Natacha Salomé Lima y A. Gustavo Martínez
Introducción
El desarrollo de la fecundación in vitro y la posibilidad de manipular embriones humanos han instaurado un punto de no retorno para las problemáticas bioéticas asociadas al inicio de la vida. Durante los últimos años, se ha constatado un aumento en la cantidad de ciclos de reproducción asistida realizados en el país. Según datos publicados por la REDLARA, en 2015, Argentina ocupó el segundo lugar con 17.788 ciclos de tratamientos registrados (23,68%), después de Brasil (41,55%) y antes de México (13,71%) (Zegers-Hochschild et. al, 2019).
La medicina reproductiva demuestra un crecimiento sostenido en la excelencia de la formación de sus equipos asistenciales, de procesos diagnósticos cada vez más precisos y estudios genéticos de última generación. En el laboratorio de embriología se registra una mejora sustancial de los medios de cultivo —los cuales son cada vez más parecidos a los fluidos tubárico/uterinos naturales— lo que ha generado un aumento en la cantidad y calidad de los embriones que pueden ser transferidos. A su vez, el éxito logrado con la técnica de la vitrificación[1], la cual ha superado en forma notable los resultados logrados con el congelamiento lento, generó una disminución en la cantidad de los embriones a ser transferidos por ciclo. En la práctica clínica estas transformaciones se traducen en transferencias de un único embrión por ciclo de tratamiento, lo cual disminuye el riesgo de embarazos múltiples pero aumenta la cantidad de embriones sobrantes o remanentes.
El abordaje de este excedente —que, a simple vista, aparece como un fenómeno de la técnica— está culturalmente enraizado en representaciones, valores, principios, que dan cuenta de una dimensión de “la falta” y de “lo sobrante” que no puede ser analizado por fuera del contexto sociotécnico de su producción. Qué hacer con los embriones remanentes (abandonados) involucra una toma de posición acerca de lo que el embrión representa. Esta indagación comenzó cuando los médicos se preguntaron qué hacer con ellos[2].
El dispositivo de la medicina reproductiva
Muchas de las personas que enfrentan dificultades para concebir han recurrido, en los últimos años, a las técnicas de reproducción humana asistida (en adelante TRHA). Las TRHA contemplan dos tipos de tratamientos: los de baja y los de alta complejidad. En los primeros, la unión entre el óvulo y el espermatozoide se produce en el interior del sistema reproductor femenino a partir de la inducción de la ovulación, estimulación ovárica controlada, inseminación intrauterina, intracervical o intravaginal, con material genético (semen) de la pareja o del donante. En los tratamientos de alta complejidad, como la fecundación in vitro (FIV) o la inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI) la fecundación es extracorpórea, ocurre en el laboratorio, generando embriones in vitro que serán luego transferidos al útero.
Cuando una persona, o pareja, ingresa al dispositivo de la medicina reproductiva con el objetivo de tener un hijo, atraviesa una serie de instancias: la mujer es previamente estimulada para que los ovarios generen más ovocitos que lo habitual[3], si tiene pareja y es hombre, este debe entregar una muestra de semen y si no, se recurre a semen de banco y/u ovocitos donados. Una vez que se produce la fusión de los gametos reproductivos en un ambiente controlado se esperan aproximadamente tres o cuatro días para que el embrión se desarrolle in vitro. Cuando el desarrollo alcanza el estadio de blastocisto (en el día 5), el embrión es transferido al útero. Generalmente para aumentar las probabilidades de lograr el embarazo se generan más embriones de los que serán transferidos. El resto de los embriones pueden ser criopreservados.
La cantidad de embriones que se genera es variable y depende, por un lado, de la cantidad y/o calidad de los ovocitos y espermatozoides (gametos) que se han podido recuperar o que han sido donados, y, por otro lado, de múltiples y diversas circunstancias que incluyen desde las condiciones de laboratorio hasta factores asociados al desarrollo y crecimiento embriológico, entre otros. Frente a la criopreservación de embriones se distinguen dos situaciones:
- Los pacientes criopreservan sus embriones y no se logra el embarazo. Pueden volver al centro de reproducción para realizar un nuevo intento.
- Los pacientes logran el embarazo y concretan su proyecto parental (deciden no tener más hijos). En este caso, si bien existe un porcentaje de personas que decide la donación de sus embriones para proyectos parentales de otros, no son la mayoría, y, con frecuencia, varios pacientes pierden el contacto con el centro de fertilidad (Lancuba et al. 2009).
La disposición de los embriones criopreservados depende de la voluntad procreacional de los usuarios. La mayoría de los y las pacientes congela sus embriones para poder buscar más adelante otro embarazo sin que la mujer tenga que someterse a procedimientos invasivos como la estimulación ovárica o la aspiración folicular. La decisión acerca de qué hacer con los embriones sobrantes suele tomarse al inicio del ciclo. En este sentido, la criopreservación aparece como la opción que permite aumentar las probabilidades de embarazo. Una mayor cantidad de embriones criopreservados está asociada a una mayor probabilidad de lograr el embarazo. A medida que el proyecto reproductivo avanza, comienzan a registrarse grandes montos de ansiedad e incertidumbre respecto de qué hacer con los embriones sobrantes (Lima, Branzini, Lancuba, 2019).
Toma de decisiones en embriones criopreservados
Distintos factores inciden en la toma de las decisiones sobre los embriones criopreservados. Este apartado revisará las investigaciones nacionales e internacionales que se han focalizado en el aspecto representacional —cómo los usuarios perciben, nombran o piensan al embrión— y en la carga afectiva y discursiva que construyen las prácticas profesionales, las cuales pueden conducir a la toma de las decisiones, o a dificultarla.
Luego del nacimiento de los hijos y de la concreción del proyecto familiar anhelado, el embrión criopreservado se presenta como una “presión, sostiene una obligación en suspenso que incide en el deseo de una nueva parentalidad y trastoca los vínculos.” (Jadur et. al., 2010). Una vez finalizado el tratamiento reproductivo, los usuarios que desean dedicarse a la crianza de los hijos, pueden encontrar dificultades para decidir qué hacer con los embriones criopreservados excedentes. A medida que pasan los años estas dificultades suelen acrecentarse, lo que conduce a que se discontinúe el contacto con el centro de fertilidad. Es en esa instancia cuando los embriones criopreservados son considerados como “abandonados”.[4]
Para los usuarios y pacientes de TRHA la disposición de los embriones criopreservados es un asunto íntimo, sensible, que requiere mucha deliberación y que, muchas veces, se presenta como una decisión “agonizante” entre opciones insatisfactorias o incluso inaceptables (Lyerly et. al, 2010). Algunos de los estudios demuestran que las percepciones del embrión determinan las decisiones acerca de qué hacer con ellos. Aunque algunas personas indican inicialmente una voluntad de donar sus embriones, esta intención es más bien contemplada antes que realizada (Goedeke et. al., 2017).
El tema de la donación de embriones se ha explorado poco en Latinoamérica. De acuerdo a Álvarez Díaz (2006) “si se considera al embrión como un ente de igual valor ontológico que un individuo adulto, existirá mayor ansiedad de separación al donar embriones”. Asimismo, en otro estudio Álvarez Díaz (2009) señala que en las llamadas “naciones desarrolladas” (Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Estados Unidos, Finlandia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Suecia y Suiza) el descarte de los embriones sobrantes es lo común y, en caso de donarlos, lo más habitual es que sea para investigación y, eventualmente, con fines asistenciales. Se concluye que la problemática principal sobre la donación de embriones es más bien ética antes que técnica (Álvarez Díaz, 2010).
Investigaciones anteriores que analizaron la criopreservación de embriones en distintos países señalaron que el tratamiento dado a los embriones parte de un complejo proceso de toma de decisiones (Bruno et. al., 2016; Goedeke et al., 2017; Cattapan y Baylis, 2015). Bruno et al. (2016) sostienen que el problema principal del abandono embrionario es la dificultad de concretar una decisión. La experiencia demuestra que a mayor paso del tiempo desde el momento de la criopreservación, mayor es el riesgo de abandono (Cattapan y Baylis, 2015; Lyerly et al., 2010). Valores como el altruismo, la solidaridad, los factores psicosociales, las creencias personales, la responsabilidad hacia la sociedad, los eventos vitales, la relación con el equipo médico y la información recibida son fundamentales para que las personas puedan tomar una decisión (Bruno et al., 2016).
La “representación del embrión” es uno de los factores más importantes a la hora de decidir qué hacer con los embriones sobrantes (Mohler-Kuo et al., 2009; Nachtigall et al., 2009; Provoost et al., 2009). Desde el marco de la teoría del construccionismo social, Goedeke et al. (2017) analizaron los significados, metáforas, representaciones, imágenes e historias asociadas al embrión y concluyeron que algunos discursos facilitan las disposiciones de los embriones (la donación o el descarte) mientras que otros las dificultan.
Un estudio multicéntrico realizado en Estados Unidos (Lyerly et al., 2010) exploró las percepciones de los pacientes sobre el destino de los embriones, encontrando grandes dificultades para elegir entre las opciones disponibles (criopreservación, donación a otras personas o descarte) y la necesidad de incorporar sistemas que permitan revisar las preferencias, dado que las ideas que las personas tienen sobre el embrión suelen variar a medida que evoluciona el proyecto reproductivo. En ese estudio, el 70% de los pacientes con embriones criopreservados demoró la toma de las decisiones por 5 años o más y muchos indicaron que preferían demorar la decisión indefinidamente.
Una investigación llevada a cabo en Francia (Bruno et. al., 2016) demostró que las parejas que obtuvieron sus embriones por medio de la donación de gametos fueron más propensas a elegir la donación de embriones a otras personas. Mientras que las y los pacientes que consideran a sus embriones como “hijos” eligen más frecuentemente la opción del descarte.
Desde el ámbito de la antropología, Roberts (2005) realizó un estudio etnográfico sobre la base de entrevistas a pacientes y usuarios de TRHA en Quito, Ecuador. Señaló que aquellas personas que se rigen por una “ética de la vida” privilegian la vida del embrión ante otras alternativas y son más propensas a elegir la donación a otras personas o mantener la criopreservación en el tiempo. En contraposición, las personas que se guían por una “ética del parentesco” han internalizado al embrión como un miembro de la familia. En ese caso, la criopreservación aparece como un problema y representa “un peligro” de que, en el futuro, el hijo abandone su sistema familiar. Este razonamiento conduce mayormente al descarte de los embriones sobrantes. Otros estudios (Collard y Kashmeri, 2009) indicaron que, en la práctica, esta división no es tan tajante y que las implicancias relativas al parentesco están presentes también cuando se elige la donación de los embriones.
Algunas de las dificultades vinculadas al proceso de toma de decisiones en embriones criopreservados están asociadas con la carga afectiva y con el modo en que las personas piensan y hablan ―es decir representan― al embrión, a la historia reproductiva, a los eventos vitales, a los proyectos familiares, aspectos relacionados con las biografías de las personas y con la percepción fluctuante del deseo de hijo. Rossi (2018) sitúa que se trata de un pasaje del “no tener” al “tener de más”, de la falta al exceso. “Al iniciar los tratamientos, los pacientes se ven obligados a decidir acerca del futuro de sus embriones. Destino que en ese momento es poco probable de prever en términos subjetivos” (p.264-5).
Este estudio —que se desarrolló en el marco de una investigación posdoctoral (Lima, 2017)— se propuso explorar las decisiones reproductivas, las percepciones y opiniones sobre el embrión criopreservado y sus destinos en personas que han recurrido a las TRHA para tener hijos. La hipótesis subyacente es que las dificultades que enfrentan los usuarios de TRHA en los distintos momentos del recorrido de la asistencia reproductiva conduce, muchas veces, a la imposibilidad de tomar una decisión, lo que puede traducirse en la discontinuidad del contacto con el centro de fertilidad. Un segundo supuesto establece que la dificultad para determinar el estatuto legal y ontológico del embrión se ve reflejada en la ausencia de un consentimiento informado (CI) que reglamente las opciones posibles, dificultando el descarte de los embriones cuando los progenitores han finalizado su voluntad procreacional.
A su vez, la representación del embrión criopreservado está culturalmente enraizada en valores y sentidos culturales asociados al excedente. Por ejemplo, un estudio de la Sociedad Japonesa de Reproducción (Takahashi Shizuko et. al., 2012) analiza cómo los sentidos atribuidos al embrión criopreservados pueden ser leídos a la luz de un valor que atraviesa toda la cultura japonesa. Desde esta perspectiva, el embrión entra en la serie de “aquello que no debería desperdiciarse porque es más de lo que uno merece.” Los valores, las actitudes, las ideologías y las creencias conforman “sistemas de pensamiento y acción que se entraman con las agencias y dispositivos no humanos, en el marco de las actividades de organizaciones médicas y científicas, sus dispositivos sociotécnicos y los materiales biológicos que son allí manipulados.” (Ariza, 2019: 673).
La ausencia de una normativa que reglamente el destino de embriones excedentes
En Argentina, el aumento en la cantidad de tratamientos de reproducción asistida es solidario de un mayor desarrollo tecnocientífico y de un avance regulatorio sin precedentes con hitos normativos como la Ley de Matrimonio Igualitario (N° 26.618, 2010), la Ley de Identidad de género (N° 26.743, 2012) y la Ley de reproducción médicamente asistida[5] (N° 26.862, 2013). Estos precedentes sentaron las bases para regular las técnicas de reproducción humana asistida (TRHA) como tercera fuente de filiación (Código Civil y Comercial) lo que supuso un avance en materia de derechos humanos y reproductivos.
El artículo 9 de la Ley 26.994 Aprobación del Código Civil y Comercial de la Nación, dispone en la norma transitoria segunda que: “la protección del embrión no implantado será objeto de una ley especial.” (Corresponde al artículo 19 del Código Civil y Comercial de la Nación). Esta ley aún no se sustancia.[6] Durante 2017 el Ministerio de Salud de la Nación dictó tres resoluciones avanzando sobre los aspectos regulatorios de las técnicas. En una de ellas, la Resolución 616-E/2017, aprobó los textos de los consentimientos informados (CI) ―ratificando lo planteado en los artículos 560 y 561 del Código Civil y Comercial― para los tratamientos de reproducción humana asistida en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero no especificó qué hacer con los embriones criopreservados. Ante esta ausencia, debe considerarse el artículo 4 de dicha resolución que permite incluir en los consentimientos informados (CI) algún otro procedimiento médico que no se haya contemplado, como la donación para investigación biomédica o el descarte. Sin embargo, el problema de qué hacer con los embriones remanentes criopreservados continúa y se ve agudizado por una vacancia legislativa que limita las libertades reproductivas de pacientes y usuarios y genera incertidumbres en los profesionales de la salud reproductiva. Esta ausencia conduce, muchas veces, a que el proceder “dependa de las reglas y principios éticos que sigue cada establecimiento de salud y la decisión personal de cada usuario (Herrera y Lamm, 2013: 5).
Esta problemática aparece también en otros países de la región como Chile (Beca et. al., 2014). Si bien los centros agrupados bajo la Red Latinoamericana de Reproducción Asistida (RedLARA) adhieren al marco consensuado por la comunidad médica internacional (Espada Mallorquín, 2017), no están exentos de las incertidumbres que pueden aparecer en la práctica con embriones in vitro.
Desde el panorama del derecho comparado europeo, las legislaciones más permisivas priorizan los derechos reproductivos de la mujer o pareja, como, por ejemplo, la reglamentación del Acta de Embriología y Fertilización Humana del Reino Unido[7]; la ley 14/2006 sobre técnicas de reproducción humana asistida del 26 de mayo de 2006 de España ―pionera y modelo de las normativas argentinas sobre filiación por técnicas de reproducción humana asistida―, la cual establece en el artículo 11 que los embriones criopreservados pueden ser transferidos dentro del mismo proyecto parental, pueden ser donados a otras personas o para investigación biomédica o pueden ser descartados; la ley relativa a la procreación médicamente asistida y al destino de embriones supernumerarios y gametos del 6 de julio de 2007 de Bélgica[8]; y la ley N° 2004-800 relative à la bioetique del 6 de agosto de 2004 de Francia (Lecaros, 2012).
Este tipo de ordenamiento jurídico más permisivo, si bien observa particularidades dependiendo del país de aplicación, establece que los embriones pueden ser criopreservados, donados para proyectos reproductivos de otras personas, para investigación biomédica o descartados. Existen también legislaciones más restrictivas[9] que priorizan la protección del embrión, como es el caso de Alemania, donde la creación de embriones supernumerarios y la donación de ovocitos y embriones están prohibidas en el Acta de Protección Embrionaria de 1990. (Álvarez Díaz, 2010).
En países como Argentina, Brasil o Chile, que carecen de reglamentaciones específicas, existe una tendencia a revisar los documentos elaborados por las sociedades científicas internacionales: la Sociedad Europea de Medicina Reproductiva (ESHRE) y la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva (ASRM), que se constituyen en interlocutoras para problemáticas semejantes. Por ejemplo, en este caso, en el año 2013 la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva (ASRM 2013) emitió una declaración donde refiere que por el momento, la ley no brinda una directiva clara en torno a cuándo es deseable el descarte de los embriones que se presume “abandonados”;
Una persona o pareja que no ha dejado instrucciones escritas sobre la disposición [de sus embriones], que no ha estado en contacto con el programa por un periodo considerable de tiempo, que no ha entregado información de contacto adecuada, y que no puede ser localizada luego de una serie de intentos razonables por el programa [de fertilidad] y el centro, no podría reclamar al centro una trasgresión ética por disponer de sus embriones abandonados. [La traducción y las itálicas pertenecen a los autores].
Sin embargo, establece también que “en ningún caso los embriones abandonados pueden ser donados a otras parejas o ser utilizados en investigación” (ASRM, 2013).
Estrategias locales para resolver el problema de los embriones abandonados
Durante 2017 se llevó a cabo un relevamiento en noventa profesionales de la salud reproductiva (sesenta mujeres y treinta hombres) con el propósito de explorar las percepciones del embrión criopreservado. Los encuestados y las encuestadas fueron, en su mayoría (77%), médicos y médicas que se desempeñan en el ámbito privado de la salud reproductiva (Lima y Martínez, 2018).
Cuando consultamos[10] acerca de las estrategias que propondrían para resolver el problema de los embriones abandonados, llamativamente, la mitad de los encuestados mencionó la embriodonación voluntaria sin fines de lucro (51%). Propusieron la formulación de un compromiso previo en los consentimientos informados (CI), donde se especifique que, luego de transcurrida una determinada cantidad de años ―variable de 2 a 5 años― sin contacto con los progenitores, los embriones queden a disposición del “Centro de Fertilidad, que decidirá si los mismos son donados o cedidos a investigación.” En esta instancia, los embriones que puedan participar de un programa de embriodonación podrán formar parte de un Registro Nacional de embriones donados. Estos embriones estarían disponibles, en principio, para las personas que requieren la donación de ambos gametos.
El 17% de los encuestados reitera la necesidad de una reglamentación específica capaz de ordenar los destinos de los embriones y la necesidad de incluir todas las opciones ―criopreservación, donación, cesión, descarte― al momento de la firma de los consentimientos informados (CI) al inicio de los tratamientos reproductivos. Mientras que el 13% contestó que el destino de los embriones abandonados debería ser la investigación; un 11% sugirió controlar/limitar la estimulación para evitar el problema a futuro y programar contactos regulares con las personas o parejas que tienen embriones criopreservados para ratificar la voluntad de sus decisiones; un 8%, por su parte, elige el descarte al no tener el consentimiento expreso de los progenitores.
Consideraciones finales
Los desarrollos científico-tecnológicos generan nuevas preguntas. En este caso, los embriones sobrantes son, al decir de Franklin (2001) “nuevas biologías” que expanden el universo referencial, interrogando las categorías con que definimos las cosas del mundo —lo vivo, lo muerto, lo animado, lo inanimado―. El carácter del embrión como “objeto extra corpóreo” (Kletnicki, 2020) lo posiciona equidistante tanto del hombre como de la mujer que lo concibió, y, por lo tanto, lo vuelve objeto de diversas manipulaciones y disputas.
El tránsito por el dispositivo de la medicina reproductiva hace que las decisiones estén afectadas por diferentes lógicas. La posibilidad de efectuar un cálculo que le permita al técnico especialista informar las chances de éxito o fracaso, en función de la cantidad y calidad de los embriones formados, nos posiciona frente a una “lógica de las probabilidades” como fundamento de las decisiones.
Esta información suele traducirse como: a mayor cantidad de embriones criopreservados, mayor probabilidad de lograr el embarazo. Es decir, al comienzo del ciclo, los embriones excedentes son producidos y percibidos como una “garantía”. Los resultados de las investigaciones demuestran que, al comienzo del ciclo, la mayoría de las personas eligen criopreservar sus embriones para intentos futuros (Lima, Branzini & Lancuba, 2019).
La toma de las decisiones sobre los embriones criopreservados excedentes es un asunto crítico. La decisión está atravesada por la perspectiva técnica y médica (la relación médico-paciente), por el devenir de los tratamientos reproductivos, por la edad de los usuarios y sus intenciones reproductivas. Algunas variables, como la presencia o ausencia de hijos, el nacimiento de los hijos y el paso del tiempo, son significativas para evaluar los cursos de acción posibles ante usuarios que tienen embriones criopreservados.
Se constatan altos montos de ansiedad e incertidumbre con respecto a qué hacer con los embriones excedentes. Sin embargo, contrariamente a lo esperado, la ausencia de una normativa específica que ordene la práctica no es un factor que los usuarios de TRHA consideren relevante para tomar una decisión (Lima, Branzini & Lancuba, 2019). La imposibilidad de lograr un “cierre” del proyecto reproductivo, principalmente motivado por factores emocionales y/o familiares/conyugales, genera que muchas personas decidan desvincularse o perder el contacto con el centro de fertilidad.
Ante la incertidumbre legal, el apremio económico para mantener la criopreservación, y la dificultad que supone pensar otras opciones posibles, como la donación para tratamientos reproductivos de otras personas, los usuarios prefieren “olvidarse” de sus embriones y que el centro los trate como “abandonados”. En este sentido, la instancia de la firma de los consentimientos informados (CI) puede convertirse en la ocasión para implicar subjetivamente a los pacientes en decisiones que al momento del inicio de los tratamientos se perciben como anticipadas o inciertas pero sobre las que será necesario volver.
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- La vitrificación o congelamiento rápido es una técnica que permite convertir el estado líquido en sólido muy rápidamente utilizando nitrógeno líquido a -198°. Es una técnica que ofrece grandes ventajas al congelamiento lento, al permitir conservar gametos y embriones en muy buenas condiciones. Estos avances técnicos han posibilitado disminuir la cantidad de embriones a ser transferidos por ciclo, logrando altas probabilidades de implantación. En la actualidad la vitrificación es la técnica más extendida en el mundo. En Argentina comenzó a emplearse entre 2008 y 2009 y, hoy en día, todos los centros de reproducción la usan para criopreservar embriones tempranos, blastocistos y ovocitos.↵
- Durante 2017 la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (SAMeR) abordó “la problemática de los embriones abandonados” en su segunda reunión científica, intentando dar respuesta a los siguientes interrogantes: 1) cuándo se considera que el embrión ha sido abandonado (a partir de qué momento, luego de cuáles acciones de los Centros), 2) cómo disminuir el número de embriones abandonados y 3) qué hacer con los embriones que se encuentran en esta situación.↵
- La mejora de las hormonas empleadas para la estimulación ovárica ha generado una mejor calidad de los ovocitos recuperados, a partir de los cuales se desarrollarán embriones de mejor calidad.↵
- En abril de 2017 la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (SAMeR) realizó una encuesta a cincuenta y siete centros de fertilidad, de los cuales cuarenta y seis respondieron. Se contabilizó un total de 126 termos con 54.432 embriones criopreservados en clínicas y centros reproductivos de la Argentina. El 39,8% de los embriones están criopreservados antes del año 2008, cuando se realizaba congelamiento lento, técnica que arroja tasas de éxito mucho menores a la vitrificación, es decir que las probabilidades de sobrevida en ese grupo es muy baja. Además, muchos de ellos se encuentran en estado de “abandono”, es decir que se ha perdido o discontinuado el contacto con los progenitores, algunos hace más de 20 años.↵
- El artículo 2 de la Ley 26.862 (2013) permite la donación de embriones para fines reproductivos, por lo tanto esta opción se agrega a la posibilidad de criopreservar o transferir los embriones. ARTÍCULO 2° — Definición. A los efectos de la presente ley, se entiende por reproducción médicamente asistida a los procedimientos y técnicas realizados con asistencia médica para la consecución de un embarazo. Quedan comprendidas las técnicas de baja y alta complejidad, que incluyan o no la donación de gametos y/o embriones.↵
- Si bien se han presentado varios proyectos, el más reciente tiene fecha del 05/04/2019. Recuperado de: shorturl.at/aGW37↵
- The Human Fertilisation and Embryology Act 1990. Última revisión 2008.↵
- Loi relative à la procréation medicalement assistée et à la destination des embriones surnuméraires et des gametes.↵
- Como la ley de protección de embriones (Embryonenschutzgesetz [ESchG]) del 13 de diciembre de 1990 de Alemania; la ley de medicina de la reproducción (Fortpflanzungsmedizingesetz [FMedG]) del 4 de junio de 1992 de Austria; la ley federal sobre procreación médicamente asistida (Loi sur la procréation medicalement assistée [LPMA]) del 18 de diciembre de 1998 de Suiza; y ley N° 40 (Norme in materia di procreazione medicalmente asistita) del 19 de febrero de 2004 de Italia. (Lecaros, 2012).↵
- Se formuló la siguiente pregunta abierta y se categorizaron las respuestas. “Debido a la ausencia de una ley especial que reglamente el destino de los embriones sobrantes, la mejora en las técnicas de cultivo y preservación, y la dificultad de los pacientes y usuarios en tomar una decisión respecto de sus embriones criopreservados, existen en Argentina muchos embriones en estado de “abandono”, es decir se ha discontinuado el contacto entre el Centro de Fertilidad y los progenitores. ¿Qué estrategia propone para resolver este problema?”↵