Susana Finquelievich y Lucila Dughera
Como adelantamos en la Introducción, este libro es un diálogo múltiple: no sólo devela los resultados de investigaciones recientes en el campo de la innovación productiva en el sector de software y servicios informáticos, los living labs, la co-creación de conocimientos y las industrias creativas: es sobre todo una conversación entre seis investigadores provenientes de distintas áreas del conocimiento que exponen sus ideas y hallazgos sobre estos temas. Esta sección propone una conversación entre los diversos capítulos y dos investigadoras que actúan como interlocutoras de los autores, comentan y debaten los sucesivos capítulos, y los contrastan con las opiniones de otros autores.
Primera parte: emprendedorismo, innovación social y políticas públicas de innovación tecnológica
Tecnologías digitales y emprendedorismo
Silvia Lago Martínez señala que en los entornos digitales se difunden, se apropian, se crean y se producen bienes y servicios culturales digitales, también denominados “informacionales”, dado que su principal insumo es la información digital/conocimiento; señala que estos bienes y servicios se objetivan en bits y que, aunque poseen la capacidad esencial de replicarse con costos cercanos a cero, son objeto de múltiples estrategias para otorgarles un valor de cambio. El desarrollo de las tecnologías digitales, unido a la creciente producción de bienes y servicios digitales y la mercantilización de los ámbitos culturales, no ha dejado espacio ni objeto del que no se pueda extraer un valor económico, lo que ha dado lugar a los conceptos de industrias culturales digitales y de economía creativa. Esta última es en la actualidad una economía en creciente expansión que aporta al desarrollo del PIB de un país, ciudad o de una región, lo que las puede tornarlas competitivas en la economía nacional y global. Es aquí donde los conceptos de esta autora se relacionan con los de innovación productiva que priman en los demás capítulos del libro.
La innovación y la creatividad se vinculan a la figura del emprendedor en las industrias creativas y las industrias informáticas, que integran las llamadas industrias basadas en el conocimiento. Esto se ilustra en el caso argentino. El fenómeno llamado emprendedorismo ha dado lugar a un amplio abanico de políticas del gobierno argentino en esta materia, con el fin de promover y favorecer los proyectos corporativos, colectivos e individuales de “emprendedores” en las industrias culturales y creativas, así como en actividades productivas ligadas a la SSI. En general, las mismas se producen en asociación con el sector privado, los ámbitos educativos y organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, señala Lago Martínez, no hay que olvidar que las ofertas de empleo en el mercado laboral de la industria creativa, incluyendo el creciente sector del software y servicios informáticos, son sumamente flexibles. Al igual que los trabajos relacionados con la plataformización, con frecuencia ocultan el trabajo freelance por proyecto, el trabajo precarizado, que no ofrece garantías de continuidad ni de ingresos constantes y predecibles.
¿Es el emprendedorismo el germen de una economía innovadora?
La autora abre la oportunidad de un debate sobre el emprendedorismo. Desde hace unos años se debate sobre la actividad emprendedora como una característica de las economías basadas en la innovación, y como una posible solución a la crisis económica y los consecuentes elevados índices de desempleo que atraviesa el mundo. Han proliferado las iniciativas públicas para potenciar el emprendimiento, tanto en los contextos internacionales (por ejemplo, la Unión Europea), como en los nacionales, provinciales y locales, tanto a nivel de legislación y oferta formativa, como de actividades de apoyo al emprendedor, premios y todo tipo de iniciativas estimuladoras En los ámbitos académicos y políticos existe un debate candente sobre si el emprendimiento o “emprendedorismo” se puede enseñar o si, contrariamente, viene predeterminado por una serie de predisposiciones individuales. Pineda Herrero et. al. (2014) muestran que, si bien algunas forman parte de la personalidad del individuo, muchas de estas competencias se pueden desarrollar desde la acción educativa Este enfoque vincula este capítulo con el de Fernando Bordignon, desarrollado sobre los living labs, media labs y fab labs como centros de innovación[1].
Lago Martínez vincula sagazmente el emprendedorismo a los diversos actores que participan y alientan la actividad emprendedora: en primer lugar, el Estado (en sus distintos niveles de gobierno), el Ministerio de Ciencia y Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT), las empresas privadas, los medios de comunicación masivos que sustentan el discurso del emprendedorismo como una ocupación deseable para todos los habitantes del país, algunas organizaciones de la sociedad civil e instituciones educativas de diversos niveles, incluyendo la educación informal. Señala que en la Argentina se le da una mayor centralidad a la promoción del emprendedorismo (en forma creciente desde la asunción del nuevo gobierno nacional en diciembre de 2015) por medio de la generación de Secretarías y Subsecretarías nacionales y provinciales específicas y de programas orientados al desarrollo del emprendedorismo. Por medio de este punto, su trabajo se relaciona con el capítulo sobre Políticas Públicas escrito por Patricio Feldman.
Este último observa que se puede apreciar en la ideología emprendedorista cuatro núcleos de sentido: a) El revisionismo histórico: Se reconoce la existencia de una cultura emprendedora de raíz histórica, basada en determinados hechos de la historia, como la llegada al país de inmigrantes europeos que vinieron a construir su futuro; b) Emprender como acto moral patriótico. No sería ésta una actitud individualista, sino una acción ética que incluye el esfuerzo personal y la cultura del trabajo referenciada en el hecho de estar haciendo “algo útil” para el desarrollo del país; c) el emprendedor como sujeto de derechos: el Estado debe garantizar el derecho de que cada ciudadano pueda constituir su propia empresa, lo que implica la facilitación de este proceso: reducción de trámites, financiamiento inicial, reducción de impuestos, etc.; y por último, d) el emprendedorismo como motor de innovación, que se basa en la idea de que la innovación surge fundamentalmente como producto del esfuerzo y talento emprendedor.
Cabe preguntarse: ¿Todos los actores sociales que componen la Cuádruple Hélice pueden convertirse en emprendedores? ¿Con qué requisitos y facilidades deben contar? ¿Cuál es el rol de las Universidades y el mundo académico en general con respecto a la formación de emprendedores? ¿Qué factores, además de los trámites, debe facilitar el Estado para que esto se concretice? ¿Y cuál es la responsabilidad del Estado con respecto a la vasta población que no se transformará en “emprendedora”, y que seguirá trabajando en relación de dependencia, tanto en el sector público como en el privado?
La autora muestra que, aún con el impulso gubernamental dado a la economía creativa, no se observan todavía resultados en las estadísticas públicas. Efectivamente, según datos del SInCA (Sistema de Información Cultural Argentino) la economía creativa representa el 3% del PBI argentino. Según los datos del Sistema de Información Cultural de Argentina (Sinca), que define como industrias creativas a los sectores de la economía que trabajan en producir, reproducir, promover y comercializar bienes y servicios con contenido cultural, en áreas como audiovisual, editorial, contenidos digitales, diseño, artes escénicas, plásticas y música, éstas representan el 2,5% del PBI ($107.391 millones generó el sector en 2015) y aproximadamente el 2,9% del empleo total. Tampoco se detecta aumento del empleo en el sector. En el sector de la cultura muchos de los puestos de trabajo suelen ser, según el INDEC, precarios, volátiles o pueden implicar relaciones informales de trabajo, lo que puede impulsar a las personas a ocupar simultáneamente múltiples puestos para lograr el ingreso necesario para su sustento. Un dato relevante es que estas industrias emplean sobre todo a uno de los segmentos con más dificultades para insertarse laboralmente: las mujeres jóvenes[2].
En el sector de Software y Servicios Informáticos (SSI) se han efectuado progresos, aunque los trabajos sean igualmente precarios. Carlos Pallotti, ex Subsecretario de Servicios Tecnológicos y Productivos del Ministerio de Producción, declara que el 2017 fue un gran año para la industria del software y servicios informáticos: se generaron 8000 nuevos puestos de trabajo, y las exportaciones en el sector crecieron hasta un 36%. Aseguró que la economía del conocimiento le genera exportaciones a Argentina por más de 6.5 billones de dólares, y resalta la importancia de incluir en la agenda digital aspectos productivos.[3].
Los diversos actores sociales en el emprendedorismo productivo
Lago Martínez señala que, si bien aún no resulta claro el rol asumido por el Estado argentino en lo que se refiere a la formación y capacitación con el fin de alentar “vocaciones” emprendedoras, especialmente en entornos digitales, las universidades e instituciones de educación superior se comprometen de manera creciente con este rol: es remarcable el desarrollo de ofertas de estudios de posgrado y asignaturas de grado universitario y cursos orientados a la innovación, la creatividad y el emprendedorismo. El ámbito privado, (empresas y organizaciones de la sociedad civil) y con fuerte apoyo gubernamental, desarrolla una variedad de acciones para el fomento del emprendimiento. Éstas han aumentado en la última década, en general asociadas con el gobierno. La autora menciona la realización de eventos nacionales e internacionales, ferias, seminarios, cursos, capacitaciones, muestras, etc. Asimismo, los desarrolladores de videojuegos (un sector de creciente desarrollo en el país) cuentan con varias organizaciones que los nuclean. Por lo demás, algunas organizaciones se dirigen a objetivos sociales o culturales, como alentar la innovación productiva y el emprendedorismo de mujeres en tecnología y medios.
Para concluir, es importante destacar que en el año 2017 se le ha otorgado un Reconocimiento internacional a la Argentina por sus políticas para fomentar el emprendedorismo. El galardón fue otorgado por la Global Entrepreneurship Network (GEN) en el marco de la sexta edición del Startup Nations Summit, realizada en Tallinn, Estonia. La distinción reconoce a líderes innovadores del sector público que generan un impacto positivo en un ecosistema nacional y promueven la creación de nuevas y mejores empresas. Argentina superó a Colombia, Bélgica y Vietnam. Se trata de un reconocimiento a nivel mundial al gobierno nacional por el impulso al ecosistema emprendedor nacional. Entre las principales políticas implementadas se destaca la Ley de Emprendedores, que establece un nuevo tipo societario, la Sociedad por Acciones Unificada, que puede crearse en 24 horas, de manera simple, rápida y desde una computadora, ahorrando costos y efectuando menos trámites burocráticos.
El contenido de este capítulo sugiere algunas pistas futuras de investigación: las políticas públicas para alentar el emprendedorismo ligadas al sector SSI, el análisis y la evaluación de los resultados concretos de dichas políticas en el mediano plazo, y su relación con el sector de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, que provee a su vez de conocimientos y de trabajadores calificados para la implementación de dichas políticas.
El desarrollo de innovaciones sociales: laboratorios ciudadanos como espacios de innovación abierta
En el segundo capítulo, Fernando Bordignon desarrolla de manera clara y exhaustiva cómo funcionan los laboratorios de innovación ciudadana. Estos son, en palabras del propio autor, espacios en los que las personas ejercen su derecho a hacer cosas, en base al desarrollo de propuestas de acción directa, en general, relacionadas con sus motivaciones, intereses o preocupaciones. En el desarrollo propuesto, se recupera una discusión muy en boga en la actualidad, tanto en Argentina como en el mundo: la dicotomía entre la producción de un tipo de conocimiento, el saber académico, vs. el saber hacer o, lo que en este capítulo se entiende como saber crítico. Dicha dicotomía, en más de una ocasión, se nos ha presentado como mundos antagónicos. Sin embargo, Bordignon logra poner a dialogar la importancia que adquiere este tipo de saber, el saber hacer, con el conocimiento teórico. Estos mundos, que en más de una ocasión se presentan como escindidos, dialogan aquí de manera nutrida.
Tal como se percibe a lo largo de este libro y más aún en la primer parte del mismo, el concepto de innovación es polisémico. Dicha polisemia impone un intento por precisar desde el inicio qué se entiende por dicho concepto. En este caso, el autor recupera aquellas conceptualizaciones en las que se enfatiza la idea de cambio en los diferentes órdenes de la vida. Ahora bien, cuando estas transformaciones acontecen en el plano de las relaciones sociales y tienen por vocación el bienestar de las personas, se aglutinan bajo el significante innovación social. Tal como es posible advertir, este tipo de innovaciones exceden la lógica puramente mercantil.
El concepto de innovación social es el corazón de los laboratorios de innovación, su razón de ser. Más aún, es el reconocimiento de formas alternativas de la innovación, su aplicación y desarrollo. Con lo cual, (re)pensar los laboratorios de innovación ciudadana reclama un doble movimiento. Por un lado, intentar precisar a lo largo de este recorrido qué se entiende por innovación en general e innovación social en particular. Por otro, caracterizar y analizar qué y cómo es que acontece este tipo de innovación. Bordignon, con su estudio de caso del Medialab-Prado, pone sobre el tapete una discusión que, lejos de estar saldada, se reabre y se resignifica con la expansión de las tecnologías digitales (celulares, netbooks, etc.).
En este proceso de describir cómo funcionan los laboratorios de innovación de base, el autor incorpora e incluye en la discusión un actor social central: a los movimientos de innovación de base. Dichos movimientos no solamente rechazan ciertas formas establecidas de hacer, sino que van más allá: contra-proponen formas de producir alternativas. Para ello ponen a jugar una diversidad de recursos (saberes informales, escucha de necesidades, formas diversas, etc.), que exceden por mucho a lo que históricamente se incluía en los procesos de innovación. Estos movimientos reúnen una serie de especificidades: su organización horizontal y en red, el intentar resolver problemas que en cierta medida los interpelen ya sea que los tenga como protagonistas o no, y un uso intensivo de las tecnologías digitales. Es de destacar el variopinto de habilidades y saberes que se ponen en juego al momento de ensayar la construcción de una innovación.
Ahora bien, ¿cómo un movimiento de innovación de base cristaliza su quehacer en un laboratorio ciudadano y genera espacios de innovación? Tal como describe Bordignon, los laboratorios ciudadanos implican espacios comunitarios con un fuerte anclaje territorial y en los que su razón de ser es la acción social. Allí, el intercambio y la puesta en juego de diversos tipos de saberes y habilidades se ponen a disposición en pos de lograr aquello que se intenta resolver de manera innovadora. En este juego hay un concepto que también se hace presente en otros capítulos de este libro: la innovación abierta. Este es un concepto que propone un cambio de modelo económico, a partir de transformar las sinergias entre el sector público y la industria privada. Sin embargo cabe recordar que ésta acontece dentro del modo de producción capitalista. Es necesario preguntarse en qué medida y/o cuán funcional resultan este tipo de innovaciones a este sistema. Habría que analizar en qué medida aquello que se presenta como diferente y novedoso, y aún como “comunitario” o “participativo”, en algún momento también es apropiado por la lógica del capital.
¿Cuáles son los posibles puntos de contacto entre la innovación abierta y los laboratorios de innovación ciudadana? El autor sugiere que ambos conceptos convergen en que tienen como motor al bien común y la proactividad de los ciudadanos, dando lugar a la creación de espacios de innovación ciudadana. Destaca el lugar preponderante que juegan las políticas públicas como articuladoras, como pivotes, en la creación y funcionamiento de los mismos. Un aspecto a señalar reside en cómo se constituyen subjetividades más proclives a habitar y sostener este tipo de espacios. En un momento sociohistórico caracterizado con frecuencia por la exacerbación del individualismo, este tipo de espacios nos imponen revisitar la mirada acerca de la construcción de subjetividad. Contribuyen a reflexionar sobre cuestiones esenciales, como por ejemplo, en qué medida los sistemas de educación formal tallan subjetividades proclives a las prácticas colaborativas, o cómo en los diferentes niveles educativos se nos insta a trabajar junto con un otro.
Si bien este tipo de interrogantes no son el foco del análisis del autor, se los puede entrever en un horizonte no muy lejano. Es por ello que Bordignon señala que los ciudadanos son cada vez más propensos a ocupar y apropiarse de este tipo de espacios y que existen una multiplicidad de motivaciones que los convocan a co-construirlos, más allá del rédito económico. Este apropiarse conlleva una resignificación de lo que común e históricamente se asociaba al quehacer de los laboratorios.
Tipos de laboratorios ciudadanos
Si bien los laboratorios ciudadanos llevan ya varias décadas, en el último tiempo han cobrado una relevancia inusitada. Tal como menciona Bordignon, dichos espacios de innovación social dialogan con formas organizativas en boga actualmente, como, el trabajo colaborativo, el crowdsourcing, entre otras. Es por ello que estos espacios se caracterizan a grandes rasgos y de manera simplificada por la participación horizontal, la auto-organización y la descentralización. Hasta el momento, las áreas de trabajo que más se desarrollan allí son: programación, comunicación y fabricación. La metodología de trabajo predominante es la de “pensamiento de diseño”. Si bien ésta data de varios años, en la actualidad “se configura como una estrategia para abordar y resolver problemas complejos y que requieren de equipos interdisciplinarios”.
Antes de adentrarse en el estudio de caso propuesto, Medialab-Prado de Madrid, el autor caracteriza los diferentes tipos de laboratorios, a saber: Laboratorios de medios (media labs), Laboratorios ciudadanos (living lab, city lab), Laboratorios de fabricación (maker lab, fab lab), Laboratorios arte-ciencia (Lab science-art), Laboratorios de comida (food lab); Laboratorios de activismo (hacklabs). A partir de la descripción de cada uno de los laboratorios, es posible señalar tres aspectos. En primer lugar, la diversidad de actores públicos y privados que confluyen en ellos, desde dependencias estatales, pasando por empresas privadas hasta organizaciones sociales. En cada uno de los diferentes tipos de laboratorios el juego entre lo público, lo privado y lo mixto tracciona a una lógica singular. Puede resultar de interés, de cara a futuras investigaciones, precisar cómo es el juego de actores, sobre todo de cómo en cada uno de ellos se alcanza lo que Latour (2008) denomina interesamiento. Luego, describe el nivel de institucionalización alcanzado por cada uno de estos tipos de laboratorios. Por ejemplo, en Europa, los living labs cuentan con un organismo de cooperación, la red europea ENOLL. Cabe preguntarse: ¿En qué medida y cómo dicha institucionalización potencia el quehacer de los laboratorios partícipes?
Por último, los diferentes tipos de laboratorios implican un anclaje territorial y potencian el desarrollo local. En función de ello, se torna central para el diseño de políticas públicas identificar cuáles son los mejores tipos de laboratorios a construir. Es por ello que el trabajo de este autor es un insumo fundamental. Más aún, es vital que el diseño de política pública pueda nutrirse de la heterogeneidad de estos laboratorios y logre captar cómo y dónde conviene un tipo u otro.
Un laboratorio de innovación ciudadana: el Medialab-Prado de Madrid
El Medialab-Prado de Madrid se caracteriza tanto por ser un espacio amplio como por tener sus puertas abiertas en una amplia franja horaria. Si bien ambas características podrían resultar anecdóticas, deseamos enfatizarlas y ponerlas a dialogar con la concepción de innovación que se intenta gestionar en los laboratorios ciudadanos en general y en el Medialab-Prado en particular. El disponer de este tipo de espacios y el estar abierto en horarios que exceden a los de oficina busca, o intenta traccionar, podríamos decir, no solo el encuentro de distintos sectores sociales, sino también con perfiles diferenciales.
Bordignon destaca en su desarrollo dos aspectos cruciales de la historia del Medialab-Prado que caracterizan e influyen en funcionamiento actual de este espacio, las prácticas de mediación y la metodología “Interactivos?” En cuanto a la primera, refiere al papel protagónico que juegan los mediadores, una suerte de vasos comunicantes con el público en general. Podríamos pensarlos como actores que ofician de bisagra entre aquello que está disponible en ese espacio y la ciudadanía, junto con sus diversos y variados intereses, que se comienza a acercar allí. En ese sentido, ofician también como reclutadores o, tal como ya hemos aludido, como gestores de interesamiento (Latour, 2008).
La metodología “Interactivos?” Consiste en reunir actores, colaboradores y promotor del proyecto, y ponerlos a trabajar sobre una idea base. La vocación de este tipo de modalidades consiste en ampliar, transformar y enriquecer dicha idea, dando lugar a las distintas voces que quieren aportar allí. Ambas características distinguen y hacen del Medialab-Prado un espacio diferencial con una trayectoria en la gestión y desarrollo de innovaciones particular. De allí la importancia de conocer un aspecto más de este.
Para concluir, los laboratorios ciudadanos podrían ser centrales si se desea disponer y gestionar espacios en los que se incuben innovaciones que tengan como horizonte y razón de ser el bien común. Este tipo de bien conlleva la construcción de una conciencia colectiva y sobre todo de la vida en común. Con lo cual, puede que si los Estados desean que algo de todo lo que allí sucede acontezca, se traduzca en la vida en sociedad conviene no solamente preservar, sino más aún estimular la construcción de los mismos. Tal como lo planteó Durkheim, los lazos sociales, aquellos que ligan a los individuos, son centrales para que la vida social no solo acontezca, sino también se despliegue dentro de un cierto orden. En este sentido, la construcción de laboratorios ciudadanos también podría contribuir a la producción de lo social.
En síntesis el capìtulo de Bordignon, además de caracterizar de manera detallada los laboratorios de innovación, abre el juego y nos invita a interrogarnos en diferentes niveles. Para empezar, en un plano teórico, respecto del término ciudadanía. Específicamente, deja entrever que las concepciones de la noción de ciudadanía que circulan allí no necesariamente dialoga con lo que en general se entiende por este término. Así, en futuros escritos, puede circulan acerca de la ciudadanía en los laboratorios de innovación social se resignifican.
En un segundo nivel, este capítulo también nos lleva a problematizar en qué medida los actores que intervienen en este tipo de innovaciones se benefician y cómo se distribuyen dichos beneficios. Para ser más provocativas, en estos espacios en los que están jugando actores públicos, privados y mixtos quiénes sacan el mayor rédito de las innovaciones que se generan allí, asimismo cómo se las podría cuantificar.
Un último nivel se refiere a las políticas públicas. En este plano, una vez más se torna vital diseñar laboratorios de innovación ciudadana en la que finalmente se produzca la innovación social y, al mismo tiempo, se sistematice cómo construir y sostener dichos espacios.
Las políticas públicas de innovación tecnológica
En su capítulo “El rol del Estado en la innovación: las políticas públicas de innovación tecnológica implementadas en Argentina y la Provincia de Buenos Aires entre 2004-2016”, Patricio Feldman realiza un minucioso análisis de las políticas públicas de innovación tecnológica implementadas a nivel nacional, provincial y local, en especial en las ciudades estudiadas en este libro. El autor ha elaborado una tipología sobre el rol del Estado en la innovación a partir de diversas fuentes: a) la multiplicidad de enfoques presentes en la literatura; b) el trabajo de campo, que permitió analizar la valoración que muestran los diversos actores sociales en las ciudades de Tandil, Bahía Blanca y La Plata sobre el rol de Estado en la innovación; c) el procesamiento de información para identificar el enfoque predominante para elaborar las políticas públicas de impacto territorial identificadas en los estudios de caso.
Como anticipa su título, este capítulo analiza las políticas públicas de innovación tecnológica implementadas en Argentina y en particular en la Provincia de Buenos Aires entre los años 2004 y 2016. Parte de su relevancia se debe a la información de primera mano que proporciona: el autor ha realizado un exhaustivo trabajo de campo, siguiendo una metodología cualitativa, en la que efectuó una serie de entrevistas en profundidad a responsables de políticas públicas a nivel nacional, provincial y municipal, la investigación documental complementado por el análisis de fuentes primarias referidas a leyes, planes y programas impulsados por el Estado en este periodo. Sobre esta base, elaboró una tipología original de políticas públicas de innovación tecnológica, y una clasificación del rol del Estado en la innovación. Esta tipología puede ser notablemente útil para futuros trabajos que se efectúen en este campo del conocimiento.
El importante análisis realizado por Feldman permite esclarecer el rol ejercido por el Estado en estos procesos y las maneras en que estos diversos niveles de Estado valoran la generación e implementación de políticas públicas. Señala que el enfoque respecto al rol que debe desempeñar el Estado en los procesos de innovación tecnológica tiene un impacto considerable en el uso de determinadas herramientas de políticas públicas por sobre otras, y sus implicancias en materia científico-tecnológica, productiva, económica, social, política y territorial.
Bortagaray[4] (2016) recuerda que Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI), en tanto conjunto, se han establecido como un motor indiscutible de crecimiento y desarrollo, y son bases fundamentales para un desarrollo inclusivo y sostenible. Plantea que el debate sobre las políticas que favorecen estos procesos es de gran relevancia y vigencia, no sólo en América Latina sino a nivel global, y subraya la necesidad que prevalece de estrechar y mejorar la calidad de las asociaciones y articulaciones entre ciencia, innovación, sostenibilidad e inclusión. En la actualidad, investigadores, empresarios, el Estado en sus diversos niveles y los tomadores de decisión en general enfrentan interrogantes clave: ¿Cómo redireccionar la producción y el consumo hacia el desarrollo, respetando las metas ambientales (de acuerdo con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas)? ¿Cómo desligar el crecimiento económico de degradación medioambiental? ¿Qué rol le cabe a la investigación y a las políticas para hacer de ésta una meta tangible, deseable (a nivel de valores y principios) y alcanzable? Los estudios de ciencia, tecnología e innovación tienen un importante rol a cumplir en este sentido, y este capítulo contribuye a desarrollarlos, profundizarlos y cimentarlos.
El capítulo identifica una multiplicidad de enfoques en relación al rol del Estado en la innovación. Éstos comprenden desde las corrientes de pensamiento (incluyendo a neoschumpeterianos y liberales) que afirman que el sector emprendedor privado es la pieza clave de la innovación tecnológica, hasta los enfoques antagónicos, ligados al progresismo y algunas corrientes del neodesarrollismo. Estos últimos le adjudican al Estado un rol central y prioritario para orientar los procesos de innovación en un camino de desarrollo autónomo e inclusivo, con el fin de vencer las desigualdades estructurales y la dependencia tecnológica de los países periféricos. Feldman menciona también posiciones intermedias: algunas depositan en el Estado ciertas funciones específicas que el mercado no puede desempeñar (la formación de capital humano, por ejemplo). Otros enfoques señalan que resulta imposible promover y fortalecer la innovación tecnológica sin la participación activa del Estado.
Básicamente, la tipología construida por Feldman, en conjunto con el equipo de investigación, define cuatro tipos de Estado: los dos primeros son mercado-céntricos, y el tercero, Estado-céntrico: el Estado Garante, que renuncia a su papel de actor central en la innovación y que centra sus acciones en promover los marcos normativos necesarios para que las innovaciones germinen; el Estado Incubador, que sustenta el desarrollo de innovaciones facilitando recursos y conocimientos en áreas prioritarias para el mercado, y acciona como gran laboratorio de ideas y proyectos innovadores; el Estado Dinamizador, cuyo trabajo está centrado en la instrumentación de entornos innovadores, y es el que convoca a los actores de la innovación para su participación en dichos entornos, asumiendo un rol de liderazgo, define líneas estratégicas y explicita los temas prioritarios de innovación. Y finalmente, el Estado Emprendedor, a mitad de camino entre mercado-céntrico y Estado-céntrico, es un actor central del sistema nacional de innovación: funciona como aportante de capital de riesgo para etapas tempranas de I+D, alienta y financia actividades de I+D en áreas que todavía no han incorporado, genera redes de innovación en sectores estratégicos, etc. En este tipo de actuaciones, la innovación depende tanto del Estado como del mercado.
Otro aporte importante del capítulo a este campo del conocimiento es la construcción de una tipología de políticas de innovación socio-técnica, según factores tales como tipos de política, objetivos, instrumentos, programas, planes e iniciativas, e instituciones. Esta tipología se aplica tanto al análisis de las políticas públicas nacionales como a las de la Provincia de Buenos Aires. Para terminar, Feldman aborda el tema de las políticas orientadas el emprendedorismo, que se han erigido en un pilar central de las políticas de innovación tecnológica provinciales, en el periodo 2004-2016. Esta orientación fue aún más acentuada por el cambio de gobierno provincial, efectuado en 2015, y es en la actualidad el sostén principal de las políticas de innovación en la Provincia. En este punto, el enfoque de Feldman coincide con el de Lago Martínez, en el primer capítulo de este libro.
Para completar este riguroso análisis, y como propuesta para futuras investigaciones, sería interesante analizar los vínculos (o ausencia/insuficiencia de ellos) existentes entre las políticas para la innovación y las políticas nacionales y provinciales de Ciencia, Tecnología e Innovación. Si, como dicen diversos autores, entre ellos Bortagaray (2016) la C&T+i son actualmente el motor del desarrollo, ¿cómo se entiende en el caso argentino la reducción del sistema de C&T y el desmantelamiento de institutos encargados justamente de llevar a la práctica a las investigaciones científicas? ¿Obedece al desarrollo (o subdesarrollo) de otro modelo de país, en el que no los bienes y servicios basados en el conocimiento perderían relevancia frente a la commodities? ¿No deberían coordinarse estrechamente las políticas de innovación para el desarrollo y las agendas del Ministerio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT)? Otro interrogante para profundizar en el futuro es la concepción de desarrollo -y de desarrollo local en particular- utilizado en las diversas políticas: ¿Cómo se ajustan a los lineamientos de desarrollo sustentable definidos por los objetivos de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas[5]?
Asimismo, es necesario y factible volcar esta investigación a una serie de propuestas concretas para el Estado Nacional, provincial y local, empresarios, el sector científico, la sociedad civil y en general, los tomadores de decisiones en este sector. Por ejemplo, sería relevante formular nuevas agendas de C&T+i para el desarrollo sustentable, superadoras del Plan Argentina Innovadora 2020 (PAI2020), próximo a alcanzar su horizonte, en las cuales: a) se definan áreas prioritarias de alta tecnología y de carácter transversal y complementario al trabajo en otras áreas de investigación y desarrollo (incluyendo, por supuesto, la educación, las ciencias sociales y la economía); b) se identifiquen nichos de oportunidad específicos para el país y las provincias; c) la inversión tenga altas probabilidades de éxito en el mediano plazo, para orientar el uso de los recursos en proyectos de magnitud, dirigidos a generar y producir productos y servicios de alto valor tecnológico, para competir con el mercado internacional; d) en estas áreas se abran y amplíen las oportunidades para PYMES tecnológicas, entre otros.
El capítulo identifica varios nodos problemáticos que muestran tensiones, conflictos y diferencias de intereses entre los actores locales de la innovación. Mediante su análisis, identifica algunos de los grandes desafíos que enfrenta la ciudad para poder generar, profundizar y fortalecer los procesos de innovación tecnológica en el sector SSI local. La investigación incorpora dos líneas de estudios con el fin de comprender y explicar los cambios urbanos, sociales, tecnológicos y económicos que están teniendo lugar fuera de las metrópolis: el rol de las ciudades intermedias en el desarrollo local y territorial, y la cuestión de la innovación como eje de las estrategias de desarrollo local.
Segunda parte: Tres ciudades, tres tipos de desarrollo de la innovación productiva
La segunda parte del libro, tal como se ha explicado en la Introducción, presenta los descubrimientos de dos proyectos del equipo I-Polis: el proyecto del Consejo Nacional de investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET – PIP 2013-2016): “Innovación y ciudades en Sociedad de la Información: procesos, actores y resultados en tres ciudades de la Provincia de Buenos Aires“, y en el PICT FONCYT (2014 – 2017): “Desarrollo local e innovación. Los tres capítulos siguientes revelan las principales características de generación y desarrollo de innovación de los tres territorios estudiados.
Las investigaciones analizan las relaciones entre las ciudades y los procesos de innovación socio-tecnológica centrados en las tecnologías de información y comunicación (TIC). El desarrollo de los proyectos llevó a los investigadores a centrarse en el sector del Software y Servicios Informáticos (SSI). Se han considerado factores como el número de habitantes y la jerarquía urbana, la presencia de actores de la innovación (universidades proactivas en I+D, empresas tecnológicas, gobiernos locales y en ciertos casos, organizaciones comunitarias) y la creación (o no) de redes de innovación productiva entre los mismos.
El juego entre la heterogeneidad y lo singular: los procesos de innovación socio-tecnológica en Bahía Blanca
En el capítulo “Actores, iniciativas y estrategias. La trayectoria y el estado de situación de los procesos de innovación socio-tecnológica en Bahía Blanca” Ulises Girolimo se propone describir y analizar los procesos de innovación en el sector software y servicios informáticos (SSI) en la ciudad de Bahía Blanca durante el período 2004-2017. A lo largo de este recorrido el autor, además de brindar una diversidad de fuentes de información y un rio aporte de datos primarios, analiza cómo son las relaciones entre los actores que intervienen en los procesos de innovación.
Uno de los primeros aspectos que nos invita a reflexionar la lectura de este trabajo refiere a la importancia de anclar el objeto bajo estudio, en este caso los procesos de innovación en el sector SSI de Bahía Blanca, en un tiempo y espacio determinado. Partir de la base de que estos procesos se suscitan en un tiempo socio-histórico específico, entendido aquí como informacionalismo, implica intentar precisar lo constitutivo, lo que los hace propio. Esto es la reproductibilidad del bit. Ello involucra la capacidad de reproducirse conservando su calidad y con costos cercanos a cero. Esto conlleva, además de un cambio de etapa en el modo de producción capitalista, reconfiguraciones en los diversos órdenes de la vida, siendo la ciudad un espacio[6] más en el que se cristaliza lo particular y constitutivo del capitalismo informacional y, en el mismo movimiento.
Así, la ciudad deja de ser considerada como mera depositaria y pasa a ser concebida como el espacio en el que se co-construyen los procesos de innovación. Ello implica, en términos de políticas públicas, un repensar la ciudad en pos de lograr tanto que dichos procesos cobren visibilidad, como que efectivamente acontezcan allí. En consecuencia, se torna central para el diseño de políticas públicas disponer de trabajos y datos como los producidos por Girolimo para poder contar con más y mejores líneas de base.
Con ese telón de fondo, un segundo interrogante sobre el que se trabaja refiere a las posibles relaciones entre los procesos de innovación en el sector SSI y las ciudades en el capitalismo informacional. Específicamente, ¿en qué medida y cómo el tamaño de las ciudades influye, tracciona a que esta suerte de círculos virtuosos se produzcan? ¿Qué papel juegan allí los Parques y Polos Tecnológicos?
Tal como describen algunos autores pertenecientes al campo de la economía de la innovación (las innovaciones son procesos complejos que requieren tanto de una diversidad de actores y de saberes puestos en juego, como de un espacio que juegue de emplazamiento de estos. No alcanza con contabilizar la población, sino que hay que tomar en consideración otros factores, como las instituciones, los actores sociales, los equipamientos colectivos de conocimiento existentes, las trayectorias tecnológicas, el know how acumulado en relación a un sector y una rama de actividad específicos, entre otros.
La heterogeneidad, ¿motor de innovación?
Los actores que conforman y dan vida al ecosistema bahiense son variados. Desde Universidades e institutos de investigación, pasando por empresas privadas con inversión en I+D, hasta el gobierno local que apoya y estimula discursiva y económicamente a los procesos de innovación. Todos ellos co-construyen y dan vida a dichos procesos. Claro que dicha heterogeneidad no implica necesariamente que se dé vida a innovaciones. Ello es un punto neurálgico a tomar en consideración por los diseñadores de políticas públicas que en más de una ocasión no generan, ni brindan las condiciones de posibilidad para que se “teja la trama” necesaria entre los diversos actores y se produzca la sinergia constitutiva de los procesos de innovación.
Ese “tejer la trama” implica, por un lado, reunir actores de distintos sectores, intersectoriales, como entre públicos y privados. Más aún, desde los Estados en general y desde el diseño de políticas públicas en particular se torna central crear y sostener una red de distintos tipos de instituciones. Por otro, y tal como la literatura especializada ha señalado, contar con programas y/o dependencias estatales que se caracterizan por oficiar de “bisagras” entre diferentes actores. Específicamente, puede que resulte vital aquí el trabajo realizado por las incubadoras tecnológicas como espacios conformados por referentes que aglutinan diversos tipos de saberes.
Un punto sobre el que conviene detenerse, más allá de los programas y las políticas públicas para que logren alcanzar el cometido de procesos de innovación en el sector SSI bahiense, es la producción de recursos humanos calificados. Específicamente, los sistemas de educación formal tienen un papel destacado aquí ya que son los encargados de esto. Con lo cual, en el caso aquí seleccionado, se identifican niveles de formación alto ya que Bahía Blanca cuenta con Universidades públicas y una diversidad de institutos de investigación prestigiosas. Esto implica también definir un proyecto de ciudad, en el cual se debe especificar el rumbo a seguir.
En Bahía Blanca, y más allá del cambio político partidario en la gestión, se ha puesto especial énfasis en la centralidad del gobierno abierto. Las tecnologías digitales han creado nuevas posibilidades para responder a los desafíos de la gestión pública, ya sea para funciones dentro de las dependencias del Estado, como para conocer las diferentes necesidades de los ciudadanos, etc. Así, el gobierno abierto[7] se sustenta en tres pilares fundamentales: a) la comunicación fluida, b) la transparencia en la gestión y c) el disponer de información de calidad para los ciudadanos. Claro que ello conlleva, y algo de esto también ha sido planteado por Bordignon, una ciudadanía activa y una voluntad política de abrir la caja negra de la gestión.
Puede, tal como lo plantea Girolimo, que la conformación de los Polos Tecnológicos resulte positiva a los fines de los procesos de innovación. Así, el reunir a las empresas de una misma rama de actividad, como en este caso aquellas dedicadas a los procesos productivos de software, más allá de la heterogeneidad entre estos, y posibilitar o estrechar relaciones entre éstas, nos invita a reflexionar respecto a la importancia de la transferencia de tecnología y de la fertilización cruzada, a la vez como herramientas y resultados de los procesos de innovación..
Para concluir, se torna vital insistir en la idea de que contar en las ciudades intermedias, como Bahía Blanca o Tandil, e inclusive en una ciudad de tamaño relativamente grande como La Plata, con empresas de base tecnológica no conlleva necesariamente a la generación de innovaciones y mucho menos a la conformación de redes de innovación. Tal como se sugiere en los diversos textos que conforman este libro, los procesos de innovación en el sector SSI, o en cualquier otro sector de la economía informacional, exceden por mucho a las empresas que forman parte del conjunto que generalmente es aglutinado bajo el slogan de emprendedor y requieren de un Estado presente. Así, dicho actor sigue teniendo un rol clave, y sus funciones no pueden ser asumidas en su totalidad por el sector privado[8]. Cabe recordar aquí, que lo que una nación “pueda hacer” dependerá, en gran medida, de lo que está haciendo actualmente.
Interacciones multiactorales de innovación en La Plata: ¿Redes o duplas?
El capítulo de Patricio Feldman “El sector SSI de la Ciudad de La Plata: un análisis de las redes multiactorales de innovación y los factores que obstaculizan su desarrollo” analiza el caso de la ciudad de La Plata como nodo del sistema metropolitano de innovación que constituye el Sistema Regional de Innovación (SRI) más importante del país. El autor, que sostiene sus hallazgos en un exhaustivo estudio bibliográfico y en un intenso trabajo de campo, considera que la ciudad y su conurbano constituyen en sí mismos, un sistema local de innovación. Adoptar este enfoque sobre esa doble condición de la ciudad permite esclarecer el rol que juega la ciudad dentro de un SRI más amplio y abarcativo que incluye, entre otros municipios, a la Ciudad de Buenos Aires, así como considerar los aspectos específicamente locales de los procesos de innovación que se desarrollan en el territorio.
Navarro Arancegui[9] explica que, aunque no existe una definición plenamente aceptada de sistema regional de innovación, se puede concebir un sistema regional de innovación como la infraestructura institucional que apoya a la innovación en la estructura productiva de una región. El SRI estaría integrado por dos subsistemas de actores implicados en un aprendizaje interactivo: un subsistema de generación de conocimiento o infraestructura de apoyo regional, integrada por laboratorios de investigación públicos y privados, universidades, agencias de transferencia tecnológica, organizaciones de formación continua etc.; y un subsistema de explotación de conocimiento o estructura de producción regional, compuesto mayormente de empresas. Sobre ambos subsistemas actuaría las organizaciones gubernamentales y las agencias de desarrollo regional, que constituirían a su vez otro subsistema del SRI. Estos subsistemas estarían insertos en un marco socioeconómico y cultural común regional. Es importante remarcar que dicho RIS no debe entenderse como una unidad autosuficiente, sino que es un sistema abierto vinculado a otros sistemas de innovación regionales, nacionales y globales.
En el caso de La Plata y su territorio, Feldman señala dos ideas-fuerza que guían el análisis de los procesos de innovación tecnológica: a) su carácter sistémico: los procesos de innovación tecnológica responden a una variedad de factores que escapan al ámbito estrictamente local (modelo económico, instrumentos de política pública, instituciones, etc.). Los actores de la ciudad interactúan entre sí, pero también con otros actores extra-locales e inclusive de carácter global; b) su carácter territorial: estos procesos, determinados por factores económicos, sociales, políticos, culturales que exceden el ámbito local, están arraigados en el territorio y condicionados por el sistema de interacciones que se genera entre diversos actores sociales presentes en el mismo.
Aquí es donde surge una de las reflexiones más interesantes de este capítulo: el enfoque del análisis del sistema de interacciones entre los actores sociales de la ciudad de La Plata, que participan del SSI y que integran sus sistemas de interacciones. Feldman entiende por participación “la presencia de algún tipo de articulación, comunicación o enlace entre un actor y otros, ya ea en el ámbito local o extra-local”. Define el sistema de interacciones como el conjunto de articulaciones e interacciones entre los diversos actores sociales locales destinadas a promover la innovación tecnológica. El autor se formula una pregunta crucial: ¿Por qué interactúan los actores?
Dado que, para estándares argentinos, La Plata es una ciudad de tamaño intermedio, y debido a las características específicas de este sector productivo, la investigación evidencia que, de manera similar a los casos de Bahía Blanca y Tandil, muchos de los actores mantiene varios tipos de vínculos de forma simultánea: las relaciones personales, provenientes de la amistad, de la concurrencia a los mismos clubes o por haber asistido a la misma universidad; las relaciones profesionales, por haber sido condiscípulos en escuelas o universidades o colegas en las mismas empresas o laboratorios; y las relaciones sectoriales, dado que comparten la actividad profesional, lo que, particularmente en las Pymes, conlleva relaciones de algún tipo. Feldman señala el factor confianza (o ausencia de ella) como fundamental para desarrollar vínculos entre actores sociales (universidades – empresas, por ejemplo) o para que estos vínculos no existan o sean particularmente débiles (por ejemplo, entre las empresas y el gobierno local. Este factor, el factor confianza, resulta particularmente importante en un país como la Argentina, en que la confianza institucional es baja, sobre todo cuando se evalúan las instituciones centrales republicanas; y oscila con los cambios políticos y económicos que atraviesa el país (Beramendi M., G. Delfino, E. Zubieta, 2016)[10].
Este trabajo, al igual que los capítulos de Ulises Girolimo sobre las ciudades de Bahía Blanca y Tandil, presenta el interés adicional de que el trabajo de campo comprende el cambio de gobierno ocurrido en diciembre de 2015, desde la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner a la de Mauricio Macri con los consiguientes cambios de gestión a nivel provincial y local. La investigación analiza estas acciones de partidos políticos de distinto signo y sus consecuencias, no sólo a nivel de las políticas pública explícitas o implícitas, sino sobre los otros actores sociales participantes en el territorio.
En los últimos años se han estado desarrollando estudios e investigaciones referentes al creciente rol de las ciudades intermedias en los procesos de innovación productiva. Al respecto, Méndez, Michelini y Romeiro (2014)[11] expresan que “la dinamización de estas ciudades guarda una estrecha relación con la activación de recursos territoriales específicos entre los cuales destaca muy especialmente la “puesta en valor” del capital social territorial y el fortalecimiento y coordinación institucional dando lugar, en definitiva, a una nueva gobernabilidad del territorio capaz de responder adecuadamente a los desafíos planteados por el contexto actual”. El trabajo de Feldman verifica estos conceptos mediante la investigación aplicada.
Tandil o las redes en un ecosistema estable de innovación
En el capítulo “La construcción de sinergias para fortalecer los procesos locales de innovación. Tandil: ¿un caso de éxito?” Ulises Girolimo realiza un recorrido en el panorama de los procesos de innovación socio-tecnológica en el sector Software y Servicios Informáticos (SSI) de la localidad de Tandil en los últimos 15 años. Además de identificar los diversos actores que participan y dan lugar a los procesos de innovación en dicha localidad, describe y analiza las relaciones entre estos.
Méndez, Michelini y Romeiro (2014)[12] reflexionan que una ciudad innovadora puede definirse como aquella que avanza en su camino hacia el desarrollo mediante una estrategia prioritaria de adquisición y/o generación de conocimiento, con el objetivo de hacer compatibles e interdependientes la competitividad económica y el crecimiento del empleo, con el bienestar social, la calidad medioambiental y una efectiva participación ciudadana. Este tipo de ciudad se reconoce por lo que estos autores llaman un doble esfuerzo de aprendizaje, tanto individual como colectivo, capaz de impulsar iniciativas innovadoras en los ámbitos empresarial y social. Éstos a su vez se materializarían en un concreto proceso de desarrollo, que deberá afectar tanto su realidad interna, como sus relaciones con el exterior, en particular con su entorno próximo y con otras ciudades del sistema.
Estos autores afirman que aunque los procesos de innovación (tanto empresarial, como institucional o social) localizados se generan y desarrollan a partir de la presencia de un conjunto de recursos –productivos, naturales, intelectuales, etc.- que configuran el capital endógeno del territorio, son los recursos específicos (aquellos de naturaleza única y diferenciada que surgen en determinados territorios como consecuencia de dinámicas socioeconómicas propias) los que son la pieza clave explicativa en la creación y mantenimiento de la ventaja competitiva en los territorios que pueden calificarse como innovadores.
Girolimo aporta dos planos al debate de los procesos de innovación: por un lado, a nivel teórico, respecto de los obstáculos y las dificultades que se generan en este tipo de procesos. Por otro, a nivel empírico, acerca del diseño de políticas públicas que tienen como principal destinatario a dicho sector. Para ello uno de los aspectos valiosos de este capítulo reside en la producción de datos (análisis de páginas web, investigación bibliográfica y documental, participación en foros y realización de entrevistas semiestructuradas a informantes clave pertenecientes al gobierno local, la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN), empresas productoras de bienes y servicios del sector SSI, socios de una cooperativa de software local, miembros de la Cámara de Empresas del Polo Informático Tandil (CEPIT), y uno de los actores emergentes que revela la importancia actual y potencial del sector en la ciudad como son los Trabajadores Informáticos de Tandil. Se genera aquí un diálogo entre lo teórico y el caso seleccionado, el SSI en Tandil.
A nivel teórico, dos son los aspectos que vertebran la discusión dada en este capítulo. El primero consiste en los diversos actores que forman parte de y en qué medida y cómo dicha diversidad se articula, o tiende a articularse con procesos de innovación en el sector SSI. Específicamente, es interesante conocer cuáles son las características de los actores socioeconómicos del sector software y servicios informáticos (SSI) de Tandil que devienen en procesos de innovación. Y cómo, en el caso de que acontezca, es que se logra el trabajo en red de dichos actores. En pos de responder a dicho interrogante, Girolimo realiza una descripción minuciosa de los actores (universidades, centros de investigación, empresas en que trabajan en I+D, programas de política públicas orientadas a lograr procesos de innovación) que conforman al sector SSI en Tandil y de las diferentes representaciones que portan estos respecto a la innovación en general y a su capacidad para trabajar en red en particular. Esta capacidad es la que finalmente posibilita no sólo la generación de procesos productivos innovadores, sino también la que conlleva derrames en otros sectores de la economía.
La segunda discusión teórica que propone el autor reside en qué medida el tamaño de la ciudad influye, co-condiciona y/o tracciona la generación de procesos de innovación. Más aún, ¿cómo y por qué en una ciudad intermedia como es Tandil se dan las condiciones para que dichos procesos se susciten? Con dicho interrogante como horizonte, Girolimo se zambulle en el mundo SSI tandilense. Destaca, además de la diversidad de actores públicos, privados y mixtos, el grado de institucionalización de algunos de ellos, como institutos de investigación, Cámaras Empresarias, entre otros. Un actor de relevancia, y que le estaría dando un tinte particular al sector SSI de Tandil, es la Universidad Nacional del Centro (UNICEN). Ésta data de más de cuatro décadas en la región y es considerada por diferentes actores, empresarios particularmente, un espacio de formación de calidad que interactúa con los diferentes actores del sector e identifica las necesidades de éste. Los entrevistados, tanto del sector académico como de otros sectores, han mostrado en general un gran orgullo por esta Universidad, que consideran vital para la ciudad. Esto se refleja en la amplia y variada oferta académica en informática.
La presencia y el estar “atenta a” los diferentes requerimientos tanto del sector privado como de los trabajadores del sector le han otorgado a la Universidad en general y al área de informática en particular un lugar destacado. El autor destaca la relevancia de los institutos de investigación de la UNICEN destinados a la investigación en el área informática para que el sector SSI haya alcanzado el papel destacado que tiene. Si bien dichos institutos tienen diferentes tipos de funcionamiento en su interior, estos han establecido vínculos tanto con áreas municipales como con el sector privado. No obstante, los acuerdos de investigación de la UNICEN con las diferentes áreas municipales resultan prematuras. Incluso en algunos casos, lejos de estar estabilizados, descansan “en vínculos más personales que institucionales”. En futuros trabajos, sería interesante identificar si dichos vínculos se objetivan en una figura en particular que oficia de mentor de este tipo de acuerdos.
El trabajo con el sector privado se realiza desde hace varias décadas de manera sostenida. Como se percibe en las jugosas entrevistas realizadas por Girolimo, los empresarios tienen muy presente a la UNICEN, junto con sus institutos de investigación, como espacios de consulta e interacción. Obviamente esto varía de acuerdo a la temática sobre la que trabaja el instituto de investigaciones y dichas empresas. Si bien el intercambio y la colaboración se realizan entre pares o duplas de actores sociales (Universidad – gobierno local, Universidad – empresas, empresas – gobierno local) no implican necesariamente la conformación de una red multisectorial, aunque Tandil es una de las ciudades más avanzadas en este sentido. Por último, los institutos de investigación destinados al área de informática mantienen vínculos estrechos con otros institutos y actores académicos.
Otro de los actores que identifica Girolimo en este ecosistema innovativo es la Cámara de Empresas del Polo Tecnológico. Dicha Cámara detenta un papel de relevancia ya que, además de nuclear a las diferentes empresas del sector SSI, establece vínculos estrechos tanto con la UNICEN como con áreas municipales. La creación y funcionamiento activo de esta permite suponer el crecimiento del sector SSI como su relación e injerencia en y con distintas áreas de gobierno. Girolimo presenta a los actores que históricamente han sido caracterizados como centrales para generar innovaciones en los procesos productivos. Sin embargo, identifica dos actores nuevos dentro del sector: la Cooperativa Ltda. Geneos y Trabajadores Informáticos de Tandil (TIT). Ambos son relativamente recientes.
Méndez, Michelini y Romeiro (2014) plantean que las ciudades intermedias realizan avances significativos en su camino hacia el desarrollo por medio de la construcción de un entorno innovador basado en la activación de su capital territorial y en formas de organización sistémicas, capaces de cimentar tanto la articulación de la economía y la sociedad locales, como una buena inserción externa, en particular con relación al resto del sistema urbano. Se trata del paso desde una perspectiva jerárquica de ciudades hacia una concepción reticular y relacional del territorio y de las ciudades, que refuerza el valor de la posición geoestratégica de los centros urbanos de dimensión media. En relación a estos conceptos, Girolimo plantea dos cuestiones que será necesario seguir observando en Tandil. En primer lugar, dada la heterogeneidad de los procesos productivos de software, es necesario preguntarse qué posibles relaciones hay entre un ecosistema de innovación estable como el que se describe en este libro y el surgimiento de actores “nuevos” al sector, como las cooperativas y las asociaciones gremiales. Resulta vital rastrear cómo se reconfigura este ecosistema, qué características asume esta nueva red, qué tensiones se generan entre los actores que conforman el ecosistema y cuáles son los posibles obstáculos y potencialidades de estas nueva configuración. Este rasgo, además de poder gestionarse por las características ontológicas de los bits, se inscribe en un clima de época en el que las Cooperativas han cobrado relevancia dentro del SSI.
En relación al grupo Trabajadores Informáticos de Tandil (TIT), será interesante indagar cómo y en qué medida éste logra aglutinar a los trabajadores del sector. Es vital recordar que los trabajadores que habitan el sector información no tienen una referencia sindical clara (Ferpozzi y Zukerfeld, 2012)[13]. Más aún, en diversas ocasiones, cuando los trabajadores se han sindicalizado lo han hecho bajo otro tipo de representación sindical, como empleados de comercio. La conformación del TIT como sindicato cristalizaría, por un lado, la conformación de un nuevo sector, el de información, y, por otro, concretizaría un nueva herramienta política, apta para reclamar las reivindicaciones del sector.
Por último, los nuevos actores, cooperativas y sindicatos, ponen de manifiesto la necesidad de nuevas instituciones, jurídicas, gremiales, entre otras, que logren aglutinar tanto a los trabajadores del sector información como a los empresarios que lo conforman. Esto implica un reformulación de las áreas de gobierno y de las políticas públicas destinadas al sector.
Reflexiones finales
Y la nave de la innovación va. A veces navega sin obstáculos, con viento y corrientes a favor: otras encuentra escollos, se estrella contra arrecifes o encalla en bancos de arena. Sin embargo, más tarde o más temprano, se endereza y continúa su rumbo. Pero, como todas las naves, necesita bogar por espacios abiertos y hallar puertos acogedores. Cuando la innovación encuentra este tipo de puertos, derrama y despliega beneficios de los más diversos en el conjunto del entramado social.
La nueva economía precisa de ciudades productivas, abiertas a la innovación, con capacidades de absorción de innovaciones tecnológicas, sociales, culturales. Existe actualmente una relación directa entre calidad de vida urbana y actores sociales innovadores. Es sabido que la nueva economía ha surgido inicialmente en las grandes metrópolis y, sobre todo, en los lugares culturalmente más dinámicos y avanzados de entre esas metrópolis, es decir, en los lugares donde hay una capacidad cultural y de innovación acumuladas. Los innovadores, y fundamentalmente los que trabajan en relación con las TIC, pueden elegir dónde trabajar; en general optan por los lugares donde existe una cultura de innovación y calidad cultural y ambiental de vida, aunque esta calidad sea muy subjetiva.
Richard Florida (2005), quien analiza las ciudades creativas, sostiene que las áreas metropolitanas con alta concentración de trabajadores de tecnología punta, artistas, músicos, colectivos de lesbianas y homosexuales, y un grupo que él describe como “bohemios de punta”, se asocia con un nivel elevado de desarrollo económico. La clase creativa está compuesta por arquitectos, diseñadores, profesores universitarios, científicos, informáticos, escritores, artistas o músicos, es decir, todos aquellos para quienes la creatividad es fundamental en su trabajo. Florida postula la teoría de que la clase creativa fomenta un entorno personal y profesional abierto y dinámico, que a su vez, atrae a más gente creativa, así como a empresas y capital, generándose una suerte de círculo virtuoso. Sugiere que atraer y retener talentos de alta calidad, en vez de concentrarse únicamente en proyectos de infraestructura tales como estadios de deportes, edificios emblemáticos y centros comerciales, sería una explotación de primer orden de los recursos de regeneración de una ciudad para su prosperidad a largo plazo.
En lo que respecta a las políticas de innovación para el desarrollo, llama la atención el hecho de que ni las políticas explícitas a nivel nacional y provincial, ni las iniciativas de promoción de la innovación productiva en ningún nivel tengan en cuenta el desarrollo sostenible. Ningún entrevistado/a ha hecho mención, en el transcurso de las investigaciones, de la Agenda de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible[14] ni de sus metas. Sin embargo, el Objetivo 8 de esta Agenda indica:
“Para conseguir el desarrollo económico sostenible, las sociedades deberán crear las condiciones necesarias para que las personas accedan a empleos de calidad, estimulando la economía sin dañar el medio ambiente. También tendrá que haber oportunidades laborales para toda la población en edad de trabajar, con condiciones de trabajo decentes.”. El Objetivo 11 se plantea “Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”, mientras afirma que “Las ciudades son hervideros de ideas, comercio, cultura, ciencia, productividad, desarrollo social y mucho más. En el mejor de los casos, las ciudades han permitido a las personas progresar social y económicamente”.
La no representación acerca de las ciudades como espacios de desarrollo sustentable podría implicar el no concebir a éstas como espacios activos en los que se conjugan y emplazan relaciones de saber/poder. Más aún, la ausencia de esta representación, ¿conlleva a despolitizarlas, a des-empoderarlas?
Sin embargo, como esboza Méndez Gutiérrez del Valle[15] (2013), son numerosos los documentos tanto de organismos internacionales como regionales, como la Comisión Europea, que, desde la Agenda de Lisboa (2000) hasta la Estrategia Europa 2020, han insistido en la importancia de incrementar la generación y aplicación de conocimiento, así como la difusión de innovaciones, para avanzar en el objetivo de un crecimiento «inteligente, sostenible e integrador» (Comisión Europea, 2010). El discurso de la innovación ha pasado así a formar parte de la retórica oficial, aunque con significados muy diversos según los casos, que banalizan a menudo su sentido original y obligan a precisar el contenido que se le asigna en propuestas orientadas al desarrollo urbano como la presente. Esta omisión de experiencias y estrategias internacionales en un país periférico como Argentina plantea interrogantes sobre la influencia (o carencia de ella) de las políticas públicas referentes a la Sociedad del Conocimiento elaboradas por organismos internacionales, como IFAP Unesco y la Universidad de las Naciones Unidas. ¿Son suficientemente conocidas y valoradas por el Estado a nivel nacional, provincial y local? ¿Cómo pueden ser mejor difundidas? ¿Qué se necesita para evaluar e incorporar los contenidos que resulten adecuados a los contextos locales?
El reposicionamiento de las ciudades intermedias
Desde que Manuel Castells escribió la célebre Trilogía sobre la Sociedad de la Información, a finales de la década de los 1990s, se han producido varios cambios. No sólo las grandes metrópolis atraen a los innovadores: también lo hacen las ciudades intermedias y pequeñas, siempre que proporcionen facilidades de innovación, que cuenten con una universidad emprendedora, con un polo tecnológico y con un gobierno local comprometido con la nueva economía, además de una buena calidad de vida urbana y ambiental.
Es interesante notar que en los últimos años el avance de los procesos de innovación comienza a basarse no sólo en los productos innovadores, sino también en los procesos de producción de estos. Específicamente, se fundamentan en el cómo se ejecutan los procesos productivos y cuáles son los saberes y habilidades puestos a jugar en ellos. Se ha ampliado el horizonte acerca de lo que implica generar y potenciar innovaciones en los diversos sectores económicos en general y en el SSI en particular. Si bien tanto los desarrollos de Software como de tecnologías aplicadas se han basado siempre en la identificación de necesidades sociales o económicas, se ha constituido en los últimos años un nuevo desafío para empresas, universidades y comunidades científicas, que consiste precisamente en lograr que el plus innovador de sus resultados sea haber cambiado la manera como se produce y conoce tradicionalmente, a partir de involucrar en los procesos creativos a comunidades y grupos sociales específicos. Estos grupos pueden abandonar así la mera lógica de la necesidad y el consumo para tomar parte en la lógica de producción y creación de conocimiento científico e innovación.
El grado en que estos procesos se están desarrollando en el país y en los territorios abordados en este trabajo es aún poco relevante en relación con el gran desarrollo que están teniendo en los países más industrializados. Esta tendencia se vislumbra tanto en el plano teórico, con las diversas y variadas definiciones de innovación que se identifican en la actualidad, como en el plano empírico, con programas y políticas públicas que, lejos de concebir a dichos procesos como lo hacía en tiempos pretéritos, incluye a los diversos actores (empresas, dependencias estatales, cooperativas) que dan vida a estos. La tendencia mundial de fomentar este tipo de procesos comienza a desarrollarse, en particular en las ciudades de mayor potencial innovador.
En un trabajo anterior sobre las ciudades como medios innovadores (Finquelievich, 2005) planteábamos algunas hipótesis de trabajo. La hipótesis fundamental era que la Sociedad del Conocimiento se caracteriza por la superación de las ciudades industriales, en cuanto elemento estructurante y dominante de la organización en diferentes escalas o niveles; se identificaban señales del surgimiento de una sociedad en la que coexisten los anclajes territoriales con el tejido de redes sociales globales. Simultáneamente, se construye una nueva jerarquía urbana en la red mundial de ciudades. Ésta ya ha sido estudiada por Sassen, creando la clasificación de ciudades globales y ciudades nodales, de acuerdo a la importancia de los flujos financieros y políticos que concentran. Pero también se pueden clasificar las ciudades en centrales y periféricas en el sistema urbano de la transición a la sociedad informacional, de acuerdo a su capacidad para convertirse en medios de innovación.
El desarrollo de medios de innovación es no sólo un factor decisivo para el desarrollo económico local, sino también una cuestión de prestigio social y político. Estas ciudades concentrarían las interacciones de capitales de riesgo, acciones estatales tendientes a convertirse en ciudades claves de la nueva economía, y la creación de conocimiento de alta calidad en establecimientos universitarios y centros de excelencia de investigación y educación, además de nuevas formaciones sociales que usan TIC como soporte y espacio de organización de una ciudadanía innovadora, constituyéndose en verdaderos enclaves de la innovación y el crecimiento. El papel de las ciudades en la Sociedad del Conocimiento es el de ser medios productores de innovación y de riqueza, de nuevas culturas de formación permanente, capaces de integrar la tecnología, la sociedad y la calidad de vida en un sistema interactivo, que produzca un círculo virtuoso de mejora no sólo de la economía y de la tecnología, sino también de la sociedad y de la cultura. Las ciudades que lo logren ocuparán un lugar central en la nueva sociedad, en la Economía del Conocimiento. Las que no puedan reconfigurarse y desarrollar medios sociales, económicos y tecnológicos innovadores permanecerán en los márgenes.
Gran parte de las inversiones en infraestructura para la innovación se ha focalizado en universidades, centros de investigación, incubadoras de empresas e infraestructuras de tecnología, generalmente en las áreas urbanas y periurbanas donde existe suficiente densidad de población, personal calificado y calidad de experiencia de calidad en los sistemas existentes como para justificar estas inversiones. Por estas razones, los ‘medios innovadores’ se concentraron originalmente en dichas áreas metropolitanas o en sus áreas de influencia, articulados y conectados a través de redes de telecomunicaciones en el conjunto del mundo. En la actualidad, numerosas ciudades medias se integran de manera relativamente exitosa a esta red urbana de innovación.
En síntesis, en la Sociedad del Conocimiento, sólo las ciudades que se planteen y alcancen el objetivo de transformarse en medios innovadores sociales, tecnológicos, económicos y políticos, lograrán un nuevo protagonismo en el espacio de las redes. Este protagonismo también se dará a nivel de su provincia o región, de su país y de su macro-región (por ejemplo, el Mercosur). Surge una inevitable reflexión: no todas las ciudades que creen medios innovadores poseerán la misma proporción de innovación en todas las áreas. Algunas ciudades serán notables por sus innovaciones tecnológicas; otras, por sus innovaciones sociales, culturales o económicas. En otras, aún es posible que una fase innovadora sea antagónica de otra, hasta el punto en que una elimine o debilite a la otra. La evolución de las investigaciones y prácticas sobre este tema, y la misma realidad compleja, confirmarán o contradirán estos conceptos iniciales (Finquelievich, 2005)[16].
El tamaño de las ciudades influiría en la generación de innovaciones, precisamente por el potencial para crear redes de conocimiento entre los diversos actores sociales. Si la inteligencia está en todas partes, como se menciona en la Introducción, la posibilidad de vínculo es más importante cuanto mayor sea el tamaño de la población. En ciudades grandes, las ideas fluyen y circulan con mayor velocidad, las posibilidades de que “lleguen a buen puerto” son mayores, dado el alcance y la probabilidad de acertar en el blanco. Disponen de más y mejores reservorios del conocimiento: museos, bibliotecas, parques temáticos, etc. Tanto en las ciudades grandes como en las intermedias las relaciones sociales constituyen el pilar dinámico de la economía del conocimiento: cuanto mayor sea el potencial de vínculo, mayor será la probabilidad de que surjan nuevas ideas. La inteligencia colectiva se construye de manera colaborativa, y habilita la constitución de ciudades y ciudadanos inteligentes e innovadores.
Sin embargo, según se puede deducir de las investigaciones aquí presentadas, el tamaño de una ciudad condiciona el grado de innovación socio-productiva, pero no inhibe ni garantiza por sí mismo la posibilidad de avanzar en procesos innovativos. El rol de los gobiernos locales y del Estado en el diseño e implementación de políticas públicas de desarrollo científico-tecnológico y productivo resulta esencial para generar innovación local en ciudades, tanto en las áreas metropolitanas como en las ciudades las ciudades medianas y pequeñas.
El libro termina (por ahora) con una mirada al futuro, por medio de un ejercicio en el que planteamos tres tipos de futuros posibles para las innovaciones socio-técnicas y productivas en Argentina, según la concepción estatal (neoliberal o progresista) que guíe las políticas de desarrollo.
- Pineda Herrero, Pilar; Carmona Orantes, Gabriel y Planas, Anna: (2014) Desarrollo del talento emprendedor: Estrategias y buenas prácticas, Noviembre 2014, Conference: XXXIII Seminario Interuniversitario de Teoría de la Educación Sevilla, accesible en https://bit.ly/2JZEW8a, accedido el 8 de febrero de 2018.↵
- Marajowsky, L. (2017): “Industrias creativas: ¿se puede vivir de la cultura?” en La Nación, 22 de agosto de 2017, accesible en: https://goo.gl/P254BV, consultado el 19/02/2018. ↵
- Carlos Pallotti, conferencia en el Congreso Mundial de WITSA, en Brasilia – WCIT 2016, accesible en: https://goo.gl/qxHYn9↵
- Bortagaray, Isabel (2016): “Tecnología, e Innovación Sustentable e Inclusiva en América Latina”, UNESCO, Paris, accesible en: https://goo.gl/ctJEMj, consultado el 12/02/2018. ↵
- Naciones Unidas (2015): La Agenda de Desarrollo Sostenible”, accesible en: https://goo.gl/UPfv1W, consultado el 13/02/2018.↵
- Históricamente, y siguiendo lo planteado por Foucault, lo espacial fue considerado como “lo muerto, lo fijo, lo no dialéctico, lo inmóvil” (Foucault, 1980. Desde hace ya varias décadas, se resignifica. Específicamente, Foucault (1986) señalaba que “tenemos que pensar(nos) en términos espaciales” ↵
- Oszlak, O. (2012): Gobierno abierto: promesas, supuestos, desafíos. VIII Conferencia Anual INPAE, San Juan de Puerto Rico.↵
- Guimaraes, R. (2008) “Estado, mercado y democracia: oportunidades y límites de la participación ciudadana en el fortalecimiento de la gobernabilidad democrática”, en Revista del CLAD Reforma y Democracia Nº 40, Caracas, disponible en: https://goo.gl/PurDVT. ↵
- Navarro Arancegui, Mikel (2007): “ LOS SISTEMAS REGIONALES DE INNOVACIÓN EN EUROPA Una literatura con claroscuros”, Instituto de Análisis Industrial y Financiero, Documento de trabajo Nº 59, accesible en: https://goo.gl/5xs3TT, consultado el 14/02/2018.↵
- M. Beramendi, G. Delfino, E. Zubieta (2016): “Confianza Institucional y Social: Una Relación Insoslayable”, en: Acta de Investigación Psicológica, Volume 6, Issue 1, April 2016, Pages 2286-2301, accesible en: https://bit.ly/2I43HQ4, consultado el 18/02/2018. ↵
- Méndez R., Michelini J.J. y Romeiro P. (2014): “Procesos de innovación en ciudades intermedias y desarrollo territorial: una aproximación teórica”, en: Research Gate. Accesible en: https://bit.ly/2I0pdVQ. Consultado el 18/02/2018.↵
- Méndez, R., Michelini, J.J. y Romeiro, P. (2014): “Procesos de innovación en ciudades intermedias y desarrollo territorial: una aproximación teórica”, Research Gate, accesible en:https://goo.gl/bBpq43.↵
- Ferpozzi, H. y Zukerfeld, M. (2012). ¿Puede el sindicalismo adaptarse al trabajo informacional? Un análisis de la relación entre los trabajadores informáticos y el mundo gremial. En Dughera, L.; Yansen, G.; Zukerfeld, M., (eds.) Gente con códigos. La heterogeneidad de los procesos productivos de software. Buenos Aires: Universidad Maimónides.↵
- Ver https://goo.gl/UPfv1W↵
- Méndez Gutiérrez del Valle, R. (2013): “Estrategias de innovación para el desarrollo y la resiliencia de ciudades medias” Documents d’Anàlisi Geográfica 2013, vol. 59/3 481-499.↵
- Finquelievich, S. (2005): TIC y desarrollo local. Municipios e Internet, Buenos Aires, Editorial La Crujía.↵