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3 Caracterización sociohistórica de Suteba BB: antecedentes de su construcción gremial (1988‑2003)

Introducción

En este capítulo se analiza el recorrido histórico de Suteba BB desde su fundación en 1988 hasta el nombramiento de una nueva conducción en 2003, periodizando sus hitos fundamentales. Con base en entrevistas, documentos de las agrupaciones, actas sindicales y archivos privados (escritos de militantes, documentos de coyuntura, balances de agrupaciones, etc.), se describe el movimiento coyuntural del sindicato, sus principales conflictos y formas de organización. Paralelamente, se delinean las relaciones entre las prácticas y las estrategias desarrolladas por Suteba desde diversas perspectivas, tomando en cuenta las diferencias entre las principales agrupaciones sindicales en ese momento (la Lista Marrón y la Lista Celeste), y también el proceso de docentes autoconvocados, que surgió en la década de 1990 y se fortaleció a partir de la crisis de 2001.

Antecedentes fundacionales de Suteba (central) y de la construcción de la seccional bahiense (1988‑1990)

En el proceso de conformación de Suteba a nivel provincial influyeron de modo determinante dos hechos históricos para el sector de trabajadores docentes. El primero fue el paro del 1.° de junio de 1983 de la Unión de Educadores de La Matanza y Morón, por mejoras salariales y por la restitución del estatuto docente. Esta medida inauguró una etapa de reorganización sindical que impulsó la creación o reapertura, en distintas partes de la provincia de Buenos Aires, de «uniones de educadores» que comenzaron a coordinar acciones entre sí. El segundo hito se sitúa en agosto del mismo año, cuando se constituyó un Frente Gremial de Trabajadores Docentes del Gran Buenos Aires que propuso la unificación de organizaciones únicas por distrito, representativas y sin diferenciación de ramas, niveles o jurisdicción de la enseñanza[1]. Este frente gremial realizó en junio de 1986 una masiva marcha a pie hacia la ciudad de La Plata (Suteba, 2016).

Desde ese momento, distintas asociaciones comenzaron a organizarse en torno a lo que sería el congreso constitutivo del sindicato, que se desarrolló en la ciudad de Mar del Plata entre el 30 de agosto y el 1.° de septiembre de 1986 (Suteba, 2006). Participaron 153 delegados de 25 asociaciones gremiales que representaban a 18 mil docentes. La discusión central fue en torno al tipo de organización que se daría el sindicato, divididos entre las posturas de constituir una entidad única o una federación que agremiara a entidades de base preexistentes. Esta controversia implicó el retiro de algunas delegaciones y la constitución de un «unicato», bajo el argumento de terminar con «la gran atomización existente».

Finalmente, se definió a Suteba como un sindicato único, constituido de forma análoga a la CTERA: con seccionales por distrito, juntas promotoras y delegaciones distritales. La elección de autoridades se realizaría por voto directo y secreto de los afiliados. La organización se estructuraba a través de un Consejo Ejecutivo Provincial (CEP), uno de los órganos de organización y decisión más importantes dentro del sindicato, constituido por secretarios, vocales y delegados paritarios de la lista con mayoría de votos en los comicios. Le seguían en jerarquía las seccionales, las juntas promotoras y las delegaciones. Las minorías tendrían representación en el CEP, en las seccionales y en el Congreso General, órgano máximo de deliberación y resolución, que se reuniría en asambleas periódicas.

En ese congreso, se eligió el nombre «Sindicato Unificado Trabajadores de la Educación Provincia de Buenos Aires» y se escogió a los miembros de la Junta Electoral, que tuvo a su cargo la realización de comicios. En esa primera elección, se presentó únicamente la Lista Celeste[2], encabezada por Mary Sánchez como Secretaria General y por Ángel Panza como Secretario Adjunto (Suteba, 2013)[3].

Unos años después, el 14 de marzo de 1988, el Congreso de CTERA[4] convocó a un paro por tiempo indeterminado, en el que las reivindicaciones centrales giraron en torno a un salario único nacional, un nomenclador básico común, la apertura de una paritaria nacional docente y el cumplimiento efectivo de la LFIE. El paro duró 42 días, durante los cuales se llevaron a cabo enormes movilizaciones, con presencia de docentes de Suteba.

La huelga contó con el apoyo de gremios docentes no adheridos a la central y de la CGT. El 16 de abril, el Gobierno nacional decretó la conciliación obligatoria, que fue acatada por la CTERA, pero fuertemente cuestionada por las asambleas provinciales de base. Frente al escaso avance de las negociaciones, el paro fue retomado y derivó en la Marcha Blanca, una novedosa estrategia de la CTERA para federalizar la protesta. Las columnas de manifestantes fueron recibidas por las seccionales de Suteba, y la llegada al centro de la Capital Federal se produjo el 23 de mayo de 1988, con decenas de miles de maestros concentrados en un acto, en el Obelisco (Balduzzi, 2006). Como resultado, el Gobierno debió ceder; y se aprobó un nomenclador básico común, la unificación salarial en 21 de las 25 jurisdicciones, un paquete impositivo para proveer de mayor financiamiento a la educación bonaerense y, posteriormente, en 1989, se sancionó la Ley Nº 23.929 de Negociación Colectiva para los Trabajadores Docentes. Sin embargo, varios de estos logros se licuaron con los episodios hiperinflacionarios de fines de los ochenta y principios de los noventa (Rapoport, 2007). No obstante, la Marcha Blanca tuvo un impacto positivo en los docentes, en general y contribuyó a la construcción de una identificación como trabajadores (Donaire, 2007).

Luego de la huelga de 1988, que marcó profundamente las distintas formas de concebir al sindicalismo dentro de la docencia, Suteba se configuró como un tipo de organización muy estructurada, con un Plenario de Secretarios Generales con mucha injerencia en las decisiones y con un voto de congresales por cuatro años, medidas que resultaron del I Congreso Ordinario de Suteba (1989)[5]. Para M. G., docente y militante docente histórica del MAS, Suteba se constituyó tempranamente en un «aparato hegemónico y monolítico», propiciando la poca participación de las organizaciones políticas minoritarias:

Con la reconstrucción del peronismo renovador y la traición de la huelga docente del 88, la CTERA aparece como un aparato aliado a los poderes de turno, construcción en la que Suteba tuvo mucho que ver […]. La discusión se cerraba por arriba, y, en ese sentido, Suteba basó su construcción en expulsiones y aprietes (entrevista, 21 de diciembre de 2019).

Otro debate de los inicios de Suteba se originó en torno a su financiamiento[6], cuestión que generó varias disputas por las dificultades de las seccionales más pequeñas para poder cubrir sus gastos:

Ellos [la Lista Celeste] decidieron crear el coseguro sindical, que es un ingreso de fondos importante [hoy el principal del sindicato, por lejos], y el debate era si ese coseguro debía ser obligatorio o no para los afiliados de Suteba […]. Finalmente, se impone en los estatutos como obligatorio, es decir, alguien no puede afiliarse al sindicato sin el coseguro, lo cual le genera a esta naciente organización un ingreso de dinero muy importante. Y, a partir de ahí, la constitución de un aparato sindical consolidado que empieza a comprar propiedades, empieza a tener un dinero, es una fuente de ingreso, porque la cuota gremial es una cuota muy baja, da ingresos muy bajos… y luego aparece en esos debates cuánto y de qué forma se recauda dinero centralmente, cuánto dinero le tiene que bajar a la seccional y que representa el 54 % de ingresos que aporta la seccional… todo esto hace que esté muy centralizado el aparato en cuanto al manejo de los fondos, y los balances que se rinden en los congresos ordinarios son, en general, dibujos (entrevista a E. G., docente y referente sindical de las Listas Marrón y Granate, 18 de julio de 2019).

En Bahía Blanca, la historia siguió un camino particular. Luego de la dictadura, la ciudad contaba con algunos sindicatos docentes. El Centro de Educadores Bahienses (CEB) —asociado a la FEB[7]—, UDABA (Unión de Docentes Argentinos de la provincia de Buenos Aires), AMET y AESBA (Asociación de Educadores de Secundaria Buenos Aires) eran las organizaciones existentes con anterioridad a Suteba. Suteba BB comenzó como Junta Promotora a fines de 1987, y su primera reunión oficial fue el 6 de abril de 1988 (Acta de Asamblea extraordinaria, n° 1, T. 1, 15 de abril de 1988, p. 6) en el local del Sindicato Único de Petroleros Estatales (SUPE), ubicado en el macrocentro de la ciudad. Las primeras reuniones coincidieron con el tratamiento por parte del cuerpo de delegados del plan de lucha de CTERA de 1988.

Por su parte, se resolvió el llamado a elecciones generales, que se llevaron a cabo en diciembre de 1988, luego de algunos conflictos con la elección de la Junta Electoral y de denuncias de «elecciones paralelas ilegales». Se presentaron cuatro listas: la Lista Celeste (encabezada por Marta Abbate), la Lista Celeste y Blanca (por Olga Abraham), la Lista Bordó (por Mónica Oliver) y la Lista Marrón (por Enrique Gandolfo), de las que fue triunfadora la primera. Marta Abbate se convirtió así en la primera Secretaria General elegida de Suteba BB, que, en ese momento, no superaba las 570 personas afiliadas[8]. Algunas de estas listas fueron desapareciendo o cambiando de nombre, pero tanto la Lista Marrón como la Lista Celeste fueron representativas de un modelo sindical, y su reconocimiento será primordial en el desarrollo de esta tesis.

Durante esos años iniciales, las discusiones giraron en torno a la participación y organización de acciones colectivas que dieran continuidad a la lucha docente iniciada con la huelga de 1988. Sus demandas formaban parte de la línea política provincial de la Lista Celeste: restitución del 82 % móvil para las jubilaciones con más de veinticinco años de servicio, descentralización de la Dirección General de Escuelas para evitar demoras en los trámites por fondos y participación gremial en el IPS (Instituto de Previsión Social) y en la obra social IOMA (Instituto de Obra Médico Asistencial)[9].

Como relata E. G., militante docente de la Lista Marrón y uno de los fundadores de Suteba BB, los primeros años posteriores a la dictadura militar habían resultado difíciles para insertarse en una estructura o espacio donde desarrollar una actividad de trasformación política:

Luego de la dictadura, se nos ocurre, con un pequeño grupo de educadores bahienses, afiliarnos a lo que considerábamos un apéndice del Gobierno de turno, la CEB, que era oficialista […]. Y se nos ocurre empezar a impulsar que nos convoquen a una asamblea de afiliados. Juntamos firmas; y, cuando las entregamos, a la semana siguiente, nos convocan para decirnos que habíamos «interferido en la vida gremial» y que nos habían suspendido por seis meses[10]. Pedir una asamblea era un hecho subversivo. Estamos hablando en el gobierno de Alfonsín […]. Había mucha necesidad de participar, de organizarse, y un proceso que movilizaba en aquel entonces eran los derechos humanos… acá hubo un frente de apoyo a las Madres de Plaza de Mayo […]. Empezaban a aparecer las cosas de las que no se podían hablar en la ciudad y de las que, de a poquito, se hablaban, como el tema de desaparecidos en Bahía Blanca. Así trascurrió nuestra militancia, junto a la organización de la docencia (entrevista a E. G., docente y referente sindical, 18 de julio de 2019).

La política de Suteba BB, orientada a captar nuevos afiliados y a presentar una línea «más combativa» que la CEB, posibilitó que un sector importante de la militancia docente participara del nuevo sindicato, proceso que lentamente se generó en toda la década de 1990. Algunos de los primeros afiliados habían sufrido la expulsión de la CEB y criticaban fuertemente el verticalismo de la dirección de Suteba BB y su falta de mecanismos democráticos de participación (entrevista a G. C y O. P., 31 de julio de 2019).

La conformación de listas diversas en el interior de la organización fue producto de las disidencias que se revelaron con posterioridad a las primeras reuniones de la Junta Promotora, que, paradójicamente, había adoptado en sus inicios un carácter plural y abierto. Paulatinamente, comenzaron a manifestarse diferencias en relación con las políticas sindicales adoptadas por las seccionales y también en Bahía Blanca:

En Bahía Blanca, hubo reuniones donde participábamos todos. Un día vamos a una reunión, porque teníamos que conformar la Junta Electoral […], pero directamente nos presentan una lista provisoria, sin ningún aviso, encabezada por Cristina Brandizzi, de la Democracia Cristiana [ligada en algún momento al peronismo de base] […]. Ella estuvo un período al mando, muy democrática, a ella la pusieron un año y luego la borraron… Necesitaban una figura para nuclear, y, como Marta Abbate era una figura para pelear, la pusieron luego de cabeza de lista. Marta era un cuadro político […]. En esas reuniones, era todo una ensalada: había mayoría de «profes» de secundaria, muchos que salieron de UDABA, más que de primaria; un sector de maestras que venían de la CEB y otros docentes de AMET […]. A partir de ahí, la creación de la Lista Marrón fue automática a la creación de Suteba, por la presentación de esta lista provisoria, antidemocrática, a espaldas de los demás, ya que nos habían dejado afuera […]. Cuando entramos y vimos un paquete armado, sin asamblea, que votaría esa decisión, salimos enojados, y con esos que nos conocíamos de la militancia diaria formamos la Lista Marrón (entrevista a G. C. y O. P., docentes de Educación Física y referentes de la ex Lista Marrón, 31 de julio de 2019).

Análogamente a lo que sucedía en otros distritos, profesores con amplia trayectoria como delegados de otros sindicatos docentes debieron asumir la representación «por imposición» de una nueva línea unificada que no había sido consultada ni dispuesta por la base. Docentes de UDABA o AESBA, por citar algunos casos, convergieron por la fuerza en un sindicato unificado:

Cuando comencé a trabajar en aquella época, no estaba Suteba, estaba AESBA […], un sindicato provincial con la sede en La Plata. Trabajaba con docentes de secundaria… en ese momento, lo tenías bien separado. Ahí tenías la secundaria y, por otro lado, la FEB, para el nivel primario y jardín. Después, tenías AMET para las escuelas técnicas y UDA… Cuando estuvo la gobernación de Cafiero, yo era delegado de AESBA. La dirigencia política de AESBA era radical socialista, y no sé por qué […] se disuelve AESBA y le otorga el fichaje a la naciente Suteba. Lo que debería ser un proceso histórico para ser un sindicato único se autoproclamaba sindicato único… yo, junto con otros, estábamos muy enojados porque éramos delegados de AESBA y pasamos a ser ahora de Suteba, sin consulta, sin aviso previo (entrevista virtual a P. J., docente de secundaria, exdelegado de AESBA, 19 de septiembre de 2020).

La Lista Celeste y sus acciones sindicales entre 1991‑1999 en Bahía Blanca

En este apartado, se analizan las formas de organización y conflictividad que llevaron a cabo las dos agrupaciones principales (la Lista Celeste y la Lista Marrón) en su disputa por la conducción sindical. Las demás listas fueron perdiendo relevancia local y, en general, confluyeron en armados electorales con estas agrupaciones. A partir de la década de 1990, la Lista Celeste comenzó a crecer en cantidad de afiliados, participación e infraestructura. El período al frente de la conducción bahiense se estableció entre 1989‑2003. Su intervención en algunos conflictos y situaciones escolares le generaron un primer reconocimiento de los docentes a nivel local. El cuerpo de delegados bahiense funcionó desde el inicio, pero su convocatoria no era asidua.

Entre 1991 y 1995, se reunieron varias asambleas extraordinarias motivadas por la organización interna o por las luchas docentes contra las leyes educativas vigentes. A partir de 1996 y hasta 2003, durante los mandatos sucesivos de la Secretaria General Delia Cid, solo se realizó una asamblea ordinaria por año (excepto en 2001, cuando hubo tres), en la cual la discusión giraba en torno a tres ejes: memoria y balance, política gremial y elecciones de la Junta Revisora de Cuentas y de la Junta Electoral. En general, la participación en esas asambleas no superaba las setenta personas (solo afiliados). El respeto a las normas estatutarias y el orden preciso en el tratamiento de los temas implicaba que las posibilidades de participar por parte del docente de base fueran escasas, dando prioridad a la palabra de los dirigentes. Además de votar mandatos para los plenarios de secretarios generales y para las asambleas generales, las discusiones se centraban en las medidas de lucha, intentando en ocasiones coincidir con la CEB y con AESBA, los reclamos por mayor presupuesto para comedores escolares, el estatuto docente, la defensa del IPS y de IOMA frente a su desfinanciamiento y la discusión crónica sobre el salario. El vínculo con los padres se fortaleció cuando el trabajo docente y sus manifestaciones fueron objeto de ataques por parte de los grandes medios (Acta de Asamblea, 20 de abril de 1990, T. 1, p. 69).

El año 1991 marcó un momento importante para el sindicato. Durante ese año, la disputa salarial, los recortes de cargos por ramas y los descuentos por paros se conjugaron para que tanto a nivel provincial como nacional la lucha docente cobrara gran protagonismo. Los profesores y maestros bahienses participaron de acciones en la ciudad y en Capital Federal, como la Marcha del Silencio (Acta de Asamblea extraordinaria, 15 de marzo de 1991, T. 1, p. 81). Al poco tiempo, las disidencias entre sectores opositores a Mary Sánchez (Secretaria General de Suteba) y la Lista Celeste comenzaron a exacerbarse debido a la decisión de la dirigente de no continuar con las medidas de fuerza. El argumento que esgrimía era «el desgaste» que provocaban, la falta de respuestas por parte del Gobierno y el carácter ambivalente del apoyo de los padres (Acta de Asamblea extraordinaria, T. 1, 22 de julio de 1991, pp. 94‑95).

En Bahía Blanca, en un encuentro multitudinario de docentes para evaluar las medidas de acción y los paros, se repartieron volantes con fuertes acusaciones sobre la Lista Celeste, a la que se calificaba de cómplice del Gobierno por no continuar con el paro. El volante estaba rubricado por militantes de Alternativa Socialista (de vinculación política con el MAS, de tinte trotskista). En una asamblea extraordinaria de Suteba, se repudió el hecho y se decidió la expulsión de uno de sus miembros (Arnoldo Groesman), sin dar derecho a réplica a quienes habían participado en la difusión (Acta de Asamblea extraordinaria, T, 1, 26 de julio de 1991, pp. 98‑99). Esto marcó una práctica de intervención política disciplinadora que llevó al afianzamiento de la Lista Celeste y al surgimiento de una oposición docente que no acordaba con esta modalidad de resolución —percibida por otros miembros como antidemocrática — de los conflictos internos.

En 1995 el planteo de la política gremial de Suteba central estuvo atravesado por la participación en la elaboración de la LFE (N.° 24.195, 1993). Se convocó a la comunidad y a docentes a un debate acerca de los fundamentos pedagógicos y didácticos de la reforma. Sin embargo, entre 1996 y 1997, se formalizó un plan de resistencia contra la implementación de la LFE, por entender que se «enmarcaba dentro de la lógica neoliberal conservadora» (Suteba, 2006, pp.51-54). Se denunciaban las condiciones deplorables de las escuelas, la imposibilidad objetiva de la aplicación de la reforma desde el punto de vista infraestructural y de organización escolar; la carencia de debate y el desconocimiento de la comunidad, entre otros puntos (Suteba, 1996, p. 3). De este modo, la organización de la lucha docente implicaba la articulación con organizaciones de trabajadores estatales y de base docente, la capacitación docente y la consolidación de las tareas dentro de la CTA.

A partir de la asunción de Delia Cid como Secretaria General de Suteba BB, la modalidad de las asambleas se caracterizó por un control estricto de las intervenciones, con mociones supervisadas, mientras la Lista Celeste ganaba la mayoría de las votaciones[11]. La Lista Marrón tuvo su presentación luego de la huelga de 1988 y comenzó a tener una preponderancia como sector opositor a la Celeste durante toda la década de 1990. Con una tendencia marcada de izquierda progresista, su perfil se vinculó a la militancia de los Derechos Humanos y de las problemáticas sociales que surgieron como consecuencia del neoliberalismo. Entre sus filas, figuraban trabajadoras sociales, profesores, docentes de escuelas especiales y algunas maestras que comenzaron a disputar un espacio de poder en sus intituciones y, fundamentalmente, en el cuerpo de delegados:

La Marrón participaba activamente en las asambleas o pidiéndolas, porque no había regularmente; se hacían notas para pedirlas […]. Además, tratábamos de presentarnos como delegados y participar de reuniones de delegados, que no eran muchas… en general, las asambleas y reuniones eran meramente informativas; nos citaban para bajar información gremial, política, las últimas novedades… Nosotros, con la lista Marrón, nos reuníamos antes de la reunión de delegados y acordábamos [lo que] íbamos a instalar en esa reunión para generar un debate. Tratamos de democratizar el sindicato porque era una comisión directiva donde participaban cuatro y eran los que estaban en el sindicato todo el tiempo, y, después, el resto no existía […]. Tengo la imagen de la Secretaria General ejerciendo todos los roles: presidía la asamblea, reuniones de delegados, atendiendo el mostrador […]. Las reuniones de delegados empezaron a ser más cuando nosotros las pedimos; si no, eran reuniones entre amigos que se hacían si les convenía…, y nosotros habíamos empezado a instalar debates en asambleas y reuniones de delegados, invitar a plantear otra posición, mantener informados a otros compañeros […]. En un momento, parecía bastante utópico enfrentar a la Celeste con todo su aparato […]. En el 2002, le ganamos la Junta Electoral, y eso al menos te permitía acceder a los padrones; si no, los teníamos que copiar a mano. Se colocaban a lo alto de una pared y se copiaba uno por uno a los afiliados (entrevista a F. F., docente de inicial y militante de las Listas Marrón y Granate, 26 de septiembre de 2020).

En el programa original de la Lista Marrón, la identificación de los docentes como trabajadores de la educación, la posibilidad de ejercer la democracia sindical en asambleas soberanas y la capacidad de amalgamar las luchas docentes con las problemáticas sociales fueron puntos reivindicados ante las dirigencias de Suteba y CTERA. Por último, el programa de esta lista daba lugar a una pregunta crucial: «¿Qué sindicato queremos como Suteba?», que sintetizaba una serie de principios fundamentales que definían su posición ante el modelo sindical docente.

Queremos un Suteba unido, democrático, pluralista y solidario. Unido en la defensa de los intereses de todos los trabajadores de la educación. Democrático, con el pleno ejercicio de la democracia sindical, que se expresa en toma de decisiones en asambleas soberanas y control de las bases sobre la aplicación y ejecución de las decisiones; elección de delegados en todas las escuelas y funcionamiento de un cuerpo de delegados deliberativo y resolutivo; debate permanente en las escuelas para garantizar la participación en las asambleas, los planes de acción, etc.; representación proporcional para todos los cargos electivos; mandatos revocables por asamblea para todos los cargos electivos; defensa de los estatutos de la CTERA y sus principios (proporcionalidad, pluralismo y consulta a las bases), aplicación de los mismos en Suteba. Pluralista: libre circulación de ideas y propagandas para todas las agrupaciones gremiales. Plena independencia del sindicato respecto del Estado, los partidos políticos y los dueños de establecimientos privados. Solidario: funcionamiento permanente de la mesa gremial docente en Bahía Blanca; solidaridad y coordinación con los gremios estatales en lucha; solidaridad y coordinación con la lucha de todos los trabajadores. Luchamos por lo gremial, lo educativo, lo social (Programa de la Lista Marrón, 1990).

Esta síntesis programática que reivindicaba una mejora concreta en las condiciones laborales del trabajador docente y un cambio rotundo en las formas de hacer sindicalismo fue sembrando el futuro desarrollo político de un conjunto de docentes, bajo la idea de propiciar la democracia sindical, la libre circulación de ideas y la posibilidad de construir una entidad con fuertes lazos con la comunidad y con la clase obrera como horizonte de expectativas en la conducción del gremio.

El desarrollo de la resistencia de los docentes autoconvocados a las políticas educativas neoliberales

En la provincia de Buenos Aires, con la asunción del Gobernador Eduardo Duhalde (1991‑1995) y con la designación de Susana Farías de Castro al frente de la DGCYE, se inició una etapa de confrontación con el sector gremial, principalmente por la implementación de las reformas educativas. En 1992, el Gobierno Provincial procedió a la privatización de las prestaciones de salud y a la derogación del decreto reglamentario del estatuto docente, y lo reemplazó por resoluciones que modificaban normas críticas, como el régimen de licencias (reduciendo los días de la licencia por maternidad, por ejemplo), además de llevar a cabo otras políticas de ajuste, como recortes salariales que incluyeron demoras en el pago de licencia anual ordinaria y del sueldo anual complementario.

A nivel provincial, Suteba llevó a cabo una serie de medidas, como entregas de petitorios a las autoridades de aplicación y cartas de denuncias —dirigidas al gobernador, la DGCYE, la Subsecretaría de Trabajo y la Organización Internacional del Trabajo (OIT)—, una campaña de ayuno docente frente a la Casa de la Provincia en la Ciudad de Buenos Aires y movilizaciones hacia la sede del gobierno provincial en La Plata. En marzo de 1992, se conformó una comisión mixta integrada por Suteba, FEB y SADOP que constituye el primer antecedente de discusiones paritarias con el gobierno provincial. Las discusiones y fuertes intervenciones del conjunto de docentes forzaron la renuncia de Farías de Castro, quien fue reemplazada por Graciela Giannettasio. A partir de ese momento, se logró la restitución plena del estatuto docente, el pago de bonificación por ruralidad, la reincorporación de docentes cesanteados y la titularización de directivos. Sin embargo, se impuso el presentismo por Decreto Provincial (N.º 2202/92) y, más tarde, en 1994, se clausuró la comisión mixta excluyendo a Suteba de todo ámbito de concertación.

La sanción de la LFE (N.° 24.195, 1993) implicó el desmantelamiento del sistema educativo y su fragmentación[12] completamente desarticulada en subsistemas provinciales, desiguales en recursos y heterogéneos en contenidos curriculares, desprovistos de una política estatal que garantizara una educación básica común nacional y sin una autoridad encargada de velar por el cumplimiento efectivo de la obligatoriedad. Asimismo, en el marco de la Ley de Transferencias de Servicios Educativos, se reglamentó la asignación de cargos en cada establecimiento (POF), que modificaba la relación (de proporcionalidad) docente-alumnos y limitaba las vacantes, lo que implicó, en el corto plazo, la pérdida de cargos.

En este contexto, Suteba impulsó diversas medidas destinadas a denunciar públicamente las consecuencias de estas políticas mediante caravanas, marchas y jornadas de debate. Del Primer Congreso Educativo Provincial, en octubre de 1995, participaron más de 3.500 docentes. Asimismo, a partir de la edición de una revista propia —La educación en nuestras manos—, Suteba comenzó a difundir sistemáticamente la problemática docente, el plan de emergencia que proponía —señalando puntualmente el tipo de intervención estatal y por parte de la comunidad que se requería para revertir la situación— y el debate sobre el proyecto de financiamiento educativo que tenía lugar en la provincia de Buenos Aires (Suteba, 2013).

En la ciudad de Bahía Blanca, así como en otros distritos del interior de la provincia, los procesos de resistencia contra las reformas neoliberales fueron protagonizados fundamentalmente por docentes de base en «autoconvocatorias», antes que por las conducciones sindicales. Los docentes autoconvocados generaron una dinámica de conflictividad no institucionalizada, en momentos de expansión cuantitativa de la participación de las bases y de la comunidad educativa (Blanco y Migliavacca, 2011). Las asambleas, con mucha organización y presencia masiva, obligaron a las conducciones de seccionales distritales a tomar medidas de acción directa o huelgas. El movimiento de autoconvocados fue una expresión propia de los intereses de un sector en disidencia con las direcciones de las centrales y, en algunos casos, de actores que habían sido expulsados por su activismo. Como relata uno de los protagonistas, «no había un sindicato o un partido que direccionara a ese sector, pero no era espontánea, tenía una dirección» (entrevista a M. G, 21 de diciembre de 2019); se acompañaba con movilizaciones estudiantiles, acoplándose a las demandas de la comunidad educativa o de organizaciones de Derechos Humanos.

En 1993 se armó un movimiento riquísimo de docentes de primaria (muy pocas) que nos unimos a los reclamos de la gente de secundaria […]. Cuando vino «la Giannettasio», le hicimos una asamblea enorme en la Escuela 2 […]. La Celeste, Suteba, estaba en contra, pero en esas autoconvocatorias estaba más el otro sindicato, que era de medias (AESBA), con Marta Vago […]. El movimiento era fundamentalmente secundarios y directivas (entrevista a M. O, maestra de primaria y referente sindical, 24 de septiembre de 2019).

Cuando se da la lucha contra la Ley Federal y la Ley de Transferencia, no fue Suteba que se puso a la cabeza, sino el movimiento de docentes autoconvocados… ¿Por qué «autoconvocados»? Muchos de esos docentes eran dirigentes de organizaciones de secundarias que tenían existencia previa, y algunos no se iban a afiliar a Suteba […]. Este movimiento fue muy importante en Bahía; fue la resistencia a la reforma […]; acompañó al movimiento estudiantil contra la transferencia y contra la reforma []. Uno de los rasgos del movimiento de autoconvocados es que era potente, paraban los miércoles a su propio costo, y durante meses contra la reforma… era un movimiento bastante organizado, se había constituido con mesa de representantes de las escuelas y era masivo, y tenían que ver con el proceso anterior del 88… muchos de los que estaban tenían muy claro qué era Suteba, porque los habían desplazado desde la CTERA… […] y eran profesores, en su mayoría formados en la universidad, y tenían claro que la reforma rompía con las disciplinas que ellos enseñaban. No era una pelea gremial, era una pelea contra la reforma… Participaron muchos desde el Colegio Nacional, las escuelas técnicas, docentes y estudiantes, muy masivas […]. Los autoconvocados no pudieron formar una dirección provincial (entrevista a M. G., 21 de diciembre de 2019).

Parte de las luchas docentes se originaban en las propias escuelas, en algunos casos sin cobertura gremial, con resistencias masivas, marchas y asambleas. Entre los casos más resonantes, figuran las autoconvocatorias de la Escuela de Enseñanza Técnica (EET) N.º 2, una escuela con larga tradición de lucha y resistencia desde antes de la última dictadura militar. La organización asamblearia en esta escuela posibilitó que un grupo de docentes autoconvocados se organizara frente al avasallamiento de sus derechos laborales.

Con los cambios de la reforma, querían hacer desaparecer las escuelas técnicas, y ahí empezó una lucha grande en la Técnica 2 […]. Se hacían asambleas con participación de alumnos, había mucha movida; pero, a su vez, desde los directivos y funcionarios que trataban de aplacar todo eso […]. Nosotros se lo rebatíamos a los directivos y se armaban unas bataholas impresionantes… hemos hecho asambleas de 250 personas… la discusión más grande se dio sobre el avance de derechos, la desaparición de los talleres, cosas que fueron consumando de a poco […]. Nosotros éramos un grupo de docentes autoconvocados que habíamos parado la escuela cuando nos iban a quitar horas, en 1992. Fue increíble, nos organizamos, sin mucha preparación, sin militancia previa, para hacer y enfrentar con lo que teníamos… en ese momento, negociamos la ruralidad y lo conseguimos, y nos subieron un 30 % el sueldo a todos […]. Esa lucha fue una victoria, fue un antecedente que nos formó mucho en la lucha sindical (entrevista a M. M, docente de técnica y exmilitante de la Lista Granate, 4 de octubre de 2019).

Un hecho fundamental ocurrió el 13 de junio de 1996, cuando la Directora General de Escuelas, Graciela Giannettasio, visitó la ciudad de Bahía Blanca con el objetivo de anunciar la apertura del tercer ciclo de educación primaria e inaugurar oficialmente una escuela. Docentes del nivel medio se autoconvocaron con más de 500 presentes y solicitaron en una asamblea multitudinaria en la Escuela Primaria N.º 2 «la suspensión de la aplicación de la Ley Provincial de Educación con vistas a la derogación de la Ley Federal de Educación» (volante mecanografiado de la Lista Marrón, 1996). La funcionaria debió retirarse por una puerta lateral de la escuela con salida a una calle adyacente. La participación del sindicato fue escasa.

El rechazo a la LFE derivó en la convocatoria a asambleas de delegados en Tandil, Mar del Plata y Carmen de Patagones. El 29 de junio de 1995, estas y otras expresiones se canalizaron en una asamblea multitudinaria en Avellaneda, donde asistieron docentes autoconvocados de Bahía Blanca, con el objetivo de extender las movilizaciones y la resistencia y de evitar las luchas aisladas y descoordinadas. Así cobraba visibilidad una «Coordinadora de autoconvocados» que empujaba al sindicato provincial a una asamblea de delegados de base, con padres y alumnos de toda la provincia como camino para discutir un plan de lucha organizado.

Otro de los momentos de mayor conflictividad docente del período fue la instalación de la Carpa Blanca y el inicio del Ayuno Docente el 2 de abril de 1997[13]. La CTERA y Suteba central iniciaron un plan de lucha que tuvo fuerte repercusión pública, nacionalizando el conflicto frente al Congreso de la Nación e interpelando directamente a la sociedad. En Bahía Blanca, la Lista Celeste acompañó la propuesta. Sin embargo, algunos docentes y organizaciones señalaron que esa medida no tuvo en cuenta la voluntad de las bases y hubo escasa discusión sobre su formato.

Las luchas de los años 1999‑2001 y el resurgimiento del conflicto educativo con los escuelazos

El triunfo de la Alianza[14] en las elecciones nacionales de 1999 fue percibido por una parte de la sociedad como el punto de partida para una renovación política y económica. El gobierno de Fernando de la Rúa tuvo un apoyo inicial de la CTERA y de otros gremios docentes debido a la creación (en enero de 1999) del FONID, que sería financiado mediante un gravamen del 1 % a los sectores automotor, de aviones y de embarcaciones. Pero la recaudación no resultó suficiente y, hacia septiembre de 1999, el FONID pasó a ser financiado con fondos provenientes de rentas generales, y su cobro se vio retrasado por más de seis meses[15].

Sin embargo, el 30 de diciembre de 1999, el Congreso de CTERA, con un solo voto en contra, resolvió el levantamiento de la Carpa y del Ayuno Docente. De esa forma, quedó sellado un acuerdo tácito entre el Gobierno nacional y los gremios docentes. En el plano de la educación, el gobierno de la Alianza impulsó el Pacto Federal Educativo II, que profundizaba la descentralización educativa bajo el lema de «escuelas autónomas y autogestionadas»[16], concretando su voluntad política de recortar recursos por escuelas y embistiendo, además, contra los estatutos y los derechos docentes.

A principios de 1999, la Lista Marrón en la ciudad de Bahía Blanca propuso una serie de acciones para oponerse al pacto. Un volante de esta agrupación consignaba: «la reforma educativa de la Ley Federal se vendió con una palabra: “articulación”, pero lo que lograron fue justamente lo contrario, desarticular la escuela pública y a nosotros como trabajadores» (volante de la Lista Marrón, 1999). Se señalaba que la Ley de Incentivo Docente implicaba una flexibilización de la labor de esenñanza, la «optimización» de la gestión de los recursos y el abandono de la lucha sindical por un mayor presupuesto educativo y un salario básico unificado en todo el país. Además, se criticaba duramente el control médico del ausentismo y el uso de técnicas presupuestarias que trasladaban las responsabilidades de formulación de metas y ejecución de gastos al nivel de los establecimientos educativos.

En agosto de 2000, las centrales sindicales y entidades provinciales de educación rechazaron unánimemente el pacto y se declararon en estado de alerta y movilización. Hubo paros y acciones en las calles de todo el país. Suteba BB adhirió con fuerza a las medidas de acción impulsando mesas de difusión, radios abiertas, clases públicas, actividades con la comunidad, muchas de ellas en el marco de la CTA provincial.

Las imponentes marchas y la tensa situación social forzaron la renuncia del Ministro de Educación Juan José Llach, quien fue sucedido por Andrés Delich. El nuevo Ministro propuso una serie de cambios en el estatuto que contemplaban la revisión de las licencias, la estabilidad de los cargos directivos y la jerarquización de la profesión docente, que debían someterse a exámenes periódicos cada cinco meses, lo que generó una fuerte resistencia del sector («Un ministro más», 2001, p. 4).

En todos los casos, el Gobierno debió hacer concesiones en la magnitud de los ajustes presupuestarios que pretendía llevar a cabo. No obstante, intentó reducir el creciente déficit fiscal mediante diversas medidas —como la Ley de Déficit Cero, el «megacanje» de la deuda externa y el conjunto de medidas impositivas de marzo de 2001, que se conoció popularmente como impuestazo — que solo agravaron el descontento social que habían generado, además, las leyes de flexibilización laboral (y la forma espuria en que fueron aprobadas por el Congreso) (Cantamutto y Wainer, 2013).

El año 2000 marcó un quiebre en la disputa dentro de Suteba BB. Las elecciones del sindicato a nivel distrital estuvieron atravesadas por una lucha interna en función de posicionamientos específicos sobre la situación social y las políticas económicas que se implementaban. Por un lado, la Lista Marrón Unidad (formada por una alianza de sectores de izquierda, entre los cuales se encontraba la Lista Marrón, el Frente Obrero Socialista [FOS] y el Partido Comunista Revolucionario [PCR], para enfrentar a la Lista Celeste) realizó un balance muy crítico de la gestión local, a la que denunciaban por promover un «sindicato desmovilizado, sin convocatoria de reuniones de delegados ni asambleas, en un contexto de deterioro social (pero con marchas constantes), con aulas superpobladas, flexibilizadas y una educación claramente diferenciada para ricos y pobres» (volante electoral de la Lista Marrón Unidad, 2000). Llamaban a un proceso pleno de «democracia sindical, aumento del presupuesto educativo, enfrentamiento real ante la LFE (N.° 24.195, 1993), igualdad en las condiciones de ingreso docente, presupuesto para comedores y guarderías en las escuelas, defensa irrestricta del estatuto docente y de la ley de jubilaciones, y el apoyo a los reclamos docentes por la estabilidad laboral» como banderas de lucha (volante electoral de la Lista Marrón Unidad, 2000).

Estas declaraciones se produjeron en el marco de un crecimiento de la agrupación, una estrategia de propaganda y un potente acercamiento hacia delegados y docentes de escuelas, en un contexto favorable a la resistencia. La idea de llevar adelante un programa basado en la unidad y en la organización de todos los trabajadores de la escuela (incluidos administrativos y auxiliares) y de solidarizarse con las luchas de otros colectivos obreros frente a los planes de ajuste fue un indicio de la lenta formación de un sindicalismo renovador que buscaba promover otro tipo de relaciones.

La Lista Marrón Unidad levantaba con fuerza la bandera de la democracia sindical, que se concretaba en propuestas, como la toma de decisiones en asambleas, elecciones periódicas de delegados por escuela, conformación de un cuerpo de delegados deliberativo y resolutivo, mandatos revocables por asamblea de todos los cargos electivos, pleno ejercicio de la libertad de opinión y derecho a crítica, independencia del sindicato respecto al Estado y a los partidos políticos y representación proporcional en todos los órganos de Suteba. Sobre estas bases la lista opositora asentó su crítica firme y constante hacia a la conducción de Suteba, tanto a nivel local como provincial.

La Lista Celeste replicaba el discurso de la Lista Marrón y proponía, en el marco de las elecciones del sindicato, el «uso de la memoria para no tropezar dos veces con la misma piedra», aclarando que Suteba central al igual que la CTERA siempre «le hicieron paros a todos los gobiernos», y su independencia política y logros gremiales fortalecían sus posiciones hacia sus afiliados (volante electoral de la Lista Celeste, 2000), que habían crecido en número de 800 (en 1997) a 1.900 (en 2000). Sus principales reconocimientos estaban en la lucha por la defensa de la salud a través del Centro de Salud de Suteba, el acceso a vacaciones gratuitas y la pelea en el Congreso con el Ayuno Docente y la Carpa Blanca en 1997 y 1999, en Bahía Blanca (volante electoral de la Lista Celeste, 2000).

Otro argumento que utilizaba la Lista Celeste en la disputa ideológica contra la Lista Marrón Unidad fue «el planteo de unidad contra la atomización»: la pelea debía darse frente a «un enemigo mayor» (volante de propaganda de la Lista Celeste, 2000). Como decía su volante: «en tiempos de zapping ideológico, de travestismo político y de vaciamiento del lenguaje a fuerza de ser usado en un discurso llenos de consignas, pero vacíos de ideas, vale la pena que dimensionemos la palabra Unidad como fuerza y conquista de derechos» (Lista Celeste, 2000). Para esta agrupación, «la unidad» implicaba un proyecto compartido, no un «rejunte oportunista de organizaciones cuya única vocación era para ocupar cargos en la conducción durante una coyuntura electoral» (volante de propaganda de la Lista Celeste, 2000).

En el año 2000, el resultado de las elecciones fue favorable para la Lista Celeste, tanto a nivel provincial como de la seccional bahiense, pero el balance realizado por la agrupación opositora local tuvo algunas caracterizaciones relevantes para el devenir posterior. Si bien la Lista Celeste volvió a ganar en gran parte de los distritos (en 70 % del total), perdió en varios territorios claves: por ejemplo, en La Matanza — la seccional más grande de la provincia, con 6.700 afiliados en ese momento—, donde la Lista Violeta reunió un 60 % de los votos. La oposición había ganado también en Quilmes, Berazategui, San Martin, Ensenada, Escobar y Gral. Rodríguez. En Bahía Blanca, la Lista Marrón Unidad obtuvo por tercera vez consecutiva más del 40 % de los votos, porcentaje que iría en aumento en futuras elecciones. Del 63 % del padrón, 465 votos fueron para la Lista Celeste y 365 para la Lista Marrón Unidad. La lista opositora se consolidó como corriente de opinión en el cuerpo de delegados y estuvo presente en los principales conflictos.

Además, la Lista Celeste había sufrido un fuerte descrédito a partir de haber aceptado el cobro del incentivo docente como ítem no remunerativo y por haber logrado el descuento compulsivo de un 5 % del salario en concepto de cuota gremial, ratificando en los hechos las denuncias de la Lista Marrón Unidad por «las ataduras y la conformidad con ciertos sectores de la Alianza» (Balance de La Marrón Unidad, documento interno, 2000). Otro aspecto que afectó el prestigio de la conducción fue el profundo malestar respecto a las formas de cobro y a las condiciones de trabajo. No obstante, durante ese año, no se alcanzaron a generar movimientos masivos de lucha y participación de las bases que interactuaran con las demandas de la Lista Marrón. Este fue el principal motivo de la derrota de la agrupación según sus protagonistas, aunque vislumbraban el potencial del movimiento de docentes autoconvocados y criticaban fuertemente la inacción del sindicato. La comparación con la seccional de La Matanza fue inmediata: allí el cuerpo de delgados triunfó porque funcionó como una verdadera conducción y aprovechó el momento de fractura interna de la conducción Celeste (Balance de la Marrón Unidad, documento interno, 2000).

En marzo de 2001, el Gobierno de la provincia de Buenos Aires enfrentó un nuevo conflicto docente. Con la suspensión de los salarios docentes y el posterior pago con bonos, la retención de servicios desencadenó un proceso de movilización con participación de la comunidad. En julio y ante nuevos retrasos en los cobros, los docentes del nivel polimodal retomaron la retención de servicios. Esta medida fue aprobada conjuntamente por Suteba, la FEB y SADOP. Las expresiones de lucha fueron variadas: se realizaron marchas de antorchas, radios abiertas, comunicados y otras acciones de protesta.

Frente a los ajustes presupuestarios y la precarización laboral, comenzó a gestarse un gran movimiento docente que impulsó la lucha social en la ciudad. En julio y agosto de 2001, se produjeron en Bahía Blanca una serie de movilizaciones docentes por la difícil situación de la educación pública y por el panorama crítico de los comedores. Lo que comenzó con una retención de servicios se convirtió en un paro por tiempo indeterminado, que fue sumando adhesiones de organizaciones nacionales y hasta del sector docente de establecimientos de gestión privada (Carabajal Figueroa, 2001, pp. 4‑5).

Estas jornadas de lucha en la ciudad tuvieron su mayor expresión los días 16 y 22 de agosto de 2001 y fueron denominadas escuelazos. Participaron más de 12 mil personas, un guarismo inédito para la ciudad y la región. Docentes autoconvocados, el FGDB (CEB, Suteba), Asociación de Docentes Universitarios de la Universidad Nacional del Sur (ADUNS) y Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) convocaron a una multitudinaria marcha que partió desde las escuelas hacia el centro de la ciudad, para nuclearse en el Teatro Municipal. Se llevaron banderas y carteles de los establecimientos, con consignas alusivas a la protesta. Participaron delegaciones de jubilados y pensionados, trabajadores judiciales, bancarios, camioneros, docentes universitarios, empleados estatales, entre múltiples actores sindicales. También se sumaron habitantes de los partidos de la zona (Carabajal Figueroa, 2001, p. 4). Algunos relatos describen este fenómeno y ayudan a comprender su magnitud:

El Escuelazo tuvo una organización oficial por un lado y extraoficial por el otro, donde lo oficial no pudo tapar todo lo que se armó por detrás, hubo 12 mil personas en la calle, el sindicato no tuvo el control que ellos deseaban […], no fue totalmente espontáneo y no fue totalmente organizado. Sí creo que la parte de organización oficial no tuvo la significancia que la Celeste hubiese querido […], y, de hecho, nosotros marcamos la agenda política […]. Logramos desde abajo ser parte importante de este hito educativo en las escuelas y nuevamente garantizar la representación del docente de base… (entrevista a R. L., exmiembro de Indignados y ex‑Secretario General de Suteba BB, 14 de octubre de 2019).

El Escuelazo fue un momento fantástico, porque parecía que estábamos haciendo una revolución […]. Había asambleas por escuela en distintos lugares… se empezaron haciendo en la 75 que estaba cerca de la nuestra, la Escuela 78, y compartíamos problemas… Y se dio un fenómeno interesante porque participábamos en las asambleas e íbamos marchando padres, docentes y niños desde la escuela […]. A la Escuela 78 empezaron a venir padres, madres a participar… yo como directora tenía un trabajo previo con madres que venían participando en la escuela, y las invitaba para que participaran de las actividades, de manera de integrar, de que vieran los edificios cómo estaban, de que se enteraran de las condiciones de trabajo, etc., que es complejo estar en la escuela… El Escuelazo implicó marchas de 20 mil personas, con toda la comunidad, los pibes, docentes, réplicas en distintas escuelas… la comunidad educativa apoyó, y había debates. No era nada homogéneo. También se dio el debate de los padres que querían ir a la escuela a limpiar… después había contradicciones. Nosotras, con la 75 y la 78, había una competencia por la dirección del movimiento…, y el sindicato también participaba, pero bastante retrasado, lo excedía, estaba arrastrado… muy desdibujado el gremio (entrevista a M. O., maestra y referente sindical, 4 de septiembre de 2019).

Durante un tiempo, continuaron los estados asamblearios por escuela y las movilizaciones locales, los actos de repudio y las acciones directas en edificios estatales. La conducción de Suteba encabezó en un primer momento la lucha docente, pero su participación se vio solapada por el gran movimiento de docentes autoconvocados y el impulso de la Lista Marrón desde el cuerpo de delegados.

Yo me acuerdo, porque, además de estar en la propia escuela, estaba en varias escuelas, lo que hicimos los Celestes. Fui a cada una de las escuelas donde nos llamaban, escuelas cuyos papás estaban totalmente de acuerdo y preparaban junto a nosotras las marchas, y, en aquellas escuelas donde los padres era la primera vez que escuchaban, querían dar clases, o contratar personas para dar clases, para que no pierdan días de escuela. «Sí, sí, las apoyamos», decían, «pero mi niño tiene que tener clase» […]. Yo creo que el Escuelazo fue un acto político impresionante, el momento donde no solamente estaban los y las docentes, sino sindicatos, como ATE, judiciales, nos acompañaron y acompañaron a cada una de las negociaciones a nivel provincial y nacional (entrevista a A. E., docente de especial y referente de la Lista Celeste, 19 de septiembre de 2020).

Sin embargo, la conflictividad comenzó a menguar a partir del 28 de agosto de 2001, cuando Hugo Yasky, Secretario General de Suteba y de la CTA, perteneciente a la Lista Celeste, decidió levantar el paro provincial. Esto tuvo repercusión a nivel distrital, lo que generó descontento en las bases de Suteba BB. Docentes, padres y alumnos exigieron al sindicato provincial y local mayor transparencia y democracia en sus decisiones. Un grupo de docentes disidentes expresaron que nunca se tuvo en cuenta su posición y le entregaron un petitorio con demandas («Padres y docentes censuran», 2001, p. 6.).

El Escuelazo constituyó una de las movilizaciones más grandes de la historia de Bahía Blanca y significó mucho más que una manifestación docente: se trató de una respuesta de las bases, del movimiento asambleario por escuelas, de la participación de la comunidad educativa preocupada por la situación de la educación pública (Tejada Gómez, 2021). Es posible caracterizarla como una experiencia de movilización popular que superó el encuadre sindical que la impulsaba y puso de manifiesto la distancia entre el ideario de la educación pública y su realidad (Eco días, septiembre de 2011, p. 10 y 11).

En la huelga, hubo una sentida defensa de la educación porque ahí no había una reivindicación por el salario, esa posta la tomaron los padres… lo que pasaba en la escuela estaba presente en todos lados […], no era solamente la cuestión reivindicativa del salario. Ahí retomamos la discusión sobre la Ley Federal, sobre lo que habían perdido los estudiantes; era una discusión sobre el sentido que tiene la escuela pública y cómo se financia. Ahí también la deuda externa, un panorama más abarcativo (entrevista a G. D., trabajadora social y ex‑Secretaria General de Suteba BB, 24 de septiembre de 2019).

A partir de ese momento, los trabajadores de la educación fueron convirtiéndose en el sector más dinámico del conjunto asalariado local. Impulsaron la unidad entre distintos sectores y una contracultura de la resistencia antineoliberal. A su vez, se destacó su capacidad de articulación obrera‑popular‑estudiantil, actuando como intelectuales o representantes activos dentro de un proceso más amplio de la lucha de clases. Su papel mediador entre trabajadores estatales y privados, incluidos los desocupados, y su capacidad de canalizar ideas y expresiones de diversas fracciones obreras en un plan de lucha convirtieron a los docentes en un sector crucial en el proceso de masificación del conflicto social en Bahía Blanca (Becher, 2018b).

En septiembre de 2001, se conformó la agrupación de docentes autoconvocados denominada Docentes Indignados, que, durante los escuelazos, se había engarzado con el movimiento de padres y docentes de base como forma de presionar al sindicato para que asumiera un posicionamiento político y medidas concretas frente al Gobierno. La agrupación expresaba la indignación de amplios sectores de la comunidad educativa ante la situación general y la falta de respuesta sindical. Su construcción resultó de un proceso que históricamente tuvo sus orígenes en otros movimientos de autoconvocatoria local y se desarrolló plenamente en un contexto signado por la efervescencia social.

Docentes Indignados se creó el 29 de septiembre de 2001. Su nacimiento coincidió con el levantamiento de la huelga provincial por parte de la Lista Celeste, y, básicamente, su nombre estaba relacionado con un sentimiento generalizado de parte de la docencia en ese momento. Algunos docentes y militantes no estaban de acuerdo con el nombre (lo consideraban algo «lavado y poco político») y proponían «Asamblea Docente», respetando la idea asamblearia y autoconvocada. Sin embargo, el nombre Docentes Indignados se impuso, desarrollando un programa con experiencias compartidas con la seccional de La Matanza (entrevista a M. G., 21 de diciembre de 2019).

Desde la Lista Celeste, este proceso de autoconvocatorias se leía como un posicionamiento partidario concreto, aunque no se expresara abiertamente de esa manera:

La Lista Celeste, la de esa época, siempre fue adherente a los movimientos nacionales y populares, aunque no partidariamente. La conducción de Delia, más allá de lo que se diga, fue muy coherente con la conducción de la lucha docente y el Escuelazo. Lo que sucede es que siempre se da una disputa ideológica muy profunda, entre los compañeros de la «izquierda», que venían de la Lista Marrón, muchos de docentes autoconvocados, todo tipo de negociación sindical lo ven como una renuncia y como una venta de una huelga… y no fue así: se luchó y resistió muchísimo, y se llegó a unos acuerdos que beneficiaron a los docentes, en ese momento, en sueldos, en infraestructura y demás […]. La verdad, que, en las escuelas, los docentes trabajábamos con autoconvocados, con alumnos, padres, trabajamos en las asambleas con todos ellos… en el Escuelazo, se marchaba escuela por escuela, donde participaba la comunidad educativa, docentes, afiliados, no afiliados; pero al final de ese proceso es que se produce una ruptura feroz. Hubo una puja interna, una disputa muy fuerte… hubo también desgaste y maltrato a las dirigentes de la Celeste (entrevista a L. G, docente de artística y referente de la Lista Celeste, 4 de septiembre de 2020).

Las autoconvocatorias tuvieron una mirada muy antisindicato, pero acá, no solo eso, sino también antidirigente, anti Delia Cid, anti tal persona… […]. El haber denostado lo que venía históricamente hizo que algunos jóvenes al día de hoy piensen que son muchos los que crearon los sindicatos, los que crearon la política […]. Ellas pensaron que fue su primavera, pero no nos olvidemos que hubo gente detrás que viene peleando desde hace muchos años […]. El hecho de haber denostado de tal manera a la Celeste y a Delia Cid con una autoconvocatoria, que, para mi juicio, querían destruir cierto poder, pero querían quedarse con el poder; el tema es que, cuando vos destruís una institución, te quedás sin ejercer el poder porque ya no hay lugar… ¡Ojo!, yo no estoy hablando de la Lista Marrón. A la Marrón le favoreció esta situación… no digo que ellos hayan sido, en estas situaciones no podés decir quién fue, se metieron muchos autoconvocados… (entrevista a A. E., 19 de septiembre de 2020).

A diferencia de las citas anteriores, algunos exreferentes del espacio de Docentes Indignados plantearon que las diferencias con la Lista Marrón eran significativas, particularmente en lo que respecta al aspecto metodológico, aunque los unía la resistencia contra la Lista Celeste y el objetivo de ganar la conducción del sindicato:

Algunos decían que Docentes Indignados era la Marrón ampliada, y muchos de nosotros creíamos que no era eso, era absolutamente distinto, mucho más amplio… Cuando nosotros comenzamos a militar en Docentes Indignados, lo hicimos con el objetivo de recuperar el sindicato. Éramos conscientes, trabajábamos con ese objetivo… porque, además, lo hacíamos desde un lugar de muchas carencias estructurales; primero, nos reuníamos en las escuelas; cuando las escuelas no nos dejaban reunir más, hemos usado lugares privados, como el teatro Variette; y terminamos haciéndolo en la Plaza del Sol, sentados todos con reposeras que llevábamos todos los sábados a la tarde […]. En Docentes Indignados, había gente de muchísima experiencia de lucha sindical […]. Y, de a poco, fuimos ganando espacio dentro del sindicato; cuando nos empezaban a proscribir e impedir, ahí nos dimos cuenta que éramos importantes […]. El Escuelazo marcó definitivamente nuestra presencia en la calle, favorecido por las relaciones que nosotros teníamos con la comunidad educativa (entrevista a R. L., 14 de octubre de 2019).

Las luchas sociales a nivel nacional encontraron su máxima expresión en diciembre de 2001. Las crisis de las economías emergentes habían agotado el círculo virtuoso de baja tasa de riesgo país y flujo de capitales internacionales hacia la Argentina. Con el objetivo de frenar el drenaje de reservas, el Ministro de Economía Domingo F. Cavallo anunció —el 1.° de diciembre de 2001 — la prohibición de retiro de todos los depósitos del sistema bancario, estableciéndose un tope de extracción en efectivo de 250 pesos semanales por cuenta, lo que se conoció popularmente con el nombre de corralito y fue el desencadenante último de los estallidos sociales del 19 y 20 de diciembre. Se sucedieron jornadas de protestas y movilizaciones en Capital Federal y en las ciudades más importantes del interior del país. El uso de cacerolas como elementos de percusión fue distintivo de las marchas que se conocieron como cacerolazos, en los que la consigna principal apuntaba «que se vayan todos, que no quede ni uno solo», lo que manifestaba el descontento de parte de la sociedad con los miembros de los Poderes Ejecutivo y Legislativo del Estado. El Gobierno respondió con la declaración del estado de sitio y una brutal represión que se cobró la vida de treinta y nueve personas. Finalmente, el Presidente Fernando De la Rúa presentó su dimisión anticipada el 20 de diciembre (Iñigo Carrera y Cotarelo, 2006).

La lucha docente en 2002 y la batalla electoral por el sindicato local

En el balance de participación de 2001 que realizó la Lista Marrón, las condiciones necesarias para asumir un protagonismo en la lucha se habían cumplido. Por un lado, la disconformidad de los docentes con las acciones de la Lista Celeste, fundamentalmente con el hecho de haber levantado la huelga, era cada vez mayor. Y, por otro lado, el conjunto de docentes autoconvocados —ahora conocido como Docentes Indignados— se había volcado de lleno a la participación sindical y había cobrado un rol protagónico en un contexto que favorecía ese tipo de expresiones. Esas acciones implicaron la continuidad del movimiento de protesta iniciado en el Escuelazo y sintetizado en nuevas movilizaciones (menos masivas), asambleas, petitorios, ocupaciones (como la ocurrida en el Banco Provincia) y jornadas de protesta (Balance manuscrito de la Lista Marrón, 2001).

Docentes Indignados e integrantes de la Lista Marrón entendieron que se abría un nuevo período a partir de 2002 y, con la mirada puesta en la disputa por la conducción, se plantearon las siguientes metas de manera conjunta: 1) generar mayor acercamiento a los docentes para informarse, debatir los problemas, balancear las contradicciones, avances y retrocesos; 2) sostener y consolidar los vínculos en cada escuela; 3) explicar la correspondencia entre las políticas de ajuste y los proyectos de municipalización y descentralización educativa; 4) proponer acciones colectivas que motivaran la participación y «no confundir combatividad con conciencia y reflexión teórica con no disposición a la lucha» (Balance y objetivos de la lista Marrón e Indignados, documento interno, 2002). Para la Lista Marrón, la unidad con Docentes Indignados debía empezar a cobrar la forma organizativa de espacio de oposición concreta a nivel sindical, ya que se entendía que los procesos de autoconvocatorias tendían a diluirse y confundirse en la no participación institucional. Para ese entonces, la estrategia de la Lista Marrón se sostuvo en la posibilidad real de seguir creciendo y aumentando su accionar.

La derrota estratégica de la Lista Celeste en el Escuelazo fue un proceso que marcó una bisagra dentro de esa agrupación[17]. Ante una oposición consolidada y un fuerte clima contestatario de época, con críticas incisivas sobre las conducciones sindicales en general, la propuesta de cambio comenzó a tomar forma dentro de Suteba local. Las líneas internas dentro de la propia conducción comenzaron a resquebrajar su posicionamiento. La iniciativa de los grupos activistas contra la Lista Celeste, la inconsulta decisión de levantar la huelga en la ciudad y la masividad del fenómeno del Escuelazo, con un sector de la comunidad bahiense que lo apoyaba, formalizaron un conjunto de errores que más tarde le costarían a esta organización su lugar en la conducción bahiense. En varias entrevistas a referentes y activistas docentes de aquel entonces, las declaraciones enuncian las dificultades percibidas:

¿Cuáles fueron los errores estratégicos? No tengo los elementos para hacer ese análisis. Sé que es una cuestión que no dependía de la dirigencia local. La Celeste es una estructura que se define como una agrupación provincial, donde tiene mucha incidencia la conformación orgánica provincial y regional, y, a su vez, a nivel local, era una estructura bastante numerosa y diversa, con lo cual no sería raro que hubiese más de una línea interna al interior de la Celeste… Había un clima general de lucha en el Escuelazo; hoy por hoy, la oposición se atribuye mucho la iniciativa del Escuelazo, y yo digo que, primero, el Escuelazo no tuvo dueño, y el Escuelazo lo condujo Delia Cid, como un acto de insurgencia colectiva, popular… El rol del sindicato fue muy fuerte en el Escuelazo…, pero los errores estratégicos fueron por la capitalización política, y seguramente hubo quien lo hizo mejor… desde ese entonces, la Celeste carga con una demonización mediática… ahí también hay un factor sobre el tema de Bahía antiperonisa, que es muy fuerte…, y la Celeste abarca un campo popular bastante cercana al peronismo… (entrevista a C. M, docente de técnica y referente local de la Lista Celeste, 23 de noviembre de 2019).

La gente que estuvo al frente del Escuelazo fue variopinta. El mito está en autoproclamarse alguien como conductor […]. Después de la derrota electoral, la Celeste tuvo un bajón durante esos años. Lo ideal hubiera sido «la siembra», tener sectores que se vayan formando […]. También empezó la evaluación del proceso, qué paso, si fue acertado la elección de tal persona o no, si era acertado que estuviera la misma persona…, siempre en un quiebre empiezan a buscarse traidores… de alguna manera las relaciones de poder hacen que una persona es de uno o de otro… […] muchos compañeros peronistas se fueron, y algunos votos celestes se fueron para algún otro lado (entrevista a N. H, docente y referente sindical de la Lista Celeste a nivel regional, 26 de noviembre de 2019).

Yo creo que, como balance de lo ocurrido en el Escuelazo, fue un error de los dirigentes provinciales no tener una mirada más global de lo que estaba pasando. Creo que Delia deja de trabajar en el sindicato por el gran desgaste que fue desde el 2001 al 2003… La Celeste de Bahía trabajó muchísimo, pero tuvimos que lidiar no solo con los ajenos, sino con los propios. Hay veces que hay ciertas miserias y tener ganas de tener cargos enajenan el pensamiento y posibilitan otras situaciones… lo de Delia fue totalmente injusto y, a mi criterio, violento; y fue porque era mujer… demasiado se bancaron a una mina y lo que hizo durante tantos años […]. Después de la derrota electoral, los que estuvimos trabajando en el sindicato nos dedicamos a nuestras escuelas. Y, si vos te ponés a ver, fueron grandes escuelas, que se desarrollaron muchísimo […]. Yo creo que fue un golpe al corazón de la Celeste y, al no tener un líder tan fuerte, hubo sí un desmembramiento… además, hubo compañeros y compañeras que fueron justamente los que también dejaron que esto suceda. Hubo un momento en que no había confianza en cada una de nosotras y se dejó que avanzara… tampoco hubo una línea concreta que bajara desde la provincia. Las cosas no se resuelven desde afuera, sino reuniéndonos y poniendo las cosas sobre la mesa (entrevista a A. E., 19 de septiembre de 2020).

En febrero de 2002, la Legislatura Bonaerense aprobó la Ley 12.867, que profundizaba el ajuste en educación[18]. Suteba lanzó una campaña en contra, y hubo una fuerte represión contra quienes concurrieron a las manifestaciones en la ciudad de La Plata. El 10 de junio, se instaló el Campamento Educativo frente a la DGCYE. Diversas organizaciones acompañaron la medida, como la FTV, la CTA y la CCC (Corriente Clasista Combativa). El campamento sirvió como aglutinante de varias manifestaciones y acciones colectivas, entre ellas la Caravana Educativa, que, durante cuatro días, recorrió el conurbano bonaerense. El Campamento Educativo permaneció instalado cuatro meses y generó un punto de resistencia, con algunos logros puntuales, como el restablecimiento de licencias, un plus salarial por zona desfavorable, el aumento de cupos a comedores, la recuperación de las becas para estudiantes de polimodal, e impidió la reforma del estatuto. La ofensiva estatal dio lugar a los primeros mecanismos de judicialización de activistas, criminalización de la protesta social y descuentos masivos a docentes.

En la ciudad de Bahía Blanca, el 24 de enero del 2002, Suteba BB, en coordinación con Suteba central, convocó a un Campanazo (en alusión a la «campana» que anuncia los recreos) contra el ajuste, la reforma del sistema de licencias, la falta de pago y el desplazamiento del Fondo Educativo para el pago de la deuda externa. Se instalaron varias campanas frente al CE («Un “campanacito”», 2002, p. 5). Sin embargo, la creciente conflictividad se fue diluyendo y ralentizando en términos de participación, siendo los movimientos sociales de trabajadores desocupados y el sector estatal los que estuvieron a la cabeza de la protesta (Becher, 2017). Este proceso no se desligó del contexto general, en el que la lucha del movimiento popular se ramificó en múltiples expresiones sin encontrar un cauce unificador (Schuster et al., 2006). Dentro de estas expresiones, hubo formas organizativas innovadoras, como las asambleas vecinales, las fábricas recuperadas y los clubes de trueque, que se relacionaron en algunos casos con el movimiento piquetero (Becher, 2018a).

En este contexto, docentes de la provincia de Buenos Aires protagonizaron un atisbo de reacción colectiva frente a las rebajas salariales (por la quita del plus por zona desfavorable rural) que resultó muy fragmentario y circunscripto a algunos distritos (como Ensenada, La Plata y Lomas de Zamora). El Congreso de Suteba en Mar del Plata, en 2002 cortó de raíz ese proceso y lo envío a una «vía pasiva» con el Campamento Educativo. El levantamiento del paro provincial docente por parte de Suteba central fue muy cuestionado por los delegados de base de Suteba BB, lo que comenzó a indicar los primeros signos de ruptura con la conducción local.

En un cuadro de apatía y reflujo general, hubo una fuerte presión hacia el sindicato para que asumiera medidas de acción directa y apoyara los paros generales. Se reclamaba por la falta de cargos y coberturas; se criticaba el método de selección en los actos públicos; se rechazaban la LFE (N.° 24.195, 1993), todo intento de cambio en el estatuto docente, las jubilaciones de oficio; y, por último, se demandaban paritarias con participación y decisión de las bases (Boletín n° 4 de Indignados. DOC, 19 de noviembre de 2002, pp: 1-6).

En cuanto a las listas opositoras, la división de la Lista Marrón Unidad —donde la variante local de la Azul y Blanca (PCR) se separó por los acuerdos de su referente Darío Perillo a nivel provincial con la Lista Celeste y la consolidación de la asamblea de autoconvocados (que se reunía los sábados para el debate público y abierto) comenzaron a dar forma a una organización que condensaba la lucha histórica de los docentes disconformes con la conducción local. Ese empuje se visibilizó concretamente en las escuelas y en el trabajo diario de militancia. Además, se lo acompañó con la publicación de un boletín denominado Indignados.Doc, que editó siete números entre 2002 y 2003.

En la asamblea ordinaria del 25 de abril de 2002, se eligió la Junta Revisora de Cuentas de Suteba para el período 2002 hasta mediados de 2003. Por primera vez, integrantes de la oposición, tanto de la lista Marrón como de Docentes Indignados, consiguieron ocupar este espacio luego de una elección reñida. A. L., una delegada y militante de las Listas Marrón y Granate, explicaba: «Este avance permitió pensar por primera vez en un escenario de victoria electoral en el distrito contra la Lista Celeste» (entrevista, 17 de mayo de 2018). La integración de una minoría en ese ámbito abría la posibilidad de participar en un espacio crítico del sindicato como es el área de las finanzas. Sin embargo, la Junta no pudo reunirse más de una sola vez en todo el año, debido a negativa de la conducción local a dar cuenta de la situación financiera. El sindicato local informaba que la documentación referida a las cuentas, depósitos y gastos era administrada por el Secretario de Finanzas del CEP. Los comprobantes de ingresos y gastos a nivel local se giraban inmediatamente a la central, y gran parte de estos se volvía a enviar a La Plata, sin efectuarse previamente las copias necesarias para respaldar los estados contables entregados al CEP (Boletín n° 6 de Indignados. DOC, 1 de abril de 2003, p.5)

Y, cuando nos dimos cuenta que los íbamos a meter en un brete, fue cuando, en la asamblea ordinaria, que esto ya no existe más, se eligió la Junta Revisora de Cuentas… como ellos estaban acostumbrados a ganar la Junta Revisora de Cuentas, ¿nosotros qué hicimos?: veníamos potenciando la asamblea y presentamos candidatos a la Junta Revisora de Cuentas… cuando le ganamos la Junta Revisora de Cuentas, lo primero que se hace, como el corte del ejercicio es en julio, y te controlaba durante todo un año los números. No existía nada… al momento de chequear los papeles, no existía nada, ni libros, ni actas; tuvieron que comprar y fabricar de la nada… porque, como ellos se controlaban a sí mismos, gastaban y no hacían nada… Eso fue un primer atisbo de que podíamos ganar las elecciones siguientes (entrevista a G. C., docente y referente de Lista Marrón, 31 de julio de 2019).

La oposición a la conducción local (Lista Marrón e Indignados) mantuvo relaciones con otros sindicatos, listas y organizaciones disidentes a nivel provincial de manera frecuente y con el objetivo de afianzar un proceso de acumulación de fuerzas. De esta manera, se dieron los primeros pasos para componer una organización opositora provincial a la Lista Celeste, denominada Encuentro Interdistrital, que nucleaba a la Agrupación Docente La Verde (Almirante Brown), la Lista Violeta (La Matanza), la Coordinadora de Trabajadores Docentes Azucena Villaflor (Lomas de Zamora), la Agrupación Docente La Violeta (Mar del Plata), la Asamblea de Docentes Indignados (Bahía Blanca), la Agrupación Docente Desde El Pie (Quilmes) y la Agrupación Docente Nuevo Espacio Sindical (Quilmes). Este entramado fue posibilitando un conjunto de alianzas que luego cobrarían relevancia como punto de apoyo de Suteba BB tanto en su organización como en las medidas de lucha que se adoptarían a nivel provincial[19].

De la constitución de la Lista Granate a las elecciones sindicales

Desde el último trimestre de 2002, se inicia una nueva fase de crecimiento de la actividad económica y el empleo, impulsada por factores externos —las excepcionales condiciones internacionales de altos precios de commodities y bajas tasas de interés— e internos, como la caída de los salarios en dólares y el alto porcentaje de capacidad instalada ociosa luego de la crisis de 2001. La devaluación de la moneda pasó de ser una medida inevitable, luego del colapso de la convertibilidad, a convertirse en la principal medida económica. La tasa de desempleo cayó de 20,4 % en 2003 a 7,3 % en 2008, la cifra más baja de los últimos 16 años (Kulfas, 2016).

Durante la presidencia de Néstor Kirchner[20] (2003‑2007), se impulsaron nuevas regulaciones en el mercado de trabajo: se derogó la Ley de Reforma Laboral (N.º 25.250, conocida popularmente como Ley Banelco) y se sancionó la Ley de Ordenamiento Laboral (N.º 25.877), que inició la etapa de negociaciones colectivas. Asimismo, se aplicaron diversas medidas de recomposición salarial, desde aumentos salariales de sumas fijas no remunerativas hasta por la definición de un salario mínimo, vital y móvil (SMVM) para inducir incrementos salariales en el sector no registrado.

En este retorno de las negociaciones colectivas, recobró protagonismo el conflicto gremial, caracterizado por una creciente intervención de las cúpulas de la CGT desde una posición neoparticipacionista (Etchemendy y Collier, 2007). En Bahía Blanca, el cambio de gobierno[21] a nivel local (de uno radical a uno peronista) en 2003 inició la conformación de una nueva etapa política, al tiempo que los trabajadores de la educación, de la administración estatal, de la salud y de empresas privadas iniciaron una serie de huelgas por aumentos salariales, en un contexto signado por la devaluación y la salida de la crisis económica.

En julio de 2003, se realizaron los comicios tanto a nivel distrital como provincial en Suteba. El escenario era propicio para la oposición por varios factores, entre ellos, el desgaste y la pérdida de credibilidad de la conducción local frente a un proceso de creciente conflictividad, auge participativo de las bases docentes y una situación de evidente inacción por parte de la conducción provincial, que vacilaba acerca de continuar o no con medidas de lucha prolongadas y directas. Durante esos primeros meses del año, se conformó la agrupación sindical docente Lista Granate, en la que confluyeron integrantes de la Lista Marrón y de Docentes Indignados, que habían dejado de existir. Su constitución fue muy discutida, incluso el color que utilizarían. La confluencia de militantes de diversos espacios y la inclusión de agrupaciones políticas de izquierda hacían que la lista tuviera una diversidad de fuerzas con disparidad de intereses, mientras que el enfrentamiento contra la Lista Celeste los unía en un objetivo común. Además, el programa y el modelo de sindicalismo que pretendían generar resultaba claro, y era unánime el acuerdo en propiciar «un sindicato democrático, participativo y combativo» (volante de Indignados, «Carta abierta a los docentes (después de las elecciones)», 2003).

La Lista Granate reivindicó las huelgas de 1988 y 2001, la defensa de sus principios «contra el ajuste y por la educación pública, por la unidad de la mayoría docente y por una auténtica democracia de base» (volante de Indignados, «Carta abierta a los docentes (después de las elecciones)», 2003). Algunas de las demandas formaron parte de antiguos programas de la Lista Marrón y de agrupaciones clasistas docentes; sostuvieron los siguientes ejes de organización sindical: la independencia frente al Estado y los partidos políticos; y, para evitar el verticalismo, la soberanía asamblearia y el funcionamiento de un cuerpo de delegados periódico, mandatos revocables por asamblea para todos los cargos electivos, transparencia y rendición de cuentas periódicas en el manejo de fondos, libre circulación y acceso a la información para el conjunto de los docentes, y unidad social y política con todos los trabajadores ocupados y desocupados. Las principales demandas de la agrupación eran la derogación de la LFE y de las leyes provinciales de ajuste en el sector, el cumplimiento del estatuto docente, el reclamo por aumentos salariales remunerativos y por condiciones de trabajo dignas (Boletín n° 7 de Indignados. DOC, 7 de mayo de 2003, p. 6)[22].

En abril de 2003, se debatieron en la Asamblea Ordinaria de Suteba BB los informes de la Junta Revisora de Cuentas, la Memoria y Balance y el inventario del ejercicio desde el 1.º de enero de 2002 hasta el 31 de diciembre de 2002. Hubo un rechazo al balance de la conducción por parte de la oposición (Lista Granate) que estuvo basado «en la poca trasparencia a la hora de presentar los gastos del sindicato y el no poder actuar la Junta Revisora de Cuentas como organismo fiscalizador» (entrevista a S. A., 2019). Finalmente, la memoria, balance y política gremial fueron aprobadas, al igual que la Junta Revisora de Cuentas y la Junta Electoral propuestas por la Lista Celeste (Acta de la Asamblea Ordinaria, T. 1, 27 de abril de 2003, pp. 121- 123).

En este contexto de tensiones, se desarrollaron los comicios de Suteba BB, donde votaron unos 1.800 afiliados (de un total de 5.500 docentes en ese momento, en Bahía Blanca). Se presentaron tres agrupaciones: la Lista Celeste, encabezada nuevamente por Delia Cid; la Lista Granate, con Enrique Gandolfo como candidato a Secretario General; y la Lista Verde‑Azul (constituida con participantes del PCR), con Mónica Oliver al frente, que, en anteriores elecciones, había estado con la Marrón y con la Celeste. Finalmente, logró el triunfo mayoritario la Lista Granate con el 46 % de los votos en una elección donde votó un 60 % del padrón. Oliver obtuvo el 27 %, y Cid, un 23 % (volante de La Lista Granate, 2003). A nivel provincial, volvió a triunfar la Lista Celeste, aunque la oposición interdistrital encolumnada en la Lista Violeta‑Rosa (conformada por agrupaciones de izquierda) obtuvo una minoría importante.

La nueva conducción de Suteba BB, a cargo de la Lista Granate, se comprometió ante los docentes con una serie de reivindicaciones que luego formarían parte de sus prácticas habituales. Una carta abierta a los docentes luego del triunfo electoral (2003) expresaba:

Los cargos dentro del sindicato se plantean como un puesto de lucha al servicio de los trabajadores de la educación; los mandatos serán revocables en cualquier momento por asamblea; se propiciará la elección de un delegado por escuela y por turno, dando vida a un cuerpo de delegados representativo y plural; se avanzará en recorridas por escuelas para conocer todos los problemas; se decidira en asambleas pelear por un salario digno, derechos colectivos y por la defensa de la escuela pública; y, por último, se impulsará que el sindicato se transforme en centro de actividades culturales y pedagógicas con la posibilidad de formar comisiones por rama de enseñanza, de jubilados y de desocupados (Carta Abierta de la Agrupación Granate, 2003)

Para la Lista Celeste, la derrota electoral fue un golpe a las expectativas de continuar en el sindicato. Dividida por dentro ante desacuerdos en la organización a lo largo de los últimos años (Abbate[23], 2000) y desgastada por un largo tiempo al frente de la conducción local, terminaba su mandato de manera fragmentada y limitada en su accionar. La mayoría de sus referentes volvieron a las aulas y algunos hicieron carreras de dirección. Sin embargo, la agrupación tardó muchos años en volver a organizarse:

La Celeste no siguió apareciendo en Bahía Blanca… hubo una disgregación que se tornó en una disolución de hecho. Una disgregación de militantes… muchos de ellos quedaron con alguna responsabilidad institucional; hasta donde yo sé, no convocaron a una reunificación de fuerzas, a un juntarse, me refiero a en ese momento. Había responsables de la Celeste dentro del Centro de Salud, que cumplían sus funciones como responsables, pero no en la construcción del territorio… los que éramos excelestes o los que seguían siendo celestes no teníamos un espacio de encuentro (entrevista a C. M., 23 de noviembre de 2019).

En varias entrevistas realizadas, miembros de la Lista Granate criticaron abiertamente el estado en que recibieron la organización en julio de 2003. E. G. comentaba: «Cuando ingresamos al sindicato, estaba desmantelado, vacío, habían quemado hasta papeles, no había estatutos» (entrevista a E. G., 18 de julio de 2019). No se encontraban los libros, documentos y archivos, lo cual se convirtió en un primer problema por resolver (entrevista a S. A., 11 de octubre de 2019). A su vez, la atención gremial y jubilatoria se concentraba en determinados días y horarios reducidos. Todo esto se modificó a partir de la entrada de la Lista Granate, que amplió el horario y fortaleció la atención a los afiliados no solo en la sede sindical, sino también en las escuelas. A partir de entonces, se abrió una nueva etapa, con otras prácticas y formas de organización colectiva que se enfrentaban a un contexto diferente y de mayor complejidad.


  1. De este frente participaron inicialmente ocho distritos: La Matanza, Morón, General Sarmiento, San Isidro, Almirante Brown, Florencio Varela, Lomas de Zamora y Berazategui (Suteba, 2016).
  2. La Lista Celeste tuvo su origen hacia 1973 y cuenta, en general, con una base peronista, pero también de otros partidos políticos. En el capítulo 5, se darán más precisiones sobre esta lista.
  3. La incorporación de Suteba a la CTERA fue otra discusión importante en el congreso. Algunos sectores de la izquierda —específicamente, del Partido Obrero (PO), del Partido Comunista (PC) y del Movimiento al Socialismo (MAS)— no adhirieron al acuerdo de unificación, fundamentalmente porque sostenían que el nuevo modelo estatutario de Suteba no respetaba los criterios de democracia sindical que había adoptado la CTERA desde su constitución, tendiendo a una subrepresentación de la minoría en la conducción y la atribución del Plenario de Secretarios Generales de establecer medidas de acción directa (Perazza y Legarralde, 2007). Ante esta situación, en octubre de 1986, se llevó a cabo en Posadas el IV Congreso de CTERA, donde se resolvió no reconocer a Suteba como único sindicato de la provincia de Buenos Aires. Esta decisión dio lugar a una renuncia masiva de dirigentes de la Lista Celeste a la conducción de la CTERA y al retiro del congreso de la mayoría de los delegados de los sindicatos del interior del país. El congreso pasó a cuarto intermedio hasta noviembre. Al reiniciar las sesiones, se aprobó el ingreso de Suteba por escaso margen. Sin embargo, este conflicto se mantuvo latente y resurgiría más tarde, renovando el debate sobre la admisión o no de ciertas entidades, la legitimidad de las representaciones y la cantidad de congresales que debían concurrir (Migliavacca, 2009).
  4. A nivel nacional, la CTERA se constituyó en 1973 y tuvo su congreso normalizador en Huerta Grande, en 1985.
  5. Entre los puntos debatidos y modificados, se encontraban los siguientes: la afiliación del sector jerarquizado (directivos y funcionarios docentes); la cuota sindical (que pasaba a ser retenida y distribuida por el CEP: 30 % para la central y 70 % para la seccional) y su monto establecido en un 1 %; la concentración de responsabilidades y decisiones en el Ejecutivo (arts. 28, 47 y 56); la cantidad de reuniones ordinarias de la comisiones ejecutivas por seccionales; y, por último, la cantidad de congresales por seccionales para el Congreso (en una proporción de un congresal por cada 200 afiliados) (Volante mecanografiado de la Lista Celeste, 1989).
  6. Las obras sociales sindicales constituyen el principal agente proveedor del Sistema de Seguridad Social en Salud de la Argentina (SSSSA). Las diversas reformas en el SSSSA han implicado cambios en el grado de cautividad de estas. En el período bajo análisis, los trabajadores tenían derecho a optar por una obra social al comienzo de la relación laboral. Para los sindicatos de trabajadores estatales —por la mayor estabilidad relativa de este tipo de empleo—, las obras sociales se convirtieron en la principal fuente de financiamiento.
  7. El CEB, creado en 1958, fue una las entidades de base pioneras de la FEB «Domingo Faustino Sarmiento», y uno de los principales sindicatos docentes en la ciudad. La FEB fue creada en 1959 como un movimiento prodignificación del magisterio, y sus primeras reivindicaciones fueron la de un salario unificado entre docentes provinciales y nacionales, el tratamiento del régimen jubilatorio y de la aplicación efectiva de un estatuto docente (Lafiosca, 2014).
  8. Datos de las elecciones en Acta de Asamblea ordinaria (27 de abril de 1989, T. 1, p. 50).
  9. Al menos cinco de los ejes del plan de lucha de la CTERA y de la CGT comenzaron a ser discutidos a nivel local: 1) la conformación de una comisión de política salarial, con participación de los gremios docentes; 2) la sanción de un Estatuto Federal del Trabajador de la Educación; 3) la discusión sobre la LFE; 4) la implementación del nomenclador salarial básico común (Acta de Asamblea extraordinaria, 27 de abril de 1988, T. 1, p. 3).
  10. Esta afirmación fue corroborada por medio de una carta oficial firmada por la Secretaria General de la CEB, Betty Urrez, que explicó los motivos por los cuales habían sido expulsados cuatro afiliados (Carta de la CEB, 1985).
  11. Una excepción a esto se produjo en 1999 cuando la Lista Marrón logró anexar al documento de política gremial una adenda «en defensa incondicional de las condiciones actuales, para acceder a la jubilación y defensa del Instituto Previsional Social (jubilaciones)», y para ratificar que el presentismo y los ítems no bonificables fueran incorporados al salario básico. Véase Acta de Asamblea ordinaria (27 de abril de 1999, T. 1. P. 119‑120).
  12. Con la creación del tercer ciclo en primaria y con la implementación efectiva de la LFE, se desarticuló el sistema educativo provincial, lo que dio lugar a una profunda segmentación y primarización de la educación, y forzó la desaparición de parte de las escuelas medias y técnicas y la desjerarquización de las ramas.
  13. La Carpa se sostuvo por 1.003 días, sumando en la resistencia a 1.380 docentes ayunantes, quienes recibieron la adhesión de 2.800.000 personas. Fue escenario de 475 hechos culturales y reunió 1.500.000 firmas en defensa de la educación pública.
  14. En 1999 asumió como presidente Fernando De la Rúa, en representación de la Alianza, cuyas principales fuerzas políticas eran la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frente País Solidario (FREPASO).
  15. Una historia del FONID puede leerse en «Una aproximación a la historia del incentivo docente» (Suteba, 2004).
  16. La idea principal del pacto era convertir a cada escuela en una «pequeña empresa» en la que la relación laboral, los derechos y las condiciones de trabajo docentes fuesen regulados por un ente autónomo (Suteba, 2013).
  17. Para Pozzi y Schneider (1994), la expresión derrota implica una aproximación reduccionista, ya que, en la práctica, la lucha de clases establece tendencias, pero rara vez triunfos o derrotas. Asimismo, critican que el sentimiento de derrota haya sido generalizado más allá de la militancia. Desde la perspectiva de esta tesis, el este concepto se aplica a la cuestión específica de la lucha por la direccionalidad política entre fracciones sindicales, y no concretamente a la derrota de la clase (véase también Ghigliani, 2008).
  18. La ley adhería al marco general de la emergencia económica declarada a nivel nacional y, en la práctica, implicaba la suspensión de las jubilaciones anticipadas; el pago de horas cátedra que no tuvieran estricta naturaleza docente frente a alumnos; las partidas presupuestarias destinadas a cubrir licencias por personal suplente, afectado a tareas pasivas, bibliotecarios y preceptores, y para nuevos establecimientos; los incrementos de categoría; entre otras disposiciones.
  19. Este factor de alianzas que atravesó a Suteba BB se explicará con más detalle en el capítulo 4.
  20. Néstor Kirchner, político de extracción justicialista, obtuvo el segundo lugar en las elecciones presidenciales de 2003, con el 22,24 % de los votos. Carlos Menem, quien había obtenido el primer lugar, renunció a su candidatura al balotaje, de modo que Kirchner se convirtió en el presidente electo. Su mandato comenzó el 25 de mayo de 2003 y finalizó el 10 de diciembre de 2007, con el traspaso de mando a Cristina Fernández.
  21. Desde 1991 hasta 2003, gobernó en la ciudad el Intendente Jaime Linares, perteneciente a la Unión Cívica Radical. Fue una de las intendencias de mayor duración a nivel local. El nuevo Intendente electo fue el médico Rodolfo Lópes del Frente para la Victoria (FPV) (2003‑2006).
  22. En síntesis, solicitaban el pedido por la derogación de la LFE, las leyes de ajuste provinciales, descentralización y municipalización de la educación, las fusiones de cursos, y un aumento de salarios con sumas en blanco junto con la plena vigencia del estatuto docente y de condiciones de trabajo dignas eran los objetivos de máxima de la agrupación.
  23. Marta Abbate fue Secretaria General de Suteba BB y referente de la Lista Celeste.


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