad, seducción, amenaza, castigo y recompensa (Goodall, 1986; Romero de Solís, 2003). Como muchas otras especies, pueden transmitir el patrimonio “zoo-cultural” del grupo. Acudo a este neologismo para decir la inmensa cantidad de comportamientos que se inventan, descubren y transmiten en las especies animales, habiendo gradaciones importantes de elaboración. En el proceso de zoo-cialización, esto opera para la gallina que enseña a los pollitos a huir del peuco, para el buey almizclero que enseña a los jóvenes la “zoo-técnica” de hacer una circunferencia con las grupas hacia el interior y las cornamentas hacia fuera, para defenderse de los lobos y las de pesca colectiva de las orcas, y para el clan chimpancé, con sus zoo-estrategias de alianzas para desplazar al macho dominante… Según Goodall,

Los chimpancés fabrican y utilizan gran variedad de herramientas. Los elementos más utilizados para la fabricación de estas herramientas son ramas, piedras, hierbas y hojas. Estos son modificados para obtener termitas, hormigas, miel, nueces y agua. Algunos de estos objetos también pueden ser utilizados para limpiarse o como arma. Hay diferencias regionales en el tipo de herramientas utilizadas. Por ejemplo, el uso de dos piedras o troncos como yunque y martillo para partir frutos de cáscara dura es realizado solo por los chimpancés del oeste de África. Estos conocimientos son aprendidos y traspasados socialmente de generación en generación, por lo cual hoy día se habla de ‘culturas’ de chimpancés en diversas regiones.

El descubrimiento de las “neuronas espejo” ha venido a esclarecer parcialmente algunas dimensiones del proceso de imitación y transmisión cultural, claves en la existencia de algunas especies sociales. Me tienta considerar este proto-sistema eidético como una estructura profunda sobre la cual se asientan las lenguas y los demás sistemas eidéticos. Como un conjunto de criterios que la evolución ha llegado a imprimir y que son innatos, ojo no “esenciales”. Por ello mismo no son completamente cerrados o inmutables, ni absolutamente homogéneos.

La estructura profunda de los sistemas eidéticos ya estaría presente en muchos animales y con desarrollo en varios mamíferos. No la del lenguaje humano, sino una anterior, aquella compuesta de esas polaridades que acabo de mencionar, sin las cuales un animal “superior” y sobre todo un animal “zoo-cial” no puede tomar decisiones imprescindibles: sobre lo que debe y no en relación a los demás y al medio en que vive, como el recuerdo de fuentes de agua, pasturas o presas y guaridas. Todo esto asociado a la facultad de la memoria, sin la cual estos criterios no podrían funcionar, permaneciéndose en la pura inmediatez instintiva.

3.13. Ahora, este nivel proto, ¿no es parecido al primer nivel de agencia, donde, según decías, ese nivel era nulo?

No es que se parezca. Es lo mismo. Lo que sucede es que se enfatizan dimensiones distintas, precisamente porque ahora estoy clasificando desde otra perspectiva, siguiendo otro criterio, aunque me esté refiriendo a la “misma cosa”.

3.14. Retomemos el hilo. Corresponde abordar ahora la segunda clase, las entidades eidéticas a las que les cabe más propiamente la designación de sistemas eidéticos. Tengo la impresión de que aquí resultará más clara la aplicación del criterio genérico.

Estoy de acuerdo contigo. Los sistemas eidéticos tienen pretensión de dar cuenta de amplias zonas de la realidad, que comprende cuestiones históricas y presentes, naturales y sociales, indicando siempre los modos correctos y no de actuar, en un determinado ámbito. Por cierto, existen sistemas eidéticos que abordan dimensiones más o menos amplias y así como se van desarrollando incluyen más y más dimensiones. Claro que nunca las comprende a todas, y es característico de unos sistemas eidéticos cubrir prioritariamente unas dimensiones u otras, ello implica que diversos sistemas eidéticos se alojen en comunidades e individuos cubriendo diversas necesidades. Así puede haber personas que asumen la ideología neoliberal y el cristianismo luterano. Dichos sistemas eidéticos negocian, en un tira y afloja, en la existencia de las personas, alcanzando acuerdo y manteniendo conflictos cuyas características varían según los casos.

Un primer tipo es la lengua, con estructura básica proto eidética, asentada en los cerebros sapiens que históricamente han evolucionado para asumir-crear idiomas, que debe considerarse una sintaxis y una cosmovisión básica o elemental, donde esos sistemas binarios operan y se desenvuelven y llenan de sinónimos y asociaciones por ejemplo: luz/oscuridad. Ello no excluye características específicas de familias lingüísticas. Una distinción importante aquí es la que puede trazarse entre lenguas de pueblos originarios o con altos niveles de aislamiento por generaciones e idiomas cosmopolitas en pueblos con alta circulación especialmente las lenguas de pueblos colonizadores. Las primeras tienden a identificarse con la visión del mundo de ese pueblo, conteniendo palabras específicas que apuntan a representar las realidades y creencias de un pueblo específico (esto es desde luego una abstracción, pues es inconcebible un pueblo que no se encuentre y comunique de alguna manera con otros). Los idiomas cosmopolitas de pueblos colonizadores, más parecidos a pidgins, representan el caso opuesto, en el cual la circulación mundial ha incorporado multitud de conceptos y significaciones recogidas en los múltiples contactos, cosa que si bien puede haber enriquecido la lengua le fue quitando especificidad eidética.

Un segundo tipo, también muy amplio, es la mentalidad-creencia que se identifica con el back-ground, con la cosmovisión de una cultura. Aquí cabe distinguir varios niveles, al menos tres. El de las breves narraciones, moralejas, fábulas, plegarias, invocaciones, entendidas como conjuntos de frases con sentido que dan cuenta de breves casos reales o imaginarios que explicitan casos cotidianos, eventualmente transformados en epónimos, y que apuntan a distinguir lo correcto de lo incorrecto, lo prudente de lo imprudente, ofreciendo enseñanzas, criterios, comportamientos. El de los mitos orales, definidos como series de narraciones, moralejas y fábulas articuladas por un sentido temporal normalmente referido a un tiempo excepcional donde se creó ese pueblo (y la humanidad). Finalmente, el de los grandes libros que expresan e inspiran a una cultura determinada: la Ilíada, la Biblia, el Corán, el Chilam Balam, las Upanishad, comprenden múltiples narraciones de autoría colectiva que fueron comprimiéndose y sistematizándose por quienes “editaron” estos libros. Fueron editados por intelectualidades de culturas letradas-urbanas, es decir con relativamente alto grado de agencia pero, por una parte están constituidos en la trayectoria de los pueblos más que de esas figuras, por otra parte, con las décadas y los siglos lo que esas figuras pusieron ha pasado a ser el patrimonio compartido ancestral de esos y otros pueblos en la circulación global. Estas son expresión de las mentalidades de una cultura: entendidas como conjunto de criterios muchas veces no explicitados (aunque otras veces sí) de amplia difusión, que se dan por subentendidos en el quehacer de las sociedades y que comportan creencias, modos de convivencia, costumbres, actividades permitidas y no, tabúes, entre otros.

Un tercer tipo lo constituyen las visiones del mundo, que son dadoras de sentido de la acción. Ejemplos de ello pueden ser, en parte, las cosmogonías y los mitos mencionados en el punto precedente, pero también las teologías y los sistemas filosóficos con sus conceptos, deontologías, epistemologías: historicismo, positivismo, idealismo, marxismo. Muy ligado a este nivel puede aparecer otro, el de las sensibilidades, que parecen ser un terreno intermedio entre determinados conjuntos de ideas y una suerte de estado de ánimo colectivo.

Un cuarto tipo lo constituyen las ideologías en el sentido específico del término. La palabra “ideología” presenta complicaciones. Ha querido significar: ciencia de las ideas, falsa conciencia, sistema de representaciones (imáge­nes, mitos, ideas o conceptos según los casos). Mi acepción no es ninguna de éstas: a la primera la llamaré “eidología” o estudios eidéticos o eidológicos o más sintéticamente la eidética, como quien dice la estética; a la segunda, a la que prácticamente no me referiré, prefiero llamarla directamente falsa conciencia; y a la tercera entidades eidéticas. Retomo una cuarta acepción, que alude a lo que más comúnmente se llama “ideologías políticas”: sistemas eidéticos que comprenden un conjunto de propuestas para organizar una sociedad o federación de sociedades con estado y divisiones sociales, y que se expresan en agrupamientos y organizaciones políticos que se disputan la dirección de la sociedad. Este conjunto de propuestas se articulan normalmente a un proyecto relativamente totalizante de sociedad, comprendiendo numerosas dimensiones filosóficas acerca de los seres humanos y su vida en sociedad. También dadoras de sentido, su rasgo definitorio es que están focalizadas en el modo de organización de los estados y del sistema internacional en tanto que vida colectiva (haciendo escasa referencia al plano correspondiente al comportamiento individual). Las ideologías fundamentan, justifican u orientan el quehacer de las sociedades en lapsos relativamente breves (décadas). Pienso en los liberalismos, los socialismos, los socialcristianismos, los liberalismos o la economía del desarrollo, por ejemplo, que van apellidándose cada cierto tiempo para tomar nuevas significaciones y ponerse a tono con las dinámicas de las sociedades. Podrían ubicarse también aquí lo que muy recientemente he llamado “cotidianías”, aunque no parece algo obvio, dado que éstas no tienden a ofrecer explicaciones holísticas del mismo tipo que las otras entidades aludidas.

3.15. ¿A qué te refieres exactamente con “cotidianías”?

Esta expresión pretende agrupar aquellas entidades eidéticas que contrastan con las ideologías en la medida que pretenden dar sentido a las existencias en tanto existencias privadas. No derivan en programas ni en partidos políticos, puesto que la cuestión en juego no es el modelo de sociedad o de Estado, sino el modelo de existencia cotidiana en el domus. Las cotidianías suelen referirse a dimensiones muy específicas de la existencia, aunque puede darse el caso que deriven de religiones, que al transformarse en cotidianías se dejan de lado “n” factores que tuvieron en sus ecosistemas originarios. Esto ocurre, por ejemplo, con las personas que asumen la meditación inspirada en el budismo de manera pragmática, buscando un grado mayor de equilibrio emocional, sin asumir la totalidad de la visión del mundo implicada en el budismo. El budismo no es una cotidianía, sino un sistema eidético. El “budismo light” si lo sería, como también lo serían el vegetarianismo, o su versión extrema, el veganismo, el hipismo, la meditación “trascendental”, el fisicoculturismo y tantos más. Su parcialidad, su liviandad y su brevedad me llevan a dudar de que se trate de sistemas eidéticos en sentido estricto.

3.16. Es un concepto original e interesante. Me pregunto en qué medida estas cotidianías son propias de las sociedades actuales, más o menos exclusivas de ellas.

Las cotidianías no son exclusivas de las sociedades urbanas de masas, posindustriales. Pero, sin duda, las sociedades de alta circulación son terreno fértil para ellas, puesto que en tales escenarios las inteligencias y los sentidos deben reinventarse permanentemente. En este tipo de sociedades, la misma semilla en el mismo suelo parece producir agotamiento existencial. Se hacen necesarias nuevas semillas, y rotación de cultivos para hacer existencias más intensas, de allí esa apertura a experiencias y a innovaciones eidéticas [9.31; 10.6; 10.9].

En tanto creencias compartidas en el corto plazo, las cotidianías no permiten la familiarización y la internalización de los conceptos duros que manejan sus respectivos gurúes, a quienes cabría llamar gurúes cotidianistas o intelectuales de las cotidianías. Ese cortoplacismo, sumando a que sus cultores suelen ser personas neófitas, hace que las mismas acudan a conceptos de su propia trayectoria para decir cuestiones que no son capaces de formular en términos técnicos. Entonces, por ejemplo, van modulando las creencias de origen hindú a las cuales se enganchan con conceptos cristianos o freudianos, o los principios biológico-nutricionales del vegetarianismo con categorías deportivas. No se trata propiamente de balbuceos eidéticos sino más bien de “mazamorras” o, más precisamente, de mazamorras en constante revoltura, porque mazamorras son al fin y al cabo todas (o casi todas) las entidades eidéticas. A estos pidgins eidéticos cabría llamarlos “eidgins”. Los eidgins están presentes por todas partes, en diversos niveles del quehacer eidético, aunque son particularmente frecuentes donde existe alta mutación y tanto más importante es esto cuando la lengua originaria de la especie eidética recibida es muy lejana de aquella en que vive el ecosistema receptor. Existen especies eidéticas de muy larga permanencia como los libros fundadores de religiones, por ejemplo; otras especies eidéticas son de altísima mutación, como las cotidianías y los artefactos eidéticos. Estas últimas especies mutan de manera más rápida que las lenguas y ello contribuye a la aparición de eidgins.

3.17. Una vez más, retomemos el hilo. Corresponde hablar ahora de los paradigmas y estudios científicos. ¿Por qué le asignas un tratamiento separado, es decir, aparte de los sistemas eidéticos?

Los paradigmas científicos y el discurso científico en general quiere (más bien) producir juicios verdaderos sobre la realidad; los dadores de sentido, en cambio, pretenden (más bien) producir criterios que orienten el quehacer. En el entendido también que existen traslapes y que no puede ser sino así. Los paradigmas científicos que se han ido “secularizando”, no buscan ser holísticos ni dar sentido, sino ser explicativos de un ámbito específico de la realidad.

Pienso en la teoría de la relatividad, en el psicoanálisis, en teorías formuladas sintéticamente, muchas veces en lenguajes artificiales: fórmulas matemáticas, ecuaciones. ¿Quién dudaría que allí hay ideas, e ideas por antonomasia, muchas veces de inmensa duración y amplitud? ¿Quién dudaría que Einstein nos presenta importantes elaboraciones eidéticas sobre el universo, diferentes a las que presentara Newton? Sin embargo dudo en decir que sean entidades eidéticas del mismo tipo la formulación e=mc2 que un artículo científico acerca de las especies de crustáceos del Mediterráneo oriental, u otro acerca de las tendencias literarias en el África contemporánea, u otro sobre la composición mineral de las lunas de Júpiter. Pero todos deberían ser considerados cuestiones científicas.

He pensado en la conveniencia de situar aparte este tipo de entidades porque, como dije, no tienen pretensión holística en tanto dadoras de sentido. Por eso no parecen ser sistemas eidéticos, al menos no del mismo tipo de los tratados hace un momento. Pero no deben confundirse los paradigmas y las investigaciones científicas con la creencia cientificista. Esta última sí puede considerarse un sistema eidético. Pretendiendo extraer inmensa cantidad de juicios de diversas disciplinas y quehaceres, llega a constituir una suerte de cosmovisión, frecuentemente reñida con los descubrimientos más recientes, puesto que se alimenta de viejos clichés derivados de antiguos paradigmas. Pronostico que esta creencia se hará más extendida en las próximas décadas, alimentándose de la vasta y creciente producción de divulgación científica, en todos los planos. Varias “cotidianías” se alimentan, con simplismo, de este tipo de literatura.

3.18. Artefactos, dispositivos…

Los “artefactos eidéticos” son conjuntos utilitarios de informaciones e indicaciones y conceptos para operar en un ámbito práctico específico, como destrezas, procedimientos e instrumentos. Cabe ubicar aquí los catecismos y los manuales y, dentro de éstos, los libros de texto. Los manuales en general: de medicina, ganadería, mecánica de motores de combustión, programación de computadores y pesca en los ríos del Amazonas.

Al hablar de “dispositivos eidéticos”, pienso en entidades de menor complejidad que los sistemas, que se agregan a ellos para potenciar alguna de sus dimensiones. Dicho de otro modo, se trata de un conjunto de ideas articuladas sobre la base de una noción fundamental, que no alcanza a constituir un sistema eidético por sus pequeñas dimensiones, en términos de no contemplar afanes holísticos, y que puede articularse a otras entidades, especialmente a sistemas, para mejorar su funcionamiento. Se trata de un conjunto simple de ideas focalizado en alguna dimensión específica, lo cual otorga al sistema eidético pre-existente capacidades con las cuales no contaba.

También es importante abrir otra clase, bajo el título amplio de “otros”. Porque toda expresión inteligente es, o puede ser vista como, entidad eidética: pinturas rupestres, cultura material, toda la literatura y las artes, y en general todas las expresiones que no están destinadas a transmitir ideas, sino a despertar sentimientos, emociones, a divertir o a distraer. Insisto, incluso las que no están formuladas en frases, como las pinturas o el amplio espectro de cuestiones ligadas a la cultura material. En todos esos casos se expresan, sin quererlo, asuntos eidéticos. Para que no se asuma como una contradicción lo que acabo de señalar, puede hacerse una precisión entre un círculo de estudios eidéticos propiamente tales (más restringido), y otro de estudios eidéticos ampliados [3.2].

3.19. Continuando, es necesario pasar ahora a la clasificación según código geneidético, que pareciera ser la que requiere menos aclaraciones, por ser de uso más habitual.

La propuesta de clasificar entidades/sistemas eidéticas según su código o parentesco gen-eidético se inspira en la biología y en la lingüística. Tiene que ver con los criterios de clasificación de las lenguas, que se agrupan por las similitudes de los sonidos, por cuestiones gramaticales u otras. ¿Es posible determinar el código de los sistemas eidéticos? Me inclino a pensar que debería serlo. Esto pasa por determinar nociones básicas. Por ejemplo, en el caso del marxismo: lucha de clases, fuerzas productivas, relaciones de producción, capitalismo, socialismo, comunismo, proletariado, burguesía, plusvalía, revolución, alienación, crítica de la religión, progreso, dialéctica, civilización, historia, materialismo, idealismo, religión como opio del pueblo. También debería ser posible establecer las relaciones entre dichas nociones, señalando proposiciones simples del tipo: existe lucha de clases entre burguesía y proletariado, la revolución del proletariado conducirá al socialismo, y así sucesivamente. Algunas de estas nociones se encuentran en otras entidades eidéticas, en el positivismo, en el hegelianismo, en la economía del siglo XIX, así se determinan parentescos.

Pensar en esta clave supone asimismo determinar cuáles son los cambios cualitativos que permiten hablar de especies diferentes. Aquí debe establecerse una diferencia clara con lo que ocurre en los seres vivos, donde la especie diferente equivale, grosso modo, a la imposibilidad de cruzamiento con descendencia. En el ámbito eidético todo cruzamiento es posible y ad infinitum.

Pero estos parentescos o clasificación por familias gen-eidéticas pueden remontarse a mucho antes de los sistemas filosóficos y las ideologías, cuyos ejemplos he dado. Por ejemplo: la noción de una divinidad única, omnipotente y masculina es un trazo eidético con varios miles de años y del cual podemos seguir filiaciones e hibridaciones. Esta ha sido la clasificación que más ha empleado la historiografía de la filosofía y más ampliamente la historiografía de las ideas, donde a cada familia y sub-rama geneidética corresponde un nombre y en muchas ocasiones un apellido: positivismo comteano, positivismo spenceriano, positivismo lógico y así.

3.20. Esto en cuanto al código o parentesco gen-eidético. Corresponde tratar el cuarto criterio que enunciaste, la función. Me consta que también a este punto le has dado más de una vuelta, y que te interesa sobremanera. ¿Dónde podría conducirnos clasificar los sistemas eidéticos según su función?

Me ha interesado, inspirándome en un modelo darwiniano, entender por qué ciertos sistemas eidéticos pueden cumplir las mismas funciones que otros, con remoto o ningún parentesco geneidético, en diversos ecosistemas. Algunos pueden funcionar como predadores mayores perteneciendo a líneas o familias geneidéticas distintas y establecer los argumentos legitimadores para la dominación o para la lucha contra la dominación en términos muy similares a otros sistemas eidéticos, aunque provengan de líneas geneidéticas muy diversas. Ello puesto que podría imaginarse que existen entidades eidéticas “esencialmente opresivas” y otras “esencialmente liberadoras”. Esta clasificación es la que entrega más argumentos al herramentismo, pues lo “intra-eidético” pierde valor en tanto que lo “extra-eidético” adquiere mayor presencia. De aquí es donde derivan los mayores equívocos por universalizar esto. Equívocos del tipo: “Un cuchillo y un computador son iguales, con ambos puedo asesinar a alguien, uno lo entierro en el corazón del enemigo, con el otro le machaco la cabeza”. Y la conclusión estrecha y falsa: “esto prueba que un computador no es sino un arma”.

De hecho es posible, de manera pragmática y algo esquemática, establecer unas diez funciones, que pueden ponerse como oposiciones o tensiones:

  • Identitaria /centralitaria
  • Disciplinadora /de rebelión
  • Unión internacional / nacionalismo
  • De cohesión social / de confrontación social (Cristo predicó el amor al prójimo / Cristo no vino a traer la paz sino la espada).
  • De expansión imperial-colonial /de expulsión del invasor

Las posiciones identitarias y centralitarias, claves en las discusiones que han inspirado a la intelectualidad periférica, han emergido en el seno de intelectualidades con formación bastante distinta. Dentro del cristianismo: protestante, anglicano, católico, copto, ortodoxo, hugonote; dentro del islamismo: sunitas y chiitas, al interior del sunismo, el wahabita y el neo-salafí; dentro del hinduismo: el brahmo-samajismo, el ario-samajismo, dentro del budismo: el sen; dentro del confucianismo; dentro de las filosofías modernas: ilustración, romanticismo, positivismo, neo-tomismo, socialismo no marxista, socialismo marxista, existencialismo, darwinismo social, y en varias combinaciones. En suma, diversas tendencias de pensamiento geneidéticamente muy diversas han contribuido a realizar las funciones identitarias y centralitarias.

Algo parecido ha ocurrido con la función disciplinante. Ha sido clave en la modernidad, pero mucho más antiguamente en todas las sociedades que aspiraban a eficiencias de variado tipo. La función de rebelión, que no ha sido menos clave, se ha inspirado igualmente sistemas eidéticos de muy diversa procedencia.

La función para justificar las invasiones de expansión por parte de los imperios ha recurrido a numerosas entidades eidéticas, desde tiempos inmemoriales. Incluso más, el desarrollo eidético ha estado muy íntimamente ligado a intelectualidades letradas que se han pensado a sí mismas y han pensado sus respectivas sociedades como encargadas de misiones providenciales de dominar-civilizar-salvar a los pueblos con los que tienen contacto: entre los chinos, los griegos, los españoles y los británicos.

3.21. Posicionado en este ángulo de mira, alguien podría argumentar que los sistemas eidéticos carecen finalmente de relevancia. Porque parecería que, al final, los seres humanos pueden hacer “las mismas cosas” con cualquier sistema eidético, y que dichos sistemas serían simples adornos de esas cosas, que remitirían a las funciones sociales.

Sería una primera pero apresurada conclusión. Las confrontaciones entre humanos son previas al sapiens y para confrontarse (robarse, raptarse, matarse) no se requieren entidades eidéticas elaboradas. Pero no todo se reduce a eso. Y no es que se requieran entidades eidéticas elaboradas para llevar a cabo programas elaborados de disciplinamiento o de rebeldía. Es más que eso. Son las entidades eidéticas elaboradas las que conciben esas tareas. Las tareas son posteriores y derivadas de las ideas. Existe poca diferencia entre esas actividades de pillaje entre sapiens y las que realizan las sociedades de leones versus las sociedades de hienas, robarse recíprocamente los alimentos, pero no ocurre lo mismo con otras formas de agresión. La disyuntiva identitarismo /centralitarismo requiere de sistemas eidéticos elaborados y sería impensable explicarla sin tenerlos en cuenta.

Por otra parte, el carácter aparentemente secundario de los sistemas eidéticos en las confrontaciones sapiens, no quiere decir que no los haya más proclives hacia una que hacia otra alternativa, en cada una de las disyuntivas, y no es nada baladí descubrir cuáles son los sistemas eidéticos más proclives a impulsar la invasión o a expulsar a los intrusos. No menos importante que descubrir la proclividad es la descubrir la posibilidad de potenciar tales o cuales funciones y trabajar en ellas.

3.22. ¿Existen todavía otros criterios de clasificación además de los cinco que has desplegado hasta aquí?

Por supuesto. En realidad, existen numerosas (en última instancia, infinitas) maneras posibles de clasificar las entidades eidéticas de acuerdo a los objetivos de conocimiento de cada persona o grupo.

Estas maneras operan muchas veces con el sistema del tercero excluido, como en las clasificaciones utilitarias de cualquier objeto. Por ejemplo, el cuatrero clasifica los animales en dos grupos: carneables y no-carneables (entre los “no-carneables” se agrupan los bueyes muy flacos, las moscas y las lombrices), así como el intelectual fundamentalista clasifica las posiciones en dos tipos: la verdadera (por ejemplo, el feminismo en la versión Judith Butler) y todas los demás. Otros criterios de interés podrían ser los siguientes: por relación a la época o a la región geo-cultural en que se gestaron: el pensamiento antiguo, pensamiento medieval y así; por quién los aloja: clases sociales (sistemas eidéticos proletarios, sistemas eidéticos burgueses, etc.), o regiones del mundo, culturas o pueblos (sistemas eidéticos orientales, filosofía francesa, etc.); por relación al ámbito de realidad a que se abocan: pensamiento social, pensamiento económico, pensamiento internacionalista, etc. Esta última forma de clasificación casi se identifica con las disciplinas académicas.

En la cotidianeidad académica, de hecho acudimos a criterios muy disímiles. Podemos decir simultáneamente: pensamiento social, pensamiento africano, pensamiento argentino, pensamiento antiguo, pensamiento positivista, pensamiento reaccionario, pensamiento de Mao, con lo cual mostramos que estamos utilizando variados criterios de clasificación de los tipos de pensamiento, acercándonos más a la manera en que clasifican los animales los míticos chinos de Borges que a fórmulas rigurosas. Este trabajo pre-lineano nos llevaría a clasificar las plantas así: las que me pertenecen, las que están en el jardín de al lado, aquellas en que se detienen muchos pajarillos, las que están (entrando) al lado izquierdo de la casa, las que crecen altas, las perfumadas, las de hojas grandes o las que he visto sólo en libros. Creo que incluso a quienes se ocupan de las ideas y no tienen ni remota idea de botánica, una clasificación de ese tipo les parecería ridícula, aunque se aceptará que para fines domésticos y no científicos podría ser útil.

3.23. Me pregunto si un ámbito disciplinar no podría avanzar razonablemente sin detenerse en este tipo de disquisiciones sobre criterios clasificatorios. ¿No hay algo bizantino en el afán de procurar despejarlo todo apriorísticamente? ¿No sería más saludable construir objetos de estudios particulares y dedicarse a investigarlos con propiedad evitando adentrarse en estos meandros, tan fascinantes como laberínticos y, en última instancia, insolubles? Más directamente, ¿por qué te parece tan importante clasificar las entidades/sistemas eidéticos?

No estoy muy seguro pero, en todo caso, no es nada apriorístico, como dices. Puede ser una monería derivada de la trayectoria del pensamiento occidental. Ya Aristóteles clasificó los sistemas políticos: monarquías, repúblicas, tiranías… Por otra parte, pareciera que no podemos vivir en la cotidianeidad y tampoco avanzar en el mundo del conocimiento si no somos capaces de ir nombrando las cosas con conceptos que nos permitan entenderlas en sus diferencias, características, similitudes. ¿Cómo vivir sin distinguir un cerro de un río, y un cerro grande de uno chico? Una de las funciones del lenguaje es nombrar, distinguir, clasificar. En cierto sentido, hablar es clasificar. Yendo más a lo específico: en el medio de quienes se ocupan de las ideas una gran cantidad de equivocaciones y malentendidos derivan de la incapacidad de darse una conceptualización mínimamente consensual y precisa. Hubo uno que intentó una teoría del beso, clasificándolos en dos grupos: el primero y todos los demás…

3.24. Pero no me respondes suficientemente en términos específicos.

Una cuestión clave es arribar a cierto consenso (relativo) en el lenguaje de un ámbito disciplinar. Otra es avanzar en la determinación de los objetos a los que nos abocamos, para evitar confusiones, cosa que permitiría escoger mejor las metodologías según los tipos de entidades que se estudien. Ello es especialmente necesario para la gente que hace historia intelectual (que mejor debería llamarse historia de los discursos políticos) que pareciera creer que existe un solo tipo de entidad eidética: el discurso político occidental moderno. Otra todavía consiste en avanzar en esto como forma de expresar las tareas de los estudios eidéticos, una de las cuales, como en la dinámica de cualquier disciplina, es ir configurando un objeto de estudio, dándole vueltas y procesándolo.

3.25. De acuerdo. Me gusta pensar que una dosis adecuada de este afán puede volvernos mejores constructores de objetos de investigación específicos. Sin duda. Retomando el hilo de tu argumentación, dirías entonces que los estudios eidéticos realmente existentes están en una etapa pre-lineana en lo que respecta a la consistencia de sus criterios clasificatorios…

¿Debe formularse un paradigma que permita clasificar, a la manera de Linneo? Obviamente, no debemos imaginar que haya sólo un tipo de clasificación posible, un criterio único. Como en todo quehacer, puede haber diversos criterios y habrá discusión entre quienes afirmen uno u otro y cada uno se validará, al menos a la larga, por los rendimientos que pueda entregar, sin que sea necesario, por otra parte, renunciar absolutamente a los demás, que pueden generar importantes rendimientos en casos específicos.

Los criterios de clasificación son más bien utilitarios y dependen de los objetivos de conocimiento. El sistema de Lineo ha sido extremadamente productivo para la ciencia. El descubrimiento de la genética ha permitido clasificaciones muy finas y trabajos en ingeniería genética… Pero, ¿qué haría un cuatrero conocedor de Lineo en profundidad e incapaz de distinguir por su valor carneable un buey suculento de otro tuberculoso y flaco, o un intelectual nacionalista incapaz de distinguir la multitud de ideas foráneas del auténtico pensamiento nacional?

Cuánta discusión inútil, o casi, deriva de confundir la discusión política cotidiana a través de los medios de comunicación con un sistema filosófico como el de Tomas de Aquino o de ambos con un mito sobre la creación del mundo entre los quechuas. Se trata de entidades eidéticas diferentes, cuyo origen, autoría, objetivos y estructura son diferentes y que por tanto si, en un sentido, se pueden agrupar como entidades eidéticas, por otro, deben distinguirse para decir cosas pertinentes sobre cada una y sobre su género.

3.26. Me gustaría saber en qué estás pensando, concretamente, cuando sostienes que la lingüística le lleva ventaja a los estudios eidéticos en materia de, entre otras cosas, delineamiento de propuestas de clasificación.

Voy a intentar responderte con una referencia a un caso. Últimamente aprendí que la evolución de las lenguas oceánicas no es comparable a la de las lenguas continentales. Una serie de estudios realizados desde 1970 lo ha puesto de relieve. La evolución de las lenguas continentales se puede esquematizar en árboles genealógicos al uso. Por el contrario, para entender la genealogía de las lenguas oceánicas, habladas en multitudes de islas e islotes diseminados por el Pacífico, es necesario recurrir a varios tipos de clasificaciones, que no son excluyentes sino complementarias. Es el único modo posible de aproximarse a la compleja diversidad cultural, lingüística y geográfica de la Oceanía prehistórica. Los especialistas nos enseñan que, para reflejar tanto las herencias verticales como las interrelaciones horizontales entre los diversos subgrupos, resulta imprescindible combinar árboles genealógicos, cadenas dialectales, redes de interrelaciones y estructuras reticulares (Green, 1999).

Creo que los estudios eidéticos están todavía lejos de plantearse estos problemas en forma sistemática y, sin embargo, se trata de una dirección hacia la que podrían y deberían encaminarse, dadas las características del universo eidético, que recuerda aquella compleja diversidad, solicitante de una paciente combinación de criterios. En relación a esto, debe plantearse que la rapidísima evolución de las entidades eidéticas contemporáneas hace que muchas clasificaciones queden obsoletas. Otra cosa ocurre, sin embargo, en el caso de sociedades sin intelectualidades grafas diferenciadas de la masa de la población.

3.27. Hace un momento señalaste que la disputa entre los distintos criterios clasificatorios se resolvería tomando en consideración los rendimientos específicos que su respectiva utilización arroje. Con base en tu experiencia en estos estudios, ¿qué puede hacer que un criterio de clasificación de las entidades/sistemas eidéticos sea más o menos productivo?

La ecología ha clasificado las especies por su función en el medioambiente y ello ha sido muy productivo en términos de la conservación. Insisto en la pluralidad en este plano: la formula genética o la ecológica pueden ser igualmente válidas, de acuerdo a los objetivos que se persigan.

Me han interesado tres cosas a la hora de clasificar: la lucha contra el eurocentrismo, y allí he clasificado en pensamiento europeo y de las regiones periféricas; la comprensión del funcionamiento de las sociedades periféricas en los últimos siglos, y allí he acudido a la distinción básica entre lo identitario y centralitario; la lucha contra el herramentismo y la lucha contra el “contextualismo perezoso” o “contextus ex maquina”.

En relación a esto, enviar a l@s jóvenes a hacer estudios de campo con el fin de descubrir especímenes eidéticos: en los discursos de la gente, en bibliotecas, en archivos, en grabaciones antiguas, etc. Es algo muy importante y del mayor interés. Un buen artículo sobre un espécimen eidético recién descubierto puede poner a un joven en el mapa de la disciplina.

3.28. Me da la impresión de que, al menos en cierto sentido, una de tus propuestas clasificatorias –correspondiente a niveles o géneros eidéticos– porta una suerte de historización, es decir, se va desplegando del pasado más remoto hasta el presente: de los proto-sistemas llegamos a la época de la ciencia, pasando por los mitos y la religión. Alguien hasta podría percibir resonancias comteanas en tu esquema. Esto no significa, desde luego, que en todos los casos los niveles más antiguos hayan desaparecido del todo: pueden seguir existiendo, como antiguas capas geológicas, e incluso operando de alguna manera. En relación con esto, quisiera preguntarte qué piensas acerca de la constitución y del desarrollo de las entidades/sistemas eidéticos.

Las etapas en el proceso de constitución pueden pensarse como una secuencia que va de lo simple a lo complejo, distinguiendo saltos y pasos. Un salto clave fue la aparición del lenguaje hablado. Otro, la aparición de la escritura. Otro, la aparición de las intelectualidades profesionalizadas. Otro, el proceso de secularización. Pareciera que en las sociedades arcaicas existen poquísimos tipos de entidades eidéticas, en el sentido de “géneros eidéticos”: narraciones breves, mitos sobre la creación del mundo, lenguas y poco más.

Por esto mismo un quinto criterio de clasificación puede realizarse atendiendo al grado de complejidad, o la cantidad de eidas [3.22]. Este criterio puede ser relevante para quienes se ocupan de trabajos muy puntuales o monográficos. Las entidades pueden entenderse como compuestas de células (así, pueden ser unicelulares y pluricelulares) o en términos químicos (así, pueden verse como átomos separados, como moléculas simples como la del agua, como moléculas altamente complejas como algunas orgánicas). La entidad eidética mínima es una eida y puede ser trabajada en tanto que tal.

La primera entidad propiamente tal sería la narración de breves historias. Estas no comprenden todavía culto al sol o a la luna, ni narración sobre los orígenes del mundo ni manejo de las técnicas de magia –aunque tampoco se excluyen totalmente estas posibilidades, porque este género de narraciones coexisten con entidades eidéticas más elaborados–. Malinowski reproduce varias de estas narraciones en Magia, ciencia y religión. Citemos algunas, para ilustrar lo que intento decir:

Un piojo y una mariposa salen a volar un rato, el piojo como pasajero y la mariposa como piloto y avión. A la mitad del viaje, mientras vuelan sobre el mar, precisamente entre la playa de Wawela y la isla de Kitava, el piojo emite un agudo chillido, la mariposa se tambalea y el piojo se cae y se ahoga.

 

Un hombre cuya suegra es caníbal es suficientemente descuidado como para irse y dejar a su cuidado a sus tres hijos. Naturalmente, ella trata de comérselos; sin embargo, se dan a tiempo a la fuga, trepan a una palmera y la entretienen hasta que el padre vuelve y acaba con ella. También existe un relato sobre una visita realizada al Sol, otro sobre un ogro que devastaba los huertos, otras sobre una mujer tan voraz que robó toda la comida en unas distribuciones funerarias y muchas otras similares. (Malinowski 1948, 37-38).

Existen relatos creados en torno a apenas un par de eidas, por ejemplo, la fábula infantil de los tres chanchitos, articulada sobre la base de dos polaridades: seguridad/amenaza y trabajo/pereza. Es cierto que a esta fábula, y a sus diferentes versiones, se les podría sacar más jugo, pero su carácter moralizante es muy simple, tanto en lo que respecta a los recursos eidéticos como a la trama narrativa.

Este tipo de entidades suelen ser no-conceptuales. Al ser no-conceptuales, y organizarse sobre la base de nociones algo indeterminadas, pueden conceptualizarse de muchas maneras. En todo caso esta de los tres cochinillos es más elaborada que la del piojo y la mariposa de los papuanos, que puede leerse así: el impertinente pone en peligro su vida, aunque también podría leerse de esta otra manera: pueden realizarse acciones muy osadas pero debe hacerse con mucha precaución.

Es este aspecto, los estudios eidéticos pueden inspirarse en lo que ha hecho la sub-disciplina denominada filosofía para niños. Sea como fuera, existen entidades eidéticas de una eida, de dos eidas, de unas cuantas y de “n” cantidad de eidas. Las entidades eidéticas potencian su propio crecimiento, multiplicación, ampliación, mutación. Las entidades/sistemas eidéticos sólo mutan en su simbiosis con comunidades humanas. La latencia los deja estáticos, aunque relecturas (re-interpretaciones) posteriores pueden revitalizarlos.

Ligado al criterio del grado de complejidad, puede introducirse el criterio adicional del “grado de conceptualización” o, mejor dicho, de “conceptualidad”. Existen entidades eidéticas no-conceptuales, semi-conceptuales y conceptuales. Las que acabo de mencionar, junto a muchas otras (en general, a todas las expresadas en lenguajes no hablados) forman parte de las no-conceptuales. El trabajo de los estudios eidéticos “propiamente dichos” tiende a realizarse realiza principalmente sobre las conceptuales.

3.29. Hablaste de crecimiento, ampliación, ramificación, mutación…

Por definición, los sistemas eidéticos son “crecedores”. Les van saliendo ramificaciones que se aplican a cosas nuevas, agregando sueños y fantasías, personajes, en libre asociación. Esto debe entenderse en relación a la manera que funciona el cerebro, y aquí estamos, claro, en un terreno fronterizo con las ciencias cognitivas. Traen mil relatos asociados en potencia, recuerdan a las infinitas frases construibles con un idioma. Las entidades eidéticas buscan cerebros donde ramificarse, están ansiosas por reproducirse. En dos sentidos: como ramificación y como difusión hacia otros cerebros-sociedades [10.6 y ss.]. Se trata de un modo de decir, pues, obviamente, no tienen voluntad, como no la tienen las bacterias o los hongos cuya vida es reproducirse.

Un ejemplo para ilustrar esto: Imaginemos el cristianismo de los primeros siglos, algunos evangelios, partes del antiguo testamento, las epístolas de Pablo, los textos de la primera patrística un corpus que va creciendo, con un núcleo que es el sermón de la montaña y a partir de ello una relectura cristiana de los profetas donde conceptos como amor, perdón, salvación, comunidad, pueblo de creyentes, resurrección, apocalipsis, parusía, se van articulando a nociones como sacrificio, de Ignacio de Antioquía, del dualismo neoplatónico de Orígenes, entre otras cosas, armándose un entramado con capas y subgrupos de conceptos asociados unos con otros según las interpretaciones de tal o cual. De este modo, se va constituyendo un conjunto amplio, más o menos armónico, aunque con muchas notas discordantes. Es a esa altura un sistema eidético suficientemente grande, una constelación con racimos o subsistemas, que se van traslapando e hibridando y mutando a lo largo de tres o cuatro siglos y donde ya se encuentra constituido un inmenso corpus eidético. En tal caso, tomando seis, ocho o diez elementos –y con ello basta–, se puede construir nuevas interpretaciones notoriamente diferenciadas aunque pertenecientes a la misma línea geneidética. Según el orden y la importancia que se otorgue a cada una de las eidas, podrán elaborarse interpretaciones o versiones autoritarias o libertarias, jerárquicas o igualitarias, metafísicas o pragmáticas, dualistas o monistas, individualistas o colectivistas, centradas en la fe o en la caridad, más machistas o menos. Es decir, podrán producirse discursos cada vez más diferenciados y combinarse versiones anteriores, y con mayor razón si aparece un autor capaz impregnado en algún sistema eidético externo (por ejemplo, el neoplatonismo), que logra una nueva interpretación o síntesis. Así se puede elaborar una nueva ramificación o familia (de nueva generación) que unifique versiones autoritarias con jerárquicas, metafísicas y monistas, y otro que retome, versiones autoritarias, igualitarias, metafísicas, dualistas y centradas en la fe y así… Si a cualquiera de estas versiones le agregamos la noción “barbarie”, por ejemplo, o ciudad-polis, o yihad, imagina la inmensa variedad o cantidad de combinaciones posibles. La eida nueva, proveniente de otra constelación, puede doblar la cantidad de interpretaciones o versiones de un día para otro.

3.30. ¿Cuándo aparecen las ideologías en este esquema? Estimo que la secularización tiene algo que ver en ello.

Cuando se desacraliza el aparato del Estado, cuando se asume su no-divinidad, las personas pueden imaginar sociedades alternativas a la existente. Así se formulan diversos modelos de sociedad: indigenismo, panafricanismo, anarquismo, agrarismo, cepalismo, dependentismo, socialismo, social-cristianismo, neo-liberalismo.

Las ideologías en formas “proto” existen desde milenios y ya podemos detectarlas entre griegos y latinos. Existen antecedentes de esto: los escritos de crítica, que apelan a una reforma en las acciones de los gobernantes; también los escritos o libelos en que se expresa el descontento, aunque sean circunstanciales sin formular un discurso alternativo.

En sentido estricto, las ideologías se van desarrollando en conjunto con la práctica de un Estado-nación. Allí motivan por una parte y son fruto, por otra, de esta nueva forma de organización social. El surgimiento de la polis-estado nación, con gran cantidad de participantes grafos y con diferencias importantes (socio y/o étnico y/o genérico y/o económico y/o cultural), y donde hay un poder central que apela a ellos como sostén, como comunidad, etc., es clave para que aparezcan las ideologías. En sociedades insuficientemente segmentadas y/o donde muy pocos tienen acceso a alguna forma de participación activa y acceso al poder no surgen ideologías.

Algunas entidades eidéticas se sustentan en un equilibrio entre dos partes, la “explicativa” y la “proyectiva”. Deben poseer eidas que aludan a ambos aspectos. Esto ocurre particularmente con las ideologías. En esa medida aportan sentido a la vida, especialmente en tanto que existencia social-política. Por otro lado, las ideologías no poseen finalidades holísticas, por ejemplo, no se refieren a la muerte ni mucho menos a una vida de ultratumba, por ejemplo. Digamos que eso no es de su competencia, aunque a veces, al traslaparse con sistemas eidéticos a partir de los cuales se han desarrollado, como ha ocurrido con el social cristianismo o el socialismo islámico, puedan referirse también a esos planos de la existencia. El liberalismo debe proveer de sentido a las sociedades en las cuales se inserta, como el caso de la eida “libertad”. Esto es clave para los sistemas eidéticos que apuntan no sólo a la interpretación de la realidad de esas polis sino también a su transformación. De algún modo deben convencer de su validez.

Positivismo autóctono, liberacionismo, nacionalismo, feminismo, negritud, integracionismo: no les considero ideologías porque si bien pueden combinarse con algunas no permiten organizar el quehacer de la polis por sí solas. Positivismo autóctono y liberacionismo: diría más bien que son sistemas filosóficos. Feminismo, negritud y nacionalismo diría que son más bien dispositivos eidéticos, pues se adhieren a cualquier ideología.

Las ideologías normalmente se organizan sobre cuatro o cinco dimensiones: lo económico, lo social, lo cultural, lo político y lo internacional, en la medida que se imaginan como opciones válidas para un Estado y sobre la base de las cuales pueden organizarse partidos. Estas dimensiones no son fijas o únicas: la dimensión ambiental se ha incorporado completamente en las últimas décadas, aunque se asuma más como programa y para ganar electores que como parte de los sistemas. Por su parte, el ecologismo ha ido completando un conjunto de dimensiones que originariamente como ambientalismo a secas no poseía. El feminismo difícilmente puede considerarse con ideología, aunque existan partidos feministas y en muchos se contemplen reivindicaciones feministas, lo mismo que el nacionalismo, pues comprenden sólo algunas dimensiones de lo señalado más arriba, no pudiendo conformar eidéticamente por sí solos un programa de gobierno. Al integracionismo lo consideraría como parte del pensamiento internacionalista. Como puede verse, en este terreno hay mucho para precisar y para debatir.

3.31. Como decíamos hace un momento, el hecho de que aparezca un nuevo género eidético no necesariamente conlleva la desaparición de los demás…

Claramente no, aunque les quita cierta importancia relativa. Debe tenerse en cuenta que unas dimensiones de lo eidético se superponen, social e incluso a nivel individual. Que aparezcan las ideologías no significa que abandonemos el nivel de lo mítico. Esos niveles coexisten contradiciéndose y también negociando formulas combinatorias. Analizarnos sólo como humanos-ideológicos y no como humanos-míticos o humanos con creencias y mentalidades, es equivocarnos. Los géneros anteriores siguen como el cerebro lagarto existiendo en la base de los sistemas eidéticos más conceptuales y los ancestrales en los actuales. Es interesante como terreno de estudio determinar cómo se articulan estas diversas entidades.

3.32. Antes de cerrar esta parte de nuestra conversación, quisiera consultarte sobre un concepto al que aludiste, pero que quedó sin tratamiento específico. Me refiero a la noción de dispositivo eidético. En cierto momento la mencionaste. Por un momento pensé que la estabas pensando como sinónimo de artefacto. Luego apareció en tu listado de géneros, en forma diferenciada. ¿Qué sería exactamente un dispositivo eidético?

Puedo tratar responder con un ejemplo. He señalado que el cristianismo conllevó una innovación radical en la difusión, respecto de los sistemas eidéticos anteriores, al desarrollar en su interior la noción de proselitismo como parte de su corpus. Los sistemas eidéticos anteriores nunca habían contemplado en su interior, como parte de sus componentes, que fuera necesario difundirlos. El islamismo heredó esta característica y luego varios otros sistemas, en particular, algunas ideologías.

Me ha parecido interesante estudiar otra operación funcional a la difusión, que se expresa en la relación entre cristianismo evangélico y autoayuda. Ha tenido un éxito inmenso en algunos lugares donde se producen rápidos procesos de ascenso o movilidad social: Corea del Sur, Brasil, Chile, entre otros, en las últimas décadas del siglo XX. Por así decir, un sistema incorpora un dispositivo eidético, que lo recubre, como una píldora de remedio recubierta de una capa de miel o, mejor, como una semilla recubierta de una jugosa pulpa que la hará tremendamente más atractiva para ser consumida.



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