(Re)pensando la práctica del Trabajo Social en la ‘maternidad’ de un Hospital General de Agudos del Conurbano Bonaerense
Andrea Grisel Landeira Pieroni
Introducción
El presente capítulo se propone reflexionar en torno a las prácticas profesionales desarrolladas en el campo de la salud, más precisamente en el Segundo Nivel de Atención. Estas reflexiones surgen de la práctica concreta desarrollada como Residente de Trabajo Social en un Hospital General de Agudos del Conurbano Bonaerense (Región Sanitaria VI). La inserción en la sala de Servicio Social de este efector de salud se realizó en el marco de una rotación curricular del Programa de Residencias Integradas Multidisciplinarias (PRIM) del Partido de Lanús, de la Provincia de Buenos Aires.
Las Residencias como programa de capacitación en servicio, proponen espacios de formación asistencial y académica, los cuales deberían relacionarse en cuanto a contenidos, así como promoviendo el intercambio y la reflexión continua en torno a los contextos de inserción laboral y las prácticas profesionales. Sin embargo, estas instancias se encuentran limitadas en algunos espacios asistenciales, donde se muestran constreñidas por los contextos y medios de trabajo (políticas sociales) precarios, en condiciones laborales del mismo tipo (Castrogiovanni, et al., 2016).
De esta forma, los interrogantes en torno a la práctica cotidiana se vuelven una constante en el ámbito académico, mientras se “extinguen” en el ámbito asistencial. No preguntarnos sobre los fundamentos de nuestra práctica genera una posición de mera razón instrumental, la que, ciertamente, se encuentra al servicio de otra razón principal o sustantiva (positivista), pero que no se pone de manifiesto (políticas sociales, estructura hospitalaria, entre otras), quedando la misma oculta en los hallazgos inmediatos, colonizada por el sentido común (Montaño, 2017).
Este trabajo surge con la intención de reflexionar en torno a esta cotidianeidad, a nuestros escenarios de intervención. El objetivo principal es indagar sobre los fundamentos teóricos-ideológicos de las prácticas cotidianas del Trabajo Social en salud, en base a la experiencia señalada. En este punto, analizar el concepto de riesgo será la punta de lanza que abrirá paso a una reflexión más amplia sobre lógicas de trabajo que trascienden, a la vez que integran, a las prácticas del Trabajo Social en salud.
Para la elaboración de este escrito se realizaron, entre octubre de 2017 y enero de 2018, observaciones participantes de la cotidianeidad del trabajo en el Hospital General de Agudos, específicamente desde la sala de Servicio Social, poniendo foco en las intervenciones sociales en el sector de “maternidad”. A su vez, se registraron en el cuaderno de campo las entrevistas realizadas a las personas posparto o poscesárea, así como los intercambios con otros agentes de salud. En el período mencionado se efectuaron un total de sesenta entrevistas a personas con capacidad de gestar.
Desde un enfoque cualitativo, se efectuó una sistematización del material empírico para luego proceder a su análisis a partir de material teórico. Este análisis sirve como insumo fundamental para repensar la práctica del Trabajo Social en el campo de la salud en general y en el ámbito hospitalario en particular. Vale aclarar que se mantuvieron los recaudos éticos de reserva de la identidad de las personas que fueron entrevistadas.
Las disciplinas que intervienen en el sector de “maternidad” son Pediatría, Tocoginecología, Obstetricia y Trabajo Social. Se establece una lógica de trabajo que asume cada profesión por separado, de forma aislada en su encuentro con la puérpera o persona con capacidad de gestar y le recién nacide[1], pero que persigue una finalidad compartida: la detección de “factores de riesgo”. La intervención social se centra en la realización de un relevamiento sistemático de datos a partir de entrevistas semi-estructuradas a todas las puérperas o personas con capacidad de gestar. Estas indagaciones particulares se van a utilizar como fuente para la elaboración de una evaluación específica de las situaciones, siendo finalmente clasificadas según su nivel de riesgo social.
La palabra “riesgo” se encuentra presente en las evaluaciones, las historias clínicas y los informes sociales. Integra las discusiones sobre alternativas de acción y, en definitiva, estructura las intervenciones profesionales. Ahora bien, ¿qué es el riesgo? ¿Por qué afirmamos que existe un tipo de riesgo que es de nuestra competencia o incumbencia y lo denominamos riesgo social? Estas preguntas abren el juego, ponen sobre la mesa los elementos que integran la “cotidianeidad de la intervención”.
La propuesta es, entonces, poner el “riesgo en cuestión”. Analizar a partir de aportes teóricos de la perspectiva genealógica del pensamiento los orígenes del término. No para detenernos en su etimología, sino para dilucidar su carácter histórico y su funcionalidad discursiva: concretamente los efectos simbólicos y materiales que produce. Esta revisión teórica servirá de puntapié inicial para realizar una lectura crítica de la intervención acontecida en el espacio de rotación antes mencionado.
Se vuelve menester analizar las mismas en su contexto, en el entramado socio-institucional, estructural y coyuntural, en el cual acontecen puesto que se encuentran atravesadas y configuradas por lógicas de saber-poder[2], de las cuales la profesión no puede entenderse ajena. A sabiendas de que las funciones asignadas históricamente al Trabajo Social están enmarcadas en el control y disciplinamiento social, así como la administración de la pobreza, la reflexión crítica sobre la práctica profesional se vuelve una aliada si pretendemos no reproducir la “identidad atribuida” al Trabajo Social (Martinelli, 1997).
Luego del análisis teórico sobre la noción de riesgo se detallan, de forma descriptiva y analítica, las implicancias del trabajo realizado en el sector de “maternidad”. Posteriormente, se presentan ideas alternativas que sugieren intersticios posibles para una práctica profesional distinta.
Para pensar esto último, se traen al debate sobre la intervención en salud y sus fundamentos planteos de la perspectiva crítica en salud que discute con el enfoque de “factores de riesgo”. Sus aportes y propuestas político-epistemológicas son esenciales para pensar otro tipo de intervenciones posibles con relación a los procesos de salud-enfermedad-atención-cuidado (s-e-a-c) en general, y dentro de la profesión, en particular.
El riesgo desde la perspectiva genealógica
Según su contexto de enunciación, el término riesgo adquiere diferentes significados. Este concepto es utilizado en diversos ámbitos académicos, asociado especialmente a los estudios que comprenden, entre sus herramientas, técnicas estadísticas y cálculos, pero también es un vocablo de uso frecuente en el habla cotidiana, como parte del lenguaje coloquial. Algunas de sus posibles acepciones podrían ser: riesgo como peligro o amenaza, riesgo como conducta o actividad que puede ocasionar algún daño y, por último, la que retomaremos en este análisis, el riesgo como probabilidad de que algún acontecimiento ―generalmente adverso― suceda (Sepulveda Galeas, 2011).
Riesgo es, entonces, una palabra de uso común, aparentemente inocua. En el trabajo profesional realizado en “maternidad”, la existencia o no de riesgo social es lo que tiene peso en las evoluciones que realizamos en las historias clínicas de les recién nacides. Por ende, esta idea guía la intervención: desde la confección de los instrumentos de recolección de los datos, hasta el análisis situacional y la evaluación final de las situaciones. Es una noción institucionalizada y, por ende, incuestionada.
Siguiendo el análisis de Mauricio Sepulveda Galeas (2011), se puede señalar que estas características discursivas del riesgo le confieren una cierta opacidad, por la cual se lo suele concebir como un concepto ahistórico y despolitizado. Como vemos en el ámbito hospitalario, y en algunas investigaciones académicas en salud, se conforma en torno al riesgo un universo semántico que queda “cerrado a cualquier clase de interpelación, ya sea desde el punto de vista de sus contenidos y significados como de sus implicaciones” (Lupton, 1993; citado en Sepulveda Galeas, 2011: 105).
Develar el acontecer histórico del término es menester para comprender las implicancias últimas de nuestras intervenciones en los procesos de s-e-a-c. Para esto, es propicio conocer el análisis que realizan diversos teóricos de la perspectiva genealógica al respecto. Desde esta postura, se entiende a la noción de riesgo, y a la terminología asociada al mismo, como parte de un entramado de saber-poder: “Desde una perspectiva político-epistemológica, el riesgo, no solo será una manera moderna de considerar el peligro, atribuyéndole una probabilidad en un contexto de incertidumbre, sino que además constituye un dispositivo de gobierno inscrito en la gramática del biopoder” (Lupton, 1993; citado en Sepulveda Galeas, 2011).
El concepto de riesgo cobra preponderancia a partir del siglo XIX, siendo parte de discursos académicos y políticos que erosionaron la gestión de riesgos-peligros desde una empresa colectiva[3] para recodificar el tratamiento de los problemas, que deberá erigirse como una estrategia individual. Como señala Eugenia Bianchi (2012), siguiendo los aportes de Nikolas Rose, “los individuos deben hacerse crecientemente responsables por el management de su propio destino y el de su familia, a través del cálculo de las consecuencias futuras de los actos presentes” (Rose, 1996; citado en Bianchi, 2012).
Otro aporte en esta misma línea se puede encontrar a través de la lectura de diferentes exponentes de la corriente crítica. Almeida Filho et al. (2009), referentes de la corriente de la Salud Colectiva, hacen alusión a la categoría foucaultiana de gubernamentalidad como herramienta teórica para comprender “el predominio de la noción de riesgo en el imaginario contemporáneo”. Este concepto, como expresión de la “yuxtaposición de gobierno con mentalidad… sugiere la capacidad del individuo autónomo de autorregularse y cómo esto se vincula a las dimensiones políticas y económicas de explotación” (Almeida Filho et al., 2009).
De esta manera, la explotación capitalista en la era del neoliberalismo sostiene estrategias “económicas” de control social, basadas en la responsabilización y la culpabilización (Sepulveda Galeas, 2011) de les sujetes de sus propios riesgos ―como portadores de factores que propician la ocurrencia de diversos peligros-daños― en tanto, deben atender al futuro como si este fuera presente, anticipando la consecuencia de sus actos (Rose, 1996; citado en Bianchi, 2012). Este tipo de estrategias orientadas al consenso y la legitimación social se combinan con otras de lisa y llana represión física. Por un lado, entonces, se implementa la “modulación, relajación de la mirada vigilante y controles soft, diet o bajas calorías para los sujetos in, por una parte, y creciente brutalidad y reforzamiento de la exclusión para los sujetos out, custodia prolongada y fuera de juego, por otra parte.” (De Marinis, 1998: 34).
Para pensar los servicios de salud en este contexto, y en especial en el Hospital, que es la institución que nos convoca, los aportes de Gilles Deleuze (2006) son sustanciales. Este autor hace referencia a una “nueva medicina ‘sin médicos ni enfermos’ que localiza enfermos potenciales y grupos de riesgo, y que en absoluto indica un progreso en la individuación como a menudo se dice, sino que sustituye el cuerpo individual o numérico por una materia ‘dividual’ cifrada que es preciso controlar.”[4]
Los factores de riesgo”que buscamos detectar a través de las entrevistas sociales que realizamos, son esos “compartimientos dividuales” en los que se fragmenta le sujete de la intervención: problemáticas habitacionales, educativas, socio-laborales, de salud, etc. Esta fragmentación de le sujete y de las situaciones problemáticas[5] que los atraviesan[6], es la contracara de la igualación (formal) de les individues por medio de la construcción analítica de regularidades, las cuales les convierten en una masa indiferenciada, en la que se diluyen los conflictos de clase. La igualación de les individues como portadores de riesgos anula, en términos discursivos, el conflicto capital-trabajo[7].
En esta línea, vemos un continuo entre la intervención en salud basada en el “enfoque de factores de riesgo” y las formas que utiliza el Estado para enfrentar la cuestión social[8]: nos referimos centralmente a las “políticas sociales [que] buscan brindar legitimidad a la organización burocrático-administrativa del Estado burgués y contribuir a la construcción de hegemonía de la clase dominante” (Matusevicius, 2017: 281).
Las políticas sociales, suelen encargarse de los denominados “problemas sociales”’ que, como expone Cavallieri (2008), son representaciones analíticas que se corresponden con una lógica de “fragmentación y sectorización de lo social, donde es posible distinguir y separar un problema de otro, sin que altere sustancialmente la situación en la que se originan y suceden.” (Cavallieri, 2008: 39). Como venimos señalando, esta postura anula la posibilidad de interpretarlos como manifestaciones de la cuestión social. Resulta más apropiado entonces, hablar de “situaciones problemáticas” (Cavallieri, 2008) y, de esta forma, poder analizar las situaciones que abordamos en los servicios de salud desde una perspectiva que reconoce:
…lo particular… [que] representa la mediación concreta entre los hombres singulares y la sociedad; la particularidad de la vida humana está compuesta de la singularidad de los hechos irrepetibles y saturada de universalidad, que es la legalidad que articula e impulsa la totalidad (Cavallieri, 2008).
A continuación se profundizará este análisis de forma más pormenorizada, dando cuenta de las implicancias cotidianas del enfoque de factores de riesgo en Trabajo Social. Posteriormente se cuestionarán los métodos y estrategias de intervención asentados en este enfoque, que obturan el análisis de las situaciones problemáticas de les sujetes, con aportes teóricos que nos darán herramientas para pensar posibles alternativas de acción en las intersecciones entre lo individual/social/institucional.
Sobre el riesgo social. Caracterización de la intervención social en “maternidad”
El trabajo realizado en la rotación por el sector de “maternidad” tiene algunas características que es preciso mencionar para, posteriormente, hacer un análisis más minucioso de las prácticas ancladas en el “enfoque de factores de riesgo”. En primera instancia, observamos cómo las disciplinas médicas y sociales, obtienen por medio del marco común que les confiere este enfoque, un lenguaje compartido desde el cual se construyen acuerdos y entendimientos mutuos.
La intervención social en los hospitales, y en especial en las “maternidades”, como tarea específica de agentes de propaganda sobre higiene médica, social y moral, tiene vieja data en nuestro país[9]. Se puede relacionar su incorporación en el ámbito hospitalario con las características requeridas desde la lógica de “gestión del riesgo”, que necesita nuevas formas de diagnóstico, quedando insuficientes los datos que se obtienen a través del análisis biomédico. El rol médico pierde su preeminencia o, al menos, su primacía en cuanto al análisis último y final de las situaciones.
[Este es el correlato] del reemplazo del “sujeto” por la “combinatoria de factores de riesgo”, y de la relación cara a cara entre paciente y médico por la construcción de un flujo de información […] El diagnóstico [ahora] incluye, además, una variedad de otros asuntos como el historial de empleos, la vida familiar, técnicas de manejo del estrés, capacidad de compra y manejo del dinero, así como también información sobre la conducta pasada y el comportamiento peligroso (Bianchi, 2012: 92).
De esta forma, en el sector de “maternidad”, se encuentra establecido que para el egreso de las puérperas y/o personas con capacidad de gestar y les niñes recién nacides, se necesita un “alta conjunta”. ¿A qué nos referimos? A dos tipos de altas, que evalúan factores de riesgo específicos y se suman para dar un veredicto. Estas son realizadas por personal médico de las especialidades de Tocoginecología y Pediatría, por un lado, y por personal del Servicio Social, por el otro.
Para la detección de factores de riesgo sociales, desde el Servicio Social se ha confeccionado un instrumento de recolección de datos que consiste en una entrevista semi-estructurada, la cual incluye los siguientes ejes desde los cuales se indaga a la mujer o persona con capacidad de gestar: datos personales, datos del grupo conviviente, redes vinculares, situaciones de violencia que pudieron atravesarle (presentes o pasadas), situación actual de salud (se incluye un apartado especial para detectar situaciones de consumo) y condiciones habitacionales.
La siguiente cita hace una descripción detallada de los procesos metodológicos y operativos que se plasman en los actos profesionales concretos, en la intervención singular, desde una lógica de prevención de riesgos:
La detección de un conjunto o de determinados factores de riesgo desencadena una señal. Pero se trata de la existencia probabilística y abstracta de riesgos, no se parte de una situación conflictiva observable por experiencia, sino que se la deduce a partir de una definición general de los peligros que se busca prevenir. Las estrategias preventivas promueven nuevas modalidades de vigilancia, asentadas en la detección sistemática, para anticipar e impedir la emergencia de un suceso no deseable (sea una enfermedad, una anomalía o un comportamiento desviado) a la vez que se prescinde de la relación real entre el vigilante y el vigilado (Bianchi, 2012: 90).
Esta cita contiene varios elementos que hacen a la cuestión operativa del enfoque de factores de riesgo. A la vez, menciona efectos concretos, singulares y generales, de este tipo de prácticas operativas sistemáticas. Con el fin de realizar una descripción y un análisis más pormenorizado de la intervención profesional en la “maternidad”, se tomarán como base las características del proceso de detección de riesgos que proporciona este fragmento del artículo de Eugenia Bianchi (2012). Las mismas se enumeran a continuación:
Señal: El Trabajo Social debe detectar riesgos específicos y concluir con una sentencia que determina su evaluación final: la existencia o no de riesgo social. En las Historias Clínicas de les recién nacides se asienta el nivel de riesgo social detectado. Las opciones establecidas son: sin riesgo, mediano riesgo o alto riesgo. Cada una de estas señales produce efectos diferentes. Los mismos pueden ser esbozados brevemente de la siguiente forma:
- Alto riesgo: 1) derivación, a través de informes, a instituciones especializadas según las problemáticas sociales detectadas. Esto suele redundar en un formalismo burocrático institucional, puesto que en varias situaciones no se realiza seguimiento por parte del receptor de dicha derivación; 2) orientación y asesoramiento, que son, en un punto, otro tipo de derivación, ya que queda en manos del sujete de la intervención la decisión final en torno a realizar los procedimientos señalados para aminorar el riesgo; 3) seguimiento para evaluar la “disminución” o “neutralización” del factor o factores de riesgo detectados; 4) referencia documentada de la evaluación social, que queda a disposición de futures profesionales intervinientes.
- Mediano riesgo: podrían darse algunas de las operaciones antes señaladas, con menor intensidad y seguimiento, puesto que se suelen considerar como situaciones menos apremiantes. Es decir, el riesgo no es visto como algo cierto e inminente, si no que se pondera más su dimensión de conjetura y probabilidad.
- Nulo riesgo: se plantean cuestiones relacionadas a prevenciones generales de salud de la mujer o persona con capacidad de gestar, se busca poder conversar en torno a algunos aspectos promocionales: “proyecto de vida”, “planificación familiar”, así como puede llegar a darse un espacio para hablar sobre el conocimiento y ejercicio de ciertos derechos, entre otras cuestiones.
Detección sistemática: como dijimos anteriormente, se implementa una entrevista social a todas las puérperas o personas con capacidad de gestar sin distinción, como una estrategia de prevención que se realiza para detectar los riesgos sociales, factores que pueden hacer posible el acontecimiento de sucesos no deseables.
Definición general de los peligros que se busca prevenir: el peligro por prevenir, por excelencia, es la muerte de le recién nacide. En el medio de ese peligro último o final y la supuesta o probable inexistencia de peligros prevenibles, existen otros que se ubican en las mediaciones del binomio naturalizado como “madre-hijo”. Esta relación suele ser entendida como “natural”, en los posicionamientos tanto de la sala de Servicio Social como del resto de las profesiones intervinientes. No interrogar esta relación, sus formas posibles, e indicar de qué forma “debe darse” ―ejerciendo una acción moralizadora―, tiene claramente sus implicancias político-epistemológicas. Brevemente, se puede mencionar que el rol de cuidado y protección se deposita “naturalmente” en la mujer puérpera (y aquí no hay lugar para pensar en otras personas con capacidad de gestar, ni en la identidad de género, ni en nada que se le parezca). Lo que predomina es el “esencialismo sexual”, por el cual se considera que el sexo biológico de la “mujer” determina una suerte de condiciones innatas que le otorgan la capacidad de brindar “amor, cuidado y protección” a les niñes, capacidades supuestamente ausentes en el “hombre” y que determinan la división sexual del trabajo.
Por tanto, desde esta visión “la puérpera” es evaluada en cuanto a sus capacidades para realizar esta tarea a la que está “destinada”. En última instancia, es admisible que no ejerza finalmente ese rol solo si se ubica a otra persona que esté dispuesta a tomarla. Asimismo, se intenta rastrear los “factores positivos” de su contexto ―los que podrían llegar a favorecer el cumplimiento de los cuidados asignados― así como los “factores negativos” ―que podrían oponerse al cumplimiento de los cuidados―.
Prescinde de la relación real entre el vigilante y el vigilado: la relación que se establece entre le profesional en Trabajo Social y la mujer o persona con capacidad de gestar entrevistada cesa en el momento que concluye la entrevista. Al menos si no se detecta una situación que sea considerada de alto riesgo social. Ese episodio, sin embargo, deja una “señal” que, como se mencionó anteriormente, en líneas generales, funciona como un código que podrá ser interpretado por futuros profesionales intervinientes y que podría desencadenar medidas de control en torno a los riesgos detectados. Es interesante pensar cómo este mecanismo se asocia a la noción de control “al aire libre”:
Paul Virilio ha analizado continuamente las formas ultrarrápidas que adopta el control “al aire libre” y que reemplazan a las antiguas disciplinas que actuaban en el periodo de los sistemas cerrados. […] Así, por ejemplo, en la crisis del hospital como medio de encierro, es posible que la sectorialización, los hospitales de día o la asistencia domiciliaria hayan supuesto en un principio nuevas libertades; no obstante, participan igualmente de mecanismos de control que no tienen nada que envidiar a los más terribles encierros (Deleuze, 2006: 2).
En esta línea, es interesante pensar en qué medida una señal como la de nulo, mediano o alto riesgo puede producir efectos de control social diversos, que se pueden asentar aleatoriamente en diferentes organismos y/o instituciones estatales o paraestatales (ONG, por ejemplo) especializadas en la “resolución” de determinadas “problemáticas sociales”, las cuales tienen una corresponsabilidad relativa entre ellas, y entre ellas y le sujete de la intervención[10]. La forma en que se enlazan las señales y las responsabilidades (las medidas adoptadas, los tiempos para la intervención, etc.) depende de factores coyunturales, pero es estructural la laxitud del lazo social que posibilita, en un amplio margen, la culpabilización de les sujetes por los factores de riesgo que les atraviesan y les constituyen.
Los procesos metodológicos y operativos que recién se describieron y analizaron tienen una conexión directa con preceptos políticos y epistemológicos que, en definitiva, consolidan el status quo. El análisis de las situaciones a partir de los factores de riesgo detectados corre el foco de las conexiones existentes entre lo singular-particular-general, dificultando el acceso a los procesos estructurantes de las situaciones, sin poder dar cuenta de la particularidad, de las interrelaciones entre lo singular y lo universal.
Para concluir estas reflexiones parece pertinente sumar al debate la corriente crítica del pensamiento en salud, la cual permitirán abrir algunas líneas para interrogarnos y construir alternativas de intervención posibles.
¿Qué (des)cuidamos mientras detectamos riesgos?
Desde la corriente de pensamiento Latinoamericana de la Salud Colectiva, el epidemiólogo Jaime Breilh (2011) expone una distinción muy importante entre la “determinación social” y los denominados “determinantes sociales” de la salud. Esta diferencia es crucial para el análisis que se viene desarrollando, puesto que la concepción de “determinantes sociales” es la adoptada por la Comisión de la Organización Mundial de la Salud y un intento por incluir cuestiones del contexto y variables sociales al análisis de indicadores de salud. Como se desprende de lo anterior, esta modalidad se reproduce al interior de la práctica hospitalaria.
Según Breilh (2011) señala, el enfoque de “determinantes sociales” de la salud hace propias categorías de la teoría crítica en salud (Salud Colectiva) y las coopta dentro de un esquema de pensamiento que actualiza el causalismo, de esta forma buscan “las causas de las causas” de las problemáticas de salud de les individues. Es decir, se produce una asimilación funcionalista de estos conceptos y se los resignifica para que cuadren en un modelo que comprende la realidad como un mundo de conexiones constantes (causales).
Entonces, este enfoque que pretende ser integral, al sumar los “determinantes sociales” de la salud en su análisis, en realidad opera focalizando en fragmentos de la realidad (variables). La interpretación probabilística (tendencial) reifíca los procesos de la realidad en factores de riesgo. Si bien incorpora al análisis procesos contextuales y de inequidades socio-económicas, lo hace para identificar factores y actuar sobre ellos, dejando de lado la subsunción de los mismos a procesos estructurales, los cuales permanecen inalterables y son reproducidos con esta lógica (Breilh, 2011)
Como vemos, la concepción de “determinantes sociales” está emparentada con la de factores de riesgo en salud y se corresponde a la lógica de formulación e implementación de las políticas públicas. Subyace a todas estas la racionalidad positivista (Montaño, 2017), que se reedita en el neoliberalismo, y en nuestro contexto nacional busca consolidarse a través de la implementación de la Cobertura Universal de Salud[11] (CUS) ―DNU N° 908/2006―, la cual se asienta en los términos de gerencia y eficientismo, en la conversión de los derechos adquiridos en mercancías ―coberturas, seguros de salud―, la focalización de las acciones sociales, la monopolización, privatización y mercantilización de la oferta de bienes y servicios en salud.
El autor postula, en contraposición ―y se podría responder con sus planteos a la pregunta del subtítulo―, que lo que descuidamos, mientras detectamos riesgos, es la dimensión general de la realidad, es decir, omitimos en el análisis de las situaciones los procesos de “determinación” histórico-estructurales. En concreto, comprender que la estructuración de las condiciones de vida se desarrollan a partir de las relaciones de poder asimétricas que se sostienen a través de la matriz clase-género-etnia, las que determinan los procesos de s-e-a-c. Esto implica comprender la realidad como una totalidad compleja en constante movimiento, pudiendo acceder a su conocimiento a partir de la distinción de las dimensiones general, particular y singular.
De esta forma, para pensar lo cotidiano, singular, que es el plano en el cual acontecen nuestras prácticas profesionales, es necesario establecer relaciones con el dominio de lo particular: de los modos de vivir, que implican exposición y vulnerabilidad, así como de protección y resistencia. La “determinación” social de la salud implica una subsunción de lo biológico a lo social.
Reflexiones sin fin… (vamos a correr ese riesgo)
En este ensayo se buscó desentrañar algunas cuestiones relacionadas a la genealogía de la gestión de riesgos. Se abordó cómo el surgimiento de este dispositivo de gobierno pretende, en resumidas cuentas, que se enfrenten los riesgos y peligros socialmente construidos a partir de estrategias individuales. Las instituciones y autoridades reproducen discursos y prácticas en las cuales, constantemente, se interpela a les sujetes para que atiendan “al futuro como si este fuera presente, anticipando la consecuencia de sus actos” (Rose, 1996; citado en Bianchi, 2012).
Las modulaciones operadas para generar estas subjetividades se reproducen a través de mecanismos de control social, de los cuales el Trabajo Social, como disciplina especializada, forma parte. Deberíamos tomar postura como colectivo profesional, como trabajadores y trabajadoras asalariadas, de los fundamentos ético-políticos que guían nuestro accionar: ¿intervenimos sobre “problemas sociales” o sobre “situaciones problemáticas”?, ¿qué perspectiva de salud defendemos?
Si comprendemos a la salud de forma integral, más que como una sumatoria de partes, como la forma en la que varias aristas de la realidad se interconectan en una totalidad compleja y en constante movimiento, diremos, junto con Breilh (2010), que es necesario emprender una “práctica integral de la transformación estructural ligada a la lucha de los movimientos sociales, no la transformación de riesgos aislados o factores determinantes, ligada a las preocupaciones de la burocracia internacional.”
Sin embargo, vale cuestionar: ¿de qué forma se puede encauzar una práctica de transformación en la institución hospitalaria?, ¿puede pensarse y armarse sin interpelar al resto de las profesiones de la salud? La lógica de factores de riesgo, o, más aggiornadamente, “determinantes sociales” de la salud, es lenguaje común de las disciplinas que realizan intervenciones en “maternidad”. Desde esa base se podrían pensar prácticas interdisciplinarias y evitar los mecanismos de sumatoria de saberes, múltiples entrevistas y sobre-intervención de las personas entrevistadas, pero la interdisciplina en sí misma ¿garantiza la integralidad de los abordajes?, ¿es una instancia necesaria para pensar posteriormente prácticas superadoras en salud?
Cuestionar nuestra intervención parece un buen punto de partida para generar movimiento, corrimiento. El ejercicio de desnaturalizar y problematizar nuestra cotidianeidad profesional se torna una tarea insoslayable. La dificultan diariamente las condiciones precarias de contratación y las condiciones laborales que nos atraviesan. En este punto, como señala Montaño (2017), desarrollar una “visión crítica” puede ser una herramienta de análisis y horizonte de acción de les profesionales, aunque no suficiente para una realizar una “acción transformadora”. Lo que nos posibilitará es generar un telos profesional que oriente nuestra autonomía relativa a generar procesos disidentes, contrahegemónicos, que resten control social a nuestras prácticas y contribuyan a un horizonte de consecución real de los derechos.
Bibliografía
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- Se utiliza la letra “e” como alternativa a otras letras (a, o, x) o símbolos (@, *) que se han empleado a la fecha para generar un lenguaje más inclusivo, entendiendo que el uso de la “e” sirve para señalar género neutro. Se toma postura por esta opción porque posibilita una manera de hablar (y no solo de escribir) de forma inclusiva, sin caer en el binarismo de género (masculino-femenino). Por otro lado, vale aclarar que, en esta misma línea, se incluye la mención de “persona con capacidad de gestar” para no dar por sentado que todas las personas que dan a luz se asumen como “puérperas”, puesto que pueden no identificarse con el género femenino (o quizás con ningún género).↵
- “Foucault se ocupa de la relación saber-poder: ningún saber se forma sin un sistema de comunicación, de registros, de acumulación, que es una forma de poder vinculada con otras formas de poder, y, por otra parte, ningún poder funciona sin apropiarse de formas de saber” (Castro, 2014: 429). Continúa el autor citando al propio Foucault: “A este nivel, no está el conocimiento de un lado y la sociedad de otro, o la ciencia y el Estado, sino las formas fundamentales del ‘saber-poder’” (Foucault, 1994: 389-390 citado en Castro, 2014: 429)↵
- “Los sistemas de protección colectiva se cimentaron sobre la base del Estado y de la homogeneidad de las categorías socio-profesionales. Estas dos instancias inician su desarticulación en el siglo XX, mediando los ‘70, como parte de los denominados procesos de globalización. Esta situación, que supuso un debilitamiento de los sistemas de seguridad clásicos, no implicó, empero, la desaparición de los riesgos clásicos” (Bianchi, 2012: 86).↵
- En esta misma línea realiza su análisis Bianchi (2012), siguiendo los aportes de Rose, hace referencia al desplazamiento de la medicina desde la problemática de la enfermedad hacia la del “riesgo”, y como este desplazamiento inaugura para los expertos un nuevo rol, consistente en “identificar, registrar y evaluar factores de riesgo para predecir patologías futuras y tomar acciones para prevenirlas” (Rose, 1998: 94 citado en Bianchi, 2012: 91).↵
- El término “situaciones problemáticas” se contrapone al de “problemas sociales” como alternativa conceptual para pensar los objetos-sujetos complejos de intervención del Trabajo Social. Se expondrán más adelante en el texto las posturas que sostienen una u otra definición.↵
- Las nuevas lógicas de gestión del riesgo “fragmentan el espacio del bienestar social en una multiplicidad de compartimentos, zonas y pliegues de riesgo, ‘cada uno de los cuales está compuesto por un vínculo entre actividades actuales específicas y conductas, y las probabilidades generales de sus consecuencias’ (Rose, 1996b: 343 citado en Bianchi, 2012: 88).↵
- Como señala Sepulveda Galeas (2011): “extremando esta línea argumental Beck llegará a la controversial conclusión “que las sociedades del riesgo no son sociedades de clases; sus situaciones de peligro no se pueden pensar como situaciones de clases, ni sus conflictos como conflictos de clases” (Beck, 1998:42; citado en Sepulveda Galeas, 2011: 117).↵
- Parra (1999) entiende a la cuestión social como la “manifestación de las desigualdades y antagonismos políticos, económicos y culturales anclada en las contradicciones propias del desarrollo capitalista y poniendo en jaque el poder hegemónico de la burguesía, atentando contra el orden social establecido … [y que] generó múltiples estrategias del poder instituido para enfrentarla, callarla, naturalizarla, disminuirla o incorporarla” (Parra, 1999: 81).↵
- Menciona Andrea Oliva (2007) al respecto que: “Las dependencias con financiamiento público denominadas Servicios Sociales, se crean a fines de las décadas de 1920 […] responde a diversos intereses, tanto a las necesidades del capital como del movimiento obrero, en un momento en el cual se venían instalando ciertas prácticas de asistencia, gestión y educación, y aparecía un sector dispuesto a realizar estas tareas en forma asalariada” (Oliva, 2007: 93).↵
- La palabra “cubrirse”, que aparece con frecuencia en algunos discursos de colegas y otros profesionales, es también muy interesante para retomar y pensar de qué forma se da esa corresponsabilidad. Esta expresión trasluce un temor que rige las acciones, las medidas a tomar. En base a las consecuencias que pueden devenir de lo incierto, del riesgo a que algo ocurra, y la culpabilización por los sucesos negativos que puedan llegar a acontecer en un futuro.↵
- “Durante la presentación del decreto N° 908 que crea el ‘Plan Universal de Salud’ Macri se atrevió a decir que la Argentina no tiene un problema de carencia de recursos humanos en el sector de la salud y tampoco de equipamiento. Pero sí habría un severo problema de organización, en un sistema que definió como “fracturado e inequitativo” y que no dialoga entre los tres sectores principales: sistema público, obras sociales y prepagas (…) Mediante un seguro de salud aquellos que según Macri hoy no acceden al sistema de salud, con este nuevo plan ingresarían y podrían elegir atenderse en instituciones privadas: clínicas, laboratorios bioquímicos, odontólogos, etc. llevando a la definitiva mercantilización de la medicina pública. Buscan que el hospital de “autogestión” compita con las clínicas privadas por las Obras Sociales y por los indigentes que tengan cobertura del seguro, para seguir achicando el ya magro presupuesto de salud” (Porto, 2016).↵