Aportes para apropiaciones posibles
El ejercicio de antecedentes y análisis de caso en los capítulos anteriores sirven, junto con la perspectiva teórica que se asume, como un punto de partida para bosquejar aportes tanto a los actores sociales de la EPSS como a los estudiosos de estas organizaciones.
En primer lugar cabe señalar que estas líneas no intentan ser “soluciones mágicas” desde la “impoluta” academia, sino un material que se suma al campo de saberes populares, sirve al debate y fortalecimiento de estas experiencias. Desde la praxis concreta (síntesis de teoría y práctica) de los sujetos concretos, podrán hacer de este pequeño trabajo el uso que consideren pertinente.
A su vez, como demuestran los capítulos previos, hay un sinnúmero de caminos recorridos por organizaciones desde distintos sectores de la sociedad civil. No se pretende aquí establecer leyes generales sino, en todo caso, proposiciones en función de lo que se observa y de una determinada concepción político analítica.
Por lo tanto, cada colectivo campesino porta con sus particularidades histórico-sociales, culturales y económicas. Gravitan de modo distinto, por ejemplo, tipos de liderazgos, nexos con gobiernos, así como anclajes comunales.
El marco estructurante de la economía capitalista condiciona las posibilidades de las “otras economías”, que en una micro-esfera acometen intereses subalternos. Intentar negar las condiciones de dominación de la rentabilidad, del “eficientismo”, lejos de nutrir las organizaciones, tendería a aislarlas, por tanto el desafío –desde estas miras– es concebirlas como espacios de permanente tensión entre proyectos societales.
Debajo se comparten algunos aportes sintetizados en pocas líneas y como continuidad del desarrollo del libro.
La mira en el territorio como producto de los actores sociales podría guiar las decisiones de las organizaciones, ya que en caso de que se genere un desvincule habría señales de desapropiación. Por ejemplo, sucede cuando una experiencia de EPSS se expande hacia nuevos territorios y no involucra a aquellos que construyen y habitan ese espacio “nuevo”, con algún grado de participación.
En tal sentido y acorde con el principio de preocupación por la comunidad del cooperativismo, las organizaciones de la Otra economía pensarán las metas económicas en relación con las necesidades de los sujetos subalternos que habitan en sus territorios de proximidad y de las posibles expansiones.
Caracterizar la base económica y social, en vínculo con lo anterior y en línea con lo que sostienen algunos autores para el estudio de las cooperativas campesinas. Tanto a los propios integrantes, que puedan estar en roles dirigenciales, como a aquellos que las estudian, apoyan e intervienen, es dable sopesar todos los aspectos materiales y culturales que hacen al quiénes de la organización.
Las formas solidarias emergen a base de sujetos sociales y condiciones estructurales que les son previas y que las explican. Por ejemplo, si se trata de productores con un alto grado de capitalización no serán los mismos intereses que si son campesinos en el límite de la subsistencia; tampoco lo serán si son habitantes de áreas rurales lindantes con ciudades que si están aislados en comunidades relativamente cerradas.
Por estos condicionantes estructurales la EPSS no emerge en los sectores que tienen como preocupación central el aumento de su ganancia, sino en aquellos sectores que están en el límite de la reproducción o en condiciones de baja capitalización.
Las formas legales no como obligación o impostura. Se comprende que los marcos normativos son producto de disputas entre los distintos intereses sociales, por lo tanto, están en constante transformación. A su vez, hay un necesario pragmatismo en la adopción de determinada forma legal, “es lo que hay”; es parte inevitable de la práctica económica el tener que optar por una legislación existente.
Ahora bien, en estas tensiones, es dable buscar que estas organizaciones respondan a necesidades y caracterizaciones socio–económicas, no a las imposiciones normativas. El predominio de la formalización puede llevar a desvirtuar los intereses genuinos que mueven su origen.
Por ejemplo, “forzar” a que un grupo de campesinos inmediatamente asuma la forma legal de cooperativa puede ser un problema más que una solución si no se evalúan –entre otras– algunas variables previas, como: condiciones económicas, intereses, historia y experiencia organizativa. En ocasiones puede facilitar el paso de evaluar instancias organizativas de otro tipo, acordes con la base socio-económica, que no obliguen a una “evolución” deseable.
En tal sentido, al igual que intenta problematizar este libro, múltiples autores señalan que en México y la región proliferan políticas estatales que a modo de condición para la llegada de recursos asignan obligatoriedad a determinadas formas legales.
Ubicar la educación popular como aliado central para la vitalidad de la participación y posibilidades de apropiación de los sujetos involucrados. En los experimentos de las primeras comunidades obreras de la Europa industrial, así como en los principios cooperativos internacionales, se visualiza la necesidad de formación y autocrítica constante de los nuevos miembros. Ese legado, desde las realidades y culturas de Nuestra América, puede ser de gran importancia.
Este punto se complementa con lo dicho anteriormente dado que esta concepción de aprendizaje-enseñanza asienta la construcción de organización popular sobre la base de saberes previos. Los grupos y comunidades encuentran, en gran medida de casos, desestimación de parte de los promotores externos de sus experiencias colectivas previas.
Evadir el tutelaje total y permanente, tanto del Estado como de las organizaciones de la sociedad civil y política. Como demuestran los múltiples trabajos que se recogen en los antecedentes, hay variados ejemplos de la negatividad de establecer vínculos de dependencia total. Como en el caso de estudio, y los diversos debates que se citan, hay discrepancias acerca de si el “acompañamiento” a las organizaciones debe ser de duración permanente o con un plazo de caducidad.
Puede ser una opción, en concordancia con la segunda perspectiva, establecer tiempos junto con los actores, para el trabajo en conjunto en función de lo que acontece con variables sociales, políticas, organizativas y económicas, y no que sea por “capricho” de agendas y metas externas al grupo.
Entre otras, algunas de las variables que sería pertinente evaluar junto con los campesinos:
- Incorporación de criterios de organización y roles.
- Desarrollo del conjunto de elementos económico-administrativos que permitan solvencia.
- Presencia de liderazgo político propio y proyecto socio-productivo.
- Instancia permanente de formación interna.
Estas propuestas y aportes parten de una incubación lenta y dolorosa de las organizaciones, donde, si bien hay ordenamiento y planificación, no se impone la forma al contenido. Lejos de ser sencilla, dicha praxis supondría capacidades organizativas que no son totalmente transferibles sino que tiene mucho de “dejar hacer” y, de tal modo, “permitir el error” como aprendizaje no punible.
La técnica concebida como medio político, no como fin en sí. Este elemento se imbrica con los anteriores pues una organización que se crea externamente (si lo hace con la concepción de tutelaje momentáneo) y concibe una educación popular situaría la técnica como capacidades que pueden adquirir los propios dirigentes y/o que pueden incorporar de la mano de trabajadores especializados que se la brinden.
El núcleo de las decisiones estratégicas estaría asentado sobre los intereses de la base social. Estos, lejos de ser estáticos, implican procesos de aprendizaje técnico-político de los dirigentes, así como de la estructura de personal dedicado a conocimientos que aquellos no manejen. No habrá mejor conocimiento de qué buscan, qué persiguen, que de parte de los propios sujetos. Porque se comprende que la claridad acerca de los intereses no son cualidades necesariamente técnicas, sino parte de una praxis política intransferible e inalienable.
Un elemento que complementa el aporte previo es que los técnicos, lejos de una educación, valga la redundancia, que los estructure sólo sobre contenidos profesionales, cuenten con un bagaje social que les permita situarse de modo consciente en el papel que deben desempeñar.
En relación con lo anterior, y en vista de los capítulos que se transitan en el libro, se comprenderá el valor de los posibles esfuerzos por que la legitimidad de las autoridades emane de un proyecto político y no de los recursos económicos. El interrogante podría ser, sin evadir la importancia de que las finanzas sean superavitarias: ¿una organización de la EPSS “exitosa” en lo económico puede ser no participativa en su dirección? La distinción político–filosófica entre los términos ganancia y excedentes puede ser un primer paso para dar respuestas a esta cuestión.
Reflexiones finales e interrogantes
Este libro da cuenta, en una primera instancia, del progresivo cambio en el agro mexicano, desde aquel modelo en el cual el Estado propicia la alianza entre el sector agrario e industrial hasta el actual neoliberalismo de despojo campesino y primacía agroindustrial.
Un elemento central, evidente luego del repaso crítico por aquellos autores que meditan sobre las instituciones campesinas a lo largo del siglo XX, así como por el proceso histórico, es la importancia de los agentes exógenos para sus creaciones.
En tal sentido, algunos estudiosos subrayan la condición politizada de las cooperativas campesinas durante ese siglo. Rasgo que se atribuye a la primacía en su creación de objetivos políticos por parte del tutelaje estatal y partidario.
El “corrimiento” de los modelos hegemónicos hacia las décadas de 1960 da lugar, junto con la prescindencia estatal, a la emergencia de muy diversas organizaciones –con proyectos también diferentes– como las ONG, Asociaciones Civiles y fundaciones, que patrocinan formas solidarias de asociación en el ámbito agrario.
Tales variaciones del tipo de externalidades se podrían simplificar en el paso desde una externalidad estatal hacia una de mercado. En tal sentido, se simplifica el término “mercado” como uno en el cual los distintos grupos e instituciones de la sociedad civil acometen tareas desreguladas –o reguladas en grado menor– por el aparato estatal.
De hecho algunos autores trazan el cambio sobre las referencias dirigenciales, el caudillo tradicional sede lugar al de “cuello blanco”. En el marco de la instauración neoliberal la legitimidad cambia sus bases de construcción; la política entendida como representación sede lugar a la obtención de recursos.
En el caso del Grupo Cooperativo Quali la construcción histórica que se narra y analiza permite observar un proyecto que muta justamente al calor de aquellos cambios; mientras que en su inicio hay una vocación política (no partidaria), luego –al entrar a los años 90– pasa a la mayor gravitación de la técnica, en cierta medida como adaptación al “clima de época”.
Quali cuenta con logros de enormes dimensiones en el contexto de la radicalidad de espoliación capitalista. Una cuestión central es la perdurabilidad, hecho que no puede ser naturalizado ante el “cementerio” de experiencias solidarias en la región.
La presencia de esta organización dentro de una región marginada significa un factor de sostenimiento para los campesinos ante la continua expulsión del ámbito rural.
El Grupo, como sostienen sus fundadores, presenta un rédito con miras no sólo en lo económico sino –también– en lo social; a pesar de los debates que este estudio expone, en tanto empresa social permite repercusiones como la de precios elevados para el amaranto, junto con obras para los sembradores.
A su vez agronómica y culturalmente, aun en el señalamiento de la externalidad e imposición, concibe los recursos (amaranto, agua) en relación con la historia local y regional. Dicho cultivo trae consigo prácticas culturales olvidadas por los pueblos campesino-indígenas.
La técnica está presente en todos los niveles y eslabones, desde la vida interna de los grupos de base hasta las decisiones en la cúpula. Su gravitar es la “vara” que legitima, según los fundadores, las decisiones correctas de aquellas que no lo son.
Como señalan múltiples autores en la región y México (Paas et al., 1990; Lattuada, 2006), a diferencia de los modelos cooperativos agrarios en los cuales ante el avance neoliberal se da una paradoja y tensión entre la dirección, que está en manos –aun de modo formal– de los campesinos y productores que toman las decisiones, y el estrato técnico, que aporta información y ejecuta, en el caso de Quali al unificar dirección y técnica en una tecnocracia socio ambiental se redunda en una supresión de ese tipo de acontecimientos.
La cancelación de esa tensión se presenta por parte de los fundadores en su narración como una evolución positiva, producto de conocer otras experiencias, tener errores, crisis internas; estos pasos conducen –según sus palabras– a aprendizajes. Los documentos y el trabajo de campo suponen que esta “toma de conciencia” se limita a un grupo acotado, aquel que dirige la organización y en el que no decide la base social campesina.
Como se señala en las páginas del libro, hay una estructura estructurante que habilita y limita la politicidad dentro de la organización. Al ocupar los ingenieros el lugar de “representantes” se explicitan algunos condicionamientos: se “trasmiten” los asuntos de orden técnico y los campesinos no tienen voto sobre la estrategia.
En relación con estas reflexiones particulares emergen algunos interrogantes vinculados con los aportes previos, ¿es posible en el marco de sociedades del conocimiento, de mayor gravitación técnica, relaciones de mutuo enriquecimiento entre técnica y dirigencia?, ¿se podrían conformar dinámicas organizacionales que garanticen la presencia y miras de parte de los representantes hacia los técnicos, sin que esto habilite la perdida de centralidad en la toma de decisiones?
La condición de nacimiento del Grupo, a pesar de que muta en el tiempo –como se señala en su historia–, contiene una alta dosis de dependencia de los “beneficiarios” campesinos respecto de los agentes externos. Lejos de intentar evitar esta situación, los fundadores afirman un convencimiento de la necesidad de que las esferas de dirección permanezcan tuteladas.
Al retomar elementos del análisis que Armando Bartra hace de las organizaciones campesinas en la década de 1990, se puede identificar que Quali, a diferencia de otros casos, tiene una doble capitalización: aumenta el capital de la organización, cuyo hecho evidente es la agroindustria y, a su vez, aporta a que los campesinos crezcan en los recursos con que cuentan en sus campos por las obras hídricas. Esto es posible en tanto combina resultados económicos en la industria –superavitarios desde 2006– e incorpora, de mano de las donaciones, fuentes de financiamiento externas.
¿Es Quali autosostenible económicamente como se afirma a partir de 2004–2006? La categoría de “beneficios diferidos”, que se crea en este estudio, da cuenta de que la base de fidelidad para que los campesinos operen con el Grupo, implica un límite aún no resuelto de sostenibilidad económica, pues esos recursos provienen de fuentes ajenas a las operaciones de venta de amaranto y, sin ellas, los sembradores perderían incentivos para acometer con el cultivo.
Este factor se pone en crisis junto a la debacle económica que se detona en 2009, hecho que se vivencia no sólo en el recorte de fondos sino –también– en la política de racionalización de gastos que los propios trabajadores manifiestan durante el trabajo de campo.
¿Cómo saldará este nuevo panorama la organización? Aparecen algunas alternativas hipotéticas para responder al interrogante. Una de ellas es reducir las obras, con lo cual peligra, como se ve, el sostén del vínculo social. Esta sería una salida que afianzaría los rasgos empresariales. Otra posibilidad es la de conseguir nuevas fuentes de financiamiento que no se limiten a las fundaciones de la sociedad civil, como sucede hasta el tiempo reciente.
Este último camino parece ser al que apuesta el Grupo. Según los propios fundadores, así como informantes claves, ante el giro gubernamental a nivel nacional (a partir de 2019) habría posibilidades de que el Estado se convierta en sostén de peso para las finanzas generales.
La modificación de esta condición estructural habilita la pregunta: ¿cuáles serán las consecuencias sobre la política de beneficios diferidos con los cuales el Grupo sostiene –en gran medida– la fidelidad de los sembradores?
Efectivamente, tras transitar por diversos materiales e interpretaciones, se confirma la hipótesis primera acerca del Grupo Cooperativo Quali. Se corrobora la primacía de una tecnocracia socio ambiental con la toma de decisiones sobre elementos técnicos ajenos a los campesinos y, asimismo, si bien porta discursos sociales y ambientales, el modelo de “éxito” es empresarial con una territorialización expansiva tras la demanda agroindustrial. La pregunta ¿apropiadas o impuestas? titula esta obra con el fin de repensar, a partir de un caso, una dinámica común a múltiples asociaciones campesinas no sólo de México sino de la región.
La Economía Popular, en tanto proyecto que se erige sobre proyectos políticos de sujetos sociales subalternos, contiene como condición la apropiación de las organizaciones que estos conforman, mediados o no por agentes externos.
Quali presenta en su trayectoria histórica un derrotero desde formas e intentos de apropiación hacia aquellas de imposición. Lejos de una lectura externa, los propios dirigentes de la organización asumen –en sus propios términos– ese devenir, producto de contextos y decisiones.
En todo caso este trabajo intenta, sin considerarse una vara moral, que la pregunta central sea un interrogante que acompañe el caminar de las organizaciones solidarias que han nacido y nacerán en el agro latinoamericano.