Gracias a la educación pública, gratuita y de calidad de Argentina en todos sus niveles, que junto a su también público sistema de ciencia y técnica, permiten algunos milagros sociológicos. Gracias a CONICET que me permitió dedicar la mayor parte de los días a la investigación desde 2016, uno de cuyos principales resultados es esta tesis doctoral.
Gracias al director de este trabajo, Martín Becerra, quien hace años y sin conocerme demasiado aceptó dirigir mi beca doctoral, me invitó a participar de su programa de investigación y fue un lector atento, generoso y fundamental de este trabajo y de varios otros que fui haciendo en el camino. Gracias a mi co-directora, Daniela Monje, quien en 2014 luego de dirigir mi tesis de maestría hizo una pregunta sencilla que lo cambió todo: ¿cómo sigue tu año académico? No seguía de ninguna manera hasta esa pregunta que me hizo pensar que quizás valía la pena seguir por acá, juntos.
El trabajo de campo en Chile no hubiera sido posible sin la ayuda clave de Alejandra Phillipi, María Pía Matta, Elisabeth Gerber y Pablo Julio Pohlhammer quienes me ayudaron a desarmar y armar mi hoja de ruta para dar con las entrevistas que necesitaba hacer en tiempo record, y facilitaron lecturas esenciales para reconstruir la historia de TVN. A Oscar Nunzio y Agustín Lecchi que me ayudaron a escabullirme en oficinas de Canal 7 y tomar desprevenidos a potenciales entrevistados. A la cincuentena de personas que compartieron su tiempo y aportaron sus testimonios para esta tesis en ambos países. A la memoria de Ana Guérin.
A los colegas, maestros y amigos que me acercaron datos, documentos a los que no podía acceder de otro modo, bibliografía inconseguible (o demasiado costosa), contactos, teléfonos y contribuciones varias en especies: Gustavo Aprea, Alejandro Linares, Lucas Sierra, Ana Laura Exeni, Joaquina Martiren, Olivia Martiren, Mónica Kirchheimer, Fernanda Ruiz, Analía Vallejo, Guillermo Orozco Gómez, Luis Breuell, Alejandro Rojas. A los amigos Alejandra Roca y Fernando Christin que me recibieron en sus casas solo para dejarme trabajar acompañado, aunque con estricto protocolo y distanciamiento social.
A los equipos de investigación que integro en la Universidad Nacional de Córdoba y en la Universidad Nacional de Quilmes de quienes aprendo todos los días. A las y los colegas del Observatorio Iberoamericano de la Ficción Televisiva (Obitel) cuyas producciones han sido de gran utilidad para esta investigación. A Juan Piñón quien generosamente me invitó a trabajar juntos y me presentó una parte importante de las preocupaciones teóricas de esta tesis. A los colegas y amigos con quienes investigué, escribí y aprendí estos años: Mariela Baladron, Juan Martín Zanotti, Natalí Schejtman, Víctor Paulo Melo. A Cecilia Labate quien me abrió las puertas de la docencia. A Natalia Aruguete y Washington Uranga por su generosidad. A las múltiples becas de las que fui beneficiario en estos años, en especial al CETyS de la Universidad de San Andrés y a la Escuela de Verano ALAIC 2018 en Montevideo, donde esta tesis comenzó a tomar su forma definitiva.
A María e Isabel que se fueron cuando esto estaba empezando, a los amigos que no necesitan mención y a mis hermanos que son tantos pero sí los puedo contar, estimo que son diez.