La pasiva aliadofilia
Durante la Gran Guerra, la sociedad argentina se vio atravesada por una polarización entre los partidarios de la Triple Entente, o aliadófilos, y los defensores de la Triple Alianza, o germanófilos. En parte, las posiciones y pronunciamientos en favor de uno u otro bando fueron fomentadas por la propaganda beligerante y la prensa nacional. El núcleo aliadófilo reunió tanto a intelectuales como a escritores y artistas que veían en Francia y Gran Bretaña a los representantes de los valores morales y a París como la capital cultural mundial. En cambio, la germanofilia fue más influyente en el ámbito del derecho, la medicina, las ciencias exactas y naturales, y el Ejército. Berlín destacaba como centro de formación profesional y era el destino preferido de viajes de formación y capacitación en el exterior.[1]
La polarización cobró un giro a partir de 1917, cuando algunos acontecimientos pusieron a prueba la neutralidad argentina, como la campaña submarina alemana, la entrada de Estados Unidos en la guerra o el incidente Luxburg. Las afinidades existentes hacia cualquiera de las alianzas beligerantes quedaron relegadas a un segundo plano y la postura del país ante el conflicto monopolizó el debate público. Desde entonces, las posiciones aliadófilas y germanófilas se politizaron y derivaron en dos nuevos términos: rupturismo y neutralismo.[2]
Los partidarios del rupturismo reiteraron las líneas fundamentales del discurso aliadófilo. Deseaban romper relaciones con Alemania, sobre todo, luego del hundimiento de los buques Monte Protegido, Oriana y Toro, y veían a la rígida neutralidad del gobierno de Yrigoyen como sinónimo de germanofilia, un término que por entonces portaba una fuerte carga negativa, porque se equiparaba con lo antinacional. Por otra parte, los partidarios de la neutralidad estaban integrados por un variopinto y diverso grupo de individuos, entre los que se encontraban representantes del oficialismo y la oposición. Defendían la autonomía del país ante las presiones externas y la necesidad de mantener activo el comercio con todos los beligerantes. Ambos grupos se autopercibían como representantes exclusivos de lo nacional y consideraban traidores a sus adversarios. Los rupturistas defendían el panamericanismo y resaltaban la figura de los Estados Unidos como campeones de la libertad y de la autodeterminación de los pueblos, mientras que los neutralistas sostenían el latinoamericanismo, elogiaban el no alineamiento de Yrigoyen y observaban a los Aliados como intervencionistas e imperialistas.[3]
El caso del Ejército merece un tratamiento aparte. Desde principios del siglo XX, transitaba por un período de profesionalización, impulsado por leyes y decretos sancionados durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, que fomentaron el perfeccionamiento de los oficiales en las aulas de la Escuela Superior de Guerra. Para conformar el plantel docente, el gobierno invitó a oficiales alemanes que se desempeñarían junto a pares argentinos.[4] El ejército alemán se había proyectado como modelo de superioridad militar luego de su victoria en la guerra franco-prusiana (1870-1871).[5] Bajo ese punto de vista, a partir de 1904 el Ejército Argentino se colocó bajo la influencia de la escuela militar prusiana y cada año enviaba una diversa cantidad de jefes y oficiales a Alemania para tomar allí cursos de perfeccionamiento.[6]
Dicho lo anterior, resulta natural pensar que la germanofilia del Ejército Argentino fue preponderante durante la Primera Guerra Mundial; sin embargo, un relevamiento de las publicaciones militares, como la Revista del Ministerio de Guerra y la Revista del Círculo Militar, permite observar que existió libertad intelectual y académica entre los oficiales.[7] Algunos sostuvieron una postura proalemana, como el coronel José Félix Uriburu y el teniente coronel Emilio Kinkelin, pero otros fueron favorables a los Aliados, como el general Pablo Ricchieri, ex ministro de Guerra del presidente Roca.[8]
Analizando las influencias externas
Respecto a las influencias externas en el modelo profesional de la Armada durante los años de la Gran Guerra, podemos especificar varias cuestiones. Según algunos autores, como John Johnson, Marvin Goldwert o Adrian English, la Marina había sido históricamente guiada por sus fuertes lazos con Gran Bretaña.[9] Alain Rouquié señaló que la filiación probritánica surgía de los oficiales, que eran cercanos a los miembros de las élites argentinas, y de la tradición histórica de la Armada. Además, de allí provenían gran parte de los próceres navales de principios del siglo XIX, en el marco de las luchas por la independencia y la guerra con el Brasil.[10] Es el caso, por ejemplo, de Guillermo Brown, Guillermo Granville, Juan Bautista Thorne, Guillermo Bathurst, Carlos Robinson, Benjamín Franklin Seaver, Enrique Guillermo Parker y Francisco Drummond.[11] Asimismo, Gran Bretaña fue un importante proveedor de buques y material militar. En 1914, se advierte que 25 de las 36 unidades de guerra y 20 de las 31 unidades auxiliares tenían ese origen.[12]
La influencia británica no fue extraña ni excepcional. Durante la segunda mitad del siglo XIX, la Royal Navy había experimentado un acelerado desarrollo tecnológico que la puso al frente de sus competidores. Pasó de buques a vela y madera, armados con cañones de avancarga que disparaban a distancias cortas, a buques blindados de acero y propulsados por turbinas, armados con baterías que lanzaban proyectiles de gran alcance. El signo más visible de estos cambios fue la invención del acorazado dreadnought en 1906, que significó una revolución en la guerra naval.[13]
Además de la británica, otras tendencias colaboraron con el modelo profesional de la Institución. En base a las ordenanzas del rey Carlos III de España se elaboraron las regulaciones y reglamentos, muchos de los cuales perduraron hasta bien entrado el siglo XX.[14] Asimismo, la Armada Española sirvió de inspiración para la redacción del código de honor y de modelo para los rangos y la estructura jerárquica de los cuadros.[15]
Francia y Estados Unidos también ejercieron su influencia. A partir de la presidencia de Julio Argentino Roca, parte de la Armada adhirió a la Jeune École, una línea de pensamiento francesa que resaltaba el valor de los buques pequeños y el uso del torpedo.[16] El contraalmirante Manuel García Mansilla fue un actor clave en esa operación.[17] Ayudó a transmitir los principios de la Jeune École durante los años que estuvo al frente de la Escuela Naval Militar (1900-1902 y 1906-1910), período en el que egresaron 183 guardiamarinas de nueve promociones distintas (26 a 29 y 31 a 35). Además, los vínculos se distinguían en los uniformes de los oficiales, que hasta 1920 se asemejaban a los franceses, o en la formación de los cadetes de la Escuela Naval Militar, que hasta 1929 tenían la posibilidad de estudiar francés como opción al inglés.[18] Por su parte, la influencia de Estados Unidos se observa en la gran recepción que tuvo la doctrina de Alfred T. Mahan entre los marinos argentinos y porque fue en astilleros estadounidenses donde la Armada adquirió sus dos unidades más importantes, los acorazados Rivadavia y Moreno.[19]
Una leve inclinación aliadófila
La guerra estrechó las relaciones políticas y económicas entre Argentina y Estados Unidos debido a diversos factores, como la dependencia argentina del sector externo, los impactos de la guerra y la política estadounidense en Latinoamérica. El vínculo comercial también creció por efecto de la caída de las importaciones británicas, la imposibilidad de recurrir al crédito europeo y la desarticulación de la relación bilateral con Alemania, producto del bloqueo naval, los embargos y las Listas Negras.[20]
En el caso de la Armada, la influencia de Estados Unidos pareció casi total. Así lo insinuaba el informe de inteligencia del teniente G. Whitlock, de la US Navy, que había sido agregado naval en Buenos Aires, entre abril de 1913 y noviembre de 1914:
Todos los oficiales argentinos que se pronunciaron sobre los méritos de las distintas Marinas, afirmaron que […] la nuestra es la mejor tanto en material como en personal.
Dicen que trabajamos más duro, más horas cada día y más días al año que cualquier otra Marina, y que nuestra capacidad mecánica es mejor […].
Estudian cuidadosamente nuestras publicaciones […] y copian nuestra Marina más de cerca que cualquier otra, y probablemente continuarán haciéndolo.
Se dan cuenta de la ayuda que nuestro Departamento de Marina les ha dado y su aprecio se expresa a menudo.[21]
Ese vínculo no se inició con la Gran Guerra, pero fue en ese momento cuando cobró mayor impulso. En primer lugar, la construcción de los acorazados Moreno y Rivadavia, en los astilleros estadounidenses de Fore River (Quincy, Massachusetts) y New York (Camden, Nueva Jersey) entre 1910 y 1915, dio lugar a la transferencia de tecnología y estableció lazos culturales entre ambas armadas.[22] En segundo lugar, durante la guerra Estados Unidos fue el único país que permitió la presencia de oficiales argentinos en su escuadra, mientras Francia, Gran Bretaña y Alemania se negaban a hacerlo. Para Manuel Domecq García, ministro de Marina durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear, entre la oficialidad de ambas fuerzas se había tejido una especie de hermandad espiritual:[23]
Los oficiales argentinos […] tenemos muchos motivos para estarle gratos a ella: ha sido la única marina que nos ha facilitado el ingreso en todos los servicios a numerosos oficiales de nuestra armada en distintas épocas y hoy mismo existe una especie de hermandad espiritual entre nuestros oficiales y los oficiales de aquella marina.[24]
Como resultado de aquella relación con Estados Unidos, una impronta aliadófila se desarrolló en la Armada.[25] Fue en las flotas aliadas, específicamente en la US Navy, donde Argentina incorporó oficiales, y ese personal realizó misiones de combate contra Alemania. Es el caso de los pilotos Ricardo Fitz Simón, Ceferino Pouchan y Marcos Zar.[26]
Mientras tanto, Alemania mostró poca o nula capacidad para contrarrestar esa influencia. De hecho, no existió germanofilia en los cuadros de la Armada, como sí ocurrió en el Ejército.[27] Por un lado, porque la transformación de Alemania en una potencia naval de envergadura se había gestado en forma relativamente tardía. En segundo lugar, porque en los centros educativos de la Marina no había profesores alemanes, como sí existía en el Ejército, y de cualquier modo habrían tenido que superar tendencias británicas sustancialmente arraigadas. En tercer lugar, no había oficiales entrenados en Alemania. Antes de la guerra, existió un ofrecimiento alemán de formar oficiales si se hacía un gran pedido de buques de guerra, pero el gobierno argentino no encaró iniciativas de tal magnitud porque consideraba que los acorazados alemanes eran demasiado costosos. Solamente compró algunos destructores, que eran unidades de poco porte y no representaban un compromiso comercial de importancia.[28]
Por su parte, en Gran Bretaña y Estados Unidos se concentraban las dos representaciones más importantes del Ministerio de Marina en el extranjero. Allí funcionaban comisiones navales, que eran organizaciones complejas y extensas, mientras en Alemania residía un único representante y agregado naval, que por cierto jamás manifestó declaraciones germanófilas ni simpatizó con la causa de las potencias centrales. Antes de la guerra, algunos habían manifestado cierto interés profesional por la Armada Imperial, pero esa tendencia no se sostuvo durante la contienda y tampoco derivaría precisamente en germanofilia.[29]
La cercanía de la Armada con los Aliados no fue explícita. De hecho, los oficiales fueron cautos cuando hablaban con los medios de prensa, porque sabían que sus ideas y opiniones podrían comprometer al país frente a un contexto internacional sumamente delicado. Por ejemplo, cuando la fragata escuela Presidente Sarmiento llegó a Estados Unidos, en mayo de 1916, algunos de sus tripulantes fueron consultados por la prensa local respecto a si Argentina tenía simpatía especial por alguno de los beligerantes y estos respondieron: “Nos gusta la gente de los Estados Unidos […] al igual que nos gusta la gente de otros grandes países [como] Alemania, Inglaterra [y] Francia”.[30] Otro caso fue el del capitán de fragata Aureliano Rey que, mientras se encontraba en Estados Unidos como segundo oficial del acorazado Rivadavia, fue consultado por el New York Herald, en julio de 1918, sobre el posicionamiento de la Argentina frente a la guerra. La respuesta de Rey fue muy reservada. Manifestó que su país sostenía una estricta neutralidad, aunque “el noventa por ciento” de la sociedad simpatizaba con la causa aliada. Sin embargo, nada dijo sobre la oficialidad naval ni emitió opiniones que pudieran comprometer institucionalmente a la Armada.[31]
Durante la guerra, los oficiales mantuvieron una actitud netamente profesional. Esto iba en sintonía con las órdenes que había dictado el Ministerio de Marina, las cuales establecían pautas de conducta y prohibían manifestar opiniones sobre cuestiones de política internacional. Por ejemplo, a los oficiales argentinos destinados en la Armada estadounidense se les sugería desenvolverse en forma cuidadosa, comportándose con profesionalismo. Debían producir “impresiones favorables [y] cuidar los altos prestigios” de la Marina Nacional, a quien “moralmente” representaban, porque cada uno de sus actos serían observados con “especial atención [y] severidad”.[32] Además, cada oficial debería
[…] cuidarse especialmente al emitir opiniones profesionales sobre materias que no domine a fondo, evitando al mismo tiempo las discusiones sobre religión, política internacional y juicios críticos sobre personas de posición política o social de cualquier Nación del mundo.[33]
El teniente G. Whitlock, de la Marina estadounidense, elogiaba el profesionalismo y la impronta “educada, cultivada e inteligente” de sus pares argentinos.[34] Ese comportamiento se extendía al resto de los oficiales, comenzando por el propio ministro Sáenz Valiente, cuyo posicionamiento frente a los bandos beligerantes fue difícil de establecer.
Para Henri Jullemier, ministro francés en Buenos Aires, la neutralidad asumida por el presidente Victorino de La Plaza podría interpretarse como germanofilia y lo mismo decía del ministro de Marina Juan Pablo Sáenz Valiente.[35] Por su parte, el conde Karl von Luxburg, ministro alemán en Argentina, declaraba que las simpatías alemanas eran fuertes en los círculos del Ejército y la Armada, aunque no daba nombres ni detalles.[36] En cambio, el embajador estadounidense, Frederic J. Stimson, indicaba que casi todo el gabinete nacional era mayormente favorable a los Aliados, incluyendo al ministro Sáenz Valiente.[37] En líneas generales, las diferentes y hasta contradictorias lecturas de estos agentes diplomáticos extranjeros comprueba lo difícil que fue tachar de aliadófilo o germanófilo al entonces ministro de Marina, quien se había cuidado de no hacer comentarios que pudieran comprometer a la Armada ni al país. En la documentación disponible –escritos, mensajes o discursos– no se encuentran alusiones suyas en favor o en contra de ninguno de los bandos en pugna; ni siquiera cuando algunos incidentes pusieron a prueba la neutralidad nacional, como el fusilamiento de Remy Himmer, vicecónsul argentino en la ciudad belga de Dinant, en agosto de 1914, o el apresamiento del Presidente Mitre, a finales de 1915.
De todos modos, el reemplazo de Sáenz Valiente por Federico Álvarez de Toledo al frente de la cartera de Marina cambió algunas cuestiones. A diferencia de su predecesor, Álvarez de Toledo no tuvo reparos en manifestar públicamente su opinión proaliada. Así lo indicaba Warren D. Robbins, el encargado de negocios estadounidense en Buenos Aires.[38] De hecho, el ministro argentino se las comunicó personalmente al propio Stimson en una reunión que tuvo con él y Honorio Pueyrredón luego del hundimiento del Monte Protegido:
Una noche, jugando al bridge con nosotros, y discutiendo la guerra con el ministro de asuntos exteriores, el ministro de marina, golpeando la mesa, gritó, “Bueno, si los alemanes ganan esta guerra, no quiero seguir viviendo en este mundo.” – “Sh, sh”, dijo Pueyrredón, “te olvidas que estás hablando con el embajador de uno de los beligerantes.” – “Me da igual”, gritó Álvarez de Toledo […].[39]
Álvarez de Toledo no se comportó con la misma moderación que Sáenz Valiente y la diferencia entre ambos tal vez se encuentre en la formación que tenían los oficiales de marina argentinos. La Armada era una fuerza cohesiva e institucionalizada por el tipo de valores que recibían sus cuadros más jóvenes en su etapa de formación. Desde que aprobaban su examen de admisión en la Escuela Naval Militar, aprendían un código ético que exigía una estricta lealtad para con el arma.[40] Un mensaje del Centro Naval a la nueva promoción de guardiamarinas de 1916 señalaba que el oficial precisaba de una preparación constante para triunfar en la guerra y, a su vez, un comportamiento ejemplar, de confianza y respeto, con un alto grado de responsabilidad y espíritu de deber.[41] El capitán de navío Ismael Galíndez declaraba que el oficial joven debía darle “amor a la carrera”, trabajar con esfuerzo “inteligente y abnegado” y comportarse con un profesionalismo que sólo se adquiría con observación y estudio.[42]
El oficial de marina desarrollaba buena parte de su vida profesional repartido entre tierra y mar, es decir, apostado en bases y dependencias o en buques. Allí tenía una existencia separada y replegada sobre su medio corporativo, a diferencia del oficial del Ejército, por ejemplo, que estaba inmerso en la sociedad. Estas características robustecieron la lealtad del marino hacia la Armada y derivaron en una uniformidad de comportamiento en contextos de crisis.[43] Pese a la manifiesta aliadofilia del ministro Álvarez de Toledo, la oficialidad naval mantuvo su reserva. No se encontraron opiniones en favor o en contra de cualquiera de los beligerantes en ninguno de los diversos artículos, libros, memorias, cartas, informes y discursos consultados. Ni siquiera luego de los hundimientos del Monte Protegido, Oriana y Toro, ni de los dichos del conde Luxburg, que sugería el hundimiento de los vapores argentinos sin dejar rastros.
El apartado siguiente analizará lo que ocurrió en la esfera social de la Armada, para observar si en los distintos homenajes, ceremonias y reuniones existieron posicionamientos en favor de uno u otro bando.
Ceremonias, banquetes y reuniones protocolares
En los salones del Centro Naval, uno de los espacios de camaradería y sociabilidad más importantes de la Armada, se realizaron varios encuentros y reuniones durante los años de la Primera Guerra Mundial. Por la calidad y origen de los diplomáticos, políticos y militares invitados, es posible afirmar que en el Centro existió una tendencia aliadófila; por ejemplo, cuando el almirante William Banks Caperton, comandante de la flota estadounidense que patrullaba las costas sudamericanas, visitó la Argentina en julio de 1917.[44]
El arribo de la escuadra de Caperton solo respondía a un acto de diplomacia para declarar intereses y ejercer influencia en la región, pues para entonces la amenaza alemana en el sector era prácticamente inexistente.[45] De cualquier modo, la visita colocaba al presidente Yrigoyen frente a un inconveniente, porque la permanencia de barcos de una nación beligerante en un puerto neutral por más de 24 horas violaba la Convención de La Haya.[46] La cuestión se discutió en el Senado, que en sesión secreta aprobó la visita de “la escuadra norteamericana en calidad de amiga”.[47] Por la poca profundidad del Río de la Plata, a Caperton se le aconsejó dirigirse a Puerto Militar, pero este prefirió no hacerlo, insistiendo en “mostrar sus cuatro espléndidas naves a la gente de la capital”.[48] Su escuadra llegó al puerto de Buenos Aires el 24 de julio y fue recibida por un amplio público.
Después de una audiencia en la Casa Rosada, Caperton concurrió a un banquete que el ministro Álvarez de Toledo organizó en el Centro Naval. Entre los presentes se encontraban el embajador estadounidense, Stimson, algunos oficiales de Caperton y figuras relevantes de la Armada Argentina, como el almirante Rafael Blanco, el vicealmirante Manuel Domecq García y el contraalmirante Eduardo O´Connor.[49] Álvarez de Toledo se refirió a la jornada como una “fiesta de confraternidad americana” y aprovechó para agradecerle a los Estados Unidos por haber facilitado la “educación” de muchos oficiales argentinos en su escuadra:[50]
La preparación acabada de vuestras academias navales y de las escuelas de vuestra flota ha incitado a este gobierno a pedir del vuestro su enseñanza práctica para un núcleo de la oficialidad argentina.
[…] significará ello para nuestros jóvenes marinos, cordialmente acogidos en su seno, una fuente preciosa de ciencia profesional cuya divulgación en nuestra propia armada contribuirá también a fortalecerla.
Y será sin duda para vosotros una satisfacción y un halago haber contribuido a esa eficiencia de una joven armada que, si bien pertenece a una nación pacífica y respetuosa de los derechos ajenos, sabrá también hacer respetar, a costa de todos los sacrificios, la justicia, la libertad y el derecho.[51]
El almirante Caperton también pronunció algunas palabras. Agradeció la invitación, saludó a la “distinguida concurrencia”, señaló que los acontecimientos que habían “conmovido al mundo” y llevaron a Estados Unidos a tomar la “defensa de la causa de la democracia” no podrían sino “haber excitado los corazones y el alma de los hijos de San Martín” y propuso un brindis “por la Argentina y su armada”.[52] La escuadra estadounidense permaneció cinco días en Buenos Aires, lo que significó una clara violación de la Convención de La Haya, pero, pese a ello, Yrigoyen continuó sosteniendo la neutralidad.[53]
Luego de la visita de Caperton, el gobierno inglés también concertó una serie de encuentros diplomáticos, buscando contrarrestar la proyección estadounidense en la región. Estas tensiones dentro de la propia coalición aliada respecto a la influencia en América Latina se manifestaron en varias oportunidades: por ejemplo, cuando el presidente Woodrow Wilson le aconsejó a su representante en Argentina, Stimson, que no asistiera a una conferencia de ministros aliados que había sido convocada por su par británico, Reginald Tower, en noviembre de 1917.[54] Otros resquemores entre ambas naciones ocurrieron con posterioridad, principalmente respecto a las Listas Negras y a la intención del gobierno argentino de arrendar o adquirir tres buques alemanes internados en el puerto de Buenos Aires.[55]
El gobierno británico solicitó permiso para que el crucero ligero Glasgow realizara una visita de cortesía a la Capital Federal.[56] El buque llegó el 21 de septiembre, fecha cercana a los acontecimientos del incidente Luxburg, tal vez buscando presionar a Yrigoyen hacia el bando aliado. Los tripulantes del Glasgow llevaron a cabo un homenaje en la tumba de Guillermo Brown, en Recoleta.[57] Fue la “primera manifestación oficial” de la flota británica al “ilustre irlandés”. Entre los invitados estaban el ministro plenipotenciario británico en Argentina, Tower, el comandante y oficiales del Glasgow y los capitanes de la Armada Argentina Guillermo Jones Brown y Guillermo Brown.[58] Todos ellos pronunciaron discursos.
El comandante del Glasgow agradeció por “los cumplimientos de la marina de esta ilustrada república”, mientras que Guillermo Jones Brown dio sus “efusivas gracias” por aquellas manifestaciones de respeto en la memoria de su “abuelo”, que fue un “marino británico, pero que dio su sangre por la libertad de este país […] su patria de adopción”.[59] También señaló que era
[…] un gran honor […] ver que tan ilustres y valerosos marinos, rindan homenaje a su memoria y en nombre mío y de todos los descendientes de mi abuelo, agradezco profundamente este espontáneo homenaje.
Dios salve al “Glasgow” y lo conduzca siempre a la victoria.[60]
Otro evento significativo ocurrió el 26 de abril de 1918, cuando se llevó a cabo un homenaje a los marinos que combatieron en las guerras de independencia. La idea había sido del entonces capitán de navío Jorge Yalour, que junto a los capitanes Fliess, Albarracín y Beccar, y al retirado alférez de navío Villegas Basavilbaso, diseñó un proyecto sobre los marineros de la Revolución de Mayo y la Independencia que fue aceptado por la Comisión Directiva del Centro Naval. A dicho evento asistieron algunas figuras del ámbito nacional, como los ministros de Guerra y Marina, y otras del plano internacional, como el embajador de Estados Unidos, los ministros de Uruguay, Rusia y Cuba, y los agregados navales y militares de Gran Bretaña, Francia y Chile. Asimismo, participaron varios de los descendientes de los marinos homenajeados: Brown, Espora, Seguí, Bouchard, Spiro, Thorne y King, entre otros. Se los recordaba porque el “culto de los héroes [era] fuerza invisible para lograr altos destinos”, afirmaba Villegas Basavilbaso.[61]
El presidente del Centro Naval, capitán de navío Ismael Galíndez, pronunció las palabras de apertura con un discurso que resumía la importancia de rememorar y recordar a los marinos extranjeros que habían colaborado con el proceso revolucionario e independentista nacional. Hacerlo era un anhelo de los asociados del Centro Naval y, al mismo tiempo, un “deber educativo”:[62]
[…] en este homenaje, hemos querido asociar a los distinguidos representantes de la Madre Patria, Francia, Gran Bretaña, Grecia, Italia y los Estados Unidos de Norte América, naciones a las cuales perteneció la mayoría de aquellos cuyos nombres hoy graba un duradero bronce nuestra gratitud. Este acto reafirma así sentimientos de solidaridad con aquellos pueblos a los cuales debemos, en gran parte, nuestros progresos, ya que pone en evidencia que ellos no sólo luchan a nuestro lado en el desenvolvimiento del país, en todos los órdenes de su actividad, sino que en otra hora también sus hijos pusieron su espada al servicio de la noble causa que fue coronada con la incorporación al concierto de las naciones de una nueva, libre y grande, bajo cuyo amplio pabellón, caben todos los hombres de buena voluntad.[63]
En las palabras de Galíndez puede observarse cierta tendencia aliadófila al decir que existían “sentimientos de solidaridad con aquellos pueblos”. También llama la atención que la mayor parte de los homenajeados fueran marinos británicos, estadounidenses, franceses, españoles, griegos o italianos, y que no existiera mención alguna a alemanes, por ejemplo. Claramente esto podría explicarse por su participación escasa y marginal, pero vale aclarar que la proporción de marinos alemanes no fue mucho menor a la de los griegos, que sí aparecían mencionados en el homenaje.[64]
En otra oportunidad, junio de 1918, una delegación comercial británica al mando de Sir Maurice de Bunsen llegó a la Argentina, nuevamente para estrechar los lazos económicos bilaterales y contrarrestar la influencia estadounidense.[65] La comitiva llegó a bordo del crucero Newcastle, que aprovechó la estadía para efectuar “ciertas reparaciones”.[66] Y, como ocurrió en situaciones anteriores, la oficialidad de la Armada volvió a recibirlos en los salones del Centro Naval.[67]
- TATO, La trinchera…, cit., pp. 95-103.↵
- Ibid., p. 119.↵
- Ibid., pp. 128-133.↵
- DALLA FONTANA, “Los militares…”, cit., pp. 65-66.↵
- ROUQUIÉ, Poder…, cit., p. 93.↵
- GARCÍA MOLINA, Fernando, “El poder militar en la Argentina del Centenario, 1910-1914”, en Ciclos, vol. 5, n° 9, 1995, pp. 168-170.↵
- DALLA FONTANA, “Los militares…”, cit., p. 97.↵
- TATO, La trinchera…, cit., pp. 103-104.↵
- JOHNSON, John J., The Military and Society in Latin America, Stanford University Press, Stanford, 1964, p. 141; GOLDWERT, Marvin, Democracy, Militarism and Nationalism in Argentina, 1930-1966: An Interpretation, The University of Texas Press, Austin, 1972, p. 73; ENGLISH, Adrian J., Armed Forces of Latin America: Their Histories, Development, Present Strength and Military Potential, Jane´s Publishing, London, 1984, p. 65.↵
- ROUQUIÉ, Poder…, cit., p. 102.↵
- SAHNI, Varun, “Not Quite British: A Study of External Influences on the Argentine Navy”, en Journal of Latin American Studies, vol. 25, n° 3, 1993, p. 511.↵
- SÁENZ VALIENTE, Memoria…, cit., 1914.↵
- FARQUHARSON-ROBERTS, Mike, Royal Naval Officers from War to War, 1918-1939, Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2015, pp. 8-9; LAMBERT, Nicholas A., Sir John Fisher’s Naval Revolution, University of South Carolina Press, Columbia, 1999.↵
- MILIA, Fernando A., “The Argentine Navy Revisited”, en Naval History, vol. 4, n° 1, 1990, pp. 24-29; MILIA, Fernando A., “La Armada Argentina: Un perfil sociopolítico”, en Boletín del Centro Naval, vol. 107, n° 758-759, 1989, pp. 490-498. Para una comparación entre los reglamentos españoles y los argentinos ver: SAHNI, “Not Quite…”, cit., p. 492.↵
- MILIA, “La Armada…”, cit., p. 28.↵
- DELAMER, Guillermo, OYARZÁBAL, Guillermo, MONTENEGRO, Guillermo, BERGALLO, Jorge y Haroldo SANTILLÁN, “Evolución del Pensamiento Estratégico Naval Argentino a lo largo de la Historia. Parte 1”, en Boletín del Centro Naval, n° 828, 2010, pp. 217-218.↵
- Manuel José García Mansilla (1859-1910) completó sus estudios primarios y secundarios en Francia, donde su familia se había traslado por las funciones de su padre, el abogado y diplomático Manuel Rafael García Aguirre. Allí comenzó su formación de marino, ingresando en la Escuela Naval a los 15 años. Se graduó segundo de su promoción y volvió a la Argentina en 1890. Desde entonces comenzó una extensa carrera en la Armada, adhiriendo tempranamente a las ideas de la Jeune École. Fue uno de los pioneros del empleo del torpedo en el país, cuando le tocó estar al frente de la Estación Central de Torpedos, de la Dirección General de Torpedos. En 1895, fue jefe del Estado Mayor General de Marina y, en 1900, director de la Escuela Naval Militar, donde ya se había desempeñado como profesor de la asignatura Torpedos. En 1902, ocupó la jefatura de la Comisión Naval en Europa, encargada de la construcción de los primeros acorazados Moreno y Rivadavia, que posteriormente serían cedidos a Japón. En 1907, fue nuevamente designado al frente de la Escuela Naval Militar, cargo que ocupó hasta su muerte. Alcanzó el grado de contraalmirante.↵
- ROUQUIÉ, Poder…, cit., p. 103.↵
- DELAMER et al., “Evolución…”, cit., pp. 218-219, ROUQUIÉ, Poder…, cit., p. 103.↵
- WEINMANN, Argentina…, cit., p. 73; PETERSON, Harold F., La Argentina y los Estados Unidos II. 1914-1960, Hyspamérica, Buenos Aires, 1985, p. 16; Rayes, “Los destinos…”, cit., p. 44.↵
- Estados Unidos, Naval War College Archives [en adelante NWC], Naval Attache´s Reports, Office of Naval Intelligence – January 1915, “Informe del teniente G. Whitlock al Director de Inteligencia Naval”, 12/01/1915, p. 5.↵
- SCHEINA, Iberoamérica…, cit., pp. 170-171.↵
- Argentina, Congreso de la Nación – Cámara de Diputados de la Nación, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, Imprenta del Congreso de la Nación, Buenos Aires, 1923, sesión extraordinaria del 17 de septiembre de 1923, p. 67.↵
- Ibid.↵
- ROUQUIÉ, Poder…, cit., p. 103.↵
- BLACK, Naval…, cit., p. 78; “Argentine Officers Leave for Washington”, en The Pensacola News Journal, 13/03/1918. Finalizada la guerra, Ricardo Fitz Simón pasó a Gran Bretaña, mientras que Ceferino Pouchan y Marcos Antonio Zar realizaron cursos de alta capacitación en acrobacia y caza en unidades de la aviación italiana (ARGUINDEGUY, Historia…, tomo 1, cit., p. 37).↵
- LUQUI-LAGLEYZE, “Los aspectos…”, cit., p. 136. Sobre la influencia alemana en las filas del Ejército Argentino, ver: POTASH, Robert A., El Ejército y la Política en la Argentina (I). 1928-1945. De Yrigoyen a Perón, Hispamérica, Buenos Aires, 1985, pp. 18-19; DICK, Enrique R., La profesionalización en el Ejército Argentino (1899-1914), Dunken, Buenos Aires, 2014; DICK, Enrique R., “Los oficiales del Ejército Argentino que se capacitaron en Alemania entre los años 1900-1914 y sus familias”, en Temas de historia argentina y americana, n° 16, 2010, pp. 177-187.↵
- BÖNKER, Dirk, “Naval Race between Germany and Great Britain, 1898-1912”, en DANIEL, Ute et al. -editores-, 1914-1918-online…, cit., 2016; SCHIFF, Warren, “The Influence of the German Armed Forces and War Industry on Argentina 1880-1914”, en The Hispanic American Historical Review, vol. 52, n° 3, 1972, pp. 453-454.↵
- LUQUI-LAGLEYZE, “Los aspectos…”, cit., p. 135.↵
- “Argentine Vessel on World Voyage here from Tahiti”, en The Honolulu Advertiser, 2/05/1916.↵
- “City Prepares to Entertain Crew of the Rivadavia, from Argentina”, en New York Herald, 28/07/1918.↵
- DEHN, Fondo Bustamante, “Instrucciones generales para oficiales embarcados en buques de la Escuadra Norte Americana Año 1917”, foja 1.↵
- Ibid. ↵
- NWC, Naval Attache’s Reports, Office of Naval Intelligence – January 1915, “Informe del teniente G. Whitlock al Director de Inteligencia Naval”, 12/01/1915, p. 2.↵
- PELOSI, Hebe C., “La Primera Guerra Mundial. Relaciones internacionales franco-argentinas”, en Temas de Historia Argentina y Americana, n° 4, 2004, p. 165. “[…] la persistencia en la neutralidad tendió a ser asimilada con germanofilia […]” (TATO, La trinchera…, cit., p. 129).↵
- LUXBURG, Karl Graf von, Nachdenkliche Erinnerung, Selbstverl, Schloss Aschach/Saale, 1953, p. 93.↵
- WEINMANN, Argentina…, cit., p. 62.↵
- PETERSON, La Argentina…, cit., p. 30.↵
- STIMSON, Frederic J., My United States, Charles Scribner´s Sons, New York-London, 1931, pp. 388-389.↵
- IMAZ, José Luis, Los que mandan, Eudeba, Buenos Aires, 1964, pp. 72-73.↵
- “Moral Militar”, en Boletín del Centro Naval, tomo 34, n° 391-393, 1916, pp. 177-188.↵
- GALÍNDEZ, Ismael F., “A los Guardias Marinas de la Armada”, en Boletín del Centro Naval, tomo 34, n° 394-396, 1916, pp. 345-346.↵
- IMAZ, Los que mandan, cit., pp. 72-73; ROUQUIÉ, Poder…, cit., p. 102.↵
- “Viene con la escuadra norteamericana, a la que daremos pruebas de amistad con la mejor gana, sin que nos lo impida la neutralidad”, en Fray Mocho, 29/06/1917; “La bandera norteamericana desplegada sobre el Atlántico para asegurar la libre navegación. El almirante Caperton, jefe de la escuadra que actualmente visita esta capital”, en Mundo Argentino, 25/06/1917; “Visitas de cortesía”, en Boletín del Centro Naval, tomo 35, n° 409-411, 1918, p. 652.↵
- WIDEN, Jerker J., “Naval Diplomacy. A Theoretical Approach”, en Diplomacy & Statecraft, vol. 22, n° 4, 2011, p. 723.↵
- Estados Unidos se unió a la Primera Guerra Mundial en abril de 1917. Los incidentes diplomáticos producidos por la campaña submarina alemana y la interceptación del Telegrama Zimmerman, que reveló un complot alemán para ayudar a México a recuperar Texas, Nuevo México y Arizona, terminaron por arrastrar a Estados Unidos hacia los Aliados.↵
- MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES Y CULTO, Documentos…, cit., p. 106.↵
- STIMSON, My United States…, cit., pp. 391-392.↵
- “Visita de la escuadra norteamericana a la Argentina”, en Mundo Argentino, 1/08/1917; “Agasajos al Almirante Caperton. Visita al Centro Naval y Militar”, en La Prensa, 22/01/1919; “La visita de la Escuadra Norteamericana”, en Caras y Caretas, 4/08/1917.↵
- “Demostración al Almirante Caperton en el Centro Naval”, en Boletín del Centro Naval, tomo 35, n° 403-405, 1917, p. 275.↵
- Ibid., pp. 275-276.↵
- Ibid., p. 276.↵
- WEINMANN, Argentina…, cit., p. 128.↵
- Ibid., p. 139.↵
- La aplicación de las primeras listas negras en Estados Unidos, tras la sanción de la Ley de Comercio con el Enemigo en diciembre de 1917, fue muy criticada por el cónsul general William H. Robertson y otros funcionarios de la embajada estadounidense. La consideraban una herramienta de los intereses mercantiles británicos para perjudicar el comercio de Estados Unidos en la región. También existieron tensiones en el bando aliado cuando en marzo de 1918 Argentina compró el Bahía Blanca, un buque alemán internado, por 7.5 millones de coronas suecas. El gobierno estadounidense aceptó la operación, pero Londres se opuso y el propio ministro Tower amenazó con hundir el barco cuando éste saliera del país (WEINMANN, Argentina…, cit., pp. 139-140; PETERSON, La Argentina…, cit., p. 27).↵
- MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES Y CULTO, Documentos…, cit., p. 110.↵
- “Recepción popular del crucero británico Glasgow”, en Mundo Argentino, 26/09/1917; “El crucero británico Glasgow, por F. R. Mount” y “La visita del crucero Glasgow”, en Fray Mocho, 27/09/1917; “La visita del Glasgow”, “La llegada de los marinos ingleses” y “En honor de los huéspedes”, en El Hogar, 28/09/1917.↵
- “Homenaje de los marinos del crucero británico Glasgow al almirante Guillermo Brown”, en Boletín del Centro Naval, tomo 35, n° 403-405, 1917, pp. 277-279. Guillermo Jones Brown (1871-1956) era el hijo de Celedonia Natividad Brown Blanco –nieta de Guillermo Brown– y Enrique Agustín Jones de Elia. Egresó de la Escuela Naval Militar en 1890, en la promoción n° 13. Además de comandar buques, cumplió con diversas tareas y servicios a lo largo de su carrera. Fue jefe de la Dirección de Artillería, jefe de la Dirección General de Armamentos, jefe del Arsenal Naval de Zárate y jefe del Estado Mayor de la 1ª División de Instrucción. Se retiró de la actividad con el grado de capitán de navío en 1918. Guillermo Brown (1904-1977) era hijo de Guillermo Brown Caravia –bisnieto de Guillermo Brown– y María Morel. Egresó de la Escuela Naval Militar en 1927, en la promoción n° 52. Integró la Comisión Naval en Estados Unidos y fue director de la Escuela de Mecánica de la Armada, director de la Dirección General de Navegación e Hidrografía y director de la Dirección General del Material Naval. Se retiró con el grado de contraalmirante en 1955.↵
- “Homenaje de los marinos del crucero…”, cit., pp. 278-279.↵
- Ibid., p. 279.↵
- “Homenaje a los marinos de la Revolución e Independencia”, en Boletín del Centro Naval, tomo 36, n° 412, 1918, pp. 73-103; “Homenaje a los marinos de la Independencia”, en Caras y Caretas, 4/05/1918.↵
- “Homenaje a los marinos de la Revolución…”, cit., p. 74.↵
- Ibid., p. 75.↵
- Estas aseveraciones se estiman por los estudios de Julio Mario Luqui Lagleyze, sobre la composición de los oficiales de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Entre 1810 y 1830, el 77% de la oficialidad naval de línea era extranjera y sumamente heterogénea. La mayor parte provenía de Gran Bretaña y Estados Unidos, y entre los grupos minoritarios había nacionalidades variadas: un 7% entre griegos, alemanes, rusos, suecos y daneses, un 3% de hispanoportugueses, un 4% de irlandeses y otro porcentaje igual de italianos (LUQUI-LAGLEYZE, Julio M., “Los oficiales del almirante Brown: estudio sobre el origen y reclutamiento de la oficialidad naval de las guerras de la independencia y del Brasil 1810-1830”, en Temas de historia argentina y americana, n° 19, 2011, p. 203).↵
- WEINMANN, Argentina…, cit., p. 139.↵
- MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES Y CULTO, Documentos…, cit., p. 130; “Llegada de la embajada británica”, en Caras y Caretas, 8/06/1918; “Sir Maurice de Bunsen. Llegada a nuestra capital de la embajada extraordinaria de la Gran Bretaña”, en El Hogar, 7/06/1918.↵
- “El banquete en el Centro Naval”, en Mundo Argentino, 12/06/1918; “El banquete realizado en honor de los marinos ingleses en el Centro Naval”, en El Hogar, 14/06/1918.↵