Silvia Lago Martínez
Introducción
El desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación son considerados como determinantes para el desarrollo de las naciones, de las regiones, de las ciudades, de las empresas, de los grupos sociales, de las personas, es decir para la sociedad en su conjunto. En este sentido, los gobiernos, los organismos regionales y multilaterales y las instituciones de ciencia, tecnología y educación, entre otros, desarrollan acciones y propuestas para el desenvolvimiento de la I+D+i (Investigación, Desarrollo e innovación).
En la Argentina los aportes teóricos y la investigación sobre la I+D han ocupado históricamente un lugar destacado en las preocupaciones de los gobiernos, los científicos y académicos. El sistema institucional de ciencia y tecnología fue desarrollado desde mediados del siglo XX (con antecedentes previos). Mientras entre los ´60 y los ´70 los debates se centraron en interpretar la realidad latinoamericana teniendo en cuenta las diferencias estructurales entre los distintos países de la región, hacia fines los ´90 se instaló un proceso de homogeneización con pautas normalizadas y normativas que implicó un vuelco hacia políticas con mayor homologación internacional, bajo la impronta de la innovación y el modelo del sistema nacional de innovación (Albornoz y Gordon, 2011).
Posteriormente el concepto fue extendido a un sistema regional. Jiménez, Fernández de Lucio y Menéndez A. (2011) en una publicación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) abordan el concepto de Sistema Regional de Innovación (SRI) para analizar y realizar propuestas de desenvolvimiento para la región Latinoamericana, aunque reconocen que los procesos de I+D+i están asociados a los contextos geopolíticos, sociales y culturales del territorio (p.18). En este sentido destacan que el rol de las políticas públicas es determinante a la hora de pensar en el desarrollo de la investigación y la innovación en una nación, asignando de ésta manera al Estado un papel central.
En los últimos dos decenios el concepto de innovación se ve acompañado por el de creatividad. Benavente y Grazzi (2017: 13) también en una publicación del BID, establecen que existen un vínculo entre la economía creativa y la innovación, aunque el mismo es complejo, de manera que la denominada industria creativa “también contribuye al desempeño innovador de una sociedad.”
Coincidiendo con esta afirmación, podemos señalar que el desarrollo, la expansión y adopción de las tecnologías digitales en la sociedad contemporánea ha dado lugar a innovaciones muy significativas. Las mismas conllevan a nuevos conocimientos, lenguajes y herramientas que se expresan en todos los ámbitos de la vida cultural, social, laboral, política y económica. Las interacciones sociales mediadas por computadores, tabletas, teléfonos y otros artefactos y las aplicaciones como redes sociales digitales, los blogs, wikis, juegos en línea, televisión interactiva, producción de música y video, entre otros desarrollos, se encuentran en constante cambio y contribuyen a la configuración de una cultura digital.
En entornos digitales se difunden, se apropian, se crean y se producen bienes y servicios culturales digitales. Zukerfeld (2011) denomina a estos bienes “informacionales”: su principal insumo es la información/conocimiento; se objetivan en bits y aunque poseen una capacidad intrínseca de replicarse con costos cercanos a cero, son objeto de múltiples estrategias para otorgarles un valor de cambio. En las industrias cinematográficas, editoriales, musicales y de medios, la generación del primer producto puede tener un costo alto, pero los costos marginales de las copias en los productos digitales son insignificantes. La digitalización y el intercambio que pueden hacerse prácticamente sin costo, constituye un desafío para el sistema de los Derechos de Propiedad Intelectual, tanto a nivel nacional como internacional (Benavente y Grazzi, 2017: 25). Nos encontramos ante un aumento de las tensiones jurídicas y políticas entre la apropiación y la liberación de los bienes y obras culturales y académicas y las regulaciones de derecho de autor y derecho de copia y las tecnologías digitales orientadas a la gestión de estos derechos (Lago Martínez, 2015).
En síntesis con el despliegue de las tecnologías digitales[1], junto con la cada vez mayor producción de bienes y servicios digitales y la mercantilización de los ámbitos culturales, no ha quedado espacio ni objeto del que no se pueda extraer un valor económico, más allá de las intenciones de quienes distribuyen, crean o producen tales bienes y servicios. Esta mercantilización de la cultura dio lugar a las nociones de industrias culturales primero, y a la de economía creativa, después. Esta última es considerada hoy en día una economía en creciente expansión que aporta al desarrollo del PIB de un país, ciudad e incluso de una región.
Por otra parte, la innovación y la creatividad se vinculan a la figura del emprendedor en las industrias creativas (y muchas otras). El fenómeno denominado emprendedorismo ha dado lugar a un amplio abanico de políticas del gobierno argentino en esta materia, con el fin de promover y favorecer los proyectos corporativos, colectivos e individuales de “emprendedores” en las industrias culturales y creativas. En general, las mismas se producen en asociación con el sector privado, los ámbitos educativos y organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, es importante señalar que las ofertas de empleo en el mercado laboral de la industria creativa son sumamente flexibilizadas y se ven encubiertas en el trabajo freelance por proyecto, de tal forma que el emprendedorismo surge como una alternativa laboral y personal con vistas al futuro de sus desarrolladores.
Sobre esta problemática se focaliza el presente trabajo. En la primera parte se realiza una breve reseña de la conformación y desarrollo de las industrias creativas y la economía creativa, luego se revisan los conceptos de innovación, creatividad, y emprendedorismo. En la siguiente sección se repasan algunas de las políticas implementadas por la administración pública nacional y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) para el fomento de las industrias culturales y creativas en la Argentina y algunos datos significativos sobre la participación económica de las mismas. Por último se observa el crecimiento de las propuestas educativas públicas y privadas en esta materia, el rol de las empresas, las organizaciones de la sociedad civil y los medios de comunicación masivos en la producción de ciertos discursos destinados a promover al emprendedor cultural y creativo, con marcos legislativos e institucionales que acompañan este relato.
Industrias culturales y creativas
Para hablar de industrias creativas es necesario primero revisar el concepto de industrias culturales[2]. El proceso creciente de mercantilización de la cultura dio lugar, hacia finales de la década del ´60, a la noción de industrias culturales. Desde una mirada crítica Horkheimer y Adorno (1969) señalaban que la industria cultural es el resultado de los procesos de estandarización, aplicación de técnicas de reproducción industrial, mercantilización y difusión masiva de obras culturales.
En 1982 la UNESCO sienta las bases del concepto industrias culturales, definiéndolo: “Se estima, en general, que existe una industria cultural cuando los bienes y servicios culturales se producen, reproducen, conservan y difunden según criterios industriales y comerciales, es decir, en serie y aplicando una estrategia de tipo económico, en vez de perseguir una finalidad de desarrollo cultural”.
A nivel internacional no se adoptan iguales criterios para incluir a determinadas industrias dentro de culturales. No obstante en casi todos los enfoques se incluyen dentro de las industrias culturales la edición de libros, de diarios y revistas, la música, las artes escénicas (teatro, danza), las artes plásticas (pintura, escultura y fotografía), la televisión y la radio, los museos, archivos y bibliotecas.
Hacia la década de 2000, a la noción de industrias culturales se agrega el concepto de “industrias creativas”, que si bien forman parte de las culturales, cuentan con características propias e incluyen sectores de actividad específicos. De manera que en las industrias creativas se engloban casi los mismos sectores que las industrias culturales, pero se incorporan la publicidad, el diseño, los videojuegos, la arquitectura y el software (UNESCO, 2006: 2).
La definición precisa de industrias creativas se plasma en el informe de la UNCTAD como “…ciclos de creación, producción y distribución de bienes y servicios que tienen creatividad y capital intelectual como materia prima. Comprenden productos tangibles y servicios intelectuales o artísticos con contenido creativo, valor económico y objetivos de mercado.” (2010: 8). Este modelo de economía creativa, forma parte de la visión contemporánea del desarrollo: “la economía creativa es un concepto evolutivo basado en activos creativos que potencialmente generan crecimiento económico y desarrollo” (UNCTAD, 2008: 15).
Zallo (2016: 67) señala que “…la producción basada en el conocimiento supone la puesta en valor del trabajo creativo y cultural y que hasta hace nada apenas se percibía desde el ángulo económico”. En consecuencia, artistas, diseñadores, artesanos o actores comenzaron a ser concebidos como elementos esenciales dentro de una economía creativa que, junto a los trabajadores de las discográficas, las editoriales, los medios de comunicación o las empresas de software, acabarían por configurar este sector de las “industrias creativas”. De esta forma, la creatividad y la innovación son entendidas como el principal motor de la economía contemporánea vinculada al orden científico, en detrimento del artístico y cultural como sucedía en las industrias culturales previas a la década de 1990.
Benavente y Grazzi (op. Cit.) señalan que la economía creativa (también llamada economía naranja) se está convirtiendo en tendencia en América Latina, aún más que la innovación. La definen como el grupo de actividades a través de las cuales las ideas se transforman en bienes y servicios culturales y creativos, cuyo valor está o podría estar protegido por derechos de propiedad intelectual. Agregan que la producción creativa está íntimamente relacionada a la dinámica de innovación de una sociedad en su conjunto y proponen abordar a la economía creativa desde un ecosistema creativo Este ecosistema combina el sector privado (agentes particulares y corporativos), la academia, el gobierno (a nivel local, regional y nacional), la sociedad civil organizada y los consumidores (pp. 21 y 22).
Innovación, creación y emprendedorismo
En términos generales innovar supone introducir en el mercado un nuevo o mejorado producto (bien o servicio), proceso o método de comercialización u organización. En tanto, el término creativo, si bien no se define de la misma manera, se complementa con el concepto de innovación. Williams señala que el término “creativo tiene un sentido general de originalidad e innovación y un sentido asociado especialmente a la productividad” (2003: 83). Así, y en líneas generales, se puede entender que la creatividad está relacionada con la habilidad de generar algo nuevo, de producir ideas o invenciones ya sea por una o varias personas.
En los análisis desplegados por Bruno Latour y Michelle Callon, la innovación no es vista meramente como un ‘resultado novedoso’, sino que el foco está puesto en la red de ensamblaje de los diversos actores humanos, no-humanos (artefactos técnicos y naturaleza), instituciones, organizaciones y medios de comunicación, necesarios para generar y consolidar los procesos de innovación.
Como ya señalamos, vinculado con los conceptos de innovación y creación se reedita la noción de emprendedor y la de emprendedorismo asociado fuertemente al mercado. El conocimiento, el talento y la innovación son las palabras clave que caracterizarían al emprendedor. Si bien esta figura conceptual tiene una larga historia desde el trabajo del economista J. Schumpeter (quien definía a los emprendedores como innovadores que buscan destruir el statu-quo de los productos y servicios existentes para crear nuevos productos y servicios), su introducción y uso con el propósito de denominar a un agente económico es bastante más reciente (Rowan, 2010: 23,24).
Por su notable expansión las definiciones de “emprendedor” son múltiples y también han dado lugar a términos como “emprendedor cultural” o “emprendedor social”, cuyos fines no son necesariamente comerciales, sino sociales, culturales o políticos, entendiendo que el acto de emprender no sólo es característico del mundo de los negocios. Pisani (2016: 96) propone una tipología de emprendedores: los emprendedores de negocios que piensan esencialmente en ganar dinero; los empleados-emprendedores que se desenvuelven en una gran empresa y asumen la responsabilidad de riesgo e innovación; los emprendedores sociales que pueden crear una empresa con un objetivo social y capacidad de autofinanciarse y de ganar dinero; los emprendedores activistas, personas que reúnen recursos y gente para la resolución problemas sociales sin la finalidad de ganar dinero. Esta tipología es interesante, puesto que identifica emprendedores u organizaciones emprendedoras que no desarrollan sus proyectos permeados solamente por la lógica de mercado, sino que su intencionalidad puede ser un valor social o simbólico que persiga cierto impacto estético o cognitivo, o atender a la resolución de problemas o demandas sociales o incluso al activismo político. No obstante en muchos casos estos emprendedores se ven cooptados por las empresas que persiguen el descubrimiento de “talentos”.
Sin duda, la disminución de los costos de los equipos de usuario final, la incorporación de las infraestructuras de Banda Ancha y las transformaciones parciales en la educación (entre otros factores), contribuyen a la expansión en el uso y apropiación de las tecnologías digitales y a la emergencia de emprendedores en la cultura digital. De esta forma, personas con equipos móviles (computadoras, tabletas, celulares, etc.) y acceso a Internet pueden desarrollar competencias específicas que el mercado busca, o esperan contribuir a la resolución de problemas sociales, culturales o políticos en proyectos individuales o colaborativos.
Junto a la figura del emprendedor surgen otras categorías que coadyuvan a la misma, por ejemplo, la llamada cultura maker, a la vez que emergen iniciativas para dotar de capital a los innovadores o creativos que desean crear una empresa como el Crowdfunding o financiamiento colectivo. Sectores como el de la música, los videojuegos, la moda, el diseño, la publicidad, las agencias de noticias, el software, entre otros, son algunos de los ámbitos de trabajo que transitan los emprendedores que esperan convertirse en empresarios de sí mismos.
Pero también se crean cooperativas de trabajo, modelos de producción entre pares (P2P) o redes colaborativas que generan múltiples innovaciones de bienes digitales con fines sociales y/o comerciales (Lago Martínez, 2015). Asimismo, se observa en las empresas de la economía social y/o solidaria la multiplicación de experiencias centradas en el trabajo emprendedor. Por su parte, las cooperativas de trabajo vinculadas al sector informático se agrupan en la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajo de Tecnología, Innovación y Conocimiento (FACTTIC), cuya misión es fortalecer a sus miembros, así como también difundir las formas cooperativas de trabajo en la industria informática.
Con todo, no debemos soslayar, que el “emprender” en las industrias creativas y en muchas otras industrias, fomenta formas de vida precarias y flexibles, como indica Zallo (2016: 67) en este modelo se vive sin certezas, muchas veces la actividad se solapa con el trabajo freelance, transitando de proyecto en proyecto con ingresos irregulares y negociables en cada caso. En este sentido se observa que el relato del emprendedor, transforma por completo la interpretación de las relaciones de producción y de los mercados de trabajo (Lago Martínez, 2017).
Políticas públicas para el emprendedorismo
Entendemos que el crecimiento de la actividad emprendedora se ve fomentada y promovida por diversos actores: principalmente el Estado (en sus distintos niveles de gobierno), el Ministerio de Ciencia y Tecnología e Innovación Productiva, las empresas privadas, los medios de comunicación masivos que reproducen y alimentan este discurso, algunas organizaciones de la sociedad civil y las instituciones educativas (universidades, institutos de educación superior, educación informal).
Muchos países de la región Latinoamericana han implementado una gran variedad de políticas y programas públicos para apoyar la producción y el consumo de productos creativos y culturales. En la Argentina, si bien se pueden rastrear diversas iniciativas gubernamentales que apuntan a la promoción al emprendedorismo desde los ’90, es en los últimos años donde se produce una reestructuración que otorga una mayor centralidad a dicha promoción (intensamente desde la asunción del nuevo gobierno) mediante la creación de nuevas agencias de gobierno (secretarías, subsecretarías, direcciones) y el lanzamiento de diversos programas específicos orientados al crecimiento del emprendedorismo. Estas políticas son de diversos tipos, unas ofrecen financiamiento y subsidios (con fondos específicos, incluso cofinanciación) y otras proponen asesoramiento, capacitación/formación, concursos, eventos, etc.
En abril de 2017 el Gobierno Nacional promulga la ley de emprendedores y asigna una partida presupuestaria de 1.000 millones de pesos para financiar emprendimientos, como señala el Diario Clarín “Los emprendedores podrán acceder a herramientas de financiamiento para convertir sus ideas en negocios, hacer crecer sus proyectos y expandirlos a nuevos mercados” (11/09/2017). Esta ley simplifica los trámites para emprender y ofrece financiamiento. La nueva forma societaria «Sociedad por Acciones Simplificada» puede ser abierta vía Internet, a bajo costo y en un día. A través del Fondo Semilla se puede acceder a préstamos sin interés y asistencia técnica, además de beneficios impositivos para quienes inviertan en el desarrollo de “ideas argentinas”. El “PAC EMPRENDEDORES” incorpora préstamos de hasta 400.000 sin devolución para emprendimientos con menos de dos años de antigüedad y un producto ya testeado.
Asimismo, bajo la órbita del Ministerio de Cultura de la Nación, se crea en el año 2016 la Secretaría de Cultura y Creatividad y la Subsecretaría de Economía Creativa y se crean tres Direcciones Nacionales: Innovación Cultural, Industrias Creativas y Emprendedorismo Cultural, todas ellas cuentan con propuestas específicas.
Por su parte, en el ámbito del Ministerio de la Producción opera la Secretaría de Emprendedores y de la Pequeña y Mediana Empresa que trabaja en la transformación de la matriz productiva de las Pymes y Emprendedores como “motores y dinamizadores del desarrollo económico del país”[3]. La Subsecretaría de Emprendedores “impulsa la cultura emprendedora y el ecosistema nacional de emprendimientos vinculando a todos los actores que lo integran y favoreciendo su expansión y diversificación”[4]. Otras actividades son la Academia Argentina Emprende, las Jornadas PyME y Emprendedores, la Red Nacional de Incubadoras que incluye el programa Emprendedores, el Fondo Semilla, el Programa Ciudades Para Emprender y clubes de emprendedores en todo el país.
Se agrega, entre muchas otras iniciativas gubernamentales, el Mercado de Industrias Creativas de Argentina (MICA) en el ámbito del Ministerio de Cultura. Este mercado se realiza bianualmente y representa un escenario de vinculación y concreción de negocios “que permite a los emprendedores acceder a nuevas oportunidades de financiamiento”, según se consigna en su página web[5]. También ACADEMIA ARGENTINA EMPRENDE + CULTURA, que surge de la fusión del programa Fábrica de Emprendedores del Ministerio de Cultura y Academia Argentina Emprende del Ministerio de Producción.
Dentro del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva también existen diversos programas, la mayoría de los cuales apuntan a estimular la ‘cultura innovadora’ vía la financiación de proyectos seleccionados a través de concursos. Uno de ellos es el Programa Innovar, otro es el de Innovación y Diseño y también el de Popularización de la Ciencia y la Innovación. Al interior del programa INNOVAR se realiza un concurso nacional de innovaciones. Creado en 2005, el concurso busca “estimular la transferencia de conocimiento y tecnología a través de proyectos y productos que promuevan la innovación, la mejora en la calidad de vida de la sociedad así como también posibilite su comercialización e inserción en el mercado productivo a nivel nacional e internacional”[6]. También se desarrolla la “Semana del Emprendedor Tecnológico”, que comprende talleres, cursos, conferencias, seminarios, entre otras actividades y se desarrollan a lo largo de una semana al año en todo el país. En ella confluyen actores del sistema científico-tecnológico, empresas y organizaciones del sector productivo.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) también se ofrecen diversos planes y programas destinados a los emprendimientos culturales y creativos. Actualmente es el Ministerio de Modernización, Innovación y Tecnología de CABA el que asume la tarea de diseñar y ejecutar políticas orientadas al desarrollo de la innovación y el emprendedorismo. Dentro de este organismo desarrolla su actividad la Dirección General de Industrias Creativas, en la que se inscriben el Observatorio de Industrias Creativas y el Observatorio de Emprendedores. A la vez, la creación de Distritos Económicos dentro de la ciudad porteña puede ser entendida como una estrategia que busca operar en el mismo sentido: los más relevantes son el Distrito Tecnológico, el Distrito Audiovisual y el Programa Emprendedores que brinda financiamiento mediante concursos con énfasis en proyectos de innovación social.
Participación económica y empleo en las industrias culturales y creativas
El fuerte impulso gubernamental a la economía creativa aún no se observa en las estadísticas públicas. El secretario de Cultura y Creatividad del Ministerio de Cultura señala en una entrevista que según los datos del SInCA (Sistema de Información Cultural Argentino) la economía creativa representa el 3% del PBI argentino, sin embargo, el funcionario agrega que esta información es difícil de capturar y aventura que debe ser superior a este valor (TELAM, 19/10/2016).
Por otra parte no se detecta aumento del empleo en el sector. En el documento “Cuenta Satélite de Cultura. Aspectos metodológicos” se presentan, entre otras estadísticas sobre el sector cultural (que incorpora al creativo), las relativas al Empleo Cultural. En el mismo se reconoce que en el sector de la cultura muchos de los puestos de trabajo[7] (PT) “suelen ser precarios, volátiles o implicar relaciones informales de trabajo, lo que puede inducir a las personas a ocupar simultáneamente diferentes puestos para lograr el ingreso necesario para su sustento” (INDEC, 2012: 34). De manera que el Empleo Cultural en este informe se estimó de acuerdo a una combinación entre la óptica de la oferta y la de la demanda. La primera se encuentra basada en la demanda de empleo por parte de las empresas, por lo que permite estimar únicamente el empleo formal. En la segunda se utiliza información que surge directamente de los hogares, lo que posibilita medir el empleo informal. Los puestos de trabajo en el sector cultural alcanzaban a 493.080, el 2,73% del empleo total en el año 2010 (INDEC, 2012: 35), los mismos no necesariamente coinciden con la cantidad de personas ocupadas. En este informe se incluyen dentro del sector cultural: Creación literaria, musical, teatral; Artes plásticas y visuales; Libros y publicaciones; Audiovisual; Producción y edición musical y productos conexos: Diseño; Juegos y juguetería; Patrimonio material; Patrimonio natural; Formación artística.
En relación con las exportaciones y las importaciones de bienes y servicios culturales se observa en el informe que la balanza es deficitaria. Las exportaciones de bienes culturales sobre el total de exportaciones de la economía alcanzaba a 0,52% en el año 2011, en tanto las importaciones de bienes culturales en relación a las importaciones del total de la economía a 3,92% (INDEC, 2012: 37,38). Cabe aclarar que esta información tiene cinco años de antigüedad.
En la CABA la información estadística del Observatorio de Industrias Culturales (OIC) indica, en cuanto a la composición del Valor Agregado Bruto (VAB) de las industrias culturales, que el sector de mayor peso es el de los servicios creativos. Éstos incluyen servicios informáticos, de arquitectura, ingeniería y técnicos, de publicidad, de agencias de noticias y de fotografía, con una participación promedio de 52,1% para 2004-2014, seguido del sector editorial, gráfico y fonográfico (23,1%) y por el sector audiovisual (21,4%). Mientras los servicios informáticos crecieron un 161,4% entre 2004 y 2014, el sector editorial y gráfico aumentó sólo un 3,1% y el sector audiovisual mantuvo una participación estable en el período analizado (Fuente OIC: base datos del Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial, OEDE, 2014).
En tanto la participación de las industrias culturales en la creación de puestos de trabajo en la Ciudad se ha mantenido estable en los últimos tres años, en el orden del 9%. El empleo total de las mismas en 2014 fue de 142.213 puestos de trabajo (no se especifica si se trata de empleos formales o informales). En el año 2014 la participación de las industrias culturales promedió 8,9%, superando a otras importantes actividades trabajo intensivas. Cabe señalar que un reciente reporte presentado en el Foro de Davos del año 2016, posicionó a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en materia de “generación de talentos” en el puesto 33 del mundo y 1° de América Latina.
Educación y formación para la innovación, la creatividad y el emprendedorismo
Benavente y Grazzi (2017:30) señalan que existe una desarticulación entre el conocimiento y las habilidades necesarias para tener éxito en las industrias creativas y la educación formal y capacitación que se imparten y este desajuste requiere la intervención del Estado. La misma puede darse a través de incentivos para que el sistema educativo apoye la creatividad y las artes y también se pueden otorgar becas y subsidios a los alumnos para que estudien carreras académicas vinculadas a la economía creativa.
No queda claro cuál es el rol que está asumiendo el Estado Argentino en este sentido, pero las universidades e instituciones de educación superior van tomando crecientemente un rol de formación y capacitación que promueve la generación de “vocaciones” emprendedoras, especialmente en entornos digitales. Hay que señalar que en este tipo de formación se observa que coexisten dos formatos educativos: el de estudios terciarios para desarrollo de competencias y el de la universidad o Institutos de educación superior tradicionales. Es notable la expansión de ofertas de estudios de posgrado y asignaturas de grado universitario y cursos orientados a la innovación, la creatividad y el emprendedorismo.
Sólo por mencionar algunas propuestas de las universidades y centro de investigación públicos: Cátedra abierta de emprendedorismo que se dicta desde el año 2014 en la Universidad Nacional de Córdoba, Incubadora de Empresas; Programa “Mentoreo de emprendedores ISI” del Departamento de ingeniería en Sistemas de Información de la UTN Córdoba; curso de “Creación de empresas para emprendedores” (a distancia), de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA; curso Emprending de Facultad de Ingeniería de la UBA; curso “Startups y emprendedores: la nueva manera de hacer negocios”, en el Centro Redes – CAME; Programa de emprendedores de base tecnológica en la Universidad Nacional de Quilmes; Unidades de desarrollo emprendedor en la Universidad Nacional de La Plata, articuladas y coordinadas desde la Dirección de Vinculación Tecnológica.
En las universidades privadas: Diplomatura en Emprendimiento e Innovación en Escuela Argentina de Negocios; Diplomatura en Desarrollo Emprendedor en la Universidad Abierta Interamericana (UAI); Diplomatura en Creatividad e Innovación, Universidad Siglo XXI; Programa de formación para emprendedores – Centro de emprendedores, Instituto Tecnológico de Buenos Aires; Programa intensivo para emprendedores (P.I.P.E.) en la Universidad Católica Argentina – Escuela de Negocios; Programa Entrepreneurship: ¿cómo iniciar nuevos negocios?, en la Universidad Di Tella; Centro de emprendedores – centro de innovación social, en UdeSA; Centro de Entrepreneurship en la UADE. Como se puede observar en las universidades privadas predominan los posgrados y en los centros de investigación y universidades públicas las cátedras y programas específicos. En cualquier caso la oferta es muy reciente y merece una investigación acerca de sus contenidos, tipo de alumnado, costos, egresos, etc.
A nivel de la educación media, podemos destacar el proyecto educativo que implementará el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a partir del 2018, titulado “Secundaria del Futuro” que entre sus muchos objetivos propone el desarrollo de habilidades relacionadas al emprendedorismo.
Las empresas, las organizaciones y los medios de comunicación
En el ámbito privado (empresas y organizaciones de la sociedad civil) y con fuerte apoyo gubernamental, se desenvuelven infinidad de acciones para el fomento del emprendimiento. Las mismas se han incrementado de manera exponencial en esta última década, en general de manera asociativa con el gobierno. Se realizan eventos nacionales e internacionales, ferias, seminarios, cursos, capacitaciones, muestras, etc. Son ejemplos la Fundación Telefónica, o la organización Endeavor, esta última dirigida específicamente a la “promoción de la cultura emprendedora” para lo cual establece alianzas con la Universidad Di Tella, la Universidad Católica, el BID, Globant y Mercado Libre (estas últimas señalas como las más exitosas de las empresas “punto.com”). También los desarrolladores de videojuegos (signados como un sector de creciente desarrollo en la Argentina) cuentan con varias organizaciones, entre otras la Fundación Argentina de Videojuegos (Fundav) y la Asociación de Desarrolladores de Videojuegos de Argentina (ADVA). Pero además se encuentran organizaciones que persiguen fines sociales o culturales, como por ejemplo la organización “Media Chicas” que se autodenomina como “encuentro productivo de innovación y emprendedorismo de mujeres en tecnología y medios de Argentina”[8].
Entre los muchos eventos que se realizan permanentemente podemos mencionar el Media Party 2017, que según obra en su portal web es “el evento productivo más ambicioso de América Latina donde el open data, el software libre y el conocimiento abierto se potencian con espíritu emprendedor para impulsar la innovación en los medios”. Es un evento internacional que reúne a periodistas, programadores, diseñadores y emprendedores que se reúnen para “reiniciar el periodismo y reinventar los medios”. Entre sus patrocinadores se cuentan la Open Society Foundations, Mozilla Foundation, la escuela de periodismo TEA, pero también la empresa de telefonía móvil Personal.
Otro ejemplo es el Campus Party que se llevó a cabo por primera vez en Argentina en octubre de 2016; allí se abordaron temas como Big Data, e–Commerce, tecnologías verdes, hardware, Internet de las Cosas, aplicaciones móviles, impresión 3D, Open Data, realidad aumentada, diseño e innovación, videojuegos, Educación 2.0, fotografía, astronomía, publicidad y robótica[9].
A propósito del evento, la Agencia de Noticias gubernamental TELAM titulaba su nota “Empapados de innovación y tecnología, miles de jóvenes coparon el Campus Party” (27/10/2016). Por su parte, el diario La Nación (29/10/2016) decía: “La tecnología domina el espíritu juvenil en Tecnópolis” y señalaba que unos 1500 estudiantes de todo el país seleccionados y esponsoreados por cincuenta universidades viajaron especialmente para asistir al evento y acamparon en Tecnópolis, sede del Campus Party (Lago Martínez, 2017).
Como se observa en las campañas públicas instando a “emprender”, a generar negocios, a empaparse de creatividad, se destinan recursos materiales y simbólicos de las administraciones públicas. Por su parte los medios de comunicación masivos no dejan de publicar notas, relatos, columnas y experiencias sobre los beneficios del emprendedorismo en entornos digitales y las múltiples oportunidades que ofrecen, sobre todo destinado a un sector joven y educado de la sociedad argentina.
A modo de cierre
El desarrollo de la economía creativa se ve favorecida por la expansión de las tecnologías digitales y la apropiación de las mismas. Los bienes o servicios digitales tienen una fuerte demanda en el mercado, así como también por parte de la sociedad para la resolución de problemas sociales. Asimismo, las condiciones del contexto (espacios de trabajo, portabilidad y abaratamiento de equipos, banda ancha, conectividad móvil, legislación, etc.) favorecen el emprendimiento de proyectos de manera individual o colectiva, con un mínimo capital, pero con muchas horas de trabajo, especialmente en sectores jóvenes con niveles altos y medios de educación.
A partir del relato sobre el emprendimiento y su promoción desde los poderes públicos, los ámbitos educativos, los medios de comunicación y las empresas, se construye un imaginario social acerca de la actividad de emprender como una alternativa promisoria tanto en el plano laboral como social, sin advertir que la misma esconde las categorías tradicionales de trabajador independiente y de micro empresario. En este relato se transmite un discurso individual de la libertad y la responsabilidad, donde el éxito y el fracaso recaen sobre el emprendedor mismo y no sobre el modelo económico.
La fuerte apuesta del actual gobierno nacional y de la CABA (ambos del mismo signo político) al modelo del emprendedorismo, tiene como expectativa el crecimiento de la participación económica de las industrias creativas, pero también y de manera solapada, la transformación de los mercados de trabajo, la desregulación y flexibilización de las relaciones laborales y la sustitución del empleo por otras vinculaciones contractuales, especialmente en los jóvenes. No están disponibles aún estadísticas o estudios que den cuenta del éxito (o fracaso) de las políticas recientes implementadas y en ejecución que promueven el emprendedorismo. De manera que queda pendiente para futuras investigaciones, detectar entre la gran cantidad de acciones del gobierno y de las instituciones educativas y de ciencia y tecnología, si las mismas tienen en cuenta, para asegurar el éxito del proyecto, aspectos económicos sociales, culturales y de contexto de sus destinatarios.
Es necesario tener en cuenta que los sectores socieconómicos tenderán a presentar trayectorias diferentes en el proceso de apropiación, innovación y creación según la actividad que desarrollen con las tecnologías digitales, así como una desigual acumulación de capitales simbólicos y culturales que se cristalizará en el tipo de emprendimiento que lleven adelante, de carácter comercial, social, cultural, individual o colectivo.
Bibliografía
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- Siguiendo a Zukerfeld (2015), entendemos que las tecnologías de la información almacenan, procesan, reproducen, transmiten refieren o convierten información y se diferencian en tecnologías analógicas o digitales. Las digitales (un disco rígido, un teléfono inteligente o una computadora) pueden integrar en el mismo artefacto todas las funciones de las tecnologías de la información. ↵
- Raymond Williams (2003) distingue tres categorías generales de uso del término cultura: 1) uso que designa el desarrollo intelectual, espiritual y estético, 2) uso que indica un modo de vida determinado de un pueblo, un período, un grupo o la humanidad en general, y 3) uso que describe las obras y prácticas de la actividad intelectual y especialmente artística. Por lo que los significados de cultura en la actualidad están permeados de estos tres diferentes, pero interrelacionados, usos o modos de entenderla, ya que se trata de un proceso de construcción, deconstrucción y reconstrucción.↵
- https://www.produccion.gob.ar/sepyme↵
- https://www.produccion.gob.ar/sepyme/subsecretaria-de-emprendedores↵
- http://mica.cultura.gob.ar/que-es-el-mica/↵
- http://www.innovar.mincyt.gob.ar/↵
- Los Puestos de Trabajo (PT) son definidos como “los contratos (explícitos o implícitos) entre una persona y una unidad institucional para llevar a cabo un trabajo a cambio de una remuneración (o ingreso mixto) durante un período definido o indefinido de tiempo”, según el Sistema de Cuentas Nacionales. ↵
- https://www.mediachicas.com/↵
- La organización y promoción del evento en el año 2016 estuvo a cargo de la empresa XOSPER S.A y los principales patrocinadores fueron el grupo editorial La Nación, la empresa de telefonía móvil Personal, y los ministerios de Modernización, de Educación, de Producción y el Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos. También patrocinaron y apoyaron el festival numerosas empresas argentinas y multinacionales, cámaras de comercio, asociaciones y fundaciones, universidades públicas y privadas, incubadoras, aceleradoras y fondos de inversión y comunidades con o sin fines de lucro. ↵
Susana Finquelievich: “El sector privado no invierte lo suficiente en Ciencia, Tecnología e innovación.”
TIC e Innovación Productiva. La opinión de Ulises Girolimo.