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1 Hombres, medios y recursos

La reseña histórica de la Armada Argentina se inició en el contexto de las guerras de independencia de la Corona española. El 12 de enero de 1811 la Junta de Mayo creó la Mesa de Cuenta y Razón de la Marina, responsable de alistar los buques armados por el gobierno, con los que se formó la primera escuadrilla naval patriota que bajo las órdenes del coronel de marina Juan Bautista Azopardo tuvo su bautismo de fuego en el Combate de San Nicolás, el 2 de marzo de 1811.[1]

Para los inicios del siglo XX, la Armada respondía a los lineamientos de una marina poderosa, con proyección marítima, luego de una acentuada transformación desarrollada en las últimas décadas del siglo anterior, por la cual se abandonó la idea de que el único centro de riqueza estaba en el Río de la Plata. A ese cambio de vista geopolítico y estratégico, se debió la construcción de Puerto Militar, en Bahía Blanca, y la adquisición de modernas unidades de mar que cambiaron completamente la fisonomía de la flota nacional, como los destructores Corrientes, Entre Ríos y Misiones, el crucero Buenos Aires, la fragata escuela Presidente Sarmiento, y los cruceros acorazados Garibaldi, Pueyrredón, San Martín y Belgrano.[2]

La Armada dependía del Ministerio de Marina, cartera de gobierno creada por la ley 3.727 de 1898 que dividió al antiguo Ministerio de Guerra y Marina. Con esa disposición, la Armada se separó totalmente de la órbita del Ejército y ganó una independencia que le permitió un desarrollo pleno de su idiosincrasia, distinta a la de las fuerzas terrestres, y un trato directo con el presidente de la República.[3] El Ministerio de Marina era el representante del Estado sobre las aguas navegables de la Nación. Sus funciones más importantes eran proteger y defender los intereses del país sobre los mares y costas territoriales, respetando los tratados y convenciones vigentes; adquirir, construir, reparar, reformar y mantener los buques de guerra; reclutar e instruir al personal; dirigir los asilos navales y las instituciones educativas, bibliotecas y archivos de la Fuerza; vigilar la navegación de los mares, lagos, ríos y canales, y cuidar de los faros, puertos, arsenales, parques, talleres, diques, estaciones, almacenes y depósitos; supervisar las exploraciones y tareas hidrográficas y cartográficas; controlar los despojos de los naufragios y atender los salvamentos; registrar las matrículas de los barcos mercantes, realizar el arqueo de embarcaciones y autorizar el ejercicio de prácticos y maquinistas; y, por último, ejercer de policía sobre la extracción de los productos naturales en las islas y costas nacionales, y sostener las comunicaciones marítimas con las poblaciones del sur del país.[4]

En 1913, luego de quince años de funcionamiento, el Ministerio de Marina precisó de algunos cambios, en parte, debido al progreso técnico de la ciencia naval y a la incorporación de nuevas armas, buques y elementos en la Armada.[5] Un decreto del Poder Ejecutivo lo reorganizó, con una Secretaría General, de la que dependían la División Técnica Naval y la División Hidrografía, Faros y Balizas, y cuatro Direcciones Generales: Material; Personal; Administrativa; y Prefectura General de Puertos.[6] Por entonces, el ministro era Juan Pablo Sáenz Valiente.[7]

La Dirección General del Material, con sus divisiones de Armamento, Ingeniería Naval, Electricidad, Telegrafía y Radiotelegrafía, Máquinas y Calderas, e Ingeniería Civil, era responsable de la construcción, reparación y conservación del material, y la inspección de astilleros, talleres y diques. También se ocupaba de todo lo relativo al Servicio Telegráfico Público, por lo que debía entenderse directamente con la Dirección General de Correos y Telégrafos y la Inspección General de Telégrafos de la Nación. Por su parte, la Dirección General del Personal, repartida entre Personal, Escuelas, Justicia y Sanidad, atendía el reclutamiento, instrucción y bienestar de los cuadros. La Dirección General Administrativa –subdividida en Inspección, Contaduría, Compras, Suministros, Laboratorios y Consejo Administrativo de Adquisiciones– realizaba la percepción, distribución e inversión de fondos, el aprovisionamiento, racionamiento y equipamiento de buques, la adquisición de víveres, vestuario, combustibles y artículos sanitarios, y el pago de haberes, pensiones, jubilaciones y retiros. Por último, la Dirección General Prefectura General de Puertos tenía funciones de policía marítima y fluvial. Impartía órdenes a los jefes de las distintas fuerzas y reparticiones, sobre servicios corrientes u otros asuntos, y hacía vigilar su cumplimiento.[8]

Durante 1913, el Ministerio de Marina funcionó con un presupuesto de 26.083.313 pesos moneda nacional (m$n).[9] Al año siguiente, esa partida recibió un pequeño incremento y pasó a ser de 29.533.955 m$n, un monto levemente inferior a los 30.892.399 que se le habían otorgado al Ministerio de Guerra.[10] La mayor parte del presupuesto se gastaba en los sueldos, racionamiento y vestuario del personal, en los materiales, herramientas, máquinas y artículos para el mantenimiento de las unidades y dependencias, y en la compra de carbón para la Escuadra.[11]

Las tareas propias de la Armada eran naturalmente aquellas relacionadas, directa o indirectamente, con el mar y los ríos. Más precisamente, estas eran: la iluminación y balizamiento de costas; el levantamiento de cartas marítimas y fluviales; la supervisión de los transportes que conectaban las costas patagónicas con los principales centros del país; las comisiones de límites; la vigilancia de las fronteras fluviales; la instalación, conservación y mantenimiento de las estaciones telegráficas y radiotelegráficas; el servicio de policía marítima y la extracción de los cascos de buques hundidos, cuando eran un peligro para la navegación. Por otra parte, la Armada cumplía algunas funciones de representación en el exterior.[12] Estas se hacían mediante visitas protocolares, como las que realizó el crucero Buenos Aires en Río de Janeiro y Montevideo, con motivo de las fiestas nacionales de Brasil y Uruguay.[13] También se ejercía a través del trabajo de las comisiones y agregados navales, que mantenían informado al gobierno sobre cualquier novedad del ámbito internacional. Si el país deseaba comprar buques u otros elementos en el exterior, los agregados visitaban las principales firmas y astilleros, elaboraban informes sobre las adquisiciones más convenientes y, llegado el caso, supervisaban los trabajos de construcción. A principios de 1914, existían dos comisiones navales: una en Europa, con sede en Londres, de la cual dependían los agregados estacionados en Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania y Austria, y otra en Estados Unidos, con asiento en Nueva York.[14]

Bases, arsenales y otras dependencias

La organización de las distintas distribuciones de la Armada era la siguiente. En primer lugar, estaba el edificio de la Dirección General Administrativa, situado en la Capital Federal. Allí también funcionaban algunas secciones de la Dirección General del Personal, la Dirección de Material, la División de Hidrografía, Faros y Balizas, el Consejo Permanente de Clases y Tropa, y los Juzgados de Instrucción. Por otra parte, en Dársena Norte se encontraba la Zona Militar, donde operaba el Taller de Marina, la Escuela de Mecánicos, el depósito del Cuerpo de Marinería y la Oficina Hidrográfica, y funcionaba una casa de bombas, un galpón y dos importantes diques de carena –el n° 1, de 150 metros de largo y el n° 2, de 180– que se utilizaban para limpiar los cascos y reparar los buques.[15]

El Puerto Militar, que había sido construido en 1896 para servir de apostadero de uso militar y aguas profundas, se ubicaba en Bahía Blanca, sitio de fácil acceso y excelentes condiciones para la defensa. Disponía de una dársena para asiento de la flota de guerra, tanques de petróleo, arsenales y un dique de carena de gran tamaño. Asimismo, contaba con un sistema defensivo, compuesto por cinco baterías costeras, y un ferrocarril, que unía el puerto con localidades vecinas y facilitaba las comunicaciones y el acceso a materiales. En las cercanías se encontraba el Hospital Naval, inaugurado el 6 de julio de 1900.[16] Otro punto fundamental era el puerto de La Plata, en el delta del Río Santiago, donde funcionaba el Arsenal del Río de la Plata, la Escuela de Grumetes n° 1, la Escuela de Aprendices Torpedistas y la Escuela Naval Militar. Fuera de la zona del arsenal se ubicaba el depósito de carbón y desde 1913 se realizaban trabajos en el Hospital Naval Río Santiago, que fue finalmente inaugurado en abril de 1918. Por su parte, en Zárate funcionaba el Parque de Artillería de Marina, el primer arsenal naval del país, mientras que en el Tigre se ubicaba el Depósito de Materiales y en la isla Martín García, que en ese entonces dependía del Ministerio de Marina, se habían instalado algunos polvorines y depósitos de municiones y torpedos.[17]

Por lo demás, la Armada contaba con estaciones telegráficas –en tierra o en buques– y trece faros. Estos últimos se ubicaban en la isla Martín García, isla Pingüino, isla Año Nuevo, Punta Villarino, Punta Delgada, Punta Mogotes, San Antonio, Punta Médanos, Monte Hermoso, Segunda Barranca, Río Negro, Cabo Vírgenes y Comodoro Rivadavia. Además, existían 83 Subprefecturas y Ayudantías que hacían de policía marítima y se dividían en ocho secciones: Capital Federal, Tigre, Rosario, Corrientes, Concordia, Monte Caseros, Bahía Blanca y Río Gallegos.[18]

Divisiones y buques

Dedicadas a la práctica del personal y a la instrucción de los conscriptos, dos divisiones navales funcionaban con regularidad: la División de Entrenamiento, con su fondeadero en Puerto Militar, y la División de Instrucción, con su base en el Río de la Plata. Ambas se repartían un heterogéneo grupo de buques, compuesto por los cruceros acorazados San Martín, Belgrano, Pueyrredón y Garibaldi, los cruceros protegidos Buenos Aires, 9 de Julio y 25 de Mayo, los acorazados Almirante Brown, Libertad e Independencia, la fragata escuela Presidente Sarmiento, los monitores El Plata y Los Andes, las cañoneras Rosario, Paraná y Patagonia, el crucero torpedero Patria, el cazatorpedero Espora, los destructores Misiones, Entre Ríos y Corrientes, los torpederos de mar Comodoro Py y Murature, y los torpederos de río Buchardo, Jorge, Thorne, Pinedo, Bathurst y King.[19]

A esas unidades se sumaban otras nuevas que habían sido adquiridas por la ley 6.283 de 1908, en el marco de la rivalidad naval que en ese entonces la Argentina tenía con Brasil. Se había dispuesto la compra de dos acorazados tipo dreadnought, seis destructores de primera clase y doce de segunda y, en caso de ser necesario, la posibilidad de agregar un tercer acorazado, tres destructores y cuatro torpederas. No obstante, lo previsto por la ley 6.283 no se materializó en su totalidad. Únicamente se firmaron contratos por dos acorazados y varios destructores, de los cuales sólo se recibieron cuatro.[20]

Los dos acorazados se encargaron en los astilleros estadounidenses de Fore River, en Quincy (Massachusetts) y New York, en Camden (New Jersey). Eran buques gemelos, del tipo dreadnought, que fueron bautizados Rivadavia y Moreno. Se empezaron a construir en 1910, pero llegaron al país recién en 1915, debido a demoras en su construcción. Por su parte, la cuestión de los destructores es un poco más compleja. En 1909 se habían encargado doce, en astilleros de Alemania, Gran Bretaña y Francia. Los buques alemanes llegaron en 1912 y fueron bautizados Catamarca, Córdoba, Jujuy y La Plata; pero los británicos no cumplieron con las especificaciones de diseño y fueron vendidos a Grecia, mientras que los franceses tuvieron demoras en su construcción y terminaron requisados por ese país cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Posteriormente, en 1913, Argentina le encargó a Alemania otro grupo de cuatro destructores, pero también fueron requisados cuando comenzó el conflicto.[21]

Al margen de los buques de guerra, existía un número de unidades auxiliares, responsables de una amplia gama de tareas. Estas eran los transportes Pampa, Chaco, 1° de Mayo, Vicente Fidel López, Maipú, Piedrabuena, Constitución y República, los avisos Azopardo, Gaviota, Golondrina, Bahía Blanca, Resguardo y Vigilante, el buque grúa Pilcomayo, el minador Fulton, los buques de policía fluvial Sayhueque, Inacayal, Namuncurá y Teuco, y los remolcadores Tehuelche, Fueguino, Delfín, Penguin, Cormorán, Petrel y Albatros.[22]

Combustibles: carbón y ¿petróleo?

Desde mediados del siglo XIX, el carbón mineral era la principal fuente de energía de Argentina y en 1913 constituía el 80.9% del consumo energético nacional. Ante el desconocimiento de yacimientos nativos, y siendo de menor calidad la leña o el carbón vegetal, fue necesario importarlo en cantidades considerables. Provenía del sur de Gales y lo consumían buques, ferrocarriles, usinas de gas y electricidad, e industrias.[23]

Prácticamente todas las naves de la Armada, de guerra o auxiliares, quemaban carbón como combustible. De ahí que la propia Fuerza se haya interesado por su exploración y explotación. Sin embargo, a pesar de algunos avances, la falta de apoyo estatal y los intereses de los ferrocarriles y las compañías de servicios eléctricos, que estaban en manos de capitales extranjeros, obstaculizaron la iniciativa.[24] La dependencia energética del país era total y eso motivó algunas quejas entre los oficiales de marina.[25] Para entonces, varios artículos especializados ya difundían las ventajas del petróleo y los motores a combustión:

El uso del combustible líquido se extiende cada vez más. Las ventajas que ofrece sobre el carbón son numerosísimas, se disminuye considerablemente el personal, el manejo es mucho más fácil y rápido […]. Se asegura que hay barcos que han ganado en velocidad después de usar este combustible y no es de extrañar pues con él es mucho más fácil mantener una presión regular.[26]

                

Entre otras ventajas pudiera citarse la de la supresión del humo y las chimeneas, lo que difícilmente haría el buque visible a una distancia mayor de cinco millas, […] el personal se reduciría también enormemente. En cuanto al costo […] de funcionamiento sería […] menor, pues el consumo de carbón es unas cinco veces mayor que el del petróleo, siendo el precio de éste proporcionalmente menor.[27]

En 1907, luego del descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia, la relación con los combustibles cobró un nuevo giro, y la exploración y explotación de crudo continuó casi sin pausa. De una producción de 16 m3, en 1907, se pasó a 3.293 m3, en 1910, y 43.740 m3, en 1914.[28]

El Ministerio de Marina dispuso tomar a su cargo las tareas de distribución, transporte y manufactura del petróleo e instaló una destilería en el Arsenal Naval del Río de la Plata. No obstante, como se carecía de transportes adecuados para trasladar el combustible a los centros de consumo, se planteó la necesidad de comprar un buque tanque, de 2000 tn, y de construir cinco tanques metálicos, de 2000 m3 cada uno, para las bases de Puerto Militar y Río Santiago. Las propuestas fueron aprobadas por el Ejecutivo y en julio de 1914 llegó desde Inglaterra el primer buque tanque de la Armada, el Ministro Ezcurra. Hasta entonces, se había arrendado el petrolero Wanetta, de pabellón británico, para cubrir el servicio entre Comodoro Rivadavia y Buenos Aires, y cumplir las necesidades de la Fuerza.[29]

La posibilidad de alcanzar el autoabastecimiento energético generó expectativas en el entonces ministro de Marina Juan Pablo Sáenz Valiente:

La explotación de esta riqueza nacional […] traerá para la Marina Nacional una nueva era de actividad y entrenamiento, de lo que adolece actualmente por carestía de combustible y falta de recursos para adquirirlo. […] la Armada podrá tener petróleo en cantidad que le representará una capacidad de movimiento seis veces mayor, por lo menos, que la obtenida con el carbón […] y aún más si la explotación se ejecuta racionalmente […].[30]

Sin embargo, para aprovechar el petróleo nacional, primero había que modificar y adaptar los buques, algo que no se haría sino luego de muchos años. La falta de acción por parte del Estado provocaría demandas y reclamos dentro de la Armada. Se retomará el tema en capítulos siguientes.

El componente aéreo: la aviación naval

Por entonces, la Armada no contaba con una fuerza aeronaval organizada, aunque llevó a cabo diferentes iniciativas para conseguirlo. De ello participaron varios precursores y pioneros, como el teniente de fragata Melchor Zacarías Escola, quien recibió su certificación en octubre de 1912, luego de efectuar cursos de aviación por orden del Ministerio de Marina. Otro pionero fue el condestable artillero Joaquín Oytabén, que en forma particular tomó clases en la escuela de aviación del ingeniero italiano Antonio G. Borello, en Berisso, y obtuvo allí su licencia de piloto.[31]

En 1914, Melchor Z. Escola, ya ascendido a teniente de navío, fue dado de pase a la Comisión Naval en Europa, para seguir cursos de perfeccionamiento, visitar escuelas militares, fábricas de aviación, y reunir cualquier información relevante para la creación de una escuela de aviación en la Armada. También debería negociar la compra de algunas aeronaves a la casa Henri Farman y dos hangares a la firma Bessoncau.[32] En eso estuvo hasta que el estallido de la Primera Guerra Mundial interrumpió sus tareas.

Personal

La organización del personal se componía de escalafones superiores y subalternos, respondiendo a lo dispuesto por la ley 4.856 de Organización de la Marina de Guerra de 1905 y sus posteriores modificaciones.[33]

El personal superior estaba conformado, primero, por los oficiales del Cuerpo General, que procedían exclusivamente de la Escuela Naval Militar. Luego estaban los oficiales de los Cuerpos Auxiliares –maquinistas, electricistas, médicos y contadores– que se incorporaban directamente del medio civil, con conocimientos previamente adquiridos. En marzo de 1914, el personal superior en actividad sumaba unos 600 individuos: 318 del Cuerpo General y 282 del Cuerpo Auxiliar.[34]

Por su parte, el personal subalterno era seleccionado por la Dirección General del Personal y provenía de tres fuentes: los egresados de las diversas escuelas de aprendices; los voluntarios que se presentaban espontáneamente; y el personal en servicio y de conscripción. Todos debían ser argentinos nativos y mayores de edad. Cada contingente realizaba su instrucción por separado. Los grumetes la hacían en el Arsenal Río de la Plata y en el crucero Patagonia, y los aprendices timoneles señaleros en la fragata escuela Presidente Sarmiento y en la Escuela de Grumetes n° 1 y n° 2. Los aprendices artilleros se instruían en el crucero acorazado Pueyrredón, los mecánicos artilleros en el Parque de Artillería Zárate, y los aprendices torpedistas mineros en el Arsenal Río de la Plata. Por su parte, los aprendices radiotelegrafistas se entrenaban en el crucero 25 de Mayo, mientras que los aprendices mecánicos lo hacían en Dársena Norte, los aprendices foguistas en el Depósito de Marineros, y los ayudantes mecánicos en el Taller de Marina.[35]

El núcleo mayor del cuerpo de marinería se completaba con la conscripción, que cubría las necesidades de la Flota. Se convocaba a los varones de 20 años, luego de un sorteo realizado por los comandos de las cinco Regiones Militares –Capital Federal, Provincia de Buenos Aires, Litoral, Centro y Cuyo, y Tucumán– hasta llenar las vacantes. La instrucción duraba dos años. En el primero se realizaban ejercicios, zafarranchos y pequeñas maniobras, y en el segundo un período de entrenamiento general de mar y guerra, a bordo de los buques de la División de Entrenamiento. Cumplidos los dos años, los conscriptos se licenciaban y regresaban a sus hogares.[36]

La educación de los oficiales

Entre fines del siglo XIX y principios del XX, se habían producido grandes transformaciones en las Armadas y en el entramado social que las componía. Como se habían militarizado gradualmente y dependían cada vez más del uso de tecnologías que cambiaban continuamente, comenzaron a requerir de un tipo específico de oficial, con una capacitación más amplia y avanzada, para operar el complejo y moderno equipamiento a bordo de los buques.[37]

Los oficiales de la Armada Argentina se formaban exclusivamente en la Escuela Naval Militar que funcionaba en Río Santiago, en un edificio del Arsenal del Río de La Plata. Allí se sometían a una intensa cursada de varios años, donde aprendían, por ejemplo, cálculos y observaciones astronómicas, conducción y maniobra de embarcaciones, manejo de máquinas, calderas e instalaciones, cálculos balísticos, tiro y torpedos, táctica, historia, meteorología y oceanografía, señales, derecho internacional, e idiomas. Cerraban el ciclo con un viaje de instrucción –o de aplicación– a bordo de la fragata escuela Presidente Sarmiento.[38]

Uno de los puntos más importantes en la educación de los oficiales era el conocimiento de la doctrina, es decir, el conjunto de principios que guiaban el actuar de mandos y unidades. En los años previos a la Gran Guerra, las doctrinas navales más importantes eran tres: la Jeune École, del francés Hyacinthe-Laurent-Théophile Aube;[39] la teoría del poderío marítimo, del estadounidense Alfred T. Mahan;[40] y el pensamiento estratégico del británico Julian S. Corbett.[41] Todas ellas convivieron en el seno de la oficialidad de la Armada.

La Jeune École nació en el siglo XIX, producto de las ideas del almirante Hyacinthe-Laurent-Théophile Aube, ministro de Marina de Francia entre 1886 y 1887. Era una teoría naval al servicio de las marinas más débiles, que carecían de grandes escuadras para proteger sus costas y aguas territoriales. Priorizaba el empleo de unidades rápidas y pequeñas para combatir el comercio enemigo mediante la guerra de corso, mientras la flota principal permanecía en puerto y evitaba cualquier encuentro contra fuerzas superiores. El título de Jeune École o “joven escuela” se debía a que sus principales simpatizantes solían ser los oficiales más jóvenes de la Armada francesa.[42]

Alfred T. Mahan fue un oficial de la Armada estadounidense y profesor de Historia y Táctica Naval en la Escuela de Guerra Naval de ese país, en Newport (Rhode Island). La esencia de su doctrina radicaba en el principio de concentración de fuerzas, esto es, la utilización de un gran número de acorazados, en forma concentrada, para contener o destruir al enemigo en una sola batalla decisiva.[43] Por su parte, Julian S. Corbett fue un abogado y profesor en la Escuela de Guerra Naval de la Armada británica. Uno de sus principios fundamentales era conseguir el dominio del mar, que no era otra cosa que el control de las vías de comunicación y comercio marítimas. El dominio podría conseguirse por medio de un enfrentamiento decisivo contra la flota enemiga o bien mediante un bloqueo naval.[44]


  1. BURZIO, Humberto F., Armada Nacional. Reseña histórica de su origen y desarrollo orgánico, Departamento de Estudios Históricos Navales, Buenos Aires, 1960, pp. 11-12.
  2. OYARZÁBAL, Guillermo, Los marinos de la Generación del Ochenta, Emecé, Buenos Aires, 2005, pp. 324-325.
  3. ARGUINDEGUY, Pablo E. y Horacio RODRÍGUEZ, Las fuerzas navales argentinas. Historia de la flota de mar, Instituto Nacional Browniano, Buenos Aires, 1995, pp. 182-183.
  4. MINISTERIO DE MARINA, Leyes y Reglamentos Orgánicos de la Armada, Ministerio de Marina, Buenos Aires, 1918, pp. 6-7.
  5. BURZIO, Armada Nacional, cit., p. 57.
  6. DOMÍNGUEZ, Ercilio, Colección de Leyes y Decretos Militares concernientes al Ejército y Armada de la República Argentina 1810-1916, tomo 8, Talleres Gráficos-Arsenal Principal de Guerra, Buenos Aires, 1916, p. 11.
  7. Juan Pablo Sáenz Valiente (1861-1925) egresó de la 3ª promoción de la Escuela Naval Militar con el grado de alférez de fragata en 1883. Durante sus más de tres décadas de servicio, ocupó importantes cargos, entre ellos: prosecretario de la Junta Superior de la Marina, jefe de la Comisión de Estudios Hidrográficos del Río de la Plata, director de Hidrografía, Faros y Balizas, jefe de Estado Mayor y, finalmente, ministro de Marina durante las presidencias de Roque Sáenz Peña y Victorino de la Plaza (1910-1916). Se retiró con el grado de vicealmirante el 31 de agosto de 1916.
  8. DOMÍNGUEZ, Colección, tomo 8, cit., pp. 11-18.
  9. Argentina, Buenos Aires, Honorable Congreso de la Nación (en adelante, HCDN), Archivo Parlamentario, Expedientes, “Presupuesto general de la administración para el ejercicio económico de 1914”, Buenos Aires, 20/06/1913, foja 3.
  10. HCDN, Archivo Parlamentario, Expedientes, “Presupuesto general de la administración para el ejercicio económico de 1914”, Buenos Aires, 2/01/1914, foja 3.
  11. SÁENZ VALIENTE, Juan Pablo, Memoria del Ministerio de Marina correspondiente al ejercicio 1914-1915, J. Weiss & Preusche, Buenos Aires, 1915, pp. 66-67.
  12. BURZIO, Armada Nacional, cit., p. 60.
  13. SÁENZ VALIENTE, Juan Pablo, Memoria del Ministerio de Marina correspondiente al ejercicio 1913-1914, Imprenta del Ministerio de Marina, Buenos Aires, 1914, p. 14.
  14. MARTIN, Juan A., “Comisión Naval en Londres. 1910, conmemoración del centenario de nuestra Independencia”, en Boletín del Centro Naval, tomo 79, n° 648, 1961, pp. 429-444; MARTIN, Juan A., “Comisión Naval en los Estados Unidos (1915-1916)”, en Boletín del Centro Naval, tomo 81, n° 650, 1962, pp. 47-62.
  15. SÁENZ VALIENTE, Memoria…, cit., 1914, pp. 70-72; DESTÉFANI, Laurio H., “La Armada Argentina (1900-1922)”, en DESTÉFANI, Laurio H. -director-, Historia Marítima Argentina, tomo 9, Departamento de Estudios Históricos Navales, Buenos Aires, 1991, p. 159.
  16. ARGUINDEGUY, Las fuerzas, cit., pp. 152-153.
  17. SÁENZ VALIENTE, Memoria…, cit., 1914, pp. 73-76.
  18. “La radiotelegrafía argentina”, en Caras y Caretas, 30/05/1914; SÁENZ VALIENTE, Memoria…, cit., 1914, pp. 75-76.
  19. SÁENZ VALIENTE, Memoria…, cit., 1914; SÁENZ VALIENTE, Memoria…, cit., 1915.
  20. El texto completo de la ley se encuentra en el Anexo 2.
  21. SCHEINA, Robert L., Iberoamérica: Una Historia Naval, 1810-1987, Editorial San Martín, Madrid, 1987, p. 111; ARGUINDEGUY, Las fuerzas…, cit., p. 174; ARGUINDEGUY, Pablo E., Apuntes sobre los buques de la Armada Argentina (1810-1970), tomo 5, Departamento de Estudios Históricos Navales, Buenos Aires, 1972, pp. 2279-2284.
  22. SÁENZ VALIENTE, Memoria…, cit., 1914; SÁENZ VALIENTE, Memoria…, cit., 1915.
  23. KAPLAN, Marcos, “La primera fase de la política petrolera argentina (1907-1916)”, en Desarrollo Económico, vol. 13, n° 52, 1974, p. 798; SOLBERG, Carl E., Petróleo y nacionalismo en la Argentina, Emecé, Buenos Aires, 1982, p. 23.
  24. PONTORIERO, Gustavo, “Fuerzas Armadas y desarrollo energético en la Argentina: el papel de la Marina de Guerra en la primera mitad del siglo XX”, en H-industri@, vol. 6, n° 10, 2012, pp. 3-10; SOLBERG, Petróleo, cit., p. 24.
  25. H. S. (seudónimo), “Abastecimiento de carbón para las escuadras”, en Boletín del Centro Naval, tomo 18, n° 199, 1900, pp. 87-90.
  26. “Notas varias”, en Boletín del Centro Naval, tomo 23, n° 259, 1905, p. 77.
  27. “Crónica extranjera”, en Boletín del Centro Naval, tomo 23, n° 266-267, 1906, p. 701.
  28. RODRÍGUEZ, Horacio, La Armada Argentina y el petróleo (una historia olvidada), Instituto Nacional Browniano, Buenos Aires, 2000, pp. 13-15; ARGUINDEGUY, Las fuerzas, cit., pp. 177-178.
  29. ARGUINDEGUY, Las fuerzas, cit., pp. 178-179.
  30. SÁENZ VALIENTE, Juan Pablo, Memoria del Ministerio de Marina correspondiente al ejercicio 1912-1913, Imprenta del Ministerio de Marina, Buenos Aires, 1913, p. 6.
  31. ARGUINDEGUY, Pablo E., Historia de la Aviación Naval Argentina, tomo 1, Departamento de Estudios Históricos Navales, Buenos Aires, 1981, pp. 11-28; BURZIO, Armada Nacional, cit., pp. 143-144.
  32. ARGUINDEGUY, Historia, tomo 1, cit., p. 22.
  33. La ley 4.856 permaneció en vigor hasta 1945, cuando fue reemplazada por el decreto-ley 10.700.
  34. ARGUINDEGUY, Las fuerzas, cit., p. 138; SÁENZ VALIENTE, Memoria…, cit., 1915, p. 26.
  35. SÁENZ VALIENTE, Memoria…, cit., 1915, pp. 21 y 34.
  36. “Concentración de conscriptos en Martín García” en PBT, 20/04/1912; SÁENZ VALIENTE, Memoria…, cit., 1913, pp. 37-38; SÁENZ VALIENTE, Memoria…, cit., 1915, pp. 21-22 y 29.
  37. HATTENDORF, John B., “Foreword”, en BELL, Christopher M. y Bruce A. ELLEMAN -editores-, Naval Mutinies of the Twentieth Century. An International Perspective, Frank Cass, London, 2003.
  38. BURZIO, Armada Nacional, cit., p. 184; “Escuela Naval Militar”, en Caras y Caretas, 20/05/1913; BURZIO, Humberto F., Historia de la Escuela Naval Militar, tomo 1, Departamento de Estudios Históricos Navales, Buenos Aires, 1972, pp. 709-720.
  39. Sus artículos más relevantes fueron AUBE, Théophile, “L’avenir de la Marine Française”, en Revue des deux mondes, 1874, y AUBE, Théophile, “Un nouveau droit maritime international”, en Revue maritime et coloniale, 1875.
  40. Autor de más de una docena de obras, las más importantes son: MAHAN, Alfred T., The Influence of Sea Power upon History: 1660-1783, Little Brown & Company, Boston, 1890, y MAHAN, Alfred T., The Influence of Sea Power upon History, 1793-1812, Sampson Low Marston & Co, London, 1892.
  41. Sus teorías se encuentran condensadas en CORBETT, Julian S., Some Principles of Maritime Strategy, Longmans, Green and Co., London, 1911.
  42. ROPP, Theodore, The Development of a Modern Navy. French Naval Policy 1871-1904, Naval Institute Press, Maryland, 1987, p. 167; CANUEL, Hugues, “From a Prestige Fleet to the Jeune École”, en Naval War College Review, vol. 71, n° 1, 2018, p. 105; RØKSUND, Arne, The Jeune École. The Strategy of the Weak, Brill, Leiden, 2007.
  43. SUMIDA, Jon T., “Geography, Technology, and British Naval Strategy in the Dreadnought Era”, en Naval War College Review, vol. 59, n° 3, 2006, p. 1; SUMIDA, Jon T., “Alfred Thayer Mahan, Geopolitician”, en Journal of Strategic Studies, vol. 22, n° 2-3, 1999, p. 41.
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