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Ciclos ocupacionales anuales rururbanos en dos valles irrigados de la Patagonia argentina

Marcela Crovetto

Resumen

En este trabajo se presentará una síntesis de resultados parciales de investigación en dos valles irrigados de la Patagonia argentina: el valle inferior del río Chubut y el valle medio del río Negro. Como parte de un proceso de estudio iniciado en el año 2006, se han podido consolidar de manera comparativa los comportamientos, las características y las dinámicas de los mercados de trabajo en estas regiones, con especial énfasis en la construcción de ciclos ocupacionales anuales rururbanos, al aportar evidencia empírica a las discusiones sobre los alcances de los tradicionales conceptos de mercados de trabajo rurales y urbanos.

En cada uno de estos valles patagónicos, predominan actividades agropecuarias y agroindustriales en coexistencia con producciones de otras ramas de actividad. El estudio de los ciclos ocupacionales anuales de los trabajadores ha permitido encontrar, aun en las diferencias históricas regionales, ciertas regularidades que evidencian la conformación de mercados de trabajo que involucran a más de una rama de actividad complejizando la caracterización y abordaje de las problemáticas del empleo en el mundo agrario y agroindustrial. En cada zona, se relevaron datos en hogares (operativos de encuesta que involucraron alrededor de 200 hogares por región) y se realizaron análisis de los mismos, relativos a la conformación de mercados de trabajo rururbanos. Se presentan los avances de lo trabajado en las zonas de Río Negro del valle medio del río Negro (fruticultura, tomate, ganadería y horticultura) y en Chubut, el valle inferior del río Chubut (frutas finas, pasturas, ganadería y horticultura). Asimismo, se cuenta con información relevada con técnicas cualitativas que permitieron profundizar los aspectos recogidos con las encuestas e identificar a los actores sociales de las estructuras productivas locales, y con otras fuentes secundarias complementarias (documentos, diarios de época, estadísticas públicas y otras investigaciones sobre estas regiones).

Palabras clave

Mercados de trabajo; ciclos ocupacionales; rururbano.

Introducción

Como parte de un trabajo iniciado en 2006, en este trabajo se presenta una síntesis parcial de resultados de investigación sobre las dinámicas de los mercados de trabajo respecto de los ciclos ocupacionales anuales en dos valles irrigados de las provincias de Chubut y Río Negro[1], Patagonia argentina. En ellos, encontramos actividades agropecuarias y agroindustriales en coexistencia con producciones de otras ramas de actividad, con mayor predominancia del empleo público y el comercio. Comprender algunos aspectos que hacen a los ciclos ocupacionales anuales de los trabajadores ha permitido encontrar, aun en las diferencias históricas regionales, ciertas regularidades que evidencian la tendencia hacia la conformación de mercados de trabajo que involucran a más de una rama de actividad complejizando la caracterización y el abordaje de las problemáticas del empleo en el mundo agrario y agroindustrial.

Los estudios sociales agrarios argentinos llevan muchos años indagando sobre dónde residen los trabajadores del sector y qué características tienen sus empleos, cómo se movilizan a ellos, qué otras actividades realizan y dónde y cuándo las llevan a cabo. Varios de ellos señalan que se trata de una población asentada, de origen migrante, atraída por las etapas de instalación y expansión de una producción. Esto se verifica con fuerza en las producciones frutícolas. Además, no todos los trabajadores provienen de familias con tradiciones agrícolas o campesinas y suelen residir en las ciudades, pueblos o zonas periurbanas de los poblados cercanos a las fincas. Ello les posibilita construir ciclos ocupacionales que alternan empleos en diferentes ramas de actividad: agro, industria, servicios. Al mismo tiempo, es probable también que aquel que resida en la zona rural, ponderándola por valores de paisaje y calidad de vida, tenga un alto poder adquisitivo y trabaje en centros urbanos (Aparicio y Benencia, 2016; Crovetto, 2015; Crovetto y Aguilera, 2015).

En Argentina, estos temas son relevantes y se registran con mayor evidencia en las zonas reconocidas como las afectadas al sistema de economías regionales –es decir, aquellas que no se remiten al sistema pampeano de producción agropecuaria, en donde la mayor actividad económica se concentra en la producción de cereales, oleaginosas, ganadería y sus derivados agroindustriales y en donde, además, la estructura social agraria es diferente a la del resto del país y su peso productivo en la economía nacional es marginal en relación a la producción de commodities–. Sin embargo, las economías regionales revisten otra importancia: son las dinamizadoras de la reproducción social del resto del país y su población, especialmente de aquellas actividades cuyos productos son exportables a mercados regionales y a mercados internacionales exigentes; son oferentes de numerosos puestos de trabajo estacionales para la población local y atraen población migrante –o, al menos, lo han sido en otros tiempos, lo que provocó el asentamiento de trabajadores que fortalecieron la construcción de los mercados de trabajo locales (Aparicio y Benencia, 2016)–.

Marco conceptual

En trabajos anteriores, hemos puesto el foco en dos dimensiones de las relaciones rural-urbano: la primera, la caracterización de los espacios de residencia en términos demográficos; la segunda, desde la perspectiva del empleo agrícola y no agrícola en función de los lugares de residencia de los encuestados (Crovetto, 2015; Crovetto, 2016a). En esta oportunidad, incluiremos algunas características del ciclo ocupacional anual de los trabajadores encuestados con el objetivo de apreciar las formas que están adoptando los mercados de trabajo regionales en la Argentina, desde una perspectiva anualizada de la organización del empleo.

En esos y otros trabajos previos, en pos de encontrar otras miradas que ayudaran a superar las lecturas tradicionales espaciales de la vida social, se propuso analizar el flujo de trabajos, de bienes y de servicios entre los espacios rurales y urbanos, entendidos como conjuntos de relaciones sociales. Los debates actuales sobre la tendencia a la baja capacidad heurística del par rural-urbano continúan cuestionando las caracterizaciones de las poblaciones actuales, especialmente por el sostenimiento de la presuposición de las referencias a lo rural como un espacio exclusivo de la producción primaria y el turismo, donde el paisaje aparece como producto que se consume, con retraso en la modernización de las prácticas productivas y cuya población residente es aquella que además se emplea en la producción de materias primas o bien contiene a los productores de las mismas (Aparicio y Crovetto, 2011; Crovetto, 2015; Crovetto, 2016a, entre otros).

En este sentido, se pueden enumerar como los principales hallazgos disruptivos de la dicotomía rural-urbano: coexistencia de actividades económicas industriales y agropecuarias en un mismo soporte físico, inserción de nuevos complejos habitacionales que rompen la monotonía del paisaje netamente rural con nuevas viviendas, apertura de calles, provisión de servicios en espacios que aparecen discretos, residencias y empleos en “sitios opuestos” a los esperados por la teoría clásica, trabajadores/as de sectores de servicios y/o industriales que se emplean en empresas urbanas residen en el espacio rural y no registran historia familiar campesina.

Los resultados de esos trabajos mostraron indicios de circulaciones espaciales de personas, bienes, trabajos y servicios que no podrían ser estrictamente traducidos como “intercambios” entre las tradicionales zonas urbanas y rurales. Los principales hallazgos permitieron suponer movilidades espaciales cotidianas que hemos denominado “trayectorias cotidianas rururbanas” (Crovetto, 2010).

Con una construcción conceptual tan rígida como la que se cuestiona, se sostiene una visión binaria de los espacios, se pierde la complejidad de las relaciones sociales que los constituyen y se desenfoca la interpretación del mundo empírico, cuya evidencia la desborda. La organización del trabajo en los hogares y los ciclos ocupacionales anuales que alternan ramas de actividad son una muestra de los movimientos de los actores entre lo rural y lo urbano, especialmente en aquellas zonas en las que alguna producción agropecuaria es dominante e imprime los ritmos de su actividad en la zona en la que se emplaza.

Nos proponemos mostrar, a través de dos casos instrumentales, la riqueza heurística que aporta al debate rural versus urbano la interpretación de los ciclos ocupacionales anuales. Se comprendió a los ciclos ocupacionales anuales en clave de dinámicas cotidianas y regionales, con carácter histórico e impulsados por los estrictos ritmos de las producciones agropecuarias, expresados tanto en los requisitos de calidad de los productos como en la alta estacionalidad que imponen a los mercados de trabajo, especialmente aquellas actividades destinadas a mercados de comercialización exigentes y que integran circuitos espaciales de producción (Santos, 1995).

Metodología

Se utilizaron datos y procesamientos propios de fuentes estadísticas públicas y se construyeron datos con fuentes primarias a través de la realización de una encuesta a hogares en 2008 en Chubut y en 2011, en el valle medio del río Negro –en el marco de los proyectos de investigación subsidiados por ANPCyT-FONCyT, CONICET y UBACyT–. Con este instrumento, se relevó información sociodemográfica, ocupacional de todos los miembros del hogar, de la trayectoria residencial y migratoria familiar y sus movilidades espaciales cotidianas en más de 200 hogares por región. La encuesta se administró en los núcleos urbanos integrantes de las regiones en estudio y en hogares de las zonas rurales. La muestra aplicada fue de tipo no probabilística y por cuotas, de acuerdo con la relación de la distribución de los hogares en los puntos a relevar, según el Censo 2001. Se completó el estudio con información cualitativa resultado del análisis de entrevistas y observación en campo.

El trabajo parte de análisis previos organizados en dos dimensiones de las relaciones rural-urbano: 1) caracterización de los espacios de residencia en términos demográficos; 2) desde la perspectiva del tipo de empleo en función de los lugares de residencia de los encuestados. Para ello, un ejercicio metodológico consistió en analizar los resultados de la encuesta en función de dos perspectivas: la aportada por la clásica división de la zona de residencia (rural o urbana) y el “paisaje”, al que le hemos dado una estructura tricotómica con base en la definición teórica de paisaje construida por Milton Santos[2]. A partir de ella, se distinguieron tres categorías analíticas: paisaje netamente urbano, paisaje netamente rural y paisaje rururbano[3]. Estas categorías permitieron observar con mayor precisión las relaciones entre lo rural y lo urbano en términos tradicionales y evidenciar movimientos entre áreas que ponen en discusión a las visiones clásicas de la sociología sobre las direcciones esperadas: del campo a la ciudad. Los trabajadores se asientan mayormente en núcleos urbanos y completan el ciclo ocupacional anual en otras actividades, como la construcción y la migración temporaria a otras labores. Si se pudiera acceder a ese cruce de datos con estadísticas públicas, la información no sería precisa: el sistema de clasificación de ramas de actividad económica y de ocupaciones no permite obtener la información específica del censo que informe sobre la cantidad de trabajadores involucrados en las actividades agrarias y agroindustriales en toda su cadena, dado que en la rama de actividad agricultura, caza, silvicultura y pesca se involucran a las producciones primarias; y las labores de empaque, clasificación, por ejemplo, se corresponden con actividades industriales manufactureras en unos casos y de alimentos en otros. Tampoco permite desagregar por cada una de las actividades que integran la rama, y el organismo ha suspendido los procesamientos de datos especiales. El último obstáculo se ancla en el período de referencia para el relevamiento de las ocupaciones: el operativo censal se realiza en el mes de octubre (primavera en el hemisferio sur) y la mayoría de las actividades que se trabajan en esta investigación ocurren fuera de esa época, lo que genera subregistros de los trabajadores agropecuarios. Problemas similares tienen otros relevamientos oficiales, como el censo agropecuario o las encuestas a hogares (relevan grandes y medianos núcleos urbanos, pero sus períodos de referencia tampoco coinciden con los momentos de alta demanda de mano de obra en actividades agropecuarias y agroindustriales) y la encuesta a hogares en zonas rurales aún se encuentra en fase de prueba.

En este trabajo, presentamos tanto la distribución de los hogares encuestados de acuerdo con su estrato (rural o urbano) y el paisaje en que se encuentran emplazados (netamente urbano, netamente rural o rururbano). Luego, tomamos a los miembros del hogar que se declararon ocupados –ello requirió una batería de preguntas específicas que permiten rescatar no solo el ciclo ocupacional anual, sino también todas las actividades económicas de los miembros del hogar, incluyendo las que no suelen ser consideradas trabajo, como las actividades de ayudas familiares en cosechas, chacras, pequeños comercios (Aguilera, Crovetto y Ejarque, 2015)– y los agrupamos en dos nuevas categorías de acuerdo a la actividad principal: trabajador agropecuario y no agropecuario, y se analizaron la cantidad de meses al año destinados en cada ocupación.

Así pudimos visualizar las relaciones que, mediante la actividad laboral principal, se construyen entre las áreas tradicionales de división del espacio y abordar la elaboración de nuevas preguntas frente al registro empírico de situaciones no esperadas por la teoría social clásica, tales como las equivalencias entre zonas de residencia y rama de actividad laboral. Ello indica una movilidad espacial entre áreas que permite reflexionar sobre las prácticas de los sujetos que se desarrollan en actividades agrarias y residen en espacios urbanos y rururbanos, así como sus opuestos (Crovetto, 2010).

Análisis y discusión de datos

Tanto la provincia de Chubut como la de Río Negro fueron territorios nacionales dependientes del gobierno central y atravesaron procesos de provincialización a fines de la década de 1950; hasta entonces, no contaban con autoridades propias ni autonomía por ser territorios federales del Estado nacional con fuerte presencia de las fuerzas militares. Las provincias de la Patagonia registran una historia de asentamiento poblacional creciente desde sus inicios signada por campañas militares, diferentes colonizaciones, primero, y migraciones nacionales e internacionales, luego, promovidas por el Estado argentino mediante obras grandes de infraestructura (caminos, riego, agua y energía, ferrocarriles), promoción habitacional, impulso de producciones y de industrias (Crovetto y Aguilera, 2015).

Actualmente, los principales productos exportables de la Patagonia son el petróleo, el gas y sus derivados, seguido por otras actividades extractivas (minería y carbonería) y por las actividades del sector primario. Todas atrajeron población, pero siguen siendo provincias con una densidad poblacional baja e inferior a la nacional. Si bien el último Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (2010) registra en el total del país 40 117 096 habitantes, con una variación intercensal relativa del 10,6% respecto del censo anterior (2001), las poblaciones de las provincias de Río Negro y Chubut muestran una baja densidad poblacional, pero una variación porcentual relativa superior al del total del país.

Cuadro 1. Perfil sociodemográfico, variables seleccionadas.
Total del país, Chubut, Río Negro y regiones de estudio
, 2010

 

Población Variación relativa (%) Superficie en km2 Densidad hab/km Viviendas en zona urbana (%) Índice de masculi­nidad

Argentina

40117096 10,6 3745997 10,7 90,3
Chubut 509108 23,2 224686 2,3 88,9
VIRCh 142454 94,4 97,1
Río Negro 638645 15,5 203013 3,1 85,2
VMRN

35323

84,4

104

Elaboración propia en base a INDEC, Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001 y 2010. Procesado con Redatam+SP, CEPAL/CELADE.

Históricamente, la distribución de las viviendas de acuerdo con el área urbano-rural en la Argentina tiene predominancia urbana; en el último censo se registró al 90% de ellas en aglomerados urbanos. Las provincias de Chubut y Río Negro acusan valores apenas por debajo del total nacional.

Ubicado en el litoral provincial chubutense, el valle inferior del río Chubut (VIRCh, en adelante) cuenta en sus 70 km de extensión con las localidades Rawson, Trelew, Gaiman, Dolavon y 28 de julio. Actualmente, el valle cuenta con 142 454 habitantes (Censo 2010), con un índice de masculinidad del 97%, y un 94% de viviendas en el espacio urbano. Con casi la totalidad de su población de origen nacional, recoge en su historia a población de origen mapuche y tehuelche, galesa, española, italiana, portuguesa, chilena y boliviana (Crovetto, 2016b).

Productivamente, el valle se caracteriza por la producción de cerezas (el 50% se exporta a mercados exigentes y el resto se vende en el mercado interno nacional), el engorde y faena de ganado, pasturas, tubérculos, horticultura, ladrillería y otras actividades no agropecuarias. La producción de cerezas es la que requiere mayor cantidad de mano de obra temporaria, pero lo hace por un período muy corto (no alcanza a los treinta días, entre noviembre y diciembre). En la fase de inicio y expansión –en la década del noventa–, los productores (de origen urbano y con ocupaciones y residencias urbanas) cubrieron las necesidades de puestos de trabajo con mano de obra local de residencia urbana que encontró en la cosecha de la cereza una entrada de ingreso extra para el final de año; en su mayoría era población joven y mujeres amas de casa. Actualmente, la actividad está consolidándose y se considera contratar trabajadores de temporada de otras regiones del país. Por el contrario, la horticultura sigue los patrones clásicos del desarrollo de la actividad en el país en manos de familias de origen boliviano que se inician como medieros y apelan a la mano de obra familiar. Entre estos horticultores –menos capitalizados que los cereceros, pero que también logran acceder a la vivienda fuera del predio productivo y en núcleos urbanizados–, encontramos diferentes accesos a los circuitos de comercialización de acuerdo con la época en la que arribaron a la región y se iniciaron en la actividad. Así, las familias más antiguas acceden a los circuitos de gran distribución de los supermercados, otras a las ferias locales, a los comercios minoristas y a la venta directa en la chacra. Y, eventualmente, los miembros de estos hogares hortícolas se emplean en la fruticultura local (Crovetto, 2012; Crovetto y Aguilera 2015).

El valle medio del río Negro (VMRN. en adelante), ubicado en el centro norte de la provincia de Río Negro, está integrado por las localidades de Choele-Choel, Lamarque, Belisle, Darwin, Pomona, Chimpay y Luis Beltrán. Según el Censo 2010, cuenta con 35 323 habitantes, un índice de masculinidad del 104%, y el 84% de sus viviendas emplazadas en espacios urbanos. Su población es de origen nacional mayormente, con una historia de poblamiento que involucra migraciones galesas, europeas, chilenas y bolivianas un poco más tardías que en el VIRCh. Poco a poco, las ciudades del valle se urbanizan: Beltrán, Chimpay y Lamarque han ido incorporando antiguas chacras al ejido urbano; son las ciudades que tienen más espacio disponible en el perímetro del aglomerado (Crovetto, 2015).

Actualmente, la actividad agropecuaria del VMRN presenta gran diversidad productiva: ganadería, tomate, manzana, pera, uva, cereza, nuez, papa y horticultura, también en manos de productores de origen boliviano.

Del trabajo en campo y el análisis de las entrevistas, se reconoce que para las actividades de cosecha de fruta, cuentan con la participación de jóvenes de la zona que mayormente son estudiantes que solventan sus gastos con estas tareas en verano, mujeres y hombres de los pueblos del Valle Medio y contingentes de migrantes temporarios de otras provincias de Argentina, en general provenientes del norte del país, como la zona citrícola tucumana. Las industrias y procesadoras se instalan en los márgenes urbano-rurales y emplean mayormente a la población local en temporada (Crovetto y Aguilera, 2015).

Hay producción hortícola en todas las localidades del valle medio, y cada ejido tiene una comunidad de productores de origen boliviano con diferentes niveles de capitalización y producción y diferenciales de acceso al circuito comercializador expresado en un dispositivo de ferias municipales los fines de semana, erigidos como circuitos comerciales alternativos (sumados a la venta en la chacra que realizan los productores) y en el acceso a los comercios minoristas de la zona. A diferencia de lo que ocurre con esta producción en el VIRCh, no se tiene conocimiento aún de productores que accedan a colocar sus productos en las grandes cadenas de comercialización y accedan al circuito de gran distribución de alimentos, como las cadenas de supermercados.

En Belisle y Chimpay, la dependencia del empleo en la cosecha de peras y manzanas es determinante de la dinámica local. Asimismo, son las mayores receptoras de los contingentes de temporeros en época de cosecha. En Choele-Choel, las actividades predominantes son la ganadera bovina y la producción hortícola con mano de obra familiar; en Lamarque y el resto de las localidades, se destaca la producción de tomates para la industria (en la zona se encuentra instalada una planta procesadora de tomates, Arcor). Las procesadoras están en los márgenes urbano-rurales de las localidades con mayor posibilidad de captación de mano de obra: Choele Choel, Lamarque y Chimpay (Crovetto, 2015).

En el VMRN, la población en espacios rurales puros es escasa y los trabajadores de la fruticultura y el tomate residen en los centros urbanos o en las periferias y nuevos barrios en las márgenes de los centros locales (Crovetto, 2015).

Para describir los ciclos ocupacionales rururbanos, un punto de partida que recogemos de los trabajos previos ya citados es la distribución de hogares y los tipos de empleo (agropecuario y no agropecuario) según zonas y paisajes. En el VIRCh, la mayor urbanización y cantidad de población se observa en la categoría de paisaje rururbano (el 53% de los hogares relevados), los cuales integran parte del 80% de los hogares registrados en el espacio urbano. Los hogares con residencia rural no han ingresado en ningún caso a la categoría de paisaje rururbano. En cambio, en el caso de los hogares urbanos, apenas el 27% se encuentra en referencia a un paisaje netamente urbano (Crovetto, 2012; 2015). En el VMRN, las viviendas clasificadas como urbanas representaron el 87% de las relevadas, mientras que la categoría de paisaje rururbano agrupó al 74% de las viviendas (el 72% clasificadas como urbanas y el 2%, como rurales).

En cuanto a la residencia de los trabajadores, en el VIRCH, si bien se registran coincidencias entre residencias y ramas de actividad (el 71,4% de los trabajadores agropecuarios viven en zonas rurales y el 92% de los trabajadores no agropecuarios viven en zonas urbanas), los casos contrarios se erigen como indicios de las transformaciones que planteamos al inicio del trabajo, lo que evidencia situaciones novedosas para el análisis de los cambios en la estructura social del agro en las últimas décadas (Crovetto y Osardo, 2017).

En el VMRN, estas relaciones se profundizan mucho. Entre los trabajadores agropecuarios, encontramos que el 84,8% reside en zonas urbanas. Este dato rompe con lo predicho por la teoría clásica: el trabajador agropecuario reside en la zona rural. En el caso de los trabajadores no agropecuarios, el 14,5% reside en zonas rurales tradicionales, lo que muestra que el espacio rural no es objeto exclusivo de actividades agrícolas o bien que sus trabajos los realizan en zonas urbanas. Existe una movilidad espacial por motivos laborales en los dos sentidos.

Ciclos ocupacionales

En el caso del VIRCh, es importante aclarar algunos puntos respecto a lo relevado en la encuesta. Si bien en la zona el trabajo agropecuario es importante, al momento de realizar el relevamiento, el carácter de novedosa en los discursos sobre la actividad era fuerte y el período de cosecha era aún más breve que el actual, quince días al año. Esta estacionalidad de la cosecha de cerezas expresada en un plazo temporal muy breve produjo complicaciones con la identificación de los trabajadores locales con la actividad por unos pocos días al año que le dedican a ello. Motivo por el cual buena parte de esta información fue recogida cualitativamente con entrevistas mediante muestreo intencional.

En un nivel general de información, el VIRCh muestra que un cuarto de sus ocupados encuestados identifica su ocupación principal con actividades agropecuarias, el 56% lo hace en servicios y el 16%, en el sector público (Crovetto, 2016b). Nos encontramos con trabajadores eventuales agropecuarios con residencia urbana que durante el resto del año realizan actividades no agropecuarias y, entre los encuestados con trabajo agropecuario, encontramos que tienen una segunda ocupación en este tipo de actividad. En cambio, entre los trabajadores no agropecuarios encuestados, el 12,5% señaló que su segunda actividad era agropecuaria, y además era más frecuente la presencia de una segunda ocupación para los trabajadores no agropecuarios.

Ahora bien, en el VMRN, desde la perspectiva del ciclo ocupacional, el 23% de los trabajadores expresa haber tenido un segundo trabajo. Si analizamos su composición por rama de actividad, observamos que el 12% de los trabajadores agropecuarios tuvo un segundo trabajo en la misma rama, el 9% lo hizo en un empleo no agropecuario y el 79% no tuvo un segundo empleo. En tanto, en sentido inverso, el 25% de los trabajadores en rubros no agropecuarios expresó haber tenido un segundo empleo en el año, de los que el 9% lo hizo en una actividad no agropecuaria y el 16% se empleó en un puesto no agropecuario. Así, el 77% de los ciclos ocupacionales anuales relevados se ciñó a un solo empleo en el año y las proporciones de ciclos anuales que articulan actividades agropecuarias y no agropecuarias son similares en ambos grupos.

En cuanto a la duración de los empleos en el último año, en el VIRCH, “el 12,4% trabajó 6 meses o menos y el 87,6% lo hizo durante un período de 7 a 11 meses. El 10% expresó haber tenido alguna otra actividad en este período” (Crovetto, 2016b: 184). Lo interesante en el caso del VIRCh es que tanto los trabajadores no agropecuarios como los agropecuarios expresan varias situaciones de empleos con menos de seis meses de duración en el año. Esto brinda algunos elementos para pensar las diferencias entre las visiones más tradicionales sobre la precarización del empleo agrario y las transformaciones que las otras ramas de actividad han tenido respecto a la precarización laboral (Crovetto y Osardo, 2017).

En el VMRN, se pudo observar que el 50% de los trabajadores agropecuarios se emplea durante los doce meses del año, el 31% lo hace por un período menor a los seis meses y el 19%, por un lapso de seis a once meses. Este rubro se revela más inestable que el no agropecuario, por una diferencia importante en puntos porcentuales (22 puntos); los casos de empleos menores a los seis meses son el 10% de los trabajadores y el 7% cuenta con ciclos de empleo de seis a once meses (el 82% de los trabajadores no agropecuarios trabaja los doce meses del año). En datos generales, de los trabajadores encuestados, el 65% trabaja un año completo, mientras que el 21% y 13% lo hacen en períodos menores a seis meses y entre seis y once meses, respectivamente.

Conclusiones

Hemos hallado casos de combinación de empleos en ramas agropecuarias con no agropecuarias, así como hogares que, residiendo tanto en espacios típicos urbanos o rurales como en zonas intermedias (ni estrictamente rurales o urbanas dejando de lado la división demográfica anclada en la cantidad de habitantes para sus definiciones), están compuestos por miembros que trabajan en una u otra rama. En ello intervienen varios factores: la formación de nuevos asentamientos residenciales tanto en los bordes de las ciudades como en espacios cercanos a ellos pero no continuos, la temporalidad en los empleos tanto agropecuarios como no agropecuarios (cada vez más similares en cuanto a la inestabilidad, a excepción del empleo público), la difusión de servicios en áreas no urbanas (viviendas, electricidad, agua, combustibles, transporte público, trazado y apertura de calles, pavimentación, telecomunicaciones, instituciones educativas de varios niveles, circuitos de comercialización minorista alternativos y de venta directa, entre otros), el sitio de las procesadoras y empaques en las periferias, la habilitación de circuitos de exportación de productos. Estos factores tienen diferente nivel de desarrollo en los espacios estudiados, pero están presentes y han modificado las prácticas sociales en torno al empleo. En muchos casos, ya no estamos frente a “la familia agrícola” ni campesina de tipo tradicional.

Las explicaciones de las diferencias entre las regiones serán objeto de nuevas indagaciones que permitan la construcción de regularidades, pero lo que sí queda en evidencia es que rural no significa estrictamente agrario y que urbano no es espacio exclusivo de trabajadores no agropecuarios. Y ello se hizo aún más visible cuando observamos los datos de la encuesta referida a los trabajadores que residen en estas viviendas. Los primeros indicios de ciclos ocupaciones mixtos entre ramas agropecuarias y no agropecuarias se presentan en los dos casos. La estacionalidad en los empleos se verifica para todas las actividades, aunque en los casos no agropecuarios hay que tener en cuenta la alta presencia de empleo público en las zonas estudiadas, razón por la cual tienen mayor tendencia a empleos de doce meses. Sin embargo, algunos de ellos completan sus ingresos con otras ocupaciones.

En las investigaciones que siguen, apostamos al desafío de conocer cómo esto se refleja en los hogares, para intentar reconstruir si al interior de ellos lo que sucede es una alternancia de miembros ocupados para componer los ingresos anuales del hogar o si recurren a beneficios brindados por el Estado para los períodos de desempleo y cómo se comportan los ciclos ocupacionales anuales de acuerdo con la edad y el género.

Bibliografía

Aguilera, M. E.; Crovetto, M. M. y Ejarque, M. (2015). “Los mercados de trabajo agropecuarios en Argentina. Un proceso de diseño de estrategias metodológicas para captar un objeto complejo”, en ReLMIS, nº 9, abril-septiembre, pp. 66-82. Disponible en: <https://bit.ly/2KQybbZ>.

Aparicio, S. y Benencia, R. (coords.) (2016). De migrantes y asentados. Trabajo estacional en el agro argentino. Buenos Aires: Ciccus.

Aparicio, S. y Crovetto, M. M. (2011). “Un objeto de estudio complejo: los mercados de trabajo rururbanos”, VI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología del Trabajo, México.

Crovetto, M. (2010). ¿Intercambios o circulaciones? Las “marcas” en los espacios del Valle Inferior del Río Chubut (Tesis de maestría no publicada, magíster en Investigación en Ciencias Sociales). Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.

Crovetto, M. (2012). Territorios flexibles. Espacios sociales complejos en el Valle Inferior del Río Chubut (Tesis de doctorado no publicada, Doctora en Ciencias Sociales). Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

Crovetto, M. (2015) “Dinámicas rural-urbanas comparadas en tres regiones de la patagonia argentina.”, en Signos en el Tiempo y Rastros en la Tierra, Segunda Época, vol. VI, Programa de Estudios Históricos Antropológicos y Americanos, Universidad Nacional de Luján, Argentina, pp. 75-112.

Crovetto, M. (2016a). “Movilidad espacial cotidiana rural-urbana y migraciones temporarias en torno a producciones agropecuarias en diferentes regiones de Argentina: Patagonia Norte, Tucumán y Misiones”, ponencia presentada en LASA Congress, 27 al 30 de mayo, Nueva York.

Crovetto, M. (2016b). “La constitución de los mercados de trabajo locales en el Valle Inferior del río Chubut, Un proceso sostenido de asentamiento de población de origen migrante”, en S. Aparicio y R. Benencia (coords.). De migrantes y asentados. Trabajo estacional en el agro argentino. Buenos Aires: Ciccus.

Crovetto, M. y Aguilera, M. E. (2015). “Movimientos migratorios y configuraciones productivas en los valles irrigados patagónicos. Aportes desde una perspectiva sociológica de la conformación de los mercados de trabajo”, en P. Dreidemie y A. I. Barelli (comps.). Migraciones en Patagonia. Viedma: Editorial UNRN, pp. 53-70. Disponible en: <https://bit.ly/2KS7bJp>.

Crovetto, M. y Osardo, L. “Trabajo, historia y vida cotidiana entre lo rural y lo urbano”, en S. Aparicio; M. Crovetto y M. Ejarque (coords.). Diálogos y conflictos entre lo rural y lo urbano. Buenos Aires: Ciccus. En prensa.

Santos, M. (1995). Metamorfosis del espacio habitado. Barcelona: Oikos-Tau.

Otras fuentes

INDEC, Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001 y 2010.

Equipo de estudios sobre mercados de trabajo agropecuario, Encuesta a Hogares en el Valle Inferior del Río Chubut (2008).

Equipo de estudios sobre mercados de trabajo agropecuario, Encuesta a Hogares en el Valle Medio del Río Negro (2011).


  1. El proyecto institucional de investigación involucra otras regiones de las provincias argentinas de Tucumán, Jujuy y Misiones, también de la meseta central de Chubut y el alto valle del río Negro; los resultados totales serán publicados en el próximo año.
  2. “Todo lo que vemos, lo que nuestra visión alcanza es el paisaje. Este puede definirse como el dominio de lo visible, lo que la vista abarca. No sólo está formado por volúmenes, sino también por colores, movimientos, olores, sonidos, etc. (…) La dimensión del paisaje es la dimensión de la percepción, lo que llega a los sentidos. (…) El paisaje es el conjunto de cosas que nuestro cuerpo alcanza a percibir e identificar” (Santos, 1995: 58, 60 y 74).
  3. Netamente urbano (NU): comprende aquellas zonas en las que el paisaje urbano resulta indiscutible por su presencia clara y extrema desde lo visual, y obstaculiza la visión de la geografía física del espacio; espacios habitados densamente. Netamente rural (NR): comprende aquellas zonas en que las que el paisaje rural es claro a partir de las características de su geografía física perceptibles visualmente, con escasa población. La perspectiva del paisaje como contexto predomina por sobre la presencia de población asentada. Rururbano (R-U): se considera a una zona habitada, barrios aislados rodeados de una geografía visible, una urbanización parcial o discontinua, en donde el aislamiento o separación entre las aglomeraciones es discreta, perceptible y de clara identificación.


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