Andrés Lira[1]
1. Espacios, tiempo y vocación
Fiel a su vocación, José Gaos (Gijón, 26 de diciembre de 1900-México, 10 de junio de 1969) perseveró en su empeño de dar cuenta de la filosofía por la filosofía y de esta por el hombre. El propósito se definió en España cuando era profesor de las universidades de Zaragoza (1931-1933) y Madrid (1933-1938), y se esclareció a lo largo de su vida hasta expresarse rigurosamente en sus penúltimos libros: De la Filosofía. (Curso de 1960), publicado en 1962, y Del hombre. (Curso de 1960), póstumamente, en 1970.[2]
Esa aventura, iniciada a sus treinta y pocos años de edad, comenzó en ambientes de incertidumbre en Europa –la instauración de la Segunda República y la Guerra Civil en España, prolegómeno de la Segunda Guerra Mundial– y terminaría en México, donde se “empatrió” cuando abandonó su intención de establecerse en Argentina, llevado de augurios esperanzadores que vemos en su relación epistolar con el filósofo argentino Francisco Romero.
En 1937 se hallaba Gaos en Francia como comisario del pabellón español en la Feria Internacional de París, cargo que desempeñó a cabalidad superando dificultades. Había recibido dos cartas de Francisco Romero, a las que no respondió con prontitud, pues merecían –dijo– repuesta extensa, para la que no tenía tiempo ni calma. La dio de manera breve el 11 de marzo apremiado por la tardanza que se iba prolongando, prometiendo continuarla en cartas posteriores. Sabía de Romero por José Ortega y Gasset y Manuel García Morente, sus maestros en la Universidad de Madrid, quienes habían salido de España, el primero a Francia y el segundo a Argentina, donde enseñaba en la Universidad de Tucumán; y por Aníbal Sánchez Reulet, discípulo de Romero, quienes tenían en alta estima al filósofo argentino.
En la difícil y angustiosa situación en que se hallaban Gaos y otros intelectuales españoles sacudidos por la Guerra Civil, la amabilidad de Romero era alentadora, una bocanada de aire profesional animada por la insinuada invitación para que fuera a trabajar a Argentina. Invitación a la que, en ese momento, Gaos no podía apuntar posible respuesta, en caso de que se concretara pronto. Pero aprovechó la ocasión para insistir en su “ya señalada actividad de traductor llevada a cabo por su utilidad, aun necesidad para la actividad docente de mis maestros, compañeros y mía propia –pero también por mi necesidad de un complemento económico a mis ingresos de profesor”. Decía a Romero que si en esto podía hacer algo para editoriales argentinas, le vendría bien, dada la forzada interrupción de labores en las españolas (Gaos, 1999, pp. 164-166, carta 58).
La siguiente carta de Gaos, respuesta de otra de Romero del 11 de abril, está firmada en la misma dirección de París el 21 de junio de ese año. Menciona artículos de Romero y un trabajo de Alejandro Korn que le había hecho llegar; le habla de obras alemanas de filosofía traducidas al español y se explaya en sugerencias para la colección que Romero traía entre manos. Husserl, Windelband y Hartmann, entre los contemporáneos; Hegel, Kant, Berkeley y Hume, y opúsculos de San Agustín, entre los imprescindibles. Y, a renglón seguido le dice: “Por demás, acaso resulte interesante saber que en España empezamos a considerar llegada la hora de del periodo de las traducciones al de las publicaciones originales, y todos preparábamos y tenemos materiales para ellas” (Gaos, 1999, pp. 166-168, carta 59).
Volviendo a lo que Romero le envió, le dijo que había algo que hasta entonces desconocía: “sus exposiciones sobre Dilthey en particular, temas que también [él había] trabajado con interés especial” en el curso de “Filosofía de la Filosofía” que venía dando al estallar la Guerra Civil en España, tema descubierto por él y del que halló planteamientos y testimonios en la obra de Dilthey, que vino a conocer después (Gaos, 1999, p. 167, carta 59). Comentarios como este sobre otros temas “suyos” la hallamos en otras páginas de Gaos. Ejemplo significativo es lo que dice sobre la filosofía como confesión personal, que encontró en la Filosofía de Karl Jaspers, publicada en 1932 (Gaos, 1999, p. 533).[3]
Destacamos lo anterior para advertir la consistencia de la relación filosófica que había establecido Gaos con Romero antes de su salida a América y su establecimiento en México, donde en los primeros años le animó la posibilidad de realizarse en Argentina, espacio propicio para la filosofía universal. No había otra, solo así podía hablarse de Filosofía. Pero el destino lo llevó a México, donde mantuvo el diálogo epistolar con Romero, animando lo que Hilda Nassen (2007) trata como “una visión continentalista de la filosofía”.
La invitación que Romero procuró para Gaos se materializó, pero quedó en el tránsito de su viaje a México. Sabemos que de París regresó a España por breve tiempo para continuar su desempeño como profesor y rector de la Universidad Central de Madrid en Valencia, donde se había establecido el gobierno de la República. Pasó por Madrid, ahí vio su casa destruida por los bombardeos que sufrió la ciudad asediada por las tropas franquistas. De Valencia salió para cumplir misiones encomendadas por el gobierno en países europeos, y luego a Cuba con encargos semejantes. Ya no regresaría a España (su nombre figuraba entre los condenados a muerte por los militares rebeldes que se fueron haciendo con el territorio de la península). En agosto de 1938, en La Habana, recibió la invitación del gobierno mexicano integrarse a La Casa de España en México, recién fundada para dar asilo a profesores e intelectuales españoles a fin de que pudieran desarrollar las actividades que la Guerra civil hacía imposibles. Gaos llegó en agosto a la ciudad de México, donde se dio a conocer como el gran expositor de filosofía que era.
El 17 de noviembre respondía una carta de Risieri Frondizi, director del Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad de Tucumán, diciéndole que su misiva del 17 del pasado mes le había sido reexpedida desde La Habana, ciudad que había dejado a mediados de agosto para trasladarse a México. Que le honraba la invitación que en esa carta le hacía para que se incorporara a la Universidad de Tucumán, pero que le era imposible aceptarla en ese momento, pues habiendo aceptado la que le hiciera el gobierno de México, debía permanecer en este país por lo menos un año para cumplir el compromiso contraído. Muy mala idea podría formarse de él si no lo hacía. Y terminaba diciendo: “celebraría mucho que para estas fechas del año que viene pudiera V. acordarse de mí nuevamente en relación con la creación del cuarto curso. En previsión de ello, le adjunto desde ahora mis antecedentes personales.”[4] Era una carta de aceptación sujeta a la confirmación de la invitación que, hasta donde sabemos, nunca llegó.
La tercera carta a Romero es del 15 de febrero de 1939 y fue escrita en Morelia, capital del Estado de Michoacán, donde Gaos impartía un cursillo. En ella habla de la invitación que le había hecho Frondizi para que pasara a la Argentina, lo que lo animaba profesional y personalmente. Había recibido y hojeado la Lógica de Romero y otros trabajos de él y de otros que daban testimonio del nivel alcanzado por los estudios filosóficos en el país en el que pensaba establecerse y donde tendría “el gusto de conversar con el autor de la Lógica”. Abundó en cuestiones profesionales, como traducciones y comentarios, y con más precisión en la obra propia, esto es, la concepción de la filosofía como confesión personal, a lo que bien podía darse el nombre de “vivencia de la vocación y de la profesión filosóficas”, valiéndose del término diltheyano Erlebnisse, pero no le parecía bien. En fin, que el trabajo maduraba y prometía para desarrollarse en ambiente propicio como era el que ofrecía la Argentina (Gaos, 1999, pp. 168-172, carta 60).
La cuarta y más extensa misiva data del 20 de enero de 1940. Tan larga ausencia epistolar se debió a las amargas situaciones de la familia Gaos en Europa (su padre había muerto en octubre de 1939 y solo uno de los hermanos había logrado llegar a México); también se debía a las muchas ocupaciones que Gaos y otros compañeros de exilio acogidos por La Casa de España en México tenían que cumplir en centros de educación mexicanos, tanto en la capital del país como en las de estados de la República.[5]
Gaos seguía esperando la confirmación o renovación de la invitación que le hiciera Frondizi el año anterior para definir su situación en México. Tan así fue que en octubre de 1939, cuando Alfonso Reyes, presidente de La Casa de España en México, escribió a Gaos diciéndole que la beca que honraba con su trabajo terminaría en diciembre y ofreciéndole la renovación, Gaos solicitó tiempo para responder, pues aceptar en el momento implicaba comprometerse por largo tiempo (o definitivamente) a permanecer en el país, lo que no quería hacer hasta tanto se definiera una posibilidad que le ofrecían en otra parte. Eso no obstaba para para que, por el momento, ofreciera como posible la continuación del curso de “Introducción —histórica— a la Filosofía”, que con tanto éxito venía impartiendo en la Universidad Nacional por acuerdo de La Casa de España en México, comenzando por la Filosofía griega. Se ocuparía ahora de “Cristianismo y filosofía”, y de otras actividades que menciona al final de su larga carta de informe y agradecimiento dirigida a Reyes el 1 de noviembre de 1939 (Enríquez Perea, 1999, pp. 52-65). Como se ve, Gaos, seguramente tras conversarlo con don Alfonso, había esperado y seguía esperando la confirmación de la invitación de Frondizi.
El hecho es que había incertidumbre, como explica Gaos en la carta a Romero del 20 de enero de 1940, que retomamos ahora. En diciembre de ese año terminaría el período de gobierno del presidente Lázaro Cárdenas y no se sabía si La Casa de España en México, fundada bajo sus auspicios, seguiría en pie durante el mandato de quien le sucediera. La inquietud era tal que Gaos pensaba como posible alternativa Santo Domingo, donde había otros españoles del exilio republicano que sufrían ya las señales que mandaba el presidente, general Rafael Leónidas Trujillo. Pero en lo que había certidumbre y continuidad para Gaos era en la vocación filosófica asumida como profesión, manifiesta en proyectos de libros, de cursos y en obra de la que hablaba en carta anterior, y a la que en esta dio el nombre de Jornadas filosóficas, respondiendo a la pregunta que le había hecho Romero.
También contestó otra pregunta de Romero tocante al estado de los estudios filosóficos en México, advirtiéndole que lo dicho debía quedar en su fuero interno, pues resultaba pobre y nada alentador, tanto en autores como en la preparación y constancia de la gran mayoría del alumnado universitario, y también por la falta de libros sobre la materia. Entre los autores estaba, ante todos, Antonio Caso, quien seguramente no era un creador, pero le había producido “un gran respeto y hasta algo más” por lo que sabía de su vida dedicada a la filosofía y su afán de renovarse hasta donde le era posible. Pero ya no podía esperarse más de él, era evidente que su época había pasado. Entre los más jóvenes hablaba de Samuel Ramos, discípulo de Caso, que había sido la esperanza de una personalidad creadora; de Francisco Larroyo y Eduardo García Maynes. Ambos habían estudiado en Berlín con Hartmann, de talento más robusto el primero (neokantiano, con quien Gaos había polemizado)[6] que el segundo, “probo, puntual y seguro”. Hablaba luego de José Romano Muñoz, “excelente para su grado de enseñanza …, y más, nada, ni en la Universidad ni fuera de ella”, donde estaba el “‘extra-vagante’ y ciertamente ‘genialoide’ Vasconcelos” (Gaos, 1999, pp. 177-178, carta 61), quien parecía pertenecer al pasado. Terminaba ese párrafo nada favorable a los estudios filosóficos en México recomendando a Samuel Ramos para que redactara el trabajo referente a México en los Estudios y documentos sobre la filosofía en América, que preparaba Romero. Seguía con más información sobre lo que enseñaba e investigaba, lo que había recibido de Romero y lo que le enviaba. En esa carta habló también sobre los cursos que impartiría ese año de 1940 en México, entre los que se encontraba el de Cristianismo y filosofía, continuación del de Introducción —histórica— a la filosofía iniciado en 1939. Este curso, otras actividades docentes e investigaciones emprendidas a partir de entonces le llevaron a una apreciación distinta del cuadro pesimista que pintó a Romero a principios de 1940.
Del curso de 1939 resultó un libro, Antología filosófica. La filosofía griega, publicado bajo el sello editorial de La Casa de España en México, fechado en 1940 (se terminó de imprimir el 12 de junio de 1941, cuando La Casa llevaba un año y cuatro meses de haber desaparecido para dar lugar a El Colegio de México). A los textos reunidos en la Antología precede una extensa “Introducción: El historicismo y la enseñanza de la filosofía”, en la que Gaos sentaba sus reales como profesor de Filosofía, condenado a expresar una filosofía propia en la inacabada e inacabable labor filosófica.[7] Así la había asumido y la asumió Gaos hasta el final de sus días.
Del curso sobre Cristianismo y filosofía, que impartió en 1940, resultó otro libro en el que se reunieron trabajos de asistentes interesados en las tareas de investigación (pues de todo había en los cursos que impartía Gaos: abundaban los “oyentes” de ambos sexos “afanosos de cultura”, y escaseaban los participantes en labores del seminario),[8] intitulado Del Cristianismo y la Edad Media. Trabajos de historia filosófica, literaria y artística, publicado por El Colegio de México en 1943. En la presentación, fechada en noviembre de 1942, Gaos señaló que el libro debió salir, como el anterior, bajo el sello editorial de La Casa de España en México. Fue un gesto de gratitud para la institución que lo había acogido y que había desaparecido el 8 de octubre de 1940 para dar paso a El Colegio de México. Para entonces, 1943, se habían dado acontecimientos que determinaron el arraigo de Gaos en México y su interés por la cultura hispanoamericana.
2. Arraigo en México y visión continental
El 10 de junio de 1941 José Gaos se naturalizó mexicano. Seguiría en la cátedra de Filosofía de la Universidad Nacional comisionado por El Colegio de México, institución dedicada a la investigación en ciencias sociales y humanidades y a la formación de universitarios que trabajarían guiados por profesores españoles, mexicanos y de otros países integrados al nuevo plantel. Este proceso se había iniciado en el seno de La Casa de España con Leopoldo Zea, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional a quien Gaos descubrió cuando lo identificó como autor de un trabajo sobre Heráclito en el curso de “Introducción histórica a la Filosofía” y se enteró de que aquel somnoliento joven que pasaba inadvertido entre los asistentes trabajaba por las noches como repartidor de telegramas en Telégrafos Nacionales, estudiaba Derecho –carrera que servía para todo– y tenía por vocación los estudios de filosofía. La dedicación plena a los estudios era indispensable para realizar vocaciones, y sobre ese argumento Gaos consiguió que Zea se integrara como becario a La Casa de España y que en esa calidad continuara en El Colegio de México. Lo mismo ocurrió con Juan Hernández Luna, moreliano de la Universidad Michoacana, quien trabajaría bajo la guía de Joaquín Xirau, y con José Iriarte Guzmán, estudiante de química y ayudante de José Madinaveitia, miembro de La Casa de España. Debemos recordar que La Casa de España recibió también a profesores dedicados a las ciencias naturales y exactas quienes, al disolverse la institución, hallarían espacio en lugares adecuados al cultivo de esas disciplinas, quedando El Colegio como espacio para las humanidades y ciencias sociales.[9]
El 14 de abril de 1941 se fundó en El Colegio el Centro de Estudios Históricos, que organizó y dirigió Silvio Zavala, historiador yucateco formado en la Universidad Central de Madrid, donde terminó la licenciatura en Derecho iniciada en México y obtuvo el doctorado en Derecho en 1933 con un estudio notable sobre Los intereses particulares en la conquista de Nueva España, elaborado bajo la guía de Rafael Altamira. Hasta noviembre de 1936, en que regresó a México, fue becario investigador del Centro de Estudios Históricos de Madrid. Zavala era un convencido de la plena dedicación al estudio e investigación, trató de hacerla posible como sistema en la formación de investigadores tan pronto como regresó al país, sin éxito hasta que halló el lugar propicio para hacerlo en El Colegio de México, donde formó tres generaciones de historiadores impulsando la labor de profesores españoles y mexicanos que formarían la planta de la institución.[10]
Gaos inició el estudio sistemático del pensamiento de lengua española para ubicarse en la realidad que enfrentaba, creó un seminario que ofreció como espacio de enseñanza e investigación en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, al que atrajo como becarios a estudiantes de la Facultad de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional. Así, como lo había hecho con Leopoldo Zea en La Casa de España, ahora lo haría en El Colegio incitándoles a trabajar sobre el pensamiento de los países de habla española, comenzando por la realidad inmediata. A Zea, quien quería hacer una tesis sobre los presocráticos, le sugirió que trabajara sobre una manifestación importante del pensamiento en México. Le hizo ver que estudios ejemplares y numerosas tesis en curso sobre los presocráticos abundaban en países mejor dotados de testimonios y tradición académica; faltaban en cambio estudios sobre el pasado mediato e inmediato de los países de lengua española. Las tesis de maestría de Zea, El positivismo en México, y de doctorado, Apogeo y decadencia del positivismo en México, defendidas y publicadas en 1943 y 1944, fueron ejemplo notable de posibilidad y aportación al conocimiento del pensamiento y la filosofía. A estas siguieron trabajos sobre el eclecticismo y sobre otras manifestaciones filosóficas propias del mundo de habla española.[11]
Encontramos tesis de maestría y doctorado de estudiantes de filosofía en la Universidad Nacional y de estudiantes de El Colegio de México, defendidas y aprobadas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad y en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, dado que El Colegio de México no tenía reconocimiento legal como institución universitaria, por más que sus planes de estudio fueran reconocidos por acuerdo con instituciones públicas que sí lo tenían, como la propia Universidad y la Escuela de Antropología. Ahí enseñaron Gaos y otros profesores de La Casa de España y de El Colegio de México, comisionados para ese efecto, pues hay que señalar que como becarios (calidad que se les dio para evitar susceptibilidades y rivalidades laborales) no podían recibir remuneración de otras instituciones. Ya en 1946, ante la reducción del monto de las becas, debido a restricciones presupuestales, se autorizó a algunos profesores-becarios del Colegio para que pudieran recibir remuneración de instituciones privadas, como el Mexico City College y la Universidad Femenina de México.
Como haya sido, el Seminario para el estudio del pensamiento en los países de habla española, ubicado en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, ofreció enseñanza y becas a estudiantes de la Universidad y a extranjeros en condiciones requeridas por Gaos y aprobadas por la Junta de Gobierno de la institución.
Y es que Gaos se adentró en el estudio y la crítica de la filosofía mexicana e hispanoamericana, movido por su experiencia filosófica, esto es, considerando a la filosofía y la ciencia como especializaciones del vasto campo del pensamiento. Tratar de estas requería ubicarlas en ese campo, manifiesto por el lenguaje, de expresión verbal construida en una lengua determinada. La historia del pensamiento era para él la corriente en la que se daba la filosofía y lo demás que, con ella o sin ella, ofrecía la experiencia. Como protagonista de su tiempo, como historicista a quien la filosofía se le ofreció desde el primer momento como historia de la filosofía (crítica e intento de superación de filosofías anteriores), tenía que hacerse cargo de lo que se podía o no encontrar de filosofía en el pensamiento de lengua española.
El pensamiento hispano-americano. Notas para una interpretación histórico-filosófica es un trabajo integral que publicó en tres entregas –excluyendo alguna parte, dada su extensión–, en la revista Cuadernos Americanos, en 1942 y 1943 (Gaos, 1990, OC VI, pp. 31-107) Fue la primera aportación formal de Gaos al estudio de la cultura hispanoamericana, de la que hallamos tres versiones encaminadas a la exploración del amplio panorama ofrecido por el pensamiento de lengua española. Sucediendo a la primera, encontramos la ponencia presentada en un Seminario Colectivo sobre América Latina, realizado en El Colegio de México, El pensamiento hispanoamericano, publicada, con proposiciones y comentarios de los participantes, en el número 12 de la colección Jornadas de El Colegio de México en 1944. En 1945 apareció la Antología del pensamiento de lengua española en la edad contemporánea, publicada por la Editorial Séneca. En este ambicioso conjunto recogió textos de doce autores españoles, cinco de autores argentinos, otro tanto de mexicanos, dos de Cuba, Perú, Uruguay, Venezuela y Bolivia, y uno de Colombia, Chile, Ecuador y Puerto Rico (Gaos, 1993, OC V).
En el prólogo de esa amplia antología aprovechó las reflexiones de las dos obras anteriores enfatizando las apropiadas para la “edad contemporánea”, que va de 1744 a 1944. Trataré de destacar la idea general que se desprende de esas reflexiones para advertir la inserción de Gaos en la cultura hispanoamericana y lo que esta aportación significó para otros trabajos, tanto los del propio Gaos como los que alumnos y colegas realizaron a partir de entonces.
El pensamiento se manifiesta en el lenguaje y se ofrece en expresiones verbales adecuadas para la comunicación y discusión en ámbitos determinados. De ahí la necesidad de tomar en cuenta la lengua en que se hace, pues es primera condición de su expresión y recepción. En esta actividad hay grados de especialización en la formación y manifestación del pensamiento, desde la espontánea e irreflexiva hasta la más consciente y elaborada, propia de la ciencia y la filosofía en las que el método que lleva a la precisión conceptual es indispensable y debe expresarse. La intención y forma del discurso son, pues, variables y están determinadas por propósitos y formas del pensamiento; también lo están por preferencias, gustos y actividades propias de ambientes en que participan hablantes. Todo eso debe tomarse en cuenta.
En la lengua española, ya percibida y alabada como tal desde la época de Alfonso X el Sabio, se advierten características propias de diversos espacios sociales y geopolíticos. En ellos es evidente la diversidad de pensamiento de épocas, países y situación propia de los protagonistas. En la edad contemporánea destacan los pensadores –elaboradores conscientes de expresiones de ideas dispuestas para su apreciación general, tan extensa como pueda ser la ubicación e interés de sus hablantes. En la “edad contemporánea”, es palpable el sentido de la desventaja y hasta de inferioridad, es decir, carencia de poder y relevancia frente a naciones de otras lenguas. Este sentido inspira un propósito político y pedagógico. Lo hallamos en la obra de Benito Feijoo, con cuyas Cartas eruditas y curiosas de 1744, tocantes a las “Causas del atraso que padece España en orden a las ciencias naturales”, inicia la Antología.
Ese propósito anima la mayor parte de los textos de pensadores españoles e hispanoamericanos que nutren el voluminoso conjunto, por más que no faltan quienes en ánimo de esfuerzo científico y filosófico pretenden lograr obras de valor universal. Pero de este esfuerzo hay escasas muestras y pocas son las que destacan por su interés y originalidad. Los pensadores de lengua española prefieren el lenguaje y la comunicación oral (“el santo sacramento de la conversación”), la expresión cotidiana, la frase ingeniosa cargada de oralidad, a la expresión compuesta y manifiesta en forma lógica y metodológica; es decir, la manifestación agradable y oportuna, antes que la demostrativa y explicativa del esfuerzo reflexivo, propio de la ciencia y la filosofía. Y no es que no haya en lengua española posibilidad para significarlo y expresarlo. Prueba de ello es que la Antología se inicia con Feijoo y, pasando por próceres intelectuales y políticos de España e Hispanoamérica, termina con textos de dos autores hispanoamericanos, notables por el esfuerzo y la aportación reflexiva: Programa de una Filosofía y Trascendencia y valor, de Francisco Romero, y parte de El deslinde. Prolegómenos a la Teoría Literaria, de Alfonso Reyes –habiendo dado lugar propio a la Filosofía del entendimiento del venezolano-chileno Andrés Bello.
Durante ese recorrido ejemplificador y reflexivo que fue la Antología, Gaos advirtió en España un pensamiento lastrado por el sentido de la decadencia, que veía el pasado como esplendor perdido y, en un momento –a partir del krausismo– un pensamiento orientado por el esfuerzo regenerativo. En el pensamiento hispanoamericano se manifestaba el esfuerzo independentista, el juicio a la actitud arrogante de los europeos era evidente ya en el siglo XVII. Esfuerzos científicos y filosóficos –Carlos de Sigüenza y Góngora y Sor Juana Inés de la Cruz, a quienes dedicaría estudios bien interesantes (Gaos, 2009, OC XV, pp. 429-517)– se definirían como crítica en el siglo XVIII y como afán político independentista y republicano en los primeros decenios del XIX. Así, España seguiría pendiente de su pasado imperial, ya inoperante a lo largo del siglo XIX hasta su derrumbe en el 98 y aún después, sin haberse emancipado de él. Tema este de reflexiones ocasionales, significativas por su incisiva expresión, como “La decadencia”, alocución radiofónica leída por Gaos en la Feria de Libro de 1946 y recogida en el libro Retablo español que publicó la Editorial Clavileño (Gaos, 1992, OC IX, pp. 477-482).
Para entonces Gaos había cosechado frutos de su labor en el campo del pensamiento y la filosofía, de lo que dio cuenta en dos recopilaciones de trabajos realizados durante siete años de residencia en México: Pensamiento de lengua española, que apareció en 1945, y Filosofía de la Filosofía y otros trabajos de filosofía, publicado en 1947 (entregado para su publicación el mismo año que el anterior), ambos en la Editorial Stylo, empresa fundada y dirigida por la familia de Antonio Caso, a la que Gaos expresó reconocimiento y gratitud (Gaos, 1990, OC VI y 1987, OC VII).
3. Historia y Filosofía
A medida que Gaos ahondaba en la historia del pensamiento de los países de lengua española, advirtió ambientes espirituales en los que había que ubicar la filosofía. Algo obvio para un historicista, traductor de obras ejemplares de la historiografía cultural como El otoño de la Edad Media, de Johan Huizinga, publicada por la Editorial Revista de Occidente en 1930 y, en los años que tratamos, del libro de Bernhard Groethuysen, La formación de la conciencia burguesa en Francia en el siglo XVIII, editado por el Fondo de Cultura Económica en 1943 con un prólogo del traductor que respira optimismo ante el estado actual de las ciencias del espíritu (Gaos, 1987, OC VII, pp. 341-347), en palabras de Wilhelm Dilthey (1831-1911), de quien Groethuysen fue discípulo y luego colaborador en la edición de su vasta obra. Entre 1944 y 1945 el Fondo de Cultura Económica publicó ocho tomos traducidos, prologados y anotados por Eugenio Ímaz; en la traducción del tomo III, intitulado De Leibniz a Goethe, colaboraron Gaos, Wenceslao Roces y Juan Roura Parella.
En esos años Gaos gozaba del trato y amistad de personas con quienes compartía los afanes y los días de su vocación. En curso de introducción –histórica– a la filosofía, cuya continuación, Cristianismo y Edad Media, ofreció en octubre de 1939, resignado a permanecer en México durante 1940 ante la falta de confirmación de la invitación para ir a la Argentina, por lo que halló motivos para arraigar en el país. El curso se desarrolló, como el anterior sobre la filosofía griega, en la Facultad de Filosofía y Letras. De la labor de seminario aledaña a las exposiciones magistrales resultó el libro mencionado, Del Cristianismo y la Edad Media. Trabajos de historia filosófica, literaria y artística, escritos por alumnos y asistentes. Solo dos abordaron la historia filosófica: el de Leopoldo Zea, “Superbus Philosophus”, tema de Gaos inspirado en la Imitación de Cristo de Kempis, y el de Antonio Gómez Robledo, “Cristianismo y filosofía en la experiencia agustiniana”, magistral por su dimensión, consistencia filosófica y buena prosa (fue su tesis de maestría en Filosofía). Edmundo O’Gorman escribió “La conciencia histórica en la Edad Media”, ejemplo de imaginación en el cabal aprovechamiento de un testimonio del siglo XVII en el que se recoge una tradición medieval; se suman los textos de Jose Luis Martínez, “El concepto de la muerte en la poesía española del siglo XV”; de Gustavo Pizarro, “La historiografía francesa de los siglos XIII y XIV”; del dominico Tomás Gurza, “La catedral y la Summa”, temas caros a Gaos que hallaremos en otros cursos y, al final de su vida, en sendas lecciones del impartido en 1966 y 1967, Historia de nuestra idea del mundo, que sería su último gran libro (Gaos, 1994, OC XIV, lecciones 2 y 3, pp. 29-80). María Romana Rey se ocupó de “El libro de Patronio como guía de vida” y Pina Juárez Fraustro de “El libro del Arcipreste de Talavera y la vida cotidiana”. Todos fueron logro y buena muestra de historia de la cultura, algo que, junto a la grata compañía de Alfonso Reyes (con quien Gaos y su familia solían pasar las tardes del domingo) y otros amigos animaron al filósofo para arraigar en México. Se naturalizó mexicano, ya lo dijimos, el 10 de junio de 1941, al tiempo que trasladaba su Seminario para el estudio del pensamiento en los países de lengua española de la Facultad de Filosofía y Letras a El Colegio de México, donde los estudiantes de la Facultad compartirían espacio con los del Centro de Estudios Históricos, recién fundado en la institución, y gozarían, como estos, de beca para hacer posible su dedicación a la investigación (Lira, 2012, prólogo a Zea et al.). Se afirmó el precedente de Leopoldo Zea, becario de La Casa de España y luego de El Colegio de México para sus trabajos de maestría y doctorado, ejemplo alentador de lo que se podía y debía hacer en filosofía en México asumiendo temas de la historia del país. En estudios ejemplares, miembros del seminario harían aportaciones importantes sobre el eclecticismo en México y en otros países de lengua española, todo un tema para esas realidades, iluminado por la perspectiva magistral que abrió el libro de Groethuysen al hacerse cargo la religiosidad jesuítica. El modelo animó a Gaos a proponer un seminario sobre Jesuitas del siglo XVII y jesuitas del siglo XVIII, del que debía resultar un libro colectivo, como Del Cristianismo y la Edad Media. La ventaja y pertinencia de la nueva propuesta era evidente: los jesuitas eran protagonistas de la historia y la cultura hispanoamericana y había materiales en los acervos mexicanos, localizados por miembros del Seminario que dirigía Gaos, dotados de formación humanística y dispuestos a superar el abandono y el desorden en que se hallaban aquellos fondos incautados a la Compañía como resultado de su expulsión en 1767.
El plan del libro sobre los jesuitas es muy interesante, tanto por el contenido como por el ánimo con el que Gaos lo propuso. Advirtió que debía formar parte de una colección iniciada por El positivismo en México de Zea, en el que, si aún era posible, debía insertarse una advertencia haciendo constar que ese primer volumen formaba parte de un conjunto de aportaciones de El Colegio de México al estudio de “la cultura mexicana en sus relaciones con la lengua española en general” (Enríquez Perea, 2014, p. 121).
Así lo expresaba en carta que dirigía a sus “Queridos Reyes y Cosío: /Después de las conversaciones indispensables sobre el plan del curso sobre los jesuitas…”, que debía dar por resultado el libro cuyo índice tentativo, autores y observaciones les daba a conocer: Prólogo; Introducción: La religiosidad española prejesuítica y la jesuítica, mencionada en tres situaciones comparadas en el apéndice: la traducción de Kempis de fray Luis de Granada y la del Padre Nuremberg, en que se pondrían de manifiesto las diferencias como se corroboraría en los capítulos. Gaos se haría cargo de dichas partes. El capítulo I, Grandeza y decadencia de la teología jesuítica, estaría a cargo de Juan David García Bacca, el filósofo de la emigración republicana a quien Gaos reconoció como el más sabio, capaz de incursionar en la filosofía científica y buen conocedor de la teología. García Bacca trabajaría textos que el propio Gaos había seleccionado y le proporcionaría. Capítulo II, Contribución al estudio de la esencia del jesuitismo y su evolución. Primera parte. Según la literatura biográfica y de imaginación de la Compañía (por Gaos). Capítulo III, Contribución al estudio del jesuitismo y su evolución. Segunda parte (por Tomás Gurza). Capítulo IV, Contribución estudio de la esencia del jesuitismo ético-político desde sus orígenes en España hasta la independencia de México (por Antonio Gómez Robledo, quien haría el trabajo para que le sirviera como tesis doctoral). Capítulo V, Filósofos modernos en autores jesuitas de filosofía españoles y mexicanos (por Victoria Junco, quien haría el trabajo como tesis de maestría; Enríquez Perea, 1999, pp. 121-125). Capítulo VI, De [Juan de] Mariana a [Juan Francisco de] Masdeu (por Gustavo Pizarro, quien estudiaría las diferencias en la concepción de la historia de España en uno y otro autor y las causas de ellas). Capítulo VII, Historiografía americana de los jesuitas (por Olga Quirós [sic], con la dirección epistolar de Edmundo O’Gorman), y Capítulo VIII, La estética y el arte en España y México durante los siglos XVII y XVIII, por Justino Fernández (profesor en la Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional, como O’Gorman. Con ambos compartiría Gaos larga amistad, reuniones divertidas llenas de ingenio y creatividad intelectual).
Ese proyecto, del que tenemos noticia gracias a Alberto Enríquez Perea, se enriqueció con posibles aportaciones de otros autores que Gaos sugirió, ya fuera porque algunos se incorporaron al Seminario de estudios sobre el pensamiento de lengua española, como ocurrió con la puertorriqueña Monelisa-Lina Pérez-Marchand, quien realizó la tesis bajo su dirección, o porque tuvo noticia de trabajos; fue el caso de Ramón Iglesia, autor de un interesante estudio sobre “La mexicanidad de don Carlos de Sigüenza y Góngora” que fuera una conferencia pronunciada en 1943 (Enríquez Perea, 1999, pp. 121-137; Pérez Marchand, 2015 [1945]; Iglesia, 1986, pp. 182-183).
Pero el plan no se realizó. Alumnas ejemplares como Victoria Junco, Olga Quiroz y Monelisa-Lina Pérez Marchand, si bien realizaron y publicaron sus tesis, tuvieron que asumir trabajo en otras instituciones. Antonio Gómez Robledo, abogado conocedor del derecho internacional y dotado de buena formación humanística, salió a Brasil como embajador y realizó un estudio sobre la filosofía en ese país. García Bacca se ocuparía de otros temas, y ya en los años cincuenta pasó a residir en Venezuela.
Como haya sido, Gaos no cejó en su empeño. Con lo hecho por él hasta entonces y lo que haría después, compuso el plan de un libro intitulado El siglo del esplendor en México. Estudios de historia de las ideas en México desde el siglo XVII hasta principios del siglo XIX, que no llegaría a ver publicado. Lo que se rescató entre sus manuscritos y los estudios éditos escogidos por él para integrarlo forman El siglo del esplendor en México, que se incorporó al tomo XV de las Obras de José Gaos (pp. 372-578).
Fernando Salmerón, responsable de ese monumental proyecto dispuesto en 19 tomos que coordinó hasta el día de su muerte ocurrida en 1997,[12] recuperó e integró las dos partes del libro. La primera comprende una “Síntesis histórica”, notas y plan del libro, y concluye en “El auge de la mexicanidad”. La segunda está formada por “Estudios monográficos”, los más de ellos publicados, que Gaos escogió para formar este libro a medida que se le fue haciendo evidente una época, a la que llamó El siglo del esplendor en México, tomando la idea que expresó Pedro Henríquez Ureña hacía 1910 cuando compuso una de las partes de la Antología del Centenario de las que se hizo cargo en ese libro conmemorativo de los cien años de los inicios de la lucha independentista de México. Según Gaos, Henríquez Ureña advirtió entonces un largo siglo XVIII mexicano, preludiado en las últimas décadas del XVII por la obra de figuras sobresalientes como Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y Góngora, y prolongado en las primeras del siglo XIX por pensadores como José Miguel Guridi y Alcocer, independentista, y otros autores de cuyas obras dio cuenta el dominicano en el segundo volumen de Antología del Centenario (Henríquez Ureña, en Urbina, Henríquez Ureña y Rangel, 1910, II, pp. 661-1088; Gaos, 1996, OC VIII, pp. 295-300).
Gaos dedicó el libro “A Daniel Cosío Villegas. Porque él me trajo a mi segunda patria” (Gaos, 2015, OC XV, p. 375). Estaba integrándolo para enviarlo a la imprenta, pero lo relegó para hacerse cargo de la Filosofía mexicana de nuestros días, título de otro libro en que reunió trabajos publicados entre 1945 y 1953, del que excluyó el “prólogo” a los tratados de Gamarra, en el que se ocupa del eclecticismo. Y lo hizo porque “ha[bía] debido quedar incorporado a una obra de próxima aparición”. Evidentemente, El siglo del esplendor en México quedó aplazado ante la urgencia de dar cuenta de los estudios de filosofía en México y de la posibilidad de una filosofía mexicana, tema de una discusión a la que había convocado “El Hiperión”, selecto y dilecto grupo de los discípulos de Gaos, auspiciado por Leopoldo Zea.
4. La Filosofía como apropiación e identidad
Filosofía mexicana de nuestros días apareció en 1954. Tuvo como antecedente “Cinco años de filosofía en México”, encargo de Antonio Caso en 1945, cuando la revista Filosofía y Letras, fundada por él en 1941, cumplió su primer lustro. Se trata de un panorama que Gaos pensó refundir para hacer otro que abarcara hasta 1953, lo que significaba repetir ideas y perder la secuencia de sucesos interesantes en circunstancias del momento. Pesaban la muerte de Caso, ocurrida en 1946, a quien dedicó cuatro trabajos que agrupó a continuación de “Cinco años de Filosofía en México”, y la aparición de Todología. Filosofía de la coordinación, de José Vasconcelos, publicada en 1952, y que Gaos comentó bajo el título “Un sistema”. Estos trabajos llenan la primera sección –así la percibimos– del libro. Un sistema es aspiración en toda filosofía, y Gaos lo encuentra en los estudios dedicados a Caso y Vasconcelos, a quienes consideró fundadores de la filosofía mexicana del siglo XX. Destinó la segunda sección a obras de diversos autores (García Maynes, Zea, Alfonso Reyes, Edmundo O’Gorman y Julio Jiménez Rueda), y la tercera a cuestiones de actualidad en las que él era protagonista: “Los ‘transterrados’ españoles de la filosofía en México” y “Lo mexicano en filosofía”, publicados en Filosofía y Letras en 1949 y 1951.
Todos los comentarios son relevantes. Muestran el cambio de apreciación sobre los estudios filosóficos en México, resultado del conocimiento y comprensión que Gaos desarrolló en su experiencia cuando desplegó el vasto y diverso ambiente del pensamiento en los países de lengua española. En 1949, hablando de los transterrados españoles de la filosofía en México, advierte en ese universo un proceso de apropiación de filosofías, del que se ocupó específica y ampliamente en diversos estudios y en el trabajo de dirección de tesis. Advirtió así la importancia e implicación filosófica del proceso:
Nada de cuanto he consignado […] resulta en definitiva sino ajustado a la orientación del pensamiento de lengua española desde Unamuno hasta Ortega en España y el abandono del positivismo en esta América. Es la orientación que ve en el hombre y lo humano algo irreductible a la naturaleza o lo material y que contrasta con la orientación naturalista que es general aún en el pensamiento de la sajona. Esta orientación antinaturalista es común a las filosofías de la vida, existencialista e historicista con las estrictamente personalistas (Gaos, 1996, OC VIII, pp. 235-236).
Como las filosofías personalistas se hallaban bien representadas en los Estados Unidos, advierte enseguida Gaos, había incitado al primer alumno norteamericano del Mexico City College, que elaboró una tesis bajo su dirección, a que trabajara sobre Bordan Parker y Perry Williams Bridman, representantes del personalismo en Estados Unidos, comparándolos con Caso y Romero.
Así, en 1949 –al cabo de muchos trabajos de investigación propios y éxitos en la dirección de tesis e incitación a la recuperación de testimonios y elaboración de estudios indispensables para la Historia (historiografía) del pensamiento hispanoamericano–, Gaos decía a sus compañeros de exilio filosófico que era él quien tenía el conocimiento y el mérito para percibir y valorar una filosofía mexicana, argentina y otras que pudieran caracterizarse como propias de otros países hispanoamericanos, particularmente de México. Lo afirmaba sin asomo de falsa modestia:
[…] Pero perdóneseme la vanidad de decir, y lo que es peor, de pensar que en este asunto soy yo, aunque no tanto con mi enseñanza y mis publicaciones, cuanto por haber impulsado la investigación del pensamiento en México y en general de lengua española y animado a perseverar en ella a los jóvenes […] (Gaos, 1996, OC VIII, p. 237).
Esa dedicación tenía implicaciones filosóficas: quienes compartían afanes y trabajos del pensamiento lo hacían siguiendo una filosofía cuyo filosofema fundamental era que la filosofía debía ser filosofía de la circunstancia histórica desde la cual se asumían y empleaban filosofías diversas con ánimo de esclarecer y atender problemas propios. Había, sí, “importación de filosofías”. En esta era necesario distinguir “la importación desde dentro”, hecha en función de la problematicidad propia, para dar razón de ella y procurar soluciones, y la “importación desde fuera”, traída y llevada por quienes no se veían en la realidad problemática a la que arribaban. Y había también una realidad propia que se llevaba a otras partes, a otras realidades del mundo, donde se seguía ahondando y desarrollando el pensamiento concebido en y para la realidad de origen. De esto había muestras fehacientes en el pensamiento de los jesuitas expulsos en 1767, desarrollado en Italia y que cobró relevancia en el México de sus días y posteriormente, a medida que fueron conociéndose sus obras. De ahí el interés que ofrecía la obra de los desterrados para el estudio de la filosofía en México o, si se quiere, para conocer “lo mexicano en filosofía”, título de una conferencia dictada en dictada en 1951, en la que leemos la siguiente nota:
La importancia atribuida a los desterrados sugiere este reparo: ¿qué pueden haber importado en México los desterrados de él? Pero no es difícil la réplica al reparo: éste se funda en un criterio tan estricta cuan infundadamente geográfico, material, de México; para el concepto histórico, cultural, humano y único fundado de México –como de cualquier “cultura”–, puede haber un “México peregrino” fuera de los límites geográficos del país llamado México. Es un buen ejemplo más de la necesidad y de la manera de afinar los conceptos historiográficos e historiológicos (Gaos, 1996, OC VIII, p. 255).
Desarrolló esta idea en una obra publicada en 1952 y 1953, En torno a la filosofía mexicana, donde señaló la necesidad ineludible de la Historia de las ideas para elucidar la filosofía mexicana y la de cualquier país. Mostró lo hecho hasta entonces por alumnas del Seminario para la historia del pensamiento en los países de lengua española y lo que estaban haciendo Bernabé Navarro, Rafael Moreno y él mismo sobre la experiencia y obra de los jesuitas mexicanos (novohispanos) expulsos en Italia, donde realizaron obra científica, histórica y filosófica.
[Tal hecho] Implica, en efecto, que una porción esencial del siglo XVIII “en México” transcurre en tierras bien alejadas de las mexicanas. Y esta localización en tierras lejanas de las nativas resulta esencial a la obra y a su importancia para la cultura del país de procedencia de los autores. […] No todas las emigraciones intelectuales colectivas han tenido tal importancia para la cultura del país de procedencia. Ni es lo mismo que otras la emigración de coloniales a la metrópoli –cultural, si no política [como era Italia para los jesuitas]—tratándose de reivindicar en ésta los valores patrios todos, desde los más materiales de suelos y cielos hasta los más íntimos del espíritu. Tan original es esta situación, que obliga a arbitrar para conceptuarla la categoría de un “México peregrino”. Esta categoría es de la estirpe de aquellas que tratan de superar la concepción geográfica, espacial, estática, de las culturas por una concepción más humana, por más histórica y dinámica: si las culturas pueden tener o echar frutos en un suelo, echan y tienen flores y frutos en hombres que pueden entrar con sus obras en diáspora, sin pérdida, antes con pasión y enriquecimiento, de nacionalidad (Gaos, 1996, OC VIII, pp. 298-299).[13]
Cuando Gaos escribió los párrafos que hemos transcrito, vivía plenamente su “empatriación en México”, de lo que habló con elocuencia, haciendo ver la diferencia entre patriotismo y nacionalismo. El primero como un sentimiento de pertenencia, de satisfacción por la integración a la realidad asumida y vivida como propia, sin conflicto ni resquemores de experiencias vividas en la patria de origen, presente en la memoria y personalidad intransferibles de quien piensa y obra conscientemente. El enriquecimiento de nacionalidad del que hablaba era lo contrario al nacionalismo.
En este orden de cosas parece ser el error más temible, por ser a la par aquel al que se está más expuesto y de peores consecuencias, el nacionalismo en el mal sentido en que ha venido este término de una defectuosa y funesta actitud ante la propia nación con las demás. Esta actitud debe sustituirse por un más correcta y fértil, a la designación de la cual sería bueno apropiar el término patriotismo que desde siempre hasta hoy ha significado una relación de estimación positiva a la patria (Gaos, 1996, OC VIII, p. 386).
5. Filosofía en la Universidad
En 1954 la Facultad de Filosofía y Letras dejó la antigua casona de Mascarones, de la avenida San Cosme, para trasladarse a la Ciudad Universitaria, al sur del Valle de México, lejos del centro histórico y sus aledaños, lo que hizo más visibles cambios ocurridos en el Seminario para el estudio del pensamiento en los países de lengua española.
Alumnos interesados en la actualidad filosófica y en la necesidad de filosofar sobre la circunstancia propia, sobre México y lo mexicano, tomaron la iniciativa auspiciada por Leopoldo Zea. El grupo “Hiperión”, hijo de la tierra y del cielo, estaba dispuesto a aprovechar filosofías del día para esclarecer los problemas de la realidad mexicana. A ello respondieron las reuniones que dieron lugar a la colección “México y lo mexicano”, en la que Gaos colaboró con dos volúmenes que aparecieron en 1952 y 1953 bajo el título En torno a la filosofía mexicana. En el primero se ocupó de la Historia de las Ideas en México como sustento y expresión de la filosofía, y en el segundo de la Filosofía del mexicano y de lo mexicano, como problema metodológico y ontológico.
Esa empresa desplazó el interés por la historia de la filosofía en México, que enfrentaba una situación crítica para continuar los trabajos sobre el siglo XVIII. La Biblioteca Nacional de México, al cuidado de la Universidad Nacional Autónoma de México desde 1929, custodiaba acervos bibliográficos incautados a las corporaciones religiosas en épocas anteriores. Quedaron en sus depósitos sin clasificación ni inventario y fue ahí donde Bernabé Navarro localizó interesantísimos testimonios que nutrieron su libro La introducción de la filosofía moderna en México (1948), considerado por Gaos “resultado de la más auténtica investigación en todas sus etapas”, desde su localización, limpieza y clasificación para ponerla en condiciones de ser consultada, hasta su valoración como labor filosófica en el pasado mexicano (Gaos, 1996, OC VIII, pp. 611-613). Contando con ese y otros acervos, se propusieron otros estudios, pero al acercarse la fecha del traslado de las escuelas y facultades a la flamante Ciudad Universitaria, las autoridades dispusieron el traslado de los fondos de la Biblioteca Nacional al edificio de la Biblioteca Central en Ciudad Universitaria. El servicio se interrumpió indefinidamente y en el seminario se postergaron de la misma manera los proyectos sobre el estudio del pensamiento y la filosofía de la época novohispana. La generación de los historiadores cedió ante el Hiperión. Más de una vez algunos “hiperiones” expresaron su menosprecio para los trabajos de sus predecesores, y en más de una página de la obra que venimos siguiendo, En torno a la filosofía mexicana, vemos reacciones de Gaos frente a esa actitud.
Una a cuento de lo que él mismo veía en esa historia, como la que expresó al valorar la obra de los jesuitas expulsos con cuya producción y circunstancias se identificó, como hemos visto, fue la de arbitrar la idea de un México peregrino, siguiendo la de la España peregrina, para hacer ver que las ideas concebidas y desarrolladas en y para la patria de origen se cultivan, florecen y dan fruto en tierras y cielos lejanos. Buena parte del siglo XVIII “en México” había tenido lugar en la metrópoli cultural europea, en Italia. ¿No pasaba algo distinto pero comparable, por sugerente, con el exilio republicano español desde la vieja metrópoli política a esta América de repúblicas independientes?, ¿pensaba en su Filosofía de la Filosofía, concebida en el primer lustro de los años treinta, ahora que cumplía los 53 de edad, 15 de residencia y 13 de su empatriación en México? Es posible. Esto asoma en las Confesiones profesionales que dio a conocer en febrero de 1953.
Por muy filósofo que fuera, era también historiador e historicista en más de un sentido. “Solo la Historia puede decirnos lo que el hombre sea”, advirtió Luis González y González recordando las enseñanzas de su maestro Silvio Zavala, que en esto parecen ser –y son, también o quizá más– las de Gaos, quien antes de hacerse cargo de La Filosofía del mexicano, en el segundo volumen de la obra que venimos siguiendo, recuerda al Hiperión la importancia y la presencia de la Historia –historiografía– como conciencia y posibilidad de la filosofía, de los filósofos, si es que se iba a hablar de filosofía.
Supóngase –decía– que los jóvenes “hiperiones” protagonistas de la historia de la filosofía mexicana en este presente llegan a ser plenamente lo que prometen, grandes filósofos: Caso, Vasconcelos, Ramos no solo serán vistos, sino que serán –porque en la historia el ser visto es el ser, aquello de que en todo esto se trata– los iniciadores de una gran época de la nunca como hasta hoy discutible filosofía mexicana. Supóngase que los mismos jóvenes acaben en niños prodigios que no cumplen con lo que prometen: Caso, Vasconcelos, Ramos no solo serán vistos, sino que serán realmente como unos luchadores esforzados, pero vencidos, por la existencia de la filosofía mexicana, que seguirá siendo tan discutible como cuando más la haya sido. Ah, jóvenes hiperiones, qué responsabilidad la vuestra […] (Gaos, 1996, OC VIII, pp. 329-330).
Retomando la pregunta que hacíamos sobre la Filosofía de la Filosofía, es evidente que volver a la Filosofía consumada en la propia Filosofía desanimaba a Gaos. Era un campo árido por la sequedad de la conceptuación estricta y descarnada. Lo veía de muchas maneras como buen historicista; cualquier forma y curso de vida consciente tenía que vérselas con la cultura, esa diversidad de formas y sentidos que nutren la filosofía y que la filosofía ayuda a esclarecer. Y fue lo que procuró cuando, en vísperas de le mudanza a Ciudad Universitaria y estando ya en ella, tuvo que hacerse cargo de los planes de estudio de la Facultad de Filosofía para lograr, por principio de cuentas, cultura filosófica para los estudiantes, como se advierte en las páginas de La Filosofía en la universidad, de 1956, recogido en el tomo XVI de las Obras Completas (2000) con otros trabajos relacionados con el propósito que rige el conjunto original, al que se agregaron páginas sobre problemas políticos de la institución.
Hallamos al lado de ese empeño pedagógico universitario la perseverante visión hispanoamericana del pensamiento y la filosofía. Ya en Ciudad Universitaria entregó otro libro, otra compilación de sus escritos, Sobre Ortega y Gasset y otros trabajos de Historia de las Ideas en España y la América Española, que apareció en 1957, publicado por la Universidad Nacional y vino a ser el tomo IX de las Obras Completas (1992). En la secuencia de los tomos advertimos el acierto de Fernando Salmerón. El tomo IX sigue al dedicado a la filosofía y a la cultura mexicana, se abre al contexto hispanoamericano en sentido amplio comenzando por España, con Ortega y Gasset por lo que significa su obra y por su influencia en la reflexión de autores hispanoamericanos. Hallamos amplios comentarios sobre la obra filosófica de países del continente americano: México (donde destacan autores de la emigración republicana, Eduardo Nicol y Juan David García Bacca, a quien más talento y méritos reconoció Gaos) y Argentina (Frondizi y Romero); se ocupa de Bolivia, Cuba y Uruguay en amplios comentarios expositivos y críticos, como solían ser las recensiones de Gaos, entre las que señalamos la relativa a Teoría del hombre (1955) de Francisco Romero (Gaos, 1992, OC IX, pp. 487-410) porque nos parece una llamada de atención que sintió Gaos sobre la necesidad de volver a su Filosofía de la Filosofía, jamás olvidada, pero sí postergada frente al desolado encierro que implicaba la meditación estricta en un ambiente que seguía siendo culturalmente insatisfactorio. De ahí su empeño en proveer de cultura filosófica a los estudiantes de la Facultad y de cultura en sus diversas expresiones a colegas y a legos en filosofía. Llegó a escribir una “Iniciación en la filosofía […]. Para uso de una mecanógrafa y de otros lectores del mismo género” (Gaos, 2000, OC XVI, pp. 375-425) motivado por la pregunta de una mecanógrafa, la primera y única que hasta entones, 1960, le había preguntado sobre qué era la filosofía, es decir lo que desde el principio de su carrera daba a copiar en máquina lo que él escribía a mano.
Volviendo a nuestro relato, advertimos malestar y desánimo en 1955, año en que Gaos fue nombrado profesor de tiempo completo en la Facultad de Filosofía, donde era profesor de carrera desde 1953. El nuevo nombramiento le obligó a renunciar al vínculo laboral que mantenía con El Colegio de México, sin abandonar el Seminario para el estudio del pensamiento, en el que distinguidos estudiantes de la Facultad hallaban espacio y apoyo para realizar sus investigaciones (Enríquez Perea, 1999, pp. 173-175). Había algo íntimo. Problemas personales, la lejanía de Ciudad Universitaria y la obligación de permanecer en los flamantes cubículos durante la jornada exigida a los profesores de tiempo completo,[14] todo precipitó el estado de ánimo que hallamos en páginas escritas el 24 y 25 de diciembre de 1955, de las que tomamos lo referente a su filosofía.
IDEAS… GUSTOS – 24 de diciembre de 1955, mañana / […] En filosofía he acabado en un escepticismo metafísico de verdadera “autobiografía filosófica” y de una “filosofía de la filosofía”: la que define al hombre por una concepción de otro mundo, de otra vida, de Dios, de lo infinito o absoluto, del bien y el mal […]. Para esta filosofía antropológica y escéptico metafísica, en cuanto mía, en cuanto mi filosofía me parece lo que todas las filosofías de sendos filósofos: una concepción sin más valor de verdad que la conformidad de ella con mi visión de todas, sin más valor que mi concepción […]. Pero más importante que mi idea de la filosofía me parece mi indiferencia en materia filosófica. Ya no la cultivo más que en la medida requerida por la inercia, la pospongo a otros intereses […]. De esta posposición viene siendo objeto el libro de filosofía que debo escribir, aunque sólo sea para dar satisfacción a mis deberes profesionales y a algunos amigos. Tal indiferencia puede ser una consecuencia de mi incapacidad para la filosofía, y mi idea de una “racionalización” de mi incapacidad. Puedo haberme dedicado a la filosofía sin capacidad para ella (Gaos, 1999, OC XIX, p. 529).
A renglón seguido, y en tal estado de ánimo, siguió dando cuenta de su vocación, dedicación y concepciones filosóficas, percepciones, gustos e ideas para llegar a las principales influencias en su filosofar. Ideas que se le habían ocurrido y que tenía como ejes de la obra que quiso escribir cuando la proyectó, las encontró en autores que leyó al poco tiempo. Era el caso de Dilthey, por lo que hacía a la Filosofía de la Filosofía, y de Karl Jaspers, tocante a su filosofía como confesión personal. Pero la originalidad no era condición sine qua non para el filósofo, lo importante era la autenticidad; si en esta y con esta se presentaban coincidencias, hallazgos tardíos, tanto mejor. Eran, al fin y al cabo, prueba de la humanidad propia evidente en el quehacer filosófico, no por personal –acto de una individualidad intransferible–, menos intersubjetivo como problema discutible y por ello acto de convivencia. Así fuera en condiciones poco propicias, como las que impuso la distancia y aislamiento de la flamante Ciudad Universitaria, donde impartiría el Seminario de filosofía moderna, dedicado en 1958 a la discusión sobre Filosofía y vocación con un grupo selecto (Ricardo Guerra, Alejandro Rossi, Emilio Uranga y Luis Villoro). La exposición con la que Gaos abrió las sesiones –unas páginas para ser leídas y comentadas por los concurrentes, quienes en su momento harían lo propio– reproduce el estado de ánimo manifiesto en diciembre de 1955, agravado ahora, en 1958, quizá, por malestares que antecedieron al primer infarto cardiaco que sufrió (Valero, 2012, pp. 33-44).
Esto le llevó a redactar las lecciones para el curso de 1960, De la filosofía, publicado en 1962; el de 1965, Del hombre, que apareció póstumamente, en 1970, como hemos apuntado en las primeras líneas de este trabajo. En 1958 se publicaron sus Confesiones profesionales, dictadas cinco años antes e inéditas hasta entonces en vistas de la intercalación de otras confesiones que no llegó a escribir. Las de 1953, leídas por segunda vez en Monterrey al cumplirse los veinte años de su arribo a México, aparecieron en la Colección “Tezontle” (del Fondo de Cultura Económica) y se recogieron con la aforística y otros textos de Gaos, precedidos por un extenso prólogo de Vera Yamuni, en el tomo XVII de las Obras Completas (1982).
Gaos llegó al país dueño un proyecto filosófico bien trazado y puesto en obra, Filosofía de la Filosofía. Un libro frustrado por la Guerra Civil Española, preludio de la Guerra Civil Europea que continuó hasta 1945. A su paso por Cuba, y después en México, en sucesivas ocasiones y de distintas formas, expuso su filosofía de la filosofía en versiones adecuadas a las circunstancias y postergó el libro, como hemos visto, en situación de desencanto y desaliento, a la que se sobrepuso, pues no era él quién para incumplir lo prometido a otros y a sí mismo.
6. Filosofía de la Filosofía
La aparición de primer tomo de las Obras Completas de José Gaos (2018), en el que se reúnen sus Escritos españoles (1928-1938), confirma la integridad y persistencia del proyecto Filosofía de la Filosofía del que hablaba a Francisco Romero en carta del 21 de junio de 1937, citada en las primeras páginas de este texto.
Cuando Gaos abandona España por el puerto de Barcelona en la primera semana de junio de 1938 –nos dice Agustín Serrano de Haro en su magnífico prólogo a este primer tomo que vino a resultar en 1436 páginas, dispuestas en dos volúmenes–, llevaba consigo su filosofía propia. Todos los lineamientos fundamentales de ella, incluidas las líneas maestras de su filosofía de la filosofía, zarparon con él. Además, a diferencia de María Zambrano, la perspectiva filosófica de Gaos apenas se dejó influir por el colapso de la Guerra Civil y por la experiencia del exilio. La salida forzosa, el colapso de la circunstancia española, la persecución posterior en su patria de origen de tantas empresas que él había contribuido a levantar, nada de ello introdujo un pathos o un logos distinto en su meditación filosófica (Gaos, 2018, OC, t. I, vol. 1, p. 44).[15]
No podemos achacar eso a insensibilidad o indiferencia, sino a una presencia de ánimo y fuerza de propósito, fruto de la vocación filosófica asumida como profesión. Ánimo y fuerza; profesión, al fin y al cabo, que permitió a Gaos deslindar en el vasto y complicado tejido de la cultura el pensamiento y advertir la variedad de sus manifestaciones y expresiones verbales, mímicas, manuales e instrumentales, y cuantas estuvieran al alcance de su sensibilidad inteligente, para escoger aquellas propias del filosofar y las que de una u otra manera estaban relacionadas con este propósito. Dar cuenta de la filosofía por la filosofía –De la filosofía. (Curso de 1960)– y de esta por el hombre, sujeto y objeto del filosofar, le llevó a la antropología filosófica –Del hombre. (Curso de 1965)–, demandante de un pensar científico, sin renunciar a cuestiones metafísicas. Las más de estas perdidas en las corrientes de la historia mientras la Historia, la historiografía, no las conjure para hacérnoslas presentes. En filosofía, como especialidad del pensamiento, había que dar ese paso y lo dio Gaos en los cursos de Introducción histórica a la Filosofía, así, con mayúscula, y procuró situar a esta en el concurso de quehaceres y manifestaciones de la cultura, al menos entre los más visibles y compartibles. Así lo hizo en el último curso que escribió y leyó en 1966 y 1967, Historia de nuestra idea del mundo (Gaos, 1994, OC XIV). Otra aportación a la historia de la cultura, en la que se mantuvo como autor y como maestro, cuidando el rigor de su quehacer filosófico y procurando el ambiente propicio para las filosofías de otros: el pensamiento en los países de lengua española, que no tenía necesariamente que culminar en filosofías. Pero sí enriquecer la posibilidad que es la cultura.
Referencias
AA.VV. (1982). El exilio español en México, 1939-1982. México: Salvat/Fondo de Cultura Económica.
Enríquez Perea, A. (1998). Fronteras conquistadas. Correspondencia Alfonso Reyes/Silvio Zavala, 1937-1958. Compilación, introducción y notas de Alberto Enríquez Perea. México: El Colegio de México (Colección Testimonios, 3).
Enríquez Perea, A. (1999). Itinerarios filosóficos. Correspondencia José Gaos/Alfonso Reyes, 1939-1959 y textos de José Gaos sobre Alfonso Reyes, 1942-1968. Compilación y notas de Alberto Enríquez Perea. Presentación de Andres Lira. México: El Colegio de México (Colección Testimonios, 4).
Enríquez Perea, A. (2014). Jornadas de cultura (1938-1959). Compilación y notas de Alberto Enríquez Perea. Presentación de Andrés Lira. México: El Colegio de México.
Gaos, J. (2018). Obras Completas I: Escritos Españoles (1928-1938). 2 vols. Prologo de Agustín Serrano de Haro. Coordinador de la edición: Antonio Zirión Quijano. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 181 y 182).
Gaos, J. (1991). Obras Completas II: Orígenes de la filosofía y de su historia. Antología de la filosofía griega. El significado de Lambda. Páginas adicionales. Con un prólogo de Emilio Lledo y un ensayo de Bernabé Navarro. Coordinador de la edición: Fernando Salmerón. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 106).
Gaos, J. (2003). Obras Completas III: Ideas de la filosofía (1938-1950). Prólogo de Abelardo Villegas. Coordinador de la edición: Antonio Zirión Quijano. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 156).
Gaos, José (1997). Obras Completas IV: De Descartes a Marx. Estudios y notas de historia de la filosofía. Prologo de Ramón Xirau, Coordinador de la edición: Fernando Salmerón. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 130).
Gaos, J. (1993). Obras Completas V: El pensamiento hispanoamericano. Antología del pensamiento de lengua española en la edad contemporánea. Prólogo de Elsa Cecilia Frost. Coordinador de la edición: Fernando Salmerón. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 112).
Gaos, J. (1990). Obras Completas VI: Pensamiento de lengua española. Pensamiento español. Prólogo de José Luis Abellán. Coordinación de la edición: Fernando Salmerón. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 101).
Gaos, J. (1996). Obras Completas VII: Filosofía de la filosofía e Historia de la filosofía. Prólogo de Raúl Cardiel Reyes. Coordinador de la edición: Fernando Salmerón. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 88).
Gaos, J. (1996). Obras Completas VIII: Filosofía mexicana de nuestros días. En torno a la filosofía mexicana. Sobre la filosofía y la cultura en México. Prólogo de Leopoldo Zea. Coordinador de la edición: Fernando Salmerón. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 129).
Gaos, J. (1992). Obras Completas IX: Sobre Ortega y Gasset y otros trabajos de historia de historia de las ideas en España y la América Española. Con un prólogo de Octavio Castro. Coordinador de la edición: Fernando Salmerón, México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 115).
Gaos, J. (1999). Obras Completas X: De Husserl, Heidegger y Ortega. Prólogo de Laura Mues Schrenk. Coordinador de la edición: Antonio Zirión Quijano. México, Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 139).
Gaos, J. (2007). Obras Completas XI: Filosofía contemporánea. Un método para resolver los problemas de nuestro tiempo. Páginas adicionales. Prólogo de Antonio Zirión Quijano, coordinador de la edición. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 157).
Gaos, J. (1982). Obras Completas XII: De la filosofía. (Curso de 1960). Prólogo de Luis Villoro. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 82).
Gaos, J. (1992). Obras Completas XIII: Del hombre. (Curso de 1965). Prologo de Fernando Salmerón, coordinador de la edición. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 109).
Gaos, J. (1994). Obras Completas XIV: Historia de nuestra idea del mundo. Nueva edición cotejada con el manuscrito original y prólogo de Andrés Lira. Coordinador de la edición: Fernando Salmerón. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 116).
Gaos, J. (2009). Obras Completas XV: Discurso de filosofía. De antropología e historiografía. El siglo del esplendor en México. Prólogo de Álvaro Matute. Coordinador de la edición: Antonio Zirión Quijano. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 158).
Gaos, J. (2000). Obras Completas XVI: La Filosofía en la Universidad. Prólogo de Juliana González. Coordinador de la edición: Antonio Zirión Quijano. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 146).
Gaos, J. (1982). Obras Completas XVII: Confesiones profesionales. Aforística. Prólogo y selección de la Aforística por Vera Yamuni Tabush. Coordinador de la edición: Fernando Salmerón. Mexico: Universidad Nacional Autónoma de México (Nueva Biblioteca Mexicana, 85).
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Valero Pie, A. (ed.) (2012). Filosofía y vocación. Seminario de Filosofía Moderna de José Gaos. Textos de José Gaos, Ricardo Guerra, Alejandro Rossi, Emilio Uranga y Luis Villoro. Introducción de A. Valero Pie, epílogo de G. Hurtado. México: Fondo de Cultura Económica.
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Zea, L. et al. (2012). Del cristianismo y la Edad Media. Trabajos de historia filosófica, literaria y artística. L. Zea, E. O’Gorman, J. L. Martínez, G. Pizarro, T. Gurza, A. Gómez Robledo, M. R. Rey y P. Juárez Fraustro. Edición facsimilar con prólogo de Andrés Lira. México: El Colegio de México.
- El Colegio de México.↵
- Gaos (1982, 1992). Hacemos referencia a las Obras Completas de José Gaos, publicadas por la Universidad Nacional Autónoma de México. En el texto mencionamos el año en que apareció la primera edición. El autor empleaba mayúscula inicial para referirse a la disciplina o ciencia (Filosofía); referente a una realidad o hecho, la designa con minúscula (filosofía). Igual uso para Historia, ciencia o disciplina referente a la historia como acontecer. Posteriormente aludiría a la disciplina científica valiéndose de la voz “historiografía”. ↵
- “Ideas y gustos” [1955], en Gaos, 1999, Epistolario, OC XIX, pp. 529-533. La segunda edición de la obra de Jaspers apareció en 1948, fue traducida al español por Fernando Vela. Cfr. Jaspers (1958-1959). ↵
- Copia de la carta de Gaos a Frondizi me fue remitida por Miranda Lida, a quien agradezco su generosa atención. Procede del “Archivo Risieri Frondizi”, Biblioteca Nacional “Mariano Moreno” (Argentina), Colecciones especiales, caja 5.↵
- Véase Enríquez Perea (2014). Encontramos en esta obra interesantes testimonios sobre las actividades desarrolladas en la capital de la República Mexicana y otras ciudades del país por los miembros de La Casa de España en México y, posteriormente, a partir de 1941, como profesores de El Colegio de México.↵
- De la polémica con Francisco Larroyo, motivada por las conferencias sobre Filosofía de la filosofía, impartidas por Gaos en 1938, resultó un libro en coautoría, Filosofía de la filosofía (Pro y contra de la Filosofía de la filosofía), publicado por La Casa de España en México en 1939 (Gaos, 2003, Ideas de la filosofía, OC III, pp. 47-125). ↵
- La intención didáctica de esa antología para un curso de “Introducción histórica a la Filosofía” –cuya primera versión elaboró Gaos cuando enseñaba en la Universidad de Zaragoza, quedó inédita y se perdió en España durante la Guerra Civil– se advierte en el título Antología filosófica. La Filosofía Griega, pues indica el propósito de hacer otro tanto en cursos dedicados a épocas posteriores en la historia de la filosofía. La segunda edición, publicada por El Colegio de México con otro prólogo del propio Gaos, se tituló Antología de la filosofía griega y fue recogida en el tomo II de las Obras Completas. Cfr. Gaos, 1991, pp. 237-450. ↵
- “Sobre filosofía de la filosofía” y “Sobre el auditorio de la filosofía”. Cfr. Gaos, 1987, OC VII, pp. 43-99. ↵
- Lida, 1988, pp. 159-177; Lida y Matesanz, 1990, pp. 109-195; Enríquez Perea, 1998, pp. 41-149; Lira, 2015.↵
- Testimonios interesantes en Enríquez Perea, 1998, pp. 53-171. Narración y explicación en Lida y Matesanz, 1990, pp. 109-201.↵
- Enríquez Perea (1999, p. 121, nota 92) ofrece esta interesante información: “Las publicaciones del Seminario para el estudio del pensamiento en los países de lengua española, hasta la muerte de [Alfonso] Reyes, ocurrida en 1959, fueron éstas: Leopoldo Zea, El positivismo en México (1943); Leopoldo Zea, Apogeo y decadencia del positivismo en México (1944); Victoria Junco Posadas, Algunas aportaciones al estudio de Gamarra o el eclecticismo en México (mimeógrafo, 1944); Monelisa-Lina Pérez Marchand, Dos etapas ideológicas del siglo XVIII en México, a través de los papeles de la inquisición (1945 [doctorado]); Bernabé Navarro, La introducción de la filosofía moderna en México (1948); Olga Victoria Quiroz-Martínez, Introducción de la filosofía moderna en España. El eclecticismo español de los siglos XVII y XVIII; Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo en México (1950); Vera Yamuni Tabush, Conceptos e imágenes en pensadores de lengua española (1951); Francisco López Cámara, La génesis de la conciencia liberal en México (1954); María del Carmen Rovira, Eclécticos portugueses del siglo XVIII y algunas de sus influencias en América (1958), y Fernando Salmerón, Las mocedades de Ortega y Gasset (1959). ↵
- A la fecha, abril de 2021, han aparecido 18 tomos en 20 volúmenes, pues el primero es doble. Falta el XVIII, que se halla en proceso de impresión, y se encuentra en formación el tomo XX, del que se ocupa Aurelia Valero Pie. ↵
- En nota a pie de página advertía que “España peregrina” era idea arbitrada por José Bergamín, fundador y director de la revista de ese nombre y de la Editorial Séneca. Por problemas financieros, revista y editorial sufrieron una crisis, lo que llevó a desavenencias entre el director y miembros del Consejo de la revista. Dos de estos acudieron al economista mexicano Jesús Silva Herzog en busca de ayuda para sostener la publicación. Don Jesús sugirió la fundación de una revista hispanoamericana, para la cual podría, como ocurrió, conseguir recursos. A fines de 1941 se anunció la aparición del primer número de Cuadernos Americanos, que salió a principios de 1942. La variedad de sus secciones (Nuestro Tiempo, Aventura del Pensamiento, Presencia del Pasado, Dimensión Imaginaria y Libros y Revistas) abrió espacio propicio a la colaboración de la intelectualidad, notablemente a la del exilio republicano español (AA.VV., 1982, p. 886).↵
- Hablando de las circunstancias y manías propicias para la creación filosófica, Gaos contaba algunas que había dado a conocer en “Museo de filósofos. Sala del Cartesianismo” (Gaos, 2000, OC XVI, pp. 303-371) y la situación que provocó la salida de Juan David García Bacca a Venezuela. El filósofo mejor dotado y con más obra entre los que llegaron con la emigración republicana, afirmó Gaos en repetidas ocasiones, vivía, como otros españoles de esa emigración y muchos de la tradicional y constante, en el centro de la ciudad de México, no lejos de Mascarones, a donde acudía puntualmente para desempeñar su labor de profesor. Por las tardes, después de comer, abordaba un camión (como se decía y se dice en México a los autobuses) “Lomas”, que lo llevaba a las alturas del poniente del valle, donde se ubica el lujoso y bien arbolado fraccionamiento “Lomas de Chapultepec”. Desde la última parada o estación regresaba caminando por un trayecto de meditación que terminaba en su casa, poniendo en blanco y negro las ideas surgidas en la caminata. La lejanía de Ciudad Universitaria, el encierro en ese amplio y flamante espacio, impidieron su hábito de ejercicio físico y creativo. Tomó entonces la decisión de abandonar México. Gaos y García Bacca mantuvieron una relación epistolar interesante. (De esos relatos expresados en el seminario de tesis durante 1966, retomado por Gaos en El Colegio de México a petición de cuatro compañeros, me he valido para este y otros testimonios de los que doy cuenta en el presente trabajo). Sobre la correspondencia con García Bacca, véase Gaos, 1999, OC XIX, pp. 405-438, cartas 236-248. ↵
- Los textos de filosofía de la filosofía escritos hasta antes de su salida de España, que incluyen los Apuntes para el curso impartido en La Habana en junio de 1938, se encuentran en Gaos, 2018, OC. I, vol. 2, pp. 722-870; 945-1080; 1408-1416.↵