Franca Maccioni y Javier Martínez Ramacciotti
Comenzar es difícil. Hace más de un año, exactamente el 4 de agosto de 2014, enviábamos un dossier de invitación a un grupo de amigos y colegas para participar de la escritura de un libro que se quería colectivo. Pero no es éste el comienzo; todo comienzo tiene su prehistoria y ésta no es la excepción. Recomencemos.
Hace dos años, aproximadamente, iniciábamos un cronograma de lecturas, en torno a diferentes textos, que versaban sobre, dicho rápidamente, el nihilismo, las catástrofes, las diversas modulaciones del fin; en suma, sobre el agotamiento general. Pero lo hacíamos, desde un principio, no desde el cansancio, sino, por el contrario, desde el deseo, infantil quizás, entusiasta seguro, de hallar algún resquicio, donde la cifra de una afirmación nos estuviera aguardando. Descubrimos, ni bien iniciado el recorrido, que esa afirmación ya estaba presente, incluso antes del cronograma de lecturas y los textos que lo componen. La amistad, el pensamiento colectivo, la inclinación a comenzar algo entre muchos era el presupuesto y, al mismo tiempo, el objetivo de la pesquisa de los sitios que pudieran deponer la equivalencia general del nihilismo.
Habiendo entablado, entonces, una cierta intimidad con la escritura de seres desconocidos, que, sin embargo, composibilitaron amistosamente una zona común de pensamiento –Nietzsche, Derrida, Jean-Luc Nancy, Agamben, Rancière, Didi-Huberman, entre otros–, decidimos repetir el gesto y trazar un interregno en el cual amigos que no trabajan necesariamente juntos encontraran la posibilidad de hacerlo. Y nosotros con ellos. Recomencemos, ahora sí, reponiendo la invitación.
Córdoba, Lunes 4 de Agosto de 2014.
A treinta años de la frase de Derrida, que rezaba, a modo de título, ‘sobre un tono apocalíptico adoptado recientemente en filosofía’, podemos afirmar hoy que la misma ha excedido su restricción filosófica para convertirse en el tono transversal de las voces, con las que el presente se enuncia a sí mismo. Asistimos, actualmente, a una proliferación de diagnósticos que acentúan la crisis o la interrupción (cuando no el fin a secas) de un conjunto de operadores que tramaban el sentido de la existencia común de lo viviente. La suspensión de La Historia, La Literatura, El Arte, La Verdad, La Política, Lo Humano, El Mundo, La Filosofía, El Lenguaje, El Sujeto, El Sentido, hasta La Vida misma no parece legar, sin embargo, la imagen de un nuevo paisaje, sino, más bien, la obstinada interrogación por los modos de habitar en la inmanencia del desastre que dibujan esos grandes operadores, ahora inoperantes.
La obsesión por cartografiar minuciosamente los puntos en que las grandes palabras desfallecen no responde, sin embargo, al goce escatológico de un nihilismo pasivo y reactivo, propio de esos últimos hombres, a los que Nietzsche caricaturizaba como seres cansados e imposibilitados de crear. Encontramos, por el contrario, en cada uno de estos médicos culturales –filósofos, pensadores, artistas– la persistencia intermitente de un deseo –pero de un deseo sin ley ni objeto a priori–, que guía las miradas hacia la pesquisa de aquellos vestigios, en los que aún resta una vitalidad desesperada, donde se anuncia (aunque sin teleología ni certeza alguna) la potencia de lo que elegimos pensar como un re-comienzo posible.
Quisiéramos que el término re-comienzo sirva para auscultar dos dimensiones inescindibles de un movimiento recurrente del pensamiento contemporáneo que, al mismo tiempo que signa el presente bajo la imagen de una huelga de los acontecimientos, no cesa de fabular modos de reactivarlos. En ese sentido, pensamos el re-comienzo, como un término estructuralmente doble que postula la co-pertenencia entre el diagnóstico de un retiro del presente y un pensamiento de los posibles re-trazos del mismo. Por esto, la elección del término re-comienzo, cuya fuerza radica en el prefijo, pretende señalar la necesidad de la efectividad de un comienzo, que se da en medio de lo-ya-comenzado, a sabiendas de la imposibilidad de originar una novedad radical, sin caer, por ello, en la reproducción infinita de lo ya-dado. De ahí que el re del re-comienzo no aluda tanto a la repetición cuanto a su carácter de intensificador: el re-comienzo no repite lo acontecido, sino que intensifica los campos de posibles que no agotaron su potencia en la historia efectiva.
La apuesta por el re-comienzo en el medio implica, necesariamente, entonces, la pregunta por los medios del re-comienzo. De allí que los pensamientos que se ubican en esta estela no sólo estén guiados por la pesquisa de los sitios en donde se expone un re-comienzo posible, sino que se esfuerzan por postular modos (estéticos, políticos, históricos, etc.) de crearlos e invitan a continuar esta tarea imaginando y pluralizando los medios y figuras del re-comienzo.
La invitación, entonces, es a imaginar la heterogeneidad de modos y medios del re-comienzo en una contemporaneidad que es o llegará a ser la nuestra a condición de pensarla y crearla, una y otra vez.
Las respuestas, en resonancia con nuestro entusiasmo, llegaron rápidamente. Velocidad que, sin embargo, no ocultó la dificultad de la escritura, los continuados reinicios y revisiones de los textos, que replicaban la dificultad inherente a todo comenzar, exponiendo en ese gesto que no hay comienzo que no sea un perpetuo recomenzar al filo de su propio errar. Y, sin embargo, pese a todo… este libro.
Este libro no pretende definir ni delimitar un concepto. No versa sobre el qué es el recomienzo. Optamos, en cambio, por el infinitivo –“ensayos sobre el recomenzar”– para insistir en la dimensión del movimiento, del gesto, del hacer, sin agotar sus declinaciones. No tanto un hacer algo, un hacer para o un hacer por, sino más bien un hacer simplemente allí, donde el nihilismo amenaza con anular la posibilidad misma de iniciar. Un hacer, pese a todo; un hacer, el tiempo; un hacer, el habitar; un hacer, la poesía; un hacer, la vanguardia; un hacer, aquí. Un hacer, entonces, que no es hacer un poema, hacer una obra vanguardista, hacer, en suma, lo hecho, sino un recomenzar el hacer mismo que mienta cada uno de esos nombres.
Recomencemos. Habiendo iniciado en el agotamiento general, llegamos a un hacer, que no se constituye como un gesto soberano que funda algo radicalmente nuevo. Partimos del círculo cerrado del nihilismo y alcanzamos un trazo que no coincide ni con la línea progresista de la historia ni con la tangente del acontecimiento. ¿Cómo pensar una figura para este hacer? Podemos apoyarnos en la bella y doble imagen que supo forjar Nancy: un animal agazapado, un resorte tensado. Al fin y al cabo, este libro querría ser la prueba, el acto de que, como dijera Rancière, el círculo cerrado siempre estuvo abierto y aquello que lo fisura incesantemente es el movimiento, la vibración, el hacer de esos animales agazapados, catorce de los cuales integran este libro. Para cada uno de ellos, en la cercanía o la distancia que toda escritura vuelve relativa, la única palabra justa: gracias.
Córdoba, Miércoles 19 de Agosto de 2015.