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Asentamiento y trayectorias de los migrantes en España

Analizar el proceso de asentamiento en España de los migrantes argentinos de las distintas fracciones de las clases medias desde el enfoque bourdieusiano supone, en cierto sentido, realizar un salto mortal sociológico, dado que se trata de dos espacios sociales (el argentino y el español), cada uno de los cuales representa una configuración sociohistórica y estructural particular, correspondiente a sendos procesos de modernización realizados en distintos ritmos. La particularidad histórica de cada uno de estos campos de las clases sociales debe considerarse para analizar cómo los migrantes de las clases medias argentinas se posicionan en el espacio social de destino. Esta cuestión redimensiona la eficacia de los distintos capitales de las fracciones de las clases medias en España, capitales que funcionaban en la producción de valor en el espacio social de origen, garantizando unos posicionamientos de clase en algunos momentos de las trayectorias. Los agentes deben hacer valer estos capitales en el nuevo contexto, puesto que al migrar se produce una especie de suspensión práctica de su valor. Aunque en muchos casos los capitales de los agentes ya habían perdido valor en origen, por procesos de devaluación (de títulos y de monedas), además del desgaste de los posicionamientos. Los capitales económico y cultural se validarán en los diferentes campos específicos en que éstos son eficientes. El capital económico, por ejemplo, en el terreno de la pequeña empresa o emprendimientos autónomos, para los que se ha de contar, además, con unas disposiciones específicas. El capital cultural, en cambio, más dependiente de un reconocimiento institucional, requiere de mecanismos de validación más complejos (homologación de titulaciones). También se suspende el capital social, comúnmente analizado como redes[1] (Baranger, 2004), que colabora en definir los lugares donde se asentarán los migrantes y las posibles inserciones ocupacionales.

Los capitales son los recursos con los que cuentan los agentes, y son producidos en marcos institucionales específicos –estatales–, como el espacio o campo de las clases sociales en la sociedad de origen (analizado brevemente en los capítulos dos y tres). Para que estos capitales sean eficientes en el espacio social de destino, que cuenta con una historia y una configuración diferente, los agentes habrán de hacer reconversiones o traducciones. Así, se plantea el modo en que unos capitales gestados en el seno del campo de clases sociales estatal-nacional argentino se traducen en capital, nuevamente, al traspasar la frontera jurídico-institucional hacia otro campo de clases sociales estatal-nacional español. Esto es, los capitales, para ser tales, han de pasar por procesos de validación institucional o práctica en el nuevo escenario: han de ser reconocidos como capitales eficientes en el nuevo campo.

El lugar por donde los migrantes comienzan a hacer valer sus recursos en el espacio social español es el mercado de trabajo. Las condiciones del mercado de trabajo español se apoyan en una fuerte dualización, con importantes segmentos informales o precarizados[2]. La forma de organización del trabajo en España es de tipo neotaylorista y postfordista, lo que supone una gran flexibilidad y automatización de los procesos de trabajo, que convive con el requisito de “sistemas de ciudadanía vulnerables y formas de existencia urbanas, precarias y que no descarta la integración de actualizaciones tecnológicas” (Albarracín Sánchez, 2003: 199). Algo que casa muy bien con la presencia de trabajadores inmigrantes irregulares. Efectivamente, desde finales de los años noventa, la economía española creció favoreciendo la demanda de trabajo irregular, alimentada en gran medida por la inmigración irregular (Reyneri, 2006). En el periodo comprendido entre 1997 y 2004, el Producto Interior Bruto de España creció un 33% (Colectivo Ioé, 2005), pero con un modelo de desigualdad social que fractura las posibilidades entre ganadores y perdedores del modelo de modernización[3] (Pedreño, 2006).

Así, si bien los migrantes tienen que hacer valer sus capitales en el mercado laboral, éste se encuentra entramado íntimamente con los sistemas de regulación de flujos y permanencia de inmigrantes en España. De este modo, el marco normativo se convierte en un factor que condiciona fuertemente la orientación hacia unos u otros nichos de empleo, especialmente respecto a la población inmigrante indocumentada que se ve arrinconada a trabajos en el mercado secundario, con inestabilidad, malas condiciones laborales, bajos salarios, relación personalizada con el empleador, etc. (Herranz, 2000).

Muchos de los sujetos entrevistados en esta investigación se insertaron en la etapa de llegada a España, casi siempre coincidente con la falta de papeles, en empleos con gran precariedad y flexibilidad, en nichos determinados de actividad: servicios de cuidados (de niños, enfermos y ancianos); hostelería (camareros, cocineros, vigilantes de hoteles), comercio al por menor (dependientes de diversas tiendas, venta ambulante). Opera así para los trabajadores inmigrantes lo que podría considerarse, en cierto sentido, una discriminación positiva –en términos de facilidad de acceso al mercado de trabajo, aún sin tener papeles en regla–; que se combina con una discriminación negativa –malas condiciones, salarios inferiores a los de los españoles para tareas similares, etc.– (Solé y Parella, 2003: 124). Notablemente, ninguno de los miembros de la muestra se ha insertado en el sector agrícola, aunque sí en la construcción. Como señalan Actis y Esteban (2007), son sectores que los inmigrantes argentinos en España suelen eludir en gran proporción.

Sin embargo, el marco normativo no incide solamente a nivel de las políticas específicas de inmigración, como puede ser la legislación sobre extranjería. También el estado del derecho –un instrumento de reproducción clave en las sociedades capitalistas con mecanismos de reproducción social objetivados (Bourdieu, 2011)– marca su incidencia en las posibilidades de inserción de los inmigrantes en el espacio social de destino. Un ejemplo lo constituyen las normas que rigen el establecimiento de pequeños negocios, no demasiado prohibitivas respecto a los inmigrantes[4]. Es decir, aunque no se facilita el acceso al permiso de residencia por esta vía, no hay demasiadas restricciones para la colocación de negocios, contando sólo con un permiso de trabajo (aunque no se tenga ciudadanía o residencia permanente). De acuerdo con Pajares (2007) los argentinos son el segundo colectivo no comunitario que destaca por el porcentaje de trabajadores por cuenta propia, después de los chinos. Algunos inmigrantes argentinos han podido generar sus propios puestos de trabajo, mediante el trabajo autónomo o mediante el recurso a mano de obra familiar, convirtiéndose éste en una especie de mercado de trabajo alternativo[5] (Portes, 1999). Varios entrevistados habían recurrido a esta estrategia de inserción: Esteban, que tiene a parte de su familia trabajando en el comercio; María, que dejó de realizar limpieza para atender su propio negocio; Daniel, que se desempeña como artesano y Andrea, quien colocó una tienda de venta de bikinis. Estas inserciones de los migrantes argentinos como emprendedores no repercutieron en su condición de regularización, pues ninguno se acogió al régimen de trabajador autónomo para lograr tener el permiso de residencia[6]. Antes bien, quienes han llegado a convertirse en pequeños empresarios o autónomos pasaron por fases de asalarización o contaron con otros permisos: de reagrupación familiar de algún miembro familiar ciudadano de país europeo o permisos de residencia temporales, que a su vez permitieron en algunos casos la concesión de créditos bancarios para la instalación de los negocios.

Otro modo en que incide el cuerpo normativo en las inserciones en el espacio social español es el reconocimiento de las titulaciones, que para ser válidas han de homologarse por las titulaciones equivalentes en destino. En algunos casos, el proceso de homologación clausura la posibilidad de insertarse en buenas condiciones (equiparables a la población autóctona), constituyendo un verdadero mecanismo de cierre social (Parkin, 1978). Sin embargo, funciona también un tipo de homologación fáctica de algunas profesiones, que se produce en ciertos espacios laborales, que no necesitan del requisito formal del título para ejercerse. Las empresas privadas, que se rigen por entrevistas personales a las que se accede a través de contactos privilegiados, realizan una validación del capital cultural en su estado incorporado, de un modo relativamente paralelo al que hace el Estado.

Respecto a los lugares de acceso al mercado de trabajo, el sector de la hostelería ha funcionado para casi todos los entrevistados –especialmente de las fracciones clase media de servicios y clase media-baja– como principal puerta de entrada, aunque la mayoría de los miembros de la muestra ha tendido a salirse del mismo, en busca de otras inserciones. Algunas excepciones encontré entre quienes se han especializado o ascendido, llegando a ocupar puestos de encargados en restaurantes o bares (Facundo, Luciano y Diego). O quienes han llegado a convertirse en jefes o trabajadores cualificados en el sector (Patricia y su esposo). Asimismo, al ser un lugar de entrada al mercado de trabajo para muchos inmigrantes, pero también para muchos españoles (Colectivo Ioé, 2000), el sector de la hostelería ha constituido una especie de lugar de encuentro de miembros de fracciones diversas que quizá, de otro modo, no se hubieran hallado. Por ejemplo, el caso de Juana y Facundo, que vivían a poca distancia geográfica en CABA, y se conocieron en España, él como cocinero y ella como camarera. Lo mismo que Lucrecia, quien conoció a su novio español cuando él era cocinero y ella camarera. Así, ciertos bares y restaurantes han funcionado como lugares de generación de cierto capital social, que ha sido fundamental para promover otro tipo de inserciones y el acceso a recursos. Lucrecia trabajó en un bar “pijo”[7] y conoció a muchas personas allí que le contactaron luego para otros trabajos, permitiéndole salir del nicho laboral de la hostelería, y diversificar sus inserciones. Además, se ha podido beneficiar de cierto capital social para alquilar departamentos a bajo precio (de protección oficial, de nueva construcción).

A continuación, se analizan las inserciones laborales de los inmigrantes argentinos de las fracciones de las clases medias bajo estudio, en los diferentes momentos de su estancia en España. Las preguntas que guían la lectura son: ¿cómo utilizan sus capitales los migrantes argentinos, una vez instalados en la sociedad de destino? ¿Qué posiciones se les asignan en el mercado laboral? ¿Qué estrategias implementan para hacer valer sus capitales? ¿Se ven arrinconados a asimilaciones a la baja y a procesos de descalificación (Reyneri, 2006) o subcalificación (Cacopardo et al., 2007), al insertarse en el espacio social español? ¿Qué estrategias implementan para reposicionarse, y no padecer movilidad descendente?

Asalarización y permanencia en la fracción (pequeña burguesía patrimonial)

Los miembros de la muestra que pertenecían a la fracción más rica en capital económico en Argentina intentaron continuar con actividades de índole económica (emprendimientos de diverso tipo) al llegar a España, pudiendo algunos de ellos mantenerse en la fracción de clase después de la emigración. Más adelante, en este mismo capítulo, se analizan también las trayectorias de algunos entrevistados de las otras fracciones que, a raíz del proceso migratorio, han devenido empresarios, protagonizando procesos de reconversión desde otras fracciones y, en algún caso, de ascenso.

Para analizar las iniciativas empresariales de los inmigrantes, es preciso contextualizarlas en la trayectoria global de los sujetos, dado que los emprendimientos constituyen un punto de un recorrido mayor, que comienza en el espacio social de origen y se continúa delineando en el espacio social de llegada. El recorrido por el trabajo autónomo, en el tramo de la trayectoria que corresponde a las inserciones en España, suele haber sido precedido o es, de hecho, simultaneado con actividades de tipo asalariado. El material empírico arrojó cierta persistencia de las actividades de tipo empresarial, que se ha desarrollado bajo diversos formatos:

  1. intentos fallidos de instalar negocios en España, que en algunos casos llevó a:
  2. acumulación de capital económico en España –mediante el trabajo asalariado– para poder sostener emprendimientos en Argentina;
  3. pequeños emprendimientos en España, que han recurrido a diversas estrategias de diferenciación dentro del sector artesanal, o aportando cierto estilismo mediante la confección de “diseños exclusivos; o, simplemente, entrando en sectores que son ocupados por inmigrantes (los llamados comercios étnicos, de venta de productos específicos de los países de origen de los inmigrantes y de alimentación).

Entre los miembros de esta fracción, las inserciones en el mercado de trabajo español se iniciaron mayormente como trabajadores asalariados, para generar los recursos conducentes a la implantación de algún tipo de negocio (Esteban, Antonio, Luciano). O bien se planteó la iniciativa empresarial como actividad inicial, al contar ya los agentes con cierto capital económico (Andrea y Daniel).

Las ramas de inserción laboral más frecuentes para los inmigrantes se trataron en páginas precedentes, y son, junto con la construcción: servicio doméstico, agricultura, hostelería, comercio al por menor. Entre las cinco concentraban el 76% de los trabajadores extranjeros no comunitarios que contaban con permiso de residencia en el año 1999 (Cachón, 2009: 122). Sin embargo, un análisis más detallado muestra que en algunas regiones hubo un trasvase entre estas ramas, estando las mismas, a su vez, jerarquizadas. En una investigación realizada por Andrés Pedreño, se da cuenta de movimientos de trasvase desde la hostelería hacia la construcción. La construcción, al contar con salarios mayores y horarios de trabajo semejantes a los del resto de la población, se constituyó en un sector apetecible también para los trabajadores españoles (Pedreño, 2005: 87).

Dificultades para instalar negocios en España

Los obstáculos que los migrantes argentinos entrevistados han encontrado para desarrollar las actividades empresariales han sido varios. Destacan los legales (no contar con la situación de estancia regularizada para poder solicitar créditos); los económicos (capital insuficiente; no poseer nómina para avalar créditos) y los disposicionales (mal sentido de la inversión, información errónea sobre el funcionamiento de los mercados y sobre la existencia de nichos de mercado explotables). Respecto a este último obstáculo, la migración supone un cambio de contexto que hace difícil el traslado instantáneo de las disposiciones económicas. Si los agentes contaban con cierto habitus empresarial que podía orientar las inversiones a realizar en el contexto de origen, éste no se traslada automáticamente al contexto español, y lleva un tiempo encontrar las traducciones adecuadas al nuevo escenario. Tener buenos informantes, lo que va de la mano del tipo de vínculos con que se cuenta (en esencia, de capital social), se torna un recurso fundamental para garantizar unas inversiones acertadas.

Paralelamente, en las inserciones y trayectorias de los agentes inciden diferentes tipos de capital social: el capital social exógeno (del país de destino); el capital social endógeno (de connacionales; Garzón, 2006) y el capital social alóctono (de contactos provenientes de terceros países que residen en España).

Así, si bien la idea de migrar a España para instalar un negocio delineó algunos de los proyectos migratorios iniciales de algunos de los entrevistados, no siempre los emprendimientos pudieron concretarse, teniendo los agentes que insertarse rápidamente como asalariados. Es el caso de Antonio, quien por su trayectoria anterior portaba un conjunto de disposiciones que pretende continuar desplegando en España (venta de coches, pequeña empresa de electricidad, etc.), aunque no lo logra. Antonio comentó su plan frustrado de vender algunos productos argentinos en España, y a menos de un mes de llegar, estaba trabajando como obrero calificado en la construcción (electricista), con muy buen salario, que aprovechó para desarrollar los emprendimientos de los hijos en Argentina. Mediante esta inserción en el mercado de trabajo español, ha encontrado la vía de capitalizar los negocios de sus hijos mayores y los estudios de su hijo menor en la universidad. Para ello tuvo que retraducir la actividad que ya realizaba en Argentina de manera autónoma con su pequeña empresa de instalaciones eléctricas, asalariándose en el momento en que en España un obrero de la construcción tenía muy buenos ingresos, por el boom inmobiliario.

Otros sujetos tantearon la posibilidad de emigrar a España unos años antes, momento en el que no era rentable en términos monetarios la operación, al estar en Argentina vigente el patrón peso/dólar, y en España, la peseta. Esteban postergó su emigración entonces, para llevarla a cabo unos años más tarde, momento en que se conectó por internet con una familia peruana que se encontraba en Madrid explotando varios puestos callejeros de venta de helados, y que le brindaron el primer trabajo y vivienda durante los tres primeros meses. Como se puede apreciar, las redes no son sólo de connacionales o de autóctonos, sino que intervienen terceros países (capital social alóctono), fenómeno que dota de mayor complejidad a las migraciones. Ya en Madrid Esteban contactó con un primo suyo que residía en España, fruto de otro ciclo migratorio (fines de los años ochenta), y que es quien, finalmente, le propició la conexión para acceder al mercado de trabajo formal, en una empresa de instalación de gas.

Este entrevistado traía como meta, en un primer momento, insertarse en actividades diversas que pudieran proporcionarle un principio de acumulación en el periodo en que se obtenía buena rentabilidad en el sector de la construcción: plomería y pintura (“de todos los oficios estos”, dice Esteban). Cuando logró insertarse a nivel formal como asalariado en una empresa de instalación de gas, pudo comenzar a reagrupar a la familia, y, por último, instalar un pequeño negocio –al tener recibo de sueldo y permiso de residencia, solicitó un crédito personal– que le proporcionara actividad a la esposa y al hijo. En este, como en otros casos, se observa la recurrencia a unas disposiciones flexibles para realizar diversas tareas, que, si bien se traían desde el país de origen –por el contexto cambiante en el que se han formado las clases medias en Argentina– encuentran en España condiciones para multiplicarse, a raíz de la experiencia y del contexto migratorio.

El contexto migratorio como acontecimiento desencadenante

En otros casos, la iniciativa emprendedora ha surgido después de un tiempo de estancia en el país de destino, funcionando el nuevo contexto como disparador de disposiciones incorporadas en la trayectoria anterior. De acuerdo con Lahire (2004: 79 y ss.), las situaciones sociales funcionan como activadoras o inhibidoras de las experiencias incorporadas en el pasado. Y de este modo ha funcionado la migración para muchos agentes, despertando del estado de letargo las disposiciones emprendedoras, aprehendidas mediante largos procesos de inmersión práctica –colaborar en la atención de un negocio familiar, estar metido en la producción de un taller textil, etc. Son los casos de Andrea, Luciano y Daniel, aunque cada uno tuvo suerte dispar con los emprendimientos. Andrea comenta con palabras muy sugerentes su experiencia de instalar un negocio en España: “cuando vos estás en Argentina estás muy cómodo, ¿no? Cuando vos vas, así, a otro lugar, cuando uno llega, así, y es inmigrante, no sé, te motivás más”. Con unas disposiciones más abiertas para buscar informaciones, y con menos sedimentación de los significados de las prácticas –al menos en el primer momento, cuando aún se disfruta del “síndrome de turista”, como lo llama otro entrevistado (Antonio)–; los agentes ganan un relativo margen de maniobra para implementar estrategias impensadas en origen. Realizar cursos de formación gratuitos, que se aplicarán al desarrollo de los emprendimientos, siendo que “allá nunca hice un curso, así gratis”, dice Andrea. O convertirse en artesano como actividad principal, algo percibido como “lumpen” antes de emigrar por Daniel.

Luciano, en cambio, resignado a trabajar como asalariado desde el principio de su llegada a España, ha intentado emprender por su cuenta algunos negocios, luego de algunos recorridos por los trabajos precarios que el mercado de trabajo le ha ofrecido. A pesar de que él emigró portando nacionalidad española, esto no le evitó ingresar en el circuito de trabajos para inmigrantes: construcción, teleoperador, dependiente. Sus contactos en España, al principio, eran sólo de argentinos con poco asentamiento, puesto que habían migrado tan sólo unos meses antes que él.

Después de trabajar seis meses en Ibiza como vigilante en un hotel, Luciano viajó a Vigo, donde “de alguna manera estuve trabajando en la construcción”. Luego arribó finalmente a Madrid, donde retomó el contacto con unos españoles que había conocido meses antes de emigrar, y es a través de uno de ellos como consigue el que fuera su trabajo más estable: de encargado-dependiente de un pequeño negocio familiar de fotocopias. En el intermedio, tuvo diversos trabajos como dependiente y comercial, y un intento de montar un negocio con su amigo de Vigo, de venta de tecnología digital de comunicación (ADSL) para empresas, que finalmente fracasó porque el mercado estaba ya saturado. No obstante, sus disposiciones de origen en el terreno empresarial se han activado nuevamente en España. Así, las búsquedas al parecer erráticas de Luciano han tenido, de algún modo, una orientación hacia la actividad empresarial: ha intentado aprovechar su experiencia en ventas para colocarse de manera autónoma, pero al momento de la entrevista, no ha podido más que estar como encargado de un bar junto a un compañero argentino. Aspira a poder montar un negocio por su cuenta, aunque teme que la inversión requerida supere ampliamente sus posibilidades.

En cambio, los otros dos entrevistados sí pudieron concretar sendos emprendimientos en España, aunque sus experiencias migratorias eran más amplias. Daniel y Andrea habían realizado estancias anteriores en otros países, contando así con diversas posibilidades de experimentación para hacer coincidir, mediante la emigración, su trayectoria personal con la trayectoria de la familia de origen en los negocios. Estas posibilidades no sólo se refieren a recursos económicos, sino que incluyen contactos con personas en otros países, además del capital cultural que supone conocer uno o varios idiomas, distintos de su lengua materna[8]. Andrea emigró durante los años noventa a Estados Unidos, e intentó, junto con su marido, instalar allí una empresa de confección de uniformes –actividad que realizaban en esa época en Argentina–. Después de poco más de tres años en los que no pudieron conseguir papeles –sin los cuales, dice: “no íbamos a tener nunca un buen trabajo”– decidieron regresar a Argentina. Una vez en España, durante el primer año de asentamiento de su marido en su puesto de trabajo en Telefónica –en el que tuvieron traslados constantes– Andrea se dedicó a realizar bisutería (collares, pulseras, carteras), que iba vendiendo en tiendas de los diferentes sitios de Madrid donde se instalaban. Al cabo de un año, y utilizando unos ahorros que traía la pareja, Andrea instaló una tienda de venta de bikinis, a través de contactos suyos en Argentina, que había mantenido desde su dedicación al sector textil.

Esta entrevistada pudo aprovechar los contactos que tenía en el sector textil –al que su familia de origen también estuvo siempre dedicada–, y realizar un negocio en España de importación “en exclusiva” de otro fabricante primero; y de sus propias confecciones (“diseños muy exclusivos”, “las bikinis estaban todas terminadas a mano, con mucho bordado”) durante dos años más, mediante una interesante estrategia que tiene una dimensión transnacional: ella realizaba el diseño y la venta en España, mientras que la producción se efectuaba en Argentina, aprovechando los bajos costes de la mano de obra y de las materias primas.

Este caso se presenta con similitudes a lo hallado por las investigaciones realizadas sobre algunos comerciantes procedentes de China, quienes también aprovechan las diferencias en la producción textil entre los dos lugares (origen y destino), a través de la utilización de talleres clandestinos orientada a la reducción de costes, logrando de este modo una mayor competitividad en la comercialización (Riesco, 2003). Tan familiarizada estaba Andrea con ese nicho de actividad, que organizar una línea de producción monitorizada desde España no le costó gran esfuerzo, sólo tuvo que movilizar algunos contactos:

Andrea –Es que en la Argentina está lleno de talleres. Entonces es como muy fácil, vos tenés que buscar nada más quién hace cada cosa… Y sí, son siempre de treinta máquinas, cuarenta máquinas, así… Pero está llena, la verdad que, por lo menos en Buenos Aires, es algo muy común… de encontrarlo así por los barrios, y eso… Como que no está tan difícil.

El sector textil es un rubro que en Argentina se trabaja en gran medida a través de pequeños talleres –muchos de ellos clandestinos, que a su vez ocupan mano de obra inmigrante en condiciones muy precarias, a destajo– (Benencia, 2010). Eso posibilita la existencia de la pequeña producción a la escala en que Andrea trabajaba, con añadidos de tipo artesanal.

Daniel también estuvo intentando suerte en otros países antes de instalarse en España. Este entrevistado emigró primero a Israel, donde vivió durante dos años, y allí conoció a su esposa española, que luego lo reagrupó para ingresar a España. En Israel Daniel se dedicaba a la fabricación y venta de artesanías: “los fines de semana me iba a vender, ¿no? […] y como a nadie se le ocurría vender, no tenía competencia, digamos, vendía bien, vendía muy bien”. En España continuaron, él y su esposa, trabajando con artesanías, pero logrando paulatinamente cierta inserción formal: tramitó un carnet como artesano[9] de la Comunidad de Madrid, para poder participar en las ferias “buenas”, donde va mucha gente, y puede ganar bastante dinero. Todo el ambiente en el que se mueve como artesano se rige por informaciones informales que suponen una red de contactos (para “saber qué ferias son buenas y malas, de saber cómo moverte, la gente no te da, poca gente te da buenos datos”), y ha demorado unos años en conocer el entorno. No obstante, ha contado con la valiosa red de conocidos de su –ahora– exmujer, entre los que se cuenta un gestor y un contable, que le arreglan “gratis” los papeleos para presentar en los trámites ante Hacienda.

Estos dos entrevistados han podido trasladar sus emprendimientos después de la emigración, aunque no de manera automática: han tenido que pasar por sendas fases de reconocimiento del funcionamiento del campo en el que pretendían implantarse, pudiendo beneficiarse de contar con un capital social exógeno en el caso de Daniel. En el otro caso, Andrea pudo aprovechar las diferencias de los mercados (Portes, 1999) de producción textil entre Argentina y España, aunque sólo por un periodo de tiempo, al haberse comenzado a ocupar de las tareas de reproducción de la familia. Al momento de realizar la entrevista, acababa de nacer su segunda hija, y no se encontraba con actividad fuera del hogar. Y, posiblemente, el abandono de las actividades comerciales se debiera también al aumento de los costos de producción en Argentina, después del primer impacto positivo de la postdevaluación.

En síntesis, la permanencia en la fracción de los entrevistados originarios de la pequeña burguesía patrimonial ha supuesto fases de asalarización que, en algunos casos, se ha mantenido como requisito para el sostenimiento de emprendimientos familiares en España. Asimismo, algunos entrevistados han podido mantener sus pequeños negocios –gestionados por los hijos– en Argentina, mediante el envío de remesas.

Dos modos de hacer valer los títulos (clase media de servicios)

El capital principal con el que cuenta esta fracción de clase, el título universitario, constituye una especie de barrera para los profesionales argentinos en España. Los trámites de homologación requieren de un tiempo liberado, y de una disposición perseverante que se ve fácilmente truncada ante las excesivas exigencias por parte de la administración. Además, muchos inmigrantes de esta fracción se vieron sorpresivamente urgidos a buscar empleo, por haber quedado sus ahorros atrapados en el corralito, como en los casos de Alicia y Juana[10]. Esta urgencia las llevó a trabajar de manera desesperada, sin tener regularizada la situación de residencia y en los trabajos peor remunerados.

Sugiero la interpretación de una doble validación de los títulos escolares. De un lado, lo que podría denominar –tomando prestado el término a Marx (1986)–, el reconocimiento del valor de cambio de los títulos universitarios, que ha de regirse por un mecanismo institucionalizado en el mercado de títulos, y ha de pasar por procesos formales de homologación. Este se corresponde con un reconocimiento del capital cultural en estado institucionalizado. La intercambiabilidad que garantiza la posesión de un título escolar termina de materializarse para los inmigrantes profesionales, al menos formalmente, cuando se culmina con el proceso de homologación y se emite, por parte de las instancias correspondientes del Estado español, el título equivalente. Recién entonces, “el diploma escolar permite además comparar a sus titulares e incluso “intercambiarlos” […]; permite también establecer tasas de convertibilidad entre el capital cultural y el capital económico, garantizando el valor en dinero de un determinado capital cultural” (Bourdieu, 2011: 220).

De otro lado, los títulos son reconocidos de un modo cuasi-informal por su valor de uso, como capital cultural incorporado que es útil en determinados nichos laborales, por el conjunto de cualificaciones que suponen (saber hacer y conocimiento teórico-práctico específico). Pero también se valoriza el capital cultural por el conjunto de disposiciones escolares incorporadas a lo largo de las carreras universitarias, necesarias para mantener ciertos puestos de trabajo que exigen formación continua –como se verá en los casos de Carolina y Lucrecia–.

Además de las homologaciones, quienes pertenecen a esta fracción tienen un obstáculo añadido para ajustarse desde sus posiciones en el espacio social de origen a las de destino: el medio profesional en el que se formaron, relacionado con los campos específicos y su historia en sendos países, que no suele ser coincidente (campo de la psicología, campo de la música, campo académico, etc.). A continuación, se exploran los casos concretos.

Jóvenes indecisos, adultos tenaces

En esta fracción encontré ciertas diferencias en las disposiciones de los agentes en base a los grupos de edad, respecto a la premura con la que hacer valer sus titulaciones. La mayoría de los jóvenes de esta fracción –que, a su vez contaban con escasa trayectoria en sus profesiones en el espacio social argentino–, han comenzado a homologar los títulos al poco tiempo de llegar a España, pero la perseverancia necesaria para sostener la tramitación se ha visto obstaculizada por la urgencia de trabajar para subsistir (Sandra, Juana). Otros han optado por una especie de vía de atajo a la homologación, que consiste en solicitar una equivalencia del nivel de estudios, sin especificación de profesión (es el caso de Carolina, que es socióloga). Finalmente, hay quien ha renunciado a intentar homologar, como Lucrecia, que es diplomada como perito calígrafo y no encontró título equivalente en destino. Posiblemente, esto responda a cierta desorientación sobre qué estrategia adoptar respecto a sus titulaciones, al haber migrado estos sujetos en un tramo de su trayectoria profesional en la que aún no habían conseguido rentabilizar sus credenciales en el mercado de trabajo argentino. La única excepción de estos jóvenes la constituye la trayectoria de Alicia, que llevaba nueve años trabajando en el sector de telecomunicaciones en Argentina. En su caso, los titubeos respecto a la homologación –que comenzó a gestionar después de seis años de residir en España–, pueden responder a que ya había hecho crisis con la profesión en Argentina, por el medio competitivo en el que tenía que desempeñarse. Sin embargo, poco a poco, y después de la experiencia laboral en el segmento secundario del mercado de trabajo en España, irá procurando hacer valer sus credenciales (licenciatura en publicidad y dos másteres).

En cambio, entre los adultos de esta fracción se observa una mayor resolución a la hora de hacer valer sus títulos. En parte sucede esto porque ya habían podido hacer de sus títulos un capital que era valorado en el mercado laboral en Argentina. Son los casos de Gerardo y Mónica. Gerardo tenía un puesto de jerarquía como ingeniero en transportes, y comenzó la homologación de su título desde Argentina, a través del consulado español; opción que no todos los poseedores de títulos conocían. Y Mónica, quien a los dos años de residir en España ya tenía reconocido su título de psicología, y comenzó a enviar su currículum para ofertas de empleo en su especialidad en drogodependencias y violencia doméstica. Esta entrevistada posiblemente estuviera en mayor sintonía con el campo de destino que las otras dos psicólogas de la muestra, que tienen formación psicoanalítica. Actualmente trabaja para un municipio, para una asociación y pasa consulta privada (casi una réplica de su inserción profesional en Argentina).

Pero si bien la edad es un factor que da experiencia y trayectoria a los profesionales, también es un elemento que juega en contra, en caso de estar éstos próximos a la jubilación. Es el caso de Inés, quien después de obtener la resolución del trámite sobre las asignaturas de las que tenía que evaluarse y tantear el escenario laboral al que podría acceder como psicóloga, desistió de homologar su titulación. Pero en su caso se suma, además, una especie de resistencia –que también está presente en otra psicóloga entrevistada (Sandra)– por la diferencia de los campos académicos de la psicología en España y en Argentina.

Cecilia –¿Y el título no lo homologaste?

Inés –Eh… hice todo el trámite, pagué un montón allá, por todo, traje todo okey, todo pagado, tod… ¡me salió un montón de guita, allá todo lo que tenía que hacer!! Y tardaron… yo creo que tardaron dos años en responder. Y yo ya, en esos dos años, ya vi como era el panorama… ¿qué sentido tenía que me pusiera a dar exámenes? […]

Cecilia –¿Y tenías que dar muchos exámenes?

Inés –¿Sabés en qué tenía que dar, y en eso tenían razón? En el enfoque conductista, en realidad acá lo llaman, a ver, el origen es conductista, pero digo mal si digo conductista, si, suena muy duro…el enfoque cognitivo, el cognitivismo. Y de eso, como yo me formé hace años, la formación nuestra es básicamente psicoanalítica. Entonces, el cognitivismo se empezó a ver, hace… ¿yo hace cinco que estoy acá? Por ahí hace diez años, o doce, no me acuerdo.

La diferencia entre los campos –diferentes corrientes y paradigmas, distintos momentos de introducción de la disciplina en el campo académico y profesional de cada país– se convierte en un obstáculo no sólo en lo que respecta al trámite de homologación. Y si bien esta dificultad podría sortearse con un sentido más o menos pragmático, cuando los agentes se plantean el desempeño profesional futuro, donde tendrán que contar con colegas para contrastar sus prácticas, sienten el efecto del campo en el que fueron formados como una barrera infranqueable. Sandra lo expuso del siguiente modo: “si yo el día de mañana tengo mi despacho, y tengo profesionales, o sea, tengo mi clientela, no basta con irte a inscribir al colegio de psicólogos. Sino que en el colegio de psicólogos tengas ese feedback con la gente”. En el siguiente extracto de la entrevista que mantuve con Sandra, se deduce la violencia simbólica que representa el proceso de homologación de títulos para profesionales extranjeros, que son puestos en tela de juicio en cuanto a su formación y su capacidad para ejercer sus profesiones. Sobre todo, cuando intuyen el funcionamiento del proceso como una especie de numerus clausus (Bourdieu, 2011), con relativa arbitrariedad respecto a ciertos títulos (el caso de los médicos fue paradigmático[11]) y en determinadas épocas –el contexto en el que vinieron los anteriores migrantes argentinos, por ejemplo, el ciclo de exiliados– el trámite era más accesible[12].

Cecilia –¿Cuántas materias te dijeron?

Sandra –Me produce tanto fastidio y tanto horror, de que la dejé ahí… Siete materias. Siete materias. Entonces, claro, me pegué un cabreo de mil demonios, porque yo el dictamen… O sea, yo empecé a estudiar el doctorado, inicié los trámites en el 2001. Lo inicié en el 2001, y en el 2002 me dicen que tengo siete materias. […] porque lo más fastidioso del tema de las homologaciones es cuando te dicen que han observado carencias en tu titulación, y no te explican el por qué. Cuando las materias son el mismo contenido […]. O sea, es injusto, el medir el saber… primero, que te den una respuesta sin que te la expliquen. Segundo de que es toda una cuestión política de extranjería, que ´vienen tantos títulos de tanta gente inmigrante con título, y le vamos a hacer la putada, porque no hay otra…´. Porque en cuestión de saber no hay ninguna, digamos, nadie que esté… nadie que me venga a desacreditar lo mío. Lo mío como el del colombiano, el mejicano o el puertorriqueño, o sea… y es patético en ese sentido […]. Y de última, eres un profesional igual que ellos, no eres una persona que recién se acaba de graduar… es que hay toda una trayectoria de la persona, no puedes ver tú a gente haciendo exámenes de homologación, cuando en su país da conferencias… No te digo en mi caso, pero que yo le he visto por otra gente. Que tiene publicaciones, ¿y que la puedes tratar como un alumno de carrera?

La denuncia que realiza esta entrevistada sobre el proceso de homologación de títulos extranjeros, alzándose en portavoz del colectivo de perjudicados, los profesionales extranjeros (“yo en nombre de toda la gente que atraviesa por esta situación”, dijo Sandra al manifestar su enojo), da idea del efecto de frontera (de exclusión, de cierre) que significa para los miembros de esta fracción dicho trámite. Esto constituye un ejemplo de la eficacia que tiene el Estado[13], con todo su arsenal de regulaciones, en la conformación de las posibilidades de unos grupos y otros, en este caso de los migrantes profesionales en el escenario español actual.

Inserciones precarias por un tiempo

Todos los entrevistados pertenecientes a esta fracción, amén de las diferentes estrategias adoptadas respecto a las homologaciones de sus titulaciones, han iniciado sus itinerarios laborales en España en los trabajos más accesibles del mercado de trabajo, mayormente en el segmento secundario. Los lugares de acceso han sido como camareros o cocineros, en limpieza, cuidando niños, ancianos o enfermos y realizando encuestas. Estos trabajos, o bien han constituido la puerta de entrada al mercado laboral, o bien han sido sitios de paso, pero ninguno de los entrevistados de esta fracción permanecía en ellos al momento de realizar las entrevistas[14]. Al cabo de un periodo de recorrido laboral –regularización del año 2005 mediante–, incursionan en algunos puestos de trabajo del segmento primario del mercado laboral (García y Garzón, 2008), gracias a que amplían su capital social en España –de cualquiera de los tres tipos: exógeno, endógeno y alóctono– después de los primeros años de estancia.

Además de las dificultades con las titulaciones, la mayoría de los jóvenes de esta fracción entró a España sin tener permiso de residencia, más que el que habilita el visado de turista por tres meses. Esto también ha marcado las inserciones laborales que, en algunos casos, se precipitaron respecto a las previsiones iniciales, aunque no exclusivamente. Es decir, si bien quienes no disponían de residencia regularizada estaban más condicionados a la hora de buscar empleo (a través de conocidos, sin poder protestar por las condiciones, coaccionados a tomar lo que les ofrecieran, generalmente en malas condiciones), esto no significa que las ofertas disponibles para los que contaban con ciudadanía española o italiana fueran cualitativamente mejores y acordes con sus titulaciones. Autores como Esteban (2007) mencionan que la doble nacionalidad –contar con ciudadanía española o italiana, además de la argentina– no protege contra la precariedad laboral. Sin embargo, otras autoras señalan que entre los inmigrantes carecer de ciudadanía española “actúa negativamente sobre la calidad de la inserción, provocando una disminución de la cuota que se desempeña en las ocupaciones de más alta calificación y un aumento de los que trabajan en aquellas que suponen tareas de menor complejidad” (Cacopardo et al., 2007: 36). Como poseer nacionalidad española suele ir acompañado de una mayor permanencia en España y de más posibilidades de tener el título homologado, todo ello redunda en inserciones con niveles de subcalificación equivalentes a los que cuentan los nacidos en España, e inferiores a los de otros colectivos inmigrantes –por ejemplo, colombianos y ecuatorianos– (Cacopardo et al., 2007).

En tanto, los adultos con proyectos migratorios más perfilados, en su mayoría contaban con diversos permisos: ciudadanía española, italiana o fueron reagrupados por algún otro miembro de la familia. Sólo Hernán ingresó con visado de turista, convocado por su hermana, iniciadora de una cadena migratoria dos años antes que él, al encontrarse éste en una situación desesperada en Argentina (sin trabajo y con salarios adeudados por parte de la empresa).

Los puestos a los que han podido acceder en el periodo de su asentamiento en España coinciden con los sectores que cuentan con menor nivel de aceptación social entre los trabajadores autóctonos (Cachón, 2009): hostelería (restauración, camareros); comercio al por menor (como dependientes) y servicio doméstico (cuidado de niños, ancianos y enfermos además de limpieza). Además, algunos se ocuparon en diversos tipos de venta por comisión (con salario de base muy bajo) y haciendo encuestas. Incluso quienes trataron de migrar con todo “acreditado” (así se expresa Gerardo, respecto a tener tanto el título homologado como la ciudadanía italiana), trabajaron los primeros meses de su estancia en la construcción (Gerardo, como electricista), o como músicos callejeros, como es el caso de Carlos. Este último entrevistado, que migró siguiendo la pista a su entonces grupo de música –el conjunto había decido irse de su ciudad natal para crecer profesionalmente–; no tuvo en cuenta que, a pesar de tener pasaporte italiano, igualmente tenía que gestionar un permiso para trabajar que demoró cuatro meses.

Resulta llamativo que cuando los entrevistados salen del circuito de redes de argentinos (capital social endógeno) a nivel laboral, consiguen una revalorización diferencial de los capitales de partida. Esto relativiza algunas interpretaciones sobre el papel de las redes sociales, que tienden a sostener una visión un tanto idealizada de las mismas, como bien señala Suárez (2008). En el caso de los argentinos, dada la antigüedad de su asentamiento en España, han conquistado ciertos nichos ocupacionales que, si bien facilitan la inserción de otros connacionales, esto generalmente sucederá en condiciones subordinadas. Como González y Merino aseveran respecto a este colectivo:

Cuando los miembros de una comunidad han conquistado un nicho ocupacional es más fácil para los demás acceder a él; se van a encontrar compatriotas que estén en puestos de selección de personal o directivos, que llegaron en momentos anteriores y les brindarán una oportunidad (2007: 138).

En la hostelería, el argentino se encuentra entre los colectivos nacionales que cuentan con más trayectoria en España (Colectivo Ioé, 2000). Varios entrevistados accedieron al sector a través de informaciones informales –y sin papeles– para trabajar como camareros, cocineros o ayudantes de cocina. Otras inserciones informales han sido en empresas de investigación de mercados, empresas de importación de productos desde Argentina, siempre con jefes argentinos.

En las trayectorias analizadas, este vínculo con connacionales más asentados funcionó especialmente en la primera etapa del proceso migratorio. Los primeros trabajos se consiguen mediante informaciones que circulan entre amigos o conocidos argentinos, en conexión, a su vez –aunque sea a través de vínculos débiles–, con argentinos más asentados. Pero si lo que se pretende es medrar socialmente, es probable que los migrantes argentinos más recientes tengan que salirse de las redes de connacionales, en busca de otras posibilidades de inserción. Como señala el Colectivo Ioé (2000:11): “de forma simplificada, hay que dilucidar si es mejor trabajar para un empleador-paisano, en un ambiente “conocido”, o para una empresa española, como minoría étnica dentro de la plantilla”. Posiblemente, para los migrantes argentinos la última opción se presente como más prometedora, puesto que éstos gozan de buena percepción social respecto a inmigrantes de otros orígenes nacionales. Así, las encuestas sobre la imagen de América Latina realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), muestran una buena posición de Argentina (segundo lugar, siendo el primero “ninguno” o “no sabe”) en cuanto a “admiración”, “país amigo” o nivel de “confianza” (Actis, 2010b). Asimismo, los sujetos manipulan los estereotipos que sobre los argentinos hay en España. Ser argentino desde los estereotipos culturales que sobre este colectivo se tienen en el país de destino, implica una serie de rasgos prototípicos: el argentino es un ser orgulloso, que se cree mejor que los demás, tiene plena confianza en sí mismo, cree que España es un país más atrasado que Argentina, etc. (Garzón, 2006). Los entrevistados tratan de sacar cierto rédito de esta relativa ventaja –sobre los otros inmigrantes–, conformándose el origen nacional en una especie de capital simbólico. Así, una de las entrevistadas, se manifiesta del siguiente modo: “Además [a los españoles] les encanta como hablamos los argentinos, la educación que tenemos, que la forma de ser, muy respetuosos, lo claros que somos, y bueno, la preparación que tenemos en la Argentina, ¿no?” (Susana). O Lucrecia, en su trabajo experimenta los siguientes juicios respecto a sus connacionales: “[le dicen] `los argentinos son europeos… los argentinos tienen sangre europea´ (…) `Los europeos de América´. O `el acento argentino es divino, el acento argentino es muy comercial…´, ¡por eso a mí no me mueven de la centralita [recepción telefónica]!”.

En suma, la investigación arroja luz sobre este itinerario típico: a la etapa de llegada, que suele coincidir con la estancia irregular, se corresponde una inserción laboral a través de redes de argentinos asentados anteriormente. Una vez conseguidos los papeles, que otorgan un derecho de fuga, de movilidad (Pedreño, 2006) –y pasado el año de rigor para mantenerlos–, se intenta ampliar las opciones de relaciones sociales, para insertarse en la sociedad de destino desde la diferencia específica de ser argentino entre españoles. En el capítulo siguiente se aprecia cómo algunos de los sujetos entrevistados utilizan estratégicamente el hecho de ser argentinos, como una especie de capital simbólico, para diferenciarse de otros inmigrantes.

El hábil manejo del tiempo

Una estrategia muy interesante que elaboran los miembros de esta fracción consiste en la utilización habilidosa de los tiempos de desempleo. En primer lugar, tienen bastante conocimiento de los tiempos de trabajo continuado que necesitan para lograr un periodo de paro[15] significativo. Luego, buscan cursos para realizar durante el desempleo, que son gratuitos por su condición, y van reorientando la trayectoria con relativa destreza. Esta estrategia fue desplegada por varios entrevistados. Por ejemplo, Alicia, quien al momento de la entrevista contaba los días que le faltaba trabajar para que le correspondieran diez meses de paro. En ese tiempo, ella realizaría un curso de Formador de Formadores para dar cursos de Coaching; terminaría de homologar el título y se informaría de las opciones disponibles para reorientar su trayectoria laboral. También Lucrecia hizo un curso de Secretariado de Dirección durante el desempleo, que le posibilitó la inserción en su trabajo actual como secretaria en una empresa multinacional. Hasta que pudo realizar ese curso, tuvo muchas dificultades para salirse de los circuitos de trabajo para inmigrantes (camarera y dependienta). En el siguiente verbatim se puede apreciar este escollo, que fue superado al realizar un curso durante la etapa de desempleo, y con ciertas dosis de capital social exógeno (contactos privilegiados).

Lucrecia –Me costó mucho y me cuesta ahora como… abrirme camino, no se cómo explicarlo. Entré… mientras trabajaba de camarera, pero no podía salir del rubro de camarera. Por mucho que mandara curriculum no… no, no podía… irme de lo que fuera ese trabajo. En un momento, me acuerdo que ya estaba hasta las narices de trabajar de camarera, directamente renuncié sin tener nada, y empecé a trabajar en una tienda [de ropa interior] que era Caro Cuore. En una tienda argentina. Me tomaron porque era argentina. Y porque la tienda tenía un producto que yo conocía y entonces les interesaba que trabajara ahí. Entonces, trabajé ahí, estuve 6 meses… ¡La tienda cerró! [se ríe]. Yo decía ´¡no me lo puedo creer!´. Así que, de ahí fui al paro… ¡Fue muy gracioso! Pero bueno, me sirvió el paro para hacer un curso gratis. Entonces ahí dije: ´bueno, me pongo a hacer un curso de secretariado de dirección, me da igual´… Viste, pero por lo menos tener algo que valiera en España…

Cecilia –¿Para reciclarte?

Lucrecia –Para empezar a hacer otra cosa. Entonces bueno, mientras hacía el curso ya entré en otra tienda porque ya tenía… al tener experiencia… Pero también me pasaba lo mismo, no podía salir de las tiendas, aunque tuvieras eso, el título de secretaria, el título del curso. Tampoco era un título de secretariado internacional, que… pero no podía salir de ahí. Y eso por una cosa de la vida, por una casualidad, entra una chica en la tienda, me pongo a conversar con ella, eh… era secretaria, estaba hablando con el jefe, me pongo a conversar y… y ella me dijo ´mi jefe está buscando una secretaria… no se qué…´ me contactó. Porque acá se maneja mucho el contacto… es muy importante. Acá que te recomienden para algún lugar… tener gente conocida es importantísimo. Ella le dijo a su jefe que me conocía, que era amiga mía. Y me… o sea, eh… y el tío este me entrevistó como si, confiando totalmente en mí, y entré a trabajar en una empresa, solamente haciendo una sustitución, que me interesaba, porque por lo menos yo salía de [dependienta de] tienda y empezaba en empresas. Y de ahí terminé la sustitución, y me recomendaron de esa empresa a la que estoy ahora.

Carlos también ha utilizado estratégicamente los derechos laborales para reorientar su inserción, puesto que pretende sostenerse exclusivamente con la música. Al momento de realizar la entrevista, tenía más de una decena de alumnos particulares de bajo eléctrico, y estaba involucrado en cinco grupos para grabar discos, algunos con sus propias composiciones. Después de trabajar tres años como teleoperador, logró “hacerse echar” cobrando un finiquito sustancioso que le posibilitó concretar su dedicación como músico.

Cecilia –¿Qué tenían, contratos temporales ahí [call center]?

Carlos –Contratos por obra y servicio. Es decir, cuando se terminaba la campaña…. Y al final en la última época también estaba muy quemado, y tenía ganas de volver a la Argentina… y no sé qué…Un poco me hice echar, me puse en plan sindicalista [impostando la voz]: ´¿Por qué la echan a ella? ¡Porque es sudamericana, por eso la echan!´ Y me puse así, y ya se enfadaron conmigo por cualquier cosa y me echaron…

Cecilia –¿Te echaron?

Carlos –Sí. Me dieron un finiquito de € 4600, estaba feliz… me fui al paro… Me quedé un año en el paro… terminé el paro y acá estoy, con la música.

La validación práctica del capital cultural incorporado

Retomo en este apartado las dos vías de valorización del capital escolar-cultural (valor de cambio / valor de uso). Algunos entrevistados tramitaron y consiguieron la homologación formal o institucional de las titulaciones –que son necesarias para el empleo público, o para el ejercicio profesional en condiciones colegiadas–. Pero el material empírico sugirió otro modo de reconocimiento del capital cultural, que opera como una especie de homologación de facto realizada por los empleadores, especialmente en la empresa privada. Esto les sucedió a varios entrevistados de la fracción con mayor peso de capital cultural (Hernán, Sandra, Lucrecia, Carolina y Juana). En el caso de Hernán, después de siete años de residencia en España, de los cuales sólo los dos últimos contó con permiso de trabajo, pudo acceder a una empresa multinacional petroquímica, donde está trabajando como técnico químico, empleo equivalente al que tuvo en Argentina durante toda su trayectoria laboral, aunque sin la homologación institucional de su formación. También Sandra, a pesar de las dificultades con el trámite para validar su licenciatura en psicología, se ha integrado en trabajos de apoyo pedagógico y psicológico para niños con problemas de aprendizaje, en una fundación privada, donde aplica el conjunto de conocimientos adquiridos durante su carrera. En los casos de Lucrecia y Carolina, no se trata tanto de una aplicación de saberes específicos, cuanto de unas disposiciones escolares que son necesarias para el mantenimiento de sus puestos. Ambas son empleadas administrativas, en importantes empresas (en una multinacional Lucrecia; y en una Escuela de Negocios, Carolina; con contrato por tiempo indeterminado y buenas condiciones de trabajo ambas). Respecto a los trabajos que tenían en Argentina, en el caso de Lucrecia éste representa una clara mejoría: allí realizaba peritajes esporádicos que no le pagaban, y trabajaba como dependienta de un comercio de su pueblo. Y en el de Carolina representa una inserción posiblemente algo inferior: nunca ejerció de socióloga en Argentina, pero los últimos ocho años antes de emigrar era jefa de administración en una empresa mediana.

Esta validación práctica del capital cultural no es reducible a la titulación que se posee –como credencial que acreditar–, sino que se refiere también a las dimensiones incorporadas del mismo. Por un lado, como cuerpo de saberes específicos de una disciplina; y por otro, por el conjunto de disposiciones escolares, que posibilitan las inserciones adecuadas a unos puestos que requieren de habilidades para el aprendizaje (por ejemplo, en idiomas[16]).

Por último, otro modo de hacer valer el título de un modo práctico es, paradójicamente, la reconversión hacia actividades empresariales. Es el caso de Juana, quien cumplimentó exitosamente el trámite de homologación de su título de licenciada en ciencias de la comunicación. Sin embargo, la aplicación más atractiva y disponible para desempeñar su profesión ha sido en una pequeña agencia de posproducción cinematográfica, que ha creado junto con una socia española. En el momento de la entrevista, esta era su principal ocupación, en la que tenía depositadas todas sus expectativas. Su trayectoria laboral se reorienta en España hacia la gama de las nuevas profesiones, posiblemente una actividad impensable para ella en Argentina[17]. Es interesante, además, que ella menciona el plus que supone, dentro de estas nuevas profesiones en España, el “ser argentina” –generando una incipiente y exitosa fuente de acumulación en capital simbólico–, situación que maneja con mucha habilidad, como se aprecia a continuación.

Juana –Cuando hablamos con los directores de marketing, que son casi todas mujeres, acá, todo el tiempo nos dicen que en este momento el cine está en crisis, y flipan [se sorprenden] cuando yo les digo que no se necesita mucho dinero para determinadas cosas […], y siempre les termino diciendo, ´dame crédito, que vengo de un país donde esto funciona. Y no sólo funciona, son premiados por esas ideas´. En Argentina hay poco dinero, y mucha creatividad, y esa creatividad gana premios […]. Por ese lado hemos enganchado un montón de trabajo […], no es una frase para vender, es algo totalmente cierto, y es algo que, por ejemplo, Estela [la socia española] no maneja porque es de otra realidad, completamente.

El peso específico para insertarse en un mercado competitivo de servicios se redimensiona en el contexto español: ser argentina es un atributo diferencial en España, no en Argentina. Paralelamente, Juana comenta que ella sería incapaz de negociar en el medio argentino, al que considera más agresivo y competitivo por definirse a sí misma como “una pichi”, “una paleta”[18]. En cambio, el medio español pareciera ser el más adecuado para: a) pasar por alto esta cuestión, ya que es identificada como argentina, borrando cualquier otro dato referido a lugares específicos (pueblo, medio social, familiar, etc.); b) utilizar estratégicamente la “creatividad que gana premios” argentina, para presentarse en el medio español; y c) aprovechar un nicho de mercado en auge en España, antes de la crisis de 2008-2009.

Vienen bien, nuevamente, las sugerentes aportaciones de Lahire (2004), sobre la reactivación de las disposiciones incorporadas en el pasado en nuevos contextos desencadenantes. En esta entrevistada se revalorizan a partir de la migración todo el conjunto de atributos auxiliares, que marcan la pertenencia a un determinado origen social, del que la posesión de una titulación es sólo el signo más evidente (Bourdieu, 1998). Su hexis corporal, la seguridad con la que se expresa –sin medir las palabras porque no le hace falta demostrarse como portadora de cultura–, la seguridad de sí, etc. son atributos que se han revalorizado en el nuevo contexto[19], al insertarse en un sector de servicios en el que la presentación de la persona es fundamental. De este modo, esta entrevistada ha podido rentabilizar una titulación devaluada en Argentina –a no ser que la hubiera engrosado con más credenciales o con capital social– reconvirtiéndose a una profesión de producción e intermediación cultural en España.

En suma, luego de las primeras inserciones precarias, en las que los migrantes argentinos han tenido que recurrir a varios empleos simultáneos para poder redondear un salario, la mayoría de los miembros de esta fracción pudo, al momento de realizar el trabajo de campo, lograr puestos de trabajo como asalariados con una inserción profesional conforme a sus titulaciones, que combina estabilidad con buenos salarios relativos –mayores a 1.200 euros–, y en los que se han valorado sus cualificaciones y la trayectoria laboral en el país de origen (Gerardo, Mónica, Hernán, Carolina, Lucrecia). Otro grupo de la fracción (Sandra, Carlos, Alicia, Juana) se encontraba, al momento de la entrevista, en vías de una inserción acorde a sus expectativas, aunque aún presentaba gran incertidumbre. Por último, Inés se aferró al único trabajo en el que pudo insertarse –“empleada rasa[20]” de una empresa multinacional de marketing–, puesto que a su edad consideraba arriesgado buscar mejorar su inserción laboral.

Las estrategias compensatorias (clase media-baja)

Las inserciones de los entrevistados de esta fracción son similares a las de la clase media de servicios durante la primera etapa de asentamiento. Las diferencias más profundas se visualizan a medida que pasa el tiempo, y los recorridos de unos y otros se van bifurcando, marcando distintas trayectorias. Efectivamente, también se observan principalmente inserciones precarias en el mercado de trabajo secundario: ayudante en panadería, ayudante de cocina, camareros, repartidores de publicidad, servicios de cuidados y limpieza, pintores de obra. Estas primeras inserciones han llevado, en algunos casos, a cierto ascenso dentro de los nichos donde se han insertado. Por ejemplo, el caso de Facundo, quien comenzó como ayudante de cocina y ha pasado a desempeñarse circunstancialmente como encargado de restaurante, con jefes argentinos. Sin embargo, ello no ha ocurrido de manera lineal y definitiva, en el ínterin ha tenido inserciones intermitentes como encuestador en una empresa de marketing, y estuvo a cargo de una pequeña empresa de electricidad con un amigo. O Diego, quien comenzó a trabajar en el almacén de una empresa de productos odontológicos, y consiguió después de unos años, ocuparse del reparto, y luego como comercial, un verdadero desafío que le supuso una gran inversión, como detallo en los siguientes apartados.

Los efectos de la informalización social

En esta fracción vuelve a ser significativa la pertenencia a diferentes grupos de edad para el análisis de las trayectorias. Una dificultad de los jóvenes para poder sostenerse en intentos de establecer una carrera laboral es no poder contar con apoyo familiar mientras logran insertarse. Esto les marca grandes desventajas respecto a las posibilidades de los jóvenes trabajadores españoles, aún teniendo los migrantes la nacionalidad española. Generalmente se da por sentado (Cachón, 2003) que los trabajadores inmigrantes, especialmente los jóvenes, están más disponibles para aceptar condiciones peores que los trabajadores autóctonos; sin embargo, esto admite matices en las fracciones de las clases medias que estamos analizando. Lograr insertarse en ciertos nichos que proporcionen estabilidad, requiere a su vez de cierta estabilidad y tiempo de inversión como petición de principios y condición de posibilidad, que los trabajadores autóctonos tienen más a mano (por vivir en la casa de los padres, o por contar con mas capital social). En esta situación se encontró Diego, cuando realizó un intento de posicionarse en una empresa como comercial de productos odontológicos, para lo que hizo toda una inversión por su cuenta: compra de coche, de trajes, realización de cursos; pero que, sin la ayuda que tenían sus compañeros españoles –que consistía en prolongar la prórroga de inserción a la vida adulta– lo desplazaron, poco a poco fuera de la posibilidad de una ascensión social, hacia trabajos poco calificados e inestables (transportista, repartidor). Además de la reivindicación salarial explícita –e individual– que planteó en la empresa, posiblemente se le presuponían dotes de vendedor, por el hecho de ser argentino (se queja de que nadie le enseñó a vender, además de que los compañeros no le brindaban la información necesaria).

Diego –Si yo hubiese venido aquí con un padre, que no pago alquiler, ya tengo 400 pavos menos de… entonces, me tiro un año aprendiendo y luego venderé. Claro, pero estaba apretado. Lo que molestó en la empresa es porque yo lo dije. Le digo ´mirá, mis temas económicos son distintos a otro. Tal vez una persona equis pueda vivir con 1.300 que estaba ganando yo… tengo 1.300: 300 y pico de coche, más seguros, más la gasolina´… Que no te pagaban nada. Las dietas de comer afuera. Porque encima tenías, cuando viajabas, sí, también tenías sitios fuera de Madrid, donde tenías que hacer noche, Talavera de la Reina tenías que estar cuatro o cinco días ahí, visitando los pueblos. Así que ´necesito un número que por lo menos sea esta cantidad´, le dije. Vos tenés que invitar a almorzar a la gente… Y te pagaban una cosa cuando ya era segura la venta.

Obligados por la migración a realizar el tránsito hacia la vida adulta de un modo acelerado, estos jóvenes han padecido los diferentes efectos de la informalización social en sus propias trayectorias. Así, mientras que para los jóvenes de las otras fracciones la migración es, en cierto modo, un periodo de experimentación, especialmente en la fracción más rica en capital cultural –similar a una prolongación de la condición de estudiantes (Bourdieu y Passeron, 2003), que muchos de ellos habían experimentado, puesto que habían emigrado ya en Argentina, desde pueblos a ciudades durante la época de los estudios universitarios, compartiendo vivienda con amigos o compañeros–; en esta fracción se exacerba la precariedad al emigrar, por no contar con la protección que proporcionan las familias. Se combinan, en estos sujetos, distintos tipos de precariedad que llevan a cierto estancamiento de sus trayectorias. La precariedad ofrecida por el mercado de trabajo se potencia con la que consiste en encontrase sin sostén familiar y la de no contar con un oficio o un título. Hasta la formación de una familia de reproducción se plantea de manera problemática en el escenario español. Nicolás, quien convive con su novia española desde hace un tiempo, ve dificultades a la hora de plantearse tener hijos, siendo sus “mejores” inserciones como teleoperador:

Nicolás –En España no voy a pasar de mucho más acá arriba, estoy en un término medio de mileurista, y yo creo que no voy a pasar mucho de eso… Una casa la voy a tener que pagar siempre a seiscientos, setecientos euros… Hacer una familia en estas condiciones es tan jodido como allá, igual más… igual más, en cierto aspecto, más.

Los jóvenes de esta fracción, que antes de emigrar vivían aún en casa de sus padres, han tenido que forzar un proceso de autonomización en condiciones muy adversas, en un contexto de fuerte informalización social. Esta condición genera un plus de vulnerabilidad en ellos: al no contar con contextos organizativos basados en la reciprocidad o la confianza, como la familia o la comunidad (Pedreño, 2005), tienen que hacerse valer desde sus dotes personales. Esto se refleja, para el conjunto de esta fracción, en su principal estrategia para insertarse: la ética del trabajo.

Si bien en las primeras etapas la experiencia migratoria era percibida como divertida, después de los primeros años pasa la novedad de estar en un país diferente –en el que se sienten muy bien acogidos, ya que cuenta con un ambiente muy festivo: la “joda española” (Nicolás) o “la marcha” (Diego), “ir de caravana” (Facundo)– y optan por apartarse de ese modus vivendi. En palabras de Diego: “al principio, claro, te acoplás, te gusta… Pero ya no es divertido, ya no me divierto como antes… Quiero progresar. En lo personal, en lo individual, y en lo laboral, con lo cual no voy a pretender entrar en esas”.

Facundo, pese a todo, analiza su experiencia en España como muy provechosa: “acá desde que estoy, por utilizar el término, así, campero, no he parado de cosechar…”, comenta. Por un lado, se pudo comenzar a dedicar, aunque sea desde posiciones modestas, a la gastronomía, que fue el último de sus intentos de realizar estudios en Argentina. Por otro, como coincidió su emigración con su etapa de reproducción familiar, toda la experiencia es valorada positivamente: a menos de un año de vivir en España, ya convivía con su actual pareja, con la que se casó y tienen dos hijos.

Para los otros dos jóvenes, en cambio, la postergación o prolongación del estado de doble tránsito (familiar y laboral) a la vida adulta, continúa estando en suspenso en España. Para Nicolás la incertidumbre se acrecienta al querer retornar, siendo su novia española. En tanto, Diego no ha consolidado relaciones estables. Respecto a las inserciones laborales ninguno parece haber asentado posiciones en España, siendo éstas temporales y bastante precarias.

Revitalizando las trayectorias: una (posible) acumulación originaria

Entre los adultos los recorridos en el mercado laboral también han supuesto varias peripecias que han ido sorteando con suerte dispar. En este grupo se avizoran dos signos de las trayectorias, que son provisionales y se encuentran abiertas, debido al poco tiempo que llevan residiendo en España –entre cinco y diez años–. De un lado, se encuentran quienes han logrado asentarse con mayor estabilidad, y van esbozando una tendencia ascendente (María y Patricia), sostenida por algunas acumulaciones de capital económico y la valorización de un modesto capital escolar (cursos). De otro, los que se han orillado hacia posiciones precarias e inestables, con el agravante de la edad, en el caso de Susana; y de las cargas familiares transnacionales, en el de Mario.

Entre los primeros, se encuentran los casos de María, quien instaló un comercio étnico y el de Patricia, que pudo valorizar certificados de cursos que en Argentina estaban muy devaluados. En ambos se esbozan trayectorias ascendentes, aunque se trata de un proceso abierto y en marcha. María y su esposo han podido comprar un departamento en Madrid y otro en Mar del Plata (Argentina), a través de sus modestas, pero seguras inserciones, que han estado “apadrinadas” por una familia española que conocieron tras la migración. Esta familia posee varias empresas en Madrid, entre ellas, una escuela privada donde contrataron al marido de María como conserje, mientras que ella realizaba la limpieza del establecimiento. Además, por las mañanas el esposo se dedica a hacer reformas, trabajo que ya realizaba en Argentina. El marido de María comenzó a trabajar con ellos primero como pintor, al poco de llegar a España. A los meses, los patrones le prestaron el dinero para que pudiera traer a María y a sus dos hijas. Son, además, los que les hicieron el contrato de trabajo para conseguir los papeles, y los que les han posibilitado condiciones de estabilidad con perspectivas de acumulación de capital económico.

Como durante los primeros años de la migración vivían en la escuela –casa para conserjes–, pudieron ahorrar el alquiler y acumular un capital que han ido invirtiendo. Al momento de realizar la entrevista, María había dejado de trabajar en limpieza y estaba a cargo de un pequeño comercio étnico que ha colocado con su esposo en la sierra madrileña, donde residen. Como señala Oso Casas (2010) la situación de las familias reagrupadas o consolidadas en España –que no dependen para su funcionamiento de las remesas, es decir, no son transnacionales–, favorece que las mujeres inmigrantes puedan dar el salto desde el servicio de limpieza a la colocación de pequeños negocios. Especialmente, cuando el marido cuenta con un salario en España que avale la tramitación de créditos.

Para este emprendimiento, además de los ahorros que fueron acumulando, María y su esposo contaron con un préstamo que les proporcionaron, una vez más, los patrones españoles. Los patrones acuden a varias estrategias combinadas de gestión de la mano de obra, hechizando, mediante la alquimia simbólica, la relación de dominación (Bourdieu, 1997). Por un lado, exprimen la lógica del don (y de la deuda), garantizando lealtades que serán retribuidas, probablemente, con buena disposición para el trabajo. Es interesante destacar los alcances de la economía del don y de la deuda por fuera de las economías étnicas, en las que se da por sentada la eficacia de la solidaridad étnica (Riesco, 2003). Se pueden establecer, como en este caso, alianzas estratégicas entre inmigrantes y autóctonos, que se sustentan en el reconocimiento de deudas que se van encadenando, y se transforman en agradecimiento, ligando duraderamente la relación.

Por otro, los patrones recurren a la contratación de familiares –los miembros del matrimonio– para asegurarse fidelidades (Martín e Izquierdo, 1993). Y, por último, el paternalismo, que sella una relación de explotación, asentada sobre las obligaciones morales y las ataduras afectivas (Bourdieu, 1991) que mantienen María y su familia con esta “gente macanuda”.

María –Si, yo no me puedo quejar, nosotros no nos podemos quejar… porque hemos recibido ayuda, pero vamos. También uno se la gana, también, como todo. Ellos, digamos, no te regalan nada, si no te ven que trabajés que pongás empeño, porque es así, pero luego, si te ven que trabajás, y ya después, por lo menos a nosotros, nos han ayudado muchísimo, muchísimo. Pero es como todo, te lo tenés que ganar… Porque está la gente que viene, y se piensa que uou, viene y ya consigue todo… Y no, tenés que venir a trabajar. Y punto, y de lo que consigas, viste, lo que consigas… Viste, pero nosotros, la verdad, que tuvimos suerte. Porque hemos contactado con una gente macanuda.

Otra entrevistada que ha tenido una inserción exitosa ha sido Patricia. Su emigración estuvo motivada, entre otras cosas, por las ansias de superación profesional de su marido –profesor en una importante academia de gastronomía, aunque mal retribuido salarialmente–. A los días de llegar, él se pudo insertar como cocinero y más tarde como jefe de cocina en un restaurante de argentinos, donde luego hizo entrar a Patricia en la parte de repostería –ella había hecho, entre otros tantos cursos, uno de repostería en Argentina–. A los dos años de llegar a España, el esposo de Patricia se comenzó a desempeñar como jefe de sección en un importante casino, y luego le facilitó el acceso a ella, en la parte de repostería. Es posible que la experiencia laboral previa del marido de Patricia haya sido tenida en cuenta para ser seleccionado, porque los puestos a los que accedió fueron por medios institucionales (ofertas en páginas web) y con realización de entrevistas. Según su relato: “luego a él le surge esto de trabajar aquí, en el casino… viene a la entrevista, se da, lo toman ahí nomás como jefe de… no, bueno, el entró primero como cocinero, luego lo ascendieron a jefe de partida”.

Es interesante remarcar que esta entrevistada en Argentina no había capitalizado este certificado de repostera, la única inserción acorde que tuvo fue en una panadería con muy malas condiciones y salario paupérrimo (300 pesos entonces). Es en España donde, impulsada por su marido y por la expansión del sector, revaloriza esta formación. En la actualidad tiene un puesto estable, contrato indefinido, como trabajadora cualificada en el sector de la hostelería, y con buen salario (más de 1.200 euros), equivalente al de los profesionales de clase media de servicios.

Hacia zonas de vulnerabilidad social

Las trayectorias de los otros entrevistados de esta fracción (Susana y Mario) han estado condicionadas por el acceso a puestos de trabajo muy precarios, aunque han intentado buscar los espacios más afines a sus inserciones anteriores en Argentina. Por ejemplo, Susana, que trabajó durante muchos años en una escribanía, estaba muy familiarizada con el sector inmobiliario, y desde su primera emigración a Estados Unidos (seis meses, antes de recalar en España), estuvo intentando ingresar a inmobiliarias. También lo intentó en España, pero tuvo que conformarse con trabajar en servicios de cuidado durante los tres primeros años de estancia.

Un factor que juega en contra de muchos inmigrantes es la existencia de lenguas distintas al castellano en algunas Comunidades Autónomas. Así, si el capital lingüístico de los argentinos es considerado positivamente a la hora de emigrar a España, éste se desvaloriza si se emigra hacia las comunidades que tienen otras lenguas, restringiendo las posibilidades de inserción laboral.

Cecilia –¿Cuánto tiempo estuviste en Cataluña?

Susana –Y, como tres años… Mucho más difícil, después me fui unos meses a Murcia, pensando que iba a poder contactar con gente de una inmobiliaria también, pero me encontré que no, que era todo… que era una cosa, que me impresionaba… Después me fui unos meses, tres o cuatro meses en Canarias, pero también, lo que había, era muy poco trabajo lo que había en Canarias, depende de la edad, como que bueno, a mí la edad me excluye mucho. Lo único que acá en Madrid, al estar aquí de teleopeadora no les interesa. Además, les encanta como hablamos los argentinos.

El capital lingüístico es un factor importante para definir los destinos dentro de la geografía española: después de un tiempo de permanencia en Cataluña o Baleares, algunos entrevistados se mudaron a Madrid, por la asignación de trabajos de baja categoría a los que quedaban adscritos, entre otras cosas, por no saber la lengua (además del caso de Susana, Nicolás también se fue de Cataluña; y Mónica de Baleares). Así, si bien los argentinos cuentan con un buen puesto dentro de la jerarquía de alteridad, éste se tiende a diluir por los marcos de integración (Vives González, 2007; Gil Araujo, 2010) que imponen las diferentes Comunidades Autónomas. De este modo, se disuelve el origen nacional de los argentinos, quedando éstos homogeneizados con el resto de los inmigrantes. Los trabajos a los que podía acceder Susana en Cataluña –donde reside su hijo-, se reducían al servicio de cuidados. En Madrid, sin embargo, su inserción precaria como teleoperadora tampoco ha supuesto un salto cualitativo hacia una mejoría: la obliga a tener que compartir vivienda con tres jóvenes españolas, y aspira a lograr, aunque sea, una pensión por parte del Estado español. En Argentina está tramitando su jubilación, aunque tiene dificultades para justificar tantos años de trabajo sin contrato.

También Mario ingresó en actividades que ya conocía, al mes de llegar a España se integró a una cuadrilla de veinte pintores, con un jefe español. Aunque sin los papeles “no salía de los garages, de los trasteros… siempre pintando por ahí, no podía salir porque como ya era reincidente [el patrón], viste, lo pillaban conmigo y…”. A los dos años le hicieron el contrato de trabajo, y a partir de entonces ha podido asentarse mejor. Se casó con su novia, que tiene dos hijos (permanecen en Argentina), y tiene dudas respecto a reagruparla. Hasta ese momento, ha pasado circunstancias muy complicadas: su primer jefe no le pagó, y tuvo que recurrir a Cruz Roja para comer; en un momento vino su mujer y se insertó en el servicio doméstico en España, mientras los hijos quedaron a cargo de la madre de Mario, en Argentina. La estrategia migratoria de Mario comprende una familia transnacional: producción en España, reproducción en Argentina. Las familias transnacionales se caracterizan por la separación geográfica de sus miembros, aunque permanezcan unidos simbólica y afectivamente. Asimismo, esta separación geográfica determina el modo en que se desarrollan las actividades para su reproducción: obtención del sustento, crianza de los hijos, etc. (García Borrego, 2010).

Los recursos morales: el capital de honor

Hay un rasgo que es común a toda la fracción de la clase media baja: la ética del trabajo, que parece marcar una disponibilidad resignada para ser explotados. Pareciera haber una doble exigencia sobre este grupo, por: a) no poseer titulación universitaria ni capital económico, y b) por ser inmigrantes. Ante ello, demuestran virtudes extraordinarias: responden con recursos morales (Lamont, 1992). Esto se patentiza en el rechazo –o cuanto menos, las reservas– de esta fracción para tomarse los periodos de desempleo; periodos que, para las clases medias de servicio constituyen tiempos estratégicos para replantearse las inserciones ocupacionales. En cambio, en esta fracción se perciben los derechos laborales –desempleo, licencias, etc.– como una “cuestión de vagos” (Susana, Diego, Patricia). Una de ellos, Patricia, trabaja en un medio donde la mayoría de los empleados son españoles, y combina un discurso de retornada –hija de español–, con cierto superávit moral, al defenderse de las agresiones que realizan sus compañeros en contra de los inmigrantes.

Patricia –Y se lo dije a uno en la cara: ´Agradeceme, a mi […]. Si yo no estuviera acá, tu abuelo no estaría cobrando la jubilación porque si es por el trabajito de ustedes, que ustedes cada dos por tres se van al paro´.

Así, la fracción en general expresa cierto capital de honor[21] en esta materia, a modo de estrategia compensatoria de su déficit relativo en titulaciones, siendo, quizá, el principal factor que los haría atractivos para ser contratados: honestidad, disposición para el trabajo, ser “buena gente”, “currantes de verdad” (Diego), “uno se lo gana” (María), etc. Desde esta ética del trabajo, que les asigna un valor específico en el mercado de trabajo a falta de títulos, ven con malos ojos el uso –y abuso– de las contraprestaciones salariales por licencias o desempleo[22]. En el siguiente fragmento de entrevista, vemos cómo se expresa Susana sobre este tema, quien se sorprende de la existencia en España de derechos laborales, siendo que ella trabajó durante casi toda su trayectoria en Argentina sin contrato laboral:

Susana –Acá lo que me sorprendió, de las cosas, es cuando decís ´estoy en paro´. Digo yo ´¿qué será eso?´. O ´estoy de baja´, ´¿y por qué´, ´no, porque estoy con depresión´. El tipo de depresión, nada; o porque le duele la columna… o porque le duele la espalda un tiempo… Claro, eso no existe en Argentina. Estaría bueno que se hiciera, pero aparte, acá hay tanta mentira, y lo están pagando, y a mí me están sacando por ellos, porque voy a trabajar. Hay tanta mentira, y la gente que ha visto un mes, mes y medio que van, o dicen ´me sigue doliendo´, o dicen ´sigo depresiva´. Digo ´qué menti…´, son tan hipócritas, hipócritas.

Otros entrevistados no explicitan abiertamente su rechazo hacia las prestaciones por desempleo, pero tampoco han podido utilizarlas, al abandonar los trabajos antes de finalizar los contratos. Una notable dificultad para jugar con el tiempo y con las opciones disponibles, se patentiza en el caso de Diego. Este joven no ha podido contar estratégicamente con estos derechos laborales, puesto que dejaba los trabajos antes de finalizar los contratos, y sin llegar a una negociación con los empleadores. Cosa que sí han hecho otros sujetos, como Alicia, quien para poder tomarse el tiempo de paro, lograba un acuerdo con los jefes.

Detrás de esta diferencia, evidentemente, se halla el modo en que ambos sujetos han sido producidos. Alicia, formada en universidad privada en los años noventa, con dos postgrados orientados al ámbito empresarial, tiene naturalizada la constante negociación (de salarios, de condiciones) con jefes y superiores. Esa negociación es siempre individual, cara a cara con el jefe, y en la que se muestran todas las valías (de las que dan cuenta los títulos) de la persona: el prototipo de esta “prueba” es la entrevista de trabajo. Diego, en cambio, hace mea culpa de cada uno de sus choques con el mundo laboral, y ante un revés opta por la salida:

Diego –Me llamaron los compañeros [de trabajo] a mí. Yo pensé que era para decirme ´mirá, vamos a enseñarte, no sé qué´. Y era, fue para apretarme, fue para apretarme, y me enfadé […].Después me llamaron por teléfono, pidiéndome disculpas, que íbamos a hacer…Pero yo estaba decidido a irme.

Así, este entrevistado no ha jugado estratégicamente con las posibilidades disponibles para insertarse en mejores condiciones la próxima vez. Pese a ello, se vanagloria, a sus 35 años, de tener casi veinte de cotización, aunque sea en trabajos poco calificados (repartidor, transportista). Este tipo de trayectorias da indicios de la dificultad de jugar con el tiempo, algo que el resto de la muestra realiza con cierta destreza.

En este aspecto, Nicolás responde a las disposiciones que porta por su origen de clase, al pertenecer a la fracción más rica en capital cultural en la generación anterior (ambos padres profesionales). Él tiene más elasticidad en el significado de estas prestaciones, y aprovecha el tiempo de paro para aprender cosas por su cuenta y para experimentar con la música. Aunque, como sostiene también unas disposiciones anti-institucionalistas, no termina de invertir ese tiempo en beneficios para su trayectoria (un ejemplo: no ha homologado siquiera el carnet de conducir, con lo que sus posibilidades laborales se ven fuertemente limitadas).

En fin, este rasgo que denomino ética del trabajo condensa el significado que tiene la propia condición de inmigración como situación provisional, que se justifica debido al trabajo que se va a desempeñar al país de destino (Sayad, 1989). Estar presos de cierta ideología trabajista[23] (García López y García Borrego, 2002) supone, de algún modo, una dificultad para elaborar proyectos y estrategias que permitan trazar trayectorias ascendentes. Aunque en algunos casos, como el de María y el de Patricia, la ética del trabajo, finalmente, se ve recompensada –o se torna eficiente–, permitiendo cierto ascenso social.

Remesas, arreglos y gestión de la reproducción social de las familias

Las remesas y los arreglos que se hacen con las familias en origen –generalmente, se trata de la familia ampliada–, son una dimensión fundamental para pensar las estrategias migratorias como estrategias de reproducción social. Las migraciones suponen una ampliación del haz de posibles para los sujetos que las emprenden, y entre las posibilidades que se inauguran, una de las más importantes es la de jugar estratégicamente con las estructuras de oportunidades de cada uno de los espacios sociales, el de origen y el de destino. Cómo gestionan los agentes las incipientes acumulaciones que van logrando, o las que han logrado antes de emigrar, constituye una parte primordial de los proyectos migratorios. Analizo aquí cómo se orientan los recursos conseguidos y las inversiones que se realizan con estos en relación con las familias que quedaron en Argentina.

Las prácticas de envío de dinero periódico están presentes en varios de los entrevistados; sin embargo, el trabajo empírico aportó indicios sobre otras prácticas que suponen ayudas a las familias, aunque no se materialicen en remesas. En la literatura sobre migraciones, se denominan arreglos, y refieren al reparto de las tareas de reproducción en las familias, al emigrar las mujeres-madres y redefinir los roles del resto de miembros (Pedone, 2008). Entre los sujetos de la muestra se halló, más que la preponderancia de remesas, un tipo de arreglos que se hacen con padres o hermanos desaventajados que han quedado en origen, y que no supone la dependencia ni la evidencia del envío de dinero. Se trataría de prácticas un tanto eufemizadas, con cierto rechazo del cálculo, puesto que el acuerdo entre las partes escondería su dimensión económica. Como una de las entrevistadas, Inés, señaló, su hermana no toleraría que ella le enviara dinero, en cambio sí podía aceptar cobrar su jubilación en su nombre. Previo a esto, Inés tuvo que persuadir a su hermana de que, a ella, en España, ese dinero no le sería útil.

Inés –Mi hermana está sin trabajo allá. Yo sabía, cuando me venía, que mi hermana se quedaba sin trabajo, y a los 56 años que tenía ella en ese momento, ¿a dónde va? […]. Ella trabajaba como dependiente en una fábrica de pastas, mi hermana no tenía preparación, ni se había sabido desem… no habría sabido desenvolverse […] y estaba sola, no se había casado, no tenía hijos… Era un poco que había que protegerla… Tenía como… una cierta minusvalía, desde lo social ¿Sabés?

En otros casos, el arreglo consiste en que la familia –padres, generalmente– que permanece en origen, se ocupe de cobrar el alquiler de propiedades que compraron los entrevistados antes de emigrar, y que procuren controlar que todo marche bien (Daniel y Carolina, que adquirieron sus departamentos en la época del corralito, antes de emigrar). Otros, como Sandra, han conseguido cierta acumulación de capital económico en España, y lo han invertido en Argentina comprando un inmueble para alquilar, aunque como dice esta entrevistada: “yo ese dinero [del alquiler], ni lo reclamo ni nada, porque es para mí una cosa para mis padres. Para mí es una cosa que yo quiero que sea para ellos”. Algunos investigadores llaman a este tipo de prácticas remesas indirectas (Sanz Abad, 2010: 225), término que preferimos evitar, a fin de no colonizar el campo semántico de las prácticas hacia el polo económico.

Evidentemente, no se trata de prácticas económicas puras (¿acaso alguna lo es?), sino que se encuentran entrelazadas de modo complejo con el plano afectivo y simbólico. Pueden interpretarse, entonces, como mecanismos de restitución hacia las familias de origen por haberse ausentado, y a la par como estrategias de reproducción ampliada de los capitales, tendentes a la acumulación.

De entre los que realizan remesas propiamente dichas –envíos periódicos de dinero–, Antonio es uno de los más explícitos. Parte del dinero que envía a Argentina, es para financiar los emprendimientos de sus hijos –las empresas de su hija mayor y de su hijo mediano–. Pero también cubre parte de los gastos del hijo menor –estudiante en la universidad–, aunque no comparte el modo en que se gasta su dinero, en bienes de consumo: “El menor tiene esas exquisiteces, como creyéndose que pertenece a una elite. Cuando es el hijo de un obrero que tiene la suerte de tener una moneda distinta, nada más” (Antonio). Gastos “superfluos” (renovación de teléfonos celulares que aún son útiles, conexión a internet todo el día, etc.) les llama Antonio, que él quisiera destinar a “formación real”. Su papel como sustentador de la familia no se ha desdibujado con la emigración –uno de los motivos de su emigración era la dificultad para redefinir su rol paterno tras el divorcio–, más bien se ha potenciado, aunque sus hijos están emancipados, excepto el menor. Pero con la desventaja de que no controla el destino de los fondos que envía, aunque reconoce que se trata de una compensación: es “responsabilidad mía que quise compensar el abandono enviando dinero. Que nos pasa así a la mayoría de los inmigrantes, que hacemos remesas, que enviamos remesas de dinero, y ese dinero se diluye en la nada.” (Antonio).

Otro caso de la muestra que envía remesas periódicas es el de Mario, que sostiene económicamente a su familia que permanece en Argentina, constituyendo un ejemplo de familia transnacional. Desde el pago del alquiler de la casa donde residen su mujer y sus dos hijos, hasta la compra de mobiliario y electrodomésticos, la ropa para los niños, son cubiertos por parte del salario español de Mario. La principal estrategia de ascenso de esta familia consiste en apartarse del ambiente degradado (de violencia y delincuencia) en el que residían en Mendoza. Por eso se entiende bien que, aunque podría acceder a los planes estatales de vivienda, los rehúse, prefiriendo poder seleccionar medianamente a los vecinos: “Y donde alquilo allá en Argentina, sale un ojo de la cara, porque pagamos 600 mangos [pesos] todos los meses. Pero vive [la familia] en una zona tranquila” (Mario). La elección de una casa (sea para comprar o alquilar) es la elección de un entorno social y de un entramado de relaciones (que puedan funcionar como capital social), que él sabe que pesa en las posibilidades del futuro. Muy conocedor de los efectos de lugar de la segmentación espacial, este entrevistado tiene canalizada toda su energía en apartarse de las zonas “de guerra”, “de terror”, en las que ha vivido toda su vida.

Mario –[el barrio] se ha puesto muy violento. Bastante violento. Sí, esto porque antes ni […]. No podemos salir de ese lazo de… Como acá, que construyen casas por aquí, por allá… que podés optar, ya sé que está… pero ahí no tenés la posibilidad… que las casas que te dan te mandan a los barrios con los de las villas… que no entiendo.

Otros entrevistados han enviado remesas antes de concretar la reagrupación de toda la familia en España, proceso que Esteban cumplimentó en menos de tres años desde su llegada. O Patricia, que en Argentina tenía que ayudar a su madre, y ya logró desvincularse de esa función, porque pudo acogerse al nuevo régimen argentino de pensiones para amas de casas. Sin embargo, sigue ayudando a su hermana, que también emigró a España “siguiendo sus pasos”.

Por último, otros entrevistados en lugar de enviar dinero a los padres, les compran los pasajes de avión para que los visiten (Andrea, María). O realizan envíos muy puntuales –para cubrir algún apremio específico– (María, Carlos). Y otros, finalmente, pertenecientes a la clase media de servicios (fracción cultural), en lugar de enviar remesas, las han recibido, especialmente en el primer periodo de asentamiento en España (Hernán recibió dinero de su exmujer, y Juana de sus padres).


  1. Como señala Baranger, en la teoría bourdieusiana el ámbito privilegiado de reproducción del capital social es la familia, “como una dimensión incorporada de los habitus” (Baranger, 2004: 215). Aunque esto difiere en las familias, puesto que no todas las relaciones sociales funcionan como capital social –con efectos multiplicadores sobre las posibilidades de valorización de los otros capitales: económico y cultural–.
  2. Tezanos analiza los nuevos sistemas de desigualdad de las sociedades contemporáneas, en las que tienden a configurarse líneas fronterizas internas, que definen haces de posiciones sociales y de oportunidades bastante diferenciadas para los que se sitúan en el “exterior” o en las fronteras periféricas del mercado de trabajo “ordinario” (2001: 209). Se irían definiendo, de esta manera, dos sectores sociales: los que tienen un empleo de calidad y acceden a oportunidades; y los que no logran un empleo standard, situación de paro estructural, y no acceden al consumo y a las prestaciones sociales.
  3. Las características del crecimiento económico español en la etapa analizada son las siguientes: a) elevadas tasas de empleo temporal asalariado (más del 30%); b) empleo sumergido (30%); c) desempleo estructural (fluctuante entre el 20% y el 11%, según se trate de épocas de crisis o de bonanza; y d) polarización de salarios (Colectivo Ioé, 2005).
  4. Con sólo un año de residencia legal –con régimen de trabajo por cuenta ajena, por ejemplo–, los inmigrantes pueden establecer sus propios negocios, ayudados por los servicios de un gestor que les facilite el trámite burocrático y contando con mano de obra familiar. Desde el año 2003 las Altas en la Seguridad Social de los inmigrantes argentinos como trabajadores autónomos, han fluctuado entre el 14 y el 12%, representando en el año 2009 el doble que las altas en régimen de servicio doméstico. Si tomamos el año 2007 como referencia (antes de la crisis), los datos son los siguientes: de las 54.937 personas dadas de alta en la Seguridad Social, 45.249 (82%) lo estaban en el Régimen General; 6.546 Autónomos (12%) y 2.752 Empleados de Hogar (5%). Datos del Anuario de Estadísticas Laborales y Asuntos Sociales (2009).
  5. Convertirse en empresario –aunque sea sin personal a cargo– puede llegar a consistir en un modo de evitar los trabajos penosos y mal pagados ofrecidos, en muchos casos, a los trabajadores inmigrantes. Portes (1999) ha identificado tres modalidades en que los inmigrantes pueden sostener iniciativas económicas de tipo empresarial a través de las redes de inmigrantes: a) creando mercados de trabajo a distancia; b) generando asociaciones de crédito informales; c) jugando con la diferencia de precios e información entre los países de origen y destino (Portes, 1999).
  6. La investigación realizada por Alberto Riesco (2010) pone en evidencia el carácter disuasorio de los requisitos que se piden a los inmigrantes que quieran ingresar a España como trabajadores autónomos, puesto que se tienen que tramitar desde la sociedad de origen. Asimismo, la opción de obtener el permiso de residencia mediante el trabajo por cuenta propia, si bien es una posibilidad formal, es de difícil gestión y tramitación (según este autor, sólo un 6,6% de las solicitudes presentadas en el año 2007 se resolvieron favorablemente).
  7. Quiere decir cheto.
  8. Wagner (2006) menciona las condiciones de acceso al universo social internacional apoyadas en saberes específicos: competencias lingüísticas, culturales y sociales que definen los recursos internacionales. Aunque los sujetos entrevistados no pertenecen a la élite cosmopolita a la que se refiere Wagner, sino a las clases medias y sus recursos son menores que los de aquella, habilitándoles unos lugares sociales que, en las respectivas experiencias migratorias, los sujetos no aceptaron. En un caso, vivir de modo ilegal en Estados Unidos (Andrea); en el otro, dificultad para residir con su esposa española en Israel (Daniel).
  9. El carnet de artesano se gestiona, según comentó, en una sección administrativa de la Comunidad de Madrid, y supone estar dado de alta en el régimen de la Seguridad Social como autónomo y pagar IVA. Además, tuvo que presentar un proyecto y pasar una especie de examen práctico, donde lo vieron trabajando para acreditar su condición de artesano.
  10. Estas dos entrevistadas tenían previsto sostenerse durante aproximadamente un año con los ahorros que tenían en sus cuentas. En un caso, se trataba de ahorros propios generados en la época de muy buena inserción como profesional en Telecom, una importante empresa multinacional de telecomunicaciones (Alicia, trabajaba en el staff de calidad). En el otro, se trataba de dinero cedido por los padres, que sostuvieron la estrategia migratoria de su hija (Juana).
  11. De las 10.386 solicitudes de homologación de títulos superiores extranjeros resueltas favorablemente en el año 2006, el 31% lo eran de Licenciados en Medicina y el 7,9% de Diplomados en Enfermería (Anuario de Extranjería 2006, del Ministerio de Trabajo e Inmigración).
  12. No entramos aquí en los convenios bilaterales firmados entre Argentina y España, que serían motivo de un análisis de la cuestión jurídica que rige los trámites de homologación. Para un análisis sobre el tema, véase Slepoy et al. (2005).
  13. Así como en la literatura sobre las migraciones hay una ola de críticas hacia el “nacionalismo metodológico”, deberían esgrimirse, con el mismo énfasis, críticas equivalentes al “globalismo metodológico” (De la Haba Morales, 2008). Respecto a las titulaciones, pero también respecto a la ciudadanía –que ha de otorgar–, a las uniones –que debe reconocer–, a las cotizaciones en la Seguridad Social –que ha de homologar, en caso de jubilación–, etc.; el Estado, especialmente en lo que concierne al fenómeno migratorio, sigue siendo en buena medida “el banco central que garantiza todos los certificados” (Bourdieu, 1993: 139).
  14. Sólo Sandra ha tenido que mantener algunos trabajos esporádicos realizando limpieza, aunque su nivel de aceptabilidad también estaba en proceso de transformación al momento de la entrevista, y ya no estaba dispuesta a cuidar a personas mayores: “Cada vez que voy a Argentina y vuelvo, es como que en mi cabeza también hay ciertas expectativas que no las quiero hacer”.
  15. Desempleo protegido, con cobertura de un seguro.
  16. Una de las entrevistadas, Carolina, se encontraba haciendo un curso de inglés, que le exigían en la Escuela de Negocios donde trabajaba, como condición para poder permanecer en el puesto. Lucrecia, en cambio, tenía un truco muy ocurrente para solventar los déficits en inglés. Como estaba a cargo del teléfono, tenía en el puesto de trabajo un papel con diferentes frases en inglés, para poder comunicarse con clientes que llamaban desde el extranjero.
  17. En el capítulo anterior se analizan las expectativas que recaían sobre esta entrevistada por parte de su familia de origen, muy centradas en el ejercicio de profesiones que han aportado un éxito bastante asegurado para ascender socialmente, siendo que las opciones de sus hermanos son bastante tradicionales en esta fracción de clase (contador, abogado, farmacéutica).
  18. Pueblerina.
  19. La situación migratoria ha funcionado para esta entrevistada también como acontecimiento desencadenante de su habitus primario. Habitus primario que ha sido apuntalado durante toda su socialización (ir al colegio “concheto” de la ciudad natal, el único que habilitaba para ir luego a la Universidad; estudiar la carrera en la Universidad de Buenos Aires, aunque le “costaba” pudo hacerlo a fuerza de “mucha constancia”, etc.), y que ha visto canales de actualización en la nueva situación de migración, ajustándose al estereotipo de migrante argentina de clase media (con títulos y “cultura”), funcional en el sector de intermediación cultural en el que se va abriendo camino.
  20. En este puesto cumple funciones diversas: desde recibir clientes hasta depurar encuestas, las condiciones laborales son bastante deficitarias: incumplimiento de jornadas laborales, impago de horas extra de trabajo y salario muy bajo (850 euros).
  21. De modo análogo a como el charlatán, en los mercados mediterráneos analizados por Bourdieu (2011), no puede encontrar a nadie que responda por él (ni por la mercadería que ofrece) y no puede exigir garantía del comprador; asimismo, el vago que se toma el desempleo, y que no ostenta virtud de trabajador, corre el riesgo de perder crédito para ofrecerse en el mercado de trabajo.
  22. Una investigación realizada sobre argentinos que retornaron al país también analiza este perfil de trabajadores, que rechazan ideológicamente las ayudas sociales, al considerarlas como incentivadoras de desempleo y de vagancia (Castellanos, 2006).
  23. Según estos autores, la ideología trabajista justifica la presencia de los inmigrantes en el exilio “desde, para y por el trabajo” (García López y García Borrego, 2002: 110). La misma definiría el grueso de los proyectos migratorios de las personas que provienen del Tercer Mundo; aunque, como muestro en esta investigación, hay importantes diferencias en la elaboración de proyectos migratorios de acuerdo con las clases y fracciones de clases.


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