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Epílogo

Eduardo Devés

Hemos optado por la fórmula de la conversación para decir cosas de una manera que no podría emplearse en revistas indexadas. Creo que la evaluación ciega (realmente existente) es un buen método y que debe ser profundizado y mejorado, pero no creo que deba operar en todos los casos y para todos los géneros del quehacer intelectual. En esta ocasión hemos tratado de avanzar a través de un procedimiento menos controlado, que ha permitido decir cosas que no podrían probarse rigurosamente, ni desarrollarse en toda su extensión o profundidad.

Llevo años dándole vueltas a este trabajo. Sin embargo, he publicado poco de modo específico, aunque han venido saliendo muchos fragmentos en lo publicado desde ese momento. Comencé a escribirlo en 2007 en República Dominicana. En la Biblioteca de la Universidad de Santo Domingo se me encendió la avara ampolleta y escribí por horas páginas y más páginas de lo que sería el núcleo inicial del trabajo. Sólo otra vez en la vida me ocurrió algo parecido. Fue en Bélgica, en Corroy le Grand (cerca de Lovaina La Nueva), en diciembre 1981. Allí se me encendió también, como tan pocas veces, y diseminé a la carrera unos diez pliegos que dieron el embrión de Escépticos del Sentido, que se publicaría en una primera edición breve en 1983 y luego en una segunda mejorada en 1984. Claro, me ha ocurrido otras veces, aunque no con la misma nitidez, no como larga cascada de ideas que hacen cansar la mano en el ritmo del calamo currente. Ahora ya sólo escribo en computador y soy su adicto.

El volumen ha crecido en páginas, pero sobre todo y enormemente en conceptualización, en distinciones, en conexiones, en formulaciones innovadoras. Las conversaciones con Andrés Kozel me han animado y llamado a ser más claro, espero, más explícito y consistente en las argumentaciones, pero no tanto que entonces las conversaciones no debieran ser hechas, rehechas y nuevamente rehechas… Especialmente porque hay tantos razonamientos que a ambos nos parecen insuficientes.

El objetivo fundamental de estas propuestas ha sido sentar un ámbito disciplinar que se asuma con autonomía y con un gran espacio de traslapes temáticos e interdisciplinares. En este plano distinguir los estudios de las ideas, de la historiografía, de la sociología, de los estudios del mito y las religiones ha sido clave, para así retomar los contactos desde la diferencia, la interdisciplina y desde la referencia a muchas otras especialidades como la lingüística, las ciencias de la comunicación, las cognitivas, la administración, las ciencias de la vida, entre otras.

Mi temor más importante de asustar a quienes se aproximen a esta obra ha sido la recurrencia a la biología y a la zoología que se respira en estas conversaciones, así como la recurrencia a tantas otros ámbitos disciplinares lejanos del discurso de las humanidades, como la economía, la ingeniería, la química, la administración, entre otras. Temor de asustar y espantar, pero también intuición, o convicción, que puede avanzarse transitando ese tipo de tipo de conexiones y analogías.

Pudo haberse conversado más de esto y de esto otro. Por cierto, como siempre sucede. Pudo ser un libro infinito si hubiéramos dispuesto de energía, imaginación y tiempo infinitos y si quienes lo leyeran dispusieran igualmente de infinita paciencia…

Fue pensado como un libro de intuiciones o hipótesis o sugerencias para pensar. Si hubiera creído que debía –y podía– dar cuenta de todos los juicios y ocurrencias habría empleado la fórmula de artículos para revistas indexadas. No ha sido el caso. Por el contrario, el libro fue pensado desde el inicio en un tono algo ensayístico, y cuando contacté a Kozel para organizarlo como una secuencia de conversaciones, ésa fue una clave de nuestro acuerdo. Se trataba de interrogar, proponer y polemizar, no era necesario llegar a consensos fuertes de contenido, sino sólo a acuerdos de forma. Y así ha sido y creo que fue una excelente decisión. Su perspicacia me ayudó a formular mejor las ideas, sin tener que conceder en los muchos desacuerdos ni sugerirle a él que fuera moderado en las preguntas, para parecer que aceptaba lo que yo decía.

No es imposible que saquemos otra edición, seguramente motivados por las observaciones y críticas que espero, y que tanto más fecundas serán si estas conversaciones son capaces de provocarlas, junto al escozor que deben producir entre quienes cultivan pacatamente en algunos de los surcos que se intersectan en este espacio disciplinar que llamamos los estudios eidéticos.



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