A mis padres y a mi hermana Sabrina, por estar siempre conmigo. A Inés, mi gran amor. A mis amigos, por habitarnos en una sola alma. A mis compañeros, por darnos la satisfacción de reconciliar la contradicción en un banquete.
Finalmente, un especial agradecimiento a mi maestro Silvio Juan Maresca, término medio entre Hegel y quien escribe.